En el Evangelio de ayer, Jesús hace el envío de los Doce.
Los manda a reproducir en sus
ambientes de evangelización lo mismo que Él ha hecho: anunciar la Buena Nueva del Reino, enfrentarse con el poder del mal y curar todas las enfermedades. Los invita a hacerlo como él: en absoluta pobreza de medios, compartiendo con los evangelizados lo que poseen. Para eso los equipa con su mismo poder y autoridad. Ojalá podamos ser realmente evangelizadores a la manera de Jesús, a la manera de los Doce. Evangelio según san Lucas 9,1-6 Los «relatos de milagro», que Lucas concentra en esta sección de su Evangelio, terminan con la resurrección de la hija de Jairo en Lucas 8,56 (“Sus padres quedaron estupefactos, y él les ordenó que a nadie dijeran lo que había pasado”), e inmediatamente después viene un pasaje en el que Jesús envía a los Doce en misión por toda Galilea (Lucas 9,1-6: “Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.» Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes”). Este episodio está tomado de «Marcos» (véase Marcos 6,6b-13: “Y recorría los pueblos del contorno enseñando. Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.» Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”). Pero como Lucas transpone el pasaje anterior de Marcos (Marcos 6,1-6a: “Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: « ¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe”) a los comienzos del ministerio público de Jesús, concretamente a su actuación en Nazaret (Lucas 4,16-30: “Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: « ¿No es éste el hijo de José?» Él les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.» Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.» Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.» Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó”), el presente episodio adquiere un nuevo significado dentro de la concepción global del tercer Evangelio. Colocado inmediatamente después de toda la serie de «milagros», funciona como conclusión de todo ese conjunto. Después de un período en el que Jesús ha ido formando a sus testigos procedentes de Galilea, ahora los envía a poner en práctica su propia misión, incluso durante el ministerio público, es decir, en lo que hemos llamado «tiempo de Jesús». Desde el punto de vista de historia de las formas, hay que clasificar este episodio como «narración sobre Jesús», ya que, básicamente, consta de material narrativo, a pesar de las instrucciones directas de Jesús (véase Marcos 6,10-11: “Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos»”), reelaboradas por Lucas (Lucas 9,3-5: “Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos»”). Todas esas recomendaciones son, naturalmente, de carácter oral, pero están incluidas en un contexto esencialmente narrativo (R. Bultmann). En la versión lucana del episodio se pueden distinguir los siguientes cinco elementos de composición: a) Investidura de los Doce: «poder y autoridad sobre toda clase de demonios». b) Encargo de predicar el Reino y de realizar curaciones. c) Instrucciones sobre el comportamiento durante el viaje. d) Recomendaciones sobre el alojamiento. e) Conducta que se deberá seguir si no se acepta la proclamación del mensaje. En el versículo conclusivo, el evangelista traza una síntesis de la misión de los enviados, es decir, de los Doce. El significado del episodio no resulta particularmente difícil. Ahora se ve con claridad qué es lo que pretendía Jesús al escoger a sus doce colaboradores (Lucas 6,13: “Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles”); aquella elección les destinaba a participar en la propia misión del protagonista, es decir, en la proclamación del Reino de Dios. Ya les dijo antes que a ellos se les había concedido el privilegio de conocer «los secretos del Reino» (Lucas 8,10: “y él dijo: «A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan»”) y que «no hay nada oculto que no deba manifestarse» (Lucas 8,17: “Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto”). Ahora les da «poder y autoridad» no sólo para la proclamación del Reino, sino también para ayudar al ser humano en sus deficiencias, tanto físicas como mentales. En su narración de este episodio distingue Lucas, con mayor precisión que Marcos, entre enfermedad y posesión diabólica, o sea, entre curación y exorcismo; pero las dos actividades son competencia de los Doce. Por otra parte, Lucas no sólo ha ido preparando cuidadosamente esta misión, sino que, al mismo tiempo, ya prefigura el encargo definitivo, que Jesús les va a confiar en Lucas 24,46-47: “y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén»”. Ahora, durante su ministerio en Galilea, Jesús les comunica una participación en su «poder» y en su «autoridad»; más tarde, la misión adquirirá nuevas perspectivas. En una serie de imperativos, Jesús plantea los condicionamientos externos que habrán de presidir la misión de sus enviados. Tendrán que moverse sin un acopio embarazoso de provisiones (impedimenta), de modo que nada pueda distraerlos de su cometido. El prescindir de todas esas ayudas puede parecer, a primera vista, como una manifestación de «pobreza» o de desprendimiento»; pero más bien debe ser una indicación de su absoluta confianza en la providencia de Dios. Deberán aceptar la hospitalidad de los que les reciban y sentirse verdaderamente satisfechos. Pero también tienen que estar preparados para la repulsa; en cuyo caso, su reacción deberá ser de lo más tajante: repudiando a los que les hayan rechazado. Algunas de estas circunstancias externas sufrirán, más adelante, una ligera modificación (véase Lucas 22,35- 38: “Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada.» Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada; porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: "Ha sido contado entre los malhechores." Porque lo mío toca a su fin.» Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» Él les dijo: «Basta»”). Al analizar la misión de los setenta (y dos) discípulos estudiaremos otros aspectos de este mismo pasaje (véase Lucas 10,1-12: “Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa." Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros." En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: "Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca." Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad”). La historicidad del envío de los discípulos durante el ministerio público de Jesús es una de las cuestiones más debatidas en la investigación de los evangelios sinópticos. En realidad, sabemos muy poco sobre esa actividad concreta, y de hecho, la tradición evangélica de Juan ignora absolutamente esa temática. El doble envío del que se habla en el Evangelio según Lucas (Lucas 9,1-6: “Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.» Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes”; 10,1-12: “Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa." Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros." En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: "Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca." Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad”) viene a complicar ulteriormente la cuestión. Por tanto, es imposible aducir pruebas fehacientes sobre la historicidad del hecho, aunque la elección de discípulos por parte de Jesús, durante el ministerio público, parece implicar lógicamente una cierta asociación del grupo con la actividad propia del protagonista. En general, se puede decir que no hay ninguna razón de peso para poner en duda la historicidad del episodio, aunque los datos que nos ofrece la tradición sinóptica no superan la mera plausibilidad del acontecimiento) CONVOCANDO A LOS DOCE (Se refiere indudablemente al grupo mencionado en Lucas 6,13: "Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y escogió doce de ellos, a los que también dio el nombre de apóstoles"; Lucas 8,1: "Y poco después, Él comenzó a recorrer las ciudades y aldeas, proclamando y anunciando las buenas nuevas del reino de Dios; con Él iban los doce". La expresión proviene de Marcos 6,7 ("Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos"), aunque la formulación de Lucas no sólo cambia el verbo -συγκαλέω (juntó, convocó) en vez de προσκαλέω (llamó) -, sino que además lo pone en participio Συνκαλεσάμενος («convocando», «habiendo convocado»). Este verbo sale también en Lucas 15,6: "y cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido"; 15, 9: "Cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas, diciendo: Alegraos conmigo porque he hallado la moneda que había perdido"; 23,13: "Entonces Pilatos convocó a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo"; Hechos 5,21: "Habiendo oído esto, entraron al amanecer en el templo y enseñaban. Cuando llegaron el sumo sacerdote y los que estaban con él, convocaron al concilio, es decir, a todo el senado de los hijos de Israel, y enviaron órdenes a la cárcel para que los trajeran"; 10,24: "Al otro día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando y había reunido a sus parientes y amigos íntimos"; 28,17: "Y aconteció que tres días después Pablo convocó a los principales de los judíos, y cuando se reunieron, les dijo: Hermanos, sin haber hecho yo nada contra nuestro pueblo ni contra las tradiciones de nuestros padres, desde Jerusalén fui entregado preso en manos de los romanos". Este grupo es decididamente distinto de los «setenta (y dos)», que se introducen en Lucas 10,1 ("Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir") LES DIO PODER Y AUTORIDAD (Lucas ya utilizó precedentemente las dos palabras δύναμις (potencia, virtud, fuerza) y ἐξουσία (potestad, poder de actuar, autoridad), para describir ciertas actuaciones de Jesús que definen su personalidad. Concretamente, su δύναμις (potencia, virtud, fuerza), en Lucas 4,14: "Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y las nuevas acerca de Él se divulgaron por toda aquella comarca"; 4,36: "Y todos se quedaron asombrados, y discutían entre sí, diciendo: ¿Qué mensaje es éste? Porque con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos y salen"; 5,17: "Y un día que Él estaba enseñando, había allí sentados algunos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea, y de Jerusalén; y el poder del Señor estaba con Él para sanar", 6,19: "Y toda la multitud procuraba tocarle, porque de Él salía un poder que a todos sanaba"; 8,46: "Pero Jesús dijo: Alguien me tocó, porque me di cuenta que de mí había salido poder"; y su ἐξουσία (potestad, poder de actuar, autoridad), en Lucas 4,32: " y se admiraban de su enseñanza porque su mensaje era con autoridad"; 4,36: "Y todos se quedaron asombrados, y discutían entre sí, diciendo: ¿Qué mensaje es éste? Porque con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos y salen"; 5,24: "Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". En la redacción de Marcos sólo se habla de ἐξουσία (potestad, poder de actuar, autoridad, Marcos 6,7: "Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos"). De este modo, Jesús confiere a los Doce una participación en el dominio que él mismo posee, como mensajero de Dios. Según la formulación de Lucas, Jesús da a los Doce esa participación en su poder y en su autoridad antes de enviarles a proclamar el Reino y a curar a los desvalidos, en cambio, en la narración de Marcos, esas acciones de Jesús aparecen en orden inverso (Marcos 6,6b-7: " Y recorría los pueblos del contorno enseñando. Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos") SOBRE TODA CLASE DE DEMONIOS (Literalmente ἐπὶ πάντα τὰ δαιμόνια («sobre todos los demonios»). La referencia a πάντα («todos») es adición del propio Lucas. El artículo definido τὰ (los) tiene significado más bien genérico. Igual que en Lucas 8,27: " y cuando Él bajó a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad poseído por demonios, y que por mucho tiempo no se había puesto ropa alguna, ni vivía en una casa, sino en los sepulcros"; 8,38: "el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiera acompañarle; mas Él lo despidió", también aquí se usa el término δαιμόνιον («demonios») en vez de πνευμάτων τῶν ἀκαθάρτων («espíritus de la impureza», «espíritus inmundos», Marcos 6,7: "Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos") Y PARA CURAR ENFERMEDADES (La frase es una adición redaccional de Lucas. Pero la construcción sintáctica deja mucho que desear, el infinitivo final (θεραπεύειν, «curar») tiene que depender de δύναμιν καὶ ἐξουσίαν («poder y autoridad»), y de ningún modo se puede considerar como paralelo a la frase preposicional ἐπὶ πάντα τὰ δαιμόνια («sobre todos/toda clase de demonios») LOS ENVIÓ (Inspirándose en Marcos (Marcos 6,7: "Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos"), Lucas emplea el verbo ἀπέστειλεν (envió). Indudablemente hay aquí una resonancia del ἀπόστολος («apóstoles», mensajero, enviado) que, según Lucas 6,13: "Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y escogió doce de ellos, a los que también dio el nombre de apóstoles", es el título que Jesús da a los Doce en el momento de la elección. En cuanto a la modalidad del envío, Lucas omite la precisión de Marcos «de dos en dos» (Marcos 6,7: "Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos") A PROCLAMAR EL REINO DE DIOS (Lucas 4,43: “Pero él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado»”. Esta fórmula completa es la más normal en el Evangelio según Lucas (Lucas 6,20: "Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios"). A veces, la referencia es únicamente a ἡ βασιλεία («el Reino», Lucas 11,2: "Y Él les dijo: Cuando oréis, decid: ``Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino"). Pero en el Evangelio según Lucas no aparece jamás la expresión ἡ βασιλεία τῶν οὐρανῶν («Reino de los cielos»), que es la que Mateo emplea con mayor frecuencia. El tema de ἡ βασιλεία («el Reino») constituye el anuncio kerigmático más importante en toda la tradición sinóptica. Destaca el Evangelio según Mateo, donde aparece cincuenta y cinco veces, seguido del Evangelio según Lucas con treinta y ocho menciones y sólo catorce en el Evangelio según Marcos. En el cuarto Evangelio, el Reino aflora únicamente en cinco ocasiones. También se encuentra esporádicamente en las primeras cartas de Pablo; pero en la literatura paulina «el Reino» aparece más desvaído y no es ese elemento operativo y dinámico que acapara el kerigma de la tradición sinóptica. De hecho, fuera de unos cuantos pasajes (1 Corintios 15,24: "entonces vendrá el fin, cuando Él entregue el reino al Dios y Padre, después que haya abolido todo dominio y toda autoridad y poder"; Colosenses 1,13: "Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado"), el corpus paulino en general no emplea esa noción más que en catálogos de vicios o en ciertos pasajes que reflejan la primitiva catequesis cristiana la primitiva catequesis cristiana (1 Corintios 15,50: "Y esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible"). La frase es una adición redaccional del propio Lucas. Y como es Jesús, en esta narración evangélica, el «heraldo del Reino» por antonomasia, ese encargo de proclamación asocia íntimamente a los Doce con el aspecto fundamental de la misión del propio Jesús) Y A CURAR (Esta nueva adición de Lucas parece redundante, sobre todo si se tiene en cuenta que viene inmediatamente después de otra adición del mismo tipo en el versículo 1 ("y para curar enfermedades"). El encargo que se da a los Doce es triple: proclamar el Reino, liberar al hombre de los poderes demoníacos y curar las enfermedades. Algunos códices añaden al infinitivo ἰᾶσθαι (curar) el complemento directo τοὺς ἀσθενοῦντας («las enfermedades») Y LES DIJO: «NO TOMÉIS PROVISIONES PARA EL CAMINO (Literalmente: «no toméis nada para el camino». El mandato recuerda una de las costumbres de los esenios itinerantes. Según la descripción de Flavio Josefo, los miembros de la comunidad esenia, cuando se desplazaban de un sitio a otro, no solían llevar consigo más que algún arma para defenderse de los posibles salteadores; además, no se alojaban más que en casas de miembros de la misma secta, aunque les resultaran totalmente desconocidos. Las demás recomendaciones para el viaje tienen cierto paralelismo con lo que prescribía la Misná a los que acudían en peregrinación al templo; concretamente, la prohibición de introducir en el santuario ciertos objetos, como el bastón de viaje, las sandalias, la alforja o incluso el polvo de los pies (Berajot, 9, 5: "Nadie puede entrar en el monte del templo con su bastón, o con sus zapatos, o con su cartera, o con polvo sobre sus pies"). También se ha querido establecer una relación entre estas recomendaciones de Jesús y el ajuar de los filósofos ambulantes, sobre todo de los seguidores de la escuela cínica) NO LLEVÉIS BASTÓN NI ALFORJA (En la versión de Marcos, Jesús permite a los discípulos que lleven un bastón para el viaje (Marcos 6,8: " Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja"); en cambio, en Lucas se lo prohíbe. Esto concuerda perfectamente con la idea -por otra parte, típica de Lucas. De hecho, ningún escritor del Nuevo Testamento - salvo, quizá, el autor de la carta de Santiago, y éste sólo de manera análoga - pone mayor énfasis en la moderación con la que el verdadero discípulo debe usar sus propias riquezas materiales. El cuidado que tiene Lucas en conservar algunos dichos de Jesús sobre los ricos y sobre los pobres, o la audacia con la que amplía esos enunciados, poniendo en labios de Jesús ciertas afirmaciones que reflejan su propio modo de pensar en esta materia, no tienen ni punto de comparación con los otros evangelistas. Es más, en el libro de los Hechos, Lucas da una imagen idílica de la comunidad judeocristiana de Jerusalén en cuanto a la propiedad común y la distribución de los bienes; una imagen que debería ser normativa para la comunidad de su propia época. Todo indica que el autor no está excesivamente satisfecho de la práctica de su comunidad eclesial en cuanto a la disposición de las riquezas; por eso echa mano de algunos dichos de Jesús para corregir ciertas actitudes, que él considera como desviaciones en el seno de su comunidad. Por otro lado, en Mateo 10,10 ("ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento") encontramos también esa prohibición; lo que nos lleva a preguntarnos si no habrá aquí un influjo de «Q». Ahora bien: en el episodio del envío de los setenta (y dos) discípulos, el propio Lucas no hace ni la más mínima referencia al «bastón» de viaje (Lucas 10,4: " No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino"). En cualquier caso, siempre queda el problema de la finalidad específica de este ῥάβδος («bastón», «vara»); ¿era realmente una ayuda para el camino o más bien un arma para defenderse de posibles salteadores? NI PAN NI DINERO (Otra nueva modificación del texto de Marcos, donde lo que se prohíbe es «calderilla en la faja» (Marcos 6,8: " Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja"). La terminología de Marcos: χαλκόν («monedas de cobre»; metal usado por los griegos) se sustituye por ἀργύριον («monedas de plata»; más consonante con los usos de los romanos). Tanto el siclo (peso) de plata, equivalente al «tetradracma» de Tiro, como el medio siclo eran monedas muy corrientes en Palestina por aquella época) NO TENÉIS NECESIDAD DE LLEVAR DOS TÚNICAS CADA UNO (Literalmente: «ni tener dos túnicas cada uno». La construcción griega es bastante desafortunada, hasta el punto de resultar prácticamente intraducible. El infinitivo ἔχειν («tener») quizá pueda equivaler a un imperativo: «no tengáis», en paralelismo con el imperativo negativo Μηδὲν αἴρετε («no llevéis nada», que ha traducido Fitzmyer por «no toméis provisiones»), con el que comienza el versículo. Pero hay otro problema textual: la construcción ἀνὰ δύο (cada dos). Lo más lógico es que tenga significado distributivo. Pero el hecho es que la preposición ἀνὰ (cada) no aparece en los códices más importantes, debido, posiblemente, a un influjo de Marcos 6,9 (sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas»), que dice únicamente δύο («dos») SI ENTRÁIS EN UNA CASA (Es decir, cuando les den alojamiento en una casa determinada, sea en la ciudad que sea, se les recomienda permanecer en ella establemente, sin andar buscando casas más confortables) QUEDAOS EN ELLA HASTA QUE OS MARCHÉIS DE AQUEL LUGAR (La estabilidad del hospedaje no es incompatible con la movilidad que requiere la predicación del Reino y la actividad de curaciones, Lucas 10,7 ("Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa") EN CUANTO A LOS QUE NO OS RECIBAN, MARCHAOS DE SU CIUDAD Y SACUDID EL POLVO DE VUESTRO PIES (Ante la actitud inhóspita de una ciudad hay que desprenderse de todo lo que pueda tener relación con ella. Ese modo de proceder tiene valor de acción simbólica, con la que se pretende significar la separación absoluta de todo lo que va asociado a esa ciudad (Lucas 10,11: " ¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca» "). En el libro de los Hechos presentará Lucas a Pablo y a Bernabé reaccionando con ese mismo gesto en Antioquía de Pisidia (Hechos 13,50-51: " los judíos instigaron a las mujeres piadosas y distinguidas, y a los hombres más prominentes de la ciudad, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de su comarca. Entonces éstos sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio"). Cuando un judío volvía a Palestina, procedente de un territorio pagano, debía hacer lo mismo) COMO ADVERTENCIA CONTRA ELLOS (Literalmente: «como testimonio contra ellos». Ese «testimonio» (μαρτύριον) es un acto que tiene valor de prueba de que esa ciudad ha rechazado la predicación de los Doce (Lucas 5,14: " Él le mandó que no se lo dijera a nadie. Pero anda- le dijo-, muéstrate al sacerdote y da una ofrenda por tu purificación según lo ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio ") ENTONCES SE MARCHARON (Igual que en Marcos 6,12-13 ("Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban"), la narración termina con un sumario descriptivo de la actividad misionera. Con todo, la descripción difiere en ambos evangelistas, según Marcos, los Doce actúan como predicadores de la conversión, al mismo tiempo que expulsan demonios, ungen a los enfermos con aceite y curan las enfermedades; en cambio, según Lucas, la actividad de los Doce consiste simplemente en predicar y curar. Un dato significativo es que la conclusión de Lucas suprime toda idea de conversión, mencionada explícitamente por Marcos: ἵνα μετανοῶσιν («para que se convirtieran»); aunque se trata de una de las nociones favoritas de Lucas, aquí se sustituye por ευαγγελίζεσθαι («proclamar la buena noticia»; aunque Fitzmyer en su traducción lo ha dejado en el simple «predicar») FUERON DE ALDEA EN ALDEA (La nota de movilidad en el ministerio es una adición del propio Lucas) ANUNCIANDO LA BUENA NUEVA Y CURANDO POR TODAS PARTES (El adverbio πανταχοῦ (en todas partes) puede referirse a la actividad dinámica de los Doce o al resultado espectacular de su misión