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INTRODUCCIÓN
Al leer aun el primer versículo, el lector se da cuenta del tema del libro de las
Lamentaciones. Se trata de uno de los problemas más complejos y devastadores de la
existencia humana. El sufrimiento y dolor comunal, causados por la destrucción de
Jerusalén y el templo, se ven en los cinco capítulos-poemas. Entretejidos en el cuadro de
destrucción y dolor se encuentran unos versículos señalando la causa de la tragedia y un
llamado a la esperanza.
TRASFONDO HISTÓRICO
¿Qué habría provocado estos lamentos? El libro mismo provee un solo nombre, Edom
(4:22). Sin embargo, las alusiones a eventos incluidos en 2 Reyes 25; 2 Crónicas 36:11–21;
y Jeremías 39 y 52 son suficientemente evidentes para establecer la relación histórica.
En el año 587 a. de J.C. Nabucodonosor capturó Jerusalén. Destruyó la ciudad,
incluyendo el templo; derribó los muros; llevó cautiva a toda la población, salvo los pobres
y débiles. Al llegar a Babilonia mató a los dirigentes del pueblo (comp. Rey. 25:18–21).
Más allá del sufrimiento físico hubo pérdida espiritual. Para el pueblo escogido parecía
como si se hubiera terminado toda la esperanza de su salvación y llamado: “El aliento de
nuestra vida, el ungido de Jehová” (4:20) estaba en el exilio y sus hijos muertos. Los
sacerdotes y los profetas ya no dirigían los actos religiosos ni entregaban la palabra viviente
de Dios. La tierra entregada al pueblo de Dios estaba bajo el control de extranjeros.
FECHA Y LUGAR DE COMPOSICIÓN
No hay acuerdo en cuanto a la fecha de composición. La destrucción de Jerusalén, en
587 a. de J.C. es la fecha más temprana para la composición. Algunos fijan una fecha
después del tiempo de Nehemías. Otros escogen fechas distintas para los cinco poemas.
Mayormente las fechas citadas están ubicadas entre 587 y 536 a. de J.C. La lectura del libro
da la impresión de que la tragedia hubiera sucedido recién. El que escribe concluye que fue
compuesto durante el intervalo entre la destrucción de Jerusalén y la salida a Egipto bajo
Johanán (Jer. 43:5–7). Esto fija la fecha entre 587 y 586 a. de J.C.
Al parecer del que escribe, los poemas fueron compuestos en Jerusalén. Se basa en la
proximidad de la fecha de composición a los acontecimientos y la intensidad del lenguaje.
Otros escogen Egipto o Babilonia.
AUTOR
Se ha escrito mucho sobre la identificación del poeta. Los manuscritos hebreos no
llevan ningún nombre. Sin embargo, el de Jeremías está ligado al libro por una tradición
muy antigua que empezó antes de la era cristiana.
La Septuaginta, la Vulgata Latina y la Árabe, el Tárgum Jonatán y el Talmud, todos lo
atribuyen a Jeremías. Orígenes y Jerónimo comparten la opinión.
Hay argumentos para establecer a Jeremías como autor y para negar que lo fuera. El
poeta era testigo ocular de la destrucción de Jerusalén. Hay mucha semejanza entre el estilo
y las expresiones de Jeremías y Lamentaciones. Los autores de ambos demuestran el mismo
temperamento sensitivo.
A la luz de estos argumentos y el peso de la tradición, es probable que Jeremías
compusiera Lamentaciones. Sin embargo, no podemos ser dogmáticos. Podemos decir que
quienquiera que fuera, vivió en la época de Jeremías, compartía el verdadero espíritu
profético y era testigo del asolamiento de Judá. Era un hombre de fe y de profunda
percepción espiritual.
TÍTULO Y ESTILO LITERARIO
Originalmente, este rollo pequeño no llevaba título. El usado por los hebreos es la
palabra característica de lamentarse (¿Cómo?), con que empiezan los caps. 1, 2 y 4. Es la
misma manera en que empieza la endecha fúnebre. El Talmud indica que el título más
antiguo es qinot, que significa endecha fúnebre. Basada en el último título, la Septuaginta
usa threnoi, que significa lamentaciones.
Lamentaciones está compuesto de cinco poemas, cada uno formando el contenido de un
capítulo. Los primeros cuatro son acrósticos con variación de estilo. El ritmo es típico de
los lamentos: una línea más larga de tres o cuatro acentuaciones seguida por una más corta
de dos o tres acentuaciones.
Los caps. 1 y 2 contienen 22 versículos de tres líneas cada uno. La primera palabra de
cada versículo empieza con una letra sucesiva del alfabeto hebreo. El cap. 4 es igual, salvo
que los versículos son de dos líneas. El cap. 3 es el más compacto en su elaboración. Sus 66
versículos están divididos en 22 grupos de tres versículos que comienzan con la misma
letra. Aún el cap. 5, que no está en orden alfabético, está afectado por la forma. Contiene 22
versículos de una línea cada uno.
Se ha preguntado: ¿Por qué el uso del acróstico alfabético? Algunos sugieren que era
para facilitar el aprendizaje de memoria, pero parece que no sería de mucha ayuda en este
caso.
La forma acróstica tiene, por lo menos, dos propósitos; permite la expresión cabal de la
angustia y contrición al cubrir todo desde aleph hasta tau (de la a hasta la z).
Lamentaciones es una mezcla precisa y delicada de forma y contenido. Los acrósticos,
endechas, quejas y descripciones de los sufrimientos se combinan para expresar el juicio y
la esperanza de un pueblo que necesitaba pasar por el juicio antes de experimentar la gracia
de Dios.
CARACTERIZACIÓN DE LOS CAPÍTULOS
A pesar de un cierto parecido entre los capítulos, cada uno tiene su propio carácter
general.
El cap.1 describe la ruina de Jerusalén y la humillación de los exiliados. Un observador
lamenta la destrucción de Jerusalén, describiéndola como una viuda desamparada, que llora
su gloria pasada y lamenta su condición de destituida (1:1–11). En la segunda mitad, la
ciudad se presenta, llorando y dando salida a su aflicción a causa del mal que le ha
sobrevenido debido a su propio pecado (1:12–22).
En el cap. 2, el poeta lamenta la destrucción que ha resultado al haberse derramado la
ira divina (2:1–12). Vio, como una de las causas del desastre, la negligencia de los profetas
al no amonestar al pueblo en cuanto al juicio inminente (2:14). La única esperanza para el
pueblo descansaba en la contrición y la suplicación ferviente a Dios (2:13–22).
El cap. 3 presenta a la nación personificada, deplorando la tragedia experimentada (3:1–
20). Encuentra alguna consolación en la seguridad del favor divino y la misericordia para
con los que le buscan (3:21–39). Se insta a la nación a examinar críticamente su manera de
vivir y a volver a Dios en una actitud de arrepentimiento (3:40–52). Al darse cuenta de que
Dios había escuchado su oración, la nación pedía venganza sobre sus enemigos (3:55–66).
El cap. 4 recuerda los días mejores de antaño, juntamente con los horrores del sitio de
Jerusalén (4:1–12). Los profetas y sacerdotes llevan su responsabilidad por la caída de la
nación. Al mismo tiempo, la nación entera pecó, y el castigo incluía la cautividad (4:13–
20). La actitud de Edom iba a ser juzgada (4:21, 22).
El cap. 5 es una confesión de pecado y un reconocimiento de la soberanía de Dios. Es
más como una oración que un lamento. El poeta insiste en que Dios se dé cuenta de lo que
ha acontecido, que ha traído desgracia a su pueblo (5:1–18). El poema termina con una
expresión de esperanza. Es una plegaria por la restauración al estado de antaño, cuando el
pueblo gozaba de la presencia de Dios y sus bendiciones (5:19–22).
LAMENTACIONES
“Aunque él nos destruya, en Dios confiaré”
La Causa de la La Fuente de la La Esperanza en Los Resultados La Oración en la
Aflicción Cap Aflicción Ca la de la Aflicción Cap.
.1 p. 2 Aflicción Ca Aflicción Ca 5
p. 3 p. 4
El lamento del La indignación de El clamor de los La descripción de La persecución del
profeta (1–11) Jehová (1–10) que la remanente (1–
La El duelo del sufren (1–18) invasión (1– 18)
desolación (1– pueblo (11– El salmo de la 10) La petición de
7) 19) fidelidad de La causa de la restauración (19
La La petición de Dios (19–39) invasión (11– –22)
transgresión (8 Jerusalén (20 La oración de 20)
–11) –22) confesión y La retribución
El lamento de salvación (40 contra
Jerusalén (12– –66) Edom (21–
22) 22)
Su aflicción (12–
15)
Su
confesión (16–
22)
TEXTO, EXPOSICIÓN
I. EL CÁNTICO DE UNA CIUDAD ENLUTADA, 1:1–22
El poema empieza con una meditación triste sobre el estado profundamente degradado
en el cual ha caído Jerusalén. La endecha se divide en dos partes: 1:1–10 y 1:11–22. En la
primera parte se hace una lamentación sobre el estado triste de la ciudad infeliz, la cual,
abandonada por sus amigos y perseguida por los enemigos, ha perdido toda su gloria y no
ha encontrando ningún consuelo en medio de su miseria, languidece en la necesidad y falta
de estima. En la segunda mitad se presenta a la ciudad misma, llorando y dando expresión a
su pesar por el mal que le ha sobrevenido debido a sus pecados. Termina pidiendo a Dios
venganza sobre sus enemigos.
1. El poeta describe la ciudad en ruinas y la humillación de los desterrados, 1:1–10
(1) La Aflicción de la Ciudad, 1:1–7. Aun la primera palabra es importante. ¡Cómo
…! se usa con frecuencia para empezar las endechas. La ciudad llena de dolor se
personifica como una viuda enlutada, solitaria, abandonada, traicionada y despreciada.
Llora amargamente.
Se hace un contraste entre el estado de antes y el de ahora. La ciudad que era populosa
(llena de gente), la grande entre las naciones, … señora de las provincias (princesa) ahora
se encuentra solitaria, viuda, tributaria. El cuadro es de una ciudad ocupada, activa,
bulliciosa que ahora está muerta, sin actividad, desolada. Es una que había ocupado un
puesto alto y había gozado de prestigio, pero ahora está humillada y desprestigiada. Ha
caído desde la posición de poder a la de debilidad, desde la de autoridad a la de
dependencia, desde la de recibir tributo a la de ser tributaria (v. 1).
Por esto, “llorando llora” amargamente (v. 2). No había quien se interesara lo suficiente
para consolarla. Los amantes y amigos podrían haber sido las naciones aliadas con Judá
contra los babilonios poderosos. No ayudaron a Sion. Permitieron su derrota, y participaron
traidoramente en su caída (v. 3).
Aun los caminos se personifican (v. 4). Lamentan la situación triste de Sion. Sion era el
monte donde estaba ubicado el templo, pero en este versículo se aplica a la ciudad entera.
No había peregrinos en camino a Jerusalén para participar en las fiestas y feriados
religiosos. Los verbos son participios, y expresan acción larga y continua. Sirven para
intensificar el cuadro de miseria debido a las circunstancias.
Una de las grandes enseñanzas teológicas se encuentra en las palabras: Porque Jehová
la afligió por la multitud de sus rebeliones (v. 5). El poeta no solamente pinta con palabras
cuadros de los sufrimientos sino, también, dice el porqué de los sucesos. El Señor mismo
ha traído esta tragedia, pero lo hizo porque lo tuvo que hacer. Sus hijos de edad tierna
fueron conducidos como una manada de ovejitas. Sion había perdido no solamente lo que
amaba más, los pequeños, sino también todo su esplendor (v. 6).
FONDO HISTÓRICO DEL LIBRO DE LAMENTACIONES (fechas a. de J.C.)
Aun sus príncipes, debilitados por el hambre, no pudieron escapar de sus perseguidores,
los cuales los alcanzaron y los tomaron presos. Como venados que no podían hallar pasto,
huyeron débiles y sin defensa delante del perseguidor. Este pasaje trata de la captura del
rey Sedequías y los príncipes al procurar escapar de Jerusalén (2 Rey. 25:4–7).
Mientras nadie le ayudaba en la lucha contra sus adversarios y se burlaban de ella los
enemigos, Jerusalén, en aflicción y desamparo, se acordó de tiempos mejores (v. 7). Todos
los tesoros y artefactos del templo habían sido llevados por los babilonios.
(2) La Perversidad de la Ciudad, 1:8–10. El autor regresa a la interpretación espiritual
de la tragedia. Jerusalén ha pecado gravemente (v. 8). Literalmente, “ha pecado un pecado”.
El hebreo no tenía manera muy adecuada de expresar lo comparativo o lo superlativo. Para
dar énfasis, tenían que repetir la palabra o usar el plural.
La Ciudad Santa llegó a ser cosa inmunda. Debido a la transformación, los que la
habían honrado la desprecian. Jerusalén fue avergonzada. Los enemigos habían visto su
desnudez. Todo lo que podían hacer era gemir y darse vuelta (suspira y se vuelve atrás).
El Texto Masorético usa la palabra turne’ah2932, que significa inmundicia (v. 9). La
palabra se usa para la inmundicia ritual tanto como moral. Judá era culpable de ofender a
Jehová en las dos maneras. Su inmundicia está en sus faldas hace referencia,
aparentemente, a la mancha de sangre menstrual. Jerusalén no tenía una mirada precavida
(v. 9). No consideraba las últimas consecuencias de sus actos. Era tan indiferente frente a
sus responsabilidades espirituales que no pensó en la posibilidad de que sus infracciones
repetidas de los principios pactados traerían consigo la destrucción como consecuencia
inevitable. Por eso, vino la caída de la ciudad y no encontraba ningún consolador.
Al final del v. 9 aparece una nueva idea. Las últimas dos líneas son una oración. Hasta
este punto, Jehová aparece como el Juez del pueblo inmundo. La relación entre el pueblo de
Judá, aún pecaminoso, y el Dios santo se había mantenido. Él tuvo que juzgarlo. Sin
embargo, todavía era su Dios, Por esa causa oran. La breve oración pedía al Señor que
mirara la aflicción de su pueblo y cómo el enemigo se había magnificado en su triunfo.
Los babilonios despojaron el templo de toda su ornamentación costosa y llevaron los
artículos del culto más caros a Babilonia (Jer. 52:17–23). Que las gentes paganas entraran
en el santuario santo de Dios era lo peor que podría ocurrir. Aun los israelitas que no eran
del sacerdocio no podían entrar en el lugar santísimo. En este caso, los extranjeros, que no
podían formar parte de la congregación israelita, estaban contaminando el lugar santo en la
manera más desenfrenada (v. 10).
2. La súplica de la ciudad en la cual se pide la misericordia, 1:11–22
La referencia a todas sus cosas preciosas (v. 11) está relacionada al hambre. Los
habitantes de Jerusalén vendían sus posesiones más valiosas para comprar comida,
haciéndose ver las circunstancias antes del colapso de la resistencia en 587 a. de J.C.
El escenario cambia. La cuidad misma comienza a expresar su dolor. El torrente de su
lamentación es casi abrumador. Es aún más emocionante que la descripción previa. Se
notan el pesar y la lamentación; sin embargo, hay que fijarse en que no hay nada de
resentimiento en las palabras.
Empieza con una súplica general clamando por piedad, expresada como una pregunta
penetrante: ¿No os importa a vosotros?… (v. 12). Algunos sugieren que se traduzca como
un deseo. Así, el versículo comenzaría: “¡Que nunca os suceda a vosotros!”. Sigue una
súplica para que alguien, cualquiera que fuera, viera y simpatizara con ella, como si dijera:
“No me abandonen. Miren, por favor, e interésense en mí”.