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LA AUDACIA DE LA ESPERANZA CRISTIANA

Gerardo Remolina, S.J.


3 de mayo de 2018

Nos hemos reunido hoy para celebrar con alegría este día en que la
Universidad Javeriana festeja, desea agradecer y felicitar a ustedes, los
docentes que han sido reconocidos por sus estudiantes, no solo como
profesores cualificados, sino como verdaderos “maestros”. Ser maestro no es
lo mismo que ser profesor. Un profesor transmite conocimientos, un maestro
transmite vida y deja en sus discípulos una huella profunda e imborrable.
Transmitir conocimientos no es lo mismo que educar, quien educa es el
maestro. “Educar -decía Aristóteles- no es llenar un recipiente, es encender un
fuego”. Y una traducción libre de esta sentencia dice: “Educar no es cargar un
navío, es desplegar sus velas”.

Ustedes, apreciados maestros, han encendido un fuego en el corazón de sus


alumnos, y han desplegado sus velas para el viaje de la vida. La Universidad
Javeriana les manifiesta su reconocimiento y gratitud por la labor que realizan
en esta apasionante tarea de educar a las generaciones del presente y del
futuro. Al mismo tiempo, invita a toda la comunidad universitaria a reflexionar
en el día de hoy sobre su misión de educar, y a todos nuestros profesores a ser
auténticos maestros javerianos siendo “testigos de esperanza”. Y un testigo se
hace creíble, más que con palabras, con su vida.

El presente evento se ubica en el contexto de la actividad “Carta al Maestro”,


que se realiza durante la Semana Javeriana, cuyo lema este año es “Javerianos
constructores de esperanza”, tomando como base las palabras que nos dirigió
el Papa Francisco en su visita a Colombia: “No permitan que les roben la
esperanza”. El llamado lo hizo Francisco a todos los colombianos, pero de
manera especial a los jóvenes, porque en ellos se fundamenta nuestra
esperanza de una nueva Colombia, más equitativa,más justa y más humana; y
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en consecuencia se fundamenta también en sus maestros, de modo que con


su ejemplo de vida sean transmisores y testigos de esperanza.
Mi intervención se referirá, pues, a este tema, trascendental para la
construcción de la nueva sociedad colombiana con la que todos soñamos. Pero
además, la esperanza es trascendental no solo para Colombia, sino para el
mundo entero, sumido hoy en la violencia de todo género y presa de la
incertidumbre acerca de su futuro.

1. La esperanza, virtud olvidada de nuestro tiempo


Recientemente, el 21 de noviembre de 2016, la revista AMERICA, una revista
de información, análisis y opinión de los jesuitas estadounidenses, publicó un
artículo de Paul Wadell, titulado “Esperanza, la virtud olvidada de nuestro
tiempo”. El autor recordaba en su artículo, que hacía un par de años había
asistido a un encuentro de cuatro días sobre las virtudes teologales. En él hubo
numerosas conferencias, charlas, presentaciones sobre la fe, y no menos sobre
la caridad, pero se ofreció solamente una conferencia sobre la esperanza y,
por diversas circunstancias, casi no se puede tener. No deja de soprender,
decía el autor, que ninguno de los presentadores voluntarios, a quienes se
pidió su participación, hubiera pensado que en la realización de un evento de
cuatro días sobre las virtudes teologales solo se hablara de dos de ellas. ¿Por
qué a ninguno de ellos, incluidos los miembros del Comité organizador, pasó
por alto la esperanza?.
La esperanza -dice el autor- ha sido llamada la virtud olvidada de nuestro
tiempo. Aunque vivimos en una era de extraordinarias realizaciones
científicas y tecnológicas, puede que sea también la era de de una
menguada esperanza, quizás con mayor precisión, de una esperanza
equivocada, porque está tratando de remplazar la virtud teológica de la
esperanza con débiles susitutos que posiblemente no pueden darnos lo
que en definitiva necesitan nuestras vidas. Vivimos también en una era
marcada por la violencia que nos inunda con un aluvión de imágenes,
enviadas a todo el mundo, de ciudadanos que luchan contra la policía,
de niños ensangrentados por la guerra en Siria, de niños de refugiados
que tiritan empapados en una playa de Grecia. Todos ellos pueden
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amenazar nuestra esperanza. Pero quizás lo que amenaza aún más


nuestra esperanza no son esas tragedias y calamidades, sino la suave y
sutil desesperanza que instalamos dentro de nosotros cuando nos
deslizamos hacia caminos de vida que nos roban el ansiado bien que
Dios quiere para nosotros. El problema no es que esperemos
demasiado, sino que hemos aprendido a contentarnos con poco. Hemos
hecho que nuestros horizontes se contraigan. Hemos perdido la
dimensión trascendental de la esperanza, porque hemos olvidado la
incomparable promesa a la que la ella siempre nos señala.
Pero no es necesario acudir a las imágenes de lo que ocurre en todo el mundo.
Para ver lo que en Colombia amenza nuestra esperanza, basta con abrir los
ojos y considerar atentamente lo que vemos a través de losmedios de
comunicación: a través de la televisión, de la radio, de lasnrevistas, de los
periódicos, de las redes sociales: la corrupción que, como un cáncer, ha
invadido todos los estamentos públicos y privados de nuestra sociedad, el
macro y micro-tráfico de estupefacientes, el terrorismo , la polarización y la
mentira, etc., etc. todo ello amenaza nuestra esperanza.

2. ¿Qué es la esperanza?
El autor de la carta bíblica “A los Hebreos” (capítulo 11 v. 1), hablando de la fe
-que es confianza en algo o en alguien (pistis) - nos enseña que: “Tener fe es
tener la plena seguridad de recibir lo que se espera (elpisomenon); es estar
convencidos de la realidad de cosas que no vemos”, -y junta así la fe con la
esperanza-. “Nuestros antepasados -continúa- fueron testigos de fe”, que es
esperanza, y hace una larga lista de esos testigos.
Uno de los grandes filósofos y teólogos de la humanidad, Tomás de Aquino,
nos dice que la esperanza nace del deseo de algo bueno que es “difícil pero
posible de alcanzar”. En efecto, no hay necesidad de esperar algo que
fácilmente podemos alcanzar cuando queremos, algo que está al alcance de la
mano. Cuando contamos con amigos que sinceramente quieren nuestro bien
y sabemos que están dispuestos a apoyarnos en alcanzar lo que nos resulta
difícil, entonces crece nuestra esperanza y no esperamos solos, sino en
compañía. La esperanza necesita compañeros que compartan nuestros
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horizontes y nuestros ideales. Entonces tendremos la audacia de esperar. Por


eso la esperanza cristiana es atrevida, es “audaz”; porque además de poner
nuestra esperanza en quienes comparten nuestros ideales, ponemos nuestra
confianza en Dios. Él quiere nuestro bien y nuestra felicidad en esta vida y en
nustra vida por venir. La esperanza cristiana no se fundamenta únicamente en
nuestro propio poder, o en nuestros propios recursos, o en nuestros
compañeros, ni en una suerte de ingenuidad, sino en el inagotable amor y
poder de Dios.

3. Esperanza y educación
Lo anterior explica el compromiso de los recientes Pontífices romanos en
promover activamentre la esperanza, y en concreto a través de la educación
de la juventud.
Juan Pablo II
“El mundo que ustedes los jóvenes van a heredar es un mundo que necesita
ser tocado y curado por la belleza y por la riqueza del amor de Dios. (...)
Nosotros no somos la suma de nuestras debilidades y de nuestros errores, al
contrario, somos la suma del amor del Padre por nosotros y de nuestra
capacidad real de convertirnos en imagen de su Hijo...”.
A este propósito, la periodista Andrea Tornelli escribía el 22 de agosto de 2002:
“En el mundo destrozado por el odio y por la violencia, por el terrorismo y el
fanatismo, pero también por la prepotencia beligerante de los que se creen los
amos del mundo, en un mundo que parece cada vez más sometido al maligno,
hacía falta la fe inquebrantable de un testigo, del Papa anciano y frágil, para
repetir a los jóvenes el único anuncio verdadero de una esperanza que no
desilusiona”.
Y al aplicarnos estas palabras, podemos afirmar también con realismo y
seguridad: los colombianos no somos la suma de nuestras debilidades, somos
ante todo la suma de nuestras fortalezas.
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Benedicto XVI
En su Encíclica de 2007 sobre la esperanza, titulada “Spe salvi” (“Salvados por
la esperanza”) el Papa Benedicto XVI nos dice que “Quien tiene esperanza vive
de manera diferente; quien espera tiene garantizado el don de una vida
nueva” (No. 2); y que “La esperanza es una actitud de resiliencia marcada por
la alianza (con otros y con Dios), la confianza y la perseverancia. Según la
afirmación de Pablo en la carta a los Romanos (8, 31), “Si Dios está con
nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?”. Vivir en la esperanza es
asumir de corazón estas palabras y permitir que el conocimiento cambie
nuestras vidas por caminos creativos y sorprendentes. Vivir en la esperanza es
no querer menos de lo que Dios quiere para nosotros”.
El mismo Benedicto ya se había dirigido a los educadores en este sentido. El
21 de enero de 2008, en su “Mensaje a la Diócesis de Roma sobre la tarea
urgente de la educación”, después de enumerar las dificultades que presenta
hoy la tarea de educar a las nuevas generaciones, el pontífice termina su
mensaje con una exhortación a “Ejercitar y transmitir la esperanza: sólo una
esperanza fiable -dice él- puede ser el alma de la educación, como de toda la
vida.” (No.13) y a “Poner nuestra esperanza en Dios” (No.14).

Asimismo el 17 de abril de 2008, en su discurso sobre “La naturaleza e


identidad de la educación católica hoy”, pronunciado en la Universidad
América de Washington (D.C.), Benedicto señala, que junto al deber de
introducir en el servicio (diakonía) de la verdad total, como una de las
características principales de la educación católica está el deber de “ejercitar
el apostolado de la esperanza” (No.5) y, fundados en la unidad de la verdad y
en el servicio a la persona y a la comunidad, orientar hacia la esperanza no
obstante los “conflictos personales, la confusión moral y la fragmentación del
conocimiento” (No.3). Y en su exhortación final, el primer llamado que hace
a los educadores es a “Ser testigos de la esperanza” (No.17).
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Francisco
Finalmente como lo hemos oído muchas veces, uno de los principales
mensajes que nos dejó Francisco en su visita a Colombia, y que luego repitió
en su visita al Perú el 22 de enero del presente año en Huanchaco fue el de
“Ser testigos Esperanza”.
Aquí en Colombia, a su llegada de Roma al aeropuerto de Catam, se dirigió a
los asistentes, y en especial a los soldados mutilados por nuestra guerra
intestina, y les dijo: "Muchas gracias por el esfuerzo, por el camino que se han
animado a realizar, eso se llama heroísmo; hasta los más chicos pueden ser
héroes, sigan adelante no se dejen vencer, no se dejen engañar, no pierdan la
esperanza ni la alegría"; básicamente lo mismo lo repitió a su llegada a la
Nunciatura Apostólica tras un recorrido en el papamóvil por la Calle 26 de
Bogotá, y al día siguiente en la plaza de Bolívar colmada de jóvenes.
Es así como el homenaje que la Universidad Javeriana quiere hacer hoy a los
docentes que, a través de las cartas de sus estudiantes han sido reconocidos
como “Maestros”de vida, lo quiere poner bajo el lema “Ser testigos de
esperanza”.
El poeta latino Virgilio en su libro V de la Eneida (vv. 220 a 231) describe de
manera bellísima -como todo lo suyo- una competición deportiva de navíos,
una regata en la que los remeros se esfuerzan con gran ardor por alcanzar la
victoria; unos fracasan porque se estrellan contra un peñasco, otros porque no
tienen timonel; otros porque es tal su afán de vencer que pierden su vida en
la refriega; vecen finalmente aquellos a quienes alienta la convicción de que
son capaces de alcanzar la victoria. De ellos el poeta hace la alabanza con una
frase verdaderamente lapidaria: “possunt quia posse videntur” (pueden
porque tienen la convicción de que pueden). De joven aprendí una sentencia
semejante a esa: “querer es poder”; después, con la experiencia de la vida, me
convencí de que no todo lo que queremos podemos alcanzarlo, pero sí
podemos con el poder y la ayuda de Dios. En eso consiste la audacia de la
esperanza cristiana.
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A todos ustedes, los “Maestros de vida” y a todos los estudiantes que han
sabido reconocer y valorar la labor de sus “Maestros”, reiteramos nuestras
más cordiales y efusivas felicitaciones, con la seguridad de que la confianza
que la Universidad Javeriana ha depositado en ustedes tendrá el mejor de los
éxitos, porque “la esperanza no defrauda” si caminamos juntos, poniendo
nuestra confianza en Dios, y teniendo como meta algo árduo y difícil sí, pero
alcanzable: una Colombia en paz.
¡Muchas gracias!

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