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Una compra desventurada

Ana Conda era una niña con muchas ambiciones, su mayor sueño era amasar una gran fortuna, pero
no sabía por dónde comenzar.
Un día, sentada junto a su escritorio, tuvo la mejor idea que jamás se le había ocurrido: ¡seria una
domadora de animales! Así que, fue hasta una tienda de mascotas y compró una extraña iguana azul
y después de llegar a su casa se dio a la tarea de empezar a domarla ya.
Trató que el reptil atrapara una pelota, pero ni siquiera la miró; que saltara a través de un aro de
fuego, sin embargo, éste no atendió a su llamado, o que al menos se hiciera el muertito y dando sólo
un bostezo se metió debajo de la cama. Como ya era tarde, Ana se dio por vencida. Tomó a la
iguana, la metió de nuevo en su jaula y se alistó para dormir; se acostó, se cubrió con las cobijas y
cerró sus ojos.
De repente…
-¡Hey!-se escuchó una voz en forma de susurro-oye, pss, hey Macarena…
La niña abrió los ojos y se sentó de un jalón algo confundida.
-Qui..qui…quién está ahí – dijo con voz temblorosa.
-Maaa-caaa-reee-naaa…- se oyó en tono cantarín- por aquí…
Ana Conda se puso de pie buscando en la habitación quién le susurraba.
-En la jaula- dijo la voz. La niña fue hasta ahí.
-¡Al fin!- dijo la iguana con sarcasmo- creí que moriría primero antes que llegaras.
-¿Pu..pu…puedes hablar? – preguntó la niña sorprendida.
-¡Nooo! De seguro estás soñando, ¿hablar yo? ¡Claro que no! Si soy más callada que la
mosca de mi almuerzo, es más, no he dicho nada en toda mi vida.
-Pe..pe..pero estás hablando.
-Pe..pe..pero estás soñando… ¡claro que puedo hablar! que no ves Ana-ton-ti-ta.
-¡Huy, qué genio!
-Genio, deberías ser tú, te creí más lista Macarena.
-Pues número uno, soy muy lista, y número dos, mi nombre es Ana Conda- refunfuñó la
niña.
-Macarena, Ana Conda, cómo sea que te llames, da igual, mejor sácame de aquí y tráeme
una cerveza.
- De dónde voy a sacar yo una cerveza, además, porqué debería hacerlo no has hecho más
que molestarme.
Es que yo siempre tomo una cerveza para conciliar el sueño, sino te molestaré toda la
noche.
-Pues hazlo, ¡no te daré una cerveza!
-Bien… daaa-le a tu cuerpo alegría Macarena, hey Macarena…
-¡Que no me llamo Macarena, soy Ana Conda!- dijo sobresaltada la niña.
-Ya te dije que necesito una cerveza para dormir, sino continuaré…daaa…
-¡Ya cállate!
-¡Quiero mi cerveza!
-Si sigues molestando, mañana a primera hora te devolveré-
-Me estás amenazando niñita…
-¡Papá!- gritó Ana con todas sus fuerzas y enseguida él entró a la habitación.
-Ana Conda, son las tres de la mañana, ¿Qué sucede?
-La iguana me está molestando- se quejó con su padre.
-Pero hijita, es un animalito en su jaula, ¿cómo podría molestarte?
-¡Qué papá tan torpe!- dijo la iguana en voz baja.
-¿Cómo me llamaste Ana?
-Toorpe-dijo de nuevo la iguana.
-¡Ana Conda! No voy a permitir que me hables de esa forma.
-Pero papá, no fui yo, fue la iguana- dijo indignada.
El padre la arropó en su cama, le ordenó dejar dormir a los demás y salió del cuarto dejando la
puerta cerrada.
-Te devolveré, seguro que lo haré.
-Si claro- se burló la iguana y comenzó de nuevo a molestar.
A la mañana siguiente, Ana tomó la jaula con la iguana dentro para regresarla a la tienda de
mascotas.
-Quiero regresar este animal- le dijo al vendedor.
-Lo siento niña no puedo aceptarla de regreso.
-¿Por qué no?- preguntó molesta.
-¿Qué no leíste el letrero antes de comprar?
-¿Cuál letrero?
-El de la entrada.
Ana fijando su mirada comenzó a leer: ATENCION: No se aceptan devoluciones en cualquier tipo
de venta de iguanas azules. Y en letras muy, pero muy pequeñas tenía una nota que decía: Suelen
ser muy molestas, si quiere dormir necesitará darle una cerveza.
Ella suspirando profundamente tomó la jaula y se marchó a casa.
-¡Que alegría Macarena! Viviremos felices para siempre- dijo emocionada la iguana.
-¡Oh! no, debí comprar mejor un perrito.

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