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Modos

anormales de
conclusión de
causa

Derecho
Procesal II
(Procesal Civil)
Modos anormales de
conclusión de la causa
(pp. 35 a 36, T. II)
La sentencia definitiva constituye el modo normal de culminación del proceso judicial a la cual se
arriba una vez realizada su total tramitación.

Como señala Palacio (2005), existen modos llamados “anormales” de conclusión del proceso. Estos
pueden provenir de declaraciones de voluntad formuladas por una o por ambas partes (allanamiento,
desistimiento, transacción y conciliación), también pueden ser la consecuencia de la inactividad de
la parte que tiene el deber de impulsar el proceso, por el tiempo que establece la ley (caducidad o
perención de instancia) a los que la ley le atribuye efectos extintivos del proceso.

En cuanto a su denominación, además de “anormales”, se los conoce como “anticipados”,


“excepcionales” o “anómalos”. Es importante apuntar que estas expresiones no son muy precisas, en
cuanto no comunican su verdadero sentido, que no es otro que establecer la diferencia en el modo
“normal” de terminación: la sentencia jurisdiccional, a la cual se arriba luego de la total tramitación
de la causa en aras de lograr la decisión del conflicto por parte del juez. Con este vocablo quiere
significarse, en particular, la excepcional manera de finalizar el proceso.

Los modos mencionados exigen para su eficacia la concurrencia de dos recaudos:

1. Formalización mediante escrito o acta respectiva en el expediente que comprende la


voluntad de una o ambas partes.
2. Auto homologatorio por el órgano jurisdiccional.

En el orden legislativo, el Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba los


agrupa en el libro Primero, Parte general, en el Capítulo V sobre conclusión del juicio, con específica
referencia en la sección segunda a la Perención de instancia y en Sección siguiente a los
restantes, bajo el título Otros medios anormales. Por su parte, la ley ritual de la nación los incluye a
todos e incorpora, además, la conciliación en su Parte General en el título denominado: Medios
anormales de terminación del proceso. Dedica un capítulo a cada uno ellos.

Seguidamente analizaremos cada uno.

Desistimiento (pp. 36 a 43, T II)


En derecho argentino existen dos clases de desistimiento: de la pretensión y del derecho.

El desistimiento de la pretensión es el acto mediante el cual el actor declara su voluntad de poner


fin al proceso pendiente. Se limita al proceso o a la instancia, puede comprender la totalidad del
proceso o circunscribirse a un acto del procedimiento, incidente, recurso o cualquier petición
expresada. Puede ser formulada tanto por el actor como por el demandado, según quien haya
sido el peticionante del acto desistido.

En cambio, el desistimiento del derecho constituye el acto en virtud del cual el actor declara su
voluntad de declinar el ejercicio del derecho material invocado. Podemos afirmar que el
desistimiento del derecho trae aparejado el desistimiento de la pretensión.

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El desistimiento del derecho impide la ulterior interposición de otra pretensión por el mismo objeto
y causa.

Sea del proceso o del derecho, debe formularse de modo expreso y categórico. Es decir, por
escrito presentado en el expediente.

En cuanto al tiempo para presentar el desistimiento, el art. 349 del C. P. C. C. Córdoba, en su


primer párrafo, estipula que puede ser realizado en cualquier estado de la causa anterior a la
sentencia.

Efectos del desistimiento

De la lectura de la segunda parte del art. 349 del C. P. C. C. Córdoba, surge claramente que
con anterioridad a la notificación de la demanda no corresponde requerir la conformidad de la
parte contraria. Mientras que es imprescindible el cumplimiento de este recaudo cuando se ha
verificado el acto de notificación con prescindencia de que la demanda haya sido o no
contestada. La diferencia se explica fácilmente si se tiene presente que en tanto ese acto no impide la
renovación de la pretensión en un proceso futuro, es razonable suponer que el demandado, ya en
conocimiento de la demanda por el acto de la notificación, puede tener interés en que el proceso
continúe hasta la sentencia definitiva que dirima el conflicto y que eventualmente lo favorezca. De este
modo, queda autorizado a valerse de la excepción de la cosa juzgada.

Si media oposición del demandado, el desistimiento pierde virtualidad y el proceso debe continuar su
curso. Si por el contrario, el demandado acepta el desistimiento de la pretensión u omite expedirse
dentro del plazo para contestar el traslado, el juez debe declarar la extinción del proceso.

A diferencia de lo que ocurre con el desistimiento de la pretensión, el desistimiento del derecho no


requiere la conformidad de la contraria. El fundamento de esa diferencia reside en la circunstancia
de que no es viable, en este caso, reproducir la pretensión en otro proceso. No se concibe el
interés que podría tener el demandado en deducir oposición al acto.

El desistimiento no vincula necesariamente al juez, a quien la ley habilita para desestimarlo en el


supuesto en que aquél versare sobre derechos indisponibles.

Respecto a la posibilidad de revocarlo, podemos decir que el desistimiento no se presume y


podrá revocarse hasta tanto el Tribunal se pronuncie, o bien surja del expediente la conformidad
de la contraria.

El actor está facultado para desistir del proceso respecto de uno de los demandados, sin que el
otro demandado pueda oponerse. En el caso de desistimiento parcial, el proceso debe continuar con
respecto a los coactores que no lo formularon o a los codemandados no incluidos en aquel.

A continuación, visualizamos un modelo de desistimiento de la pretensión:

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Desiste de la pretensión. Solicita el archivo de las actuaciones.

Sr Juez en lo Civil y Comercial:

Horacio Martínez en estos autos caratulados: “Horacio Martínez c/ Isabel Feraudo-


Daños y Perjuicios-” exp. N° 2365/36, con domicilio constituido en Ayacucho 230 1er.
Piso Of. 10, de esta Ciudad de Córdoba, ante V.S. respetuosamente comparezco y
digo:

Que vengo por el presente a desistir de la acción entablada contra la Sra. Isabel
Feraudo, solicitando se ordene el archivo de las presentes actuaciones en virtud de
no haberse notificado la demanda.

Por lo expuesto a V.S. solicito:

1. Tenga por formulado el desistimiento de la acción en contra de la Sra. Isabel


Feraudo a tenor de lo prescripto en el art. 349 del C.P.C.C.
2. Haga lugar a lo solicitado ordenando el archivo de las actuaciones Provea de
conformidad.

Firma el actor y su letrado

Transacción (Págs. 45 a 47, T II)

Conforme el Código Civil y Comercial en su art. 1.641 la transacción es un contrato por el cual
las partes, para evitar un litigio o ponerle fin, se hacen concesiones recíprocas y extinguen
obligaciones dudosas o litigiosas.

De la definición legal se deduce que dicho contrato puede tener por objeto poner término a un
litigio ya suscitado o bien evitarlo. En el primer supuesto, que es el que motiva nuestro interés, la
transacción opera como acto extintivo de la obligación y también del proceso promovido a raíz del
litigio.

Formas:

El art. 1.643 del C.C. y C. de La Nación condiciona la validez y perfeccionamiento de la


transacción al requisito de que se la presente al juez, firmada por los interesados, quienes
pueden desistir de ella con anterioridad a la presentación en la que expongan su contenido.

Cabe mencionar, desde el punto de vista procesal, que si bien la transacción sobre derechos litigiosos
configura un negocio jurídico de índole material, la presentación del escrito en el cual se exponen
sus términos, el acto judicial que los documenta y la agregación al expediente de la escritura o
del documento privado en la que consta, revisten el carácter de actos procesales, en tanto tienen
por efecto directo e inmediato el pronunciamiento de una resolución judicial que ponga fin al
proceso.

Requisitos objetivos y subjetivos:

La aptitud para transigir sufre numerosas restricciones que afectan tanto a los representantes
voluntarios y necesarios de las partes, como a estos mismos, por lo que se sugiere la lectura de
los arts. 1.646 y 1.647 del C.C. y C. de La Nación.
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Los primeros requieren poder especial (art. 839) y a los segundos les está prohibida en forma
absoluta (art. 841 inc. 1 y 2) o supeditada a la autorización legal o judicial.

Desde el punto de vista objetivo, los arts. 842 a 849 suministran reglas precisas, por lo que
sugerimos su lectura.

Tiempo:

Puede celebrarse en cualquier estado del proceso anterior a la sentencia que la extingue
definitivamente. Por lo tanto, puede ser celebrada durante el trámite de la segunda instancia, e incluso
en instancias extraordinarias. Aunque en este caso, formulados por las partes la voluntad de
transigir o presentada la transacción, el expediente debe remitirse al juez de 1era instancia, a los
fines de celebrarse el acto o de obtener la correspondiente homologación.

Efectos:

De la lectura del art. 1.642 del C.C. y C. surge que la transacción produce los efectos de la cosa
juzgada sin necesidad de homologación judicial, siendo esto de interpretación restrictiva. La
autoridad de cosa juzgada que la ley atribuye debe entenderse en el sentido de que el acto
tiene por efecto provocar una nueva regulación de las relaciones jurídicas de las partes, quienes no
pueden reclamar en lo sucesivo el cumplimiento de los derechos y obligaciones renunciados.

Por último, la ley reconoce al juez la potestad de examinar la capacidad y la personería de quienes
realizan el acto, así también si los derechos son transigibles. De este modo, el juez tiene la
facultad de rechazar la transacción en el supuesto de que se hayan transgredido los requisitos
correspondientes.

Conciliación (pp. 43 a 45, T II)


La diferencia que existe entre la conciliación como modo conclusivo del proceso y la transacción, que
acabamos de revisar, reside en que mientras la transacción sólo cabe en materia de intereses
pecuniarios, la conciliación puede comprender otro género de pretensiones jurídicas. Por ejemplo, lo
referente a la residencia de los cónyuges durante el juicio de divorcio o a la tenencia de los hijos
menores.

Para Palacio (2005), hablar de conciliación como acto anormal autónomo de conclusión del
proceso, sólo puede serlo como principio general. Supone la iniciativa y la intervención del juez
en la celebración del acto, sin perjuicio de que sean las partes, o una de ellas, quienes sugieran
la conveniencia de la respectiva convocatoria.

En lo que concierne a su contenido, estimamos que la conciliación es susceptible de participar


eventualmente de las características correspondientes a los restantes actos de conclusión del proceso:
mediante ella las partes pueden concretar un desistimiento, un allanamiento o una transacción., etc.

La transacción puede llevarse a cabo en cualquier estado del proceso anterior al llamamiento de autos
en segunda instancia.

En cuanto a su dimensión formal, paso previo a la conciliación, es la fijación de una audiencia a la cual
deben concurrir personalmente las partes. Pueden hacerlo acompañados de sus letrados.

Recordemos que el juez no es espectador, tiene un rol activo en la audiencia de conciliación.


Concretado el avenimiento, el juez debe verificar la capacidad de las partes, las facultades de sus
representantes, si los hubiere, y la disponibilidad de los derechos respecto a los cuales ella verso.
El juez dictará resolución homologatoria, la que tendrá autoridad de cosa juzgada.

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En caso de no homologar la conciliación, el juez debe disponer la prosecución del procedimiento.

La Conciliación está prevista en el C. P. C. C. Córdoba, en el art. 58.

Por último, mencionamos que la conciliación también funciona como método para la resolución de
conflictos, según veremos en páginas siguientes.

Allanamiento
Interpuesta la demanda, puede el demandado allanarse reconociendo como justa la pretensión
articulada, en una manifestación de voluntad que importa el reconocimiento y sumisión de la parte
atacada a la pretensión litigiosa contra ella dirigida.

Esta caracterización del allanamiento, como expresa Palacio (2005), implica una expresión de voluntad
que lo distingue del reconocimiento, el cual es un acto intelectual e implica una aceptación de la razón
de la pretensión deducida. En tanto que el allanamiento acentúa la nota de conformidad a la
pretensión o una actitud de renunciamiento a continuar con la contienda.

Formas

El allanamiento debe ser categórico y terminante. Realizado en un escrito que no deje lugar a
dudas, lo cual nos aleja de la posibilidad de que exista un allanamiento condicional.

Debemos distinguir el allanamiento total y parcial, según abarque la integridad o parte de las
pretensiones del accionante. A su vez, dentro del allanamiento parcial distinguimos el allanamiento
objetivo y subjetivo.

Hablamos de allanamiento parcial objetivo en el caso de que, existiendo acumulación de


pretensiones, el demandado se allane a una o algunas de ellas y formule oposición con relación a
las restantes.

En tanto que el allanamiento parcial subjetivo existe cuando mediando un litisconsorcio activo el
demandado se allana a la pretensión de uno o algunos de los actores, así como en el supuesto
de que, existiendo un litisconsorcio pasivo, uno o algunos de los demandados se allane a la
pretensión del actor. En este último caso, no sería posible dictar enseguida sentencia de allanamiento
respecto de las cuestiones allanadas, continuando por las restantes. Es decir, la resolución allanatoria
deberá pronunciarse juntamente con la sentencia que ponga fin al proceso. Aclaramos que no es
que haya dos sentencias, sino que en una sola se resuelve el allanamiento y se pone fin al litigio.

También debemos distinguir entre allanamiento expreso y tácito. El allamiento es expreso cuando el
demandado reconoce categóricamente los hechos y el derecho invocados por el actor en la
demanda.

Por su parte, el allanamiento es tácito cuando el demandado adopta una postura mediante la
cual, sin oponerse a la pretensión, esta resulta satisfecha. Citamos como ejemplos de estas
actitudes: depositar la cosa, ejecutar el hecho que se le reclama, entre otros.

Tiempo

Respecto a la dimensión temporal del allanamiento, se refiere la primera parte del art. 352 del C.
P. C. C. Córdoba. Menciona que el demandado podrá allanarse a la demanda en cualquier estado de
la causa anterior a la sentencia definitiva.

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Resolución

El hecho de que el demandado se allane a la pretensión del actor no exime al juez del deber de
dictar sentencia sobre el fondo del asunto. Así, el juez examinará la procedencia del allanamiento en
orden a la observación del doble recaudo vinculado a la capacidad del allanado y la disponibilidad
de los derechos sustanciales discutidos en el proceso, porque si se trata de derechos privados o de
cuestiones que afectan el orden público, no cabe la posibilidad de allanarse. Conforme el art. 352 C.
P. C. C. Córdoba, segunda parte.

En nuestro ordenamiento no podemos decir que obligue directamente al juez a acogerlo, vinculando
de tal forma que lo obligue a dictar sentencia.

Por último, debemos distinguir al allanamiento como acto para provocar la culminación anticipada del
proceso del allanamiento particularizado de la norma del art. 130 del C. P. C. C. Córdoba, que tiene
como efecto, además de producir la culminación del proceso, el de eximir de costas al allanado.

A continuación, transcribimos un modelo de allanamiento:

Sr Juez en lo Civil y Comercial:

Isabel Feraudo en estos autos caratulados: “Horacio Martínez c/ Isabel Feraudo-Daños


y Perjuicios-” exp. N° 2365/36, con domicilio constituido en Caseros 236, 6to Piso, Of.
1, de esta Ciudad de Córdoba, ante V.S. respetuosamente comparezco y digo:

Que siendo el momento oportuno para la contestación de la demanda, la cual me


fuera notificada con fecha 25 de junio del año en curso, conforme acredito con
cédula de notificación que acompaño, vengo por el presente a reconocer como
ajustada a derecho y a la realidad los extremos jurídicos y fácticos expresados en
la demanda.

Por lo expuesto solicito:


Tenga por formulado el allanamiento en los términos del art. 352 del C.P.C.C.

SERÁ JUSTICIA

Perención de la instancia (pp. 48 a 61, T. II)

Como ya lo hemos precisado, junto al modo normal o habitual de culminación del proceso, se
alinean los denominados modos anormales de finalización, sea por voluntad expresa de los litigantes
(allanamiento, desistimiento, conciliación y transacción) que ya hemos referenciado, o bien por
voluntad implícita: caducidad o perención de instancia.

En cuanto al concepto, podemos citar a Guasp (1976) quien afirma “es la extinción del proceso que
se produce por su paralización durante un cierto tiempo en el que no se realizan actos procesales de
parte” (p. 539) y que viene integrada de un supuesto de extinción del proceso, que no se debe a
un acto o a un hecho, y lo afecta como a un todo y no a alguno o algunos de los actos
singulares que los componen.

Por su parte Alsina, afirma:

así como la prescripción se funda en una presunción de abandono del derecho, la


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inactividad de las partes importa una presunción de abandono de la instancia. El
proceso se extingue, entonces, por el solo transcurso del tiempo, cuando los
litigantes no instan su prosecución dentro de los plazos establecidos por la ley.
(1941, p. 423).

El fundamento del instituto de la caducidad de la instancia puede apoyarse en dos motivos


distintos: uno de orden subjetivo, que ve en la presunta intención de las partes de abandonar el
proceso la razón de la extinción. Otro de orden objetivo, que se fija en la necesidad de evitar la
pendencia indefinida de los procesos, por el peligro que esto lleva consigo para la seguridad jurídica.
(Guasp, 1976).

Tal como observa Palacios (2005), axiológicamente resulta fácil comprobar el predominio de los
valores jurídicos de paz y seguridad, ya que la solución indefinida del conflicto que motiva el proceso
importa la permanencia de dos situaciones reñidas con aquéllas, como son la discordia y la
inseguridad.

Por su parte, el maestro Podetti (1954) precisa que la caducidad de la instancia tiene un interés
privado y uno público, que deben armonizarse. Tal fundamento no sería otro que evitar la
prolongación indefinida de los pleitos y su objeto es estimular la actividad de las partes con la
amenaza del aniquilamiento del proceso y por ese medio lograr mayor celeridad en el trámite.

Tramitación y presupuestos

Conforme surge de la regulación legal, la perención de instancia es a petición de parte, no es de


oficio ni opera ipso iure.

Media consenso en que la procedencia de la caducidad se halla sujeta a la concurrencia de


diversos presupuestos a saber:

1. Existencia de una instancia principal o incidental.


2. Inactividad procesal absoluta o jurídicamente inidónea.
3. Transcurso de determinados plazos de inactividad.
4. El dictado de una resolución que declare operada la extinción del proceso.

Pasamos a examinarlos:

1. Existencia de una instancia principal o incidental.

Se entiende por instancia toda petición inicial de un proceso, trámite o procedimiento dirigido a un juez
para que satisfaga un interés legítimo del peticionario. Se inicia desde dicha presentación y continúa
hasta la sentencia definitiva.

Si entendemos por instancia el conjunto de actos de procedimientos que realizan las partes para
obtener la decisión judicial de un litigio, desde la interposición de la demanda, hasta el llamamiento
de autos para definitiva. Entonces, se comprende que esta no se genera cuando el peticionante se
limita a solicitar diligencias preparatorias de un juicio, ya que no existe demanda, no existe
planteamiento que pueda ser cuestionado, ni posibilidad que el juez dicte sentencia, elemento este
que caracteriza a la instancia.

La instancia se perime, aunque no se haya trabado la litis, ya que se comprende por instancia, todo el
curso del proceso, desde la presentación de la demanda hasta la sentencia. En consecuencia,
para que proceda, no es necesaria ni siquiera la notificación de la demanda.

2. Inactividad procesal absoluta o jurídicamente inidónea.

El segundo presupuesto de la perención de la instancia es la inactividad procesal, que se


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exterioriza por la no ejecución de acto alguno, por ambas partes o por el órgano jurisdiccional, o bien
cuando los producidos sean carentes de idoneidad para impulsar el procedimiento.

El art. 341 del C. P. C. C. Córdoba reza:

Litisconsorcio: El impulso del procedimiento por uno de los consortes extenderá sus
efectos a los restantes 1.

Dicha norma se apoya en el principio de que la existencia de partes múltiples no altera la unidad
del proceso ni, por tanto, la instancia.

3. Transcurso de determinados plazos de inactividad.

Los períodos de inactividad procesal están previstos en el art. 339 del C. P. C. C. Córdoba, en tanto
que el art. 340 establece el cómputo de dichos plazos. Para no abundar, sugerimos la lectura de las
normas.

4. El dictado de una resolución que declare operada la extinción del proceso.

Finalmente, la perención requiere de una resolución que la tenga por operada, revista carácter
constitutivo y produzca efectos sólo hacia el futuro. Si se trata de caducidad declarada en primera
instancia, una vez firme la decisión, se dispondrá del archivo del expediente. Mientas que, si se
trata de la caducidad operada en instancias ulteriores, los autos deben ser devueltos a primera
instancia a fin de que se cumpla el decisorio que fue recurrido y que ha adquirido fuerza de cosa
juzgada, a causa de la declaración de caducidad.

A los efectos, sujetos legitimados para pedir la perención y quienes pueden ser sujeto pasivo de
esta, como así también el trámite, sugerimos la lectura de las normas legales.

Medios alternativos de resolución de conflictos


Arbitraje (pp. 301 a 317, T. II)
El arbitraje se presenta como una atractiva alternativa del proceso judicial. Persigue fines específicos:
para achicar la masa litigiosa, para descongestionar los tribunales y, además, conseguir logros
adicionales relativos a la economía de gastos y, fundamentalmente, de tiempo.

Lamentablemente el arbitraje legislado en nuestro Código formal cordobés presenta una fuerte dosis
de formalismo y de dispersión en el trámite. El arbitraje por definición implica la exclusión de los
órganos judiciales estatales para la resolución de la controversia, ya sea por voluntad de las partes o
por disposición de la ley. Los árbitros reciben sus facultades directamente de las partes o de la
norma, y ostentan esta calidad solamente frente a dichos sujetos y en este proceso específico.

En la doctrina el arbitraje ha sido clasificado en forzoso y voluntario, de acuerdo con su origen.


Además, según el procedimiento y pautas que deben seguirse para resolver la cuestión, pueden ser
árbitros iuris o de amigable composición.

Se denomina arbitraje voluntario cuando la decisión de someter el diferendo al árbitro deriva de la


libre determinación de las partes. En cambio, es forzoso cuando su exigibilidad es consecuencia de
un compromiso previo o deviene de la aplicación de una disposición legal.

Por otro lado, el arbitraje es legal si resulta impuesto por disposiciones sustanciales o procesales que

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Art. 341 – Ley N° 8465 (1995). Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba. El Senado y la Cámara
de Diputados de la provincial de Córdoba.
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así lo establecen. Tal sucede en las hipótesis contempladas en el art. 1.649 del C.C. y C. y en el
art. 603 del C. P. C. C. Córdoba.

Debemos mencionar también que no todo asunto es posible de someter a arbitraje. En efecto, la
materia sustancia que puede ser dirimida a través del procedimiento arbitral debe pertenecer al
campo de las controversias no excluidas por el sistema legal. Ello implica decir que la categoría
de pretensiones debe estar ineludiblemente referida a cuestiones generalmente de naturaleza
patrimonial que no afecten el orden público.

El compromiso arbitral es el convenio conforme el cual las partes especifican concretamente las
cuestiones que someten al arbitraje, designan a los árbitros o amigables componedores y
determinan ciertos requisitos del proceso arbitral. En rigor, podemos decir que constituye un
contrato con eficacia procesal, ya que versa sobre una controversia determinada por el que las
partes deciden someter su diferendo a arbitraje.

Este documento puede confeccionarse antes de la iniciación del pleito o durante su sustanciación.

Conforme el art. 606 del C. P. C. C. Córdoba, se ha fijado la observancia de ciertas cláusulas como
necesarias u obligatorias y otras como facultativas. En caso de que se omita algunas de las
obligatorias, se desencadena la aplicación de la sanción de nulidad del compromiso.

Por regla general, las cláusulas exigidas como obligatorias tienen la virtualidad de fijar los límites
subjetivos y objetivos del compromiso, fecha en que se otorga, las partes, quien se desempeñará
como árbitro y el objeto o cuestiones sometidas a arbitraje. También fija la competencia territorial
respecto de los otorgantes, al establecerse la obligación de designar el lugar en que habrá de
seguirse el juicio.

Resulta necesario que distingamos entre la figura del árbitro iuris de los amigables componedores.
Los primeros, resulten conflictos con arreglo a las leyes y con sujeción a los procedimientos
establecidos por los cuerpos adjetivos formales. Los amigables componedores dirimen la contienda
de acuerdo a su leal saber y entender, por regla sin sujeción a formas legales.

No obstante, podemos señalar alguna similitud entre el árbitro y el amigable componedor, ya que
ambos son elegidos por las partes para decidir un conflicto. Sin embargo, la diferencia se advierte
en la modalidad del desempeño y en la resolución.

Los amigables componedores tienen como principal función el de avenir a las partes y arreglar sus
diferencias, después de oír sus razones en cualquier manera que a bien tuvieran, según su leal
saber y entender. Por lo que la ley no exige en ellos la calidad de letrados, que seria necesaria
si hubieran de seguir el procedimiento y de sentenciar con arreglo a las leyes que lo rigen.

Por regla general la ley determina el número de árbitros en número impar, hasta tres. Los árbitros
serán designados por acuerdo de partes, o en su defecto, por sorteo.

Ha dicho la jurisprudencia:

Si bien cabe reconocer a los árbitros la facultad de decidir controversias, no por ello
gozan de las mismas facultades que los jueces, toda vez que están desprovistos de
aquellos elementos de la jurisdicción que son la esencia del órgano del Estado. (CS
noviembre 11-997, Yacimientos Carboníferos Fiscales, LL 1998-C, 793).

Es de señalar que si no existiere acuerdo sobre la persona que se desempeñará en el carácter de árbitro
recaerá sobre abogados de la matrícula.

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También la ley permite asignar el carácter de árbitro a los jueces que integran los distintos tribunales. Se
trata de una facultad que pueden ejercer las partes y, como se advierte, ello es así para el caso de arbitraje
voluntario.

En cuanto al procedimiento arbitral propiamente dicho, comienza una vez constituido el tribunal y
aceptado el cargo por parte de los árbitros. La primera regla que han de respetar los árbitros en la
sustanciación del juicio son las estipulaciones procedimentales, fijadas en el compromiso arbitral. En
caso de que no hubieren fijado reglas especiales, deberá seguirse las normas estipuladas por la ley
adjetiva. No es común que en el compromiso arbitral existan previsiones adjetivas, por lo que en la
mayoría de los casos directamente se aplican las normas del código ritual.

La regulación legal del arbitraje en la ley procesal cordobesa excluye la posibilidad de articular
excepciones dilatorias como de previo y especial pronunciamiento. Ello obedece a razones de
economía, celeridad que impera en la regulación del juicio arbitral.

La resolución que dirime la contienda en un procedimiento arbitral se denomina laudo arbitral. Se


lo define como el pronunciamiento definitorio, por el cual se dirime la controversia planteada ante
el árbitro o amigable componedor, pronunciándose sobre los fundamentos de las pretensiones
hechas valer dentro de los límites del compromiso.

El laudo arbitral guarda cierta analogía con la sentencia como acto decisorio, tanto desde un punto de
vista intrínseco como extrínseco. Distingue si se trata de un arbitraje iuris o de amigable
composición.

Desde el punto de vista extrínseco, se tienen en cuenta las circunstancias de tiempo, lugar y
forma en que aquél es dictado.

Si el arbitraje es de derecho, el laudo tendrá los mismos elementos básicos que la sentencia judicial
en lo atinente a la forma y al lugar, pero deberá ser protocolizado por el juez de la jurisdicción a
quien le hubiese correspondido entender.

Recordemos que el arbitraje forzoso es de amigable composición, y se falla “et aquo et bono”,
moderando según las circunstancias el rigor de las leyes y dando a los elementos de prueba
mayor o menor eficacia que la establecida por la ley. En cambio, el arbitraje voluntario es de
estricto derecho a menos que los interesados convinieren lo contrario. De tal modo que, en principio,
el árbitro deberá fallar la causa como si fuera un juez ordinario.

Resulta necesario estudiar los artículos del Código Procesal Civil que legislan sobre el arbitraje,
convocamos a su lectura.

Mediación (pp. 62 a 73, T II)

La mediación es asumida como un método no adversarial que se presenta como una técnica que
tomará diferentes modalidades, vinculadas al procedimiento judicial, según la legislación la admita. Esta
institución tiene características propias que pueden hacer a su utilización como técnica o a su
incorporación como método alternativo de resolución de conflictos.

Se le asigna el carácter de no adversarial porque en su conformación no existe un tercero que suple


la voluntad de las partes decidiendo, sino que ellas actúan juntas y cooperativamente. A través de la
mediación se persigue alcanzar un acuerdo superador de la disputa en base a la cooperación y a la
comprensión del problema por parte del otro. La decisión a la que se arriba conforma el asunto de
acuerdo a los intereses de las partes.

Se utiliza el término mediación para describir un conjunto de prácticas encaminadas al auxilio de


las partes, en procura de lograr una adecuada comunicación con fines de avenimiento. Por ello, sus
caracteres son:

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 Informalidad.
 Flexibilidad.
 Confidencialidad.
 Agilidad

Analizaremos cada uno.

La mediación se caracteriza por ser informal. Ello implica que su desarrollo no está sujeto a
reglas especiales. Se establecen reglas mínimas de actuación que condicionan el desempeño de los
sujetos involucrados y que de antemano señalará el mediador.

La mediación es flexible al permitir al mediador moverse en un amplio sector limitado por


formalidades mínimas.

Otro aspecto saliente de la mediación es la confidencialidad. Debe garantizar en mayor grado la


reserva para el tratamiento de los problemas que a ella se sometan. Sucede que en muchos casos
la instancia se mueve dentro del campo del derecho a la intimidad de jerarquía constitucional y su
protección debe estar asegurada. Por ello, los asistentes a las sesiones deben guardar absoluta
reserva sobre lo acontecido, impedir su divulgación y, además, imposibilitar que esa información
pueda ser utilizada posteriormente en contra de alguna de las partes.

El procedimiento de mediación se caracteriza por ser ágil y rápido. Algunas veces requerirá de varias
sesiones para resolver la disputa y en otros casos, se arribará a la solución en un solo día. Esto
significa que la dimensión temporal estará dada por la importancia del caso, la habilidad del
mediador, el grado de cooperación de las partes, etc.

Por otro lado, decimos que la implantación de la mediación apareja una disminución del material
litigioso en el sistema de administración de justicia, lo que contribuye a su descongestionamiento.

La mediación tiene la virtud de cambiar la postura encontrada de las partes y potenciar su actitud
conciliadora.

Respecto al contenido sustancial, la mediación puede ser utilizada como alternativa de solución para
todo tipo de conflicto. Sin embargo, esta regla encuentra un límite cuando la controversia afecta
intereses que integran el orden público.

Se recomienda especialmente para solucionar disputas cuando las partes no desean litigar, ni les
conviene llevar su problema a tribunales. También es aconsejable cuando la causa del conflicto es
la incomunicación. Otro caso adecuado es cuando existen partes que están relacionadas por
vínculos permanentes y por ello continuarán ligadas una vez superado el problema. Por último,
también se la recomienda en hipótesis en que las partes quieren conservar el control de la
situación. De esta manera no delegan la solución en manos de un tercero, sino que ellas serán las
que diseñen su solución.

Por el contrario, no es apta cuando una de las partes quiera demostrar la realidad de una situación
o acontecimiento, o alguna de las partes está ausente.

En las cuestiones de familia, a pesar de que los conflictos rozan el orden público, la mediación se
presenta como una institución seductora. En estos casos cobra importancia la actividad del órgano
jurisdiccional que deberá homologar lo resuelto en la mediación.

¿Qué condiciones debe reunir un mediador?

El mediador es el tercero imparcial, con cierto entrenamiento en los artes técnicas y experimentales al
efecto y que ingresa a la escena del conflicto, sin facultades dirimentes a fin de inducir a las partes
para que lleguen a un acuerdo. Debe ser buen oyente de las narraciones que cuenten las partes,
debe ser conocedor del conflicto, debe tener, además, habilidad para la comunicación y el diálogo, y
por último, buena captación de los intereses de las partes.
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Recordemos que la tarea del mediador es de conducir a las partes a identificar los puntos de
controversia, acomodar sus diferencias y experimentar fórmulas transaccionales superadoras del
conflicto. Transforma la disputa en una situación menos negativa y otorga una visión constructiva de
la cuestión.

La mediación puede ser pública o privada.

Es pública cuando se la institucionaliza como una alternativa asumida desde el Estado para que
los particulares puedan acordar una solución. Ello no significa jurisdiccionalizar la mediación, sino
insertarla mediante una previsión legal para resolver conflictos.

En cambio, la denominamos privada cuando es impartida por instituciones de este carácter, que se
dedican a su práctica. La actividad de la mediación privada queda dentro del marco general de la
libertad de trabajar y de contratar, amparadas por la Constitución Nacional y la legislación de fondo. El
tratamiento de esta forma de mediación excede el estudio del marco procesal.

La mediación puede ser prevista en la ley como una instancia prejudicial o jurisdiccional: esto antes
de la iniciación del juicio o durante la sustanciación.

En el primer enfoque, se aborda la mediación como una etapa que pueda ser cumplida antes de la
presentación de la demanda. En este sentido, pensamos que por la naturaleza de la institución la
ley debería preverla como un instrumento optativo. Sin embargo, ella ha sido regulada en la Ley N°
24.573 estableciéndola en forma obligatoria para los juicios que se inicien en el fuero civil y
comercial de la Capital Federal, para los juzgados federal de todo el país. La norma es objetable ya
que la obligatoriedad de la instancia mediadora es contraria a su naturaleza que abreva en los
medios alternativos consensuados.

El art. 2 de la ley 24.573 establece que la mediación previa es obligatoria para todo tipo de juicio
y excluye a las siguientes causas:

1. las causas penales.


2. los asuntos de familia.
3. declaración de incapacidad y su cesación.
4. causas en que el Estado Nacional o entidades descentralizadas sean partes.
5. amparos, habeas corpus o interdictos.
6. Medidas cautelares con previo agotamiento de las instancias recursivas,
7. Diligencias preliminares y prueba anticipada.
8. Juicios sucesorios y voluntarios.
9. Concursos preventivos y quiebras.
10. Causas que se tramitan ante la justicia del trabajo2.

A su vez el art. 3 permite la opción de la mediación para los juicios de ejecución y de desalojo.

Como dijimos, también puede constituir una herramienta útil adoptándola como un iter posible en el
camino procesal. Ello implica que se incorpora al procedimiento en forma alternativa o eventual,
esto es, en un punto determinado de su secuencia, que puede ser fijado por la ley o por el tribunal.

En el ámbito local de la ciudad de Córdoba, el Tribunal Superior de Justicia por acuerdo


extraordinario N° 407 de la ley 17/2/98, dispuso el funcionamiento en la órbita del Poder Judicial del
Centro Piloto de mediación. En este marco legal se admite la posibilidad de que los jueces fijen
una audiencia informativa para sugerir a las partes la utilización de esta técnica de resolución de
conflictos. Posteriormente, con la sanción de la Ley N° 8858 y su decreto reglamentario 1773, hizo
operativa esta nueva forma procesal para lograr la autocomposición de los conflictos.

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Art. 2 – Ley N° 24.573 (1995). Mediación y Conciliación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
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El régimen cordobés declara de interés público provincial a utilización de la mediación como método no
adversarial de resolución de conflictos con carácter voluntario. En forma excepcional, resulta
obligatoria:

El Art. 2 de la Ley N° 8858 dispone:

Excepcionalmente será de instancia obligatoria en toda contienda judicial civil y


comercial en los siguientes casos:
a. En contienda de competencia de los jueces de primera instancia civil o comercial
que deban sustanciarse por el trámite del juicio declarativo, abreviado y ordinario cuyo
monto no supere el equivalente a cinco mil pesos (204 jus);
b. En todas las causas donde se solicite el beneficio de litigar sin gastos;
c. Cuando el juez por la naturaleza del asunto, su complejidad, los intereses en juego
estimare conveniente intentar la solución del conflicto por la vía de la medición3.

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Art. 2 – Ley N° 8858 (2000). Ley de Mediación. Senado y Cámara de Diputados de la Provincia de Córdoba.
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Referencias
Alsina, H. (1941). Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial. T. IV. Buenos Aires:
Ed. Compañía Argentina de Editores.

Guasp, J. (1973). Derecho procesal civil. [3ra ed.]. Madrid: Instituto de Estudios Políticos.

Ley N° 8465 (1995) Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba. Senado y Cámara
de Diputados de la provincia de Córdoba.

Ley N° 24.573 (1995) Mediación y Conciliación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

Ley N° 8858 (2000) Ley de Mediación y Conciliación. Senado y Cámara de Diputados de la provincia
de Córdoba.

Palacio, L. E. (2005). Manual de Derecho Procesal Civil. Buenos Aires: Lexis Nexis- Abeledo - Perrot.

Podetti, R. (1954). Derecho Procesal Civil, Comercial y Laboral: doctrina, legislación y jurisprudencia.
Buenos Aires: Ediar.

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