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Por Carlos Niemes
Psicólogo
Hace unos meses vino a mi consulta un señor que había sido un conocido atleta juvenil de
alto rendimiento. Viajó a Estados Unidos para estudiar una carrera universitaria gracias a
una beca deportiva, y hoy se ha asentado en Ecuador como un ejecutivo brillante y
exitoso. Me comentó de qué manera la formación de deportista sigue ayudándole en su
vida actual, me aclaró por qué el entrenamiento y la competencia fueron tan importantes
para él. Hoy como padre se pregunta si sus hijos podrían hacer uso de los mismos medios
para conseguir los mismos valores y habilidades.
Muchos padres se hacen la misma pregunta: ¿es el deporte el medio correcto para que
mis hijos reciban una educación en valores? La respuesta es sí. Y también no.
Un palo de golf puede ser usado para golpear a alguien y un cuchillo puede ser la
herramienta de un artista. El deporte es también una herramienta, que puede ser usada
para formar y para deformar. El hecho es que puede ser muy efectiva en cualquiera de las
dos direcciones.
El deporte tiene que ser visto como un laboratorio en el cual se experimentan situaciones
que requieren de conductas, herramientas y valores que se aplican en la vida real, pero
que no traen generalmente consecuencias tan graves como en ella.
El deporte es un juego de competencia y los juegos son conocidos como las mejores
herramientas de aprendizaje. Sin embargo se tiene que aceptar que en cualquier juego se
pueden aprender cosas buenas y cosas malas. Idealmente se juega para aprender lo
bueno, pero con una guía incorrecta, insuficiente o incompleta, el deporte puede enseñar
conductas socialmente inaceptables.
Actuar honestamente
Todos los niños que practican deporte aprenden a hacer trampa. Es normal, porque es
parte de cualquier juego. Pero también son parte del deporte las reglas y las
consecuencias para quien hace trampa. Hay chicos que con sólo conocer las posibles
consecuencias se vuelven honestos. Hay quienes necesitan sentir las consecuencias más
de una vez, y algunos muchas veces. El deporte bien orientado puede ser sumamente
valioso para estos últimos. Si bien algunos “tramposos” podrán alcanzar ciertas posiciones
y sacar ventajas ocasionales, un proceso de selección natural en el deporte termina por
relegarlos a favor de los más trabajadores, talentosos y honestos. Es necesario que se
mantengan en la práctica por suficiente tiempo para llegar a comprender que en el
deporte y en la vida hay reglas que respetar. Y graves consecuencias que sufrir si no se lo
hace.
Controlar la ansiedad
Muchos científicos declaran que sin ansiedad no habría vida. Yo diría que sin ansiedad no
habría deporte, el aburrimiento lo habría extinguido. La ansiedad es natural y en las
canchas tenemos múltiples oportunidades aprender a manejarla en un ambiente seguro.
A medida que un chico se desarrolla como deportista tiene la oportunidad de elevar sus
niveles de tolerancia frente a la ansiedad. Generalmente una mayor capacidad para actuar
de forma correcta frente a la ansiedad permite alcanzar mejores resultados. Si
transferimos esa habilidad del deporte a la vida diaria, las probabilidades de éxito se
incrementarán de manera notable. Si pensamos que la ansiedad en el deporte es negativa,
llevaremos la misma actitud a la vida, seguramente con resultados lamentables.
Manejar la frustración
La competencia es un elemento esencial en el deporte y en la vida. Ganar y perder son las
caras de una misma moneda. En los dos ámbitos es natural que haya quien gana más que
otros, y en los dos ámbitos el que se pica pierde. Saber manejar la derrota en el deporte
nos prepara para los golpes que nos dará la vida. Muchos atletas y entrenadores coinciden
en que aprenden más de una derrota que de un triunfo, y la mayoría comprende que
tendrán una nueva oportunidad para poner en práctica lo aprendido. Es importante que
los niños aprendan a poner el resultado de un partido en perspectiva, y sepan que
frustración no es lo único que se puede sacar de un partido perdido.
Lograr el máximo esfuerzo
El deportista tiene que aprender que los resultados dependen de su rendimiento y del de
su contrincante, pero que sólo puede tener control de lo que él mismo es capaz de hacer.
Alcanzan el éxito los que logran establecer un compromiso personal y con sus propios
objetivos, manteniendo la atención y el esfuerzo sobre lo que depende de ellos.
Al entender que todo objetivo puede ser logrado si se lo divide en partes pequeñas,
muchos atletas alcanzan y mantienen máxima motivación gracias a un programa de
trabajo bien trazado, con metas alcanzables y que dependen de sí mismos. Se esfuerzan
porque han entendido que ante objetivos correctamente establecidos no hay excusa que
valga.
Conclusiones
El deporte puede ser una herramienta útil en la adquisición de valores y habilidades para
la vida en niños y jóvenes. La actitud de los padres y los entrenadores debe
consistentemente resaltar lo que se desea enseñar. Con frecuencia se presenta un
conflicto en los adultos entre la importancia de ganar y el valor de hacer las cosas bien,
pues lo segundo no siempre está implicado en lo primero. Puede esperarse un aprendizaje
adecuado en los chicos si los mayores tienen su conflicto resuelto, una escala de valores
clara y se mantiene a los jóvenes practicando deporte el tiempo suficiente como para que
el aprendizaje se logre. Sólo se debe abandonar el deporte si se tiene una alternativa de
enseñanza más efectiva de acuerdo con las características personales del chico.