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Teología desde América Latina

Juan Luis Segundo


«El sufrimiento y la muerte por causa de los crucificados implica soportar que el sistema difame los
valores de quien lucha contra él. El sistema dice: los que asumen la causa de los pequeños y los
indefensos son subversivos, traidores, enemigos de los hombres, están [execrados por la religión yo es
mayor que la de los fariseos...»). Sufre sin odio; soporta la cruz sin huir de ella. Carga con la cruz por
amor a la verdad y a los crucificados y arriesga por ellos su seguridad personal y su vida. Así lo hizo
Jesús. Así deberán hacerlo todos sus seguidores a lo largo de toda la historia. Jesús sufre c abandonados
de Dios] («maldito el que muere en la cruz»). Son los que quieren revolucionar el orden. Entre tanto, el
mártir doliente se opone al sistema y denuncia sus valores y prácticas, porque no son sino el orden del
desorden. Lo que el sistema llama justo, fraterno y bueno, en realidad es injusto, discriminatorio y
malo. El mártir desenmascara el sistema: por eso sufre su violencia. Padece por una justicia mayor, por
un orden distinto («si vuestra justicia nomo [«maldito»], pero es bendecido; muere como
[«abandonado»], pero es acogido por [Dios]. Así confunde [el Señor] la sabiduría y la justicia de este
mundo. »

Jon Sobrino El Principio Misericordia


El misterio de Dios aparece agigantado en este mundo de víctimas y se concreta en el misterio
insondable de un Dios crucificado, como tan bellamente lo ha formulado J. Moltmann. Es un Dios que
no sólo está en favor de las víctimas, sino a merced de sus verdugos... América Latina es el lugar por
antonomasia de preguntarse por Dios, como Job y como Jesús en la cruz, y tanto más cuanto
simultáneamente se le confiesa como Dios de vida. El que Dios deje morir a las víctimas es un
escándalo irrecuperable, y la fe en Dios tiene que pasar por ese escándalo. En esa situación, lo único
que puede hacer el creyente es aceptar que Dios está en la cruz, impotente como las víctimas, e
interpretar esa impotencia como el máximo de solidaridad con ellas. La cruz en la que está el mismo
Dios es la forma más clara de decir que Dios ama a las víctimas de este mundo. En ella su amor es
impotente, pero es creíble. Y desde ahí hay que reformular el misterio de Dios. Siempre se ha dicho que
Dios es el «Dios mayor». Desde la cruz hay que añadir que es también el «Dios menor».

«cruz» expresa un tipo de muerte activamente infligida. Morir crucificado no significa simplemente
morir, sino ser matado; significa que hay víctimas y que hay verdugos; significa que existe un
gravísimo pecado. Los pueblos crucificados no caen del cielo —si se siguiera la inercia de la metáfora,
más bien habría que decir que surgen del infierno...

…en América Latina existe el perdón a ese tipo de ofensas como respuesta cristiana al pecador…
Mencionemos uno entre muchos ejemplos del perdón narrando una celebración del día de los difuntos
en un refugio de San Salvador.
«Alrededor del altar había ese día varios carteles con los nombres de los familiares muertos y
asesinados. Quisieran haber ido al cementerio a poner flores en sus tumbas. Pero, como no podían ir
por estar encerrados en el refugio, pintaron flores alrededor de sus nombres. Junto a los carteles con los
nombres de los familiares, había otro sin flores con esta leyenda: 'Nuestros enemigos muertos. Que
Dios los perdone y los convierta'. Al terminar la eucaristía preguntamos a un anciano qué significaba
ese último cartel, y nos dijo lo siguiente: 'Estos carteles los hicimos como si fuéramos a enflorar a
nuestros difuntos, pues así nos parecía que iban a sentir que estábamos con ellos. Pero, como somos
cristianos, ¿sabe?, creímos que también ellos, los enemigos, debían estar en el altar. Son nuestros
hermanos, a pesar de que nos matan y asesinan. Ya sabe usted que la Biblia dice: Es fácil amar a los
nuestros, pero Dios pide también que amemos a los que nos persiguen'».
EL OLVIDADO
ES UN HOMBRE DE NUESTRAS TIERRAS
SIGNOS DE SAMUEL RUIZ

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