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la explicación esta en la 250 de Jago.

A mitades del siglo XVII había dos tendencias para Henry Camen, que amenazaban el
crecimiento económico español. Los metales preciosos de americanos no se hacían presentes
donde se necesitaban más y los mercados españoles se comenzaron a inundar de
manufacturas extranjeras. Muchas acusan a los españoles de ser incapaces de tener una
mentalidad capitalista. La exportación de lana fue una de las principales razones, apoyar la
exportación de lana a costa de la industria interior, y la importación de metales preciosos
provoco una inflación en espiral acentuando el desnivel de precios entre España y otros países
industriales (108). Se requeria salir a travez de un modelo de sustitución de importaciones.

De esto devienen las ideas arbitrustas, que demandaba la importación de manufacturas


extranjeras, se quejaba también del excesivo numero de burócratas. Asi el momento de
esplendor vino con el aumento demográfico y de producción cerealista lanera a finales del
XVII. Segovia escapó de la decadencia. Caracterizar en todo caso las distintas industrias
(minería seda) y explicar particularmente que hizo que cada uno se haga pelota.

La respuesta de la creación de la junta de comercio en 1679 para fomentar una economía que
pagara los debidos impuestos (mayo control fiscal) (123)

Esta compleja herencia fue la que determinó la política de Carlos I (V de Alemania) y sus
sucesores, con tan pobres resultados para Castilla, y que ya habían apercibido los interesados
en la época, con las rebeliones de Germanías y Comuneros. Tuvo que enfrentarse a Francia,
Papa Clemente VII, la República de Venecia, Inglaterra, el Ducado de Milán, y Florencia que
formaban la Liga de Cognac para defender las posesiones aragonesas en Italia, y tuvo otros
frentes contra los principados alemanes rebeldes, la amenaza turca en el Mediterráneo y la
extensión del protestantismo en Europa, que deshizo el lazo de unión del Sacro Imperio
Germánico, reduciendo aún más la funcionalidad del gobierno Imperial. Todos estos
problemas mantuvieron a España constantemente ocupada en guerras, a los que se añaden los
problemas internos por la Guerra de las Comunidades de Castilla y las Germanías, al sublevarse
la nobleza media contra las exacciones fiscales y la imposición de gobernantes flamencos y de
las mercedes, al frente de los cuales figuraba el regente Adriano de Utrecht, despreciando a las
Cortes, tanto castellanas como aragonesas. Otra de las causas del declive fue la intransigencia
religiosa, al acabar con la coexistencia de judíos, musulmanes y cristianos que había
enriquecido la cultura peninsular a lo largo de la Edad Media.

Consecuencias

El enorme esfuerzo bélico tuvo un coste económico y humano incalculable. Las rentas
procedentes de la exportación lanera y otros productos de la rica Castilla a Flandes, y la plata
que venía de América, se dedicaban a pagar gastos de guerra olvidando cualquier inversión en
España, pero no siempre eran suficientes o no llegaban a tiempo, y el rey recurrió a numerosos
préstamos de banqueros alemanes y genoveses, lo que comprometió e hipotecó gravemente
el futuro económico de sus reinos. Así, su hijo Felipe II tuvo que declarar la bancarrota tres
veces a lo largo de su reinado, en 1557, 1575 y 1597.

De hecho, además de las deudas, Felipe había heredado las guerras de su padre, aunque no el
título imperial, que pasó, junto con las posesiones alemanas y austriacas, a su tío Fernando
(1555). El nuevo rey logró no sin dificultades apartar definitivamente a Francia de sus intereses
en Italia (Paz de Cateau-Cambrésis, 1559) y frenar el avance de los otomanos en el
Mediterráneo (batalla de Lepanto, 1571); Asimismo, como nieto de Juan III de Portugal,
incorporó Portugal y sus colonias a España, (1580), con lo que el Imperio ultramarino español
adquirió dimensiones colosales, aunque también iba a resultar aún más difícil de defender.
Menos afortunado en la lucha contra los protestantes, no pudo impedir la secesión de las
Provincias Unidas del norte de los Países Bajos, en 1579, apoyada por Inglaterra y los
numerosos enemigos de la hegemonía española, ni tampoco contener la expansión marítima
de Inglaterra que derrotó a la Armada Invencible en 1588, y mantenía piratería a su servicio.
Estos últimos fracasos marcan el comienzo de la decadencia española, aunque su hegemonía
en Europa todavía se mantuvo durante cierto tiempo. Pero la economía castellana, principal
sostenedora de estos esfuerzos, estaba ya arruinada.

El resto de los estudios, aunque algunos importantes, son fragmentarios cronológica,


geográfica o temáticamente. Sin embargo, estos trabajos parciales son los que han puesto de
manifiesto que no se puede generalizar sobre un reinado tan largo, ni a todas las regiones ni a
todos los años. El gran mérito de Kamen estriba precisamente en la sistematización de las más
diversas investigaciones de historiadores, demógrafos, economistas, e t c . , preferentemente
españoles, con su aportación personal de trabajo de archivo y documentación inédita, lo que
unido a su habilidad y facilidad por historiar ha producido un libro que llena un vacío
historiográfico. Puede que con lagunas e insuficiencias, pero sin duda constituye la pauta
necesaria para hacer la historia del reinado de Carlos II. Esta nueva síntesis viene a ratificar
algo que había dejado de ser sorprendente: que España en la segunda mitad del siglo xvii, al
margen de su decadencia política, conoció una época de recuperación y renovación. Por
primera vez desde una obra de síntesis se pone fin a tres suposiciones: primero, suponer que
tras 1650 —que es precisamente cuando concluyen las series de Chaunu y Hamilton— las
cifras caen en picado; segunda suposición, creer que el reformismo borbónico fue la
varitamágica que sancionó la recuperación; y tercera suposición, identificarla marcha política
de la monarquía con la de la economía y la sociedad

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