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LOS VALORES TRASCENDENTALES SUGERIDOS EN EL CANTICO DE LAS

CRIATURAS.

Cuando nos adentramos en la biografía de Francisco de Asís, nos topamos con


una figura apasiónate. Su vida, su interpretación del evangelio, su comprensión de
los valores, su respuesta a Dios… hacen del pobre de Asís un genio humano,
evangélico y espiritual digno de ser admirado. No sin razón, exigentes jóvenes
desde el siglo XIII hasta nuestros días, siguen apasionadamente su ejemplo.

Aunque este hombre bienaventurado no había realizado grandes estudios


teológicos aprendió la sabiduría que viene de lo alto y fue ilustrado con la luz de la
eterna providencia a tal punto que su ingenio penetraba lo escondido de los
misterios donde la ciencia de los sabios no llega a entrar. Con tal sabiduría y limpio
de toda malicia, tan solo con el manto agujereado que el hortelano del obispo le
regalo, se internó en el bosque lleno de alegría, paz y mansedumbre cantando a
todo pulmón las divinas alabanzas al Señor y al final de su fascínate aventura, de
entrega total a Dios, morirá cantando las bienaventuranzas del Cantico de las
criaturas que le conducen en gozo celestial a los brazos del creador.

Según algunos biógrafos del Santo de Asís, el cántico al hermano sol sintetiza los
temas fundamentales de sus escritos y de su vida; pues, en este singular poema se
reflejan la profunda experiencia del espíritu humano en relación dialógica con lo
sagrado y que implica no solo una relación Dios y hombre, sino también con todo lo
creado. En esta doble dimensión radica la originalidad de la experiencia religiosa
de este genial hombre; por un lado, notamos en él una profunda experiencia mística
de lo sagrado y por otro, el amor a las criaturas en las cuales logra mira el poder,
la belleza y la bondad del altísimo. Es impresiónate esta actitud cósmica, reflejada
en el cántico, pues a través de ellas, nos demuestra francisco que, el hombre
puede tener un acercamiento espiritual profundo al Creador.

Francisco tiene una clara conciencia de estar en el mundo y de vivir en una


naturaleza real, con los animales, con las cosas, con los otros y se relaciona con
ellos de una manera vital, afectiva y a través de esto establece una relación
privilegiada con el absoluto. Aquí podemos apreciar los valores que prevalecían
fundamentalmente en este hombre de Dios.

Ahora bien, el descubrir y vivir los valores está en manos del individuo. El hombre
tiene la capacidad de percibir sentimentalmente los valores, así como la voluntad
para vivirlos. Esta capacidad le permite desarrollar su percepción axiológica y
evolucionar en un ámbito valioso. De su voluntad, depende la vivencia de los
valores. Así lo percibe el Dr. Gastaldi cuando afirma: “Decir que el hombre tiene
voluntad, equivale afirmar e capaz de percibir los valores y hacerlos
propios”1.Gastaldi I., “El hombre un misterio” Ed. Don Bosco pág. 135.
Ciertamente, la percepción interna es la que pone en contacto al hombre con el
mundo de los valores, y este percibir forma parte de la subjetividad del individuo.
Pero, ojo, subjetividad no implica que el individuo sea quien determine simplemente
qué es o no valioso. Esto sería caer en un subjetivismo axiológico. Cuando
mencionamos la palabra subjetividad nos referimos a la acción del sujeto en cuanto
ser ontológico, es decir, a la psique humana que percibe, que capta, en definitiva,
que conoce. Lo que el hombre percibe es, sin embargo, independiente de su ser.
La validez de un acto forma parte del ámbito axiológico y el hombre, como persona,
se desarrollará desde este aspecto axiológico o moralmente valioso, a medida que
perciba y viva actos valiosos.

Justamente francisco logra sintetizar su ámbito axiológico en el cantico a las


creaturas al reconocer un valor residente en los objetos que lo une de manera
trascendental al valor fundente de todos los valores, y este es “Dios”. Solo en él
encuentra la auténtica realización y sentido pleno a su existencia.

Ubicar en la cúspide de la jerarquía este valor absoluto, obviamente nos dice que
Francisco tuvo una visión global de la vida, del mundo, del cosmos, del hombre
centrada absolutamente en el creador y cómo podemos intuir, con claridad
meridiana, se introduce en la esfera de todos los valores que contribuyan a la
plenificación de su espíritu; pero no se encierra en su ser, sino que se lanza fuera
de sí, en una actitud plenamente humana de trascendencia, hacia las cosas, a los
otros y proyectado esencialmente al absolutamente Otro. Por ello, con sencillez y
alegría encarna en su vida los valores vitales, intelectuales, éticos, morales y
religiosos que lo introducen en la esfera de santidad, solo dada a hombres excelsos
como Francisco, como obra de la gracia.

El cantico de las criaturas es un testimonio de una vivencia extraordinaria en el cual


nos devela la experiencia profunda que toca la última frontera del ser. En francisco
de Asís fue radical; pues más allá de las otras esferas de valor su experiencia total
se realiza en la esfera religiosa (encuentro con lo sagrado) lo cual nos pone frente
a un ámbito significativo e irreductible de la realidad humana, una auténtica
experiencia con el Absoluto horizonte último de la autorrealización, fundamento de
toda existencia. Francisco entra en contacto con lo que aparece como la base, la
última meta y el sentido más hondo de su propia realización. Entra en contacto con
la esfera de lo sagrado que aparece como tal, Absoluto, necesario, insoslayable,
supremo valor… fundamento de su existencia y de todo lo creado.

El Cantico es una expresión que brota desde el horizonte espiritual más profundo
de su yo en donde ve presente a Dios, no solo en su persona, sino en la creación
entera, por lo cual, es digno de alabanza y así se refiere a Él con dulzura digna de
todo elogio:

“Altísimo, omnipotente, buen Señor,


Tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición”.

Al iniciar este primer fragmento vemos la grandeza del hombre que desde su
pequeñez es capaz de deleitarse en el Altísimo. Aquí Francisco revela la
autenticidad del hombre como un ser buscador del Omnipotente, adorador, orante,
el ser que supera a los demás en cuanto depositario de los valores de lo santo; ser
que se trasciende a sí mismo en dirección hacia Dios y que frente a lo santo se
da cuenta que ha de anteponerle todos los valores. Toda su jerarquía recibe su
fundamentación del valor supremo y absoluto, de la persona Divina. Esta
originalidad del santo de Asís le permite integrar los valores inferiores y superiores,
pues, no es preciso renunciar a valores vitales para descansar solamente en los
espirituales. Basta solo que al realizar un valor inferior lo haga en vista al valor
superior, y dado que, en la cúspide de la pirámide están los valores religiosos, obrar
bien, alabar y dirigir su plegaria de manera original… significa adorar a Dios de la
manera más humildes y sencilla junto a todo lo creado. Aquí adquiere pleno
significado lo que a continuación se expresa.

“Loado, seas mi Señor, con todas las criaturas…”

El sol, la luna, las estrellas, el viento, el aire, el nublado, el sereno, el tiempo, el


agua, el fuego, la noche y la madre tierra tiene un valor esencial en cuanto tiene
su propia estimación y dignidad por su condición de ser cosas creadas y no depende
de la querencia individual de Francisco.

Él reconoce en cada uno de estos elementos su majestuosidad y el valor esencial


por su belleza, su utilidad, su elegancia en la medida en que cada uno contiene y
posee su propio valor. Vemos aquí que cada elemento tiene su valides con
independencia del interés o sentimiento del autor; cada elemento tiene su cualidad
residente en ella misma pero, a su vez, su valor está ligado directamente al creador;
por esto el hermano sol, “es día y por el cual nos alumbras... de ti Altísimo lleva
significación”, de igual manera sucede con los demás elementos cósmicos. Cada
uno de ellos adquieren diferentes valores y muy dignos de ser estimados; pero como
podemos apreciar está supeditado a un valor superior, valor superior que explica
todos los demás y les da sentido y plenitud.

La alabanza a Dios se traduce en amor infinito e inagotable al creador, y Dios, como


valor supremo, no se opone al valor de los bienes materiales, al de la belleza, ni al
de la fuerza, ni al de la humildad, ni al de la castidad que simbólicamente le trasfiere
al agua. Francisco sabe que Dios quiere que el hombre cuente con los medios
necesarios para su vida, cuide de su salud y la belleza de su alma.

Al finalizar la obra del Cantico de las criaturas Francisco se vuelve al hombre y nos
recuerda nuestras limitaciones humanas: el pecado, el sufrimiento y la muerte son
tres realidades que pueden darnos la idea que en ellos se esconden valores
negativos; sin embargo, ellas nos encaminas al encuentro del Dios creador; por lo
tanto, para Francisco son objetos de alabanza divinas.
El cántico termina con el mismo deseo ferviente que lo inicia con ese grito que nace
del fondo de su alma, “Load y bendecir a mi Señor y dadle gracias y servidle con
gran humildad”. Dios es para Francisco valor absoluto, fuente última y fundante de
los valores. Solo en Dios, el Bien Supremo, se encuentra la felicidad y la verdad del
hombre creado y redimido por ÉL. El hombre a solas, sin la iluminación de Él, corre
el riesgo de construir jerarquías erradas y desvirtuar todo su accionar.

A MANERA DE CONCLUSIÓN.

Después de muchos siglos de haberse escrito el Cántico de las criaturas sigue


manteniendo vigencia en la actualidad; pues, este es fruto de una riquísima
experiencia de vida en intima unión con Dios, Bien supremo, valor absoluto y una
conjunción con todos los valores que le permitieron a Francisco lograr una vida en
plenitud total.

Todos nos regimos por valores; es decir, por todo aquello que es apreciado como
un bien y que objetivamente lo es, para alcanzar nuestra felicidad. Los valores
personales son los que configuran el modo de ser, de vivir y de actuar de cada uno
de nosotros. Los valores son múltiples y afectan a diversas áreas de la existencia
humana y ante la variedad y multiplicidad de valores, es necesario establecer un
orden entre ellos y por consiguiente una jerarquía. Aquí podemos imitar a Francisco
y establecer nuestra autentica jerarquía de valores en el cual Dios sea el centro,
el fundamento y ocupe el primer puesto dentro de nuestra vida. Sin este valor
Supremo no existirá un fin absoluto más que aquel que se proponga cada uno
intentando trepar al aire sin un punto de apoyo que nos “marquen el sendero de la
ascensión a la que estamos llamados desde lo más insondable de nuestro ser”.2

_________________________________
2 LABAKE J., “El hombre, la libertad y los valores”, Ed. Bonum, Buenos Aires, 1989, p, 77.

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