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los límites precisos de su libertad creadora, así como al juzgador los límites de
Introducción …………………………………………………………………. 3
Índice …………………………………………………………………. 4
B. Funciones …………………………………………………………. 9
Anexo …………………………………………………………………… 43
Bibliografía …………………………………………………………………… 46
I. DOGMATICA PENAL
derecho penal a los casos que juzgan o deben juzgar los tribunales. Por ello,
es preciso analizar sus relaciones con otros conocimientos que se ocupan del
delito. Así, cabe buscar los límites de la dogmática en dos sentidos: respecto
a) CAUSALISTA
Como criterio o corriente procesal se debe a la obra del jurista alemán Franz
Von Liszt quien con una tendencia causalista en el año de 1881 estableció que
la acción es un fenómeno causal – natural que trae como consecuencia un
resultado que puede consistir en un delito.
Esta idea fue reforzada con las obras de diversos juristas como por ejemplo:
Ernest Von Beling, Gustav Radbruch, Max Ernest Mayer, Edmund Mezger,
Cesare Bonnesana (Marqués de Beccaria) etc. Éste último, en su obra “los
delitos y las penas” señaló la total existencia de un nexo causal entre la acción
y el resultado. Dando por conclusión que la persona era responsable por haber
provocado el resultado con una acción. Esta escuela basó su ideología en el
positivismo científico resaltando los valores humanos.
b) FINALISTA
En el año de 1931 Hans Welzel estableció que el delito parte de una acción
pero tiene una finalidad o un fin, es decir el delito basa su creación en una
relación ético-social en donde en primer plano se encuentra la culpabilidad
como elemento del delito, debiéndose medir y tomar en cuenta la peligrosidad
del individuo en relación a su culpabilidad de ahí que la teoría finalista hace un
análisis de la culpabilidad del delincuente tomando en cuenta el fin o fines de la
acción del delincuente; ésta ideología recibe el nombre de finalista por que
atiende principalmente al estudio técnico jurídico sobre la finalidad del
delincuente para cometer el delito.
Esta teoría, en cuya ideología intervinieron juristas como Hellmuth Von Weber,
Alexander Graf Zu Dohna Hellmut Mayer, revolucionó el pensamiento penal de
la época siguiendo la idea varios juristas como Nicolai Hartmann y Richard
Konnigsberg. Hans Welzel en base a ésta teoría saca de la culpabilidad el
elemento de la forma (2° elemento) que representa al dolo y la culpa,
trasladándolo a la acción como consecuencia natural y, toda vez que en ésta
teoría la acción pertenece al tipo, tanto el dolo y la culpa se deberán tomar en
cuenta al estudiar la conducta y el tipo, no obstante que el causalismo
consideraba al dolo como elemento de la culpabilidad.
B. FUNCIONES:
2) Hace posible una aplicación segura y calculable del derecho penal, ya que
no solamente averigua el contenido de este y señala sus presupuestos, sino
que precisa hasta dónde llega un comportamiento impune y cuando inicia el
punible; determina límites y define conceptos, permitiendo una aplicación
segura y calculable del derecho penal sustrayéndolo a la irracionalidad, la
arbitrariedad y la improvisación.
4) Mantiene la unidad del sistema penal pues asegura, no sólo desde el punto
de vista teórico sino también del práctico, una misma línea de pensamiento y
argumentación, lo que posibilita una contribución uniforme de todas las
personas vinculadas con el sistema penal: jueces, policías, ministerio público,
abogados en ejercicio, doctrinantes, etc.
5) Permite construir una ciencia total del derecho penal de orientación crítica, lo
cual es posible gracias al ingreso dentro de la estructura penal de
elaboraciones político-criminales y criminológicas; esto es, da cabida a un
derecho penal cambiante, crítico (en la medida en que el dogmático lo sea), en
la búsqueda de velar por las transformaciones sociales en beneficio de la
colectividad.
3) Se le critica la desviación del sistema del derecho penal sin tener en cuenta
sus repercusiones político-criminales, pues las disputas teóricas entre las
diversas concepciones permiten que se impongan soluciones en eventos
específicos aún a espaldas de ellas.
En primer lugar, el principio básico del nullum crimen sine lege es un punto de
vista rector para la categoría de la tipicidad en la tarea de interpretación y
sistematización con importantes consecuencias no solo para la interpretación
de los elementos típicos en particular, sino también para la diferencia entre los
delitos de acción y los consistentes en la infracción de un deber así como para
la teoría de la omisión, autoría, participación y dolo.
III. CRIMINOLOGÍA
A. EL CONCEPTO DE CRIMINOLOGIA
También afirma que “la Criminología es, como su nombre lo indica, la ciencia
del delito”.
Este autor intenta sintetizar, pues, con esta noción, la definición tradicional más
estricta (“investigación empírica del delito y de la personalidad del delincuente”)
y la definición más actual, amplia, de dicha ciencia, que coge también en su
análisis, “el conocimiento experimental científico sobre las transformaciones del
concepto de delito (criminalización) y sobre la laucha contra el mismo, el control
de la restante conducta social desviada, así como la investigación de los
mecanismos de control policiales y de la justicia.
Así mismo, han de evaluarse los avances tecnológicos que facilitan tanto la
comisión de delitos como también la lucha contra ellos, las estrategias
adoptadas o implementadas por gobiernos o autoridades con el fin de
combatirlos, y examinar hasta qué punto estas medidas han sido eficientes y
eficaces en el logro de ese objetivo.
Ahora bien, todo este estudio tiene como fin último servir de base a la política
criminal la cual no ha de ser simplemente una política legisladora en el sentido
de criminalizar o des criminalizar determinadas conductas o aumentar las
penas, o de política penitenciaria que se limite al endurecimiento de la forma en
que éstas con ejecutadas, una verdadera política criminal o criminológica, debe
tener como eje una política social en la cual se vele por disminuir las
diferencias y las injusticias sociales que en gran parte son factores
contribuyentes a la comisión de delitos.
Por su parte, los entes del Estado también han entendido que requieren de la
acción conjunta con la comunidad y han ido generando programas en los
cuales se permite su participación ya sea facilitando la forma de denunciar o
implementando planes de prevención. Así mismo, se han ido flexibilizando y
humanizando el contacto que tiene el ciudadano con las instituciones de
manera que se evite un segunda victimización y se genere confianza en las
mismas.
E. OBJETO DE LA CRIMINOLOGIA
La criminología, en sus inicios como ciencia, debido al signo científico con que
nace (el positivismo) se centró, casi en exclusiva, sobre el delincuente (fuese
como producto biológico o social). Su objeto era, pues, el delincuente y los
factores de su génesis. La Criminología contemporánea, impregnada de
sociologismo funcional, hace hincapié en la infracción o desviación en cuanto
tales, y en el control de las mismas.
Por ello, así como pueden diferenciarse diversos tipos de política criminal,
pueden también distinguirse diferentes tipos de dogmática y de dogmáticos:
Los hay que, colocándose en un determinado extremo, procuran justificar o
limitar sistemas penales autoritarios o totalitarios, sugiriendo las bases teóricas
o científicas para ello, como fue el caso, por ejemplo, de la conocida Escuela
de Kiel en la Alemania de la década de los treinta a raíz del nacionalsocialismo,
cuyos principales representantes (DAHM y SCHAFFSTEIN) optaron por un
derecho penal autoritario en lugar de un derecho penal liberal, planteando las
bases dogmáticas para ese tipo de Derecho penal. Por el otro extremo, en
cambio, se erige una dogmática penal con una ideología que podríamos
caracterizar de liberal y democrática, que pugna por una política criminal y un
sistema penal ampliamente respetuosos del hombre; que consideran a este
como una persona, como un fin en sí mismo, como ente o ser capaz y libre, el
que por ello constituye o debe constituir el centro de atención de todo quehacer
estatal. Conforme a esta concepción, el Derecho penal y todo el sistema penal
deben estar al servicio del hombre y no para servirse del hombre. A partir de
esos extremos, que por cierto en la actualidad no los hay puros, se han erigido
las figuras intermedias o eclécticas tanto político criminales como dogmáticas.
Por ello, el legislador, por una parte, y el juzgador, por otra deberán tener
cuidado sobre la construcción dogmática que tomen como base en el ejercicio
del ius puniendi que les corresponde para el cumplimiento de sus respectivas
funciones para que las medidas político criminales que resulten de ese ejercicio
sean las adecuadas a las exigencias del Estado de Derecho.
Por lo que hace a la función de la política criminal, esta puede comprender solo
medidas de carácter eminentemente preventivo o de índole represiva, o bien
las que cumplen una función mixta, tanto preventiva como retributiva;
pudiéndose, a su vez, observar la prevalencia de alguno o de otro tipo de
política criminal, según el carácter predominante de las medidas y distinguir
aquella que son de carácter penal y las de índole no penal.
V. VINCULACION ENTRE POLITICA CRIMINAL Y
CRIMINOLOGÍA
Me refiero a que desde una perspectiva que incluya a la Política criminal dentro
de la dogmática penal, es más factible caer en el error reduccionista de poner
tención sólo a los aspectos de la criminología que puedan ser más directa y
fácilmente reducidas a medidas de carácter penal, poniendo a la criminología y
sus aportes al servicio de una política meramente penal, lo que evidentemente
redunda en una infravaloración de las potencialidades de la criminología y en
un déficit de las medidas político criminales de carácter integral.
De lo expuesto líneas arriba se colige que tenemos una realidad violenta (de
parte de la delincuencia, la sociedad y las instituciones de control social), de
desigualdad económica, corrupción en las instituciones estatales y de
desconfianza de parte de la ciudadanía hacia las autoridades. No sé qué podrá
hacer el Estado, a través de las instituciones correspondientes, frente al avance
de la globalización como fenómeno complejo, de grandes cambios sociales,
económicos, culturales, políticos y jurídicos; y de la presencia más notoria –y
sofisticada- de la criminalidad organizada (el tráfico ilícito de drogas, caso
VRAE. En conclusión necesitamos construir una criminología que afronte de
manera crítica a la realidad descrita, propia de un país en vías de desarrollo,
que cuenta con un índice de pobreza de 31,3% (hasta el 2010) según las
Estadísticas del INEI y un alto índice de criminalidad e inseguridad ciudadana.
Una criminología que deberá tener en consideración nuestras peculiaridades
étnicas, lingüísticas, culturales, ecológicas, etc. Esto se logrará con las
disciplinas que se relacionan e integran la criminología, como la Sociología, las
ciencias económicas desde mi posición, que estudiaría todo lo que implica el
fenómeno monetario -incluido la globalización económica-, la desigual
distribución de la riqueza en nuestro país, entre otros factores; desigualdad
económica que se vería reflejado, de alguna manera, en el Informe Estadístico
del INPE, junio del 2012, donde se observa que el delito de más frecuencia es
el robo agravado (artículo 189º del Código Penal) y representa el 26% del total
de la población penal, siguiéndole el delito de tráfico ilícito de drogas con un
14% (artículo 296º, tipo base del Código Penal), siendo el primero, cometido
por personas de escasos recursos económicos (mayoritariamente); entre otras
disciplinas; claro, en este contexto de globalización, será necesario también
que se tome en consideración a la criminología comparada, que nos mostrará
otras realidades que contribuirán a la “construcción” de una auténtica, sólida y
útil criminología peruana. Dicha situación siempre se ha mantenido así, el
porcentaje más alto en el delito de robo (agravado).
Es por eso que hablamos de una sociedad de riesgo que a través de sus
propias creaciones como el avance de la tecnología, estas mismas pueden
convertirse en un riesgo para la comisión de delitos, siendo atentatoria o
afectando a una gran masa colectiva.
Es por esta razón que debemos de tratar ya no de una Política Criminal inerte,
estática sino una Política criminal dinámica donde no solo participe para
combatir la delincuencia los grandes poderes como son el Poder ejecutivo, y el
legislativo, en la que el estado le corresponde elaborar, formular y ejecutar un
PLAN NACIONAL INTEGRAL DE POLÍTICA CRIMINAL, sino también la
intervención de otros entes y de los propios ciudadanos Hay que precisar que
lamentablemente en nuestro país no existe ni ha existido una política criminal
adecuada que responda a un sistema integral de defensa y protección de los
bienes jurídicos de la sociedad, pues el tema de la política criminal ha estado
siempre ligado a necesidades coyunturales, debido a los grandes reclamos o
demandas por parte de los pobladores por la carencia de seguridad por parte
del Estado y siempre el Estado ha encontrado soluciones en el momento como
aumentando las penas en los delitos de mayor incidencia en la sociedad lo que
ha dado lugar a que no se logre la disminución de la delincuencia sino en
muchos casos el aumento de las mismas.
La Policía nacional así entendida es, por una parte, debe ser la mejor garante
de los derechos fundamentales, toda vez que es el primer agente que va
intervenir en la comisión de un delito y debe estar integrada directamente por
especialistas; Peritos y por otra, siendo profesional, técnica y científica en la
investigación de los delitos asegura una política sostenida de capacitación y
entrenamiento de su personal.
Para que exista una Política Criminal exitosa es necesario realizar auditorías de
personal, fortalecer y capacitar la Policía nacional a fin de reducir los elevados
índices de impunidad, que se presentan con mayor frecuencia en estas
instituciones.
Finalmente, podemos concluir que los fines de una política criminal son de
prevención y de erradicación, y que todos participamos en ella y esto se da por
la realidad que el País viene atravesando, el incremento de la delincuencia; así
como sus nuevas modalidades de delitos, donde resulta necesario que cada
uno prevenga y no esperar que el estado (poder ejecutivo) exclusivamente
asuma esta Función preventiva, en consecuencia todos participamos en la
Política Criminal del Estado.
MIR. PUIG, Santiago: “Derecho Penal Parte General”, 5ta. Edición, Barcelona
1998, Edit. Reppertor, 810 pp.