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Capitulo II El lugar eclesial y social de la cristologia La nueva imagen y la nueva fe no han surgido en todas partes, sino en lugares determinados, y tampoco la cristologia de la liberacién ha surgido en todas partes, sino, de hecho, en los lugares donde se ha dado la nueva imagen y la nueva fe. Esto muestra que se da una correlacién entre cristologia y fe realizada, pero muestra también que no todos los lugares son iguales para la elaboracién de la cristologfa, sino que algo hay en el lugar donde se hace que la orienta, 0 que la puede orientar, en una determinada direccién. Sobre esto queremos refle- xionar en este capitulo. 1. La problematica del “lugar” de la cristologia La cristologfa, para abordar a su objeto Jesucristo, debe tener en cuenta dos cosas fundamentales. La primera, y mds obvia, es lo que el pasado nos ha entregado acerca de él, es decir, textos en los cuales ha quedado expresada la revelacién; la segunda, menos tenida en cuenta, es la realidad de Cristo en el presente, es decir, su presencia actual en la historia a la cual corresponde la fe real en Cristo. Seguin esto, el lugar ideal de la cristologfa ser4 aquel donde mejor se puedan comprender las fuentes del pasado y donde mejor se capte la presencia de Cristo y la realidad de la fe en él. 1.1. El lugar teolégico y las fuentes de la revelacién La cristologfa tiene sus fuentes especfficas en la revelacién de 51 Dios, que ha quedado constatada en textos del pasado, cl NT en especial, y que es interpretada normativamente por el magisterio. Pareciera, pues, que el “lugar” de la cristologfa no serfa cosa im- portante, dado que ya hay fuentes de la cristologfa con anterio- ridad a cualquier lugar, o que éste no serfa decisivo, fungiendo a lo sumo como exigencia pastoral para aplicar a una situacién de- terminada la verdad universal ya expresada para siempre en el de- pésito de la fe, Desde este punto de vista, analizar el lugar teol6- gico, como lugar real actual, no parecerfa ser algo decisivo. Pero las cosas no son tan sencillas. Uno puede preguntarse por qué la “libertad” ha sido redescubierta en las cristologfas progre- sistas como esencial al evangelio, mientras esas cristologfas no han redescubierto la “liberacién”. Y puede uno preguntarse por qué la cristologfa latinoamericana ha redescubierto la liberacién que ha estado prdcticamente ausente en las cristologfas durante siglos', siendo asf que, seguin las dos instrucciones vaticanas, tam- bién la liberaci6n es “esencial” al mensaje del evangelio. La raz6n fundamental no est4 en que en América Latina existan mejores recursos técnicos para analizar las “fuentes” de la revelaci6n, sino en la misma realidad latinoamericana. La propia instrucci6n primera lo insintia, pues la aspiraci6n a la liberacién aparece con fuerza “sobre todo en los pueblos que conocen el pe- so de la miseria y en el seno de los estratos sociales deshereda- dos” (I, 1). En palabras de I. Ellacurfa, “su lugar propio de apa- recer es el de los miserables y desheredados y no el de los ricos desheredantes, quienes m4s bien propendfan a no ver y aun a oscurecer la justicia y la necesidad de liberaci6n’. Esto puede parecer obvio, pero es decisivo: se comienza a hablar de liberaci6n all4 donde hay inocultable opresién. Mas atin, en ese lugar y no en otro la liberacién se convierte en contenido estrictamente teolégico y, como tal, es redescubierto en la revela- cién. “Signo de los tiempos”, en sentido estricto —o cual expli- 1. L. Ellacuria, “Estudio teolégico-pastoral de la ‘Instruccién sobre algunos aspecios de Ia teologia de Ia liberacién", RLT 2 (1984). 2. Ibid. 150, 52 caremos més adelante—, la denomina I. Ellacurfa’, A este importante ejemplo pudieran afiadirse otros redescubri- mientos teolégicos fundamentales que se han hecho desde la rea- lidad latinoamericana: Ja parcialidad de Dios y de Cristo, la rea- lidad del antirreino contra el cual hay que anunciar el reino...; 0 revalorizaciones de cosas tenidas en cuenta en la cristologfa, pero no muy seriamente: el seguimiento de Jestis, las bienaventuranzas, la presencia de Cristo en los pobres... Lo que ahora interesa re- calcar, sin embargo, es el hecho en sf mismo; hay “lugares” donde se redescubren importantes realidades que estén en las “fuentes” de la revelacién, pero que han estado como sepultadas. Si esto es asf, no se puede distinguir adecuadamente “lugar” y “fuente” de la revelacién, ni admitir la necesidad de aquél s6lo por razones pas- torales. Por ello, I. Ellacurfa dice: La distincién no es estricta ni, menos atin, excluyente, porque de algiin modo el lugar es fuente en cuanto que aquél hace que ésta dé de sf esto 0 lo otro, de modo que, gracias al lugar y en virtud de él, se actualizan y se hacen realmente presentes unos determinados contenidos. Aceptada esta distincién, serfa un error pensar que bastarfa el contacto directo (aunque sea cre- yente y esté vivido en oracién) con las fuentes para estar en condicién de ver en ellas y sacar de ellas lo que es més ade- cuado para lo que ha de constituir la reflexién teolégica*. La conclusién para el quehacer cristolégico es que no es lo mismo uno u otro lugar para captar lo que los escritos del NT en general y los evangelios en particular dicen de Jests. Tanto la imagen del Cristo liberador como las imagenes alienantes antes analizadas se han basado en lecturas de los textos de la revelacién, y la raz6n fundamental para las diferentes lecturas ha sido el lugar desde el que se han hecho. 1.2, El lugar teoldégico y los signos de los tiempos Si el lugar es importante para que la cristologfa pueda leer sus 3. Ibid. 4. Conversién de la Iglesia al reino de Dios (San Salvador 1985) 168, 53

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