El Texto Sagrado.
Una historia de 6.000 años:
Su origen y transmisión, su corrupción y reconstrucción.
TRANSMISIÓN y CORRUPCIÓN del Nuevo Pacto
Causalidad de su origen y dominio
Antecedentes
El invento de Juan Gutemberg, la imprenta de
tipos movibles, produjo las más trascendentales
consecuencias para la cultura y la civilización
occidental. De allí en adelante, podrían
reproducirse copias de libros no sólo más rápida
y económicamente, sino también con un grado de
perfección hasta entonces nunca alcanzado por
cuanto excluía el rol de la personalidad en el
proceso de copiado.
Muy apropiadamente, la primera impresión
importante de Gutemberg fue una magnífica
edición de la Biblia. El texto era el de la Vulgata
Latina de Jerónimo y fue publicada en Maguncia
entre 1450 y 1456.
Durante los cincuenta años siguientes, no menos
de cien ediciones de la Biblia latina fueron
impresas por varias casas editoras. En 1488, la
primera edición del Antiguo Testamento
completo fue impresa en Lombardía, y antes del
1500, habían sido impresas miles de Bíblias en
varios de los principales idiomas vernáculos de
Europa occidental, tales como el bohemio,
francés, alemán e italiano, todas ellas basadas
siempre en el texto latino de la Vulgata.
Extrañamente, con excepción de algunos pasajes,
el Nuevo Testamento griego tuvo que esperar
hasta 1514 para ser impreso.
Dos razones se aluden para esta demora de casi
setenta años. La primera de ellas era lo difícil y
costoso que resultaba la producción de tipos
griegos de fundición necesarios para un libro de
considerables dimensiones. La segunda, y más
importante razón que demoró la publicación del
texto griego, fue sin duda el prestigio de la
Vulgata Latina. A partir del siglo XII, muchos
eruditos medievales, interpretando mal el
Prólogo de Jerónimo a la Vulgata, enseñaban
que las Sagradas Escrituras eran más confiables
en latín que en griego. De esta forma, las
traducciones en idiomas vernáculos no
derogaban la supremacía del texto latino del cual
devengaban; pero en cambio, la publicación del
TEXTUS RECEPTUS
Nuevo Testamento Griego ofrecía a cualquier
erudito conocedor de ambas lenguas una
herramienta con la cual podía criticar y corregir
la Biblia oficial de la iglesia católica.
Con el tiempo, sin embargo, en 1514, el primer
Nuevo Testamento Griego salió de una imprenta
católica como parte de una Biblia políglota.
Planeada en 1502 por el Cardenal Primado de
España, Francisco Jiménez de Cisneros, una
magnífica edición del texto hebreo, arameo,
griego y latino fue impreso en la ciudad
universitaria de Alcalá (Complutum). A pesar de
que el texto complutense fue el primer Nuevo
Testamento griego en imprimirse, no fue el
primero en ser publicado (esto es, puesto en
circulación). Tal fue la edición preparada por el
famoso erudito y humanista holandés Desiderio
Erasmo de Rótterdam.
El Textus Receptus
No se puede determinar exactamente cuándo
Erasmo decidió preparar la edición del
Testamento griego, pero durante una visita a
Basilea en agosto de 1514, discutió
(posiblemente no por primera vez) con el editor
Juan Froben, la posibilidad de publicar tal
volumen. Sin embargo sus relaciones parecieron
haberse roto por algún tiempo, en el cual Erasmo
consideró la posibilidad de imprimir su obra en
Italia. De hecho, se encontraba a punto de viajar
allí, cuando durante una visita a la Universidad
de Cambridge (1515), las negociaciones fueron
restablecidas. Fue entonces cuando a través de
Beatus Rhenanus (un mutuo amigo), Froben
importunó a Erasmo a fin de que se hiciera cargo
inmediatamente de la edición del Nuevo
Testamento griego. Sin duda Froben, habiendo
oído la salida inminente de la Biblia políglota
española, y percibiendo que el mercado estaba
listo para una edición del Nuevo Testamento
griego, deseaba capitalizar la demanda antes que
la obra de Jiménez fuera puesta en circulación.
La propuesta de Froben, que fue acompañada por
la promesa de pagar a Erasmo tanto como
cualquier otro pudiera ofrecer por el trabajo,
aparentemente llegó en el momento oportuno.
Habiendo ido nuevamente a Basilea, en julio de
1515, Erasmo esperaba encontrar algunos
manuscritos griegos suficientemente buenos
como para enviarlos a imprimir juntamente con
su traducción del Nuevo Testamento al latín, en
la cual había venido trabajando intermitentemen-
te desde antes de 1500.
La edición crítica de la Vulgata, juntamente con
el comentario de la obra de Jerónimo, había
constituido la pasión de Erasmo desde su
juventud. Desde el tiempo en que la obra de
Valla (Annotationes) había dirigido su atención
al criticismo textual de la Vulgata (1505-1506),
Erasmo había realizado una nueva traducción del
Nuevo Testamento al latín, que difería
notablemente de la Vulgata. Él comprendió
entonces que, juntamente con su traducción
latina, era indispensable publicar el texto griego
en paralelo, de manera que justificara sus
enmiendas a la Biblia oficial de la iglesia
católica. En numerosas declaraciones Erasmo
demuestra claramente que lo que defendía no era
el texto griego sino su nueva traducción latina. A
un cierto punto de su Apología, él afirma: ...el
texto griego ha sido añadido (¡!) de manera que
el lector se pueda convencer de que la
traducción latina no contiene innovaciones
temerarias, sino que está basada sólidamente.
Aunque es claro que para Erasmo el texto griego
estaba subordinado a su traducción latina, no
obstante, para el momento de la impresión, pudo
comprobar con disgusto que los únicos
manuscritos griegos disponibles requerían de
cierto grado de enmienda. Con pasmosa
liberalidad, antes de entregarlos, Erasmo corrigió
en los mismos manuscritos y los dio para que
fueran utilizados como... ¡borradores de
impresión!
El trabajo comenzó el 2 de octubre de 1515 y, en
un tiempo extraordinariamente corto (1 de marzo
de 1516), la edición entera había sido concluida
en un gran volumen folio de aproximadamente
mil páginas. Debido al apresuramiento de la
producción, el volumen contiene cientos de
errores tipográficos. Al respecto, el editor
Scribener declaró:¡...es el libro con más errores
que he conocido! Y más tarde, el propio Erasmo
declaró que el libro había sido rejuntado antes
que editado...
Sin embargo, en su dedicación al Papa León X,
Erasmo no duda en afirmar: ...He percibido que
aquellas enseñanzas que son nuestra salvación,
tenían que obtenerse de la forma más pura y
vívida, en la fuente misma del manantial, y ser
extraídas de allí, en lugar de estanques y
acequias. Y por ello he revisado todo el Nuevo
Testamento (latino) comparándolo contra el
griego normativo original.
Los manuscritos que Erasmo se atrevió a
calificar como originales, son: Del siglo XII, el
Códice 1 (Evangelios, Hechos y Epístolas); el
Códice 1 (Apocalipsis, menos la última página);
el Códice 2 (Evangelios) y el Códice 2 (Hechos y
Epístolas); y del siglo XV, el Códice 4 (Hechos y
Epístolas) y el Códice 817 (Evangelios).
En resumen, la edición de Erasmo se basó en no
más de media docena de manuscritos minúsculos
del siglo XII y XV. El más antiguo y mejor de
ellos, códice I (un minúsculo del siglo X, que
concuerda en muchas partes con el texto Uncial
antiguo), fue el que Erasmo menos utilizó, pues...
¡temía acerca de sus posibles errores!
Tal tipo de texto griego fue el primero en ser
impreso y puesto en circulación; y junto con sus
subsecuentes ediciones llegó a ser ampliamente
difundido, reconocido y aceptado como el texto
normativo de la iglesia protestante, y llegó a ser
famoso por su nombre de Textus Receptus,
término latino proveniente del prefacio en la
edición de 1633: Textum ergo habes, nunc ab
ómnibus receptum, in quo nihil immutatum aut
corruptum damus (Por tanto, Ud. [querido
lector] tiene ahora el texto recibido por todos,
dentro del cual no presentamos nada cambiado o
corrompido).
Por cuanto Erasmo no pudo conseguir ni un solo
manuscrito que contuviera el Nuevo Testamento
completo, utilizó varios para las distintas partes
del mismo. Para la mayoría del texto se basó en..
¡dos! manuscritos, más bien inferiores, de una
librería monástica de Basilea. Uno, de los
Evangelios y otro, de Hechos y Epístolas, ambos
con fecha del siglo XII. Erasmo comparó los
manuscritos con dos o tres de los mismos libros,
y aunque sea difícil de creer, corrigió
ocasionalmente para el impresor bien al margen
o entre líneas del mismo manuscrito griego. Para
el libro de Apocalipsis, no tenía sino un
manuscrito, también del siglo XII, que había
tomado prestado de su amigo Juan Reuchlin, y al
cual desafortunadamente le faltaba la última hoja
que contenía los últimos versículos del libro
(22.16-21). Para estos versículos, lo mismo que
para otros pasajes del libro (en donde el texto del
manuscrito griego de Apocalipsis y el
comentario adjunto están tan mezclados que
resultan indistinguibles), Erasmo dependió de la
Vulgata Latina, traduciendo del latín al griego.
Como es de esperar de tal procedimiento, se
encuentran aquí y allí lecturas del griego propio
de Erasmo, que nunca han sido halladas en
ningún manuscrito griego conocido, pero que
han sido perpetuadas hasta el día de hoy. Incluso
en otras partes del Nuevo Testamento, él
introdujo citas tomadas de la Vulgata Latina que
tampoco aparecen en ningún manuscrito griego.
Tal es la interpolación conocida como el Comma
Johanneum (1Jn.5.7-8). La iglesia católica
presionó fuertemente para que se incluyera esta
glosa, ante lo cual Erasmo aceptó si el pasaje era
hallado tan sólo en un manuscrito griego. Al
poco tiempo, la evidencia apareció
oportunamente, aunque hoy se sabe que el
manuscrito fue producido expresamente en 1520
por un monje franciscano llamado Froy.
Así, el Comma fue insertado en el Textus
Receptus aun cuando el pasaje no está registrado
en ningún manuscrito griego del Nuevo
Testamento.
La obra de Erasmo de Rótterdam, fue editada
cinco veces, y más de treinta ediciones fueron
realizadas sin autorización en Venecia,
Estrasburgo, Basilea, París y otros lugares.
Subsecuentes editores tales como Melchiore
Sessa, Robert Estienne, Teodoro Beza, los
hermanos Buenaventura y Abraham Elzevier, a
pesar de haber realizado un número considerable
de alteraciones arbitrarias, reprodujeron vez tras
vez esta adulterada forma de base textual griega,
asegurándole una preeminencia tal, que la iglesia
protestante lo llegó a aceptar como el "texto
normativo" del Nuevo Testamento.
El Textus Receptus ha resistido durante casi
quinientos años el ser desplazado a favor de la
verdadera Base Textual Griega, y hoy, bajo su
nuevo nombre de Texto Mayoritario, sigue
obstaculizando el camino de todo esfuerzo por
restaurar la genuina Palabra de Dios.
Desiderio Erasmo de Rótterdam.
Perspectiva psico-histórica*
Introducción
Es preferible el escándalo a la ocultación de la verdad…
Hasta antes de la publicación en 1881 de El
Nuevo Testamento en Griego Original, obra
trascendental de Westcott y Hort, el Textus
Receptus había servido como base para
traducción a la mayoría de los idiomas
vernáculos de Europa. Tan supersticiosa y
pedante ha sido su inmerecida reverencia, que los
intentos por criticarlo o enmendarlo han sido
considerados como un sacrilegio; todo esto a
pesar de que su base textual es esencialmente un
manojo de manuscritos tardíos escogidos al azar
y, por lo menos en una docena de pasajes, su
lectura no está respaldada por ningún manuscrito
griego conocido hasta el presente.
En el marco de tales acontecimientos ¿cómo
justificar el éxito y dominio del Textus Receptus?
Resulta difícil explicar cómo un libro con tantos
errores pudo alcanzar tal prestigio. Dentro de la
lógica más elemental, el Textus Receptus debió
haber sido relegado a lo que en verdad es, a
saber, un rotundo fracaso editorial. Es evidente
que los acontecimientos históricos envueltos en
su publicación lo exhiben como una recolección
arbitraria y apresurada de no más de media
docena de manuscritos tardíos, mezclados y
plagados de los errores que acumularon catorce
siglos de copiado manuscrito. Sin embargo, este
inmerecidamente llamado Textus Receptus
resiste con fuerza inusitada ser desplazado en
favor de la verdadera Palabra de Dios. ¿Por qué?
La respuesta a esta paradoja reviste una
importancia tal, que para explicar razonable-
mente su causalidad, será necesario realizar una
retrospectiva psico-histórica; es decir, el perfil
que surge de la relación entre los hechos
históricos de la obra y la psicología de su autor.
Inicios
La vida de Erasmo tuvo un comienzo trágico: la
circunstancia de su nacimiento, la cual llegaría a
ser su más grande y secreta aflicción.
Originalmente, su nombre Geert Geertsz, fue
latinizado según la costumbre de la época por
Desiderius Erasmus, palabras que significan
deseado y amable respectivamente.
Él mismo tuvo dudas acerca del año de su
nacimiento, si acaso fue en 1466 o 1467; también
le era dudoso su lugar natal, si Gouda o
Rótterdam. Todo lo que Erasmo recuerda como
joven fue que él, y Pedro, su hermano mayor,
resultaron ser, no solo hijos ilegítimos, sino
también incestuosamente engendrados, de un
monje católico llamado Rogerius Gerardus.
Cuando más tarde, Erasmo llegó a comprender
las tristes circunstancias de su nacimiento, se
volvió particularmente sensible acerca de sus
orígenes, y se esforzó más en ocultar el secreto
que en revelarlo.
A los nueve años de edad fue trasladado a la
ciudad de Deventer, asiento del Monasterio de
los Hermanos de la Vida Comunitaria, una orden
sacerdotal orientada hacia el misticismo y el
ascetismo. Erasmo desarrolló allí su pasión por el
latín y por la escritura de cartas, las cuales
constituyen la fuente de sus íntimas revelaciones
y confesiones. En ausencia de amigos o parientes
cercanos, y alejado de su padre y madre, Erasmo
estableció mediante sus misivas un profundo y
continuo diálogo consigo mismo.
Antes de cumplir los 16 años su madre había
muerto, y su padre la siguió muy pronto. Desde
entonces, los tutores de Erasmo lo separaron de
su hermano y lo enviaron a Hertogenbosch, un
monasterio de monjes agustinos donde fue
educado bajo la severa vida monástica que exigía
una disciplina de total sujeción de la mente y del
cuerpo.
Indudablemente, esta forma de vida constituyó
un inicio infeliz en la juventud del joven Erasmo,
quien ya venía padeciendo el estigma de su
nacimiento.
El mismo año en que los judíos fueron
expulsados de España, y descubierta América,
Erasmo fue ordenado sacerdote en la orden
Agustina de San Gregorio, cerca de la ciudad de
Gouda. Allí había sido introducido al estudio de
los Padres de la iglesia y de los clásicos griegos,
y fue entonces donde comenzó a germinar su
conflicto interno para escoger entre la carrera
religiosa o secular. Decidido por esta última,
obtuvo la dispensa provisional de sus votos por
parte del Papa Julio II, y así, en los próximos
años, vemos a un Erasmo en constante procura
de puestos que le permitieran obtener seguridad
económica.
En 1494 trabajó como secretario de latín del
Obispo de Cambrai, donde conoció a Jaime
Battus, quien actuaba como profesor en ese
mismo lugar y con el cual llegaría a tener unas
relaciones bastante escabrosas.
Viendo el Obispo que su protegido estaba
insatisfecho por la muy poco intelectual vida de
la corte, obtuvo para él una beca que le permitió
mudarse a París a estudiar teología en la
Universidad de Montaigú. Sin embargo, tampoco
allí pudo soportar las incomodidades y la
abstinencia de la vida universitaria. Se sublevó
contra ella y escapó regresando a Holanda. Al
poco tiempo, no obstante, regresó a París, mas no
a la universidad.
Viajes y personajes
Como vino a ser parte de su vida en los años
sucesivos, Erasmo comenzó a tratar de sobrevivir
buscando mecenas que respaldaran la economía
de su licenciosa y desordenada vida. Fue para ese
tiempo que Erasmo solicitó a su amigo Battus
que tratara de relacionarse íntimamente con una
cierta acaudalada dama de la nobleza, Lady Ann
Boosselen, a fin de que él (Erasmo) pudiera
obtener una pensión de parte de ella. Como
veremos más adelante, al no consentir en tal
solicitud, la amistad con Battus terminó en
recriminaciones y frustraciones.
En ese tiempo Erasmo había logrado persuadir a
un ex alumno suyo, el barón de Montjoy, para
que lo presentara a los humanistas ingleses John
Colet y Tomas Moro; y así, viajó a Inglaterra
adonde permaneció durante un año. Estos dos
hombres ejercieron una influencia positiva en
Erasmo y lo alentaron para que continuara sus
estudios de literatura sagrada y los clásicos
griegos.
Durante su estadía, Erasmo había logrado ahorrar
algún dinero, pero en su regreso a París la aduana
le confiscó sus ahorros por cuanto no estaba
permitido a los extranjeros sacar dinero de
Inglaterra. Nuevamente Erasmo tenía que
enfrentarse con la incertidumbre de la pobreza.
Esta constante tragedia se hizo patética en su
estilo de vida: parecía estar destinado a ser el de
un eterno peregrino a la caza de un estipendio, un
vagabundo intelectual, al cual, según sus propias
afirmaciones, el mundo le debía manutención. El
espíritu de mendicidad había aflorado. A cambio
de dinero, en París le dedicó escritos a Montjoy,
escribió devocionales para Lady Ann y su hijo, y
a otro dedicó una colección de proverbios de los
autores clásicos.
Para ese entonces se desató la plaga en Europa y
Erasmo huyó a Orleáns. Dos años más tarde
regresó a la universidad de Louvain cerca de
París, donde rechazó una posición como
profesor. Su inestable alma volvió a dirigirlo a
los consejos de sus amigos ingleses. Deseaba
dedicarse enteramente al estudio de los padres de
la iglesia, Orígenes y Crisóstomo, y
particularmente la vida y obra de Jerónimo.
En el otoño de 1505 regresó a Inglaterra donde
conoció a muchas personalidades entre las cuales
estaba Baptista Boherio, médico de Enrique VIII.
Éste solicitó a Erasmo que acompañara a sus dos
hijos a Italia; y así, un año más tarde, Erasmo se
encontraba en Roma; y en tanto atendía a los
pequeños en Bolonia, obtuvo su doctorado en
divinidad en la Universidad de Turín.
Desde allí comenzó a negociar con Aldus
Manutius la edición de su libro Chiliades
Adagiorum que finalmente publicó en Venecia
en el año 1508. Posteriormente, trabó amistad
con Alexander Stuart, hijo de Jaime IV de
Escocia, y bajo su patrocinio, viajó con él por
toda Italia, pero cuando Stuart regresó a
Inglaterra, Erasmo se encontró nuevamente sin
recursos económicos.
Para ese tiempo, sin embargo, apareció
oportunamente su amigo Montjoy, y nuevamente
lo invitó a ir a Inglaterra. Erasmo aceptó el
ofrecimiento y durante tres años fue huésped de
Tomás Moro. Fue en casa de esta generosa
familia inglesa donde Erasmo escribió su Elogio
a la locura.
En 1514 partió de Inglaterra hacia Basilea a fin
de supervisar sus trabajos del Textus Receptus
con el editor Juan Froben. En esos momentos,
Erasmo recibía fuertes presiones por parte de
Roma para regresar a su anterior vida monástica.
Sin embargo, él había venido solicitando la
dispensa permanente, alegando que las graves
circunstancias de su nacimiento podían
comprometer la moral de la iglesia católica. Este
hecho había marcado tan profundamente la
personalidad de Erasmo que lo hizo solicitar la
ayuda personal del Papa León X; quien en una
carta al notario del Vaticano, le comenta: él
(Erasmo) se debate en el defecto de su
nacimiento, por haber sido concebido mediante
una relación sexual ilícita, y mucho se teme,
incestuosa y prohibida.
Mediante tan dramáticas confesiones, Erasmo
finalmente logró obtener su anhelada libertad, y
le fue concedida la dispensa permanente de sus
votos. De allí en adelante podría vivir sin cargos
de conciencia en el mundo pagano del
humanismo. En agradecimiento dedicó al Papa
León X la primera edición de su Nuevo
Testamento Greco-Latino.
Después de algunos cortos y repetidos viajes a
Inglaterra y Alemania, y siempre rodeado por
una corte de amigos y humanistas de la época; se
estableció en Basilea, y haciendo de esa ciudad
su centro de publicaciones, viajó en los años
subsiguientes a Holanda, donde aceptó el cargo
de consejero del rey Carlos.
Posteriormente regresó a la universidad de
Louvain para trabajar en el Colegio Trilingüe,
escuela de artes de corte liberal, en donde se
enseñaba griego, latín y hebreo (aunque esta
última nunca llegó a ser su lengua favorita).
En 1529 Juan Froben murió, y el triunfo de la
reforma en Basilea hizo que Erasmo tuviera que
exiliarse en la ciudad de Freiburg, donde vivió
por seis años. En 1535, cansado y enfermo,
regresó a Basilea, donde murió en Julio de 1536.
Así terminó la vida de este hombre que, como un
alquimista, trató de ofrecer al mundo su
propuesta en una absurda mezcla de clasicismo
griego, humanismo, y cristianismo católico
romano.
¿Príncipe del Humanismo?
Pero la historia del hombre no consiste sólo en el
registro de sus acciones externas, con las que
para lo bueno o malo contribuye; sino también en
conflictos internos que germinan y
progresivamente lo elevan o carcomen, y lo
conducen a tomar decisiones impredecibles.
Siendo lo que es, un ser psico-físico, el hombre
puede sentirse por momentos lleno de júbilo o
prisionero de temores, de los cuales no puede
escapar.
De allí que la observación psicológica de
acciones y expresiones registradas en la historia,
permiten reconocer al hombre por lo que en
verdad es: un ser lleno de emociones complejas.
Es necesario, entonces, desentrañar en la
personalidad del hombre la realidad de la ficción.
Lo que en la historia denominamos mito, no es
sino la falla humana en comprender la historia o,
a causa de intereses prejuiciados, la presentación
de hechos convenientemente distorsionados. La
tragedia de todo esto es que es casi imposible
destruir un mito, especialmente cuando éste tiene
cientos de años de antigüedad.
Sin embargo, en este caso, el cronista imparcial
tiene a mano un profuso e inobjetable registro
histórico. Por su mismo testimonio, sabemos que
Erasmo escribió más de tres mil cartas, lo cual,
unido a su profusa obra literaria, permite
desentrañar los rasgos de su verdadera
personalidad. Los resultados son en verdad
reveladores, pues mediante su propia pluma, es
posible determinar la escala de sus valores
humanos ante la lealtad, la amistad, y de manera
muy particular, ante los judíos.
Es verdad que los historiadores modernos
encuentran gran deleite al leer a Erasmo.
Indudablemente él fue un hombre de gran talento
en la construcción de la fraseología latina.
Además, sus críticas alcanzaban a todos; desde
campesinos hasta Papas, desde herejes hasta
judíos, Erasmo se complacía en ridiculizar a
todos. Todos eran blanco de sus ingeniosas
ironías, de manera tal que en su literatura,
hallamos distracción casi para todos, y
dependiendo de la máscara de cada quien,
ocasionalmente hasta podemos llegar a sonreír
ante la agudeza de su ingenio.
Pero aquello que historiadores y literatos han
definido equívocamente como humor erasmiano,
no es otra cosa que sarcasmo mordaz; y reviste
cierto aire de tragedia pues invariablemente está
dirigido contra alguien, su sarcasmo siempre
dirigido para herir a otro. Erasmo nunca se ríe de
sí mismo; nunca hace bromas acerca de sus
propias flaquezas, sino que, con un sentido de lo
absurdo, su pluma demuestra una personalidad
que se expresa casi permanente en tono de burla.
La invariable mordacidad con que Erasmo se
dirige a sus destinatarios parece proporcionarle
un gozo que deriva del sufrimiento ajeno; una
complacencia sádica al ver sufrir a otros. Tal es,
en esencia, la naturaleza de este humor. En
Erasmo no hay sentimientos de culpa,
arrepentimiento o siquiera remordimiento por
haber herido o destruido a otros; al contrario, sus
invectivas parecen crear en él una especie de
satisfacción psíco-física cuando alcanzan el
blanco deseado. Éste, como todo otro tipo de
sarcasmo, evidencia sentimientos de prejuicios y
odio, y es una de las mejores luces que ilumina el
espejo del alma.
Compilador y escritor compulsivo, Erasmo fue
visto por muchos de sus contemporáneos como
un hombre irritable, neurótico, servil y
pedigüeño; infiel ante la amistad (como el caso
de Reuchlin), celoso ante sus competidores
(como en el caso de Lutero), indeciso ante
eventos de trascendencia (como en el caso de la
Reforma), ambivalente respecto a sus propios
sentimientos... poseedor de pasiones
inconfesables, pero aún así, confesas (como en el
caso de los judíos).
Pero lo que más llama la atención y mueve a
perplejidad en este asunto, es la laxitud con que
la mayoría de los historiadores han considerado
la evidencia manuscrita respecto a Erasmo, que
de manera obvia, muestra su carácter y su
personalidad. Cuando uno considera todo el
inobjetable testimonio, es difícil aceptar las
consideraciones que justificaron el otorgamiento
del pomposo título Der Humanisten-Fuerst (El
Príncipe del Humanismo).
La Reforma
Durante cierto tiempo de su vida, Erasmo se vio
enfrentado con la más grande revolución de la
época: la Reforma. Al principio simpatizó con el
movimiento y no le importó mucho que Lutero
tratara de reformar a la madre iglesia desde su
interior, sin traumas externos ni disturbios
religiosos. Sin embargo, el extremismo y la
agresividad de Lutero pronto llegó a disturbar la
delicada sensibilidad del humanista, para quien
la verborrea del reformador le parecía irritante y
desestabilizadora. Tal situación empeoró cuando
Lutero, a solicitud del grupo de humanistas que
lo respaldaban (encabezado por Melanchthon),
trató de ganarlo para su causa urgiéndole que se
comprometiera con la Reforma. Esto produjo
ipso facto el total alejamiento de la causa por
parte de Erasmo, quien para esos momentos
estaba alcanzando la cumbre de su fama en
Europa y era catalogado como una de las
personalidades más educadas de su tiempo.
Lutero, por su parte, quien se calificaba a si
mismo como pobre e ignorante, había desafiado
abiertamente la autoridad del Papa con sus
publicaciones, y abierto así una brecha que
marcaba su alejamiento definitivo de Roma. En
1520, una bula papal fustigó fuertemente a
Lutero, a la cual éste respondió con sus
Aserciones, escrito que, entre otros temas,
negaba el libre ejercicio de la voluntad humana
para alcanzar salvación (libre albedrío).
Erasmo, que aborrecía tomar partido entre la
ortodoxia católica y la reforma luterana (y por
ello había declinado una invitación como docente
de la Universidad Complutense), se mudó de
Louvain a Basilea tratando de evitar la
controversia. Sin embargo, el nuevo Papa,
Adriano VI, condiscípulo de Erasmo, lo presionó
para que fuera a Roma a fin de tomar acciones al
respecto. Erasmo exhibió su habitual neutralidad
justificándose a causa de su frágil salud, al
tiempo que expresaba su convicción por el logro
de un armisticio entre Roma y los reformadores
mediante la conformación de un jurado de
eruditos independientes (él incluido), capaces de
resolver satisfactoriamente la conmoción
europea.
Lutero, sarcásticamente, aconsejó a Erasmo no
involucrarse en el asunto para no disturbar así
“su amor por la paz”. Irritado, Erasmo replicó
que mucho se temía que el poder de Satanás
podía estar engañando a Lutero; y como
respuesta, obedeciendo tanto a presiones externas
como a su convicción (al menos no seré acusado
de abandonar el Evangelio a las pasiones de los
hombres), Erasmo escribió de una sola vez su
Diatribe seu collatio de libero arbitrio (Discurso
sobre el libre albedrío), tratado clásico contra
Lutero que apareció en Basilea en Septiembre de
1524.
El libro produjo la inmediata respuesta De servo
arbitrio; obra magistral de Lutero donde
categóricamente vuelve a negar el ejercicio del
libre albedrío en relación con la salvación del
hombre. La respuesta del reformador terminó de
alterar la paz de Erasmo y tuvo como resultado
su Hyperaspistes Diatribae adversus servu-
marbitrium M, Lutheri (1526-1527) donde
fustigaba duramente al adversario tildándolo de
destructor de todo el orden y la armonía civil,
religiosa y cultural de Europa.
En ese mismo volumen, Erasmo explica
detalladamente su concepción del “humanismo
cristiano” y su “teología humanística” que puede
expresarse en el siguiente postulado: En este
aspecto, por libre albedrío, nosotros entendemos
el poder de la voluntad humana mediante el cual
el hombre puede aceptar o rechazar aquello que
lo conduce a su salvación eterna.
Lutero, en cambio, presenta al hombre como un
ser totalmente inútil que, de no ser por la sola
gracia de Dios, es incapaz de hacer nada, excepto
continuar pecando. Toda la obra envuelta en la
salvación del hombre, de principio a fin, es de
Dios. Totalmente comprometido con su
propuesta de que solo la fe puede libertar, Lutero
muestra un interés exclusivo en la gracia de Dios
como única esperanza del Evangelio que
concierne al común del pueblo; en tanto que
Erasmo, bajo influencia de Platón, representa y
dignifica el esfuerzo humano en la búsqueda de
virtudes teológicas e intelectuales acordes con el
florecimiento de la era moderna. Es decir, el
énfasis de una cristiandad aristocrática basada
en la excelencia del intelecto.
El gran duelo nunca llegó a resolver el contro-
versial problema sobre el libre albedrío, y aún
hoy sus protagonistas simbolizan dos posiciones
irreconciliables que mantienen dividida la base
del cristianismo.
Terminada la diatriba, y paralelamente con su
decisión de adversar a la Reforma, las cosas
parecieron mejorar para Erasmo. Recibió el
nombramiento como rector de Deventer
juntamente con la considerable suma de seis-
cientos ducados, y una serie de ofrendas y
legados que finalmente le permitieron una vida
cómoda y sin distracciones para su trabajo de
escritor.
Para ese tiempo, en una de sus famosas Cartas
de Cambridge, escribía a Miguel Servet: “...en
Inglaterra no hay obispo que no esté complacido
al recibir mis salutaciones o que no me reciba
como huésped o miembro de su casa. El mismo
rey, luego de la muerte de su padre, mientras yo
estaba en Italia, me escribió una muy amorosa
carta de su propia mano, refiriéndose a mí con
mucho afecto y respeto, tanto como cualquier
buen amigo pudiera hacerlo, y en todo momento
en que espero ser recibido por él, lo hace con
gran amabilidad y su atención hacia mí es con
tales miradas de amor, que uno puede darse
cuenta que sus sentimientos no son menos
favorables que sus palabras. La reina ha tratado
que acepte ser su preceptor, y todo el mundo
sabe esto, de manera que si decido vivir un
tiempo en la corte del rey, podría tener tantos
beneficios como quisiera, pero no dejo que nada
interfiera con mis placeres y mis labores de
estudio”.
Erasmo y la amistad
Otro rasgo negativo de la personalidad de
Erasmo era su inconsistencia frente al concepto y
exigencias de la amistad. En este aspecto, el
mejor ejemplo lo constituyen los hechos que lo
involucraron con quien según Erasmo era su
mejor amigo: Juan Reuchlin (1455-1522).
De mentalidad amplia e incisiva, Reuchlin era
considerado a la sazón el más apreciado
humanista de Alemania; era un hombre benigno
y honesto. Erasmo lo sabía, y lo envidiaba. Bajo
la influencia del erudito hebreo Jacobo Loens,
Reuchlin había llegado a ser el principal
hebraísta de Alemania, dominando el idioma
igual que un sabio maestro del Antiguo
Testamento. Al referirse a la lengua hebrea, el
registro de sus palabras suenan como una
confesión del profundo afecto y veneración que
sentía por ella: “El lenguaje hebreo es simple,
incorrupto y sagrado; terso, y sin embargo,
vigoroso. En él Dios conferencia con los
hombres y con los ángeles, sin intérpretes, cara
a cara... tal como un amigo conversa con otro”.
Como erudito del idioma hebreo, Reuchlin,
quien ostentaba varios títulos honoríficos, había
abogado a favor del estudio del hebreo para la
difusión científica de la fe cristiana. Para el año
1509, había sido designado para investigar
imparcialmente el contenido de ciertos textos
hebreos, supuestamente heréticos, incautados por
la inquisición para ser quemados. Al aceptar el
encargo, Reuchlin no sólo tenía entre manos un
caso donde peligraba la existencia misma de la
literatura hebrea en Alemania (sólo en Frankfurt
los dominicos habían confiscados más de mil
quinientos volúmenes), sino de vida o muerte,
pues, juntamente con los libros, los inquisidores
generalmente quemaban en la estaca a sus
propietarios.
Afortunadamente para los judíos, Reuchlin no
compartía las sangrientas aberraciones teológicas
de los monjes dominicos, sino que poseía la
clásica prospección pacífica del hombre que de
continuo trata de alcanzar sabiduría.
En una de las obras incautadas, el Talmud,
Reuchlin había podido apreciar en sus siglos de
antigüedad la acumulación del inmenso tesoro
del pensamiento racional y científico judaico, en
manera alguna inferior a las obras clásicas
griegas, latinas o alemanas; y así, concluyó: Si el
Talmud fuera merecedor de condenación tal, ya
nuestros ancestros de cientos de años atrás, cuyo
celo por el cristianismo era mucho mayor que el
nuestro, lo hubieran quemado... las personas que
insisten en quemarlo, probablemente lo desean
por razones personales.
 La alusión era muy clara; con estas palabras
acusaba a los dominicos de conspiración. Y no
solo esto, sino que Reuchlin recomendó que
todos los escritos sagrados incautados fueran
devueltos a los judíos, y hasta se atrevió a
proponer que en todas las universidades de
Alemania se establecieran cátedras del idioma
hebreo dictadas tanto por eruditos cristianos
como por rabinos... ¡y esto en 1510!
Reuchlin había sustentado su defensa en dos
puntos ideológicos: el primero, que los judíos
residentes y miembros del Santo Imperio
Romano debían ostentar los mismos plenos
derechos como ciudadanos; y segundo, que los
judíos no debían ser tratados o considerados
como herejes, por cuanto ellos se encontraban
totalmente afuera de la fe cristiana y, por tanto,
más allá del alcance jurisdiccional eclesiástico.
Lógicamente, la reacción no se hizo esperar, y
de inmediato (representados por un judío
convertido llamado Pfefferkorn), los dominicos
acusaron a Reuchlin ante la corte por los graves
delitos de herejía, favoritismo a los judíos, e
insultos a la madre iglesia; y, de no haber sido
porque la opinión pública se levantó contra tales
acusaciones, los inquisidores no hubieran dudado
en quemar a Reuchlin en la estaca.
Así, en ese tiempo, Alemania se vio dividida en
dos campos antagónicos: por una parte, el eje del
oscurantismo medieval con los dominicos, y por
la otra la floreciente época del renacimiento con
los humanistas y sus aliados.
Al principio de la controversia, Erasmo también
se unió con entusiasmo al coro de humanistas,
pero cuando los ataques comenzaron a
acumularse, cuando el problema comenzó a
“calentarse”, cuando las invectivas comenzaron a
dirigirse directamente contra él, naturalmente no
quiso tener …nada que ver con todo aquel
enojoso y comprometedor asunto.
No obstante, aunque el caso de los dominicos ya
había sido echado de lado por la opinión pública
mucho antes que Roma emitiera su veredicto, los
judíos se volvieron aprensivos en torno al asunto,
pues por sus largas y tristes experiencias, sabían
que no pasaría mucho tiempo sin que toda esa
guerra entre cristianos se habría de volver contra
ellos. Y tenían razón. Erasmo de Rótterdam fue
el encargado de avivar las llamas del odio contra
los judíos, y por implicación, claro está, contra el
defensor de ellos, su “buen amigo” Reuchlin.
En realidad, no era que Erasmo deseara verse
involucrado, o que estuviera ansioso por contraer
una disputa; pero se vio arrastrado por una fuerza
más poderosa de la que él esperaba. La disputa
en cuestión comprendía el valiente esfuerzo de
Reuchlin por salvar toda la literatura hebrea que
las fuerzas hostiles de la inquisición habían
confiscado y estaban amenazando con quemar
públicamente. Esta amenaza propuso un reto
tremendo para la sociedad humanística. Pocos
años antes de la Reforma, Erasmo había abogado
a favor de la libertad de palabra, libertad
académica y el derecho del hombre a escoger su
propio círculo de amigos sin ser tachado o
asociado como hereje por la iglesia.
Pero el caso de Reuchlin le había creado un
dilema: Si el humanismo significaba la libertad
de investigar las fuentes del pasado, los clásicos,
y la antigüedad ¿cómo era posible que cualquier
humanista se opusiera al estudio del hebreo?
Expresaba la cultura de Jesús y Su relación con
la ley de Moisés, los Salmos y los Profetas. Un
hombre como Reuchlin había comprendido
plenamente que la lectura erudita de los
originales hebreos podía ser de gran provecho a
la causa de la cristiandad. Igualmente, el caso
estaba relacionado con aspectos morales. ¿Cómo
podía, una religión que predicaba el amor y la
compasión aún hacia los enemigos, que sostenía
los principios de la libre educación e
investigación, denigrar con la misma lengua a un
pueblo que había sufrido siglos de persecución
por causa de la misma Escritura que les había
dado conocimiento, fuerza y consuelo, así como
abundancia de amor hacia Dios y hacia la
humanidad?
¿Dónde estaba Erasmo? ¿Cuál era su posición?
¿Optaría acaso por el humanismo, o por el
oscurantismo? En la diatriba, ¿sería héroe o
cobarde?
Y aún existen otras preguntas que debemos
hacerle a Erasmo. ¿Acaso él, consistente y
enérgicamente en algún momento se levantó en
defensa de los principios morales y científicos
que estaban comprometidos? ¿Demostró ser
amigo de Reuchlin y lo defendió cuando éste se
encontraba solo contra la jerarquía ortodoxa o la
inquisición? Y por cuanto esta lucha por la
libertad del humanismo involucraba a los judíos
y a sus elementos de supervivencia, la literatura
bíblica y talmúdica, ¿cuáles eran las reacciones y
las reflexiones de Erasmo ante la inminente
quema de los libros judíos?
Para ese tiempo, en la primavera de 1514,
Erasmo se encontraba en Inglaterra junto a sus
amigos Colet, Moro, Fisher, Woolsey,
Pirckheimer, Banisius, el Obispo de Rochester y
otros humanistas, quienes habían levantado una
ardiente defensa en favor de la causa de
Reuchlin. Mediante su consabida “prudencia”
Erasmo, por una parte, aconsejaba a sus colegas
moderación, aunque al mismo tiempo le escribía
a Reuchlin diciendo: ....y, por favor, cuenta a
Erasmo entre aquellos que te desean el bien en
lo profundo de sus corazones.
Muchas más cartas fueron intercambiadas.
Erasmo escribía profusa y fervorosamente a
todos los grandes humanistas de la época.
Entonces, súbitamente, sobrevino el cambio:
Erasmo comenzó a expresar desagrado e
irritación de que su propio nombre estuviera
siendo arrastrado en la controversia. Él detestaba
las luchas religiosas; cualquier tipo de lucha,
particularmente cuando éstas envolvían a los
judíos. En su famosa carta a Willibal Pirckeimer
en Nuremberg, le escribía respecto a Pfefferkorn,
fiscal de los dominicos: No puedo pensar en
nada más desagradable que estar siempre
discutiendo y peleando, especialmente cuando
esto envuelve a un adversario insignificante y
aborrecible ¿Quién es este hombre ante quien
Reuchlin tiene que presentar batalla? ...Observa
por favor ¿qué clase de instrumento están
utilizando estos pretendidos maestros de la
verdadera religión? Él es un vergonzoso
ignorante al cual el enseñarle una lección no le
causaría el mínimo daño. Ni siquiera merece ser
llamado un “semi - judío”, por cuanto mediante
sus obras ha probado ser un “super-judío”. Ni
siquiera Satanás mismo, este enemigo eterno de
la religión cristiana, podría haber deseado para
sí mismo una herramienta más efectiva que tal
persona, la cual de ángel de luz se transformó en
un ángel de Satanás; y todo esto bajo el pretexto
de la defensa de la religión a fin de destruir los
logros más importantes de nuestra religión, es
decir: la armonía del mundo cristiano. Que me
caiga muerto si este hombre no se convirtió por
ninguna otra razón sino para causar una
catástrofe monumental entre los cristianos y, una
vez aceptado entre nosotros infectar a toda la
cristiandad con sus dones judaicos. ¿Qué podría
haber conseguido de haber permanecido judío,
si de todas maneras era uno de ellos? Pero
ahora él actúa de una manera típicamente judía
después de haberse colocado una mantilla
cristiana sobre sus hombros.
Luego, ante los ataques que se le dirigían,
Erasmo escribió en rápida sucesión varias cartas
en defensa propia, donde haciendo un juego de
palabras con el apellido del fiscal de los
dominicos lo llamaba grano pestilente,
afirmando su deseo de que él debería haber
permanecido enteramente como judío; o, por
cuanto ya está circuncidado, también ahora su
lengua y ambas manos deberían ser
circuncidadas.
Repitiendo las mismas cosas, como solía hacerlo
en todas sus llamadas cartas de odio, cuando se
le agotaban los epítetos, le escribiría al día
siguiente a Cesarius: Estos eminentes maestros
de la religión utilizan a un instrumento tal para
socavar la paz de la armonía cristiana. ¿Qué
más podría desear este criminal circunciso, y
qué más su amo, el diablo, sino que de esta
manera sea destruida la armonía del pueblo
cristiano? ...éste es Alecto, la más grande de las
Furias, quien con trompetas del Tártaro suena
señales de guerra, un mensajero de Satanás, un
arroyo del diablo, una herramienta de ciertos
hipócritas, un enmascarado protagonista de la
fe, un verdadero enemigo, el cual como nefasto
judío, llegó a ser el cristiano más dañino.
En otra de sus cartas al principal de los monjes
dominicos, le recomendaba: Sus deberes no
consisten en mezclar los asuntos del cielo y de la
tierra y provocar así tragedias de tales
proporciones. ¡Oh, si tan sólo usted hubiera
utilizado todos estos años de afanes y pruebas
para la propagación del Evangelio! ¿Por qué
desperdiciar tanto esfuerzo para hacer que los
judíos sean aborrecidos? ¿Quién de entre
nosotros no odia suficientemente a esta especie
humana? Si es cristiano odiar a los judíos, ¿no
somos acaso todos nosotros sobradamente
cristianos?
En este aspecto, la tragedia de Erasmo, consiste
que no sólo se lavó las manos en la controversia,
sino que, arrastrado por la fuerza irracional de su
odio a los judíos, traicionó a Reuchlin, y por un
plato del potaje de la inquisición vendió a un
hombre brillante, equitativo y bien intencionado.
El odio de Erasmo hacia los judíos (su
antisemitismo se hace patente en muchas de sus
cartas) lo llevó a desarrollar una extraña y muy
particular teología antisemita según la cual los
judíos habían traicionado a Dios, y en
consecuencia tenían que ser castigados,
repudiados y condenados, excepto los que se
convertían. Sin embargo, luego cambiaba
rápidamente de opinión, para afirmar que... ¡un
judío es y siempre será un judío!
Al tratar de hallar respuesta y resolver la
ambivalencia del carácter humano hacia a su
prójimo frente a condiciones adversas, la actitud
de Erasmo puede definirse como cobardía
moral. Por ejemplo, en el análisis de sus cartas,
es posible darse cuenta de que su traición a
Reuchlin y a otros amigos suyos, fue realizada
mediante una de las llamadas estrategia de
retirada, acción que era muy común en Erasmo.
En condiciones adversas, podía afirmar sin
titubeos: ... porque él (Reuchlin) es amigo hasta
cierto punto; ...escasamente lo he tratado (a
Lutero).
Prueba adicional de este tipo de cobardía es
exhibida por la alegría que Erasmo expresó al
recibir la noticia de la muerte de dos antiguos
“amigos” (en ese momento antagonistas),
Zwinglio y Oecolompad.
El antisemitismo de Erasmo
Se analiza a continuación una faceta de la
personalidad de Erasmo que, por alguna
enigmática razón, la mayoría de historiadores ha
evitado cuidadosamente exponer y comentar. Tal
es la manifestación de su profundo odio hacia los
judíos. Sus más incondicionales biógrafos ni
siquiera han intentado distinguir entre la antipatía
de Erasmo hacia el judío como individuo, y sus
sentimientos respecto al pueblo judío como un
todo, quizás porque mediante tales
investigaciones hubiera podido emerger una
figura bastante diferente de la que hoy nos
presenta la historia oficial.
Y estas obvias omisiones se muestran aún más
grotescas cuando nuestro estudio viene a ser
simplificado por el testimonio del mismo
Erasmo, ya que él no hacía distinción entre los
judíos y su religión, entre el individuo y la
progenie. Como claramente lo expresa en su obra
Ratio, los judíos eran todos unos simples
criminales subversivos.
De esta forma, es posible apreciar como, ya
temprano en el siglo XVI, Erasmo anticipa una
nomenclatura que los soviéticos utilizaron en el
siglo XX en los juicios a disidentes judíos por
“delitos” contra el Estado. Toda la gama de
crímenes sociales, políticos, económicos,
culturales y raciales era invocada a una contra
todos los judíos por igual, de manera que cuando
Erasmo (o cuatro siglos más tarde la dictadura
comunista) se refería al pueblo judío, lo hacía
mediante calificativos similares que muestran un
mismo patrón.
El alegato de Jesús contra los escribas y fariseos,
y su actitud crítica hacia los doctores de la Ley,
fue deformado y adoptado por Erasmo, quien al
identificarse en este aspecto con Cristo, los
Evangelios vinieron a convertirse en “lex
Erasmus”, y formaron parte de un dogma que el
humanista terminó de conformar en una teología
del antisemitismo; y sin ningún tipo de reflexión
contextual y con una ausencia total de
discernimiento respecto al propósito divino, los
transformó en un odio pertinaz contra los judíos.
El rechazo del Señor Jesús hacia el dogmatismo
de los dirigentes judíos fue transformado en un
sentimiento irracional que en la mente de Erasmo
se extendía hacia el pueblo responsable de la
muerte de Jesús. ¡Cuán ciego se puede estar
respecto al misterio del endurecimiento de Israel!
(Ro.11.25-31).
G.B.Winckler, traductor y comentarista de
Erasmo, deja oír su tímida voz entre los
historiadores cuando dice: Para nosotros, es muy
difícil en el día de hoy comprender el
antisemitismo teológico que Erasmo eleva con
gran determinación, mediante argumentos
exegéticos que sorprenden a causa de su falta de
objetividad, especialmente cuando en otras
partes, él mismo muestra gran circunspección en
la evaluación del texto de las Sagradas
Escrituras. En su actitud hacia los judíos de su
tiempo Erasmo no representa, sin embargo, un
fenómeno aislado, cuando uno, por
comparación, considera las duras invectivas de
Lutero contra el Pueblo Escogido. A modo de
paréntesis, es oportuno mencionar que aunque
tanto Erasmo como Lutero se conformaban
solamente con la expulsión de los judíos del
mundo occidental, a fin de hacerlo “judenrein”,
en muchas de sus cartas llegaron a recomendar la
eliminación de todos los judíos.
En una temprana carta, Erasmo alaba al pueblo
francés por haber mantenido a su nación
“judenrein” (libre de judíos). Escribía: Francia
es el único de los países de Europa que se
encuentra libre de judíos y marranos (semi-
judíos).
A Bartolini, otro de sus amigos, le declaraba
igualmente: ...solamente Francia no ha sido
infectada por judíos.
Poco tiempo después, habría de escribir a su
amigo Wolfgang Capito, el reformador de
Estrasburgo, expresándole su profunda
preocupación por el reavivamiento de la lengua
hebrea, ya que, decía: juntamente con este
acontecer, también el judaísmo mismo podría
revivir. Y continuaba: ... no hay nada más hostil
y peligroso para las enseñanzas de Cristo que
esta peste.
Unos años más tarde, tocando nuevamente el
punto, Erasmo manifestaba aún su exasperación
por la excesiva dedicación que Fabricio Capito
otorgaba a los estudios del hebreo, en vez de
dedicarse al perfeccionamiento del griego. Al
continuar tratando el tema, decía: Esta gente, con
sus fábulas tenebrosas, distribuye, según yo lo
veo, a través del Talmud, y la Cábala, del
Tetragrámaton, y de los Portales de la Luz, y de
otros nombres vacíos, una hediondez maligna.
Mientras que Italia está llena de judíos, en
España escasamente hay cristianos. Mucho me
temo que bajo estas circunstancias, esta otrora
aplastada Pestilencia vuelva a levantar su
asquerosa cabeza. Además, la Iglesia Cristiana
no debería poner tanto interés sobre el Antiguo
Testamento.
Por otra parte sin embargo, Erasmo no tenía
ningún reparo en utilizar las porciones del
Antiguo Testamento que convinieran a sus
prejuiciados intereses, al mismo tiempo que
rechazaba otras calificándolas de bárbaras
cuando no le convenían. En una de sus cartas a
Juan Cesario, le declaró: Prefiero ver el Antiguo
Testamento completamente abolido, a que la paz
de la Cristiandad sea destruida en beneficio de
todos los libros de los judíos.
Perfil psico-físico
Al leer este capítulo en especial, y de aquí en
adelante, el más circunspecto de los lectores
encontrará que el perfil físico y psicológico de
Erasmo de Rótterdam no es precisamente
agradable.
Antes de tocar el escabroso tema, es necesario
aclarar que el presente informe no es esfuerzo
por lograr una denigración post-mortem de
nuestro personaje. La importancia de los
registros históricos obliga, dada la trascendencia
del tema, a exponer la verdad pura y simple.
Consideramos inevitable sacar a luz esta
información por cuanto es la única forma de
explicar las enigmáticas razones que mantienen
la vigencia y el dominio del Textus Receptus en
la actualidad, toda vez que éste se encuentra
íntimamente ligado a la personalidad de su autor.
Las circunstancias envueltas en la vida de
Erasmo, su escala de valores, su salud física y
mental, así como la naturaleza de las fuerzas
espirituales envueltas en su conflictiva obra están
directamente relacionadas con la absurda
declaración contemporánea de que nuestro
“héroe” estaba divinamente inspirado cuando
tradujo del latín las últimas páginas que le
faltaban al manuscrito griego del Apocalipsis. Y
tal afirmación no fue dada en la edad media por
algún oscuro personaje de la Inquisición, sino
por serios y reputados teólogos protestantes del
siglo XXI.
Ahora bien, durante toda su vida, Erasmo fue un
hombre de salud quebrantada. Ya de joven, en
Holanda, padecía de constantes ataques de
malaria, y durante sus últimos años de vida
estaba plagado de cálculos renales y vesiculares,
problemas estomacales, disentería, y
linfogranuloma (ataques repetidos y dolorosos
con inflamación infecciosa de los órganos
genitales).
La artritis también parece haberlo imposibilitado;
y por lo menos, en Agosto de 1514, tuvo serios
ataques que le producían esputos sanguinolentos.
En el mes de Junio de 1928, el cadáver de
Erasmo fue exhumado por el Departamento de
Patología de la Universidad de Basilea, y
después de examinar su cuerpo, el profesor A.
Werthemann llegó a la conclusión de que
Erasmo también sufría de sífilis, enfermedad que
pudo haber contraído durante sus años
universitarios en Louvain. Este tipo de sífilis
pandémico era bastante común durante la última
mitad del siglo XV y todo el siglo XVI.
Recientemente, tras obtener información de la
Sala de Patología Forense de un reconocido
hospital de los EEUU, se pudo corroborar que tal
diagnóstico post-mortem pudo haber sido
realizado exitosamente en aquella oportunidad,
añadiendo una importante información: La sífilis
tiene tres etapas de desarrollo, las dos primeras
visibles en el cuerpo, la última, llamada sífilis
terciaria, reviste consecuencias en la conducta
del individuo, llegando a producir esquizofrenia.
Así, tanto emocional como físicamente (y como
podremos apreciar más adelante,
espiritualmente), Erasmo no era una persona
sana. En cuanto a su salud mental, una de las más
notorias autoridades psiquiátricas de Holanda, el
Dr. V.W.D. Schenk, después de realizar un
examen crítico de sus cartas, concluyó que
Erasmo era una persona hipocondríaca y
neurótica; que poseía una naturaleza emocional
volatil, psico-asténica. Esta última es una
condición neurótica que se caracteriza por un
sentido de inadaptabilidad, irrealidad, ansiedad, y
duda. Igualmente, es una neurosis que se
manifiesta por obsesiones, fobias, ataduras y
compulsiones... Puede también relacionarse con
inestabilidad, palpitaciones, fatiga, e irritabilidad,
así como por un definido sentido de temor o
terror. Dicha ansiedad es racionalizada, entre
otras manifestaciones, como el temor al contagio
y a la locura. Los impulsos obsesivos que
dominan la conducta, tales como las obsesiones o
fobias, especialmente la esquizofrenia, pueden
manifestarse al comienzo o durante el curso de
otras enfermedades físicas. Esto puede ser
indicado mediante actos peculiares de la
conducta, tales como distintas manías o actitudes
distintivamente antisociales. En última instancia,
estos síntomas indican una condición mucho más
seria que la simple neurosis.
Los resultados del Dr. Schenk corroboran la tesis
de que Erasmo era un hombre enfermo; mental y
físicamente, muy enfermo. Si unido a lo ante-rior,
se añade la insuperable carga psicológica del
trauma de su nacimiento, podremos comprender
fácilmente por qué su mente resultó desviada,
insegura y llena de contradicciones.
Una analogía
Aquello que en medicina psiquiátrica se
denomina el acontecimiento (en el desarrollo
psicológico de una persona), fue en la vida de
Erasmo su nacimiento ilegítimo, y más aun, la
fuerte sospecha de haber sido concebido
mediante relaciones sexuales incestuosas. Esta
profunda experiencia moldeó su carácter y su
actitud hacia el prójimo, y llegó a perseguirlo
como una pesadilla, hasta el punto que afectó su
salud mental y su estabilidad sexual. De esta
manera, la evolución de su personalidad desde su
juventud llegó a desarrollarse dentro de fuertes y
complejas presiones emocionales.
Uno de esos resultados era la constante ansiedad
de Erasmo, que manifestaba en sus repetidos
viajes. Igualmente se evidencia en aceptar el
desorden como algo normal, y en la expresión de
un carácter difuso y evasivo. En Erasmo se
combinaba también un estado casi permanente de
temor y terror que se manifestaba en varias
formas de inconformidad e impotencia.
Otro factor que combatía en las emociones de
Erasmo era su incapacidad para aceptar y retener
el llamado principio de autoridad. La iglesia
católica era uno de ellos; las enseñanzas de los
Padres de la iglesia (Crisóstomo, Jerónimo) otro;
el Papa, o su distorsionada idea de Cristo, otro; el
Antiguo y el Nuevo Testamento, otro. Si a esto
añadimos los temores de Erasmo respecto a
imposiciones de terceros, bien fuera por razones
profesionales o cualquier otra, así como sus
sentimientos imaginarios por ser herido; todos
ellos constituían factores obsesivos que lo
llevaban a sentirse impotente. Erasmo manifestó
estas características de manera completa en lo
que podemos llamar “un sentimiento exagerado
de vulnerabilidad”.
En la evaluación de su carácter, tanto en el
ámbito intelectual como físico, Erasmo aparece
rodeado por toda clase de temores que no puede
superar por sí mismo. Tampoco parece capaz de
reaccionar y actuar de manera normal y
convincente entre sus contemporáneos, bien sea
intelectual o emocionalmente.
Los resultados de un análisis similar de otro
antisemita, fueron expresados por el psicólogo
Walter Langer en un libro sobre Adolfo Hitler.
Misteriosamente, gran parte de los problemas
mentales de Hitler pueden volverse a detectar en
Erasmo, el antisemita de cuatro siglos antes. En
el caso de Hitler, los judíos llegaron a representar
para él un símbolo sexual, de enfermedad y de
(su propia) perversidad; y a causa de su carácter
particularmente masoquista, desarrolló una
especie de placer vicario en el sufrimiento de
otros, en quienes ciertamente se veía
representado.
El historiador objetivo es tentado a comparar las
personalidades de Hitler y Erasmo: Hitler era un
psicópata neurótico, probablemente al borde la
esquizofrenia. El temor dominó toda su vida;
todo tipo de temores, desde enfermedades hasta
la muerte misma; él era un Erasmo sin
conocimiento ni educación, pero con un enorme
poder. Langer continúa diciendo que Hitler
sospechaba que su verdadero abuelo era judío.
¿Sería posible suponer que Erasmo tenía
semejantes temores y aprensiones? Después de
todo, él se refería vez tras vez a su nacimiento
ilegítimo; muchas veces se lamentaba del triste
destino de la cristiandad española, por haber sido
contaminada con la sangre de los marranos.
¿Sería posible que él llegara a sospechar
subconscientemente tales temores? ¿Podía él,
acaso, ser descendiente de judío, o tener
miembros de su inmediata familia que lo
pudieran ser, o sentirse obsesionado por la
posibilidad de mezcla con sangre judía? Estas
son algunas de las preguntas que debemos
hacernos, aunque, al mismo tiempo, debemos ser
suficientemente honestos para admitir que en
retrospectiva, es casi imposible llegar a
conclusiones acertadas en este sentido.
Pero lo seguro es que para Erasmo, el mundo
había asumido causa de los judíos, proporciones
de gran maldad y hostilidad. Lo que más él temía
era el peligro del Gran Desconocido; y el pueblo
judío calificaba y encajaba exactamente en su
mente como ese siniestro adversario de forma
que llegó a ser su más importante y peligroso
enemigo. Y por alguna misteriosa razón que lo
llevó a considerar la raíz de toda su propia
maldad Erasmo trabó una lucha tenaz e irracional
contra los judíos. Tal patrón es común en todo
antisemitismo. El judío era el enemigo interno y
externo de Erasmo. Este tipo de conducta que los
psicólogos han denominado como la psico-
dinámica del odio al judío, transfiere la actitud
de Erasmo (o la disposición de Hitler) tanto
compensatoria como patológica.
En el nivel religioso, Erasmo estaba convencido
de la superioridad de todo lo que era cristiano, y
de la inferioridad de todo lo que era
infrahumano, es decir, judío. En el caso de Hitler
tomó forma en la superioridad aria. ¿Pero, qué
podía hacer él (Erasmo o Hitler) respecto a la
sospecha de su posible origen judío? En ambos,
la búsqueda por encontrar antecedentes no judíos
quedaba insatisfecha. Esto compelía a cada uno,
al perseguir a los judíos hasta el límite de lo
imposible, a probar que él (Erasmo o Hitler) era
racialmente puro. Esta es la razón por la cual
Erasmo nunca habló de su familia; tampoco lo
hizo Hitler. Por esto mismo, cada uno tenía que
probar constantemente ante sí mismo que no
tenía temor de sus enemigos, fueran reales o
imaginarios.
Desordenes sexuales
Unido a todo este diagnóstico, lamentablemente
nos vemos obligados a exponer una de las
manifestaciones más impactantes de la confusa
personalidad de Erasmo, tal como era su
tendencia a la homosexualidad.
Aunque Erasmo escribió muchas cartas afectivas
a sus amigos varones, es asombroso notar la
ausencia absoluta de correspondencia íntima con
mujeres, aun con su propia madre. Tampoco se le
conoce ningún tipo de relación amorosa que
pudo haber alegrado su solitaria vida. Antes bien,
cuando escribía acerca de las mujeres, sus
usuales expresiones claras e incisivas se tornaban
torpes, como si se sintiera incomodo de
mencionarlas.
La carta a su amigo Jaime Battus es un buen
ejemplo de lo que venimos hablando. Dice así:
...a ella, la marquesa Anna Borsselen no la
cuento entre las mujeres comunes, sino entre
aquellas de “cualidades varoniles”. Entonces
Erasmo va directamente al punto y añade: “Si yo
no estuviera tan profundamente involucrado
contigo, Battus, mi querido compañero, de
manera que vivir contigo me recompensa de
cualquier inconveniencia, estas cosas podrían
haberme hecho apartar de mis planes...
Esta es una de las revelaciones más importantes
de los métodos de Erasmo para conseguir
estipendios. En una carta subsiguiente, y
mostrando ya una baja opinión de “esa dama”,
Erasmo dice indignado al mismo Battus: ... y
finalmente tú te atreves a lamentar la mala
fortuna de tu amante. Me parece que estás
sufriendo de otro tipo de enfermedad... Cuán
poco esfuerzo se hubiera necesitado con tan
vasta fortuna... para mandarme doscientos
francos. Ella tiene de sobra para mantener a
esos prostituidos monjes encapuchados, esos
bajos y miserables... tú sabes de quiénes hablo...
Pero la culpa es sólo de ella, pues si ella prefiere
tener a ese “lindo amigo” en vez de un hombre
serio y reservado, entonces... adiós mi amado
Battus... quien para mí es el más querido de
todos los hombres... Erasmo se encuentra aquí
lleno de confusión, de celos y hostilidad,
temiendo no sólo perder a su mecenas femenino,
sino también a Battus, el más “querido” de sus
amigos, al cual finalmente llegaría a odiar
acusándolo de traición.
Más tarde, cuando se encontraba en Italia para
tratar asuntos con su editor Aldus Manutius,
Erasmo fue hospedado por el suegro de aquél.
Allí compartió el lecho con el mismo
Hieronymous Alexander que más tarde, en uno
de sus “anormales” (homosexuales) arrebatos de
celo, llegaría a traicionar a causa de... ¡su nariz
judía!
Evidencia adicional de su confusa personalidad
homosexual, la hallamos en su correspondencia
con su amigo Servetus. Al principio, hubo un
cálido intercambio de misivas; hasta que, de
pronto, la relación se enfrió de tal manera que,
luego, como si se lo “restregara”, alaba en
términos muy cariñosos a John Smith (su propio
secretario y guardaespaldas), al cual, en una carta
posterior a Ammonius, describe
apasionadamente como “ese excelente
mancebo”, produciendo comentarios similares
por parte de sus amigos en relación con el joven.
No cabe ningún tipo de duda que Erasmo fue un
antifeminista declarado. De allí que, de acuerdo a
los síntomas de neurastenia antes escritos, era
incapaz de tener encuentros o sostener relaciones
sexuales normales. Es evidente que en algunas de
sus cartas Erasmo manifiesta inclinaciones
homosexuales, y en otras, por lo menos, expresa
temores respecto a sí mismo en este tipo de
conducta.
La causalidad diabólica
Hay demonios en todas partes.
Es probable que, de modo general,
la creencia en la acción de los demonios
constituya el inicio de nuestro concepto de causalidad.
Alberto Einstein
En este segmento analizaremos lo que hemos
denominado como el concepto de la causalidad.
Según el Diccionario, causalidad es la ley en
virtud de la cual se producen efectos.
De manera que así, al aplicar el origen de esa
misteriosa ley que produce el efecto del
antisemitismo, o ¿por qué no decirlo
abiertamente, antijudaísmo?, observaremos cómo
acontecimientos aparentemente extraños entre sí,
se interrelacionan en un mismo y único
propósito.
¿Quién puede negar que en la actualidad no
existe una confabulación mundial de descrédito y
aislamiento contra Israel? Y esta campaña contra
esa nación reviste implicaciones mucho más
profundas y siniestras para el pueblo judío como
un todo.
El antisemitismo que a causa del Holocausto se
vio opacado en el subconsciente del mundo
después de la II guerra mundial, vuelve a ser
aceptado en la actualidad bajo el disfraz de la
retórica antisionista. Esto no es más que una
nueva y virulenta forma de antisemitismo.
Las persecuciones que desde hace más de 37
siglos se han levantado contra el pueblo de Israel
(cf. Ex,1.8-22) se encuentran tan saturadas de
dolor, que sólo pueden ser expresadas en
superlativos. Y aún así, como el cronista del
antisemitismo necesita recurrir a estas formas de
expresión a cada paso, tropieza en ellas, pues
mucho antes de puntualizar hechos de la historia
contemporánea, halla que su provisión
calificativa está agotada, y se ve obligado a
reincidir en la dialéctica a riesgo de deteriorar la
confianza del lector.
El fenómeno del antisemitismo no es solo un
problema semántico sino también real. Desde las
primeras críticas literarias contra el judaísmo que
circularon en la antigüedad, pasando por los
comienzos de la era cristiana, y de allí en
adelante, en todas las manifestaciones
antisemíticas registradas hasta hoy, las calumnias
infamantes contra el pueblo de Israel
desarrollaron siempre una intensificación de la
violencia. Desde sus raíces, manifestadas en la
decisión faraónica de matar a todo varón hebreo,
hasta los postulados hitlerianos de la Solución
Final, como máxima y más exquisita expresión
de la ciencia y práctica del genocidio, el espíritu
antisemita se ha venido manifestando
continuamente. Siglo tras siglo, generación tras
generación, el espíritu parece ir “saltando” a
través del tiempo, de Faraón a Balac (Nm.22.1-
6), de Amán (Est.3.1-9), a Antíoco, (cf. 2 de
Macabeos), de Herodes (Mt. 2.13-18) a Tácito. Y
de allí en adelante...
Las inspiradas palabras de Pablo (Ro, 9:1-11:36)
fueron pronto olvidadas por la iglesia oficial, aún
antes del decreto de Constantino. La formación
de una singular y extraña teología antisemita ya
tenía fuertes raíces en el cuarto siglo después de
Cristo.
Las palabras: ¿De qué se puede acusar a los
judíos? ¿De su rapacidad? ¿De su codicia? ¿De
que embaucan a los pobres? ¿De robos y
ruindades? En realidad, un día entero no
bastaría para enumerarlo todo... ¿Cómo es
posible que los cristianos se atrevan a tener el
menor contacto con los judíos, los más
miserables entre todos los hombres... lascivos,
rapaces, angurrientos, pérfidos bandidos?
¿Acaso no son todos unos inveterados asesinos,
destructores, hombres poseídos por el diablo... a
los que el libertinaje y la ebriedad les han dado
los modales del cerdo y del chivo lujurioso? Lo
único que saben hacer es llenar sus buches,
emborracharse, matarse y tullirse los unos a los
otros... En verdad, han superado la ferocidad de
las fieras salvajes, porque asesinan a sus
vástagos y los inmolan al diablo... son impuros e
impíos. ¿La Sinagoga? No sólo es un teatro y un
burdel, sino también una cueva de ladrones, una
guarida de fieras salvajes, un centro de
vergüenza y ludibrio... la morada del diablo,
como lo son también las almas de los judíos. En
realidad, los judíos rinden culto al demonio, sus
ritos son criminales e impuros; su religión es
una enfermedad... la Sinagoga es, una vez más,
una congregación de criminales... una guarida
de ladrones... una caverna de demonios, un
abismo de perdición... no son invectivas de
Stalin, sino palabras proferidas por uno los
“padres” de la iglesia, San (¡!) Juan Crisóstomo
(344-407).
De allí hasta los Papas romanos nada detuvo el
avance de esta tenebrosa teología. Y la Reforma
no fue una excepción: Como seguramente el
ratón nunca se comerá al gato, así de seguro
nunca podrá un judío convertirse en cristiano...
Ni es necesario, ni es posible convertir al diablo
y a sus criaturas. El proverbio “tan perdido
como un alma judía” está enteramente
justificado... No se debe permitir la intervención
de ninguna piedad sentimental en el manejo del
problema judío. Esos santos compasivos cuya
benevolencia extraviada permitió a los judíos
asesinar y blasfemar, pecaron contra Dios; pues
como Cristo es Su hijo y el Nuevo Testamento Su
libro, así en el curso de la historia Él ha
rechazado a los judíos junto con su padre, el
diablo infernal. Por lo tanto los cristianos deben
emprender con energía, con toda seriedad, y no
con frivolidad, la quema de todas sus sinagogas,
el secuestro de sus libros y la prohibición de sus
ejercicios religiosos y sus blasfemias; ¡sí! para
acabar con la cuestión de una vez por todas, los
judíos deben ser echados de la sociedad
cristiana. ¡Y acabemos con esta maldición que
pesa sobre los hombres!... no son palabras de
Adolfo Hitler, sino de… ¡Martín Lutero!
 Desde Mahoma hasta los Cruzados; desde los
Francos hasta los Reyes Católicos; desde los
Pogroms zaristas hasta los juicios de Stalin; siglo
tras siglo, el Pueblo Escogido ha sufrido una
progresión de horrores, en la cual cada etapa
prometía ser el límite, sólo para palidecer ante la
que inevitablemente sucedía.
Pero como es posible percibir en esa extraña
causalidad, el odio a los judíos no es el resultado
del proceso racional del hombre. Si así fuera, el
absurdo mismo de sus planteamientos, lo
inverosímil de sus acusaciones lo sofocaría. Un
examen somero de los argumentos de la
agitación antijudía exhibe una mezcla de
generalizaciones contradictorias y
recíprocamente excluyentes, que ningún hombre,
con un mínimo grado de inteligencia, podría
aceptar. ¿Cómo puede alguien creer que todos
los judíos sean, al mismo tiempo, comunistas y
capitalistas? Sin embargo, para la mente del
antisemita (no importa su tendencia), el judío, en
un momento, puede convertirse tanto en el
comunista internacional como en el banquero
internacional, o mejor aún, en ambos. Mientras
tanto, la perniciosa, envilecedora y corrosiva
magia de estos conceptos parece transmutar de
generación en generación, incesantemente a
través del tiempo. Desde Faraón hasta Hitler,
desde Hitler hasta Hussein; desde la matanza de
todo varón en Egipto hasta la Solución Final en
Polonia, y hasta los misiles de destrucción
masiva apuntando hacia Israel; cada época, cada
siglo, parece presentarse más horrible que el
anterior.
Y observemos ahora lo siguiente: ¿Por medio de
cuál misteriosa prestidigitación ha podido la
historia universal investir con los temibles
atributos de la omnipotencia a una minoría tan
indefensa e insignificante como el pueblo judío?
¿Cómo es posible que los hombres crean de los
judíos lo que el sentido común les impediría
creer de ningún otro ser humano, raza o nación?
La respuesta simple y pura es que, así como Dios
tiene su designio, también el diablo tiene su
designio. Esta enigmática fuerza universal, este
misterioso sentimiento de odio irracional,
incomprensible e inexplicable, este fenómeno
casi tan antiguo como la historia misma, que
llamamos antisemitismo, y que de generación en
generación contamina el espíritu de los pueblos y
sus gobernantes, de manera que ninguna nación
parece poder escapar de su nefanda influencia,
no fue en el ayer sino la acción diabólico por
destruir la línea mesiánica, y con ello frustrar el
Evangelio de Dios (Gn.3.15), y desde el
momento mismo en que el “hijo varón fue
arrebatado hacia Dios” hasta hoy, el “gran
dragón” no ha cesado de perseguir al Israel que
lo dio a luz, arrojando de su boca mentirosa el
agua de un río que muy bien podemos denominar
como “el misterio del antisemitismo” (Ap.12.1-
18).
Desde su inicio, esta acción se percibe en el
asesinato de Abel, continúa mediante el pecado
inconfesable de Er y la aberración de Onán
(Gn.38.6-10), y se manifiesta en el primer intento
de exterminio colectivo de los judíos por parte de
Faraón (Ex.1.15-22).
Conclusiones
Esta última parte de nuestro informe exhibe la
faceta más sorprendente y sobrecogedora de la
personalidad del hombre ante cuyo genio la
humanidad se inclina con admiración y respeto,
compilador y autor de la base textual griega más
reconocida y aceptada del Nuevo Testamento: el
Textus Receptus.
La información que producimos a continuación,
aún después de casi 500 años, tendrá para
muchos una connotación de “noticia
sobrecogedora”. Se encuentra registrada hace
muchos años en la obra de Von Koerber, Die
Staatstheorie des Erasmus von Rótterdam. Allí,
el historiador, citando una de las
correspondencias de Erasmo, afirma: Erasmo
sabía exactamente cuál era la esencia de la
fuerza que lo animaba y cuál el misterio de su
genio, y él mismo nos resuelve parcialmente el
problema cuando declara que, mientras se
encontraba en sus labores, un cierto demonio
tomaba posesión de él, impulsándolo contra de
su voluntad. Su pluma de escritor parecía
entonces adquirir volición propia... tal como si
una poderosa fuerza obligara a su frágil y
sufriente cuerpo a realizar las órdenes de su
inconquistable espíritu, de manera que este
impulso literario lo transportaba hacia
expresiones que estaban mucho más allá del
alcance de su personalidad para realizarlas
conscientemente.
Y este no es el único registro donde se evidencia
la posible posesión demoníaca de Erasmo. En
una carta fechada precisamente mientras
preparaba su edición del Nuevo Testamento en
griego y latín, confesaba a su amigo Ammonius
cual era la fuente de su inspiración: ...mi
entusiasmo por corregir y comentar a Jerónimo
es de tal magnitud, que siento como si estuviera
siendo inspirado por algún dios...
Esta acción demoníaca en la vida de Erasmo (y
consecuentemente en su obra) no puede ser
soslayada, especialmente por cuanto desde
mediados del siglo XX, algunas voces
acreditadas en el campo de la Crítica Textual han
dejado oír sus voces en defensa del Textus
Receptus bajo el nuevo nombre de Texto
Mayoritario. En este sentido, el primer y más
importante volumen en defensa del Textus
Receptus produjo un libro denominado The King
James Version defended! Publicado
originalmente en 1956, se abogaba (de manera
mucho más fuerte que la realizada a finales del
XIX), la defensa acerca de la preservación
providencial del Textus Receptus, por cuanto,
desde el punto de vista de su autor, era el Textus
Receptus (y no los manuscritos Bizantinos del
cual deriva), quien representaba el texto más
cercano a los autógrafos! Las convicciones
dogmáticas y totalmente subjetivas acerca de la
preservación providencial llevó a este grupo de
eruditos (¿?) a la conclusión de que Erasmo era
inspirado divinamente cuando introdujo las
lecturas de la Vulgata Latina en el texto griego.
Los defensores de esta barbaridad afirman que
algún día los historiadores tendrán que reconocer
que los autores de tales declaraciones (de que
Erasmo estaba inspirado por Dios) serán
reconocidos como los padres del Texto
Eclesiástico Revivido o Texto Mayoritario. Es
decir, el Textus Receptus resucitado.
El Nuevo Testamento Crítico
En los siguientes puntos de este Informe nuestros
perplejos lectores podrán terminar de apreciar
como desde el año 1881 la Iglesia de Cristo ya se
encontraba en posesión de la verdadera Palabra
de Dios, y hoy, después de ciento treinta años,
gracias a los nuevos hallazgos de la arqueología
bíblica así como a los avances de los estudios de
ciencias bíblicas y de la crítica textual, tenemos
posesión de un tipo de texto que nos acerca
maravillosamente a los Originales del Nuevo
Testamento.
Si esto es así, hay algunas preguntas que
debemos hacernos: ¿Cuáles son las diferencias
sustanciales entre el Textus Receptus y el Texto
Crítico?
En sus miles de diferencias (la Sociedad Bíblica
Iberoamericana logró identificar durante el
proceso de adaptación y traducción del Nuevo
Testamento más de 4500 variantes), y en
perjuicio del Textus Receptus se manifiestan
errores que, una vez identificados y debidamente
evaluados, exhiben una tendencia que (1)
procura diluir la gratisdata gracia de Dios y
menguar su eficacia; (2) disminuye la soberanía
en el llamamiento divino al tiempo que trata de
exaltar la doctrina de la salvación por medio de
las obras humanas; (3) es igualmente notable su
esfuerzo por opacar la esperanza mesiánica y la
deidad e impecabilidad de Jesús de Nazaret, y
finalmente, (4) procura desvirtuar el requisito
único de la Obra de Redención: El perdón de
pecados mediante el derramamiento de la Sangre
Divina.
Tendencias
Durante el proceso de traducción y adaptación de
esta obra ha sido notable observar que un gran
porcentaje de las alteraciones que vez tras vez se
suceden en el Texto Sagrado muestran un patrón
que tiene la misma tendencia exhibida durante el
proceso de copiado manuscrito.
Sus principales características se oponen a las
doctrinas fundamentales de la fe, y son:
a) Tendencia a una salvación por méritos
humanos.
b) Tendencia a debilitar la redención por sola
gracia, aparte de cualquier mérito humano.
c) Tendencia a obnubilar la deidad de Jesús.
Ahora bien, el interrogante que surge es ¿por qué
se guarda silencio respecto a esas tendencias tan
notables? Y, si en el Texto Crítico la Iglesia tiene
hoy acceso amplio y libre a la genuina Palabra
de Dios ¿por qué el Textus Receptus continúa
manteniendo su dominio a través de las distintas
Versiones que de éste se derivan?
¿Qué poderosos intereses ocultos manipulan la
Palabra de Dios para presentarla deformada,
desenfocada y contaminada?
Queda poco que decir. El éxito económico de las
grandes Entidades que comercializan este tipo de
textos, respaldadas por el afecto del lector por el
uso y costumbre, que se resiste a considerar una
propuesta distinta, lo mantiene alejado de la
verdad. Lleno de prejuicios y aberraciones
nacidas de la ignorancia (Lc.5.39), el Maligno
sabe esto muy bien y lanza sus dardos de fuego
contra sus pensamientos para un apego afectivo,
no a la Palabra de Dios, sino a la traducción, de
manera tal, que el lector no desea ni siquiera
considerar la posibilidad de que su amada
Versión pueda expresar algo diferente de lo que
la Palabra de Dios realmente dice.
En este sentido, tenemos que reconocer con
tristeza, que la más grande y poderosa Entidad
Bíblica del planeta, que por casi dos siglos se ha
abrogado la terrible responsabilidad de traducir,
publicar y distribuir las Sagradas Escrituras ha
ayudado poco. Calla estas verdades, y por
motivos inconfesables, sigue creando en las
Versiones que comercializa una aureola de
infalibilidad no merecida.
Porque la salvación es proclamada mediante la
acción del Espíritu Santo, y así el mensaje no
puede ser confundido. Es el Espíritu de Dios que
hace la obra de conversión, no la locuacidad del
maestro.

Afortunadamente, la acción de evangelización

efectiva no está sujeta al propósito satánico.

Bibliografía

*May, Harry S. The Tragedy of Erasmus. St. Charles, Mo., 1975.

Sociedad Bíblica Iberoamericana.  
www.labiblia.org  
www.facebook.com/labiblia.org