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T ZILACTONC5 D! WAll.

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seo por desgracla twa pinma tan flexible y delicada pan no las-
tiznar In sensibilidad del sexo a que me dirijo. Hay, por fortuna,
gran mayorla de mujeres que no ban dada iii permitirAn que sus
hijas y demas subordinadas din en Is detestable extravaganela
que boy critic : y en cuanto a las que la tienen, debo asegtirar
pie conflo en que la docilidad de muchas de ellas haM quo des-
do maflana, 6 más tardecito, empiecen a lavarse Ia can; y si
For una desgracia, asf no lo hicieren, me precisarAn a que mu
tarde vuelva A ocuparme mu largamente del asunto; y quida
sabe en qud tdrminos seth entónces! bien se y e que no seth
traspasando los limites de Ia decencia, ni descendiendo A Ia per-
aonalidad; pero serA.. . - yo no ad coma sort.

Uu'raxo GoxzArvz.

EL LAZARINO.

BELACION RISTORICA.

En una de las poblacianes de Antioquia Labia un elefan-


ciaco do no bumilde sangre, pero si do una pobreza y desamparo
sutnos. Mientras que Is enfermeilad recorria 6118 priineros perfo-
dos, el enfermo pasaba sus penosos dias y horribles nochea en
hugares agenos, pero ho4'pitalarios. Cuando los sintomas del
ültiwo perlodo conienzaron a manifestarse, Ia sociedad comenzó
tambieci 6. evitar todo contacto con el enferino. Si este infeliz
basta entónces habia extinguido en sus ojos los raudales de Ia
amargura, al verse rechazado par Is sociedad, sus lAgrimas en
ya de sangre. La idea de Is soledad es espantosa, especialmento
Vam inorir.
La felicidad es imposible en el aislainiento. El Sir Eterno
no fud sóIo Antes do Is creation; porque en la unidad del Sir
estaba Ia Trinidad tie ]as personas.
Cuando nuestro pobre enfermo comprendid quo sus üIti-
moe dolorosos dias tendria que pasarlos abrazado do la soledad,
sinti6 quo au razon queria tanibien alejarse do dl.
100 tUADROSDI

El fantasma infernal del suicidio se presentó sonriendo a


en trastornada imaginaciun, y Ic mostr en el sepuicro los enga-
Posos urobrales del perpetu& descanso.
Una lucha terrible ge trahó en hi to de su abatida razon,
entre el Angel custodio del hombre y el Angel de be tinieblas.
Todos Ins dolores fisicos y mon lea, capitaneados pot Is
desesperacion, vinieron en auxilio del gundo. La VI rgen MarLa
vino a reforzar al primero y salvó so devow. Las ideas do
desesperacion y de suicidia fueron re mplazadae por las do re-
siguacion a Ia voluntad de Dios.
Una mujer libre, modesta y virt 'osa so Ic presentó y Jo
dijo: "Dios ha querido que usted ai the so vida on el'moute,
Idjos de Is humanidad. Alabe six soben ia voluntad, yo no puedo
acompanarlo a Ia soledad, porque el tunda siempre juzga par
lo que siente en so corrompido corazoi pero hay un media do
salvar este inconveniente: recibame or esposa, y bendecida
nuestra union por ci dde, iremos junt a a marir bajo su pabe-
Hon en las grutas de Ins bosques; yo iliviard sus dolores; 6. la
luz del sot, corno al resplaudor de las e treilas, mis ojos buscarán.
A Dios quo se pasea on las maravi1Ia de la creacion, y Ic mos-
traré nuestra situacion; no rayo de i i mirada misericordiosa
caerá sabre nuestros corazones y dulci oath. Is hiel quo en ells
so haya conjelado.
"En vez do la voz humans, tend s ,el concierto de la
naturaleza. El canto de las ayes, el ri de Ins raudales y Ins
melodlas de log vientos son muy super 6. las forzadas mo-
dulaciones do los hombres y a las acumpasadas do sus
itistrumentos.
"El enfenno oia, Ilorando, abra y besando aquella
mano, generosa hasta el heraismo."
Pcos dias denpues recibieron Ia bendicion nupcial, sin quo
nadie, excepto el sacerdot.e, supiera 1acausa de aquella ext rava-
gante locura, quo asi fud calificada par ci inundo la accian do
esa sublime mujer.
Hechos los preparativos necesarios, se trasladaron los dos
eaposas solos a one montana lejana. Alif construyeron una choza
con sus propias manos, y se consagraroü 6. mm vida directainente
en relacion con el deja.
Las oracionea quo so levantan d41 tumulto del mundo, six-
ben mezcladas, aunque no confundidas,! al trono de Dios, con Ins
imprecaciones del delincuente y con !as blasfemias del impfo.
La plegaria del solitarlo asciende perfumada par el aroma do la
In montana y cantada
teIta, purificada par las aguas virgenes do
flLLCIOUZ$ DI VISIt. 101

por los trines arinoniosos do Ia naturaleza que no ha ofendido


aDios.
La pareja solitaria so ocupaba en Is oracion, Ia lectura, la
pre on do su alirnento y ci aseo do sus vestidos.
Dos efigies habian Ilevado cousigo, una do Jesus Nazareno,
otra do su purisima Madre.
Una corteza do árbo], cubierta de xntsgo y Pena do frescas
fibres del bosque, servia db altar. A nadie veian, con excepcion
del buen sacerdote que de tiempo en tiempo iba a visitarlos y 6.
Ilevarles los consuelos de Is religion.
Tambien vejan do léjos y frecuentemente a una piadosa mu-
jet que los lievaba a un punto cercano ]as limosnas do quo vivian.
El enfermo tocaba ya al tdrmino de su vida. Su esposa Jo
asistia y consolaba dia y noche con amabilidad do angel.
El buen sacerdote lo confesd y Ic anunci6 para el dia si-
guiente la Ilevada del viático.
A la maflana siguiente todas las flores del desierto, las ho-
jag amarillas do los árboles, Ths musgos y las enredaderas silves-
tin cubrieron aquel suelo inculto, quo iba a set santificado con
la presencia do Jesucristo y la muerte do un cristiafrn. Apthias
coanenzaban los rayos del sol a derramarse per los vatles come
una lava de oro, cuando ci Oreador do Ia naturalezo, conducido
per un hombre, penetró en aquellas soledades. La hostia inma-
culada so presentO a servir de compaficro en el viaje de la eter-
indad a aquel hombre do dolores. Divine Rafael, vdnia a condu-
dr 6. Tobias, no a los vales do Ia Media, al travea do las ondas
del Tigris, sine A los attics do Ia inruortalidad, per las ondas
lóbrcgas y amargas do la muerte.
Esta no parccia estar ati cercana. El sacerdote no podia
abandonar la grey que cuidaba, y ofreci6 volver al siguiente dia.
Cuando Is estrella de la mañana derram6 so luz sobre la cumbre
de Is moptafta, el enfermo espiré en medio do ]as imágenes do
Jesus y do Maria yen presencia de su esposa.
Al volver el sacerdote al dia siguiente, encontró no cadaver
sobre unas palinos de helechos, y una mujer arrodillada 6, su
lado orando fervorosaniente.
En mm colina inmediata sepultaron el cadaver, y plantaron
encima una crux.
La mujer guardó ]as dos imageries, so arrodi116 sobre el
sepuicro, arrancO do su pecho mm gran voz do dolor, y dijo:
adios, esposo znio! hasta el vaUe do Josafat Y marchó con
ci sacerdote.
JOSE DE LA Oauz RESnEP0.

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