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CUESTIÓN I
La Consolación de la Filosofía está dividida en cinco libros cuyo contenido se desarrolla en virtud
de una ascensión hacia lo inteligible. Para pensar este ascenso es menester dirigir la
contemplación desde su causa y comienzo: ¿De qué modo es posible entender el sufrimiento?
Este desamparado asombro hace entrar a la Filosofía en escena. En el libro I ésta reprende a
Boecio por dejar llevar sus pensamientos por recuerdos sin reflexión ni criterio, recomendándole
el uso de la inteligencia y de la razón para guiar hacia una “luz verdadera” su comprensión. En el
libro II, Boecio piensa que las tragedias tienen su causa en la Fortuna, pero ¿cuál es su razón de
ser? En la medida que su principio parte del orden de lo mudable es en esencia irracional.
Buscando una respuesta necesaria, la consolación debe tomar por objeto la bienaventuranza. Ella
es el “bien mayor”, pues no se deja corromper por la causalidad del mundo, sino que corresponde
a una felicidad puramente espiritual y a una recompensa eterna (libro III). Sin embargo, Boecio
sigue interrogando a la filosofía sobre el gobierno y condescendencia de Dios en el mundo; sobre
cómo es posible el mal en el mundo. Para ello, en el libro IV, la Filosofía establece los conceptos
de Destino y Providencia. El primero se encarga de determinar los “lugares, formas y tiempos”
de lo que sucede, regula las manifestaciones de lo mudable. A pesar de ello, sus causas y
determinaciones únicamente son inteligibles en la simple e incomprensible Providencia; ella es la
razón divina en sí misma. Es posible entender así que la vida de un hombre tenga un destino
trágico siendo él bueno, pues la bienaventuranza no se encuentra en el mundo material, sino en la
celestial providencia. Para finalizar, en el libro V, Boecio cuestiona, a partir del concepto de azar,
la compatibilidad entre el libre albedrio y la omnipotencia de Dios. Si el hombre es un ser racional,
se sigue de ello la necesidad de su libertad. Como capaz de discernir, la razón también determina
moralmente al hombre. Sin embargo, desde la perspectiva de Dios, como totalidad sobre y en el
mundo, los actos aparecen como necesarios.
CUESTIÓN II
La eternidad según Boecio es la “posesión total y perfecta de una vida interminable” (V, P.VI,
4). Por su parte, el tiempo es un transcurrir infinito entre lo pasado y lo futuro. Mientras que la
eternidad contiene todo suceso en un presente, el tiempo está encadenado a una sucesión mudable.
El punto concreto en que estos órdenes se diferencian se aprecia pensando que, a pesar de la
posibilidad de un ser temporalmente infinito, que no haya tenido ni principio ni fin, por el mero
hecho de ser temporal, le es imposibilitado la posesión, en un mismo presente, de toda su duración
temporal, es decir, que la completitud de lo sucedáneo se concentre en un mismo instante; que es
justamente la condición de ser del orden eterno.
Los conceptos de tiempo y eternidad se encuentran en analogía con el destino y la providencia:
”Lo que el raciocinio es para la inteligencia, lo que es la criatura con respecto al Ser por esencia,
lo que es el tiempo a la eternidad y el círculo al centro, eso es el desarrollo evolutivo del Destino
con respecto a la Providencia.” (IV, P. VI, 17) Esta concomitancia entre el tiempo y el Destino y
entre la eternidad y la Providencia se comprende en la medida que formalmente hay una realidad
vanidosa y otra divina.
La eternidad y la temporalidad no pertenecen a un mismo género ni tienen características similares
y sin embargo, la temporalidad está incluida en la eternidad. La eternidad hace brotar lo
temporáneo desde sí misma en forma de emanación (III, M. IX). Dios, que tiene la cualidad de
eterno e inmutable, genera lo mutable desde y en sí mismo. La eternidad, por tanto, no es posible
categorizarla cuantitativamente, sino que es una cualidad única y exclusiva de Dios.
CUESTIÓN III
En el libro V, en la prosa IV, Boecio define y distingue cada facultad del hombre, encontrándose
entre ellas, de carácter inteligible, la razón y la inteligencia. En primer lugar, la razón tiene como
trabajo propio la “abstracción”, es decir, toma los datos sensibles concretos transformándolos en
caracteres universales. Sin embargo, aunque parta de formas simples no es posible que las
entienda en su sencillez, ya que está incapacitada para entender orden alguno. Por su parte, la
inteligencia, pasando por la esfera de lo universal aprehendido por la razón y las formas de la
sensibilidad, “intuye las formas simples en sí mismas”. De este modo, todo lo percibe bajo la
“idea de forma o tipo”. La inteligencia establece un orden común a los objetos del mundo,
mientras que la razón se restringe a limitarlos.
CUESTIÓN IV