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Harold J. González
Maestría en Comunicación y Cultura Digital
Universidad Autónoma de Querétaro
En las repúblicas burocráticas la obediencia estricta a la ley es un valor supremo, las leyes
están por encima de los individuos y el ejercicio de lo público consiste, a menudo, en
hacer que éstas se apliquen de la manera más rigurosa y hasta intransigente que sea
posible.
En cualquier caso, el autor menciona como un líder político debe tener cuidado en
asegurarse varios aspectos; entre los primeros el de no confiarse de la popularidad como
un valor que por sí mismo otorga poder y capacidad de gobernar, pues la popularidad es
siempre volátil y las preferencias de las personas cambian con bastante frecuencia. De
otro lado, menciona la necesidad de un líder de tener enemigos, varios enemigos, pese al
impulso abstracto de no tenerlos, pues la oposición, así sea táctica, permite avanzar y
además garantiza que ante eventualidades puedan hacerse alianzas, negociaciones o al
menos no perder todo el poder para depositarlo en un único adversario.
En este sentido, se plantea que la labor del político es la gestión del conflicto como
cuestión intrínseca a la socialización humana y que, de hecho, sin la existencia de
conflictos no sería posible (ni necesario) el ejercicio de la política. Más específicamente
los conflictos pueden resultar como recursos estratégicos para el ejercicio del poder
cuando un gobernante es capaz de leer adecuadamente los que ocurren con espontaneidad
o cuando sabe desencadenar con cierto cálculo algunos que sean necesarios.
En este sentido vale destacar que el autor mismo menciona que a quien tiene poder no se
le perdona el hecho de no ejercerlo cuando éste fuera necesario. Así las cosas, la
intervención oportuna en un conflicto, bien sea de terceros o que involucre al gobernante,
es necesaria para mantener un orden que no significa la ausencia de conflicto sino el
trámite eficiente del mismo.
Como aspecto general el autor menciona una serie de recomendaciones para que un líder
político pueda erigirse como un buen estadista. Entre estas menciona la necesidad de
mantener cautela en el trato con los superiores y de no procurarse aspiraciones más allá
de las correspondidas.
En este aspecto el autor nos lleva a partir de varios ejemplos y situaciones históricas a
toda una reflexión sobre el ejercicio del poder y resalta con astucia la gran diferencia
existente entre la política como tema académico y abstracto y el ejercicio real y concreto
de la política como arte de gobernar, la realpolitik.