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Atrás habían quedado “La Momia”, Caradajian, o todos esos héroes de los que
solo supe por mis padres. Humberto ya era viejo, y por como la miraba a mi tia se
lo veía más verde que rojo. Ya no podía voltear al suelo ni siquiera a un niño de
Entramos a su casa los tres. Panchita, mi primo Nico y yo. Prendimos las
imán que tenía forma de baguette de pan. Nico me había dicho que lo había hecho
siete años, creía todo lo que decía. Nico nunca dejo de inventar historias en las
cuales manejaba a la perfección los oficios de los adultos. Fue carpintero cuando
me dijo que había construido con sus propias manos el mueble en forma de cofre
donde guardaba sus juguetes. Futbolista cuando me dijo que con un cabezazo
contó que todo el dinero de su madre lo había hecho el, cambiando las tarjetas de
futbol más difíciles de conseguir por esa exagerada suma de dinero que panchita
guardaba en su escritorio de mármol. Volvió a ser carpintero al construir la cama
celeste donde dormíamos cuando me quedaba en su casa. Aquel día mamá salía
empecé a escuchar gritos de mamá desde el cuarto. Eran como si le doliese algo,
o como si un lingote de hierro hubiese caído sobre los dedos de su pie, pero el
grito que acababa de hacer Panchita superaba a todos los de mamá y Eduardo
juntos.
Panchita había prendido la luz, y ahí estaba, como un gato partido en dos. El sillón
suicidarse a lo grande. Nico tenía los ojos gigantes y me miraba esperando que le
pesaba como los gritos de ese mudo nervioso que actualmente atiendo en la
fundación. Lo único que llegaba a escucharse era el sonido de las hojas filosas del
ventilador que panchita acababa de apagar. Todavía giraba, pero sus hojas ya
llegaban a seguirse con la mirada si se movía la cabeza en círculo. Una parte del
diván.
-Tía, ¿estas bien?. – Levante un poco la voz pero Panchita estaba casi
catatónica. Para mí no era para tanto, pero ella me había dicho que cada cabeza
es un mundo, y que lo que para unos no vale nada a otros les cambia la vida. En
el futbol sucede algo parecido, lo que para algunos es una bandera para otros no
Tia!- Grité. Ella seguía sin responde, mirando al diván como un horizonte.
haber sentido antes. Había perdido todo tipo de control sobre la situación. Volví a
rápido en mi lugar y le ofrecí un vaso de agua pero dijo que nó. Ese secreto nos
iba a acompañar de por vida, supe. Panchita se dirigió hacia la puerta y pregunto
quien era.
Humberto!- Dijo el caballero rojo. Aunque en ese momento el rojo era yo,
-Si Humberto, ¿que necesita?- Dijo la tía mirando por la mirilla de la puerta
encerrarme adentro, saqué una pistola de agua y corrí hacia el diván para matar al
como los que hacen las ratas o las puertas poco aceitadas . Luego de tres o
cuatro disparos de agua el bicho ya no daba señales de vida. Nunca voy a saber si
Me asomé para mirarlo de cerca, tenia los ojos cerrados y la cara toda
achatada. Estire mi mano para acariciarlo pero sentí una mano grande, gigante y
que el no tenía nada que hacer acá. El caballero rojo se rio de ternura, me corrió
sin hacer fuerza, cazó al torso y cabeza con la mano y lo metió en una bolsa de
supermercado. Panchita lo miraba con cierto cariño, al menos eso pensé yo,
mientras mi mano empezaba a temblar. Corrí hacia el sillón y agarré con mis
manos lo que quedaba del murciélago, patas y alas. Las alas eran como agarrar
esa gelatina asquerosa que prepara la abuela. Nico habia salido de su cuarto y me
miraba con admiración. Al poco tiempo llegó a decirme que había agarrado un
murciélago con la mano y entendí que, al menos para él, y a partir de aquel día,
siniestro se apodero de los trozos que tenía en mis manos. Las revoleé en el acto
largo a llorar como una nena. Panchita me miró con bronca mientras el caballero
metiendo las alas que aleteaban dentro de la misma bolsa del torso y cabeza.
Panchita, de ahora en más panchi, o tia, se acercó y me dijo “no vuelvas a hacer
pesar de ese olor a bosques de bamboo nacionales, y manché cada uno de sus
azulejos con el placer de mear que me acompañó hasta hacerme hombre ese
sábado de febrero en que cumplí trece años, con un video de Graciela Alfano de
corazón.