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LOS PROBLEMAS DE LA HISTORIA

El problema de la Historia es fascinante y apasionante y según se considere el concepto de la


Historia aparece su estudio como una disciplina básica del espíritu Dentro de la Historia están la
Filosofía, el Derecho, la Geografía, la Antropología, la Sociología. Y las disciplinas auxiliares: la
Numismática, la Arqueología, la paleontología, la etnografía y como coronación superior la
psicología, esta es el estudio del espíritu del hombre, sujeto de la Historia, protagonista de su
desenvolvimiento, héroe de su desarrollo y caminante eterno en su desarrollo que es un tránsito
breve. Para definir la Historia, debemos tener presente que, por tratarse de un concepto múltiple,
polifacético, es necesario encontrar características claras, simples y permanentes que nos
permitan, establecer la definición, extraer de ella las numerosas, diferentes y complejas
derivaciones del concepto mismo.

Miles de libros se han escrito sobre la definición de la Historia y sobre sus variadas acepciones.
Desde Heródoto, Jenofonte y Tucídides hasta nuestros días, los libros sobre Historia forman una
Biblioteca Universal en la que se encuentran registrados nombres que se cuentan entre las cimas
más altas del espíritu humano. Y esto sin contar que algunos autores creen que el Antiguo y el
Nuevo Testamento, los libros religiosos de la India, los aforismos de Confucio, el Zendavesta, los
papiros del Egipto de los Faraones y las petrografías de Sumeria constituyen acervos de la Historia
que no pueden ser desconocidos. Llegamos así a los albores del llamado conocimiento histórico, y
creemos que desde el inicio del conocimiento histórico puede tratar de ensayarse una definición
del concepto de HISTORIA que abarque la integridad total del concepto mismo.

Pero para definir debemos saber cuándo comienza la Historia. Es decir, desde cuándo puede
asegurarse que contamos con testimonios históricos. Surge inevitablemente otro problema
espinudo y no resuelto. Gastón Maspero en el último tercio del siglo XIX aseguraba que el
“conocimiento histórico” puede tener de cinco a seis mil años de desarrollo. Y esto lo escribía en
1892.

Sin embargo el cálculo de Maspero parece exagerado, Alfredo Weber, el sociólogo e historiador
alemán, en su obra Sociología de la Historia, de la cultura formula sobre esta materia afirmaciones
muy categóricas. Dice pag. 125:

“Es conveniente poner una y otra vez en claro que la Historia de la civilización humana comienza
en Egipto y en la cuenca del Tigris y del Eufrates. El resto del globo estaba ocupada por nómades,
seminómades y agricultores primitivos, de cuya existencia sólo poseemos, en su tiestos, armas y
tumbas y algunos restos de sus fortalezas, un eco muy debilitado de una forma de vida que,
presumiblemente, fue en extremo fluida e inestable. En cambio en aquellos lugares aparecen, ya
desde el 4° milenio antes de Cristo, comunidades que poseen un calendario bien determinado, así
como su distribución del tiempo, escritura y un cuerpo de funcionarios. Estos funcionarios, con
ayuda de dicha escritura, gobiernan, desde puntos centrales, un aparato artificioso de vida, unido
a un sistema de canalización, de cuyo adecuado funcionamiento depende toda la existencia, la
cosecha de los campos y el suministro de los ingresos de los puntos centrales; en una palabra,
Estados y cuerpos sociales frente a todo lo natural, de formación y evolución plenamente
conscientes y racionales. La fecha más antigua de la Historia egipcia es el año 2781-2778,
momento en que se introdujo en Egipto el calendario de año solar de doce meses que hoy
predomina en todo el mundo”.
Más adelante afirma Weber en su obra (págs.. 128 y 129):

“La Historia de los antiguos Egipto y Mesopotamia se mueve a lo largo de milenios en dos carriles
de notable paralelismo”. A pesar de la frecuente coincidencia temporal de muchas épocas
decisivas, no se confunden, sin embargo, para el período más amplio dentro del acontecer. Allí
están las primeras grandes acumulaciones en la cuenca del Tigris y del Eufrates, a partir más o
menos del año 3000, bajo la soberanía de los sumerios con sus capitales Ur y Lagasch. Allí esta el
Estado unitario egipcio-mentífico de Menes, con su aparición que hoy se atribuye a los
alrededores del 2880, en sus dos fundamentos, el Imperio del Alto y del Bajo Egipto, pero que,
según las fuentes existentes, puede remontarse en apariencia hasta mucho antes, por lo menos
hasta el 4° milenio. Ya entonces se hallaría estructurado según la organización regional de la vida
que bosquejamos, con sistema de canalización, calendario, escritura y aparato de administración
burocrática. Pacíficamente apartado de las grandes corrientes de pueblos. Egipto recorre
entonces en su prístina unidad un primer período”.

Después el historiador entra a dividir los distintos períodos de la historia de Egipto. Tenemos
entonces que para los efectos de la cronología histórica, la afirmación de Maspero asigna más o
menos 6.000 años al conocimientos histórico y Weber cree que entre conocimiento no excede de
los 4.000 años. Indudablemente consideramos la opinión de Weber más centrada en las
posibilidades que pueden deparar las más actuales investigaciones de la Arqueología y de la
Paleontología, aún cuando, desde el punto de vista de su verificación científica, los hechos
históricos de dos mil o más penetran por su propia magnitud y por su especifica naturaleza en el
ámbito ilimitado e indeterminado de las leyendas.

Por lo tanto, como afirma Moradiellos “a partir del IV milenio a.C., el surgimiento de las
civilizaciones urbanas y literarias en el Creciente Fértil (Mesopotamia y Egipto) fue acompañado de
la aparición de un relato escrito (en papiro, cera, madera o piedra) donde se registraban los mitos,
las intervenciones divinas y los hechos humanos seculares del pasado”1. Allí fue cuando se
constituyo la Historia, la literatura histórica, como una forma de narración de acontecimientos
pasados. Esto, porque la escritura permitió superar la fragilidad de la memoria y dejar un registro
de los hechos comunitarios permanentes y transmisible a generaciones sucesivas, sin los riesgos
de olvidos o deformaciones. En Mesopotania y Egipto aparecieron por vez primera las listas de
reyes, las inscripciones los anales y las crónicas (narración de sucesos políticos o religiosos
ordenados cronológicamente. La función de la cronología parece haber sido dual: servir como
elemento de legitimación y apología del poder real y también como sistema de datación temporal
en la práctica administrativa.

Indudablemente la Historia es una disciplina antigua. Cuando hablamos de Historia nos referimos
siempre a una forma de conocimiento muy antigua, dotada, a pesar de su altibajos, de continuidad
constante a lo largo de los siglos y que ha perdurado hasta nuestros días revestida colectivamente
de una ceremoniosa solemnidad. La Historia, como tantas otras creaciones de larga duración en el
mundo occidental, nació en la Grecia Antigua. Al parecer la primera palabra que se refiere a
nuestra disciplina es la de una noble tarea en la colectividad helénica, la del histor, de la que

1
Moradiellos Enrique “El oficio de historiador”
Estudiar, enseñar, investigar
Ediciones Akai Madrid- España
2013. pag. 66
derivaría más adelante la palabra “historia”. Prelación, por lo tanto, de la persona humana, de la
decisión e interés en el presente, del anuncio de un humanismo. Las primeras menciones de
histor aparecen en dos de las más respetables fuentes escritas originarias de la Historia occidental:
en Hesíodo y quizás con más fuerza en Homero. Concretamente en la Ilíada, se cita por vez
primera su nombre:

“Delante del Histor (juez) ambos esperaban resolver el pleito y la gente partidaria de cada uno
asentía aplaudiendo”2.
Junto al significado de juez, cabe añadir que, en las inscripciones más antiguas, con la palabra con
plural, histores, se quería designar también a los testimonios oculares, a los testigos.
Precisamente la raíz de la palabra proviene de eido, oida, es decir, “ver”, “yo sé” . El historiador, si
era juez, era porque “había visto” y, por lo tanto, “sabía”. De ahí que en el griego clásico la
palabra “historiador” significara “juez” de entrada, porque era aquel que “sabía” y “conocía” la
ley; porque era un “conocedor”, “experto” y, finalmente, por saber era “sabio”. Nada tiene de
extraño que, proviniendo de histor, surgiera “historia”, palabra que adquirió progresivamente en
la antigua Grecia tres niveles distintos de significación. En primer lugar, si se debía juzgar era
necesario (“para ver” y, en consecuencia “saber”) proceder a una indagación, a una investigación.
Juzgar hoy es también haber visto, reproducido o evocado un pasado a partir de pruebas y
testimonios para sentenciar de acuerdo con el sentido de la justicia. Y juzgar es imposible sin
atribuir un valor y un sentido concreto a los actos humanos. Historia, pues, fue casi
inmediatamente, por necesidad de juzgar, una exploración del pasado. Casi sin solución de
continuidad, el paso del tiempo llevó a designar también con el nombre de la Historia el
conocimiento o resultado de la búsqueda o indagación. Y finalmente, y dentro del contexto
helénico, con la palabra “historia” se llegó a significar también la relación verbal o escrita de lo que
se había indagado o investigado. En consonancia con todo lo anterior, el verbo “historiar” expresó
“el querer o desear enterarse de algo”, y el “historiógrafo” resultó ser, en buena lógica, el que
escribía o relataba el resultado de la investigación.

Rogamos que se disculpe esta digresión de una pequeña parcela del nacimiento y significado
etimológico de la disciplina. No tenemos en absoluto pretensión alguna de vestir cultamente este
texto dedicado a la didáctica ni de realizar un exhaustivo recorrido de sus acepciones a lo largo del
tiempo.

Si nos hemos permitido esta breve licencia en su origen y vamos a dedicarle cuatro salpicaduras
semánticas posteriores en el tiempo es porque nos parece particularmente “didáctico” hallar en el
origen del vocablo y en su evolución una gran densidad humana y, al mismo tiempo, un orden
genérico del “proceder”, del método, que nos parece potencialmente simbólico y esclarecedor:

1. Preguntarse en el presente
2. Indagar en el pasado.
3. Intentar ver, evocar y saber a partir de fuentes y testimonios diversos.

4. Comunicar lo visto atribuyéndole sentido y valor.

2
La Ilíada 18,501 (1971) versión de Manuel Balasch Barcelona.
La Historia, pues, nace íntimamente relacionada con las ideas de la emisión de un juicio, con la
valoración y con un sentido moral de la equidad. Cuando E.P. Thompson, en el siglo XX, nos dice
que la Historia no debe lamentarse del pasado sino identificarse con valores defendidos por
actores del pasado, ya que de esta manera este pasado adquiere sentido para nosotros, y dichos
valores constituyen lo que tratamos de extender en nuestro presente, no se aleja demasiado, a
pesar de los centenares de años transcurridos, del impulso humano que hizo nacer la disciplina3.
Que la Historia, pues, no sea “objetiva” – lo cual no quiera decir que sea arbitraria- y juzgue el
pasado, está más cerca de su origen griego que de los positivistas del siglo XIX y XX. También en
este nacimiento de la Historia nos parece identificar algunas de las afirmaciones teóricas de Pierre
Vilar cuando, por ejemplo, define “que nuestra disciplina es la única que designa con su nombre
tanto la materia del conocimiento como el conocimiento mismo”4. Es decir: lo que se indaga –
procesos y estructuras del pasado a través de sus fuentes- y el resultado y/o comunicación de lo
que se indaga.

Pero en segundo lugar, y quizás lo más importante, consista en el hecho de que la Historia, desde
su nacimiento, procede primero por una pregunta o una curiosidad situada en el pasado que
importa o necesita ser juzgada en el presente; a continuación indaga con un método propio a
través de los indicios que le quedan del pasado, y los evoca y reconstruye para comunicar
finalmente sus resultados bajo la forma de un relato caracterizado por una valoración explicativa y
aun moral.

En definitiva por lo menos en su origen, no parece que la Historia pueda desligar el objeto de su
conocimiento de la comprensión del presente y con ello no queremos decir que se trate de
reducirla a una sucesión de acontecimientos cuyo final más o menos progresivo, feliz se da en
“nuestros días”. Aquello que estudiamos (aunque se sitúe en la prehistoria o en el Antiguo Egipto)
debe tener una repercusión que ayude a comprender y valorar nuestro hoy.

Junto a su antigüedad, es preciso reconocer que pocas disciplinas como la historia (en este sentido
quizás sea la única) han calado tanto en los colectivos sociales con un tan alto grado de
solemnidad. Nace en Grecia como hemos visto, relacionada nada menos que con la idea juicio,
sabiduría e indagación. En la época romana, la Historia añade a este nacimiento un elemento
moral de primer orden e incluso algunos historiadores la consideran un fundamento de
conocimiento útil para el Estado, especialmente del imperial. A título de ejemplo significativo,
resulta muy sintomática la proclamación de Tito Livio en el prólogo de su conocida Ab Urbe
Condita5, aquí se muestra la Historia como un modelo para la posteridad. Durante la Edad Media
la tradición historiográfica clásica sufrió una ruptura radical con la desintegración sociopolítica del
imperio romano en el siglo IV y con el ascenso del cristianismo como religión monoteísta y
monolátrica oficial del Estado y de los reinos barbaros sucesorios. El Historiador medieval

3
Thompson E.P “Miseria de la Teoría
Crítica. Barcelona 1981 pag. 72
4
Vilar P: “Iniciación al Vocabulario del Análisis Histórico” 1980 Crítico Barcelona pp.17
5
“Lo más saludable y fructífero del estudio de la Historia consiste en que uno puede extraer de ella todo tipo de lecciones, escritas en
documentos ilustres; de ahí, uno escoge aquello que le conviene le conviene imitar tanto para sí como para el Estado, y lo que conviene
evitar porque es ignominioso tanto en su inicio como en su final”.
Titas Livius: “Ab Urbe Condita” Libro I Barcelona 1993 pag. 31.
entenderá la Historia no como una investigación secular, causal y racionalista de los hechos
humanos sino como la “contemplación alegórica de la voluntad divina”6

En el Renacimiento constituirá el fundamento de la Educación del príncipe, la lección suprema


para el político, para su práctica. Basta leer cualquier capítulo de cualquier texto de Nicolás
Maguiavelo. Por otra parte, en el mismo Renacimiento, momento en que la Historia fue
considerada una disciplina algo menor al lado de la consideración que merecieron otras “artes”
surgieron voces como las del lúcido Michel de Montaigne, que aconsejaba a los alumnos que
conozcan mediante la Historia, las almas de los siglos mejores”7

En el siglo XIX será el mismo Hegel quién contribuirá a otorgar aún un grado más de solemnidad a
la Historia, ya que, según el filósofo alemán “La Historia del Mundo es el tribunal del mundo”8

Por lo demás, es de sobre conocido cómo las Historias nacionales se constituyeron


progresivamente en materias históricas como resultado, entre otros factores del romanticismo y
de los nacionalismos. También es muy sabido que en el siglo XIX, Marx, con su paradigma del
materialismo histórico, la elevó al rango del gran ciencia. En todo caso, la influencia del Marx
sobre la práctica de la profesión histórica fue mínima durante la segunda mitad del siglo XIX. Sólo
en las primeras décadas del siglo XX, y sobre todo tras el hito decisivo que fue la Primera Guerra
Mundial, la revolución bolchevique de 1917, el marxismo penetró e influyó con fuerza en el
gremio profesional de los historiadores.

Se equivocaría quien viera en el párrafo anterior una crítica descalificadora del Marxismo. Muy al
contrario, opinamos que el marxismo probablemente de manera definitiva aún hoy aporta, junto a
otras teorías de la Historia, herramientas teóricas sumamente útiles para el análisis de la realidad
social e histórica. Pero no es el único paradigma o modelo posible de interpretación, ni es una
bola de cristal para construir el futuro. Dentro de esta evolución que experimenta la Historiografía
en las primeras décadas del siglo y tras el trauma que significó la Gran Guerra de 1914-1918, tuvo
lugar el nacimiento de la Revista Francesa que habría de aglutinar a la llamada “escuela de los
Annales”9. En el año 1929 Lucien Febvre (1878-1956), Marc Bloch (1886-1944) fundaron los
Annales d’histoire économique et sociale. Su propósito era ofrecer una alternativa a la práctica
historiográfica dominante, superando el enfoque político-diplomático y militar. La renovación
historiográfico de Annales se basó en la enorme ampliación de los campos de trabajo y en el uso
de métodos de investigación tomados de otras disciplinas: el análisis sociológico, demográfico, el
trabajo de campo geográfico y etnológico, la estadística, el estructuralismo linguïstico, la
arqueología. Este ensanchamiento del campo histórico se fundamenta sobre la superación del
concepto de “documento” Rankiano (el texto escrito). Ranke practicó y propugnó la búsqueda
exhaustiva de documentos archivístico originales, su verificación, autentificación, cotejo mutuo y
su utilización como base fundamental y en la medida de lo posible exclusiva de la narración
histórica. Un apego fidedigno al documento por estos permitirían establecer los hechos y
proceder a reconstruir una imagen real y verdadera, objetiva del pasado tal y como realmente
sucedió.

6
Moradiellos Enrique “El oficio de Historiador” Estudiar, enseñar, investigar. Ediciones Akai. 2013. Madrid pag. 70.
7
citado en “Procedimientos en Historia” de: Cristófol – A. Trepat. Editorial Grao Barcelona 1995 pag. 125.
8
Hegel F. Príncipes de la Philosophia du Droit.
Paris 1972. Gallimard pag. 364.

9
Citado en: “El oficio del Historiador de E.Moradiellos. Pag. 90
Por esta razón Febvre enfatiza:

Indudablemente, la historia se hace con documentos escritos. Pero también puede hacerse, debe
hacerse, sin documentos escritos si estos no existen. Con todo lo que el ingenio del historiador
pueda permitir utilizar para fabricar su miel, a falta de las flores usuales. Por tanto, con palabras.
Con signos. Con paisajes y con tejas. Con formas de campos y malas hierbas. Con eclipses de
lunas y cabestros. Con exámenes periciales de piedras realizadas por geólogos y análisis de
espadas de metal realizados por químicos. En una palabra: con todo lo que siendo del hombre
depende del hombre, sirve al hombre, expresa al hombre, significa la presencia, la actividad, los
gustos y las formas de ser del hombre. ¿No consiste toda una parte y, sin duda, la más
apasionante de nuestro trabajo como historiadores en un constante esfuerzo por hacer hablar a
las cosas mudas, para hacerlas decir lo que no dicen por sí mismas sobre los hombres, sobre las
sociedades que las han producido y en constituir finalmente entre ellas esa amplia red de
solidaridades y mutuos apoyos que suple la ausencia del documento escrito? Cuando no hay
estadística, ni demografía ni otra cosa ¿vamos a responder resignadamente ante esta carencia? Al
contrario, ser historiador es no resignarse nunca. Intentarlo todo, intentar llenar los vacíos de
información. Ingeniárselas, es la palabra exacta.10

El verdadero triunfo de la Escuela de los amales sólo tuvo lugar después de la Segunda Guerra
Mundial, cuando su modo de entender la práctica de la Historia se generalizó en Francia y se
exportó a buen número de países europeos y extraneuropeos. Dicho triunfo fue incontestable a
partir de 1956, cuando Fernand Brandel (1902-1985) asumió la dirección de la Revista a la muerte
de Febvre. Brandel había publicado “El mediterraneo y el mundo mediterraneo la época de Felipe
II (1949), obra en la que distingue fenómenos de larga, media y corta duración. Comenzaba una
Historia Estructural, donde la articulación mayor está en la dialéctica espacio-tiempo. La atención
de los historiadores se dirigió hacia la mutua interrelación entre las estructuras geográficas,
económicas, sociales y políticas, planteadas en sus dimensiones temporales. Muchos
historiadores ensayaron métodos innovadores centrados en estudios regionales que abarcaban
tiempos de larga y media duración.

Nuevos temas entraban en el campo de la Historia: Historia serial y la historia de las mentalidades.

La Historia serial Piene Chaunu. Autor de la obra “Sevilla y el Atlántica” (1955-1959 la define como
una historia interesada menos por los hechos individuales que por los elementos que pueden ser
integrados en una serie homogénea. Es interesante algunas líneas de investigación sobre los
nuevos campos del análisis del tráfico comercial o de la utilización de las fuentes parroquiales y la
reconstrucción de familias.

La segunda tendencia derivada del paradigma lo Brandeliano es la Historia de las Mentalidades.


Se trata de abandonar el estudio de la bodega- las cosas, las condiciones materiales de la
sociedad- para centrarse en averiguar lo que hay en la buhardilla- las personas, su
comportamiento y su vida interior, opiniones, creencias y prácticas ante la muerte, el sexo, la
religión, la infancia, el fuego, la locura, el bandidaje. Los nuevos historiadores de las mentalidades
tenían sus raíces en la historiografía romántica y en la observación de la vida del pueblo. Sus
antecesores más próximos eran figuras como Burckhardt o Huizinga. Recibían las aportaciones de

10
Febvre Lucien: Combates por la Historia “Barcelona Ariel 1975 pp 232-233
sociólogos, antropólogos o historiadores de la literatura. En el caso de Chile es importante
destacar a Rolando Mellafe. En el mundo contemporáneo son destacables.
George Duby (1962-1975) y Jacques Le Golf (1981), sucesor desde 1975, de Braudel en la dirección
Sexta de la Ecole Practique des Hantes Etudes de París. Esta nueva tendencia plantea finalmente
su rechazo a la Historia política tradicional.

El lector disculpará este corto y conocido recorrido en tanto que tiene como objetivo recordar las
peripecias de las diferentes formas de escribir la Historia – es decir, reconstruir e interpretar el
pasado y comprobar, por tanto, cómo cambian, se completan o se matizan el objeto de la Historia
y los métodos empleados. Después de esta breve e inconclusa exposición sobre la historia de la
Historia de nuestro siglo podemos constatar, con las continuas aportaciones historiográficas se
puede concluir que:

1. La complejidad de los hechos históricos que no se dejan atrapar de una vez; su


interpretación exige ser completada y profundizada desde diferentes perspectivas. Este
hecho no hace sino expresar tanto la pluralidad interpretativa de los “asuntos humanos”
cuanto la singularidad de la percepción de la persona (en este caso el historiador) a la hora
de analizarlos; singularidad que se manifiesta en la atención que puede prestar a aspectos
que había pasado inadvertidos a otros estudiosos en la medida en que su foco de atención
iba por otros derroteros. Singularidad de la persona a la hora de trazar caminos en la
interpretación del pasado; pero singularidad circunscrita en una colectividad que es
portadora de una cultura peculiar y en una época, la que vive, que condicionan el sustrato
en donde la percepción se manifiesta.
2. Otra conclusión evidente: se acabó hace tiempo el mito de la ciencia inamovible en su
majestuosidad. La Historia de las ciencias nos muestra que éstas han sufrido autenticas
revoluciones con el paso del tiempo – “toda ciencia está siempre en vías de constitución”,
nos dice de nuevo Pierre Vilar, en otras palabras es importante y saludable que nuestros
alumnos y alumnas tomen conciencia de que la comprensión del pasado, como la del
presente, es algo que se va construyendo, rectificado y ampliando progresivamente y no
nos viene dada de una vez por todas.

Toda esta precisión desde el inicio de la Historia, su sintética evolución – nos sirve como
antecedente necesario para determinar el inicio de la cronología de la Historia y determinado este
principio es indispensable tratar de ensayar una definición de Historia.
Ensayo de Definición

No resulta fácil hallar una definición adecuada de la Historia. Aquí podemos prescindir
perfectamente de ella, puesto que tratamos de examinar interpretaciones diversas que se han
hecho del acontecer histórico y aquellas dependen del concepto que de la ciencia histórica poseen
sus autores. Pero dejemos previamente establecido que tal concepto no es unánime sin mucho
menos estable, ha evolucionado en el transcurso del tiempo.

Todos los pensadores que se han ocupado del problema de la Historia han ensayado algunas
palabras definitorias, pero la definición completa, valedera, universal, parece que se escapara del
cerebro humano. De3sde Heródoto, “el relato ordenado de los hechos guerreros”, hasta dos mil
años después el ensayista ruso Constantito Fedin, “los sucesos de los años”, la definición de la
Historia ha preocupado a los estudiosos… Entre los nombres citados se encuentran las más alta
cumbres del pensamiento humano. Tratar de formar una lista constituiría un alarde de vana
expedición.

Para los antiguos, la Historia era la narración de los hechos, empleada más bien como pasatiempo
que con fines de análisis y crítica.

Para los antiguos, la Historia era la narración de los hechos, empleada más bien como pasatiempo
que con fines de análisis y crítica.

Para Heródoto, “la Historia es la relación de los hechos”.

Para Tucídedes “la Historia es la narración útil de los acontecimientos, es decir, un fin didáctico, de
enseñanza para no cometer errores.

Para Marco Tulio Ciceron (106-43) AC en su obra “Diálogos del orador”, nos entrega su visión de la
Historia como “testigos de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria” maestra de la vida,
mensajería de la antigüedad”11

Para Tito Livio (59 AC – 17 DC), la “Historia es como una fuente de educación patriótica y de
enseñanza de las virtudes cívicas”12

Para Xénopol, la Historia es una disciplina científica cuyo fin es determinar los hechos y la unión
causal de los acontecimientos.

Para los historiadores alemanes, de la escuela de Ranke y Monseu, “la Historia es madre y maestra
de la política; cada pueblo tiene su manera propia de ser, de existir y esa manera sólo la Historia es
capaz de definirla.

Para Bernheim, “la Historia es la ciencia que narra los hechos de los hombres considerados como
seres sociales, mostrando las causas que han condicionado y motivado tales hechos”.

11
Vásquez Z. Josefina “Historia de la Historiografía”
Ediciones Ateneo S.A. México 1978 pag. 33
12
Vásquez Z. Josefina “Historia de la Historiografía”
Ediciones Ateneo S.A. México 1978 pag. 34
Pata TTokar Lorenz “la Historia es aquella ciencia experimental que expone y desenvuelve en su
sucesión temporal las acciones de los hombres según todas sus causas externas e internas, con la
mirada dirigida conscientemente a nuestros estados políticos y sociales”.

Para Fustel de Coulanges escribió en 1905 “la Historia es una ciencia que utiliza un método
riguroso y debe analizar los hechos tal como han sido vistos por el contemporáneos no como el
espíritu moderno imagina”13. El deseo de Fistel de Conlanges es hacer de la Historia una
verdadera ciencia pura a través del análisis metódico de los documentos.

Coulanges declara explícitamente que la Historia está compuesta por una multitud de pequeños
acontecimientos; pero un pequeño acontecimiento, en sí, no es Historia. La Historia no puede
quedarse en el estudio de los hechos materiales y de las instituciones. Su verdadero objeto de
análisis es el entendimiento humano.

Para Johan Huizinga (historiador holandés) la “Historia es la forma en que una cultura se rinde,
cuentas de su pasado.

Para Ortega y Gassett la “Historia es un sistema – el sistema de las experiencias humanas que
forman una cadena inexorable y única.14

Para Henri Berr, la “Historia es como el estudio de los hechos humanos del pasado”. 15

Para J.G. Droysen: “Historia es la que la Humanidad sabe de su misma, su certidumbre de sí


misma”. 16

Para Walter Schultze – Soelde: “Historia es la idea libremente producida por la unificación,
síntesis, en la desordenada soledad del ser racional tal como se precipita en una obre perceptible
en el tiempo y en el espacio”.17

Para Erich Von Kahler la “Historia se refiere a los Sucesos donde nada sucede no hay Historia. La
estabilidad absoluta, inmutable, sin acontecimientos ni cambios, sin principio y fin, hasta donde
sea posible imaginarla carece de Historia”.18

La Historia según este autor ha nacido con la comprensión del sentido del acontecer. Y con la
negación de la Historia perdemos, como ya lo estamos presenciando hoy, todo el sentido del
acontecer humano “no hay Historia sin sentido. No hay sentido sin Historia”.

Gil y Pertusa dicen: “La Historia, didácticamente considerada, es la exposición razonada de los
hechos sociales, estudiados en su origen y desarrollo sucesivos, y comprende, por consiguiente,

13
Aurell Jaume: “La escritura de la Memoria”. De los positivismos a los postmodernismos. Universidad de Valencia 2005 pag. 25
14 Ortega y Gassett “Historia como Sistema”, del imperio Romano. Madrid 194 pag. 67.
15 Bauer Wilhelm: Introducción al estudio de la Historia” 4ª Edición Bosch Casa Central Barcelona 1970.
16 Ortega y Gassett “Historia como Sistema”, del imperio Romano. Madrid 194 pag. 67.
17
Ortega y Gassett “Historia como Sistema”, del imperio Romano. Madrid 194 pag. 67.
18 Kahler Von E. “El sentido de la Historia” Revista Humboldt año 6. 1965 N°22, pag. 9
dos partes: la descripción de los hechos del hombre a través del tiempo y la investigación de sus
causas”.19

Monod dice así: “Entendemos por Historia el conjunto de las manifestaciones de la actividad y del
pensamiento humano, consideradas en su sucesión, desarrollo y sus relaciones convectivas o de
dependencia”.20

Angel C. Bassi presenta los siguientes conceptos sobre el significado de la Historia: “Historia
significa la narración verídica de los hechos por los cuales ha pasado la humanidad”.21

Según esto, el primer carácter de la Historia es la “verdad”: debe informarnos verídica y


exactamente, como si se tratara de cosa vista, acerca de cuanto ha ocurrido de importancia.

El segundo carácter es la “generalidad”: debe referirse no sólo a los hechos políticos, sino a los
sociales y económicos, científicos, artísticos, industriales, éticos, filosóficos o religiosos.

En este sentido la Historia viene a ser mucho más que la simple exposición de los hechos de algún
valor en que ha intervenido la humanidad; viene a ser la exposición completa de su desarrollo, de
su progreso, de su perfeccionamiento, de su marcha hacia la civilización.

Para Lacombe, “la Historia es el estudio de la civilización”, y debe comprender:

1. El estudio del medio: a) natural geográfico (suelo, clima, agua, flora, fauna); b) artificial
(casa, menaje).
2. Hábitos intelectuales (idioma, escritura).
3. Artes: condiciones de producción, concepciones, procedimientos, obras (escultura,
pintura, arquitectura, literatura, música)
4. Ciencias: condiciones de producción, métodos, resultados.
5. Filosofía y moral: conceptos, preceptos, prácticas.
6. Religión: creencias, prácticas.
7. Costumbres materiales: a) vida material (alimentos, vestidos, habitación, mobiliario); b)
vida privada (aseo, tocado, empleo del tiempo); c) ceremonias sociales (nacimiento,
matrimonio, funerales); d) diversiones (espectáculos, reuniones).
8. Costumbres económicas: a) producción (explotación del suelo y del subsuelo); b)
transformación (industria, técnica, división del trabajo); c) comercio (transportes, vías de
comunicación, moneda, crédito); d) repartición (régimen de propiedad, herencia,
contratos).
9. Instituciones sociales: a) familia (constitución, autoridad, las mujeres y los niños); b)
educación; c) clases sociales (divisiones, reglamentación).
10. Instituciones públicas: a) políticas y administrativas (gobierno, guerra, justicia, ley); b)
eclesiásticas; c) relaciones internacionales (guerras, diplomacia, tratados).

19
Ensayos pedagógicos de Fernandez Editores S.A. Didáctico de la Historia 1969 pag. 26-27
20
Ensayos pedagógicos de Fernandez Editores S.A. Didáctico de la Historia 1969 pag. 26-27

21
Ensayos pedagógicos de Fernandez Editores S.A. Didáctico de la Historia 1969 pag. 26-27
Para H. White dice que el término Historia se aplica a “los acontecimientos del pasado, al registro
de esos acontecimientos, a la cadena de acontecimientos que constituye un proceso temporal que
comprende los acontecimientos del pasado y del presente así como los del futuro, y a los relatos
sistemáticamente ordenados de los acontecimientos atestiguados por la investigación”.22

En el texto realizado por estos autores García Ruíz y Jimenez López, entregan una visión y análisis
respecto a varios historiadores que han reflexionado sobre la naturaleza de su ciencia, de cómo se
ha ido construyendo esa ciencia de la Historia. Se refieren a historiadores renombrados que de
alguna manera ha definido a la Historia como:

J. Aróstegui entenderá la Historia “como una realidad inteligible distinta de todas las demás áreas
del saber” ; F. Braudel como “el estudio dirigido científicamente pero complejo: no hay Historia, ni
oficio de historiador, sino oficios, historias, una suma de diversidades, otros puntos de vista, otras
posibilidades. Hay tantas maneras discutibles y discutidas de abordar el pasado como actitudes
frente al presente. La Historia puede considerarse incluso como un determinado estudio del
presente” M. Bloch, como un conocimiento en movimiento, pues “la Historia no es la ciencia del
pasado, sino que es el pasado por el presente, ya que la incomprensión del comprender el pasado
si no se sabe nada del presente” L. Suárez Fernández como “un género de conocimiento acerca del
pasado humano, que se adquiere por medio de la investigación”. En este mismo sentido lo utiliza
también L. Febvre cuando afirma que “la Historia es el estudio científicamente elaborado de las
diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres en otros tiempos, captadas en sus
fechas, en el marco de sociedades extremadamente variadas y, sin embargo, comparables unas a
otras…, que cubrieron la superficie de la tierra y la sucesión de las edades”.

Para él la Historia, es, pues, una ciencia porque desarrolla dos acciones que se hallan en la base de
toda investigación científica, tales como la posibilidad de plantear problemas y de formular
hipótesis.

Para Marx la Historia entera no consiste más que en una continua transformación de la naturaleza
humana. El historiador no pretende revivir los hechos, sino conocerlos, saber cómo fueron
cuando eran presente. Es la situación que vivían como presente las personas del pasado lo que
nos interesa.

Otra definición sería: la Historia es el conjunto unificado de conocimientos, de carácter objetivo,


acerca de las relaciones entre los hechos del pasado que se descubren gradualmente y que se
confirman por una metodología de verificación. Sin embargo, es necesario formular otra nueva
donde se expliciten todos los elementos constitutivos y necesarios del conocimiento histórico, a
fin de que podamos tener una visión más comprensiva del carácter original del saber histórico,
respecto a las demás ciencias sociales y/o humanas. Así, la ciencia histórica podría ser definida, en
los términos explicitados por R. Ahumada, “como un tipo inteligible o forma de conocimiento de
carácter mediato, que se constituye desde una relación permanente e inestable entre el presente
del historiador y el pasado humano (objeto formal de la Historia), al que considera en el contexto
de su contemporaneidad”.

Para R. Aron la Historia es el estudio del pasado humano.

22
García Ruiz L. Antonio “El valor formativo y la enseñande la la Historia. Editorial Universidad de Granada 2010 pag. 26 y siguientes.
Para Héctor Herrera C. Historia no es el producto de lo que no es ni de lo que no está, sino de la
que efectivamente es y es gracias a la presencia actual que adquieren las acciones del hombre
junto con la presencia real que tuvieron en algún momento.

Para J. Burck la Historia es todo lo que una época encuentra digno de notar en otra.

La Historia no debe ocuparse de lo universal sino de lo concreto. Sólo hay conocimiento de lo que
puede ser revivido en la mente del historiador. El concepto clave de Collingwood es que el
conocimiento histórico tiene por objeto propio el pensamiento: no las cosas pensadas, sino el acto
mismo de pensar. Esto es lo que le lleva a concluir, de modo aparentemente algo (ingenio, que
cuando el historiador descubre lo que realmente ocurrió de hecho conoce porque sucedió)23

En definitiva, “la Historia es el conjunto de conocimientos acerca de los sucesos ocurridos en las
sociedades a lo largo del tiempo que han sido obtenidos mediante el método científico, por una
comunidad de estudiosos especializados en cada materia”. La Historia es un instrumento de
análisis del mundo, de nuestro mundo presente y pasado, en la medida en que sirve para conocer
cómo funciona nuestra sociedad, cómo ha funcionado en el pasado, qué soluciones se dieron y
cuales fueron sus consecuencias (nuestras raíces históricas), conocer tanto las fortalezas como las
debilidades del grupo humano que llamamos nuestra sociedad y también para satisfacer la
curiosidad humana que nos permite progresar como seres humanos en sociedad y acumulando
cultura.

Pero también la Historia era y sigue siendo la disciplina humanista por autonomasía. Se concuerda
indudablemente con el gran pensador Unamno, quien critica a la Historia que pretende postularse
como fragmentos discontinuos. El filósofo español cree en una historia continua, que vive en un
presente vivo. No es un relato que se obsesiona con el pasado.

La Historia es un espejo en el cual desfilan los hechos conforme los vayamos buscando. El mejor
modo de descubrir la verdadera esencia de los hechos es tratar de interpretar, desvelar la
mentalidad, ideología de los hombres que hicieron la Historia.

De acuerdo con lo expuesto se encontrará comprensible el hecho de que haya, para la esencia de
la Historia, tantas explicaciones como direcciones diferentes de la concepción filosófica-histórica.

A partir de este horizonte historiográfico de luces y sombras, la Historia no debe perder sus
objetivos, sino que debe hacernos entender cómo era el mundo cuando éste era presente.
Indudablemente nuestra ciencia ha sufrido transformaciones a lo largo de su historia,
transformaciones recientes pero lo que caracteriza hoy día a nuestra disciplina es la tendencia a
aprehender el pasado del hombre en su totalidad, en toda su complejidad y su entera riqueza. Ya
no es posible aceptar un discurso histórico que aparezca señalado sólo o principalmente por
dinastías, batallas, tratados, etc., sino que además de esto aspiramos a conocer de cada momento
el marco técnico, económico, social e institucional. Aspiramos aún más, a comprender los
mecanismos que explican las concordancias y disconcordancias existentes entre los distintos
niveles de una sociedad, queremos obtener una imagen integrada y global cuanto más sea posible.
Sólo a través del pensar histórico es como se logra el progreso mismo, haciéndose tanto más
necesario cuanto que la Historia es un proceso en continua construcción. Así nuestro

23
Collingwood Robin G. “La idea de la Historia” – 1946 pp 214
conocimiento de la realidad presente exige inevitablemente un conocimiento del pasado. La
Historia, pues, comienza cuando los hombres empiezan a pensar en el transcurso del tiempo, no
en función de proceso naturales, sino de una serie de acontecimientos específicos en que los
hombres se hallan comprometidos conscientemente, y en los que pueden y deben influir. La
Historia es pues, la ciencia que estudia la dinámica de las sociedades humanas, la ciencia que
intenta abarcar globalmente, en sus interacciones, todos los elementos que se integran en la
dinámica de la sociedad.

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