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UNIDAD III

A. Presupuestos de geografía e historia del Imperio Romano.


Expansión de Roma en Europa y en el mundo perimediterráneo. Sumario de territorios
y pueblos antiguos ocupados por Roma y épocas de ocupación. La romanización del
mundo antiguo. División del Imperio Romano: Imperio Romano de Oriente e Imperio
Romano de Occidente. Migración de los pueblos germánicos y otras migraciones
conexas. Caída del Imperio Romano de Occidente y formación de los territorios y de las
nacionalidades nuevas. Onomástica personal y geográfica en los antiguos territorios
romanos europeos y perimediterráneos.

B. Orígenes, variedad y clasificación de las lenguas romances.


Historia de la lengua de Roma y romanización: la teoría de G. Gröber. Perspectivas
diacrónica y diatópica de los “latines” de la romanización: historia del latín y substratos
prelatinos de Italia. Substratos europeos del latín: itálicos, etrusco, griego, siciliano,
sardo, corso, lígur, rético, véneto, ilírico, dacio, tracio, céltico lepóntico, gálico,
hispánico y británico, ibérico, aquitano, vasco. Efectos de adstrato y superestrato:
germánico, griego. Romania antigua y nueva: ganancias y pérdidas territoriales.
“Romanus”, “Romania”, “romanicus” y “romanice”. Préstamos latinos en el berebere,
vasco, céltico, inglés antiguo, lenguas germánicas, griego y eslavo. Clasificaciones de
las lenguas románicas. Lingüística contrastiva elemental de las lenguas romances:
rumano, dálmata, ladino o retorromano, sardo, italiano, provenzal, gascón, franco-
provenzal, francés, catalán, castellano y gallego-portugués. Los primeros testimonios
escritos de estas lenguas romances.
A. Presupuestos de geografía e historia del Imperio Romano.

La República romana (509 a. C. – 27 a. C.) englobaba la ciudad de Roma y sus


territorios. Contaba un sistema de gobierno democrático regido y perpetuado por la
aristocracia. Durante esta etapa de su historia, Roma experimentó un extraordinario
crecimiento territorial, cultural y económico.
En el siglo V a. C. consolidó su poder en el centro de Italia y en los siglos IV
y III a. C. se impuso como potencia dominante de la península Itálica sometiendo a
los demás pueblos de la región y enfrentándose a las ciudades griegas del sur. En la
segunda mitad del siglo III a. C. proyectó su poder fuera de Italia, lo que la llevó a una
serie de enfrentamientos con las otras grandes potencias del Mediterráneo, en los que
derrotó a Cartago y Macedonia, anexionándose sus territorios.
En los años siguientes, siendo ya la mayor potencia del Mediterráneo,
expandió su poder sobre las polis griegas; el reino de Pérgamo fue incorporado a la
República y en el siglo I a. C. conquistó las costas de Oriente Próximo, entonces en
poder del Imperio Seléucida y piratas.

217 aC desembarcan en la Península Ibérica.


191 aC ocupan la Galia Cisalpina.
167 aC ocupan Dalmacia (ilírico).
146 aC se instalan en norte de África. Caída de Cartago.
120 aC ocupan la Galia meridional (acceso por tierra a Península Ibérica).
50 aC campaña de César en la Galia septentrional.
55 aC César pasa a Britania y en 43 dC se hace conquista efectiva.
107 dC Trajano incorpora el último territorio, la Dacia.

Durante el período que abarca el final del siglo II a. C. y el siglo I a. C.,


Roma experimentó grandes cambios políticos, provocados por una crisis consecuencia
de un sistema acostumbrado a dirigir sólo a los romanos y no adecuado para controlar
un gran imperio. En este tiempo se intensificó la competencia por las magistraturas
entre la aristocracia romana, creando irreconciliables fracturas políticas que sacudirían a
la República con tres grandes guerras civiles; estas guerras terminarían destruyendo la
República, y desembocando en una nueva etapa de la historia de Roma: el Imperio
Romano.
El Imperio romano fue una etapa de la civilización romana en la Antigüedad
clásica caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del imperio
viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno
al Mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron
aumentando, llegando a su máxima extensión durante el reinado de Trajano,
abarcando desde el Océano Atlántico al oeste hasta las orillas del Mar Negro, el Mar
Rojo y el Golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras
boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su
superficie máxima estimada sería de unos 6,14 millones de km².
Durante casi tres siglos antes de César Augusto, Roma había adquirido
numerosos dominios en forma de provincias directamente bajo administración
senatorial o bajo gestión consular, y también mediante pactos de adhesión como
protectorados de estados aliados. Su principal competidora en aquella época fue la
ciudad púnica de Cartago cuya expansión rivalizaba con la de Roma y por ello fue la
primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas obligaron a Roma a salir
de sus fronteras naturales, la península Itálica, y poco a poco adquirió nuevos dominios
que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.
Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente
gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con
rapidez. Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la
autoridad sobre las tropas, de cara a obtener réditos políticos. Así fue como surgieron
personajes ambiciosos cuyo objetivo principal fue el poder. Este fue el caso de Julio
César, quien no sólo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que
desafió por vez primera la autoridad del Senado romano.
El Imperio Romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que
siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos finales de la República romana.
Él fue, de hecho, el primer hombre que se alzó como mandatario absoluto en Roma,
haciéndose nombrar Dictator (dictador). Tal osadía no agradó a los miembros del
Senado romano, que conspiraron contra él asesinándole durante los Idus de marzo en las
mismas escalinatas del Senado, restableciendo así la república, pero su retorno sería
efímero. El precedente no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César,
Octavio Augusto, quien sería enviado años más tarde a combatir contra la ambiciosa
alianza de Marco Antonio y Cleopatra.
A su regreso victorioso, la implantación del sistema político imperial sobre un
imperio territorial que de hecho ya existía, resulta inevitable, aun manteniendo las
formas republicanas. Augusto aseguró el poder imperial con importantes reformas y una
unidad política y cultural (civilización grecorromana) centrada en los países
mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató
de salvar un imperio que caía hacia el abismo. Fue éste último quien, por primera vez,
dividió el imperio para facilitar su gestión. El imperio se volvió a unir y a separar en
diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre
herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande, quedó
definitivamente dividido.
Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de
Occidente, Rómulo Augústulo. El senado envía las insignias a Constantinopla, la capital
de Oriente, formalizándose así la capitulación del imperio de Occidente. El imperio
oriental proseguiría varios siglos más bajo el nombre de Imperio Bizantino, hasta que
en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder otomano.
El legado de Roma fue inmenso, tanto es así que varios fueron los intentos de
restauración del imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de
Justiniano I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno así
como el del propio Sacro Imperio Romano Germánico, pero ninguno llegó jamás a
reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de
tiempos clásicos.
Con el colapso del Imperio de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua
dando inicio la Edad Media.
El comienzo de las invasiones al Imperio Romano. Entre los años 235 y 285
Roma estuvo sumida en un período de anarquía y guerras civiles. Esto debilitó las
fronteras, y los germanos, en busca de nuevas tierras, se desplazaron hasta la frontera
norte del imperio. Los emperadores de la época permitieron el ingreso de los germanos
bajo dos condiciones: debían actuar como colonos y trabajar las tierras, además de
ejercer como vigilantes de frontera. Sin embargo, esta pacificidad se acabó cuando
Atila, el rey de los hunos, comenzó a hostigar a los germanos, que habían invadido el
Imperio. Luego de la retirada de los hunos, las tribus bárbaras se establecieron en el
interior del imperio: los francos y burgundios tomaron la Galia; los suevos, vándalos
y visigodos se asentaron en Hispania; los hérulos tomaron la Península Itálica tras
derrotar y destituir al último emperador romano, Rómulo Augústulo. Posteriormente, los
hérulos se enfrentarían a los ostrogodos, saliendo estos últimos victoriosos, y tomando
el control de toda la Península Itálica. Cabe destacar que si bien los germanos no eran
muy desarrollados culturalmente, asimilaron muchas de las costumbres romanas,
formando así la cultura europea que originó la actual cultura jamonica.

Causas del derrumbamiento del Imperio Romano. Después de los siglos


dorados del Imperio Romano (período denominado Pax Romana, siglos I al II),
comenzó un deterioro en las instituciones del Imperio, particularmente la del propio
Emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos,
en particular la de Heliogábalo, y tras la muerte del último de ellos, Alejandro Severo, el
Imperio cayó en un estado de ingobernabilidad al cual se le denomina Anarquía del
siglo III.
Entre 238-285 pasaron 19 emperadores, los cuales incapaces de tomar las
riendas del gobierno y actuar de forma concorde con el Senado, terminaron por situar a
Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo período comenzó la
llamada invasión pacífica, en la cual varias tribus bárbaras se situaron, en un principio,
en los limes del Imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de
la ingobernabilidad producida en el poder central, incapaz de actuar en contra de esta
situación.
Por otro lado, las guerras civiles arruinaron al Imperio, el desorden interno no
sólo acabó con la industria y el comercio, sino que debilitó a tal punto las defensas de
las fronteras imperiales, que privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en
puertas francas por donde penetraron las tribus bárbaras.
Tras una breve "estabilización" del Imperio, en manos de algunos emperadores
fuertes como Diocleciano, Constantino I el Grande y Teodosio I, el Imperio se dividió
definitivamente a la muerte de este último, dejándole a Flavio Honorio el sector de
Occidente, con capital en Roma, y a Arcadio el sector Oriental, con capital en
Constantinopla. Consecuencias del derrumbamiento. Las invasiones provocaron la
paralización del comercio y la industria, la destrucción del Imperio Romano de
Occidente, es decir el fin de una civilización antigua avanzada, y también el comienzo
de una nueva era en Europa, la Edad Media.
B. Orígenes, variedad y clasificación de las lenguas romances.

Historia de la lengua de Roma y romanización: la teoría de G. Gröber.

Es un hecho que no necesita comentarios que con la expansión del poder de


Roma, con la fundación del Imperio Romano y consiguientemente con la introducción
del latín en los territorios conquistados, se puso el fundamento para las lenguas
romances. Por supuesto, que dicha romanización, en muchos casos, no se logró de un
día para el otro: por ejemplo, en el caso de Cárdeña, la conquista comenzó en el 238 aC,
pero la romanización recién estaba completada hacia mediados del siglo I dC. Por otro
lado, la romanización no fue igualmente profunda en los diversos territorios: mientras
que algunos de ellos eran romanizados superficialmente, otros, como la Galia e
Hispania, han suministrado a Roma la selección intelectual.
¿Cómo fue posible que en el tiempo relativamente breve de tres siglos la
lengua y la civilización de Roma se hayan hecho y hayan permanecido siendo las de
pueblos tan diversos en un territorio tan extenso? A esta pregunta sólo se puede
responder que se trata de un fenómeno único de expansión, que no puede tener otro
nombre que “romanización”. Las victorias de Roma eran de carácter puramente político
y económico, la consecuencia de las victorias políticas era el ejercicio del derecho
romano. Roma no tuvo nunca el propósito de asimilar los pueblos vencidos con la
fuerza en lo que se refiere a la lengua y a la religión, y por tanto, no procuró nunca
imponerles la propia lengua, sino que, por el contrario, consideraba allí el uso del latín
por sí mismo como un honor. Ahora bien, aun cuando Roma se mantuviese en una
actitud nada hostil a la lengua gálica, por ejemplo, naturalmente era necesario que los
tratos con las autoridades se efectuasen en latín. Por otro lado, uno de los factores más
notables de la romanización ha sido el ejército romano: las zonas militares, las colonias
de veteranos, los matrimonios de soldados romanos con las mujeres indígenas eran los
vínculos más poderosos para la difusión del latín. Al lado del ejército, mercaderes y
terratenientes, funcionarios y empleados de la administración romana tuvieron una parte
importante en la romanización.

Existe una tentativa para explicar a base de la cronología de la romanización


las diferencias entre las lenguas romances. Se trata de la perspectiva diacrónica: la
teoría de Gröber. G. Gröber ha buscado la causa del paso de la relativa unidad del latín
común a la pluralidad de las variedades neolatinas en la diferencia cronológica de la
colonización de las varias provinciae. Según la teoría de Gröber, el latín que fue llevado
a las varias provincias durante un proceso de romanización que duró de 300 a 400 años
era diverso. Así, por ejemplo, el latín del año 238 aC que fue llevado a Cerdeña era
distinto del que en el año 50 aC fue llevado a la Galia septentrional. Los colonizadores
de Cerdeña y de España hablaban un tipo de latín más arcaico que los colonizadores de
Francia y Rumania; y en cierto modo el sardo debería ser la lengua romance más
antigua y el italiano la más reciente, cosa que naturalmente podría ser exacta
únicamente en el caso de que ya no hubiesen existido contactos entre las provincias y
Roma después de la fechas de romanización. Según esta teoría, las innovaciones del
latín hubieran podido, en tal caso, llegar siempre a Italia, pero no a Cerdeña, a España,
etc.
Esta opinión ha sido refutada, entre otras cosas, por el hecho de que la
romanización de España ha durado unos dos siglos y la de Cerdeña más de dos siglos.
El punto más débil es que tal opinión no tiene en cuenta que las provincias romanizadas
quedaron aún durante siglos en contacto con Roma después de su ocupación y que su
latín siguió recibiendo continuamente nuevo alimento de la lengua madre. Finalmente,
esta teoría es insuficiente porque el desarrollo del latín durante la romanización en un
período de 300 a 400 años no ha sido considerable y ha tenido relación casi
exclusivamente con los sectores de la morfología y del léxico. El latín nunca fue una
lengua homogénea; la lengua de Roma cambia con el tiempo y es heterogénea ya desde
el arcaico; ergo la teoría de Gröber no está desprovista de todo valor, pues es capaz de
explicar con la cronología del latín ciertas diferencias, pero NO la diversidad y origen
de las lenguas romances.
Es necesario añadir una perspectiva geográfica y diatópica: el latín se fue
renovando con elementos adquiridos de las lenguas con las que entraba en contacto
(Tagliavini).

Perspectivas diacrónica y diatópica de los “latines” de la romanización: historia


del latín y substratos prelatinos de Italia. Substratos europeos del latín: itálicos,
etrusco, griego, siciliano, sardo, corso, lígur, rético, véneto, ilírico, dacio, tracio,
céltico lepóntico, gálico, hispánico y británico, ibérico, aquitano, vasco. Efectos de
adstrato y superestrato: germánico, griego. Romania antigua y nueva: ganancias y
pérdidas territoriales.
Para el nacimiento de las lenguas romances no puede dejar de ser significativo
el hecho de que, por una parte, el latín, durante su expansión, ha entrado en contacto con
otras lenguas, y por otra, que las demás lenguas, a consecuencia de su expansión, han
entrado en contacto con el latín. Sin embargo, el resultado de estos contactos ha sido
diverso.
En primer lugar, debemos comenzar por recordar la distinción entre acción de
substrato, de superestrato y de adstrato:

1) ACCIÓN DEL SUBSTRATO

Gráficamente, representamos la acción del substrato


C’ D’

A B

Si en este territorio viene una fuerza q habla de un lengua distinta de la de la


gente AB, la lengua AB desaparece y la lengua CD nueva se impone, pero NO como la q
era al llegar, sino como C’ y D’, es decir, es una lengua CD modificada en conformidad
con rasgos propios de la lengua AB (antes de desaparecer). En otras palabras, cuando la
lengua originaria desaparecida ha ejercido una influencia sobre la lengua que la ha
sustituido se habla de substrato. Cuando un pueblo abandona su idioma primitivo y
adopta otro nuevo q se le impone por cualquier circunstancia histórica, el pueblo q cambia
de idioma transporta inevitablemente a la lengua adoptiva ciertos hábitos de su idioma
primero.

2) ACCIÓN DEL SUPERESTRATO

C D

A’ B’

Suponemos q en el territorio en el q se habla la lengua AB se impone otra


lengua, CD. Pero puede ocurrir q la lengua nueva NO triunfe sobre la lengua vieja, no
llega a imponerse cobre AB, x lo q la q desaparece es la lengua CD, pero no desaparece
sin dejar antes huellas en la lengua de ese territorio: cuando CD se extingue queda
convertida en A’B’. En otras palabras, cuando la nueva lengua ha ejercido influencia
sobre la lengua originaria que se ha mantenido se habla de superestrato.
3) ACCIÓN DEL ADSTRATO

3.1 una lengua AB q es contigua geográficamente de una lengua CD


C D
A B

3.2 una lengua AB q no es contigua geográficamente de una lengua CD

A B C D

3.3 una lengua AB q comparte el mismo territorio con la lengua CD

C D

A B

En los tres casos, son lenguas en contacto, se trata de la subsistencia de dos


tipos.
En palabras de Vidos, suele hablarse de adstrato cuando, de dos lenguas, la que
es originariamente lengua del substrato continúa viviendo al lado de la otra aún más
tarde coexistiendo con ella; o bien simplemente cuando se habla del influjo recíproco
que ejercen dos lenguas viviendo una en la vecindad de otra.

En este sentido, podemos añadir que el sustrato y el superestrato


representan las influencias en sentido vertical, de abajo arriba y de arriba abajo
respectivamente, mientras que el adstrato representa la influencia de dos lenguas
coexistentes una al lado de otra, esto es, horizontalmente.

 Substratos prelatinos de Italia


De norte a sur de la Península Itálica se extendían en tiempos antiguos los
siguientes pueblos: vénetos, retos, lepontios, galos, lígures, estruscos, umbros,
*novilaros, picenos, vestinos, marrucinos, pelignos, marsos, sabinos, faliscos, latinos
(Roma, Satricum, Lavinium, Tusculum, Praeneste), volscos, auruncos, frentanos,
samnitas, daunos, oscos, lucanos, mesapios, sículos, sicanos y elimos. Se suman a éstos
los griegos y los púnicos, pueblos no itálicos.
Cada uno de los pueblos itálicos enumerados poseía su propia lengua, y de casi
todas ellas tenemos documentación epigráfica. La toponimia, empero, indica que hubo
más pueblos y más lenguas que los enumerados.
Los ide. (no los paleoeuropeos) parecen haber entrado en la Península Itálica por
el norte hacia el siglo XV a. C. Suelen atribuírseles dos rasgos culturales característicos:
campos de urnas y terramaras. Pero hay discrepancias al respecto. Lo cierto es que la
indoeuropeización de Italia no fue un proceso simple que pueda resumirse en la
presencia de dos o tres grupos humanos, culturales y lingüísticos solamente. En tesis
extrema, G. Devoto hablaba de una confluencia de infinitas variedades indoeuropeas en
Italia.
La clasificación más habitual de las lenguas itálicas ide. en tiempos de la
expansión romana consiste en los siguientes grupos: 1.- latino-falisco; 2.- osco
(territorio: Samnio, Campania, parte de Lucania y Brutio, Mesina; inscripciones más
importantes: Cippus Abellanus); 3.- sabélico (lenguas más importantes comprendidas en
el grupo sabélico: peliño, marrucino, vestino, mársico, sabino; territorio: entre el
Samnium y Umbría); 4.- umbro (territorio: entre el río Tíber y el río Nera; inscripciones
más importantes: Tablae Iguvinae).

 Substratos europeos del latín

Sustrato itálico
Toda lengua que se expande sobre territorios lingüísticamente diversos
adquiere rasgos propios de las lenguas de tales terriotorios. Es una constante universal
que también se cumple en el caso de la historia de la lengua latina. Muchas veces los
rasgos no latinos de la lengua latina se manifiestan en las lenguas romances. El it. fuso,
rum. fus, sardo fusu, cast. huso, prov. ant. fus, front. fuisel (< diminut. *fuscellu) < lat.
fūsus ‘huso’, testimoniado ya en Catulo, Lucrecio, etc. Pero fūsus no es ni puede ser
palabra latina, porque en latín la -s- intervocálica siempre evoluciona a -r-. Luego, fūsus
es palabra que ha entrado en la lengua latina desde un dialecto itálico vecino de ella,
como el osco-umbro. En las vacilaciones fonéticas del latín advertimos la presencia de
rasgos no latinos. Hay en latín būfalus y būbalus ‘búfalo’, pero būfalus no puede ser
latino, por en esta lengua no existe -f- interior. También las advertimos en las
vacilaciones que aparecen en las lenguas romances. En latín scrōfa y *scrōba ‘tuerca’ se
manifiestan en rum. scroafă, it. scrofa y en fr. escrove. Las formas rumana eitaliana
revelan etimología con -f-; la forma francesa, con -b-. Luego, fr. escrove procede de
forma latina genuina, mientras que rum. scroafă e ital. scrofa proceden de forma
dialectal adquirida por el latín. Suele ocurrir que la forma latina genuina no subsiste en
los romances, sino otra no latina. El it. scarafaggio ‘escarabajo’ y esp. escarabajo
postulan una forma dialectal itálica como *scarafaius, pero no existe en los testimonios
latinos conocidos, sino la genuina scarabaeus ‘escarabajo’, que no ha tenido
descendencia. Procesos como ĭ > ẹ, ŭ > o, ae > ę, ae > ẹ, au > ọ, característicos de los
vulgarismos preclásicos, muestran un origen dialectal muy antiguo y difícil de
identificar.
Una de las características de los dialectos itálicos, comparados con el latín,
era la asimilación nd > nn, mb > mm. Esta misma asimilación se encuentra en todos
los dialectos italianos centro-meridionales.

Sustrato etrusco

El substrato etrusco ha aportado también numerosos rasgos al latín. Los


frecuentes contactos entre etruscos y latinos hicieron que el latín asimilase cierto
número de palabras etruscas que podemos aislar en virtud de la ausencia de
correspondencias indoeuropeas o merced a la presencia de ciertos elementos
morfológicos característicos, especialmente sufijos, como -na, -ena, -enna, -ina; al igual
que los nombres propios con dichos sufijos (Ravēnna, Maecēnas) podemos tener por
precedentes del etrusco las palabras catēna, sagīna, sacēna (scēna), etc., y parecidamente
algunos nombres en -issa, -isa.
- Helenismos incorporados en el latín desde el etrusco. No pocas veces el etrusco ha
servido de intermediario entre el griego y el latín: gr. σπυρίδα > etr. sporta > lat. sporta
‘espuerta’; gr. κίστη > etr. cisterna > lat. cisterna; gr. λαμπτήρ > etr. lanterna > lat.
lanterna; gr. γνώμων > etr. *cruma > lat. grōma. Adviértase en algunos de estos
ejemplos la presencia de sufijo etrusco.
- Origen etrusco del sistema onomástico latino. De otro lado, los romanos deben a los
etruscos su propio sistema onomástico, muy diferente del ide. común. Constaba de:
praenomen + nomen + cognomen. El praenomen es el nombre propio de la persona; el
nomen o nomen gentilicium es el nombre común a todos los miembros de la gens; el
cognomen o sobrenombre es el nombre común a todos los miembros de una rama o stirps
de la gens. Ej.: C. Iulius Caesar. Algunos personajes adquirían un cuarto nombre: el
cognomen ex virtute, debido a sus actos sobresalientes. Ej.: P. Cornelius Scipio Africanus.
- Rasgos fonéticos del toscano atribuibles al etrusco: la “gorgia toscana”. Se atribuye
al efecto del substrato etrusco un singular proceso fonético del dialecto italiano romance
toscano, consistente en aspirar las oclusivas sordas latinas / p /, / t / y / c / en posición
intervocálica ya en interior de vocablo ya en posición inicial cuando precede vocablo
terminado en vocal. De tal manera: lat. ficus > tosc. fiho (: it. fico); lat. paucus > tosc.
poho (: it. poco); lat. status > tosc. statho (: it. stato); lat. lupus > tosc. lupho (: it. lupo);
lat. illa casa > tosc. la hasa (: it. la casa).
El nombre mismo de Roma es probablemente de origen etrusco (nombre
etrusco del río Tiber; Ruma). El etrusco era una lengua completamente distinta del
latín, ni siquiera era una lengua indoeuropea. Orígenes de Roma: dominada por los
etruscos; monarquía, dinastía de los Tarquinos.

Sustrato griego
Bajo protección de Roma por peligro de ser invadidos por pueblos itálicos.
Dialectos helénicos sobre todo de tipo dórico, que empezaron a asimilar elementos
latinos. Pero romanización difícil por superioridad de la cultura griega.
Desde época relativamente antigua, el latín había asimilado elementos griegos,
recibidos de la Magna Grecia, como lo muestra el carácter fonético propio de los
dialectos dóricos, p. ej. machina (y que por su /a/ no puede representar el ático
μηχανή), en tanto que mēchanicus exhibe con su /ē/ un origen jónico-ático; así malus
´manzano`, y malum ´manzana`, proceden de la forma dórica μãλον (pero las lenguas
romances parten todas de un préstamo jónico-ático posterior, mēlum < μήλον). Las
influencias del sustrato griego se revelan asimismo en el campo de la sintaxis.
El sur de Italia tiene abundantes elementos griegos, pero se cree que muchos de
ellos son influencia del dominio bizantino en la región.

Sustrato siciliano
No quedan dudas de la desaparición de la grecidad sícula, aunque muy
lentamente, después de la romanización de la isla.
Hay topónimos que muestran la lengua de los sicanos y de los sículos, pueblo
probablemente itálico. Topónimos griegos, púnicos, ligures.

Sustrato de Cerdeña y Córcega


El aislamiento de Cerdeña tuvo como consecuencia que el idioma neolatino
allí desarrollado represente el tipo romance más cercano a la base de origen. Es
indudable que, si bien esporádicamente, asoman elementos púnicos no sólo en la
toponimia sino en el léxico sardo; así el topónimo Magomadas ha de interpretarse
como púnico (maqom hadas, ´ciudad nueva`). También la antroponimia revela huellas
del elemento púnico.
Pero los estudios del sustrato sardo descubren reliquias bastante más antiguas
que las púnicas; sea en la toponimia, sea en el léxico, se pueden aislar elementos de
carácter preindoeuropeo-mediterráneo (de tipo vasco o bereber, como prefijos a-, ta-,
tsi- en animales; como el vasco tiene aversión a f- y tendencia a agregar vocal ante r-
inicial), que de seguro se remontan a las lenguas de estratos antiquísimos de la
población sarda.

Sustrato lígur y rético


Aparecen rastros del sustrato lígur especialmente en la toponimia de la alta
Italia y regiones vecinas; particularmente notable es el sufijo -asco, -asca que se
encuentra ora en topónimos del tipo Cherasco, Salasco, Bogliasco, ora en nombres
étnicos como bergamasco, de Bergamo, comasco, de Como, etc. Tampoco dejan de
aparecer palabras en la toponimia; así el nombre del río Polcévera deriva de porko-
bhera, cuyo primer elemento recuerda el latín porcus, ´puerco`, y el m. irl. orc, ´pez
puerco = salmón`, y el segundo el ie. *bher-, ´llevar` (lat. fero).
Huellas del sustrato rético se encuentra casi exclusivamente en la toponimia.

Sustrato céltico
Los galos habitaban la mayor parte de Italia septentrional antes de la
colonización romana. Pertenecían al grupo céltico, rama de la familia lingüística
indoeuropea, y descendieron desde la Galia propiamente dicha, correspondiente más o
menos a la Francia actual, al norte de Italia, expulsando a los lígures, los etruscos y
otras poblaciones precedentes. Es bien conocida su gran victoria sobre Roma en 390
a.C: consiguieron apoderarse de la ciudad misma. Sólo consiguieron establecerse en
Italia septentrional, fundando la Galia Cisalpina.
Ya a principios del siglo III a.C los romanos empezaron a conquistar el
territorio cisalpino ocupado por los galos; el dominio romano se fue extendiendo por
toda Italia septentrional, y a mediados del siglo II se extendió también por la parte
meridional de la Galia Transalpina, organizando desde fines de ese siglo la Galia
Narbonense o Transalpina como provincia. Gracias a las épicas conquistas de César,
toda la Galia pasó a ser provincia romana y siguió siéndolo hasta la caída del imperio.
El galo forma parte de la familia de las lenguas célticas. Éstas se reparten en dos
grupos: el céltico continental, representado sólo por el galo, compuesto por múltiples
variedades dialectales, que se extinguió por completo hacia el siglo V d.C, y el céltico
insular, dividido en dos subgrupos, uno, gaélico o goidélico, formado por el irlandés,
el escocés y el dialecto de la isla de Man, y otro, británico, constituido por el címbrico,
cámbrico o galés, el hoy extinto córnico y el bretón. La romanización de la Galia
Cisalpina fue más rápida y profunda que la de la Transalpina. Entre las palabras latinas
de origen céltico se pueden recordar carrus, ´carro de cuatro ruedas`< gal. carros.
El elemento céltico es también muy considerable en la toponimia de Francia e
Italia septentrional.
Son particularmente notables los compuestos con -dunum ´oppidum`.
Característicos también son los topónimos en -acus > fr. -ac al sur, ai, -i, -y al norte
(Aureliacum > Aurillac y Orly; Catiliacum > Cadillac y Chailly).
La influencia del sustrato céltico no se limita a reliquias léxicas sino que se
extiende a tendencias fonéticas, a elementos formativos y a la composición de las
palabras.
Entre las tendencias fonéticas, un problema muy debatido ha sido el del cambio
ū > ü. Numerosos lingüistas no vacilaron en ver esta mutación como consecuencia de
una reacción del sustrato gálico. Pero no se sabe si el galo tuvo jamás el fonema ü.
Pudiera admitirse que la presencia de ü en los territorios románicos de sustrato
céltico se debiera a una “tendencia” de origen gálico que se manifiesta tanto en el
campo neolatino como en el germánico de sustrato gálico (neerlandés), aunque no
pueda excluirse la posibilidad de desenvolvimientos independientes.
Otro cambio fonético que diversos autores han atribuido al sustrato céltico es el
del grupo -ct- que en francés, provenzal, portugués y gran parte de los dialectos galo-
itálicos da -it-; también el español, que hoy presenta la fase č (escrito ch), se remonta,
como parte del lombardo, a it: p. ej., de nocte tenemos piam. nöit, franc. nuit, port.
noite (esp. noche, prov. nuech).
Sabemos que el galo tendía a transformar ct en χt; esto lo confirman
alternaciones gráficas en nombres propios como Luχterios al lado de Lucterios, etc.
Que se leen en monedas e inscripciones galas. La tendencia a la reducción ct > χt > it
está difundida en las lenguas célticas, tanto en el material hereditario (de un ie. *noqt-
el irlandés tiene noch) como en las voces tomadas del latín (lat. lacte > irl. lacht; lat.
doctu(s) > címbr. doeth). El paso ct > it se halla justamente en el territorio que fue
céltico: Italia septentrional, Francia y Península Ibérica.
Un fenómeno fonético de mayor alcance y extensión, que algunos estudiosos
propenden a atribuir al sustrato céltico es el de la sonorización o lenición de las
consonantes sordas intervocálicas, que abarca toda la Romania occidental; esto se ha
vinculado a un fenómeno parecido de lenición que se aprecia en las lenguas célticas.

Sustrato de la península ibérica


Habitada desde épocas antiquísimas, la Península Ibérica presenta
condiciones étnicas complejas. Es, de hecho, la sola región de Europa en que persiste,
no reducido a reliquias toponomásticas sino como lengua todavía viva y hablada, un
idioma prerromano ciertamente preindoeuropeo. Se trata del vasco. No faltan nombres
de lugar que, de origen evidentemente prerromano, pueden encontrar explicación
gracias al vasco o a lenguas antiguas extintas próximas al vasco.
En las lenguas romances de la Península Ibérica y en el extremo occidental del
dominio provenzal (gascón) no son raros los elementos atribuibles al sustrato. Los más
generales podrán considerarse penetrados en el latín regional de España, otros acaso
sean posteriores préstamos y adaptaciones del vasco, especialmente en las regiones
donde el español se superpuso al vasco. Entre las voces documentadas en latín como
peculiares de la Península Ibérica y que con certidumbre o probabilidad pueden
atribuirse al sustrato, recordaremos: arrugia; de esta voz procede, españ. arroyo, port.
arroio, gasc. arroulho, ´fosa, canal`(y también el vasco tiene arroila ´fosa, cavidad`).
En cuanto a tendencias fonéticas debidas al sustrato, además de la prótesis
vocálica ante –r inicial (rota > errota, rege(m) < errege, etc.), la más evidente es el
tránsito f > h; f falta en el sistema fonológico del vasco, que vierte f- inicial en las
palabras latinas con p-, b-, con h- o eliminando de plano el fonema. El español vuelve
h- la f- (ferrum > hierro) salvo ante ue (fŏcu > fuego) y ante consonante (frīgidus >
frío). El cambio ocurrió en español cuando h era una verdadera aspirada; aunque la
pérdida de f no aparezca hasta el siglo XV, no era un fenómeno nuevo sino la
generalización de una pronunciación considerada dialectal y vulgar, pues desde el
siglo XI hay, en la región septentrional de Burgos, ejemplos de h por f; es justo así
suponer que “la pérdida de la f en Castilla es un fenómeno primitivo, hijo de la
influencia ibérica de los dialectos indígenas vecinos al vasco” (M. Pidal). La tesis de la
reacción étnica es reforzada por el hecho de que el cambio f- > h- [> 0] se encuentre
también en algunos dialectos gascones que tocan el territorio vasco.

Sustrato paleovéneto
Está fuera de duda el origen indoeuropeo del paleovéneto. No cabe duda de
que nos encontramos en la toponimia con restos que de cierto se remontan al
paleovéneto. Nombres locales proparoxítonos del tipo de Ábano, Ásolo, etc., y el
propio nombre de Pádova (Padua) pueden tenerse por paleovénetos.

Sustrato ilírico y tracio


En la región de Iliria se formó una sola lengua romance, extinta hoy: el
dalmático. El dalmático presentaba notable afinidad con el rumano y con los
elementos latinos del albanés. Semejante afinidad se debe no sólo a razones de
continuidad geográfica y al relativo aislamiento de las dos lenguas, sino también
probablemente a afinidad, si no es que identidad, del sustrato prerromano. Sustrato
tracio tiene de fijo la romanidad de Rumania. El tracio era de seguro una lengua
indoeuropea del grupo satəm.
Sufijo –esc formador de adjetivos es de origen tracio; formación del futuro con
volo.

 Efectos de adstrato y superestrato

La influencia griega
El griego representa una lengua de sustrato solamente en aquellos territorios
que, grecófonos en un tiempo, fueron luego romanizados. Pero allí donde la
romanización lingüística no consiguió imponerse y las dos lenguas fueron habladas una
al lado de la otra, el griego fue para el latín (como también el latín para el griego) una
lengua de adstrato. La mayor parte de las palabras griegas entradas en las lenguas
romances por vía popular pasó por la hilera latina. Se sabe que el latín, desde los
tiempos más antiguos de su historia, merced a las relaciones comerciales entre romanos
y griegos, a la simbiosis grecorromana en Italia primero y fuera de Italia después, y la
influencia cultural sufrida por obra del helenismo, asimiló un número bastante elevado
de elementos griegos. Su presencia en escritos de carácter popular prueba que
semejantes elementos no fueron sólo un privilegio de las clases cultas, sino que
penetraron hasta la lengua del pueblo.
El gr. παραβολή, con la forma parabŏle y el sentido de ´semejanza`, aparece ya
en Séneca, pero por ser usada por los autores cristianos salió la palabra de la
terminología retórica y asume, especialmente aludiendo al de ´ejemplo`(o ´parábola`
como seguimos diciendo hoy con referencia al Evangelio) y luego poco, ya desde la
Vulgata, el más general de ´palabra`. Parabola con el nuevo sentido de ´palabra`,
sustituyó en casi toda la Romania a verbum. Y el derivado parabolare ha sustituido a
loqui, y reducido mucho el área de fabulare.
Para designar el ´manzano` y su fruto, el latín disponía de un viejo grecismo,
mālus, mālum, que con su ā revela origen dórico (μãλον). Pero las lenguas romances
desconocen continuadores de este antiguo grecismo y, con sus formas (rum. Măr, it.
melo), concuerdan en demostrar la continuación de una forma mēlum, que no puede ser
sino un nuevo préstamo, ahora de la forma μήλον de la κοινή.
Al lado de estos antiguos préstamos pasados por el latín, tenemos otros más
recientes debidos a los contactos con el mundo bizantino.
El rumano tiene una posición muy suya en lo que atañe a los elementos griegos.
Los elementos griegos antiguos que se ha querido encontrar en rumano son casi todos
inseguros; la mayoría ha pasado por el latín o el eslavo, si no es que cuando se trata de
préstamos directos no son anteriores al período bizantino. Así, martur ´testimonio`,
habrá llegado más probablemente a través del latín martyr que directamente del griego
μάρτυρ.
Entre las palabras originariamente cultas que el latín tomó del griego tuvieron
fortuna algunos términos médicos y botánicos que, por su gran uso, acabaron por
volverse populares: hypochondria < gr. ‛υποχόνδρια sobrevive como voz popular;
haemorrhoides < gr. αιμορροίς, -ίδος, muy usado ya por los médicos romanos, es voz
que se ha vuelto bastante popular en Italia.
La terminología científica moderna está atestada de neoformaciones del griego.
Al lado de términos retomados por la ciencia moderna, pero que ya existían en el griego
clásico, y algunos hasta en latín, como odontalgia (< ỏδονταλγία), odontitis (<
ỏδοντίτις), se crean términos nuevos, mediante composiciones más o menos justas, así
ortopedia, paleontología, paleografía, glotología, etc. También la terminología
científica se sirve de prefijos y sufijos griegos para formar nuevos términos; p. ej. El
sufijo –itis (< gr. –ĩτις, -ίτης) sirve a los médicos para nombrar las inflamaciones; sobre
el modelo de artritis (< ảρθρĩτις, lat. arthritis), nefritis (< gr. νεφρĩτις, lat. nefhritis), se
han creado términos como bronquitis, conjuntivitis, cistitis, laringitis, etc. Pero al lado
de nombres verdaderamente griegos, por el tipo y los elementos de composición, hay
otros que pudiéramos llamar “híbridos”, es decir, formados de un componente griego y
otro no griego (latino o romance), así automóvil, biciclo (de donde bicicleta), autoclave,
centímetro, etc.

Los elementos germánicos


Importancia aún mayor que la del griego tiene el superestrato formado por las
lenguas germánicas. Desde los primeros siglos las relaciones debieron de ser recíprocas,
pero la influencia del latín preponderó, en virtud del mayor prestigio de la lengua de
Roma y de la civilización más elevada de los romanos. Es un hecho que, mientras que
las clases más altas de los germanos sabían latín, rarísima vez los romanos se tomaban
la molestia de aprender las lenguas de los pueblos germánicos sometidos. El centro
principal de los contactos entre el reducido número de romanos que representaba el
estrato superior y dominante de la sociedad y la población germánica estaba en el valle
del Rin, donde sobrevivían, mezclados con los germanos, restos de poblaciones célticas.
No hay duda de que la lengua comúnmente empleada por estas tres poblaciones era el
latín común o hablado. Los rastros de la administración romana aparecen en la
toponimia (Köln < Colonia), en las monedas (neerl. munt, ant. a. al. munizza, al. Münze
< monēta), en el orden jurídico (ant. a. al. kosa < causa), en la red de caminos (neerl.
straat, ant. a. al. strâza, al. Strasse < (via) strata).
La penetración de palabras germánicas en el latín fue menor.
Son relativamente raras las palabras germánicas en los autores latinos o en
inscripciones. En ocasiones puede ponerse en tela de juicio la atribución de una palabra
al germánico, p. ej. burgus ´castellum parvulum`, puede ser tanto del germánico *burgs
(gót. baúrgs ´ciudad, torre`) como del griego πύργος ´torre`.
El número siempre creciente de germanos en el ejército romano, o que habitaban
en los varios territorios del Imperio como hombres libres, si no es que como siervos,
debió de incrementar considerablemente la aportación de elementos germánicos al latín
vulgar, antes de que comenzasen las invasiones bárbaras propiamente dichas, con las
consiguientes superposiciones de organizaciones estatales germánicas y así el paso de
los idiomas germánicos a la calidad de genuinas lenguas de superestrato con respecto al
latín y al romance incipiente. Es lícito aceptar que antes de fines del siglo V algunos
elementos germánicos se introdujeron en la κοινή latina. Esto puede deducirse del
examen de los elementos germánicos comunes a todas las lenguas romances
occidentales. El rumano carece de elementos germánicos antiguos seguros. En vista de
que en Dacia, al ser abandonada la provincia por Aureliano a fines del siglo III, se
establecieron los godos y los gépidos, la ausencia de elementos germánicos es un
indicio a favor de la teoría de la reinmigración. La ausencia de elementos germánicos en
rumano, en dalmático y en sardo (que recibiría las palabras germánicas de las
Penínsulas Itálica o Ibérica) prueba que los elementos germánicos penetrados en el latín,
cuando éste era todavía bastante unitario, fueron contados y bastante tardíos.
En el caso de los elementos germánicos hay siempre que tener presente la
posibilidad de intercambios recíprocos posteriores entre las distintas lenguas romances.
Muy a menudo la palabra germánica entró en una o dos lenguas romances y de éstas
irradió hacia las demás. La mayoría de los elementos francones del italiano fue
importada así a Italia por los francos, en tiempos del imperio carolingio, pero llegó a
través del romance de Francia, del antiguo francés, y no directamente del francón
germánico. El francón *gard(o) ´recinto`, dio al ant. franc. jart, jardin ´huerto, jardín`;
la palatalización ga > ja [léase ğa] es normal en galorromance y en ladino, pero ajena a
las demás lenguas romances; ahora, si el italiano presenta la forma giardino, el catalán
jardí, el español jardín, el portugués jardim, o cabe duda de que estas formas no pueden
venir más que de Francia y han pasado por el galorromance.

“Romanus”, “Romania”, “romanicus” y “romanice”

No hay certidumbre sobre el origen y significado de la palabra Roma, pero se


sabe que la forma antigua de este nombre era Ruma, por lo cual puede proceder del
nombre etrusco del río Tíber: Rumon (cf. Servio ad Aen. 63, 90). El nombre Latinus
procede de Latium, nombre del territorio en el cual estaba Roma. Los habitantes del
Latium eran los Latini y denominaban a su lengua Latina lingua. Los Romani preferían
denominar a su propia lengua Latina lingua sobre Romana lingua. El adjetivo Romanus
se emplea preferentemente en las expresiones civis Romanus y populus Romanus, como
opuesto al principio a populi Latini y, después de la expansión de Roma, a muchos otros
pueblos antiguos. Desde el Edicto de Caracalla del año 212 d. C. todos los súbditos del
Imperio Romano tienen el derecho y el nombre de Romani. Desde el punto de vista
lingüístico, en la época imperial tiene nombre de Romanus todo hablante de la lingua
Latina. Como del adjetivo étnico Gallus procede el topónimo Gallia y de Britannus
procede Britannia, del adjetivo étnico Romani surge en la parte occidental del Imperio
Romano el nuevo nombre Romania, y desde el correspondiente griego ‘Ρωμαîος surge
en la parte oriental el nombre ‘Ρωμανία. Romania y ‘Ρωμανία son equivalentes a Orbis
Romanus. El Imperio Romano de Oriente seguirá llamándose ‘Ρωμανία hasta la caída
de Constantinopla en poder de los turcos el 15 de mayo de 1453. En el año 476 d. C.,
depuesto el último emperador de la parte occidental del Imperio, Romulus Augustulus, y
remitidos los símbolos imperiales al emperador de Oriente, el nombre Romania pierde
en Occidente todo valor jurídico y político; pero no así ‘Ρωμανία en la parte oriental,
que desde ese mismo momento asume de hecho y de derecho toda la autoridad jurídica
y toda la autoridad política del Imperio Romano. Desde el punto de vista jurídico y
político, la creación del Sacro Imperio Romano-Germánico por Carlomagno constituye
para el Imperio Romano de Oriente, ‘Ρωμανία , que de hecho y de derecho es todo el
Imperio Romano, un acto de usurpación de autoridad y de poder ajenos. Entretanto, el
nombre Romania mantiene en Occidente su valor lingüístico y cultural, de modo que
tras la caída y durante la alta Edad Media Romanus se opone a Barbarus y Romania a
Barbaria. En la alta Edad Media el adjetivo derivado Romanicus, que se conocía desde
la antigüedad y significa ‘a la manera romana’, desplaza del uso corriente a Romanus, y
se establece la nueva relación de Romanicus con Romania (= Orbis Romanus). Del
adjetivo Romanicus surge un adverbio nuevo, Romanice, empleado sobre todo en
expresiones de cuño vulgar como Romanice parabolare o Romanice fabulare, las cuales
pasan a ser entendidas como ‘hablar como los habitantes de la nueva Romania’. De tal
manera, este Romanice parabolare o Romanice fabulare se opone a Latine loqui o
Romane loqui como el ‘hablar como los habitantes de la nueva Romania’ al ‘hablar
latín’. En consecuencia, con Romanice, que pasa de ser empleado como adverbio a serlo
como sustantivo, comienza a ser designada la nueva lengua de los hablantes románicos:
el Romanice, de donde romance. En efecto, del sustantivo Romanice procede en Suiza e
Italia septentrional el nombre de su lengua neolatina: rumanch o romonch, esto es
romanche. En territorio francés antiguo (norte del río Loire) el nombre correspondiente
es romanz; en Occitania (sur del Loire), romans. En España antigua los nombres
romanz y romance proceden del francés antiguo o del provenzal. Después, romanz,
romans, romance, romanzo significan ‘lengua’ y ‘obra’; romancear, ‘traducir al
romance’. Estos términos toman al cabo significados cada vez más específicos
(‘novela’, ‘romance’, etc.). El nombre de Rumania y de los rumanos no es antiguo: fue
creado en 1869 por eruditos rumanos para dar a los cristianos de las diversas regiones y
dialectos neolatinos de Rumania un nombre común frente al invasor musulmán turco
(România, Români, Român, limbă română o românească).

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griego y eslavo.

Elementos latinos en los dialectos bereberes


Los elementos latinos del bereber exhiben caracteres muy arcaicos
fonéticamente. Ante todo, la conservación de ĭ y ŭ del latín, que en la mayor parte del
territorio romance se fundieron con ē y ō. También el diptongo ae parece conservarse de
algún modo. También es notable la conservación del valor velar de c y g ante palatales.
El léxico bereber de las regiones costeras sigue conservando no pocos rastros
de la terminología agrícola latina como cicer, lens, siliqua, centenum, etc., que
sobreviven en los correspondientes nombres bereberes, o bien en nombres de animales
domésticos, como capra, berbex, porcus, etc. Pero ténganse presentes sobre todo las
supervivencias bereberes de términos latinos relativos a artefactos rurales, así aratrum,
temonem, sicilis, iugum y subiugum, etc. (con sus respectivos términos bereberes).

Elementos latinos en el vasco


La penetración de los elementos latinos en el vasco es muy considerable. No
hay lengua prerromana que haya completado de modo tan cabal su léxico merced a la
abundante terminología de la cultura romana. Mas también sorprende hallar en el
vasco tan enorme cantidad de palabras latinas sin que se haya debilitado la fuerza vital
de la lengua indígena. El vasco bark(h)atu ´perdonar`, procede del lat. parcĕre (todos
los verbos vascos tienen infinitivos en –atu que en parte vienen de los participios
pasados de la primera conjugación latina y en parte son analógico), que no sobrevive
como voz popular en ninguna lengua neolatina.
En cuanto a la fonética, el carácter conservador y arcaico aparece ante todo en la
conservación de c y g velares ante e, i, en los préstamos más antiguos, p. ej. bake <
pacem; gertu < certum; lege < legem; erregem < regem. También encontramos en vasco
la conservación de resultantes diferentes de las vocales ē y ĭ, ō y ŭ, que ya en época
latina vulgar se habían fundido dando respectivamente ẹ y ọ. Tenemos así phike <
pĭcem; bisku < vĭscum, etc., meta ´montón, espec. de piedras` < mēta, etc., gura ´deseo`
< gŭla; lukuru ´usura` < lŭcrum, etc., soka ´soga`< sōca; oren ´hora` < hōra.
Entre las innovaciones en la fonética de los elementos latinos del vasco, es
interesante la desaparición de la nasal intervocálica, p. ej. doatu ´dar` < donare (-atum);
o(h)ore < honorem; garaun < granum; kua < cuna.
-l- intervocálica pasa a -r- (vasco gura < gŭla), mientras que -ll- se reduce a -l-
(makhila ´bastón` < bacillum).
En el tratamiento de las consonantes iniciales, p > b (bake < pacem) y c > g (gertu <
certum). Más notable es el tránsito v > m (mimen < vimen) y las varias adaptaciones
para sustituir f- ausente en el sistema fonológico del vasco. Además de la desaparición
de f- (ficum > iko, forma > orma) tenemos también su sustitución por p, b, m. Así, a las
citadas formas iko, orma corresponden variantes como biku, piko y borma.
Desde el punto de vista de la cultura, es interesante notar que la influencia latina
atañe en primer lugar a la organización jurídica y administrativa del país (lege ´ley` <
legem; errege ´rey` < regem; populu ´pueblo` < populum; damu ´daño` < damnum).
Completamente latina es la terminología eclesiástica (eliza < ecclesia; ponte, ponde
´pila bautismal` < fontem; kristau < christianum) y de las fiestas cristianas. También fue
notable el influjo romano sobre la terminología del vestuario, sobre la comercial y
militar, etc.

Britania: elementos latinos en las lenguas célticas y en inglés antiguo


Por lo que respecta a los elementos latinos en las lenguas célticas insulares,
aparte del hecho de que la documentación de tales lenguas no comience hasta el
período medieval, tropezamos con la dificultad de distinguir las contadas “reliquias”
latinas debidas a la conquista romana de los más numerosos elementos latinos
penetrados por vía erudita a través del cristianismo y los centros monásticos. Irlanda
nunca fue colonia romana y, así, los elementos latinos del irlandés proceden, antes que
de auténtica colonización, de relaciones comerciales y en buena parte se importaron de
Britania y pasaron, pues, en muchos casos, por lenguas célticas de tipo gaélico.
El anglosajón o inglés antiguo es el idioma germánico que se fue formando en
Inglaterra desde la llegada de las tribus germánicas (anglos, sajones, iutos); debemos
tener presente que algunos elementos latinos acaso penetraran en los idiomas
germánicos de anglos y sajones aun antes de su migración a las Islas Británicas, cuando
residían todavía en la Germania septentrional que era la frontera oriental de la región
romanizada, y también la gran vía de comunicación de los romanos.
Desde el punto de vista de al fonética, los más antiguos y genuinos elementos
latinos de las lenguas célticas exhiben caracteres arcaicos; así, p. ej., j se ha mantenido
semivocal. Las velares c y g no sufren palatalización ante e, i. El diptongo au, en su
continuación como ow en las lenguas británicas, muestra una fase todavía no
monoptonguizada. Interesante es la evolución ct > it.
En cuanto al antiguo inglés, es imposible no reconocer la gran importancia
cultural de las voces de origen latino en varios campos (nombres de utensilios: ant. ingl.
cuppe (ingl. mod. cup) < cŭppa; paper < papyru(m); de animales: truht < trŭcta; pea <
pavō, etc.; de plantas: pīn (ingl. mod. pine) < pinu(m)).
En la toponimia de la Gran Bretaña no son raras las huellas que se remontan a
la Britania romana; los topónimos en –chester y –caster, como Manchester, Lancaster,
vienen de formas en –castra (ingl. ant. caester, ceaster ´campamento` < castra), los en
–coln, como Lincoln, de colonia.

Elementos latinos en las lenguas germánicas


Por lo que respecta a Germania, es preciso ante todo recordar que la
provincia romana que respondía a dicho nombre (dividida en Germania superior y
Germania inferior) abarcaba un territorio relativamente pequeño, al occidente del Rin,
río que era así el limes natural entre el mundo romano y el germánico. Y en efecto, es en
esta región (provincias renanas y parte de Holanda), aparte de en Baviera, el Tirol y
Suiza, donde encontramos más numerosos restos latinos, sea en la toponimia (Köln <
Colonia), sea en el léxico.
El conocimiento del latín debía de estar bastante difundido entre los germanos.
Probablemente comenzó comerciándose en vinos y no es casualidad que la palabra
latina caupo ´hostelero, comerciante en vinos`, se conservase sólo en las lenguas
germánicas.
Al conocimiento del vino y de la vinificación se deben préstamos como ant. a.
al. kelik (al. Kelch) < calice(m); most (al. Most, ingl. must) < [vinum] mŭstu(m); këllari
(al. Keller ´bodega`) < cellariu(m). A la moneda romana y al comercio se deben
préstamos como ant. a. al. muniza < moneta; gót. pund (al. Pfund, ingl. pound) <
pondus. Son muchas las palabras que se refieren a la casa y a la vida doméstica, a
comidas y bebidas, etc.
Entre los residuos de la Romania perdida, aparecen también palabras que ya no
tienen vitalidad en romance: aureus en el sentido de ´moneda de oro`; decuria.

Elementos latinos en el griego y en las lenguas eslavas


Por lo que atañe al territorio lingüísticamente griego (que abarcaba las
regiones de Epiro, Macedonia, Acaya, etc., por no hablar de las provinciae asiáticas y
africanas), aunque triunfase el griego en su lucha con el latín por prevalecer, las
influencias lingüísticas son recíprocas. Y si es verdad que la lengua latina recibió
mayor influencia del griego, sobre todo en lo referente a términos culturales, está fuera
de duda que el latín –que llegado el momento se convirtió en lengua oficial del ejército
también en Oriente y fue la lengua de la justicia, de la administración, etc.– dejó
huellas muy importantes en el griego. Palabras latinas relativas al derecho, a la
administración, al ejército y también a la vida privada comenzaron a hacerse populares
en la κοινή.
Sin embargo, desde un punto de vista cultural no debe subestimarse la
importancia de los elementos cultos y semicultos que, asimilados por el griego,
acompañaron a las palabras de origen popular por doquiera se extendió la lengua
griega. Así, a través del griego, palabras latinas avanzaron hasta Asia Menor y hasta
Egipto.
También es probable que algunas palabras de la latinidad balcánica se
introdujeran en las lenguas eslavas –llegadas a establecerse en la península de los
Balcanes en los primeros siglos de la era vulgar– precisamente en virtud de la
irradiación de Bizancio. Sin embargo, no cabe duda de que, al llegar los eslavos, la
romanidad balcánica ocupaba un área bastante extensa y así algunas voces de origen
latino, que con verosimilitud pueden considerarse transmitidas en un tiempo en que los
pueblos eslavos conservaban, desde el punto de vista lingüístico, un estado
relativamente unitario (el período del llamado “protoeslavo”), entraron en las lenguas
eslavas directamente desde la latinidad balcánica; tal pudo ser el caso de cĕsár (> car
[léase tsar]) ´emperador` < caesareus, vino < vinum, ulje < oleum, etc. También la
toponimia de los países eslavófonos de la Península Balcánica contiene numerosos
elementos que vienen directamente del latín.

Clasificaciones de las lenguas románicas

Al decir de Vidos, una clasificación puramente lingüística y definitiva de las


lenguas romances es imposible. No obstante, existe la posibilidad de establecer una
clasificación de las lenguas romances, si bien no definitiva, no sobre una base
exclusivamente lingüística, sino al mismo tiempo también histórica, política y cultural.
La primera clasificación de las lenguas romances ha sido dada por DIEZ. Éste
se basa, además del criterio lingüístico, sobre la independencia política de los pueblos
románicos, sobre el criterio literario y sobre el geográfico. Distingue:
- un grupo oriental: comprende el italiano y el rumano
- un grupo sudoccidental: comprende el español y el portugués
- un grupo norteoccidental: comprende el francés y el provenzal.
En esta clasificación, no se deja ningún sitio especial para el catalán, que es
asignado al “dominio provenzal”, ni para el sardo, que aparece unido al italiano, ni para
el retorrománico que no es considerado de igual alcurnia que el resto de las lenguas
romances. El dalmático todavía no era conocido en tiempos de Diez, por ende no
aparece en la clasificación. En otras palabras, las lenguas que no se hablaban en un
territiorio políticamente independiente (como el catalán), o que eran habladas en
diversos territorios nacionales (retorrománico) no fueron considerados como lenguas
romances independientes.
Vemos, al mismo tiempo, que la subdivisión del territorio lingüístico neolatino
en románico oriental y románico occidental viene ya de Diez. La clasificación más
clásica es la que divide la romania en dos áreas mayores o características: la Romania
occidental y la Romania Oriental. Los lingüísticas, entre ellos Wartburg, llegaron a
trazar una línea divisoria de estas dos Romanias. Esta división en Italia se extiende
desde la Spezia (debajo de Génova, sobre la costa del mar Tirreno) hasta Rímini (costa
del Adriático, bastante por debajo de Venecia). De igual modo, los Alpes orientales
constituyen la división vertical de estos dominios. O sea que el limite no es un
meridiano como supondríamos, sino un paralelo: corte por la mitad a Italia: 44 norte
(por eso, todos los del norte son occidentales, y los de abajo son orientales).
Se toman dos elementos para esta clasificación:
1) Características fonéticas: sonorización de las oclusivas sordas intervocálicas o
intersonoras (xq también se da entre consonante continua y vocal) en la Romania
occidental
2) Características morfológicas: construcción de plurales sigmáticos en occidente;
plurales vocálicos en oriente
Características lexicales: son más difíciles de clasificar porque obedecen a fenómenos
de aculturación o difusión de las novedades lingüísticas de las áreas centrales.
Así, de oriente a occidente tenemos:
a) ORIENTE:
- rumano (con todas sus variantes): es la más oriental; es la única lengua romance que
perduró en la zona oriental, donde la presencia de Roma duró poco
- italiano: del toscazo para abajo, los dialectos italianos del sur
- dálmata (ya extinguido)
* Bisagra: sardo
b) OCCIDENTE
- dialecto italiano del norte
- retorromano (romance suizo)
- provenzal (sur de Francia)
- francoprovenzal
- francés
- catalán
- castellano
- gallego-portugués (es una sola lengua): la más occidental

Otros criterios para la clasificación de las lenguas romances:


- por áreas sustratísticas (alpino-romanos, etc.)
- por la literatura
- por la geografía
- por la geografía política
- por lo estadístico: en una extensión determinada de palabras, cuántas veces se
usa la / a / en un texto castellano, etc. Establece una tipología que puede
ayudarnos cuando se presentan problemas como las reconstrucciones o
derivaciones etimológicas: si en rumano se usa más la / a / que en castellano,
podemos ver por qué hay más mutaciones de la / a / del latín que en castellano.

Por otro lado, por ejemplo, C. Tagliavini propone la siguiente clasificación:


a- Balcanorromance
1) rumano
b- Italorromance
2) dalmático
3) italiano
4) sardo
5) retorromance o ladino
c- Galorromance
6) francés
7) franco - provenzal
8) provenzal
9) gascón
10) catalán
d- Iberorromance
11) español
12) portugués

Estas divisiones son teóricas: hay excepciones: la sonorización ocurre en el sur


de Italia, pero los lingüistas dicen que no obedece las mismas normas que los dialectos
occidentales.

Lingüística contrastiva elemental de las lenguas romances: rumano, dálmata,


ladino o retorromano, sardo, italiano, provenzal, gascón, franco-provenzal,
francés, catalán, castellano y gallego-portugués.
Rumano Dálmata Retorromance Sardo
 Primera en separarse del tronco latino  Formado en la (ladino)  Cerdeña (exc.
 léxico alejado del latín. costa de Dalmacia Complejo de enclaves catalán y
 Influencias: eslavas (Iglesia (región del véneto variedades genovés).
Ortodoxa); griegas (bizantinos); turco y croata actuales). neolatinas de la  De tipo arcaico,
(Imp. Otomano).  Extinción en 1898 región alpina. fonéticamente
 Declinaciones: por posteriores ( último nativo) Montañas próxima al latín.
aglutinaciones. por penetración Dolomitas en (Conserva
 Alfabeto cirílico hasta XIX cuando véneta y opresión Italia. distinción entre e y
católicos propagan el alfabeto latino. del albanés. i y entre o y u;
 4 dialectos: dacorrumano (tronco de  No hay lenición de mantiene sordas
la lengua); macedorrumano sordas intervocálicas)
(Macedonia); Meglenorrumano (NE intervocálicas  Superestratos:
Salónica, S Bulgaria); Istrorrumano  Ausencia del español y catalán
(Istria y toda la región Balcánica). futuro perifrástico (dominación
 Participa con el latín occidental de la con habeo aragonesa entre
reducción e, i a e breve, pero no de la 1327 - 1720).
reducción de o, u a o breve.
Italiano Francés Provenzal Franco - provenzal
 Moderna República Italiana, Rep. de  Tipo más  < langue d´oc  Variedades
San Marino; Suiza Italiana, Córcega; importante del  Ha ido dialectales del SE
Principado de Mónaco. galorromance. retrocediendo Francia y la Suiza
 3 subdivisiones dialectales:  < langue d´oil a favor del romanda.
 Alto Italiano (N): galoitálicos, (variedad francés. Más  Vocalismo
véneto, istriano. septentrional). conservador provenzal y
 Meridionales  El más que el fr consonantismo
 Toscanos: florentino  lengua germanizado de Fr  Conservación francés.
literaria Dante, P y B.  En torno a París de a tónica que  Rasgos
 Grales de la lengua nacional:  Dialectos en francés pasa germánicos
desaparición de cons finales del latín,  Normando a e (amare > burgundos
vocalización total; libertad sintáctica.  Picardo amar)

Gascón Catalán Español Portugués


  provenzal por  Cataluña histórica:  República Española (exc.  Portugal, frontera
sustrato ibérico. Barcelona, Gerona, Cataluña, Valencia; española, Brasil,
 Tb representa tránsito Tarragona y Lérida. provincias vascas; gallego África y Asia.
natural del  Representa el en NO).  < gallego -
galorromance al tránsito natural del  Castellano: lengua portugués EM
iberorromance. galorromance al literaria que se extiende (XVI).
 Paso f > h iberorromance. con la reconquista.
 Falta de paso de u
larga a u breve y de
los diptongos e
breve, o breve (sel
“cielo”, mort
“muerte”); grupo ct
se reduce a it
(factum >feit)

Los primeros testimonios escritos de estas lenguas romances.

Primeras manifestaciones escritas del romance: las glosas


Aún después de la caída del imperio romano de occidente, el latín continuó
siendo escrito y hablado. No hay solución de continuidad entre la literatura latina clásica
de los períodos más tardíos (p. ej. la latino cristiana) y la literatura latina medieval. Los
modelos literarios eran siempre los clásicos, y el mayor esfuerzo para los escritores
medievales era manejar una lengua que ya no se hablaba, con la misma naturalidad con
que los escritores de la Antigüedad escribieron sus obras maestras. El romanice era el
habla cotidiana, era el “vulgar”, en tanto que el latine era sinónimo de grammatice y,
así, de lengua escrita, de lengua escolástica, de lengua literaria. Pero el humilde
escribano o el modesto cura traicionaban en la forma de su latín un dominio escaso de la
lengua; el “vulgar”, sola lengua que poseían realmente, se trasluce, pese a todo, en
palabras y construcciones no clásicas, o de plano no latinas. Su intención era escribir en
latín, mas su falta de cultura les impedía lograr una forma perfecta o siquiera correcta.
Muchas palabras del latín clásico y hasta del latín eclesiástico de la Biblia, y de
los primeros escritores cristianos se habían olvidado, eran difíciles de comprender, pues
no correspondían a voces de la lengua hablada. De aquí la necesidad de las “glosas”
para explicar las palabras latinas más difíciles o construcciones enteras. Eran posibles
varios métodos: podían emplearse palabras latinas también, pero más comunes, de la
lengua de todos los días (aunque sin caer en el habla vulgar), o bien emplear el
verdadero y genuino vulgar, romance o germánico o céltico, etc.
Francés
A mediados del siglo IX, en Francia, hallamos un texto en vulgar romance. Es el más
antiguo documento continuo –esto es, formado de períodos enteros– redactado a
propósito en vulgar. Se trata de los famosos juramentos de Estrasburgo. En el mismo
siglo, testimonio literario: la Secuencia de Santa Eulalia.
Provenzal
Bien pronto apuntan indicios de lengua vulgar; en lo documentos de los siglos VII-IX
aparecen palabras y frases que son testigos de la individualidad que ha alcanzado el
vulgar. Los documentos más antiguos del dominio provenzal en que figuran formas
vulgares son de 985 y 989; se trata de juramentos de fidelidad que atañen al castillo de
Lautrec. El documento más antiguo escrito por entero en provenzal es de 1102 y
pertenece al territorio de Rodez.
Gascón
A fines del siglo XII encontramos una copla gascona en el célebre descort plurilingüe
de Raimbaut de Vaqueiras.
Catalán
Tenemos que llegar a Ramón Llull (1235-1315), a quien se deben no sólo las primeras
poesías catalanas independientes de la lírica trovadoresca provenzal, sino también la
primera prosa doctrinal y narrativa catalana.
Español
Los más antiguos testimonios del español se encuentran, indirectamente, en los
documentos bajo-latinos de España. Para hallar testimonio directos tenemos que llegar a
mediados del siglo X. En un manuscrito procedente del monasterio de San Millán de la
Cogolla, se encuentran frecuentes glosas en español: la mayor parte no pasa de una o
dos palabras, pero las hay de períodos enteros.
Poco posteriores a estas glosas (llamadas Emilianenses) son las Glosas Silenses,
contenidas en un manuscrito del siglo X procedente del monasterio de Santo Domingo
de Silos, en Castilla, bastante parecidas a las emilianenses aun en la forma.
Portugués y gallego
Por lo que se refiere a los más antiguos testimonios, también en Portugal tropezamos
con palabras vulgares dispersas en los documentos bajo-latinos de los siglos IX-XII.
Ladino
El primer documento indiscutiblemente ladino que tenemos es un fragmento de un
sermón seudoaugustiniano de principios del siglo XII.
Sardo
Desde el punto de vista de los textos antiguos en vulgar, Cerdeña es, sin lugar a dudas,
la parte de Italia que ofrece la cosecha más abundante y homogénea. La documentación
tiene gran valor lingüístico, a más de histórico-jurídico (ya que muchos son documentos
de primordial importancia para la historia del derecho italiano), pero está totalmente
exenta de valor literario.
Italiano
En las historias de la literatura italiana suelen consignarse como primeros documentos
del italiano las fórmulas de juramento del placito capuano, decisión jurídica redactada
en Capua en 960. Sin embargo habría un monumento anterior. Se trata de una
adivinanza veronesa. Se sostuvo que era una adivinanza que significa la mano que guía
la pluma que escribe.
Dalmático
Muy pobres y escasos son los documentos del dalmático y ninguno tiene carácter
literario. En un testamento del siglo X, se encuentran algunos elementos vulgares, pero
el texto está redactado en latín en su totalidad. Los más antiguos textos orgánicos del
dalmático son dos cartas zaratinas del siglo XIV.
Rumano
En tanto que en occidente el latín era la lengua de la Iglesia y de la cultura, la lengua de
la legislación y de la administración, en el oriente bizantino la lengua del Estado y de la
administración era el griego; luego con la formación de los principados eslavos, tanto en
la administración civil como en la eclesiástica, se introdujo el uso del eslavo antiguo y
del medio-búlgaro, el primero de los cuales se llama también “paleoeslavo” o “antiguo
eslavo eclesiástico”.

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