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LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO

El icono es pintado por Theófanes de Strelitzas (Θεοφάνης Στρελίτζας), también conocido


como Teófanes de Creta ( Θεοφάνης ο Κρης ) o “de Creta” o “Teófanes Bathas”, fue un
pintor de iconos más importantes de la escuela cretense en la primera mitad del siglo XVI, y
en particular la figura más importante en Grecia pintura mural de la época. Nació en
Heraklion en Creta (fecha desconocida), y sin duda entrenado allí, pero todo su trabajo se
hizo conocido en la Grecia continental. Frescos que lleva su firma sobrevivir en los
monasterios griegos del monte. Athos, especialmente monasterio Stavronikita y Lavra, y
Meteora, que tiene sus primeros trabajos de fecha, desde 1527.

También hizo muchos iconos del panel, ya sea para iconostasios o pequeñas obras portátiles.
Theófanes estuvo activo desde aproximadamente 1527 hasta 1548, y entrenó a sus hijos y
varios alumnos, a menudo a sí mismos de Creta. En 1535 él y sus dos hijos se había
convertido en monjes en el monasterio de Lavra del Monte Athos, donde muchos de sus
mejores obras permanecen. Theófanes volvió a Creta antes de su muerte en 1559.

El icono se encuentra en Monasterio Stavronikita. Monte Athos, Grecia. Es una


representación del pasaje del Evangelio de San Lucas, 2, 22 – 38. El relato de este hermoso
hecho es la presentación de Jesús en el templo.

En este icono la Virgen está en el centro de la escena frente a Simeón en actitud de dar a su
Hijo. En la imagen se nota que el Niño ya en brazos de Simeón, donde se ve que está
contemplando a Cristo el Salvador. La iglesia bizantina le da el nombre significativo a esta
fiesta del Santo Encuentro, entre el hombre viejo, Simeón y el Hombre Nuevo, Cristo, entre
Dios y el hombre.

La fiesta probablemente tuvo su origen entre la Iglesia de Jerusalén. Las primeras


referencias sobre ella datan del siglo IV en el Diario de Viaje de la peregrina Eteria y se
celebraba el día 14 de febrero en la iglesia de la Anastasis o Resurrección, sin particularidad
alguna excepto el sermón que comentaba la Presentación de Jesús en el Templo, pero no se
mencionan los cirios. Severo, patriarca de Antioquia (512-518) nos hace llegar la noticia que
se celebraba esta fiesta en las iglesias de Palestina y Constantinopla donde hacía poco que
había sido introducida. Entre finales del siglo V principios del VI, las distintas iglesias del
territorio oriental del imperio ya la celebraban.

CRISTO

En el icono que observamos parece desaparecer entre


edificios y personajes, pero no es así.
Su actitud no es la de un niño, sino más bien la de un adulto o aun mejor la de un legislador,
de un rey. Tanto si esta en brazos de María como de Simeón estos le sirven de trono. El
encuentro entre Cristo y Simeón se da delante del altar: el altar de la Nueva alianza, el altar
sobre el que se inmola el Cordero inmaculado, el altar sobre el que se perpetúa el sacrificio
del Señor.

Podemos interpretar a la luz de la Sagrada Escritura, es el paso de la ley a la fe, de lo antiguo


a lo nuevo, el encuentro del antiguo Israel con el nuevo Israel. Todos somos hijos e hijas de
Dios por la fe en Cristo Jesús, pues todos los bautizados en Cristo de Él hemos sido
revestidos. Todo es nuevo en Cristo Hijo de Dios, Hijo del Hombre.

El tema del Encuentro pone particular acento sobre el inefable acto de amor que el Señor
ha realizado a favor de su “imagen” el hombre.

Señor Omnipotente, se ha presentado como humilde servidor, para que el hombre no se


quedase espantado ante su infinita majestad y sintiera su propia fragilidad e impureza como
Isaías 6, 1-7 en su visión, sino como Simeón corriera a su encuentro, y teniéndole en brazos,
pudiera experimentar toda su confianza.

LA VIRGEN

La Virgen está siempre en el centro de la escena frente a Simeón en


actitud de haber dado ya a su Hijo. La Madre con el Niño en brazos es
tradición bizantina griega, el Niño ya en brazos de Simeón es tradición
bizantina rusa-eslava.

La Madre de Dios va con las manos tapadas, veladas, en señal de


adoración a su Hijo y Dios que ha querido así disponer de ella.

Ella está en el centro porque encarna el candelabro sobre el que brilla


la luz, es esa lámpara resplandeciente, aparecida a aquellos que están
en las tinieblas, puesto que habiendo proporcionado la Luz inmaterial,
guía a todos al conocimiento divino, iluminando de esplendor las
mentes.

Su manto es rojo, símbolo del sufrimiento, que marcará su humanidad y que Simeón le
profetizo: “A ti una espada te traspasará el alma”. También aparecen las tres estrellas que
significa la inmaculada.

Tiene su vestido azul para recordar su profundo valor teológico y funcional: Madre de Dios
y presencia misericordiosa e intercesora entre el Hijo y Dios para toda la humanidad, de la
que es primicia. Esto también se simboliza cuando la túnica es verde. Ella esperó y en ella se
cumplió todo lo dicho por parte del Señor.
SIMEON

Simeón esta con las manos veladas y agachado hacia Cristo en señal de
adoración.

Su rostro es iluminado por una mirada llena de ternura. Y hay un


dialogo, en que Simeón parece decir a Cristo: “Tú eres grande y
glorioso, has sido engendrado misteriosamente por el Altísimo, hijo
todo santo de María”. Digo que eres uno, visible e invisible, finito e
infinito. Según la naturaleza pienso en ti y creo que eres hijo eterno de
Dios, pero también te confieso, más allá de la naturaleza, como hijo de
la Virgen.

Simeón parece decir a María: “eres la puerta cerrada, oh Madre de Dios,


porque por ti el Señor ha entrado y ha salido, sin que fuera abierta o sacudida la puerta de tu
castidad… te profetizo que el Señor no se ha manifestado para que algunos caigan y otros
sean levantados; el Misericordioso no siente placer alguno por la caída de los hombres, ni
hace caer a los que están de pie, está entre nosotros para aprestarse a levantar a los que están
caídos, para rescatar de la muerte a su criatura. Te predigo que será señal de contradicción
pues esta es una profecía que cumplirá en Jesucristo.

La señal será la Cruz. Este misterio será objeto de tal contradicción que en tu espíritu se
creará la incertidumbre, cuando veas clavado en la cruz a tu Hijo y recuerdes, oh
Inmaculada, las palabras del Ángel en tu Anunciación, entonces dudarás.

El Niño mira intensamente al anciano y con su regia mirada demuestra claramente que
aprecia su plegaria. Hay un nexo espiritual que lo traducen las miradas de Cristo y Simeón
y plasman admirablemente el sentido profundo del acontecimiento humano y divino.

ANA

Ana está representada a menudo con el dedo de la mano derecha levantado o


hablando a José o solo consigo mismo, se capta aquí el momento en que ella
hablaba a todos del Niño. En sus manos tiene un rollo, que significa el don de
la profecía.

La escritura no especifica lo que se dice, pero también ella mereció por su


vida santa encontrar como Simeón al Salvador. Ana lleva una vestimenta de
color verde que significa la naturaleza, el color de la vida sobre la tierra.
JOSÉ

José a simple vista tiene entre sus manos la ofrenda de las palomas. Escucha
en silencio y asombro lo que se dice del Niño.

A menudo los personajes de la representación forman dos parejas, pero no


están asociados entre ellos por relación humana, es el Niño el elemento que
les une: el amor del Señor. José vestido con el manto de color rojo que
simboliza la vida y el color verde que es signo también de la vida y de
vitalidad que indica la tierra o la humanidad.

FONDO

En el centro de la escena pero en segundo


plano se ve un cimborio o baldaquino con el
altar, tal y como esta en las iglesias
bizantinas. Se representa el presbiterio de
una iglesia bizantina, esquematizando así el
concepto de Templo. Dando la idea de que
todo ocurre ante el Santuario del Señor.

Algunas veces en el fondo o al lado, se yergue un edificio. Se trata de la representación


externa del Templo, reclamo visual del pináculo sobre el cual Jesús fue tentado.

El trono se representa a un lado. El trono hace referencia a la visión de Isaías 6,1-7. El altar
está colocado en el centro. Todo hombre puede encontrarse con Cristo participando de su
mesa en la santa Comunión.

En algunos iconos el velo purpúreo que cubre los edificios del fondo, el autor quiere
expresar figurativamente el manto del Señor que llena todo el santuario Is. 6, 1-7 y recubre
todo lo creado.

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