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Lo que Dios unió, que no lo separe el


hombre

1. Lectura ¿Qué dice Dios?


EVANGELIO: Marcos 10, 2-16
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos
fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba:
"¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su
esposa?".
Él les respondió: "¿Que les prescribió
Moisés?". Ellos contestaron: "Moisés nos permitió

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el divorcio mediante la entrega de un acta de
divorcio a la esposa".
Jesús les dijo: "Moisés prescribió esto, debido
a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el
principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer.
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y
se unirá a su esposa y serán los dos una sola
carne. De modo que ya no son dos, sino una sola
carne.
Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el
hombre". Ya en casa, los discípulos le volvieron a
preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: "Si uno se
divorcia de su esposa y se casa con otra, comete
adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de
su marido y se casa con otro, comete adulterio".
Después de esto, la gente le llevó a Jesús
unos niños para que los tocara, pero los discípulos
trataban de impedirlo.
Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo:
"Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo
impidan, porque el Reino de Dios es de los que son
como ellos. Les aseguro que el que no reciba el
Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después tomó en brazos a los niños y los
bendijo imponiéndoles las manos.

Exégesis bíblica
El Evangelio de esta semana comienza con
una pregunta propuesta por los fariseos, quienes
desafían a Jesús a un debate público. Ellos quieren
saber qué enseña Jesús sobre la posibilidad de
divorciarse. En el Medio Oriente una pregunta

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abierta como esta es un desafío contra el honor.
Esta es una pregunta clásica con la intención de
atrapar y avergonzar a Jesús, forzándolo a tomar
una mala elección. Como cualquier maestro
cuestionado públicamente de esta manera, Jesús
da vuelta la situación respondiendo a su pregunta
con una pregunta propia. Es una táctica conocida
por él, vista en muchos de los pasajes similares,
que muestra que Jesús es un maestro de los
encuentros de preguntas y respuestas, honor y
vergüenza.
Le preguntaron si al esposo le está permitido
divorciarse de su esposa. La respuesta de Jesús —
¿Qué les mandó Moisés a ustedes?— pone a los
fariseos a la defensiva. En primer lugar, deben
revelar su propia opinión en su respuesta sobre que
Moisés «permitió» al hombre que le diera a su
esposa un certificado de divorcio (el cual tendría
que ser estudiado por un concilio de ancianos antes
de que el esposo pudiera divorciarse de su esposa;
véase Deuteronomio 24,1–4). ¡Jesús los tiene entre
la espada y la pared! Les dice a los fariseos que
Moisés estuvo de acuerdo con esta práctica, como
concesión por su terquedad. Luego les recuerda
que no fue así en el principio. El plan perfecto de
Dios para el matrimonio se presenta en los
primeros dos capítulos de Génesis (él cita Génesis
1,27 y 2,24). Jesús concluye diciendo: «De modo
que» —lógicamente, obviamente— «el hombre no
debe separar lo que Dios ha unido».
El problema está con los seres humanos.
Tenemos la tendencia de ponernos «tercos» hacia
los planes de Dios. Queremos hacer las cosas a
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nuestra manera. Dios permitió el divorcio en la ley
de Moisés como concesión a la naturaleza
pecaminosa de la humanidad.
Luego, en la casa y lejos de la multitud, sus
discípulos tienen una pregunta para Jesús sobre
esta enseñanza (Marcos 10, 10–12). Es interesante
notar que fuera del foro público los discípulos
pueden hacer una pregunta directa y recibir una
respuesta directa. Sus preguntas no son percibidas
por Jesús como un desafío. Ellos quieren entender
la totalidad de su enseñanza sobre el matrimonio y
el divorcio. Jesús es claro. Cualquiera que se
divorcie de su esposa para casarse con otra
persona comete adulterio contra ella.
El matrimonio en los tiempos bíblicos era
arreglado entre las familias. El divorcio es serio y
costoso; y pone tensos los vínculos, tanto entre la
pareja casada como entre la familia extendida de
ambos lados. Jesús mantiene muy en alto las
normas para el matrimonio y sus discípulos tendrán
que hacerlo también.

2. Meditación ¿Qué me dice Dios?


El matrimonio es trabajo duro. Cualquier
persona casada sabe y aprecia lo que se necesita
para mantener un vínculo matrimonial activo, en
crecimiento e intacto. En la cultura de nuestro
mundo occidental, la costumbre es conocer a un
compañero potencial, crecer en el amor y esperar
que nuestras familias estén de acuerdo con nuestra
elección de pareja matrimonial. En el mundo
oriental de Jesús, los compañeros potenciales se

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conocen después de unos arreglos cuidadosos.
Sus respectivos padres presentan a sus hijos entre
sí como perfectamente adecuados para el
matrimonio, y luego confían que los dos lleguen a
ser uno por el vínculo del matrimonio y el apoyo
activo de la familia extendida y la comunidad de fe.
Es triste que este tipo de apoyo comprometido no
siempre esté presente en los matrimonios de hoy
en día. Las parejas ya tienen una desventaja desde
el principio, lo que puede crear una tensión en el
vínculo de matrimonio.
Jesús dijo que siempre estaría con nosotros,
hasta el fin del mundo, y donde dos o tres se
reúnen en su nombre estará él en medio de ellos.
En un matrimonio cristiano dos personas llegan a
ser una. Jesús está presente en esa unión. Disolver
ese vínculo por cualquier razón es algo muy serio y
no se lo debe considerar ligeramente. Los
discípulos de Jesús entienden esto. En el pasaje
paralelo en el Evangelio de Mateo, ellos le
responden a Jesús diciendo, «Si este es el caso del
hombre en relación con su esposa, no conviene
casarse» (Mateo 19,10). Jesús pone el listón muy
alto y quiere que aquellos que lo sigan se esfuercen
para alcanzar esta meta en su vida matrimonial.

3. Oración ¿Qué le digo a Dios?


Dos versículos bíblicos, uno del libro de Josué
y otro de la carta de san Pablo a los Filipenses,
proveen una visión en oración para el matrimonio
esta semana. Úsalos en oración para tu propio
matrimonio, para el matrimonio de tus padres, tus
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hermanos, tus amigos y aun tus compañeros de
trabajo.
«Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza.
No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu
Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que
vayas» (Josué 1,9).
«Pido en mi oración que su amor siga
creciendo más y más todavía, y que Dios les dé
sabiduría y entendimiento, para que sepan escoger
siempre lo mejor. Así podrán vivir una vida limpia, y
avanzar sin tropiezos hasta el día en que Cristo
vuelva» (Filipenses 1,9–10).

4. Contemplación
¿Cómo me siento ante Dios?
«Por lo tercos que son ustedes». ¿Qué quiere
decir Jesús cuando usa estas palabras para
explicar por qué Moisés escribió el mandamiento
que permitía el divorcio (bajo ciertas circunstancias
específicas) en Deuteronomio 24? Esta frase les
hace recordar a los discípulos del libro de Éxodo y
la promesa que Dios le hace a Moisés de que él
hará que el corazón de faraón «se ponga terco», y
al principio no va a poder responder a las plagas
que tienen la intención de cambiar su corazón (o
sea, mente) y dejar salir de Egipto al pueblo de
Dios (Éxodo 4,21; 7,3). Este «ponerse terco» no se
refiere tanto a que Dios iba a poner un casco
impenetrable alrededor del corazón del faraón, sino
a los intentos repetidos de Dios de apretar el
corazón de faraón para ver lo que hay adentro
(como hacer que una esponja se ponga dura).
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¿Hay algo dentro que pueda permitir que faraón
responda a Moisés, el mensajero de Dios? Vuelve a
leer las narrativas de las plagas esta semana
(comienzan en Éxodo 7). ¡Funcionan! Lento, pero
seguro, Dios capta la atención completa de faraón y
el rey manda a Moisés y a los israelitas que salgan
de Egipto para que puedan avanzar a la Tierra
Prometida.

5. Acción
¿Alguna vez te has puesto terco?
¿Recuerdas los momentos cuando Dios estaba
«apretándote» para ver si había algo dentro de ti
que podría responder a un llamado? ¿A una
misión? ¿A una necesidad particular en la iglesia?
Usa esta semana para reconocer las maneras por
las cuales Dios está tratando de llamar tu atención
para que estés listo para responder al llamado de
Dios en tu vida.

1) ¿En qué puedes ayudar en tu parroquia?


2) ¿Qué Evangelio leerás en la semana donde
Dios te dirá qué debes hacer?
3) ¿A cuántas personas te comprometes
hablarles de que Dios ya la llamó a
colaborar en su Iglesia desde el día de su
bautismo?
4) ¿Cuántas comuniones ofreces en la semana
por las misiones?

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5) En la semana, elabora una cita bíblica
concretizando el mensaje y pide permiso
para pegarlo en algún visible en una
cartulina.

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