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A. SOCIALIZACIÓN DE LA ACCIÓN
El lenguaje permite la comunicación y el intercambio entre los individuos. Sin duda estas
relaciones interindividuales están en germen durante la segunda mitad del primer año a merced
de la imitación relacionados con el desarrollo sensorio motriz, luego el niño reproduce
movimientos más nuevos complejos. La imitación de sonidos sigue un curso semejante y
cuando estos están asociados a acciones se prolonga en adquisición del lenguaje mismo. Con
la palabra, se construye conscientemente al mismo tiempo que empieza a poder comunicarse.
El niño se propone un “yo ideal” en función de los modelos que tiene a su alrededor. Desarrolla
toda una sumisión inconsciente, intelectual y afectiva, debida a la presión espiritual generada
por el adulto. Pero, incluso al margen de los núcleos de obediencia, también desarrolla toda
una sumisión inconsciente, intelectual o afectiva, debido a la coacción del adulto.
Las conversaciones entre niños son rudimentarias, hasta casi los siete años apenas saben
discutir entre sí. Y, les sucede que, mientras trabajan en la misma sala hablan cada uno para
sí, consistiendo esta especie de monólogo colectivo. Además, mientras juegan lo hacen cada
uno para sí, sin ocuparse de las reglas del vecino. El niño no solamente habla a los demás,
sino que lo hace para sí mismo en monólogos que acompañar su acción. Estos soliloquios son
comparables a lo que será posteriormente el lenguaje interior continuo del adolescente y
adulto.
Podemos ver, en definitiva, que las diversas manifestaciones de este pensamiento naciente
son coherentes entre sí en su prelogismo. Todas estas manifestaciones consisten en una
asimilación deformativa de la realidad a la actividad propia realidad está animada y viva; las
leyes naturales provienen de la obediencia; resumiendo, todo está calcado del modelo del yo.
C. LA INTUICIÓN
El sujeto afirma constantemente pero no demuestra jamás, esto deriva del egocentrismo
concebido como indiferenciación entre, el punto de vista propio y el de los demás. Cuando
preguntamos algo a los niños menores de siete años resulta sorprendente la pobreza de sus
pruebas. De igual forma el niño de cuatro a siete años no sabe definir los onceptos que utliza y
se limita a señalar los objetos correspondientes o a definirlos por medio de su utilizacion (es
para).
Hay una inteligencia practica que representa un considerable papel entre los dos y los siete
años prolongando la inteligencia sesorio motriz y preparando las nociones tecnicas que se
desarrollarán en la edad adulta. Se ha constatado, efectivamente, que el niño está más
avanzado en acción que en palabra.
Hasta los siete años el niño sigue siendo prelogico, y suple la logica por un mecanismo de
intuición, simple interiorización de las percepciones y movimientos bajo la forma de imagenes
representativas.
En la edad promdeio de cuatro a cinco años, los pequeños tienen una primitiva forma de
intuición que corresponde en evaluar cantidades unicamente por el espacio ocupado, o sea
mdiante las cualidades perceptivas globales de la colección estudiada, sin preocuparse de
analizar las relaciones. Entre la edad de cinco a seis años se observa que el niño coloca una
ficha roja frente a una azul y concluye de esta correspondencia la igualdad de ambas. Pero,
apartemos un poco las fichas extremas de la hilera roja; entonces el niño que ha vsto que no
se quitaba ni añadia nada, estima que ambas colecciones ya no son iguales y afirman que la
fila más larga contiene más fichas. En resumen, existe equivalencia mientras hay
correspondencia visual u optica, pero la igualdad no se consrva por correspondencia logica; no
hay en ello operación racional, sino simple intuición.
D. VIDA AFECTIVA
El interes es la orientación propia a cualquier acto de aimilación mental. Con el desarrollo del
pensamiento intuitivo, los intereses se multiplican y diferencian y, particularmente, dan lugar a
una progresiva disociación entre los mecanismos energeticos que implica el interes y los
valores que engendra. Con los intereses o valores relativos a la actividad propia estan
relacionados con los sentimientos de autovaloracion : los famosos complejos de superioridad e
inferioridad. Pero el sistema constituido por estos múltiples valores condiciona, las relaciones
afectivas interindividuales. A partir del momento en que es factible la comunicación entre el
niño y su ambiente se desarrolla un sutil juego de simpatias y antipatias. Así el individuo se
forma un juicio de sí mismo y tendrá simpatía por quienes lo valoren y respondan a sus
intereses al contrario de la antipatia.
Desde el punto de vista de las relaciones interindividuales, después de los 7 años, el niño
adquiere cierta capacidad de colaboración, dado que ya confunde su punto de vista con el de
los otros. Así aprende a discutir, a buscar justificaciones, que implican una comprensión con
respecto a los puntos de vista del adversario, y de buscar justificaciones respecto de la propia
afirmación. El lenguaje egocéntrico desaparece casi completamente y las frases espontáneas
del niño testimonian en su propia estructura gramatical una necesidad de conexión entre ideas
y de justificación lógica (todo esto contrario a los jugadores de 4 a 6 años). Entonces, asistimos
en estrecha conexión con estos progresos sociales, a diversas transformaciones de la acción
individual que parecen sus simultáneamente sus efectos y causas.
El niño ha llegado a un principio de reflexión, piensa antes de actuar. Se dan los inicios de la
construcción de la lógica misma, como un sistema de relaciones que permite la coordinación de
los puntos de vista entre sí. Afectivamente, se construye una moral de cooperación y de
autonomía personal por oposición a lo ocurrido en la etapa anterior. Por lo que respecta en lo
afectivo el propio sistema de coordinaciones sociales e individuales engendra una moral de
cooperación y de autonomía personal por oposición a la moral intuitiva de heteronomía -paso
de moral heterónoma a autónoma-. Se generan, dos instrumentos mentales: la operación en el
campo de la inteligencia, y la voluntad en el plano afectivo.
D. AFECTIVIDAD.
Se caracteriza por la aparición de nuevos sentimientos morales, y por una mejor organización
de la voluntad, una afirmación del yo. El sentimiento nuevo consiste en un respeto mutuo, lo
que lleva a una mejor conducción en los sistemas de reglas. La traición entre pares es en este
momento, más dura que la mentira de los mayores. Surge una idea particular de justicia.
ADOLESCENCIA
La maduración del instinto sexual es acompañada por desequilibrios momentáneos, que dan
mucha importancia al aspecto afectivo. Si bien hay desequilibrio provisional, no hay que olvidar
que todos los pasos de una estadio a otro son capaces de provocar tales
oscilaciones temporales
.
A. EL PENSAMIENTO Y SUS OPERACIONES
El adolescente es un individuo que construye sistemas y teorías. Tiene interés por los
problemas inactuales, con situaciones futuras del mundo y a menudo quiméricas. La mayoría
no hablan de sus producciones personales y se limitan a rumiarlas de modo íntimo y secreto.
Se produce un pase del pensamiento concreto al formal o hipotético-deductivo. Es capaz de
deducir las conclusiones que hay que sacar de puras hipótesis, y no solo de una observación
real. El pensamiento formal se construye a partir de ejecutar con el
pensamiento unas acciones posibles sobre dichos objetos y de reemplazarlos a estos por
proposiciones. Los adolescentes poseen un egocentrismo intelectual, comparable al
egocentrismo del lactante. Esta se manifiesta a través de la creencia en la reflexión
todopoderosa. Es la edad metafísica por excelencia: el yo es lo bastante fuerte como para
reconstruir el universo y lo bastante grande como para incorporarlo. El egocentrismo encuentra
poco a poco su corrección en una reconciliación entre el pensamiento formal y la realidad: el
equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que la función que le corresponde no es la
de contradecir sino la de anticiparse o interpretar la experiencia.
B. AFECTIVIDAD
Se afirma por la doble conquista de la personalidad y su inserción en la sociedad adulta. La
personalidad resulta de la autosumisión del yo a una disciplina cualquiera, la personalidad
implica cooperación: la autonomía de la persona se opone a la anomía (ausencia de reglas- el
yo-), y a la heteronomía, o sumisión a los lazos impuestos desde afuera: la persona es solidaria
de las relaciones que mantiene y engendra.
La personalidad se inicia al final de la infancia con la organización autónoma de las reglas, de
los valores y la afirmación de la voluntad como regulación y jerarquización moral de las
tendencias. En cuanto a la vida social, existe una fase negativa y una fase positiva. En la
primera, el adolescente medita sin cesar en función de la sociedad. Pero la sociedad que le
interesa es la que quiere reformar y no siente más que desprecio y desinterés hacia la sociedad
real, que él condena. La verdadera adaptación a la sociedad se logra cuando el adolescente
pasa de reformador a realizador.