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Espiritualidad - 1

Rubem Alves
Artículos espiritualidad

Sobre la espiritualidad
Silencio...
El deseo
Aperitivo de futuro...

SOBRE LA ESPIRITUALIDAD
Encuentro muy difícil hablar sobre este tema: "espiritualidad". No es que él sea
difícil. Lo que sucede es que las personas ya vienen con muchas ideas sobre lo que
es... Y por eso al comenzar a hablar sobre él, sería bueno que Ud. invocase las
imágenes que le representan la espiritualidad tal y como ella existe dentro de Ud. No,
no estoy pidiendo que me hable sobre espiritualidad ni que me explique lo que esa
palabra quiere decir. Quiero que tome contacto con imágenes.

Imagen: forma, contorno, color, gusto, olor, tacto... ¿Difícil? Entonces inténtelo de
otra manera: ¿a qué cosa o persona le aplicaría este nombre de espiritualidad? Pare
un momento. No continúe la lectura, por favor. Es preciso antes que nada explorar en
nuestras propias minas, investigar en nuestras profundidades y ver lo que hay allí.

Ahora que ya ha dicho Ud. sus imágenes, voy a decirle las mías.

Primero, el viento. En hebraico espíritu y viento son la misma palabra. Viento me


dice algo indomable, incontrolable. Allá en el Génesis, 1,2, cuando se describe el caos
primitivo, se dice que el viento de Dios (espíritu) aleteaba sobre las aguas. No piense
en el viento. Este es un ejercicio que debe ser aprendido: dejar de pensar para permitir
que las imágenes aparezcan. Así surge la inspiración poética. Y en Génesis 2,7 se dice
que comenzamos a ser humanos cuando Dios nos sopló el viento de la vida. Y lea
Ezequiel 37,1: El (Dios) me llevó en su viento. Verso 5: espíritu igual a viento. Y el
verso 9. Y el texto clásico de Jesús conversando con Nicodemo: "el viento sopla donde
quiere". Por favor: es importante no pensar literalmente. Estas son metáforas poéticas.
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Trate de comenzar a volar sobre el viento para comprender lo que significa


espiritualidad. Viento me hace recordar libertad, espacios vacíos, ausencia de forma.
Volar. Cuando pienso en el espíritu me siento como una cometa, flotando, como una
nube.

Aquí sería bueno que Ud. pensara en las cosas que lo hacen volar y en las cosas
que lo hacen pesado como piedras.

Hay personas que nos hacen volar. Nos encontramos con ellas y nos damos un
susto brutal. Primero, porque el viento comienza a soplar dentro de nosotros y allá de
lugares escondidos de nuestras florestas y montañas internas, aves salvajes
comienzan a batir las alas y no sabíamos que tales entidades mágicas moraban dentro
de nosotros; pero nos sorprenden y nos descubrimos más salvajes, más bonitos, más
leves, con unas ganas increíbles de subir a las alturas, saltando, saltando de peñasco
en peñasco, colgando de un ala Delta.

Otras, al contrario, nos hacen pesados y graves. Pies plantados en el suelo, sin
ligereza, incapaces de pasos de danza. Cuanto más convivimos con ellas más pesados
quedamos, hasta que nos transformamos en piedras o en sepulcros, incapaces de
movernos. La muerte es siempre estática, dura. Por oposición a la vida, que fluctúa al
vaivén del viento, como la semilla de algodón. Aquí podemos preguntarnos si la Iglesia
nos hace volar...

El vuelo implica riesgo. Para volar en ala Delta es necesario un acto loco de riesgo.
Quien se quiere quedar con los pies en el suelo, en la seguridad, nunca levantará el
vuelo. Claro, tiene miedo. Y el miedo está relacionado con la muerte y con la gravedad.
El miedo nos hunde... Nietzsche dijo en una oportunidad que se había encontrado con
su demonio y éste le pareció grave y pesado. Y continuó: "Yo sólo podría creer en un
Dios que pudiera danzar". Yo añado: en un Dios viento. Porque si hay una cosa que
hace el viento es danzar.

Aquí hay que detenerse de nuevo para ver; por favor es en serio, es para ver. Hay
que evitar la conversación abstracta. Hay que tener valor para ver las imágenes que
surgen dentro de Ud. Y vea lo que lo hace pesado. La primera cosa que hay que
investigar es si realmente Ud. quiere volar. Es altamente dudoso. Muy pocas personas
lo quieren. Volar significa abandonar las certezas y no hay cosa que nos aterrorice
más. Preferimos siempre una vida aburrida y segura a una vida excitante y arriesgada.
La libertad es una cosa muy loca y dolorosa. En los Hermanos Kamarazov, de
Dostoiesky, hay un diálogo entre el Gran Inquisidor y Cristo en el que el Inquisidor le
dice a Cristo: "tú erraste prometiendo libertad a las personas. Porque nadie quiere ser
libre". ¡Ah! ¿Cree Ud. que esto son palabras superficiales? Ahí va un test: la primera
indicación de nuestra vocación para la libertad es el deseo de que los otros también
sean libres. Lo cual quiere decir libres para andar sus propios caminos. Que sean
libres de mí... Pero para esto es necesario que yo no pretenda tener la verdad.
Todas las personas que creen que poseen la verdad no pueden permitir la verdad del
otro. Esto es claro. Si yo tengo la verdad, el pensamiento diferente de cualquier otra
persona sólo puede ser un error. Y por qué razón debo permitir que continúe el error en
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este mundo? Todas las personas que creen poseer la verdad están condenadas a ser
inquisidoras. Tienen horror al viento. Tratan de embotellarlo. ¿No es esto lo que
muchas personas religiosas, los profesores de la escuela dominical y hasta la
Congregación para la Doctrina de la fe hacen?

Lo anterior también puede ocurrir en las formas secularizadas de religión, partidos


políticos (horror a la disidencia), movimientos terapéuticos e ideologías. Hay miedos
personales.

Resumiendo, podemos decir que somos una combinación de ansiedades y


defensas. Las defensas asumen las más variadas formas: desde la habladera sin parar
(tanto en sermones como en relaciones personales), hasta las certezas dogmáticas o el
cerebralismo. La habladera impide que haya silencio y evita el que aparezcan las
imágenes salvajes que viven en nosotros. La habladera nos defiende de nuestra propia
verdad (que no conocemos y no queremos conocer). Las certezas dogmáticas
paralizan la vida y lo congelan todo. Todo queda solidificado y muerto. Así somos
liberados de las angustias que nos intranquilizan internamente. El cerebralismo nos
defiende del contacto con nuestras propias emociones.

Hay palabras que nos hacen volar: la poesía. El discurso científico trata de decir
cómo es el mundo, desde el punto de vista de su manipulabilidad. Aquello a lo que
ordinariamente le damos el nombre de realidad es apenas una posibilidad entre
muchas otras. Es bueno no olvidarse de Guimaraes Rosa: "todo es real porque todo es
inventado". ¿No se entiende? Pues trate de prestar atención a las imágenes que esta
afirmación le provoca. El discurso poético expresa el mundo desde el punto de vista del
deseo, aquello que falta en él. Esto puede parecer un poco extraño. Pero Ud. tendría
que pensar en sus propios pensamientos. Esto es lo que nos diferencia de los
animales. Estos viven en medio de las presencias; pero nosotros vivimos de las
ausencias. Deseo: reconocer que algo está faltando. Nostalgia. Yo sugiero que
espiritualidad tiene algo que ver con el vivir en medio de la presencia de una ausencia.
Es ahí donde surge todo lo que de bello hacemos: el amor, la poesía, los jardines, la
música, las revoluciones... todo.

Hacemos estas cosas para completar este pedazo que está faltando. ¡Ah! Pedazo
de mí, que me arrancan. Soy espiritual por este motivo: de mi cuerpo sale una canción,
un suspiro, un deseo, una nostalgia por algo que no encuentro y pienso que siento, en
el viento el olor de ese algo... Deseo: somos espirituales por causa del deseo. Este
apunta hacia aquello que está ausente. Y nosotros, seres extraños, somos capaces de
vivir por causa de esta ausencia.

No, no es el deseo de una casa, o de un carro... Es aquella tristeza que


permanece aun cuando todas esas cosas pequeñas sean satisfechas. Somos
incurablemente lloradores de algo que se perdió y que deseamos reencontrar en el
futuro.

Sucede que somos banales. Y cuando tratamos de hablar en nombre de nuestro


deseo -este gran deseo, nombre sagrado- hablamos demasiado de prisa, sin darnos
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cuenta de que no sabemos su nombre. El deseo es como el nombre de Dios: los


hombres no podían pronunciarlo y por eso mismo, se olvidaron de él. Si supiéramos
esto, hablaríamos menos en nuestras oraciones, porque comprenderíamos que la
habladera es enredadora. Es necesario descubrir el nombre de nuestro Gran Deseo,
aquel por cuya causa abandonaríamos todo, aquel que nos haría bienaventurados.

Pero esto requiere trabajo, mucho silencio, mucha escucha, mucha sinceridad,
desaprender a conversar bla-bla-bla. Aprender el habla poética en cada palabra es
absolutamente indispensable. Decir el nombre de nuestro gran deseo es orar. Sólo esto
es orar.

Espiritualidad: la búsqueda de ese Deseo perdido, deseo de vida, que nos liberaría
de los deseos de muerte que nos petrifican. Es preciso volar.

Caminar Interior
Primera Etapa

Silencio...

“Qué seríamos sin la ayuda de aquello que no existe”


(Valéry).

“El comienzo de cielos y tierra es aquello que no tiene nombre.


Oscuridad dentro de la oscuridad: la puerta de todo misterio”

(Tao Te Ching.

Al principio fue el silencio...

1. Desconcierto de todos.

Hay una historia que no me canso de repetir, y que cada vez que lo hago, me lleva a
descubrir cosas insospechadas. La leí por primera vez en un libro de Gabriel García
Márquez. Todo ocurrió hace mucho tiempo... y ni sé si la historia sigue siendo la misma
porque las historias cambian cada que son contadas. Como los poemas: son lo mismo
que siempre es diferente...: /Es acerca de un pueblo,/ un pueblo de pescadores,/ perdido
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en ningún lugar/ y en todo lugar, el trabajo mezclado con el aire,/ cada día nuevo nacía
ya viejo,/ igual a todos los demás,/ las mismas palabras vacías,/ los mismos gestos
vacíos,/ las mismas caras vacías,/ los mismos cuerpos vacíos,/ la excitación del amor
era algo de lo que ya nadie se acordaba.../.

Sucedió que un día como todos los demás, un niño vio una forma extraña que flotaba a
lo lejos en el mar. Y gritó. Todos corrieron. En un lugar como aquel hasta una forma
extraña es motivo de fiesta. Y se quedaron en la playa mirando, esperando. Hasta que el
mar, sin prisa, trajo la cosa y la colocó en la arena para desconcierto de todos.

Un hombre muerto. Todos los hombres muertos son parecidos porque sólo se puede
hacer una cosa con ellos: enterrarlos. En aquel pueblo la costumbre era que las mujeres
prepararan a los muertos para la sepultura. Así que cargaron el cadáver y lo condujeron
a una casa, las mujeres adentro y los hombres afuera. Y el silencio era grande mientras
le limpiaban las algas y los líquenes, mortajas del mar.

2. Las diferentes voces.

De repente una voz quebró el silencio: una mujer... “si hubiera vivido entre nosotros,
siempre tendría que haber inclinado la cabeza para entrar a nuestras casas. Era muy
alto...”

Todas las demás dijeron que sí, con discretos gestos de cabeza. De nuevo el silencio fue
profundo, hasta que se escuchó otra voz. Era otra mujer... me quedo pensando cómo
sería su voz... ¿Como el susurro de la brisa? ¿Cómo el estruendo de las olas? ¿Será
que conocía aquella palabra secreta que, cuando es pronunciada, hace que una mujer
corte una flor y se la coloque en el cabello? Todos sonrieron. De nuevo hubo silencio. Y
de nuevo la voz de otra mujer: “Estas manos... ¡Qué grandes son! ¿Qué habrán hecho?
¿Jugarían con los niños? ¿Navegaron en alta mar? ¿Trabaron batallas? ¿Construyeron
casas? ¿Será que sabían abrazar y acariciar un cuerpo de mujer?

Y todas rieron y se sorprendieron al percibir que el entierro estaba transformándose en


resurrección: un movimiento en sus carnes, sueños olvidados, que pensaban muertos,
retornando, cenizas convirtiéndose en fuego, deseos prohibidos que aparecían en la
superficie de sus pieles, sus cuerpos vivos de nuevo...

Sus maridos, afuera, observaban lo que acontecía con sus mujeres y sintieron se celosos
del ahogado al percibir que él tenía un poder que ellos mismos ya no poseían. Y
pensaban en los sueños que nunca habían tenido (“los sueños por tener y que son
cadáver...”), los poemas que nunca habían escrito, los mares que nunca habían deseado
ver, las mujeres que nunca habían abrazado ni siquiera en sus fantasías. La historia
termina diciendo que finalmente enterraron al muerto. Pero el pueblo nunca más fue el
mismo.

3. El entendimiento entre paréntesis.


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¿Entendieron la historia? Espero que no. Si la entendieron es porque la digirieron.


Cuando entendemos quedamos como habíamos sido siempre... Las historias son como
poemas. No son para ser entendidos. Lo que se entiende nunca se repite.

El entendimiento agota el sentido de la palabra. La deja vacía, ya no queda nada para


decir. Cuando se entiende una palabra, se sigue un silencio muerto. Pero las historias
son como una sonata, un abrazo de amor, un poema, una puesta de sol: queremos la
repetición porque su labor es siempre nuevo. En verdad se parecen a las jaulas. Se
construyen con grandes rejas de palabras. Pero están vacías. En ellas vive el Vacío, que
no se llena nunca. Un funeral: ¡qué etiqueta tan rigurosa! Hasta la muerte tiene sus
reglas. Las plañideras saben qué se espera de ellas. Conocen las palabras, los gestos
adecuados. La descomposición debe ser cocida de manera apropiada, según recetas en
las que todos concuerdan, para que se haga agradable al gusto y de fácil digestión.

Muchos entierros habían ocurrido en aquel pueblo, y nadie se acordaba de ocasión


alguna en que las reglas de la etiqueta hubiesen sido quebrantadas. Cada cadáver es un
sólido cimiento para que en él las arañas amarren sus hilos: cada difunto es el comienzo
de una larga conversación. Cada uno de ellos tiene un nombre y alrededor de cada
nombre son muchas las historias que se pueden contar. Los cadáveres, todos, son
cubiertos con símbolos. Textos que pueden ser leídos. De los cuales se extraen
lecciones o prelecciones.

“¿Recuerda?! –así se inician las conversaciones de los velorios. Y las arañas comienzan
a tejer sus telas... siempre hay de qué hablar delante de un muerto. Y así la etiqueta de
la muerte garantiza que no haya interrupción alguna en la etiqueta de la vida.

Pero aquel muerto no tenía nombre, no tenía historia... no era lugar alguno en el que las
arañas pudieran amarrar sus hilos. No sabían qué hacer delante de ese vacío inmenso.
El Silencio en torno al cadáver era absoluto. Y el abismo muy oscuro.

4. La verdad está cubierta de signos.

Era en verdad que estaba cubierto de signos. Pero estaban escritos en una lengua que
nadie conocía. El mundo se detuvo. En los entierros comunes son los vivos quienes se
encargan de todo. Pero allí la situación se invirtió: era el muerto el que presidía la liturgia
de la muerte con el misterio de su silencio... ¿Quién perturba más, el huésped que habla
demasiado o el que no habla nada? Los místicos y los poetas saben que el silencio es
nuestra morada original.

El Tao Te Ching dice que “las diez mil cosas”, aquellas que componen el mundo de
nuestras rutinas diarias, son hijas de las palabras. Pero lo inefable, lo que no se puede
decir, “es el comienzo de cielos y tierra”. Antes de la Palabra, el Vacío. “Y la tierra era
informe y vacía, había tinieblas sobre la superficie del abismo, y el Viento de dios
soplaba sobre la superficie de las aguas” (Gén. 1,2). “No me importa la palabra vulgar”
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dice Adélia Prado. “Lo que quiero es el espléndido caos en el que ella emerge, los sitios
oscuros en los que ella nace”.

Hablamos palabras a fin de no oír la Palabra que brota del silencio. Muchas palabras
para exorcizar la Palabra. “Un silencio” dice Octavio Paz, “es como un lago, una
superficie lisa y compacta. Adentro, sumergidas, aguardan las palabras”. Hay una
Palabra que sólo puede ser oída cuando todas las demás permanecen mudas, una
Palabra escatológica que se hace oír en el fin del mundo. Pura gracia, ningún pájaro
enjaulado, un pájaro salvaje que vuela como el Viento...
El muerto: en él habitaba el silencio y el misterio del mar.

5. Encaminados hacia el fondo de las cosas: Paso por el Vacío.

El mar: tal vez sea nuestra morada original. “Nuestro mirar es submarino”, dice TS Eliot.
“Nuestros ojos miran hacia arriba y ven la luz que se fractura a través de las aguas
inquietas...”. Y parece que esta era el mundo donde Cecilia Meireles vivía: “Pero en este
espejo, en el fondo/ de esta fría luz marina,/ como dos peses trigueños,/ nadan mis ojos
en mi busca.../”.

Y es de dentro del gran pez de donde Jonás recuerda su palabra olvidada. Y ora...
(Jonás 2, 1-5).

Si no el mar, el silencio que habita en la oscuridad profunda de los bosques, como en el


poema de Frost: “Los bosques son bellos, sombríos, profundo./ Pero tengo promesas
que guarda./ Pero tengo promesas que guardar, y millas para andar antes de dormir...”/.

¿Será acaso una simple coincidencia, que los poetas hablen sobre los mismos mundos?
¿Podría ser acaso que ellos viven en el misterio que es la casa de nuestro ser? ¿Poesía:
el esfuerzo desesperado para decir lo que no se puede decir. Silencio: el vacío donde
viven criaturas impensables, protegidas por la oscuridad.

El Tao Te Ching dice: “Treinta radios se unen en el centro de la ruega;/ pero es el hueco
central el que la hace útil./ Toma la arcilla y dale la forma de un vaso:/ es el vacío interior
el que lo hace útil”/. Somos la rueda,/ Somos el vaso. Nuestra alma es un vacío...”/.

¿El Vacío: no es él la morada de Dios? “Padre nuestro que estás en los cielos...”.
Cuando yo era niño y repetía estas palabras, pensaba en un lugar muy distante, lleno de
ángeles y de casas brillantes. Confieso que no me atraía. Pero unos pocos versos más
adelante la misma palabra es utilizada para indicar la morada de los pájaros: “Miren las
aves del cielo...” (Mt 6,26). ¿Será que Dios y las aves moran en el mismo lugar? ¿Dios
se parece a los pájaros? ¿Necesitan el espacio vacío los pájaros para volar? Dios para
soplar como el Viento...

La rueda sólo puede ser útil porque su corazón está vacío. El vaso sólo puede contener
el agua precisamente por el vacío que contiene.
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El pensamiento exige el Vacío, pues en es él donde lo inesperado aparece. Algo que era
sabio por quienes construyeron las catedrales góticas: las paredes, los relieves, las
esculturas, los vitrales –todos ellos fueron construidos para traer a la existencia un
espacio vacío-.

6. El ámbito del Ser: la ausencia.

“Pensar”, dice Octavio Paz, “es producir el vacío para que el ser aflore”. “/El ser yace
sumergido./ ¿Dónde?/ Escondido por la luz que habita en la superficie del lago,/ en la
profundidad de las aguas;/ silenciado por el ruido de diez mil palabras,/ en los espacios
del olvido, donde su Palabra no puede ser oída;/ sumergido en la oscuridad de la noche/
por el brillo del medio día./

Ahí están ellas, sin nada qué decir, a vuelta de muerto. En el aire las palabras de Rilke:

“Pero oí esa suave brisa, el incesante mensaje que porta el silencio...”/. Pero
repentinamente, desde el silencio, comenzaron a oírse extrañas palabras.

Olvidadas... Los habitantes del pueblo habían perdido toda memoria de ellas: por mucho
tiempo habían permanecido muertas... Pero no! Apenas estaban escondidas lejos del
ruido de las diez mil palabras. En verdad, no se pueden hablar al mismo tiempo, pues
pertenecen a mundos diferentes. Algunas son criaturas de la luz, y se hacen oír cuando
estamos despiertos, durante el día y viven entre los reflejos que brillan en la superficie
del lago. Son muchas. Otras son entidades misteriosas que viven escondidas en las
profundidades marinas o en las sombras de los bosques. Siendo criaturas tímidas –o
prohibidas- salen de su escondite durante la noche, cuando dormimos y soñamos. La
mayoría de las veces son oídas pero no entendidas –como si hubieran sido habladas en
una lengua extraña. No son muchas. Y poetas y místicos llegan incluso a sugerir que son
una única Palabra: una única Palabra que contiene el universo.

No es de extrañar que tales palabras no sean admitidas en nuestros banquetes de


ceremonia y prelecciones eruditas. Nuestra etiqueta entiende que la verdad es una
criatura de luz y del entendimiento. Cogito, ergo sum: “pienso luego existo”. Mi ser mora
en la luz en compañía de las ideas claras y distintas. La verdad es un reflejo fiel dentro
del espejo. Pero para que los reflejos existan, las luces deben estar encendidas. Pero
estamos hablando de palabras que viven en la oscuridad y el silencio...

7. La verdad es discernida: capacidad de descifrar el enigma de la existencia.

Los griegos sabían que la verdad vive en la oscuridad: los que ven son cielos, y sólo los
ciegos pueden ver. Aquellos que posee buenos ojos y están sobrios no pueden. Edipo
tenía una inteligencia brillante. Era capaz de descifrar los enigmas que habitan en la luz
del día. Y fue así como mató a la Esfinge, al dar la respuesta correcta a su pregunta.
Pero su propia verdad permaneció escondida... Solamente aquellos que se movían en la
oscuridad podían ver la tragedia que se escondía por detrás de su luz. Primero, un
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hombre borracho, en un banquete le reveló a Edipo que sus padres no eran sus padres.
Después el oráculo de Delfos que hablaba siempre la verdad, nunca daba respuestas
directas, como hacen los protestantes; hablaba siempre por medio de enigmas...
Ambigüedades... Enseñar no es contar; es no contar; como Heráclito, el oscuro...” Y
finalmente el vidente Tiresias, “cuya alma conoce todas las cosas, aquellas que se
pueden decir y también lo indecible, los secretos de los cielos y las cosas comunes de la
tierra” –estas son palabras del propio Edipo. Y sin embargo era ciego. No veía con los
ojos, porque veía con el alma. Edipo Rey es una historia sobre aquellos que teniendo
ojos no ve, y sobre quienes siendo ciegos ven. La verdad está más allá de lo visible.
Pero también está más allá de lo audible. Es absurda, como lo sugiere Kierkegaard (del
latin ab y surdus, “sordo, insensible”), indigna de ser oída: esta es la razón por la que las
reglas de la etiqueta prohiben que entre. La verdad tiene que quedar del lado de afuera
del salón donde se sirve el banquete, en los corredores y los patios externos, bajo la
protección de las sombras. La verdad es underground, clandestina, subversiva. Por esto
mismo es reprimida, lo que la fuerza a huir de toda evidencia. Para verla es preciso
cerrar los ojos; para hablarla es preciso cerrar la boca: este es el sentido original del
misterio: “cerrar los ojos” o “cerrar la boca” (P. Tillich).

El psicoanálisis nació con el descubrimiento de que las palabras están llenas de silencio.
Aquellos que sólo entienden lo que se habla o lo que se escribe no entienden nada: la
letra mata.

El cuerpo habla lenguas ininteligibles: glossolalia. Babel debe dar lugar a Pentecostés.
La verdad vive en el envés de lo que es conocido con familiaridad. Sabiduría es locura,
locura es sabiduría. Como el “Deus Abscontitus”, la verdad también viene escondida,
disfrazada. Usa máscaras. Todas las palabras tomadas literalmente son falsas. La
verdad mora en el silencio que existe detrás de las palabras. Prestar atención a lo que no
fue dicho, leer entre líneas. La atención fluctúa: toca las palabras sin caer en sus
trampas, sin ser encantadas por ellas.

¡Cuidado con la seducción de la claridad! ¡Cuidado con el engaño de lo obvio! La verdad


meridiana era que aquel hombre estaba muerto. Lo que era obvio era que su cuero era
un silencio impenetrable: y sin embargo los pensamientos de los habitantes del pueblito
comenzaron a danzar... De alguna manera experimentaron aquello que César Vallejo
dice: “Su cadáver estaba lleno de mundo...”. El psicoanálisis es un oír atento del silencio
que habita en los intersticios de las palabras, a fin de oír lo que no fue dicho.

Pero esto no fue inventado por el psicoanálisis: el psicoanálisis sólo cree en aquello que
ya había sido dicho conocido hace millones de años, y después barrido hacia fuera del
cuarto como si fuera basura, por la etiqueta de las ideas claras y distintas.

8. Poesía: lenguaje de la verdad que mora en el silencio.

Mucho antes del psicoanálisis, los poetas lo sabían. Los poetas buscan las palabras que
moran en el silencio. La poesía es un sumergirse en el lago misterioso, un atravesar el
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espejo, lejos del engaño de la superficie de los reflejos, hacia adentro de las honduras
donde las palabras nacen y viven:

“/Penetra sordamente en el reino de las palabras./ Allí están los poemas que esperan ser
escritos./ Están paralizados, pero no hay desesperación,/ hay calma y frescura en la
superficie intacta./ Llega más cerca y contempla las palabras./ Cada una tiene mil caras
secretas bajo la cara neutra/ y te pregunta, sin interés por la respuesta,/ pobre o terrible
que les des:/ ¿Trajiste la lave?/ Observa:/ despobladas de melodías y concepto/ se
refugiaron en la noche, las palabras./ Aún húmedas e impregnadas de sueño,/ giran en
un río difícil y se transforman en desprecio”./ (Carlos Drummond de Andrade).

El silencio es el espacio donde las palabras nacen y comienzan a moverse. A veces


existen porque las decimos. Dependen de nuestra voluntad de pensar, de hablar, de
escribir: pájaros enjaulados, libres. Toman la iniciativa. Y sólo nos queda ver y oír. Nos
vienen de otro mundo. Y nos sentimos repentinamente transportados a este mundo
diferente que comienza con la Palabra. Los lugares comunes se transforman en
transparencias y podemos ver millares de sentidos y caos en su reverso. Un mundo que
no habíamos visitado antes. No, tal vez lo habíamos visitado... tal vez sea él el hogar de
nuestro Ser, donde nacemos. Pero fue olvidado cuando el brillo de los reflejos nos hizo
olvidar nuestros orígenes. Cada poema es un testimonio de este mundo perdido. Esta es
la razón por la que las palabras son criaturas de las profundidades “manando humildad y
silencio por entre sus frías escamas” (O. Paz).

Aquello que los poetas vieron y desearon no se puede decir. Goethe sabía que la tarea
de la poesía es una tarea imposible por ser ella el “lenguaje de lo inefable”.

/El muerto no dice una única palabra./ Estaba grávido de silencios./ Y su silencio era el
espacio de la memoria./ Su cuerpo estaba lleno de memorias olvidadas de los habitantes
del pueblito/. Era un poema.../ La claridad hizo parar al pensamiento/. Pero en la
oscuridad nacieron los mundos./

El arte chino: ¿han notado que sus escenarios aparecen siempre cubiertos de neblinas?
Están allí porque el alma las necesita... Durante la revolución cultural las neblinas fueron
prohibidas. Las revoluciones son tiempos de certezas. Las palabras de orden no toleran
brumas, pues es allí donde habitan los sueños. La luminosidad total para hacer imposible
el soñar. En el mundo totalitario que G. Orwell describió en su novela 1984 un hombre
fue apresado por haber hablado cuando dormía, y sus palabras habían confesado sus
sueños. Ningún lugar protegido por la sombra, ningún canto oscuro, lejos de los ojos,
ningún misterio. Visibilidad total. Los contornos deben ser definidos con claridad. Los
sentidos deben ser declarados sin ambigüedades, sin intervalos en sus intersticios. Se
piensa que así se pueda alcanzar el ideal de la comunicación perfecta. El profesor ideal,
el explicador perfecto. ¿Qué es exactamente lo que usted quería decir? Pero la
visibilidad total es totalitaria: llena los espacios interiores del alma con imágenes de
fuera, y así la verdad que vive escondida es forzada a permanecer en silencio. En
lenguaje psicoanalítico: represión. Visibilidad total que coloca el alma a merced de los
ojos permanentemente abiertos, sin párpados. No los cierran nunca. Dios te ve...
Neblinas y nubes, al contrario, son generosas; son una negativa de ver y decir: abren un
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espacio vacío de silencio. Y así, las tímidas criaturas que habitan dentro de nuestros
mares y selvas aparecen protegidas por las sombras.

“Qué quería decir el pintor?”: La respuesta es fácil, si nos encontramos delante de una
pintura realista. Pero si hay neblinas y nubes lo que veo es mi propio rostro: los
escenarios que moran dentro de mi cuerpo.

Soy sicoanalista. En mi escritorio hay dos cuadros. Uno es un escenario luminoso, de


colores brillantes, flores rojas en un prado verde y a lo lejos montañas que tocan el cielo.
Cuando las personas lo ven por primera vez generalmente dicen lo mismo: “¡Qué bonito!”

Pero esto es todo. La claridad dice todo lo que hay que decir. La conversación se acaba
ahí. El alma permanece poseída por las diez mil cosas.

El otro es un bosque oscuro y profundo, con formas esfumadas, árboles indefinidos, una
trilla solitaria desaparece en medio de una atmósfera de luz difusa. Todo sugiere el
misterio. Cuando las personas lo ven se paran delante de él sin saber qué decir. Pero
después de unos momentos de indecisión viene siempre la misma observación:

“Pienso... en lo que esconde la neblina, detrás de los árboles, en la oscuridad...”.

Este cuadro es un poema: no quiere decir lo que muestra. Lo visible es apenas una línea
discreta que sugiere lo invisible, lo sin nombre, lo que no se puede decir. Los ojos que
sólo ven lo visible no pueden ver las ausencias que moran allí. Un sueño... la verdad está
escondida. Ausente. N es mostrada, no es dicha. Apenas es invocada/evocada.

8. La oración: experiencia inefable del Absoluto. Nuestra sed de Infinito.

“Pongan la nada de nuevo dentro de las palabras”, dice Norman O. Brown. “Lo objetivo
son palabras que no contienen nada; palabras que apuntan más allá de sí mismas antes
que hacia sí misas; transparencias, palabras vacías. Palabras vacías que corresponden
al vacío que mora en las cosas”. Reverberaciones de Kierkegaard, que comprendió que
la verdad es esencialmente secreto. No el secreto accidental, que es secreto sólo porque
aún no fue revelado como palabra. Secreto porque ninguna palabra puede decirlo. La
palabra es apenas el borde del abismo. El abismo, él mismo, está cubierto de neblina; en
él habita el silencio. Las diez mil palabras que comunican el conocimiento de las diez mil
cosas son inútiles: el viento no puede ser capturado por redes, la belleza de los bosques
profundos y oscuros desaparece si encendemos nuestras linternas. Se escucha
entretanto una palabra: palabra que no es conocimiento, palabra que no es jaula para
pájaros salvajes. Dice sin decir, como una obra de arte; evoca como la poseía; y como un
pez que se desea coger con las manos desnudas, escapa de nuestro control.

9. La Cristología es un poema que se recita delante del Vacío.


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“La enseñanza sobre Cristo comienza con el silencio”, dice Bonhoeffer en la primera
línea de su Cristología: Imagino que se podría escribir un nuevo prólogo para el
Evangelio de San Juan.

“Antes que existieran todas las cosas/ existía el silencio./ Y sin embargo,
repentinamente,/
ex nihilo (desde la nada)/ una Palabra se escuchó/ y comenzó el mundo...”/.

En el vacío, versos, universos, como en el cuerpo del ahogado. ¿Cuál era su nombre?
¿Podría haber sido Jesús Cristo? Los habitantes del pueblo, mujeres y hombres,
comenzaron a hablar. Nada dijeron sobre el muerto. Sino a partir de él. Su silencio les
restauró el habla. Su habla no era un acto original. Hablaron porque oyeron. Oyeron
palabras que les eran desconocidas: no se podían encontrar en medio de las cosas que
su conocimiento había almacenado. Sus pájaros enjaulados no tenían cantos para
aquella ocasión.

Pájaros salvajes venidos todos de regiones olvidadas -¡ni siquiera sabían que existían!-
batieron sus alas, plumas de colores brillantes, poseyeron sus cuerpos, y les hablaron,
como poetas, como mágicos, como amantes, como teólogos, porque teología es la
Palabra que es hablada delante del vacío. Pienso, luego existo. Estoy donde pienso.
Pero ahora el mundo es forzado a parar y todo se invierte.

Donde pienso, allí estoy. Estoy donde pienso. Mi ser mora en el lugar del olvido. Me
acuerdo de las palabras del apóstol Pablo: “No sabemos orar como deberíamos”.

¿Pero qué es la oración si no el nombre de nuestro deseo? Pero precisamente es el


nombre de nuestro deseo el que ya no sabemos. Perdimos el mapa que conduce a
nuestro hogar perdido, perdimos el mapa que indica el paraíso. Ya no sabemos el
nombre de nuestro deseo. Por esto nos queda el gemir con suspiros profundos además
de nuestras palabras (Romanos 8, 26).

Pero no importa que hayamos olvidado, porque en nosotros mora un Extraño que sabe
aquello que nuestro olvido dice...

Allí, sobre los reflejos que moran en la superficie del lago, allí donde las ideas clara y
distintas nos abandonan, allí donde nuestro mirar es submarino, el Espíritu dice la
Palabra misteriosa.

Y Dios, para despecho de nuestro olvido, “sabe lo que se dice en el lenguaje que
nosotros mismos no entendemos”.

Y nuestra verdad mora más allá de nuestro olvido. Vive en nuestro sueños. Los
moradores del pueblo nada podían decir sobre el muerto: no tenía nombre.

Y todavía desde su silencio se escucharon nuevas palabras. Su silencio los hizo soñar
de nuevo: si él hubiera vivido en nuestro pueblo, si hubiéramos escuchado su voz, si
hubiéramos sido tocados por sus manos...
Espiritualidad - 13

Parecía que estuviera contando historias sobre el muerto. ¿Pero cómo podrían hacerlo si
no sabían nada acerca de él? Las historias que contaron sobre el muerto fueron historias
sobre ellos mismos: sus sueños resucitados de los sepulcros donde habían estado
enterrados. Sus amas eran el cementerio...

Descubrieron que todos tenían los mismos sueños. Todos participaban del mismo festival
eucarístico. El inicio de una comunidad: cuando muchos sueñan los mismos sueños.
“Conspiradores”: aspiraban el mismo Viento. Respiramos la misma ausencia: los sueños
son emisarios de la Ausencia... Cada palabra una confesión: Hoc est corpus meum (Esto
es mi cuerpo): pedazos de mi carne que vivieron de nuevo por el poder del silencio del
muerto.

La memoria del deseo olvido poseyó sus cuerpos. Y resucitaron para la vida.

¿No es extraño? Los sueños nacen del deseo, el deseo es nostalgia. Pero la nostalgia
sólo puede existir delante del Vacío... Resucitaron por el poder del Vacío. Lo que nos
hace recordar las palabras de Valéry: “Que seríamos sin la ayuda de aquello que no
existe?”
Cf. Rubem A. Alves,
O Poeta, O Guerreiro, O Profeta.
Vozes, Petropolis, 1992, 25-37.
Tr. JJM, Adaptación GZ, SI.

El deseo
1. Textos

“El desierto y el yermo se regocijarán,


se alegrarán el páramo y la estepa,
se transformarán en flores. Se cubrirán de lirios.
Se regocijarán y gritarán de placer.
Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes;
decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no temáis”.
Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite,
viene en persona, resarcirá y os salvará.
Entretanto...
Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.
Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa;
el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.
De las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas.
Espiritualidad - 14

No alzará la espada pueblo contra pueblo,


no se adiestrarán para la guerra.
Y las botas de los que pelan con ruido
y los uniformes teñidos de sangre
serán quemados en la hoguera. (Isaías )

Y Jesús vino a Galilea, proclamando la Buena Noticia de Dios: El tiempo está maduro: el
Reino de Dios está tocando a la puerta, quiere forzar la entrada. Comenzad a sentir y a
vivir de una manera nueva, y apostad con vuestras vidas a esta buena noticia. (Marcos)

2. REFLEXIÓN

¿Y si te pidiese que contaras o cantaras tus sueños de amor? ¿Qué imágenes podrías
ofrecer a tus compañeros? Esas memorias y esperanzas que hacen brotar una sonrisa y
que, si se realizan, harían del mundo un lugar más amigable... Ah! Si, como en la
historias infantiles, se te concediera formular un deseo, sólo un deseo, el más intenso, el
más ardiente, aquel del que dependería tu vida y tu muerte... ¿Sabrías qué pedir?
¿Tendrías algo qué decir? O acaso perdiste la memoria del paraíso, te has olvidado de
tus deseos, que yacen enterrados en el día a día, mediocre e inexorable...

Somos aquello que amamos.

Ni mayores ni menores que el tamaño de los objetos de nuestro deseo. Soñar es ver el
amor y los deseos transformados en símbolos, palabras. No tiene por qué asombrarnos,
por lo tanto, que Dios, que es amor, nos hable a través de nuestros sueños. Y nosotros,
de nuestro lado, le hablamos por medio de la oración, que no es otra cosa que la
confesión de nuestros sueños de amor, delante del altar...
Juan el Bautista es un hombre de pasión intensa, con ojos de futuro que es el lugar de la
esperanza, del advenimiento del amor. Está en la prisión, impotente, con sus días
contados. Se pregunta si todo no habría sido un gran equívoco. Era posible que se
hubiese engañado.
Envió a algunos de sus amigos a formularle la pregunta a Jesús. Y Jesús no respondió
nada, sino que fue pasando sus manos, sus ojos, sus palabras, su deseo, sobre pobres
y sufrientes, y la magia comenzó a acontecer: las lágrimas se convirtieron en sonrisa, de
repente... Y envió de regreso a los emisarios para contar que, de una manera que nadie
podía explicar, en aquel hombre, Jesús de Nazaret, las cosas por las cuales suspiraban
los corazones humanos, las ausencias por las que sentían nostalgia, los deseos de sus
nostalgias, estaban cambiándose en realidad... El Reino de Dios ha llegado, y su faz es
la felicidad de las personas.
Dios, invisible como Dios, se hace visible como deseo, y va cambiando las cosas, la
gente, el gesto: las manos entrelazadas, los niños jugando con el agua, el pobre come
su pan, el solitario encuentra con quien hablar, el pusilánime no tiene que encogerse,
agachado, las plantas nacen, las cercas se levantan, las cárceles se abren, los cojos
saltan, los desiertos se transforman en jardines, los ancianos no tienen miedo de
envejecer, y los instrumentos de dolor y de muerte, invenciones de la maldad, son
transformados en hoguera —en ella están las botas y los uniformes teñidos de sangre,
Espiritualidad - 15

poco importa que su fabricación y venta hagan más ricos a los comerciantes de armas y
sean buenos para la economía—, la resurrección del cuerpo, las sonrisas de placer, la
libertad, los campos cubiertos de trigo y de frijol, balanceándose al impulso de la brisa, y
las viñas cargadas de uvas, la expulsión final del miedo, la vida eterna...

Cosa nunca antes escuchada: que hablar de Dios es hablar de las personas humanas,
que la gloria de Dios son las personas felices, la salvación... Cuando Dios se quita el
velo, lo que aparece es el cuerpo de un hombre, que es el cuerpo de todos, en quien se
entrelazan nuestras remembranzas y nostalgias, en un tejido de deseo y de amor.

3. PARA MEDITAR

1. ¿Cuáles son tus deseos?


¿Y si tuvieses que escoger sólo uno? “Pureza de corazón es desear sólo una cosa”
(Kierkegaard). “Moriréis por causa de vuestras pequeñas virtudes” (Nietzsche).

2. ¿Entre tus deseos, acaso no olvidaste de colocar aquellos que son considerados “indignos” o
“impuros”? Es importante encararlos de frente. Estamos delante de un espejo.

3. ¿Cuando tú oras, qué es lo que ofreces a Dios como tu deseo más intenso?

4. ¿Qué deseos contiene el símbolo del Reino de Dios? Es importante hablar sobre los deseos
contenidos en el símbolo del Reino, lo que contienen de alegría, de risa, de vida... Y sería
importante saber qué tienen que ver estos deseos con los habitantes de los tugurios, con los
niños, los desempleados, las muchachas del servicio, los negros, los indígenas...

5. Entre tú y tus amigos, en los grupos de los que haces parte: ¿Se habla de estos deseos?
¿Las personas confiesan sus deseos entre sí?

4. PARA ORAR

“Oh Señor, Dios Nuestro, concédenos la gracia de desear con todo nuestro corazón; y que
nuestro deseo nos lleve a buscarte y a encontrarte; y que al encontrarte te podamos amar. Y
que amándote, podamos odiar aquellos pecados de los cuales nos redimiste”. (San Anselmo)

De Rubem Alves, Creio na Resurreçao do Corpo, Cedi


Espiritualidad - 16

Aperitivo de futuro...

Todo el universo espera, con ardiente expectativa, con sentimientos que brotan del fondo
del pecho, bien cercanos al corazón, que se retire el velo que esconde a los hijos de
Dios
Víctima de la frustración. No por voluntad sino por destino. No abandonó la esperanza
El universo entero será liberado de las corrientes de la mortalidad y participará con los
hijos de Dios de su luminosidad. ¿Pero qué es lo que conocemos hasta ahora? El
universo entero gimiendo, en todas su partes. Como si tuviera dolores de parto. Y no
solamente él sino sobretodo nosotros. Nosotros que ya probamos el aperitivo del
Espíritu,
Los primeros frutos, los primeros colores y perfumes, las primeras risas, del mundo que
madura. Sí, nosotros también esperamos, en el fondo del pecho, el momento en que
Dios hará la magia de transformarnos en sus hijos. Y ahí, entonces, nuestro cuerpo
quedará libre. Libertad del cuerpo: ¡Salvación! Sucede que, por ahora, experimentamos
esta salvación apenas en esperanza. No vemos cosa alguna. Si viéramos no tendríamos
necesidad de esperar. ¿Por qué habría de sufrir y esperar alguien por causa de aquello
que ya se ve? Pero, si esperamos algo que no vemos aún, en el propio acto de esperar
demostramos nuestra tenacidad interior” (Romanos 8,18-25).

La mano se desliza sobre la barriga, buscando alguna diferencia. Pero todo continúa
igual, como siempre fue: delgada, piel lisa... Mientras tanto ella sonríe, y quien la viera no
entendería las razones por las que ella mira como mira aquel vientre común, que ella
siempre vio. Hay algo de mágico en la forma como las manos se deslizan con tanto
cariño. Y los ojos sonríen mientras que los labios se entre abren canturreando, muy bajo,
una cancioncita de cuna. Esa mujer sabe cosas que nadie sabe. Recibió un aviso,
anunciación, palabra que viene del futuro, pequeño pedazo de mañana... Está
embarazada. Dentro de ella, tan pequeño que desde afuera nadie puede sospecharlo, un
cuerpecito de niño se ha comenzado a formar. Y todo es diferente para ella. Del futuro le
viene un secreto batir de alas, y ella ya no vive sustentada por el pan del presente, sino
que se alimenta de sacramentos de un día que aún no ha nacido. Es del futuro de donde
le viene la vida: las manso cosen, preparan la cuna sin ver nada. Y lo invisible amado y
esperado transfigura el cuerpo que vive en otro tiempo.

Parábola de lo que es la Iglesia: Aquellos que ya experimentaron el aperitivo de un


mundo nuevo. Paulo no habla de aperitivo. Habla de “primeros frutos”. ¿Pero quién, entre
nosotros, tan distantes del milagro de los árboles que fructifican, entiende lo que quiere
decir? Imagine que antes de la abundancia de las flores y los frutos, la naturaleza nos
enviará anticipadamente muestra de aquello que esta por venir. Primeros frutos
mensajeros... Y podríamos así, por anticipado, sentir el gusto bueno de aquello que está
viniendo... No nos alimentan. Despiertan el apetito. Nos hacen desear con intensidad....
Es como el aperitivo que no mata el hambre sino que prepara la comida... Semejante,
también a la caricia que prepara los cuerpos para la unión de los cuerpos en el amor...
Espiritualidad - 17

¿Será esto?
Tal vez...
Nosotros, que probamos los primeros frutos...
Nosotros que experimentamos el aperitivo futuro...
Nosotros que fuimos acariciados por Alguien del futuro...

Es muy bonita esta imagen. Junta las ideas del placer y de la insatisfacción, del haber
gustado y del querer más... tan diferente del disgusto de los que están saciados y se
tiran, desgonzados y sudados en los lugares del sueño para digerir las grasas... lo que
nos ayuda comprender las razones porque los ricos y los fuertes difícilmente entran al
Reino. Su hartura los hace sólidos habitantes del presente. Prefieren la gordura al
embarazo. Porque el embarazo implica un hijo y un hijo es siempre un peligro, un
imprevisto, un rostro que resiste. Salen de nosotros, pero no son propiedad nuestra.
Asumen un destino, subvierten nuestro espacio. Los ricos y fuertes prefieren los esclavos
porque estos, a diferencia de los hijos, son cuerpos subyugados a la voluntad de los
amos. Somos hijos de Dios, aventura divina, riesgo y rebelión.

Fuimos acariciados por el futuro... Y todo cambió...

Porque de la misma manera como la mujer que se descubre embarazada, pasa a vivir
para encarnar, por anticipado, al hijo que va a nacer, así la Iglesia es una comunidad en
la que el futuro asume la forma de los primeros frutos, aperitivos, caricia del futuro del
Reino...

¿Y éste futuro? ¡Salvación! Nuestros cuerpos totalmente libres. Libres de todo lo que
hace sufrir.

Libres de las cadenas del miedo. Los ojos jamás estarán vendados y ningún hermano
tendrá que esconder de su hermano la desnudez de su alma ni la desnudez de su
cuerpo. Libres para la verdad, libres para la belleza, libres para el amor. Insólita política
porque nuestros cuerpos no se regirán más ni por el ojo malo, ni por el gesto malo ni por
la palabra mala. Poseídos por el futuro trataremos de hacer vivir, en el presente, aquello
que nos fue dado, en esperanza. Y esta comunidad de visionarios, de exilados, de
peregrinos, de árboles desenraizados, servirá al mundo, en su propia vida, en
sacramento del Reino de Dios que se aproxima.

Para reflexionar:

1. La Iglesia, comunidad que es aperitivo del futuro. ¿Crees en esto? ¿Es esto
verdad? ¿Habrá alguna comunidad en la que esto se realice? ¿Una Iglesia dispersa,
esparcida, uno aquí, otro allí? ¿Cuáles son las personas con las cuales a Ud. le
gustaría construir el futuro?
2. ¿Cuál sería la reacción de las personas, fuera de la Iglesia, si ella se presentara
como modelo, semilla del futuro? ¿Por qué? ¿Habrá alguna comunidad de cristianos
que este ayudando a las personas a tener más esperanza?
3. ¿Qué hace la Iglesia con nuestros cuerpos? ¿Es necesario notar que es a través
de la educación como aprendemos a usar el cuerpo de una cierta forma? Nuestra
Espiritualidad - 18

posición en la Iglesia, las actitudes que juzgamos apropiadas, nuestra manera de


relacionarnos corporalmente los unos a los otros, esto nos dice algo ideal que las
Iglesias tienen en relación con el cuerpo. Cerrar los ojoso para la oración... ¿Qué nos
ofende mas, la violencia o las escenas de sexo?
4. La redención de nuestros cuerpos: esto tiene que ver con situaciones muy
concretas: condiciones de trabajo, salario, salud, la casa, el agua, los jardines,
asistencia médica, libertad para ir y venir, liberarnos del miedo, saber que no vamos a
sufrir violencia, garantía de una vejez digna, posibilidad de descanso. Estas son
cosas que tienen que ver con la sociedad como un todo. No son un asunto individual.
Y el jardín...
5. Usted dirá que esto no tiene que ver con religión. ¿Pero, y la dignidad religiosa del
cuerpo? ¿Y la solidaridad y presencia del cuerpo de Cristo? ¿Una sociedad más
justa, más jardín, no es un aperitivo del Reino?

Para orar:

Dios mío: No sé qué pedir. Busqué mi deseo más ardiente y no lo encontré. No sé qué
será lo que me hará feliz. Inquieto está i corazón, sin descanso y no sé que nombre dar a
mis nostalgias. Sin saber para dónde ir, sin saber qué hace, sin saber qué batallas
entablar, siento intensamente la tentación de los ídolos y de los vacíos. Es fácil entrar por
los caminos falsos, preferir el poder al amor, la fuerza ala mansedumbre, la reacción
violenta a la mansa afirmación de la bondad...

Pero o sé que, a despecho de mi estupidez, tu Espíritu me ama, frecuenta mis sueños,


mis entrañas, los deseos que no sé decir e intercede por mí y por todos mis hermanos,
en este mundo que creaste, con gemidos profundos que no se pueden expresar con
palabras... Acepta, Padre mío, mis gemidos inarticulados como expresión de mi
oración... Pero en mi hambre, tengo necesidad de señales visibles de tu gracia invisible.
Sírveme tus sacramentos, los primeros frutos de este Reino, nostalgia de nuestra alma...
tengo sed de sonrisas, de miradas mansas, de palabras blandas, de gestos firmes, de la
verdad de la bondad de victorias por pequeñas que sean, de la justicia... Tu sabes, oh
Padre, que es muy difícil sobrevivir en el cautiverio, sin esperanza de la Ciudad Santa. A
orillas de los ríos de Babilonia nos sintamos y lloramos acordándonos de Sión...
Cántanos, oh Dios, las canciones de la tierra prometida, sírvenos, en el desierto, el maná
y concédenos la gracia de jugar y saltar en tus días de descanso, como expresión de
confianza... y que haya, en algún lugar, una comunidad de hombres, mujeres, viejos,
niños y nenés de echo que sea un primer fruto, un aperitivo, una caricia del futuro, Amén.

Rubem Alves, Creio na resurreiçao do corpo

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