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postPsiquiatría
donde hablamos de la curación del alma y de la locura, de traidores, víctimas y deserciones, de psiquiatría y filosofía, de
antipsiquiatría y postpsiquiatría... (signifique todo ello lo que signifique)
sábado, 15 de octubre de 2011
Las tácticas de poder de Jesucristo
Jay Haley es un genio. Empezamos con una afirmación categórica, porque realmente nos parece indiscutible la
importancia de este autor en el desarrollo de nuestras profesiones y disciplinas. Nos parece especialmente
recomendable su libro “Las tácticas de poder de J esucristo”, que recoge un conjunto de pequeños ensayos,
uno de los cuales, acerca del psicoanálisis, ya motivó una entrada previa. Otro de ellos se corresponde con el
título general de la obra, y es precisamente lo que anuncia: un análisis de las tácticas que, según Haley, empleó
Jesucristo en su vida política hasta el momento de su muerte. Haley emplea el concepto de “juego” como, si lo
hemos entendido bien, aquellas maniobras o tácticas para ganar poder en una determinada relación o sistema,
poder que viene a significar el ser capaz de predecir las conductas ajenas e influir en ellas. Para Haley,
Jesucristo fue un estratega brillante que murió fruto de un error de cálculo.
A continuación, resumiremos, de forma no textual, el citado capítulo que da título a nuestra entrada:
En este capítulo, Haley señala la importancia de las innovaciones de Jesús como organizador y líder. Estamos
hablando de un individuo que ideó por sí solo la estrategia de una organización, el cristianismo, la cual derrocó
al Imperio Romano y conservó un poder absoluto sobre la población del mundo occidental durante cientos de
años. Una de los innovaciones fundamentales de Jesús es la idea de luchar por el poder organizando a los
desposeídos y a los pobres. Durante siglos esta idea no se valoró y los pobres no suponían una amenaza
contra el sistema establecido pero, tras Jesús, han existido multitud de hombres que han dedicado sus vidas a
sublevarlos y organizarlos.
Jesús estaba solo y era desconocido cuando surgió a la vida pública. Formó un movimiento y se constituyó en
líder religioso de un pueblo que ya estaba ligado a una institución religiosa, el judaísmo, con todas sus reglas,
cuyos líderes poseían las armas del poder estatal y operaban con un cuerpo de leyes obligatorias que
controlaban a cada individuo desde el nacimiento hasta la muerte. Los conservadores ricos y los romanos
ocupantes exterminaban sin piedad a los revolucionarios y se oponían a cualquier movimiento que perturbase
el status quo de una colonia pacífica. Jesús también contaba con factores a su favor: el pueblo se sentía
explotado y estaba descontento; la estructura de poder no estaba unificada, existiendo fricciones entre las
clases pudientes y los sacerdotes, dentro de la jerarquía sacerdotal y entre el poder de Roma y el local;
también Jesús se vio favorecido por la existencia de un mito sobre un Mesías que con su llegada aliviaría
mágicamente todas las dificultades del pueblo. Entró en la vida pública en un momento en que existía la
creencia compartida de que podía llegar un hombre y cambiarlo todo.
Jesús apareció en público como un profeta religioso, de pobreza evidente. El Estado y la jerarquía sacerdotal
estaban acostumbrados a la crítica dentro del marco profético, de modo que un hombre podía hacerse
escuchar sin ser exterminado de inmediato. Durante toda su vida pública, Jesús se las ingenió para despertar
atención como una autoridad que aportaba ideas nuevas, al mismo tiempo que presentaba lo que decía como
ortodoxia estricta. Para ello empleaba dos recursos: insistía en que no sugería ningún cambio y luego proponía
el cambio y, en segundo lugar, insistía en que sus ideas no se desviaban de la religión establecida sino que
eran una expresión más verdadera de la misma. De esta manera, definía su acción como ortodoxa mientras
provocaba los cambios necesarios para lograr una posición de poder. Jesús proponía a la vez el conformismo y
el cambio, en ocasiones se presentaba como defensor de la Ley establecida y, a continuación, proponía
importantes revisiones de la misma. Pidiendo la aceptación de la Ley, Jesús desarmaba a la oposición. Luego,
mediante una reestructuración de la misma, se igualaba en poder y autoridad a la institución religiosa del
Estado.
Consiguió darse a conocer también creándose una reputación como curador. El secreto del oficio de curar
consiste en hacer vibrar una profunda cuerda en la fantasía de la gente. Las leyendas surgen con rapidez y va
existiendo más fe en la cura, con lo que ésta es más eficaz cada vez. Otra táctica para hacerse famoso, aunque
peligrosa, es atacar a oponentes poderosos. Jesús agredió verbalmente a los líderes religiosos y atacó
físicamente a esa jerarquía cuando castigó a los mercaderes del templo.
Jesús, a diferencia de los profetas tradicionales, no era un hombre solitario alejado de la sociedad, sino que
comenzó su carrera pública escogiendo hombres dispuestos a unírsele, es decir, creó una organización. Jesús
exigió, como los líderes de otros movimientos masivos harían después de él, que sus seguidores abandonaran
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10/10/2018 postPsiquiatría: Las tácticas de poder de Jesucristo
todo vínculo, incluyendo a su familia. Utilizaba la persecución exterior como táctica para lograr la cohesión de
su grupo y la amenaza del infierno en la otra vida si no le seguían.
Jesús fue el primer líder que presentó un programa para reunir adeptos entre los pobres, afirmando que éstos
merecían el poder más que ningún otro grupo social. Prometió a sus seguidores un paraíso en algún vago
futuro, como muchos líderes de masas harían después. Haley recoge la cita de Hoffer: “En todas las épocas los
hombres lucharon desesperadamente por hermosas ciudades aún no construidas y jardines todavía no
sembrados”. Jesús afirmaba que no hablaba por sí mismo, sino que sólo expresaba la voluntad de su padre
celestial. Se presentaba como mero instrumento de esa voluntad pero, eso sí, el único capaz de interpretarla.
Según Haley, una persona adquiere poder cuando tiene la posibilidad de determinar lo que ocurrirá. Las
tácticas de poder se refieren a las maniobras utilizadas por alguien para influir y obtener control sobre el mundo
social y aumentar la posibilidad de predecir. Jesús desarrolla la llamada táctica del vencido: “Al que te hiere en
una mejilla ofrécele la otra”. Pero no se le da la mejilla al enemigo para que vuelva a golpear sino para
imposibilitarle de hacerlo. No se puede vencer a un oponente desvalido porque si se le ataca y no devuelve los
golpes es inevitable sentir culpa y exasperación y dudar de quién es realmente el vencedor. Esta táctica tiene
sus riesgos y ocasiona muchas muertes entre sus seguidores. Sin embargo, Jesús no utilizaba con sus
oponentes la resistencia pasiva; respondía siempre con una pregunta o con un ataque.
En cuanto a sus últimos días, Jesús insistió en ir a Jerusalén a que lo arrestaran, al parecer sabiendo incluso
que sería traicionado. Fue juzgado y condenado a muerte por el Sanedrín y enviado al gobernador de Roma
para ser ejecutado, pero Pilatos se negó por no hallar evidencias de que hubiera infringido la ley romana. Se
dirigió al pueblo y éste pidió la absolución de Barrabás y la muerte de Jesús. La conducta de Jesús en todo
este trance permite varias interpretaciones:
Era realmente el Mesías y debía realizar la profecía de ser ejecutado, sacrificándose por los
pecados del mundo.
Se volvió loco y creyó que era el Mesías y debía morir.
O bien, no tenía intención de morir pero deseaba ser arrestado como parte de su lucha contra el
sistema.
Haley afirma que, dada la conducta de Jesús tras el arresto, sólo la última interpretación parece cierta. Después
de permitir o planear su arresto, hizo que resultara casi imposible condenarlo y ejecutarlo. No afirmó ser el
Mesías ni se opuso a la ley romana. No se comportó de modo provocativo, no maldijo a los escribas y fariseos,
no se defendió ni afirmó su autoridad. Cuando le preguntaron si era el Mesías, sólo respondió ambiguamente
“tú lo has dicho”, que no es lo mismo que decir “sí, lo soy”. Al no haber testigos ni declaraciones de culpabilidad
claras, no era posible según la estricta ley judía condenarlo a muerte, pero el Sanedrín infringió sus propias
reglas. No podía ser ejecutado sin la autorización de Pilatos, y con él, Jesús mantuvo la misma actitud. No
había criticado directamente a Roma, por lo que no se le podía condenar legalmente, pero el gobernador no
quería indisponerse con el clero. Imposibilitando la ejecución, Jesús provocaba una disputa entre Pilatos y los
sacerdotes. Aquél recurrió al pueblo y dejó la decisión de la muerte de Jesús en sus manos.
Las posibilidades de Jesús ante el arresto, dentro de sus hipotéticos cálculos, serían las siguientes:
El Sanedrín, por falta de pruebas, se ve obligado a dejarlo libre, con lo que Jesús triunfa.
El Sanedrín lo condena sin pruebas, lo lleva ante el gobernador que no tiene otro remedio que
liberarlo, demostrando la impotencia de la jerarquía religiosa ante Jesús.
Si Pilatos dejaba la decisión en manos del pueblo, Jesús podría ser liberado como un líder
triunfante.
O bien, el Sanedrín podría condenarlo ilegalmente, Pilatos volverse a la multitud y ésta pedir su
muerte.
Esta última posibilidad, la que parecía más remota y, tal vez, con la que menos contaba Jesús, fue la que se
hizo realidad.
Observando su vida y sus actos, independientemente de su mensaje religioso, es indudable que Jesús, como
dirigente de hombres, fue un innovador extraordinario.
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