You are on page 1of 248

TRILOGÍA DE LA

REVOLUCIÓN
Aclaración previa: las notas a pie de página refieren a aquellos elementos
que adquieren sentido en virtud de su cercanía temporal y geográfica con
el momento y lugar de la enunciación. Es por este motivo que necesitarán
adaptación en caso de eventuales puestas en escena en otros sitios y en
otras épocas.

Sanguinetti, Santiago
Trilogía de la Revolución
1a ed.: mayo de 2015
248 p.; 15 x 24 cm
isbn: 978-9974-720-15-2

© 2015, Santiago Sanguinetti


© 2015, Estuario editora
Montevideo, Uruguay
www.estuarioeditora.com
estuarioeditora@gmail.com

Diseño de cubierta: Raúl Burguez


Fotografías de tapa y contratapa: Leonel Martínez
Arte de cubierta: Federico Silva
Retrato de solapa: Rodolfo Heuer
Corrección: María Magdalena Bellini

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta y solapas, puede ser re-
producida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctri-
co, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

Agradecemos el apoyo de Fundación Itaú a la publicación de este libro.


POLÍTICA
TRILOGÍA DE LA
REVOLUCIÓN
EN TIEMPOS
DE MUJICA
Santiago Sanguinetti

MONTEVIDEO - 2015
El teatro como juego de debate político

por Roger Mirza

Autor de varias obras de teatro con innumerables premios y dos libros: Drama-
turgia imprecisa. Montevideo, Estuario, 2009 (que contiene: Ararat, Esquizo-
frenia [El cuchillo] y El ala quebradiza de la mariposa), y Sobre la teoría del eter-
no retorno aplicada a la revolución en el Caribe. Montevideo, Banda Oriental,
2013 (Premio Onetti, 2012, de circulación reducida), Santiago Sanguinetti
tiene una sólida formación como egresado de la Escuela Multidisciplinaria
de Arte Dramático (emad), del Instituto de Profesores Artigas en Literatura
y como estudiante de filosofía con varias materias cursadas en la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República;
una formación que incorpora desde una perspectiva contemporánea y lati-
noamericana el pensamiento de izquierda y su crítica, que atraviesa toda su
obra, sin volverla erudita, didáctica o académica, por el permanente humor
que las recorre pero también por el juego de contrastes y oposiciones que no
toleran soluciones fáciles ni interpretaciones unívocas. Sus obras resultan así
de una eficacia y una sutileza envidiables, y también el excelente artículo que
cierra este libro, porque a la calidad y riqueza de la escritura creadora se agrega
la solidez y fineza conceptual, sin olvidar el permanente humor.
La trilogía que presenta este libro se centra en la reflexión que apela a la iro-
nía, a la desacralización del discurso al mismo tiempo que invoca a los gran-
des autores de la modernidad, y genera situaciones y diálogos encarnados en
personajes comprometidos con la realidad contemporánea en un teatro fuer-
temente político. Y todo teatro lo es, señala el autor en sus entrevistas y en su
artículo en el anexo de este libro, porque lo político abarca “las características
globales de las interrelaciones, los macrorrelatos que sostienen y determinan
los vínculos, las normas que afectan el contacto entre pares, las reglas de
convivencia (...), las formas en las que el poder se ejerce en una sociedad”
(“Entre lo sublime y lo espurio. Breve exposición sobre el concepto de yux-
taposición como procedimiento de montaje político”). Así aparece también
en sus obras, aunque siempre en un juego de contrastes. De allí la presencia
permanente de oposiciones y puntos de vista diferentes, enfrentamientos de
caracteres y de ideas, mezclas de lo lúdico y lo serio, con posiciones llevadas
al extremo y que generan un fuerte dinamismo.
La concepción de Shklovski de que el arte no consiste principalmente en
producir imágenes sino en desautomatizar la percepción que por la costumbre
termina por anular los objetos y la vida, en producir un extrañamiento que
obligue al receptor a descubrir el objeto como algo completamente nuevo, es

~5~
retomada en sus teorizaciones. Teatro político, por lo tanto, no en el sentido
brechtiano, ni didáctico, ni para construir una verdad a priori en la compo-
sición dramática, sino como teatro que se centre en los procedimientos para
alcanzar sentidos a posteriori, señala Spregelburd, citado por Sanguinetti en el
mencionado artículo. Esa sería la condición de la creación como desarticula-
dora de las ideas hechas, de los clisés, de los lugares comunes, de la repetición
y la pereza intelectual, para que estallen las tensiones y la polisemia.
Con un estilo muy libre, personajes casi exclusivamente jóvenes, un len-
guaje coloquial y directo que alterna reflexiones teóricas e ideológicas con
permanentes juegos de ingenio, ironías, burlas y expresiones escatológicas,
las tres obras de este libro concentran la acción en cuatro personajes, en un
espacio concentracionario, frente a situaciones clave e instancias extremas:
cuatro personajes en una habitación en Montevideo a punto de realizar un
acto de terrorismo con mensaje político final; o en un edificio de los cascos
azules de la onu en Haití, rodeados de nativos en armas y agresivos; o en un
apartamento de Manhattan, preparando una intervención letal para destruir
el mundo, siempre en medio de un entorno hostil al que hay que destruir y
que nos destruye.
En Argumento contra la existencia de vida inteligente en el Cono Sur, cuatro
jóvenes amigos en un apartamento se disponen, en un tono casual, en medio
de chanzas y bromas y en presencia de dos bebés (ocultos en sus carritos) a
realizar un atentado en la Facultad de Humanidades, para lanzar una pro-
clama revolucionaria que mezcla consignas sobre la unión de los “creadores
intelectuales del mundo”, la socialización de la propiedad, la ampliación del
tiempo libre y la distribución de la comida, con propuestas de reorganización
dadaísta del sexo y un grito final de “Viva Cristo rey”. Además de esta acu-
mulación distorsionante, el tono de farsa se carga de connotaciones políticas
satirizadas con reflexiones como “Nosotros también queremos tener nuestra
propia Colombine. Nuestra propia Virginia Tech. Nuestra propia matanza
de Toulouse. Estar a tono con la locura del primer mundo”, o se inclina hacia
la burla grotesca cuando los actores se colocan las máscaras de Yakko, Wakko
y Dot (protagonistas de la serie Animaniacs, de Warner Bros.), para grabar
una proclama que fundamente su atentado, con toda la violencia animada y
las locuras de esos personajes de historieta.
El tono de juego se acentúa en eficaz esgrima verbal y rapidez de répli-
cas, para incluir alusiones políticas, citas de Sandino Núñez, Hegel, Marx,
Nietzsche y Lenin, declaraciones de Quijano y Mariátegui, la revista Amauta
o el semanario Marcha, los comunicados 4 y 7 de los militares, los dibujos
animados, la invocación al Che Guevara en una sesión de espiritismo o las
canciones de Calle 13, en una mezcla niveladora y desjerarquizadora, con rit-
mo sostenido para abordar con ironía temas de gran actualidad, o se inclina

~6~
hacia la burla grotesca cuando los actores se colocan las máscaras para grabar
su declaración. La acción culminará con una escena cuya violencia desatada
es presentada a través de un informativo en el televisor del apartamento (en
un desdoblamiento distanciador) donde quedaron solos los dos bebés, con
imágenes de estudiantes que corren, disparos, cuerpos que caen, sangre. La
farsa adquiere así un tono más sombrío con tinte de humor siniestro cuando
reaparece en la escena final una escopeta que sale de uno de los carritos: “un
brazo de bebé sostiene el arma. Aprieta el gatillo. Un cartel de ‘BANG’ sale
del caño. Sigue sonando ‘Vamos a portarnos mal’ (de Calle 13)”.
En Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe, la
acción transcurre en Puerto Príncipe, donde cuatro uruguayos integrantes de
los cascos azules de la onu, en Haití, se encuentran sitiados por revoluciona-
rios en armas, que hunden un crucero y derriban un helicóptero con viejos
cañones de la conquista y amenazan al propio edificio donde los soldados
se encuentran refugiados. Además de varias reflexiones sobre colonialismo,
explotación y revolución, bajo la presión del miedo surgen rasgos reveladores
de los personajes, de su carácter y su ideología. Uno de ellos, particularmente
frágil, canta una canción navideña como evasión ante la situación amenazante
y las explosiones, otro trae una muñeca inflable, aparecen unos libros de Marx
y Lenin, un muñeco vudú, y hasta una explicación con dibujos en una pizarra
sobre la dialéctica del amo y el esclavo según Hegel. Nuevamente la fuerte
presencia de lo político, las discusiones de los personajes sobre colonialismo y
revolución, opresores y oprimidos, víctimas y victimarios, con procedimien-
tos de “yuxtaposición de elementos disonantes”, producen efectos paradójicos
y multiplican sus sentidos, en uno de los recursos que más destaca Sanguinetti
por su eficacia desautomatizadora, en el artículo citado, hasta llegar nueva-
mente al final catastrófico: suena un cañonazo y se produce el apagón.
En Breve apología del caos por exceso de testosterona en las calles de Manhattan,
los cuatro personajes se encuentran encerrados en un apartamento y planifi-
can la diseminación de un virus en Nueva York que volverá extremadamente
violentos a hombres y mujeres por exceso de testosterona, hasta generar un
completo caos que permitiría hacer realidad el sueño del abuelo trotskista de
una revolución permanente, aunque el juego se vuelve contra ellos mismos y
terminará por destruirlos. El uso de la exageración, la telekinesia, la aparición
de fuerzas sobrehumanas, junto con la ingenuidad de la cartografía (el juego
War) que usa el abuelo para ubicar las tendencias políticas del mundo, gene-
ran también el estilo farsesco. La situación de ese espacio concentracionario,
que aparecía también en las piezas anteriores, hace estallar desde los primeros
juegos de escena el absurdo. La guerra y las situaciones afines son el asiento
de los perfiles más patéticos de los hombres, su avidez, su estupidez, sus
mezquindades, el erotismo pequeño de seres sometidos, la aversión barata e
inconsistente al diferente, los lugares comunes, explotados para captar lo que

~7~
el lenguaje hace de los hombres y las economías terribles de los colectivos.
Los actores representan “jugando” a la guerra lo que son las grandes ideas y
teorías cuando se ponen a la luz o bajo el prisma de una escena singular y de
los afectos particulares.
El más joven de una generación de notables dramaturgos y directores que
arranca en los años noventa (o integrante de una nueva generación en forma-
ción), Santiago Sanguinetti presenta en estas obras una teatralidad que escapa
a toda clasificación genérica, donde la mezcla y variedad de procedimientos es
uno de sus principales atributos, y se dan en simultánea efectos de humor en
medio de situaciones donde coexisten los perfiles descabellados y excesivos,
con la más chata situación cotidiana y donde la reflexividad no está eliminada
sino que se da por añadidura, pero impedida toda solemnidad y todo dolor.
Ya se trate de la enfermedad, la muerte, la guerra o el erotismo, el lector y es-
pectador quedan seducidos por el juego de la lengua y del encadenamiento de
escenas: el absurdo de la vida contemporánea y su difusión tecnológica, per-
mitiendo la coexistencia de todos los extremos, sin orden ni jerarquías, donde
cualquier pareja es mostrada en la trivialidad de una, un atentado es contra
una facultad, un filósofo o un circo, la peste por un virus inventado y las tro-
pas de paz pueden aparecer en su tarea inútil y al mismo tiempo mortífera. Lo
performático del lenguaje y la acción predominan sobre lo referencial, posibi-
litando un modo de dejar hacer-crear al lenguaje, como en una adolescencia
perpetua de desafío, provocación, idealización y megalomanía, grandiosidad
y humildad para dar cuenta de un universo que ha dejado de ser uni, que se
fragmenta perpetuamente y que a través de las ocurrencias y los hallazgos de
lenguaje y situaciones se reconstruye parcialmente una y otra vez porque nos
crea también en nuestra mirada política. Al mismo tiempo y a partir de un
espíritu lúdico y de un conocimiento profundo de filosofía y ciencia política,
además de la riqueza de recursos y procedimientos, Sanguinetti presenta las
fisuras de las concepciones generales del hombre mostrando sus imposibi-
lidades, sus contradicciones y sus aspectos ridículos a la hora de resolver o
explicar el sufrimiento particular de los hombres. Pero no lo hace desde el
ángulo trágico sino desde la mordacidad del grotesco, aunque sin construir
personajes caricaturales o esquemáticos sino fragmentarios, parciales, contra-
dictorios, desvalidos y omnipotentes según los momentos. Lo mismo ocurre
con sus procedimientos: el humor, la ironía, el chiste verbal y visual, la violen-
cia en varias manifestaciones, las innumerables relaciones intertextuales con la
historia contemporánea, la filosofía, la sociología pero también la música, los
cómics, además de la política, con una riqueza estimulante.

~8~
A Susana, Guillermo y Micaela.
A mi familia.
Argumento contra la existencia de vida inteligente en el Cono Sur se estrenó
en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solís, Montevideo, el 11 de enero de
2013. El elenco estuvo integrado por:

Manuel Bruno Pereyra


Sofía Josefina Trías
Mateo Alejandro Gayvoronsky
Érica Carolina Faux

Escenografía e iluminación: Sebastián Marrero y Laura Leifert


Vestuario: Florencia Rivas
Gráfica: Federico Silva
Producción: Andrea Silva
Dirección: Santiago Sanguinetti

Premio Florencio a Mejor Texto de Autor Nacional. Asociación de Críticos Teatrales


del Uruguay, 2013.
Mención Especial en el Premio Molière. Embajada de Francia en Uruguay, 2012.
Texto ganador de la Convocatoria Abierta a Espectáculos Teatrales del Teatro Solís
para su temporada de verano, en el marco de Montevideo Capital Iberoamericana
de la Cultura 2013.
ARGUMENTO CONTRA LA EXISTENCIA
DE VIDA INTELIGENTE EN EL CONO SUR

(Trilogía de la Revolución, Vol. I)

“Solo quería ser parte de algo importante”: ¿cuántas veces hemos oído estas frases en la
tele o en el cine? Las dice el personaje, en conmovedora atmósfera de arrepentimiento
epilogal, como torpe justificación de todas las infamias cometidas durante el ritual de
ingreso a alguna comunidad utópica: ha puesto en riesgo la vida de familiares y amigos,
ha arruinado la carrera de un militar encumbrado, ha estropeado un par de autos, ha
roto con su novia, ha torturado a civiles en Irak, se ha fotografiado en episodios de abu-
so sexual de detenidos o prisioneros, ha tiroteado a sus condiscípulos en un college, ha
violado e incendiado a los hijos de sus vecinos. Débiles advertencias extemporáneas sobre
violencia y catástrofes, sobre lo terrible de huir de las responsabilidades civiles. Pero no
es posible detener esa fuga, ese drenaje inercial de los cuerpos hacia el Gran Cuerpo. Por
lo tanto, no es posible, nunca fue posible detener esa violenta catástrofe: esa violencia es
el motor de la máquina comunitaria. Catástrofe de una cultura que socializa no por
subjetivación, sino, mucho más brutalmente, por pertenencia.
Sandino Núñez, Disney War, 2011
Personajes

Manuel, 26
Sofía, 25
Mateo, 27
Érica, 24
Lis, una bebé en un cochecito
Gus, un bebé en un cochecito

Un apartamento.
Es invierno en Montevideo.
03:17 a. m. Living.
Un hombre joven, sentado en una silla. Manuel. De espaldas
al público. A su izquierda, un carrito de bebé. Mira la panta-
lla de un televisor. Imágenes de algún documental en blanco y
negro con soldados y tanques, pancartas estudiantiles, y bom-
bas. Un documental sobre algún país de América Latina en los
setenta. De fondo, “Pa’l norte” de Calle 13. Manuel mira sin
moverse. Sin moverse aún. De repente, solo un pie. Engancha
el carrito y comienza a hamacarlo. Sin mover el resto de su
cuerpo. Sigue así un rato. Un rato más. Ahora levanta un brazo
y vemos su mano. Tiene un revólver. Se rasca la cabeza con él.
Sigue mirando la pantalla mientras mece al bebé con su pierna.
En silencio. La música sigue sonando. En su otra mano, un
osito de peluche. Se levanta y atraviesa el living.

03:32 a. m. Habitación de Manuel y Sofía.


Manuel se acuesta junto a Sofía. La abraza.
Sofía. Mmm. ¿Qué? ¿Qué pasa?
Manuel. Nada. Es un mimo.
Sofía. Dejame dormir.
Manuel. Bueno.
Pausa larga.
Sofía. Pero abrazame.
Manuel la abraza. Pasan el resto de la noche abrazados.
09:28 a. m. Cocina.
Manuel y Sofía están tomando el desayuno. Manuel recostado
contra alguna pared, con una taza de café en la mano.Sofía
sentada en algún banco. Los dos en silencio.
Manuel. Me duele la cabeza.
Sofía. ¿Resaca?
Manuel. No sé. ¿Escuchaste las noticias?
Sofía. Sabés que no escucho las noticias.
Manuel. Se acaba el mundo.

~15~
Sofía. ¿Ah, sí?
Manuel asiente con la cabeza.
Manuel. Los yanquis pusieron veneno de alacranes en el culo de las
palomas para combatir el terrorismo. Pero se les fue la mano
y cuando cagan te morís. Así estés a un kilómetro, te morís.
Hoy salgo a la calle con tapabocas.    
Manuel se pone un tapabocas que tenía escondido. Sofía sonríe. 
Sofía. ¿Funciona? 
Manuel simula decir algo con sentido mientras finge una voz
difusa por el efecto del tapabocas.  
Sofía. ¿Mfff? ¿Qué es mfff? 
Nuevamente Manuel simula decir algo con sentido mientras
finge la misma voz difusa.
Sofía. ¿Podés sacarte eso? 
Manuel se lo saca. Va hasta Sofía y la abraza. La besa.   
Manuel. Hoy quiero tomar hasta ver marcianos putos.
Sofía. Ayer te levantaste. De noche.
Manuel. ¿Habrá marcianos putos?
Sofía. Eran las tres o algo así.
Manuel. Bueno, E.T. era medio gay.
Sofía. Manuel.
Manuel. Sí, me levanté.
Sofía. ¿Fuiste al baño?
Manuel. Sí, fui al baño.
Sofía. No fuiste al baño.
Manuel. Necesito tomar algo más fuerte que este café.
Sofía. Son las nueve de la mañana.
Manuel. Y mi pedo lleva tres horas de atraso.
Sofía. No fuiste al baño.
Manuel. Fui a caminar.

~16~
Sofía. Me tengo que ir.
Manuel. Todo el mundo camina.
Sofía. Podemos parar con todo si querés.
Manuel. ¿Y perderme a los tibetanos dándole de bomba al gong? “Se
viene el fin del mundo. Corran, putos”.
Sofía. No creo que ellos se enteren.
Manuel. Estaba pensando en la película. La del fin del mundo. La
que era muy mala.
Sofía. Todas las películas sobre el fin del mundo son malas.
Manuel. Pero en esta había tibetanos.
Sofía. Lo voy a hacer por vos.
Manuel. Lo vas a hacer porque te da lo mismo.
Sofía. Me llevo a Lis.
Manuel. Y yo lo voy a hacer para acabar con todo. Y volver a ser
nosotros. Unos pendejos con libertad y el mundo a los pies.
Como cuando nos dejábamos cagar por las palomas.
Sofía. Nunca dejamos de ser nosotros.
Manuel. Sí, fue hace un par de días. Es otra táctica de los yanquis.
Te transmutan el alma para combatir el terrorismo. Eso lo
hacen cuando estás cagando en el wáter.
Sofía. Te transmutaron el alma.
Manuel. Sip.
Sofía. ¿Y ahora quién sos?
Manuel. E.T.
Sofía ríe.
Sofía. Hola, E.T.
Manuel. Hola.
Sofía. Es un placer. De niña creía que eras de verdad.
Manuel. El placer es mío, especie de terrícola más lindo que el resto.
Sofía. E.T. no habla así.
Manuel. Estuvo estudiando.

~17~
Sofía. ¿Filosofía?
Manuel. En Humanidades. ¿Y vos quién sos?
Sofía. ¿Yo?
Manuel. Seguro que esos yanquis del orto ya te switchearon el espíritu.
Sofía. Simone de Beauvoir.
Manuel. Simone de Beauvoir está muerta, no vale.
Sofía. ¿Quién dijo que no vale?
Manuel. Yo inventé el juego y digo que no vale.
Sofía. Andate a cagar.
Manuel. Ahí es cuando los yanquis te transmutan el alma.
Sofía. Nos vemos en un rato.
Manuel. ¿Qué? Todo el mundo usa el wáter. La idea es genial, hay
que reconocerlo.
Sofía. Te quiero. Aunque seas raro.
Manuel. Una noche. Nada más. Esta. Otra vez niños. Irnos lejos y no
volver. O volver siendo otros. Y cambiar el mundo.
Sofía. Yo también estoy nerviosa.
Manuel. Dame un beso.
Sofía. No jodas, se me hace tarde.
Manuel. ¿Y si me muero hoy?
Sofía. Entonces voy a recordar tus últimas palabras: mffffff.
Manuel. ¿No me vas a dar un beso?
Sofía. No.
Manuel. Siempre te puede cagar una paloma en la cabeza. Nunca se
sabe.
Sofía. Voy a correr ese riesgo. Y a dejarte una camisa limpia a
mano.
Manuel. ¿Entonces no?
Sofía. No. Quedate tranquilo. Yo me voy a morir primero.  
Manuel. Nos vamos a morir juntos. Acribillados por las balas. Cuan-
do algo salga mal. ¿No?

~18~
09:31 a. m. Living.
Mateo despierta. Se incorpora en el sillón en el que pasó la
noche.
Mateo. ¿Se pueden callar? No me dejan dormir.
Sofía. No es tu casa. No te quejes.
Manuel. ¿Y vos qué hacés ahí? A Sofía. ¿Él qué hace ahí?
Sofía. Ayer se quedó. ¿No te acordás?
Manuel. No. Mierda. A Mateo. ¿Qué nos diste?
Sofía. Tomamos un poco. Fue eso.
Manuel. Me drogaste.
Mateo. Sólo quiero dormir un poco más, no jodan.
Manuel. Me drogaste y me hiciste cosas.
Mateo. No digas boludeces.
Manuel. Te aprovechaste de mí.
Mateo. ¿Teniéndola a ella al lado?
Manuel. Ahora te voy a tener que pegar.
Mateo. ¿Vos y cuántos más?
Manuel. Uhhh. En mi casa no.
Mateo. Dejame dormir.
Manuel. No cambies de tema.
Sofía. Van a hacer llorar a Lis.
Mateo. Esa bebé nunca llora. Es un mutante.
Manuel. Estás a un paso de que te eche de acá a patadas en los huevos.
Mateo. Escuché que hay desechos tóxicos en la vuelta. Por ahí en
unos años le crece un ojo en el culo. O le sale una mano en
la garganta. Le pasó a una amiga una vez. Se fue a vivir con
Wolverine.
Sofía. ¿De dónde sacás esas boludeces?
Mateo. Se las cuento a mi hijo para hacerlo dormir.
Sofía. Sos el peor padre del mundo, ¿sabías?

~19~
Mateo. Sí, ya sé.
Manuel. ¿Tu hijo?
Mateo. Por ahí. Ni idea. Con la madre. En fin. ¿Para mí no hay
café?
Sofía/Manuel No.
Mateo. ¿Algo para el dolor de cabeza?
Sofía. Ayer te oí hablar dormido. Desde mi cuarto.
Manuel. A Sofía. ¿Vos no dormís de noche que escuchás a todo el
mundo?
Sofía. Me acostumbré. Por Lis.
Mateo. Soñé algo raro.
Manuel. A Mateo. ¿Yo no te dije que te iba a pegar a vos?
Mateo. ¿Y ahora por qué?
Sofía. Basta.
Mateo. En el sueño...
Manuel. ¿Estaba yo? Si no estaba yo, no me importa.
Mateo. No, estaba Sofía.
Manuel. Vos querés que te pegue en serio.
Sofía. ¿Qué soñaste?
Mateo. Estaba en una mesa de operaciones. Y tenía un hijo.
Manuel. ¿Vos?
Mateo. Sí, yo. De entre las piernas me salía un niño. O lo paría por
el culo, no me acuerdo muy bien. Pero no dolía. Nada.
Manuel. ¿Cagar un crío por el culo te parece raro?
Mateo. ¿A vos no?
Manuel. He soñado cosas peores.
Sofía. Dejalo terminar.
Manuel. A Sofía. ¿Vos no te tenías que ir?
Sofía. Mostrándole la palma de la mano a Manuel. Hablale a la
mano.

~20~
Mateo. Bueno, de repente, el pendejo empieza a correr hacia mí ha-
blando en ruso, gritando “te quiero, puta”. Y veo que tiene
barba, bigotes y mucho, mucho pelo en las axilas, y una ame-
tralladora UZI en cada mano. Y me está cagando a tiros. Pero
yo no me muero. Y le entro a disparar con un fusil FMK-3
como si fuera el mismísimo Rambo matando libaneses. Y ahí
me doy cuenta de que estoy en el desierto. Y que Palestina
es un estado independiente. No me preguntes por qué, pero
sabía que Palestina era un estado independiente. Y Palestina
estaba lleno de irakíes, o de iraníes con k, que es más o me-
nos lo mismo. Y el pendejo que acabo de parir se empieza
a desangrar de tanta bala que le vamos metiendo yo, los li-
baneses, Mariano Rajoy1 y Ángela Merkel.2 Todos con fusi-
les, al grito de “chupen giles”. Y lanzagranadas. Dándole de
bomba al pobre pendejo. Y ahí Ronald McDonald’s, con la
cara de Margaret Thatcher, intenta taparle los agujeros de las
balas con hamburguesas triple bacon. Y cuando miro al cielo
veo caer bombas de racimo, que explotan echando fuego, se-
men, mamushkas y Fanta Frutilla made in Brasil, que quema
como el ácido. Y mientras todos nos derretimos como cera
caliente entre el aceite hirviendo y el napalm, el pobre pen-
dejo se deshace en llanto, exigiendo por altavoz a las masas
obreras, como una especie de Mayakovski del nuevo mundo,
que no entreguen el culo hasta conseguir la reforma agraria,
la supresión del secreto bancario y la abolición del derecho
de herencia, entre otras cosas. Y al fondo, Marx, silbando la
Internacional que sonaba un poco a cumbia, con la banda
presidencial celeste y blanca, escapando por la punta. Y sentí
un grito. Y ahí me desperté. Y después me volví a dormir.
Manuel. No tiene sentido.
Mateo. Los sueños no tienen sentido. Ahí está la gracia.
Sofía. A Manuel. Lo hizo de nuevo.
Mateo. ¿Qué?
Manuel. Seguís soñando con políticos europeos, caricaturas yanquis
y poetas rusos.
Sofía. Nada de América Latina.

1- Mariano Rajoy (1955). Presidente de España desde 2011.


2- Angela Dorothea Merkel (1954). Canciller de Alemania desde 2005.

~21~
Manuel. ¿Te diste cuenta?
Mateo. La Fanta Frutilla era made in Brasil. Es un avance, ¿no?
Sofía. No, es una boludez.
Manuel. Se te alienaron los sueños.
Sofía. Cagaste.
Mateo. Déjenme en paz. Estoy durmiendo.
Sofía. Me voy. Me llevo a Lis.
09:34 a. m. Cuarto de Lis.
Sofía acomoda algo en el carrito de Lis. La mira.
Sofía. Está rara.
09:34 a. m. Living.
Mateo. Es que ayer me sentí solo y la estuve tocando un rato. Si la
sentís pegoteada ya sabés.
Manuel le pega a Mateo. Finalmente.
Mateo. Era una broma.
Manuel. Sos un enfermo.
Mateo. Vos también.
Manuel. No me importa.
09:34 a. m. Cuarto de Lis.
Sofía. Tiene los ojos más viejos. Algo en la mirada. Como si me
quisiera decir algo.
La lleva en el carrito hasta el living.
Sofía. ¿No ven nada raro?
Los tres la miran. En silencio. Pausa larga.
Manuel. ¿Está llorando?
Sofía. No.
Mateo. Me parece que sí.
Sofía. No, les digo que no.
Mateo. Es el osito.
Manuel. No te metas con Mefistófeles.

~22~
Sofía. En fin. Debo ser yo. Nos vemos después.
Besa a Manuel.
Sofía. Hablamos cuando vuelva.
Sofía sale.
Manuel. Vos levantate de ahí. Tenemos que arreglar lo de hoy.
Mateo. ¿Me hacés un café?
Manuel. No.
Mateo pone música. “Cumbia de los aburridos” de Calle 13.
Mateo. Ya hablamos bastante.
Manuel. No alcanza.
Mateo. Nadie nos va a estar esperando. Es fácil.
Manuel. Once y cuarto, llegamos.
Mateo. Y a la misma hora en Chile y Argentina.
Manuel. La Universidad de Buenos Aires.
Mateo. Y la Universidad de Chile.
Manuel. Bien, once y cuarto. Y entramos.
Mateo. Sin problemas. Como entran todos.
Manuel. Quiero pasar por la biblioteca.
Mateo. ¿Para qué?
Manuel. Quiero empezar ahí. Y después al hall de entrada.
Mateo. De ahí al primer piso.
Manuel. Al salón de actos. Sala Vaz Ferreira.3
Mateo. Y bang.
Manuel. ¿Está bien?
Mateo. No. Pero esa es la idea, ¿no?
Manuel. Falta la llamada anónima. A la prensa.
Mateo. Eso lo hace Eri.
Manuel. ¿Eri? ¿Por qué Eri?

3- Nombre del Salón de Actos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad


de la República). Homenaje al filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira (1872-1958).

~23~
Mateo. Yo le dije.
Manuel. No le ibas a contar.
Mateo. Me preguntó. ¿Qué querías que le dijera?
Manuel. Le podías mentir.
Mateo. No me gusta mentirles a las mujeres.
Manuel. Toda tu vida les mentiste a las mujeres.
Mateo. Pero ahora estoy tratando de cambiar.
Manuel. ¿Vos?
Mateo. Bueno, se me escapó.
Manuel. ¿Cómo que se te escapó?
Mateo. Sí, se me escapó.
Manuel. No le íbamos a contar a nadie.
Mateo. Vos le contaste a Sofi.
Manuel. Es distinto.
Mateo. Me chupó la oreja, ¿qué iba a hacer?
Manuel. ¿Le dijiste a alguien más?
Mateo. No, sólo a ella.
Manuel. Bien. Está bien.
Mateo. Y a mi hermano.
Manuel. ¿Me estás jodiendo?
Mateo. ¿Por qué? Nos va a venir bien.
Manuel. Se lo van a contar a los demás.
Mateo. No se lo van a contar a nadie.
Manuel. Seguro que los milicos ya se enteraron. Deben estar afuera.
Mateo. Afuera hay gente estúpida. Y la gente estúpida no se da
cuenta de las cosas.
Manuel. Necesito pensar.
Mateo. No hay nada que pensar. Pensar hace mal. Provoca cáncer.
Manuel. ¿Podés apagar esa música?
Mateo. Ey, calmate. No es música. Es un manifiesto.
~24~
Manuel. Hay que parar y pensar.
Mateo. Van a venir.
Manuel. ¿Quiénes?
Mateo. Eri y mi hermano.
Manuel. ¿Para qué?
Mateo. ¿Cómo “para qué”?
Manuel. Vos querés que yo te cague a patadas.
Mateo. Llegan en un rato.
Manuel. ¿Y después qué?
Mateo. Vamos a hablar. A arreglar todo. A cargar las armas. Y a
mandarnos.
Pausa.
Manuel. Vos y yo estudiamos juntos.
Mateo. Ética uno.
Manuel. Se suponía que iba a ser algo nuestro.
Mateo. Pendejos gritando. Algunos tiros.
Manuel. Y que viva la revolución.
Mateo. Como dementes del primer mundo.
Manuel. Hay algo en todo esto que no me convence.
Mateo. ¿Culpa?
Manuel. No.
Mateo. ¿Qué es?
Manuel. No sé.
Mateo. Dadaísmo y revolución. No hay nada que explicar.
Manuel. Es el problema de leer a Poe de pendejo. Te volvés hijo de
puta.
Mateo. Tengo que llamar a Eri.
Manuel. En el fondo es por la libertad, ¿no?
Mateo. Supongo.

~25~
Manuel. Tener nuestro propio Columbine.4 Nuestro propio Virginia
Tech.5 Nuestra propia matanza de Toulouse.6 Estar a tono
con la locura del primer mundo. Es eso, ¿no?
Mateo. No alcanza con miliquitos que se filman en un video jugan-
do a los etarras.7 O medicuchos matando enfermos en un
cti.8 Es demasiado estúpido.
Manuel. Nos falta ir al hueso.
Mateo. Matar estudiantes. La pesadilla de José Pedro Varela.9
Manuel. Pero es distinto. Nosotros no estamos locos, ¿verdad?
Mateo. No.
Manuel. Algo se rompió. Hace tiempo. De noche, antes de acostar-
me, trato de entender. Por qué. Por qué tengo miedo.
Mateo. ¿De qué?
Manuel. No sé. De todo. De salir a la calle. De votar en las eleccio-
nes. De creer en una idea. De creer en las personas. En un
partido. De volverme anarco. De ir a trabajar. De criar a
un hijo. De vivir. Y a veces quiero que reviente el Estado e
irme a vivir a un falansterio. O a un kibutz, que es lo más
parecido que hay. Cuando Lis nació, la primera noche, le
leí el Ulises de Joyce. Si empieza ahora capaz que algún día
lo entiende. Soy un desastre. No sé qué hacer. Y esto es
una manera de... No sé, de nada. ¿Podemos hablar de otra
cosa?
Mateo. Cuando nació mi hijo me lo olvidé en el taxi. No me pidas
consejos.
4- Los asesinatos en la Escuela Secundaria de Columbine (Colorado, Estados Unidos) fueron llevados
adelante por Eric Harris y Dylan Klebold, ambos estudiantes de la institución, en abril de 1999.
5- Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia, Estados Unidos (conocido como Virginia
Tech). Fue el lugar de la masacre llevada adelante por el estudiante Seung-Hui Cho en 2007, que provocó
la muerte de treinta y tres personas.
6- El 19 de marzo de 2012, Mohamed Merah mató a cuatro personas en la escuela judía Ozar Hatorah
de Toulouse.
7- En marzo de 2011, tres supuestos militares encapuchados filmaron un video en el que, según algunos
medios de prensa que accedieron a la transcripción del audio, se anunciaban “operaciones militares” para
asegurar la liberación de los que ellos consideraban “presos políticos” (en referencia a los militares recien-
temente condenados por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura). El video nunca vio la
luz pública y las amenazas no se concretaron.
8- Dos enfermeros montevideanos fueron acusados en marzo de 2012 por el asesinato de quince pacientes
que se encontraban recibiendo cuidados intensivos en dos hospitales locales.
9- José Pedro Varela (1845-1879). Escritor, periodista y político uruguayo, responsable de la reforma
educativa de 1876 que sentó las bases de la escuela pública.

~26~
Manuel. Tendrían que venir con un manual los pendejos.
Mateo. Es al pedo. ¿Alguna vez leíste un manual?
Manuel. No.
Mateo. Ahí tenés. Aunque vengan con instrucciones. Es imposible.
Manuel. ¿Existe un sistema perfecto?
Mateo. ¿Político?
Manuel. Político. Social. Ético.
Mateo. La anarquía orgásmica.
Manuel. Sos un imbécil.
Mateo. Si nos organizamos, cogemos todos.
Manuel. Esa es la letra de una canción, Mateo.10
Mateo. Es lo que pienso.
Manuel. Te quiero mostrar algo.
Mateo. Esperá. Voy al baño.
Manuel. Tené cuidado.
Mateo. ¿Con qué?
Manuel. No importa.
09:38 a. m. Baño.
Mateo se baja los pantalones y se sienta en el wáter.
09:38 a. m. Habitación de Manuel y Sofía.
Manuel recoge un libro. Lo lleva hasta el living.
09:39 am. Living.
Manuel se sienta en un sillón. En silencio. Lee.
Mateo. Llamando sentado en el wáter. Manuel.
Manuel. ¿Qué querés?
Mateo. Vení.
Manuel. Tenés papel higiénico en el estante. No jodas.
Mateo. No es eso. Vení.
Manuel. Terminá y hablamos después.
10- “Si nos organizamos cogemos todos”, The party band (Uruguay).

~27~
Mateo. No. Vení ahora.
Manuel. No te voy a hablar a través de la puerta como si fuéramos
novios.
Mateo. Yo no le hablo a mi novia cuando estoy cagando.
Manuel. De eso estoy hablando.
Mateo. ¿Vos le hablás a Sofi cuando estás cagando?
Manuel. No.
Mateo. Fue lo que dijiste.
Manuel. No fue lo que dije.
Mateo. Sí, fue lo que dijiste.
09:39 a. m. Living.
Manuel se levanta. Va hasta la puerta del baño.
Manuel. ¿Qué querés?
Mateo. Viniste.
Manuel. Sí.
Mateo. ¿Entonces somos novios?
Manuel. No me rompas las pelotas, Mateo.
Mateo. Esperá. Estaba pensando. Se me ocurrió esto.
Manuel. ¿Vas a demorar?
Mateo. No. Esperá. Es genial.
Manuel. ¿Qué?
Mateo. ¿Tenés cámara?
Manuel. Sí. ¿Podés salir de ahí?
Mateo. No terminé.
Manuel. Es un asco, Mateo.
Mateo. Esperá. Recién te hablé de los milicos que jugaban a los
etarras. ¿Te acordás?
Manuel. ¿Los que se filmaron en un video que no vio nadie?
Mateo. Los que estaban disfrazados de jinetes del apocalipsis. Los de

~28~
la foto en el diario. Con la bandera uruguaya como mantel de
mesa. Los pelotudos que se creían de Al Qaeda.11
Manuel. Sí, me acuerdo.
Mateo. Ahí está.
Manuel. No te sigo.
Mateo. Es lo que nos falta. Una estupidez parecida. Una carta de
suicidio.
09:40 a. m. Baño.
Mateo se levanta del wáter y sale.
Mateo. ¿Tenés un altavoz?
Manuel. No tiraste de la cisterna.
Mateo. No jodas.
Manuel. No te lavaste las manos.
Mateo. Te dije que no jodas. ¿Un micrófono?
09:40 a. m. Living.
Manuel. ¿Te sirve un Echo Mike12?
Mateo. ¿Tenés un Echo Mike?
Manuel. “Cantar con Echo Mike es de profesional, sional, sional”.
Mateo. ¿Qué tenés? ¿Cinco años?
Manuel. Guardo cosas.
Mateo. Traé la cámara.
Manuel. ¿Para qué?
Mateo. Vos traela.
09:41 a. m. Habitación de Sofía y Manuel.
Manuel toma la cámara.
09:41 a. m. Living.

11- La única imagen publicada del video antes mencionado apareció en la portada del diario El Observa-
dor el 4 de mayo de 2011. En ella se veía a los tres supuestos militares encapuchados frente a una mesa
cubierta con la bandera de Uruguay.
12- El Micrófono Echo Mike fue un juguete para niños vendido en la década de los noventa con gran
éxito en nuestro país. El micrófono producía eco al cantar con él. El jingle de la publicidad anunciaba
“Cantar con Echo Mike es de profesional, sional, sional”.

~29~
Manuel. Tomá. ¿Para qué la querés?
Mateo. ¿Tenés una bandera de Artigas?13
Manuel. ¿Qué?
Mateo. La de “Libertad o muerte”.
Manuel. Esa no es la de Artigas.14
Mateo. Lo que sea. ¿Tenés?
Manuel ¿Me estás jodiendo? ¿Te parece que puedo tener una bande-
ra de Artigas?
Mateo. ¿Qué? En mi casa tengo una.
Manuel. Vos no estás bien de la cabeza.
Mateo. Vos tenés un Echo Mike.
Manuel. ¿Te sirve la bandera de Bella Vista?
Mateo. Y pasar por fundamentalistas pro Vaticano. Me gusta.15
Manuel. ¿De qué estás hablando?
09:42 a. m. Suena el timbre.
Mateo. Abrí. Es Eri.
Manuel. ¿Cómo sabés que es Eri?
Mateo. Porque le puse un sensor en el orto y cuando está cerca me
vibra el celular. ¿Le podés abrir?
09:42 a. m. Living.
Entra Érica.
Érica. Hola, Manuel. A Mateo. Te escuché.
Mateo. A Érica. Te quiero.
Érica. Un sensor, ¿eh?
Mateo. Yo no dije nada.

13- La bandera del héroe nacional José Gervasio Artigas es uno de los símbolos patrios del Uruguay.
Consta de tres franjas horizontales del mismo ancho, la superior e inferior son azules, y la del centro,
blanca; las tres están atravesadas por una de color rojo.
14- Mateo confunde la Bandera de Artigas con la Bandera de los Treinta y Tres Orientales, que es otro de
los símbolos nacionales del Uruguay. Esta bandera consta de tres franjas horizontales del mismo ancho,
la primera de color azul, la segunda blanca y la tercera punzó. En la segunda franja se lee la inscripción
“Libertad o Muerte”.
15- La camiseta del Club Atlético Bella Vista tiene los colores amarillo y blanco.

~30~
Érica. Se te podría haber ocurrido un chip en el cerebro. Pero tenía
que ser un sensor en el orto.
Mateo. Era un chiste.
Érica. Como un buen pedazo de carne. Como la carroña de los
machos alfa. Es eso, ¿no? Y tengo el culo tan jodido que no
me doy cuenta si me meten un chip entre las nalgas.
Mateo. Creo que tenemos que revisar el concepto de chiste.
Érica. Jo, jo, jo, vamos a reírnos de mi novia. Jo, jo, jo.
Manuel. ¿Qué les pasa?
Érica/Mateo. Nada.
Mateo. En cualquier caso no me estaba riendo de vos. Sino de él.
Érica. Te reías de él sobre mí.
Mateo. Me reía de él sobre él.
Manuel. ¿Te reías de mí?
Mateo. Sí.
Manuel. ¿Estás seguro?
Mateo. Sí, creo que sí.
Érica. Llorando. Siempre hacés lo mismo.
Mateo. ¿Estás llorando?
Érica. No, es que ayer vi Un perro andaluz y quise probar lo del
ojo. Y creo que me lastimé. Obvio que estoy llorando, im-
bécil.
Mateo. Bueno, perdoname.
Érica. Sonriendo. No. Es una broma. Vení, no te di un beso. ¿En
qué estaban?
Pausa.
Mateo. ¿Era una broma?
Érica. Sí.
Mateo. ¿Todo?
Érica. Sí, todo.
Mateo. Me hiciste sentir mal.

~31~
Érica. ¿En serio?
Mateo. Claro, ¿qué te pensás?
Érica. Bueno, no fue mi intención.
Mateo. Casi llorando. Nunca es tu intención.
Érica. Ey, no es para tanto. Vení.
Mateo. Sonriendo. No. Estaba jodiendo.
Manuel. En serio, ¿qué les pasa?
Érica. Te extrañé.
Mateo. Yo también.
Érica. ¿Ayer pasaron bien?
Mateo. Creo que sí. No me acuerdo.
Érica. ¿Sofi?
Manuel. Salió.
Mateo. Llegaste justo, Eri.
Érica. ¿Para qué?
Mateo. Estamos a punto de filmar el peor video en la historia del
miedo en el país.
Érica. ¿Cómo sabés que va a ser el peor?
Mateo. Porque además de malo, es estúpido. Y es porque sí. Como
todo esto.
Manuel. Hay algo que está mal.
Mateo. ¿Seguís con eso?
Manuel. En el hombre. Hay algo que está mal.
Érica. Yo no estoy mal.
Mateo. Sí, estás mal.
Érica. Bueno, sí, estoy mal. Pero vos también estás mal.
Mateo. Ya sé que estoy mal.
Érica. ¿Les puedo contar algo?
Manuel. No.
Érica. Cuando venía para acá había una nena. En la calle. De la

~32~
mano de la mamá. Estaba en la esquina esperando para cru-
zar. Los autos pasaban rápido. Y cerca. Yo me acerqué. Y
pensé, ¿y si la empujo? A la calle. Pensé, ¿por qué no? No la
empujé, obvio. Me fui. Me fui corriendo porque tuve mie-
do de ser capaz de... Eso.
Silencio.
Manuel. Y nos lo contás porque...
Érica levanta los hombros.
Érica. Es lo que les pasa a los que sufren de vértigo. Saben que
serían capaces de tirarse, y le tienen miedo a eso, no a la
altura. Es lo que está mal. En el hombre.
Silencio.
Mateo. A Manuel. ¿Tenés máscaras?
Manuel. ¿Para qué?
Mateo. Para que no nos reconozcan la cara.
Manuel. ¿Medias negras no te sirven?
Mateo. Prefiero a los tres chanchitos. O Batichica. O el Súperman
de la tapa de Apocalípticos e integrados. Lo que sea siempre
que sea estúpido. La de Vendetta no, ya está usada.
Manuel. Ayúdenme a buscar.
Mateo. Mierda, me tendría que haber cortado el pelo como De
Niro en Taxi Driver.
09:44 a. m. Cuarto de Lis.
Manuel. Creo que tengo unas máscaras por acá.
Manuel revuelve algún cajón. Mateo se para frente a un
espejo.
Mateo. Are you talking to me?
Érica. ¿Máscaras de qué?
Mateo. Tengo algo de De Niro, ¿no?
Manuel. Wakko, Yakko y Dot.
Érica. ¿Los dibujitos de la Warner?
Manuel. Los que vivían en el tanque de agua y eran más anarcos que
Bakunin.
~33~
Mateo. ¿Cómo se llamaba el que vio Taxi Driver y quiso matar a
Reagan?
Érica. Uh, yo quiero a Wakko.
Manuel. No, Wakko soy yo.
Mateo. El demente que se pajeaba con Jodie Foster.
Érica ¿Por qué tengo que ser Dot?
Manuel. Nadie dijo que tenías que ser Dot.
Érica. No quiero ser Yakko.
Manuel. Entonces te jodés.
Mateo. John Hinckley. Un pelotudo.
Manuel. Mostrando las tres máscaras. Acá están.
Los tres miran las máscaras en silencio. Wakko, Yakko y Dot.
Como si fuera algo sagrado.
Érica. ¿Y ahora?
Manuel. Nos las ponemos.
Manuel se pone la de Wakko. Érica la de Yakko. Y Mateo la
de Dot.
Yakko. Es raro.
Dot. ¿Dot no era nena?
Yakko. ¿Vamos a salir a la calle así?
Dot. No quiero ser una nena.
Yakko. Yo tampoco y no me quejo.
Wakko. ¿Dónde dejé la cámara?
Dot. En el living.
Wakko. Andá y prendela. Yo llevo las banderas.
Yakko. ¿Dónde están?
Wakko. En mi cuarto.
09:45 a. m. Living.
Dot pone la cámara en un trípode. Acomoda una mesa ratona
frente a él. La prende.

~34~
09:45 a. m. Habitación de Manuel y Sofía.
Wakko recoge una bandera de Bella Vista, amarilla y blanca,
dos banderines de la selección uruguaya de fútbol y una bufan-
da celeste.
09:45 a. m. Cocina.
Yakko camina nerviosa. Toma una pastilla. Tal vez una aspirina.
09:46 a. m. Living.
Dot. A Wakko. Poné la bandera en la mesa.
Wakko pone la bandera de Bella Vista sobre la mesa, como un
mantel.
Wakko. Señalando los banderines. Traje el pabellón patrio. Versión
bonsái.
Dot. Ultra nacionalistas y católicos.
Wakko. Después de esto vamos a ser el furor de la extrema derecha.
Dot. Y cuando se funde el Frente Nacional Uruguayo, al mejor
estilo Jean-Marie Le Pen,16 la bandera va a tener nuestras
caras.
Wakko. ¿Estas o las de verdad?
Dot. Cualquiera de las dos va a ser lo mismo.
Yakko. Volviendo de la cocina. Yo quiero la bufanda.
Dot clava los banderines en algún lugar cerca de ellos. Yakko
se pone la bufanda celeste. Los tres se sientan en un sillón detrás
de la mesa ratona, frente a la cámara. La miran fijamente sin
moverse. Pausa larga.
Wakko. ¿Está prendida?
Dot. Sí.
Yakko. Siempre quise ser actriz.
Wakko y Dot giran la cabeza y la miran.
Yakko. Mañana vamos a salir en el informativo. Es lo más cerca que
voy a estar.
Dot. Falta algo.

16- Jean-Marie Le Pen (1928). Político francés, fundador del partido de extrema derecha Front National.

~35~
Yakko. Mierda. Me olvidaba.
Yakko se levanta y de entre sus ropas empieza a sacar armas que
coloca sobre la mesa. Encima de la bandera. Revólveres. Nava-
jas. Palos. Algún caño. Esposas. Granadas. Piñas americanas.
Un nunchaku. Pausa. Los otros la miran. Silencio.
Yakko. Señalando las armas. Información contextual.
Wakko. ¿Están cargadas?
Silencio. Los tres miran las armas.
Dot. Yo me refería a una plataforma reivindicativa, o algo así.
Yakko. Ah. Pausa. Bueno. Pausa. ¿Las guardo?
Dot. No, ahora dejalas.
Wakko. Hay que decir algo.
Yakko. ¿Qué?
Wakko. Decir por qué lo hacemos. Pedir por algo. La selva del Ama-
zonas. La autodeterminación de los pueblos libres. Los bos-
ques de bambú para que no desaparezcan los putos osos
panda. Cualquier cosa. Algo estúpido.
Dot. Pero no tenemos nada.
Pausa.
Wakko. Ninguna idea.
Yakko. Entrar a una facultad y tirar a matar porque sí no tiene sen-
tido.
Pausa. Los tres siguen mirando fijamente a la cámara. Sin mo-
verse.
Wakko. Ya sé. Señalando el libro que había traído de su cuarto unos
minutos atrás. En el libro. Lean esto. Les señala una carilla.
Dot. Leyendo. Esto es genial.
Wakko. Dadaísmo y revolución.
Yakko. Dejame leer.
Wakko. “Las vanguardias artísticas del siglo xx”, de Mario de Mi-
cheli.
Yakko. Leyendo. Es un manifiesto del ‘19.

~36~
Wakko. ¿Qué importa?
Yakko. Es alemán.
Wakko. Le metemos unas frases de Mariátegui y de Carlos Quijano
que chorrean latinoamericanismo y listo.
Dot. Amauta y Marcha. Me gusta.17
Wakko. Y de fondo, Calle 13.18 ¿Qué más querés?
Dot. Me gusta cómo pensás. Creo que te amo.
Wakko. Ni se te ocurra.
Yakko. Ey, estoy acá.
Wakko se levanta y busca otros papeles. Le da uno a Yakko y
otro a Dot.
Wakko. Yo hablo primero. Ustedes después. Lo que está subrayado.
Yo voy en el medio.
Dot. ¿Por qué vos?
Wakko. Es mi casa.
Dot. Fue mi idea.
Wakko. Matar gente es una idea vieja. Y anónima. Sin copyright.
Así que no jodas.
Wakko pone la canción “Calma pueblo” de Calle 13 en un
equipo de audio. Los tres se acomodan en el sillón. Wakko se
sienta en el centro. Yakko y Dot a cada lado. Pausa.
Wakko. A la cámara. Este golpe a la intelligentsia burguesa es un
llamado a la acción revolucionaria neodadaísta.
Yakko y Dot giran la cabeza y miran a Wakko.
Dot. ¿De qué estás hablando?
Wakko. A la cámara. El que quiera seguirnos deberá luchar por, uno:
la unión revolucionaria internacional de todos los creado-
res intelectuales del mundo entero teniendo como base
el Comunismo radical. Dos: la ampliación progresiva del
tiempo libre gracias a la mecanización completa de todas las
17- José Carlos Mariátegui (1894-1930), ensayista peruano y destacado activista político, fundador del
Partido Socialista en su país y creador de la Revista Amauta. Carlos Quijano (1900-1984), periodista y
político uruguayo, fundador del Semanario Marcha.
18- Banda portorriqueña de rap alternativo conformada por René Pérez y Eduardo Cabra.

~37~
actividades laborales. Tres: la socialización inmediata de la
propiedad y la alimentación comunista de todos. Exigimos
además: a) la distribución pública y diaria de comida a to-
dos los seres humanos capaces de crear; b) la instauración de
un consejo dadá para proceder a un reordenamiento general
de la vida; c) regulación inmediata de todas las relaciones
sexuales en el sentido dadaísta internacional, mediante la
creación de una central dadaísta del sexo. ¡Viva Cristo rey!
Yakko. A la cámara. Dijo José Carlos Mariátegui, peruano: “El so-
cialismo está en la tradición americana. La más avanzada
organización comunista primitiva que registra la historia es
la incaica. No queremos, ciertamente, que el socialismo sea
en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tene-
mos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro
propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He ahí una
misión digna de una generación nueva”. Revista Amauta,
setiembre, 1928.
Dot. A la cámara. “El fascismo en sus formas confesas y en sus
formas larvadas, ha sido nuestro enemigo y también la hi-
pocresía democrática, a la que aquí rendimos culto, esa que
cuida el envase y olvida la esencia. ¿Revolución? ¿Evolución?
América está en las vísperas de su segunda gran revolución.
¿Se cumplirá esta por la violencia? ¿Qué sabemos?”, Carlos
Quijano, Semanario Marcha, 1964.
Wakko. A la cámara. Todo tiempo de diálogo se ha agotado.
Yakko. A la cámara. Esta tarde en Facultad de Humanidades vamos
a dar el primer golpe.
Dot. A la cámara. Y después vamos a matar a Sandino Núñez.19
Wakko y Yakko lo miran.
Wakko. ¿Eh?
Dot. ¿Qué? Me cae mal. Es inteligente.
Yakko. Yo no quiero matar a Sandino Núñez. Conozco a la hija.
Dot. Bueno. Como quieran. Pero seguro que después va a escri-
bir sobre nosotros y nos va a hacer mierda.
09:51 a. m. Living.
19- Sandino Núñez (1961). Licenciado en Filosofía, ensayista y docente uruguayo. Guionó y condujo el
ciclo televisivo Prohibido Pensar, transmitido por Televisión Nacional del Uruguay entre 2009 y 2010.

~38~
Entra Sofía con el carrito de bebé. Los tres giran y la ven. Con
sus máscaras puestas. Sofía los mira en silencio sin moverse.
Instante de incomprensión.
Sofía. ¿Qué carajo están haciendo?
Wakko. Señalando a Dot. Fue idea de él.
Sofía. Tenemos que hablar.
Wakko. ¿Qué pasa?
Sofía. ¿Te podés sacar eso?
Wakko niega con la cabeza.
Sofía. Me acaban de llamar por teléfono.
09:52 a. m. Habitación de Lis.
Sofía deja el carrito de bebé allí. Vuelve al living.
Yakko. ¿Quiénes?
Sofía. De Buenos Aires.
Dot. ¿Qué querían?
Sofía. No lo van a hacer.
Wakko. ¿Qué pasó?
Sofía. Se arrepintieron.
Wakko. Pero estaba todo coordinado.
Dot. Porteños del orto.
Yakko. ¿Cómo que se arrepintieron?
Sofía. Cambiaron el objetivo.
Wakko. No entiendo.
Sofía. No van a ir a la uba.
Dot. Pero si no van a la uba no tiene gracia.
Yakko. A Dot. ¿Gracia?
Dot. A Yakko. Sentido. Lo que sea. Callate.
Yakko. A Dot. Idiota.
Wakko. A Sofía. ¿Te dijeron por qué?
Sofía. Prefieren atentar contra un circo.

~39~
Dot. ¿Un circo? ¿Qué circo?
Sofía. El de Moscú que acaba de llegar a Buenos Aires.
Wakko. ¿Por qué un circo? Es estúpido.
Sofía. Parece que la semana pasada encontraron a uno de los pa-
yasos practicando zoofilia con dos cebras, un mono y dos
enanos marroquíes. Y la sociedad protectora de animales
está a punto de lincharlos a todos. Y quieren aprovechar la
movida para empezar la revuelta. Y además es ruso. Dijeron
que tiene valor simbólico.
Dot. No lo puedo creer.
Wakko. De nuevo Rusia. ¿Primero la Perestroika y ahora esto?
Sofía. ¿Estás comparando esto con la Perestroika?
Wakko. ¿Es mucho?
Dot. ¿Y el payaso?
Wakko. ¿Qué importa el payaso?
Dot. Ahora quiero saber qué le pasó.
Yakko. ¿Cómo hacés para coger con dos cebras al mismo tiempo?
Sofía. Y un mono.
Dot. Creo que me perturba más lo de los enanos marroquíes.
Yakko. ¿Y ahora?
Dot. Podemos cambiar nosotros también y matar a Sandino
Núñez.
Wakko. ¿Te podés dejar de joder con Sandino Núñez?
Dot. Bueno, no me grites. Era una idea.
Sofía. Señalando las máscaras. En serio, ¿se pueden sacar eso?
Los tres se sacan las máscaras.
Manuel. Todavía queda Santiago de Chile.
Mateo. ¿Qué hora es?
Sofía. Van a ser las diez.
Mateo. Es raro.
Érica. ¿Qué?

~40~
Mateo. Mi hermano. Me dijo que llegaba a las nueve y media.
Manuel. Yo sabía. Hay algo que no está bien.
Mateo. ¿Dónde dejé el celular?
Érica. Yo no lo vi.
Manuel. Fijate en el cuarto de Lis.
Sofía. ¿Qué hacían en el cuarto de Lis?
Mateo. Nos estuvimos tocando un poco pensando en tu bebé.
Manuel. A Mateo. Ya te pegué una vez. Y lo voy a volver a hacer.
Mateo. No te pongas nena. A Érica. Ayudame a buscar.
Manuel. ¿Por qué no vino tu hermano?
Mateo. Siempre se demora mirando porno. O escribiendo bolude-
ces en Facebook. Seguro que publica lo que vamos a hacer
hoy.
Manuel. Mateo.
Mateo. Siempre pone todo: “Ey, me tiré un pedo, tiene olor a po-
llo”.
Manuel. Mateo.
Mateo. Está muy solo. La pantalla le hace compañía.
Manuel. ¡Mateo!
Mateo. Ey, calmate. Mi hermano no le va a contar a nadie.
09:56 a. m. Habitación de Lis.
Mateo busca su celular.
09:56 a. m. Habitación de Sofía y Manuel.
Érica busca el celular de Mateo.
09:56 a. m. Living.
Sofía. A Manuel. ¿Qué hace Eri acá?
Manuel levanta los hombros.
Sofía. ¿Escuchaste las noticias?
Manuel. Sabés que no escucho las noticias.
Sofía. No me tomes el pelo.

~41~
Manuel. Te quiero.
Sofía. Los quieren sacar de la cárcel.
Manuel. ¿A quiénes?
Sofía. A los milicos.
Manuel. ¿Por qué?
Sofía. Por viejos.
Manuel. ¿Qué tiene que ver que sean viejos?
Sofía. Cuando envejecés dejás de ser malo. Sólo sos un pelotudo
que se babea.
Manuel. ¿Dónde lo viste?
Sofía. En el diario.
Manuel. ¿En cuál?
Sofía. En todos. Hijos de puta eran los de antes. Ahora son todos
imbéciles.
09:57 a. m. Baño.
Mateo encuentra el celular en el piso. Junto al wáter.
Mateo. Acá está.
Érica. Llegando al baño. ¿Lo encontraste?
Mateo. Estaba acá en el piso. Se me debe haber caído cuando le fui
a sacar una foto a mi flor de poron /
Sofía. Interrumpiendo. Hay niños.
Manuel. Señalando a Mateo. Y él es el primero.
09:57 a. m. Living.
Mateo y Érica vuelven al living. Mateo lee un mensaje de
texto en su celular.
Mateo. Me escribió mi hermano. Mierda. Tengo que ir a buscar las
armas que faltan. Y a mi hijo. En ese orden.
Manuel. ¿Es necesario?
Mateo. No, podemos usar Chaski Boom.20 O alguna bengala. No
vamos a asustar a nadie. Pero vamos a pasar precioso.
20- Se conoce como Chaski Boom al pequeño e inofensivo elemento pirotécnico para niños que produce
un sonido mínimo al ser arrojado contra el suelo. Comenzó a ser utilizado en los años ochenta.

~42~
Manuel. Está bien.
Sofía. Te esperamos.
Mateo. A Érica. ¿Venís?
Érica. ¿Por qué tenemos que ir a buscar a tu hijo?
Mateo. ¿No te cae bien?
Érica. Tiene cara de abogado.
Mateo. No cumplió un año.
Érica. Peor.
Mateo. No le digas “abogado” a mi hijo.
Érica. ¿Te parece un insulto?
Mateo. No, a vos te parece un insulto.
Érica. A mí no me parece un insulto.
Mateo. Fue lo que dijiste.
Érica. Pasarte la vida firmando divorcios en una oficina de dos por
dos es un insulto.
Mateo. Estás diciendo que es un insulto.
Érica. Vos dijiste que es un insulto.
Mateo. No, vos dijiste que es un insulto.
Érica. Yo dije que tiene cara de abogado.
Mateo. Bueno, por eso.
Érica. O de psicólogo.
Mateo. Epa, epa.
Érica. ¿Mirá si te sale asistente social?
Mateo. No juegues con fuego.
Manuel. En serio, ¿qué les pasa?
Mateo. A Manuel. Amor. Puro amor. Volvemos en un rato.
09:58 a. m. Living.
Mateo y Érica salen. Pausa. Silencio.
Manuel. Mateo quiere matar a Sandino Núñez.
Sofía. Sí, ya escuché.
~43~
Manuel. No lo culpo. Es inteligente.
Sofía. Sí.
Silencio.
Manuel. ¿Y ahora qué hacemos?
Sofía. ¿Con qué?
Manuel. Con todo.
Sofía. Nada.
Silencio.
Manuel. ¿Y nosotros?
Sofía. ¿Qué?
Manuel. ¿Estamos bien?
Silencio.
Sofía. ¿Nunca soñaste vivir en una publicidad de pañales?
Manuel. ¿Usados?
Sofía. Limpios.
Manuel. No.
Sofía. Bebés rubios. Olor a talco. Y un jingle pelotudo de fondo.
Manuel. No.
Silencio.
Manuel. Como sueño es bastante boludo.
Sofía levanta los hombros.
Sofía. Quería tener un hijo. Y después otro. Cuatro. Cinco. Una
caterva de pendejos. Irme a vivir al campo. Criar conejos.
Encajarme rastas de colores y vivir en comunidad entre ma-
labaristas y peludos de nariz de payaso. Tocar la guitarra.
Aprenderme todo el repertorio de Sui Generis21 para fogón.
Militar por la diversidad sexual con lesbianas de camisa a
cuadros. Decir cincuenta veces por día la palabra feliz y la
palabra hermano sin que nadie me pegue un codazo en el
ojo por parecerle cursi. Escuchar todo el día a Silvio Ro-
dríguez22 y sentirme mejor persona. Levantarme de la cama

21- El dúo argentino de rock Sui Generis estaba conformado por Charly García y Nito Mestre.
22- Silvio Rodríguez (1946). Cantautor cubano, exponente de la Nueva Trova.
~44~
con ganas de abrazar un árbol. Andar todo el día en una
bicicleta vieja comprada en un remate, con un casco rosado
que diga “I love Polonio”23 y hacer los mandados con una
bolsa ecológica con dibujitos de arcoíris como una pelotuda.
No tirarme un pedo por miedo a que implote el agujero de
ozono. Dejar que los mosquitos me piquen hasta dejarme
parapléjica porque son criaturas que, como yo, merecen la
vida. Aunque sea alérgica, la puta madre. Quería todo eso.
Y más. No sé. Ser Rainbow Brite y criar Cariñositos. Vivir
con un poni. Eso era lo que quería.
Manuel. ¿Y después me conociste a mí?
Sofía. Después me di cuenta de que los buenos son unos pelotu-
dos. Y que la vida es demasiado corta para andar pidiendo
permiso. Para cruzar la calle con luz verde. Para desconectar
el usb de forma segura. O para hacerme una colposcopía
cada seis meses aunque tenga en la concha una verruga del
tamaño de un melón hiperdesarrollado. La vida es demasia-
do corta y ser bueno lleva mucho tiempo.
Manuel. ¿Ser malo no?
Sofía. También. Pero es más divertido. Y exige menos atención. Si
hasta los imbéciles pueden ser malos sin esfuerzo, imaginate
nosotros. Que somos inteligentes.
Silencio.
Manuel. No entiendo.
Sofía. Sonriendo. Entonces estás del lado de los imbéciles.
Manuel sonríe.
Sofía. En cualquier caso, tenés todo para ser un perfecto hijo de
puta. Y alegrate, a los hijos de puta no les viene cáncer.
Silencio.
Sofía. Uno puede ser bueno de una sola manera y malo de muchas.
Manuel. Aristóteles.
Sofía. Anónimo. Citado por Aristóteles. “Ética a Nicómaco”. Li-
bro dos, capítulo seis.

23- Cabo Polonio, pequeño balneario dentro del parque nacional del mismo nombre en el departamento
de Rocha, Uruguay.

~45~
Manuel. Yo no me acuerdo de tu cumpleaños, ¿y vos te acordás de eso?
Silencio.
Sofía. ¿Sabías que a los muñecos de Rainbow Brite los hacían ni-
ños filipinos que trabajaban como esclavos?
Manuel. No.
Sofía. Una vez mi mamá me compró uno. Y en la piernita de plás-
tico encontré un mensaje que decía “Help me, please”.
Manuel. ¿En serio?
Sofía. No. Pero hubiese sido genial, ¿no?
Manuel. Sí. Supongo.
Sofía. Señalando la cámara. ¿Y esto?
Manuel. Nuestro epitafio.
Sofía. ¿Grabado?
Manuel. Somos dementes del primer mundo, ¿no?
Sofía. No me esperaron.
Manuel. Todavía tiene batería.
Sofía. ¿Me filmás?
Manuel. Siempre.
Manuel toma la cámara.
Sofía. Vení.
10:03 a. m. Habitación de Lis.
Sofía desata un globo de helio, con forma de Mickey Mouse
o Ronald McDonald’s, que cuelga de algún rincón. Sale de la
habitación.
Sofía. A Manuel. Seguime.
Manuel. Hasta el fin del mundo.
10:03 a. m. Baño.
Sofía se sienta en el wáter. Manuel sostiene la cámara. La
filma.
Sofía. ¿Estás?
Manuel asiente con la cabeza.

~46~
Sofía. Esperá.
Sofía apaga todas las luces de la casa. Vuelve al baño. Inhala
helio en la oscuridad. Prende una linterna que pone bajo su
cara, parodiando una escena de terror. Siempre con la voz agu-
da del helio.
Sofía. A la cámara. Comunicado cuatro de las Fuerzas Armadas.
Pausa. 9 de febrero de 1973.24Pausa. Los mandos militares
conjuntos del Ejército y la Fuerza Aérea. Pausa. Ante la crisis
que afecta al país y a los efectos de despejar hasta la última
duda que pueda existir en el espíritu de todos los uruguayos
sobre las causas que la han ocasionado. Pausa. Sienten el
deber moral de informar lo siguiente. Pausa. Sofía ya no
inhala helio. Les vamos a cagar la vida durante doce años. Y
más. Como en Hiroshima.
Manuel baja la cámara. De a poco Sofía ha comenzado a
llorar.
Sofía. Vamos a pudrir la tierra, la sangre y el pensamiento de acá
a cien años. Vamos a matar una generación para que la si-
guiente nazca muerta. O deforme. Vamos a hacer tan bien
nuestro trabajo que en la tierra sólo van a quedar imbéciles
y dementes y cagones.
Manuel. Sofía.
Sofía. Seguí filmando.
Manuel. No quiero.
Sofía llora apenas. En silencio. Manuel vuelve a prender las
luces.
Sofía. ¿Vamos a cambiar algo?
Manuel. ¿Con esto?
Sofía asiente con la cabeza.
Manuel. No. Va a ser peor.
Sofía. Por lo menos es algo.
24- El 9 y 10 de febrero de 1973, el Ejército y la Fuerza Aérea divulgan por cadena de radio y televisión los
comunicados 4 y 7 en los que rechazan el nombramiento del general Antonio Francese como Ministro de
Defensa y emiten una opinión política sobre la situación del país. Este acto de sublevación es entendido
por muchos como el comienzo de la carrera hacia el golpe de Estado que se terminará de concretar el 27
de junio del mismo año, cuando las Fuerzas Armadas, en connivencia con el entonces Presidente Juan
María Bordaberry, disuelvan las cámaras.

~47~
Pausa. Sofía inhala helio. Canta el Himno Nacional. Suena
ridícula. Manuel sonríe.
Manuel. Te quiero.
Sofía. No me tenés que decir que me querés cada vez que me sien-
to mal.
Manuel. Soy yo el que se siente mal. Por eso te digo que te quiero.
Sofía. ¿Nos vamos a morir?
Manuel. Algún día.
Sofía. ¿Cómo?
Manuel. Haciendo el amor en una cama de madera. Raspando el
piso de parqué hasta que se prenda fuego. Cogiendo en me-
dio del incendio.
Sofía. ¿Y las balas?
Manuel. Vienen después.
Silencio.
Manuel. ¿Qué cambió?
Sofía. No sé.
Manuel. Quiero que se acuerden de esto.
Sofía. Yo me voy a acordar de vos.
Manuel. Los demás.
Sofía. No hay otra gente. Somos sólo vos y yo.
Manuel. Estoy hablando en serio.
Sofía. No estoy jodiendo.
Manuel. Hay otra gente ahí afuera.
Sofía. Esa gente no me importa.
Manuel. A mí sí.
Sofía. Me importás vos.
Manuel. Me importa lo que tienen en la cabeza. Ahora. Después.
Siempre.
Sofía. Me tenés a mí.
Manuel. Ya sé.

~48~
Sofía. Contá conmigo. Mirame.
Manuel. Estoy acá.
Sofía. Estamos acá.
Manuel. Necesito salir.
Sofía. Todavía no.
Manuel. Ya tendrían que estar acá.
Sofía. Recién se fueron.
Manuel. ¿La bebé?
Sofía. Dormida.
Manuel. No le di un beso.
Sofía. Yo le di uno por vos.
Manuel. Mejor.
Sofía. Vas bien.
Manuel. ¿Decís?
Sofía. Nos sos tan mal padre.
Manuel. Vos tampoco.
Silencio.
Manuel. La primera vez que me afeité, mi madre me prestó una Gi-
llete rosada con la que se depilaba las axilas. Y me sacó fotos.
Con la Gillete rosada en mi cara, y espuma de afeitar hasta
en los ojos. Y las repartió en mi cumpleaños.
Sofía sonríe.
Manuel. No te rías.
Sofía. ¿Te acordás de cómo fue?
Manuel. ¿Mi cumpleaños?
Sofía. El día en que nació Lis.
Manuel. Estabas embarazada. Muy embarazada. Leías artículos sobre
Cuba y la revolución socialista. Y de repente la barriga te
empezó a gotear. Bueno, no la barriga, no. El piso. No me
acuerdo si tenías un vestido o una pollera o qué. Pero te
empezó a chorrear ahí, todo, el útero, se te empezó a rom-
per, a derretir, no sé. Y yo que dale, vamos al hospital. Y vos

~49~
no. Que querías terminar de leerme el editorial que escribió
Quijano para los veinticinco años de Marcha. Y que decía
que se venía la revolución. Que era el momento. Y yo que
bueno, me lo leés en el camino. Y vos que fue en el sesenta
y cuatro, antes de Pacheco Areco y la reputa madre que lo
parió.25 Y yo que me importa un carajo ahora. Y llegamos
al hospital. Y tuvimos una hija. Y Marcha desapareció. Y la
revolución no se vino y Quijano le erró como de acá a Corea
del Norte. Y lo más cerca que estamos de la Patria Grande es
escuchar a Calle 13.
Silencio.
Sofía. Sonriendo. Te quiero.
Manuel. No me va a pasar nada.
Sofía. Te lo digo, no más.
Manuel. No me voy a morir hoy.
Sofía. Por las dudas.
Manuel. ¿Dónde están?
Sofía. ¿Quiénes?
Manuel. Las armas.
Sofía. En el cuarto.
Manuel. ¿Con Lis?
Sofía. Está todo bien.
Manuel. ¿La pusiste en el mismo cuarto?
Sofía. ¿Le enseñaste a disparar?
Manuel. No.
Sofía. Entonces no hay problema.
Manuel. ¿Duerme?
Sofía. En el carrito.
Manuel. ¿Mefistófeles?
Sofía. ¿El oso?
25- Jorge Pacheco Areco (1920-1998). Presidente de la República entre 1967 y 1972. Su período se
caracterizó por un fuerte autoritarismo y represión, y por el uso permanente de las Medidas Prontas de
Seguridad (recurso constitucional de excepción a través del cual se suspenden determinadas garantías de
los ciudadanos).

~50~
Manuel. Sí.
Sofía. Con ella.
Manuel. ¿Le sacaste las...?
Sofía. Seguro.
Manuel. No hay que dejarla jugar con eso.
Sofía. Por ahora no.
Manuel. Se acostumbran.
Sofía. Sí. Pero todavía no.
Manuel. Los usaron en las Malvinas.
Sofía. ¿Oíste algo?
Manuel. Los fusiles FMK-3.
Sofía. Viene de afuera.
Manuel. Es irónico.
Sofía. ¿Cómo los consiguieron?
Manuel. No les pregunté.
Sofía. Les pregunto cuando lleguen.
Pausa.
Sofía. ¿Vos le pusiste Mefistófeles?
Manuel. No.
Sofía. ¿Quién fue?
Manuel. Ella.
Sofía. ¿El osito?
Manuel. Mefistófeles es varón.
Sofía. Mefistófeles es un oso de peluche. Y Lis no habla.
Manuel. Sí habla.
Sofía. No.
Manuel. A mí me habla.
Sofía. ¿Qué te dijo?
Manuel. Que cambiemos el mundo antes de que cumpla quince o
nos va a cagar a patadas en el orto.
~51~
Sofía. Aprendió rápido.
Manuel. Yo le enseñé.
Sofía. ¿Malas palabras?
Manuel. Palabras. Todas.
Sofía. ¿Te acordás de ayer?
Manuel. ¿Dónde dejé los cigarros?
Sofía. En la cocina.
Manuel. ¿En el piso?
Sofía. En la pileta.
Manuel. Yo no fumé ahí.
Sofía. Caminamos horas.
Manuel. ¿Cuándo?
Sofía. Ayer.
Manuel. Necesito fumar.
Sofía. Empezó a llover.
Manuel. No está lloviendo.
Sofía. Rápido. ¿Qué es la virtud para los estoicos?
Manuel. ¿Zenón?
Sofía. Cualquiera.
Manuel. No jodas.
Sofía. Los jóvenes son buenos para la Matemática no para la Ética.
Manuel. Aristóteles.
Sofía. ¿Te acordás?
Manuel. No te podía dejar de mirar en las clases de Ética uno. Sala
Armin Schlaefrig.26
Sofía. Nombre de actor de películas de terror.
Manuel. Como Béla Lugosi.

26- Armin Schlaefrig fue un docente de filología clásica, griego y latín nacido en Austria. Llegó a Mon-
tevideo escapando del régimen nazi. Un aula de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
lleva su nombre.

~52~
Sofía. Como Lon Chaney.
Manuel. Ese era maquillador.
Sofía. También actuaba.
Manuel pone “A limpiar el sucio” de Calle 13.
Manuel. ¿Bailás?
Sofía. ¿Ahora?
Manuel. Si no, ¿cuándo?
Sofía. ¿Te puedo dar un beso antes?
Manuel. No me opongo.
Se besan sobre el sillón. Manuel aleja con su pie la mesa ratona
llena de armas.
Sofía. Esperá.
Manuel. ¿Qué pasa?
Sofía. Sacando un revólver de entre los almohadones del sillón. ¿Qué
es esto?
Manuel. Es de Mateo. Duerme con ella.
Sofía. ¿Para qué?
Manuel. Dice que es para cuidarse de la enana del sueño.
Sofía. ¿La qué?
Manuel. Un hada hija de puta que va de casa en casa picándote los
ojos. Y te mete cosas en el culo bien despacito. Y cuando te
despertás, te das cuenta que te gustó y te hacés puto. Como
la reina Mab, pero más conchuda.
Manuel y Sofía se miran. Sonríen.
Sofía. ¿Mateo cree en esas boludeces?
Manuel. Y en Papá Noel. Y dice que el señor que le cobra el alquiler
es un enviado del diablo.
Sofía. A veces me da miedo.
Manuel. ¿Papá Noel?
Sofía. Mateo.
Manuel. Ah. A mí también.

~53~
10:14 a. m. Golpean la puerta.
Manuel. Ahí vienen.
Sofía. ¿Ya?
Manuel levanta los hombros.
10:14 a. m. Living.
Mateo y Érica entran discutiendo. Mateo trae un cochecito de
bebé con su hijo Gus en él.
Mateo. No sos inválido. Simplemente no tenés piernas.
Érica. Es lo mismo.
Mateo. No, no es lo mismo. Inválido es cuando tenés piernas y no
las podés usar. Esto es otra cosa. A Manuel. ¿Verdad?
Manuel. ¿De qué carajo estás hablando?
Érica. Mateo dice que si te faltan las piernas no sos inválido.
Sofía. ¿Y qué sos?
Mateo. No sé. Deforme, qué sé yo.
Érica. No, deforme es cuando tenés cosas que no tendrían que
estar ahí. Como un tercer ojo, o dos narices. O alas. O algo
así.
Mateo. Bueno, podés tener una silla de ruedas.
Érica. No me refiero a eso.
Mateo. La silla no tendría que estar ahí.
Érica. Pero eso no te hace deforme.
Mateo. ¿Por qué no?
Érica. Porque la silla es otra cosa.
Mateo. ¿Qué?
Érica. Un instrumento.
Mateo. ¿Un instrumento?
Érica. Una máquina.
Mateo. Entonces sos un androide.
Érica. Más que deforme, sí.

~54~
Mateo. Y tirás rayos por los ojos, o leés el pensamiento de la gente,
o eructás con gusto a kriptonita. ¿Es eso?
Érica. No, eso sería un mutante.
Sofía. ¿Por qué están hablando de eso?
Pausa.
Érica. No sé.
Mateo. No. Yo tampoco.
Manuel. Mirando el cochecito de Gus. ¿Eso es una granada?
Mateo. Sí.
Mateo empieza a sacar armas de grueso calibre de dentro del
cochecito de Gus. Fusiles, escopetas, rifles, granadas. Las pone
sobre la mesita ratona que ya casi desborda de armamento pe-
sado.
Manuel. Mirando el cochecito. Te quedó una granada.
Mateo. No. Esa es de peluche. La mira. Creo.
Pausa. Los cuatro miran hacia adentro del cochecito de Gus.
No están seguros de que sea de peluche.
Manuel. Duerme muy tranquilo.
Mateo. No entiende nada el pobre.
Sofía. ¿Está llorando?
Érica. Está durmiendo.
Sofía. Puede hacer las dos cosas.
Manuel. A Mateo. ¿Te diste cuenta de que no se parece a vos?
Mateo. Sí. Se parece al tipo del supermercado. El que corta fiambre.
Pero puedo vivir con eso.
Érica. En la calle nos encontramos con Sandino Núñez.
Manuel. A Mateo. Decime que no mataste a Sandino Núñez.
Mateo. No voy a matar a nadie hasta no terminar con esto.
Érica. A Sofía. Pasame el teléfono.
Sofía. ¿Para qué?
Érica. Hay que avisarle a la prensa.

~55~
Sofía le alcanza el teléfono a Érica.
Mateo. Tengo hambre.
Érica marca un número.
Sofía. A Mateo. Fijate en la heladera.
10:17 a. m. Cocina.
Mateo busca comida en la heladera. Encuentra algo. Lo come
allí.
10:17 a. m. Living.
Sofía. Voy a ver a Lis.
10:17 a. m. Habitación de Lis.
Sofía mira el carrito. Arregla algo en su interior. Le cambia al
bebé algunas mantas.
10:17 a. m. Living.
Érica. En el teléfono. Hola, ¿Televisión Nacional?
Manuel. ¿Por qué Televisión Nacional?
Érica. Tapando el tubo. Me caen bien. Destapa el tubo. Sólo quería
avisarles que hoy al mediodía va a haber un atentado en
Facultad de Humanidades. Pausa. No, en serio. Pausa. Unos
amigos y yo. Pausa. Sí, al mediodía. Pausa. Tapa el tubo. A
Manuel. Dice si podemos cambiar la hora.
Manuel. ¿Por?
Érica. Que a esa hora tienen el móvil en Maroñas27 y que no llegan.
Manuel. ¿Me estás tomando el pelo?
Érica. Destapa el tubo. No, señora, parece que lo de la hora es impo-
sible de cambiar. Pausa. No, mañana no. Pausa. Porque ma-
ñana no va a poder ser, señora. Pausa. A ver, espere. Pausa.
Tapa el tubo. A Manuel. Cambiarlo para mañana no, ¿no?
Manuel. ¿Es en serio?
Érica. Destapando el tubo. Acá me dicen que es hoy, señora. Pau-
sa. No, nosotros no vamos a llamar ninguna ambulancia.
Pausa. Y no, a la policía menos, señora. Pausa. A ver, espere.

27- Barrio montevideano ubicado al noreste de la ciudad.

~56~
Tapa el tubo. A Manuel. Dice si ella puede llamar a la policía
y a las ambulancias para que no sea tan terrible.
Manuel. La idea es que sea terrible.
Érica. Destapando el tupo. La idea es que sea terrible, señora. Usted
vio, Al Qaeda, eta, las farc. Ellos no avisan antes, señora.
Creo. Tapa el tubo. A Manuel. Estás seguro de que ellos no
avisan antes, ¿no?
Manuel. Érica.
Érica. Era sólo para chequear.
Manuel. No, no avisan.
Érica. Okey. Destapa el tubo. No, no avisan, señora. Está chequea-
do, no avisan.
Manuel. Érica, vos me estás jodiendo, ¿no?
Érica le hace con las manos un gesto de esperar.
Érica. En el teléfono. Bueno, yo eso no lo tengo muy claro, señora.
A ver, espere. Tapa el tubo. A Manuel. Me pregunta por qué
lo hacemos.
Manuel levanta los hombros.
Érica. En el teléfono. Mire, señora, acá me hacen un gesto como
que no saben muy bien por qué. Pausa. Tapa el tubo. A Ma-
nuel. Dice que no tiene sentido.

Manuel. ¿Y a ella qué carajo le importa?


Érica. Destapando el tubo. ¿Y a usted qué carajo le importa? ¿Eh?
Después una se pasa la vida dando explicaciones y ¿para qué?
¿Eh? A veces a una le vienen ganas de hacer lo que se le canta
el culo. Y va y lo hace. ¿Y qué? ¿Está mal? ¿Eh? Pausa. Tapa el
tubo. A Manuel. Dice que en este caso sí, que está mal.
Manuel. No estás hablando con nadie, ¿verdad?
Érica. Bajando el teléfono. Pero es obvio que no, idiota. Ríe. ¿Te
pensás que me sé el teléfono de Televisión Nacional de me-
moria? ¿Qué soy? ¿Una especie de freaky de la comunicación
que sabe los números de teléfono de todos los medios de
prensa del país? ¿Me ves cara de freaky a mí?
Manuel. Sos cruel.

~57~
Érica. Y lo disfruto cada segundo plenamente.
10:20 a. m. Living.
Mateo vuelve de la cocina comiendo algo.
Mateo. ¿De qué me perdí?
Manuel. Creo que voy a matar a tu novia.
Mateo. A mí me pasa todo el tiempo. Pero no puedo. Está loca,
pero es el amor de mi vida.
Manuel. Me está tomando el pelo.
Mateo. Acostumbrate. Lo va a volver a hacer.
10:20 a. m. Living.
Sofía vuelve de la habitación de Lis.
Sofía. ¿Ya están las cámaras?
Manuel. No hay cámaras.
Sofía. ¿Por?
Manuel. Preguntale a Eri.
Érica. Llamé a Televisión Nacional y no nos pusimos de acuerdo.
Manuel. Érica.
Érica. Perdón. No puedo parar. A Mateo. ¿Qué me pasa?
Mateo. A Érica. Es el amor. Vení, dame un beso.
Érica y Mateo se besan.
Manuel. Me dan miedo.
Mateo. Arrodillándose en el piso. Perdón. Extiende los brazos en cruz.
Me declaro culpable. Soy un romántico nacido en el siglo
equivocado. Creo en el amor y en la revolución. Y creo en
los sueños. Aunque esos sueños sean pesadillas recurrentes
como las que tenía cuando era niño donde mi pequeño
pene era atacado por mi propio prepucio una y otra vez, y
me despertaba llorando y llamaba a mi mamá. Y mi mamá
venía y me bajaba los pantalones y me mostraba mi peque-
ño prepucio, y me decía, ¿ves que no pasó nada, chiquito?
El prepucio es tu amigo, Mateo. Y yo la abrazaba. Y me
amigaba con mi pequeño prepucio y con mi pequeño pene.
Y recién entonces me podía dormir.

~58~
Pausa. Los tres miran a Mateo.
Érica. Hubiese preferido no escuchar eso.
Sofía. Yo también.
Manuel. Y yo.
Mateo. Me encanta contar esa historia. Siempre caen.
Sofía. ¿Era mentira?
Mateo. ¿Cuándo me viste hablar en serio?
Manuel. Yo te he visto hablar en serio.
Mateo. No, yo jamás hablo en serio.
10:22 a. m. Cocina.
Suena el timbre del portero eléctrico.
Érica. Yo voy.
10:22 a. m. Cocina.
Érica levanta el tubo del portero eléctrico de calle.
Érica. ¿Sí? Pausa. Un segundo.
10:22 a. m. Living.
Érica. Es la policía.
Silencio.
Manuel. ¿Es en serio?
Érica levanta las cejas. No contesta.
Manuel. Si no es la policía te voy a cagar a patadas en el orto.
10:23 a. m. Cocina.
Manuel levanta el tubo de portero eléctrico. Mateo, a su lado,
lo mira.
Manuel. ¿Hola? Pausa. Suspira aliviado. Hola, mamá. A Érica. ¡Te
voy cagar a patadas en el orto! Vuelve al tubo. No, a vos no,
mamá. Pausa. Que no, que no es a vos que te voy a cagar a
patadas en el orto, mamá.
10:23 a. m. Living.
Suena el teléfono.

~59~
Érica. Yo atiendo.
Sofía. Ni se te ocurra.
Sofía levantando el tubo. Érica la mira.
Sofía. ¿Hola? Pausa. Sí, soy yo.
10:23 a. m. Cocina/Living.
Manuel. No, perdoná mamá, pero ahora no podés subir.
Sofía. ¿En dónde?
Manuel. No, no te dejé de querer, mamá. ¿Podés dejar de decir eso?
Sofía. Pero la concha de su madre. ¿Quién les dijo eso?
Manuel. No, Sofi no tiene nada que ver.
Sofía. Pero los peruanos tampoco.
Manuel. Sofi te quiere, mamá.
Sofía. Yo no los odio. ¿Qué culpa tienen?
Manuel. No le digas “conchuda”, mamá.
Sofía. Eso pasó hace cien años. ¿“Hijos de puta” por qué?
Manuel. Porque no se lo merece.
Sofía. Son ustedes los que no se lo merecen.
Manuel. Nos vemos después, mamá.
Sofía. Está bien. Como quieran.
10:24 a. m. Cocina/Living.
Sofía y Manuel cuelgan sus respectivos tubos.
Sofía. Hubo problemas con Chile.
Érica. ¿Con el país?
Pausa. Sofía la mira.
Sofía. Sí, con el país.
Érica. Ah.
Manuel. Volviendo de la cocina. ¿Qué pasó?
Sofía. Cambiaron la universidad por el estadio. Parece que hoy
juegan Colo-Colo y Alianza Lima28 y prefieren poner una

28- Equipos de fútbol de Chile y Perú, respectivamente.

~60~
bomba ahí y matar peruanos. Que de nuevo están al borde
de la guerra y que sólo les falta un empujón. Y en el estadio
mataron a Víctor Jara,29 y que ellos no se olvidan.
Manuel. Pero a Jara lo mató Pinochet, no Perú.
Sofía. ¡Bueno, los llamás y se lo decís!
Silencio.
Mateo. ¿Y ahora?
Sofía. Estamos solos.
Silencio.
Manuel. Mateo, tu hijo se hizo caca encima.
Mateo. ¿Por qué lo decís?
Manuel. Hay olor.
Mateo. Es imposible.
Manuel. ¿Por qué es imposible?
Mateo. Todavía no es la hora de la caca.
Manuel. ¿Hay una hora de la caca?
Mateo. Por supuesto que hay una hora de la caca.
Manuel. ¿Gus caga con horario?
Mateo. ¡Me dejás en paz!
Manuel. ¡Hacé que se vaya el olor como un padre normal, carajo!
Mateo. Pudo haber sido Lis.
Manuel. Lis está en el cuarto.
Mateo. Los olores viajan por el espacio.
Manuel. Viajan desde el pañal de tu crío hasta mi cara, Mateo.
Mateo. ¡Bueno, te aguantás!
Manuel. ¡Cambiá a ese pendejo!
Mateo. ¡Yo soy libre y no cambio a nadie!
Érica. Señalando el cochecito de Gus. Manuel tiene razón, viene de
acá.
29- Víctor Lidio Jara (1932-1973). Cantautor chileno, miembro del Partido Comunista. Asesinado en el
Estadio Nacional de Santiago, que hoy lleva su nombre, pocos días después del golpe militar de Augusto
Pinochet.

~61~
Mateo. A Érica. Batidora.
Sofía. Hay pañales en nuestro cuarto.
Mateo. A Érica. Miliquera.
Manuel. Mateo.
Mateo. A Érica. Alcahueta.
Manuel. Mateo.
Érica. Dejalo. A veces se le mete en la cabeza que soy la hija de
Amodio Pérez.30
Manuel. ¿Lo sos?
Érica mira a Manuel. Pausa.
Manuel. ¿Qué? Nadie sabe dónde está.
Mateo. Todo el mundo sabe que es el Pato Celeste.31
Sofía. ¿Quién?
Mateo. Amodio Pérez.
Manuel. ¿De qué estás hablando?
Sofía. ¿Estás diciendo que Amodio Pérez es el Pato Celeste?
Mateo. ¿Me fui al carajo?
Sofía. No podés decir todo lo que se te viene a la cabeza, retardado.
Érica. Se dice retrasado.
Manuel. Por Gus. Mateo, o lo cambiás o vomito.
Mateo. A Manuel. Sos una nena. A Érica. Vení. Ayudame. La úl-
tima vez que lo quise cambiar casi le amputo las piernitas.
Yendo hacia la habitación de Manuel y Sofía. A Gus. A ver
cómo está esa cacona, pendejo.
10:26 a. m. Habitación de Manuel y Sofía.
Mateo y Érica le cambian los pañales a Gus.
10:26 a. m. Living.

30- Héctor Amodio Pérez fue un dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, acusado
de colaborar con los militares que aseguraron su liberación y considerado como un traidor dentro de la
organización. Su destino fue desconocido hasta mediados de 2013, momento en que reaparece a través de
cartas enviadas supuestamente desde España a distintos medios de prensa.
31- Mascota de la Selección Uruguaya de Fútbol.

~62~
Manuel y Sofía quedan solos.
Manuel. No comimos nada.
Sofía. ¿Qué hora es?
Manuel. Casi diez y media.
Silencio.
Manuel. Es estúpido, ¿no?
Sofía. ¿Mateo?
Manuel. Todo.
Sofía. Ah.
Manuel. ¿Es?
Sofía. ¿Qué?
Manuel. Estúpido.
Sofía. Sí.
Manuel. ¿Así se empieza una revolución?
Sofía. ¿Es tu primera vez?
Manuel. ¿La tuya no?
Sofía. Estuve en Libia.
Manuel. ¿Con Gadafi?
Sofía. Con Mubarak.
Manuel. Mubarak es egipcio.
Sofía. También peleé en El Cairo.
Manuel sonríe.
Manuel. Y en Siria.
Sofía. Obvio.
Manuel. Y sobreviviste.
Sofía. Estoy acá, ¿no?
Manuel. ¿Lis?
Sofía. Nació después.
Manuel. No, quiero decir cómo está.

~63~
Sofía. Ah. Como siempre.
Manuel. ¿Llora?
Sofía. No.
Manuel. ¿Sabían que estabas embarazada?
Sofía. ¿Quiénes?
Manuel. Los sirios, los egipcios, los libaneses.
Sofía. Los de Libia no son libaneses. Son libios.
Manuel. ¿Sabían?
Sofía. Seguro.
Manuel sonríe.
Manuel. ¿Sabían que yo era el padre?
Sofía. Les dije que era Ban Ki-moon.32
Manuel. ¿El de la onu?
Sofía. Sí.
Manuel. Ban Ki-moon es gay.
Sofía. Tiene hijos.
Manuel. ¿Y?
Sofía. ¿A los coreanos les permiten ser gays?
Manuel. Todos los asiáticos son gays. ¿No los ves caminar?
Sofía. Como sea. Les dije que él era el padre.
Manuel. ¿Te creyeron?
Sofía. Claro.
Manuel. Y te sacaste una teta para afuera y caminaste adelante de
todos como La Libertad guiando al pueblo de Delacroix.
Sofía sonríe.
Sofía. Como una amazona.
Manuel. Esas no las muestran. A esas les falta una teta.
Sofía. Porque la mostraron en medio de la guerra. A la Libertad de
Delacroix le pasó lo mismo cinco minutos después de que
32- Ban Ki-moon (1944). Secretario General de Organización de las Naciones Unidas desde 2007.

~64~
la pintaran. Es lo que pasa cuando te desnudás y hay balazos
por todas partes. Perdés partes del cuerpo.
Silencio.
Manuel. Siempre quise tener un hijo.
Sofía. ¿En serio?
Manuel. No.
Silencio.
Manuel. ¿Se nota?
Sofía. Un poco.
Manuel. ¿Me das un beso?
Sofía. ¿Ahora?
Manuel. ¿Por qué no?
Sofía. Si pedís permiso no tiene gracia.
Manuel. No estoy pidiendo permiso.
Sofía. Si preguntás es porque...
Manuel la interrumpe dándole un beso.
Manuel. ¿Viste? No te estaba pidiendo permiso.
10:29 a. m. Living.
Mateo y Érica vuelven después de cambiar a Gus.
Érica. Está decidido. Cuando me muera voy a reencarnar en el Che
Guevara.
Los tres la miran.
Sofía. El Che Guevara está muerto.
Érica. ¿Y?
Sofía. No podés reencarnar en alguien que está muerto.
Érica. ¿Por?
Sofía. Porque está muerto.
Érica. ¿Quién dice?
Sofía. ¿Quién dice qué?
Érica. ¿Quién dice lo que vos decís?

~65~
Pausa.
Sofía. ¿Eh?
Mateo. Yo me voy a reencarnar en Sandino Núñez.
Manuel. ¿Qué carajo te pasa con Sandino Núñez?
Mateo. ¡A mí no me grites!
Manuel. Yo no te grité.
Sofía. Bueno, basta.
Manuel. ¡Yo no le grité!
Sofía. ¿Por qué estamos hablando de esto?
Érica. Me gustaría saber qué pensaría el Che de lo que vamos a
hacer.
Manuel. El Che está muerto.
Érica. Qué mierda Bolivia, ¿eh?
Mateo. ¿Te sirve el cantante de Calle 13? No tengo el número pero
lo podemos conseguir.
Manuel. El de Calle 13 no es el Che.
Mateo. Dale unos años.
Érica. A Manuel. Traé una copa.
Manuel. ¿Para qué?
Érica. La das vuelta, le encajás un dedo arriba y tenés línea directa
con los muertos.
Manuel. Me estás jodiendo de nuevo.
Érica levanta los hombros.
Mateo. O podemos hablar con el espíritu de Fidel Castro.
Sofía. Fidel Castro está vivo.
Mateo. Dudando. Mmm.
Érica. Dale, traé una copa.
Manuel. No voy a traer una copa.
Érica. Dale, traé una copa.
Manuel. Dejame en paz.

~66~
Érica. Mirá si me muero hoy.
Manuel. ¿Y?
Érica. No quiero morirme sin despedirme de mi madre.
Manuel. Para eso no necesitás ninguna copa. Llamala por teléfono.
Érica. Mi madre está muerta.
Manuel. Y si te morís van a estar juntas en un rato, así que no jo-
das.
Mateo. Tu madre no está muerta.
Érica. ¿Quién es el batidor ahora?
Sofía. A Manuel. ¡Traé la puta copa para que hable con el puto
Che, carajo!
Érica. ¿Le dijiste puto al Che?
Sofía. ¿Querés la copa o no?
Érica. No le digas puto al Che.
Sofía. En mi casa le digo puto al que tengo ganas.
Mateo. A Sofía. Decime puto.
Sofía. Puto.
Mateo. A Érica. Se animó, nomás.
Érica. No te dejes decir puto.
Mateo. Yo no me dejo decir puto.
Érica. Te lo acaba de decir.
Mateo. Es distinto.
Érica. ¿Y no hacés nada?
Mateo. No.
Érica. ¿Y si yo te digo puto?
Mateo. No me lo vas a decir.
Érica. Puto.
Mateo le pega a Érica con el puño. Un golpe seco. Silencio.
Manuel. ¿Qué hacés?
Sofía. Érica, ¿estás bien?

~67~
Érica. Ja. Volvieron a caer.
Érica choca su palma con la de Mateo.
Mateo. Es tan fácil.
Sofía. ¿Era joda?
Mateo. Sonriendo. Sí, claro.
Sofía. Pero te pegó en serio.
Érica. ¿Y?
Sofía. Si te pega en serio no es broma.
Mateo. Sí, ¿cómo no?
Manuel. No.
Mateo. ¿No?
Sofía. No, retardado.
Érica. A Sofía. Acordate, retrasado.
Mateo. Yo decido cuándo es una broma y cuándo no.
Érica. Y en este caso nos pusimos de acuerdo.
Mateo. Para joderlos a ustedes.
Manuel. No entiendo.
Mateo. Si nos pegamos estando de acuerdo no es delito.
Manuel. ¿Qué es?
Érica. Sadomasoquismo.
Mateo. Por ejemplo.
Érica. Aunque sea en serio.
Manuel. Érica, estás sangrando.
Érica. Con un hilo de sangre en la nariz. ¿Y?
Mateo. Es sangre, no el código penal.
Érica. Adentro hay más.
Mateo. Como la baba.
Érica. Sangre, baba.
Mateo. Es lo mismo.
Érica. Lo hacemos todo el tiempo.
~68~
Mateo. Yo le pego a ella. Ella me pega a mí.
Érica. Y después nos reímos.
Mateo. Y hacemos el amor.
Érica. A veces.
Mateo. Otras veces estoy cansado.
Sofía. Ustedes están mal.
Manuel. Muy mal.
Érica. ¿Y qué? Los dementes y los estúpidos no van a la cárcel.
Mateo. ¿Alguna vez viste a un down preso? No. ¿Y por qué es eso?
Érica. Porque los downs no son asesinos.
Mateo. Son downs. Y punto.
Manuel. ¿Y cómo funciona eso para ustedes?
Sofía. Dejalos, Manuel.
Manuel. No, es que no entiendo.
Mateo. Podemos actuar.
Manuel. O sea que después de matar gente esta tarde se van a hacer
pasar por downs.
Mateo. Yajá. A Érica. Dale, mostrale.
Manuel. No es necesario.
Sofía. A Manuel. Traé la puta copa. Ya.
Mateo. Como quieran. Pero ni a Sean Penn le sale tan bien.
Érica. A Mateo. Gracias.
Mateo. A Érica. Naciste con eso, bebé.
10:35 a. m. Cocina.
Manuel busca una copa.
10:35 a. m. Living.
Mateo despeja la mesa ratona. Érica recorta dos papeles, en
uno anota “sí”, y en otro “no”. Los pone sobre la mesa.
Mateo. A Sofía. Poné música.
Érica. Eso, ambientá, ambientá.

~69~
Sofía. ¿Qué pongo?
Mateo. Dejame a mí.
Mateo va hasta el equipo de audio y pone “La bala” de Calle
13.
10:36 a. m. Living.
Manuel vuelve de la cocina trayendo un vaso de plástico rojo.
Érica. Señalando el vaso. ¿Y eso?
Manuel. No hay copas. Y me pareció que el rojo iba a ayudar.
Sofía. Mirando algún reloj. No nos queda mucho tiempo.
Los cuatro se ponen alrededor de la mesa. Dejan el vaso de plás-
tico rojo en el centro. Los papeles que Érica acaba de escribir,
en dos puntas opuestas.
Mateo. ¿Y ahora?
Érica. Ponemos un dedo arriba de la copa.
Sofía. Vaso.
Érica. Vaso. Y hacemos preguntas.
Manuel. ¿Nada más?
Érica. O puedo bailar desnuda aullándole a la luna. ¿Qué te pasa?
Manuel. Estaba pensando en /
Érica. Interrumpiendo. No seas imbécil, ¿querés?
Manuel. Me parece estúpido.
Sofía. Manuel.
Érica. A mí me pareció estúpida la idea de las máscaras e igual lo
hice.
Manuel. Lo de las máscaras fue idea de Mateo.
Érica. No, no fue.
Manuel. Sí, fue.
Érica. A Mateo. ¿Fue?
Mateo. Sí.
Érica. ¿Sí?
Mateo. Sí, fue.
~70~
Érica. Ah. A Manuel. ¿Y?
Manuel. ¿Y qué?
Érica. ¿Eh?
Sofía. Basta.
Pausa.
Mateo. A Érica. ¿Por qué no te gustó mi idea?
Érica. Yo quería ser Wakko.
Manuel. ¿Entonces qué? Señalando el vaso. ¿Le ponemos un dedo
arriba?
Érica. Sí.
Los cuatro ponen un dedo arriba del vaso.
Manuel. Y vos decís que así vamos a hablar con el Che Guevara.
Érica. Burlándose por lo bajo. Y vos decís que así vamos a hablar
con el Che Guevara.
Sofía. A Mateo. No, el mayor no.
Mateo. ¿Por?
Sofía. Parece que lo estuvieras mandando a cagar.
Mateo. Ah, perdón.
Mateo cambia el dedo.
Érica. Hagan silencio.
Silencio.
Érica. Al techo. Querido Che.
Manuel. ¿Querido?
Lo miran.
Manuel. ¿Qué es, un diario íntimo?
Mateo. Querido me gusta.
Érica. Compañero me pareció hipócrita. Y camarada, un poco
ruso.
Mateo. A Érica. Seguí.
Érica. Al techo. Che.

~71~
Mateo. “Amigo”.
Érica. Al techo. Amigo Che.
Sofía. ¿“Amigo Che”? ¿Qué somos, una publicidad de cerveza?
Érica. Al techo. Che.
Manuel. A secas.
Érica. Al techo. Che. A secas. Che. Hemos venido para hablar con-
tigo, oh.
Mateo. No vinimos para hablar con él.
Érica. ¿Qué tiene que ver?
Mateo. Tampoco hay que mentirle.
La copa se mueve.
Érica. Está acá. Lo siento. Está acá.
Manuel. ¿Cómo sabés que es el Che y no Stalin, por ejemplo? Porque
no es lo mismo.
Mateo. A Manuel. La dejás terminar.
Érica. Al techo. ¿Eres tú, oh, ícono de la revolución latinoamericana?
Sofía. Interrumpiendo. ¿Por qué mirás al techo? A Manuel. ¿Por
qué mira al techo?
Manuel. Está en la azotea.
La copa se mueve hacia el cartel que dice “sí”.
Érica. Está hablando.
Manuel. Érica, estás moviendo la copa.
Sofía. El vaso.
Manuel. El vaso.
Érica. ¡Yo no estoy moviendo una mierda!
Mateo. No lo puedo creer. Estoy hablando con el Che.
La copa se mueve hacia el cartel que dice “sí”.
Érica. ¿Viste? Yo no fui. Al techo. Eh... Te vamos a ir haciendo unas
preguntas, ¿sí?
Sofía. ¿Por ejemplo?

~72~
Mateo. No sé.
Érica. Sólo podemos hacer tres preguntas.
Manuel. Eso es con el genio de la lámpara, imbécil.
Érica. Ah, cierto.
Mateo. ¿De qué cuadro sos?
Sofía. ¿Estás hablando con el Che y le preguntás de qué cuadro es?
Mateo. ¡Estoy nervioso!
Sofía. ¡No me grites!
Érica. ¡No saquen el dedo en el vaso!
Mateo. Al techo. ¿Te gusta Calle 13?
La copa se mueve hacia el cartel que dice “no”.
Érica. Dice que no.
Mateo. Levantándose de la mesa. Este juego es una mierda.
Érica. Mateo, volvé para acá.
Mateo. ¿Pero quién se piensa que es?
Sofía. El Che Guevara.
Mateo. Calle 13 es Latinoamérica, papá.
Sofía. Calle 13 es de Puerto Rico.
Mateo. ¿Y?
Sofía. Técnicamente son yanquis.
Mateo. Cuidado con lo que decís.
Sofía. No me amenaces.
Mateo. Al techo. Y sólo para que sepas, vos, Che Guevara, después
de tu muerte hubo dictaduras. Muchas. Terribles.
Manuel. Mateo.
Mateo. Al techo. Y al volver la democracia tuvimos un mix obsceno de
leyes de caducidad y neoliberalismo que nos cagó la vida.33
Érica. El vaso, Mateo. Sacaste el dedo del vaso.

33- La Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado se aprobó en 1986, un año después de
finalizado el gobierno de facto, y aseguró la impunidad para los responsables de los abusos cometidos
durante el régimen militar. La ley se mantiene vigente hasta la fecha.

~73~
Mateo. Al techo. Y el azúcar ya no es la primera fuente ingresos en
Cuba. Es el turismo. Chupate esa.
Érica. El dedo, Mateo.
Mateo. Al techo. Y los revolucionarios ya no usan fusiles. Ahora tie-
nen micrófonos. Y cantan reggaetón. Y Rosario Central es-
tuvo tres años en la B.34 ¡Gil!
Érica. ¡El dedo, Mateo!
Mateo. ¡Metete el dedo en el culo!
Silencio.
Érica. ¿Me meto tu dedo en el culo?
Mateo. No tiene sentido, ¿no?
Érica niega con la cabeza.
Manuel. ¿Seguro que el Che no era de Newell’s?
Sofía. Mateo, volvé y poné el dedo arriba del puto vaso.
Mateo. Perdón.
Sofía. No pidas perdón. A todos nos pasa.
Mateo. ¿Cómo no le gusta Calle 13?
Érica levanta los hombros.
Sofía. Probá con la Internacional.
Mateo. ¿Querés que cante la Internacional?
Manuel. ¿Por qué no?
Mateo. No me acuerdo de la letra.
Sofía. Yo te ayudo.
Manuel. Pero la tenés que cantar al revés.
Mateo. No entiendo.
Sofía. Como el disco de Xuxa.35

34- La ciudad de Rosario, Argentina, que fue el lugar de nacimiento de Ernesto Che Guevara, cuenta con
dos equipos de fútbol: Rosario Central y Newell’s Old Boys. El primero, por el que el Che simpatizaba,
pierde la categoría en 2010 manteniéndose en la Divisional Primera B Nacional hasta el 2013, año en
que logra nuevamente la promoción.
35- Maria da Graça Xuxa Meneghel (1963) es una cantante, actriz y presentadora de televisión brasileña.
Condujo varios programas de televisión para niños en los ochenta y noventa.

~74~
Manuel. Si lo escuchás al revés tiene un mensaje del diablo.
Mateo. Y decís que si cantás la Internacional al revés tenés un men-
saje del diablo.
Sofía. Del diablo no, idiota.
Manuel. Del Che.
Sofía. Todo el mundo lo sabe.
La copa se mueve hacia el cartel que dice “sí”.
Érica. El vaso dice que sí.
Manuel. ¿Ves?
Mateo mira a Érica.
Érica. ¿Qué? Esta vez yo no fui.
Sofía. A Mateo. Anotá. “Arriba los pobres del mundo”.
Mateo vuelve a mirar a Érica.
Érica. Vos dale, yo sostengo.
Érica mantiene su dedo en el vaso rojo. Los demás lo sacan.
Mateo. Arriba los pobres del mundo. Escribe en alguna hoja y lee.
Odnum led serbop sol abirra.
Érica. ¿Sol abirra?
Manuel. Una variante de “playa y cerveza”. Evidentemente.
Sofía. En pie los esclavos sin pan.
Mateo. Nap nis sovalcse sol eip ne.
Sofía. Alcémonos todos al grito.
Mateo. Otirg la sodot sonomecla.
Sofía. ¡Viva la Internacional!
Mateo. Lanoicanretni al aviv.
Sofía. ¿Al aviv?
Mateo. Sí, al aviv.
Manuel. Eso es árabe.
Sofía. ¿Entonces es un mensaje de Alá?
Érica. ¿Marx era musulmán?

~75~
Mateo. Marx no compuso la Internacional.
Manuel. O de Bin Laden.
Sofía. Y “lanoicanretni” sería “cuidado con las torres”.
Manuel sonríe. Silencio.
Manuel. Podríamos estar jugando a esta boludez durante horas.
Sofía. ¿De quién fue la idea?
Mateo. ¿La de hablar con el Che?
Mateo/Érica. Fue mía.
Érica. Ey.
Mateo. Era esto o el dígalo con mímica.
Érica. Y el valor simbólico hipotético de hablar con el Che no
tenía comparación.
Mateo. Imaginate los titulares: “hablan con el espíritu del Che Gue-
vara y bombardean facultad”.
Érica. “Fugan en Fusca blanco al que denominan El Granma”.
Mateo. Me gustó lo del vaso rojo.
Manuel. Estuve bien, ¿no?
Los cuatro sonríen. Pausa.
Sofía. Es la hora.
Manuel. Traigan a Gus. Yo voy a buscar a Lis.
Mateo. Al techo. Che, lo de recién... no fue en serio. A Érica. Por las
dudas. Nunca se sabe.
10:44 a. m. Habitación de Lis.
Manuel y Sofía preparan Lis.
Manuel. ¿Te acordás de Beetlejuice?
Sofía. ¿El de la película de Tim Burton?
Manuel. El que si lo llamabas tres veces aparecía.
Sofía. Sí.
Manuel. Alguna vez pensé que si decías tres veces seguidas “América
Latina” aparecía Bolívar.

~76~
Sofía. ¿Y?
Manuel. No, nunca apareció. Una vez lo hice y apareció Chávez36 en
la tele. Pero creo que no es lo mismo.
10:44 a. m. Habitación de Manuel y Sofía.
Mateo y Érica preparan a Gus.
Érica. A los demás. Mateo piensa que los Reyes Magos son Artigas.
Mateo. Tengo argumentos.
Érica. Y cada 6 de enero lo espera despierto.
Mateo. Un día va a aparecer.
Érica. ¿Montado en un reno?
Mateo. Ese es Papá Noel.
Érica. ¿Quién?
Mateo. El del reno.
Érica. ¿Eh?
Mateo. Me dejás en paz.
10:45 a. m. Living.
Vuelven los cuatro más Lis y Gus en sus carritos.
Miran a los bebés en silencio.
Érica. Son muy adorables.
Silencio.
Mateo. Apuntando a Gus con un revólver. Dame todo tu dinero, bol-
sa de caca.
Érica. ¡Mateo, dejá eso!
Mateo. ¿Es tu hijo? ¿Es tu hijo, carajo? No, no es tu hijo. Así que me
dejás amenazarlo de muerte en paz. Mateo agarra una gra-
nada. Es un puto juego, carajo. Le saca el seguro y la arroja
dentro del carrito de Gus. ¡Abajo!
Érica. ¡Mateo!
Mateo. Riendo. Es de juguete, idiotas. A Gus. Cómo se divierte él
con el padre, ¿eh, bolsa de caca?
36- Hugo Rafael Chávez Frías (1954-2013). Presidente de Venezuela desde 1999 hasta el año de su
muerte.

~77~
Manuel. Mateo, salí de acá.
Mateo. Jugando. ¡Bum! ¡Ah, tripas de bebé por todas partes! ¡Ah,
quítenmelas, quítenmelas!
Nadie se ríe.
Sofía. En serio.
Érica. Mirando hacia dentro del cochecito de Gus. Mirá, le diste en
el ojito.
Mateo. A Manuel. ¿Tenés alcohol?
Manuel. ¿Para Gus?
Mateo. Para mí.
Manuel. En la cocina.
10:46 a. m. Cocina.
Mateo encuentra una botella de alcohol y toma.
10:46 a. m. Living.
Sofía. Mirando los carritos de bebé. A Manuel. ¿Les hablás vos?
Manuel. ¿Querés hablarles vos?
Érica. Son bebés, igual no entienden nada.
Manuel y Sofía la miran.
Manuel. A los bebés. Lo hacemos por ustedes, ¿saben? Las revolucio-
nes no se empiezan matando a gente estúpida, sino a los
otros, que ni siquiera son muchos. Convencer a los demás
es fácil, les ofrecés menos impuestos y listo. ¿No es un argu-
mento fuerte? No. Está bien. Pero por lo menos va a llamar
la atención de alguien. Y si no sirve para cambiar el mundo,
va a servir para que después de esto haya que cambiarlo. Un
país en el que pasa algo así es un país estúpido. Y cuando
aparezca el primer titular del estilo “esta sociedad está en-
ferma” la gente va a decir, “¡ey, sí, hasta hoy pensé que la
felicidad era comprar un plasma, demonios, si sigo así voy a
terminar jodido como estos putos pendejos que acaban de
balear a una facultad entera!”. ¿No es eso lo que queremos?
¿Un buen argumento contra la existencia de vida inteligen-
te en el Uruguay? Y más allá también, mierda. En todo el
Cono Sur, por no decir en el mundo. Después de esto va a

~78~
venir el hombre nuevo. La revolución. Se rasca los genitales.
En el fondo todo es por la revolución. Se rasca los genitales
un poco más.
Érica. ¿Te estás tocando los huevos?
Manuel. ¿Qué? No.
Érica. Te estás tocando los huevos frente a los bebés.
Manuel. No me estoy tocando nada, Eri.
Érica. Te estoy viendo, te estás tocando los huevos.
Manuel. Me pica. ¿Qué querés que haga?
Érica. Te aguantás. O te bañás más seguido. No te rascás los hue-
vos enfrente de los bebés. La gente va presa por eso.
Sofía. ¿Pueden no gritar?
Érica. Los bebés no escuchan.
Sofía. Me pareció que se movían.
Manuel. No, no se mueven. A Érica. Ellos no se dan cuenta de que
me estoy rascando.
Érica. Pero yo sí.
Manuel. ¿Y?
Érica. Y, ¿qué?
Manuel. ¿Eh?
10:48 a. m. Living.
Mateo vuelve de la cocina.
Mateo. Lo del suicidio colectivo no es una alternativa, ¿no?
Manuel. ¿De qué carajo estás hablando?
Mateo. Pensaba en la filosofía estoica.
Sofía. ¿Y?
Mateo. Y ta, no mucho más. Llegué hasta ahí con el razonamiento.
Érica. Yo no me quiero morir.
Manuel. Nadie se quiere morir.
Silencio.
Sofía. Pero nadie quiere vivir así.
~79~
Silencio.
Sofía. Se tienen que ir.
Mateo. ¿Y ustedes?
Manuel. En unos minutos.
Érica. Me quiero ir a vivir al campo.
Sofía. Yo también.
Érica. Los quiero.
Mateo. ¿Y las armas?
Manuel. Ustedes llevan algunas.
Mateo. ¿Tenés dónde ponerlas?
Manuel. Hay bolsas de nailon en la cocina.
Mateo. ¿Querés que lleve las armas en bolsas de nailon?
10:49 a. m. Cocina.
Manuel recoge algunas bolsas de nailon.
Manuel. Es perfecto. Se van a pensar que venís del súper.
10:49 a. m. Living.
Manuel vuelve. Entre todos ponen algunas armas dentro de
las bolsas.
Sofía. ¿Van en el Fusca?
Érica. ¿En el Granma?
Sofía. Ese.
Mateo. Sí.
Érica. ¿Los bebés?
Sofía. Quedan acá.
Mateo. Poneles música.
Manuel. ¿Calle 13?
Mateo. Qué más.
Terminan de poner las armas en las bolsas de nailon.
Érica. Cargando alguna bolsa en la mano. Esto no es elegante.
Manuel. El mundo no lo es. Y nosotros somos el mundo.
~80~
Se miran. Se despiden. Mateo y Manuel se abrazan.
Manuel. A Mateo. Sos un enfermo pero te quiero igual.
Mateo. A Manuel. Y yo a vos, pero quiero más a tu mujer.
Manuel. Andate de acá antes de que te cague a patadas en el orto.
Mateo. Nos vemos en el otro mundo.
Érica. ¿Los bebés se quedan solos?
Sofía. En un rato los vienen a buscar.
Érica. Está bien.
Mateo. A Érica. ¿Vamos?
10:51 a. m. Living.
Mateo y Érica salen con las bolsas cargadas de armas. Manuel
y Sofía quedan solos. Silencio.
Sofía. Nunca quise llegar a vieja. Primero dejás de usar rueditas en
la bicicleta y después ya estás teniendo hijos.
Manuel. ¿Te puedo decir algo?
Sofía. ¿Qué?
Manuel. Nunca aprendí a andar en bicicleta.
Sofía. Me estás jodiendo.
Manuel. No. Nunca.
Sofía. ¿Tus padres no te enseñaron?
Manuel. Estaban ocupados haciendo la revolución.
Sofía. ¿En serio?
Manuel. No.
Silencio.
Manuel ¿Nunca pensaste que fue por vos? ¿Que si vos no hubieras
nacido ellos sí habrían podido cambiar el mundo?
Sofía. ¿Decís que nosotros les sacamos tiempo?
Manuel. Algo así.
Sofía. No.
Manuel. Es estúpido, ¿no?

~81~
Sofía. ¿Pensar eso?
Manuel. Sí.
Sofía. Sí, es estúpido.
Manuel. Sí, me imaginé. Y sin embargo...
Sofía. ¿Qué?
Manuel. Nada. Eso.
Silencio.
Sofía. ¿Qué carajo estamos haciendo?
Manuel. No tengo la más puta idea. ¿Tenés miedo?
Sofía. Siempre tengo miedo.
Manuel. Está bien tener miedo.
Sofía. No tiene sentido.
Manuel. ¿Qué?
Sofía. Todo. Nada.
Manuel. No. ¿Y?
Sofía. El mundo es estúpido y nosotros somos el mundo.
Manuel. Ahora les toca a ellos cambiar todo. Después de esto se la
dejamos fácil.
Silencio. Miran los carritos.
Sofía. Poneles música. Yo les prendo la televisión.
Manuel. ¿Mefistófeles?
Sofía. ¿El oso?
Manuel asiente con la cabeza.
Sofía. En el carrito.
Sofía prende la televisión. Manuel pone el tema “Vamo’ a por-
tarnos mal” de Calle 13.
Manuel. Las armas.
Se guardan algunas armas en la ropa.
Manuel. ¿Me das un beso?
Sofía. ¿Y qué me das a cambio?

~82~
Manuel. A cambio te doy un beso.
Sofía sonríe. Se besan. Miran a los bebés.
Sofía. Están dormidos. ¿Con qué estarán soñando?
Manuel levanta los hombros.
Sofía. ¿Vamos?
Manuel sube el volumen de la música.
10:53 a. m. Living.
Manuel y Sofía salen.
Los bebés quedan solos, escuchando la canción, unos minutos.
Entonces algo cambia en la pantalla de la televisión. La trans-
misión se ve interrumpida por un flash informativo en vivo
desde la Facultad de Humanidades. Érica y Mateo aparecen
en la imagen. Están disparando. Los estudiantes corren. Gri-
tan. El periodista que cubre la noticia habla sin entender. Las
imágenes se vuelven desprolijas, difusas. Caen algunos heridos.
Algunos cuerpos. Sangre. El periodista sigue hablando. El ca-
marógrafo sigue mostrando todo.
10:56 a. m. Living.
El caño de una escopeta empieza a asomar desde dentro del
carrito de Lis. Apunta al carrito de Gus. Un brazo de bebé
sostiene el arma. Aprieta el gatillo. Un cartel de “BANG” sale
del caño. Sigue sonando “Vamo’ a portarnos mal” de Calle 13.
10:57 a. m. Apagón.

Montevideo, mayo de 2012

~83~
Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe fue
estrenada en la Sala Zavala Muniz del Teatro Solís, Montevideo, el 2 de
agosto de 2014. El elenco estuvo integrado por:

Carlos M. Guillermo Vilarrubí


Ernesto G. Alfonso Tort
Lenin V. Gabriel Calderón
Raúl C. Rogelio Gracia

Escenografía e iluminación: Sebastián Marrero y Laura Leifert


Vestuario: Virginia Sosa
Sonido: Fernando Castro
Gráfica: Federico Silva
Producción: Andrea Silva
Dirección: Santiago Sanguinetti

Premio Literario Juan Carlos Onetti. Intendencia de Montevideo, 2012.


SOBRE LA TEORÍA DEL ETERNO RETORNO
APLICADA A LA REVOLUCIÓN EN EL CARIBE

(Trilogía de la Revolución, Vol. II)

Mas que, pues eran armados, serían gente de razón.


Cristóbal Colón, Diario de Viaje

Una situación que se ha creado a través del tiempo


puede deshacerse en otro tiempo:
los negros de Haití, entre otros, lo han probado cumplidamente.
Simone de Beauvoir, El segundo sexo
Personajes

Carlos M.
Ernesto G.
Lenin V.
Raúl C.

Cascos azules de la onu en misión de paz.


Una base del ejército.
Puerto Príncipe, Haití.
Una sala desordenada, caótica, con algunas ventanas al exte-
rior, una puerta y muchas cajas de cartón en las que se lee la
inscripción “Ayuda humanitaria” apiladas contra los rincones.
Carlos, con una camisilla blanca y su casco azul sobre la ca-
beza, está solo en escena. Canta “Navidad” de José Luis Pera-
les. Hacia los espectadores. Suena patético. Y se ve patético. De
fondo comienzan a caer algunas bombas. Todo se estremece.
Carlos se asusta cada vez que suena una bomba. Ernesto en-
tra a escena y lo interrumpe.

Ernesto. ¿Qué hacés?


Carlos. Nada.
Ernesto. Estás cantando.
Carlos. No.
Ernesto. Sí, estás cantando.
Carlos. No, no estaba cantando.
Ernesto. Te escuché, estabas cantando.
Carlos. No.
Ernesto. Ya te dijimos que no podés cantar.
Carlos. No estaba cantando.
Ernesto. Estabas cantando. “Navidad” de José Luis Perales, Carlos.
Te escuché. Un karaoke en medio de la guerra, Carlos.
Como un puto coreano en un bar de putas. Estabas can-
tando al puto de Perales. Como un puto, Carlos. Perales,
mierda.
Carlos. Tímido. Bueno, pero sólo un poco.
Ernesto. ¿Qué?
Carlos. Un poquito.
Ernesto. No te escucho.
Carlos. Separando apenas el índice y el pulgar. Así, nada más.
Ernesto. ¿Es por las bombas?
Carlos no contesta.

~89~
Ernesto. ¿Son las bombas, Carlos?
Carlos asiente con la cabeza.
Ernesto. ¿Te dan miedo las bombas?
Carlos asiente con la cabeza.
Ernesto. Bueno, ya pasó. Vení, dame un abrazo.
Se abrazan.
Ernesto. ¿Estás mejor ahora?
Entra Lenin.
Lenin. No sean putos, soldados.
Ernesto. ¿Qué decís?
Lenin. Que no sea puto, soldado. Es una orden.
Ernesto. No seas imbécil, Lenin.
Carlos. Tímido. No se peleen. Por favor, no se peleen.
Ernesto. ¿No ves que se pone mal? ¿Lo querés hacer llorar de nuevo?
Y después si llora, ¿quién lo aguanta? ¿Lo aguantás vos?
No, lo aguanto yo. Así que no lo hagas llorar, carajo.
Lenin. Escuchame una cosa, Ernesto. Cuando la horda de negros
de mierda que está afuera tirando piedras entre a esta puta
base y de a uno hagan fila para romperte el orto hasta que
se te salgan las tripas por el hoyo del culo, y te agarren las
tripas que te cuelgan, las hagan un bollito y se las violen
también, y nos hagan desfilar por la calle vestidos de rosa-
do como unas bailarinas al grito de “soy su puta y miren
qué bien me queda este tutú”, ahí nos vamos a poner a
llorar todos juntos, hasta que se nos partan los ojos por las
lágrimas de sangre que vamos a llorar de tanto dolor en el
ojete y por el semen de negro que vamos a tener adentro
haciendo presión para que nos estalle el cerebro. Ahí va-
mos a llorar, pero sólo ahí. Antes no. Y el que llore ahora,
abrimos la puerta y se lo tiramos a la horda. Para que se
lo coman esos negros de mierda. Y si tienen hambre, que
empiecen por este pedazo de puto que lo único que hace es
cantar cancioncitas afeminadas de señorita burguesa. ¡Me
cago en Haití!

~90~
Carlos cierra los ojos y comienza a cantar “Bajo el mar” de la
película La Sirenita.
Ernesto. Calmate, Lenin.
Lenin. Hago lo mejor que puedo.
Ernesto. ¿Cómo vamos?
Lenin. Perdiendo.
Ernesto. ¿Los demás?
Lenin. No hay comunicación.
Ernesto. Todavía hay comida, ¿no?
Lenin. Cada vez menos. Y ellos son muchos, Ernesto. Y nosotros
no somos marines, carajo. Se saca el casco azul. ¿Qué mier-
da hacemos con estos putos cascos ahora?
Ernesto. ¿La onu? ¿Los otros campamentos?
Lenin. Los negros tomaron todo.
Ernesto. Los haitianos.
Lenin. ¿Qué?
Ernesto. No son negros, son haitianos.
Lenin. Me estás jodiendo.
Ernesto. Es de buena educación, Lenin.
Lenin. Los negros nos quieren matar, Ernesto.
Ernesto. Al decir “los negros” estás generalizando.
Lenin. ¿Y?
Ernesto. No todos los negros nos quieren matar. Algunos negros nos
quieren matar.
Lenin. Qué, ¿te gustan los negros?
Ernesto. ¿Qué? No. Sólo digo que es mejor decir haitianos. Todos los
haitianos nos quieren matar. Teoría de conjuntos, Lenin.
Carlos. No me quiero morir.
Ernesto. Nadie se va a morir, Carlos.
Lenin. Todos nos vamos a morir. Si entran, estamos muertos. Nos

~91~
van a empalar. De a uno. Y nos van a hacer zombis. Esta
gente inventó los zombis, carajo.
Carlos. No quiero que me empalen.
Ernesto. ¿Para qué te van a empalar si después te van a hacer zombi?
Lenin. Para hacerte zombi antes te tienen que matar.
Ernesto ¿Con un palo en el culo?
Lenin. ¿Cuál es el problema?
Ernesto. No me imagino un zombi con un palo en el culo.
Lenin. ¿No?
Ernesto. ¿Vos sí?
Lenin. Qué sé yo.
Ernesto. Un muerto con un palo en el culo no asusta a nadie.
Carlos. A mí me asustaría.
Ernesto. ¿En serio? ¿Un tipo arrastrando un pedazo de madera entre
las nalgas? Así esté muerto y con una pierna ajena entre los
dientes, yo me le cago de la risa en la cara.
Lenin. Los zombis no están ahí para asustar. Están ahí para otra
cosa.
Ernesto. ¿Para qué?
Lenin. No sé.
Ernesto ¿Para qué los hacen?
Lenin. ¿A quiénes?
Ernesto. A los putos zombis, Lenin.
Lenin. ¿Qué sé yo? ¿Me ves cara de haitiano a mí?
Carlos. ¿Por qué tiran piedras?
Lenin. ¿Los zombis?
Carlos. Los negros.
Ernesto. Haitianos.
Carlos. Haitianos.
Lenin. Para romper cosas.

~92~
Carlos. ¿Qué quieren?
Lenin. Entrar.
Carlos. Sí, ya sé. Digo, para qué quieren entrar.
Lenin. Ah. No sé. Supongo que quieren que nos váyamos.
Ernesto. Vayamos.
Lenin. ¿Eh?
Ernesto. Sin tilde. ‘Vayamos’.
Lenin. Vos querés que te coma un brazo.
Ernesto. No hay motivos para violentar la gramática de esa forma,
Lenin.
Lenin. Vos entendés que nos vamos a morir, ¿no?
Ernesto. ¿Y qué ganás hablando mal?
Lenin. ¡Dejame en paz, la puta que te parió!
Carlos. Me siento Artigas.
Silencio.
Ernesto. Explicate.
Carlos. Artigas. Por el sitio. Es lo mismo. Estamos sitiados.
Ernesto. Lo de Artigas fue al revés.
Carlos. ¿En qué sentido?
Ernesto. Él sitió Montevideo. A él no lo sitió nadie.1
Carlos. ¿En serio?
Ernesto. ¿Las clases particulares no te sirvieron de nada, Carlos?
Lenin. ¿Clases particulares?
Carlos. No retengo, Ernesto.
Lenin. A Ernesto. ¿Vos le diste clases particulares?
Carlos. Me gusta aprender.
Lenin. ¿Ustedes son pareja o algo así?

1- En el marco del proceso de independencia hispanoamericano del siglo xix, José Gervasio Artigas
(1764-1850) lideró el sitio a Montevideo, ciudad que se mantenía fiel a España, tras haber logrado la
victoria en la Batalla de Las Piedras en 1811.

~93~
Ernesto. No digas estupideces, Lenin.
Lenin. Asesinado por unos negros de mierda con una caterva de
putos al lado. La puta madre.
Ernesto. Acá no se va a morir nadie, ¿está claro?
Lenin. En las revoluciones la gente se muere, Ernesto.
Ernesto. ¿De qué estás hablando?
Lenin. ¿No te das cuenta?
Ernesto. ¿De qué?
Lenin. ¿No los oís?
Ernesto. Hablan en francés, Lenin. No entiendo una mierda.
Lenin. Es lo que gritan. Todo el tiempo. “Revolución”, Ernesto.
“Revolución”.
Ernesto. ¿Y?
Lenin. Eso.
Ernesto. ¿Qué?
Lenin. Son comunistas, Ernesto. Y atrás de ellos una horda de
zombis bolcheviques con acento cubano y ojos achinados.
Están formando un ejército de rojos del más allá, mierda.
¿No te das cuenta? Van a invadir América Latina empezan-
do por acá, por esta isla de negros de mierda. Esta vez es en
serio, la puta madre. Una horda de muertos-vivientes mar-
xistas leninistas chupaculos de Mao. Si hay mil millones de
chinos vivos, muertos hay muchos más, carajo. Los chinos
zombis van a invadir el mundo. Van a levantar de nuevo el
muro de Berlín. Y van a mandar a nuestros hijos a vivir a
Siberia para comerles los cuerpitos.
Ernesto. Vos no tenés hijos.
Lenin. ¡No quiero que se coman a mis hijos!
Ernesto. Vos no tenés hijos, Lenin.
Lenin. ¡Es lo mismo!
Ernesto. Calmate. Los zombis no existen.
Lenin. Por el bien de mis futuros hijos, espero que tengas razón.

~94~
Carlos. Extraño a mi madre.
Lenin. No sea débil, soldado. A los débiles les rompen el culo primero.
Carlos. Pude haber elegido el Congo.
Lenin. El Congo es lo mismo. Siguen siendo negros que hablan en
francés.
Ernesto. Lenin.
Lenin. Me cago en Haití.
Carlos. Afganistán tiene otro prestigio.
Lenin. O Irak. ¿Por qué no Irak?
Carlos. Yo prefiero Irak.
Lenin. No. Venimos de un país de mediocres. Y los mediocres no
van a Irak.
Carlos. Una mierda Haití, ¿eh?
Lenin. Ni siquiera es una isla entera.
Carlos. Porque en la otra mitad está El Salvador.
Ernesto. República Dominicana.
Carlos. Puta madre.
Ernesto. Ya te va a quedar.
Carlos. Es imposible, Ernesto. Me los confundo.
Lenin. ¿Dónde dejé el megáfono?
Carlos. Estaba al lado del mingitorio.
Ernesto. ¿Qué vas a hacer?
Lenin. Les voy a hablar.
Ernesto. ¿De qué?
Lenin. A Carlos. ¿Por qué al lado del mingitorio? La gente se pone
eso en la boca, por Dios.
Ernesto. Lenin.
Lenin. Les voy a decir lo anacrónico que es hacer una revolución
en los tiempos que corren. Y que el Che no hablaba creole.
Y que Toussaint Louverture es un buen nombre para un

~95~
gato y nada más. Tuvieron su oportunidad en 1804 y la
cagaron. Ahí tenés. El primer país en toda América Latina
en independizarse y la cagaron. ¿Por qué?
Ernesto. ¿Por ser negros?
Lenin. No lo dije yo.
Ernesto. Es un argumento estúpido.
Lenin. Es un mundo estúpido.
Carlos. ¿Quién es Toussaint Louverture?
Ernesto. Vos cantá, Carlos.
Lenin. El problema de estos tipos es geográfico. Es lo malo de
quedar entre Venezuela y Cuba. Te llega el Socialismo has-
ta por ondas magnéticas. Lo deben sentir. Algo en el aire.
Carlos. Nosotros los vinimos a ayudar.
Lenin. Vinimos a hacer algo de guita, no te engañes.
Carlos. Este casco representa a mi país y yo lo respeto.
Lenin. El casco es azul, no celeste, imbécil. Representa a la onu,
no a Uruguay.2
Ernesto. Tienen motivos para odiarnos.
Lenin. No empieces.
Ernesto. Sólo digo que no fuimos del todo buenos.
Lenin. No sigas.
Ernesto. Es verdad.
Lenin. Lo de la violación fue solo una vez. Y fue un poquito. Ni si-
quiera se la metimos hasta el fondo a ese negro de mierda.
Carlos. ¿De qué está hablando?
Ernesto. En serio, Carlos. Cantá.
Lenin. Era un juego, carajo. Un puto juego. Y que conste que yo
ni siquiera lo disfruté.
Ernesto. Tenías maracas y te pusiste a saltar como una porrista, Lenin.
Lenin. ¡Me dejé llevar, Ernesto!
2- La camiseta de la Selección Uruguaya de Fútbol es de color celeste.

~96~
Carlos. ¿Te violaste a un negro?
Ernesto. Violar no es un verbo pronominal, Carlos. No se dice te
violaste, sino violaste. Tú violaste negros. Nosotros viola-
mos negros. Vosotros violasteis negros.
Lenin. Yo no violé a nadie. El tipo quería comida y nosotros se la
dimos. Una gelatina Royal de manzana que estaba para chu-
parse los dedos. Fue una transacción comercial. Nada más.
Ernesto. El tipo se resistía, Lenin.
Lenin. ¡Le dimos una gelatina Royal de manzana, mierda!
Ernesto. Había sangre por todos lados.
Lenin. No había, no.
Ernesto. Hay fotos.
Lenin. Me cago en las fotos.
Ernesto. Las sacaste vos, Lenin.
Lenin. Quería tener un recuerdo de Haití, carajo.
Carlos. Te van a romper el orto. Y te van a hacer zombi. Primero
te van a romper el orto y después te van a hacer zombi. En
ese orden.
Lenin. El tipo se dejó. Estábamos solos y necesitábamos un poco
de cariño, nada más. Sólo un poco de cariño.
Ernesto. Era menor, Lenin.
Lenin. No me vengas con tecnicismos, ¿querés? Si se sienta en el
cordón de la vereda y los pies le llegan al suelo, se puede co-
ger, Ernesto. Son pequeños delincuentes. Si pueden robar,
también pueden hacer el amor, carajo.
Carlos. Vos sos pedófilo, Lenin.
Lenin. No soy una mierda.
Carlos. Y sos gay también.
Lenin. No soy, no. Los menores no tienen sexo, Carlos. Si te los
cogés antes de que cumplan dieciocho, no sos puto. Des-
pués sí. Yo no cojo hombres, campeón.
Ernesto. ¿Y antes de que cumplan dieciocho qué son?

~97~
Lenin. Andróginos.
Ernesto. Tienen pito, Lenin.
Lenin. ¡Te calmás!
Carlos. Lenin, no podés andar por ahí violando gente.
Lenin. Yo no violo gente, imbécil. Yo hago el amor.
Ernesto. Si es por la fuerza, es violación.
Lenin. Ese es tu punto de vista.
Ernesto. No es un punto de vista, es un delito.
Lenin. Palabras, Ernesto. Palabras.
Ernesto. No te entiendo, Lenin.
Lenin. ¿Qué? ¿Querías que me cogiera una mujer?
Carlos. ¿Te gusta cogerte otras cosas?
Lenin. No seas idiota.
Carlos. ¿Monos, Lenin? ¿Pájaros? ¿Perritos?
Lenin. Yo cojo mujeres, campeón. Pero no en Haití.
Carlos. ¿Por?
Lenin. Porque tienen sida.
Carlos. ¿Todas?
Lenin. Todas, Carlos.
Carlos. ¿Y los hombres no?
Lenin. No, los hombres se curan.
Carlos. ¿Del sida?
Lenin. Seguro, Carlos.
Carlos. ¿Cómo?
Lenin. Sin ironía. Magia vudú, Carlos. Magia vudú.
Carlos. Ah.
Ernesto. ¿De qué carajo estás hablando?
Lenin. Lo sabe todo el mundo, Ernesto.

~98~
Ernesto. ¿Qué?
Lenin. Que si tenés sida y te cogés a una pendeja virgen, te curás.
Silencio.
Ernesto. ¿Qué mierda estás diciendo?
Lenin. Pero tiene que ser muy pendeja, si no, no sirve.
Ernesto. Sos un idiota, Lenin.
Lenin. Y antes hacele tomar un té de tilo, porque si la agarrás muy
nerviosa se aprieta toda y, te curás del sida, pero te duele la
pija como una semana.
Ernesto. Pará, Lenin.
Lenin. Pensé que sabían.
Ernesto. El sida no se cura, imbécil.
Lenin. ¿Ustedes no hablan con la gente?
Carlos. ¿Qué gente?
Lenin. La que vive acá, mierda.
Ernesto. Tenemos prohibido hablar con la gente.
Lenin. Bueno, si vamos a empezar con estupideces...
Carlos. ¿Quién te dijo eso?
Lenin. ¿Qué?
Carlos. Lo de las pendejas vírgenes.
Lenin. La gente, los haitianos, los negros de mierda seudorrevolu-
cionarios estos que ahora están cercando la base.
Carlos. ¿Cómo sabés que es verdad?
Lenin. Porque yo mismo me curé así, Carlos.
Silencio.
Ernesto. ¿Tenés sida, pedazo de retrasado?
Carlos. A Lenin. No me toques.
Ernesto. El sida no se contagia tocando gente, Carlos. Ya hablamos
de esto.
Carlos. ¿Seguro?

~99~
Ernesto. ¿No te acordás de la clase sobre enfermedades venéreas,
Carlos?
Carlos. No.
Ernesto. A Carlos. Prometeme que cuando volvamos a Uruguay te
vas a hacer revisar la cabeza.
Lenin. Ey, yo no tengo sida. Ya me curé.
Ernesto. ¿Tenés sida y cogés gente, retrasado?
Carlos. A Lenin. ¿Te violaste a una pendeja y la contagiaste de sida,
Lenin?
Ernesto. A Carlos. Acordate, se dice violaste, no te violaste.
Lenin. Ya no tengo sida, mierda.
Ernesto. Hacete ver, Lenin.
Lenin. Me dejás en paz.
Carlos. Sos un enfermo.
Lenin. Es verdad, me curé. Me siento fuerte y vigoroso.
Ernesto. Estás pálido, Lenin.
Lenin. ¡Te callás!
Carlos. No puedo creer que tengas sida.
Lenin. Yo no tengo nada.
Carlos. Compartimos el baño, Lenin.
Ernesto. Es sida, no hepatitis, Carlos.
Carlos. ¿No es lo mismo?
Ernesto. No.
Lenin. La hepatitis te la curás comiendo legumbres y caca de perro.
Ernesto. Me estás jodiendo.
Lenin. Para nada.
Ernesto. ¿Eso quién te lo dijo?
Lenin. ¡La gente, mierda!
Ernesto. Sos un idiota.

~100~
Lenin. Sabiduría popular, Ernesto. La voz de los ancestros.
Carlos. ¿La voz de los ancestros te dice que comas legumbres y caca
de perro?
Lenin. No seas imbécil. Sólo si tenés hepatitis.
Carlos. Es un asco, Lenin.
Lenin. No es un asco. Es homeopatía.
Ernesto. Es medieval, Lenin.
Lenin. Es tradición. La tradición es buena, Ernesto.
Ernesto. Es paleolítico. Estás a un paso del mono.
Lenin. Todos estamos a un paso del mono.
Carlos. ¿De qué mono?
Ernesto. Vos estás más cerca, Lenin. El mono es como tu primo
hermano.
Lenin. ¿El mono es mi primo hermano?
Carlos. ¿De qué carajo están hablando?
Lenin. Señalando hacia afuera. ¡Ellos son los monos!
Ernesto. Ellos están haciendo la revolución. Son etapas, Lenin.
Ahora están superando la alienación, ¿me entendés, Lenin?
Abren los ojos, piensan que el mundo es una mierda para
todos, pero entran a Internet y ven cosas, ven gente con
plata, Lenin. Ponen “Haití” en Google y les sale una agen-
cia de viajes y turismo, les sale un par de fotos del Caribe,
Lenin, y se enteran que hay gente que hace turismo, ¿en-
tendés? Turismo. Y recreación. Y se enojan. Tiran piedras
y rompen lo primero que encuentran. Y lo primero que
encuentran es este contingente de las Naciones Unidas. Y
matan a los que están adentro, cortándoles la cabeza como
a María Antonieta. ¿Entendés?
Lenin. Monos. Monos que leen a Marx y a Engels. Monos que
leen El Capital. Pero monos al fin.
Carlos se tapa los oídos y se pone a cantar “Un mundo ideal”,
de la película Aladino.
Ernesto. A Lenin. ¿Ves lo que hacés? Gritás y se pone autista.

~101~
Lenin. A Carlos. Hacete hombre.
Ernesto. Dejalo cantar, le hace bien.
Lenin. ¿Qué hacemos?
Ernesto. ¿Con Carlos?
Lenin. Con la revolución, idiota.
Ernesto. No sé.
Lenin. ¿Y si les damos lo que quieren?
Ernesto. ¿Qué? ¿Les vas a tirar un medio de producción por la cabeza?
Lenin. No seas imbécil.
Ernesto. Jugando. “¡Ey, acá les va esta fábrica! ¡Socialícenla!”
Lenin. No estoy hablando de eso, Ernesto.
Ernesto. Es lo que quieren, Lenin.
Lenin. Pero yo no soy un cerdo burgués, carajo. Si hubiese queri-
do esto habría viajado a Moscú, no a Haití.
Ernesto. No hay cascos azules en Moscú.
Lenin. Me cago en los cascos azules.
Ernesto. Ni se te ocurra.
Lenin. ¡Me cago en los cascos azules!
Ernesto. ¿Te cagás en mí?
Lenin. Me cago.
Ernesto. ¡Te cagás en mí!
Lenin. Me cago mucho.
Ernesto. ¡Ah, te cagás en mí!
Lenin. ¡Con diarrea, con sífilis me cago!
Ernesto. La sífilis te afecta el pito, no el colon, imbécil.
Carlos canta un poco más fuerte tapándose los oídos.
Ernesto. Señalando a Carlos. Mirá cómo lo ponés. Pero mirá cómo
lo ponés.
Lenin. Yo así no puedo, Ernesto.

~102~
Ernesto. A Carlos. Calmate, Carlos.
Lenin. Yo soy un masculino sensible.
Ernesto. A Lenin. No es necesario.
Lenin. ¿Qué?
Ernesto. El lenguaje de formulario entre nosotros, Lenin. No es
necesario.
Lenin. ¿Por qué lo decís?
Ernesto. Dijiste que eras un masculino sensible.
Lenin. Es lo que soy, Ernesto.
Carlos abandona su ensimismamiento. Silencio.
Carlos. Hay olor. ¿Sienten el olor?
Ernesto. Es humo.
Los tres se acercan a alguna ventana. Miran para afuera.
Lenin. ¿Aquello es fuego?
Ernesto. Sí.
Carlos. Están quemando algo.
Lenin. ¿Qué es? ¿Un trapo?
Carlos. Parece una bandera.
Ernesto. Sí. Es la bandera de Estados Unidos. La están quemando.
Lenin. Pero qué obviedad. Quemar banderas yanquis. Un lugar
común. Gritando por la ventana. ¡Eso es un lugar común,
idiotas! ¡Se hace en todos lados! ¡Se puso de moda en los
sesenta! ¡Actualícense, mediocres! ¿Y ahora qué? ¿Le van a
tirar piedras a McDonald’s? ¡Así no se empieza una revolu-
ción, flojitos!
Ernesto. Calmate, Lenin.
Lenin. A Ernesto. Rompen una vidriera y se creen que tomaron la
Bastilla. Grita por la ventana. ¡Idiotas!
Carlos. Mirando por la ventana. Destrozaron todo.
Ernesto. Eso que estás mirando no fueron ellos, fue el terremoto.
Carlos. ¿Tienen terremotos?

~103~
Ernesto. Y huracanes.
Lenin. Que se jodan. Por negros y comunistas. Esta isla es la Sodo-
ma bíblica pos Marx. Gritando por la ventana. ¡Y Dios la va
a hacer desaparecer!
Carlos. ¿Y qué culpa tiene El Salvador?
Ernesto. República Dominicana.
Carlos. ¡Puta madre!
Lenin. Es todo la misma mierda, Carlos.
Carlos. Mirando por la ventana. ¿Aquella es la bandera de la onu?
Ernesto. Sí.
Carlos. También la están quemando.
Ernesto. Y ahora prendieron fuego la bandera de Uruguay. Sí, la de
Uruguay.
Carlos. Y nos están haciendo la seña del dedo.
Lenin. Gritando por la ventana. ¡Siguen siendo trapos, flojitos!
Carlos. ¿Y eso qué es?
Ernesto. Están empujando a alguien. Entre varios.
Carlos. ¿Es...?
Ernesto. Sí, es el General Bertolotti.
Silencio.
Carlos. Y lo están quemando también.
Silencio. Carlos y Lenin se alejan de la ventana. Se miran.
Ernesto sigue mirando hacia afuera.
Lenin. Hay que salir de acá.
Carlos. Me caía bien el General Bertolotti.
Lenin. Tengo que ir al baño.
Carlos. Al mío no. Usá otro.
Lenin. No hay otro, Carlos.
Carlos. Entonces no vayas, Lenin.
Lenin. ¿Cómo que no vaya?

~104~
Carlos. No, quedate acá.
Lenin. No me voy a quedar acá.
Carlos. Sí, quédate acá con nosotros, Lenin.
Ernesto. Gritando por la ventana. ¡Hola! Si es por lo de la plusvalía,
nosotros no tenemos nada que ver, ¿eh? De hecho, perso-
nalmente estoy de acuerdo y me parece fantástico. Hones-
tamente. Y esto de la lucha de clases, fenómeno, fenómeno
de verdad, en serio. La autodeterminación de los pueblos
libres me llena de orgullo, ojo. Y que el Socialismo real
tenga vigencia, opa, eso está muy bien también, ¿eh? ¡La
imaginación al poder, señores! Vuelve la cabeza hacia Car-
los y Lenin. ¿Cómo se dice “dictadura del proletariado” en
francés?
Lenin. No tengo ni idea, Ernesto.
Ernesto. ¿Vos no hablás con la gente?
Lenin. A través de señas. Gestos. Mímica. Dominio del cuerpo.
Carlos. Yo te entendí todo, Ernesto.
Ernesto. Vos hablás español, Carlos.
Carlos. ¿Y ellos no?
Ernesto. No, ellos hablan francés.
Carlos. Como en Francia.
Ernesto. Sí, como en Francia, Carlos.
Carlos. Son bien diferentes, ¿no?
Ernesto. ¿El español y el francés?
Carlos asiente con la cabeza.
Ernesto. Sí, son bien diferentes.
Lenin. Tengo un diccionario. En la valija tengo un diccionario.
Ernesto. Traelo, Lenin.
Lenin. No puedo, tengo que ir al baño.
Ernesto. Vas al baño y traés el diccionario.
Lenin. Bueno, pero primero voy al baño.

~105~
Ernesto. Primero vas al baño y después traés el diccionario.
Lenin. Y el megáfono.
Ernesto. Andá a mear, carajo.
Carlos. Lenin.
Lenin. ¿Qué?
Carlos. Llevate el walkie talkie.
Lenin. Carlos, voy al baño.
Carlos. Llevate el walkie talkie y dejalo prendido.
Lenin. No me voy a llevar el walkie talkie.
Carlos. Dejalo prendido en todo momento, Lenin.
Lenin. Voy y vengo, Carlos.
Carlos. Es por tu vida, Lenin.
Lenin. No me va a pasar nada.
Carlos. Hay peligro, Lenin.
Lenin. Voy a mear, Carlos. No puedo mear con el walkie talkie
prendido.
Carlos. Entonces voy contigo, Lenin.
Lenin. Vos te quedás acá. Dame el walkie talkie. Dame el puto
walkie talkie.
Carlos le da uno de los walkie talkies a Lenin.
Carlos. Lenin.
Lenin. ¿Qué?
Carlos. Si te vas y no volvés, yo te voy a extrañar.
Lenin lo mira. Silencio. Sale.
Ernesto. Lenin va a estar bien, Carlos.
Carlos. Yo siento que hay peligro, Ernesto.
Ernesto. Mientras nos quedemos acá va a estar todo bien. Sólo tene-
mos que esperar a que /
Carlos. Interrumpiendo a Ernesto, accionando el walkie talkie. ¿Es-
tás bien, Lenin?

~106~
Silencio.
Lenin. Sonando por el walkie talkie de Carlos. Estoy bien, dejame
en paz.
Carlos. Hablándole al walkie talkie. Quedate conmigo en todo mo-
mento, Lenin.
Lenin. En el walkie talkie. Estoy entrando al baño.
Carlos. Hablándole al walkie talkie. Seguí conmigo, Lenin.
Lenin. En el walkie talkie. No voy a mear mientras hablo contigo,
Carlos.
Carlos. Hablándole al walkie talkie. ¿Ves gente? Decime, ¿ves gente?
Lenin. En el walkie talkie. Carlos, en serio, no seas enfermo.
Ernesto. Dejalo mear, Carlos.
Carlos. Hablándole al walkie talkie. Puede haber hostiles, Lenin.
Lenin. En el walkie talkie. Los negros no son hostiles, son solo
negros, Carlos.
Carlos. Hablándole al walkie talkie. Puede haber zombis también.
Vos dijiste que podía haber zombis.
Lenin. En el walkie talkie. No hay nadie, Carlos. No hay negros y
no veo a ninguno de los nuestros tampoco. Pausa. Ya entré
al baño, Carlos. Me estoy bajando los calzoncillos. Ahora
voy a apagar un poco el walkie talkie para poder... Pausa.
Pero la puta madre, pero la concha de mi madre, se me
salió pichí para afuera, Carlos. Me mojé los putos pantalo-
nes. Me meé encima, Carlos. Por estar agarrando este puto
walkie talkie del orto, me meé encima. La concha de tu
madre, Carlos. ¡Dejame mear en paz, la puta que te parió!
Carlos. Hablándole al walkie talkie. Seguí conmigo, Lenin.
Ernesto. ¿Cómo que no vio a ninguno de los nuestros?
Carlos. Hablándole al walkie talkie. ¿Cómo que no viste a ninguno
de los nuestros, Lenin?
Silencio.
Carlos. Hablándole al walkie talkie. Lenin. Silencio. Lenin. Silencio.
Lenin. Silencio. Lenin. Silencio mayor. Lenin. A Ernesto.
Perdimos a Lenin, Ernesto.
~107~
Ernesto. No perdimos a nadie, Carlos.
Carlos. Se lo comieron los zombis, Ernesto.
Ernesto. No hay zombis, Carlos. No hay zombis.
Carlos. Magia vudú. Negros con hambre y magia vudú. La combi-
nación es terrible, Ernesto.
Lenin. En el walkie talkie. Acá Lenin, manga de flojitos.
Carlos. Hablándole al walkie talkie. Me asustaste, Lenin. Cortaste
la comunicación y nos pusimos nerviosos acá.
Lenin. En el walkie talkie. Me la estaba sacudiendo, Carlos. ¿Qué
querés? ¿Que te dé detalles?
Ernesto. Sacándole el walkie talkie de las manos a Carlos. Lenin,
¿cómo que no hay nadie?
Lenin. En el walkie talkie. No hay nadie, Ernesto.
Ernesto. Hablándole al walkie talkie. ¿Y los demás?
Lenin. En el walkie talkie. Se fueron. Se los comieron. No tengo
idea, Ernesto.
Ernesto. Hablándole al walkie talkie. ¿Te fijaste en la planta baja?
Lenin. En el walkie talkie. Estoy en la planta baja.
Ernesto. Hablándole al walkie talkie. ¿Nada?
Lenin. En el walkie talkie. Nada. Pausa. A ver, esperá. Hay unos
ruidos en el fondo. Está oscuro acá.
Carlos. A Ernesto. Que no vaya. Decile que no vaya. Gritándole al
walkie talkie. No vayas, Lenin. ¡Que no vayas, Lenin!
Ernesto. Salime de encima, Carlos.
Lenin. En el walkie talkie. Hay algunos cascos tirados. Son azules.
Pausa. Hay manchas de sangre, Ernesto.
Ernesto. Hablándole al walkie talkie. Volvé, Lenin.
Carlos. Gritándole al walkie talkie. Eso. Volvé, Lenin. Quedate con
nosotros en todo momento.
Ernesto. ¡Salime de arriba, Carlos!
Lenin. En el walkie talkie. Esperen. Hay algo acá. Pausa. ¿Pero qué

~108~
mierda...? ¡Ey, no! ¡No! Grita. ¡Auxilio! Grita desgarradora-
mente. ¡Auxi...! Se corta.
Silencio. Carlos y Ernesto se quedan mirando el walkie tal-
kie. Sin moverse. Silencio. El walkie talkie vuelve a prenderse.
Lenin gritando al borde de lo soportable. Se corta. Silencio.
Se vuelve a prender. Más gritos. Se corta. Silencio. Se vuelve
a prender. De nuevo un grito desgarrador, que de a poco se va
transformando en una risa estúpida. Lenin está riendo.
Ernesto. Hablándole al walkie talkie. Lenin, ¿sos vos?
Lenin. Riendo en el walkie talkie. Era joda, era joda.
Carlos. Gritándole al walkie talkie. No es gracioso, Lenin.
Lenin. Riendo en el walkie talkie. ¿Cómo les quedó el orto, putos?
¿Les fruncí el agujero del orto o no les fruncí el agujero del
orto? Hecho una pasa de uva les quedó el agujero del orto,
maricones.
Lenin sigue riendo.
Carlos. Gritándole al walkie talkie. Andate a la puta que te parió.
Pensé que te estaba violando un toro, Lenin.
Ernesto. ¿Por qué un toro?
Carlos. No sé. ¿Vos qué pensaste?
Ernesto. Que lo estaban matando.
Carlos. Ah. Bueno, sí. Eso tiene más sentido. Pero, no sé, escuché
como un toro de fondo. Qué suerte que no fue un toro. Se
habría agarrado sida.
Ernesto. Los toros no tienen sida.
Carlos. ¿Alguna vez te cogiste un toro?
Ernesto. ¿Por qué me iba a coger a un toro?
Carlos. No sé. Vos preguntaste.
Ernesto. Yo no pregunté nada.
Carlos. ¿No?
Se sigue escuchando la risa de Lenin por el walkie talkie.
Ernesto. Señalando el walkie talkie. ¿Cómo se apaga esta mierda,
Carlos?

~109~
Carlos. No sé, Ernesto.
Ernesto. ¡Apagá esta mierda!
Carlos. No me gusta verte así, Ernesto.
Ernesto. Es que no tiene sentido.
Carlos. Comparto, Ernesto.
Ernesto. ¿A dónde fueron los demás?
Carlos. Los demás están bien, Ernesto.
Ernesto. ¿Te podés callar?
Carlos. Me callo, Ernesto.
Ernesto. Vení, ayudame. Hay que trancar las puertas.
Carlos. Yo siento que no tengo fuerzas, Ernesto.
Ernesto. Dejate de joder, Carlos.
Carlos. Lenin abusó anímicamente de mí. Y cuando abusan aními-
camente de mí yo me canso. Es físico, Ernesto.
Ernesto. Ayudame a buscar palos.
Carlos. Emocionalmente, estoy devastado, Ernesto.
Ernesto. Palos, Carlos. Palos.
Carlos. Sin moverse del lugar. No hay palos, Ernesto. No hay
palos.
Ernesto. Fijate en las cajas.
Carlos. No hay cajas, Ernesto.
Ernesto. ¿Me estás jodiendo?
Carlos. Yo no tengo sentido del humor, Ernesto.
Ernesto. Señalando las cajas. ¡Está lleno de cajas, Carlos!
Carlos. Yo no las veo, Ernesto.
Entra Lenin. Tiene los pantalones mojados. Trae un dicciona-
rio, un megáfono y una muñeca inflable.
Lenin. Riendo. Cómo se cagaron, manga de putos, ¿eh?
Carlos. Lenin, ayudá a Ernesto que está nervioso. Dice que hay
cajas.

~110~
Ernesto. ¡Yo no estoy nervioso! Pausa. Lenin, ¿qué mierda hacés con
una muñeca inflable?
Lenin. ¿Qué te parece, campeón?
Ernesto. Dijiste que ibas a traer un diccionario.
Lenin. Mostrando el diccionario. Acá está. Y de paso traje a Isabel.
Carlos. ¿Isabel?
Lenin. Perdón. Los presenta. Carlos, Isabel. Isabel, Carlos.
Carlos. Estrechándole la mano a la muñeca. Encantado.
Lenin. A Carlos. Te gustó, ¿eh?
Carlos sonríe tímido.
Lenin. Lo mío es tuyo y viceversa, Carlos.
Ernesto. Carlos, no te lo recomiendo.
Lenin. Es terapéutico. Calma los nervios y afloja los huevos, Ernes-
to. Yo no puedo pensar con los huevos llenos, ¿entendés? Y
lo propongo como una actividad colectiva, campeón. Para
fortalecer al grupo. Tenemos que estar unidos. Como los
Romanov en la Revolución Soviética.
Ernesto. A los Romanov los mataron a todos, Lenin.
Lenin. ¡Te dejás de joder con los tecnicismos! Y no los mataron a
todos. No. Anastasia se salvó. Está en la película de Disney,
mierda. ¡Mirá Disney, carajo!
Carlos. ¿Van a hacer una película de Disney sobre nosotros?
Lenin. Seguro que sí, Carlos. Seguro que sí.
Ernesto. Ayudame a buscar en las cajas, Lenin. Tenemos que asegu-
rar el lugar.
Carlos. Ernesto está alucinando, Lenin.
Ernesto. Vos cantá, Carlos.
Carlos se pone a cantar otra vez la canción “Un mundo
ideal”. Ernesto y Lenin revisan las cajas de cartón.
Ernesto. ¿Qué viste abajo, Lenin?
Lenin. Nada, no hay nada. Sólo se sienten los gritos que vienen de
afuera. Estamos solos, Ernesto.

~111~
Ernesto y Lenin comienzan a sacar objetos inverosímiles de
las cajas de “Ayuda humanitaria”. Tablas de surf, preserva-
tivos, ropa interior femenina, palos de golf, osos de peluche,
patas de rana, una pizarra de escuela.
Ernesto. ¿Y los demás? ¿Viste huellas? ¿Rastros?
Lenin. ¿Rastros?
Ernesto. Marcas. Señas.
Lenin. ¿Como Hansel y Gretel decís?
Ernesto. Sí, como Hansel y Gretel.
Lenin. No seas pelotudo, Ernesto. Afuera hay negros rebeldes, no
una casa de chocolate con una viejita hija de puta. Esto es
real, carajo.
Siguen sacando objetos de las cajas. Pelucas, cañas de pescar,
posters de Madonna, revistas pornográficas, marcadores para
pizarra, bebés de plástico.
Ernesto. ¿Y el agua? ¿La comida?
Lenin. Sacando un libro y leyendo el título. ¿Qué hace el Manifiesto
Comunista acá? Señalando algo que Ernesto acaba de sacar.
¿Eso es vaselina?
Ernesto. Concentrate, Lenin.
Lenin. No me fijé si había comida.
Ernesto. ¿Cómo que no te fijaste?
Lenin. Me estaba meando, Ernesto. Fui y vine.
Ernesto. Trajiste una muñeca inflable, imbécil.
Lenin. Me la crucé en el camino.
Ernesto. La inflaste mientras venías para acá, ¿no?
Lenin. ¡Me dejás en paz!
Carlos sigue cantando. Lenin encuentra un muñeco en una
de las cajas.
Lenin. Ernesto, mirá este muñeco. Se parece a Carlos.
Lenin aprieta el muñeco en el abdomen. Carlos se queja y se
contrae. Deja de cantar. Silencio. Lenin le da un golpe con los

~112~
dedos en la cara al muñeco. Carlos acusa un golpe en la cara
y cae al piso. Silencio. Lenin ríe.
Lenin. No lo puedo creer. Hicieron un puto muñeco vudú de
Carlos. Qué conchudos.
Carlos. ¿De qué estás hablando?
Lenin. Nada, Carlos.
Lenin le da un golpecito en la entrepierna al muñeco. Carlos
cae al piso con las manos en los testículos, quejándose. Lenin
se ríe más fuerte.
Ernesto. No juegues con eso, Lenin.
Carlos. En el piso. ¿Qué mierda están haciendo?
Lenin. Riendo. ¡Te pegué en los huevos!
Ernesto. No seas estúpido, Lenin. Los tipos que están afuera nos
quieren matar. Si vamos a perder, por lo menos que sea con
altura.
Lenin. Riendo. ¡Le partí los huevos!
Ernesto. Señalando el muñeco. Dame eso, Lenin.
Lenin le da el muñeco a Ernesto. Sigue riendo.
Ernesto. A Lenin. Trancá la puerta con los palos de golf. Y dejá de
reírte, enfermo.
Lenin tranca la puerta mientras Ernesto mira el muñeco que
tiene en las manos.
Carlos. ¿Qué me están haciendo, Ernesto?
Ernesto. Magia, Carlos.
Carlos. La magia no existe.
Ernesto. En América existe, Carlos. En América existe todo. Leé a
García Márquez. O a Cortázar. O a Felisberto,3 Carlos. O
a Onetti. Leé a Onetti.
Carlos. No los conozco.
Ernesto. Te van a gustar.
Carlos. Señalando el muñeco. ¿Qué mierda es eso?
3- Felisberto Hernández (1902-1964). Escritor y músico uruguayo.

~113~
Ernesto. Alguien te hizo un muñeco vudú, Carlos. Esta isla es peli-
grosa. En unos países te agarrás malaria, en otros te bom-
bardean la oficina, y en otros te hacen un muñeco vudú y te
cagan la vida, Carlos. Y acá pasa esto último. Son estilos.
Carlos. ¿Para qué sirve?
Ernesto. Este muñeco es como si fueras vos, pero en chiquito y re-
lleno de polifón, ¿entendés? Y si yo le aprieto la pancita vos
vas a sentir cosas horribles, Carlos. Mientras le aprieta el
estómago al muñeco. ¿Ves?
Carlos se lleva la mano al estómago y vomita un extenso cho-
rro de sangre.
Lenin. Pará, Ernesto. Una cosa es pegarle en los huevos, y otra es
hacerle vomitar las tripas.
Ernesto. ¡Apenas lo toqué!
Carlos. No sigas, Ernesto.
Lenin. A Ernesto. Si no sabés cómo usarlo, empezá haciéndole
cosquillas, no provocándole una úlcera.
Ernesto. No sé qué pasó. Yo no le hice nada.
Lenin. No es como jugar al Wii, Ernesto.
Carlos. No sean enfermos, denme ese muñeco.
Lenin. Sacándole el muñeco a Ernesto. Dejame a mí.
Carlos. Denme el muñeco.
Lenin le hace cosquillas al muñeco. Carlos ríe.
Carlos. Che, en serio, no jodan, denme el muñeco.
Lenin le sigue haciendo cosquillas al muñeco. Carlos ríe.
Carlos. Basta, Lenin. Ernesto, decile algo.
Ernesto. Lenin, no jodas más con el puto muñeco.
Carlos. Lenin, vos tenés los pantalones mojados.
Lenin. Porque me hiciste mear encima, Carlos.
Carlos. Avanzando hacia Lenin. Dame el muñeco.
Lenin. Levantando el muñeco. Si das un paso más te quiebro el
brazo.

~114~
Ernesto. A Carlos no, Lenin.
Carlos. En serio, no jodas.
Lenin. No estoy jodiendo.
Carlos. Yo te quiero, Lenin.
Lenin le quiebra el brazo al muñeco. Carlos grita y se retuer-
ce de dolor.
Ernesto. ¿Qué hacés? ¿Pero qué hacés, imbécil?
Lenin. Arrepentido. ¡Se me escapó!
Ernesto. ¡Te estaba diciendo que te quería, retrasado!
Lenin. ¡Entendí otra cosa!
Ernesto. ¿Qué entendiste?
Lenin. ¡Entendí otra cosa! ¡Pensé que era una amenaza!
Ernesto. ¡Sos un idiota, Lenin!
Lenin. ¡Me asusté, Carlos!
Carlos sigue en el piso retorciéndose de dolor.
Ernesto. ¿Cómo que te asustaste?
Lenin. ¡Se me vino arriba y no pensé, Ernesto!
Ernesto. ¡Le quebraste el bracito, Lenin!
Lenin. ¡Y vos lo hiciste vomitar sangre, Ernesto!
Ernesto. ¡Fue sin querer!
Lenin. ¡Lo mío también, carajo! ¡Perdoname, Carlos!
Carlos. Me duele. Me duele.
Ernesto. Buscá algo para atarle el brazo, Lenin.
Lenin. ¿Es fractura expuesta? Porque si es fractura expuesta no
quiero mirar.
Ernesto. Carlos, ¿es fractura expuesta?
Carlos. ¿Qué?
Ernesto. Que si se te ve el hueso, Carlos.
Lenin. A Carlos. No me lo muestres que me impresiona.

~115~
Carlos. A Ernesto. No sé, no me quiero mirar.
Ernesto. Carlos, decime si tenés un puto hueso saliéndote del brazo.
Carlos, tirado en el piso, se mira el brazo.
Carlos. No, no hay hueso.
Ernesto. Confirmado, Lenin. No hay hueso.
Lenin suspira.
Ernesto. Carlos, sostenete el brazo. A Lenin. Traeme una venda, una
cuerda, cualquier cosa.
Lenin busca en las cajas.
Lenin. No hay vendas. Busca. Acá hay una corbata de Garfield, ¿te
sirve?
Ernesto. Lo que sea, Lenin.
Lenin le tira una corbata con dibujos de Garfield a Ernesto.
Ernesto. Carlos, dejame que te ate el brazo.
Carlos. De ninguna manera, Ernesto.
Ernesto. Dame el brazo.
Carlos. Me duele.
Ernesto. Teneme confianza.
Carlos. Yo te tengo confianza.
Ernesto. No te va a doler.
Carlos. ¿Me prometés?
Ernesto. Te prometo.
Lenin. Bueno, no se pongan putos.
Ernesto le ata el brazo a Carlos con la corbata. Carlos está
a punto de llorar.
Ernesto. A Carlos. ¿Te sentís mejor?
Carlos. No.
Lenin. Y no, Ernesto. Es una corbata de Garfield no un frasco de
morfina.
Ernesto. Estoy haciendo lo mejor que puedo.

~116~
Lenin. Todos estamos haciendo lo mejor que podemos.
Carlos. No se peleen. Por favor, no se peleen.
Alguien forcejea la puerta de entrada intentando abrirla. No
puede. Está trancada con los palos de golf. Silencio. Los tres
miran la puerta. Alguien afuera la sigue forcejeando. Gol-
pean. Silencio.
Ernesto. A Lenin. ¿No dijiste que no había nadie?
Lenin. No había nadie. Cuando bajé no había nadie.
Carlos. Son los negros.
Ernesto. Haitianos, Carlos.
Carlos. Lo que sea. Nos van a coger.
Forcejean la puerta. Silencio.
Raúl. Desde afuera. Che, abran. No sean pelotudos. Los estoy
escuchando.
Lenin. ¿Quién es?
Raúl. Desde afuera. Soy yo, Lenin. Raúl.
Lenin. ¿Qué Raúl? No conozco ningún Raúl.
Raúl. Desde afuera. ¿Cómo que no conocés ningún Raúl?
Lenin. No conozco ningún Raúl.
Raúl. Desde afuera. Me conocés a mí, tarado.
Lenin. ¿Y vos quién sos?
Raúl. Desde afuera. Raúl.
Ernesto. ¿Raúl el de la biblioteca?
Raúl. Desde afuera. Ernesto, ¿sos vos?
Ernesto. Sí, soy yo. Y vos sos...
Raúl. Desde afuera. Raúl.
Carlos. Es un zombi, Ernesto.
Ernesto. No, es Raúl.
Carlos. No le creas.
Lenin. No tiene voz de zombi. Habla bien. Modula.

~117~
Carlos. Gritando en dirección a la puerta. A ver, Raúl, hacé como
un zombi.
Raúl. Desde afuera. ¿Qué?
Ernesto. Abrile, Lenin.
Lenin. Abrile vos, ¿qué me viste, cara de Mary Poppins?
Ernesto. ¿Qué tiene que ver Mary Poppins?
Lenin. No sé, ¿no abría puertas?
Raúl. Desde afuera. ¿Me pueden abrir, la puta que los parió?
Ernesto destranca la puerta. Entra Raúl, con su casco azul
sobre la cabeza.
Lenin. Ah, ese Raúl. Ahora sí te saco.
Raúl. ¿Qué mierda están haciendo acá?
Carlos. Tomale el pulso, Ernesto. Si no tiene, es un zombi.
Ernesto. Calmate, Carlos. Raúl no es un zombi.
Raúl. ¿De qué carajo están hablando?
Lenin. ¿Dónde estabas, Raúl? Yo bajé y no había nadie.
Raúl. Afuera, buscando a los camaradas. Acabo de entrar.
Ernesto. ¿Vos estabas con el resto?
Raúl. Al principio sí. Después no.
Carlos. Yo creo que estoy teniendo un shock postraumático,
Raúl.
Lenin. Callate, Carlos.
Carlos canta para sí.
Ernesto. ¿Dónde están los demás, Raúl?
Raúl. No sé. Estábamos jugando al truco.4 De repente sentimos
ruidos, bombas, vidrios rotos. Bertolotti salió gritando
“¡che, no jodan, somos de la onu!”. Me dio hambre. Fui a
buscar unos snacks a la cocina.
Ernesto. ¿Unos snacks?

4- Juego de cartas.

~118~
Raúl. Papitas, maníes, unos quesoros. Cuando volví no había na-
die. Salí a buscarlos. Nada. Me encontré con los rebeldes.
Lenin. ¿Los viste? ¿Cómo son?
Raúl. ¿A qué te referís?
Lenin. ¿A qué se parecen?
Raúl. ¿Cómo “a qué se parecen”, idiota? Son personas.
Lenin. ¿Personas cómo?
Raúl. Personas con caras. Pelo. Dos brazos... la mayoría.
Lenin. ¿Hay pancartas?
Raúl. ¿Pancartas?
Lenin. ¿Reparten volantes?
Raúl. No, no sé. ¿De qué hablás?
Lenin. Trato de identificar perfiles, Raúl. Si hay pancartas y vo-
lantes, piden aumento de sueldo. Si se tapan la cara, son
anarcos. Pero si muestran la cara, tiran piedras y balazos y
no tienen pancartas, salieron a matar. Y a cambiar el mun-
do. Y todo les importa un carajo. Y estamos en el horno.
Ernesto. A Raúl. ¿Te dijeron algo?
Raúl. Hablan en francés. No entendí una mierda. Esto es Améri-
ca Latina, ¿por qué hablan en francés?
Ernesto. El francés es un idioma latino.
Raúl. No seas burro, Ernesto.
Carlos. Si ves que me desmayo no te preocupes, Raúl. Vos seguí
contando.
Lenin. A Raúl. ¿Te lastimaron?
Raúl. No. Pero estaban muy enojados. Haciéndome gestos pro-
pios de una guerra. Yo les ofrecí mis snacks como seña de
respeto. Intenté generar un vínculo afectivo. Yo te ofrezco
mis snacks y vos me dejás vivir.
Ernesto. ¿Les ofreciste snacks, Raúl?
Raúl. No tenía espejitos de colores, ¿qué querías que hiciera?
Ernesto. No tiene sentido.

~119~
Raúl. ¿Si funcionó hace quinientos años, por qué no iba a fun-
cionar ahora, Ernesto?
Lenin. ¿Funcionó?
Raúl. No. Me empezaron a correr. A tirar piedras. Se comieron
los snacks. Me dispararon.
Lenin. Así nos agradecen. Les cuidamos el orto y así nos agrade-
cen. ¿No se dan cuenta que estamos de su lado? Gritando
por la ventana. ¡Somos fuerzas de paz, hijos de puta!
Carlos escucha gritar a Lenin y deja de cantar. Nadie habla.
Silencio.
Ernesto. Hace quinientos años Colón estuvo acá, en Haití. Le puso
otro nombre, pero era acá. Era un 25 de diciembre cuando
una de las naves encalló. La Santa María. La desmontaron
e hicieron un fuerte. Y le pusieron “Fuerte Navidad”. Fue
acá mismo. La primera construcción de los españoles en
América. Colón dejó a un grupo de marineros para que
buscaran oro. Y al año siguiente, en la segunda expedición,
volvió a buscarlos. ¿Y saben qué encontró?
Carlos. ¿Qué encontró, Ernesto?
Ernesto. Nada. El Fuerte había sido quemado y los españoles,
asesinados.
Lenin. ¿A dónde querés llegar?
Ernesto. Que fue acá. La primera rebelión fue acá. La primera re-
belión en América fue acá. Y la primera guerra de inde-
pendencia también, Lenin. En mil ochocientos cuatro.
Toussaint Louverture, Lenin. Y ahora se repite. Como un
círculo, Lenin. Haití es como América Latina, pero en
chiquito. Como un prólogo de lo que va a venir después,
¿entendés?
Silencio.
Lenin. No.
Una piedra lanzada desde afuera rompe el vidrio de una ven-
tana. Los cuatro se cubren. Algunos vidrios rotos quedan en
el suelo.
Raúl. ¡Pero qué susto, la puta madre!

~120~
Lenin. ¿Qué fue?
Ernesto. Tiraron una piedra.
Carlos. ¡Esto no se suponía que iba a pasar en el Caribe! El Caribe
es caipiriña en la playa, ver el atardecer en short de baño
y aplaudir la caída de sol. ¡El Caribe es cocos! ¡Quiero mis
cocos! ¡Mierda! ¡Me duele el brazo!
Lenin. Yendo hacia la ventana. Pasame el megáfono, Ernesto.
Ernesto. Pasándole el megáfono. ¿Qué vas a hacer, Lenin?
Lenin. Voy a aplicar psicología invertida, Ernesto. Les voy a hacer
creer que pensamos como ellos. Que somos hippies. Co-
munistas. Todo eso. Que no somos una amenaza. Y cuan-
do vean que ellos y nosotros somos uno solo, que estamos
en el mismo bando, nos van a dejar en paz.
Raúl. Eso no es psicología invertida.
Lenin. A Raúl. Vos no te hagas el vivo que recién llegaste.
Ernesto. ¿Cómo carajo vas a hacer eso, Lenin?
Lenin. A Raúl. No me estás cayendo bien, Raúl.
Ernesto. Lenin.
Lenin. Cantando canciones de protesta, Ernesto. Toma el megáfo-
no y canta hacia la ventana. “¿Qué culpa tiene el tomate de
estar tranquilo en la mata? ¿Qué culpa tiene el tomate...?”
A los demás. Canten, che. Los otros empiezan a cantar. Por
la ventana. “¿Qué culpa tiene el tomate de estar tranquilo
en la mata, si viene un hijo de puta y lo mete en una lata y
lo manda pa’ Caracas?” A los demás. ¡Más fuerte! Hacia la
ventana. “¡Si viene un hijo de puta y lo mete en una lata y
lo manda pa’ Caracas!” A los demás. ¡Canten, putos! Todos,
cantando muy fuerte. “¿Qué culpa tiene el cobre de estar
tranquilo en la mina? ¿Qué culpa tiene el cobre de estar
tranquilo en la mina, si viene un yanqui ladrón y lo mete
en un vagón y lo manda a Nueva York? ¡Si viene un yanqui
ladrón y lo mete en un vagón y lo manda a Nueva York!”
Pausa. Hacia afuera. ¿Y? ¿Estamos juntos o qué?
Le llueven cuatro o cinco pedradas más que rompen otros tan-
tos vidrios de la habitación.

~121~
Lenin. Cubriéndose. ¡Pero qué manga de hijos de puta! Gritando
por la ventana. ¡Soy uruguayo! ¡Soy neutral, mierda!
Carlos. No entiendo. ¿Qué carajo tiene que ver Caracas con todo
esto?
Raúl. Señalando la muñeca inflable. ¿Eso es una muñeca inflable?
¿Qué mierda estaban haciendo acá arriba?
Lenin. ¿Qué hago, pruebo con “Gallo rojo, gallo negro”?
Ernesto. Lenin.
Lenin. Toma el megáfono y canta. “A desalambrar, a desalambrar.5 Que
la tierra es mía, tuya y de aquel. De Pedro y María, de / ”
Ernesto. Interrumpiendo. ¡Pará, Lenin! No seas enfermo.
Pausa. Silencio prolongado. Los cuatro están exhaustos, de-
rrotados.
Raúl. Nos van a matar. No hay vuelta. Sólo somos cuatro y esta
gente sobrevivió el Apartheid, ¿se dan cuenta?
Silencio.
Carlos. Vos sos racista, ¿no, Raúl?
Ernesto. Raúl, decir que esta gente sobrevivió el Apartheid es como
decir que mi gente llegó a la Luna. Y mi gente no llegó a la
Luna.
Carlos. Nadie llegó a la Luna.
Lenin. A Ernesto. ¿Quién es tu gente?
Ernesto. Mi familia, mis amigos. No sé, mi barrio. ¿Por qué
preguntás?
Carlos. Lo de la Luna fue un montaje. Falso. Me duele el brazo.
Lenin. ¿Qué barrio?
Ernesto. La Comercial.6
Lenin. Ah.
Ernesto. ¿Por?
Lenin. No, nada. Quería saber.
5- “A desalambrar”, del cantautor uruguayo Daniel Viglietti.
6- Barrio montevideano cercano al centro de la ciudad.

~122~
Carlos. Creo que tengo una embolia.
Ernesto. La gente de ahí afuera no es distinta a nuestra gente, Raúl.
Ellos son más mi gente que un noruego, por ejemplo.
Lenin. Hay agua de por medio, Ernesto. Si hay agua de por medio
sos distinto. Noruega, Haití o Alaska, da lo mismo.
Raúl. Alaska no tiene agua de por medio.
Lenin. ¿Eh?
Raúl. Que Alaska no está separada por el mar.
Lenin. Entonces los que viven en Alaska son más mi gente que los
haitianos. A Alaska se puede ir caminando. A Haití, no.
Pausa. ¿Cómo son los que viven en Alaska? ¿Alaskacianos?
¿Alaskaenses?
Carlos. Alaskos.
Lenin. Alaskos.
Raúl. ¿Te irías caminando a Alaska?
Lenin. Es un decir.
Carlos. Qué mierda vivir en Alaska, ¿no?
Lenin. Es mejor que Haití.
Ernesto. ¿Estuviste en Alaska?
Lenin. No. ¿Y vos?
Ernesto. No.
Lenin. ¿Entonces?
Ernesto. ¿Entonces qué?
Lenin. No sé, me perdí.
Ernesto. No importa que no se pueda llegar caminando. Haití es
más como nosotros que Alaska. Definitivamente.
Lenin. ¿Como nosotros quiénes? ¿Como vos?
Carlos. ¿Vos sos bolchevique, Ernesto?
Ernesto. Nos es ideológico, es cultural.
Lenin. ¿Cultural? ¿Qué, del río Bravo para abajo usamos todos
ponchos de colores? ¿Es eso?

~123~
Ernesto. No, estúpido. Hay una historia.
Lenin. La historia no te hace amigo de los extranjeros, Ernesto.
Ernesto. Señalado hacia afuera. En algún punto siento que los
quiero. Como se quiere a un primo segundo que no se ve
demasiado.
Lenin. Síndrome de Estocolmo. Eso es lo que tenés.
Raúl. Ellos se comieron mis snacks, Ernesto.
Ernesto. Me cago en tus snacks, Raúl.
Raúl. ¡Tengo hambre, Ernesto!
Ernesto. Te aguantás.
Raúl. Recuerden. El Apartheid.
Lenin. A Raúl. ¿Qué tienen que ver tus snacks con el Apartheid?
Raúl. No sé.
Carlos. Vos tenés sida, Lenin.
Raúl. Estamos hablando de comida, Carlos. No seas asqueroso.
Ernesto. Los snacks no son comida, Raúl.
Carlos. ¿Por qué carajo dicen snacks? ¿No es mejor papas fritas o
Chizitos? ¿Qué eran, Raúl, papas fritas o Chizitos?
Raúl. No me acuerdo. Creo que maníes.
Lenin. ¿Comés maníes con este calor?
Raúl. Dejen de hablar de comida.
Lenin. Vos sacaste el tema.
Raúl. Me da más hambre.
Carlos. Creo que tengo gases.
Lenin. Vos no podés tener el brazo quebrado, Carlos.
Carlos. No. Capaz que es un esguince.
Raúl. No voy a poder resistir mucho más.
Ernesto. Lenin, agarrá el diccionario.
Lenin. ¿Para qué?

~124~
Ernesto. Traducime.
Lenin recoge el diccionario, que ha quedado en algún rincón.
Ernesto toma el megáfono y va hacia la ventana.
Ernesto. Gritando por la ventana. ¡Hola!
Lenin. ¿Busco ola?
Ernesto. Sí.
Lenin. Buscando en el diccionario. Esperá, esperá.
Ernesto. Dale, Lenin. Me están mirando.
Lenin. Leyendo. Acá está: “vague”.
Ernesto. ¿Estás seguro?
Lenin. Es lo que dice acá.
Ernesto. Por la ventana. ¡Vague!
Raúl. “Vague” es ola.
Lenin. Fue lo que dije.
Raúl. Pero ola de mar, imbécil.
Lenin. ¿Eh?
Ernesto. “Hola” lleva hache, Lenin.
Lenin. No, no lleva.
Ernesto. Sí. Lleva.
Raúl. Lleva.
Lenin. Vos te callás, Raúl.
Ernesto. ¿Me hiciste decirles “ola”?
Lenin. ¡Fue lo que me dijiste!
Ernesto. ¡Pero “hola” de saludo, no “ola” de bañarse, idiota!
Carlos. ¿A quién le gustaría ir a darse un chapuzón a la playa?
Lenin. Sin escuchar a Carlos. Bueno, esperá. Buscando la palabra
en el diccionario. “Homosexual”... “Homónimo”... “Hom-
bre”... “Holocausto”... “Holanda”... Acá está, “hola”. Pau-
sa. “Salut”.
Silencio.

~125~
Ernesto. ¿“Salut”? Me estás cagando.
Lenin. No. Acá dice. “Salut”.
Carlos. Sonriendo. “Salut”. Qué idiotas.
Ernesto. Por la ventana. ¡Salut!
Raúl. La te final no se pronuncia.
Ernesto. ¿Qué? ¿Se dice salú?
Raúl asiente con la cabeza.
Ernesto. Por la ventana. ¡Salú! ¡Salú, valientes haitianos! A Lenin.
Buscá valiente.
Raúl. Valiente va con ve corta, Lenin.
Lenin. Ya sé, Raúl. Pausa. A Raúl, haciendo la ve corta con los de-
dos. La ve corta es la de las patitas, ¿no?
Raúl. Sí, es la de las patitas.
Ernesto. Dale, Lenin. Buscá la puta palabra.
Lenin. Buscando. “Vampiresa”... “Valija”... Acá, “valiente”. “Brave”.
Ernesto. Por la ventana. ¡Salú, braves haitians!
Lenin. ¿Haitians? ¿Cómo sabés que se dice haitians?
Ernesto. Se entiende por contexto, Lenin.
Lenin. Ah.
Carlos. Para sí, sonriendo. “Salut”. Qué idiotas.
Ernesto. Buscá “hermanos latinoamericanos”, Lenin.
Lenin. Me estás matando, Ernesto.
Raúl. Buscando entre las cajas. ¿Alguien vio un libro que dejé
acá?
Carlos. ¿Qué estás leyendo, Raúl?
Raúl. Clásicos.
Lenin. Acá está. “Hermano”, “frère”.
Ernesto. Pronunciándolo mal. ¿Frère?
Lenin sigue buscando en el diccionario.

~126~
Raúl. A Ernesto. La erre suena distinto. Como si estuvieras ha-
ciendo una gárgara. Le muestra el sonido de la erre francesa.
Carlos. Tierno. Ah, como un gatito.
Carlos, Raúl y Ernesto tratan de hacer la erre como si estu-
vieran haciendo gárgaras. Raúl los corrige sin hablar, siempre
haciendo gárgaras. Carlos y Ernesto tratan de hacerlo bien,
siempre sin dejar de hacer gárgaras. Raúl hace “no” con la
cabeza y sigue haciendo gárgaras. Ernesto y Carlos tratan
de imitarlo.
Raúl. A Ernesto. A ver, probá ahora. Frère.
Ernesto intenta decir “frère” correctamente. No puede.
Ernesto. No me sale. Es una mierda. No puedo.
Lenin. Leyendo el diccionario. “Latinoamericano” se dice “latino-
américain”.
Ernesto. Por la ventana, como puede. ¡Braves haitians, frères latino-
américains!
Carlos. Suena feo, Ernesto. Es francés, tiene que sonar lindo.
Ernesto. Se aleja de la ventana. Es un puto trabalenguas. No pue-
do.
Lenin. Si fueran tus hermanos te entenderían, Ernesto. Pero no lo
son, así que no jodas.
Ernesto. Siguen siendo latinoamericanos, Lenin.
Lenin. Ser latinoamericano es un eslogan para vender discos de
salsa, Ernesto. No me rompas las pelotas.
Carlos. A Raúl. ¿Qué clásicos estás leyendo vos, Raúl?
Ernesto. No es por la salsa, Lenin.
Raúl. Kant, Marx, Nietzsche.
Ernesto. Hay una historia de explotación compartida, una raíz lin-
güística y... Se interrumpe. Pausa. Reacciona. A Raúl. ¿Vos
estás leyendo a Marx?
Raúl. Sí, ¿por?
Lenin. Raúl, no podés leer a Marx.

~127~
Carlos. Si te hace feliz, hacelo, Raúl.
Lenin. Callate, Carlos.
Carlos. A mí todavía me duele el brazo.
Ernesto. Raúl, ¿esos libros vos los tenés en la biblioteca?
Raúl. Algunos sí, otros no.
Ernesto. ¿Otros no?
Raúl. Algunos me aburrían y los doné.
Lenin. ¿A quién se los donaste, Raúl?
Raúl. A los civiles, ¿a quién se los voy a donar?
Ernesto. ¿Qué libros donaste, Raúl?
Raúl. No sé. La Genealogía de la moral, de Nietzsche. El capital,
de Marx. El programa militar de la revolución proletaria, de
Lenin.
Carlos. Mirá, Lenin, se llama como vos.
Ernesto. ¿Qué más, Raúl?
Raúl. El papel del trabajo en la transformación del mono en hom-
bre, de Engels. Algunas copias del Manifiesto Comunista,
que traje varias.
Lenin. ¿Trajiste varias? ¿Cómo que trajiste varias, retrasado?
Raúl. Bueno, no me griten. Antes de salir para acá me alcanzaron
una caja con libros para donar. Y no la revisé.
Ernesto. ¿Te alcanzaron?
Lenin. ¿Quién te alcanzó esos libros, Raúl?
Raúl. No sé. Unos tipos. Me dijeron que eran estudiantes. De
facultad. Que querían hacer una donación de libros. Y me
pareció bien. Los libros son buenos.
Carlos. A mí me gustan los libros.
Lenin. Los libros son peligrosos, Raúl. Por eso existe el fuego.
Ernesto. El fuego existe antes que los libros, Lenin.
Lenin. ¡Y nos vino bien para quemar boludeces, Ernesto!
Carlos. ¿Esto quiere decir que lo de afuera es culpa nuestra?

~128~
Ernesto. Son haitianos, no estúpidos, Carlos. Conocen a Marx des-
de antes de que llegáramos acá. Viajamos a Haití no al
paleolítico, gente.
Lenin. Es culpa nuestra. Les abrimos las puertas del marxismo le-
ninismo. Transformamos esta isla en un criadero de rojos.
Literatura de guerrilla les dimos. Carne cruda a los caníba-
les. Negros, zombis, brujos y encima bolches. ¡Me cago en
Haití! ¡Y odio el Caribe! ¿Raúl, te das cuenta de que ahora
estos tipos van a armar balsas para irse a Cuba? Exponién-
dose a los tiburones para escapar del Capitalismo. Balseros
a contracorriente. Para crear el barrio haitiano de La Ha-
bana. Ahí tenés, Cuba, Haití y Nicaragua: el triángulo de
las Bermudas de la subversión armada. Pausa. Gritando.
¡Mierda!
Carlos. ¿Lenin, vos te diste cuenta de que te llamás Lenin?
Lenin. Carlos, te callás o te arranco los dientes.
Ernesto. ¿Cuántos libros donaste, Raúl?
Lenin. No le digas donación, eso es proselitismo. Pedagogía para
ácratas. Un manual para revolucionarios neófitos. ¿Y qué
más les regalaste, Raúl? ¿Una guía para construir armas case-
ras? ¿“Haga su bomba molotov en cinco pasos sencillos”?
Raúl. No sé cuántos. No muchos. Algunos me parecieron intere-
santes, y di algunas clases.
Silencio.
Lenin. ¿Cómo?
Carlos. Vos no hablás francés, Raúl.
Ernesto. ¿Clases sobre qué?
Raúl. Sobre Hegel.
Ernesto. ¿Hegel?
Carlos. ¿Por qué no nos das una clase sobre Hegel, Raúl?
Ernesto. ¿Hegel?
Raúl. Había gente que traducía. Con eso, y algunos dibujitos,
nos fuimos entendiendo.

~129~
Ernesto. ¿Qué libro de Hegel, Raúl?
Raúl. La Fenomenología del espíritu.
Carlos. El título es prometedor, Raúl.
Ernesto. ¿Les hablaste de la Fenomenología del espíritu?
Raúl. Algunas cosas. “La dialéctica del amo y el esclavo”, y poco
más.
Silencio.
Lenin. A Raúl. Sos un imbécil.
Ernesto. ¿Lenin, vos leíste a Hegel?
Lenin. No, pero ese título destila socialismo, Ernesto. “La dialéc-
tica del amo y el esclavo”. Lo escuchás y te vienen ganas de
prender fuego algo inmediatamente. Es una invitación a
vivir en comuna. A dejar de bañarse. Y a plantar berenjenas
en el jardín del fondo, Ernesto. A mí no me engañan.
Raúl. Hegel no habla sobre eso.
Carlos. ¿Y de qué habla, Raúl?
Lenin. De una manga de hippies del orto alimentándose a base de
comida macrobiótica, de eso habla. ¡Me cago en la revolu-
ción!
Raúl. Esperá. Recoge la pizarra de escuela que quedó tirada por ahí
y la recuesta contra algún rincón. La idea de Hegel es bastan-
te sólida.
Lenin. Señalando su entrepierna. Ésta es sólida.
Ernesto. No seas básico, Lenin. Estamos intentando hablar de He-
gel acá.
Raúl. Recogiendo algunos marcadores para pizarra. Es algo así. Es-
cuchen. Escribe “Hegel” en la pizarra. Para Hegel al princi-
pio está el sujeto. Dibuja un sujeto en la pizarra. Un dibujo
infantil, un fosforito con brazos y piernas. Solo. Aislado. Y
ese sujeto sale de sí para ir al mundo de los objetos mo-
vido por el deseo. Dibuja un objeto, como por ejemplo una
manzana, y la une al sujeto a través de una flecha sobre la
cual escribe la palabra “Deseo”. Se encuentra con un objeto,
y lo incorpora, es decir, lo anula. Tiene hambre y come,

~130~
integra el alimento. Pero de repente se encuentra, no con
un objeto, sino con otro sujeto. Borra la manzana y dibuja
otro sujeto, del que sale un globito que dice “¡Hola!”. Y quiere
ser reconocido por ese nuevo sujeto, quiere ser reconoci-
do como sujeto independiente. ¿Cómo?, anulando al otro,
peleando. Del primer sujeto sale un globito que dice “Grrrr”.
Es una lucha a muerte por el reconocimiento de la propia
existencia. Ser o morir. Y no estamos hablando de un deli-
rio persecutorio, ¿me siguen? Esto es real.
Carlos. ¿Hegel dice todo eso?
Raúl. Ponele que sí, Carlos. Hegel es difícil. Pausa. Les señala el
piso delante de la pizarra. Se pueden sentar. Los tres se sientan
en el piso. Vuelve a la pizarra. La esencia de la naturaleza hu-
mana se construye a partir de esa lucha. ¿Qué es lo que nos
diferencia de los animales? Dibuja un animal con cuatro pa-
tas, algo irreconocible. Que los animales tratan de sobrevivir.
Siempre. Huyen de la muerte. El hombre, en cambio, es el
único animal estúpido que pelea aun a costa de perder la
propia vida. No le importa. Deja todo en esa lucha, como
un imbécil, como si la vida no valiera nada. Mientras dibuja
“Te voy a matar y no me importa”. Es un “te voy a matar y no
me importa”. Y si no gano es lo mismo que estar muerto, es
la nada, plim. ¿Cuándo termina toda esta debacle? Cuando
uno de los dos sujetos se rinde, se acobarda, se caga. Quiere
conservar la vida, ergo, se comporta como un puto animal.
Borra el globito del segundo sujeto y escribe otro que dice “Me
rindo, che”. “Me rindo, che”. Vuelve al primer dibujo. El
vencedor, esa especie de maníaco depresivo con pulsiones
asesinas, se erige como amo, venció su instinto de conser-
vación y está pronto para seguir pisoteando gente como un
matón de boliche, con sus amigotes, todos juntos como
una manga de dementes paranoicos a los que la vida les
chupa un huevo, y no tienen ningún problema en cagarte a
patadas a la primera de cambio, abandonados a la orgía de
los placeres, mientras el esclavo mantiene el contacto con el
mundo a través de su trabajo. Dibuja una hoz en una de las
manos del segundo sujeto y un martillo en la otra. Mientras
uno trabaja, el otro se echa a descansar. Del primer globito
sale “Zzzzzzzz”. Esto se pone lindo cuando la fuerza bruta

~131~
es sustituida por el capital. Dibuja un signo de pesos en el
primer sujeto, una galera en su cabeza, un cigarro en la boca y
un bastón en su mano. Porque el capital no es otra cosa que
un patovica metafórico que les cuida el culo a los ricos que
se volvieron flojitos y no tienen el valor ni para empujar a
una viejita en la vía pública porque camina lento. Y ya está
el plato servido para que el hijo de puta de Marx venga
a hablar de proletarios y burgueses. Escribe “Marx” en la
pizarra, junto a “Hegel”. De “Marx” sale una flecha hacia
el amo, que inmediatamente es tachado con una cruz. Escla-
vos a lo largo de la historia, esperando el momento justo
para despertarse y superar esta oposición dialéctica y con-
vertirse en amos de su propio destino a través de la lucha
armada como único camino, como quería Lenin. Escribe
“Lenin” al lado de “Marx”. Sin sentir piedad de nadie ni
compasión ante ninguno, sin sentir misericordia, que no es
otra cosa que un invento católico para juntar a una familia
que se odia y comer frutas secas en invierno. Y ellos, estos
haitianos pisoteados durante siglos, el basural del último
restaurante de comida rápida en el suburbio más alejado
del mercado mundial, se ven de pronto matando gente y
se preguntan, “¿compasión?, ¿por quién?, no, la compasión
es un sentimiento inútil, es una enfermedad, es la estrate-
gia de los débiles montando el espectáculo del infortunio”.
Porque ahora se dio vuelta la tortilla y somos nosotros los
débiles. Y lloramos y pedimos de rodillas por favor que no
nos maten. Pero ellos saben que todo eso no es más que una
actuación, puro teatro, una performance maldita dirigida a
su corazón como una tarjeta de Navidad con perritos para-
pléjicos. Un golpe bajo de la sensiblería cristiana. Y no, no
nos tienen lástima ni compasión. Eso nos gustaría a noso-
tros. Pero ellos quieren venganza. Para ellos la compasión
es una especie de trastorno con manifestaciones hipocon-
dríacas y nada más, y no están dispuestos a sufrirlo. Y esto
no lo digo yo, lo dice Nietzsche. Escribe “Nietzsche” al lado
de “Marx”, “Lenin” y “Hegel”. Los señala. Y acá los tienen.
Hegel, Marx, Lenin y Nietzsche, los Cuatro Fantásticos de
la subversión política y moral. Señalando hacia afuera. Y el
resultado está ahí. La guerra, la revuelta sediciosa, la justicia
social. Y nuestra muerte.

~132~
Silencio prolongado.
Lenin. Bueno, hay que reconocer que el razonamiento es convin-
cente.
Ernesto. Y vos decís que hablaste de esto con los civiles.
Raúl. ¿Estuve mal, Ernesto?
Lenin. Me hiciste pensar, Raúl.
La luz se apaga en el escenario. Quedan a oscuras. Apenas un
resplandor en alguna de las ventanas.
Carlos. ¿Qué pasó? ¿Qué es?
Ernesto. Un apagón.
Raúl. Cortaron la luz.
Carlos. ¿Van a entrar? No me quiero morir.
Lenin. Che, Raúl, ¿y cómo se acumula el capital?
Ernesto. Lenin, ayudá a buscar linternas. En las cajas tiene que ha-
ber algo.
Los cuatro se ponen a buscar linternas en las cajas.
Carlos. Hay olor a zombi, Ernesto.
Raúl. Bueno, Lenin, al principio alguien le puso un cerco a un
pedazo de tierra y dijo “esto es mío”.
Ernesto. Puta, creo que me mordió algo.
Carlos. ¿Un zombi?
Ernesto. No, Carlos. En la caja, no sé. Una cosa. Tenía pelos.
Raúl. Y después agregó un cartel prohibitivo: “no entre”, “se rue-
ga no pisar el césped”, “cuidado con el perro”, o algo así.
¿Me seguís, Lenin?
Ernesto. Toqué pelos, Carlos. La puta madre.
Carlos. Uy, qué impresión.
Raúl. Y el tipo del cerco va y tiene hijos, y deja todo en herencia,
¿entendés?
Ernesto. ¿Qué mierda hay en estas cajas?
Lenin. ¿Y qué más, Raúl?

~133~
Carlos. Yo toqué algo pegajoso, Ernesto. O lo que te mordió a vos,
me lamió la mano.
Raúl. Y ta, no mucho más, Lenin. Lo vi, lo tomé y se lo dejé a mi
hijo. Listo.
Carlos encuentra una linterna de cotillón, una especie de ca-
labaza de Halloween con luz adentro, algo ridículo.
Carlos. Prendiendo la linterna. Miren, acá encontré.
Raúl. Señalando la linterna. ¿Qué mierda es eso?
Carlos. ¿Qué sé yo? ¿Se festeja Halloween en Haití?
Ernesto. Sacando otra linterna de una caja, algo extraño, un tubo de
plástico fluorescente como el de “La Guerra de las Galaxias”.
Acá hay otra. ¿Che, quién mierda trajo estas porquerías?
Raúl. Moviendo unas cajas. Yo vi una caja de herramientas por
acá.
Raúl se pone a buscar entre las cajas.
Carlos. Tengo miedo, Ernesto. ¿Me abrazás?
Ernesto. No.
Carlos. Yo tengo síndrome de colon irritable.
Ernesto. ¿Eh?
Carlos. Nada, lo quería compartir.
Ernesto va hacia la ventana y se queda parado, mirando ha-
cia afuera.
Lenin. ¿Cómo está tu brazo, Carlos?
Carlos. Bien, creo que fue sólo una torcedura.
Lenin. Gritaste mucho.
Carlos. Sí, me puse nervioso.
Raúl. Quieto, tras mover una caja. ¿Puede ser que haya mapaches
en Haití?
Ernesto. Sin dejar de mirar hacia afuera. ¿De qué hablás, Raúl?
Raúl. Me parece que vi un mapache. No sé, ahora lo perdí. Está
oscuro.

~134~
Lenin. No hay mapaches en Haití, Raúl.
Raúl. Yo vi un mapache. Te juro que vi un mapache. Si no hay
mapaches en Haití, alguien trajo un mapache en las cajas
de ayuda humanitaria.
Carlos. Pobre mapache.
Ernesto. ¿Cómo sabés que era un mapache, Raúl?
Raúl. Tenía la marca alrededor de los ojos. Esas que tienen los
mapaches.
Carlos. ¿Ojeras?
Raúl. Sí, algo así.
Lenin. Los mapaches no tienen ojeras.
Raúl. Tienen sí.
Lenin. No tienen.
Carlos. Tienen sí, Lenin.
Lenin. ¿Todo? ¿Tenemos que discutir por todo? Así no aguanto
más.
Raúl. Abriendo una de las cajas. Acá está.
Carlos. Mirá, Lenin, Raúl encontró el mapache.
Raúl. El mapache no, Carlos. La caja de las herramientas. Saca
una linterna de las que se ponen en la cabeza, sobre la frente.
Tenía la linterna ahí. Se pone la linterna.
Ernesto. Mirando hacia afuera. Se ven las estrellas.
Los otros tres van hacia la ventana.
Carlos. Un mapache es como una rata, ¿no?
Lenin. Sí, Carlos. Como una rata.
Carlos. Pero más simpática.
Lenin. Sí, más simpática.
Carlos. ¿Lenin, vos sabías que yo me tengo que dar la vacuna anti-
tetánica todavía?
Lenin. No.
Carlos. Ahora sabés.

~135~
Silencio. Los cuatro miran hacia afuera.
Raúl. Es precioso. Afuera.
Silencio prolongado.
Ernesto. Apaguen las linternas.
Los cuatro apagan las linternas. Todo queda oscuro. Apenas
un resplandor. Silencio. La oscuridad se mantiene durante
toda la escena que sigue.
Lenin. Cuántas estrellas.
Carlos. ¡Miren! ¡Allá está la Cruz del Sur!
Ernesto. Tierno. No, Carlos. No.
Silencio.
Raúl. Ey, miren. Se fueron. Los negros. Estaban ahí afuera y aho-
ra no están. Miren abajo, no hay nadie.
Lenin. Tenés razón, Raúl.
Carlos. ¿A dónde se fueron?
Ernesto. Allá están. Abajo en la calle. ¿Ven una masa de gente que
va como hacia la playa?
Raúl. No va “como hacia la playa”. Va hacia la playa.
Carlos. ¿Se van a dar un chapuzón?
Lenin. Están llevando algo. En un carrito.
Carlos. ¡Y tienen un carrito!
Raúl. Es... un cañón.
Ernesto. Es un cañón viejo. Muy viejo.
Carlos. ¡Miren un crucero! ¡Allá en el puerto!
Lenin. Es cierto. Es un crucero. Un crucero de lujo.
Raúl. ¿Qué mierda hace un crucero de lujo acá?
Carlos. Deben estar paseando. Es el Caribe, ¿no?
Lenin. ¿Qué dice ahí al costado? Tiene el nombre dibujado.
¿Cómo se llama? Marie... Marie algo.
Ernesto. Marie... Antoinette.

~136~
Raúl. ¿Le pusieron María Antonieta al barco? Qué conchudos.
Ernesto. Y viene de... ¿Miami? ¿Dice Miami ahí?
Raúl. Tiene bandera yanqui.
Lenin. ¿Pero no se dan cuenta de que las banderas yanquis atraen
hordas de sediciosos con antorchas? A Ernesto. Es como
desnudarme y pretender que tu vieja no se me suba a la
punta de la garcha y me haga así con la lengua para /
Ernesto. Interrumpiendo. Basta, Lenin.
Raúl. Se están desviando. No van a la playa, van al puerto.
Ernesto. ¿Están llevando el cañón?
Carlos. ¿Para qué llevan un cañón al puerto?
Silencio.
Raúl. ¿Estoy viendo bien? ¿Eso es un cañón de la época de la
conquista?
Lenin. ¿Un cañón español?
Raúl. Español, francés. De Europa era.
Lenin. ¿Y funciona?
Carlos. ¿Los del crucero no se enteraron que acá está la revolu-
ción? Hay que avisarles. Gritando por la ventana. ¡Acá está
la revolución!
Ernesto. Pará, Carlos. Me gritaste en la oreja.
Carlos. Perdón, Ernesto.
Raúl. ¿Vienen a pasear al país más pobre de América? No me jo-
das, son morbosos. Eso es morbo. Gritando por la ventana.
¡Morbo!
Lenin. Parar en Haití para refregarles un crucero de lujo por la cara
a estos muertos de hambre. Obscenidad es lo que tienen.
Raúl. Eso. Gritando por la ventana. ¡Obscenidad!
Lenin. Gritando. ¡Obscenos! A los demás. Primero el cólera, y aho-
ra exhibicionistas con plata. Estos negros están meados por
los dinosaurios.
Ernesto. Están cargando el cañón.

~137~
Lenin. ¿Ese cañón anda?
Raúl. ¿Qué le están poniendo?
Lenin. ¿Pelotas de fútbol?
Ernesto. No pueden ser pelotas de fútbol.
Carlos. Los van a bombardear. Van a bombardear el crucero con un
cañón de la conquista. Correte, Lenin. Deciles que se den la
vuelta. Gritando por la ventana. ¡Que se den la vuelta!
Ernesto. ¡Pará de gritarme en el oído, Carlos, la puta que te parió!
Lenin. No hay que decirles nada. Que se los coman, por hijos de
puta. Venir a babosear a esta gente así en la cara. Gritan-
do por la ventana. ¡Esta gente es pobre y tiene sida! ¡sida!
¡Obscenos!
Raúl. Eso. Gritando por la ventana. ¡Exhibicionistas!
Lenin. Gritando por la ventana. ¡Lean a Hegel, mierda!
Ernesto. Van a hundir el María Antonieta.
Lenin. Que lo hundan.
Carlos. Por la ventana. ¡Muéranse, burgueses!
Ernesto. ¡Salime de arriba, Carlos, la concha de tu madre!
Carlos. Perdón, me emocioné, Ernesto.
Lenin. ¡Miren, van a disparar!
Silencio.
Raúl. No, se les trancó.
Ernesto. Bueno, ese cañón tiene cuatrocientos años. Lo acaban de
sacar del museo. Ya es mucho que lo hayan /
Una detonación de cañón interrumpe las palabras de Ernes-
to.Silencio.
Lenin. No, no eran pelotas de fútbol.
Carlos. Hicieron mierda el barco.
Raúl. Le dejaron un agujero justo al lado del nombre. Qué
simbólico.
Carlos. ¿No tendríamos que ir a ayudar?

~138~
Ernesto. ¿A los haitianos o a los del crucero?
Silencio.
Carlos. No sé.
Lenin. Se está hundiendo.
Raúl. ¿Cuántos son?
Ernesto. ¿Quiénes?
Raúl. Los que están en el barco.
Lenin. No sé. ¿Quinientos?
Carlos. Nunca vi morir a tanta gente junta.
Suena otro estruendo de cañón. Silencio.
Carlos. No. Nunca.
Silencio.
Ernesto. ¿Saben que en Miami también hay haitianos?
Carlos. ¿La gente se está muriendo y vos hablás de Miami, Ernesto?
Ernesto. No estoy hablando de Miami, estoy hablando del sistema.
Lenin. ¿Miami es el sistema?
Raúl. Se están tirando del barco.
Ernesto. Todo es el sistema.
Raúl. El crucero se está hundiendo como el Titanic. Quinientos
ricos menos en el mundo. Los isleños festejan.
Ernesto. Los flujos migratorios, las leyes del mercado. ¿Qué mierda
hacen los haitianos en Miami? ¿Qué mierda hace alguien
hablando creole en Miami?
Carlos. Ernesto, ¿vos sos anarquista?
Silencio.
Ernesto. Miami y Haití no deben haber sido muy distintos en mil
cuatrocientos noventa y dos. Palmeras, tierra, pasto. Y aho-
ra, no. No es lo mismo. Y pienso, ¿qué carajo pasó en el
medio? ¿Nunca se preguntaron eso?
Suena otro estruendo de cañón.

~139~
Raúl. Prendiendo su linterna. Ernesto, yo no conozco Miami.
Carlos. Prendiendo su linterna. Y yo no sé de qué mierda estás ha-
blando cuando decís creole, Ernesto.
Lenin. Mirando por la ventana. El María Antonieta ya no existe. Se
lo tragó el mar.
Ernesto. Prendiendo su linterna. Para que exista Miami tiene que
existir Puerto Príncipe. Para que un país sea lindo otro tie-
ne que ser una mierda. Y mejor si es una isla, porque queda
lejos. Todas las islas quedan lejos. Y mejor todavía si ni
siquiera es una isla entera, es un pedazo de isla. Y mucho
mejor si en ese pedazo de isla se habla un idioma distinto
al de los países que están cerca. Haití es el epicentro de
los cagados por la vida. Es la Nueva York de los pobres,
¿entienden? Esto no es una rebelión. Es el sistema que se
nos cae encima. Para empezar de cero. Como en una tierra
utópica. Esto es América. Y en América puede pasar todo.
Empieza con una grieta, y termina en cráter. Como el del
meteorito que extinguió a los dinosaurios. ¡Y que cayó en
el Caribe! ¡América extinguió a los dinosaurios!, ¡¿no va a
poder extinguir el Capitalismo?!
Se escucha otro estruendo de cañón.
Ernesto. ¿Y ahora a qué mierda le están tirando si ya hundieron el
puto barco?
Silencio.
Raúl. Mirando por la ventana. A nosotros, Ernesto.
Lenin. Mirando por la ventana. Vienen para acá. Están acercando
el cañón.
Carlos. No puede ser.
Lenin. Ellos no saben que nosotros sabemos que ellos tienen razón.
Carlos. Pero estuvimos gritando por ellos. ¡Nos hicimos amigos!
Raúl. Es por la luz. Apáguenlas. ¡Apaguen las linternas!
Ernesto. No seas pelotudo, Raúl. Hace una hora que les estamos
gritando boludeces. Ya saben que estamos acá.
Lenin. Señalando un casco azul. Hay que pintar los cascos de rojo.
Y dibujarles una estrella en la frente, como la del Che. O

~140~
una hoz y un martillo. O dejarnos de joder y tirarles aceite
hirviendo por la cabeza. ¡Algo, mierda!
Ernesto. Pensé que te habían empezado a caer bien, Lenin.
Lenin. Que los conchudos del crucero me caigan mal no significa
que estos negros de mierda sean mis amigos. Nadie que
te quiera meter un palo en el culo y hacerte zombi es un
amigo, Ernesto.
La linterna de Carlos deja de funcionar.
Carlos. ¡Se me apagó la linterna! ¡La puta madre! Se tapa los oídos y
empieza a cantar “Navidad” de José Luis Perales.
Raúl. Mirando por la ventana. Casi están acá.
Lenin. Mirando por la ventana. Están cargando el cañón. Gritando
hacia afuera. ¡No es necesario que nos maten! ¡Nosotros ya
entendimos!
Raúl. Mirando por la ventana. ¡Nos están apuntando!
Carlos canta más fuerte, con los oídos tapados y cerrando los ojos.
Lenin. ¡Al suelo! ¡Al suelo!
Los cuatro se tiran al suelo, con las manos cubriéndose la cabe-
za esperando el impacto. Se escucha un estruendo. Carlos deja
de cantar. Silencio. Nada.
Carlos. ¿Estamos muertos?
Ernesto. No, Carlos.
Raúl. ¿Le erraron?
Lenin. Se acerca a la ventana y mira hacia el techo del edificio. Cayó
arriba. En el techo. Sigue mirando hacia el techo de la base.
¡Ey, ahí están! ¡Los demás! ¡Están ahí en el techo!
Raúl. ¿Quiénes, Lenin?
Lenin. Sigue mirando hacia arriba. ¡Los nuestros! La Compañía de
Fusileros Mecanizada, la Compañía de Apoyo al Combate,
la de Apoyo Logístico, la Compañía de Fusileros Motori-
zada. ¡Están ahí! Todos con los casquitos azules. ¡Uruguay,
nomá!
Ernesto. Esto no es fútbol, Lenin. Es la guerra.

~141~
Lenin. Mirando hacia el techo. ¡Nos están saludando! Grita hacia el
techo. ¿Qué hacen ahí, hijos de puta?
Carlos. ¿Qué dicen?
Lenin. No escucho una mierda. Hacia el techo. ¡Que no escucho
una mierda! ¡Tiren una cuerda, putos!
Carlos. ¿Nos salvamos? ¿Nos volvemos a Montevideo?
Ernesto. Nos mudamos al techo, Carlos.
Raúl. No le digas techo, decile superestructura. Así nos vamos
acostumbrando al lenguaje marxista.
Lenin. Mirando hacia abajo. Los negros nos siguen apuntando.
Van a disparar de nuevo. Hacia el techo, intentando escu-
char. ¿Eh? ¿Un helicóptero? Hacia los demás. Creo que tie-
nen un helicóptero.
Carlos. ¿Un helicóptero?
Lenin. Sí. Haciendo un gesto extraño con los brazos. Hacen así con
los brazos. Creo que es un helicóptero.
Carlos. Sí, es un helicóptero o un ataque de epilepsia, Lenin. Vos
me hacés tener esperanza y capaz que ahí arriba hay gente
que está convulsionando y nada más, Lenin.
Lenin. Hacia el techo. ¡Tiren una cuerda!
Raúl. Sacándose la linterna de la cabeza. Carajo, se me está aca-
bando la batería.
Lenin. Hacia el techo. ¡Apúrense, la puta que los parió!
Ernesto. ¿No es más fácil salir por la puerta y subir la escalera?
Silencio.
Lenin. Sí, tenés razón, Ernesto.
Los cuatro van hacia la puerta. La luz se prende de repente.
Los cuatro se detienen. Miran la luz.
Carlos. ¿Para qué prendieron la luz?
Lenin. Para mirarnos a la cara mientras nos matan, estos sádicos.
Raúl. Están jugando con nosotros como con ratas de laboratorio.
Lenin. ¡Ellos son las ratas de laboratorio!

~142~
Raúl. ¡Hay que salir, hay que salir!
Ernesto intenta abrir la puerta. Está trancada.
Ernesto. Forcejeando. No abre. ¡La puta madre, no abre!
Lenin. ¿Probaste bien?
Ernesto. Forcejeando. ¡Estoy probando, Lenin! ¡¿No ves que estoy
probando?!
Raúl. ¡Calmate, Ernesto!
Ernesto. ¡Yo no estoy nervioso!
Carlos. ¿Los negros están acá?
Raúl. ¿Alguien escuchó algo? ¿Cómo entraron?
Carlos. Con la magia negra hacen lo que quieran. Capaz que no
fueron ellos y la puerta la trancó un fantasma.
Raúl. Un fantasma recorre América: el fantasma del...
Ernesto. Intentando abrir la puerta. No jodas con el Manifiesto Co-
munista ahora, Raúl.
Lenin. ¡Hijos de puta! ¡Nos encierran! Nosotros no tenemos la
culpa de nada. ¿Por qué no nos ponen una bomba del otro
lado de la puerta y se dejan de joder?
Carlos empieza a cantar otra vez. “Navidad”, de José Luis
Perales. Ernesto sigue forcejeando la puerta.
Ernesto. No entiendo. ¿Para qué nos encierran?
Raúl. Para atraparnos como a una presa. Para sacarnos la piel.
¡Nos van a desollar! ¡Estos tipos nos van a desollar!
Carlos canta más fuerte tapándose los oídos y cerrando los
ojos.
Lenin. La cuerda. Hay que pedir una cuerda.
Lenin corre hacia la ventana y mira para arriba.
Raúl. No me hagan subir por la cuerda. Yo tengo vértigo.
Lenin. Mirando hacia el techo. ¡Tiren una cuerda, putos! A Raúl,
señalando la muñeca inflable. Raúl, alcanzame la muñeca.
Raúl. No seas pelotudo, Lenin.

~143~
Lenin. ¡Alcanzame la muñeca, no seas conchudo!
Ernesto. Renunciado a abrir la puerta. No puedo. Es imposible.
Raúl. ¡Te dejás de joder con la muñeca, Lenin!
Desde arriba tiran una cuerda que queda colgando fuera de
la ventana.
Lenin. ¡Acá está la cuerda! ¿Quién va primero?
Se siente otro estruendo de cañón. Los cuatro se asustan y se
cubren la cabeza. Carlos deja de cantar. Las luces de la ha-
bitación parpadean.
Raúl. Andá vos, Lenin.
Carlos. No vayas, Lenin.
Lenin. No me voy a quedar acá esperando a que me rompan el
orto.
Lenin sale por la ventana y se cuelga de la cuerda. Torpemen-
te. Intenta subir.
Lenin. ¡Está alto, mierda! Hacia arriba. ¡No suelten, putos!
Ernesto. Pará, que te ayudamos, Lenin.
Los demás van hasta la ventana e intentan ayudar a Lenin a
seguir subiendo. No lo logran. Es patético.
Lenin. Colgando fuera de la ventana, intentando subir. ¡No puedo!
Otro estruendo de cañón. Algunos escombros caen sobre Lenin
que cuelga.
Carlos. ¡Entrá, no seas pelotudo, Lenin!
Lenin. ¡Quiero subir!
Raúl. ¡Entrá, Lenin, te van a hacer mierda!
Lenin. ¡Veo el helicóptero!
Ernesto. ¡Salí de ahí, Lenin!
Suena un nuevo estruendo. Desde arriba caen más escombros
sobre Lenin.
Lenin. ¡La puta madre! ¡Le están tirando al techo! ¡Agárrenme,
agárrenme que esa me pasó cerca, mierda!

~144~
Los demás ayudan a Lenin a entrar a la habitación. Lenin
entra. Un nuevo estruendo de cañón. Más escombros. Los cua-
tro se cubren.
Raúl. ¡¿Cuántas balas tienen?!
Silencio. Lenin se acerca a la ventana.
Lenin. Mirando hacia el techo. Le dieron al helicóptero.
Carlos. ¿Es grave?
Silencio.
Lenin. Mirando hacia el techo. Lo hicieron mierda.
Raúl. Vení, Lenin. Ya está.
Lenin se aleja de la ventana. Silencio.
Lenin. Los quiero, compañeros.
Silencio. Giran la cabeza y miran hacia la ventana. La cuerda
que cuelga fuera se corta desde lo alto. Y cae. La ven caer a la
distancia. Sin moverse. Silencio largo.
Carlos. Sin moverse. Ernesto, lo de los españoles que contaste,
¿cómo se llamaba el Fuerte?
Silencio.
Ernesto. Sin moverse. “Navidad”, Carlos.
Silencio.
Carlos. Sin moverse. Ah.
Silencio prolongado.
Carlos. Sin moverse. ¿Y alguno se salvó?
Ernesto mira a Carlos. Suena un nuevo estruendo de cañón.
Las luces parpadean. Los cuatro las ven parpadear. Se miran.
Silencio. Apagón.

Montevideo, julio de 2012

~145~
Breve apología del caos por exceso de testosterona en las calles de Manhattan
fue estrenada en la Sala Dos del Teatro Circular de Montevideo el 24 de
mayo de 2014. El elenco estuvo integrado por:

Nicolás Juan Graña


Benjamín Guillermo Robales
Richard Gustavo Bianchi
Belén Natalia Sogbe

Escenografía e iluminación: Sebastián Marrero y Laura Leifert


Vestuario: Virginia Sosa
Gráfica: Federico Silva
Producción: Teatro Circular de Montevideo
Productora asociada: Andrea Silva
Dirección: Santiago Sanguinetti

La obra obtuvo dos premios Florencio 2014, otorgados por la Asocia-


ción de Críticos Teatrales del Uruguay (actu).
Mejor actor en papel de reparto: Juan Graña
Mejor escenografía: Sebastián Marrero y Laura Leifert

Recibió también otras dos nominaciones:


Mejor elenco
Revelación: Natalia Sogbe

Premio Anual de Literatura (Comedia Inédita), Ministerio de Educación y Cultura,


2014.
BREVE APOLOGÍA DEL CAOS POR EXCESO DE
TESTOSTERONA EN LAS CALLES DE MANHATTAN

(Trilogía de la Revolución, Vol. III)

Me interesa lo político
como a un virus le interesa forzosamente la epidemia.
Beatriz Preciado, Testo yonqui
Personajes

Nicolás, 72.
Benjamín, 24.
Richard, 36.
Belén, 21.

Un living-comedor.
Un apartamento en Manhattan, Nueva York.
La puerta de un baño, a la derecha. La apertura a un corredor
interno, a la izquierda. La puerta de entrada al apartamento,
en alguna esquina. Nicolás sentado en un sillón que mira
hacia los espectadores. Benjamín apoyado contra la puerta del
baño. Hay valijas semivacías en el piso y una mesa con revistas
y papeles.
Richard. Entrando al living desde el corredor que da al resto del apar-
tamento. ¿Y? ¿Todavía no sale?
Nicolás. Indiferente. Cayó en combate, Richard. Un daño colateral.
Hay que recordarla con cariño y seguir adelante.
Benjamín. Apoyado a la puerta del baño. Como si le hablara a un perro.
Belén. Abrí, Belén. Abrí, Belén. Dale, abrí. Belén. Abrí, Be-
lén. Abrí, Belén. Dale. Abrí. Belén. Belén. Abrí, Belén. Be-
lén, abrí. Belén. Abrí, Belén. Abrí, Belén. Abrí, Belén. Belén,
abrí. Belén. Belén. Belén. Belén. Belén. Pausa. Belén.
Richard. ¡Basta!
Nicolás. Repitiendo abstraído. “Belén”. “Belén”. Perdió el sentido.
“Belén”. No significa nada. Puro ruido. Como si dijeras
“Ñeñé”. “Ñeñé”. Es igual. Ñeñé.
Richard. A Benjamín. Si escucho el nombre de tu novia una vez más
se me va a infectar el oído. Y vos no querés que se me in-
fecte el oído, ¿entendés?
Benjamín. Apoyado en la puerta. Belén. Belén.
Richard. Nicolás, si tu nieto no controla su Asperger, le voy a mor-
der una oreja y lo voy a echar de mi casa.
Nicolás. Controlá tu Asperger, Benjamín.
Benjamín. En la puerta. Belén.
Richard. Tapándose los oídos. Empieza a doler.
Benjamín. Belén.
Nicolás. Ñeñé.
Benjamín. Belén.
Nicolás. Ñeñé.
Benjamín. Belén.

~151~
Richard. Tapándose los oídos. Duele. Duele de verdad.
Benjamín. Salí, Belén.
Nicolás. Ya va a pasar, Benjamín. No te resistas, dejala ir.
Benjamín. Belén.
Richard. Tapándose más fuerte. ¡Ah! ¡Dolor!
Nicolás. Belén murió, Benjamín. Nuestro primer mártir.
Benjamín. Belén.
Richard. A Benjamín. ¡Una más! ¡Una más y te pego!
Nicolás. Le hacemos una placa que diga “caída en cumplimiento
del deber” y seguimos adelante, compañeros.
Benjamín. ¡Belén!
Richard toma a Benjamín de la ropa, lo tira detrás del sillón
y empieza a patearlo salvajemente sin que se vean los golpes.
Nicolás sigue indiferente, sentado en el sillón. Richard pa-
tea con violencia. De pronto, Benjamín sale de atrás del si-
llón mientras Richard sigue pateando algo que, acabamos de
descubrir, no es Benjamín. Richard patea un rato más hasta
calmarse.
Silencio.
Benjamín. Está bien, Richard. Me callo.
Silencio.
Richard. Me hacés poner tenso, Benjamín. Me hacés sangrar los oí-
dos. Tu novia en el baño, ustedes acá, y el plan que no
avanza y yo me pongo tenso, Benjamín. Y no me gusta
ponerme tenso. Me da por patear cosas cuando me pongo
tenso.
Benjamín. No fue mi intención ponerte tenso, Richard.
Richard. Me hacés patear la alfombra. Y no me gusta patear la al-
fombra. Se arruga, ¿entendés?
Benjamín. Entiendo.
Richard. No sé si me entendés.
Benjamín. Sí, te entiendo.

~152~
Richard. Bueno, no sé si me entendés.
Benjamín. Te entiendo perfectamente.
Richard. Bueno, no sé si me entendés.
Benjamín. Richard.
Richard. ¿Qué?
Benjamín. ¿Por qué tenés una alfombra enrollada atrás del sillón?
Richard. Eso no te importa, Benjamín.
Benjamín. Ok.
Richard. Señalando la puerta del baño. La tipa está haciendo un pro-
ceso, ¿entendés? Vos le mentís y ella reacciona. Son proce-
sos.
Benjamín. Pero yo la quiero. Gritando hacia la puerta. ¡Yo te quiero,
Belén!
Richard. Ok, me escupiste. Me gritás en la cara y me escupís. Nico-
lás, yo así no sigo.
Benjamín. Aullando hacia la puerta del baño. ¡Te amooo!
Richard le pega una cachetada a Benjamín.
Richard. Perdoná que le pegue a tu nieto, Nicolás. Pero a mí la gente
me grita y yo me pongo tenso, ¿entendés?
Benjamín. Gritando hacia la puerta del baño. ¡Te quiero, Belén!
Richard. Ok, me volvió a escupir. Me escupió de nuevo.
Nicolás. Belén ya no te quiere, Benjamín. Aceptalo. Viví con eso.
Crecé, sé feliz y haceme un café.
Richard. Benjamín.
Benjamín. ¿Qué?
Richard lo escupe en la cara.
Benjamín. ¿Qué hacés?
Richard. Me voy a mi cuarto.
Richard sale hacia el interior del apartamento.
Benjamín. ¿Qué le pasa?

~153~
Nicolás. Vení, Benjamín.
Benjamín. ¿Para qué?
Nicolás. Te voy a dar consejos.
Benjamín. ¿Vos?
Nicolás. Sí, ¿qué te pasa?
Benjamín. Abuelo, no necesito ningún /
Nicolás. Interrumpiéndolo. El amor está mal, Benjamín. El amor es
a la pareja lo que el Capitalismo a la economía mundial,
¿entendés? Una mierda. Tiene crisis cíclicas. Hasta que se
derrumba del todo. Y entonces irrumpe el Comunismo.
Que en términos amorosos sería como una gran orgía de
todos contra todos. Sin propiedad privada. Una hecatom-
be sexual previamente organizada en planes quinquenales.
Todos montándose arriba de todos, como un castillo de
naipes, pero de carne humana.
Benjamín sale de escena hacia alguna de las habitaciones.
Nicolás. Sin detenerse. Y a los que no les gusta se les grita “¡chú-
pense ésta, cerdos monógamos!”. Porque el monógamo es
el patrón, no hay que engañarse. El maldito burgués es el
monógamo, ¿entendés? Porque lo que el proletario quiere
es superar la alienación, y superar la alienación en este caso
es /
Benjamín. Entrando a escena con una palanca de hierro, interrumpién-
dolo. / coger como hienas.
Nicolás. Coger como hienas, precisamente.
Benjamín intenta forzar la cerradura de la puerta del baño
con la palanca sin conseguirlo.
Nicolás. Coger como hienas drogadas en estado epifánico. Hasta
quedar parapléjicos de tanto sexo. Sin trabas morales. Por-
que en el sexo no hay moral, eso hay que entenderlo. El
amor es un invento de los blanditos, Benjamín. El sexo es
puro entrenamiento físico que te hace secretar sustancias
químicas en el cerebro multiplicando las conexiones sináp-
ticas del hipotálamo. No te estoy hablando de otra cosa
que /

~154~
Benjamín. Saliendo de escena hacia alguna de las habitaciones, inte-
rrumpiéndolo. / del hipotálamo.
Nicolás. Del hipotálamo, exactamente. Lo que te pasa a vos es quí-
mico. Las hormonas no entienden de jurisprudencia, Ben-
jamín. Y el que te quiere convencer de lo contrario ¿sabés
quién es?
Benjamín. Desde afuera. El burgués.
Nicolás. ¡El cerdo burgués es el que te quiere convencer de lo con-
trario, Benjamín! Todo esto no es más que alienación amo-
rosa con el objetivo de hacer miserable a la gente. Y una vez
que entrás en el juego perverso de las relaciones interperso-
nales erótico-monogámicas, tu vida es una mierda. Porque
te vas a sentir miserable hasta que te mueras. Y esa sensa-
ción de porquería no se te va a ir ni aunque te regalen una
caterva de gatos siameses. Ni aunque corras a comprarte
tortas de chocolate para sentirte mejor. ¡Toda esta mierda
es para vender tortas de chocolate, me entendés! ¡Toda esta
mierda es para vender gatos! Nada es inocente. El amor es
una farsa organizada por la patronal de las confiterías y de
las veterinarias, a mí no me joden. Hay un complot detrás
del deseo. Hay un complot detrás de la atracción sexual. El
Capitalismo se nutre de nuestras desgracias amorosas. ¿Y
sabés para qué?
Benjamín. Entrando a escena con un martillo. Para vender tortas de
chocolate.
Nicolás. Para vender tortas de chocolate está bien dicho. Para ven-
der tortas de chocolate, golosinas azucaradas y confeti. Y
gatos siameses. ¡Eso es el amor!
Benjamín intenta romper la puerta con el martillo sin lograrlo.
Nicolás. Hay que sacarle la ética a todo el asunto. Menos política y
más transpiración, Benjamín. Hay que pensar el sexo como
en los cuentos infantiles. Pura magia. Como las hadas.
Todo libertad. El touch and go como regla básica para la
socialización. ¡El propio Durkheim estaría de acuerdo con
esto, no hay que engañarse! Y que las personas, en lugar de
saludarse con un beso, se echen un polvo al encontrarse
por la calle. Así se intima más y mejor. Y se conoce más a

~155~
la gente. Como en el paraíso de Passolini y el Marqués de
Sade. Comunismo pero sin ropa, Benjamín.
Benjamín sale de escena hacia alguna de las habitaciones.
Nicolás. Porque Stalin no fue otra cosa que el gran proxeneta de
la historia contemporánea, Benjamín. Amor y economía.
Pensalo. La analogía es perfecta. Ahora dejate de joder con
tu novia y vamos todos juntos a cantar karaoke.
Benjamín entra corriendo a escena directo hacia la puerta del
baño, salta y le da un fuerte golpe de hombro. Rebota con
violencia y cae al piso.
Silencio.
Benjamín. Desde el piso. Dejame en paz, Nicolás.
Nicolás. Vení a cantar karaoke, Benjamín.
Benjamín. No quiero cantar karaoke.
Nicolás. ¿Por qué no querés cantar karaoke?
Benjamín. Porque no.
Nicolás. Todo el mundo quiere cantar karaoke.
Benjamín. Yo no.
Nicolás. El karaoke tiene canciones de Los Iracundos, Benjamín.1
Benjamín. No me importa.
Nicolás. Tenemos un mix de éxitos que incluye “Sé que no volve-
rás”, “Traicionero corazón” y “Tú me diste amor, tú me
diste fe”, Benjamín.
Benjamín. No tengo tiempo para cantar karaoke.
Nicolás. Siempre hay tiempo para el karaoke.
Benjamín. Ahora estoy ocupado.
Nicolás. Estás acostado.
Benjamín. Estoy acostado porque me rompí el hombro, Nicolás.
Nicolás. Ese no es el punto.

1- Los Iracundos es un grupo uruguayo de música romántica nacido en 1958. Logra su mayor reconoci-
miento en las décadas de los setenta y ochenta.

~156~
Benjamín. ¿Cuál es el punto?
Nicolás. El karaoke es el punto.
Benjamín. ¿El karaoke es el punto?
Nicolás. El karaoke siempre fue el punto.
Benjamín. ¡Dejame en paz!
Nicolás. ¿Qué puede ser más importante que el karaoke, Benjamín?
Benjamín. Todo.
Nicolás. ¿Todo? ¿Qué todo? Si decís todo sin explicar, no vale. Dame
un argumento.
Benjamín. No hay argumento, Nicolás. Pausa. ¡¿Y en qué sentido Sta-
lin es el gran proxeneta de la historia contemporánea?!
Nicolás. Estoy diciendo lo primero que se me viene a la cabeza,
Benjamín. Estoy un poco borracho. Y quiero cantar ka-
raoke. Es eso, o desnudarme y rolar por el piso. Karaoke o
danza contemporánea en pelotas. Vos elegís.
Benjamín. Levantándose. Tengo que llamar a mi madre.
Nicolás. ¿Para qué?
Benjamín. ¡Para decirle que me estás amenazando con desnudarte y
hacer danza contemporánea en pelotas!
Benjamín sale de escena hacia alguna de las habitaciones.
Nicolás. El día que nació tu madre hice danza contemporánea en el
hall del hospital, no creo que se asuste por esto.
Benjamín. Desde afuera, gritando. Richard, ¿vos tenés una sierra eléc-
trica por acá?
Richard. Desde afuera. ¡Me volvés a gritar y te escupo la cara, Benja-
mín!
Nicolás. Fue una performance inolvidable. Una especie de baby
shower inspirado en Antonin Artaud. Yo subía y bajaba
en el ascensor con un tapabocas y la cara pintada de rojo
mientras corría a las enfermeras gritándoles “el líquido am-
niótico y yo somos uno con el universo”. Completamente
desnudo. Danzando. Era mi manera de demostrar felicidad
frente al acontecimiento de la paternidad. Pasé la noche en

~157~
la comisaría. Tu abuela no me habló por una semana. Ella
nunca entendió a Artaud.
Entra Benjamín con un taladro y comienza a perforar la puer-
ta del baño.
Nicolás. ¿Te puedo preguntar algo?
Benjamín. ¿Tiene que ver con Belén?
Nicolás. En cierto sentido.
Benjamín. Preguntá.
Nicolás. ¿Vos no viste el micrófono?
Benjamín. Apagando el taladro. ¿Qué tiene que ver eso con Belén?
Nicolás. Bueno, Belén es tu novia. Y la querés. Y yo quiero cantar ka-
raoke. Y sin micrófono no vamos a poder cantar karaoke.
Benjamín. Sos un imbécil.
Nicolás. Querías una relación entre las dos cosas y te la di. El micró-
fono y Belén son dos cosas perdidas.
Benjamín. Belén no es una cosa.
Nicolás. No te pongas meloso o vomito.
Benjamín. No hay manera de que un micrófono para cantar karaoke
y una novia encerrada en el baño de un apartamento de
Manhattan estén relacionados.
Nicolás. No soy yo, es Charles Peirce. La semiosis ilimitada. Belén y
el karaoke son las puntas de la misma madeja.
Benjamín. Eso no es Peirce y vos no tendrías que haber venido.
Nicolás. ¿Cómo decís?
Benjamín. Que no tendrías que estar acá.
Nicolás. Herís mis sentimientos, Benjamín.
Benjamín. No empieces, Nicolás.
Nicolás. Me hacés mal.
Benjamín. Basta.
Nicolás. Ahora estoy deprimido.
Benjamín. No me jodas.

~158~
Nicolás. Necesito yogur. Cuando me deprimo necesito yogur. Ka-
raoke y yogur.
Benjamín. No vine hasta acá a cantar karaoke, Nicolás.
Nicolás. Me hablaste mal y ahora necesito yogur y cantar pop latino
variado leyendo letritas.
Benjamín. ¡No hay yogur! ¡No hay karaoke y tampoco hay yogur!
Nicolás. Vos me gritás así, y esta ciudad es demasiado grande... Me
hiperventilo. Me estoy hiperventilando. Creo que estoy
teniendo un ataque de pánico. Me falta el aire. Necesito
sacarme la ropa.
Benjamín. No lo hagas.
Nicolás. No es mi culpa. Es mi cuerpo el que lo pide. Son las horas
de vuelo. Es el jet lag. Es el estrés prerrevolucionario el que
me pone así. ¡Estoy vivo! Me siento como cuando leí la pro-
clama en el Obelisco.2 Quiero escuchar el himno en silencio
y gritar bien fuerte sólo en la parte del “tiranos temblad”,
con el puño en alto y sentirme en la clandestinidad otra
vez.3 Hoy puedo ser el Jesucristo de los anarquistas. El San
Francisco de la vida en comunas. Hoy siento que por fin
voy a poder cambiar el rumbo de la historia. ¡Denme un
fusil! ¡Iniciemos un foco revolucionario en el epicentro del
Capitalismo mundial! ¡Tomemos Wall Street, porque esa es
la nueva Bastilla! ¡Abajo la plutocracia! ¡Abajo las corpora-
ciones! ¡Muera la oligarquía financiera! Pausa. Mierda, ten-
dría que haber aprendido a decir todo eso en inglés. Si salgo
al Central Park a gritar así, nadie va a entender un carajo.
Benjamín. Abuelo, vos nunca estuviste en la clandestinidad. Y el de la
proclama del Obelisco fue Candeau, no vos.
Nicolás. No, no fue.
Benjamín. Sí fue. Y ya hablamos de esto.
Silencio.

2- El 27 de noviembre de 1983 se realiza en Montevideo un acto multitudinario en contra del régimen


de facto que se mantenía en el poder. En el estrado, colocado frente al Obelisco a los Constituyentes, el
actor Alberto Candeau leyó una proclama en defensa de la democracia.
3- La expresión “Tiranos temblad” remite a un fragmento del Himno Nacional que adquirió un sentido
particular durante la dictadura (1973-1985) y que muchos utilizaron como manifestación de oposición
al régimen.

~159~
Nicolás. Pero si yo no hubiese estado con gripe ese día, lo habría
hecho yo. Yo tengo más ángel. Pausa. Aunque si lo hubiese
hecho yo, habría sido más un happening que un discurso.
Siempre desconfié de la palabra.
Benjamín. Abuelo, ¿si te digo dónde está el micrófono me prometés
que te vas a ir a cantar karaoke y me vas a dejar tranquilo?
Silencio.
Nicolás. Puede ser.
Benjamín. El micrófono está /
Nicolás. Interrumpiéndolo. Aunque si voy a estar solo, prefiero jugar
al Wii.
Benjamín. Bueno, andá a jugar al Wii.
Nicolás. ¿Seguro que no querés jugar conmigo?
Benjamín. No. Y si no me dejás en paz, me voy a poner violento.
Nicolás. Ya estás bastante violento.
Benjamín. Tengo un taladro en la mano, no me presiones.
Nicolás. Uno de cada siete hombres en el mundo es chino. Yo que vos,
cantaría karaoke más seguido. Y dejaría de creer en Dios.
Benjamín. ¿Qué? ¿Qué tienen que ver los chinos en todo esto?
Nicolás. ¿Cómo “qué tienen que ver”? ¡Los chinos!
Benjamín. No te entiendo.
Nicolás. Trotsky, Mao y Dios. No es tan difícil, Benjamín.
Benjamín. Yo no creo en Dios.
Nicolás. Igual que los chinos. Hacés bien.
Benjamín. Estoy seguro de que los chinos creen en algún Dios.
Nicolás. No después de Mao.
Benjamín. ¿Por qué estamos teniendo esta conversación?
Nicolás. Porque vos creés en cosas. Y creer en cosas es peligroso.
Benjamín. Mao creía en cosas.
Nicolás. ¿Mao? ¿Qué tiene que ver Mao?
Benjamín. Vos hablaste de Mao.

~160~
Nicolás. Pero fue para explicar un punto.
Benjamín. ¿Y?
Nicolás. ¿Y, qué?
Silencio.
Benjamín. Me estás mareando, Nicolás.
Nicolás. Eso es porque vos empezás a hablar de Mao así de repente,
y llevás la discusión hacia un lugar extraño. Enrarecés el
diálogo, Benjamín.
Benjamín. Yo no quiero hablar de Mao. Nunca quise hablar de Mao.
Nicolás. No podés usar a Mao como un comodín para esquivar una
conversación, Benjamín. No es justo con Mao.
Benjamín. ¿De qué carajo estás hablando, Nicolás?
Nicolás. No sé. Creo que me enredé en los argumentos. Nunca fui
bueno con los argumentos.
Benjamín. Estás mal.
Nicolás. El amor está mal.
Benjamín. No empieces.
Nicolás. Vos creés en el amor, y ese es el punto de todo esto.
Benjamín. Dijiste que el karaoke era el punto.
Nicolás. Bueno, hay dos puntos entonces.
Benjamín. ¿Hay dos puntos?
Nicolás. Claro que hay dos puntos. El karaoke y el amor son dos
puntos.
Benjamín. Yo no creo en el amor.
Nicolás. Creés, sí. Lo veo en tus ojos. Chorrean azúcar. Y enchas-
tran el piso. Generás una atmósfera de hiperglicemia a tu
alrededor.
Silencio.
Benjamín. ¿Eh?
Nicolás. Creer en el amor hace mal. Genera sífilis y cáncer de cuello
uterino.

~161~
Benjamín. Andá a jugar al Wii, Nicolás.
Nicolás. Ahora no quiero jugar al Wii. Ahora quiero hablar sobre el
amor. Hace tiempo que no hablo sobre el amor.
Benjamín. Abuelo, sé lo que estoy haciendo y sé por qué lo estoy ha-
ciendo. Y si me vine tan lejos, y si te traje desde tan lejos, es
porque voy a llegar lejos. Como Pinky y Cerebro. Donde
yo soy Cerebro y vos sos Pinky. Y si te traje es porque nece-
sito un adulto responsable que haga los trámites cuando yo
termine en la comisaría. O para que llene los formularios
para la repatriación de mis restos en la embajada. Y para
que mamá no se ponga tan nerviosa. Y porque me dijiste
que nunca habías viajado en avión, y eso me enterneció
en algún punto. Pero nada más. No voy a discutir conti-
go sobre Dios, Mao o el amor. No ahora. No a punto de
empezar nuestro plan maestro para cambiar el mundo. Así
que ¡me dejás en paz!
Benjamín vuelve a prender el taladro y perfora la puerta del
baño.
Nicolás. Está bien, está bien. Huélanse las partes, lámanse el hocico,
y vayan a fornicar por los rincones como animales en celo.
Y arruínense la vida creyendo en Cupido hasta que los ful-
mine la diabetes.
Benjamín. Mirando por el agujero que acaba de hacer en la puerta del
baño. Hola, Belén.
Belén. Desde afuera, con calma. Hola, cabeza de orto.
Benjamín. ¿No vas a salir?
Belén. Desde afuera. No.
Benjamín. Te necesitamos.
Belén. Desde afuera. Me mentiste.
Benjamín. Técnicamente, era una sorpresa.
Belén. Desde afuera. Técnicamente, hacete dar por un burro con
gonorrea.
Benjamín. Ok, lo voy a tener en cuenta, Belén.
Nicolás. Y una cosa más, Benjamín.

~162~
Benjamín. A Nicolás. ¿Qué?
Nicolás. Pinky y Cerebro nunca llegaron lejos.
Silencio.
Benjamín. Fue un decir, Nicolás.
Nicolás. Fue un decir incorrecto.
Aparece Richard con patas de rana en sus pies y lentes de
buceo en sus ojos.
Richard. Entrando. ¿En qué andan?
Nicolás. Decime, Richard, ¿a vos quién te gusta más, Pinky y Cere-
bro, o el Gato Félix?
Richard. ¿Tengo que contestar?
Nicolás. Yo creo que sí, Richard.
Richard. Ninguno de los dos.
Nicolás. ¿Dos? ¿Qué dos? Pinky, Cerebro y el Gato Félix son tres.
Benjamín. Richard, ¿qué mierda hacés vestido así?
Richard. A Benjamín. Vos insistís en escupirme y yo me protejo, ¿en-
tendés?
Benjamín. ¿Y para qué carajo te pusiste las patas de rana?
Silencio.
Richard. No sé, me pareció que pegaba.
Nicolás. A mí me gusta más el Gato Félix.
Richard. Viendo el agujero en la puerta del baño. Benjamín, ¿qué
mierda le hiciste a la puerta?
Benjamín. Me dejé llevar.
Richard. Mirando por el agujero. Hola, Belén.
Belén. Desde afuera. Hola, Richard.
Benjamín. Te prometo que te pago el arreglo.
Richard. Me parece justo, Benjamín.
Nicolás. Deberíamos empezar a hablar en código.
Richard. ¿De qué hablás?

~163~
Nicolás. WikiLeaks.
Benjamín. ¿Eh?
Nicolás. Hay olor a cámaras en este apartamento. Infiltraron el telé-
fono, Richard.
Benjamín. WikiLeaks no funciona así.
Richard. Y en este apartamento no hay teléfono, Nicolás.
Benjamín. ¿Te parece que Julian Assange se va a interesar por Richard?4
Camina con patas de rana, abuelo.
Nicolás. La cia sabe que Richard tiene contactos.
Richard. Ser el hijo del cónsul no es tener contactos, es ser el hijo del
cónsul, Nicolás.
Nicolás. Intentemos fluir en lengua de ballena.
Benjamín. ¿Querés que hablemos como ballena?
Richard. Estoy vestido como para eso, Nicolás.
Benjamín. ¿Y cómo se supone que sería una /
Nicolás. Interrumpiéndolo, imita el sonido agudo de una ballena.
Wwwwoooowooww wwwwoooooowwwwww wwwwwwo-
ooooo. ¿Ves? Ahí dije “peligro, viene la cia”.
Richard. Yo creo que te entendí, Nicolás.
Nicolás. Wwwwooooo wwwwwooooo oooowwwww.
Richard. ¿Wwwwwooo oooooooo wwwwwooo?
Nicolás. Wwwwooooooo ooooooo oooo wwwwww.
Richard. Ooooooooo wwwwwwoo ooooooo ooo.
Benjamín. ¿Me están jodiendo?
Richard. Tratá, tratá que está bueno.
Nicolás. Wwwwww oooooooo wooowwowowowo.
Richard. Ooooooowwwwww oooooowww.
Nicolás. Wwoooooo wwwwwoooooooo oooooo... Chiang Kai-
shek. Estamos hablando de Chiang Kai-shek, ¿verdad?

4- Julian Paul Assange (1971). Fundador del sitio web WikiLeaks.

~164~
Richard. Yo creo que sí, Nicolás. Yo creo que sí.
Nicolás. A Richard. ¿Ves? Es fantástico.
Richard. Wwwwwoooooo ooooooooo.
Nicolás. Wwwwwooooo ooooooowwww.
Benjamín. Wwwwwoooooo oooooooo ooooooo wwwwwooo.
Silencio.
Nicolás y Richard miran a Benjamín.
Nicolás. A Benjamín. ¿Qué carajo estás haciendo?
Benjamín. ¿Eh?
Richard. La verdad que no te seguí, Benjamín.
Benjamín. ¿Qué?... Pero, pero... ¡¿Eh?!
Nicolás. No es hacer puro ruido como una morsa con epilepsia,
Benjamín. Hay un sentido atrás de la cosa.
Benjamín. ¿Cosa? ¿Qué cosa?
Nicolás. ¿Cómo “qué cosa”? ¡La cosa!
Benjamín. ¡¿De qué hablás?!
Nicolás. Mostrale, Richard.
Richard. Wwwwooooooowwwwoooo oooooooowwwww /
Nicolás. Interrumpiendo, a Richard. Pará, pará. ¿Qué tienen que ver
Kropotkin y Los Simpson?
Richard. Era un ejemplo, nada más.
Benjamín. ¡¿De qué carajo están hablando?!
Richard. Estamos hablando de wwwwwooooooooowwwwoooo.
Nicolás. Asintiendo. Wwwwoooooooo.
Richard. Oooooooowwwww oooooowwwww.
Nicolás. Wwwwwwooooo /
Belén abre la puerta del baño y entra a escena.
Belén. En serio, ¿qué mierda están haciendo?
La miran.

~165~
Silencio.
Benjamín. Saliste.
Belén. Vos no me hables, cerebro de chota.
Benjamín. Bueno.
Belén. ¿Qué tenías en la cabeza?
Benjamín. Nada, sólo creía que /
Belén. Interrumpiéndolo. Ok, estás hablando. No hables.
Benjamín. Pero /
Belén. Interrumpiéndolo. Te callás, mitómano paranoico. ¿Cómo
me vas a pedir que te acompañe a Nueva York para ter-
minar tu tesis y estando acá me salís con esto? ¡Sabés lo
que sale una visa, retardado! ¡Me gasté mis ahorros en esta
boludez megalómana, idiota!
Richard. Belén no confía en nosotros, Nicolás.
Belén. A Benjamín. Me mentiste. No me gusta que me mientan.
Richard. A Nicolás. Y está gritando, me pongo tenso.
Benjamín. A Belén. Te quiero.
Nicolás. A mí me empalagan, Richard.
Belén. A Nicolás y Richard. Ok, ¿qué les pasa? ¡Los estoy oyen-
do!
Richard. Quieto, moviendo los ojos hacia algún rincón. No te muevas,
Nicolás, así no nos ve y no nos violenta.
Belén. ¿Cómo que no los veo? ¿Qué soy, un tiburón yo?
Richard. ¿Por qué un tiburón?
Belén. No sé, ¿los tiburones no son ciegos?
Richard. Para nada, Belén.
Belén. Lo que sea, Richard.
Benjamín. Belén.
Belén. A Benjamín. Ok, si seguís hablando te saco los ojos y me los
como.
Richard. A Nicolás. Como un tiburón.

~166~
Belén. A Richard. No te metas.
Benjamín. Pensé que te iba a gustar la idea.
Belén. ¿Que me iba a gustar la idea? ¡¿Qué idea?! ¡Esto ni siquiera
se parece a una idea! ¡Esto está lejos de tener siquiera la
sombra del esbozo de una idea! ¡Esto es el delirio de un
Gremlin fascistoide!
Benjamín. ¿Por qué lo decís?
Belén. ¿Por qué lo digo? ¿Que por qué lo digo? Te voy a decir por
qué lo digo.
Benjamín. Ok.
Belén. Sí, ok.
Benjamín. Te escucho.
Belén. Ya sé que me escuchás.
Benjamín. Dale.
Belén. Sí.
Benjamín. ¿Y?
Belén. ¡Es estúpido, Benjamín! ¡Todo esto es estúpido!
Richard. A Nicolás. Dijo “todo”. Eso nos incluye, Nicolás.
Benjamín. ¿Todo?
Belén. Todo. Absolutamente todo. Es una manera estúpida de
cambiar el mundo.
Benjamín. ¿A qué te referís con “estúpida”?
Belén. Venir a Nueva York para entrar al sistema informático del
Departamento de Genética y Desarrollo de la Universidad
de Columbia y hackear el servidor del laboratorio para al-
terar una investigación sobre genética y agresividad en los
gorilas de espalda plateada con la intención de robar el adn
recombinante y transformarlo en un virus que altere la pro-
ducción de testosterona en los hombres volviendo locos a
los testículos para que produzcan y produzcan y produzcan
testosterona sin control y sin pausa poniendo a las glándu-
las suprarrenales a liberar niveles alarmantes de adrenalina
en el torrente sanguíneo generando así oleadas de machos

~167~
alfa súper violentos y ultra estresados en la búsqueda des-
esperada y caótica de hembras para el apareamiento o en
la búsqueda alienada y coitocéntrica de la acumulación del
capital (que es como subliman su impulso libidinal los que
no pueden aparearse) o en la búsqueda de fama y honores
(que es como subliman su impulso libidinal los que no pue-
den ni aparearse ni acumular capital) tan sólo para poder
sobresalir un poco y tener alguien que los quiera y poder
así liberarse de la presión descomunal de sus propios es-
crotos infectados causando empujes sucesivos de violencia
generalizada y de competencia de primates que acabarán
con el sistema capitalista y llevarán al mundo a una ruina
posepidémica para luego aparecer nosotros y reconstruirlo
de las cenizas creando una sociedad perfecta (una suerte de
Comunismo primitivo con plena distribución de la rique-
za y justicia social) guiados por Noam Chomsky, a quien
deberíamos raptar para salvarlo de la debacle encerrándolo
en este apartamento de Manhattan (seudo búnker finan-
ciado por el estado uruguayo a través del Ministerio de
Relaciones Exteriores y del Consulado Neoyorquino) rap-
tar a Chomsky, decía, para mantenerlo a salvo de la anima-
lidad fálica de los machos alfa capitalistas y convertirlo en
el gurú de la revolución posmoderna y redactor del nuevo
manifiesto antiimperialista del futuro mientras el planeta
se consume implotando al compás de los golpes de pecho
adrenérgicos, pretendiendo además que el medio de pro-
pagación de la epidemia sea la inoculación química del vi-
rus en la pintura roja de las latas de Coca-Cola para que
al entrar en contacto con la transpiración de la mano se
introduzca en el organismo y se aloje directamente en los
testículos multiplicando el pánico, la ansiedad y el estrés,
y tener como fachada de todo este plan de mierda el haber
venido a Estados Unidos supuestamente para cantar covers
de Los Iracundos en el metro, haciéndolos conocer como
los Angry Men, es... es... ¡Los Angry Men, por Dios! ¡Todo,
todo, todo es estúpido!
Silencio.
Benjamín. Pero no entiendo, ¿vos no militás en la feuu5?
5- Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay.

~168~
Belén. ¿Qué tiene que ver, tarado?
Benjamín. No sé, ¿no están con la revolución ustedes?
Belén. ¿Pero vos qué tenés en la cabeza?
Nicolás. ¿Qué parte de todo el plan no estarías compartiendo, Be-
lén? Porque lo de Los Iracundos se puede cambiar.
Benjamín. Belén, estamos hablando de multiplicar la cantidad de
testosterona en sangre y combinarla con adn de gorila, la
mezcla es infalible.
Belén. Tu culo es infalible.
Nicolás. Explicale, Benjamín.
Benjamín. Un hombre adulto produce entre doscientos sesenta y mil
nanogramos de testosterona por decilitro de sangre. Con
este virus en el escroto va a producir entre cinco mil y diez
mil nanogramos de testosterona por decilitro de sangre.
Los hombres ya son imbéciles de por sí, imaginate con
toda esa cantidad de hormonas en el cuerpo. Una libido
descontrolada, erecciones sin pausa, pelos por todos lados,
voces gruesas. Y todo eso combinado con la agresividad de
los gorilas de espalda plateada. Un mundo de Chewbaccas
alzados como camioneros gordos, buscando algún orificio
humano donde descargar sus genes. Sin olvidar la contra-
partida femenina. Las mujeres producen entre quince y se-
tenta nanogramos de testosterona por decilitro de sangre.
Y de repente empiezan a producir más de cinco mil. Vi-
rilización, hirsutismo, y lo que es peor, ruptura del orden
heteronormativo y patriarcal y acceso al poder simbólico a
través de la modificación radical de las topografías sexuales
y de género. Estamos hablando de una revolución. La tes-
tosterona es una bomba atómica en el sistema heterosexual
capitalista.
Nicolás. El discurso te quedó un poco lgbt, Benjamín, pero la idea
es esa.
Benjamín. Sin escuchar a Nicolás. Estamos hablando de una epide-
mia. Una epidemia de mujeres testosteronadas con apa-
riencia masculina y de machos alfa con una libido galopan-
te tratando de descargar su esperma en algún agujero con

~169~
carne alrededor. Y todos con aspecto igualmente varonil.
Imaginá ese mundo. En ese mundo sólo existiría el sexo
gay. Sexo gay con posibilidad de penetración vaginal, a lo
sumo. Hombres buscando mujeres y no encontrando más
que hombres. Los machos alfa enloquecerían. Es la ruina
del sistema. Es poder empezar otra vez de cero.
Richard. La idea es simbólicamente acalambrante, Belén.
Benjamín. Y todo comienza con una lata de Coca-Cola.
Richard. Simbólicamente acalambrante.
Benjamín. Un virus que acaba con el Capitalismo alojado en la pintu-
ra roja de las latas de Coca-Cola.
Richard. A Belén. En la pintura roja. Simbólicamente acalambran-
te, ¿entendés?
Benjamín. Richard.
Richard. ¿Qué?
Benjamín. Ya dijiste “simbólicamente acalambrante”.
Richard. ¿Y?
Benjamín. “Simbólicamente acalambrante” es una expresión un poco
demodé.
Richard. ¿No te gusta?
Benjamín. No digo que no me guste, sólo digo que es un poco demo-
dé.
Richard. Es que todo es tan simbólicamente acalambrante, Benja-
mín.
Belén. ¿Sabés lo que es simbólicamente acalambrante, Richard?
Lo que tengo entre las piernas es simbólicamente acalam-
brante.
Benjamín. Belén, si vas a disentir, por lo menos que sea con argumentos.
Richard. No disientas, Belén. Benjamín, contale a Belén lo de la
Nix6 para que no disienta.
Belén. ¿Qué pasa con la Nix?

6- Marca de refrescos uruguaya.

~170~
Richard. Contale lo de la Nix, Benjamín.
Benjamín. Después le cuento, Richard.
Richard. Contale ahora. Contale lo de la Nix.
Benjamín. Dejame en paz, Richard.
Richard. Contale, contale que está bueno.
Benjamín. Ok, Richard, le cuento, pero no me hinches más los hue-
vos.
Richard. Ahí está.
Benjamín. Hablamos con el tipo /
Richard. Interrumpiéndolo. Hablamos con el tipo que le vende la
pintura roja a la Coca-Cola Company y resultó ser uru-
guayo, ¿entendés? Y odia la Coca. Dice que le da gastri-
tis, ¿entendés? Y toma Nix guaraná porque se volvió ultra
nacionalista después de que Uruguay saliera cuarto en el
mundial de Sudáfrica y sólo consume industria nacional
aunque viva en el extranjero. Un tipo simpático, ¿enten-
dés? Y nos va a dar una mano para meter el virus en la
pintura sin cobrarnos nada. Se alinearon los astros con no-
sotros, Belén.
Benjamín. Lo iba a contar yo, Richard.
Richard. Te demoraste, Benjamín.
Nicolás. Con risa tonta. Je, je. Me había olvidado de lo de la Nix.
Belén. Sigue siendo una idea estúpida.
Benjamín. No es una idea estúpida. Es Foquismo siglo veintiuno. Un
foco revolucionario en cada lata de Coca-Cola.
Belén. Eso no es Foquismo.
Richard. ¿De qué están hablando?
Benjamín. Estamos sembrando focos revolucionarios que se expanden
como en un incendio, pero esta vez en forma de virus. Fo-
quismo.
Belén. Histeria estúpida, eso es lo que es.
Benjamín. No es histeria. Es vanguardia.

~171~
Belén. ¿Vanguardia? ¿Vos sos la vanguardia?
Benjamín. Claro que soy la vanguardia.
Belén. No sos la vanguardia, sos un idiota.
Benjamín. No te pongas heterodoxa, ¿querés?
Belén. Yo no soy heterodoxa.
Benjamín. Sí sos.
Belén. Trotsky era heterodoxo.
Nicolás. Ey, ey. No metas a Trotsky en esto.
Belén. La guaraná es brasileña, Benjamín.
Nicolás. Sos muy chiquita para hablar de Trotsky vos.
Richard. ¿Qué tiene que ver la guaraná?
Belén. Chiquita la punta de la chota.
Richard. Belén nos violenta, Nicolás.
Belén. Mirando los lentes de Richard. En serio, Richard, sacate
esos lentes.
Richard. Dame un motivo.
Belén. Me perturba.
Richard. ¿En serio?
Belén. Me está provocando saltarte encima y sacártelos a patadas,
Richard.
Richard se saca los lentes, dejándose puestas aún las patas de
rana.
Benjamín. ¿Te sentís bien, Belén?
Nicolás. Hay que aclararle a Belén algunas cosas.
Benjamín. Mirando a Belén de cerca. Belén, ¿te está saliendo bigote?
Richard. ¿Qué hay que aclarar, Nicolás?
Belén. Respirando agitada, a Benjamín. Seguí mirándome y te
muerdo la tráquea.
Nicolás. Richard, traé el war.
Richard. ¿Eh?

~172~
Nicolás. El juego de mesa, Richard.
Richard. No tengo ganas de traer el war.
Nicolás. Richard, traé el war.
Benjamín. Abuelo, no vamos a jugar al war.
Nicolás. Nadie dice que vamos a jugar al war.
Benjamín. Estás diciendo que querés jugar al war.
Nicolás. No estoy diciendo que quiero jugar al war. Pausa. Vos que-
rés jugar al war.
Benjamín. No, vos querés jugar al war.
Nicolás. No, vos querés jugar al war.
Benjamín. No, vos querés jugar al war.
Nicolás. ¡No, vos querés jugar al war!
Benjamín. ¡No, vos querés jugar al war!
Belén grita.
Belén. ¿Para qué mierda querés el war?
Nicolás. Para explicar un punto.
Richard se encierra en el baño.
Silencio.
Benjamín. Richard, salí del baño.
Richard. Desde el baño. No.
Nicolás. Ok, ok. Yo voy a buscar el war.
Nicolás sale de escena hacia alguna de las habitaciones.
Benjamín. Llamando en la puerta del baño. Richard.
Richard. Desde el baño. Se pusieron a gritar ahí y me puse tenso,
Benjamín.
Benjamín. Salí, Richard.
Richard. Desde el baño. A mí en el fondo me gusta la Coca-Cola.
Benjamín. Igual que a todos, Richard. Pero hay que ser valiente.
Richard. Desde el baño. Vivir en comunas debe tener lo suyo, Ben-
jamín, pero yo creo que voy a extrañar, ¿entendés? Pau-

~173~
sa. ¿Belén, vos estuviste tomando Coca-Cola acá adentro?
Hay una lata arriba del wáter.
Benjamín. Encerrarte no sirve para nada, Richard. No evadas. Estás
evadiendo, Richard.
Richard. Desde el baño. No sé, Benjamín. Me imagino a mi padre
con toda esa adrenalina en el cuerpo, con el virus comién-
dole el escroto, portándose como un zombi cachondo y
me entra un no sé qué, ¿entendés? Yo creo que le va a hacer
mal. Y el tipo es cónsul, ¿entendés?
Benjamín. No evadas más, Richard. No te hace bien.
Richard. Desde el baño. El tipo toma Coca-Cola seguido. Se va a in-
fectar y va a quedar para la mierda. Como todos los demás,
Benjamín.
Benjamín. Son sacrificios, Richard. Abrí la puerta.
Richard. Desde el baño. El virus le va a hacer explotar los testículos.
Y eso es complicado, ¿entendés?
Belén. Richard.
Richard. Desde el baño. ¿Qué?
Belén patea la puerta del baño rompiendo la cerradura. La
puerta se abre con violencia
Belén. Salí de ahí.
Richard. Desde el baño. Rompiste la puerta, Belén.
Belén. Esas cosas pasan, Richard.
Richard. Saliendo del baño. Belén.
Belén. ¿Qué?
Richard. Parado en la puerta del baño. Lo de Los Iracundos fue idea
mía.
Belén. Me imaginé, Richard.
Richard. Y Nicolás es el que quiere raptar a Chomsky. Le cae bien.
Benjamín. Pero sólo porque rima con Trotsky, que le cae mejor.
Silencio.
Richard. Benjamín.

~174~
Benjamín. ¿Qué?
Richard. Chomsky no rima con Trotsky.
Benjamín. ¿Eh?
Richard. Trotsky tiene una te en el medio.
Benjamín. ¿Qué tiene que ver?
Richard. ¿Cómo “qué tiene que ver”? Hay una te ahí metida. Se
pronuncia trosqui, pero se escribe Tro-t-sky, ¿entendés?
Benjamín. Rima igual, Richard.
Richard. No, no rima, no.
Benjamín. Rima, sí.
Richard. Entonces usalo en una canción.
Benjamín. ¿Eh?
Richard. Usalo en una canción así me doy cuenta.
Benjamín. Richard, no hay canciones sobre Trotsky y Chomsky.
Richard. No hay canciones sobre Trotsky y Chomsky porque Trots-
ky y Chomsky no riman.
Belén. ¿En serio estamos teniendo esta discusión?
Richard. ¿Sabés qué rima? Piedad y soledad riman. Como en “Silen-
cio sin piedad/ encontraré al volver, / mas en la soledad /
su voz me gritará no te vayas de mí”. Empieza a cantar.
“Puerto Montt, Puerto Montt. / Me alejé de ti, / sin saber
por qué.” Canta más fuerte, visiblemente conmovido y desafi-
nando. “Puerto Montt, Puerto Montt. / Y yo la dejé / sola
frente al mar”7...
Belén le pega una fuerte cachetada a Richard interrumpien-
do su canto.
Silencio.
Belén. Conteniendo la ira. Te calmás.
Richard. Me pegaste.
Belén. Sí. La vida es así, Richard.

7- “Puerto Montt”, canción de Los Iracundos.

~175~
Richard. La vida es linda, Belén. Como una canción de Los Iracundos.
Belén. Si la vida fuera linda entonces no habría que cambiarla con
un virus de mierda.
Benjamín. No es un virus de mierda, es un virus de testosterona.
Belén. ¿De quién fue la idea?
Benjamín. ¿Cómo “de quién fue la idea”?
Richard. Fue de Nicolás.
Benjamín. A Richard. ¿Qué? No, fue mía.
Richard. No, no fue Benjamín.
Benjamín. Sí, fue.
Richard. Aceptalo, Benjamín.
Benjamín. ¿Te parece que a Nicolás se le puede ocurrir algo así?
Richard. No sé, pero vos pensás que Chomsky y Trotsky riman. Tu
nivel intelectual tiene algunas lagunas, Benjamín.
Belén. Lo del virus es una idea boluda.
Benjamín. A Belén. ¿Quién es biólogo acá? ¿Vos o yo?
Belén. Ninguno de los dos.
Benjamín. Bueno, pero me faltan poquitas materias.
Belén. Y la tesis.
Benjamín. Y la tesis.
Belén. Y todavía vivís con tus padres.
Silencio.
Benjamín. ¿Qué? ¿Qué tiene que ver?
Belén. No sé, pero te lo quería decir hace tiempo.
Benjamín. ¿Te molesta?
Belén. Me parece un poco burgués.
Richard. Uh-huh. Te dijo burgués.
Benjamín. ¿Burgués? ¡Yo no soy burgués!
Belén. Sí sos.

~176~
Benjamín. No soy, no. Leo a Mao.
Belén. ¿Qué tiene que ver?
Benjamín. No sé. ¡No me grites!
Belén. ¿Estuviste en la toma de Pando? ¿Estuviste en la toma de
Pando vos?8
Benjamín. Pará de escupirme, Belén.
Belén. ¡Vos no estuviste en la toma de Pando, burgués!
Benjamín. Tengo veinticuatro años, Belén. ¿Cómo mierda iba a estar
en la toma de Pando, boluda?
Belén. ¡Así no se hace una revolución, burgués!
Belén le pega una cachetada a Richard sin razón alguna.
Richard. ¡¿Pero por qué me pegás a mí?!
Belén. Porque sentí que me mirabas de modo hostil.
Richard. ¡¿Eh?!
Belén. Te sentí hostil, Richard.
Richard. Tocándose la mejilla. Creo que me quebraste el maxilar.
Belén. A Richard, agitada. ¿Qué? ¿Querés pelear?
Benjamín. ¿Vos estás bien, Belu?
Belén. ¿Belu? ¿Me dijiste Belu? Volvé a decirme Belu y en cinco
minutos te hago un ano contra natura con una cuchara y
una bolsa de supermercado.
Richard. Tocándose aún la mejilla. Creo que se me aflojó un diente.
A Belén. ¿Che, vos estuviste haciendo pesas o algo así?
Belén. A Richard. Superalo, ¿querés?
Benjamín. A vos te cambió la voz, Belén.
Belén. A Benjamín. ¿De qué hablás?
Richard. Hablando solo. Si yo me lastimo la mandíbula no voy a
poder cantar.

8- El 8 de octubre de 1969, miembros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros tomaron la


comisaría, el cuartel de bomberos, la central telefónica y varios bancos de la ciudad de Pando, cercana a
Montevideo.

~177~
Benjamín. A Belén. Vos estás hablando más grave.
Richard. Hablando solo. ¿Saben qué dice mi pasaporte?
Belén. A Benjamín. ¿Qué, te asusta?
Richard. Hablando solo. Mi pasaporte dice que soy cantante.
Benjamín. A Belén. ¿Eso que te sale de la boca es espuma?
Richard. Hablando solo. Si pedís la visa no podés decir que venís a
hackear el laboratorio de una universidad para robar un
virus.
Belén. A Benjamín. ¿Me estás provocando?
Richard. Hablando solo. Si ponés eso, no te la dan, ¿entendés?
Belén. Empujando a Benjamín. ¿Qué? ¿Querés pelear?
Richard. Hablando solo. Hay que poner otra cosa.
Benjamín. A Belén. ¿Te parece que quiero pelear?
Belén. A Benjamín. Yo creo que sí. Pero creo que también sabés
que te voy a picar como un queso, ¿no?
Richard. Hablando solo. Yo puse que venía a hacer covers de Los Ira-
cundos en el metro de Nueva York.
Benjamín. A Belén. ¿Pero qué mierda te pasa?
Richard. En un inglés rústico, golpeándose la sien. “Clever”, ¿eh? “Very
clever”.
Belén. Empujando a Benjamín. ¿Quién manda acá? ¿Quién manda
acá? Contestá, zorra.
Belén recoge las mangas de su ropa y escupe hacia un costado
salpicando a Richard.
Benjamín. ¿De qué carajo estás hablando, Belén?
Richard. A Belén. Ok, me escupiste las patas de rana.
Belén. Secándose el sudor, buscando pelear. Vení, pegá. Pegá, cagón.
Pegá.
Richard. A Belén. Pero igual se mojan, así que no te preocupes.
Belén. A Benjamín. Pegá, princesa. Pegá.
Richard canta “Va cayendo una lágrima” de Los Iracundos,
practicando una coreografía ridícula.
~178~
Benjamín. ¿Qué? No te voy a pegar.
Belén empieza a darle pequeñas cachetadas provocativas a
Benjamín.
Belén. Dale. Dale, puta. Pegá.
Richard sigue cantando la misma canción.
Benjamín. ¡Salime de arriba, Belén!
Belén. ¡Dale, puta!
Benjamín. ¡No me digas puta, Belén!
Belén. Vení, princesa.
Benjamín. ¡Dejá de cachetearme!
Belén. Vení, zorra, chupame la pija.
Benjamín. ¡¿Qué mierda te pasa, Belu?!
Belén. ¿Belu? ¿Me dijiste Belu?
Belén se lanza sobre Benjamín tirándolo al piso.
Belén. Haciéndole una llave a Benjamín, que no puede levantarse.
Traeme una cuchara, Richard. Traeme una cuchara y una
bolsa de supermercado.
Richard canta.
Benjamín. Sin poder soltarse. ¡Soltame, la puta que te parió!
Belén. ¡Traé una cuchara, Richard!
Richard sigue cantando indiferente.
Benjamín. Forcejeando. ¡Salime de arriba, la concha de tu madre!
Belén. Pellizcándole los genitales. Chiflá. Chiflá, puta. Chiflá.
Benjamín. Intentando zafarse, grita de dolor. ¡¿Pero qué mierda te
pasa?!
Richard sigue cantando.
Belén. ¡Que chifles te digo!
Benjamín. ¡Soltame, hija de puta! ¡Richard, dejá de cantar y sacámela
de arriba!
Belén. ¡Chiflá, zorra!

~179~
Benjamín intenta silbar mientras se retuerce de dolor.
Belén. Eso no es chiflar. Apretándole aún más los genitales a Benja-
mín. ¡Eso no es chiflar!

Benjamín grita.
Benjamín. ¡Estoy chiflando! ¡Estoy chiflando!
Belén. ¡No lo suficiente!
Richard sigue cantando y practicando su coreografía. Benja-
mín grita.

Belén. ¿Quién es tu proxeneta? Contestá, ¿quién es tu proxeneta,


zorra?
Benjamín. ¡Soltame los huevos, Belén!
Belén. ¿Quién es tu proxeneta? ¡Contestá!
Benjamín. ¡Vos! ¡Vos sos mi proxeneta!
Belén suelta a Benjamín y camina triunfal por el living-co-
medor. Richard deja de cantar.
Belén. Golpeándose el pecho. ¿Quién manda acá? ¿Quién manda
acá?
Muestra sus músculos y grita amenazante sacando la lengua,
como un rugbista neozelandés.
Benjamín. Agitado, aún en el suelo. ¿Qué mierda estás consumiendo,
Belén?
Entra Nicolás con la caja del juego de mesa war entre los
brazos.
Nicolás. Hay que ver algunas cosas.
Richard. A Nicolás. Mirá, encontraste el war.
Nicolás. ¿Qué hacés otra vez en el piso, Benjamín?
Benjamín. Fue Belén.
Belén. A Benjamín. Batidor.
Nicolás. Vengan a ver algo.
Benjamín. ¿Es necesario, Nicolás?
Nicolás. Es esto o danza contemporánea, vos elegís.

~180~
Va hacia la mesa y barre con el brazo todo lo que hay sobre
ella. Toma el tablero-planisferio del juego y lo pone encima.
Nicolás. Señalando el tablero-planisferio. ¿Lo ven?
Silencio.
Richard. ¿Por qué tiraste todo? Tenías espacio.
Nicolás. Me gustó el gesto, Richard.
Richard. ¿Te gustan los gestos?
Nicolás. Algunos, Richard.
Richard. Yo soy más del boxeo, ¿entendés?
Belén. ¿Qué se supone que tenemos que mirar, Nicolás?
Nicolás. El mundo.
Richard. ¿Cómo hiciste para encontrar el war, Nicolás? Lo tenía
guardado.
Benjamín. A Nicolás. Ese mapa no sirve.
Nicolás. A Benjamín. ¿De qué hablás?
Benjamín. Groenlandia está al revés.
Nicolás. ¿Groenlandia? ¿A quién le importa Groenlandia?
Benjamín. A vos te importa Groenlandia.
Nicolás. A mí no me importa específicamente Groenlandia.
Richard. ¿Vos estuviste revisando mis cosas, Nicolás?
Nicolás. A mí me importa todo, Benjamín.
Benjamín. ¿Todo?
Nicolás. Hay que reinventar el internacionalismo, gente.
Belén. ¿Y vas a reinventar el internacionalismo mirando un mapa
del war?
Nicolás. Belén, hace rato que no te veo encerrada en el baño.
Richard. Si me desordenaste el cuarto te voy a meter un cross, Nicolás.
Benjamín. Señalando el mapa. Vladivostok ni siquiera es un país,
abuelo.
Nicolás. Me la soba Vladivostok.

~181~
Benjamín. ¿Te la soba Vladivostok?
Nicolás. Me la soba pila Vladivostok.
Benjamín. Señalando el mapa. Yugoslavia no existe más, abuelo.
Nicolás. No des golpes bajos, Benjamín.
Belén. Nicolás.
Nicolás. Me importa todo aquel lugar al que llegue una lata de Co-
ca-Cola. Señalando al azar en el mapa. Por ejemplo... Du-
dinka. Pausa. ¿Dudinka? ¿Qué carajo es Dudinka? ¿Che,
quién mierda hizo este mapa?
Richard. A Belén. De repente me vinieron ganas de un uppercut,
pero si me pongo a hacer boxeo en patas de rana me puedo
lastimar, ¿entendés?
Belén. Nicolás, explicá el punto.
Nicolás. Agarrando algunas de las fichas del war en su mano y po-
niendo una negra sobre Nueva York. Nosotros estamos acá,
¿sí? Nueva York. Esparce fichas negras por todo el planisfe-
rio. Y todo esto que está alrededor es un mundo capitalista
filo-norteamericano neoliberal o, en el mejor de los casos,
socialdemócrata progresista que, en resumen, es la misma
mierda: Estados Unidos y aliados.
Richard. Estás poniendo fichas negras.
Nicolás. ¿Y?
Richard. Es un poco tendencioso, Nicolás.
Nicolás. No es tendencioso, es geopolítica.
Richard. El neoliberalismo y la socialdemocracia progresista no son
lo mismo, Nicolás.
Nicolás. Poniendo fichas negras en todo el planisferio, incluido Uru-
guay. Sí son.
Richard. No son, no. Y sacá la ficha negra que acabás de poner arri-
ba de Uruguay.
Nicolás. No saco nada.
Richard. Sacá la ficha negra de ahí.
Nicolás. Estoy tratando de ser claro con la chiquilina acá presente.

~182~
Richard. Eso no es ser claro. Eso es ser más bien radical obtuso.
Nicolás. La vida es demasiado corta para no ser radical.
Richard. Yo no quiero ser radical.
Benjamín. Estás haciendo la revolución, Richard.
Richard. ¿Quién?
Benjamín. Vos.
Richard. ¿Sí?
Nicolás. ¿Me estás jodiendo?
Richard. No.
Benjamín. Tenés que prestar más atención cuando se te habla, Ri-
chard.
Richard. Vos sabés que tengo un coágulo en el cerebro.
Benjamín. ¿Por qué iba a saber que tenías un coágulo en el cerebro?
Richard. Cosas del box, Benjamín.
Benjamín. Ok.
Nicolás. Pensé que estaba claro que veníamos a hacer la revolu-
ción.
Richard. Se ve que retuve lo de Los Iracundos, y me quedé ahí.
Belén. No te preocupes, Richard, no es en serio.
Benjamín. Sí es.
Belén. Nicolás, seguí con el punto, mierda.
Nicolás sigue distribuyendo fichas negras por el mapa.
Nicolás. Bueno, cállense un poco.
Richard. En serio, sacá la ficha negra que pusiste en Uruguay.
Nicolás. No molestes.
Benjamín. Belén, ¿me estás pellizcando?
Richard. A Nicolás, que sigue poniendo fichas negras. ¿Acabás de po-
ner una ficha negra en Brasil?
Nicolás. Sí, ¿por?

~183~
Richard. ¡Brasil no es imperialista!
Nicolás. Pero por favor...
Belén. A Benjamín y Nicolás. ¿Saben lo que son ustedes dos? Pinky
y Cerebro es lo que son ustedes dos.
Nicolás. Ya hablamos de dibujos animados, Belén.
Belén. Teoría revolucionaria para prepúberes es lo que tienen en la
cabeza.
Benjamín. ¿Me estás bajando los pantalones, Belén?
Richard. Yo no quiero hacer la revolución, Nicolás.
Nicolás. ¿Qué decís?
Richard Yo soy más del reformismo democrático, ¿entendés?
Nicolás. Eso es porque sos un pequeño-burgués que veranea en La
Paloma.9
Richard. ¿Cómo sabés que veraneo en La Paloma?
Nicolás. Porque los radicales de verdad tienen rancho en Valizas,10
por eso.
Benjamín. ¿Vos tenés rancho en Valizas, abuelo?
Nicolás. Evidentemente, Benjamín.
Benjamín. Nunca me invitaste.
Nicolás. Hay hippies, y los hippies tienen enfermedades. No quiero
que te contagies.
Benjamín. Ok.
Belén. Eso no es ser radical, Nicolás.
Nicolás. Es ser más radical que Richard.
Richard. Es que a mí no me interesa ser radical. Yo voto a la Vertiente.11
Lo miran.
Silencio.
Nicolás. Me estás jodiendo.
9- Ciudad en la costa uruguaya, en el departamento de Rocha.
10- Balneario en la costa de Rocha, con menor infraestructura, edificación y población que el anterior.
11- La Vertiente Artiguista es un sector político moderado dentro de la coalición de izquierda Frente
Amplio que gobierna el país desde 2005.

~184~
Benjamín. ¿Votás a la Vertiente?
Belén. ¿En serio, Richard?
Richard. ¿Qué? ¿Qué tiene?
Nicolás. Es un poco desabrido, Richard.
Richard. Dejame en paz y sacá la ficha negra de Uruguay.
Nicolás. No voy a sacar nada.
Richard. La socialdemocracia progresista está bien, Nicolás. Sacá la
ficha.
Nicolás. Que nadie toque el mapa.
Richard. Uruguay no es amigo del imperio, Nicolás.
Nicolás. ¡Compañeros, defiendan el mapa de la oligarquía financie-
ra que opera a través del cuerpo de Richard!
Richard. ¡Sacá la ficha!
Nicolás. No.
Richard. Sacá la ficha negra de ahí, Nicolás. Me pongo tenso.
Nicolás. Lo tuyo es alienación, Richard. Leé un rato a Mao y se te pasa.
Richard. ¿Qué decís?
Nicolás. A Benjamín y Belén. Richard se llama Richard, compañe-
ros. Es pro yanqui por esencia. Hay que ignorarlo y seguir
adelante.
Richard. No seas ultra, sacá la ficha.
Nicolás. Richard es un espía del Opus, compañeros.
Richard. ¿Eh?
Nicolás. Las fichas negras se quedan ahí señalando el Capitalismo
burgués.
Richard. Tendencioso. Estás siendo tendencioso.
Nicolás. ¡Basta, Richard!
Richard. ¡Es mi juego! ¡Si no sacás la ficha negra de Uruguay me lo
llevo a mi cuarto y te meto un cross a la mandíbula!
Nicolás. Sacando la ficha negra de arriba de Uruguay. Ok, ok. Saco la
ficha negra de Uruguay.

~185~
Richard. Ahora está mejor.
Nicolás. Entre dientes. Progresista blandito.
Richard. ¿Qué dijiste?
Nicolás. Nada.
Benjamín. Mirando el mapa. ¿Se dieron cuenta de que los hijos de
puta que hicieron el mapa pintaron Asia de amarillo? Icó-
nicamente redundante, ¿no?
Nicolás. No seas básico, Benjamín. Estamos haciendo una descrip-
ción geopolítica acá. Respetá la geopolítica.
Nicolás sigue distribuyendo fichas negras por todo el mapa.
Richard. A Nicolás. ¡Pará de poner fichas negras!
Belén. Me estás tapando, Benjamín.
Benjamín. Mirando el mapa. ¿Por qué África es rosada?
Belén. A Benjamín. Haceme un lugar.
Benjamín. A Belén. Sacame el codo del estómago.
Nicolás. A Benjamín. África es rosada por el sida.
Richard. ¿Qué tiene que ver el sida?
Benjamín. No empujes, Belén.
Belén. Correte, sorete.
Benjamín. ¡Dejá de putearme!
Nicolás. El sida viene de África, Richard.
Richard. ¿Y qué tiene que ver el rosado?
Nicolás. Creo que es bastante evidente, Richard.
Belén. ¡Haceme un lugar, te digo!
Benjamín. ¡No me grites más!
Richard. No entiendo.
Nicolás. El rosado es el color de la homosexualidad.
Silencio.
Richard. Vos estás destilando homofobia, Nicolás.

~186~
Nicolás. ¡Es que me hacés calentar! ¡Estoy haciendo un análisis
geopolítico acá y se ponen a hablar del color del mapa! ¡Me
la soba el color del mapa!, ¿entendés? ¡Me la soba!
Belén. Me aburro.
Nicolás. ¡No me tranquen más, entonces!
Belén. A mí no me hables mal, sorete.
Benjamín. Seguí, Nicolás.
Nicolás. Sigue poniendo fichas negras en el mapa. Las fichas negras
(negras como los jinetes del Apocalipsis) son los Estados
Unidos y su modelo de democracia occidental burguesa
imperialista hegemónica beligerante, perimida y caduca.
Richard. Ey, ey, ey. Usás adjetivos tendenciosos, Nicolás.
Nicolás. Te calmás.
Richard. Estás siendo tendencioso.
Nicolás. No sigas.
Richard. Es que quiero pensar yo solo.
Nicolás. Basta, Richard.
Richard. Estás siendo didáctico, no seas didáctico.
Nicolás. Dejame seguir que quiero explicarle Trotsky a Belén. Deja-
me llegar a Trotsky, Richard.
Belén. ¿Richard, por qué te llamás “Richard” y no “Ricardo”?
Richard. Me llamo Ricardo, Belén.
Belén. ¿Y por qué te dicen “Richard”?
Richard. Nadie me dice “Richard”.
Belén. Nosotros te decimos “Richard”.
Richard. Sí, nunca entendí por qué.
Nicolás. ¡¿Puedo seguir, mierda?!
Ricardo. Hacé lo que quieras. Me voy a tomar una Coca-Cola.
Ricardo sale de escena por el corredor, caminando con dificul-
tad por las patas de rana.
Benjamín. ¿Por qué camina con patas de rana?

~187~
Nicolás. Richard no está bien, vota a la Vertiente.
Belén. Se llama Ricardo.
Nicolás. Me acostumbré a decirle Richard, ahora no voy a cambiar.
Belén. Correte, Benjamín.
Benjamín. ¡No me pellizques!
Belén. No llores, blandito.
Ricardo. Desde afuera, gritando. ¿Alguien quiere una Coca?
Benjamín. A Belén. ¡Pará de empujarme, Belén!
Nicolás. Gritando hacia afuera. Traete unas latas, Richard.
Belén. Tenés pila de espacio, sorete.
Nicolás. Gritando hacia afuera. Que estén bien frías. Y unas Prin-
gles, si podés.
Benjamín. ¿Podés dejar de decirme sorete, la puta que te parió?
Ricardo. Desde afuera. Perdón, Nicolás, pero las Pringles son para
ocasiones especiales.
Belén. A Benjamín. No me putees, que te quiebro las piernas.
Benjamín. Me estás asustando, Belén.
Nicolás. Gritando hacia afuera. Esta es una ocasión especial, Ri-
chard. Ya te dijimos que estamos haciendo la revolución
acá, tarado.
Ricardo. Desde afuera. Sí, pero yo me refiero a ocasiones especiales
como cumpleaños, agasajos, meetings, cocktails, ¿entendés?
Nicolás. ¡No me rompas los huevos y traé esas Pringles, Richard!
Belén. Sacate la ropa, Benjamín.
Benjamín. No me voy a sacar la ropa, Belén.
Belén. Sacate la ropa y dame un beso.
Benjamín. Basta, Belén.
Belén. ¡Dame un beso de lengua o te cago a trompadas, Benjamín!
Nicolás. Bueno, si siguen boludeando no les explico una mierda ni el
papel de la unasur12 ni la doctrina de defensa brasileña.

12- Unión de Naciones Suramericanas.

~188~
Benjamín. Belén, ¿vos me estás agarrando una nalga?
Belén. Depende. Guiñando un ojo. ¿Te gusta?
Benjamín. ¿Qué mierda te pasa? Te estás portando como un macho
hegemónico.
Belén. Callate y decime quién es tu proctólogo, así voy y le chupo
todos los dedos, papito.
Silencio.
Benjamín. Ok, esa fue una de las cosas más asquerosas que escuché en
mi vida.
Entra Ricardo con algunas latas de Coca-Cola en las manos.
Nicolás. ¿Y las Pringles?
Ricardo. La semana que viene tengo un ágape empresarial y están
reservadas.
Nicolás. ¿Un ágape empresarial?
Ricardo. Un ágape empresarial con mis compañeros de marketing.
Benjamín. ¿Qué mierda es un ágape?
Ricardo. Ni idea, Benjamín. Pero se comen Pringles.
Belén. ¿Vos trabajás en marketing, Richard?
Nicolás. No quiero escuchar, pasame una Coca.
Ricardo. Es temporal, Belén.
Ricardo reparte latas de Coca-Cola y empiezan a tomar.
Nicolás. Abriendo una lata. ¿Sabés lo que sos vos, Richard?
Ricardo. ¿Qué soy, Nicolás?
Nicolás. Tomando Coca-Cola. Sos un hipster desideologizado, eso es
lo que sos.
Benjamín. Uh-huh. Te dijo hipster.
Ricardo. ¡Yo no soy hipster!
Nicolás. Sigue esparciendo fichas negras en el mapa. Sos un hipster
desideologizado que no asume que todo esto está lleno de
fichas negras. Lleno.
Ricardo. Sólo digo que usar el color negro me parece didácticamen-
te estúpido, Nicolás.
~189~
Nicolás. Andá a leer La Diaria por suscripción a Internet, vos, hipster.13
Ricardo. Basta.
Belén. Seguí, Nicolás.
Benjamín. Dejá de tocarme la nalga, Belén.
Nicolás. Agarrando algunas fichas rojas. Bien, una vez que llenamos
el mapa de fichas negras, vamos a señalar los elementos
disidentes con fichas rojas.
Ricardo. Marcar las disidencias con fichas rojas es de una obviedad
infantil, Nicolás.
Nicolás. Callate y tomá Coca-Cola.
Ricardo. Geopolítica para retrasados mentales estás haciendo acá.
Me siento en una asamblea de niños Teletón, Nicolás.
Nicolás. Poniendo una ficha roja sobre Cuba. Tenemos a la Cuba so-
cialista por acá. Poniendo una ficha roja donde estaría Corea
del Norte. Corea del Norte, que estaría acá arriba, con Kim
Jong-un14 poniendo al mundo al borde de un ataque de pá-
nico global cada vez que abre la boca. Poniendo una ficha de
cada color sobre China. Y la República Popular China, que
es una cosa rara así que le voy a poner una ficha de cada
color. Esparce algunas fichas rojas en el ex bloque socialista.
Antes había más fichas rojas en esta mitad del mapa, pero
pasaron cosas. Cosas como Stalin, McDonald’s, Alemania
que se unificó para ganar el mundial del noventa y gente
que quería comprar autos y ropa y, bueno, eso y algunos
tipos con martillos que tiraron el Muro de Berlín y todas
las fichitas rojas que había por acá se cayeron del tablero.
Tira fichas rojas al piso, imitando alguna voz de caricatura.
¡Adiós, camaradas, adióoos! Las fichas rojas caen al suelo. ¡El
mundo es plano, llegamos al horizonte y nos caemos, ca-
maradas! Más fichas rojas caen al suelo. ¡Viva la utopíaaaa!
Ricardo. No te burles, Nicolás.
Nicolás. No molestes, progresista blandito. Poniendo más fichas ro-
jas. Vamos a poner fichas rojas también en Venezuela, Irán,

13-La Diaria es un periódico independiente que comenzó a publicarse en marzo de 2006 como alternati-
va a la prensa hasta entonces existente en Uruguay. Actualmente es el segundo diario más leído del país.
14- Kim Jong-un (1983). Actual mandatario de Corea del Norte.

~190~
Siria, y algunas más por acá en los países árabes a los que
les viene urticaria cuando se habla de Estados Unidos. Y
agregamos dos acá bien cerquita, una roja en Palestina y
una negra en Israel.
Ricardo. Estás siendo tendencioso, Nicolás. Ponés fichas negras en
Estados Unidos y en Israel. Eso es tendencioso.
Nicolás. No es tendencioso, es develar una estrategia política impe-
rialista.
Ricardo. Estás siendo kitsch. Usás fichitas de plástico y el tablero de
mierda de un juego de caja. No es serio, Nicolás.
Nicolás. Vos votás a la Vertiente, Richard.
Benjamín. Debatan con argumentos, compañeros. Eleven el nivel de
la discusión.
Ricardo. Vas a ver cuando se entere mi viejo, pequeño burgués fra-
casado.
Benjamín. El nivel. Cuiden el nivel.
Nicolás. Pero andá a estudiar a la Universidad de Montevideo,15 oli-
garca.
Benjamín. No dialoguen.
Ricardo. Hago boxeo, Nicolás. No me boludees porque te zampo
una trompada, idiota.
Nicolás. ¿Pero a quién vas a asustar vos, demócrata liberal hegemó-
nico?
Ricardo. A tu hermana voy a asustar, pedazo de /
Benjamín. Interrumpiéndolo. El nivel, compañeros. Mantengamos el
nivel.
Belén. Se me acalambran las piernas, Nicolás. Redondeá la idea
con el puto mapa.
Nicolás. Pará un poco, Belén.
Belén. Terminá de una vez.
Nicolás. Si me presionan no explico nada.

15- Universidad privada vinculada al Opus Dei.

~191~
Ricardo. ¿No querés que te traiga La Batalla Naval así usás los bar-
quitos también?
Nicolás. Eso puede servir, Richard.
Ricardo. Estaba siendo irónico.
Benjamín. A Ricardo. ¿Por qué tenés tantos juegos?
Ricardo. Son de mi padre. Está al pedo todo el día y se aburre.
Benjamín. Tu padre es cónsul.
Ricardo. Sí, por eso.
Benjamín. ¿Y juega a La Batalla Naval?
Ricardo. Le gusta más el Trivial, pero nunca gana y se termina calen-
tando.
Belén. Sigo sin entender el punto, Nicolás.
Benjamín. En serio, Belén, dejá de manosearme las nalgas.
Ricardo. ¿Soy el único que tiene ganas de comer caña de bambú?
Nicolás. El punto es que esta mierda se entendía más fácil en los
setenta cuando el war se llamaba teg y nadie lo usaba por-
que era un juego bélico y de competencia, y Cuba estaba
a la vuelta de la esquina, y el Che era algo más que una
excusa para vender remeras rojas, y Slobodan Milosevic era
un bebé de pecho. Ahora este mundo gira con fuerza cen-
trípeta hacia su centro, que es donde estamos nosotros. Y
la periferia viene. Y toma Coca-Cola. Y luego, enriquecida
o deportada, vuelve a la periferia con fuerza centrífuga. Y
ahí contagia. Y es ese mismo movimiento de afuera hacia
adentro y de adentro hacia afuera el que vamos a aprove-
char para empezar la debacle.
Ricardo. Me quedaría más claro si usaras barquitos.
Nicolás. No hay barquitos, Richard.
Ricardo. Qué pena.
Nicolás. El cambio social del que hablamos supone el viraje de la
concepción democrática norteamericana (marcada con fi-
chitas negras) hacia la concepción democrática revolucio-
naria, entendida como el preludio inevitable de la revolu-

~192~
ción socialista. Es el modelo democrático yanqui el que
estamos horadando y para eso necesitamos símbolos. Sím-
bolos como la Coca-Cola, como Trotsky, como Chomsky.
Ricardo. Riman, sí. Tenías razón, Benjamín, la puta madre.
Nicolás. Se trata de poner a combatir la democracia norteamericana
contra la democracia prerrevolucionaria, que es la verdade-
ra democracia.
Ricardo. ¿Y dónde entran Los Iracundos en todo esto?
Nicolás. ¡Callate un poco, Richard!
Ricardo. ¡No me grites, mierda!
Nicolás. Hablamos de un ritmo de revolución permanente.
Benjamín. No empieces con Trotsky de nuevo, Nicolás.
Nicolás. Revolución permanente en sus tres niveles. Primero, cam-
bios políticos iniciales: de la democracia burguesa, a la de-
mocracia revolucionaria, y de ahí a la revolución socialista.
Segundo, defensa del desequilibrio político y de la lucha
interna constante una vez alcanzado el Socialismo como
tal. Tercero: internacionalismo. La revolución no puede
triunfar en un solo Estado aislado del resto. Mil novecien-
tos diecisiete no ha acabado, compañeros. Tenemos otra
oportunidad. Por eso, este mapa. Por eso, nuestro plan. Y
por eso, ¡chupate ésta, Stalin!
Nicolás respira agitado.
Silencio prolongado.
Nicolás. Ahora pasame otra Coca que se me secó la garganta.
Ricardo le alcanza una lata de Coca-Cola a Nicolás.
Silencio.
Belén. Pero... Pero...
Belén empieza a llorar. Los demás la miran en silencio.
Benjamín. ¿Qué pasa, Belén?
Belén. Llorando. No sé. No sé qué pasa. Gritando. ¡No sé qué pasa!
Benjamín. Tranquila, Belu.

~193~
Belén. Modulando con dificultad por las lágrimas. ¡No me digas
Belu, la concha de tu madre!
Ricardo. ¿Querés tomar un poco de Coca? ¿Te traigo unas Prin-
gles?
Nicolás. Molesto. Richard...
Ricardo. No me jodas, Nicolás. Si la tipa está llorando, se pueden
abrir.
Nicolás. ¿Estás así por Trotsky, Belén? ¿Estás así por Trotsky o estás
así porque dije “chupate ésta, Stalin”? Espero que sea por
Trotsky, porque si es por Stalin me voy a calentar.
Benjamín. Nicolás.
Nicolás. Ok, ok. Me callo.
Belén llora.
Ricardo. Mirándose las palmas de las manos. Che, ¿las latas de Coca
están destiñendo?
Benjamín. ¿Por qué preguntás, Richard?
Ricardo. Porque tengo las manos un poco rojizas.
Nicolás. Eso es no es porque las latas de Coca destiñan, Richard.
Eso es porque sos un puto de mierda.
Silencio.
Todos miran a Nicolás. Belén sigue llorando. Nicolás se
muestra sorprendido por lo que acaba de decir.
Benjamín. Abuelo...
Nicolás. Sinceramente arrepentido. Perdón. No quise decir eso. De
verdad, no quise.
Ricardo. Creo que te voy a tener que matar, Nicolás.
Nicolás. Perdón. No sé qué fue. Yo no quise... En serio.
Ricardo. ¿Soy el único que está pensando en caminar en cuatro pa-
tas y en viajar a Gabón acá?
Benjamín. ¿Gabón? ¿Por qué Gabón?
Ricardo. ¿Cómo “por qué Gabón”? Hay árboles en Gabón. Y hay
otras cosas también, pero no te las digo porque me vinie-

~194~
ron ganas de golpearme el pecho y hacer sonidos guturales.
Pausa. ¿Belén, te querés casar conmigo?
Benjamín. Richard, estoy acá.
Ricardo. Coyuntura, Benjamín. Pura coyuntura.
Benjamín. Es mi novia, Richard.
Ricardo. Y a mí me vinieron ganas de reproducirme, Benjamín.
Benjamín. ¡¿De qué hablás?!
Belén sigue llorando.
Ricardo. Creo que llegó el momento de que sea yo el que se aparee
con las hembras de esta manada, Benjamín.
Benjamín. ¿Manada? ¿Qué manada?
Ricardo. Esta manada, Benjamín. Ahora andá a la cocina y haceme
una ensalada de pasto, ¿querés?
Benjamín. ¿Pero qué mierda les pasa?
Ricardo. No sé, pero en algún punto de mi ser, extraño ver jirafas.
Nicolás. Estoy un poco mareado. Caminando hacia el baño. Necesi-
to mojarme la cara.
Belén grita y extiende sus manos hacia la puerta del baño
que se cierra sola, violentamente. Las luces titilan. Las paredes
tiemblan. Belén ya no llora.
Silencio.
Ricardo. ¿Acabás de cerrar la puerta con la mente, Belén?
Belén. Respirando agitada. No me gusta Nueva York.
Nicolás. Bueno, te calmás que en cualquier momento viene Choms-
ky para acá y esto tiene que estar ordenado.
Benjamín. ¿Chomsky viene para acá?
Nicolás. Le dijimos que podía usar el balcón para hacer proclamas
y, como el apartamento es del cónsul, no va sospechar.
Ricardo. Sin dejar de mirar a Belén. Por si no se dieron cuenta, Be-
lén acaba de cerrar una puerta con la mente. Propongo
tratar el tema, compañeros.

~195~
Benjamín. A Nicolás. ¿Qué proclama?
Nicolás. Boludeces del movimiento Okupa de Wall Street. Hippis-
mo desideologizado, Benjamín.
Ricardo. Sin dejar de mirar a Belén. Compañeros...
Benjamín. ¿De verdad querés raptar a Chomsky, abuelo?
Nicolás. Claro que quiero raptar a Chomsky. Escribe libros y sabe
agitar gente.
Benjamín. ¿Y lo vamos a tener de mascota acá?
Nicolás. Basta, Benjamín.
Ricardo. Sin dejar de mirar a Belén. Compañeros...
Benjamín. Me parece un poco esnob, abuelo.
Nicolás. ¡Quiero a Chomsky, y te calmás!
Ricardo. Sin dejar de mirar a Belén. Belén está moviendo cosas con
la mente, compañeros.
Nicolás. Richard, andás en patas de rana y votás a la Vertiente.
Perdiste credibilidad hace como veinte minutos. A Belén.
Ahora abrí esa puerta vos, que me quiero mojar la cara.
Las luces vuelven a titilar. Las paredes tiemblan. Belén ex-
tiende las manos hacia el tablero del war que se eleva en el
aire lentamente, dejando caer todas las fichas al piso. Hace un
gesto brusco con la mano y la mesa se vuelca. Otro gesto, y el
tablero cae al piso. Los papeles y las valijas que están cerca de
ella, se mueven solos, alejándose. Todos miran a Belén, que
respira agitada.
Silencio.
Ricardo grita de terror y sale corriendo hacia el exterior por
la puerta principal del apartamento, con las patas de rana
aún puestas.
Benjamín. Creo que Belén está haciendo magia, Nicolás.
Nicolás. Me costó trabajo conceptual armar ese mapa y lo acabás de
arruinar, Belén. Señalando la puerta del baño. Ahora abrí
esa puerta antes de que empiece a repartir sopapos.
Benjamín. Mirando con miedo a Belén. ¿Abuelo, en qué momento

~196~
asumimos que es normal ver a Belén moviendo cosas con
la mente?
Nicolás. No sé, Benjamín, pero yo estoy empezando a ver doble.
Nicolás se tambalea y amenaza con caerse al piso.
Benjamín. Abuelo.
Nicolás. ¿Vos no te sentís como supurando adrenalina, Benjamín?
Belén. Respirando agitada. Sigo sin entender para qué carajo estoy
acá.
Nicolás. A Benjamín. Correte que quiero hacer gimnasia aeróbica.
Sacándose la ropa. Hace calor.
Benjamín. Nicolás, dejate la ropa puesta.
Belén extiende las manos hacia las paredes, que empiezan a
temblar. Las luces amenazan con apagarse.
Nicolás. Sacándose la ropa. Tengo calor, Benjamín.
Benjamín. ¡Belén, dejá de mover cosas con la mente!
Belén. ¡Seguís sin decirme para qué mierda me querés acá!
Nicolás se sigue sacando la ropa.
Benjamín. ¡Pará de sacarte la ropa, Nicolás!
Nicolás. A Benjamín. ¡Pegá, pegá cagón, pegá!
Benjamín. ¡No te voy a pegar, abuelo!
Nicolás. ¡Dame una piña! ¡Que me des una piña bien dada, oligarca
puto!
Benjamín. ¡No me digas oligarca puto! ¡Y dejá de sacarte la ropa, la
concha de tu madre!
Nicolás. ¡No me insultes, pendejo del orto!
Benjamín. ¡Entonces no me insultes vos, la puta madre!
Nicolás. ¡Yo no te quiero insultar, concha!
Benjamín. ¡Lo estás haciendo!
Nicolás. ¡Sí, pero no sé por qué! ¡No sé qué mierda está pasando!
¡No sé qué mierda!
Benjamín. ¡Yo tampoco, Nicolás!

~197~
Benjamín le pega una cachetada a su abuelo.
Silencio.
Nicolás. ¡¿Por qué me pegás?!
Benjamín. ¡No sé, la puta madre! ¡No sé por qué te pego! ¡No sé!
Nicolás. Benjamín, vos tenés las manos rojas.
Benjamín. ¿Qué?
Benjamín se mira la palma de las manos, rojizas.
Nicolás. ¡Que tenés las manos rojas! ¡Mirate las manos, la concha de
tu madre!
Benjamín. ¡No te metas con mi madre!
Nicolás. ¡Tu madre es mi hija!
Benjamín. ¿Qué tiene que ver?
Nicolás. ¡No sé!
Benjamín. ¡Vos también tenés las manos rojas, mierda!
Nicolás. ¡Yo no tengo nada! Ahora callate y traeme unas Pringles.
Benjamín. ¡Mirate las manos, abuelo!
Nicolás. ¡Te calmás, Benjamín! ¡Te calmás!
Benjamín. ¡No puedo, abuelo! ¡No me puedo calmar! ¡Me siento hor-
monal, Nicolás!
Nicolás. ¿Te sentís hormonal?
Benjamín. ¡Me siento hormonal, abuelo!
Nicolás. ¿Cómo que te sentís hormonal? ¡Eso no existe, Benjamín!
Benjamín llora.
Nicolás. ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué pasa ahora?
Benjamín. Llorando. ¡No sé! ¡No sé qué pasa! ¡Belén, decí algo, la con-
cha de tu madre!
Belén extiende sus manos hacia Benjamín lanzándolo contra
la pared con violencia. Las luces titilan. Benjamín queda de
pie sin poder moverse, pegado a la pared.
Belén. ¡A mí no me insultes, sorete!

~198~
Benjamín. Pegado a la pared. Yo no te insulté. Dije “la concha de tu
madre” en general.
Belén. “La concha de tu madre” no es general. Es mi madre, no la
tuya.
Benjamín. Pegado a la pared. ¡Fue general, fue general te digo! ¡No me
puedo mover, mierda!
Belén. ¡No me grites!
Benjamín. Pegado a la pared. ¡Dejame en paz! ¡Nicolás, hacé algo!
Nicolás. ¿Por qué todos tienen las manos rojas?
Benjamín. Pegado a la pared. ¡Belén, dejá de violentarme con la mente!
Belén. Escuchame, Benjamín.
Benjamín. Pegado a la pared, aún llorando. Te escucho, Belén.
Belén. ¡Pará de llorar!
Benjamín. Pegado a la pared. ¡No puedo!
Belén. Tratá, Benjamín.
Benjamín. Pegado a la pared. Estoy tratando. ¡Estoy tratando!
Las luces siguen temblando.
Belén. ¿Vos me pediste que te acompañara a Nueva York para rap-
tar a Chomsky?
Nicolás. Para raptar a Chomsky no, Belén.
Belén. Extendiendo su mano hacia Nicolás. ¡¿Por qué estoy acá,
entonces?!
Nicolás. A Belén, por su mano. ¡Apuntá eso para otro lado, la puta
madre!
Las luces tiemblan. Nicolás se sienta en el piso.
Belén. ¡Me contestan, mierda!
Benjamín. Pegado a la pared. ¡Porque te quiero, Belén! ¡Porque con
este plan vamos a poder crear otro universo real sin caer
en las boludeces de la física cuántica! Porque podemos ser
felices vos y yo, y todos los demás imbéciles de este mun-
do. Porque el planeta puede tener un segundo nacimiento
guiado por nosotros, como si fuéramos un partido de van-

~199~
guardia compuesto por dos, a la manera de Adán y Eva
pero con conciencia social y fundar un Edén sin burocracia
de Estado. Y entre los dos hacer carne a la utopía dando a
luz al salvador de la humanidad. ¡Por eso, por eso te pedí
que vinieras, Belén!
Silencio.
Nicolás. Puaj. En serio, puaj. Perdonen pero tanta cursilería me seca
el prepucio. De verdad, me lo seca.
Benjamín. Pegado a la pared. Te quiero, Belén.
Nicolás. Se me cae el prepucio, en serio. Se me está cayendo.
Benjamín. Pegado a la pared. ¡Te amo!
Las luces siguen temblando.
Nicolás. Sentado en el piso. Belén, estás acá porque sabés algo de
informática y tu padre es hacker. Y, como Benjamín es un
tarado que no sabe ni prender una computadora, te necesi-
tamos para entrar al servidor del laboratorio de la Univer-
sidad y robar la información del puto virus. A Benjamín.
Y vos no la engañes más y dejá de usar ese lenguaje seu-
doerótico así evitamos que se me caiga el resto del aparato
genital, idiota.
Benjamín. ¡Dejá de insultarme, querés!
Nicolás. ¡Ya te dije que no lo estoy controlando, mierda!
Las paredes tiemblan. Las luces titilan todavía.
Belén. Aún extendiendo las manos hacia Benjamín. ¿Eso es verdad,
Benjamín?
Benjamín. Un poco. Es verdad que no sé prender una computadora,
pero también es cierto que te quiero.
Belén. Ok.
Belén sale de escena hacia el interior del apartamento. Ben-
jamín cae al piso. Las luces dejan de titilar y las paredes, de
temblar.
Silencio.
Benjamín. Levantándose. ¿Ok? ¿Dijo ok? ¿Se comporta como una mala
versión de Carrie y se va diciendo ok?

~200~
Nicolás. ¿Benjamín, vos estuviste leyendo a Lenin?
Benjamín. ¿Por?
Nicolás. Porque dijiste que vos y tu novia iban a formar un partido
de vanguardia.
Benjamín. ¿Dije eso?
Nicolás. Lo dijiste. Igual que Stalin.
Benjamín. Fue un decir, Nicolás.
Nicolás. Sabés que no me cae bien Stalin.
Benjamín. Lo voy a tener en cuenta, abuelo.
Nicolás. ¿Sabés a quién le caía mal Stalin?
Benjamín. Creo que no me interesa, Nicolás.
Nicolás. A Trotsky le caía mal Stalin.
Benjamín. Me parece bien.
Nicolás. Sólo quería que nos pusiéramos de acuerdo en eso para
evitar que me termines matando en México y esas cosas.
Benjamín. No te voy a matar en México, abuelo.
Nicolás. Espero que sea así, Benjamín.
Nicolás grita y le pega un fuerte golpe con su puño a la pared,
atravesándola. Queda respirando agitado.
Silencio.
Benjamín. ¡¿Qué carajo acabás de hacer?!
Nicolás. ¿Rompí la pared? ¿Acabo, acabo de romper la pared?
Benjamín. Sí, rompiste la pared, abuelo.
Nicolás. Yo, yo no quise romper la pared.
Benjamín. ¡Es la casa del cónsul, la puta madre!
Nicolás. ¡Ya te dije que no sé qué mierda está pasando!
Nicolás grita y le da otro golpe con su puño a la pared, ha-
ciéndole otro agujero.
Benjamín. ¡Pará de agujerear las paredes, Nicolás!
Nicolás. ¡No soy yo, no soy yo!

~201~
Benjamín. Acercándose a alguno de los agujeros recién abiertos. Abuelo,
puedo ver a Belén a través de la pared. Mirando por uno de
los agujeros. Hola, Belén.
Belén. Desde afuera. Hola, cabeza de orto.
Benjamín. Mirando por el agujero, a Belén. ¿Eso es una computadora?
Nicolás. Benjamín.
Benjamín. Esperá, abuelo.
Belén. Desde afuera. ¿Acaban de agujerear la pared?
Benjamín. Por el agujero. Vos movés cosas con la mente, Belén.
Nicolás. Benjamín.
Benjamín. ¡¿Podés esperar un poco?!
Nicolás le pega una cachetada a Benjamín.
Benjamín. ¿Me pegaste?
Nicolás. Es bastante probable, Benjamín.
Benjamín. ¿Querés pelear?
Nicolás. Por supuesto. Pero antes necesito una Coca, renacuajo.
Benjamín. ¿Eh?
Nicolás. ¿Te acabo de decir renacuajo?
Benjamín. Creo que sí.
Nicolás. Es mejor que decirte “imbécil de mierda”, ¿no?
Benjamín. Supongo.
Nicolás abre una lata de Coca-Cola que quedó en algún
rincón.
Nicolás. Ofreciéndole Coca-Cola. ¿Querés?
Benjamín. Claro.
Nicolás. ¿Y vas a tomar Coca-Cola con toda esa saliva en la cara?
Benjamín. ¿Qué saliva?
Nicolás. Ésta.
Nicolás escupe a Benjamín en la cara.

~202~
Silencio.
Benjamín. Me acabás de escupir.
Nicolás. Puedo ver que lo hice, sí.
Benjamín. ¿Y me escupiste porque...?
Nicolás. ¡No sé! ¡No sé por qué te escupí!
Benjamín. Limpiándose. ¡¿Por qué hiciste eso, Nicolás?!
Nicolás. Tomando Coca-Cola. ¡No sé, no sé por qué lo hice!
Benjamín. ¡Pará de tomar Coca!
Nicolás. ¡No puedo!
Benjamín. Por lo menos dame un poco, viejo de mierda.
Nicolás. ¡No me insultes, sorete!
Benjamín. ¡Yo no te insulté! ¡Y ni siquiera quiero tomar Coca-Cola, la
puta madre!
Entra Belén con una computadora Ceibalita16 prendida en la
mano y una remera en la que se ve el logo de la emisión sema-
nal de acontecimientos uruguayos por YouTube Tiranos Tem-
blad.17 Debajo del logo, compuesto por una rama de laurel y
otra de olivo entrelazadas y un sol encima, se lee la inscripción
“Yo salí en Tiranos Temblad”. La miran.
Silencio.
Benjamín. ¿Qué carajo estás haciendo?
Belén. Voy a grabar toda esta mierda a ver si el lunes sale en Tira-
nos Temblad.
Benjamín. No vamos a salir en Tiranos Temblad.
Belén. Ponen loros diciendo boludeces, ¿no nos van a poner a no-
sotros haciendo esta sarta de guarangadas?
Nicolás. No es una sarta de guarangadas. Es la revolución.
Belén. No es, no.

16- El Plan Ceibal es un programa de inclusión tecnológica y social que ha entregado una computadora
a cada niño y adolescente que asiste a la enseñanza pública. Las computadoras entregadas, más pequeñas
que las laptops, reciben el nombre de “Ceibalitas”.
17- Se trata de videos que resumen con humor las noticias relacionadas a nuestro país publicadas en
YouTube desde cualquier lugar del mundo.

~203~
Nicolás. Sí, es. Estamos citando a Trotsky acá.
Benjamín. Acercándose a Belén. Belén, podés escucharme un /
Belén lo interrumpe extendiendo la mano. Benjamín cae em-
pujado hacia atrás violentamente. Las luces titilan y las pare-
des tiemblan.
Belén. ¡Vos no te muevas!
Benjamín. ¡Dejá de hacer eso, la puta madre!
Nicolás grita amenazante y ridículo, golpeándose el pecho,
como un gorila. Los demás lo miran.
Silencio.
Belén. ¿Qué carajo estás haciendo?
Silencio.
Nicolás. No estoy muy seguro.
Benjamín. Belén, no prendas la cámara.
Belén. A Benjamín. ¡Vas a aparecer en Tiranos Temblad, y te callás!
Belén se sienta en el sillón para usar la computadora.
Nicolás. ¿Alguien me puede decir qué mierda es Tiranos Temblad?
Benjamín empieza a llorar.
Benjamín. ¡Quiero saber qué está pasando!
Entra Ricardo por la puerta principal, corriendo y agitado.
Tiene heridas en la cara y los brazos. Su ropa está ensangren-
tada, desgarrada y con mechones de pelo ajenos en algunos
lugares. Perdió una pata de rana. La otra sigue en su lugar.
Ricardo. Cerrando la puerta tras de sí. Cierren. ¡Cierren, la puta ma-
dre, cierren!
Benjamín. ¿Qué? ¿Qué pasa? ¡¿Qué pasa?!
Ricardo. Sosteniendo la puerta con su cuerpo. La llave. ¡La llave,
mierda!
Alguien forcejea la puerta desde afuera, queriendo entrar. Ri-
cardo la sostiene impidiendo que se abra.
Benjamín. ¡¿Qué mierda está pasando!?

~204~
Ricardo. Sosteniendo la puerta. Ayudame, Nicolás. ¡Ayudame, mier-
da, que son muchos!
Nicolás. De qué carajo estás hablando, Richard. ¡Me estás asustan-
do, carajo!
Ricardo. Sosteniendo la puerta. La llave. ¡La llave, que no puedo
aguantar mucho tiempo!
Benjamín. ¡No sé dónde está! ¿Dónde está?
Desde afuera siguen empujando la puerta.
Ricardo. En el piso. ¡Fíjate en el piso, mierda!
Benjamín. Buscando entre los papeles del piso. ¡No está! ¡No la veo!
Ricardo. Sosteniendo la puerta, mira los agujeros de la pared. ¡¿Quién
fue el hijo de puta que me agujereó la pared?!
Nicolás. Fui yo. No sé qué pasó. ¡No sé! ¡Estoy descontrolado, me
bajó la serotonina o no sé qué mierda!
Ricardo. Sosteniendo la puerta. Te voy a cagar a trompadas. ¡Cuan-
do los monos que están afuera me dejen en paz, te cago a
trompadas!
Belén. Usando la computadora para filmarse. Hola, Tiranos Tem-
blad. Hola, Uruguay.
Benjamín. ¿Monos? ¿Qué monos?
Belén. Filmándose en la computadora. Estamos en Nueva York ha-
ciendo la revolución.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. En la calle. La gente. Parecen, pare-
cen monos salvajes. ¡Monos salvajes, mierda!
Nicolás. ¿Cómo “monos salvajes”? Los monos son salvajes, tarado.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. Gorilas en celo, eso quiero decir.
Belén. Filmándose en la computadora. Me gustaría mostrarles un ca-
chorro de labrador haciendo cosas tiernas, pero no tengo.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. La puerta, Nicolás. ¡La puerta!
Nicolás. ¿Qué? ¡¿Qué querés que haga, la puta madre?!
Belén. Filmándose en la computadora. Acá sólo hay una manga de
eunucos morales entrando en crisis vaya a saber uno por
qué mierda.

~205~
Ricardo. Sosteniendo la puerta. Vení y hacé fuerza conmigo, hijo de
puta.
Nicolás. ¡Dejá de insultarme vos, pequeño burgués!
Ricardo. Sosteniendo la puerta. ¡La gente se está intentando violar
ahí afuera, así que pará de boludearme!
Benjamín. ¿De qué mierda estás hablando, Richard?
Ricardo. Sosteniendo la puerta. ¡Callate y buscá la llave, carajo!
Belén. Filmándose en la computadora. Mi nombre es Belén, y ellos
son Richard, Benjamín y Nicolás. Y están muy mal de la
cabeza.
Benjamín. Encontrando la llave entre los papeles del piso. ¡Acá está,
mierda, acá está!
Ricardo. Sosteniendo la puerta. ¡Pasámela, pasámela, la puta madre!
Benjamín. Mirando el llavero. Richard, ¿por qué mierda tenés un lla-
vero con la cara de Tabaré Vázquez?18
Ricardo. Sosteniendo la puerta. ¡No me juzgues, mierda, y pasame la
llave!
Nicolás. Yendo a sostener la puerta junto a Ricardo. ¿Es la cia, Ri-
chard? ¿Los que te quisieron violar son de la cia?
Ricardo. Sosteniendo la puerta. No es la cia, Nicolás. Son todos.
Benjamín. ¿Todos te quisieron violar?
Ricardo. Sosteniendo la puerta. ¡Todos se están matando ahí afuera!
¡Todos! ¡Es el caos! Recibiendo un impacto desde afuera. ¡Pa-
ren de empujar, hijos de puta!
Belén. Filmándose en la computadora. La revolución en Nueva
York: el momento “what the fuck” de la semana.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. Benjamín, no te quedes ahí parado y
pasame la llave, la puta madre.
Benjamín. Creo que estoy teniendo un síncope.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. Si tuvieras un síncope no estarías ha-
blando, imbécil. ¡Dame la llave!

18- Tabaré Vázquez (1940). Presidente de Uruguay en el período 2005-2010. Fue electo nuevamente para
el período 2015-2020. Líder del Frente Amplio.

~206~
Nicolás. Que la cia no escuche, hay que hablar como ballenas.
Belén. Definitivamente, Uruguay es el mejor país.
Belén empieza a cantar “Uruguay es el mejor país” de Aleksey
Igudesman y Richard Hyung Joo.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. No es la cia, tarado. ¡No es la cia!
Nicolás. Imitando el sonido de una ballena. Wwwwwooooo
oooooowwww.
Benjamín. ¡No empieces a joder con eso ahora, Nicolás!
Nicolás. Wwwww oooo wwwwwwwww.
Benjamín. ¡Cortala con eso, abuelo, la concha de la madre!
Belén sigue cantando sentada en el sillón.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. Belén, ¿qué mierda hacés con mi
Ceibalita?
Nicolás. A Benjamín. Vos dejá de insultarme, pendejo.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. A Belén. ¡¿Por qué tenés puesta mi
remera de Tiranos Temblad?! ¿Quién les dio permiso para
revisar mis cosas, mierda?
Belén sigue cantando sentada en el sillón.
Ricardo. ¡Y, Benjamín, pasame la llave de una puta vez antes de que
entren estos gorilas neoyorquinos del orto, la puta madre!
Benjamín. Dándole la llave a Ricardo. ¡Tomá, y dejá de hablarme mal,
carajo!
Ricardo se dispone a cerrar la puerta pero la llave se le cae de
las manos.
Ricardo. Sosteniendo la puerta. ¡Se me cayó, se me cayó, concha!
Nicolás. Benjamín, recogela vos que yo sufro de la espalda.
Benjamín. Hacés danza contemporánea, Nicolás.
Nicolás. ¡Pero ahora no tengo ganas!
Ricardo. Sosteniendo la puerta. ¡Que alguien me pase la llave!
Belén deja de cantar y grita. Va hasta la puerta aún gritando,
empuja a Ricardo a un costado y sale, cerrando tras de sí.

~207~
Nadie se mueve. Afuera se sienten, por unos instantes, gritos,
insultos y golpes.
Silencio.
Belén vuelve a entrar con su remera algo rota y manchas de
sangre. Recoge la llave y tranca la puerta.
Belén. Tanto problema para cerrar una puta puerta, manga de his-
téricos.
Los demás respiran agitados, mirándola en silencio. Belén se
sienta en el sillón.
Benjamín. Richard, ¿qué mierda hay afuera?
Ricardo. Gorilas, Benjamín. Gorilas. Ahora pasame una Coca.
Benjamín le alcanza una Coca-Cola a Ricardo.
Benjamín. ¿Cómo gorilas?
Ricardo. Tomando Coca-Cola. Gente matándose. Gruñendo. ¡Es el
Apocalipsis ahí afuera!
Belén. Eran cinco tipos gordos, Richard. Estornudé y se cayeron,
flojito.
Ricardo. En realidad, eran cuatro tipos gordos y una mujer muy
peluda.
Belén. ¿La bajita era una mujer?
Ricardo. No, la más alta. ¿Siguen ahí?
Belén. Se fueron corriendo. El piso está libre.
Ricardo. Esos cinco fueron los que me siguieron. En la calle hay
muchos más. Muchos. Peludos, alzados, irascibles. Busqué
policías. No hay nada. Todos están locos. ¡Todos están muy
locos, mierda!
Nicolás. Richard, ¿hay wifi acá?
Ricardo. ¿Pero qué mierda me estás preguntando? ¡¿Pero qué mierda
me estás preguntando, la puta madre?! ¡Me cago en el wifi!
¡Te estoy hablando del Juicio Final y me salís con el wifi,
tarado!
Nicolás. No me contestaste.

~208~
Ricardo. Sí, hay wifi.
Nicolás. Benjamín, entrá a Internet y fijate qué mierda está pasando.
Benjamín recoge la computadora.
Ricardo. Podés entrar a la página web de La Diaria, estoy suscripto.
Nicolás. Yo sabía que leías La Diaria, hipster desideologizado.
Ricardo. ¡Es un diario independiente y crítico, y te calmás!
Nicolás. Pero por favor...
Benjamín. Mirando el teclado. ¿Cómo mierda se usa esto?
Belén. Sacándole la computadora de las manos a Benjamín. Dejame
a mí, tarado.
Benjamín. ¡No me insultes más!
Belén. Y si no, ¿qué? ¿Le vas contar a tu mamita? ¿Por qué no te
vas a chuparle esa teta caída que tiene /
Nicolás. Interrumpiéndola. ¡Basta, púberes!
Belén. En el teclado. ¿Qué pongo?
Ricardo. Tomando Coca-Cola. Buscá “violencia generalizada” y “fin
del mundo” en Google.
Nicolás. No seas alarmista, Richard.
Ricardo. ¡Es lo que está pasando, mierda!
Belén escribe algo en el teclado de la computadora y lee.
Belén. Ok, sí. Bien.
Silencio.
Benjamín. ¿Nos podés decir qué pasa, la puta madre?
Belén. Levantando la vista. Hay una alerta roja internacional por
un virus en las latas de Coca-Cola.
Silencio.
Ricardo escupe la Coca-Cola que estaba en su boca, empa-
pando la cara de Benjamín.
Benjamín. Me escupiste, Richard.
Ricardo. La Coca está contaminada.

~209~
Benjamín. ¡Y ahora está en mi cara, la puta que te parió!
Nicolás. ¿Un virus de qué tipo, Belén?
Belén. Leyendo. Uno que combina adn de gorila con testosterona.
Ricardo. ¿Eh?
Benjamín. ¡Me robaron la idea, hijos de siete mil putas!
Nicolás. ¿Podés seguir, Belén, la puta madre?
Belén. Leyendo. El artículo habla de una epidemia incontrolable,
de Siria y las armas químicas, de una guerra bacteriológica
y termina diciendo “Al Qaeda”.
Nicolás. Siempre terminan diciendo “Al Qaeda”, Belén. Decime
algo que no sepa.
Benjamín. No lo tendría que haber publicado en Twitter.
Silencio.
Ricardo. ¿Lo publicaste en Twitter?
Nicolás. ¿Qué publicaste en Twitter, retardado?
Benjamín. Esto, lo que íbamos a hacer. Se lo conté a unos amigos de
Humanidades y me dijeron que la idea era muy buena, y
que ojalá se les hubiese ocurrido a ellos. Y me pareció bue-
no ponerlo en Twitter. No siempre tengo ideas buenas para
poner en Twitter.
Nicolás. ¿Fueron tus amigos de Humanidades? ¡¿Estás diciendo que
los que nos copiaron fueron tus amigos de Humanidades,
la puta que te parió?!
Benjamín. ¡Estoy diciendo que es una posibilidad, mierda!
Nicolás. Benjamín, te voy a cagar tanto a patadas en el orto que mis
zapatos van a ser el causal de divorcio de tus nalgas.
Ricardo. Yo pongo frases de Ricardo Arjona19 en Twitter.
Belén. Voy a hacer de cuenta que no escuché eso, Richard.
Ricardo. Ok.
Belén. Sigue leyendo. Las ciudades más importantes del mundo
están infectadas. Nueva York, Berlín, París, Montevideo.

19- Ricardo Arjona (1964). Cantautor guatemalteco.

~210~
Ricardo. ¿Montevideo?
Belén. No, Montevideo no. Estaba jodiendo.
Benjamín. Dejame leer.
Belén. Estoy leyendo yo, sorete.
Benjamín. ¿Ahí dice telequinesis?
Ricardo. ¿Qué decís, Benjamín?
Benjamín. A Belén. Leé ahí. Leé ahí donde dice sintomatología.
Belén. ¡Esperá un poco, carajo!
Benjamín. Leé ahí, leé donde dice sintomatología. ¡Leé los síntomas,
pedazo de una /
Belén. Interrumpiéndolo. Ok, ok. Ya leo, mierda. Leyendo. El virus
entra por la piel, tiñendo las manos de rojo.
Nicolás. ¿Eso también? ¿Todo? ¿Nos copiaron todo, la puta madre?
Benjamín. ¿Qué más?
Nicolás. ¿Hablan de Chomsky? ¿Raptaron a Chomsky?
Benjamín. ¿Qué importa Chomsky, abuelo?
Nicolás. Si no raptaron a Chomsky, no hay filosofía atrás de la
cosa.
Ricardo. ¿Qué cosa?
Nicolás. La cosa. La cosa, Richard.
Ricardo. No entiendo.
Nicolás. ¡La epidemia, la puta madre!
Belén. ¿Puedo seguir?
Nicolás. Eso no es socialismo, mierda. No está Marx ahí. Eso es
puro Green Peace y seudo hippismo ecologista. Eso es van-
dalismo histérico anarcoide. Como los negros que mataron
a Gadafi, como los indignados en Cataluña, como la masa
que defiende árboles en Estambul para evitar que pongan
un shopping en un parque. Puro nihilismo posmoderno.
No hay ideología atrás de eso. ¡No hay ideología atrás de
nada, la puta madre!

~211~
Nicolás le pega una piña a la pared, haciéndole otro agujero.
Ricardo. ¡Pará de romperme la casa, la concha de tu vieja!
Nicolás. Me reventé la mano. ¡Mierda!
Benjamín. Seguí con la sintomatología, Belén. Leé la sintomatología.
Belén. Ya voy.
Benjamín. Dale, Belén. Leé la sintomatología.
Belén. Dejá de repetir sintomatología, hijo de puta.
Benjamín. No me hables mal, soreta.
Belén. Leyendo. Se habla de violencia verbal, violencia física, tele-
quinesis...
Ricardo. ¿Lo qué?
Nicolás. ¿Cómo telequinesis? ¿Me estás jodiendo?
Ricardo. ¿La telequinesis vendría a ser...?
Benjamín. Mover cosas con la mente, Richard.
Ricardo. Seguro.
Nicolás. ¡¿Pero cómo un virus te va a hacer mover cosas con la mente?!
Belén. Es interesante.
Benjamín. Esto quiere decir...
Ricardo. ¿Qué, Benjamín?
Silencio.
Benjamín. Mirándose la palma de las manos, rojizas. Que estamos
infectados.
Silencio.
Nicolás le pega una cachetada a su nieto.
Benjamín. ¡¿Por qué me pegás, mierda?!
Nicolás. ¡No sé! ¡No sé por qué te pego! ¡No sé!
Benjamín. Controlate porque te descargo un tonel de patadas en el
orto, abuelo.
Ricardo. No se peleen. No se peleen, compañeros.

~212~
Belén. Genial. Tengo superpoderes, manga de maricones.
Nicolás. Nos copiaron. ¡Nos copiaron la puta idea, la puta madre!
Ricardo abraza a Benjamín.
Benjamín. Sin soltarse. ¿Qué hacés, Richard?
Ricardo. Sin soltar a Benjamín. Me siento solo, Benjamín. Pero ya se
me va a pasar.
Benjamín. Sin soltarse. Richard...
Ricardo. Sin soltarse. Haceme mimos.
Benjamín. Sin soltarse. ¿Eh?
Ricardo. Sin soltarse. Haceme muchos mimos.
Benjamín. Sin soltarse. ¿Qué carajo te pasa?
Ricardo. Sin soltarse. Estoy tenso. Dame cariño.
Benjamín. Sin soltarse. Eutanasia te voy a dar, Richard. Pegale un tiro,
abuelo. Una sobredosis de morfina, algo.
Ricardo. Sin soltarse. Sabés que te puedo escuchar, ¿no?
Benjamín. Sin soltarse. Estás arriba mío, ¡ya sé que me escuchás!
Ricardo. Sin soltarse. ¿Entonces por qué decís cosas feas?
Benjamín. Sin soltarse. ¡Porque tengo un virus en el escroto que me
hace ser así, la puta que lo parió!
Ricardo. Sin soltarse. ¡Yo también y sin embargo te estoy abrazando
y no te cago a patadas, mierda!
Belén. Creo que puedo leer la mente.
Nicolás. Mirándose las manos. Somos monstruos. Como los defor-
mes del circo. Como los niños del cotolengo. Como los
empleados de McDonald’s.
Belén. Richard, ¿vos estás pensando en una sociedad sin clases en
la que el Estado provee a todos de policías que son también
amas de casa y que, además de seguridad, te dan mucho
amor?
Ricardo. Sin soltar a Benjamín. Para nada, Belén.
Belén. Ah. Pausa. No, entonces no leo la mente.

~213~
Nicolás. Mirándose las manos. Estamos encerrados.
Benjamín. Sin soltarse. ¿Me podés soltar, Richard?
Ricardo. Sin soltarse. Todavía no, Benjamín.
Nicolás. Mirándose las manos. Viviendo nuestros últimos instantes
en esta Nueva York hobbesiana, con el miedo inevitable a
una muerte violenta.
Benjamín. Sin soltarse. En serio, Richard. Te dejé de abrazar hace
como quince minutos.
Ricardo. Sin soltarse. ¡Que me abraces fuerte como un oso, te digo!
Nicolás. Mirándose las manos. Para ser las prostitutas de los machos
del capital.
Belén. ¿Y tampoco estás pensando en que te hubiese gustado te-
ner dos hijos para mandar a uno al Colegio Alemán20 y al
otro a una escuela de Casavalle21 para ponerlos a debatir
dialécticamente en la cena y ver qué pasa?
Ricardo. Sin soltar a Benjamín. No, tampoco, Belén.
Belén. Mierda.
Benjamín. Sin soltarse. ¡¿Me podés soltar, la concha de tu hermana?!
Ricardo. Sin soltarse. ¡Dame afecto, hijo de puta!
Benjamín. Sin soltarse. ¡Está bien, está bien, te doy afecto!
Ricardo. Sin soltarse. Prrrrrr.
Benjamín. Sin soltarse. ¿Estás ronroneando?
Ricardo. Sin soltarse. Un poco.
Benjamín. Despegándose de Ricardo. Basta, Richard.
Belén. ¿Y no estás pensando en que a Pol Pot se le fue un poco la
mano en Camboya con eso de matar gente sólo por vivir en
ciudades y usar lentes y, básicamente, no ser campesinos?
Ricardo. ¿Eh? ¿Por qué mierda iba a estar pensando en Pol Pot?
Belén. ¿Sabés quién es Pol Pot?
Ricardo. Por supuesto que sé quién es Pol Pot.
20- Colegio y Liceo Alemán. Institución privada cuya cuota es de las más caras del país.
21- Barrio ubicado al norte de la ciudad de Montevideo.

~214~
Belén. ¿Quién es Pol Pot?
Silencio.
Ricardo. Está bien, no sé quién es Pol Pot.
Belén. Jemeres rojos, maoísmo radical. ¿No?
Ricardo. Yo soy más del boxeo, ¿entendés?
Belén. Ok.
Nicolás. No se suponía que esto iba a ser así.
Benjamín. Hay que aceptar que el plan está funcionando, sólo que no
somos nosotros los que lo llevamos adelante.
Nicolás. ¡Eso es una mierda! Yo quería ser el héroe. Yo, la puta ma-
dre. Tirar algunas bombas antes de morir. Dejar un poco
de memoria por ahí. Agitar el aire, pegar algunos gritos,
cambiar el mundo. No esto. No así. Empieza a rascarse. Me
están creciendo pelos, ¡y me pica todo el cuerpo, la puta
madre! Soy una especie de fenómeno con miedo a la muer-
te, huyendo de los asilos, rompiendo paredes y reprimien-
do estas ganas enormes de salir a la calle para mantener
relaciones sexuales de maneras extremadamente violentas
y potencialmente ilegales con cada persona que se cruce en
mi camino. ¡Esto iba a ser distinto, carajo!
Nicolás respira agitado.
Silencio.
Ricardo. Me gustaría que hiciéramos terapia.
Benjamín. ¿Eh?
Ricardo. Me gustaría que hiciéramos terapia, los cuatro juntos.
Belén. ¿De qué hablás, Richard?
Ricardo. Si nos vamos a morir todos acá, por lo menos que sea con
paz en nuestro interior.
Nicolás. ¿Paz en nuestro interior? ¡¿No ves que sos un hippie de
mierda?!
Benjamín. Señalando la computadora. Belén, fijate si en la sintomato-
logía dice “budismo zen” o alguna boludez de ese estilo.
Nicolás. ¿Saben cuál es el problema de la gente como Richard?

~215~
Ricardo. Sin escuchar a Nicolás. ¿Ustedes conocen las manchas de
Rorschach?
Nicolás. Paulo Coelho y Harry Potter, ese es el problema de la
gente como Richard. Hagan un mix de los dos y van a en-
tender el cúmulo de ideas de mierda que la gente publica
en Facebook.
Ricardo. Cuando me pongo tenso miro las manchas de Rorschach.
Me calma.
Belén. ¿Cómo te van a calmar unas manchas de porquería? Pare-
cen vómito, Richard.
Ricardo. ¡No me juzguen, yo veo cosas lindas, mierda!
Nicolás. La Psicología es un invento demoníaco, Richard.
Benjamín. A Ricardo. Y esas manchas, ¿las tenés por ahí vos?
Nicolás. ¿En qué estás pensando, Benjamín?
Benjamín. Estamos todos algo tensos, y no nos vendría mal calmarnos
un poco. Y mientras, nos conocemos mejor a nosotros mis-
mos. Y nos divertimos, aprendiendo. O algo así.
Ricardo. A mí me gustaría divertirme aprendiendo. Para eso es la
Psicología.
Belén. ¿Me están jodiendo? ¿Vamos a hacer terapia?
Ricardo. Hacer terapia es bueno.
Nicolás. Hacer terapia es de burgués. Los radicales no tienen in-
consciente.
Benjamín. Todos tienen inconsciente.
Nicolás. Trotsky no tenía inconsciente.
Benjamín. ¿Eh?
Nicolás. Lo que oís, Benjamín.
Siguen forzando la puerta desde afuera.
Ricardo. ¡Córtenla con la puerta, hijos de puta!
Nicolás. Fijate cuántos son, Richard.
Ricardo. ¿Para qué?

~216~
Nicolás. Hay que medir riesgos.
Ricardo. Fijate vos.
Nicolás. Me da miedo.
Ricardo. Usá la mirilla.
Nicolás. Usala vos.
Ricardo. ¡Sos vos el que se quiere fijar, mierda!
Nicolás. ¡Ok, yo voy, no me grites!
Nicolás camina hasta la puerta y observa por la mirilla.
Belén. ¿Manchas de Rorschach? ¿Quieren mirar manchas de Rors-
chach?
Ricardo. ¡¿Se te ocurre una idea mejor para calmar esta excitación
que estamos sintiendo acá?!
Belén. No.
Ricardo. Entonces callate y tomá Coca.
Ricardo recoge alguna lata que ha quedado por ahí y toma un
sorbo.
Benjamín. ¡Pará de tomar Coca-Cola, tarado!
Ricardo escupe Coca-Cola.
Ricardo. Perdón, me olvidé. ¡Me olvidé, mierda!
Benjamín. Sabés que las latas están contaminadas, Richard.
Ricardo. Pero la Coca me gusta mucho. ¡Quiero tomar Coca, carajo!
Nicolás. Quitando la vista de la mirilla. Compañeros...
Ricardo. ¿Qué querés ahora, Nicolás?
Nicolás. Chomsky está afuera.
Silencio.
Benjamín. ¿Chomsky Chomsky, decís?
Nicolás. Noam Chomsky.
Benjamín. ¿Noam Chomsky el de la Gramática Generativa Transfor-
macional?
Nicolás. Sí.

~217~
Benjamín. ¿Noam Chomsky el de El abuso de poder y el ataque a la
democracia, el de Neoliberalismo y orden global, el de La
estrategia imperialista de Estados Unidos, el que se peleó con
Foucault? ¿Ese Chomsky?
Nicolás. Ese Chomsky, Benjamín.
Silencio.
Benjamín. Y hacelo pasar, Nicolás.
Ricardo. Pero está todo desordenado acá.
Benjamín. Hacelo entrar antes de que tome Coca-Cola.
Belén. ¿Decís que Chomsky toma Coca-Cola?
Benjamín. Todo el mundo toma Coca-Cola.
Nicolás. Observando por la mirilla. Va a ser mejor que no entre,
Benjamín.
Belén. Chomsky ya tomó Coca-Cola, ¿no?
Nicolás. Observando por la mirilla. Creo que sí.
Belén. Te leí la mente, Nicolás.
Nicolás. Observando por la mirilla. No jodas, Belén.
Benjamín. ¿Estás seguro de que Chomsky tomó Coca-Cola?
Nicolás. Observando por la mirilla. Es eso o se acaba de enamorar
del ficus del corredor.
Ricardo. ¿Por qué lo decís?
Nicolás. Observando por la mirilla. Porque está peludo, irreconoci-
ble y alzado como un perro, tratando de mantener relacio-
nes sexuales con la maceta del palier.
Silencio.
Nicolás se aleja de la puerta.
Ricardo. ¿Puedo mirar?
Nicolás. No seas inmundo, Richard.
Ricardo. ¡Pero ya ni siquiera es Chomsky, es un mono alzado! Anar-
co sindicalista, pero alzado al fin.
Nicolás. Basta.

~218~
Ricardo. No puedo tomar Coca-Cola, no puedo mirar a Chomsky
intentando mantener relaciones sexuales con una maceta,
no se puede hacer nada acá. Me voy a mi cuarto. Belén,
¿venís conmigo? Le guiña un ojo a Belén.
Belén. No.
Ricardo. Ok.
Ricardo sale de escena hacia el interior del apartamento, ca-
minando con su única pata de rana aún puesta.
Benjamín. ¿Por qué sigue caminando con una pata de rana?
Nicolás. Levantando los hombros. Es Richard.
Belén. Quiero salir.
Benjamín. Vos te quedás acá.
Belén. Me vinieron ganas de hacerle bullying a alguien.
Benjamín. ¿Eh?
Belén. Sí, no sé. Ir a un jardín de infantes, aplastar algunas cabe-
zas, patear algunos culos.
Benjamín. ¿En un jardín de infantes?
Belén. Sí, blandito.
Benjamín. Dios...
Nicolás. No sucumbas ante la metafísica, Benjamín. Dios no tiene
nada que ver en esto.
Belén. Hay que eliminar a la competencia.
Benjamín. Los preescolares no son competencia, son bolas de baba.
Belén. Esto es la selva. Siempre fue así, sólo que ahora es literal.
Este virus anuló la metáfora capitalista y la hizo evidente.
Monos alzados luchando por el poder.
Benjamín. Dijiste que la idea era estúpida.
Belén. Eso fue antes de mover cosas con la mente. Soy como los
X-Men, es genial. Uh-huhu, quiero que mi nombre en cla-
ve sea Rulitos. A partir de ahora me dicen Rulitos.
Nicolás. ¿Qué mierda estás diciendo, Belén?
Belén. Rulitos.

~219~
Benjamín. ¿Rulitos?
Belén. Sí, es tierno y poco previsible. Una máquina asesina en el
cuerpo de una joven adorable. Rulitos.
Benjamín. Pero, Belén...
Belén. Interrumpiéndolo. ¡Rulitos, carajo!
Benjamín. Ok, ok. Entre dientes. Histérica.
Belén. Te escuché.
Entra Ricardo sosteniendo algunas hojas con las manchas de
Rorschach en ellas.
Ricardo. Encontré las manchas. Esto nos va a calmar. Ahora cada
uno agarra una y me cuenta qué ve.
Ricardo reparte las manchas de Rorschach.
Nicolás. Esa porquería no funciona así, tarado.
Ricardo. ¡Funciona sí! Es como contar ovejas antes de dormir. Te
relaja.
Benjamín. ¿De dónde las sacaste?
Ricardo. Un compañero de marketing las usa para asustar gente en
entrevistas laborales. Y después se las lleva a la casa para
que los hijos las coloreen.
Nicolás. Si decís marketing una vez más, voy a vomitar, Richard.
Belén. Como el hijo de puta que hizo esas manchas, y que vomitó
la cena en una hoja de papel para cagarse de la risa de los
que ven murciélagos ahí.
Ricardo. No es vómito.
Belén. Es un vómito de churrasco y ensalada rusa, Richard. Son
un asco esas manchas, no jodas.
Ricardo. Es Psicología.
Belén. Se me revuelve el estómago. Sacalas de acá.
Ricardo. Las manchas se quedan, Belén.
Belén. No me digas más “Belén”. Soy Rulitos.
Ricardo. ¿Eh?

~220~
Belén. A partir de ahora soy Rulitos. Decime Rulitos.
Ricardo. Yo me llamo Ricardo y desde que llegaron me están di-
ciendo “Richard”, la puta que los parió. Les voy a poner
el nombre que se me cante el orto. Agradecé que te diga
“Belén” y no “brisca de mierda”, ¿entendés?
Silencio.
Belén. Ok, me parece justo.
Benjamín. Mirando las manchas de Rorschach. Para mí son todas pel-
vis. ¿Está mal si veo todo pelvis?
Nicolás. ¿Podemos dejar de boludear con estas manchas?
Ricardo. Cooperá, ¿querés?
Nicolás. ¡Me la soba Rorschach! ¡Me la soba pila Rorschach! Traeme
algo que valga la pena analizar, la puta madre. Haceme un
test con la mancha en la cabeza de Gorbachov y dejate de
joder, Richard.
Ricardo. La mancha en la cabeza de Gorbachov no significa nada,
Nicolás.
Nicolás. La mancha en la cabeza de Gorbachov es un adelanto bur-
gués en forma de test psicológico. Es la mancha de Rors-
chach de la era postsoviética. La mancha en la cabeza de
Gorbachov tiene mensajes subliminales, mierda. Es una
invitación a abrir una empresa unipersonal y fundar un
par de pymes. Es la batiseñal rusa que, en vez de hacer apa-
recer a Batman, hace aparecer perestroikas por todos lados.
La cabeza de Gorbachov es una mancha analizable. Señala
las manchas de Rorschach. No estas mierdas que es evidente
que son todas polillas.
Silencio.
Ricardo. Si te analiza mi terapeuta, te hace mierda, ¿sabés?
Benjamín. No sé ustedes, pero yo estoy más tranquilo.
Nicolás. Hablar de Gorbachov te calmó, ¿eh, burgués?
Belén. No fue Gorbachov, fueron las pelvis.
Ricardo. ¿Ver pelvis te calmó, Benjamín? ¿Cuál es tu problema?

~221~
Benjamín. No fueron las pelvis.
Belén. Así que te gustan las pelvis, enfermito.
Benjamín. No me gustan las pelvis, mierda.
Belén. ¿Y te gustan sólo pelvis, o radiografías en general?
Benjamín. Basta, Belén.
Belén. Imitándolo. Basta, Belén.
Ricardo. ¿Fue Batman? ¿Fue hablar de Batman lo que te calmó?
Benjamín. No fue Batman, tarado. No sé. No sé lo que fue. Me siento
raro.
Nicolás. ¿Raro cómo?
Benjamín. No sé... Normal.
Alguien vuelve a golpear la puerta del apartamento, pero esta
vez de manera civilizada e incluso rítmica y juguetona.
Silencio.
Ricardo. Eso fue extraño.
Nicolás. ¿Qué?
Ricardo. Es una manera común de golpear la puerta.
Benjamín. ¿Común?
Ricardo. Como de ser humano ordinario que no supura adrenalina.
Belén. Fijate quién es, Richard.
Ricardo. No puedo. Tengo una pata de rana.
Belén. ¿Y?
Ricardo. Es difícil caminar con una pata de rana.
Nicolás. Yendo hacia la puerta. Dejá que yo voy, tonto. Pausa, se
detiene. ¿Tonto? ¿Dije “tonto”?
Benjamín. Dijiste “tonto”.
Silencio.
Nicolás. “Tonto” no es un insulto, ¿o sí?
Benjamín. Creo que, oficialmente, “tonto” dejó de ser un insulto en
mil novecientos quince, más o menos.

~222~
Silencio.
Nicolás. Algo no está bien. Pienso en insultos y sólo se me ocurre
“sonso” y “mocoso”.
Ricardo. ¿Como un vacío en el repertorio de agravios, decís?
Nicolás. No, Richard. Como que estoy tranquilo.
Belén. ¿Tranquilo cómo, Nicolás?
Nicolás. No sé. No tengo ganas de pegarle a la pared. No quiero
hacer gimnasia aeróbica. No quiero cantar karaoke. Pausa.
No, bueno, sí quiero cantar karaoke, pero sólo canciones
lentas.
Ricardo. Eso es porque las manchas te calmaron. Yo te dije, es como
contar ovejas.
Nicolás. No seas hippie, las manchas no tienen nada que ver en
esto.
Vuelven a golpear la puerta, de manera civilizada y rítmica.
Silencio.
Belén. Fijate quién golpea, Nicolás.
Nicolás se acerca a la puerta de entrada y observa por la mirilla.
Benjamín. Belén, cuando leíste lo del virus, ¿decía algo sobre la dura-
ción del ciclo vital o sobre intermitencias en los síntomas?
Belén. No sé, se pusieron a boludear y no terminé de leer.
Nicolás. Observando por la mirilla. Es Chomsky.
Ricardo. ¿Otra vez?
Nicolás. Observando por la mirilla. Sí, pero ahora está distinto.
Ricardo. ¿Qué pasó con el ficus del corredor?
Nicolás. ¿A quién le importa el ficus del corredor?
Ricardo. A mí me importa el ficus del corredor. Es un buen ficus.
Nicolás. Observando por la mirilla. El ficus sobrevivió, Richard.
Ricardo. Esa es una buena noticia.
Benjamín. Dijiste que Chomsky está distinto. ¿Distinto cómo?

~223~
Nicolás. Observando por la mirilla. No se golpea el pecho. Trató de
peinarse. Se volvió a poner los pantalones y ya no se babea.
Ricardo. ¿Soy el único que se siente fresco y optimista?
Belén. ¿Por qué te sentís fresco y optimista?
Ricardo. El ficus se salvó. Me gusta ese ficus.
Benjamín. ¿Y no estás enojado?
Ricardo. ¿Por qué iba a estar enojado?
Benjamín. No sé. ¿No sentís ningún tipo de frustración sexual, nada?
Ricardo. Nop.
Benjamín. ¿Ya no querés aparearte con Belén?
Ricardo. Los seres humanos no se aparean, Benjamín. Los seres hu-
manos se quieren.
Belén. A Benjamín. ¿A dónde querés llegar?
Benjamín. Nada. Creo que... Mierda.
Ricardo. ¿Qué?
Silencio.
Benjamín. Creo que los síntomas están desapareciendo.
Belén. ¿Eh?
Nicolás. ¿Estás seguro, Benjamín?
Benjamín. ¿Richard, puedo probar algo?
Ricardo. ¿Es científico, Benjamín? ¿Lo que querés probar es científico?
Benjamín. Creo que sí, Richard.
Ricardo. Bueno, ¿de qué se trata?
Benjamín le pega una cachetada a Ricardo. Ricardo no reac-
ciona.
Benjamín. ¿Y?
Ricardo. ¿Y qué, Benjamín?
Benjamín. ¿No reaccionás?
Ricardo. ¿Por qué iba a reaccionar? Me dijiste que era científico.
Belén. ¿No estás enojado, Richard?

~224~
Ricardo. Nop.
Benjamín. ¿Ven?
Nicolás. ¿Vos decís que volvimos a ser normales?
Belén. Esperá.
Belén extiende sus manos intentando empujar a Benjamín con la
mente. Las luces de la casa apenas titilan. Nada se ha movido.
Belén. Gritando. ¡Nooo! Quiero mis poderes. ¡Quiero mi telequi-
nesis! ¡Quiero volver a ser Rulitos! Lanzándose sobre alguna
lata de Coca-Cola. Dame una Coca-Cola. ¡Que me des una
Coca-Cola!
Benjamín la detiene, impidiéndole alcanzar una lata.
Benjamín. ¡Alejate de la Coca-Cola, Belén!
Belén. ¡Quiero tomar Coca!
Benjamín. Calmate, Belu.
Belén llora.
Nicolás. Uy, todo esto fue muy intenso. Es una prueba de que la
testosterona y los genes de gorila sirven.
Ricardo. Pero los efectos se acabaron, Nicolás.
Nicolás. Eso es porque los anarcos que nos copiaron estudian Hu-
manidades y no Biología. Nosotros lo podemos hacer me-
jor. Esto es un golpe de suerte. ¡Estamos en carrera, compa-
ñeros! Extiende la palma de la mano hacia Belén. ¡Choquen
los cinco!
Belén no reacciona. Lo mira fijo.
Nicolás. Bajando la palma de su mano. Ok.
Ricardo. ¿Y qué hacemos con Chomsky?
Nicolás. Lo hacemos pasar, así nos nutre de activismo. Volvemos a
estar vivos.
Ricardo. ¿Le abro la puerta? Me da cosa, es Chomsky.
Nicolás. Esperá que me cambio la ropa. Y, Richard, poné un poco
de Poett22 acá, que hay olor a zoológico.

22- Desodorante de ambiente.

~225~
Ricardo. ¿Te vas?
Nicolás. Me voy a poner elegante, Richard. La ola no nos hundió.
Surfeamos, ¿entendés?
Ricardo. No.
Nicolás. ¿No, qué?
Ricardo. No entiendo.
Nicolás. ¿Eh?
Ricardo. ¿Es metafísico? “La ola no nos hundió, surfeamos”, ¿es me-
tafísico? ¿Es un comentario metafísico? ¿Es un estado de si-
tuación de la sociedad actual? ¿Es una metáfora, Nicolás?
Silencio.
Nicolás. No, Richard.
Ricardo. ¿Me estás queriendo decir algo sobre mis patas de rana, es
eso?
Silencio.
Nicolás. No.
Ricardo. ¿Estás seguro?
Nicolás. No jodas, Richard. Fue un comentario. Volvemos a estar
como al principio, eso quise decir. La ola no nos hundió,
surfeamos.
Ricardo. ¿Vos surfeás?
Nicolás. No. No surfeo. No surfeo, Richard. Surfeamos la situa-
ción. El problema. Lo surfeamos. Llegamos a la orilla, y
volvemos al mar una vez más.
Ricardo. Como que todo empieza de nuevo.
Nicolás. Exacto.
Ricardo. ¡¿Y no aprendimos nada?! ¡¿No aprendimos nada de todo
lo que pasó?!
Vuelven a golpear la puerta, con firmeza.
Nicolás. En serio, Richard. No hables más y echá Poett. Y ponete
desodorante, que olés muy mal. Me voy a cambiar. Benja-
mín, decile a Chomsky que espere.

~226~
Nicolás sale de escena hacia el interior del apartamento.
Benjamín. ¿Yo? ¿Por qué yo? Que vaya Richard.
Ricardo. ¿Todo tengo que hacer yo?
Benjamín. No hiciste nada en toda la tarde, Richard.
Ricardo. Ese comentario no es justo, Benjamín. Acercándose a la
puerta, grita hacia el otro lado en un inglés rústico. ¡Please,
wait Mr. Chomsky! A Benjamín. Nada justo es ese comen-
tario. Me voy a poner desodorante.
Ricardo sale de escena entrando en el baño.
Belén. ¿Van a insistir con esta boludez?
Nicolás. Desde afuera. ¿Por qué no?
Belén. Hacia afuera. Porque es infantil, hollywoodense y propio
de un capítulo de Animaniacs, Nicolás.
Nicolás. Desde afuera. No empieces.
Belén. Hacia afuera. Dejá al Capitalismo funcionar tranquilo y en
un par de años vas a tener esta misma debacle sin ataque
bacteriológico de por medio. Es cuestión de tiempo.
Nicolás entra a escena poniéndose una camisa.
Nicolás. ¡No tengo un par de años! Necesito acelerar los efectos del
sistema. Quiero violencia, y la quiero ya. Y que sea real y
no sólo simbólica. Superar la alienación lleva tiempo. La
testosterona es inmediata, ¿entendés? Además, estamos a
un par de cuadras de Wall Street, y el pasaje salió caro.
Benjamín. Yo necesito un par de minutos para reponerme. Tanta
adrenalina me hizo transpirar un poco, en serio.
Ricardo entra a escena poniéndose desodorante.
Ricardo. Entonces el reformismo democrático no es una opción,
¿no?
Nicolás. Yo creo que no, blandito.
Ricardo. Sigue siendo una locura, Nicolás.
Nicolás. ¿Y? Alguien tiene que dar el primer paso. La vida es dema-
siado corta y este mundo demasiado lindo para que sólo
lo disfruten los que tienen plata. A veces me pregunto por

~227~
qué todo sigue igual desde hace tanto tiempo. Y eso me
hace dudar sobre cuál es la cualidad inherente del ser hu-
mano. Todavía no me decido si es la pereza, el temor o la
estupidez. Pausa. Ahora, Belén, poné un karaoke de Los
Iracundos en YouTube mientras me termino de cambiar,
porque esto vuelve a empezar.
Benjamín. ¿Estás seguro, abuelo?
Nicolás. Por supuesto. Llegó el momento de proscribir el aplauso,
camaradas, para que el espectáculo esté en todas partes.
Nicolás sale de escena hacia el interior del apartamento. Ri-
cardo vuelve al baño. Belén y Benjamín quedan solos. Se
miran.
Silencio.
Benjamín. ¿Estás bien?
Belén. Me mentiste.
Benjamín. Te quiero.
Belén. Me tendría que haber quedado en el baño.
Benjamín. Pero saliste.
Belén. Salí porque llorar sola no tiene sentido. El llanto no viene
si no hay nadie enfrente. Uno no llora para uno, llora para
los demás. O frente a un espejo, ¿entendés?
Benjamín. Sí, te entiendo.
Belén. No, no me entendés.
Belén parece llorar.
Benjamín. ¿Querés un pañuelo?
Belén. ¿Para?
Benjamín. ¿Cómo para? Estás llorando.
Belén. No, todavía no me des. Esperá que haya mocos. Cuando
haya mocos te pido.
Benjamín. Belén, ya hay mocos.
Belén. ¿Ya hay mocos?
Benjamín. Sí.

~228~
Belén. Levantando la cara y mostrándole los orificios de la nariz.
¿Estás seguro?
Benjamín. Hay muchos mocos, Belén.
Belén. Ah, bueno. Entonces sí, dame.
Benjamín le alcanza a Belén un billete de un dólar estado-
unidense.
Belén. ¿Qué me das?
Benjamín. Para tus mocos.
Belén. ¿Un dólar?
Benjamín. Es un gesto simbólico.
Belén. Sonriendo. Sos tierno.
Benjamín. Sonriendo. Soy tierno porque te quiero.
Belén. Yo también te quiero.
Benjamín. ¿En serio?
Belén. Claro, bobo.
Benjamín. ¿Me perdonaste por haberte mentido?
Belén. Tierna. Obvio. Me das un billete de un dólar para sonar-
me los mocos. ¿Qué novio hace eso? Uno que te quiere de
verdad te da un dólar para secarte los mocos. Porque te
ayuda a secarte los mocos, y te hace pensar en el mundo
actual. Te hace ser una metáfora del sistema. Y te limpiás,
reflexionando.
Benjamín. Sonriendo. ¿En serio pensás eso?
Silencio.
Belén. Reaccionando violentamente. No, idiota. Arrugando el bille-
te en su mano y dejando de llorar. ¿Qué tenés, ocho años? Es
una pedorrada simbólica, no un gesto simbólico. ¿Qué me
querés decir, que el dólar norteamericano sólo sirve para
limpiarse los mocos? ¿Qué sos, tarado vos? Dame algo más
complejo que eso, imbécil. Soy universitaria yo, ¿entendés?
Me subestimás, no me subestimes, ¿entendés?
Las paredes empiezan a temblar.

~229~
Benjamín. Belén...
Belén. ¿Pero qué carajo tenés en la cabeza? Ta, se terminó. Nues-
tros fenotipos dejaron de ser compatibles. Yo me merezco
mucho más que esto. Me cansé de todo. Me cansé de vos.
A partir de ahora somos exes. Oficialmente somos exes. No
te quiero ver más, ¿entendés?
Benjamín. Belén...
Las luces comienzan a titilar. Las paredes se siguen moviendo.
Belén. ¿Pero qué tenés en la cabeza, urraca impotente? ¿Pero qué
carajo tenés en la cabeza, pedazo de gusano infradotado?
Hasta acá. Llego hasta acá. Sos un trapo, ¿entendés? Sos,
sos una planta. Sos un vegetal inmaduro, eso es lo que
sos.
Benjamín. Belén...
Alguien vuelve a forcejear la puerta del apartamento, que-
riendo entrar.
Belén. Nada que empiece con una mentira puede terminar bien,
eso lo sabés. ¡Vos lo sabés bien!
Benjamín. Belén...
Belén. Burlándose. “Belén, Belén”. “Belén, Belén”. Pará de decir
“Belén, Belén” como si tuvieras un retardo. ¿Tenés un re-
tardo vos?
Belén respira agitada.
Silencio.
Belén. ¡Contestá, zorra! ¡¿Tenés un retardo o no tenés un retardo
vos?!
Siguen forcejeando la puerta de entrada. Las luces titilan. Las
paredes tiemblan. Benjamín retrocede hacia alguna de las pa-
redes.
Benjamín. Llamando tímidamente. Compañeros...
Entra Ricardo desde el baño, chorreando una espuma blanca
por la boca. Entra Nicolás por la puerta del corredor, despro-
lijo, babeando y con una prominente barba en su cara. Todos
respiran agitados.

~230~
Silencio.
Nicolás. Hay algo que no está bien.
Benjamín. ¿Qué está pasando, Nicolás?
Nicolás. Evidentemente, las cosas no resultaron como esperábamos.
Benjamín. ¿Cuándo te creció esa barba?
Ricardo. ¿A quién le importa? Vamos a aparearnos y a cagar con
todo.
Belén. ¿De qué hablás, Richard?
Nicolás. Evidentemente, las cosas van muy mal.
Ricardo. ¿Por qué lo decís?
Nicolás. Te está saliendo espuma de la boca, Richard.
Ricardo. ¿Sí?
Nicolás. ¡¿No lo sentís en la cara, idiota?!
Ricardo. ¡No me hables mal, mierda!
Silencio.
Benjamín. No estamos curados, ¿verdad?
Silencio.
Nicolás. Parece que no.
Benjamín. ¿Y ahora?
Ricardo. Si el virus sigue haciendo efecto, no hay demasiadas alter-
nativas, Benjamín.
Belén. ¿Qué mierda se supone que significa eso, Richard?
Silencio.
Nicolás. Significa que hay que pelear. Hasta que gane el más fuerte.
Pausa. Igual que afuera.
Se miran entre todos. Afuera, siguen forcejeando la puerta.
Las paredes tiemblan aún. Las luces titilan.
Silencio.
Nicolás. Suerte, compañeros. Esto recién empieza.

~231~
Desde afuera, alguien le da un fuerte golpe a la puerta de en-
trada y la atraviesa con su mano. Los cuatro se sobresaltan al
ver el puño irrumpir con violencia.
Apagón inmediato.
Suena “El triunfador” de Los Iracundos.

Montevideo, febrero de 2014

~232~
ANEXO

Entre lo sublime y lo espurio. Breve exposición sobre el concep-


to de yuxtaposición como procedimiento de montaje político1

Santiago Sanguinetti R.

Según cuenta Paul Auster en su libro Diario de invierno, una noche en


el París de los años veinte, James Joyce, estando de paso por una fiesta,
fue abordado por una mujer que le pidió estrechar la mano que había
escrito el Ulises. “Permítame recordarle, señora, que esta mano también
ha hecho muchas otras cosas”, contestó Joyce (Auster 176-177). La valida-
ción cultural que suponía conocer a Joyce, haber leído el Ulises y estrechar
la mano del escritor que revolucionó la narrativa del siglo xx, se vio de
pronto contrastada con la inevitable escatología de la imaginación más
perversa: un producto cultural de élite se mezcla con posibles limpiadas de
culo, masturbaciones —propias y ajenas—, sonadas de mocos, remoción
de lagañas en los ojos y cera en los oídos, explosión de granos y limpieza
de pelusa en el ombligo. Si Joyce hubiese aceptado, sin más, estrechar la
mano de la mujer en cuestión, el acto comunicativo se habría clausurado.
Joyce, y aquí está la genialidad, amplía el sentido, abre un juego más en la
dinámica del lenguaje. Se vuelve, él mismo, una imagen de yuxtaposición.
Su mano, la misma mano, pasa a ser leída como dos manos diferentes, con
referencias a dos campos semánticos aparentemente contrarios. Joyce une
en sí dos opuestos: lo sublime y lo espurio, todo en un mismo instante y en
un mismo cuerpo. Fair is foul, and foul is fair, tal como afirman las brujas
de Macbeth de William Shakespeare al comenzar el primer acto.
Viktor Shklovski, al comienzo de su artículo “El arte como artificio”,
recuerda que “El arte es el pensamiento por medio de imágenes” (55). Y
agrega:

Todo el trabajo de las escuelas poéticas no es otra cosa que la acumula-


ción y revelación de nuevos procedimientos para disponer y elaborar el

1- Este texto conjuga las ideas expuestas en dos artículos distintos. En primer lugar, “Entre lo sublime y
lo espurio”, publicado en la Revista Conjunto (Casa de las Américas, La Habana, Cuba), Nº 173, oct.-dic.
2014 (pág. 83-87). Y en segundo lugar, el artículo “Una trilogía de la revolución como alternativa al prin-
cipio de no contradicción”, publicado en la Revista Apuntes de Teatro, Nº 139, 2014. ISSN 0716-4440
©Escuela de Teatro – Pontificia Universidad Católica de Chile.

~235~
material verbal, y consiste mucho más en la disposición de las imágenes
que en su creación (56).

Esta concepción del arte como “revelación de nuevos procedimientos”


(56) nos ilumina el camino para entender cuál puede llegar a ser la rela-
ción entre escena y contexto social al hablar de teatro político. ¿Por qué
no pensar en contenidos ideológicos claros, pero presentados bajo el os-
curecimiento de la forma?

La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no
como reconocimiento; los procedimientos del arte son los de la sin-
gularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en
aumentar la dificultad y la duración de la percepción. El acto de la
percepción es en arte un fin en sí y debe ser prolongado. El arte es un
medio de experimentar el devenir del objeto: lo que ya está realizado no
interesa para el arte (Shklovski, 60).

La yuxtaposición de elementos disonantes, como uno de los tantos


procedimientos de manipulación de imágenes, hace que los elementos
presentados multipliquen sus sentidos. La percepción sufre un impacto,
la provocación surte efecto, la recepción se desautomatiza. Los ejemplos
abundan, y no sólo en la literatura. Pensemos en la película de Bertolucci
Último tango en París y en María Schneider masturbando a Marlon Bran-
do por debajo de la mesa de un bar mientras le susurra: no quiero verte
más, nuestra relación ha terminado. El objeto deviene, se crea nuevamen-
te, se instala en el terreno de lo desconocido e irreconocible. Deja de tener
nombre.
La teorización acerca de la relación entre teatro y política ha sido, y sigue
siendo, problemática. Y más aún cuando no son pocos los que restringen
el uso del vocablo “teatro político” únicamente al teatro didáctico portador
de un “mensaje”. Son varios los puntos de partida para pensar lo político
en el teatro. Una obra que se estrena fuera de los centros hegemónicos de
representación, cualquiera sea su tema, supone en sí mismo un acto político
de resistencia. Cobrar entradas populares, ir a la gorra, permitir el acceso
gratuito y libre, es un acto político. Estrenar obras de autores latinoameri-
canos y no clásicos europeos, es un acto político. Generar procedimientos
de creación horizontales y cooperativos es un acto político. Salir de las salas
teatrales para trabajar en espacios no convencionales es un acto político.
Reversionar y dislocar el funcionamiento de presentación en los teatros
convencionales es también un acto político. Y también lo son sus contra-

~236~
rios: estrenar en centros hegemónicos, evitar la periferia —geográfica y au-
toral—, fijar precios elevados, hacer publicidad en tal o cual diario o revista.
Todos son actos políticos, pero lo son en su forma, no en su contenido. Y
al hablar de contenido, hablamos necesariamente de las ideas que van más
allá de la propia teatralidad. Hablamos de las ideas en las que se sostiene
el mundo real. Es precisamente ahí, en la interacción entre el ámbito de la
representación y el ámbito puramente extrateatral, donde, desde mi punto
de vista, se juega la relación entre teatro y política.
Se desprenden de estas afirmaciones algunas interrogantes. ¿Es el teatro
algo más que sí mismo? ¿Hay teatralidad, como esencia de lo dramático
—si es que tal cosa existe— fuera del teatro? ¿El teatro es algo más que
puro procedimiento y suma de reglas? ¿Es el teatro un medio o un fin?
La cuestión general a resolver es, en definitiva y sin minucias epistémicas,
cuál es la relación entre el mundo real y el mundo de la escena.
Rafael Spregelburd aborda la problemática sin dudar en evitar la cons-
trucción de verdades a priori en la composición dramática. En su teatro,
al menos en teoría, el procedimiento está antes que el símbolo.

El teatro más vivo, más interesante que se hace hoy en Buenos Aires (...)
es un teatro que huye del símbolo como de la peste. (...) Su “verdad”
radica más en el procedimiento lúdico de construcción de sentidos a
posteriori, que en la mostración de verdades conocidas a priori. (...) El
teatro que nos enfrenta a las cosas del mundo sin orientar su significa-
ción (Spregelburd, 142-143).

Mucho antes, otros teóricos parecen haberse inquietado por las mismas
cuestiones llegando a reflexiones similares. Vsevolod Meyerhold mencio-
na dos corrientes opuestas, a las que llamó “presión literaria” —teatro
como medio— y “presión teatral” —teatro como fin.

En todas las épocas y en todos los lugares el teatro ha experimentado la


presión de dos fuerzas de la dramaturgia: la literaria y la teatral. El pre-
dominio en el drama de elementos literarios ha emergido a la superficie
del escenario siempre que el teatro ha dejado de ser un objetivo para
convertirse en un medio. Un púlpito desde el que se puede predicar
con comodidad. (...) Los maestros del diálogo en novelas y relatos van
al teatro tras desprenderse del tiempo empleado en novelas y relatos.
(...) De estas entrañas brota el repugnante hedor del teatro tendencioso
y del teatro de conversación, en los que el autor utiliza el escenario para
exponer toda una serie de opiniones sobre la sociología, las relaciones de
pareja e incluso la medicina. En Rusia, Francia, Italia, Inglaterra, Suecia

~237~
y Noruega a finales del siglo xix observamos una misma tendencia: los
teatros buscan la dramaturgia de los propagandistas, de los novelistas o,
sencillamente, de los hombres de negocios (Meyerhold, 61).

¿Es posible afirmar, entonces, que el teatro debe existir únicamente por
y para sí? Si repasamos las siguientes palabras de Peter Brook, afirmando
la existencia de valores propios de la escena —en oposición a aquellos
valores que le son ajenos—, tenderíamos a pensarlo así.

Si partimos de la premisa de que un escenario es un escenario —no el


lugar adecuado para desarrollar una novela, una conferencia, una histo-
ria o un poema escenificados—, la palabra dicha en ese escenario existe,
o deja de existir, sólo en relación con las tensiones que crea en dicho
escenario y dentro de las circunstancias determinadas de ese lugar. En
otras palabras, aunque el dramaturgo traslada a la obra su propia vida,
que se nutre de la vida circundante —un escenario vacío no es una torre
de marfil—, la elección que hace y los valores que observa sólo tienen
fuerza en proporción a lo que crean en el lenguaje teatral. Ejemplos de
esto se dan siempre que un autor, por razones morales o políticas, in-
tenta que su obra sea portadora de algún mensaje. Sea cual fuera el valor
de dicho mensaje, únicamente surtirá efecto si marcha acorde con los
valores propios de la escena (50).

Y sin embargo, algo de todo esto hace ruido. Porque ¿cuáles son esos
valores? ¿Cómo debe presentar su materia semántica el teatro pensado
como fin y no como medio? ¿Cuáles son los procedimientos que dan
como resultado “lo teatral”? ¿Cómo se mide la tensión que la palabra
dramática —no la novelística o la poética— despliega en escena? ¿Cómo
dejar de lado lo político-temático desde una óptica ideológica emancipa-
toria que no niegue lo teatral, pero que tampoco lo restrinja a su versión
didáctica?
Enfrentado a estas interrogantes he comenzado a esbozar procedimien-
tos de dirección escénica que aborden un cierto universo de ideas promo-
viendo, a la vez, su combustión espontánea. Presentando un argumento
semántico y su contrargumento referencial, en una suerte de palimpsesto
ideológicamente incómodo, se logra ampliar y defender por partes las op-
ciones de discusión, instalando así un debate serio, un cruce argumental
maduro y no lineal, anticipado o guiado.
La yuxtaposición —así llamaremos a este procedimiento de montaje
político— nos va a permitir entender algunos aspectos de la sinuosa re-
lación que suele tener la política y el arte escénico en el medio teatral

~238~
contemporáneo, a la luz de algunos estrenos montevideanos recientes y
tomando como ejemplo central el proyecto Trilogía de la revolución, com-
puesto por las obras Argumento contra la existencia de vida inteligente en el
Cono Sur —Teatro Solís, 2013—, Sobre la teoría del eterno retorno aplica-
da a la revolución en el Caribe —Teatro Solís, 2014— y Breve apología del
caos por exceso de testosterona en las calles de Manhattan —Teatro Circular
de Montevideo, 2014.
Entenderemos la yuxtaposición como un tipo particular de montaje,
concepto abordado por Peter Bürger en su obra Teoría de la vanguardia
como una de las categorías de estudio de la obra de arte vanguardista. Del
collage cubista de principios del xx a los fotomontajes políticos de John
Heartfield creados como denuncia en la Alemania nazi, la yuxtaposición
entendida como coexistencia de elementos disímiles en una misma ima-
gen, en un mismo golpe de recepción, supone de hecho un rechazo al
realismo. Implica una construcción poética de la realidad. Plantea una
alternativa a lo cotidiano. Pero no solo eso.
Es claro que los procedimientos tomados en sí no tienen contenidos
semánticos inmanentes. Carecen del mismo sesgo ideológico los monta-
jes de los futuristas italianos, asociados al fascismo de Mussolini, y los de
los futuristas de la Unión Soviética posteriores a la revolución de 1917.
Negando toda síntesis, renunciando a cualquier intento de sincretismo
o de definición, lejos de fijar límites para la comprensión racional, la
superposición de imágenes parece estar fundada en la irrepresentabilidad
conceptual de la materia artística tratada.
El sentido no se anula, simplemente se vuelve difuso, casi inasible,
ampliado. La obra de arte así presentada asume la contradicción en sí
misma y plantea un nuevo método de recepción y de crítica, que debe
encontrarse a medio camino entre el estudio del procedimiento como
tal —método formal— y la captación del sentido —método hermenéu-
tico—. Básicamente, se trata de una pesadilla para quienes pretenden
encontrar un único mensaje en una obra de arte o, como es nuestro caso,
en una obra de teatro.
La yuxtaposición como procedimiento de montaje niega la posibilidad
de hallar un único significado. Estos montajes no admiten la traducción,
no encierran otro discurso a develar, oscurecen la pretensión de encontrar
un mensaje único.
Dicho mecanismo sostiene las puestas en escena de las obras que compo-
nen la Trilogía de la revolución. En Argumento..., cuatro jóvenes estudiantes
pretenden llevar a cabo un atentado en tres universidades del Cono Sur

~239~
como acción directa inaugural para el cambio social. En su apartamento,
las referencias permanentes a la cultura pop de herencia norteamericana
de los ochenta y noventa se cruzan con tópicos emblemáticos de la iz-
quierda revolucionaria latinoamericana de mediados del siglo xx. Por un
lado, Taxi Driver, Wonder Woman, Beetlejuice, E.T., Wolverine; por el otro,
José Carlos Mariátegui, Carlos Quijano, el Che Guevara, Fidel Castro. El
episodio de mayor amplitud semántica, y de mayor repercusión crítica en
un extenso margen del abanico político local, consistió en una filmación
improvisada a manera de plataforma reivindicativa en video que mostra-
ba a los personajes leyendo artículos de revistas paradigmáticas del pen-
samiento socialista latinoamericano —la peruana Amauta y la uruguaya
Marcha— con sus rostros cubiertos por las máscaras de Wakko, Yakko y
Dot, los protagonistas del dibujo animado Animaniacs de la Warner Bro-
thers. Hubo, por un lado, quienes vieron en esta escena una ridiculización
de los ideales revolucionarios, y por el otro, quienes vieron en ella una ac-
tualización temática de abordaje político poco común en el medio local y,
por consiguiente, una reivindicación de figuras y de ideas que volvían a ser
puestas en escena, que volvían a ser recordadas, comentadas y debatidas.
En Sobre la teoría..., cuatro cascos azules de la onu que cumplen una
misión de paz en Puerto Príncipe, son sometidos a un asedio violento por
parte del pueblo haitiano que ha decidido levantarse en armas al manifes-
tar plena conciencia de las injusticias del orden económico global que ha
hecho de su país el más pobre de América. Los soldados descubren, sin
embargo, que ellos mismos han sido los culpables de semejante alzamien-
to tras haber llevado consigo bibliografía revolucionaria —Marx, Engels,
Lenin— que han compartido con los locales. El paroxismo del ridículo:
un extenso monólogo en el que uno de los soldados les explica a sus
compañeros, por medio de dibujos infantiles en una pizarra, el funcio-
namiento de la dialéctica del amo y el esclavo tal como la comenta Hegel
en su Fenomenología del espíritu. Entre muñecas inflables, preservativos,
bolsas de agua caliente, osos de peluche, posters de Madonna y muñecos
vudú que emergen de las cajas de ayuda humanitaria que componen la
escena, aparece Hegel —y luego Nietzsche...— en boca de un soldado
raso. Y esos elementos —objetuales y conceptuales—, simplemente, no
deberían estar juntos.
La obra que completa la trilogía, Breve apología del caos..., presenta a un
joven que, junto a su abuelo, viaja a Manhattan para propagar un virus
que él mismo ha creado y que tiene por efecto volver extremadamente
violentos a los seres humanos al combinar adn de gorila con testosterona.
La epidemia planificada provocará un apocalipsis sistémico que permitirá

~240~
hacer realidad las utopías revolucionarias cuando todo empiece otra vez
de cero. Y así como antes fueron Mariátegui, Quijano y Hegel, ahora es el
turno de Trotsky. El abuelo, viejo trotskista, fundamentará el accionar del
grupo apoyándose en el concepto de revolución permanente y, para ello,
recurre al planisferio naif del tablero del juego de mesa war. La obra La
revolución permanente y un juego para niños, ambos atravesados haciendo
puro ruido semántico, pura estática de sentido.
La obra en dos días consecutivos Bienvenido a casa, dirigida por Rober-
to Suárez en 2012 y a cargo de la compañía Pequeño Teatro de Moron-
danga, es en sí un gran ejemplo de yuxtaposición. Su primera parte crea
la ilusión, mientras que la segunda la destruye al evidenciar el artificio.
Es Joyce escribiendo el Ulises con una mano, mientras con la otra se rasca
el ombligo.
La yuxtaposición, dijimos, es la convivencia de elementos disonantes,
la presencia de una contradicción casi insalvable. Pero no todas las yuxta-
posiciones tienen el mismo impacto. No todas son “dramáticas”, si vamos
al caso. De todos los tipos posibles de yuxtaposición, el más interesante
es, a mi juicio, el que implica una discusión de sentidos, entendiendo por
“sentido” toda construcción lingüística que privilegia el uso cognitivo o de
contenidos proposicionales de todo acto comunicativo —en detrimento
de su uso pragmático o fuerza ilocucionaria—. El tipo de yuxtaposición
al que me refiero es el que muestra sentidos contradictorios conviviendo
en escena. Y no hablo de cualquier sentido, sino un sentido político. Lo
sublime y lo espurio en lo político. Pensemos de nuevo en Heartfield.
Pensemos en el stencil hallado en una calle de la ciudad de Buenos Aires
que muestra al Che Guevara con el rostro de Marilyn Monroe. Pensemos,
cruel convivencia, en la moneda de un dólar ecuatoriana que muestra de
un lado a una madre indígena cargando a su bebé, y del otro al águila
norteamericana, junto a la inscripción “in God we trust”.
Ahora bien, al mencionar lo político no hablo del relacionamiento mí-
nimo cotidiano de las personas, sino que pienso en el objeto de estudio
de la Filosofía Política o de las Teorías Sociales: las características globales
de las interrelaciones, los macro-relatos que sostienen y determinan los
vínculos, las normas que afectan el contacto entre pares, las reglas de
convivencia, los acuerdos y desacuerdos acerca del modo de organización
imperante, las características del marco amplio que habilita la vida en
colectivo, las formas en las que el poder se ejerce en una sociedad.
Aristóteles, en el Libro I de la Política, dice dos cosas fundamentales so-
bre el hombre. La primera: el hombre es por naturaleza un animal político

~241~
(135). La segunda: el hombre es el único ser dotado de logos, lenguaje, a
través del cual es capaz de expresar lo bueno y lo malo (136). Esto supone,
como recoge Hannah Arendt en La condición humana, que la vida política
es una vida que privilegia el discurso sobre todas las cosas, es la vida de los
hombres preocupados antes que nada por hablar entre sí. Para Arendt es,
justamente, el teatro el arte político por excelencia, puesto que “es el único
arte cuyo solo tema es el hombre en su relación con los demás” (211).
Es desde este punto de vista que considero que las yuxtaposiciones de
sentido político son más dramáticas que otras. Las últimas obras de Ga-
briel Calderón son buenos ejemplos. Recordemos dos: Or, tal vez la vida
sea ridícula —estrenada en el Teatro Circular de Montevideo en 2010,
codirigida por Gabriel Calderón y Ramiro Perdomo— y Ex, que revien-
ten los actores —estrenada en el Teatro La Gringa en 2012, y también
dirigida por Calderón. En la primera, una niña, que se creía desaparecida
en momentos de la dictadura, reaparece años después para revelar que
su desaparición fue el resultado de una abducción extraterrestre. En la
segunda, un joven inventa una máquina del tiempo para permitirle a su
novia reconstruir su historia personal trayendo del pasado a familiares ya
muertos, protagonistas del golpe de Estado.
En ambas, lo político —con el sentido que le hemos dado— se intercala
con la ciencia ficción, mezclando dos universos referenciales antagónicos,
poniendo a debatir dos lenguajes opuestos, ampliando sentidos de inter-
pretación, generando nuevas ideas nacidas a partir de la confrontación de
mundos cuyo vínculo sencillamente no corresponde. Este procedimiento,
ciertamente iconoclasta, amplía el horizonte de lo posible a través de la
provocación, lleva a cuestionamientos no sólo sobre los temas abordados
sino sobre el fin del arte en sí. Es una sacudida, en términos de recepción,
a los alcances de los abordajes con pretensiones miméticas.
Lo que en Calderón es un procedimiento de construcción global, es
en otros casos un procedimiento de montaje de escenas particulares. Re-
cordemos la escena final de Antígona Oriental, dirigida por Volker Losch
y escrita por Marianella Morena a partir de Sófocles y testimonios de ex
presas políticas —estrenada en el Teatro Solís en 2012—, en la que se
presenta al coro de ex presas llevando exuberantes y ajustados vestidos
rojos, caminando con dificultad hacia el proscenio con zapatos de taco,
esbozando una amplia sonrisa intencionalmente falsa, para cantar una
especie de murga cuyo estribillo afirma: “y ahora en el sistema estoy, en
el sistema”. Cuerpos insurrectos adaptados al sistema, como la madre in-
dígena en la moneda de un dólar ecuatoriana. Yuxtaposición política que
deconstruye el relato histórico.

~242~
Se desprende de todo esto una pregunta inevitable: ¿por qué defen-
der este palimpsesto semántico como manera particular de abordar lo
político, llena de amplitud y de multiplicación de sentidos, que puede
prestarse a interpretaciones a veces antagónicas? ¿Por qué no ser más cla-
ros con lo que se pone en escena? ¿Por qué los autores y/o directores que
proceden de este modo habilitan lecturas que puedan ir en contra de sus
propias convicciones políticas? La razón es simple. Presentar una idea y
su contraria coexistiendo en la misma imagen conlleva naturalmente a un
cuestionamiento inmediato de las razones de semejante convivencia. La
yuxtaposición forzada molesta y produce una conmoción frente a la que
no se puede quedar indiferente, como no queda indiferente quien asiste a
una suerte de misa macabra con un cura embarazado y un papa violador
—me refiero a La mitad de Dios, escrita y dirigida por Gabriel Calderón;
estrenada por la Comedia Nacional en el Teatro Solís en 2013—. La in-
comodidad nacida de la provocación habilita un diálogo y un cruce de
argumentos inmediato, y es justamente ese diálogo y ese cruce de argu-
mentos, siguiendo a Hannah Arendt, la esencia de la política y la esencia
del teatro.
Se trata de ver en el teatro un diálogo entendido como acción comu-
nicativa entre iguales y no como acción estratégica, esa en la que el autor
y/o director induce a los espectadores deliberadamente y sin importar los
medios, desde un hipotético pedestal, hacia la aceptación de una verdad
previa pensada en un escritorio. En tal caso no habría debate ni diálogo
posible.
Ya Javier Daulte en su artículo “Juego y compromiso” hacía una dis-
tinción similar, diferenciando el teatro lúdico —al que defiende— del
teatro comprometido con lo social —al que llama “dictatorial”—. Si bien
su enfoque global parece más que acertado, su artículo adolece de un
problema fundamental: ignora la importancia de la producción de sen-
tido. Daulte deja fuera el tratamiento de la materia política por miedo al
abordaje unidireccional y didáctico. Parece claro que el teatro no debe ser
didáctico —como sí lo fue en la Grecia Antigua— dado que la verticali-
dad de la didáctica —fundada en la transposición del que tiene el saber
al que no lo tiene— no condice con la horizontalidad del diálogo teatral
propuesto en las poéticas contemporáneas, ese que lleva a la horizonta-
lidad del pensamiento. Felizmente, podemos afirmar que hay maneras
de tratar lo político desde una óptica no lineal, no obvia, no didáctica.
Teatro y política están unidos por definición. Sólo cabe preguntarse sobre
los procedimientos para abordar semejante relación.

~243~
Hablar de la recuperación de la función política del teatro es hablar
de la reinvención de su función de ágora, de asamblea, de debate de los
asuntos públicos. La yuxtaposición de sentidos —o palimpsesto ideoló-
gico— es una intuición poética y un procedimiento estético de montaje
que genera una oportunidad inmejorable para la apertura semántica,
para el encuentro dialógico público y para la desautomatización per-
ceptiva a través del impacto y ampliación del horizonte de expectativas
espectatoriales.

Obras citadas:

Arendt, Hannah. La condición humana. Buenos Aires: Paidós, 2009.


Aristóteles. Política. Bogotá: Publicaciones del Instituto Caro y Cuer-
vo, 1989.
Auster, Paul. Diario de invierno. Barcelona: Anagrama, 2012.
Brook, Peter. El espacio vacío. Barcelona: Península, 1973.
Bürger, Peter. Teoría de la vanguardia. Barcelona: Península, 1997.
Daulte, Javier. “Juego y compromiso: el procedimiento”. eolia – Escola
Superior d’Art Dramàtic. Recurso electrónico. Julio de 2004.
Meyerhold, Vsevolod. “Conferencia Nº2: Introducción a la escenifi-
cación, 28 de julio de 1918”. Lecciones de dirección escénica. Ed. Jorge
Saura. Madrid: Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena
de España, 2010.
Shklovski, Víktor. “El arte como artificio”. Teoría de la literatura de los
formalistas rusos. Ed. Tzvetan Todorov. México: Siglo XXI, 1991, pp.
55-70.
Spregelburd, Rafael. Prólogo. Un momento argentino. De Rafael Sprege-
lburd. Nuevo teatro argentino. Ed. Jorge Dubatti. Buenos Aires: Inter-
zona, 2003, pp. 133-179.

~244~
Orden del libro

Trilogía de la Revolución

Prólogo por Roger Mirza / p. 5

Argumento contra la existencia


de vida inteligente en el Cono Sur / p. 11

Sobre la teoría del eterno retorno


aplicada a la revolución en el Caribe / p. 85

Breve apología del caos por exceso de


testosterona en las calles de Manhattan / p. 147

Anexo / p. 235
Esta edición de
Trilogía de la Revolución
se terminó de imprimir
en el mes de mayo de 2015
en Mastergraf srl
Gral. Pagola 1823 - T. 2203 4760
Montevideo - Uruguay

Depósito Legal xxxxxx - Comisión del Papel


Edición Amparada en el Decreto 218/96

You might also like