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La Revelación en la historia
La Biblia es el registro de hechos que han ocurridos y a través de los cuales Dios se ha
revelado. La revelación histórica antecede la revelación escrita. Antes de que se narren los
milagros de Jesús en los evangelios, Jesús los hizo. La revelación está, principalmente, en el
hecho de que el texto bíblico registra e interpreta para transmitir esta revelación.
Lucas da a su evangelio un prefacio que nos da a conocer su intención de dar mayor
seguridad y convicción a la fe de Timoteo, presentándole en forma ordenada los hechos que
realmente han ocurrido y que Lucas, con diligencia, ha investigado, usando la información de
testigos oculares. Es decir, que la intención de Lucas es que la Fe de sus lectores se base en
factos históricos. Eso es incompatible con el frecuente prejuicio de que la Biblia no quiere
darnos información histórica exacta, sino que es un testimonio de Fe, así que la veracidad de
los hechos que la Escritura narra, no importa tanto, sino su mensaje religioso.
La verdad es que no solamente Lucas, sino que toda la Biblia, quiere impartirnos Fe
realista, que se basa en hechos que realmente han ocurrido, a través de los cuales Dios se ha
revelado y nos ha hablado, haciendo que a través de ellos, lo conozcamos. Por eso, gran parte
de la Escritura son narraciones históricas, pero también todos los otros textos tienen relación
con la historia y dan testimonio de la intervención de Dios en ella.
La historia bíblica se concentra, para ello, en lo que llamamos la historia de la salvación.
Es la historia entre Dios y su pueblo. En ella, Dios se da a conocer más y más, revela sus
principios y su santa voluntad, ordena sus mandamientos y desarrolla la promesa de salvación
a través de profetas y hechos proféticos. Dios es dueño de toda la historia y opera y también
se comunica en toda la historia, pero él mismo santificó una área de la historia, la apartó de lo
profano y se dio a conocer en ella.
Historia de la revelación o revelación histórica, sería tal vez un nombre más apropiado
para esta área que historia de la salvación. A través de Fe e incredulidad, apostasía y
renovación, juicio y restauración del pueblo de Dios, esta historia apunta a Cristo; que es la
promesa del Antiguo Testamento, avisada por los profetas e ilustrada en ritos, personas y
acontecimientos que, en el Nuevo Testamento, se cumple y cuyo cumplimiento final se avisa.
Ésta, es una historia de milagros; tan sencilla y sobria, sin ninguna tendencia de
sensacionalismo, hablan las Escrituras de tan grandes cosas. Somos enfrentados en la Biblia
con un Dios real y vivo, que actúa y que habla, al cual nada es imposible. Por su
sobrenaturalidad, la historia bíblica no encaja en la ciencia histórica crítica con sus principios
de analogía y correlación.
Los milagros bíblicos no tienen analogía en la experiencia del mundo incrédulo y no se
puede interpretar la historia bíblica en base a relaciones causales inmanentes como resultado
de factores socioeconómicos, políticos y religiosos. La Biblia, cuenta su historia sin
consideración a los criterios y preguntas de historiadores modernos. No solamente la historia
bíblica, en sí, es sobrenatural; sino también la historiografía bíblica es inspirada
sobrenaturalmente y refleja una percepción e interpretación de la historia, que también es
producto de la misma inspiración sobrenatural. No muestra interés académico, sino que es
anuncio del Dios viviente. Es Dios que se revela y el que no puede percibir esta revelación, no
entiende ni los textos ni la historia que registran.
En este sentido, los hechos bíblicos son hechos en la historia pero no son asunto de la
historia como disciplina científica secular. Pasaron realmente en espacio y tiempo y el
historiador puede investigar su ambiente pero en respecto a lo propio, a las intervenciones por
las cuales Dios se revela, el instrumental de la ciencia histórica secular no puede sino fallar.
Pero si la razón crítica esconde su ateísmo metódico bajo una ropa teológica, dándose el
nombre “método histórico crítico” y trata a juzgar cuáles datos históricos de la Biblia son
correctos y cuáles no, “corrigiendo” y remplazando la historia bíblica por sus propias
construcciones históricas, postulando que los textos transmiten verdades que no tienen que
ver con su veracidad histórica, nos quita la revelación de Dios.
La Biblia nunca indica darnos una enseñanza religiosa vestida de historia que en realidad
no ha ocurrido así. Para Jesús y los apóstoles eran Adán y Eva, Abraham y otras personas
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históricas y el diluvio un hecho histórico. Acerca de los hechos de la salida de Israel de Egipto,
que Pablo menciona en 1Co: 10 interpretándolas (los hechos, no el texto de Éxodo) como
revelaciones proféticas de Cristo escribe:”Estas cosas sucedieron...” (1Co 10:6). El autor a
la carta a los Hebreos, refiere a los personajes del Antiguo Testamento que mencionó en el
capítulo 11 de su carta, como personas reales de la historia cuando escribe: “Por tanto, puesto
que tenemos en derredor nuestra tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo
peso...” (Heb. 12:1).
Las Escrituras solamente nos pueden dar testimonio de la revelación divina en la historia
y así ser revelación para nosotros si son veraces en todas sus informaciones históricas. El Dios
al cual la Biblia nos hace conocer a través de contarnos lo que hizo, se vuelve un desconocido
y es sustituido por ídolos filosóficos-teológicos cuando perdemos la seguridad acerca de la
veracidad de los hechos narrados en las Escrituras. ¿No hay una diferencia si creo en un Dios
del que sé que Israel testificó su Fe en Él a través de historias como las de Abraham o si creo
en el Dios que de veras habló a Abraham y le guió y protegió e hizo pacto con Él – y ¡Este Dios
de Abraham es mi Dios! -? Así podríamos añadir miles de ejemplos.
El creyente tiene la experiencia de que su propia vida es sobrenatural e inentendible para
el mundo y reconoce en sí el mismo Espíritu que opera en la historia de la salvación e inspiró
las Escrituras. “El Espíritu sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene
ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (Jn 3:8) – así también el todo de la
historia de salvación. Por eso, los relatos de las escrituras le son hechos reales. Además la
arqueología confirma los hechos bíblicos y la crítica ha debido, una tras otra vez, reconocer
que algo de la Biblia que había considerado un mito tiene confirmación histórica.
tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla.
Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así
lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los
guarde y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.” (Mt 5:17-19) Con
estas palabras, atribuye hasta a los mínimos detalles de la Escritura autoridad divina. La
Escritura le es garante de verdad y la ignorancia acerca de ella garante de equivocación (Mt
22:29). A sus adversarios refuta una y otra vez con las Escrituras, oponiéndose a la tradición
teológica que se había puesto por encima de la Palabra de Dios con la directa autoridad y el
verdadero sentido de la Escritura (Mt 5:17-48, Mr 7:1-13, Mt 22:23-33). Después de su
resurrección, abre a sus discípulos las Escrituras (Lc 24:27-32).
También los apóstoles apelan a la autoridad de la Biblia. El evangelio es el mensaje de
que las promesas de las Escrituras se han cumplido en Jesús y es por eso conectado con la
formula “según las Escrituras” (Rom 1:2s, 16:26, 1Co 15:3s). Cuando los apóstoles
predicaban el evangelio exponían las Escrituras y mostraron a través de ellas que Jesús es el
Mesías. A los judíos que conocían las Escrituras dieron la posibilidad de examinar su
predicación, si era de acuerdo con ellas o no. Los judíos de Berea “eran más nobles que los de
Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las
Escrituras, para ver si estas cosas eran así.” ( Hch 17:11) Pedro apunta, en su segunda carta,
al hecho de que el evangelio no tiene que ver con fábulas, sino con hechos reales de los cuales
él es testigo ocular y describe como ejemplo su experiencia con Jesús en el monte de
transfiguración. Pero después escribe: “Tenemos también la palabra profética más segura...”
(2P 1:19) Este comparativo da mayor autoridad a la Escritura que al testimonio de Pedro.
Avisando el cumplimiento de las escrituras, Jesús y los apóstoles no solamente las
interpretaron, sino que dieron a conocer un nuevo nivel de la revelación de Dios. El que en las
Escrituras fue avisado ahora ha llegado. Era por eso necesario registrar, también, la historia y
enseñanza de Cristo y de la iglesia primitiva en Santas Escrituras. Así como Dios antes había
hablado a través de los profetas y el registro de esto es el Antiguo Testamento, así ha hablado
al fin de los tiempos a través de Cristo (Heb 1:1-2) y el registro es el nuevo Testamento.
La Escritura es Palabra de Dios, por eso su autoridad es la autoridad de Dios. Creerle y
obedecer a la escritura es creerle y obedecer a Dios y trae vida - no creerle y no obedecer a la
Escritura es no creerle y no obedecer a Dios y trae juicio. En frente a la Biblia estamos en
frente al Dios vivo que habla.
Como Palabra de Dios, ella manifiesta algunos atributos divinos. Dios es santo y su
Palabra es santa. Dios es absolutamente veraz, Él no puede mentir y tampoco se equivoca,
nunca tiene que arrepentirse o corregirse (Tit 1,2, Num 23:19). Por eso, su Palabra es verdad
eterna (Sal 119:160) en todo lo que dice y es la regla autoritativa para distinguir entre mentira
y verdad y entre error y verdad (Hch 17:11, Mat 22:29). Este incluye los datos históricos que
según el testimonio que la Escritura da sobre sí mismo no son fábulas sino hechos reales (2P
1.16; Jn 21:24; Lc 1.4; Mt 12:3; Mt 22:31s).
Génesis y a revés. En total ,es la Biblia una perfecta unidad sobrenatural. La historia nos
muestra muchos ejemplos de profecías bíblicas cumplidas. Pensamos en las que se han
cumplido en Jesús, pero también en las profecías que avisan juicios por ejemplo contra Tiro,
Nínive, Babylon ... Ellas son una clara evidencia de que la Santa Escritura es un libro
sobrenatural.
Para los creyentes, el origen divino de la Biblia, es un hecho empírico porque reconocen en
todas partes de ella al mismo Espíritu que les hizo nacer de nuevo y que les guía y vivifica
cada día. Que la Biblia es Palabra de Dios a la cual agradecen su vida nueva y con la cual la
alimentan, perfeccionan y fortalecen, es para ellos no un “teologúmenon”, sino una experiencia
innegable.
La explicación para el origen divino de la Biblia es la inspiración. El Señor inspiró los autores de
las escrituras con el mismo Espíritu que se manifiesta en las intervenciones divinas en la
historia dándoles entendimiento y la capacidad de dar a conocer los hechos, profecías,
mandamientos y promesas de Dios fiel y verazmente, transmitiendo junto con ellos la
revelación y el mensaje divino. Las personas inspiradas eran todos imperfectos y falibles pero:
“Las palabras del SEÑOR son palabras puras, plata probada en un crisol en la tierra, siete
veces refinada.” (Sal 12:6) También Sal 119:140 y Prov 30:5 dicen en el texto orginal no
solamente que la Palabra del Señor es pura sino que pasó por un proceso de purificación y
refinación. Dios se preocupó de que no tengamos una mezcla entre Su Palabra y palabra de
hombre con errores y equivocaciones sino que la inspiración incluye un proceso de purificación
y refinación que garantiza que toda la Escritura es pura verdad.2 Si no consideramos la
Escritura como Palabra no solamente inspirada, sino también purificada y refinada y
postulamos equivocaciones y errores humanos en ella la bajamos al nivel de cualquier
inspiración y la hacemos inútil para ser la regla para probar todo lo que se presenta como
producto de inspiración, sean sermones o profecías o doctrinas cuyas autores reclaman una
experiencia de revelación para sí. Sometemos entonces la Escritura a la regla que está en
nosotros mismos en lugar de usarla como regla para distinguir entre lo verdadero y lo falso.
Nosotros no tenemos que distinguir que es y que no es divino en la Biblia porque:
“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para
instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena
obra.” (2Ti 3:16-17)
La palabra “toda” dice que no hay parte de la Escritura que no sea inspirada y por ello
autoritativa. Por eso muchas veces cuando en el NT se cita textos del AT se las introducen a
menudo con formulaciones como “el Señor dice” o “el Espíritu Santo dice” y “Palabra de Dios”
llega a ser un sinónimo de “Escrituras”. (2Cr 24:31, Salmo 119, Mr 7:10-13, Jn 10:34s, Heb
4:1-13)
El como de la inspiración puede ser diferente: los diez mandamientos fueron escritos por el
mismo Dios y después de la destrucción de las tablas copiados por Moisés, algunos profetas
hablaban las palabras del Señor así como literalmente habían recibido para escribir después
todas o solamente una selección de ellas, otros vieron, otros investigaban como Lucas, otros
escribían para solucionar problemas concretas – tal vez la mayoría de los autores de la Biblia
no tenían consciencia de que escribían las Santas Escrituras. Pero el resultado es en cada caso
el mismo: Palabra de Dios. Así que creer en Dios significa creerle lo que dice, es decir creer en
su Palabra, la Escritura.
ENTENDER LA BIBLIA
No hay un método ni técnica que asegura a entender en forma correcta y completa la Palabra
de Dios. Es el Espíritu Santo que transmite la Palabra y ni a Él ni a la Palabra podemos manejar
y disponer de Él o de ella. Es que el Espíritu que usa la Palabra para manejar y disponer de
nosotros. Además es nuestro conocimiento parcial. Somos discípulos, aprendices, lo que
acerca de la Palabra significa que estamos en un proceso de aprendizaje para entenderla más
y más. En este proceso, no entendemos todo a la vez, hay mucho que todavía no entendemos
o que todavía entendemos mal; o que entendemos, pero todavía no en su completa
profundidad y claridad. El Espíritu es el maestro que nos guía paso por paso y ni la mejor
exégesis puede abstraer de este proceso. Así que no hay método seguro. Pero hay actitudes y
paradigmas condicionales para entender la Palabra de Dios. Quiero mencionar algunos:
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(6) Adoración. Estoy hablando de una actitud que busca la gloria de Dios y no el
reconocimiento de los hombres. Jesús pregunta:¿Cómo podéis creer, cuando recibís
gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? (Jn
5:44) Esto es un principio hermenéutico incontrastable. El mundo académico es todo un
sistema de recibir gloria los unos de los otros y esto es una de sus fuerzas motrices.
Lamentablemente, se puede decir lo mismo de la teología académica 10. Pero también en
las congregaciones fácilmente caemos en un sistema de buscar gloria el uno del otro. Si
tratamos brillar con nuestra habilidad de entender la Biblia, con nuestra inteligencia,
con cuan espirituales somos y cuanta revelación recibimos, entrará el engaño y matará
(sin que nos damos cuenta) la Fe y la vida se va. El conocimiento con el que quiero
brillar no edifica sino envanece11, el amor, que es resultado del conocimiento genuino
que viene de Dios, sí edifica. ¡Qué Dios nos ayude!
(7) Pasión. No se puede escudriñar la Escritura con la frialdad de un patólogo que hace
una autopsia. ¡El que nos habla es el Dios viviente! Es al que amamos con todo el
corazón, con toda el alma y con toda la mente. Si es así, no puede haber indiferencia y
distancia a su Palabra, la apreciamos, la amamos, la anhelamos con hambre, nos
deleitamos en ella, pero también temblamos de ella. El Señor detesta a los tibios que se
creen ricos y no saben cuán pobres, desnudos y ciegos son. (Ap 3:14ss)
(8) Esfuerzo y diligencia. La dependencia del Espíritu Santo no se debe confundir con un
misticismo que nos pone pasivos y nos hace apagar la mente para asegurar que no
seamos nosotros sino el Espíritu que interpreta los textos. El Espíritu Santo no nos
apaga, sino que nos enciende, no nos quiere como títeres sino que nos activa como
personas llenas de vida con todas sus expresiones, porque es el Espíritu de vida. Por
eso, para entender la Palabra, no somos pasivos sino activos y diligentes. Motivado por
la pasión a la Palabra, se une el esfuerzo de la oración, de buscar a Dios y de buscar
entendimiento de lo alto con el esfuerzo intelectual de investigar la Palabra y meditar
sobre ella.12 Este doble esfuerzo echó Jesús de menos en aquellos dos discípulos, y echa
de menos muchas veces en nosotros, cuando critica: “¡Oh insensatos y tardos de
corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (Lc 24: 25)
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Las inseguridades que la iglesia tenía en los primeros siglos acerca de algunas cartas del NT (las católicas, Heb y
de Ap) y de algunos escritos que al final no entraron en el canon (Clemente, Bernabé, Pastor Hermas y Didajé) no
cambian el hecho de que hubo un proceso de reconocer lo que es Palabra pura de Dios y por ente Santa Escritura y
distinguir de ello lo que no lo es a pesar de lo bueno y edificador que sea. Este proceso tiene un claro resultado que
es el canon, no por las autoridades eclesiásticas sino por el testimonio del Espíritu Santo. Ni siquiera las dudas de
Lutero y de los teólogos de los últimos dos siglos podían debilitar la convicción de la iglesia entera en respecto al
canon del NT. Toda la iglesia lee 2°P como Santa Escritura.
2
Inspiración es un fenómeno que no se limita a la génesis de la Escritura. Un predicador también es inspirado, lo
que en este caso no incluye que no pueda equivocarse en su sermón. Lo mismo se puede decir al respecto de los
dones del Espíritu, especialmente de la profecía, sabiduría, y ciencia – se trata de inspiración, sin embargo hay que
examinarlo todo porque las personas inspiradas son falibles. Cada creyente tiene experiencias de momentos
cuando fue inspirado por el Espíritu, sin embargo no se atribuye inerrancia a las cosas que se dice en estos
momentos. El concepto de inspiración en sí no excluye que la persona inspirada mete equivocaciones y errores en
la transmisión de lo revelado. Lo que distingue la Escritura de otros productos inspirados es su función de ser la
norma para diferenciar entre lo verdadero y lo falso para lo cual no es solamente palabra inspirada sino también
refinada así que toda escoria fue excluida. De una enseãnza, una palabra profética u otro don practicado en la
iglesia se puede decir que fue inspirado pero no que Dios lo ha purificado y refinado siete veces, no que es palabra
pura de Dios. La inspiración de los autores de la Biblia incluyó mucho más que el escribir el texto bíblico. David
ejerció todo su ministerio real bajo inspiración y es muy probable que escribió más salmos que los que tenemos en
el AT, también los apóstoles buscaban siempre la guía, autoridad y sabiduría del Espíritu Santo y no todos sus
sermones o escritos están en el NT. Creo que la génesis del canon bíblico tiene una función muy importante en el
proceso de la refinación. En este fue probado que es palabra pura y eliminado lo que no lo es. Es interesante que
por ejemplo una carta de Pablo a los Corintios que fue escrita entre la primera y la segunda que tenemos en el NT
no se guardó en Corinto y no entró en el canon. Ni Clemens que 40 años más tarde escribe a la misma iglesia la
conoce. Seguro que hubo también inspiración cuando Pablo escribió esta carta, pero la iglesia primitiva no recibió
el testimonio del Espíritu Santo de que esta carta sea Palabra de Dios en el rango de Santa Escritura ni hubo una
preocupación divina para que sea guardada y conocida por las próximas generaciones.
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En analogía a la doctrina de la Trinidad postuló Karl Barth una triple forma de la única Palabra de Dios: la Palabra
revelada / encarnada que es Cristo, la Palabra predicada y la Palabra escrita. Karl Barth era un pastor formado en
la teología liberal, que se dio cuenta de que con este tipo de teología, no tenía nada que predicar en el púlpito. Eso
le llevó a buscar a Dios y Su revelación y se transformó en un teólogo de la revelación. Su teología se puede
caracterizar como la victoria de la Fe sobre la teología incrédula. Con esto se transformó en una voz profética de su
tiempo. Pero, tal como Israel, hace tiempo, no conquistó la tierra prometida completa, sino que dejó enclaves
desde donde los enemigos más tarde atacaron, oprimían y esclavizaron; fue también Barth inconsecuente e hizo
concesiones al liberalismo. Para Barth la “Palabra escrita” no es idéntica con la Biblia ni es algo estáticamente
inherente en ella, sino que sucede de repente como revelación desde los textos bíblicos.
Emil Brunner es más claro: para él la Biblia no es, ni contiene inherentemente la Palabra de Dios sino que es
un medio de ella. No en sino por medio de la Biblia, pero tampoco sin o contra ella, que recibimos la Palabra de
Dios como un encuentro con el que habla. Este permite mantener una actitud crítica hacia la Biblia. La historia
muestra que esta levadura más tarde fermentó toda la masa. Rudolf Bultmann se acoge a Barth y se considera en
lo fundamental unánime con él. Pero pocos teólogos de la historia desarrollaron tanto poder destructivo para la Fe
como él y su escuela, la teología hermenéutica, con su programa de la desmitificación e interpretación existencial.
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La palabra traducida con “oír” (a˙koh;) puede significar el acto de escuchar pero en la mayoría de las ocasiones
neotestamentarios refiere al objeto de lo oído así también en el versículo anterior donde es traducido como
“anuncio” y refiere al anuncio, es decir la predicación, del Evangelio.
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La Palabra de Cristo es la palabra cuyo autor y contenido (se puede entender el genitivo como subjetivo u objetivo)
es Cristo. El Evangelio es prometido en las Escrituras (Rom 1:1-3) y la enseñanza de Jesús y de los apóstoles
también ahora es parte de las Escrituras. Palabra de Cristo además es aquí como en Col 3:16 sinónimo de Palabra
de Dios.
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Es muy probable que por eso recibe el título verbo. Si Juan habla en su prologo de la Palabra que desde principio
estaba con Dios quería decir que este Jesús histórico a través del cual Dios habló y se reveló existe desde
eternidad y es Dios.
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El dilema de la teología histórica crítica se muestra sobre todo en la cristología. Toneladas de tinta se ha
consumido para referir sobre la relación entre el “Jesús histórico” con el “Cristo dogmático” de la Fe de la Iglesia.
(1) El camino liberal es la reconstrucción de un Jesús histórico de los pedazos que deja la crítica de los datos
históricos del NT y datos de la historia, cultura y religión de su época. Esta reconstrucción se postula
como el Jesús verdadero (o al menos más probable) en contraste al Jesús tradicional-dogmático. Hay una
escala desde muy conservador y poco liberal que postula muy pocos diferencias entre el Jesús de los
evangelios y su reconstrucción histórica hasta completamente liberal que postula “Jesús históricos” que
casi no tienen nada que ver con el de los evangelios. Como las diferencias son graduales (aunque a veces
de muchos grados) y el método es el mismo no se puede definir hasta que grado se puede ir. Por eso
implica la versión conservador de este camino una natural declive hacia el otro lado de la escala.
(2) Otra opción es decir que no el Jesús histórico sino el Cristo anunciado, el Cristo del “kerigma” es la base
de nuestra Fe. Los tópicos de esta postura aparecen la primera vez en una charla publicada de Martin
Kähler, El Jesús historicista y el Cristo histórico bíblico (Der sogenannte historische Jesus und der
geschichtliche, biblische Christus): (1) Sabemos muy poco del Jesús histórico y los datos no alcanzan para
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una biografía (2) Pero como dato histórico seguro tenemos en el NT el reflejo del impacto histórico de
Jesús en la predicación de la iglesia primitiva acerca de Cristo y hacia más atrás no tenemos que ir (3) El
énfasis en el Jesús histórico es “conocer a Cristo según la carne” (4) No un “Jesús histórico” sino el Cristo
proclamado por la iglesia primitiva como lo vemos en el Nuevo Testamento es nuestro Señor. --- Kähler
abrió con esta charla la puerta para separar la Fe en Cristo del Jesús que de hecho ha vivido en la historia.
30 años más tarde refutó Karl Barth un argumento de Adolf von Harnack acerca de la necesidad de tener
claridad histórica acerca de Jesús así: ”Al que todavía no sabe que a Cristo ya no conocemos según la
carne le puede decir la ciencia bíblica crítica. Este puede ser lo que el conocimiento histórico puede
aportar para la tarea propia de la teología.” Con otras palabras: el Jesús histórico no interesa para la Fe y
la inseguridad que la crítica ha creado acerca del Jesús histórico es por eso un apoyo porque imposibilita
este interés. Esto guía a una esquizofrenia: Barth inspira toda su dogmática en la Escritura y postula a un
Cristo con todos sus atributos bíblicos – pero esto no es identíco con el Jesús histórico. Hay que reconocer
a favor de Barth que desde su cristlogía llega a reconocer los hechos fundamentales para la Fe en Cristo
como la resurrección y también la partogénesis (también aquí vence en él la Fe a la teología) pero
mientras el NT deriva del hecho de la partogénesis la evidencia de que Jesús es el hijo de Dios (por eso lo
santo que nacerá será llamado Hijo de Dios -Lc 1:35- , Mt 1:22-23) y de la resurrección que Jesús es
Señor anda Barth el camino a revés y postula estos hechos casi independiente de la revelación histórica.
Otros que lo siguen en este camino no ven ninguna obligación para llegar a la misma conclusión y
completan la independencia de la Fe (mejor dicho: lo que consideran la Fe) de los hechos. Rudolf
Bultmann que siempre se consideró un teólogo en total acuerdo con Barth diferiendo solamente en
algunos asuntos metódicos dice: “No se debe regresar atrás del Kerigma usándolo como fuente para
reconstruir un Jesús histórico … No el Jesús histórico sino Jesucristo el predicado es el Señor.” Así que
trata entender a Jesucristo predicado: El “Kerigma” es el mensaje propio del NT que, según Bultmann,
está envuelto en una cosmovisión y lenguaje mítico que no es esencialmente parte de él, sino solamente
una manera típica de la gente de la antigüedad para comunicarlo - así es que hay que quitarle esta
cáscara. El resultado es un Jesús “kerigmático”, desmitificado. Este no es Hijo de Dios en el sentido real,
no es preexistente, resucitó en el Kerigma pero no resucitó corporalmente y no va a venir otra vez.
(3) Una combinación (1) a y (2).
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El verbo “katoprivzomai” en 2Co 3:18 puede significar “mirar como en un espejo”, “mirar el reflejo” o “reflejar” ,
creo que el texto une los dos significados.
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Por eso dice Jesús: El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado
son espíritu y son vida. (Jn 6:63) Mira también 2Co 3:14-18: Donde está el Espíritu del Señor hay libertad, es
decir el velo mental que impide ver a Cristo en la Escritura es quitado y se puede ver en ella la gloria del Señor
para ser transformado en la misma imagen a través del Espíritu. Si hablamos de ser nacido o de crecer por la
Palabra hablamos de la misma impartición.
10
Hay una disertación excelente de Eta Linnemann a cerca de esto: Orginal oder Fälschung? (¿Orginal o
falsificación?), CLV, Dillenburg 1994/ 1999. Linnemann era una teóloga crítica, alumna de Bultmann, Fuchs y
Ebeling cuyo primer libro todavía pertenece a la literatura de estandardo en los facultades teológicas críticas de
Alemania. Ella gozaba un gran reconocimiento en el mundo académico teológico crítico cuando de repente tuvo un
encuentro con el Señor que cambió su vida completamente. Ella renunció a la teología crítica y dedicó su vida a
enseñar la Palabra de Dios como misionera en Indonesia. Escribió también algunos libros para refutar la crítica. En
el mencionado arriba analiza también las fuerzas motrices en los facultades teológicas críticas (en realidad no hay
otros en las universidades de Alemania) y como aquellas mantienen con vida y progresando la crítica. La fuerza
motriz principal en esto es el sistema de reconocimiento o negar reconocimiento con sus condiciones y reglas no
expresadas pero implícitas. De hecho creo que esto es la causa principal porque la crítica ha podido lograr tan
influencia en la teología universitaria. El orgullo, el afán de reconocimiento es su mayor motivación.
11
Sea liberal o sea superbíblico o superespiritual.
12
Salmo 1:2, Jn 5:39, Hch 17:11, Pr 2:1-6