Carácter actual de la
elevado sitio que ha ocupado en
Arquitectura.
Teodoro Elmore.
Vol V, Agosto 1903, No 8 pp 118-
122.
El duque de Valmy ha dado a luz
un libro titulado “El pasado y el
porvenir de la
Arquitectura”, en el cual investiga
las causas de la impotencia del
arte, atribuidos
gratuitamente al espíritu de
especulación que ha tomado la
Arquitectura; a la falta de fe
religiosa y a las lecciones que se
profesan en la escuela de Bellas
Artes. Según el autor,
sin negar la influencia de las tres
causas, ninguna de ellas
aisladamente, ni todas juntas
bastan para explicar la esterilidad
de la Arquitectura en nuestros
días. Las causas del mal
son más profundas y más nocivas
para los progresos del arte.
El espíritu de especialidad que ha
invadido el dominio de las artes, es
indudablemente
el germen que ha hecho
descenderla Arquitectura del
arquitecto. De aquí que la
todos los pueblos cultos. En buena
hora que reine la especialidad en
las esferas de la
industria para alcanzar la
economía en los productos; pero
su influencia será deletérea
en la región del arte en donde la
inteligencia y el sentimiento deben
de dominar a la
materia. Se comprende hasta
cierto punto, que haya quien
tolere, ya que no la defienda,
la especialidad aplicada a la
pintura u a la escultura, porque en
circunstancias dadas puede
tratarse únicamente de crear
obras independientes como son
estatuas, vasos y cuadros,
para figurar o exponerse aislados;
más la especialidad en la
Arquitectura no puede existir
nunca, sin que se ponga en olvido
que es el arte supremo que abraza
todas las demás,
las cuales le ayudaran para realizar
sus concepciones, habiendo sido
en todas épocas
las escultura y la pintura con
relación al arte Arquitectónico,
complementos precisos,
pero sujetos a la inspiración del
exceptuar el que ha elegido el
profundidad de este haya
exigido en todas las edades
conocimientos tan variables como
profundos, de todo punto
indispensables para los que se
encuentran llamados a grabar en
la morada de todos los
hombres el desenvolvimiento de la
civilización de los pueblos; a
escribir sus creencias
sobre los muros de los templos;
sus victorias y derrotas en los
monumentos públicos, y sus
costumbres en los edificios
privados. Los arquitectos en el
pasado, han escrito la historia,
dictada por las naciones en
páginas de mármol.
Los edificios modernos no dan
traza alguna de las preciosas
tradiciones que acabamos
de apuntar; no revelan el empleo
inteligente de los estilos de
arquitectura y la elección
motivada de a decoración, que no
puede olvidar el carácter y el
destino de los edificios a los cuales
se aplica.
Los monumentos modernos, o los
edificios que como tales se
presentan, revela que no se
respeta estilo alguno, sin
arquitecto; que todos se alteran,
y que a trueque de pasar como
inventores, el gusto y la fantasía
del momento imperan en
absoluto, faltando, no la fe
religiosa, como dicen algunos
críticos, pero si, en cambio, la de
en los principios; en las reglas y en
los tipos del arte, que han sido
siempre los gérmenes de todas las
creaciones.
La academia de las Bellas Artes,
por su viciosa organización han
contribuido a la
importancia que distingue a la
arquitectura moderna, y en
Francia, el Gobierno ha iniciado
su reforma desde años, sin que se
omita medio alguno para resucitar
las reglas olvidadas
del arte, así como para reanimar
su culto, complemento
indispensable de los progresos
que presenciamos, e imperiosa
necesidad de nuestra civilización.
Hora es ya, por cierto de que
cesen los días de duelo que ha
largos años transcurren para
el arte; que no se destaque la brisa
artística de nuestra época entre las
riquezas creadas de consumo para
las ciencias y la industria, y que
levantemos nuestros monumentos
conforme a las tendencias y al
estilo particular de esta época,
para que este y aquellas
se reflejen elocuentemente en las
piedras, en los mármoles o en los
materiales que los construyan.
No somos partidarios de la
inmovilidad del arte, y sí decididos
defensores de su libertad; si
aceptamos y administramos las
reformas, los progresos y la
tolerancia, que es el emblema
hoy del arte arq. Por ser así,
veamos todo lo que tiende a
elevar el nivel de los estudios
estéticos; y ya que no se
produzcan fácilmente por
desgracia nuestra, aplaudamos los
hechos que en otros países
tienden al fin indicado. Las
reformas de la escuela de Bellas
artes en Francia, que ha sido y
continúa siendo objeto de
polémicas, es hecho que
registramos con placer, no tanto
por la medida en sí, si no por sus
móviles.
En Francia como en otras
naciones, la tal Escuela venía
dirigiendo, como señora y
dominadora absoluta, las
enseñanzas estéticas; moviéndose
en un círculo reducido y
de compadrazgo, en su seno y en
sus clases, solo tenían cabida
doctrinas y profesores
que constituían una escuela y un
partido refractario a todas las
nuevas teorías y a las
manifestaciones de nuestra época.
De esta suerte, jamás idea ni
pensamiento alguno
venía a modificar esa inmovilidad,
y solo por esta causa las
enseñanzas no abrazaban los
nuevos horizontes que descubren
las ciencias, y las cátedras
permanecían desiertas, y los
profesores sin voz, porque todos
notaban con honda pena, que en
vez de una enseñanza
sensible a las advertencias de la
crítica, susceptibles de
mejoramiento y afecta a los
progresos que en todas las aulas
proyecta el movimiento social,
sólo existían estudios
oficiales y de parada, y el régimen
absoluto de una oligarquía
académica.
Al ponerse el estado al frente de la
escuela de Bellas Artes, declaro
que el campo de
la estética es inmenso, y que cada
una de sus partes puede
estudiarse bajo diferentes
puntos de vista; que es de todo
punto necesario que todas las
aspiraciones y todas las
necesidades de nuestra época
tengan una tribuna y su cátedra en
ella; que la libertad
debe de sustituir a la autoridad, y
que las estrechas y apasionadas
miras de una secta
deben reemplazarse por los
nuevos temas que importa
estudiar, abriendo libre acceso
a fecundas aspiraciones llenas de
vida. No se nos oculta que el
despotismo burocrático
esteriliza gérmenes fecundos; pero
la oligarquía académica sólo ha
producido resultados
negativos, lo que es peor. Por eso
M. Trelatanq catedrático de
construcciones civiles en
el Conservatorio de Paris, y otros
muchos profesores conocidos por
su independencia, la defiendan y
aplaudan.
Hasta ahora no se ha estudiado
suficientemente, en el campo del
arte, el hierro, el
acero y los nuevos materiales que
transforman las construcciones, ni
las aptitudes que
ofrecen las ingeniosas
preparaciones industriales que se
descubren, ni los procedimientos
que se acumulan relativos a la
cimentación, a las cubiertas, a la
ventilación, alumbrado
y calefacción de los edificios. Por
eso es que los ingenieros que
conocen mejor estos
ramos brillan y se mueven mejor
en el terreno que los arquitectos
creen de su absoluta competencia.
M. Champfleury en su famoso y
buen libro, con el título
“Caricatura Moderna” estudia en
conciencia el arte grotesco en
todas las edades: prueba que ésta
expresión ha pertenecido
a todos los tiempos,
encontrándose ya encarnada entre
los esplendores del arte griego,
no sin manifestar, citando en su
apoyo hechos evidentes, que la
estética abraza en
su vasta esfera la belleza, la lealtad
lo exacto y lo deforme, la razón y
el delirio; que
fotografía la fisonomía humana
según todos sus ángulos
descubriendo la forma ideal, su
augusta mirada, su sonrisa
misteriosa, su juventud eterna, lo
propio de sus contracciones
salvajes, sus ojos sin vida, sus
desproporciones, sus vacíos y sus
miserias. Según él no hay
derecho para afirmar que es
terreno vedado para el arte la
caricatura y los hechos que
acabamos de relatar, porque
forman parte de la vida, y el arte
no es sino representación
de ésta bajo todas sus fases.
Damos hoy estas notas, que
tomamos tiempo ha, para llamar la
atención sobre la
necesidad que se siente en lima,
de hacer venir un arquitecto
consultor que dirima las
controversias de los que ejercen la
arquitectura con criterio diverso.
La introducción
del fierro y el acero en las
construcciones modernas, las
producciones industriales de
objetos de arte, la iluminación
eléctrica, el uso de elementos
nuevos en la vida doméstica,
mecanismos conductores de
energía, ventilación artificial,
elevadores, teléfonos,
desinfectadores y en general toda
clase de aparatos de higienización
ultra nuevos, están
efectuando una evolución en las
disposiciones y formas que
importa haya quien las haga
valer con suficiente autoridad en
el nacimiento del gusto estético
que principió en 1870
con la construcción de nuestro
palacio de la Exposición. La
administración del señor
Piérola, impulso ese gusto,
concluyendo el edificio del Correo,
restaurando la Catedral
y algún otro edificio, decretando la
erección del palacio para la
Facultad de Medicina,
acabada de inaugurar
recientemente, así como los
espléndidos locales en
construcción
para el Colegio de Guadalupe, el
Manicomio, etc., la apertura del
paseo Colón, las nuevas
avenidas, se deben a la misma
administración como se debe
particularmente al señor
Piérola las obras que hace la
Colmena que concurren a la
misma evolución.
Don Federico Elguera, como
Gerente de la Acumulativa y
Alcalde Municipal se esfuerza en
igual sentido, debiéndosele el La estética moderna tiene que
edificio de la calle de las Aldabas, utilizar los nuevos elementos y por
algunas reformas en otros eso presenta ya los
y los institutos de Bacteriología y despliegues en abanico para
Vacuna en construcción. utilizar en la decoración la
Los particulares concurren a ese iluminación eléctrica.
movimiento también y casas de
Forero, Basadre, Pardo,
Álvarez Calderón y otros siguen las
huellas dejadas por Salinas, Puccio,
Dubois, etc.
Pero ¿se está en el terreno del
arte antiguo o moderno? ¿Se han
restaurado
apropiadamente los edificios
antiguos? ¿En las obras nuevas, las
líneas corresponden al
clasicismo, hay en destello alguno
de modernismo?
Nos atrevemos a decir que no,
considerando como enteramente
inaceptables las almenas
llovidas sobre el pabellón central
de la penitenciaría, que hizo el
gran Mimey, las agujas
sobre la masa de las torres de San
Pedro, las ventanas en el flanco de
la catedral y los
enyesados en general: nada de eso
corresponde ni a los respectivos
estilos, ni a nuestra época.