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abuelos, a sus tíos y hasta a sus parientes lejanos. Y si él quería tener una hija
negrita y linda como la niña bonita, tenía que buscar una coneja negra para casarse.
No tuvo que buscar mucho. Muy pronto, encontró una coneja oscura como la
noche que hallaba a ese conejo blanco muy simpático. Se enamoraron, se casaron y
tuvieron un montón de hijos, porque cuando los conejos se ponen a tener hijos, no
paran más. Tuvieron conejitos para todos los gustos: blancos, bien blancos, blancos
medio grises, blancos manchados de negro, negros manchados de blanco, y hasta una
conejita negra, bien negrita. Y la niña bonita fue la madrina de la conejita negra.
Cuando la conejita salía a pasear siempre había alguien que le preguntaba:
- Coneja negrita, ¿cuál es tu secreto para ser tan bonita?
Y ella respondía.
- Ningún secreto. Encantos de mi madre que ahora son míos.