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Sistema europeo de derechos humanos

Sistema actual

Como miembro del Consejo de Europa, España debe garantizar a todas las personas
que se encuentran bajo su jurisdicción, los derechos humanos reconocidos en el
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales y en los demás tratados internacionales que ha ratificado a nivel europeo.
El control del cumplimiento de estos tratados es realizado por diferentes órganos: el
Comité Europeo de Derechos Sociales, el Comité para la Prevención de la Tortura, la
Comisión Europea Contra el Racismo y la Intolerancia o el Comisario Europeo de
Derechos Humanos.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, creado en el ámbito del Consejo de Europa,


verifica que los derechos consagrados en los tratados son respetados por los Estados y
constata si se han producido violaciones en aquellos casos en que las víctimas presentan
demandas contra los Estados. Las sentencias que dicta son de obligado cumplimiento.
El sistema europeo de protección de los derechos humanos es el único sistema
internacional que genera obligaciones vinculantes para el estado; contempla, por vía
convencional y jurisprudencial, un amplio abanico de derechos protegidos; España, y por
tanto los poderes públicos, están vinculados jurídicamente; y, además, es un ámbito que
ha interesado tradicionalmente a varios miembros de la Junta, tanto desde la vertiente
académica como profesional.

Los proyectos del IDHC, pues, están enfocados básicamente desde dos perspectivas:
primera, profundizar en el conocimiento del Convenio Europeo y la jurisprudencia del
TEDH que lo desarrolla, particularmente en cuanto al estado español; y, segunda, el
análisis de la organización y funcionamiento del Tribunal, en especial a partir de la
entrada en vigor del Protocolo 14 (junio 2010).

Se prevé como mínimo la publicación por parte de investigadores del IDHC de un artículo
académico en revistas científicas nacionales o internacionales. Estos proyectos pueden
servir a los operadores jurídicos a quien corresponda la aplicación de las sentencias del
TEDH (gobierno, judicatura) o que puedan estar interesados en ellas (abogacía); la
sociedad civil que se pueda alimentar del discurso construido mediante la búsqueda
elaborada por el IDHC; y, finalmente, las personas que hacen investigación en derechos
humanos.
Los temas pueden ser tanto materiales (derechos) como formales (funcionamiento y
organización del TEDH). En el primer caso, por coherencia y economía de escalas,
convendría considerar la posibilidad de seleccionar derechos que tengan una cierta
dimensión "emergente" o bien que interese en los "otros temas" de investigación del
Instituto.

Los proyectos se aprueban en la sesión de la Junta del mes de septiembre, a propuesta


del coordinador de la investigación de la Junta. En función del tema y de la orientación
que se le dé, se harán gestiones para su eventual publicación en una revista nacional o
internacional de prestigio. El plazo de la investigación es de seis meses y en caso de que
haya disponibilidad de recursos humanos y materiales, el IDHC podría apoyar la
investigación y/o proveer la traducción de la investigación al inglés.

La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, proclamada en diciembre de


2000 en Niza, fue redactada por el Consejo Europeo luego de que el Tribunal de Primera
Instancia de la Unión Europea señalara en una decisión la necesidad de obligatoriedad
de estos valores jurídicos. La segunda parte del Tratado Constitucional de 2004, tratado
que jamás entró en vigor, retoma en su totalidad dicha Carta. Más tarde, el Tratado de
Lisboa modificaría el artículo 6 del Tratado de la Unión Europea, que en adelante
dispondría que "la Unión reconoce los derechos, libertades y principios enunciados en la
Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 7 de diciembre de 2000,
tal como fue adaptada el 12 de diciembre de 2007 en Estrasburgo, la cual tendrá el mismo
valor jurídico que los Tratados". Así, un acto de la Unión puede ser anulado por el Tribunal
de Justicia si transgrede un derecho protegido por la carta. Los Estados miembros están
obligados a respetar los derechos proclamados en esta carta cada vez que apliquen el
derecho de la Unión.
El protocolo 30 de la Unión Europea trata de la aplicación especial de los derechos
fundamentales de la Unión Europea en los casos de Polonia y Reino Unido. El resto de
Estados miembros aceptó este protocolo con la condición de que eso permita que al fin
la carta sea reconocida por el Tratado de la Unión Europea. Según este protocolo, los
derechos concedidos por la carta son aplicables a Polonia y al Reino Unido sólo si estos
derechos están también inscritos en el derecho nacional. La República Checa e Irlanda
también obtuvieron garantías en cuanto a la aplicación de dicha carta.
Como organización formalmente basada en el principio del imperio de la ley, la Unión
Europea debe ofrecer un sistema completo de recursos y procesos que garanticen que
tanto los actos de sus instituciones, como los actos de sus Estados miembros, sean
conformes a las normas básicas de la Unión. Además, la Carta de Derechos
Fundamentales de la Unión recoge los derechos fundamentales provenientes de distintas
fuentes, entre las cuales se halla la Convención Europea de Derechos Humanos, las
tradiciones constitucionales de cada país miembro, las Cartas Sociales de la Unión y del
Consejo de Europa, la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión y del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, entre otros. No obstante, algunos afirman que los
derechos inscritos en la Carta de la Unión Europea son "innovadores", ya que el Tribunal
de Justicia de la Unión debe protegerlos como si se tratase de principios generales de
derecho. En realidad, un poco más de la mitad de los derechos reconocidos por la Carta
no hacen más que codificar los principios generales de derecho de la Unión. Sería más
conveniente calificar estos derechos de innovadores no porque se trate de derechos
modernos – como los derechos ambientales o informáticos –, sino porque estos derechos
– que en realidad no son tan modernos como se cree pues antes de la aparición de la
Carta, ya existían suficientes instrumentos jurídicos que garanticen su protección – no
fueron hasta entonces reconocidos como derechos fundamentales dentro de la Unión
Europea.
Sin embargo, cabe preguntarse si ahora el Tribunal de Justicia de la Unión puede
controlar la conformidad del derecho nacional a la Carta. En realidad, el campo de
aplicación de la Carta no es ilimitado ni siquiera en las materias donde la Unión puede
legislar. La propia Carta de Derechos Fundamentales de la Unión confirma que, cuando
las autoridades nacionales actúan fuera del campo de aplicación del derecho comunitario,
éstas ya no están vinculadas a sus disposiciones. Es decir que, una de las condiciones
para que las jurisdicciones de la Unión puedan controlar el respeto de la Carta es que las
medidas nacionales por examinar intervengan en el ámbito de aplicación del derecho de
la Unión. La Carta de Derechos Fundamentales también es criticada por ser un obstáculo
para las empresas, ya que concede a los derechos socioeconómicos prerrogativas que
hasta entonces sólo los derechos civiles y políticos disfrutaban. Sin duda alguna, la Carta
va más allá de los derechos inscritos en la Convención Europea de Derechos Humanos
e incluye un conjunto de derechos económicos y sociales, principalmente inspirados por
la Carta Social del Consejo de Europa de 1961, actualizada en 1996, la Carta comunitaria
de los Derechos Sociales Fundamentales de los Trabajadores, y de diferentes directivas
comunitarias.
Se podría decir que la Carta de Derechos Fundamentales es muy completa ya que,
además de retomar los derechos garantizados por la Convención Europea de Derechos
Humanos, reúne derechos sociales y colectivos, derechos personales, derechos de
niños, la prohibición de la clonación y de otras prácticas médicas, etc. Una disposición de
la carta señala también que si un derecho es reconocido a la vez por la Convención
Europea y la Carta de Derechos Fundamentales, éste debe ser interpretado por el
Tribunal de Luxemburgo, o Tribunal de Justicia de la Unión, con la misma interpretación
del Tribunal de Estrasburgo, o Tribunal Europeo de Derechos Humanos. No obstante, el
Tribunal de Luxemburgo puede tener una interpretación más amplia que la de
Estrasburgo.
Aparte de la voluntad de hacer coincidir sus jurisprudencias, se planteó el tema de la
adhesión ante la Comisión Europea que, en una opinión emitida al Consejo, se declaró a
favor de la adhesión de la entonces Comunidad Económica Europea a la Convención
Europea de Derechos Humanos. En marzo de 1996, el Tribunal de Justicia de la Unión,
que había sido convocado a pronunciarse sobre la conformidad de un proyecto de
acuerdo internacional con los tratados, expone el dictamen 2/94. En dicho dictamen, el
Tribunal declaró no poder pronunciarse sobre la compatibilidad de la adhesión de la
Comunidad Económica Europea a la Convención Europea de Derechos Humanos pues
aún no se habían entablado las correspondientes negociaciones con el Consejo de
Europa, organización a la que pertenecen la Convención y el Tribunal de Derechos
Humanos. Además, el Tribunal de Justicia de la Unión estimaba que la Comunidad
Europea aún no era competente para una eventual adhesión. Luego de la reforma
realizada por el Tratado de Lisboa, el artículo 6, párrafo 2 del Tratado de la Unión Europea
dispone que "la Unión se adherirá al Convenio Europeo para la Protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales. Esta adhesión no modificará las
competencias de la Unión que se definen en los Tratados" . Poco tiempo después del
Tratado de Lisboa, en el 2010, se iniciaron las negociaciones para la instauración de un
tratado de adhesión.
Tanto para el sistema jurídico de la Unión Europea como para el de la Convención
Europea de Derechos Humanos, los tribunales nacionales son las primeras instancias de
aplicación del derecho comunitario y sus magistrados son jueces naturales de la
Convención. Entonces, el juez nacional es el primero en aplicar e interpretar los textos
internacionales. Ambos tribunales europeos construyen el derecho de los tratados en
reacción, de apoyo o censura, a la posición preliminar del juez nacional. Es así como se
"establece un diálogo entre las jurisdicciones nacionales y sus homólogos europeos, una
forma de cooperación leal cuya primera referencia se constituye por las decisiones de los
jueces nacionales" .
El mecanismo de la cuestión prejudicial, previsto por el derecho comunitario, es un
instrumento privilegiado de la cooperación jurisdiccional de la Unión Europea. No
obstante, es el juez nacional quien decide si existe o no un problema de interpretación
del tratado, es el juez nacional quien también define los términos de la cuestión prejudicial
y quien, al recibir la respuesta del Tribunal de la Unión, la aplica al proceso suspendido.
Sería correcto afirmar entonces que el sistema de la Unión le ha concedido un importante
rol de iniciativa al juez nacional, junto con un amplio poder de decisión. Igual de
importante es el rol de "las jurisprudencias nacionales en la construcción de los principios
generales comunes a los derechos internos de los Estados miembros" . Dichos principios
comunes ya han sido elevados al rango de principios generales de derecho comunitario,
fuente fundamental de derecho. Gracias a los recursos del derecho comparado, el
Tribunal de Justicia de la Unión consigue discernir, notablemente dentro de la
jurisprudencia de los tribunales internos, las normas que constituyen el patrimonio jurídico
que los Estados europeos tienen en común. Se trata de un novedoso proceso de
construcción ascendente del derecho comunitario, realizado a partir de las
jurisprudencias nacionales.
Es precisamente esta construcción ascendente la que ha permitido el desarrollo,
impulsado por los jueces nacionales, del derecho de la Unión Europea. Las sucesivas
decisiones emblemáticas del Tribunal de Justicia de la Unión han logrado llenar los vacíos
dejados por los tratados fundacionales, formulando los principios, la importancia y el
grado de obligatoriedad de su jurisprudencia. Mientras que en cada una de sus
decisiones, el Tribunal de Justicia reconoce el poder del juez nacional para descartar las
normas internas incompatibles y aplicar directamente el derecho de los tratados, el
Tribunal controla y respeta el uso por parte de las jurisdicciones nacionales de su
autonomía procedural. De esta forma, el Tribunal de Justicia de la Unión ha creado la
primacía de sus propias decisiones y el poder de evicción de los jueces nacionales sobre
el derecho interno. Sin embargo, ciertas jurisdicciones internas como el Consejo de
Estado de Francia y el Tribunal Constitucional de Alemania, han limitado el poder
jurisdiccional que comparten con el Tribunal de la Unión evitando, por ejemplo, admitir la
prioridad del derecho de la Unión sobre el derecho constitucional interno.

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