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En este orden de ideas, la doctrina advierte una doble vertiente del derecho a la identidad:
estática y dinámica. La identidad estática responde a la concepción restrictiva de
identificación y se construye, como regla, sobre los datos físicos de una persona. En
cambio, la identidad dinámica, involucra las relaciones sociales que la persona va
generando a lo largo de su vida, comprendiendo su historia personal, su biografía
existencial, su estructura social y cultural.
En relación con la faz dinámica, nos parece dable traer a colación algunas definiciones del
parentesco elaboradas por Levi Strauss. El autor, tras analizar las más diversas
formaciones sociales, concluye que las relaciones de parentesco “no se hacen necesarias
por el estado de la sociedad. Son el estado de la sociedad mismo, al modificar las relaciones
biológicas y los sentimientos naturales.
Esas relaciones, entonces, no deben pensarse solamente sobre la base de las
características de cada individuo sino como la determinación de un rol social.
En suma, lo expuesto hasta aquí permite afirmar la complejidad del laberinto de cuestiones
que encierra la identidad; adjetivación que, sumado a su abordaje interdisciplinario, resulta
de vital importancia para un entendimiento de todas sus aristas, en una figura que se ve
atravesada y definida por la identidad como lo es la filiación.
Empero, el dato genético responde a un hecho único: el causado por los genes; en cambio,
“la filiación como hecho jurídico no es un simple reflejo de la filiación como hecho natural,
aunque tenga en ella su primer y esencial fundamento”.
Basta observar las políticas legislativas adoptadas a los fines de su determinación. Tanto
la presunción de la filiación matrimonial como el reconocimiento extramatrimonial pueden
ser biológicamente falsos y jurídicamente válidos.
Como afirma Malaurie, en materia de filiación no existe una única verdad, sino múltiples
verdades: la afectiva verdadero padre es el que ama; la biológica los lazos sagrados; la
sociológica posesión de estado; la volitiva para ser padre o madre es necesario quererlo y
la del tiempo - cada nuevo día refuerza el vínculo.
En este orden de ideas, si bien esta categoría clásica de filiación observa una interacción
entre la realidad biológica y el emplazamiento filial, entender que el respeto a la identidad
se remite exclusivamente al elemento biológico, es caer en una postura extrema y
peligrosa. Desde esta visión se deja de lado su faz dinámica y resulta errada.
¿Lo expuesto conlleva una contradicción? No, es un esfuerzo por ubicar cada elemento
en su justo lugar. El vínculo biológico es el elemento central y primario de la filiación,
pero la realidad biológica no es única, “la verdad miente cuando quiere hacer creer que
es una verdad absoluta y no una interpretación. El complejo entramado identidad ostenta
una pluralidad de verdades que deben ser analizadas en el caso concreto.
DÍA: jueves 19 de octubre de 2017
PONENTE: Prof. Dr. PLACIDO VILCACHAGUA, Alex
TEMA: Discapacidad y Derecho civil
Toda discapacidad o psicosocial produce una situación de vulnerabilidad personal, social y
jurídica. En diversos lugares del mundo, la sociedad moderna estigmatiza, devalúa,
discrimina, abandona, aparta y excluye a muchos sufrientes mentales cuya dignidad se ve
seriamente afectada. Si además son pobres, no acceden a tratamiento ni a rehabilitación;
cuando permanecen institucionalizados, pierden las relaciones familiares y sociales y
suelen terminar asilados, fuera del sistema legal. La Constitución, de hecho, los excluye.
La externación, en muchos casos –a veces luego de largos años de reclusión, es resistida
por la propia institución, por algunos profesionales de la salud el paciente más seguro es el
internado–, por sus propios allegados y vecinos. En síntesis, la misma sociedad genera su
apartamiento. La persona institucionalizada queda fuera del sistema legal. En las llamadas
instituciones totales (Goffman) no regía en muchos casos no rige hoy– la Constitución
Nacional, rémora de la consabida doctrina conocida como “hands off doctrine del derecho
anglosajón que ha perdido vigencia y que nuestra Corte también rechazara (Dessy, 1995 y
Romero Cacharane, 2004). Ahora bien, la Convención Internacional sobre los Derechos de
las Personas con Discapacidad (CDPD, 2006) que establece el modelo social de
discapacidad– reconoce los principios de legalidad, inclusión, no discriminación y
ciudadanía de estos padecientes mentales con la mira puesta en un acceso efectivo a sus
derechos fundamentales, en especial el derecho a la igualdad y no discriminación, a la
dignidad, la vida, la salud, la libertad personal, la identidad, la imagen, la intimidad y los
derechos sexuales y reproductivos, así como a la personalidad y la capacidad jurídica “en
igualdad de condiciones con los demás y sin discriminación por motivos de discapacidad,
lo que incluye no solamente la capacidad de tener derechos, sino de obrar”.
Se propicia su aplicación práctica. Además, el derecho de las personas con discapacidad
a tomar decisiones sobre su vida y mantener su capacidad jurídica es una cuestión de
derechos humanos (CDPD). El Código Civil de nuestro país, que dejará de regir desde
2016, al establecer el modelo de la incapacidad total y la sustitución de la voluntad por un
curador, era arcaico y necesitaba ser actualizado. Por otro lado, había que erradicar la
frecuente asociación de la discapacidad con la internación institucional. El encierro como
modelo sistemático en grandes manicomios –decidido, en muchos casos
innecesariamente–, el abuso farmacológico y la creciente judicialización basada en la
arcaica y funesta idea de peligrosidad del “loco”, así como lo referente al tratamiento de la
capacidad jurídica de las personas con discapacidad mental, son los grandes temas que un
Código debe resolver. Cuestión no menor. En esa dirección, el recientemente sancionado
Código Civil y Comercial de la Nación regula especialmente los temas vinculados con la
capacidad jurídica y la internación psiquiátrica, en forma articulada con la Ley Nacional de
Salud Mental (LNSM, 2010) y la CDPD. Los tres órdenes normativos son la estructura sobre
la cual habrá de construirse el nuevo paradigma en la materia, con el objeto de que los
derechos positivizados dejen de ser sólo declamados y tengan efectivo cumplimiento. En
primer lugar, según el nuevo texto, la noción de incapacidad –en la que juega mayormente
la figura de la representación– se reserva para casos extremadamente excepcionales,
configurados por aquellos supuestos en los que el sufriente se encuentra en situación de
absoluta falta de voluntad jurídica para dirigir su persona o administrar sus bienes (estado
de coma permanente, padecimientos mentales profundos que impiden tomar decisión
alguna, entre otros). Recordemos que la capacidad general de ejercicio de la persona
humana se presume, aun cuando se encuentre internada en un establecimiento asistencial
(art. 31 (a)). De modo tal que los “incapaces de obrar” del Código actual serán, desde 2016,
“personas” a las que “asistirán” los apoyos para que tomen sus propias decisiones (modelo
de asistencia) y ejerciten sus capacidades residuales. Estas medidas del “apoyo a
designarse” para las personas con discapacidad intelectual deberán concretarse
respetando el debido proceso previo –necesidad de un proceso judicial como garantía de
una tutela judicial efectiva, con cumplimiento de las formalidades esenciales y
fundamentación de la sentencia– en el que estos sufrientes serán parte. Por lo tanto, las
personas con discapacidad psicosocial, en consonancia con el nuevo Código, la CDPD y la
LNSM, que amplía considerablemente sus derechos, podrán de ahora en más ser
amparadas por los principios de legalidad, inclusión, no discriminación y ciudadanía con la
mira puesta en un acceso efectivo a sus derechos, hoy sistemática e impunemente
vulnerados. Considero indispensable señalar que el recientemente promulgado Código Civil
y Comercial de la Nación, más allá de las discusiones sobre el trámite parlamentario, recibió
apoyos y críticas. Pero, sin entrar en este debate, constituye un indudable fortalecimiento
en favor de las personas con discapacidad e instaura nuevas reglas protectoras cuando se
plantean internaciones institucionales coactivas, aspectos que no han sido controvertidos
ni cuestionados en el proceso parlamentario.
El nuevo Código regula la capacidad jurídica y la internación psiquiátrica, en particular,
también en forma articulada con la CDPD y la LNSM. Establece en su texto los principios
de legalidad, inclusión, no discriminación y ciudadanía de las personas con sufrimiento
mental con la mira puesta en un acceso efectivo a sus derechos. Es decir, que dejen para
siempre de ser derechos retóricos, puramente declamados, y tengan efectivo cumplimiento
(Bobbio). No ignoramos que la experiencia indica que la aplicación práctica de todos estos
principios y reglas, de base constitucional, se torna compleja cuando se trata de personas
especialmente vulnerables, en muchos casos con marcado deterioro mental o cognitivo, o
bien cuando están institucionalizadas, socialmente abandonadas o directamente asiladas
en un manicomio hasta su muerte.
DÍA:19 de jueves 19 de octubre
PONENTE: Prof. Dr. BELTRAN PACHECO, Jorge
TEMA: Responsabilidad Civil y deberes de protección
Los deberes de protección son un tema en el límite entre la responsabilidad civil y el
contrato. es un tema de límites, sobre el cual en Italia se ha empezado a hablar desde hace
unos veinte años. en ese momento se empezaba a discutir sobre deberes de protección.
es un tema sobre el cual, en Alemania en cambio, se delibera desde hace tanto tiempo en
modo más profundo de cuanto se ha hecho en Italia. tengo también la impresión de que, a
pesar de llamarles del mismo modo, “deberes de protección”, cuando lo discuten los
alemanes entienden ciertas cosas, mientras que cuando lo discutimos nosotros en Italia
entendemos otras. Por lo mismo que es un tema de límites, el tema de los deberes de
protección puede ser discutido en el ámbito de la responsabilidad civil o también en el
ámbito del contrato. Yo, hoy, no hablaré de los deberes de protección en el ámbito de la
responsabilidad civil, porque tengo una ponencia sobre estos temas. Aquello que nosotros
llamamos contacto social es el deber de protección desde la perspectiva del sector de la
responsabilidad civil y es un tema importante que ha tenido una reflexión amplia en Italia,
pero de la cual no hablaré esta mañana. Ahora quiero detenerme en cambio, sobre el
impacto que estas nuevas palabras, “deberes de protección”, han tenido en el ámbito del
contrato. Debo rápidamente señalar que, si nosotros leemos el Código Civil italiano, y
también el suyo, y buscamos deberes de protección, no encontramos absolutamente nada.
No es una categoría normativa tipificada. Si nosotros buscamos la venta, encontramos la
venta en el código, es decir, una disciplina importante; si buscamos la diligencia,
encontramos el concepto de diligencia, etc.
Entonces, esto quiere decir que: ¿es una invención de la doctrina de los intérpretes? ¿Es
una invención de la jurisprudencia? Pues no es así, les hago un pequeñísimo ejemplo para
entender cómo se mueve la reflexión sobre los deberes de protección del contrato desde el
punto de vista técnico. Nosotros tenemos en la parte general de las obligaciones sobre los
contratos, una parte sobre las obligaciones en general. en esta parte hay una norma que
parece banal, insignificante, la cual enuncia el siguiente precepto: “el que debe entregar
una cosa, la debe custodiar”. Parece banal como precepto en el sentido que parece casi
obvia. Pero dice que yo debo entregar una cosa, este es mi deber, nos dice. Después si la
cosa está rota, si está malograda, yo la entrego; pero me dice no, la debes custodiar antes.
¿Qué cosa es este deber de custodia que no tiene vida autónoma? El contrato no es un
contrato de depósito, el contrato es más bien la venta de una cosa que prevé la entrega no
contextual a la conclusión del contrato, pero la entrega después de la conclusión del
contrato, por lo tanto, la cosa se queda en las manos del vendedor, por lo que este deber
de custodia no está en un contrato de depósito, está en un contrato de venta y no tiene vida
autónoma. entonces qué se puede decir, ¿existe o no existe este deber de custodia? La
norma dice que existe, sin embargo, el contrato no es de custodia (depósito), sino de venta,
entonces esta custodia ¿cómo la consideramos? Hay algún jurista que considera que este
deber de custodia de la cosa, en vista de su entrega, en realidad indica un deber inútil. Hay
quien sostiene que es inútil esta norma porque el deudor y el acreedor en el transcurso del
cumplimiento de la obligación deben comportarse de manera correcta. es decir, una norma
que impone el deber de lealtad
No solo al deudor, sino también al acreedor. No es como la diligencia, que impone
obligaciones al deudor en vista del cumplimiento; no, la lealtad pone casi todo en el mismo
plano deudor-acreedor en cuanto al deber de lealtad, por lo que hay quien dice que la lealtad
en el contrato se convierte en buena fe. Otros dicen que ya existían los deberes generales
de lealtad y buena fe, por lo que esta norma no sirve tanto porque estos deberes hacen que
los contrayentes, en la ejecución del contrato, no puedan pensar exclusivamente en sus
propios intereses; sino que deben comportarse y cumplir las obligaciones también teniendo
en cuenta el interés de la otra parte contractual. este es un punto muy delicado, muy sutil,
porque al decir esta regla, hay un aspecto técnico, pero también un aspecto sistemático
muy alto. según la concepción liberal del libre mercado del contrato, la concepción de los
mil setecientos y de los mil ochocientos. ¿Cómo se perfecciona el intercambio? Se
perfecciona porque hay dos partes que se ponen de acuerdo, cada uno según su propio
interés.
Hay un conjunto de intereses que se componen con el contrato, pero cada uno persigue su
propio interés, y no el interés del otro. tanto es así que casi todos los códigos de primera y
segunda generación (los códigos del mil ochocientos son los de primera generación y los
códigos del mil novecientos son los de segunda generación) no tutelan nunca, o casi nunca,
el intercambio equilibrado; tutelan solo el intercambio. De este modo, subrayan el hecho
que en el contrato cada uno persigue el propio interés. esto es verdad, pero no
completamente, es decir, la norma de lealtad y buena fe implica considerar también el
interés de la otra parte contractual. Nosotros, cuando hablamos de deberes de protección,
nos referimos a toda la casuística que conlleva la aplicación de la buena fe contractual en
la ejecución del contrato. Nosotros tenemos una norma, también ustedes la tienen, la cual
enuncia un precepto que es muy importante. La norma dice así: el contrato obliga a las
partes solo a aquello a lo que estas han decidido; pero también a todas las consecuencias
que derivan de la ley, de los usos y de la equidad. La buena fe, equiparada a la ley, se
convierte en una fuente de integración del contrato distinta del acuerdo de las partes. ¿Y la
buena fe integra al contrato por motivo de cuál fin? ¿Para lograr conseguir la mayor ventaja
a uno de los contrayentes?
¿Para hacer que este contrayente gane aún más con la conclusión del contrato? O, por el
contrario, ¿para equilibrar la posición de los contrayentes desde el punto de vista del
equilibrio de los derechos que nacen del contrato? Bueno, la pregunta es retórica, es claro
que la segunda es la respuesta. Y nosotros, ¿cómo empleamos la buena fe? Como norma
que introduce deberes de protección para la otra parte contractual que del contrato es
desfavorecida, en una posición de menor ventaja. Así entendida, la buena fe que crea los
deberes de protección del contrato ha desarrollado dos funciones: la primera es la de
integrar el contenido del contrato allí donde el contrato expresamente no dice. La segunda
es la función de frenar las pretensiones de una parte contractual que, sobre la base de una
lectura del contrato, declara tener una cierta pretensión. en esta segunda función, el deber
de protección sirve para limitar el abuso del derecho. Para entender la segunda función, les
daré dos ejemplos, uno para una y uno para la otra. el primer ejemplo se refiere a un
contrato en el que una importante sociedad de producción y distribución de agua mineral
había hecho con el distrito de Fiuggi. en los años cincuenta, el distrito de Fiuggi contrató
con esta sociedad que distribuía agua mineral, y se había establecido un contrato en base
al cual era previsto que un cierto porcentaje (imagínense el uno por ciento) del costo de la
venta del agua mineral al público sería destinada al distrito de Fiuggi por lo correspondiente
del agua. Pasa un año, dos años, tres años, diez años, quince años y el distrito de Fiuggi
recibía siempre la misma suma.
DÍA: jueves 19 de octubre de 2017
PONENTE: Prof. Dr. FERNANDO MARQUEZ, José
TEMA: La función preventiva del derecho de daños
La entrada en vigor del nuevo Código Civil y Comercial ha traído consigo una serie de
novedades, entre ellas el tratamiento explícito de las funciones de la responsabilidad civil.
Si bien en el régimen anterior estas funciones se encontraban presentes verbigracia, la
acción de daño temido establecida en el artículo 2499 del Código Civil o el daño punitivo en
el artículo 52 bis de la Ley 24240, lo cierto es que con el nuevo cuerpo normativo se ha
ordenado y regulado específicamente las mentadas funciones. Ante ello, es dable recordar
que a la responsabilidad civil puede asignársele 3 funciones:
a) preventiva;
b) resarcitoria;
c) punitiva.
De este modo, en el Anteproyecto del CCC se previeron específicamente estas tres
funciones en el artículo 1708, sumando a la función resarcitoria la acción preventiva y la
sanción pecuniaria disuasoria o, en los términos del artículo 52 bis de la Ley 24240, daños
punitivos. Sin embargo, la Comisión Bicameral decidió quitar la sanción pecuniaria
disuasiva. De este modo, ante la mentada supresión, parte de la doctrina sostuvo que en
nuestro ordenamiento la responsabilidad civil solo cumple funciones preventivas y
resarcitorias3. Sin perjuicio de ello, se puede interpretar que luego de la sanción del CCC
se reconocieron expresamente las tres funciones típicas de la responsabilidad civil. Si bien
en el artículo 17084 del CCC se expuso solamente las funciones preventivas y resarcitorias,
lo cierto es que en los artículos 17145 y 17156 se hizo expresa mención a la punición
excesiva y las facultades de los jueces para morigerar las sanciones que pudieran dictarse.
A su vez, siguiendo la clasificación clásica, en el ámbito de aplicación de la Ley 24240,
sigue en pleno vigor lo dispuesto en el artículo 52 bis con relación a los daños punitivos. Si
encuadramos este instituto dentro de la función punitiva de la responsabilidad civil,
resultaría al menos contradictorio desconocer la existencia de la mentada función dentro
del sistema de responsabilidad civil argentino. Asentado lo anterior, es oportuno pasar al
análisis de la función preventiva de la responsabilidad civil en los términos del CCC. En
primer lugar, conforme lo expuso con mediada claridad Zavala de González, el objetivo
principal de cualquier sistema de responsabilidad civil es impedir que los daños ocurran,
concluyendo en que la función preventiva es insoslayable en la responsabilidad por daños7.
Esto es así toda vez que la expectativa común de todo habitante es permanecer exento de
los peligros de la modernidad y los daños injustamente sufridos. De este modo, en el artículo
17108 del CCC se reguló una obligación genérica de prevención y de disminución del daño
teniendo especialmente en cuenta el rol que el sujeto cumple o puede cumplir en la
producción del mentado daño. Es decir, la obligación pesa sobre quien se encuentra en
mejores condiciones de prevenir el daño. En otro orden de ideas, la función preventiva
encuentra sustento en uno de los principios más importantes de la responsabilidad: el
neminem laedere o alterum non laedere. En este sentido, se ha sostenido que dentro del
deber de no dañar se encuentra ínsito el principio de prevención, el cual constituye una
verdadera obligación de evitar los daños que esten al alcance del sujeto.
A su vez, este principio tiene una clara raigambre constitucional10, principalmente en el
artículo 19 de la Constitución Nacional11 y específicamente en el artículo 42 del mentado
cuerpo normativo conforme se expondrá en un apartado especial. En resumen, cada
habitante tiene la obligación genérica de evitar la producción de daños que estén a su
alcance mediante la adopción razonable de las medidas de seguridad que tiendan a cumplir
con ello.
DÍA: jueves 19 de octubre de 2017
PONENTE: Prof. Dr. HUANCO PISCOCHE, Henry
TEMA: Propuesta de regulación de la responsabilidad precontractual en el Perú
La resolución es un remedio jurídico que presupone un contrato perfecto, pero, además, un
evento sobrevenido, o un hecho (objetivo) nuevo, o un comportamiento de la contraparte,
posterior a la formación del contrato, que de algún modo altere las relaciones entre las
partes tal como se habían constituido originariamente, o perturbe el normal desarrollo
(ejecución) del contrato, de manera que éste no pueda continuar existiendo, porque se ha
modificado, o en absoluto se ha roto, aquella composición de intereses, cuya expresión
constituye el contrato, y a la cual las partes han hecho referencia al celebrarlo
De esta definición se desprende que la resolución puede tener lugar por causas diversas.
Así, por ejemplo, por la inejecución de la prestación, o por la excesiva onerosidad
sobreviniente de la prestación (teoría de la imprevisión), o por la imposibilidad de ejecutar
la prestación (teoría del riesgo).
Asimismo, cabe destacar algunos aspectos de esta definición. En primer lugar, presupone
un contrato perfecto, válido, de lo contrario, estaríamos ante un caso de nulidad o
anulabilidad, pero no de resolución. Por otro lado, las causas que producen la resolución
son siempre sobrevinientes a la celebración del contrato.
Generalmente la rescisión opera por mandato de la ley, la que establece los requisitos para
que se declare judicialmente la rescisión; mientras que la resolución opera por declaración
de voluntad de ambas partes, o de una sola de ellas cuando la ley así lo admita.
Tanto la rescisión como la resolución son remedios cuyo campo de acción se limita
exclusivamente a los contratos.
La rescisión tiene efecto desde el momento de su celebración (ex tunc), es decir tiene efecto
retroactivo obligacional; mientras la resolución tiene efecto irretroactivo (ex nunc).
La resolución puede ser de carácter judicial o extrajudicial. El mutuo disenso tiene carácter
extrajudicial o convencional.
La resolución, por lo general, se concibe como unilateral, en la medida en que una de las
partes de una relación contractual no se encuentra conforme con el cumplimiento de las
obligaciones de su contraparte o exista alguna otra causal que la motive. En los contratos
que las partes dejan sin efecto recurriendo al mutuo disenso, la naturaleza de este acto es
diferente.
En concreto se establece que: “En los procesos de tercería de propiedad que involucren
bienes inscritos, debe considerarse, de conformidad con lo dispuesto en la segunda parte
del artículo 2022 del Código Civil, en concordancia con los artículos 949 y 1219 inciso 1 del
mismo cuerpo legal, que el derecho de propiedad del tercerista es oponible al derecho del
acreedor embargante, siempre que dicho derecho real quede acreditado mediante
documento de fecha cierta más antigua que la inscripción del embargo respectivo”.
Sobre el particular debemos recordar que el artículo 245 del Código Procesal Civil establece
que un documento privado adquiere fecha cierta y produce eficacia jurídica como tal en el
proceso desde: i) la muerte del otorgante; ii) la presentación del documento ante funcionario
público; iii) la presentación del documento ante notario público para que certifique la fecha
o legalice las firmas; iv) la difusión a través de un medio público de fecha determinada o
determinable; y, v) otros casos análogos. Dicha disposición también señala que,
excepcionalmente, el juez puede considerar como fecha cierta la que haya sido
determinada por medios técnicos que le produzcan convicción.
Como segunda regla se prevé un mandato para los jueces de primera instancia que
conozcan de las demandas de tercería: “El juez de primera instancia, de oficio, una vez que
sea admitida la demanda, deberá velar por la legalidad de la certificación de la fecha cierta
del documento que presente el tercerista. Para tal fin, podrá oficiar al notario, juez y/o
funcionario que haya emitido tal certificación, a efectos de queinforme sobre la
autenticidad o falsedad de la misma”.
Finalmente, como tercera y última regla, se establece que: “en caso de que el notario, juez
o funcionario correspondiente no reconozca la autenticidad de la certificación que se le
atribuye en el documento presentado por el tercerista, la demanda deberá ser declarada
infundada, debiéndose expedir las copias certificadas correspondientes al Ministerio
Público, para que este actúe conforme a sus atribuciones”.
Este poseedor que enajenó es aquel que se encontraba de buena fe, porque el
Art. 900 regula de manera distinta el caso del poseedor de mala fe que
enajenó
3. Resolución. Es otra forma de dejar sin efecto un contrato, a la que caracteriza la causa
que la determina: el cumplimiento de una condición resolutoria. Como es sabido, puede
someterse el contrato a una condición resolutoria, en cuyo caso, si la condición se cumple,
deja de producir efectos y se resuelve. Igual sucede en el supuesto de obligaciones
recíprocas, en las que la facultad de resolverlas se entiende implícita “para el caso de que
uno de los obligados no cumpliere lo que le incumbe”, pudiendo el perjudicado “escoger
entre exigir el cumplimiento o la resolución de la obligación, con el resarcimiento de daños
y abono de intereses en ambos casos” (artículo 1124 CC).
4. Revocación. Se trata de una forma especial de ineficacia de ciertos contratos, en los que
en atención a su naturaleza la ley autoriza a una de las partes dejarlo sin efecto por su sola
voluntad, por ejemplo, la revocación de las donaciones (artículos 644 y siguientes del
Código Civil).
Aquí vamos a tratar de la “resolución” de los contratos, que como hemos visto puede
proceder del cumplimiento de una condición resolutoria, o como consecuencia del
incumplimiento de obligaciones recíprocas.
DÍA: viernes 20 de octubre de 2017
PONENTE: Prof. Dr. CIEZA MORA, Jairo
TEMA: Tutela resolutoria VS. Tutela resarcitoria. Un análisis comparado
Tutela resolutoria
Según el artículo 1123 del Código Civil, cuando las condiciones tengan por objeto resolver
la obligación de dar, los interesados, cumplidas aquéllas, deberán restituirse lo que
hubiesen percibido. En el caso de pérdida, deterioro o mejora de la cosa, se aplicarán al
que deba hacer la restitución las disposiciones que respecto al deudor contiene el artículo
precedente. En cuanto a las obligaciones de hacer y no hacer, se observará, respecto a los
efectos de la resolución, lo dispuesto en el párrafo segundo del artículo 1120 CC, en el cual
se dispone que en las obligaciones de hacer y no hacer los Tribunales determinarán, en
cada caso, el efecto retroactivo de la condición cumplida.
Tutela resarcitoria
De la relación de los arts.724 y 730 del Código, principalmente, se deriva que la obligación
impone al deudor el deber jurídico de cumplir con la prestación a su cargo –con todos los
requisitos que la ley le impone- (Unidad 9), satisfaciendo el interés del acreedor; de lo
contrario, ante incumplimiento, este tendrá todas las herramientas que le brinda el
ordenamiento jurídico.
El cumplimiento supone la ejecución de la prestación fiel, exacta y puntual por parte del
deudor, el desinterés del acreedor y la extinción de la obligación; de lo contrario,
ingresamos a la esfera del incumplimiento obligacional.
A tal fin resulta imprescindible tener presente cuál es el objeto de la obligación, es decir, la
prestación que debía realizar el deudor y cuál es el interés del acreedor para verificar si
existe o no incumplimiento.
El tema del incumplimiento se relaciona con la responsabilidad civil, o tutela resarcitoria,
que impone al deudor el deber de reparar los daños causados como consecuencia de su
incumplimiento, lo que, si bien será estudiado en la materia de “Daños”, debemos analizar
en la nuestra: Unidad 21.
En esta unidad ingresamos al estudio de las consecuencias del incumplimiento de la
obligación por parte del deudor.
Ossola(2015) explica que el Código se encuentra regulado en tres partes diferentes:
1. Mora: art. 886 a 888: en el Capítulo del Pago.
2. El incumplimiento absoluto: en los modos extintivos de las obligaciones (arts. 888, 955,
etc.).
3. Responsabilidad por daños: arts. 1708 y siguientes.
En sentido amplio: cuando el deudor no ajusta su conducta al comportamiento debido,
solo la exacta realización de la prestación será cumplimiento, y la inejecución absoluta o
relativa serán incumplimiento (Pizarro y Vallespinos, 2014).
En sentido estricto: importa una lesión al derecho de crédito: antijuridicidad. Hay que
analizar en qué medida la conducta del deudor se ajustó a la conducta debida según el
interés del acreedor.
ARTICULO 886.-Mora del deudor. Principio. Mora automática. Mora del acreedor. La
mora del deudor se produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento
de la obligación.
El acreedor incurre en mora si el deudor le efectúa una oferta de pago de conformidad
con el artículo 867 y se rehúsa injustificadamente a recibirlo.
CONTRATOS PRELIMINARES
ARTICULO 995.- Promesa de celebrar un contrato. Las partes pueden pactar la
obligación de celebrar un contrato futuro. El futuro contrato no puede ser de aquellos para
los cuales se exige una forma bajo sanción de nulidad. Es aplicable el régimen de las
obligaciones de hacer.
Otras fuentes de las obligaciones
DÍA: viernes 20 de octubre de 2017
PONENTE: Prof. Dr. CONTRERAS GRANDA, Vladimir
TEMA: La responsabilidad civil en el iter negocial precontractual.
Hasta hoy, entonces, sin perjuicio de algunas previsiones que efectuaré en la oportunidad
correspondiente, la responsabilidad precontractual es predicable de esos dos supuestos:
ruptura de las tratativas que podrían haber concluido en la celebración de un contrato y,
nulidad contractual.
Debe destacarse, sin embargo, que, por regla, la ruptura de las tratativas precontractuales
no genera responsabilidad alguna. Sólo se responde por la ruptura de las pourparlers --que
es sólo uno de los casos de responsabilidad precontractual-- si tal quiebre vulnera la buena
fe.
En mi concepción los temas que se comprenden bajo la expresión "responsabilidad
precontractual" sólo tienen en común un origen temporal y, en el caso de la nulidad, una
ficción temporal.
Considero tratativa precontractual a todo acto voluntario lícito realizado por alguna de
las partes de un contrato futuro, enderezado a su celebración. Son los que preceden o
pueden preceder a la formación de un contrato y que se llevan a cabo con esa finalidad .
Quedan, comprendidos, por ende, tanto los meros actos lícitos a modo de "contacto social"
, tal como las comunicaciones entre las futuras partes o adecuar físicamente la cosa objeto
del contrato futuro; cuanto los actos jurídicos, v.g. comprar la cosa que se habrá de
revender en el contrato que se negocia.
Pueden concurrir en cualquier tipo de contrato, aunque son más frecuentes en los
discrecionales, y resultan ajenos a los contratos instantáneos, a los contratos en masa o
con condiciones generales.
El "contacto social" torna aplicable deberes de conducta extraíbles de principios generales
del derecho, como el neminem laedere, o que son inferibles de pautas de conducta común
a todos los actos jurídicos bilaterales, v.g. la buena fe lealtad del art. 1198 del Cód. Civil.
Estos grandes principios se traducen en deberes específicos de conducta entre los que
menciono el de cooperación y el de información, sin ignorar la existencia de otros que
concurren en contratos específicos.
También ubico aquí evitar la realización de gastos innecesarios por la otra parte.
Durante la negociación precontractual las partes del contrato futuro deben colaborar en
el mantenimiento y desarrollo de las tratativas. Una forma clásica de colaborar es
intercambiar información sobre los aspectos conducentes a la celebración del contrato
tales como la experiencia del precontratante, las obras realizadas o su presencia en el
mercado
La responsabilidad del juez debe ser medida mediante su delimitación por un marco jurídico
que contribuya a completar la independencia del juez.
Hay, ante todo, una primera y especial clase de responsabilidad: la responsabilidad política
del juez. El acreedor de esta responsabilidad es el pueblo, porque "la justicia emana del
pueblo". El fundamento jurídico de esta responsabilidad deriva de las normas según las
cuales los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento
jurídico, y los derechos y libertades reconocidos vinculan a todos los poderes públicos.
Esta suerte de responsabilidad política es ineludible para el juez. Deriva de una exigencia
de aplicar e interpretar la ley en la dirección de los valores consagrados en la Constitución.
Y a la cabeza de ellos, el que implica la declaración de que la soberanía nacional reside en
el pueblo, del que emanan los poderes del Estado. Constituye una exigencia legal de la
Constitución y además un imperativo ético para el juez, que ha jurado o prometido guardar
la Constitución.
Como política, la sanción de esta responsabilidad no estriba en una coacción física, sino
que implica una coacción moral: la reprobación social, la desconfianza de los ciudadanos.
Mediante la crítica de las resoluciones judiciales, al amparo del derecho a la libertad de
expresión, además del de su soberanía, el pueblo puede y debe exigir esta responsabilidad
al juez, y para el juez esta exigencia y esas consecuencias, si él mismo es fiel a su vocación
y a su deber de servicio a la sociedad, constituirán un peso sobre su conciencia más
abrumador que cualquier sanción.
Con la Revolución Industrial, que se gestó a partir de mediados del siglo XVIII, los
empresarios aplicaron la ciencia tanto a los modos de producción -con el propósito de
ofrecer más productos (bienes y servicios) en el mercado, para satisfacer las crecientes
necesidades de las masas como a los medios de transporte -lo que permitió acercar los
diferentes lugares y significó un estímulo para el comercio más allá de las fronteras
nacionales. Estos desarrollos estaban dirigidos a la consecución por parte de los
empresarios de un fin estrictamente económico: la acumulación de riquezas. Se
persiguió así la elaboración de estrategias orientadas a la disminución de costos de
producción, y en este contexto, los abusos cometidos contra la clase trabajadora y la
producción en masa de bienes con desmedro de la calidad fueron apenas dos de las
estrategias implementadas para multiplicar las ganancias.
Ahora bien, mediante los contratos de adhesión los empresarios pudieron cometer toda
clase de abusos contra los adquirentes de sus productos y servicios, entre otras
razones, por el hecho de contener cláusulas que limitaban su responsabilidad o la
excluían del todo; de no otorgar ninguna garantía a los adquirentes sobre sus productos;
de reservarse la facultad de modificar y terminar unilateralmente el contrato en cualquier
momento y bajo cualquier circunstancia; de este modo, el contrato de adhesión se erigió
en un instrumento jurídico que propiciaba la desigualdad de las partes y que velaba
únicamente por la satisfacción de los intereses de los empresarios, en perjuicio de los
adherentes.
Es dentro de este contexto que surge la teoría de las cláusulas abusivas, como un
mecanismo que vela por que el contrato se mantenga como un instrumento jurídico
para la armonización y realización de los intereses de ambos contratantes, como la
herramienta principal establecida por el ordenamiento jurídico para velar por la
indemnidad del equilibrio contractual, en especial, en una de sus dimensiones: el
equilibrio jurídico del contrato, protegiendo, como consecuencia, los derechos de las
partes débiles.
Esta primera posición ha sido criticada porque se considera que la teoría del abuso del
derecho fue creada con el único propósito de evitar que el titular de un derecho subjetivo
lo ejerciera en perjuicio de los intereses de terceros, de manera que ella "no tiene razón
de ser cuando se trata del desarrollo de una actividad en ejercicio de la libertad de
actuar", tal y como sucede con el ejercicio de la libertad contractual del predisponente
en virtud de la cual diseña y elabora el contenido del contrato de adhesión que será
impuesto a los interesados en adquirir sus productos.
La donación está definida en nuestro Código Civil como un contrato por el cual una de las
partes llamada donante se obliga a transferir a la otra parte, llamada donataria,
la propiedad de un bien en forma gratuita.
Teniendo como premisa los conceptos dados por los juristas mencionados líneas
arriba y el concepto propio que ofrece nuestro Código Civil, podríamos asegurar sin duda
alguna que la donación es uno de los contratos más generosos, sin embargo,
este tipo de contratos requiere ser analizado
cuidadosamente, pues muchos no conocen los efectos del mismo, que al final puede
ocasionar perjuicios al donatario, o a la propia familia. Dicho de otra forma, también existe
inseguridad jurídica en esta figura por más inofensiva y beneficiosa que parezca, y es
justamente el tema de la inseguridad jurídica en
la donación en la cual nos enfocaremos en el presente ensayo, tomando como referencia
doctrina, jurisprudencia y la propia base legal para exponer nuestros argumentos.
Luego de realizar una revisión sobre los artículos concernientes a la figura de la donación
en nuestro Código Civil, nos llamó la atención que así como la donación puede
efectuarse a modo de liberalidad por parte del donante y de forma gratuita al donatario,
puede pactarse la reversión de dicha donación, es
decir que el donante puede desistir de dicho contrato, denotando una posición de
supremacía sobre el donatario, toda vez que aquél es capaz de dar y luego quitar.
Es del todo sabido que los jueces no crean el derecho sustantivo, pero sí lo interpretan
en los casos difíciles, elaborando con ello una serie de criterios de decisión como es:
declarar inadmisible las conductas contradictorias. Dicho criterio, sin embargo, se
encuentra vagamente determinado en el discurso de adecuación -con el que se establece
su aplicabilidad a una situación fáctica determinada- de nuestras cortes, lo que conlleva
a un desconcierto, confusión e inseguridad al resultado de su utilización [/) como base
decisoria de una sentencia.
A continuación, me propongo dar cuenta la forma en que esta institución es aplicada por
nuestros tribunales, teniendo por objetivo realizar un análisis crítico de sus decisiones,
cotejándolas de acuerdo con lo que los autores -nacionales y por, sobre todo,
comparados- exigen para su correcta aplicación.
Para lograr este objetivo, el trabajo que sigue es doble. En la primera parte daré cuenta
de los fundamentos, determinación y límites que son necesarios para que la teoría en
estudio tenga aplicación. Y en la segunda, me permito ir un paso más allá de una simple
exposición y sistematización de lo que consiste el adagio Venire contra factum proprium
non valet, (en adelante Venire), explicando el problema -aun un tanto desapercibido
para nuestro Derecho- que ha surgido con la desatendida aplicación que han efectuado
nuestros máximos tribunales. Me internaré de esta manera en sus fallos para dar
directrices de una correcta aplicación de la doctrina de los actos propios.
Como resulta sabido, los contratantes o partícipes de cualquier otra relación jurídica que
sea utilizada como medio para llevar a cabo intereses privados, deben desenvolverse con
respeto a la certidumbre y seguridad jurídica del negocio que se encuentren desarrollando.
Pero aquello sólo será exigible en un ordenamiento jurídico que esté dominado por la idea
de resguardar los derechos subjetivos pertenecientes a los particulares. Ahora bien, esto
último trae consigo la necesidad de tutelar la confianza suscitada en los demás, lo que
acarrea como consecuencia, situaciones que ameritan una especial defensa del
ordenamiento jurídico, y que comportará, en muchos casos, la concesión al titular aparente
o al que confía en la apariencia, de una legitimación extraordinaria
Se desprende de lo dicho que el principio de la buena fe se dirige tanto al deudor como al
acreedor de una relación jurídica patrimonial, pero para el objetivo de esta investigación,
me interesa explicitar las directrices que se imponen al segundo de ellos. Esa parte, deberá
respetar las normas de lealtad y confianza de acuerdo con las consideraciones que su
deudor puede de forma razonable pretender, traduciéndose en un sentido amplio, a que la
buena fe se comporta como un límite para el titular de un derecho subjetivo en el ejercicio
del mismo.
DÍA: sábado 21 de octubre de 2017(MAÑANA)
PONENTE: Prof. Dr. CARRILLO RODRIGUEZ, Jorge Luis
TEMA: Responsabilidad Civil de los Jueces
Se encuentra tipificado en el Artículo 509° del Código Procesal Civil, definiéndola así “el
Juez es civilmente responsable cuando n ejercicio de su función jurisdiccional causa daño
a las partes o a terceros, al actuar con dolo o culpa inexcusable, sin perjuicio de sanción
administrativa o penal que merezca.
Existen argumentos a favor de la irresponsabilidad del juez por el daño que cause, tales
como;
La independencia del juez: el juez debe de ser independiente, en consecuencia, donde
quedaría tal independencia si el juez se ve constantemente amenazado de ser
denunciado por el litigante dolido por haber sido vencido en un litigio.
La juridicidad de su actuación: si los jueces no dicen el derecho, no habrá antijuricidad
posible en el daño causado por el juez, por ser consecuencia de la aplicación del
derecho al caso concreto.
El error es inevitable: teniendo en cuenta la falibilidad humana, puede existir un error
inevitable, siendo estas justas o injustas debido a que los hombres no son máquinas,
sino seres humanos que se equivocan.
Asunción del riesgo: aquel que hace uso del servicio de justicia no ignora la posibilidad que
el proceso lo gane o lo pierda y al recurrir al servicio judicial existe riesgo de error como
connatural a la justicia humana.
Influencia de las Alegaciones de las Partes: las partes con sus contradictorias alegaciones
destacando cada uno una razón que pueda asistirle las que equivocan al juez; por lo
que revertir la responsabilidad sobre un tercero imparcial, como lo es el Juez que presta
el servicio de justicia, no es justo.
Responsabilidad del Estado por el error judicial: El Estado como organizador está obligado
a brindar la administración de justicia, por lo que es justo que sea responsable del
servicio riesgoso, sino el organizador.
El proceso de responsabilidad civil de los jueces tiene ciertas características, entre ellas
tenemos:
Es un remedio subsidiario, por cuanto solamente puede ser utilizado cuando hayan agotado
los recursos legales, para remediar el agravio.
Por medio de este proceso solamente puede reclamarse los perjuicios que se hayan
ocasionado a particulares mediante una valoración estimable del perjuicio.
El ejercicio de la acción es atributo del agraviado y sus causahabientes.
No puede iniciarse el proceso sin que haya concluido con sentencia o auto firme el proceso
que se supone ha causado agravio.
La sentencia que se expida en este proceso no altera en nada el proceso que causó el
agravio.
El artículo 510 del Código Procesal Civil prescribe: “Se presume que el juez actúa con dolo
culpa inexcusable cuando:
La resolución contraria su propio criterio sustentado anteriormente en causa similar, salvo
que motive los fundamentos del cambio.
Resuelve en discrepancia con la Opinión del Ministerio Público o en discordia, según sea
el caso, en temas sobre los que existe jurisprudencia obligatoria o uniforme, o en base
a fundamentos insostenible”.
DÍA: sábado 21 de octubre de 2017(TARDE)
PONENTE: Prof. Dr. VIDAL RAMOS, Roger
TEMA: Obligaciones derivados del convenio arbitral
En el Perú se ha producido un notable crecimiento de los arbitrajes en los últimos años. No
se sabe exactamente por qué razón, pues no hay la evidencia empírica como para
pronunciarse con solvencia sobre la materia, pero la vigencia de una ley de arbitraje
moderna, que acogió en nuestro medio a la Ley Modelo UNCITRAL (en adelante LMU),
como se le conoce a la propuesta de la Comisión de las Naciones Unidas para el Desarrollo
del Comercio Internacional (CNUDMI en sus siglas en español y UNCITRAL en inglés),
constituye una variable muy importante para entender el crecimiento del arbitraje en el país.
Me parece elemental añadir a la explicación del crecimiento la opción que tomó el Estado
de promover el arbitraje para resolver las controversias derivadas de los asuntos
contractuales en los que sus instituciones intervienen. Esta opción se sustenta en los
artículos 62º y 63º de la Constitución que habilitan al arbitraje con el Estado y en el
desarrollo legislativo que ha dado lugar a diferentes regímenes de arbitraje con el Estado
dentro de los cuales destaca el de contratación con el Estado a través del Organismo
Supervisor de las Contrataciones del Estado a que se refiere el DL 1017.
No hay duda de que el arbitraje es una realidad creciente en el país y de que su desarrollo
no es solamente numérico. Hoy todas las universidades ofrecen cursos arbitrales, se
publican libros y revistas especializadas en la materia, se hacen seminarios, conferencias
y congresos y, por añadidura, ha surgido una comunidad de árbitros que está en camino de
franca profesionalización. Aún con vaivenes, la abogacía nacional y el propio Poder Judicial
vienen tomando enserio el arbitraje –como lo hace también el Tribunal Constitucional - lo
que está generando una jurisprudencia que poco a poco se va tornando coherente con la
naturaleza de esta modalidad de solución de conflictos de carácter privado que tiene la
virtualidad de resolverlos mediante resoluciones (laudos) que gozan de la autoridad de la
cosa juzgada (artículo 59.2 del DL 1071).
En este contexto se ha afirmado también que en el esfuerzo por brindar seguridades a los
inversionistas y al tráfico comercial en un país como el Perú, el Estado viene despojándose
de sus tradicionales atribuciones exorbitantes en materia de contratación administrativa
para contratar en igualdad de condiciones con los particulares. Así la opción arbitral sería
una expresión concreta de la voluntad de Estado por ponerse de igual a igual con los
particulares que contrata a la hora de llevar a un foro privado y neutral la dilucidación de las
controversias patrimoniales.
Encuentro que no hay una sola y única explicación de la opción arbitral del artículo 63º de
la Constitución. Son admisibles todas ellas. Pero me parece difícil concebir que detrás de
dicha opción haya una postergación de responsabilidades sobre la indispensable reforma
judicial, creo que las dos últimas son las que justifican en mayor grado la opción del
constituyente peruano que luego ha sido desarrollada, con relativa amplitud, por el
legislador ordinario.
Ahora, una vez que el Estado interactúa como parte en un arbitraje, no me cabe la menor
duda de que se genera un haz de diferencias con los particulares que en ningún caso puede
dejarse de lado. No olvidemos que el arbitraje como justicia privada se basa en la voluntad
libremente expresada por las partes y en los principios esenciales de igualdad, audiencia y
contradicción. ¿Puede ser, en el marco de un arbitraje, el Estado o una de sus entidades
igual que el privado que está al frente como contraparte? No pues el Estado, por la
naturaleza de las cosas, no puede despojarse totalmente de su personalidad pública, o
mejor, de las consecuencias del origen público de su personalidad. Por ello, admitiendo
plenamente que el Estado puede y debe someter determinadas controversias a arbitraje y
debe comportarse dentro de ellos en pie de igualdad con los particulares, reconozco que
esto no se logra a plenitud y que es indispensable que se dicten normas esenciales que así
lo prevean. Y si no, ¿por qué establecemos reglas diferentes para los arbitrajes en los que
participa el Estado a aquellas aplicables a los que involucran a contrincantes particulares
en materia de confidencialidad y mejor de publicidad de los laudos? ¿Bajo qué motivos
justificamos que ciertas normas del derecho interno no puedan ser esgrimidas por los
Estados para exonerarse de sus compromisos arbitrales y proponemos que se legislen
específicamente? ¿Por qué en los arbitrajes de corte administrativo la ley especial se ve
obligada a establecer la prevalencia de las normas públicas como lo hace el DL 1017 en
materia de contratación con el Estado?
Nuestra posición desde las aulas – como estudiante hace algunos varios años- y ahora
como profesor – se mantiene en favor de hacer prevalecer el derecho de propiedad no
inscrito pero adquirido con fecha anterior al embargo. En nuestro entender no es aceptable
que por deudas ajenas se condene a un propietario (con o sin derecho inscrito) a pagarlas
con sus bienes. La discusión no solo alberga una polémica de índole dogmático (la clásica
distinción de derechos reales y personales, en nuestra opinión muy vigente aún) por el
contrario, encierra mucho más que ello.
En algún momento e incluso aún hoy, con argumentos que finalmente redundan en lo
mismo, se pretendía(e) hacer valer la seguridad jurídica que ofrece el registro público para
hacer prevalecer la anotación de medida cautelar de embargo haciéndose referencia a los
principios de fe pública registral (artículo 2014 del Código Civil – CC), de prioridad (artículo
2016 del CC) y recientemente, al principio de legitimación (artículo 2013 del CC) e incluso,
al principio de publicidad material recogido en el artículo 2012 del CC.
Qué duda cabe que nuestro actual sistema de transferencia de propiedad consensual
genera innumerables (y hoy más que nunca mediáticos) conflictos, no obstante, soy un
convencido que el propio sistema normativo ha establecido respuestas a estos problemas
que naturalmente aparecen en una sociedad que se alinea al consensualismo como modo
de adquirir la propiedad.
Así, por ejemplo, cuando nuestra legislación protege al tercero que – de buena fe – adquiere
con desconocimiento de la inexactitud del registro, zanja la litis entre dos eventuales
derechos de propiedad (artículo 2014 del CC). O cuando se pronuncia a favor de conceder
oponibilidad a una garantía real (léase hipoteca) que se inscribió en primer lugar, incluso
frente al derecho de propiedad que alcanzo el registro con posterioridad (artículo 2022 del
CC – primer párrafo). En buena cuenta, y lo reitero, el problema nuestro no son las normas
(que existen) sino su interpretación y aplicación a cada caso concreto, labor que
corresponde a todos los operadores jurídicos (pero, sobre todo, a los Magistrados).
No es mi intención repetir los argumentos correctamente afirmados por los amicus curae en
favor de la posición que concede prevalencia a la propiedad no inscrita, pero adquirida con
documento de fecha cierta anterior, frente a la inscripción del embargo. Quisiera sumar,
bajo un análisis diferente, un argumento más.
Es por todos sabido que este conflicto “sustantivo” termina encontrando respuesta en los
cauces del proceso de tercería excluyente de propiedad regulado por el artículo 533 del
Código Procesal Civil (CPC). A la letra el artículo establece que “La tercería se entiende
con el demandante y el demandado, y sólo puede fundarse en la propiedad de los bienes
afectados judicialmente por medida cautelar o para la ejecución; o en el derecho preferente
a ser pagado con el precio de tales bienes” (subrayado nuestro).
De otro lado, el artículo 100 de la misma norma procesal establece de forma más categórica
que “puede intervenir en un proceso quien pretende se le reconozca su derecho en
oposición a los litigantes, como consecuencia de alguna medida cautelar ejecutada sobre
un bien de su propiedad o sobre el cual tuviera un mejor derecho que el titular de la medida
cautelar” (subrayado nuestro).
Y finalmente, el artículo 624 del CPC precisa que “cuando se acredite fehacientemente que
el bien afectado con la medida pertenece a persona distinta del demandado, el Juez
ordenará su desafectación inmediata, incluso si la medida no se hubiera formalizado”
(subrayado nuestro).
¿No es meridiano acaso que también para la norma adjetiva se busca la prevalencia del
derecho de propietario afectado con una medida cautelar por deuda ajena? En nuestra
opinión es más que claro – redundante incluso- que nuestro ordenamiento busca defender
un hecho insoslayable: no es posible afectar con un embargo y obtener una cobranza, con
un bien que no es de propiedad del deudor.
Temo que de resultar amparándose el embargo, estos artículos del CPC y la referencia al
proceso de tercería excluyente de propiedad resulten inútiles e inoperantes. Como quiera
que fuera, está ahora en manos de la Corte Suprema de Justicia la respuesta definitiva a
este dilema que, en nuestra opinión, hace mucho merecía una Pleno Casatorio.
DÍA: sábado 21 de octubre de 2017(TARDE)
PONENTE: Prof. Dr. CARBAJAL RAMIREZ, Patricia (CHILE)
TEMA: Los principios generales del derecho en la codificación peruana
La Codificación consiste en un esfuerzo por legislar ordenada y armónicamente toda una
parte de la vida social.
La Codificación es más amplia que una pura recopilación. Recopilar es reunir un texto, por
orden sistemático o cronológico, las leyes que hasta un determinado momento han sido
dictadas.
Una Codificación es la reunión de todas las leyes de un país o las que se refieren a una
determinada rama jurídica, en solo cuerpo precisado en su formación por una unidad de
criterio y de tiempo. Según esto, un Código Civil es un cuerpo de leyes racionalmente
formado y asentado sobre unos principios armónicos y coherentes.
Así mismo es una inmensa operación intelectual que consiste por lo menos en dar los
siguientes pasos:
a) Delimitar un ámbito de la realidad social con una cierta unidad temática para dictar sobre
él un conjunto de normas jurídicas.
b) Determinar los grandes principios según los cuales se van a normar este ámbito de esta
realidad.
c) Elaborar las normas jurídicas correspondientes con unidad de criterio y de sentido.
d) Separar todas estas normas jurídicas en un cuerpo legal integrado.
Hasta el siglo XVIII el Derecho fue eminentemente consuetudinario y de compilación, la
legislación tuvo una importancia secundaria.
La escuela del Derecho Natural del siglo XIII rompe con esta concepción tradicional; fue así
como el Sistema Romano - Germánico se pasa de un Derecho Consuetudinario y de
compilación (cuya obra más importante es la de Justiniano) a un Derecho Legislado y
Codificado.
La Codificación nace en conexión con el Derecho Natural Racionalista, la legislación
racional es sistemática e impulsa hacia la codificación.
Así mismo, el inicio de la obra codificadora estuvo influenciado por el pensamiento filosófico
de la ilustración, movimiento Cultural Europeo del siglo XVIII, caracterizado por su confianza
en la razón y por eso concebía al Derecho como un producto de la razón.
El Derecho Antiguo y Medieval, fue predominantemente costumbrista, el de la edad
moderna fue un Derecho de compilación y el Derecho Contemporáneo es codificado.
Hay que puntualizar que el primer Código Civil de este tipo se dio en Prusia en 1793
denominado “Derecho Territorial de los Estados Prusianos” que se publicó por orden de
Federico Guillermo II. Pero este Código todavía no es acorde con la Legislación Moderna.
Pero el que verdaderamente transformó el panorama jurídico fue Francia, ya que supuso el
punto de partida del fenómeno histórico de la Codificación moderna con la dación de los
Códigos Franceses: El civil de 1804, el de procedimientos civiles de 1807, el de comercio
de 1807, el de instrucción criminal de 1908 y el penal de 1810.
El método de coherencia del Código Civil francés fueron claras muestras de las ventajas de
la codificación, razón por la que es admirado, estudiado y tomado como modelo de todos
los códigos que con posterioridad habían de dictarse en casi todos los países.
El plan del Código Civil francés es el de Gayo y comprende 3 libros: El 1º trata sobre
Personas, el 2º trata sobre Cosas y Derechos Reales, y el 3º trata sobre diferentes modos
de adquirir la Propiedad, en el cual está incluido el Derecho de Sucesiones.
Por otro lado, el Código Civil de Austria (abreviado: ABGB), se dio en 1811 y entró en
vigencia el 1 de enero de 1812. Es un Código de gran perfección técnica influenciado por
las ideas de la escuela del Derecho Natural, pero preservándose de las ideas
revolucionarias francesas.
En Italia, a la caída del dominio francés, el código de Napoleón fue abrogado en casi toda
la península. Los diversos estados en que fraccionó Italia, adoptando el modelo francés, se
dieron sus propios Códigos Civiles.
Ejemplo:
- Víctor Manuel I reestableció en Piamonte las antiguas constituciones de 1770.
- Cerdeña adoptó el Código “Albertino” publicado en 1837.
- El Reino Lombardo - Veneciano adoptó el Código austriaco de 1911.
El 12 de enero de 1865 se aprobó el Código Civil cuyo proyecto fue redactado sobre la base
del Código Albertino; para que entrase en vigor en todo el reino el 1 de enero 1866.
Posteriormente el régimen fascista sirviéndose de la gran tradición jurídica y de los más
notables juristas italianos, tras una elaboración de más de 15 años, reemplazó el Código
de 1866 por uno nuevo que se empezó a aprobar en 1939 y se terminó de sancionar en
1942.
En España, La Constitución de Cádiz de 1812 en su artículo 258 determinó que los códigos
civiles, penal y de comercio deberían ser para toda la monarquía, pero este deseo tropezó
con la cuestión foral. Cada región tenía su propio fuero. El 11 de mayo de 1888 se aprobó
la ley de bases por la que se autorizó al Gobierno que redactara y publicara un Código Civil
de acuerdo con las condiciones, directrices y bases en ella establecidas, se dispuso que la
tendencia del Código Civil debe ser la de una plena subsistencia de los Derechos forales
debiendo el Código ser de aplicación supletoria.
Alemania que se encontraba pulverizada una serie de estados menores, alcanzó su unidad
nacional, exigida por su lengua, cultura e historia, recién en 1870. Desde antes de esta
fecha, las ventajas de la codificación francesa se encontraban difundidas en Europa y
América Latina, muchos países se habían dado sus propios códigos todos inspirados en el
modelo francés.
DÍA: sábado 21 de octubre de 2017(TARDE)
PONENTE: Prof. Dr. SOLIS CORDOVA, Mario
TEMA: Formas de constitución y transmisión de los derechos reales diferentes a la
propiedad
Los requisitos fundamentales para constitución de la una sociedad anónima son:
Que haya dos socios como mínimo, y que cada uno de ellos suscriba una acción por lo
menos.
Que el capital social no sea menor de cincuenta millones de pesos y que esté
íntegramente suscrito.
Que se exhiba en dinero en efectivo, cuando menos el veinte por ciento del valor de
cada acción pagadera en numerario.
Que se exhiba íntegramente el valor de cada acción que haya de pagarse, en todo o en
parte, con bienes distintos del numerario.
La sucesión testada e intestada es otra de las formas por la cual se transmiten los derechos
reales.
La donación produce la transmisión de la propiedad de las cosas donadas sin que sea
necesario que se produzca la entrega.
La tradición consiste en transmitir la propiedad de una cosa o el derecho real sobre una
cosa de una persona a otra.
Por otro lado, la normativa registral vigente ha contemplado distintos tipos de requisitos
para acreditar la autenticidad de la decisión arbitral, de modo tal que para poder inscribir la
decisión arbitral se puede presentar el laudo en original, en forma protocolizada o en copia
certificada, evidenciando con ello la falta de uniformidad en el tratamiento de la formalidad
que deben revestir los laudos para su acceso al registro, pese a que no existe ninguna
justificación objetiva para establecer dicha distinción en la formalidad requerida.
Asimismo, a través del CXXI Pleno Registral realizado el 6 de junio del 2014 y el CXXII
Pleno Registral realizado el 22 de agosto del presente, el propio Tribunal Registral dejó sin
efecto el acuerdo aprobado en el XCIV Pleno Registral y el precedente de observancia
obligatoria aprobado en el XCIX Pleno Registral, respectivamente, sobre calificación de
laudos arbitrales, que establecía que las instancias registrales no podían calificar la validez
ni la eficacia objetiva o subjetiva del laudo o de los actos procedimentales realizados por
los árbitros, no pudiendo además cuestionar las decisiones motivadas del árbitro o tribunal
arbitral que pretendían incorporar a un tercero al procedimiento arbitral, o de extender los
efectos del laudo a dicho tercero.
Por lo que mediante la presente Resolución resuelve, APROBAR la modificación del TUO
del Reglamento General de los Registros Públicos, aprobado por Resolución Nº 126-2012-
SUNARP-SN, incorporando las siguientes disposiciones normativas:
Artículo 10-A.- Formalidad del título inscribible que contiene la decisión arbitral
En el arbitraje institucional o ad hoc deberá presentarse copia certificada del laudo arbitral
con la constancia de la notificación a que se refiere el artículo 59 del Decreto Legislativo Nº
1071, norma que regula el Arbitraje.
Adicionalmente, deberá presentarse una reproducción certificada notarial del convenio
arbitral y del documento de identidad de quienes suscribieron el laudo así como de quien
certifica la copia de dicho laudo.
Para el caso de la medida cautelar dictada dentro del proceso arbitral se deberá presentar
el oficio que disponga su inscripción dirigido al Registrador de la Oficina Registral
competente, acompañado de la decisión arbitral que contiene dicha medida y el convenio
arbitral con las formalidades descritas en el primer y segundo párrafo del presente artículo,
salvo la constancia de notificación.
No será inscribible el laudo arbitral que afecte a un tercero que no suscribió el convenio
arbitral.
Sin perjuicio de ello, las instancias registrales no podrán evaluar la competencia del Tribunal
Arbitral o Árbitro Único para laudar, el contenido del laudo, ni la capacidad de los árbitros
para ejecutarlo. Tampoco podrá calificar la validez del convenio arbitral ni su
correspondencia con el contenido del laudo.
El Tribunal Arbitral o Árbitro Único asume exclusiva responsabilidad por las decisiones
adoptadas en el ámbito de su competencia.