You are on page 1of 2

LA LIBERTAD DE FRANKLIN BRITO

María Teresa Urreiztieta Valles


mtu@email.com

"Tiene fe, tiene conciencia, tiene


pasión profunda, llamas que
parecen apagadas en nuestro
mundo gris y tibio." H.Hesse

“Toda forma de desprecio, si


interviene en política, prepara o
instaura al fascismo”. Albert Camus

“La verdad os hará libres” Jesús

La protesta de Brito fue radical, llevando a extremos insoportables para las


conciencias adormecidas su ética emancipadora. Fue radical porque con su denuncia
encarnada fue a la raíz de todas las injusticias, de todos los atropellos, de todos los
abusos del poder sufridos, de toda la opresión a la que fue sometido develando sus
significados psicopolíticos delante de todos nosotros.

Su cuerpo, último refugio y balsa de resistencia ante el naufragio del Estado de


Derecho, se convirtió en el faro que denuncia a los cuatro vientos hasta dónde pueden
llegar los abusos del poder, hasta dónde la complicidad de fiscales, jueces, juristas,
políticos, activistas y profesionales de la medicina, la psicología y la psiquiatría cuando
se trata de imponer o salvaguardar sus intereses. Hasta dónde el silencio y el miedo de
la sociedad testigo. Criminalizar la protesta y agonía de Brito, calificándolo de
trastornado mental y suicida, se convirtió en una suerte de competencia cínica entre los
opresores para ver quién usaba más convincentemente categorías diagnósticas de las
ciencias de la salud mental para golpear y hacer retroceder el sentido, la razón de ser de
su protesta. Lo llamaron suicida para no asumir la decisión que le salvaría su vida.
Como sencillamente explica un amigo: el suicida quiere morir, el que hace huelga de
hambre quiere vivir, no quiere morir, pero deja en las manos de sus opresores la
responsabilidad de seguir con vida, o no, por causa de la justicia que clama. Como ven,
no lo doblegaron jamás.

Brito no entregó su vida por sus valores, por las demandas de su conciencia, al
contrario, fueron sus valores y conciencia los que fueron adquiriendo vida plena en la
medida en que este hombre se iba haciendo inmenso en la cama del hospital a la que fue
confinado y retenido en contra de su voluntad por el gobierno, sus jueces y médicos
durante meses en el Hospital Militar de Caracas. En la medida en que se convertía en un
gigante frente a su Goliat. En esa medida, también, se fue evidenciando la ignominia de
quiénes violaron las leyes y el sentido común para acallar a Franklin Brito. No lo
lograron. Hoy su gesta no puede ser interpretada como un acto individual, sino como
un fenómeno colectivo que en Brito hizo síntesis eruptiva, evidenciando de manera muy
clara la decadencia y la herrumbre de nuestro agónico sistema “democrático”, del
gobierno que dice conducirlo. Hoy, su vía crucis habla por la patria que gime y se
acuesta herida todos los días en Venezuela. El clamor de justicia, de una vida sin
violencias, sin opresores en el poder, recorre el país de punta a punta, acumulando un
malestar social que en algún momento estallará y se oirá en todo el planeta.

Cada día que pasa me convenzo más de que la grandeza y horizonte de una
persona se miden por el uso que hace de su libertad. Precisamente, lo que más me
estremeció de Brito fue la libertad con la que tomó sus decisiones, la libertad con la que
hablaba de valores, de ética, de conciencia; la libertad con la que asumió las huelgas de
hambre como forma radical de denuncia y de resistencia pacífica. La libertad de su
coraje. La libertad con la que hablaba con todos a través de los medios, interpelándonos
humildemente a cambiar la sociedad en decadencia… “Si no, ¿qué le vamos a dejar a
nuestros hijos?. Si no ¿para qué la dignidad?” me comentó una vez.

Brito llegó hasta la cima que se propuso, en gran parte, gracias al coraje, la lucha
incondicional y la fuerza moral de su familia, en particular de Elena su esposa y de
Ángela su hija, quienes, a pesar de recibir incesantes y violentas presiones, amenazas y
persecuciones de todo tipo durante la subversión de Brito, resistieron indoblegables e
incondicionales a su lado.

Mi encuentro con estas mujeres, con la libertad de Franklin Brito fue una de las
mejores lecciones que he recibido en la vida, sobre todo al constatar cuán rendidos
estamos los venezolanos ante los abusos del poder. Por eso, el compromiso de
denunciar, exigir y no callar es un imperativo moral urgente.
11-10-2010

You might also like