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Atender
nuestro aspecto físico, pretendiendo alcanzar unos estándares de
belleza casi imposibles. Ser el mejor en el trabajo, porque si no
rendimos lo suficiente, hay varios esperando ocupar nuestro puesto.
Seguro que más de una vez habrás oído a alguien decir cosas como
“me falta autoestima”, “no me quiero” o “no me valoro lo suficiente”.
Incluso, algunos pacientes acuden a consulta directamente con la
demanda de aumentar su autoestima.
Antes de Empezar…
Antes de meternos de lleno en la práctica clínica de la autoestima, es
importante aclarar que una autoestima débil no es como un tumor que
“se extrae” y se soluciona el problema.
Más bien, una pobre autoestima hace metástasis en la persona, se
expande afectando a varias o todas las áreas de su vida, haciendo
más o menos mella en función de la gravedad del problema.
1. Física
2. Social
3. Familiar
4. Emocional
5. Académica/Laboral
Explorar si era una relación de apoyo, donde las figuras paternas están
disponibles y se forma un apego seguro, o por el contrario, son figuras que
provocaron inseguridad e inestabilidad.
Algunas de esas críticas el niño las introyecta, es decir, las “traga sin
masticar”, definiéndose a sí mismo en base a esas críticas que recibió en la
infancia.
En ese caso, tendrás que explorar dónde está el origen, cuándo fue que
comenzó a desconfiar de sus propias capacidades y valía personal: ¿tal vez
un trabajo que le sobrepasaba? ¿unos estudios en los que no se sentía
capaz? ¿una pareja que le menospreciaba? ¿una amistad dañina?… Cuanto
más reciente sea el problema que ha socavado su autoestima, menos
enraizado estará.
3. Abrir la Caja de Pandora de los Pensamientos y Emociones
Para poder hacer espacio a los pensamientos y emociones nuevas,
primero hay que sacar las viejas, que están ocupando demasiado
espacio.
Para eso, pídele que se observe. Sin intentar cambiar nada, ni intentar
frenarlos. Simplemente, que esté atento a cuándo su mente pone en marcha
este “hilo musical”: qué cosas se dice a sí mismo, cómo se las dice (con qué
tono, qué palabras usa), ante qué situaciones…
Emoción (¿Qué he sentido? Por ejemplo, siento enojo hacia mí mismo por
no haber estado más atento. Ojo: no confundir sensaciones o sentimientos
con pensamientos. Cuando el “siento” va seguido de un “que”, no estamos
hablando de una emoción sino de un pensamiento. Por ejemplo,
“siento que no valgo para nada” no es una emoción, es un pensamiento. Una
emoción sería: “me siento impotente”)
Conducta (¿Qué hago? Por ejemplo: tiro la comida quemada y me quedo sin
comer, ya da igual, se me ha quitado el hambre).
Cuantos más finales aporte a cada frase, mejor. Pídele al paciente que intente
contestar ajustándose a la realidad de los pensamientos que normalmente
tiene en su vida cotidiana, sin exagerar ni tampoco minimizar.
Algunos de los inicios de frases que puedes lanzarle para que complete son
éstos, más los que se te ocurran a ti:
“Soy (un/una)…”
“Me molesta de mí…”
“Me doy rabia cuando…”
“Siempre me he comportado como…”
Piensa en aquellas personas a las que más quieres. ¿Por qué las
quieres?
Les tienes cariño porque te gusta cómo son, admiras lo que hacen,
porque te aporta bienestar compartir tiempo con ellas.
(2) sus habilidades, es decir, lo que se le da bien hacer. Pueden ser cosas
muy sencillas y cotidianas, no hacen falta grandes virtudes superheroicas ni
grandes dotes.
A menudo los pacientes dicen cosas como “yo cuando era joven era muy
echada para adelante, pero ahora todo lo contrario”, “antes de perder el
trabajo yo era muy divertido, siempre estaba haciendo bromas, pero ahora ya
no soy así”. Yo siempre les digo que si en algún momento de su vida fueron
algo, esa virtud está ahí, en alguna parte de ellos, ¿o acaso fueron poseídos
por otra persona? Sólo hay que rescatar y desenterrar esas virtudes que nos
hemos ido dejando por el camino.
2. Ejemplificar y concretar
Pídele a tu paciente que elabore uno o dos ejemplos concretos para cada
una de las cualidades que enumeró antes y en los que se vea reflejada
esa virtud.
Por ejemplo, “cuando mi amiga Marta me dice que necesita hablar, yo dejo lo
que estoy haciendo y la llamo”, “soy buena guardando los secretos de mis
amigos”, “se me da bien pararme y escuchar a mis amigos, sin juzgarles”.
3. Elaborar un perfil
5. Pasar a la Acción
Recuerda finalizar siempre la terapia con un paso a la acción. En esta
fase terapéutica final, el objetivo es que tu paciente empiece a
tratarse con más cariño.
Por ejemplo: “me gusta tocar la guitarra”, “disfruto cocinando mis platos
favoritos”, “un pequeño placer es llegar a casa, descalzarme y ponerme
música un rato”.
Logra que el paciente elija aquellos puntos de la lista que vea más
viables o que le apetezcan más y que los introduzca en su vida
cotidiana, a través de un planning de actividades agradables.
6. Finalizar la Terapia
¿Cómo sabrás cuándo finalizar la terapia? Cuando veas en tu
paciente los rasgos de una autoestima sana.