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El Amor y la Música

12 febrero, 2016/0 Comentarios/en Blog /por Iberpiano


Según Wikipedia, el amor es un concepto universal relativo a la afinidad entre seres, en Occidente
se interpreta como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego.
El amor abarca una gran cantidad de sentimientos diferentes, desde el deseo pasional y de
intimidad del amor romántico, hasta la proximidad emocional asexual del amor familiar y el amor
platónico.
Las emociones asociadas al amor pueden ser extremadamente poderosas, llegando con
frecuencia a ser irresistibles. El amor en sus diversas formas actúa como importante facilitador de
las relaciones interpersonales y, debido a su importancia psicológica central, es uno de los temas
más frecuentes en las artes creativas (cine, literatura y la música).
El símbolo del corazón, es el que más frecuentemente se relaciona con el amor. Cuando aparece
atravesado por la flecha de Cupido, simboliza el amor romántico.
La música ha sido la compañera perfecta para el amor, ha puesto sentimiento, pasión, ánimo y
palabra al amor, la música expresa lo que no se puede decir con palabras, es un lenguaje
universal entendido en todo el mundo, predispone en ciertos momentos y es la herramienta
perfecta que tocar la armonía que suena en el corazón.

El odio a la música
El odio a la música es un libro escrito por el filósofo y músico francés Pascal
Quignard en el que hace una reflexión sobre la música y el ruido a través de
diferentes textos literarios y filosóficos. El libro está compuesto por diez tratados que,
haciendo un uso predominante del aforismo, indaga conceptos musicales o sonoros
vinculados a otros temas como el miedo, la infancia, el cuerpo, los mitos y el lenguaje.

Algunos fragmentos de El odio a la música:

La música está ligada de manera originaría al tema del “tabique sonoro”. Los cuentos
más arcaicos recurren al tema de aguzar el oído, de la confidencia sorpresa -allende
la tapicería en los castillos de Dinamarca, allende la muralla en Roma o en Lidia,
allende la empalizada en Egipto. Es posible que escuchar música consista menos en
desviar la mente del sufrimiento sonoro que en esforzarse por refundar la alerta
animal. La característica de la armonía es resucitar la curiosidad sonora, extinta desde
que el lenguaje articulado y semántico se propaga en nosotros.

En los instantes menos habituales, podríamos definir la música: algo menos sonoro
que lo sonoro. Algo que liga lo ruidoso. (Para decirlo de otra manera: una brizna de
sonoro, ligada. Una brizna de sonoro cuya nostalgia pretende morar en lo inteligible. O
este monstrum más simple: un trozo de sonoro semántico desprovisto de significado).

*
Lo que constituye el pavor y el terror en los recuerdos es que la infancia es
irreparable, y que lo en ella hay de irreparable fue la parte amplificadora, fogosa y
constructiva. Solo podemos remover estos depósitos “semánticos sin significaciones”,
estos semas asemas. Solo podemos hacerlos aullar como cuando estiramos las
heridas para examinar su estado. Como cuando arrancamos a los labios rojizos de las
heridas hilos que infectan y que pudren.

La cicatriz de la infancia, así como la de aquello que la precedió y se expande en el


sonido nocturno, será el electroencefalograma plano.

En el seno de la naturaleza los lenguajes humanos son los únicos sonidos


pretenciosos. (En la naturaleza son los únicos sonidos que pretenden dar sentido a
este mundo. Son los únicos sonidos que tienen la arrogancia de intentar devolver un
sentido a quienes los producen.

Martilleo de los pies que hace sonar la tierra: expavescentia, expavantatio; sonido de
hombres pisoteando la tierra sin pausa, huyendo, aterrorizados, de la proximidad al
lugar. La proximidad al lugar, antes del neolítico, fue el abismo.)

Hay un viejo verbo francés que dice ese tamborileo de la obsesión. Que designa ese
grupo de sones asemánticos que turban el pensamiento racional al interior del cráneo
y al hacerlo despiertan una memoria no lingüística. Tarabust, más que melodía, es
quizá la palabra que hay que proponer. De Tarabustis hay testimonio después de
Chrétien de Troyes, en el siglo catorce. Quelque chose me tarabuste. Algo me
tarabusta.

Busco el tarabustante sonoro anterior al lenguaje.

Tarabust es un vocablo inestable. Dos mundos distintos se cruzan en él, atrayéndolo,


y de inmediato lo dividen según dos procesos de derivación morfológica que son, uno
y otro, demasiado verosímiles para que el filólogo esté en condiciones de decidir. El
mismo vocablo tarabust se querella entre el grupo de lo que machaca y el grupo de lo
que tamborilea. Entre el grupo rabasta (el ruido de querella, el grupo machacón) y el
grupo tabustar (golpear, talabussare, tamburare, la familia de los resonadores, de los
tambores). O coitos humanos vociferantes. O percusión de objetos huecos. La
obsesión sonora no logra separar, en lo que oye, aquello que anhela oír sin pausa de
lo que no puede haber oído. Un ruido incomprensible y que machaca. Un ruido que no
sabíamos si era querella o tamborileo, jadeo o golpes. Era muy rítmico. Venimos de
aquel ruido. Es nuestra semilla.

La música y la muerte
No hay que remontarse al Réquiem de Mozart para encontrar lazos en
común entre la música y la muerte. Ambas siempre han estado muy
unidas desde el principio de la historia. El universo pop está
poblado de canciones en castellano para recordar a los
difuntos. Recomendamos 10 melodías para "morirse" cantando.
1. Bailaré sobre tu tumba (1985).- Canción que da título al cuarto
disco del grupo gallego Siniestro Total y que nunca falta en una
fiesta de Halloween de este lado del Atlántico. Julián Hernández
promueve el crimen musical y se supera como letrista: "Te degollaré con
un disco afilado/ de los Rolling Stones o los Shadows/ Te tragarás la
colección de casettes/ de las Shan-Gri-Las o de las Ronettes". La banda
incorpora por fin a Javier Soto que, con los teclados, crea un riff para
recordar bajo tierra. Los coros del estribillo, "Ua Chuchué, Ua Chuchuá",
no invocan al diablo.
2. Mi novio es un zombi (1989).- Alaska y Dinarama cierran su
carrera con esta canción compuesta por los Vegetales, grupo
paralelo del bajista Nacho Canut. La banda, que había abrazado en el
inicio de su carrera una cierta cultura Dark, se anticipa a la edulcorada
película "Ghost" de Patrick Swayze, y habla de la relación de un muerto
viviente que viene de otro mundo para estar con su pareja. Después
llegaría Mario Vaquerizo y las series de TV con caminantes podridos.
3. La llorona (1994).- Uno de los grupos de rock más grandes de
México, Caifanes, se atreve con la leyenda y crean una versión propia de
esa alma en pena que acongoja América Latina. Antes, Chavela Vargas,
Joan Baez o Raphael, interpretaron el lamento. Es solo una
muestra. En fiestas de Muertos, la cultura mexicana no tiene
competencia.
4. No es serio este cementerio (1987).- Cuarto single del álbum
"Entre el cielo y el suelo", de Mecano. Ana Torroja, la cantante, juega con
un fondo musical de marcha fúnebre y recita al final la frase latina "Finis
gloriae mundi homini"(El final de la gloria del mundo del hombre). La
intriga y el misterio se pierden cuando se visiona el vídeo clip
ambientado en un desguace de coches. Los ochenta en España
tenían esas cosas.

Música en sus múltiples variantes


Marioneta sinfónica. Stravinski ha generado numerosos conciertos didácticos.
Sus composiciones El pájaro de fuego, La consagración de la
primavera o Historia de un soldado se interpretan en todo el mundo, también
para el público infantil. Ahora le llega el turno a Petrushka,la historia de una
pequeña marioneta que se enamora de una bailarina que no le corresponde. La
Orquesta Sinfónica de Madrid interpreta la pieza bajo la batuta de Titus Engel.

Teatro Real. Pl. Isabel II, s/n. Sábado y domingo, 12.00.

Villancicos de ultramar. El coro escolar Maximiliano Kolbe es una formación


intergeneracional integrada por alumnos, profesores, familias y personal del
centro homónimo. Ochenta personas que ofrecen el concierto Entre
dos orillas, bajo la batuta del ecuatoriano José María Álvarez, que ha
seleccionado canciones hispanoamericanas.

Casa de América. Marqués del Duero, 2. Sábado, 12.30.

Siglos de música. El ciclo Música en familia de la Fundación Juan March aúna la


interpretación con la explicación oral o la contextualización mediante
proyección de imágenes. Este sábado, la sesión Cuadros que suenan: de la
vihuela a la guitarra eléctrica propone un recorrido a través de la música de los
últimos cinco siglos. Las piezas se acompañan con cuadros de cada época que
reflejan el contexto en el que se crearon. Los comentarios, a cargo del pedagogo
musical Pepe Rey, complementan las interpretaciones de Gerardo Arriaga, que
tocará vihuela, guitarra barroca, clásica y eléctrica.

Castelló, 77. Sábado, 12.00.

Rocas espaciales. Identificar un meteorito y aprender a extraer la información


que contiene es el objetivo básico de un taller para familias en el que los
asistentes tendrán a su disposición varios ejemplares de estas rocas espaciales
para tocarlas y reconocerlas. Un experto cazameteoritoshablará también de los
últimos caídos en nuestro país y dará pistas para reconocer uno falso.

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