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LA BIBLIA EN LA IGLESIA CATÓLICA

La Iglesia Católica ha alentado y fomentado siempre la familiaridad con las


Sagradas Escrituras. Las pinturas de las Catacumbas, las esculturas y vidrieras de las
catedrales medievales, los manuscritos iluminados, especialmente los de los siglos XIII,
XIV y XV, y los primeros libros impresos (la Biblia de Gutenberg o Mazarina, fue una
edición católica) atestiguan el esfuerzo tradicional de la Iglesia por difundir la Biblia
entre los fieles.

Interpretación de la Biblia

En (2 Pedro 1, 20 – 21) dice:


"Bien entendido, ante todo, que NINGUNA PROFECÍA DE LA ESCRITURA
SE DECLARA POR INTERPRETACIÓN PRIVADA.
Porque no traen su origen las profecías de la voluntad de los hombres, sino que
los varones santos de Dios HABLARON SIENDO INSPIRADOS DEL ESPÍRITU
SANTO."

Las lenguas de la Biblia

Los escritos del Antiguo y del Nuevo Testamento están concebidos en tres
lenguas, dos semíticas y la griega.
Las lenguas semíticas se subdividen en un amplio sentido en:

Egipcio y lenguas Semíticas en sentido estricto


camíticas jóvenes
1. Semítica oriental o acadia:
a) Babilónica
b) Asiria

2. Semítica occidental:
a) Aclameo-arameo
b) Amurrita-cananeo:
1) Hebreo
2) Otros dialectos amurrita-cananeos, corno
fenicio-púnico, moabítico, etc.

3. Semítica meridional:
a) Árabe
b) Etíope

Cuando los israelitas regresaron de su exilio babilónico, habían perdido cada vez
más su lengua materna, el hebreo, sustituyéndolo por el arameo, que se había convertido
en la lengua escrita oficial del imperio persa. Los judíos ilustrados seguían
comprendiendo el hebreo, pero la mayor parte del pueblo sencillo lo había perdido.
De este modo, el texto sagrado podía leerse en hebreo durante el servicio
religioso, pero después tenía que ser traducido al arameo y explicado.
A estas traducciones del hebreo al arameo se las denominó “Tárgum». Los
Targume más famosos, cuyo texto todavía se conserva, proceden del siglo V a. de C. y

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son el «Tárgum de Onkelo» para los cinco libros de Moisés, y el «Tárgum de Jonatán»
para los profetas.

La Biblia y los protestantes

Los siete libros siguientes de la Biblia católica no se encuentran en el canon


protestante: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, I y II de los Macabeos. Los
protestantes colocan estos libros en los Apócrifos. Los católicos los consideran
deuterocanónicos, es decir, componentes de un canon segundo (o posterior), pero
siempre poseedores de autoridad.
Los libros de Ester y Daniel de la Biblia católica contienen escritos que los
protestantes consideran parte de los Apócrifos. En Ester el canon católico continúa a
partir de 10:3, que es donde finaliza el protestante. Este libro posee 10 versículos
adicionales en el capitulo 10 y 6 capítulos adicionales (del 11 al 16). En Daniel, la
Biblia católica tiene 69 versículos adicionales en el capítulo 3 y 2 capítulos adicionales
(13 y 14); además, en el capitulo 4 los dos cánones presentan diferentes relatos de la
misma historia. 2. En la Biblia católica el último libro recibe el nombre de Apocalipsis
del Apóstol San Juan; en la protestante, el de Revelación de San Juan el Divino.
Además de constituir una versión independiente, redactada por tanto con
palabras distintas, la Biblia protestante difiere principalmente de la católica en los
siguientes cuatro aspectos:
1) Omite siete libros del Antiguo Testamento y partes de otros dos (aunque éstos
quedaron incluidos al final de la Biblia inglesa del Rey Jacobo, 1611).
2) Algunos libros tienen nombres distintos, como, por ejemplo, Revelación en
vez de Apocalipsis.
3) La versión protestante varía la ortografía de numerosos nombres propios.
4) Las Biblias católicas en lenguas modernas llevan normalmente notas
aclaratorias (Canon 1391); la mayoría de las ediciones protestantes, particularmente las
de las sociedades bíblicas, sólo contienen el texto.

Canon – Libros canónicos

Determinar exactamente qué libros son inspirados y, por tanto, pertenecientes a


la Biblia (al «canon») es función que compete exclusivamente a la Iglesia, asistida por
el Espíritu Santo. A esta decisión llegó la propia Iglesia por un proceso gradual que se
extiende a lo largo de los cuatro primeros siglos. Como el Nuevo Testamento no había
sido terminado todavía, no pudo haberse tomado tal decisión antes de que finalizara el
siglo I. Al cabo de otros tres siglos de vacilaciones, polémicas y opiniones
contradictorias, el Concilio de Hipona (África, 393) redactó una lista de libros
inspirados, lista repetida por numerosos concilios locales y, finalmente, por el Concilio
Ecuménico de Trento (8 Abril 1546).

Evangelios

“El orden de los Evangelios es bueno, pero no perfecto desde el punto de vista
cronológico. Un observador atento lo nota. Aquel que habría podido dar el exacto orden
de los hechos, por haber estado conmigo desde el principio de la evangelización hasta la
ascensión, no lo hizo; porque Juan, hijo verdadero de la Luz, se ocupó y preocupó de
hacer refulgir la Luz a través de su exterioridad de Carne ante los ojos de los heréticos,
que impugnaban la verdad de la Divinidad dentro de una carne humana. El Evangelio

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sublime de Juan ha alcanzado su finalidad sobrenatural, pero no ha ayudado a la crónica
de mi vida pública. Los otros tres evangelistas muestran igualdades entre sí, en cuanto a
los hechos; pero alteran el orden temporal de éstos, porque de tres sólo uno estuvo
presente en casi toda mi vida pública: Mateo, que la escribió quince años después. Los
otros escribieron más tarde, habiendo oído la narración de labios de mi Madre, de
Pedro, de otros apóstoles y discípulos” (Jesús en las revelaciones a María Valtorta)

San Juan Evangelista

San Ireneo es considerado como uno de los Padres de la Iglesia, porque en la


antigüedad con su sabiduría y sus escritos libró a la cristiandad de las dañosísimas
enseñanzas de los gnósticos, y supo detener a esta secta que ame nazaba con hacer
mucho mal.
En una hermosa carta San Ireneo le dice a un amigo suyo que se pasó a los
gnósticos:
"Te recuerdo que siendo yo niño, allá en el Asia Menor me eduqué junto al
gran obispo Policarpo. Y también tú aprendiste de él, antes de pasarte a la perniciosa
secta. ¡Con qué cariño recuerdo las enseñanzas de ese gran sabio Policarpo! Podría
señalar todavía el sitio donde él se colocaba para enseñar, y su modo de andar y de
accionar, y los rasgos de su fisonomía y las palabras que dirigía a la muchedumbre.
Podría todavía repetir (aunque han pasado tantos años) las palabras con las cuales
nos contaba como él había tratado con Juan el evangelista y con otros que
conocieron personalmente a Nuestro Señor. Y cómo el apóstol Juan les repetía las
mismas palabras que el Redentor dijo a ellos y les contaba los hechos maravillosos
que ellos presenciaron cuando vivieron junto al Hijo de Dios. Todo esto lo repetía
muchas veces Policarpo y lo que él enseñaba estaba totalmente de acuer do con las
Sagradas Escrituras. Yo oía todo aquello con inmensa emoción y se me quedaba
grabado en el corazón y en la memoria. Y lo pienso y lo medito, y lo recuerdo, con la
gracia de Dios cada día". (203 d.C.)

* * *

“En el Nuevo Testamento sólo hay cuatro Evangelios, pues los demás presentan
títulos falsos y son perniciosos [...] recibid también los Hechos de los Doce Apóstoles,
así como las siete Epístolas Católicas de Santiago, Pedro, Juan y Judas; y como colofón
a todo ello, siendo la última obra de los discípulos, las catorce epístolas de Pablo. Y que
todos los demás sean dejados de lado en un rango secundario. Y en cuanto a los libros
que no se lean en las iglesias, no los leáis por vuestra cuenta, tal como ya me habéis
oído recomendar a propósito de los apócrifos del Antiguo Testamento.” (Catequesis 4,
36) Cirilo de Jerusalén (315 – 386)

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Documentos no cristianos sobre la existencia de Cristo

Flavio Josefo (37-102): historiador judío, recoge en el denominado Testimonium


Flavianum: «en aquella época vivía un sabio de nombre Jesús. [...] Fueron numerosos
los que se hicieron discípulos suyos, entre los judíos y otras naciones. Pilato lo condenó
a ser crucificado y morir. [...] Quizá era el Mesías del que los profetas habían contado
tantas maravillas»
Plinio el Joven (62-113): enviado por Trajano como gobernador de Bitinia (en la
Turquía actual) de los años 111-113. En una carta al emperador le pide instrucciones
sobre la persecución a los seguidores de un tal Cristo, a lo que Trajano contesta: «no
deben ser perseguidos de oficio. Si han sido denunciados y han confesado, han de ser
condenados...»
Cornelio Tácito (55-125): historiador. En sus Anales, escritos hacia el 115 narra la
persecución del emperador Nerón contra «los que el pueblo denominaba cristianos,
odiados por sus crímenes. Su fundador, llamado Cristo, fue condenado a muerte por el
procurador Poncio Pilato, imperando Tiberio»

Otras fuentes

Suetonio Tranquilo (69-140): historiador romano Mará Bar-Serapión (siglo II):


filósofo sirio
Luciano de Samosata (120-180): dramaturgo y filósofo biografía, si les damos los
datos fundamentales de nuestra vida. Los Evangelios no son así. No reconstruyen con
detalle todos y cada uno de los episodios de su vida. Es más, si hubieran sido el
resultado del trabajo de una de esas empresas, estaríamos más que legitimados para no
pagarles: dejan fuera datos y hechos concretos de treinta años, cuantitativamente

El fragmento 7Q5

Es el nombre que recibe uno de los papiros más interesantes. El descubrimiento


de su significado realizado el año 1972 por el jesuita español José O'Callaghan,
discutido por muchos aunque sin argumentos concluyentes, supone fechar la escritura
del evangelio de Marcos en el año 50. Se trata de un fragmento de un papiro de los
famosos manuscritos del Mar Muerto encontrados en las cuevas del Qumrán. El
fragmento, escrito en griego, proviene de la cueva 7 donde los esenios guardaron su
biblioteca. Se sabe que esa cueva estaba cerrada en el año 68. La caligrafía del
manuscrito es del estilo «decorativo herodiano» (50 a C-50 dC). Contiene veinte letras
que concuerdan con las palabras del pasaje Mc 6, 52-53. ¿Qué significa todo esto? Que
antes del año 68 los esenios tenían en su biblioteca una copia venida de Roma, de un
documento cristiano traducido al griego. El original debería estar escrito hacia el año 50
para que diera tiempo a todo ese recorrido. Y es posible identificar la obra a la que
pertenece un fragmento de veinte letras de un texto del siglo I, hallado en un
descubrimiento arqueológico del siglo XX, porque coincide, letra por letra, con el
evangelio de Marcos que leemos hoy.
Papiro conocido como «fragmento 7Q5»

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ACTAS DE PILATO

Suplicio de los Santos Probo, Andrónico y Víctor (304)

-Ignorante- respondió Máximo (juez romano), ¿no sabes que el hombre a quien
invocas era un malhechor vulgar, que fue colgado del patíbulo por orden de un
presidente llamado Pilato?
Máximo conocía, sin duda, las “Actas de Pilato”, obra de un falsario, que el
gobierno imperial, cómplice del fraude, tenía empeño en propagar y propalar. Pero
Andrónico, que había bebido en mejores fuentes, repelió la injuria con energía y
rapidez.

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