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Pensamiento de nuestra América

Autorreflexiones y propuestas*

Dos siglos en un día arrestaron y deportaron a la principal figura de


la insurrección, Toussaint L’Ouverture. Al año
El primero de enero de 1804, Jean Jacques siguiente, el ejército enviado por Napoleón
Dessalines, General en Jefe del ejército del pri- con el propósito de sofocar aquella guerra de
mer país libre de nuestra América, proclamó la independencia capituló. La extraordinaria ha-
independencia de la que había sido la colonia zaña de los que el trinitense C.L.R. James lla-
francesa de Saint Domingue. Por decisión de maría en un libro clásico The Black Jacobins
sus libertadores, en lo adelante el país lleva- [...] (Londres, 1938)1 –a quienes la Revolución
ría su nombre indígena de Haití. En 1791 había Francesa en ascenso sirvió de acicate, y Bo-
estallado allí una gran insurrección de escla- naparte intentó en vano frenar– coronaba a la
vos negros que terminaría asumiendo carác- escala de un país un cimarronaje de muchos
ter de guerra por la independencia. Dos años siglos en el Caribe.
después, la esclavitud fue abolida. (Hubo que El destronamiento por Napoleón, en 1808,
esperar siete décadas para que una medida si- del rey de España estimuló las ansias de go-
milar fuera tomada en los Estados Unidos). En bierno propio que abrigaban grupos criollos en
1802, valiéndose de una traición, los franceses las colonias americanas de ese país. A partir

* Con ligeras variantes, esta es la conferencia inau- 1 Los títulos de los libros que no están traducidos al
gural del curso homónimo ofrecido en la Casa de las español aparecen en sus lenguas originales. Las ciuda-
Américas entre el 5 y el 16 de agosto de 1996. Se publicó des y las fechas mencionadas a continuación de los tí-
originalmente en Casa de las Américas, Nº 204, julio- tulos (incluso de los que están en español) se refieren a
septiembre de 1996. la primera edición.
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de 1810, tales ansias encarnaron, de México y 1808, el heredero del príncipe, vuelto empera-
Venezuela al Río de la Plata y Chile, en guerras dor y haciéndose eco de capas influyentes del
independentistas que tuvieron conductores país (a cuya cabeza estuvo José Bonifacio de
como Miguel Hidalgo, Simón Bolívar, José de Andrade e Silva), lo declaró independiente en
San Martín y Bernardo O’Higgins, respectiva- 1822. A diferencia de la América española, la
mente, e involucraron  a la Hispanoamérica América portuguesa, no obstante guerras ci-
continental. Las Antillas hispanoamericanas, viles que hubieran podido desgarrarla, logró
cuyas oligarquías nativas temían ver repetirse conservar su unidad; y, aun compartiendo con
en sus tierras el ejemplo haitiano, se sustraje- aquella muchos rasgos comunes, también en
ron entonces a la onda revolucionaria: así dila- otros órdenes prosiguió durante largo tiempo
taron procesos independentistas que al tomar un camino paralelo.
cuerpo más tarde acabarían distinguiéndose en Las décadas inmediatas verían a prominen-
aspectos capitales de los desencadenados en tes ciudadanos de nuestra América tratando,
1810. La victoriosa batalla de Ayacucho selló en medio de luchas a menudo turbulentas, de
en 1824 la independencia con respecto a Espa- diseñar países que (con salvedades como Haití
ña de la Hispanoamérica continental. Un año y en cierta forma Paraguay) marginarían a los
antes los Estados Unidos habían dado a cono- indígenas, a los negros y a los mestizos, y se
cer la Doctrina Monroe, primera piedra con- pensarían en función de las oligarquías criollas
creta de una política exterior no abandonada blancas, o que se tenían por tales, en especial
que aspira a acotar a nuestra América para su de quienes poseían aspiraciones burguesas y se
exclusivo dominio. consideraban occidentales de Ultramar: consi-
Aunque no careció de antecedentes revolu- deraciones que se daban de cachetes con es-
cionarios, como la Conjuración Minera por la fuerzos europeos por recolonizar abiertamen-
cual fueron ejecutados en 1792 Tiradentes y te a varios de esos países, además de hacerlo
otros patriotas, la independencia llegó a Brasil de modo indirecto. El caso más señalado de
por vías evolutivas. Trasladados al país sura- lo primero fue el de México, el cual tras larga
mericano el príncipe regente y la corte de Por- lucha logró vencer en 1867 a un imperio que
tugal para no caer prisioneros de los franceses la Francia del pequeño Napoleón pretendió es-
tras la invasión napoleónica a esa metrópoli en tablecer allí. Dos décadas atrás, en una guerra
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de rapiña, los Estados Unidos habían devorado mutilada por la Enmienda Platt, una República
la mitad de México; y a partir de 1855 William que de hecho era un protectorado.
Walker intentó vanamente repetir la fechoría Habría que esperar a otro primero de enero,
en Centroamérica. sesenta años después de aquel en que Cuba fue
Solo en 1868 se alzaron en armas Puerto Rico oficialmente uncida a los Estados Unidos, para
y Cuba. El intento de Puerto Rico se extinguió que la Isla cambiara de modo radical su condi-
poco después; pero la guerra de Cuba duró diez ción. En el interregno, los Estados Unidos ejer-
años, y tras la que fue considerada simplemen- cieron con violencia en el Caribe, al que han
te una tregua, interrumpida por conatos béli- considerado su mare nostrum, la política de
cos, se reanudó en 1895. Esta vez, organizada las cañoneras y del garrote, invadiendo nume-
por el radical José Martí, no la impulsaban inte- rosos países de la cuenca. Nuestra América, por
grantes de la oligarquía nativa, sino de las cla- su parte, vería surgir la poderosa Revolución
ses y capas medias y populares, con abundante Mexicana de 1910, con grandes figuras como el
presencia negra y mulata; ni se proponía solo líder campesino Emiliano Zapata y más tarde
la independencia frente a la ya caduca España, Lázaro Cárdenas, quien en 1938 nacionalizó el
sino también frente al emergente imperialismo petróleo; el movimiento de reforma universita-
estadunidense. Representantes de este, al ocu- ria iniciado en 1918 en Córdoba, Argentina, que
rrir en 1898 la voladura del acorazado Maine repercutió en muchos países hispanoamerica-
en la bahía de La Habana, acusaron de dicha nos; resistencias frente a los yanquis como las
voladura al gobierno de España, le declararon de los héroes y mártires Charlemagne Peralte
la guerra con tal excusa, y lo derrotaron en po- en Haití y Augusto César Sandino en Nicara-
cos meses, hurtando así a los cubanos su ya gua; la sublevación y la masacre salvadoreñas
inminente victoria, y de paso apoderándose de de 1932, donde fue asesinado Farabundo Martí;
Puerto Rico, y luego de las Filipinas y otras is- gobiernos populistas como los de José Batlle y
las del Pacífico. El primero de enero de 1899 el Ordóñez en Uruguay, Hipólito Yrigoyen y Juan
general John Brooke tomó posesión del gobier- Domingo Perón en Argentina, y Getulio Vargas
no de Cuba en nombre de los Estados Unidos; y en Brasil, país que había conocido la legendaria
el 20 de mayo de 1902, la Cuba que había pelea- marcha de Luis Carlos Prestes y años después
do treinta años por su independencia recibía, su abortada insurrección comunista; un fugaz
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gobierno socialista y luego otro más dilatado Fonseca, quien perecería combatiendo, lo hizo
de Frente Popular en Chile; la Revolución Bo- en Nicaragua, tras derrocar por las armas al
liviana de 1952; los regímenes nacionalistas de tirano local. Pero los respectivos procesos re-
Guatemala entre 1944 y 1954. Este último año, volucionarios, no obstante ser multipartidistas
un gobierno llegado allí al poder en elecciones y mixtos en muchas cosas, fueron yugulados
convencionales fue depuesto por una invasión por implacables maniobras estadunidenses.
mercenaria enviada por el gobierno estaduni- Allende fue asesinado en 1973, y su gobierno
dense, lo que desde entonces le ha costado al sustituido por una feroz dictadura militar; la
país más de cien mil desaparecidos. Un nuevo guerra sucia y el ahogo económico contra Ni-
período en la historia de nuestra América se caragua impuestos por los Estados Unidos lle-
abrió cuando el primero de enero de 1959 llegó varon a los sandinistas a perder en 1990 unas
al poder la Revolución Cubana, que, hostigada elecciones que no podían ganar. (Mientras tan-
desde el primer momento por los Estados Uni- to, los Estados Unidos habían vuelto a realizar
dos, asumiría carácter socialista. invasiones abiertas en el Caribe: en 1961, en
En los treinta y siete años transcurridos, mu- Cuba, donde fueron derrotados; en 1965, en la
chos han sido los intentos por llevar adelante República Dominicana; en 1983, en Granada;
la segunda independencia de nuestra Améri- en 1989, en Panamá). Así pareció cerrarse en
ca iniciada en Cuba en 1959. Numerosos mo- nuestra América, en medio de un reflujo histó-
vimientos guerrilleros rurales y urbanos, de rico mundial, un ciclo renovador inaugurado en
amplia orientación socialista, fueron violenta- 1959 (y que llegó a abarcar la actuación de mi-
mente combatidos por el Imperio, ocasionando litares radicalizados como Juan José Torres en
la muerte a una pléyade de combatientes cuya Bolivia, Juan Velasco Alvarado en Perú y Omar
figura más emblemática es la de Ernesto Che Torrijos en Panamá), aunque la asediada Cuba
Guevara, ultimado en Bolivia en 1967. Sin em- revolucionaria ha logrado sobrevivir, y mantie-
bargo, en 1970 el socialista Salvador Allende, ne relaciones con la casi totalidad de los países
en elecciones también convencionales como latinoamericanos (incluido el fundador Haití),
las de la Guatemala agredida en 1954, llegó al en los cuales no existen ya las dictaduras mili-
poder en Chile; y en 1979 el Frente Sandinista tares proimperialistas que los ensangrentaron;
de Liberación Nacional organizado por Carlos y también con países del Caribe que empezaron
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a independizarse en la década del sesenta de nes colindantes) por Túpac Amaru entre 1780 y
este siglo. 1781, cuando fue bárbaramente ejecutado. Aún
El primero de enero de 1994 entró en vigor es temprano para saber qué logrará el EZLN.
en México el Tratado de Libre Comercio firma- Pero el proyecto neoliberal que él objetó entró
do entre ese país, los Estados Unidos y Cana- en seria crisis a finales del propio año 1994. En
dá. Para observadores superficiales, a partir todo caso, es grande la originalidad de México.
de la fecha México dejaría atrás su condición Su Revolución de 1910 fue de enorme autenti-
subdesarrollada, común a todos los países de cidad, no remedo de modelos foráneos. ¿Nos
nuestra América, e ingresaría en el mejor de los reserva México un nuevo capítulo en la historia
mundos posibles. Pero ese mismo primero de de nuestra América? ¿O se abrirá ese capítulo
enero, la ciudad de San Cristóbal de Las Casas en otro sitio?
y otras también en Chiapas fueron tomadas por Ciento noventa años median entre el prime-
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el ro de enero de 1804 y el de 1994. Y es más el
cual dio a conocer así su existencia. Se trata, tiempo si se toman en cuenta los antecedentes
como lo ratificarían sus numerosas y vívidas de- y consecuentes. Durante ese lapso, en nuestra
claraciones, de un movimiento, en su mayoría, América se ha peleado contra varias metrópolis
campesino (de ahí el esgrimir a Zapata como y contra formas diversas de colonialismo y neo-
bandera) e indígena, con el que asomó su ros- colonialismo. Tal es el ámbito histórico al que
tro el “México profundo”, se hicieron patentes se remite este curso, el cual considerará aspec-
“el colonialismo interno”, la “pluralidad de cul- tos del pensamiento generado en ese ámbito.
turas”, según conceptos con que trabajan algu-
nos de los mejores pensadores de México y son
válidos también para muchos otros de nuestros Estímulos para este curso
países. Movimientos de resistencia indígena los
ha habido en América desde el segundo arribo Hacía tiempo que quería organizar lo que he
de europeos, en 1492: medio milenio antes ha- pensado, escrito y dicho sobre las cuestiones
bían llegado, sin consecuencias, los vikingos. que este curso aborda. La sugerencia de mis
El más conocido de esos movimientos fue la compañeros Luisa Campuzano y Jorge Fornet
rebelión encabezada en Perú (con repercusio- a ofrecerlo, me ha obligado a intentar esa or-
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ganización. Aunque no es sensato esperar que colonial Theory (Nueva York, 1993), donde se
vaya ahora a empezar de nuevo, no todo será agrava lo anterior: no hay allí ni un autor ibe-
reiteración. Al frente de su quinto libro de ver- roamericano. El hecho se repite en otra antolo-
sos, Elogio de la sombra (Buenos Aires, 1969), gía posterior, compilada por Bill Ashcroft, Ga-
escribió Jorge Luis Borges: “A los espejos, la- reth Griffiths y Helen Tiffin: The Post-colonial
berintos y espadas que ya prevé mi resignado Studies Reader (Londres y Nueva York, 1995).
lector, se han agregado dos temas nuevos”. No Pero la palma en este orden le corresponde a
mencionaré cuáles fueron esos temas: baste mi admirada amiga india Gayatri Chakravorty
con saber que existieron. También el resignado Spivak, residente en los Estados Unidos. En
lector (en primer lugar, oidor) se encontrará la página 57 de su libro con el feliz título Out-
aquí con mis temas u obsesiones habituales, y side in the Teaching Machine (Nueva York y
con variaciones sobre ellos; pero a la vez con Londres, 1993) se lee: “La América Latina no ha
nuevos temas. Tampoco insistiré en cuáles son. participado en la descolonización”2. (Énfasis de
Hay que dejar algo a la sorpresa. Gayatri Chakravorty Spivak). Presumo que algo
Sí insistiré, en cambio, en otros inesperados así es el basamento intelectual de las ausencias
estímulos para el curso. Quizá en este caso se observadas en los libros que he nombrado. Y si
trate de uno solo, encarnado en diversos ejem- la América Latina no ha participado en la des-
plos. Cronológicamente, el primero de ellos colonización, ¿cómo se llama aquello en que sí
fue  para mí el libro del palestino-estaduniden- ha participado durante más de dos siglos, y a lo
se Edward W. Said Culture and Imperialism que me referí en la primera parte del trabajo?
(Nueva York, 1993), que leí con mucho interés, Dije que en las citadas antologías no apa-
y algunas de cuyas páginas hice traducir y pu- recía ni un autor iberoamericano. Debí haber
blicar en el número 200 (julio-septiembre de especificado, como hago ahora: ni un texto
1995) de Casa de las Américas. Me llamó la escrito originalmente en español o en portu-
atención que en libro de tanta sabiduría nues- gués, las lenguas en que empezó a decirse la
tra América estuviera casi ausente, no obstan- modernidad al uso, ya que España y Portugal
te el asunto tratado. El segundo ejemplo fue
la antología compilada por Patrick Williams y
2 Las traducciones de esta cita y de las demás son
Laura Chrisman Colonial Discourse and Post- mías.
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fueron los países europeos que la inauguraron. Derek Walcott) o francés (los martiniqueños
Las colonias americanas de ambas metrópolis Aimé Césaire y Frantz Fanon, el haitiano Jac-
estuvieron pues entre las primeras colonias de ques Stephen Alexis).
tal modernidad. Y, consiguientemente, las su- Estaba proyectando este curso cuando re-
yas se cuentan entre las iniciales luchas anti- paré en que yo no era el único a quien sobre-
colonialistas, algunas tan tempranas como la saltaba aquel criterio. En la entrega de oto-
rebelión criolla de los comuneros de Paraguay ño de 1994 de la revista Ojo de Buey leí con
(1717-1735). identificación el trabajo del británico Peter
Las independencias conseguidas a princi- Hulme que hice traducir y publicar en el núme-
pios del siglo xix por la mayoría de los países ro 202 (enero-marzo de 1996) de Casa de las
de nuestra América resultaron insuficientes. Américas con el título “La teoría poscolonial
Pero no menos insuficientes fueron las que y la representación de la cultura en las Amé-
mucho más tarde, a raíz de la terminación en ricas”. Hulme, al comentar el libro de Said, la
1945 de la llamada Segunda Guerra Mundial, selección compilada por Williams y Chrisman y
lograrían países asiáticos y africanos. Llamar otros textos, objeta criterios como el de J. Jor-
descolonización solo a la tarea cumplida en ge Klor de Alva, para quien “las nociones mis-
estos, quizá porque las metrópolis respectivas mas de colonialismo e imperialismo vinieron
eran más modernas que las paleoccidentales de las experiencias modernas de los poderes
España y Portugal, es aberrante; y también coloniales no hispánicos, y solo fueron subse-
es aberrante olvidar entre las metrópolis a la cuente e inapropiadamente sobreimpuestas a
más moderna de todas: los Estados Unidos. las experiencias hispanoamericanas desde  el
Me temo que pueda haber ocurrido algo de am- siglo xvi hasta mediados del siglo xviii” (p. 5).
bas cosas en el arte de birlibirloque de que dan Ese argumento le parece a Hulme “fundamen-
testimonio las obras citadas. Llamo la atención talmente defectuoso”. Y se pregunta: “¿por qué
sobre el hecho de que en las antologías varias tomar aquel modelo de colonialismo y decidir
veces aludidas sí aparecen autores de nuestra que, puesto que América no encaja en él, no
América (los cuales nos son muy cercanos) que puede entonces hablarse de descolonización,
escriben en inglés (los barbadienses George discurso colonial o teoría poscolonial?” (ibid).
Lamming y Kamau Brathwaite, el santaluceño En cuanto a que Said (y, añado, también otros)
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no reconoce “a los Estados Unidos como una entre el final formal de una relación colonial y
potencia colonial e imperial desde su comien- la producción de material teórico que pueda
zo sino solo desde el fin de la Segunda Guerra ser considerado como “poscolonial”; pero lo
Mundial”, Hulme opina: que ha sido escrito en Haití a principios del si-
glo xix merece ciertamente mayor atención”. Y
Lo que sucede en Culture and Imperialism, concluye este razonamiento así:
como sucedió también en Orientalism, es que los
Estados Unidos de América –a los que Said ligera Sin embargo, si me obligaran a identificar un
pero imperdonablemente se refiere como “Améri- momento de “comienzo” en el sentido que Said
ca”– aparecen en la escena asumiendo el manto otorga a esta palabra, entonces cada vez más me
imperial después de la Segunda Guerra Mundial, parece que el momento sería 1898, año sísmico
pero sin ninguna consideración sustancial de los para el Caribe, el comienzo quizá de su moderni-
propios orígenes de la nación como asentamiento dad. [El cubano] Fernando Ortiz, estoy seguro de
de colonias británicas, españolas y francesas, así ello, será leído cada vez más como el gran teórico
como tampoco de sus propios inicios imperiales de las consecuencias culturales de 1898. La gran
en el Pacífico a mediados del siglo xix, ni de su figura al otro lado de ese año divisorio es José
propia historia de “colonialismo interno”, ni de Martí, de cuya obra bien pueden extraerse las ba-
sus propias guerras genocidas contra la pobla- ses para una genuina teoría poscolonial america-
ción indígena de Norteamérica, ni de su propio na [pp. 7-8].
aventurerismo en Centroamérica y el Caribe en
[el] siglo xx. [...] su análisis del imperialismo nor- Me complacen no pocos criterios de Hulme
teamericano carece de la profundidad-de-tiempo (y, por supuesto, de otros autores metropolita-
histórico y cultural que él aporta al material eu- nos), pero lo que aquí me importa destacar no
ropeo [p. 4]. es la aceptabilidad de cuestiones y pensadores
nuestros por aquellos autores, cuyas obras que-
Hulme menciona luego varios ejemplos de au- dan lastimadas o incluso invalidadas si desco-
tores de nuestra América, concretamente del nocen o devalúan lo que merece ser conocido o
Caribe, “que pueden verse en retrospectiva valorado positivamente. Lo que me importa es
como teóricos poscoloniales precursores de que no quedemos atorados por ruedas de mo-
Said”. Añade que “no hay una correlación fácil lino que a fin de cuentas, y con todo el respeto
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debido, pueden ser otras vueltas de tuerca (así personas políticamente comprometidas (dentro
aparezcan con ropa de academia o de estame- o fuera de la academia), escritores de países co-
ña) de lo que la canadiense Mary Louise Pratt loniales, poscoloniales o del Tercer Mundo que
llamó en un libro de 1992 “ojos imperiales”. Mi- producen un discurso alternativo. Quizá en la
arena intelectual los esfuerzos por inventar a un
rar las cosas con ojos propios, como pensarlas
“otro” desde lejos y desde antes enmascaran nue-
con cabeza propia, es imprescindible.
vas formas de colonización [...] Para los intere-
Concluiré esta parte de mi conferencia con sados en examinar críticamente la dependencia
una larga cita de Walter D. Mignolo. Volveré en cultural de países poscoloniales [...], el problema
el curso sobre la obra de este estudioso argen- tiene que ser repensado en el contexto de mi-
tino que reside en los Estados Unidos, se ex- metismo y dependencia tanto como en términos
presa indistintamente en español e inglés, y po- de intervenciones intelectuales y programas de
see amplia información y sensibilidad afinada investigación que alimentan las tradiciones y
para el problema del cual trato ahora. La cita necesidades del país. Para aquellos de nosotros
proviene de un trabajo suyo sobre el discurso que nos hallamos en el exilio, al negociar la pro-
colonial y poscolonial que lleva el elocuente ducción intelectual en nuestros lugares de origen
(trátese de la América Latina, África o Asia) y la
subtítulo de “¿Crítica cultural o colonialismo
conversación intelectual en nuestro lugar de re-
académico?”. He aquí sus palabras:
sidencia (los Estados Unidos o la Europa occi-
dental), se plantea la cuestión de si nuestra fun-
La influyente pregunta hecha hace varios años ción debe ser la del intermediario que promueve
por Gayatri Spivak fue: “¿Puede el subalterno la importación de “nuevas teorías” en nuestros
hablar?” [...] A esta interrogación sería dable países “atrasados”, o si debemos “pensar desde”
responder diciendo que el subalterno siempre las experiencias poscoloniales en las cuales cre-
ha hablado, aunque los eruditos y los científicos cimos [...] Mi interés es subrayar el punto de que
sociales no siempre han estado dispuestos a es- el “discurso colonial y poscolonial” no es solo
cuchar [...] La cuestión de si el colonizado puede un nuevo campo de estudio o una mina de oro
ser representado acaso no sea ya un problema, y para extraer nuevas riquezas, sino la condición
podría replantearse en términos de diálogos des- de la posibilidad para construir nuevos loci de
de diferentes loci de enunciación más que como enunciación tanto como para reflejar que los “co-
un monólogo académico realizado en el acto de nocimiento y comprensión” académicos deben
“estudiar” el discurso colonial y no “escuchar” a
356 Pensamiento anticolonial de nuestra América

ser complementados con “aprender de” aquellos obligado alguna vez a hacerla alternar con otra,
que viven en y piensan desde legados coloniales tomada como sinónimo de la anterior. Tal pro-
y poscoloniales, de [la guatemalteca] Rigoberta ceder me lleva a una aclaración inevitable.
Menchú a[l uruguayo] Ángel Rama. De lo contra- Como bien sabemos, “América” es el nom-
rio, corremos el riesgo de promover mimetismo,
bre con que acabó siendo conocido el conti-
exportación de teorías y colonialismo (cultural)
nente al que llegaron por segunda vez euro-
interno en vez de promover nuevas formas de
crítica cultural y emancipaciones intelectuales y peos en 1492, y donde viven hoy varios blo-
políticas; el riesgo de hacer de los estudios co- ques humanos, todos con orígenes coloniales.
loniales y poscoloniales un campo de estudio, Dos de esos bloques se han organizado como
y no un liminal y crítico locus de enunciación. países capitalistas desarrollados: los Estados
[...] el Tercer Mundo no produce solo “culturas” Unidos y Canadá, excolonias sobre todo de
para ser estudiadas por antropólogos y etnohis- Inglaterra. Esta fue hasta inicios del presente
toriadores, sino también intelectuales que gene- siglo el país capitalista más desarrollado del
ran teorías y reflexionan sobre su propia cultura planeta, lo que serían a partir de entonces los
y su propia historia [“Colonial and Postcolonial Estados Unidos, herederos en tantos aspectos
Discourse: Cultural Critique or Academic Colo-
de aquella. El resto del llamado Hemisferio
nialism?”, Latin American Research Review, 28
Occidental es el área de nuestro curso, y como
(3), 1993, pp. 130-131].
conjunto no fue nunca, ni es previsible que lo
sea al menos en lo inmediato, una unidad po-
Nuestra América entre los lítica. Se trata de una vasta zona en su gran
nombres y las realidades mayoría colonizada por España (que también
de América colonizó buena parte de lo que hoy son los
Estados Unidos) y Portugal, países de estruc-
Voy a desglosar y comentar el título de este turas arcaicas que no habían conocido ver-
curso, a fin de hacer transparente su propósi- dadero desarrollo capitalista, y por tanto no
to. Comienzo por lo que podría considerarse lo pudieron dejarlo en herencia a sus excolonias,
más obvio: la conocida denominación “Nuestra como sí hizo Inglaterra con respecto a varias
América”. La he empleado desde las primeras de las suyas; dentro de esa zona, en el Caribe
líneas de este texto, pero también me he visto existen también tierras que, arrebatadas por
Pensamiento de nuestra América 357

lo general a España, fueron (o son aún) encla- implica además una definición) usufructua-
ves coloniales de otras metrópolis europeas, ron para sí desde el siglo xix la denominación
y hasta de los Estados Unidos, como Puerto “América”, y ello ha sido aceptado incluso
Rico: este último, sin embargo, no abandonó más allá de sus fronteras, aunque no del todo
su cultura. Esa América la constituyen blo- en el resto del continente, donde a veces, por
ques de países que tienen en común, entre el contrario, empleamos la palabra “América”
varias cosas, ser todos subdesarrollados: los con referencia sobre todo a aquella parte de
que forman Hispanoamérica (la cual, además ella donde vivimos: así la usaron los primeros
de países continentales, incluye en las Anti- libertadores hispanoamericanos, y siguieron
llas a Cuba, la República Dominicana y Puer- usándola figuras como los mexicanos Alfon-
to Rico), Brasil y los primeramente aludidos so Reyes y Leopoldo Zea, y el chileno Pablo
del Caribe. En los países continentales exis- Neruda; así aparecerá más de una vez en el
ten comunidades indígenas, muy numerosas curso. En acuerdo con este criterio, Martí lla-
en ocasiones, cuyas culturas a menudo solo mó en 1884 a los Estados Unidos “la América
de modo superficial se han fusionado con las europea”, dando a entender que había otra
aportadas por los conquistadores y coloniza- América, la nuestra, que merecía ser llamada
dores ibéricos. A estos últimos se añadieron de tal manera, sin más. Pero indudablemente
cuantiosos africanos traídos como esclavos, y la apropiación del sustantivo y de su corres-
luego asiáticos y hombres y mujeres de otras pondiente adjetivo por los voraces vecinos
procedencias. Aunque ha habido abundantes del Norte ha complicado también el saber
mezclas y transculturaciones, también en este cómo nos llamamos.
orden la heterogeneidad es grande. El chileno Miguel Rojas Mix tituló a un li-
Si aspiramos a que tenga sentido, lo que bro donde esta cuestión es tratada con dete-
no es forzoso que ocurra con los nombres, nimiento, y se consideran sus ramificaciones,
no es fácil dar con una denominación para Los cien nombres de América [...] (Barcelona,
conjunto tan diverso. Por otra parte, los Es- 1991). No son cien, pero sí muchos, y aún po-
tados Unidos de América (tal es su apelativo drían añadirse más: por ejemplo, los nombres
completo, el cual, como el de la hoy disuelta indígenas de “Tawantinsuyo” o “Anáhuac”. Sin
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, embargo, como en el caso de los primeros ha-
358 Pensamiento anticolonial de nuestra América

bitantes de América (quienes, a semejanza de anteriores los países del Caribe que fueron o
Colón, no llegaron a saber que el continente siguen siendo colonias francesas. Pero  en el
era mayor de lo que creyeron), la casi tota- Caribe existen países cuyas metrópolis o ex-
lidad de esos nombres no designa al mismo metrópolis no forman parte de la Romania, no
objeto, sino a partes distintas de él. (Entre hablan lenguas neolatinas (por ejemplo, Ingla-
las escasas excepciones se hallan, de origen terra y Holanda), y debido a ello sus habitan-
europeo, además de “América”, los tempra- tes no se sienten concernidos por aquella de-
nos “Nuevo Mundo” e “Indias”, consagración nominación. Lo que ha llevado, cada vez más,
este último de un error geográfico; y de origen a hablar de “América Latina y el Caribe”. Con-
kuna, “Abya-Yala”, que propuso en los años siderar al Caribe como una subunidad es jus-
setenta de este siglo un congreso indio “para to, porque más allá de la diversidad de lenguas
designar a nuestro continente mestizo”). Por (no solo las de origen europeo, sino también
ejemplo, “Hispanoamérica” o “América espa- distintas lenguas nacionales) y otras caracte-
ñola” se refiere solo al conjunto de las repúbli- rísticas, los caribeños tenemos mucho en co-
cas “antes colonias españolas”, como en 1824 mún. Sucede, sin embargo, que la mayoría de
explicitó Bolívar, al convocar al congreso de nosotros, como se ha dicho ya, estamos eng-
Panamá que se celebraría en 1826. Para el lobados dentro de los “latinoamericanos”. En
dominicano Pedro Henríquez Ureña, sin em- cambio, las comunidades indígenas no suelen
bargo, “América Hispánica” incluía también aceptar ser llamadas “latinoamericanas”. Para
al Brasil, pues el término “Hispania” (al igual intentar resolver esta cuestión, en este siglo
que “Iberia”) abarca tanto a España como a se empezó a hablar de “Indoamérica”; y, pro-
Portugal. “Iberoamérica” se refiere sin duda a bablemente por similitud, de “Afroamérica” y
las dos grandes comunidades de mayoritario “Euroamérica”. Se trata de tres grandes zonas
origen ibérico en América, y sobre todo últi- que en cierta forma se corresponden con lo
mamente suele incluir también a sus exme- que el brasileño Darcy Ribeiro, en Las Améri-
trópolis. “América Latina” (cuestión a la que cas y la civilización [...] (Buenos Aires, 1969),
el uruguayo Arturo Ardao dedicara su minu- libro iluminador al que volveré a referirme en
cioso libro Génesis de la idea y el nombre de el curso, llamó “pueblos testimonios”, “pue-
América Latina, Caracas, 1980) suma a los blos nuevos” y “pueblos transplantados”. Es
Pensamiento de nuestra América 359

positivo retener esta idea de la diversidad de do la presencia de este sintagma en varios au-
nuestros pueblos, pues ello contribuye a po- tores, y aún podrían añadirse más ejemplos a
ner las cosas en su justo sitio, frente a quie- los aducidos por ellos. Pero indudablemente
nes hablan de nuestro monolitismo de etnia, correspondió a Martí acuñarlo en la forma
lengua, religión y cultura. Pero también es en que ha llegado a nosotros, creadoramente
menester subrayar que esa diversidad no con- abierto hacia el porvenir. En sus manos, tal
tradice necesariamente la existencia de una sintagma no privilegia aspectos geográficos
difícil unidad dinámica nacida durante siglos ni etnias ni lenguas ni culturas, y se limita a
de historia relativamente común. Incluso el subrayar la pertenencia a nosotros. El con-
complicado Caribe pudo ser historiado como junto vuelve a tener un nombre común, pero
una entidad por el trinitense Eric Williams esta vez más allá de la colonia: aplicando una
(From Columbus to Castro: The History of expresión que en libro de este mismo año usó
the Caribbean 1492-1969, Londres, 1970) y la española María Luisa Laviana Cuetos, pue-
el dominicano Juan Bosch (De Cristóbal Co- de decirse que se ha pasado “de las Indias a
lón a Fidel Castro. El Caribe, frontera im- nuestra América”. Martí comenzó a forjar el
perial, Madrid, 1970), siguiendo un camino nombre durante su destierro en México y Gua-
que trazara James (quien por cierto fue profe- temala, entre 1875 y 1878, y tras su reveladora
sor de Williams) en el epílogo (“De Toussaint experiencia estadunidense le dio forma madu-
L’Ouverture a Fidel Castro”) que añadiera a la ra en el texto programático homónimo. Ese
segunda edición, revisada (Nueva York, 1963), lúcido y hermoso manifiesto de nuestra mo-
de The Black Jacobins [...]. dernidad no ha perdido vigencia, entre otras
No conozco mejor denominación para cosas porque los acuciantes problemas de que
aquella difícil unidad dinámica que la de trata están lejos de haber desaparecido. Abor-
“nuestra América”. Investigadores como el daremos pues aspectos esenciales del pensa-
panameño Ricaurte Soler (en su notable libro miento de nuestra América desde su primera
Idea y cuestión nacional latinoamericanas, independencia hasta hoy, enmarcados por el
México, 1980) y la chilena Sara Almarza (en ensayo martiano “Nuestra América”, que vio
“La frase Nuestra América: historia y signifi- la luz inicial en La Revista Ilustrada de Nueva
cado”, Caravelle [...], 1984, p. 43) han estudia- York el primero de enero de 1891.
360 Pensamiento anticolonial de nuestra América

Pensamiento, autorreflexiones literatura [El pensamiento hispanoamericano,


y propuestas México, c. 1944, p. 11].

Puesto que este es un curso sobre pensamien- Aunque no lo diga explícitamente, creo que so-
to, se impone saber en qué sentido va a ser em- bre bases similares se apoyó el español José
pleado tal concepto. Al español “transterrado” Luis Abellán para elaborar los ocho nutridos
en México José Gaos (discípulo de izquierda volúmenes de su Historia crítica del pensa-
de José Ortega y Gasset y traductor de Martin miento español (Madrid, 1979-1992). En todo
Heidegger), quien dejara tan honda huella en caso, en sus líneas iniciales Abellán afirma que
Hispanoamérica, debemos esta definición: la obra “es muchas cosas al mismo tiempo:
desde una nueva interpretación de la cultura
española hasta una aproximación a un modo
[...] de la vida forma parte un pensamiento que se
especializa en “pensamiento”, filosofía y ciencia.
de filosofar y de historiar muy alejado de lo
El “pensamiento” es aquel pensamiento que no tradicional”; defiende el uso de la expresión
tiene por fondo los objetos sistemáticos y tras- “pensamiento”, y afirma que “toda la ejecución
cendentes de la filosofía, sino objetos inmanen- de la obra está sostenida por una hipótesis de
tes, humanos, que por la propia naturaleza de las trabajo: la de la fecundidad de la Historia de
cosas, históricas, estas no se presentan como los las Ideas como método válido para ofrecernos
eternos temas posibles de un sistema, sino como una historia del pensamiento español con sen-
problemas de circunstancias, es decir, de las de tido propio”.
lugar y tiempo más inmediatas, y, por lo mismo, Que yo sepa, no existe una obra equivalen-
como problemas de resolución urgente; pero que te, por su horizonte y su dimensión, referida al
usa como formas los métodos y el estilo de la fi-
pensamiento de nuestra América en conjunto,
losofía o de la ciencia; o que no tiene aquellos ob-
jetos, sino los [primeramente] indicados, ni usa
aunque libros como El pensamiento latinoa-
estos métodos y estilo, pero que idea y se expresa mericano (Barcelona, 1976), del más destaca-
en formas, orales y escritas, literarias –géneros y do e influyente discípulo de Gaos, Leopoldo
estilo–, no usadas, al menos en la misma medida, Zea (libro que es la relaboración de otros pre-
por aquel primer pensamiento. Al “pensamiento” vios), o, en forma más breve, El pensamiento
se le considera frecuentemente por ello como latinoamericano y su aventura (Buenos Ai-
Pensamiento de nuestra América 361

res, 1994), del argentino Arturo Andrés Roig, car que mi concepción del pensamiento, en ge-
son contribuciones cuyo conocimiento es neral afín a la de Gaos, está aún más cercana
aconsejable. Como también lo es el de otros a la que Miguel de Unamuno defendió en Del
panoramas, y el de dos compilaciones de tex- sentimiento trágico de la vida [...] (Madrid,
tos de autores varios que debemos igualmente 1913), y ejemplificó con su propia faena. Tal
al laborioso Zea y aparecieron ambas en Méxi- concepción no excluye a priori ni lo que suele
co, en 1986: Ideas en torno de Latinoamérica asumir la encarnación de la literatura ni textos
y América Latina en sus ideas. Pero en el pre- políticos o religiosos, para mencionar los que
facio, fechado en 1963, de una edición anterior podrían parecer extremos. Baste con decir que
de El pensamiento latinoamericano (prefacio para mí el pensador por excelencia de nuestra
que retuvo en la nueva edición), Zea había ex- América es Martí: y su pensamiento se mani-
plicado que, fiesta tanto en sus ensayos como en sus versos,
tanto en sus crónicas como en sus discursos,
un trabajo exhaustivo sobre este pensamiento tanto en sus cartas como en sus textos para
solo podrá ser realizado cuando se hayan escrito niños y jóvenes. Su caso, por otra parte, dista
las historias de las ideas, el pensamiento y la filo-
mucho de ser excéntrico en nuestra América,
sofía de cada uno de los países latinoamericanos,
ni es atribuible a ser Martí un hispanoameri-
y de la comparación de todos ellos se deduzca lo
que los caracteriza dentro de una comunidad más cano del siglo xix (esto último solo puede ser
amplia [...] Una labor exhaustiva corresponderá, dicho de él con muchas reservas). Me limitaré
así, a los investigadores de los distintos países de a recordar tres ejemplos de autores múltiples
nuestra América [pp. 11-12]. (escritores de ficción, ensayistas, investigado-
res) del siglo xx que se valen de idiomas dis-
Aunque desde aquella fecha hasta hoy han apa- tintos del que para Martí fue habitual: Césai-
recido valiosos estudios parciales, además de re, del francés; Darcy Ribeiro, del portugués;
los que mencionó Zea en ese prólogo, la ob- Lamming, del inglés.
servación sigue siendo centralmente válida. Por otra parte, no se tendrá en cuenta todo
Este breve curso, pues, no puede ser sino una el pensamiento de nuestra América, sino el
contribución muy modesta al conocimiento de integrado por algunas “autorreflexiones y pro-
su asunto. Y en el pórtico mismo quiero expli- puestas”. Es decir, lo que nuestra América ha
362 Pensamiento anticolonial de nuestra América

pensado de sí misma; y, también, lo que a par- Sobre algunas aporías del


tir de ella se ha considerado de varios aspec- anticolonialismo
tos del mundo: en ambos casos, desde luego,
cuando se trate de un pensamiento que pueda Antes de mencionar los haces de ideas que es-
estimarse realmente valioso, aunque no siem- tudiaremos, quisiera hacer una observación de
pre se esté de acuerdo con él. Para hacer esto, carácter general. Si se me pregunta la fecha y el
me ha parecido mejor que la presentación cro- continente en que estamos, y respondo que en
nológica reunir en haces algunas ideas prin- 1996 y en América, me he valido de un mundo
cipales: ello, entre otras cosas, permite que conceptual no nacido aquí: he hablado en es-
ciertos autores sean considerados más de una pañol, idioma cuyo nombre no puede ser más
vez. Pero siempre que fue dable, me atuve al decidor (de haberlo hecho en otros idiomas
orden cronológico, aunque en algunos casos que también conozco, como francés e inglés,
resulta claro que ese orden tuvo que ser aban- la situación no habría cambiado un ápice); he
donado. Y también debe resultar claro que no aceptado una división del tiempo y una deno-
se trata de asuntos, sino de ideas sobre asun- minación también nacidas en Europa. Podría
tos. Pues lo que se aborda en este curso es el aducir que el español, al igual que el francés y
pensamiento, antes que las realidades sobre el inglés, provienen de un idioma anterior, de
las que se piensa. Por ejemplo, es obvio que nombre ignorado, que se habló en regiones im-
en nuestra América tanto el indígena como precisas, pero sin duda no solo en tierras que
la mujer aparecen desde el inicio, millares de después serían conocidas como europeas; y
años antes de 1492, y el negro poco después podría añadir otros juicios por el estilo. Pero
de esa fecha. Pero las meditaciones sobre (y así no iría muy lejos. Hay que cortar por lo sano
desde) ellos adquieren valor particular en de- discusiones de esta naturaleza, que pueden lle-
terminados momentos. Es entonces cuando gar a ser paralizantes sobre todo en comuni-
serán abordadas, señalándose los anteceden- dades nacidas de situaciones coloniales. Martí
tes. En todo caso, aunque se ha tratado de es- zanjó gordianamente el asunto cuando habló
quivarlas, ciertas repeticiones son inevitables: de “nuestra América”, no ignorando en absolu-
aún más exigiría la dialéctica de lo sucesivo y to que “América” era nombre que se nos había
lo simultáneo. impuesto desde fuera; otro tanto hizo Antonio
Pensamiento de nuestra América 363

Alatorre cuando, teniendo en cuenta a quienes Por último, creo que en esto del nombre
hablamos el español como lengua materna, se que nos corresponde adolecemos del mal del
refirió a él como “nuestra lengua”: después de definicionismo. Es verdad que, como ya se
todo, del millar de años que lleva de existencia dijo, tanto “Estados Unidos de América” como
este idioma, la mitad más rica de ese tiempo “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”
lo hemos ido elaborando en común en muchas son nombres y también definiciones. Pero esto
partes del mundo, incluida largamente Améri- no es regla, sino excepción. El propio Martí no
ca, y hoy por hoy solo uno de cada diez de aque- fue remiso a hablar a veces, por ejemplo, de
llos hablantes está en España. Cosas similares “América Latina”, o de “América” a secas, aun
pueden y deben afirmarse de otros hechos. En- cuando estuviera refiriéndose a “nuestra Amé-
fatizar, como estamos moralmente obligados a rica”. Ni los hombres que se llaman León son
hacer, el valor de lo propio, no implica postular leones, ni las mujeres que se llaman Rosa son
un absurdo robinsonismo, ni siquiera cuando rosas. Parece que “Hispania” significaba “tierra
se pretenda viernesismo. de conejos”. ¿Y qué? Como escribiera Alfonso
Lo que acabo de decir en forma alguna sig- Reyes y me gusta citar, nadie se pone a la som-
nifica negarle, por ejemplo, a las comunidades bra de una semilla.
indígenas de América el absoluto derecho que
poseen, y debemos defender totalmente si de
veras somos demócratas, a valerse de sus len- Haces de ideas
guas, practicar sus religiones, desarrollar sus
culturas, disponer de su autonomía, pues el plu- He agrupado en trece lecciones el pensamiento
ralismo cultural es una realidad innegable entre que vamos a estudiar en el curso. Y para nom-
nosotros. Respetémosle a esas comunidades brarlas, me he valido a menudo de sentencias
su plena libertad. Y ejerzamos la nuestra, que acuñadas, o de títulos de obras destacadas,
incluye la apropiación de cuanto estimemos aunque ello no quiere decir que las lecciones
válido en la historia, y el rechazo en ella de lo vayan a referirse necesaria o exclusivamente
que estimemos negativo. No es arrojando acrí- a esas sentencias o a esos títulos. He aquí los
ticamente por la borda lo ya incorporado como nombres: “Independencia o muerte”, “Diseñan-
alcanzaremos nuestras metas liberadoras. do la patria del criollo”, “O inventamos o erra-
364 Pensamiento anticolonial de nuestra América

mos”, “Frente a la nueva metrópoli”, “Tras el la pena recordar que tanto la de Miranda como
águila y la serpiente”, “La utopía de América”, la de Mier fueron vidas nada conservadoras:
“Surge un nuevo pensamiento social”, “La Amé- incluso espectaculares. Ahora bien: el aspec-
rica indígena”, “El afroamericano, o indígena to ígneo de aquel pensamiento corresponde a
‘importado’”, “Inicios de la segunda indepen- quienes en medida diversa han sido considera-
dencia”, “Habla la mujer”, “América en la histo- dos, tanto por sus ideas como por sus vínculos
ria”, “Algo sobre los pos/tres”. Paso a explicar con las masas, jacobinos. Así llamó James a los
sumariamente el contenido de las correspon- haitianos, especialmente a L’Ouverture. Otros,
dientes lecciones. que comparten ese criterio, añadieron a Miguel
“Independencia o muerte” fue consigna de la Hidalgo y José María Morelos, de México; An-
proclama que, a continuación del acta de inde- tonio Nariño, de Colombia; José María de Espa-
pendencia de Haití, leyó Dessalines el primero ña y Manuel Gual, de Venezuela; Mariano More-
de enero de 1804. Creo que puede servir para no y Bernardo Monteagudo, de Argentina; José
referirse al meollo del Pensamiento político Gervasio Artigas, de Uruguay; José Gaspar
de la Emancipación (Caracas, 1977), que los Rodríguez de Francia, de Paraguay. Pero, sin
argentinos José Luis y Luis Alberto Romero, al menoscabar la magnitud de tales figuras y de
antologar (con valioso prólogo del primero), otras (en primer lugar, San Martín), el “hombre
acotaron entre 1790 y 1825. Se trata del capítu- solar” de este momento fue Bolívar, en cuyas
lo inicial del pensamiento de nuestra América vastas y complejas concepciones es imprescin-
en el alba de su primera descolonización. En dible detenerse.
ese pensamiento se manifestaron actitudes “Diseñando la patria del criollo” alude, más
sociales conservadoras, a veces en figuras por que a Benedict Anderson y sus seguidores, al
otra parte ilustres. Tal fue el caso del venezola- título del penetrante libro del guatemalteco
no Francisco de Miranda, el Precursor por an- Severo Martínez Peláez La patria del crio-
tonomasia de la independencia hispanoameri- llo. Ensayo de interpretación de la realidad
cana, sin olvidar a otros como el peruano Juan colonial guatemalteca (San José, Costa Rica,
Pablo Viscardo y el ecuatoriano Eugenio de 1972). Pero voy a tomar en consideración no
Santa Cruz y Espejo. Fue también el caso del al pensamiento de la Guatemala colonial (aun-
mexicano Fray Servando Teresa de Mier. Vale que algo habría que decir sobre José del Valle,
Pensamiento de nuestra América 365

a quien Martínez Peláez juzga con rigor), sino nia (pero de Inglaterra), en vez de los Estados
sobre todo a los de Argentina y Chile, donde Unidos, que él temía que absorbieran a Cuba
después de la independencia fueron notorios (sobre el caso más señalado, el de Argentina,
los intentos por diseñar patrias a la medida del Tulio Halperin Donghi compiló una útil antolo-
criollo: reservando ahora esta última palabra, gía). La fórmula arquetípica de esta cohorte de
en cuyos avatares nos detendremos durante el pensadores bien podría ser el título inicial de la
curso, para el descendiente americano de eu- famosa obra de Sarmiento en torno a Facundo
ropeos que se creía uno de ellos, y en conse- Quiroga: Civilización y barbarie (Valparaíso,
cuencia radicalmente distinto del aborigen, el 1845). El falso dilema reaparecerá más de me-
negro y el mestizo americanos. Tales patrias se dio siglo después en otra obra maestra, esta vez
imaginaron como homólogos o versiones tra- brasileña: Los sertones (Rio de Janeiro, 1902),
satlánticas de países europeos de capitalismo de Euclides da Cunha, quien sin embargo afir-
desarrollado; aunque de este lado del Atlántico ma que la campaña que allí describe, en la cual
existía otro modelo también tentador: el de los la “civilización” derrotó a la “barbarie” en 1897,
Estados Unidos. De ahí el anhelo de procurar- “fue, en la significación integral de la palabra,
se inmigración blanca, es decir europea; y el un crimen”: y lo denunció en su fuerte libro.
haber facilitado la apertura a la condición neo- “O inventamos o erramos” es la desafiante
colonial que usufructuaron nuevas metrópolis: fórmula que estampara en su Sociedades ame-
Inglaterra en primer lugar. Figuras notables (y ricanas (Arequipa, 1828; Lima, 1842) el origi-
no siempre coincidentes) como el venezolano- nalísimo venezolano Simón Rodríguez, y sirve
chileno Andrés Bello, los argentinos Esteban para designar al pensamiento que acompaña
Echeverría, Domingo Faustino Sarmiento y en el tiempo al núcleo del anterior, y lo contra-
Juan Bautista Alberdi, y el chileno José Victo- dice. El joven Bolívar tuvo dos maestros emi-
rino Lastarria fueron pensadores representati- nentes: Bello y Rodríguez. Es simbólico que en
vos de esta tendencia. En ella, en cierta forma, ellos fueran a encarnar sendas maneras bien
cabría adscribir, aunque su país no fuera aún distintas de concebir a la América posterior a
independiente y tuviera otras características, la independencia. Una atiende esencialmente a
al cubano José Antonio Saco, cuyo modelo modelos prexistentes (lo que no significa en ab-
en este Hemisferio fue Canadá, también colo- soluto que carezca de rasgos propios); otra su-
366 Pensamiento anticolonial de nuestra América

braya con energía el necesario invencionismo rica, y acaso del mundo todo. El hecho de que a
(sin dejar por eso de alimentarse de lecciones la vez luchara por independizar a Cuba y Puerto
previas), y no se limita al criollo blanco, sino Rico de España y se apoyara en “los pobres de
que mira también a las otras clases y etnias de la tierra”, contribuyó a darle una envergadura
América. Si Rodríguez puede ser visto como el enorme a su labor. Martí se sintió heredero en
reverso (o el complemento) de Bello, al chile- Cuba de pensadores como Félix Varela y José
no Francisco Bilbao puede vérselo como el de de la Luz y Caballero, y desde luego de los pró-
Sarmiento. No pocos pensadores de la Refor- ceres que iniciaron la guerra por la independen-
ma mexicana que encabezó Benito Juárez (por cia, como Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio
ejemplo, Ignacio Ramírez, Gabino Barreda, Agramonte. Tuvo además convergencias con
Ignacio Manuel Altamirano, sobre todo el más figuras como los puertorriqueños Ramón Eme-
joven y brillante: Justo Sierra), muchos de ellos terio Betances y Eugenio María de Hostos, el
sumados después al porfirismo, oscilaron entre dominicano Máximo Gómez, los cubanos Anto-
ambas posiciones. nio Maceo y Enrique José Varona y, en algunos
“Frente a la nueva metrópoli” se refiere ob- aspectos, el peruano Manuel González Prada;
viamente a la circunstancia de que cuando aún y continuadores inmediatos entre modernis-
no había concluido la independencia de nuestra tas hispanoamericanos como el nicaragüense
América con respecto a metrópolis europeas, Rubén Darío y el uruguayo José Enrique Rodó
otra nueva, los Estados Unidos, empezó a emer- (y en cierta forma el colombiano Baldomero Sa-
ger en este mismo Hemisferio, y fue haciendo nín Cano), quienes a partir de la intervención
cada vez más claro su proyecto expansionista de los Estados Unidos en Cuba, en 1898, se
esbozado en la Doctrina Monroe y armado ya opusieron al expansionismo de aquellos. Esta
de todas sus armas en la primera conferencia última actitud se moverá hacia un antimperia-
panamericana, realizada en Wáshington entre lismo cada vez más explícito en autores como
1889 y 1890. Aunque Bolívar, Bilbao y el pana- el argentino Manuel Ugarte, y encontrará una
meño Justo Arosemena, entre otros, habían an- tribuna privilegiada en el Repertorio America-
ticipado la alarma ante el peligro, correspondió no, del costarricense Joaquín García Monge,
a José Martí ser el primer antimperialista (en el donde junto a otros la chilena Gabriela Mistral
sentido moderno del término) de nuestra Amé- defendería inolvidablemente a Sandino.
Pensamiento de nuestra América 367

“Tras el águila y la serpiente” no remite tanto su vez amplia resonancia; y en cierta forma ani-
al libro del mexicano Martín Luis Guzmán El marían al proceso de afirmación nacionalista
águila y la serpiente (Madrid, 1928) como al vivido por Guatemala entre 1944 y 1954, cuyos
símbolo que es de México, y al gran impacto avatares fueron expresados por autores como
que tuvo la revolución desencadenada en aquel Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón
país a partir de 1910. Las vertientes radicales y Manuel Galich.
de su primer momento se manifestaron en “La utopía de América” nos plantea el pri-
combatientes como Emiliano Zapata y Pancho mer contrapunto mayor en el curso entre lo
Villa e intelectuales como Ricardo Flores Ma- cronológico y lo temático. Pues la utopía está
gón. Encauzada la revolución en beneficio de vinculada a América desde 1492, y (por lo ge-
una burguesía nacional, tuvo alientos todavía neral implícitamente) atraviesa buena parte del
mesiánicos y ya ontologizantes en José Vas- pensamiento americano. Pero entre nosotros
concelos (a cuya intensa gestión de cultura se la idea de la utopía adquiere fuerza particular
deben hechos como el impulso al muralismo); a partir de la tercera década del siglo xx, cuan-
y, tras la consolidación de esa burguesía, se in- do Pedro Henríquez Ureña escribe “La utopía
teriorizó en pensadores como Samuel Ramos de América”, que significativamente publicará
y Octavio Paz: este último realizaría luego en conjuntamente con “Patria de la justicia” (La
prosa brillante una actualizada crítica/defensa Plata, Argentina, 1925). Reyes, el brasileño
del sistema. Pero aquellas vertientes radicales Oswald de Andrade, el argentino Ezequiel Mar-
(que a principios de los años cuarenta, con la tínez Estrada, el cubano José Lezama Lima,
colaboración de republicanos españoles, hicie- Darcy Ribeiro, el mexicano Guillermo Bonfil
ron posible la creación de la revista Cuadernos Batalla, el peruano Alberto Flores Galindo, el
Americanos, bajo la dirección de Jesús Silva paraguayo Augusto Roa Bastos, el venezolano
Herzog) alimentaron, con nuevos puntos de Luis Britto García enriquecerán luego el tema.
vista y rigurosos enjuiciamientos, a sucesivas Este alcanzó una inesperada floración cuando
promociones, de las que son ejemplos Pablo se vivió mundialmente el paso “del socialismo
González Casanova y Alonso Aguilar. Y más científico al socialismo utópico”, para usar el
allá de las fronteras del país, ya habían anima- provocativo título de un trabajo publicado en
do en Nicaragua a Sandino, quien alcanzaría a 1971 por el español-mexicano Adolfo Sánchez
368 Pensamiento anticolonial de nuestra América

Vázquez, aunque no con idéntico sentido al que partir de la década del treinta empezó a experi-
él le dio allí. Pero también conoció una espe- mentar el movimiento comunista internacional
cie de superfetación, pues no todo proyecto es bajo hegemonía estalinista no pudo menos que
necesariamente utópico, ni toda utopía es po- afectar negativamente al marxismo americano,
sitiva: esto último lo vocean, por una parte, las en un proceso que expuso el brasileño-francés
distopías, tan frecuentes desde hace tiempo; y Michael Löwy en su antología sobre aquél (Pa-
por otra, visiones, más que eutópicas, light. rís, 1980). Pero incluso en esas condiciones
Mucho antes de que se diera aquel paso, adversas tal pensamiento nutrió sobre todo a
“surge un nuevo pensamiento social” en nues- estudiosos rebeldes como James, el argentino
tra América, en gran medida por influjo de la Sergio Bagú y el brasileño Caio Prado Jr., y a
Revolución de Octubre de 1917, y requerido grandes escritores (así, el peruano César Va-
por exigencias internas. Se trata de un desarro- llejo, los cubanos Nicolás Guillén y Alejo Car-
llo original del marxismo, que ya había tenido pentier, el brasileño Jorge Amado, el haitiano
adelantados como el chileno Luis Emilio Re- Jacques Roumain, el mexicano José Revueltas,
cabarren, y encontraría voceros en el argenti- Neruda, Césaire). Aunque solo vendría a co-
no Aníbal Ponce (discípulo de su compatriota nocer otro período revolucionario en América
José Ingenieros), los cubanos Julio Antonio tras la victoria cubana de 1959.
Mella y Rubén Martínez Villena, y en especial “La América indígena” es, en todos los sen-
el peruano José Carlos Mariátegui. Sobre todo tidos de la palabra, el sujeto más antiguo de
gracias al último, como se vio en su excelente nuestra América. La invasión europea iniciada
revista  Amauta, este pensamiento, con gran en 1492 y el subsiguiente destrozo de las cultu-
ímpetu y avidez intelectual, voluntad de here- ras que serían llamadas indias sumieron en la
dar ideas a veces muy diversas, y fortalecido en base de la pirámide social a los restos de lo que
polémicas como las sostenidas con el concu- algunos llaman “Preamérica”. Pero ella sobre-
rrente aprismo (fundado por el también perua- vive siglos después de esa catástrofe, y ofrece
no Víctor Raúl Haya de la Torre), se propuso in- cada vez más sus visiones no solo de “venci-
terpretar de modo genuino a nuestra América dos”, para aludir a la conocida antología que
con vistas a transformarla, e hizo notables con- en 1959 publicó en su país el mexicano Miguel
tribuciones. Sin embargo, la osificación que a León Portilla. Si no como sujeto sí como tema,
Pensamiento de nuestra América 369

la encontramos desde los primeros textos re- indios alternativos al proyecto occidental. Sin
lativos a este continente. Desdeñada y comba- ser indios, y con enfoques diversos, autores
tida por los “civilizadores” del siglo xix, fue en como Darcy Ribeiro, el lituano-chileno Alejan-
cambio exaltada y defendida por los radicales dro Lipschütz, la francomexicana Laurette Sé-
de ese siglo, aunque todavía insuficientemen- journé, los mexicanos León Portilla, Ricardo e
te conocida. Con Mariátegui, tras la lección de Isabel Pozas, Luis Villoro, González Casanova,
González Prada, se inició un intento de com- Gilberto López y Rivas y Bonfil Batalla, los cu-
prensión a fondo. Para él, “[l]a solución del bano-mexicanos Alberto Ruz Lhuillier y Calix-
problema del indio tiene que ser una solución ta Guiteras, Galich, el peruano Luis Guillermo
social”, y “[s]us realizadores deben ser los pro- Lumbreras, el dominicano-mexicano Héctor
pios indios”. El peruano José María Arguedas, Díaz Polanco, los argentinos Rodolfo Kusch y
dolorosa criatura entre dos mundos, avanzó Adolfo Colombres, los españoles Xavier Albó
en ese camino, como artista y etnólogo que en y Emilio Serrano Calderón de Ayala (residen-
parte se había formado en el ámbito indígena. tes uno en Bolivia y otro en varios de nuestros
Esta última condición da fuerza particular a países), hacen posible una mejor comprensión
testimonios como los del mexicano Juan Pé- de la martirizada América primigenia, y de las
rez Jolote, el peruano Huillca y en especial la vicisitudes, metas y posibilidades actuales de
guatemalteca Rigoberta Menchú. Y también a sus comunidades.
meditaciones suyas, y de ideólogos como los “El afroamericano, o indígena ‘importado’”
que difundió Bonfil Batalla en Utopía y revolu- es título que alude a la paradójica pero acerta-
ción. El pensamiento político de los indios en da observación de Lipschütz según la cual esa
América Latina (México, 1981): los bolivianos fue la condición del africano traído a América
Fausto y Ramiro Reynaga, los peruanos Gui- como esclavo. Arrojado desde el siglo xvi a la
llermo Carnero Hoke y Virgilio Roel Pineda, el base de la pirámide social, a semejanza del in-
guatemalteco Antonio Pop Caal, el venezolano dio, también él y su descendencia conocerían
Arcadio Montiel, el mexicano Franco Gabriel el desdén de los “civilizadores”, y hasta incom-
Hernández; así como a los documentos de ela- prensiones inesperadas. Salvo en el caso de
boración colectiva recogidos en dicho libro: intelectuales haitianos como Antenor Firmin,
todos tienen en común reclamar proyectos quien impugnó a Gobineau en L’égalité des
370 Pensamiento anticolonial de nuestra América

races humaines [...] (París, 1885), la funda- América “la hora de declarar su segunda inde-
mental contribución del negro a América solo pendencia”; y cuando se sabe también que la
empezó a ser estudiada con profundidad en el Revolución Cubana triunfante en 1959 había
siglo xx, y especialmente a partir de la déca- declarado desde el comienzo de la lucha, a raíz
da del veinte, por autores como los cubanos del 26 de julio de 1953, que el autor intelectual
Fernando Ortiz, Lydia Cabrera y José Luciano de esa lucha era Martí. Fidel Castro, a quien
Franco, los brasileños Nina Rodrigues, Arthur se debe tal declaración, ratificó su filiación
Ramos, Gilberto Freyre y Edison Carneiro, martiana incluso cuando más tarde proclamó
los haitianos Jean Price-Mars y Jean Casimir, el carácter socialista que había asumido la re-
el venezolano Miguel Acosta Saignes. Por lo volución y su adhesión personal al marxismo-
general, estos autores, como los menciona- leninismo, y la ha reiterado siempre. Igualmen-
dos en el acápite anterior, desbordaron en sus te fue ganado por la prédica martiana el Che
trabajos las cuestiones específicas de ambos Guevara, también de pensamiento marxista
acápites: ejemplos superiores de ese desbor- profundamente creador. La fusión del ideario
damiento los ofreció Ortiz. Hay que destacar martiano, en el que la ética ocupa sitio central,
el relevante papel del jamaicano Marcus Gar- con una perspectiva socialista auténtica da
vey, con su consigna dramática de regreso a su impronta particular a la Revolución Cuba-
África de los negros; y los aportes de pensado- na (incluido el pensamiento brotado al calor
res/escritores como los ya nombrados James, de ella), y contribuye a explicar por qué tras
Guillén, Roumain, Césaire, Williams, Alexis, el fracaso del experimento socialista europeo
Fanon, Lamming, Brathwaite, y además hai- no se produjo la caída, anunciada por agoreros
tianos como René Depestre, jamaicanos como de todo tipo, de esta revolución. Además, los
Richard Hart y Rex Nettelford, martiniqueños inicios de la segunda independencia de nuestra
como Édouard Glissant. América incluyen muchas manifestaciones de
“Inicios de la segunda independencia” es un pensamiento vivo que acompaña a intentos
denominación que adquiere su pleno sentido como los de las heroicas guerrillas en varios
cuando se sabe que al comentar/impugnar la países, las experiencias revolucionarias chi-
primera conferencia panamericana, en 1889, lena, granadiense y nicaragüense, y las trans-
Martí exclamó que había llegado para nuestra formadoras en Perú y Panamá; y, más allá de
Pensamiento de nuestra América 371

la política estricta, una literatura y un arte de “Habla la mujer” responde al título de un li-
alto nivel (con sus correspondientes críticas) bro que se mencionará. Solo con la América in-
que merecieron el reconocimiento mundial, la dígena es dable comparar en antigüedad al tema
teoría de la dependencia, la pedagogía del opri- de la mujer aquí. Pero ya se ha dicho que este
mido, la teología y la filosofía de la liberación, no es un curso de temas, sino de pensamiento.
y, al margen de casillas, meditaciones origina- Y no es posible negar que, aunque la cuestión
les, para solo mencionar algunas líneas que de la mujer haya sido considerada desde mu-
ahora es materialmente imposible ejemplificar cho antes (recuérdense aportes como los de la
con nombres: se hará en el curso, desde luego. prodigiosa Sor Juana, la cubana Gertrudis Gó-
Por otra parte, muchos de esos nombres son mez de Avellaneda, los puertorriqueños Hostos
bien conocidos, pues nunca como en la fecha y Luisa Capetillo, la chilena Gabriela Mistral, la
autores de nuestra América han sido tan publi- argentina Victoria Ocampo, la dominicano-cu-
cados, traducidos, galardonados, esculcados (y bana Camila Henríquez Ureña), es en décadas
algunos también asesinados, pero por desgra- recientes cuando el abordaje de tal cuestión
cia los asesinatos, a diferencia de los hechos adquiere en nuestra América, como en el resto
anteriores, son más frecuentes en nuestra his- del mundo, verdadera sistematicidad. Ello se
toria). Las reverberaciones de aquellos inicios ve en trabajos como los de la argentina Isabel
no se han extinguido. Pero al capítulo esperan- Larguía y su compañero el estadunidense John
zador abierto en 1959 lo han seguido capítulos Dumoulin (trabajos que me complace recordar
sombríos, y la hegemonía de la derecha en el que empezaron a publicarse en 1971 en Casa
planeta. Sería pues ridículo ejercer el panglo- de las Américas), la mexicana Rosario Caste-
sianismo. Más ridículo aún, sin embargo, sería llanos, la chilena Julieta Kirkwood, la brasile-
entregarse a la desesperanza que ha estado de ña Heloísa Buarque de Hollanda; los recogidos
moda, y dar por muertas las cosas en cuyo de- en volúmenes colectivos como La sartén por
ceso afirman creer los ruidosos ideicidas do- el mango (ed. por Patricia Elena González y
mesticados que acompañan en el papel a los Eliana Ortega, Río Piedras, Puerto Rico, 1984)
homicidas y a sus patronos. La historia, que por y Escribir en los bordes (comp. por varias, San-
cierto en español es mujer, está bien lejos de tiago de Chile, 1990), y en revistas especializa-
haber concluido. das como fem, de México, una de cuyas fun-
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dadoras, la guatemalteca Alaide Foppa, estaría mujer habla, como lo ejemplifican con valor y
entre las desaparecidas y los desaparecidos en originalidad las Madres y Abuelas de la Plaza
su país. La cubano-americana Ofelia Schutte de Mayo en Argentina, y obliga a escuchar.
dedicó un capítulo a “Identidad cultural, libe- América en la historia es el título de un li-
ración y teoría feminista” en su libro Cultural bro que en 1957 publicó Zea en México. Aquí,
Identity and Social Liberation in Latin Ame- la denominación apunta a esa y otras obras que
rican Thought (Albany y Nueva York, 1993); y han pensado la historia, con originalidad, des-
la chilena Lucía Guerra ofreció una visión de de nuestra América. Es el caso, para mencionar
conjunto en La mujer fragmentada: Historias algunas, de Capitalismo y esclavitud (North
de un signo (La Habana, 1994). Además, hace Carolina, 1944), de Eric Williams; Discurso so-
algún tiempo hay entre nosotros/nosotras un bre el colonialismo (París, 1950), de Césaire;
auge de la narrativa de mujeres (de quienes La invención de América. El universalismo
también se hablará en el curso), con su corres- de la cultura de Occidente (México, 1958), del
pondiente crítica: la admirable poesía de ellas mexicano Edmundo O’Gorman; Los condena-
ya era bien conocida. En cuanto a las mujeres dos de la tierra (París, 1961), de Fanon; El si-
“no intelectuales” (si ello existe, lo que Gram- glo de las luces (México, 1962), de Carpentier;
sci puso en duda con referencia a los seres hu- El proceso civilizatorio. Etapas de la evolu-
manos en general), ¿qué decir de obras como el ción sociocultural (Rio de Janeiro, 1968), de
extraordinario testimonio donde la trabajado- Darcy Ribeiro; Cómo Europa subdesarrolló a
ra boliviana Domitila Barrios de Chúngara, de África (Dar es Salaam, 1972), del guyanés Wal-
la mano de la investigadora brasileña Moema ter Rodney; The Darker Side of the Renaissan-
Viezzer, expresa: “Si me permiten hablar”. [...] ce. Literacy, Territoriality, and Colonization
(México, 1977)? Este libro llevó a nadie me- (Ann Arbor, 1995), de Mignolo. Probablemente
nos que la inglesa Jean Franco a dar el título en este haz es donde deben ser incluidas obras
“Si me permiten hablar: la lucha por el poder de los autores de lo que el chicano José David
interpretativo”, a un seminal ensayo que leyó Saldívar, en The Dialectics of Our America [...]
en la Casa de las Américas y publicamos en el (Durham y Londres, 1991), llamó “la escuela de
número 171 (noviembre-diciembre de 1988) de Caliban”, y sobre la cual no puedo extenderme
la revista homónima. Hay que subrayar que la por razones que espero sean comprensibles. La
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mención del chicano Saldívar lleva a recordar pero sí, indudablemente, una era histórica, lle-
que nuestra América vive hoy también, repre- vó, por una parte, a retrocesos como una ver-
sentada por millones de sus hijas e hijos, en los bosa derechización que implica un renacido
Estados Unidos, donde se calcula que para me- y crudo anticomunismo, y un neoliberalismo
diados del siglo xxi más de la mitad de sus ha- depredador cuyo intento es volver a colonizar-
bitantes tendrán orígenes no estadunidenses. nos; y por otra (aunque no faltaron las coin-
Incluso por esa presencia en la Roma america- cidencias), provocó una suerte de orgía más
na o en las entrañas del monstruo, para usar bien perpleja de pos(t)ismos. Balances recien-
dos imágenes de Martí; por el traslado allí de tes de estos (ya hay también un pasado de los
una frontera imperial similar a la que mencionó pos) se hallan en compilaciones como Posmo-
Bosch, nuestra América se hace y se hará sen- dernidad en la periferia. Ensayos latinoame-
tir en la historia, participando en impredecibles ricanos de la nueva teoría cultural (Berlín,
hibridaciones. 1994), realizada por Hermann Herlinghaus y
“Algo sobre los pos/tres” podría ser ese fin Monika Walter, y The Postmodern Debate in
de fiesta con toda la banda que anunciaban los Latin America (Durham y Londres, 1995), edi-
viejos circos, o un reparto de dulces. Pero el tada por John Beverley, Michael Aronna y José
énfasis se pondrá, inevitablemente, en algunos Oviedo. Como siempre, habrá que separar la
“pos”. Destapé la caja de Pandora al citar en las paja del grano, distinguir los ecos miméticos
primeras líneas a obras donde se menciona el de las elaboraciones auténticas; y mantener
poscolonialismo. Una conferencia ofrecida en enhiesta la certidumbre de que no solo no
1993 por la canadiense Linda Hutcheon lleva ha concluido la historia, sino tampoco lo ha
el título, tan grato para quienes somos lecto- hecho la prehistoria. Por ahora, de modo sig-
res de novelas policiales, de “The post always nificativo, solo dos nuevos pensadores nues-
rings twice: the postmodern and the postco- tros han alcanzado en estos años resonancia
lonial” (Textual Practice, Vol. 8, Nº 2, Verano mundial: Rigoberta Menchú, de Guatemala, y
de 1994). Una cosa lleva a otra. Y a otras. La el subcomandante Marcos, de Chiapas, Méxi-
evidencia de que antes de que concluyera “el co. Una mujer y un hombre, como en los mi-
corto siglo xx, 1914-1991” (Eric Hobsbawm, tos del inicio, valiéndose del primer idioma de
Londres, 1994) había finalizado no la historia, procedencia europea traído a este Hemisferio,
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defienden “con corazón”, como me escribió Ri- llamando el mundo posoccidental, en el que
goberta, a descendientes directos de la Améri- deben concurrir las metas inalcanzadas, la au-
ca que no empezó a ser descubierta sino des- dacia epistemológica y la humildad ontológica
garrada en 1492. Esa lucha involucra a todas y del ecosistema que es la humanidad, si esta ha
a todos los que creemos en la arriesgada pero de sobrevivir (lo que desde luego no es segu-
digna ocasión que es nuestra matria América; ro). Nicolás Guillén había escrito en su Elegía
a quienes nos sentimos viviendo más que una a Jacques Roumain (La Habana, 1948): “El
época pos, una época pre: o, si se quiere, las pasado pasado no ha pasado. / La nueva vida
arduas vísperas de lo que hace décadas vengo espera nueva vida”.

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