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JURISPRUDENCIA

Roj: SAP MU 2020/2017 - ECLI: ES:APMU:2017:2020


Id Cendoj: 30030370032017100358
Órgano: Audiencia Provincial
Sede: Murcia
Sección: 3
Fecha: 27/09/2017
Nº de Recurso: 86/2017
Nº de Resolución: 399/2017
Procedimiento: Recurso de apelación. Juicio rápido
Ponente: ALVARO CASTAÑO PENALVA
Tipo de Resolución: Sentencia

AUD.PROVINCIAL SECCION N. 3
MURCIA
SENTENCIA: 00399/2017
-
1- SCOP AUDIENCIA, TLF: 968 229156, FAX: 968 229278
2- EJECUCION TLF: 968 271373 FX: 968 834250
Teléfono: 0
Equipo/usuario: JSF
Modelo: 213100
N.I.G.: 30030 48 2 2017 0000601
RJR APELACION JUICIO RAPIDO 0000086 /2017
Delito/falta: V.DOMÉSTICA Y DE GÉNERO.LESIONES/MALTRATO FAMILIAR
Recurrente: Cristobal
Procurador/a: D/Dª JOSE MIGUEL HURTADO LOPEZ
Abogado/a: D/Dª ANTONIO SEGURA MELGAREJO
Recurrido: MINISTERIO FISCAL, Fidela
Procurador/a: D/Dª , INMACULADA CONCEPCION GIMENEZ GARCIA
Abogado/a: D/Dª , FRANCISCO HERNANDEZ LOPEZ
Rº. Apelación RJR 86/2017
Penal UNO Murcia
Juicio Rápido 248/2017
SENTENCIA
NÚM. 399 /17
ILMOS. SRS.
D. JOSÉ LUIS GARCÍA FERNÁNDEZ
PRESIDENTE
D. ÁLVARO CASTAÑO PENALVA(Pon)

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JURISPRUDENCIA

Dª. CONCEPCIÓN ROIG ANGOSTO


MAGISTRADOS
En la ciudad de Murcia, a 27 de septiembre de 2017.
Habiendo visto en grado de apelación la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Murcia el presente
rollo por virtud del recurso interpuesto contra la sentencia dictada por el juzgado en el procedimiento supra
referenciado, por delito de amenazas en el ámbito familiar, en el que intervienen, como apelante, el acusado D.
Cristobal , representado por el procurador D. José Miguel Hurtado López y defendido por el letrado D. Antonio
Segura Melgarejo; y como apelados el Ministerio Fiscal, y la acusación particular Dª. Fidela , representada por
la procuradora Dª. Inmaculada Giménez García y defendido por el letrado D. Francisco Hernández López. Es
ponente el magistrado D. ÁLVARO CASTAÑO PENALVA, que expresa la convicción del tribunal.

ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- El juzgado citado dictó en los referidos autos sentencia con fecha 6 de junio de 2017 , sentando
como hechos probados los siguientes:
«Que Cristobal , mayor de edad, con DNI NUM000 y sin antecedentes penales, se hallaba casado con Fidela
desde hace veintidós años, y fruto de esa relación tenían un hijo en común de diecisiete años.
El día 25 de Mayo de 2017, sobre las 09.00 horas, se inició una discusión verbal entre el matrimonio, en el
domicilio familiar, sito en C/ DIRECCION000 de Murcia, motivada por temas económicos. En el trascurso de
la misma, el acusado, que se negaba a que su esposa pidiera dinero a sus suegros, queriendo imponer su
voluntad, y guiado por ánimo de menoscabar la integridad psíquica de ésta e infundirle temor, le manifestó:
"te mato, te mato", al tiempo que la cogía del cuello intentando introducirle la cabeza en el fregador, y solo
cesando en su actitud ante la presencia del hijo de la pareja, que acudió ante los gritos que escuchaba».
SEGUNDO.- Así mismo, dictó el siguiente fallo:
«Que debo condenar y condeno a Cristobal como autor criminalmente responsable del delito de AMENAZAS
EN EL AMBITO FAMILIAR ya definido, a la pena de SESENTA DÍAS DE TRABAJOS COMUNITARIOS (y caso de
que no se aceptara su realización: NUEVE MESES DE PRISIÓN), con privación del derecho a la tenencia y porte
de armas por tiempo de un año y nueve meses y prohibición de acercamiento y comunicación con Fidela por
el mismo tiempo, y la imposición de las costas del presente procedimiento.
Las medidas de alejamiento y no comunicación, y privación del derecho a la tenencia y porte de armas, deben
mantenerse durante la tramitación de los recursos que puedan presentarse en esta causa».
TERCERO.- Dicha resolución fue impugnada en la forma descrita en el encabezamiento. Tras los oportunos
traslados y repartos, se remitieron las actuaciones a esta Sección 3ª de la Audiencia Provincial de Murcia
donde se registraron y formó el correspondiente rollo, recibiéndose en esta UPAD el día 26 de los corrientes,
procediéndose el día de hoy a su deliberación, votación y fallo por la sala.
CUARTO.- En la sustanciación de ambas instancias se han observado las prescripciones legales.

HECHOS PROBADOS
ÚNICO.- Se acepta y da por reproducida la declaración de hechos probados de la sentencia recurrida.

FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- La resolución apelada condena al ahora recurrente como autor de un delito de amenazas en el
ámbito familiar del art. 171.4º CP . El primer motivo de discrepancia que plantea el condenado ante esta
alzada concierne a la valoración de la prueba que la misma contiene. La sentencia otorga plena credibilidad al
testimonio de la víctima porque entiende que cumple todos los requisitos que la jurisprudencia viene exigiendo,
particularmente razona que:
a) No hay motivos de incredibilidad subjetiva por cuanto no advierte indicadores para pensar que aquella
quisiera perjudicar al acusado. Destaca que tras el incidente ella no fue a comisaria, sino a visitar a su
psiquiatra, y en el acto del juicio insistió en que ella lo que quería realmente era «arreglar las cosas», admitiendo
también que estaban muy mal desde que el acusado está en el paro.

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b) Respecto a la verosimilitud, su declaración pareció absolutamente sincera, sin contradicciones. Rechaza


el alegato de la defensa sobre su enfermedad mental, que le llevaría a magnificar los problemas, o a creer
cosas que no son realmente o que no han ocurrido, porque la documentación médica aportada revela que
estaba cumpliendo el tratamiento: «se encuentra estable, sin clínica desde hace años, y con buena adherencia
al tratamiento... mantiene un juicio de realidad conservado».
c) Concurren corroboraciones periféricas que lo confirman, como la declaración de los agentes que
intervinieron, quienes explicaron en el juicio que la señora «tenía miedo» de su marido; y el hecho de que ella
se marcharse inmediatamente a pedir ayuda a su psiquiatra, que ante la situación de miedo que presentaba
optó directamente por llamar a la policía.
d) Pondera poco creíble la versión del denunciado, primero, cuando alegó que hubo una discusión fuerte, pero
no supo concretar en qué consistió, salvo que ni amenazó ni agredió a su esposa; y segundo, cuando sostuvo
que él pretendía utilizar el dinero de la beca de su hijo, afirmación que no fue confirmada por este, que se
acogió a su derecho a no declarar, en un indudable intento de no colaborar en la condena a su padre.
e) Finalmente, rechaza otorgar trascendencia a las alegaciones de la defensa. Sobre el hecho de que se
aludiese por primera vez en el juicio a que el fregadero donde D. Cristobal quería meter la cabeza de la
denunciante estaba lleno de amoniaco porque hay que entender que el fregadero estaría con agua mezclada
con amoniaco, y no lleno de esta última sustancia, ello unido a que la denuncia versaba por amenazas, no por
lesiones ni malos tratos. Y sobre la ausencia de lesiones en la denunciante, porque carece de relevancia por
las mismas razones que en caso anterior, porque la denuncia es solo por decirle a su esposa te mato, cogerla
del cuello y hacer como que se le va a meter en el fregadero.
SEGUNDO.- Frente a tal valoración, el recurso insiste en que debe prevalecer la que propone el recurrente, que
puede sintetizarse en:
a) La testigo-víctima, a consecuencia del estado de grave deterioro por el que atraviesa la relación matrimonial
que mantienen ambos desde hace más de 22 años, agravados por la asfixiante y humillante situación laboral
y de precaria economía familiar sufrida durante los últimos años, ha redundado en un empeoramiento de su
estabilidad emocional, se encuentra bajo tratamiento desde hace muchos años de un trastorno mental de
psicosis atípica y un trastorno esquizoafectivo, que consta acreditada documentalmente de forma objetiva en
los diversos informes médicos aportados, por lo que pudo haber actuado movida por algún ánimo o interés
que le pudo hacer delirar e imaginar cosas que no sucedieron en la realidad. Pese a lo que ella dice, pudo no
haber tomado la medicación la mañana de los hechos, ello unido a la concurrencia de cambio estacional, que
acentuaba su desequilibrio.
En relación con lo anterior, destaca:
i) el informe emitido en fecha 14 de marzo de 2012 por el IMAS de la Comunidad Autónoma de la Región de
Murcia, que le diagnostica un trastorno mental de psicosis;
ii) en el informe médico de 18 de septiembre de 2000 (tras un ingreso hospitalario de 14 días) emitido por el
Servicio de Psiquiatría del Hospital Morales Meseguer de Murcia se indicaban como síntomas a considerar:
«La paciente... con mucha angustia y miedo... muy inquieta, diciendo que la gente la mira y comenta cosas de
ella. Piensa que su familia le oculta lo que le está sucediendo y habla a sus espaldas... Se muestra disfórica
e irritable. Refiere ánimo triste... Presenta ideas de muerte pero no de autolisis... Dice que escucha voces que
no reconoce que se dirigen a ella para recordarle cosas»;
iii) en los informes clínicos de 11 de febrero de 2004 y, especialmente, en el de 27 de marzo de 2003 emitidos
por el Servicio Psiquiátrico del Hospital Virgen de La Arrixaca de Murcia, se reincide en detalles sobre la
sintomatología de la enfermedad que padece: «...humor expansivo, irritabilidad, ideas extrañas respecto a su
marido que no es su marido... pérdida de apetito, hiperactividad, no quiere engordar... hilaridad insulsa, no
conciencia de enfermedad, posible ideación delirante, aunque niega alucinaciones o delirios, suspicacia»;
iv) la medicación prescrita en sus tratamientos es muy potente: Risperdal, Akineton, Valium, Duphalac,
Dormodor, Rivotril, Zyprexa y Plenur;
Apunta también que la reticencia de la denunciante a aportar su documentación médica a la causa (lo hizo en
el juicio oral pese a que ya se la pidió la policía y el recurrente en su escrito de defensa) ha de ser valorada e
interpretada en sentido negativo para la acusación.
b) Frente a las amenazas denunciadas, el Sr. Cristobal ha contradicho y negado la realidad de las mismas,
además, carece de antecedentes policiales o penales, no tiene causas pendientes con la Justicia, así como no
ha sido denunciado en otras ocasiones, anteriores o posteriores. Todo ello ha de ser debidamente valorado en

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su favor, sin que por el mero hecho de que la denuncia haya sido ratificada en el acto de juicio sea suficiente
para condenarle por los hechos de que venía siendo acusado.
c) No constan indicios ni pruebas de ningún tipo (fundamentalmente testificales objetivas y creíbles)
suficientes, válidas y respetuosas con el principio de presunción de inocencia para que se considere la
concurrencia de datos objetivos periféricos que sustenten la verosimilitud de lo expresado por la testigo-
denunciante. En especial:
i) resulta llamativo que en la denuncia se mencione que es agarrada del cuello, y sin embargo no existe ningún
parte de lesiones, a pesar de que tras la discusión la testigo se marchó directamente al hospital;
ii) el apelante fue detenido por agentes de la policía en las inmediaciones del centro hospitalario donde se
hallaba la denunciante, precisamente porque ella contactó telefónicamente con él, a fin de que junto al hijo
en común fueran al hospital, lo que no resulta coherente si realmente hubiera proferido amenazas o hubiese
perturbado la tranquilidad en su ánimo;
iii) no es lógico que si D. Cristobal hubiera amenazado a su esposa permaneciese en el lugar y esperase a
la policía;
iv) si las amenazas fueron vertidas en alta voz, resulta curioso que no se presenten testigos del edificio.
d) No puede hablarse de persistencia en la incriminación por el mero hecho de que ratifique la denuncia
formulada unos días antes, ello unido a que la actuación de la denunciante adolece de ciertas ambigüedades
y contradicciones, como el dato novedoso introducido en el plenario sobre el amoníaco que contenía el
fregadero donde supuestamente el apelante pretendió introducir la cabeza de la denunciante.
e) D. Cristobal ha sido coherente, carente de contradicciones y contundente en la negativa de las amenazas
durante su declaración; y no es inverosímil la explicación ofrecida en su declaración en el sentido de que la
discusión económica giraba en torno a pedirle el dinero de la beca de estudios del hijo. Lamenta que este se
acogiese a su derecho a no declarar porque hubiese corroborado la inexistencia de amenazas y aquel extremo.
TERCERO.- Centrado el primer motivo del recurso en los expuestos términos, cabe avanzar que el mismo
no puede prosperar. Lo que pretende el recurrente es que prevalezca su valoración probatoria frente a la
del tribunal sentenciador, lo que en el estado actual de la jurisprudencia no es bastante para obtener la
pretendida revocación. En sede de apelación las facultades revisoras del tribunal ad quem están seriamente
limitadas desde la sentencia Tribunal Constitucional 167/02 , en la lógica medida que un tribunal que no ha
presenciado el juicio no puede ejercer con mínimas garantías su función fiscalizadora, debiendo partir su tarea
necesariamente de las ponderaciones de quien ha sido destinatario inmediato de las pruebas, excediéndose
en su cometido si se pronunciase sobre la trascendencia de aquéllas sin haber observado directamente cómo
y qué explicación daban a las mismas los distintos sujetos que depusieron. De este modo, la audiencia se ha
de limitar a comprobar que el proceso de inferencia deviene razonado y razonable, lo que es suficiente para
que prevalezca sobre las apreciaciones de las partes o, dicho de otro modo, el recurso sólo será viable cuando
aporte argumentos y evidencias reveladoras de un razonamiento irracional, absurdo, ilógico o contrario a las
máximas de la experiencia, lo que aquí no sucede.
La sentencia combatida apoya su convicción de autoría en razonables argumentos, que se dan nuevamente
por reproducidos y que no vienen debilitados por los alegatos del apelante. Este tribunal se ha permitido
transcribir (en el fundamento jurídico anterior) la totalidad de las discrepancias probatorias que contiene el
recurso para evidenciar que en el fondo este no es otra cosa que una propuesta de valoración acorde con
los intereses del recurrente. La realidad es que la sentencia formula un juicio probatorio aceptable, pues se
fundamenta en la declaración de la víctima, de la que no se ha demostrado albergue ningún ánimo espurio,
de venganza o resentimiento distinto al provocado por los hechos enjuiciados; su testimonio es persistente y
viene corroborado por el de los policías que la asistieron, su asistencia al hospital y a su psiquiatra después de
los hechos. Además, se aporta un móvil o razón para justificar el incidente, y la sentencia analiza la documental
médica, valorando muy especialmente la situación y evolución el día de los hechos, no habiendo razones para
pensar que ese concreto día no se tomó la medicación ni que sufría un brote, máxime cuando no consta que
su psiquiatra lo detectase; amén de que no todo agarrón en el cuello deja evidencias objetivas o lesiones.
Con todo ello la conclusión condenatoria está justificada. Se trata de un juicio de inferencia cabal, coherente,
sensato y ajustado a las máximas de la experiencia y la lógica que desvirtúa la presunción de inocencia.
CUARTO.- Se aduce en segundo término la infracción del art. 171.4 CP , por dos razones. De un lado, porque no
concurre el carácter de seriedad y gravedad que es exigible acreditar, puesto que tras 22 años de matrimonio, y
aunque existan los lógicos problemas derivados de una prolongada convivencia marital, nunca había existido
denuncia formulada por la Dª. Fidela , ello unido a que la actitud mostrada por ella con posterioridad a los

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hechos denunciados no denotan temor. Y de otro, porque la conducta no ha estado propiciada o movida con
un dolo o ánimo de subyugación machista.
Tampoco ha de prosperar. El alegato está a estas alturas desfasado. Este tribunal viene reiterando que para la
viabilidad de los delitos relativos a la violencia de género solo es necesario, como dijimos en nuestra sentencia
de 10 de enero de 2014 (ponente Sr. Castaño Penalva), que:
«La conducta del varón constituya expresión de una voluntad de sojuzgar a la pareja o de establecer o mantener
una situación de dominación sobre la mujer, colocándola en un rol de inferioridad y subordinación en la relación,
con grave quebranto de su derecho a la igualdad, a la libertad y al respeto debido como ser humano en sus
relaciones sentimentales, insistiendo también este tribunal en que el elemento cabe deducirlo del relato de
hechos probados y, particularmente, de aquellos datos, gestos, expresiones o situaciones que evidencien
dominación, superioridad, menosprecio o humillación a la condición de la mujer».
En el mismo sentido en nuestra sentencia de 24 de enero de 2014 (ponente Sr. Del Olmo Gálvez) afirmábamos
que:
«Ante el recurso planteado procede reafirmar que esta Sección Tercera de la Audiencia Provincial de
Murcia entiende inexcusable la concurrencia en el comportamiento enjuiciado de esa manifestación de
dominación/ subyugación/ imposición/menosprecio por parte del varón sobre la mujer, sin que sea necesario
o indispensable una mención o expresión literal de su concurrencia, siendo suficiente que el contexto y las
circunstancias recogidas en el relato fáctico, analizadas de modo combinado con la fundamentación jurídica
de la sentencia, reflejen con claridad la proyección de esa manifestación».
La postura expuesta es coherente con la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Por su claridad y elocuencia,
destaca el F.J. séptimo del auto de 31 de julio de 2013 (pte. del Moral García):
«Ahora bien eso no se traduce en un inexigible elemento subjetivo del injusto que es lo que hace a juicio de este
instructor de manera improcedente, la tesis interpretativa que antes se ha expuesto. No es algo subjetivo, sino
objetivo, aunque contextual y sociológico. Ese componente "machista" hay que buscarlo en el entorno objetivo,
no en los ánimos o intencionalidades. Cuando el Tribunal Constitucional exige ese otro desvalor no está
requiriendo reiteración, o un propósito específico, o una acreditada personalidad machista. Sencillamente está
llamando a evaluar si puede razonablemente sostenerse que en el incidente enjuiciado está presente, aunque
sea de forma latente, subliminal o larvada, una querencia "objetivable", dimanante de la propia objetividad de
los hechos, a la perpetuación de una desigualdad secular que quiere ser erradicada castigando de manera
más severa los comportamientos que tengan ese marco de fondo.
En este caso el contexto comporta ese componente; más allá de las intencionalidades concretas o de la
personalidad del autor, o de la forma en que se desencadena el episodio concreto. Lo relevante es que
es un incidente sobrevenido en el marco claro de unas relaciones de pareja rotas y con motivo de su
ruptura. No hace falta un móvil específico de subyugación, o de dominación masculina. Basta constatar
la vinculación del comportamiento, del modo concreto de actuar, con esos añejos y superados patrones
culturales, aunque el autor no los comparta explícitamente, aunque no se sea totalmente consciente de ello o
aunque su comportamiento general con su cónyuge, o excónyuge o mujer con la que está o ha estado vinculado
afectivamente, esté regido por unos parámetros correctos de trato de igual a igual. Si en el supuesto concreto
se aprecia esa conexión con los denostados cánones de asimetría (como sucede aquí con el intento de hacer
prevalecer la propia voluntad) la agravación estará legal y constitucionalmente justificada».
El expuesto criterio ha sido confirmado por la sentencia del Tribunal Supremo de 26 de diciembre de 2014
cuando afirma que:
«Es verdad que de acuerdo con la jurisprudencia constitucional para la aplicación del art. 153.1 CP se exige un
sustrato que ponga de manifiesto que la agresión, se enmarca en el contexto de una reprobable concepción
implantada en ámbitos culturales o sociales de predominio del varón sobre la mujer. Pero eso no significa que
sea necesario un elemento subjetivo peculiar o un dolo específico. La presunción juega en sentido contrario.
Sólo si consta o hay evidencias de que el episodio, concreto o reiterado, de violencia es totalmente ajeno a
esa concepción que ha estado socialmente arraigada, y que la agresión o lesión obedece a unas coordenadas
radicalmente diferentes, no habría base para la diferenciación penológica y habrá que castigar la conducta
a través de los tipos subsidiarios en que la condición de mujer del sujeto pasivo no representa un título de
agravación penológica. Pero en principio una agresión en ese marco contextual per se y sin necesidad de
prueba especial está vinculada con la concepción que el legislador penal se propone erradicar o al menos
reprobar... en general se puede estar conforme en entender que a raíz de tal pronunciamiento no serán
sancionables por la vía del art. 153.1º episodios desvinculados de esas pautas culturales de desigualdad que

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se quieren combatir (por buscar un ejemplo claro e indiscutible: agresión recíproca por motivos laborales de
dos compañeros de trabajo que estuvieron casados mucho tiempo antes)».
En línea con lo expuesto, este tribunal no precisa de ánimo específico alguno para fundamentar la condena
por los ilícitos relativos a la violencia de género, sino una conducta que objetivamente valorada denote
connotaciones degradantes y/o de subyugación anejas a la amenaza, coacción, maltrato o lesión del varón
a la mujer. De esta suerte, muy pocas conductas quedan ya fueran de los tipos penales analizados, como la
riña mutuamente aceptada o las que se desarrollan en un plano de reciprocidad e igualdad o no responden al
designio de imponer a la mujer una determinada voluntad.
Tales exigencias se cumplen en el caso analizado. La conducta descrita en el relato de hechos probados revela
el empleo de la amenaza como manifestación de una pretendida preeminencia, un afán de imponer su voluntad
y una falta de respeto hacia la mujer que son típicos del delito objeto de condena.
Finalmente, sobre la seriedad de la amenaza, baste recordar las testificales de los agentes cuando relatan el
miedo que advirtieron en la víctima.
QUINTO.- El último motivo versa sobre la pena accesoria de prohibición de acercamiento y comunicación a
Dª. Fidela por tiempo de un año y nueve meses. Estima el recurso que se ha aplicado de forma indebida,
contraviniendo el art. 57 CP porque:
i) la conducta del apelante no ha estado movida con un dolo o ánimo de subyugación machista;
ii) la pena no se ha de aplicar de manera automática, por el mero hecho de que la presunta víctima sea una
mujer y tenga o haya tenido una relación matrimonial o de análoga afectividad;
iii) no consta acreditada u objetivada la gravedad de la situación, antes al contrario, el informe policial que obra
en el atestado alude a un perfil de riesgo medio en cuanto a la peligrosidad de los hechos y la personalidad del
denunciado, ello unido a que se trata de la primera y única denuncia que se ha formulado frente al Sr. Cristobal
después de tantos años de matrimonio, amén de que no ha existido agresión o amenaza de mal inminente
para la vida y la integridad física de la denunciante;
iv) si se mantiene esta pena se estaría abocando al apelante a malvivir de la caridad y sin un techo donde
cobijarse;
v) para el delito de amenazas no está prevista la imposición de la pena accesoria, según se desprende del
art. 57.
El alegato debe seguir igual suerte adversa que los anteriores. Contrariamente a lo que se alega la prohibición
impugnada es de aplicación obligada porque así lo impone el art. 57.2 CP , hallándose comprendido el delito
de autos en su apartado primero, en cuanto delito contra la libertad (art. 171.4), según reza la rúbrica del Título
VI, dentro del cual se encuentra.
Por último, debe recordarse que la prohibición de aproximación y comunicación responde a la teleología
de proteger a la víctima y sus bienes jurídicos personales, amén de su tranquilidad y seguridad, de nuevos
atentados provenientes del condenado, de ahí que como cualquier pena que requiere de individualización ha de
guardar la adecuada proporcionalidad, que se determinará atendiendo al ilícito y al cúmulo de circunstancias
concurrentes (personales, familiares, espaciales, temporales, etc.) que sean expresivas del riesgo que la
justifica o, en otras palabras, observar todos aquellos datos de los que pueda deducirse un pronóstico de
comportamiento futuro que revele la probabilidad de comisión de una nueva infracción penal contra la misma
agraviada o incluso simples intentos de perturbar su cotidiano sosiego. De acuerdo con estos referentes,
coincidimos con la resolución apelada en que el periodo fijado es acorde con la gravedad de la conducta
(amenazas leves de muerte en el seno de la violencia de género no exenta de violencia física), reveladora
de afán de control sobre la víctima y de riesgo de que puedan repetirse en un futuro, dato confirmado por el
informe policial que lo califica de medio.
VISTOS los preceptos legales citados en la sentencia y demás de general y pertinente aplicación, en nombre
de su majestad el rey D. Felipe VI de España,

FALLAMOS
Desestimar el recurso de apelación supra referenciado y, en consecuencia CONFIRMAR dicha resolución,
declarando de oficio las costas causadas en este recurso.
Notifíquese la presente resolución y llévese certificación de la misma al rollo de esta sala y a los autos del
juzgado, al que se devolverán para su ejecución y cumplimiento.

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De conformidad con los arts. 847.1.b ) y 849.1, LECrim , contra esta sentencia cabe recurso de casación dentro
de los cinco días siguientes a la última notificación. Para su admisión a trámite ha de reunir las tres exigencias
establecidas en el Acuerdo del Pleno no jurisdiccional de la Sala 2ª del Tribunal Supremo de 9 de junio de 2016
y en consecuencia es preciso que los recursos: 1) Se funden en la infracción de un precepto penal de carácter
sustantivo u otra norma del mismo carácter (no pueden alegar infracciones procesales o constitucionales); 2)
Respeten los hechos probados de la sentencia recurrida; y 3) Tengan interés casacional, lo que solo es posible
cuando el recurso justifique cualquiera de estas tres situaciones: a) Que la sentencia recurrida se oponga
abiertamente a la doctrina jurisprudencial emanada del Tribunal Supremo; b) Resuelva cuestiones sobre la que
exista jurisprudencia contradictoria de las audiencias provinciales; o c) Aplique normas que no lleven más de
cinco años en vigor siempre que, en este último caso, no existiese una doctrina jurisprudencial del Tribunal
Supremo ya consolidada relativa a normas anteriores de igual o similar contenido.
Así, por esta nuestra sentencia, definitivamente juzgando, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.

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