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El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos

Al Staff Excomulgado: Electra Elefteriou,


Mdf30y por la Traducción, Alie por la Correción
de la Traducción, Taratup por la Corrección y
Laavic por la Diagramación y Lectura Final de
este Libro para El Club De Las Excomulgadas…

Darren G Burton - Acosadora Sexual


A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que
nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras
Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan
siempre. A Todas….

¡¡¡Gracias!!!

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El Club de las Excomulgadas

Argumento
La vida de Ryan es sosa y aburrida. Es decir, hasta que la misteriosa M llega a ésta.

La vida de Ryan pasa de mundana a emocionante cuando una admiradora secreta


comienza a dejar mensajes en su coche y a enviarle mensajes de correo electrónico
lascivos. Ella lo llama para tener sexo telefónico, con la promesa de conocerse en
persona.

¿Conocerá finalmente Ryan a la misteriosa M y descubrirá su verdadera identidad?


Y, ¿qué actos promiscuos tendrá ella guardados para él cuando se encuentren?

Darren G Burton - Acosadora Sexual


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El Club de las Excomulgadas

Acosadora Sexual

El sol estaba comenzando a ponerse bajo el horizonte occidental cuando Ryan salió
de la oficina el jueves y caminó por el aparcamiento en dirección a su vehículo.

A los cuarenta y tres y después de muchos años en el mismo campo, se estaba


aburriendo bastante con su trabajo como asesor financiero para pequeñas empresas.
Parecía la misma rutina todos los días. Llegar a la oficina a las ocho y media, tomar
un café, sentarse en su escritorio y repasar sus citas. Luego, durante todo el día, una
tras otra, él se reuniría con sus citas y prácticamente les daría el misma discurso

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sobre cómo manejar mejor los negocios y finanzas, con la esperanza de llevarles a
tener mayores ganancias.

En su vida personal, había estado casado y se divorció dos veces. En este momento
estaba solo. Sin novia. Ninguna aventura ocasional. Nada.

La vida era aburrida. Necesitaba alguna emoción inyectada en su vida antes de


entrar en coma.

Mientras caminaba por el asfalto, soltó su corbata. Odiaba las corbatas. Adoraba
usarlas cuando era más joven. Le hacían sentirse importante y profesional. Ahora,
teniendo la tira del material alrededor de su cuello, de alguna manera era el símbolo
de estar atrapado en un estilo de vida dentro del cual ya no quería estar.

El BMW negro emitió una señal sonora y los intermitentes brillaron cuando Ryan
accionó el botón del mando a distancia en su dirección. Abrió la puerta trasera y
arrojó el maletín en el asiento. Allí se detuvo un segundo, se arrancó la corbata y la
tiró al asiento también. A continuación, se puso al volante, metió la llave en el
encendido y estaba a punto de arrancar el coche cuando notó algo fuera de lugar.

Ryan dio un paso atrás, hacia fuera, sobre el asfalto. En el parabrisas había un
pequeño pedazo de papel de bloc doblado, bajo el limpiaparabrisas del lado del

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conductor. Lo levantó y recuperó la nota. Con su curiosidad subiendo leyó el
mensaje.

¡Creo que eres muy caliente!, decía la nota. Estaba firmado simplemente con una M.

Frunció el ceño y leyó el breve mensaje una vez más, como si fuera a decirle algo
más la segunda vez que lo hizo. No fue así.

Sonrió, y luego se encogió de hombros.

— ¿Quién es M? —Se dijo para sí.

Ryan miró hacia atrás, al edificio de oficinas de tres pisos, que albergaba la empresa

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donde trabajaba. ¿M trabajaría allí? ¿Era una de esas mujeres que veía moverse por
el parking ahora mismo?

Nadie lo estaba mirando. Echó un vistazo a su alrededor. Ninguna mujer estaba


agachándose detrás de un automóvil estacionado o corriendo hacia los matorrales.
Nada parecía sospechoso.

Quienquiera que fuera, era probable que se hubiera ido hace mucho tiempo,
decidió.

Regresó a su coche, arrojó la nota en el asiento del pasajero y encendió el motor. El


potente y templado motor rugió a la vida. Dio marcha atrás y condujo a través del
parking para dirigirse a casa.

El tráfico era pesado, como siempre lo era en la hora punta, y le llevó más de
treinta minutos llegar a su domicilio en la periferia. Ya estaba casi totalmente
oscuro cuando el BMW se detuvo en el camino de entrada de su casa de una sola
planta, y tres dormitorios. Antes de meterse dentro, Ryan fue al buzón y sacó un
montón de cartas y propaganda de dentro. Una vez que entró en casa, dejó el
montón de correo, su maletín y su corbata en el banco de la cocina, y, por
costumbre, más que por un deseo de cafeína, puso el agua a hervir.

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Después de que el café estuvo hecho, y la leche añadida, cogió su taza y el correo,
los llevó al patio trasero y se sentó para mirarlo. Tomó un sorbo de café, y luego
comenzó a examinar cuidadosamente el montón.

La propaganda fue dejada de lado. Pasó a las verdaderas cartas. Factura. Otra
factura. Una carta de su madre, que se quejaría de por qué él no había ido a
visitarla en meses. Y luego un sobre sin el sello de correos. Solo tenía su nombre
escrito en él. Ninguna dirección. Obviamente había sido entregado personalmente.
Le dio la vuelta. Nada escrito en el dorso.

Rápidamente desgarró el sobre y sacó otro trozo de papel de bloc, como el que
había encontrado en el parabrisas de su coche.

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Leyó: ¡Creo que eres realmente sexy! Adoro a los hombres mayores. Otra vez firmado
simplemente: M.

— ¿Hombres mayores? —Dijo Ryan, no seguro de si estaba muy interesado en esa


interpretación de su edad. Miró el sobre de nuevo—. Así que quienquiera que sea,
obviamente, sabe mi nombre. Debe ser alguien que conozco.

Entró en la casa para buscar la primera nota. No estaba. Tenía que haberla dejado
en el coche. Después de recuperarla del asiento del pasajero, Ryan volvió a salir y
comparó la escritura de ambas notas. No era ningún experto, pero apostaría todo su
dinero a que habían sido escritas por la misma mano. Pero no reconoció la letra.

Tomó de un trago el resto de su café, que ya estaba tibio, y se quedó allí sentado
contemplando los mensajes.

Ryan no estaba seguro de cómo se sentía al respecto. Por una parte se sentía
halagado y muy excitado por tener una admiradora secreta de algún tipo. Por otra
estaba preocupado por que pudiera tener una acosadora entre sus manos.

¿Era peligrosa? ¿Sería incluso una mujer?

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La letra parecía femenina, pero podía no ser así. Todo lo que tenía hasta ahora era
la carta de M, y el hecho de que esta persona sabía su nombre, conocía su coche y
su dirección. Obviamente, conocía la forma de acercarse a él.

Su estómago se quejó por lo que regresó a la cocina y buscó en el congelador algo


para meter en el microondas. Entre algunos filetes y embutidos, descubrió una
comida tailandesa congelada, y la sacó, era pollo al curry y arroz verde. Lo puso en
el microondas y lo encendió, luego fue a la sala de estar y encendió su ordenador.
Cuando Windows había arrancado totalmente, el horno sonó para anunciar que la
cena había sido calentada.

Echó la comida en un plato. Agarró un tenedor del cajón y llevó el humeante plato

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a su escritorio. Cuando revisó sus e-mails, tuvo su parte justa habitual de correos
basura. Después de arrojarlos a la papelera de reciclaje, un correo electrónico en la
pantalla le llamó la atención.

“M” te ha enviado un mensaje en Facebook.

Cogió un bocado de comida en su boca, e hizo clic en el correo electrónico para


leerlo.

Quiero mamarte la polla hasta dejarte seco, decía el mensaje.

Ryan se atragantó con la comida, trozos de arroz rociaron la pantalla LCD. Hizo
clic en el enlace a la página de Facebook y esperó a que se cargara. Una vez que la
pantalla del mensaje se había abierto, hizo clic en el perfil de M. La página se abrió
ante él. No había nada en ella. No había imagen, ni detalles de ese perfil. Sólo el
nombre de usuario y una nota que decía que el usuario sólo compartía información
personal con sus amigos.

—Es evidente que no me ha añadido como amigo, entonces —Dijo, y comió un


poco más de curry—. ¿Quién diablos es esta persona? ¿Y por qué este súbito
interés?

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Leyó el mensaje otra vez y sintió una agitación dentro de sus pantalones. Fue una
reacción natural. Ryan entonces empujó bruscamente a un lado sus pensamientos
sexuales. No sabía nada de esta persona. Por lo que sabía podía tener ochenta años.
O ser un hombre, no una mujer.

No te excites demasiado, todavía, se castigó.

Mientras llevaba otro bocado de comida a su boca trató de averiguar qué hacer a
continuación. Una idea se le ocurrió.

Ryan escribió una dirección web en su teclado y unos segundos más tarde la página
principal de su empresa apareció en pantalla. Sabía que todos los empleados
estaban colocados en la lista de la web de la empresa. A pesar de que no estaba

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seguro de que fuera alguien del trabajo, era una buena posibilidad, y por lo menos
era un lugar para empezar. La compañía para la que trabajaba era grande, y de
ninguna manera conocía a todo el mundo que trabajaba en ella. Realmente, sólo
conocóa a aquellos que trabajaban en su departamento.

“M” lo más probable era la inicial de un nombre, pero también podría ser del
apellido, entonces exploró todos las empleadas cuyo nombre o apellido empezaban
por M. Cuando terminó, tenía una lista de siete posibilidades, de las cuales
consiguió unir una foto del perfil de empleado. Imprimió la lista de posibilidades.

La mujer de la foto se llamaba Mary Rogers. Parecía tener unos cincuenta años.
Ryan recordó el segundo mensaje, sobre el que le gustaban los hombres más
mayores. Y ya que Mary era, obviamente, mayor que él, la borró de la lista.

El segundo perfil al lado de una foto, mostraba a una mujer mucho más joven, tal
vez a mitad de los veinte y razonablemente atractiva. Madeline Kline. Encajaba en
el perfil de la pequeña información que tenía, así que la dejó en la lista.

Exploró los cinco perfiles restantes. No había suficiente información allí para
eliminar a nadie más. Los perfiles no daban información personal, como la edad, y
sin fotografías para intentar determinar sus años, no pudo tachar a ninguna de ellas
como demasiado mayores para preferir a “hombres más mayores”. Y ninguna de

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las seis personas restantes trabajaba directamente en su departamento; aunque
distintos departamentos de su compañía se relacionaban directamente de vez en
cuando.

Mientras permanecía allí sentado, terminando su pobre comida, una alarma


apareció en su pantalla, informándole que había recibido un nuevo correo
electrónico. El corazón de Ryan latió un poco más rápido cuando comprobó el
correo. Era otro mensaje de Facebook de M. Lo leyó.

Estoy tan mojada y caliente ahora mismo. Siento que no estés aquí llenando mi coño con tu
dura polla. No puedo esperar a follarte. Otra vez su polla se movió en sus pantalones.
No tenía ningún control en eso.

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—Si tú quieres follarme —Dijo él a su ordenador—, ¿por qué no te revelas y nos
ponemos a ello?

Otro mensaje Facebook.

Voy a tomar tu gran polla en mi garganta y sorber el semen de tus pelotas.

Este mensaje hizo que el pene de Ryan se volviera duro como una roca en unos
segundos. Había pasado un tiempo desde la última vez que había tenido sexo, y
con la acumulación debida a meses de abstinencia, no necesitaba mucho para
conseguir excitarse totalmente.

Ella podía no desear descubrirse aún, pero seguramente no era tímida en decir lo
que quería, pensó Ryan. Y completamente gráfica sobre ello también.

Durante las horas siguientes Ryan miró la televisión, y comprobó periódicamente


su ordenador por cualquier nuevo mensaje de M. Después de una ducha estaba casi
listo para irse a la cama. Una última comprobación a sus e-mails no reveló nuevos
mensajes. Por lo visto, esto era todo por esta noche.

*********

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Era viernes por la mañana. Ryan paró su BMW en el aparcamiento del trabajo y
salió. Como siempre, comprobó su reflejo en la ventanilla de la puerta del
conductor, asegurándose que su pelo estaba en su lugar y su maldita corbata estaba
recta. Cuando todo estuvo en orden se dirigió hacia el edificio de oficinas.

Casualmente miró a su alrededor mientras caminaba por el estacionamiento.


Cuando alcanzó la cima de las escaleras que conducían a la entrada del edificio, se
detuvo y miró a la entrada del edificio y a su coche. Nadie estaba al acecho
alrededor, o a punto de colocar insidiosamente otra nota en su parabrisas. Cuando
no vio nada de interés fue dentro.

Ryan saludó a la recepcionista, Natalie una burbujeante rubia de aproximadamente

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diecinueve o veinte años.

M no N, pensó para sí mismo cuando la posibilidad de que fuera Natalie vino a su


mente. ¿Tal vez sólo quería que fuera ella? Sin duda era bonita.

Después de hacerse el café de rigor en la cocina, se fue a su oficina, se sentó en el


escritorio, encendió el ordenador y exploró sus citas para hoy, esperando que la
máquina arrancara.

La primera cita de la lista le llamó la atención de inmediato. Era una mujer. Su


nombre era Melanie Mitchell.

M y M. ¿Podía ser ella?

Melanie debía llegar a su oficina en media hora. ¿Habría cualquier forma real de
determinar si era la que enviaba los mensajes? ¿Debería sólo preguntárselo
directamente? No, no podía hacer eso. Era probable que ni siquiera fuera ella. Lo
haría parecer un bicho raro, por no hablar de poco profesional.

Tragó un poco de café, y comprobó sus e-mails. Otro mensaje de Facebook, otra
vez M.

Te estoy vigilando, guapo, fue todo lo que decía.

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Ryan instintivamente, levantó la vista del monitor, y analizó los pasillos cercanos y
las oficinas a través de las enormes ventanas de vidrio que las cerraban. Algunos
hombres y mujeres estaban ya sea dando vueltas o sentados en sus escritorios
concentrándose en tareas diversas. Nadie estaba mirando hacia él. Nadie le
prestaba cualquier atención.

—Siento que me estoy poniendo paranoico —Se susurró a sí mismo. Todavía no


estaba seguro de si debía estar excitado por la atención, o preocupado.

Se puso al corriente de algunos papeles y terminó su café, matando el tiempo entre


el momento actual y su cita con Melanie Mitchell. Se encontró con dificultades
para concentrarse. Este “acosador”, o lo que fuera, estaba jugando continuamente

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con su mente e interrumpiendo sus pensamientos.

Finalmente, la media hora avanzó con lentitud y esperó con expectación por su cita
de las nueve y media. Su intercomunicador sonó. Presionó el botón para contestar.

—Melanie Mitchell está aquí para verlo —Dijo la dulce voz de Natalie.

—Gracias, Nat. Envíala para aquí.

Ryan esperó, sintiéndose un poco nervioso. Una mujer vestida con una chaqueta de
traje azul oscuro y con la falda a juego se acercó a la puerta de la oficina. Llamó y
entró. Ryan se levantó de la silla para saludarla. Melanie caminó a su escritorio y
brevemente se estrecharon la mano. Ella se sentó.

Melanie Mitchell parecía estar hacia el final de los veinte o muy al inicio de los
treinta años. Tenía el pelo rubio liso hasta los hombros, y este enmarcaba una cara
bonita. Sus ojos azules claros le miraban con un destello de curiosidad, y Ryan se
dio cuenta de que la estaba mirando fijamente, sus pensamientos en otras cosas
además de en los negocios y finanzas.

— ¿Así que cómo puedo ayudarte, Melanie?

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Durante los veinte minutos siguientes se concentró en el trabajo que tenía entre las
manos, repasando el plan de negocios de Melanie para una propuesta de expansión
de su empresa de cosméticos. Para entonces a menudo su mente vagaba,
preguntándose si esta joven mujer atractiva era la responsable de los mensajes
lascivos. Luego, se castigaba silenciosamente y conseguía recordarse que tenía que
seguir pensando en el asunto actual. Esto era algo puramente comercial.

—Has creado un plan de negocios muy sólido y detallado. Lo que propones parece
totalmente factible, sobre todo teniendo en cuenta tu trayectoria de éxitos hasta
ahora. Sólo hay un par de cosas a considerar.

Cuando Ryan terminó de expresar sus ideas, se reclinó en su silla, mirándola

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fijamente de nuevo.

— ¿Qué? —Melanie quiso saber, sonriendo vacilante—. Me mirabas de esa misma


manera cuando llegué al principio.

Ryan sacudió su cabeza.

—Lo siento. Me preguntaba si nos hemos encontrado antes. Me pareces familiar.

Melanie brevemente consideró las posibilidades, pero luego sacudió su cabeza


firmemente.

—No lo creo. No me resultas familiar en absoluto. Y siempre recuerdo las caras.

—Probablemente tienes razón —Asintió Ryan.

Melanie se levantó para marcharse. Ryan se puso de pie y se estrecharon las manos
de nuevo.

—Gracias por venir.

Ella sonrió.

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—Gracias por tu asesoramiento. Pediré otra cita contigo cuando llegue a la
siguiente fase del plan.

Cuando ella se había ido y Ryan volvió a quedarse solo, reflexionó sobre la mujer
un momento, luego llegó a la conclusión de que era muy poco probable que
Melanie Mitchell fuera la que dejara los mensajes. Sacó su lista de nombres del
personal que comenzaban con “M” de su maletín y lo estudió.

Entonces, ¿cuál era el plan ahora? ¿Atravesar el edificio entero buscando a las seis
mujeres de su lista e intentar encontrarlas a todas ellas? ¿Y decirles qué? ¿Eres la
mujer que está acechándome? ¿Eres la mujer que quiere tomar mi polla en tu
garganta?

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Ryan lanzó un profundo suspiro. No estaba seguro si había algo que pudiera hacer
al respecto ahora mismo. Por lo menos no antes de que su admiradora entrara en
contacto con él otra vez.

Rápidamente registró en Facebook antes de su siguiente cita, y envió a M un breve


mensaje.

¿Quién eres?, escribió e hizo clic a enviar.

*********

Era de noche cuando Ryan llegó a casa esa tarde. Al ser viernes decidió cenar
fuera, eligiendo comer carne asada en el club de golf local.

Comprobó su buzón de correos antes de entrar, pero no encontró ninguna nota


nueva de M. No había nada en su parabrisas al final del día tampoco. De repente,
se había quedado callada.

Antes de tomar una ducha, encendió el ordenador y comprobó sus e-mails. Nada.
Ahora sintió como si estuviera perdiendo la atención. Era algo que rompía la
monotonía de su vida mundana.

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Un día de mensajes y notas, ¿y luego nada?, se preguntó mientras dejaba que la
ducha de agua caliente mojara su cabeza.

Se enjabonó, se aclaró, y cerró los grifos, sacudiendo su cabeza como un perro para
quitarse el exceso de agua de su pelo. Al salir con una toalla de baño, Ryan vio su
imagen desnuda en el espejo del tocador. Se sonrió a sí mismo, palmeó su vientre
plano y se sintió satisfecho de que todavía estuviera en bastante buena forma para
su edad.

Después de dejar el cuarto de baño se fue al dormitorio y se puso un albornoz


blanco. Se hizo un café y salió al patio para beber bajo las estrellas. Tan pronto
como se sentó y se acomodó, su móvil sonó. Tomó un sorbo apresurado de café y

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se levantó para responderlo.

En el mostrador de su cocina el teléfono vibraba mientras sonaba una melodía de


Oasis. La pantalla LCD le dijo que la llamada era de un número privado.

Apretó el botón de responder y se puso el teléfono en la oreja.

— ¿Hola? Habla Ryan.

Hubo una pausa y luego una voz suave y sedosa dijo:

—Hola, Ryan.

— ¿Quién es? —Quiso saber Ryan, ya que estaba bastante seguro de que era su
acosadora.

—Soy M —Canturreó la voz femenina. Al menos era de sexo femenino, pensó con
algo de alivio.

— ¿Pero quién eres realmente? —Insistió.

M no hizo caso a la pregunta.

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—Quiero que hables sucio conmigo, Ryan. Conseguir que me pongas toda caliente,
y realmente, realmente mojada.

Ryan sonrió.

—Ni siquiera te conozco.

— ¿Tienes que saber quién soy para hablarme sucio?

Él se quedó perplejo por un segundo.

—No sé. Tú, evidentemente, me conoces.

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Silencio. Y luego:

—Te he visto por ahí, pero no nos conocemos el uno al otro. Habla sucio conmigo,
Ryan —Repitió ella—. Estoy acostada en mi cama, desnuda. En este momento
estoy pasando mi mano libre sobre mis hermosos y grandes pechos. Ahora estoy
trazando una línea hacia abajo por mi estómago. Y aún más abajo. Mis piernas
están separadas. Los labios de mi vulva están abiertos y esperando, esperando para
que tú puedas tocarlos y probarlos. Mis dedos están frotando mi clítoris ahora. Está
duro. Estoy excitada. Siento que no estés aquí para poder follarme hasta volverme
loca.

La polla de Ryan parecía una vara de acero en su ropa interior. Tenía ganas de
sacarla de repente y bombearla con su seductora voz y sus palabras. Pero por el
momento se abstuvo.

— ¿No vas a decir nada? —Instó ella suavemente.

—Yo estoy, ah, confuso, no encuentro las palabras. ¿Qué quieres que te diga?

—Cualquier cosa, siempre y cuando sea sucia. Dime cuánto quieres follar conmigo.

Ryan vaciló. No había hecho esto del sexo telefónico en muchos años, y se sentía
un poco estúpido hablando sucio con una mujer que nunca había conocido. Pero

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entonces, ¿qué importaba? Seguro que esto vencía el paso de otra noche aburrido
solo.

—Quiero follarte —Dijo él.

Ella se rió.

—Dilo como si de verdad lo quisieras.

Con su mano libre, Ryan, comenzó a jugar con su pene a través de su ropa interior,
y dijo al teléfono.

—Quiero follarte. Quiero meter mi dura polla profundamente dentro de tu caliente

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y mojado coño.

—Eso está mejor. ¿Querrías bajar en mi coño y saborear mis jugos?

—Me encantaría probar tus dulces jugos, los lamería y chuparía tu clítoris, y luego
metería mi lengua profundamente dentro de tu coño.

—Oh, Dios. Eso me hace llegar allí. Estoy con los dedos en mi coño ahora. Está
muy húmedo. Tu conversación sucia realmente me ha puesto cachonda. ¿Estás
desnudo?

—Estoy en ropa interior y albornoz.

—Quítate la ropa.

—De acuerdo. Espera —Ryan apoyó el teléfono y se quitó la bata y calzoncillos. Su


pene estaba duro, apuntando al techo. Cogió el teléfono—. Bien. Ahora estoy
completamente desnudo.

—Eso está mejor —Llegó la sensual respuesta—. ¿Tu polla está erecta?

—Sí. Siento que no estés aquí para que yo pudiera meterla dentro de ti. Necesito
algo de sexo —Dijo él francamente.

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—Se que lo necesitas. Yo también. Mañana por la noche, podrás follarme de
verdad. Esta noche sólo follaremos por teléfono. ¿De acuerdo?

—Está bien —Ryan se encontró estando de acuerdo como si no estuviera


controlándose. Tenía su pene en su mano ahora, y lo acariciaba suavemente de
arriba a abajo.

—Imagina que tu gran y jugosa polla está ahora mismo en mi boca. Mi lengua
mojada, está lamiendo tu duro eje mientras mis labios se envuelven con fuerza
alrededor de su cabeza. Entonces te tomo del todo en mi boca hasta que toques el
fondo de mi garganta. Ahora juego con tus pelotas mientras profundamente estoy
tragándome tu carne. Sabes tan bien.

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Ryan bombeó su polla más rápido.

—Creo que deberíamos tener un sesenta y nueve.

—Es una gran idea, Ryan.

—Estás encima de mí mamándome la polla hasta el fondo de tu garganta, como tú


dijiste, mientras tu delicioso coño está apoyado en mi cara. Empujo mi lengua
profundamente dentro de ti, probándote, bebiendo tu miel.

—Y comienzo a acariciar tu polla en mi mano mientras te succiono más fuerte y


más duro, estando más excitada por la sensación de tu lengua en mi coño. Te llevo
casi al punto de la culminación, pero entonces, me paro justo a tiempo, y luego tus
estremecimientos lentamente desaparecen.

—Sí, bueno, no puedo acabar. Tengo que follarte primero.

—Así es. Necesito tu polla dentro de mí ahora mismo. Mi coño se estremece, pide a
gritos ser llenado. Te necesita. Ahora mismo. Muy dentro de mí. Lléname, Ryan.
¡Fóllame, por favor!

—Tu coño se siente tan caliente y mojado mientras meto mi polla en tu interior.
Estás tan apretada. Se siente fantástico. ¿Me sientes dentro de ti?

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—Dios, sí —Respondió M, respirando con dificultad a través del teléfono—. Estás
tan profundamente. Te sientes tan grande. Jódeme con fuerza, Ryan. Haz que me
corra sobre tu hermosa polla.

Allí, de pie sobre las baldosas, cerca de la cocina, Ryan se masturbaba la polla
rápidamente. Pre-semen goteaba de la punta, cayendo sobre el suelo.

— ¿En qué posición quieres estar? —Le preguntó a M.

—Sólo fóllame encima. Quiero besar y tocar tu pecho, cuando me lo estés


haciendo.

—Está bien —Comenzó, su respiración cada vez más superficial cuando su

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excitación creció—, mi lengua está en tu boca. Nuestros labios están presionados
con fuerza juntos. Tu boca sabe increíble. Mi polla está enterrada profundamente
en tu coño. Sigo metiéndola en ti, más duro, más rápido, más profundo. Tus uñas
se clavan en mi espalda cuando te aporreo sobre la cama. Quiero hacer que te
corras. Quiero que explotes.

—Parece que no puedo conseguir mi lengua lo suficientemente profunda en tu


boca. Estoy tan hambrienta de ti. Nuestros besos son muy húmedos y calientes
ahora. Tus caderas se levantan del colchón para responder con cada uno de mis
golpes. Mi polla esta martillando al final de tu túnel. Tu clítoris se está rotando
fuerte cuando nuestros cuerpos se golpean y se frotan juntos. Puedo sentir que estás
ahora muy cerca. Quieres acabar. Necesitas culm…

M chilló de placer a través del teléfono. Su respiración era fuerte en su oído. Gimió
y jadeó un poco más, seguido de otro chillido. Después, sólo respiración
entrecortada.

—Me has dado un verdadero orgasmo, Ryan —Ella dijo lo obvio.

Ryan estaba frotándose la polla con fuerza ahora.

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El Club de las Excomulgadas
—Dime como te sentiste. Quiero correrme mientras te escucho decirme lo bueno
que fue.

—Ha sido fantástico. Alucinante. Eres un gran amante, Ryan. Tu polla es tan
grande y dura. Me tienes tan jodidamente mojada en este momento. Se sentía casi
como si realmente me estuvieras follando. Podía sentir tu polla golpeando en mi
agujero, dentro y fuera, cada vez más rápido. No me llevó mucho tiempo que la
crema de mis jugos empapara toda mi cama.

—Mañana por la noche, todo será real. Tomaré tu polla en mi boca y te mamaré
con fuerza, Ryan. Luego voy a darte el paseo de tu vida. Mi coño saltará arriba y
abajo sobre tu duro eje.

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—Voy a correrme —Le dijo.

La mano de Ryan era una sombra borrosa cuando llegó el momento. Su cuerpo se
tensó. Hormigueos enviaron estremecimientos por él. Su polla se puso aún más
rígida, y luego el primer chorro de semen explotó por la cabeza de su polla y
aterrizó sobre los azulejos a metro y medio de él. El segundo chorro fue aún más
lejos. Siguió eyaculando hasta que una docena de disparos de esperma salpicaban
en parches mojados por el suelo.

—Joder —Exclamó por teléfono, cuando terminó—. Fue intenso.

— ¿Te corriste con tu semen por todas partes? —Preguntó M.

—Sí. Por todas partes del suelo de mi cocina.

Ella se rió.

—Eso necesitará algo de limpieza. No te preocupes, mañana por la noche no te


correrás en el suelo de tu cocina. Lo harás dentro de mi coño.

Ryan se sentía relajado ahora, después de su clímax, pero más insistente ahora por
la verdadera cosa.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Dónde te encontraré? —Le preguntó.

—Paciencia —Dijo ella—. Te dejaré un mensaje en Facebook más tarde esta noche
con las instrucciones. ¿De acuerdo?

—Está bien.

El teléfono hizo clic en su oído. M se había ido.

Ryan dejó el móvil sobre el mostrador y agarró un rollo de papel de cocina de un


armario. Después de limpiar el lío que había hecho, se metió en su ropa, se hizo
una nueva taza de café, y salió fuera para beberlo.

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Cuando miró fijamente las estrellas que centelleaban alegremente en un cielo negro,
sin luna, su mente revisó lo que acababa de pasar. La llamada telefónica realmente
lo había encendido, y, acosadora o no, deseaba como el infierno encontrarse con M
en carne y hueso. Ahora mismo su vida no era aburrida, y tenía que ser algo bueno.
Bebió a sorbos un poco de café.

—Todavía no sé quién es ella —Dijo suavemente—. Adivino que lo averiguaré


mañana por la noche.

Sus hormonas corrieron durante el resto de la noche, pensamientos licenciosos que


brillaban por su mente como trocitos de una película X. Periódicamente su polla
saltaba a la vida, ansiosa por un poco de acción. Verdadera acción. Había pasado
mucho tiempo. Tanto que casi había olvidado que se sentía con el sexo de verdad.

¿Era alguna mujer del trabajo? ¿Era una antigua cliente? ¿Una conocida? ¿Una
amiga de un amigo? ¿Importaba incluso eso? ¿Tenía que conocerla o saber quién
era ella? Iban a encontrarse para tener sexo, y si esto era lo que ambos querían,
¿realmente importaba incluso algo más al final del día?

Después de terminar su tercer café, entró dentro para comprobar sus correos
electrónicos. Un par de mensajes relacionados con el trabajo. Nada de M aún.

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El Club de las Excomulgadas
Ryan caminó por la sala de estar, sintiéndose ahora un poco impaciente. El café
probablemente no estaba ayudando. Entró en la cocina, se sirvió una copa de
bourbon y se lo tomó, luego siguió con otra. El licor chamuscó su garganta pero se
sintió bien. Lo calentó.

Era medianoche, y Ryan casi se había rendido, y se había acostado cuando M


finalmente le envió el mensaje de Facebook. Lo leyó.

Ven al Hotel Red Lion mañana a las nueve p.m. Cuarto uno. M.

El mensaje no decía nada más.

Ryan conocía el hotel. Estaba a las afueras de la ciudad, en las estribaciones de las

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montañas cercanas. Así que por fin iba a encontrarla en persona. ¿Cómo sería ella?,
se preguntó. Su voz por teléfono era atractiva. Eso no garantizaba que su aspecto se
correspondiera a su voz sin embargo.

Así que ella quería una noche sudorosa en un hotel fuera de la ciudad. Como él
había pensado el día anterior, se encontraba dividido en cuanto a saber si debía
sentirse excitado o un poco preocupado. No conocía a esta persona, y ella podría
llevarle a nada.

Ryan forzó la reacción negativa de su mente, y se concentró sin embargo, en el


factor excitación. No tenía enemigos y no preveía una razón plausible para que M
pudiera estar planeando algo más para él además de una noche de sexo caliente.
Por qué le había elegido para el sexo, aún no lo sabía. ¿Tal vez nunca sabría la
respuesta a esto?

Entonces se acostó, pero le resultaba difícil conciliar el sueño. Su conversación


telefónica siguió jugando por su mente. Estaba cachondo como el infierno y no
podía esperar a mañana por la noche.

**********

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El Club de las Excomulgadas
Ryan se despertó a las ocho de la mañana con una furiosa erección. Estuvo tentado
a ocuparse él mismo de sus necesidades, pero decidió esperar a esa noche. Se pasó
el día haciendo tareas mundanas como comprar en el supermercado y limpiar la
casa. Cuando el sol finalmente comenzó a ponerse en un día que pareció durar una
eternidad, la última tarea de Ryan para llenar el tiempo fue limpiar su piscina. En el
momento en que terminó estaba casi completamente oscuro.

Sólo unas cuantas horas más, hasta su cita con M.

Cenó otra comida de microondas que había comprado ese día, y la ayudó a pasar
con una cerveza. Después de la cena se cepilló, se afeitó, recortando varias áreas de
pelo de su cuerpo y se dio una ducha. Un poco de una colonia agradable fue

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generosamente rociada por su torso, y luego se puso unos pantalones negros, una
camisa azul marino y una chaqueta de cuero negro. Cuando comprobó su aspecto
en el espejo de cuerpo entero de su dormitorio, se preguntó si subconscientemente,
deliberadamente, se había puesto ropa oscura.

¿Era un esfuerzo para disfrazarse bajo el amparo de la oscuridad?

Parecía como si no estuviera haciendo nada bueno, como si estuviera moviéndose a


hurtadillas para tener un sórdido asunto con una amante ocasional. En cierto modo
lo era, pero no estaba haciendo nada de espaldas a nadie. No había nadie en su
vida.

Miró su reloj. Era hora de irse.

Cuando fue en coche hacia el Oeste, a las montañas que rodeaban la ciudad, su piel
hormigueaba con una mezcla de nervios, anticipación y excitación. Y lujuria.
Encontró que tenía una erección durante la mayor parte del viaje. Esto comenzaba
a hacer que sus pelotas dolieran, el restringir un pene erecto dentro de sus
pantalones durante un período largo de tiempo. Tenía que darle rienda suelta, y
pronto lo haría.

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El Club de las Excomulgadas
El Hotel Red Lion se materializó en la oscuridad bajo la iluminación de sus faros.
Era un edificio relativamente pequeño, de sólo una docena de habitaciones,
recostado en la ladera entre una arboleda de pinos.

Aparcó el coche fuera del primer cuarto a la izquierda, suponiendo que esta sería la
habitación Uno. Otro vehículo estaba aparcado al otro extremo del edificio en
forma de L. El único vehículo que vio estaba estacionado en la oscuridad justo al
lado de la oficina del gerente.

Subiendo al porche, estuvo delante de la puerta de la Habitación Uno. Trató de


mirar por la ventana, pero sólo vio oscuridad. ¿Estaba ella allí todavía? Miró su
reloj. Justo a tiempo.

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Precisamente entonces notó que había algo en el felpudo fuera de la puerta. Se
inclinó para recogerlo, y encontró un antifaz negro, del tipo de los que se lleva para
bloquear la luz para tratar de dormir. Bajo ello había una nota de papel en la que
estaba escrito:

Coloca la venda en tus ojos y llama a la puerta.

Ryan así lo hizo, colocando la tela sobre sus ojos y sosteniéndola en su lugar con la
banda elástica que apretaba detrás de su cabeza. Dudó durante sólo un segundo,
levantó su mano, y luego golpeó firmemente en la puerta tres veces y esperó.

Oyó que alguien se acercaba a la puerta desde el otro lado. Una cerradura hizo clic.
Hubo un leve crujido cuando la puerta se abrió. El aroma dulce y seductor de un
perfume llenó sus fosas nasales. Una suave mano se apoderó de su antebrazo y fue
guiado a través del umbral. Se oyó la puerta cerrándose detrás de él.

—Hola, Ryan.

Reconoció la voz como la de M. Todavía agarrando su brazo, ella le arrastró unos


pasos adelante hasta que sus piernas golpearon el borde de una cama. Se cayó
adelante en ella, más que un accidente, una maniobra deliberada. Allí, él se dio la

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El Club de las Excomulgadas
vuelta sobre su espalda y se sentó, con las piernas apoyadas en el suelo
enmoquetado.

—Puedes quitarte la venda de los ojos ahora.

Ryan se la deslizó de su cabeza y la dejó caer en el suelo.

La habitación estaba tan oscura como una tumba. Todo lo que podía distinguir
eran sombras borrosas. M se puso delante de él, pero no podía verla, sólo una
silueta de mujer con un cuerpo de guitarra, clásico. Extendió la mano y la tocó.
Sintió piel desnuda. Brevemente exploró su cuerpo con sus manos en la oscuridad.
Estaba completamente desnuda.

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M se rió.

—No podías esperar a poner tus manos sobre mí, ¿verdad? —Dijo.

Él se quitó la chaqueta. M estaba en el suelo quitándole los zapatos. Cuando estos


fueron quitados, ella empezó a desabrochar sus vaqueros, mientras Ryan luchaba
con su camisa. En unos segundos estaba solo en ropa interior. Sin embargo, esta no
permaneció mucho tiempo. M tenía la cinturilla elástica agarrada y se afanó por
tirar de ella hacia abajo por sus piernas en seguida.

— ¿Vas a encender la luz? —Preguntó Ryan, sabiendo ya la respuesta a esa


pregunta.

—No. Me gusta esto oscuro. Eso intensifica el poder de tus otros sentidos, sobre
todo el sentido del tacto en este caso.

Ryan sintió los labios de ella encerrando la cabeza de su pene ya erecto. Su boca se
sentía extremadamente caliente y mojada en la oscuridad. M tenía razón. Sus
sensaciones estaban definitivamente acentuadas. Se sentía absolutamente increíble
el modo que ella trabajaba su boca arriba y abajo por su eje. Anoche todo había
sido una fantasía a través del teléfono. En este momento era satisfactoriamente real.

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El Club de las Excomulgadas
Sus ojos se habían adaptado un poco a la oscuridad de la habitación, pero todo
estaba en sombras negras y grises oscuras. M debía haber colocado las cortinas
sobre las ventanas para conseguir que la habitación estuviera tan oscura.

Cerró los ojos y se concentró en la sensación de los labios de M y la legua


trabajando con fuerza en sus genitales. Se había afeitado el vello de sus testículos
antes esa misma noche en preparación para eso. M se aprovechó de esto y succionó
sus pelotas en su boca, ambas a la vez. Era muy suave, y no le hizo daño. Su boca
estaba muy mojada alrededor de su saco, y él podía sentir como la saliva se filtraba
de sus labios y goteaba por el interior de sus muslos. Tenía el impulso repentino de
besarla profundamente, pero no quería interrumpir la atención que le estaba dando
a su polla y pelotas.

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—Succiónalos otra vez —Le susurró.

—Di por favor —Canturreó.

—Por favor.

—Por favor, ¿qué?

—Por favor, chúpame la polla de nuevo.

Y así lo hizo, esta vez conduciéndola en su boca con fuerza, toda su palpitante
erección, hasta que toda su longitud completa estuvo hasta el fondo de su garganta.
Sintió sus dedos en sus pelotas, mientras lo succionaba, embromándolos con suaves
caricias que apenas le hacían cosquillas. M trabajó su boca arriba y abajo, haciendo
sonidos mojados, de ruidosas succiones cuando se estaba saciando con su virilidad.
Ella pasó las manos con firmeza por sus muslos, estómago y luego hasta el pecho,
todo el rato tomando su polla en su boca.

Ryan suspiró pesadamente en la oscuridad.

—Esto se siente fenomenal.

—Bien —Dijo ella, y luego volvió a meter en su boca su dura polla.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Recuerdas lo que te dije anoche por teléfono? ¿Sobre un sesenta y nueve?

Ryan no necesitó decir nada más. M se subió a la cama y bajó su coño caliente en
su boca que esperaba. Ella continuó chupando su pene, mientras que Ryan con
hambre azotó su coño con su desesperada lengua.

Prácticamente devastó su coño empapado de jugos, devorando, bebiendo el néctar


dulce de sus labios y vagina, sondeando en sus misteriosas profundidades internas
por todo lo que su lengua podía estirarse. No podía conseguir lo suficiente de ella.
Parecía que esta era su primera vez bajando en una mujer. Su coño era adictivo, su
olor, su sabor, el tacto.

Ella dejó de chupar la polla y exclamó:

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— ¡Joder, esto se siente tan bien! ¿Dónde aprendiste a comer un coño de esta
manera?

— ¿Dónde aprendiste a chupar pollas como lo estás haciendo? —Le regresó.

Ella se bajó de él, entonces, sintió que se volvía en la cama. Un par de piernas
delgadas se sentaron a horcajadas sobre su cuerpo, bajándolo hasta sus caderas.
Sintió su mano agarrando su polla y manteniéndola en posición vertical. Su coño
húmedo bajó sobre su cabeza. Centímetro a centímetro la vagina ardiente de M se
tragó a su polla, hasta que su carne estuvo hundida hasta sus pelotas. Ella se
levantó en su polla, saliéndose de ella, y luego se derrumbó de nuevo sobre él con
fuerza.

M empezó desde el principio con fuerza, golpeando su cuerpo hacia abajo sobre él,
su carne reuniéndose con un sonido de palmadas. Un río de jugos calientes goteaba
sobre sus pelotas y la cama. Estaba tan increíblemente mojada. Ella se inclinó
adelante y luego su rostro estuvo a unos centímetros del suyo, lamió su barbilla, sus
mejillas y sus labios.

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El Club de las Excomulgadas
—Estás cubierto de mis jugos —Dijo ella mientras lamía fervorosamente su cara.
Su lengua se hundió en su boca mientras su coño caía sobre su polla—. Realmente
necesitaba esto. Tenía que ser bien follada y de una forma realmente apropiada.

Ryan encontró sus golpes, haciendo que subiera del colchón sosteniendo una
mejilla de su culo firmemente con cada mano. Sus movimientos estaban totalmente
en sincronía y se sentía como montar las olas suaves del océano mientras estabas
acostado en la parte inferior de un barco.

—Fóllala —Instó Ryan.

— ¿Qué?

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—Fóllala.

— ¿Qué?

—Folla mi polla. ¡Jódela con fuerza! —Mientras ella lo montaba expertamente, sus
bocas y lenguas otra vez estaban en una batalla mojada y acalorada. Ryan no podía
conseguir lo suficiente de sus labios y lengua. La devoró, sorbiendo su lengua en su
boca y bebiendo la humedad de ella. Haciendo que apenas pudiera respirar. El
impulso de bombear en ella le venció, y él la empujó.

En la oscuridad colocó a M sobre sus manos y rodillas, y entró en ella desde la


parte de atrás. Mientras que la follaba él humedeció su ano mojando un dedo con
saliva y luego sondeó su agujero trasero. Luego retiró la polla de su coño y la
introdujo con firmeza en su culo.

Su ano se sentía como un anillo de goma apretado alrededor de su polla. M se


quejó en voz alta y gritó en éxtasis mientras él golpeaba en su culo. Una vez más se
salió y devolvió su polla a su empapado coño. Alternó esto durante varios minutos,
que terminaron con M teniendo su primer orgasmo explosivo de la noche.

No la dejó descansar. Ryan la giró, extendiendo sus piernas ampliamente y la


penetró de nuevo. Apenas podía ver nada aún. Era todo sentir y tocar. Y ella se

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El Club de las Excomulgadas
sentía increíble. Se apoderó de sus generosos pechos y los apretó como asas
mientras la penetraba despiadadamente. Quería correrse. La noche era aún joven,
así que habría tiempo de sobra para más sexo.

Ryan se metió dentro y fuera como una máquina. En seguida su impaciente


esperma dejó su saco y se disparó por la cabeza de su polla. Su semen salpicó las
paredes de su vagina donde se mezcló con sus propios jugos. Él gruñó en voz alta
cada vez que un chorro de semen dejaba su polla.

Las manos de M estaban en su cara, tocando cada rasgo, jugando con sus labios. Le
lamió los dedos cuando su orgasmo desaparecía, y luego se desplomó en sus
brazos.

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—Necesitaba esto —Dijo en voz baja.

—Se que lo hacías. Yo también.

Ryan estuvo allí en sus brazos por un rato más, hasta que finalmente rodó en el
colchón sobre su espalda. Cerró los ojos y se relajó, sintiéndose liberado y en paz.
No dijo las palabras ahora mismo, pero aún se preguntaba sobre M.

¿Quién era esta mujer caliente, sexy, encantadora que le folló en la oscuridad de
este sórdido cuarto de hotel?

Sintió que se quedaba dormido, sólo para despertar en algún momento más tarde
sintiendo la mano de M masturbando su polla de nuevo hasta haberla llevado a una
plena erección. Sin decir una palabra se subió en ella y le montó en la posición de
vaquera invertida.

Ryan llegó a su alrededor y apretó con firmeza sus pechos mientras ella lo follaba
por segunda vez esta noche.

—Me gusta así —Le animó—. Pellízcame los pezones.

Hizo lo que ella le pidió y retorció con fuerza los pezones.

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—Ouch.

—Lo siento.

—No lo hagas. Se siente realmente bien.

A medida que él seguía pellizcando, retorciendo y apretando sus tetas y pezones,


Ryan se concentró en la sensación de su coño mojado deslizándose hacia arriba y
abajo por su eje. Cuando ella se retiró sintió que sus jugos se enfriaban en su piel,
sólo para calentar su polla al instante que ella nuevamente se sumergió en él.

Cada golpe le tragaba hasta las pelotas. La velocidad de sus empujes aumentó.
Cada embestida era más potente que la anterior. Su pelo largo le hacía cosquillas en

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la cara. En la penumbra ni siquiera podía decir de qué color era.

El cuerpo de M se puso rígido mientras se conducía sobre él. Su coño se apretó


alrededor de su pene. Su respiración se hizo más corta y más urgente, su gemido
más alto.

La cama crujió y gimió en protesta bajo el vigoroso impacto de sus relaciones


sexuales. M no aflojó el ritmo. Se movía arriba y abajo de su polla, taladrando con
su dura vara en ella. Ella estaba cerca. Podía sentir la tensión de su cuerpo. Ella
jadeaba realmente rápido. Un chillido salió de sus labios, seguido de un enorme
aullido cuando el orgasmo atravesó todo su ser.

—Oh… ¡Dios mío! —Grito ella—. ¡Joder!

Sólo cuando creyó que había terminado, otra ola de euforia la invadió y ella se
corrió otra vez. Y luego una tercera vez. Finalmente su clímax múltiple se apagó y
se dejó caer encima de él, toda sudorosa y agotada.

Sostuvo su flexible cuerpo entre sus brazos. Se sentía tan malditamente bien
mantener abrazada a una mujer cerca de él de nuevo, piel contra piel.

—No te preocupes —Le susurró en la oscuridad—. No te dejaré insatisfecho.


Tengo una sorpresa especial para ti. Sólo déjame descansar un minuto.

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El Club de las Excomulgadas
Mientras ella se quedaba allí, Ryan besó sus hombros y la parte superior de su
espalda, con sus manos acariciando suavemente sus pechos. Unos minutos más
tarde ella se levantó de la cama. La oyó cruzar la habitación, y luego el sonido de la
puerta del refrigerador en el bar. Ryan pensó que la podría ver con la luz, pero no se
encendió. El sonido de abrir un contenedor de plástico, algo fue retirado, y luego
ella volvió a la cama haciendo ruidos de succión.

Un momento más tarde, su pene semi-erecto fue tomado en su boca y él se


estremeció con la sorpresa.

Sus labios y lengua estaban fríos por los cubitos de hielo que había estado
chupando. La sensación en su sensible carne fue extraña, pero lejos de ser

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desagradable. Era diferente y muy emocionante.

Ella trabajó su polla dentro y fuera de su boca con un movimiento constante, de vez
en cuando corriendo su lengua por su eje y lamiendo sus bolas. Su boca había
regresado a su temperatura normal ahora y se sentía tan jodidamente bien en su
pene. M se concentró en la cabeza y chupó duro, más fuerte aún. Ryan podía sentir
que literalmente sorbía el semen de su saco. Con poca advertencia este subió su eje
y brotó en su boca. Ella tragó y dejó que un poco de excedente rodara sobre su
polla mientras él siguió llenando su boca.

Parecía que tenía un flujo interminable de semen. De alguna manera él eyaculó


más de lo que había hecho la primera vez esta noche. ¿O tal vez fue la forma en que
ella le chupó? ¿O quizás el efecto inicial del hielo? De cualquier manera no le
importaba. Estaba más que feliz de hacerlo explotar en su garganta, y M parecía
más que contenta de aceptar su pegajoso ofrecimiento.

Finalmente, sus pelotas estuvieron completamente vacías y él jadeó de placer y


satisfacción sexual.

—Eso fue muy bueno —Le dijo—. Gracias.

Ella se colocó a su lado y le dio un beso.

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El Club de las Excomulgadas
—Ha sido un placer, guapo.

Ryan estaba tan relajado que sintió de pronto mucho sueño. En seguida se sumió
en un profundo sueño con la cara de M acariciando su cuello.

*********

Se despertó con la luz del día entrando sigilosamente en torno a los bordes de las
cortinas. Todavía somnoliento, tocó la cama junto a él. Estaba vacía.

Ryan se sentó de golpe, de repente muy despierto, y miró a la penumbra a su


alrededor.

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M no estaba en ningún lado.

Buscó en el pequeño cuarto de baño. No estaba allí. Vistiéndose rápidamente, Ryan


salió bajo la brillante luz del sol de la mañana. Bizqueó contra la deslumbrante luz
repentina y esperó que sus ojos se adaptaran. Cuando pudo exploró el parking.
Nada.

En la oficina del gerente encontró a un hombre de edad media, bajo y calvo, que
estaba sentado detrás de un escritorio mirando los deportes en la televisión por
cable.

—La mujer del cuarto Uno —Dijo Ryan—. ¿Dónde está?

El hombre no quitaba los ojos de la pantalla.

— ¿Cómo diablos voy a saberlo? Probablemente se ha ido a casa.

— ¿Con qué nombre hizo la reserva? —Quiso saber Ryan.

El hombre se encogió y sacudió la cabeza.

—Ningún nombre. Ningún detalle. Pagó en efectivo por adelantado y no hice


ninguna pregunta.

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— ¡Joder! —Ryan soltó y volvió a salir fuera—. ¡Maldita sea!

Sintiéndose frustrado y algo desinflado por haber fracasado en descubrir su


identidad, Ryan se metió en su BMW y se dirigió a su casa. Mientras conducía
pensaba en la noche anterior y se preguntó si alguna vez volvería a verla.

¿Quién demonios era M?

Fin

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