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dominicos

Dom

19
Ago

Homilía de XX Domingo del tiempo ordinario


Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

“El que coma de este pan, vivirá para siempre”

Introducción
¿Cómo dar de comer a quienes no tienen hambre? Jesús quiere saciar el hambre de aquellos que le siguen. Por eso
parte, multiplica y reparte el pan. Pero quiere hacerles comprender que Él es verdadero pan vivo que ha bajado del
cielo. Comer su cuerpo y beber su sangre es signo de comulgar con el Evangelio que Él predica con su vida y su
palabra.

Fr. Francisco José Collantes Iglesias O.P.


Convento Sta. Cruz La Real de Granada

Lecturas

Primera lectura
Lectura del Libro de los Proverbios 9, 1-6
La Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas; ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto
la mesa; ha despachado sus criadas para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: «Los inexpertos, que
vengan aquí, voy a hablar a los faltos de juicio: Venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la
inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia.»

Salmo
Sal. 33, 2-3. 10-11. 12-13. 14-15 R: Gustad y ved qué bueno es el
Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: Que los
humildes lo escuchen y se alegren. Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que lo temen; los
ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada. Venid, hijos, escuchadme: os instruiré
en el temor del Señor; ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus
labios, de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.

Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 15-20
Hermanos: Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos. Sabed comprar la ocasión, porque vienen días
malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al
libertinaje; sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con
toda el alma para el Señor. Celebrad constantemente la Acción de Gracias a Dios Padre, por todos, en nombre de
Nuestro Señor Jesucristo.

Evangelio del día


Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: –Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá
para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: –
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: –Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo
del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo
modo, el que me come, vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo
comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.

Comentario bíblico
El Pan de Vida, sabiduría y donación de resurrección

Iª Lectura: Proverbios (9,1-6): El banquete de la Sabiduría


I.1. La primera lectura nos presenta a la Sabiduría, casi personalizada, que ha preparado un banquete para inaugurar
una casa que, sobre siete columnas (número perfecto en la Biblia), es un dechado de solidez y de inteligencia. La
Sabiduría en el AT es la experiencia más profunda de la vida. Es como Dios; su mejor asistente en todo lo que hace,
hasta el punto que en los extremos de monoteísmo de la religión judía debemos entender que cuando se habla de la
Sabiduría se está hablando de acciones divinas, de lo que Dios hace con los que son inexpertos y los necios. Si se fían
de El asistirán a un banquete de vida.

I.2. El pan y el vino son los signos más sencillos, los más reales para compartir lo mejor de la Sabiduría. Por lo tanto es
todo un canto, bajo el símbolo de un banquete, para compartir la vida de Dios. Aunque no parezca un texto de tipo
cultual, viene a ser una especie de adelanto del banquete eucarístico. No es un banquete para sabios de este mundo y
según la inteligencia de este mundo, sino precisamente para los que con menos capacidad se sienten en este mundo.
Así es de generosa la Sabiduría, porque se está hablando de la generosidad de Dios.

IIª Lectura: Efesios (5,12-20): Vivir en la luz e iluminados


II.1. La segunda lectura es una invitación a la comunidad, en primer lugar, a actuar como envuelta en la luz,
concretamente, en la luz de Cristo. Es un canto, pues, a Cristo luz en que resuenan ciertos elementos del libro de Isaías
(26,19; 51,17; 52,1; 60,1). Es un canto que se cita como apoyo al planteamiento ético de cómo tienen que vivir los
cristianos, ya que han sido iluminados en el bautismo, y no pueden andar por el mundo como personas que no tuvieran
luz, ni sabiduría, ni Espíritu.

II.2. El tema de la sabiduría cristiana es contemplado de nuevo como praxis de los que han sido bautizados y no
pueden vivir en el mundo de cualquier manera, cegados por lo que quita la razón, el juicio y el discernimiento (por ello
se usa el simbolismo negativo del vino, la embriaguez como necedad), sino que deben estar abiertos a una esperanza
en que, unidos, alaban a su Dios con cánticos, himnos y salmos.
Evangelio: Juan (6,51-58): La comunión de vida con el Hijo
III.1. El evangelio de Juan lleva a su punto culminante del discurso del pan de vida, porque aparecen con un realismo
indiscutible los elementos sacramentales de la eucaristía. Es, probablemente, el texto más explícito sobre este
sacramento que se practicaba en la comunidad, por el que probablemente eran criticados los cristianos. Juan no nos
describe la institución de la eucaristía en la última cena; por ello, los especialistas han visto aquí el momento elegido por
el evangelista para poner de manifiesto sus ideas teológicas sobre este sacramento que hace a la comunidad. En este
momento se usa el verbo “trogein” (comer; en el tema del maná, en los versículos anteriores, se ha usado el verbo
fagein) que tiene un verdadero sentido sacramental, ya que comer “la carne” y beber “la sangre” no pueden hacerlo
los humanos (está prohibido cf Lv 17,10) más que en sentido simbólico-sacramental. El valor semítico del la palabra
“carne” sirve para designar la condición humana, la vida humana, del Hijo del Dios.

III.2. Nos encontramos ante la radicalización del discurso de Cafarnaún: la carne, en este caso es lo mismo que el
cuerpo, y el cuerpo representa a la persona y la historia misma de Jesús que se ha sacrificado y entregado por “el
mundo”. El autor nos pone frente al sacrificio redentor de la cruz, sin mencionarlo directamente, más que por medio de
“dar” o “entregar”. El sentido del “comer” al Hijo del hombre es una expresión de muchos quilates que apunta a
poseer su vida, su palabra, sus opciones, sus sentimientos filiales. Este es el desarrollo lógico y teológico de todo lo
anterior, aunque bien ha podido ser añadido en un segundo momento de la reflexión de este evangelio, que no se ha
compuesto de una sola vez.

III.3. Es una comunión con su vida, esa vida que entrega por todos los hombres y que en la eucaristía vuelve a entregar
como el resucitado. Si El Hijo vive por el Padre que le entrega su vida, nosotros vivimos por Jesús que nos entrega la
que ha recibido. Es todo, pues, un misterio de donación el que acontece en la realización de la eucaristía. De ahí que
sea el sacramento que nos va resucitando día a día, para que la muerte no sea nuestro destino, sino que nuestra meta
es tener la vida que Jesús posee ahora como Señor de la muerte. Ahí reside la sabiduría del misterio de la eucaristía en
la comunidad: ser una donación sin medida. En Juan este discurso está en sintonía con el mismo misterio de la
Encarnación. Es posible que muchas expresiones muestren un “realismo” exagerado para explicar lo que siendo real,
se lleva a cabo de forma sacramental. Porque es real la donación de la vida

Fray Miguel de Burgos Núñez


Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

Pautas para la homilía


Durante varios domingos proclamamos el evangelio del Pan de vida.

Jesús ha multiplicado el pan. La gente ha quedado impresionada y saciada. Pero no ha entendido el signo de Jesús. Le
buscan, se interesan por él, porque les ha quitado el hambre sin que ellos hicieran absolutamente nada.

“Yo soy el pan de vida, el que come mi cuerpo y bebe mi sangre…” Para nosotros hoy las palabras de Jesús no
resultan escandalosas, para los judíos sí lo eran. Para nosotros hay una clara referencia a la Eucaristía, en la que
comemos y bebemos el cuerpo y la sangre de Jesús. Nuestro alimento como cristianos.

Comulgar sacramentalmente es relativamente fácil. Pero lo complicado es estar en comunión con el mensaje, con el
Evangelio que proclama Jesús, haciéndolo vida en nosotros y en nuestro mundo. Las palabras y el mensaje de Jesús
son desconcertantes. Si comemos su carne y bebemos su sangre, pero ello no nos lleva más que a ser piadosos, tal
vez no hayamos entendido nosotros tampoco nada de lo que Jesús trae a nuestro mundo. Lo querremos hacer
también nosotros rey de nuestras necesidades cotidianas, pero no habremos entendido que el Reino de Dios ha
comenzado.

Tal vez por ello hoy no molesta un cristianismo en el ámbito de lo meramente privado o en el ámbito de la Iglesia y de
los templos. Lo que molesta es el Evangelio llevado a la vida de cada día y a la sociedad de nuestro tiempo. Que los
cristianos nos reunamos para comer y beber, siempre que lo hagamos en silencio, no crea ningún problema en nuestra
sociedad, materialista y conformista. Pero que los cristianos, porque comulgamos con las ideas y principios de Jesús los
queramos llevar al terreno de la vida de la sociedad en la que vivimos, ya puede empezar a ser problemático. Los
cristianos no somos tan molestos por hacer procesiones religiosas, aunque sea la del Corpus, cuanto por reivindicar la
paz, la tolerancia, la igualdad de género, la atención a las necesidades de los más pobres y vulnerables de nuestra
sociedad, la justicia social, la atención a los inmigrantes, a los niños abandonados, a las mujeres maltratadas, a los
jóvenes sin trabajo ni futuro… entonces nos llegan los problemas como a Jesús en su tiempo.

Pero los que comemos su cuerpo y bebemos su sangre, leemos el evangelio y queremos comulgar con Jesús y con
sus ideas. En nuestras comunidades no debemos de dejar de escuchar la voz de Jesús que nos dice aquello de que
“entre vosotros el que quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos”.

Quizás el interrogante para nosotros, que nos llamamos predicadores del Evangelio de la gracia, es discernir qué tipo de
pan multiplicamos y repartimos entre los que nos llamamos creyentes. El termómetro para saber si el pan que
comemos y compartimos es el mismo que ofrece Jesús, tal vez sea el tomar el pulso a nuestro compromiso personal y
comunitario en la construcción de una sociedad más justa, humana y solidaria, semilla del Reino. Para esta lucha
contamos en nuestra debilidad con la fuerza del Espíritu, que se renueva en nosotros cada vez que comemos y
bebemos con Jesús en la Eucaristía.

Los que seguían a Jesús por los caminos de Palestina tenían hambre, por eso el Maestro les da de comer y les invita a
descubrir en Él al verdadero pan vivo bajado del cielo. No se puede dar de comer a quien no tiene hambre.

Santo Domingo vendió sus libros para paliar el hambre material de los necesitados y entregó su vida para saciar con la
experiencia Dios a los que buscaban la verdad.

Nuestro mundo de hoy sigue hambriento e intenta saciarse de demasiadas cosas que prometen felicidad. Descubrir el
hambre material e inmaterial hoy a nuestro alrededor, luchar por la justicia y ofrecer al Jesús del Evangelio como el
mejor de los alimentos es misión urgente de toda la Iglesia y en especial de los predicadores.

Fr. Francisco José Collantes Iglesias O.P.


Convento Sta. Cruz La Real de Granada

Evangelio para niños

XX Domingo del tiempo ordinario - 19 de Agosto de 2018

Discurso en la sinagoga de Cafarnaúm


Juan 6, 51-59
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Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a los Judíos: - Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de esta pan, vivirá
para siempre. Y el pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: -
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: -Os aseguro que, si no coméis la carrne del Hio
del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo
modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo
comieron y murieron; el que come de este pan vivirá para siempre.

Explicación
Cuando Jesús dice a quienes le escuchan que coman su carne y beban su sangre, les está invitando a acoger e imitar
su estilo de vida; les invita, sobre todo, a estar tan unidos a El que todo lo importante para El, lo fuera para ellos de
igual modo. Para nada les dice que le coman en plan caníbal.

Evangelio dialogado
Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura
dramatizada.

VIGÉSIMO DOMINGO ORDINARIO – CICLO “B” - (JUAN 6, 51-59)

NARRADOR: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

JESÚS: Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré, es mi
carne para la vida del mundo.

NARRADOR: Discutían entre sí los judíos y decían:

JUDÍOS: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

JESÚS: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

JUDÍO 1: ¿Por qué nos hablas continuamente de comer tu carne y beber tu sangre?

JESÚS: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.

JUDÍO 2: ¿Pero quién te crees tú para decirnos estas cosas?

JESÚS: Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita
en mí, y yo en él.

JUDÍO 1: ¿Qué nos quieres decir cuando hablas de habitar en ti?

JESÚS: El Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí.

JUDÍO 2: ¿A que te refieres cuando hablas de que el que te coma vivirá para siempre?

JESÚS: Este es el pan bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que coma de
este pan vivirá para siempre.

NARRADOR: Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Textos: Fr. Emilio Díez y Fr. Javier Espinosa


Dibujos: Fr. Félix Hernández

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