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INSTITUTO DE PROFESORADO “CONCORDIA” D-54


Filosofía del Lenguaje
Prof. Mauricio Rohrer

La teoría del signo en la Suma de lógica de Guillermo de Ockham

1. LA NATURALEZA Y TIPOLOGÍA DE LOS SIGNOS

La cualidad de ‘signo’ del concepto no será clara en tanto no se expliciten las nociones de ‘signo’
y ‘significar’. Ockham parece darse cuenta de ello, y seguramente esta objeción se le presentó en su
tiempo, pues ya en el primer capítulo de la Suma de Lógica define qué entenderá por ‘signo’, no sin cierta
impaciencia ante el opositor irreductible (‘protervus’)1:

“…Sin embargo, en razón de los insolentes, hay que saber que signo se
toma de dos modos: De un modo, por todo aquello que, aprehendido, hace llegar al
conocimiento de alguna otra cosa, aunque no haga llegar a la mente al
conocimiento primero de eso—como se ha mostrado en otro lugar—sino al actual a
partir del habitual de lo mismo. Y así la voz significa naturalmente, como cualquier
efecto significa por lo menos su causa; como también el círculo significa el vino en
la taberna. Pero aquí no hablo de signo de este modo tan general. Se toma signo
de otro modo por aquello que hace llegar al conocimiento de algo, y es apto
naturalmente para suponer por ello o para ser añadido a signos tales en la
proposición, como son los sincategoremas y los verbos y aquellas partes de la
oración que no tienen una significación determinada, o es apto para componerse
de tales, como es la oración. Y tomando así este vocablo ‘signo’, la voz no es signo
natural de nada…” 2

Ockham presenta, entonces, dos acepciones de ‘signo’, que recuerdan la célebre definición
agustiniana3.
Sin embargo, la influencia más directa en su concepción viene dada por la tradición inglesa de
Francis Bacon y Duns Scoto. En este sentido Ian Pinborg sostiene:

“…Generally, the Augustinian inspiration did not effect medieval


discussions on logic; Bacon is here an interesting exception (...) Here as in his
handling of several other problems of epistemology Bacon opens the way to Scotus
and Ockham and continues the development of terminist logic towards its
culmination in the early 14th century. I should like once more to emphasize the
pivotal role of the concept of ‘sign’ for this development: When words and concepts
are considered as signs which operate according to rules, it becomes possible to
use philosophical language critically, but without despair…” 4

Teodoro de Andrés, siguiendo los estudios de Ph. Boehner, remarca la originalidad ockhamista
en la concepción del signo, dada por un doble distanciamiento con la definición agustiniana:

“…En primer lugar, Ockham ha suprimido la restricción agustiniana al


campo de lo sensible. Es decir, ha desaparecido la referencia agustiniana ‘praeter
speciem, quam ingerit sensibus’.
En segundo lugar, Ockham ha suprimido también la referencia hecha por
S. Agustín a una doble ‘cognitio’…”5

Este distanciamiento conlleva la ampliación de la función significativa: por un lado, ésta se


extiende más allá del signo sensible; por otro, se abre la posibilidad de significación de signos que no
hayan sido previamente conocidos para conducir a una realidad distinta de sí.
En el primer sentido señalado, el signo tiene una función gnoseológica, básicamente
rememorativa, es decir, para que opere como tal tiene que haberse dado un conocimiento previo que el
signo ahora actualiza.
En el Comentario al Libro Primero de las Sentencias6, Ockham realiza un estudio de dos tipos de
signos correspondientes a esta primera acepción. Se trata del ‘vestigium’ y la ‘imago’, ambos capaces de

1
En la traducción al francés de la obra que analizamos, dice Jöel Biard : “ ...Le protervus est la figure symbolique de
l’opposant irréductible qui, dans une dispute, trouve toujours à redire tant qu’ une objection reste possible... ”; en
OCKHAM, Guillermo de., (1988), Somme de logique, pág. 9, nota 15
2
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 1, págs. 15-16
3
AGUSTÍN, San., (1957), Sobre la doctrina cristiana. Libro II, cap. 1, pág. 36 : “…pues un signo es una cosa que,
aparte de la impresión que produce en los sentidos, por sí hace que algo diferente llegue al conocimiento…”
4
PINBORG, Jan., (1984), pág. 405
5
ANDRÉS, Teodoro de., (1969), pág. 79
6
Cfr. OCKHAM, Guillermo de., (1970), OT II, In I Sent., d. 3, 9. 10
2

conducirnos al conocimiento de aquello de lo que son imagen o vestigio, si previamente conocíamos


dicho objeto.
No obstante las características comunes de estos dos tipos de signos, se diferencian en que el
vestigio es causado por la misma cosa a cuyo conocimiento nos lleva; la imagen, en cambio, puede no
estar causada eficientemente por la misma cosa significada.
La función cognoscitiva de estos signos es de carácter rememorativo, por lo que se constituyen
como signos representativos.
En el segundo sentido -el que Ockham asume en la Suma de Lógica- el signo sigue cumpliendo
una función gnoseológica, pues lleva al conocimiento de algo; pero en la intelección que genera queda
suprimida la notitia rememorativa. Este segundo tipo de signos se caracteriza por la posibilidad de
producir una intelección primaria (no meramente recordativa) y por su función suposicional, es decir, por
estar orientados los signos de este tipo a ocupar el puesto de la cosa significada dentro de una
proposición actual o posible.
Estamos frente al signo lingüístico, que posee una cobertura gnoseológica mucho más amplia
que cualquier otro signo. Esto está de acuerdo con la concepción ockhamista de ‘lo propiamente
cognoscible’, que no son las cosas mismas sino las proposiciones sobre ellas7.
El carácter lingüístico de estos signos deriva de la determinación adicional que Ockham les da y
que comprende tres instancias:
 pueden suponer por el objeto conocido;
 pueden ser añadidos a signos comprendidos en la primera posibilidad; y
 pueden componerse de signos tales, es decir, de las dos primeras posibilidades.
Aquí nos encontramos evidentemente en el terreno del lenguaje, pues la suposición y la
composición son características lingüísticas.
El signo aquí no se está determinando como algo necesariamente sensible, como sí lo era en
san Agustín, por lo que el signo lingüístico hace referencia no sólo a los signos lingüísticos sensibles, de
los idiomas hablados o escritos, sino también a los signos del lenguaje mental. Estos últimos no son sino
los conceptos mismos, que Ockham denomina indistintamente ‘términos mentales’, ‘intenciones o
pasiones del alma’ o ‘similitudes’.
El concepto de ‘signo’ remite inmediatamente al estudio de la acción de significar. Sin embargo,
consideraremos ahora la tipología de signos lingüísticos que se presenta en la obra, para luego abordar la
teoría de la significación.

2. EL TÉRMINO COMO SIGNO LINGÜÍSTICO

Ya desde las primeras líneas de la Suma de Lógica, Ockham presenta la perspectiva desde la
que se va a asumir la reflexión sobre el lenguaje:

“…Todos los que estudian la lógica se proponen mostrar que los


argumentos se componen de proposiciones y las proposiciones de términos. El
término no es, entonces, sino la parte próxima de la proposición, pues Aristóteles,
al definir el término en los Primeros analíticos, I, dice: ‘Llamo término aquello en
que se resuelve la proposición, como el predicado y aquello de que es predicado,
sea unido o dividido en cuanto a ser o no ser’…”8

La estructura de la proposición es sujeto—cópula—predicado 9, en la que el lugar del sujeto y el


predicado lo ocupan los términos, y la cópula es el verbo ser afirmado o negado. Ello marcará el enfoque
general de Ockham respecto de la proposición, pues su preocupación exclusiva serán las proposiciones
que pueden entrar en un argumento lógico y, por tanto, aquellas que pueden ser objeto de ciencia, es
decir, las proposiciones declarativas o enunciativas.
La proposición ocupa un lugar central dentro de la estructura general del lenguaje al ser la
unidad mínima de referencia respecto de los argumentos, pero la unidad máxima de referencia respecto
de los términos. La proposición se presenta, entonces, como la unidad lingüística básica, el punto de
partida propio para todo estudio sobre el lenguaje.
¿Qué entiende Ockham por terminus? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Qué papel juega el término en
la reflexión ockhamista sobre el lenguaje y en el marco de su filosofía?
El término es el componente inmediato de la proposición, su elemento constitutivo.
Ockham presenta tres acepciones de ‘término’10, restringiendo su uso, para toda la obra, a la
tercera de ellas, de especial relevancia para sustentar las funciones de significación y suposición:

7
OCKHAM, Guillermo de., (1970), OT II, In I Sent., d. 2, q. 4, pág. 134
8
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 1, pág. 13
9
OCKHAM, Guillermo de., (1979), OP III, Ex Per., I, cap. 2, pág. 389
10
En su primera acepción, Ockham define al término como todo aquello que puede ser cópula o extremo de la
proposición categórica. En su segunda acepción, ‘término’ es lo contrario a la oración, como elemento simple. Cfr.
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 2, págs 16-18
3

De un tercer modo, más preciso y estricto, se comprende ‘término’ como


aquello que tomado significativamente puede ser sujeto o predicado de la
proposición (...) De este modo el Filósofo toma el término cuando lo define en los
Primeros analíticos.11

Desde capítulo 3 y hasta el 13 de la Suma de Lógica, Ockham se aboca a distinguir y clasificar


los términos, ateniéndose a criterios tanto semánticos como sintácticos y pragmáticos.
La primera clasificación es de singular importancia para el posterior análisis de la teoría
ockhamista del lenguaje.
La primera tipología aparece ya esbozada en el capítulo 1 y completada en el 3, en el cual se
distinguen los términos de acuerdo a su ‘materialidad’ o a los lenguajes en que se expresan. De aquí
resulta la clasificación en mentales, orales y escritos:

“ (…) así como según Boecio, en el Comentario a ‘Sobre la


interpretación’, la oración es triple, a saber, escrita, hablada y concebida –teniendo
ser sólo en el intelecto, así, el término es triple, a saber, escrito, hablado y
concebido…”12

El término escrito es parte de una proposición transcripta en algún cuerpo, susceptible de ser
vista13. El término oral es una parte de la proposición proferida por la boca y apta por naturaleza para ser
oída14. El término concebido es:

“(…) una intención o pasión del alma que naturalmente significa o


cosignifica algo, es apto por naturaleza para ser parte de la proposición mental, y
por lo mismo es apto por naturaleza para suponer. Estos términos concebidos y las
proposiciones que se forman con ellos son, entonces, aquellas palabras mentales
de las que san Agustín dice, en el ‘Tratado sobre la Trinidad’, XV, que no son de
ninguna lengua, porque permanecen sólo en la mente y no pueden proferirse al
exterior, si bien las voces, como signos subordinados a ellas, se pronuncian al
exterior…” 15

Este fragmento es de vital importancia, pues en él se vertebran tres problemas fundamentales de


la filosofía ockhamista: la naturaleza del concepto 16, la naturaleza de la proposición mental y las funciones
de significación y de suposición.
En este primer capítulo de la obra aparecen, a tenor de la tripartición del término, dos tesis
fundamentales: el orden de subordinación de los términos y la diferencia entre ellos; ambas
estrechamente vinculadas.
Respecto de la primera, afirma Ockham:

“…Digo que las palabras son signos subordinados a los conceptos o


intenciones del alma, no porque tomando en sentido propio este vocablo ‘signos’,
las palabras mismas signifiquen siempre en sentido primero y propio los conceptos
mismos del alma, sino porque las palabras se imponen para significar aquellas
mismas cosas que son significadas por los conceptos de la mente, de tal modo
que el concepto significa primaria y naturalmente algo y secundariamente la
palabra significa eso mismo. (…) Y lo que se ha dicho de las palabras respecto de
las pasiones o de las intenciones o de los conceptos, lo mismo hay que entenderlo,
proporcionalmente en cuanto a esto, de las cosas escritas en relación con las
palabras…” 17

La segunda tesis, que se desprende de la de subordinación, es el establecimiento de la


diferencia de significación entre la tríada de términos:

“…Pero entre estos términos se descubren algunas diferencias. Una es


que el concepto o pasión del alma significa naturalmente aquello que significa, pero
el término hablado o el escrito nada significan sino por institución voluntaria. De lo
que se sigue otra diferencia, pues es claro que el término hablado o el escrito

11
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 2, págs. 16-17; subrayado nuestro
12
Ibid., cap. 1, pág. 13
13
Cfr. Ibidem
14
Cfr. Ibidem
15
Ibid., cap. 1, págs. 13-14. Nos interesa precisar la diferencia lexicológica entre ‘lengua’ y ‘lenguaje’, en el contexto
de uso ockhamista. El término ‘lingua’ aparece en contextos agustinianos y su equivalente en la obra de Ockham es,
generalmente, ‘idioma’. Éste refiere tanto al lenguaje hablado como escrito que utiliza una comunidad de hablantes y
se sitúa en el tiempo y en el espacio. En cambio, el término ‘lenguaje’ refiere, la mayor de las veces, al lenguaje
mental o natural que es común a todos los hombres y no se reduce a la particularidad de ninguna lengua.
16
Asimilado al término mental que se identifica con el acto mismo de intelección. Cfr. Supra, cap. I, I.4; I.6
17
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 1, págs. 14-15
4

pueden cambiar su significado a voluntad, pero el término concebido no cambia su


significado a voluntad de cualquiera…” 18

En los siguientes apartados profundizaremos el análisis y las implicancias de esta primera


clasificación que Ockham realiza de los términos. Completemos ahora, sucintamente, las posteriores
distinciones.
En el capítulo 4, Ockham establece la clasificación de los términos en categoremáticos y
sincategoremáticos. Los primeros son aquellos que tienen una significación definida y determinada, v.
gr., los sustantivos y verbos. Los segundos no poseen significación determinada, y sólo significan al
afectar a los categoremáticos, v. gr. ‘todo’, ‘cada’, ‘en tanto’, ‘además’19.
Centrado en el término como nombre, Ockham introduce en el capítulo 5 la distinción entre
términos concretos y abstractos20. En primer lugar plantea una distinción morfológica entre ambos:
poseen la misma raíz pero diferente desinencia 21. En segundo lugar, plantea una distinción funcional:
muchas veces los nombres concretos significan, connotan, designan y suponen por algo que el nombre
abstracto de ninguna manera significaría. Así, ‘justo’ supone por un hombre, mientras que ‘justicia’ supone
por una cualidad del hombre.
Nombres concretos y abstractos pueden funcionar de tres modos distintos:
1. Por modo de inherencia: el nombre abstracto supone por una forma o un accidente
que inhiere en el sujeto; el concreto supone por el sujeto de dicha forma o accidente;
2. Por modo de totalidad-parcialidad: el abstracto supone por un todo, y el concreto por
una parte;
3. Por modo de distinción: el concreto y el abstracto suponen por cosas distintas, sin
que sean sujeto ni parte la una de la otra.

En estos tres modos las funciones se entrecruzan y pueden ser asumidas tanto por un nombre
concreto como por uno abstracto, aunque también se da el caso de nombres concretos que no poseen su
correspondiente abstracto.
Se presenta aquí el problema de la sinonimia22 entre los nombres y, en particular, entre los
concretos y los abstractos. Según Ockham, ‘sinónimo’ tiene dos sentidos, uno estricto y otro amplio 23. En
el primer caso, dos nombres son sinónimos si los hablantes los utilizan para significar una sola y misma
cosa. En el segundo caso, hay sinonimia si dos nombres significan simplemente la misma cosa, aunque
los usuarios no consideren que siempre signifiquen lo mismo. De acuerdo con este criterio, algunos
nombres concretos y abstractos pueden ser sinonímicos, por ejemplo ‘hombre’ y ‘humanidad’, ‘animal’ y
‘animalidad’; no se distinguen respecto de su significación, aunque sí por la cantidad de sílabas y porque
unos son concretos y otros abstractos.
Ockham presenta otra división de los términos en absolutos y connotativos. Son absolutos

“…aquellos que no significan algo principalmente y otra cosa o lo mismo


secundariamente, sino que cualquier cosa que se significa por aquel nombre, se
significa del mismo modo primario, así como es claro de este nombre ‘animal’ que
no significa sino bueyes, asnos y hombres, y así con los demás animales, y no
significa uno de un modo primario y otro de un modo secundario…” 24

Los nombres connotativos, en cambio, significan una cosa de manera primaria, y otra de manera
secundaria, por ejemplo, ‘blanco’ significa primariamente la blancura, y secundariamente el objeto que es
blanco25.
Los absolutos coinciden casi plenamente con la noción de sustantivo concreto. Los connotativos
poseen, en cambio, una significación polarizada, de modo que significan algo ‘in recto’ y algo ‘in oblicuo’.
Este es el caso de los conceptos que expresan las propiedades trascendentales del ente –‘unum, ‘verum’,
‘bonum’- y los conceptos de ‘intellectus’ y ‘voluntas’.
Un caso especial de términos connotativos lo constituyen los conceptos relativos, es decir, los
que expresan relación entre dos entes26.

18
Ibid, pág. 15
19
Cfr. Ibid, cap. 4, págs. 23-24
20
Cfr. Ibid., cap. 5, págs. 24 a 27
21
Hay que tener en cuenta que esta diferencia la arguye Ockham tomando como ejemplo el sistema morfológico
latino, en el que las desinencias que puede asumir una palabra hacen variar su función sintáctica.
22
El problema de la sinonimia es abordado en toda su complejidad en la Suma de Lógica. Apuntamos dos
consideraciones que nos parece relevante mencionar: en primer lugar, Ockham plantea este problema a fin de
despejar cualquier posibilidad de identificación del nombre abstracto con alguna ‘natura universal’, remarcando su
opción excluyente por el singular. En segundo lugar, el problema de la sinonimia es resuelto atendiendo a la
‘intensionalidad’ de las expresiones, temática analizada por los filósofos contemporáneos del lenguaje. Cfr. ACERO,
Juan José; et al., (1996), cap. 5; HIERRO PESCADOR, José., (1994), cap. 8
23
Cfr. OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, caps. 6 y 7, págs. 28 a 41
24
Ibid., cap. 10, págs. 48-49
25
Ibid., págs. 50-52
5

Las divisiones hasta aquí planteadas se aplican tanto a los términos naturales (mentales) como a
los convencionales (orales y escritos). En los capítulos 11 y 12 se dedica a distinguir los tipos específicos
de términos convencionales.
Los términos convencionales se clasifican en términos de primera imposición y de segunda
imposición.
Ockham comienza definiendo a los últimos como

“…nombres impuestos para significar signos instituidos a voluntad y


aquello que sigue a tales signos, pero sólo mientras son signos…” 27

Los nombres de primera imposición, en cambio, son los que resultan directamente de la
convención humana y se dirigen –refieren- inmediatamente a la cosa.
En este mismo capítulo se introduce la distinción de los dos modos que puede asumir el término
de primera imposición. Éste puede ser de primera intención y de segunda intención.
Ockham comienza por definir a los términos de segunda intención como

“…aquellos nombres que se imponen propiamente para significar


intenciones del alma, o propiamente intenciones del alma que son signos
naturales, y otros signos instituidos a voluntad o que siguen tales signos. Y tales
son nombres [como] ‘género’, ‘especie’, ‘universal’, ‘predicable’ y los de este estilo,
porque tales nombres no significan sino intenciones del alma que son signos
naturales o signos instituidos a voluntad…” 28

Los términos de primera intención, en cambio son aquellos que

“…significan cosas que no son signos, ni siguen tales signos, cuales son
todos éstos ‘hombre’, ‘animal’, Sócrates’, ‘Platón’, ‘blancura’, ‘blanco’, ‘ente’,
‘verdadero’, ‘bueno’ y los de este estilo, de los que algunos significan propiamente
cosas que por naturaleza no son signos que supongan por otras, algunos significan
tales signos y al tiempo con esto otras cosas…” 29

Esta diferenciación le permitirá a Ockham sostener una interpretación significativo-lingüística del


problema de los géneros y las especies, entendidos como intenciones segundas.
En el capítulo 13 se establece la última clasificación de los términos que reorganiza las
distinciones anteriores. Se trata de la división de los términos instituidos a voluntad en denominativos,
equívocos y unívocos.
Ockham no se detiene en el análisis de los términos denominativos, pues esta categoría
corresponde a todos los nombres instituidos a voluntad y clasificados en los capítulos anteriores.
Los equívocos y unívocos son tipos restrictivos de los términos instituidos ad placitum:

“…hay que saber que sólo la palabra u otro signo instituido a voluntad es
equívoco o unívoco, y por eso una intención del alma o un concepto no es
equívoco ni unívoco propiamente hablando…” 30

La equivocidad y la univocidad se presentan, como la sinonimia, únicamente en el campo del


lenguaje hablado o escrito, siendo nociones semánticas que no tienen cabida en el lenguaje mental. Sin
embargo, en la medida en que la semántica del lenguaje hablado o escrito depende de la semántica del
lenguaje mental, estas propiedades -es decir, la equivocidad, la univocidad, y también la sinonimia-
dependen de las relaciones que los términos hablados y escritos guardan con los correspondientes
términos mentales. En la sinonimia, varias palabras están subordinadas a un mismo concepto; en la
equivocidad, una misma palabra se está subordinando a varios conceptos distintos 31; en la univocidad,
una palabra se subordina a un solo concepto32. Así, pues, sinonimia y equivocidad se presentan como
propiedades opuestas al invertirse la relación de subordinación de varios a uno a uno a varios; pero
ambas se presentan como opuestas a la univocidad, en la medida en que esta propiedad fija la
subordinación en una relación de uno a uno.
La equivocidad puede ser de dos clases, según la relación que se dé entre la subordinación de la
palabra a los diferentes conceptos que le son superiores. Así, la subordinación de la palabra a los
distintos conceptos puede ser casual:

26
Ockham reduce el predicamento ‘relación’ a ‘solum nomen’. Los fundamentos de la relación reducida a nombre
han sido objeto de constante polémica entre los críticos. Cfr. ANDRÉS, Teodoro de., (1969), págs. 196 a 215
27
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 11, pág. 53
28
Ibid., págs. 54-55
29
Ibid., pág. 55
30
Ibid., cap. 13, pág. 60
31
Ibid., pág. 60: “…pero la palabra equívoca es aquella que significando varias cosas no es un signo subordinado a
un concepto, sino que es un signo subordinado a varios conceptos o intenciones del alma...”
32
Ibid., pág. 61: “…pero se llama ‘unívoco’ todo aquello que está subordinado a un concepto, sea que signifique
varias cosas o no...”
6

“…cuando una palabra se subordina a varios conceptos, y se subordina


a uno como si no se subordinara a otro y significa una cosa como si no significara
otra, como sucede con el nombre ‘Sócrates’, que se impone a muchos hombres…”
33

Pero una palabra puede subordinarse a varios conceptos cuyos significados están relacionados
de algún modo, relación que es la causa de que la palabra se imponga para significar aquellos distintos
significados y, por lo tanto, para que esté subordinada a varios conceptos igualmente distintos—aunque
relacionados. En este caso se habla de equivocidad por determinación.

3. LA FUNCIÓN SIGNIFICATIVA DE LOS TÉRMINOS

3.1. ¿Qué es significar?

El discurso ockhamista aparece articulado teóricamente por categorías que aluden


explícitamente a una semiosis en permanente actividad.
La función propia de los signos es la de significar, a la que se agrega la función de suponer si se
trata de signos lingüísticos o términos.
Como Ockham mismo indica, él no está trabajando en la Suma de Lógica con la acepción
amplia de signo, sino con la más restringida de signo lingüístico.
Esta opción requiere distinguir dos niveles de significación: el representativo –para la imagen y
el vestigio- y el lingüístico –para los términos-.
En orden a precisar el segundo nivel, que es el que nos interesa, conviene examinar qué
entiende Ockham por ‘significar’.
La acción semiótica consiste, esencialmente, en la remisión del signo a un significado.
Ahora bien, para acotar el sentido de ‘significar’ son fundamentales dos conjuntos de textos: el
capítulo 33 de la Suma de Lógica, y la cuestión 16 del Quodlibet V. Como los dos textos se
complementan, presentamos los pasajes paralelos de ambos, en los que Ockham expone cuatro
nociones diferentes de significar:

Suma de Lógica Quodlibet V


“… Acerca de lo primero, digo que ‘significar’
se toma de muchos modos: de un modo se
dice que un nombre o una voz significa algo
“…Entre los lógicos se toma ‘significar’ de
cuando supone verdaderamente por aquello
muchos modos. Pues de un modo se dice que un
en una proposición no modal y de presente, y
signo significa algo cuando supone o es apto por
se predica de eso con verdad y
naturaleza para suponer por aquello; de tal modo
afirmativamente. Y así ‘blanco’ significa a
que aquel nombre con este verbo ‘es’ se predica
Sócrates, si Sócrates es blanco, porque
de aquel pronombre demostrativo. Y así ‘blanco’
1ª acepción significa a Sócrates; pues ésta es verdadera ‘éste
‘blanco’ supone verdaderamente por Sócrates
en una proposición no modal y de presente,
es blanco’, indicando a Sócrates. Así ‘racional’
porque ésta es verdadera ‘Sócrates es
significa al hombre; pues ésta es verdadera ‘éste
blanco’, y así mismo ésta ‘lo blanco es
es racional’, indicando a un hombre. Y así de
Sócrates’. Así también ‘racional’ significa al
muchos otros nombres concretos…”34
hombre, porque ésta es verdadera ‘el hombre
es racional’. Y así sucede con los otros
nombres concretos que suponen por otra
cosa, diferente a la de sus abstractos…” 35
2ª acepción
“…Se toma de otro modo ‘significar’ cuando aquel “…De otro modo se toma ‘significar algo’
signo puede suponer por aquello en alguna cuando un nombre puede suponer por
proposición de pretérito o de futuro o de presente aquello significado en alguna proposición de
o en alguna proposición modal verdadera. Y así pretérito o de futuro o modal. Y así ‘blanco’ no
‘blanco’ no significa sólo aquello que ahora es sólo significa aquello que ahora es blanco,
blanco, sino también aquello que puede ser sino lo que fue blanco y lo que será blanco, y
blanco; pues en esta proposición ‘lo blanco lo que puede ser blanco, porque en esta
puede correr’, tomando el sujeto por aquello que proposición ‘lo blanco puede correr’, ‘blanco’
puede ser, el sujeto supone por estos que no supone sólo por aquellos que son blancos,
pueden ser blancos…” 36 sino por todos los que pueden ser blancos.
Así mismo en ésta ‘lo blanco fue un animal’,
‘blanco’ supone por estos que son blancos y
por estos que lo fueron. Así mismo en ésta ‘lo

33
Ibid., pág. 60
34
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 33, pág. 123
35
OCKHAM, Guillermo de., (1980), OT IX, Quodlibeta V, q. 16, pág. 543
36
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 33, págs. 123-124
7

Suma de Lógica Quodlibet V

blanco será un hombre’, ‘blanco’ supone por


estos que son blancos y por los que lo
serán…” 37

Suma de Lógica Quodlibet V

“…De un tercer modo se dice que algo


“…De otro modo se toma ‘significar’ cuando se
significa cuando un [nombre] concreto
dice que significa aquello a partir de lo cual la voz
significa aquella forma significada por un
misma se impone o aquello que se significa del
nombre abstracto, aunque no pueda suponer
primer modo por medio de un concepto primero o
por aquella forma en proposición alguna. Y
por una palabra primera. Y así decimos que
3ª acepción ‘blanco’ significa la blancura, porque ‘blancura’
así ‘blanco’ significa la blancura, por la cual
blancura, sin embargo, no puede suponer; y
significa la blancura, sin embargo, este signo
‘racional’ significa el alma intelectiva, por la
‘blanco’ no supone por la blancura. Así ‘racional’,
cual no puede suponer en proposición
si es diferencia, significa el alma intelectiva…” 38
alguna…” 39

“…Del modo más común se toma ‘significar’


cuando algún signo que por naturaleza es parte
“…De un cuarto modo se dice que algún
de una proposición o por naturaleza es una
nombre significa algo porque significa aquello
proposición o una oración conlleva algo, sea de
de modo primero o de modo secundario, en
modo primero o de modo secundario, sea en
nominativo o en un caso oblicuo, connotando
nominativo o en un caso oblicuo, sea que dé a
o cosignificando, ya sea afirmativa o
entender algo o que connote aquello, o de
negativamente. Pues así significan ‘cantidad’,
cualquier otro modo signifique, sea que signifique
‘relación’, cosas absolutas. Así también este
4ª acepción aquello afirmativamente o negativamente. Al
nombre ‘ciego’ significa negativamente la
modo como este nombre ‘ciego’ significa la visión,
visión, y este nombre ‘inmaterial’ significa
porque lo hace negativamente, y este nombre
negativamente la materia, y este nombre
‘inmaterial’ significa negativamente la materia, y
‘nada’ significa negativamente algo, no por
este nombre ‘nada’, o sea, ‘no-algo’ significa algo,
adición sino por remoción, según Anselmo en
aunque negativamente; de este modo de
‘Sobre la caída del diablo’…” 41
significación habla Anselmo, en ‘Sobre la caída
del diablo’…”40

Lo primero que debemos notar en relación con los cuatro modos como ‘los lógicos’ pueden
tomar la noción de significar, es que en todos ellos se trata del signo lingüístico como tal, y no del signo
en su acepción más general de imagen o vestigio. Aunque esta delimitación del campo de la función
semiótica al significar estrictamente lingüístico no sorprende, pues ya se podía inferir desde el primer
capítulo de la Suma de Lógica cuando Ockham precisó en qué sentido iba a entender él la noción de
signo, es importante confirmar que el autor se mantiene fiel a esa primera opción. Además, como la
misma posición se encuentra en los Quodlibeta42, eso ratifica que ésa fue, efectivamente, la opinión de
Ockham en la etapa culminante de su actividad lógico-filosófica.
Ahora bien, ¿por qué acepción opta Ockham? ¿Cuál de las cuatro definiciones propuestas se
ajusta estrictamente al término lingüístico y a la concepción ockhamista del signo y del lenguaje presentes
en la obra que analizamos?

37
OCKHAM, Guillermo de., (1980), OT IX, Quodlibeta V, q. 16, pág. 543
38
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 33, pág. 124
39
OCKHAM, Guillermo de., (1980), OT IX, Quodlibeta V, q. 16, pág. 544
40
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 33, pág. 124
41
OCKHAM, Guillermo de., (1980), OT IX, Quodlibeta V, q. 16, pág. 544
42
Obra compuesta, según se estima, hacia 1334, once años después de la redacción de la Suma de Lógica.
8

La tercera acepción de significar hace referencia a la significación adicional de un nombre


connotativo concreto, tomada incluso fuera del contexto proposicional. Se trata, entonces, de un caso muy
particular de semiosis, que no es el que Ockham maneja en el resto de la Suma de Lógica.
La cuarta acepción difiere de la tercera en que se incluye el contexto proposicional, pero, como
aquélla, comprende otros casos de la significación que pueden estar asociados a un término. En este
sentido, significar es tan amplio que abarca también el cosignificar 43, pero como en otros sitios de su obra
Ockham distingue las dos nociones con precisión, debemos concluir que no es éste el sentido de
significar que usa en el resto de su obra.
La opción ockhamista se circunscribirá a una de las dos primeras acepciones. Es común a
ambas el tomar la significación en el contexto de la proposición, cuando un signo supone o puede
suponer por aquello que significa. Se diferencian, sin embargo, en que en el primer sentido se trata sólo
de proposiciones de presente y no modales, mientras que el segundo comprende también las
proposiciones de pretérito y de futuro y las modales. La primera acepción es, evidentemente, demasiado
estrecha, pues, en ese caso, en una proposición como ‘Sócrates fue filósofo’, el término ‘Sócrates’ no
estaría significando nada, ni podría suponer por nada. Resta, pues, sólo la segunda acepción de
significar, como aquella que Ockham asume y utiliza en su filosofar.

3.2. La significación lingüística y el concepto como signo natural

De acuerdo a lo que hemos venido planteando hasta aquí, la significación en su nivel lingüístico
se caracteriza por engendrar una ‘cognitio prima’ y por la capacidad suposicional del término en una
proposición. Estas propiedades distinguen a este nivel de significación del nivel representativo, por el cual
se conoce por rememoración y donde no se constata la suposición proposicional.
En el estudio de la significación lingüística adquiere toda su gravedad el problema del concepto
como signo.
Los términos orales y escritos poseen una significación arbitraria, es decir, instituida a voluntad.
Los términos mentales, en cambio, significan naturalmente. Esta es la diferencia esencial que Ockham
establece entre unos y otros.
En el capítulo 14 de la Suma de Lógica, dice:

“…Hay que saber que el universal es doble. Uno es universal


naturalmente, a saber, el que naturalmente es un signo predicable de varios, como
cuando análogamente [proportionaliter], el humo significa naturalmente el fuego, y
el quejido del enfermo, el dolor, y la risa, la alegría interior. Y tal universal no es
sino una intención del alma (…) El otro es universal por institución voluntaria…” 44

Ockham postula, para esta cuestión medular de su teoría, una analogía. La relación significativa
entre el fuego y el humo es, en cierto modo, necesaria; mientras que la relación entre el quejido o la risa y
el dolor o la alegría es espontánea.
Para poder interpretar el alcance de esta analogía asumimos la postura de Teodoro de Andrés
que busca un tertio explicativo entre las hipótesis de Ph. Böehner y E. Hochstetter 45, quienes hacen
gravitar todo el peso de la significación natural sobre el nexo causal existente entre objeto y concepto y
sobre la relación de semejanza entre el concepto-signo-natural y el objeto.
Como bien observa Teodoro de Andrés, el nexo causal existe también entre el ‘vestigium’ y
aquello de lo que un signo es vestigio; la relación de semejanza está presente en la imagen como signo
representativo. Por esto, ninguna de estas dos posibilidades sería fundamento suficiente de la
significación natural:

“…Querer, pues, reducir sencillamente a una mera relación de nexo


causal la significación natural del concepto, nos parece que es olvidar el hiatos
establecido por Ockham entre los signos representativos y los lingüísticos.
Lo mismo puede decirse del elemento semejanza…” 46

¿Cuál es, entonces, el fundamento de la significación natural? De Andrés, sin negar el nexo
causal y la semejanza entre concepto y objeto, encuentra como fundamento de la significación natural
una especie de preordenación estructural lingüística del entendimiento, fundada ella a su vez en la
estructura psico-somática misma del hombre:

“…Creemos que es este carácter de ser reacciones espontáneas lo que


constituye la esencia de la naturalidad del quejido o de la risa en cuanto signos
naturales.
Y creemos también que en la analogía con este carácter de reacción
espontánea [ad modum proportionaliter] es donde hay que buscar, a su vez, lo más
43
La cosignificación es la significación adicional de un término connotativo o de los términos sincategoremáticos.
44
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 14, pág. 65
45
Cfr. ANDRÉS, Teodoro de., (1969), págs. 96 a 101
46
Ibid., pág. 98
9

personal del pensamiento de Ockham sobre la naturalidad del concepto en cuanto


signo lingüístico natural.
Si en el hombre el concepto es signo natural y signo natural lingüístico,
creemos que ello se funda, en el pensamiento de Ockham, en la afirmación
subyacente de una previa estructura significativo-lingüística del proceso mismo del
conocer…” 47

En la Suma de Lógica el concepto es definido como el acto de entender mismo; delimitación que
excluye la posibilidad de que el concepto sea una cualidad existente subjetivamente en el alma o una
mera representación (fictum) sin existencia real alguna.
El concepto, como acto de entender, es un signo que puede cumplir con las funciones
semánticas de significación y de suposición; y significa naturalmente aquello que significa porque
siempre puede haber una proposición, al menos de posibilidad, en la cual el concepto suponga por su
significado.
Ahora bien, que el concepto signifique naturalmente ¿se reduce a que pueda suponer por su
significado en alguna proposición verdadera? O, en sentido inverso, que el concepto pueda suponer por
su significado en alguna proposición verdadera ¿es sólo un criterio para determinar que significa
naturalmente? En el primer caso, la posibilidad de suposición del concepto explicaría lo que es su
significación natural; en el segundo, dicha posibilidad no sería sino un criterio para detectar dicha
significación, pero la significación natural misma no se determinaría a partir de la suposición, sino que
sería una propiedad diferente e independiente de la suposición. En este punto, la noción de significar, en
la segunda acepción antes expuesta, viene a complementarse con la noción de signo, en la acepción
restringida de signo lingüístico.
El contexto del primer capítulo de la Suma de Lógica deja en claro que la precisión que hace
Ockham de qué entiende por signo, la hace con el fin de diferenciar la forma natural como significa el
concepto de la forma convencional como significan los términos hablados o escritos. Que el concepto
signifique naturalmente quiere decir que de suyo tiene una capacidad de suposición y de composición
proposicional. Ello no implica, por supuesto, que la significación natural se reduzca a tener dicha
capacidad; pero, aparte de las notas propias del significar, todo concepto es apto para suponer y para
componerse proposicionalmente por el hecho de ser un signo natural.
La consecuencia de esta determinación del concepto es que su carácter lingüístico le es
inherente. Esto no implica que el concepto se determine en forma propia en el ámbito gnoseológico y que
después se le adscriban una serie de características lingüísticas. El concepto es de suyo un signo natural,
es decir, un signo lingüístico; y este signo, así determinado, tiene una capacidad gnoseológica—por ser
signo—que puede precisarse adicionalmente a partir del estudio de la función cognoscitiva, pero no es de
ésta que deriva su capacidad de signo natural.
Ahora bien, son los actos mismos de entender los que tienen este carácter lingüístico, esta
capacidad no sólo de suposición sino también de composición proposicional. Es el conocimiento mismo,
entonces, el que posee este carácter lingüístico, y si todo acto de entender participa de esta
determinación, la conclusión ineludible será que el pensamiento todo es de naturaleza lingüística, y se
identifica simplemente con el lenguaje mental. Por esto, en la filosofía ockhamista la indagación del
lenguaje ilumina y guía el estudio del pensamiento.
Antes de considerar la función suposicional de los términos, creemos conveniente mencionar que
las interpretaciones ‘estándares’ sobre la significación en Ockham, agotan a ésta en las propiedades de
significación y suposición, de las cuales sólo la última sería referencial48.
Sin embargo, si por referencia se entiende el objeto que es correlato de un signo lingüístico, hay
que aceptar que tanto la suposición como la significación son referenciales. La limitación esbozada por la
doctrina estándar ha llevado a considerar que la teoría ockhamiana es puramente extensionalista y que
en ella no hay cabida para aspectos intensionales.
La consideración cuidadosa que hace Ockham de la noción de sinonimia y su aplicación al caso
de los nombres abstractos y concretos evidencia la existencia de un aspecto adicional al de la pura
referencia que contribuye a la determinación semántica de un nombre. Así, dos nombres pueden referirse
a lo mismo y no ser sinónimos; y por esto pueden darse también en el campo mental, como dos
conceptos distintos. Ahora bien, estos dos conceptos refieren a lo mismo; pero, evidentemente, no son
sinónimos, pues ello se excluye por el principio de economía. Luego, como conceptos, es decir, como
actos de entender, difieren, y aunque se refieren a lo mismo, cada uno de ellos expresa ese referente de
modo distinto. Este es el aspecto intensional de la teoría de la significación de Ockham.
La teoría ockhamiana de la significación incluye las propiedades de la significación y la
suposición, y la determinación intensional del concepto. Un concepto significa en forma primaria, natural y
extensional; sin embargo, como acto de entender, aprehende de un modo determinado aquello que
significa, lo que constituye el aspecto intensional de la significación. En contextos proposicionales, un
concepto, entendido como término, tiene un significado extensional, pero sólo por su relación con el otro
término de que se compone la proposición. Respecto de los nombres del lenguaje hablado, el esquema

47
Ibid., pág. 100
48
Por ejemplo, entre muchos, la interpretación de Claude Panaccio: “…La signification est une relation qui associe
à chaque signe considéré hors contexte un ou plusieurs individus de l’univers [...] La supposition d’une terme, c’est,
dirait-on aujourd’hui, la fonction référentielle de ce terme pris en contexte propositionnel... ” (1991: 26;35)
10

de la teoría de la significación es el siguiente: una palabra significa en forma secundaria, instituida y


extensional; que significa en forma secundaria quiere decir que, en la significación, mantiene una
dependencia del concepto al cual se ha subordinado en el momento de la institución. Pero que esta
subordinación es de orden intensional, pues la palabra por sí misma no puede determinar el modo como
significa aquello que significa; esto sólo se puede lograr en un acto del entendimiento o, lo que es lo
mismo, la dimensión intensional es propia de los conceptos, y la palabra sólo la posee en forma derivada.

4. LA FUNCIÓN SUPOSICIONAL DE LOS TÉRMINOS

4.1. La función suposicional

La significación lingüística está estrechamente unida a la suposición, elemento esencial de la


constitución del signo lingüístico en cuanto tal; en efecto, es gracias a la suposición, que los términos son
capaces de integrarse y articularse en un sistema significativo capaz de expresar un enunciado.
La teoría de la suposición es de inveterada raigambre medieval y se desarrolló en el marco de
los estudios lógicos. No obstante los importantes antecedentes medievales de la temática, Ockham
efectúa aportes originales que amplían el alcance de las concepciones anteriores a él.49
En el capítulo 63 de la Suma de Lógica dice Ockham:

“…Habiendo hablado de la significación de los términos, queda por


hablar de la suposición, que es una propiedad que conviene al término pero nunca
fuera de la proposición…” 50

Antes de definir la función suposicional, Ockham ya explicita que ésta sólo se realiza en una
proposición y, jamás, fuera de ella.
Como la propiedad de la significación, la propiedad de la suposición tiene también una función
referencial, pero, a diferencia de aquélla, requiere del contexto proposicional para darse; es decir, que la
suposición es una propiedad que conviene a los términos de la proposición:

“…Y así, tanto el sujeto como el predicado suponen; y de modo


universal, cualquier cosa que pueda ser sujeto o predicado de una proposición
supone…” 51

Planteada esta restricción, Ockham sostiene:

“…se dice suposición como una posición por otro, de tal modo que
cuando un término en la proposición está por algo, de tal modo que se usa aquel
término por algo de lo cual se verifica aquel término…”52

La suposición se verifica de modo principal en los signos lingüísticos naturales (términos


mentales) y de modo ‘participado’ en los términos convencionales. Esto obedece a la tesis de la
subordinación de los segundos respecto de los primeros.
La extensión de la propiedad suposicional a los conceptos y la realización de esta propiedad en
la proposición constituyen las dos innovaciones que introduce Ockham.

4.2. Los tipos de suposición y la primacía de la suposición personal

Ockham distingue en el último capítulo de la obra el sentido propio e impropio de la suposición:

49
No nos detendremos en un análisis de los precedentes medievales –en particular Guillermo de Shyreswood y Pedro
Hispano- de la teoría de la suposición. Para ello remitimos a los trabajos de Ignacio Miralbell (1998: 31-88) y
Teodoro de Andrés (1969: 219-270). Sólo destacamos que tanto en Guillermo de Shyreswood como en Pedro
Hispano, en primer lugar, sólo suponen los términos convencionales (orales o escritos); en segundo lugar, también
para ambos, la suposición es preproposicional, una propiedad de los términos en estado atómico.
50
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 63, pág. 246, subrayado nuestro
51
Ibidem. La expresión concesiva ‘y así’ -et sic— se refiere al sentido amplio como Ockham toma la suposición,
según el cual ésta no se distingue de la apelación, sino que la apelación está contenida bajo la suposición. En sentido
estricto, las dos propiedades se diferencian. La apelación es propia de los términos en proposiciones verdaderas de
presente únicamente, pero la suposición va más allá de esta restricción. Dice L. M. Rijk (1985: 185) “…
L’appellation (appellatio ou nominatio) est l’emploi d’un terme commun pour désigner une chose existante. Elle se
caractérise par le fait qu’elle ne renvoie qu’à des choses existantes, c.-à-d. qu’elle dénote seulement, sans connoter
une nature universelle et sans être une référence abstraite; la supposition et la signification par contre concernent
des choses existantes et inexistantes... ”
52
Ibid., págs. 246-247
11

“…Pero es preciso conocer que así como hay una suposición propia, a
saber, cuando el término supone por lo que significa propiamente, así hay una
suposición impropia, cuando el término se toma impropiamente…” 53

El sentido impropio de la suposición se da en las figuras retóricas, como antonomasia,


sinécdoque y metonimia, que corresponden sólo al lenguaje hablado y escrito. Nuestro análisis se
centrará exclusivamente en la suposición en sentido propio.
Si la suposición es una propiedad semántica referencial que conviene a un término en el interior
de una proposición, ello sólo puede ocurrir porque el contexto proposicional precisa de algún modo el
significado del término aislado. Como la proposición está constituida básicamente de sujeto y predicado,
unidos por la cópula, es de esperar que la suposición del sujeto se determine por su referencia al
predicado, y la del predicado, por su referencia al sujeto. Ockham hace explícita esta anticipación:

“…Y así, de modo universal, si el término suponente es el sujeto, el


término supone por aquello de lo cual—o del pronombre demostrativo de lo mismo
—, por medio de la proposición, se denota que se predica el predicado; pero si el
término suponente es el predicado, se denota que el sujeto opera como sujeto
respecto de aquello—o respecto del pronombre demostrativo de lo mismo—, si se
forma la proposición…” 54

Así, pues, de modo general, en la proposición S es P, el término S supone por aquello de lo cual
el término P se predica; y el término P supone por aquello respecto de lo cual el término S opera como
sujeto. En ambos casos es importante la función denotativa de la proposición, pues por medio de ella se
indica respecto de qué se predica el predicado y respecto de qué el sujeto opera como tal. La función
denotativa de una proposición se corresponde con la función significativa de un término; es decir, en la
denotación la proposición entera opera como un signo que no remite esta vez, sin embargo, a una cosa
sino a un estado de cosas:

“…Pero la verdad y la falsedad son ciertos predicables de la proposición


que significan que, de parte del significado, [el caso] es tal como se denota por
medio de la proposición, que es un signo; de donde resulta que la proposición sea
verdadera no es que la proposición tenga en sí alguna cualidad tal, sino que la
proposición sea verdadera es que [el caso] es tal como se significa por medio de la
proposición…” 55

La proposición significa, entonces, un estado de cosas mediante la composición de sujeto y


predicado. La referencia del sujeto queda fijada por aquello de lo que se predica el predicado, y la
referencia del predicado queda fijada por aquello de lo que el sujeto opera como sujeto. Esta referencia
intraproposicional de los términos sujeto y predicado es lo que se denomina propiamente suposición.
Así, por ejemplo, si se está señalando a Sócrates y se forma la proposición ‘un hombre es
animal’, con esta proposición se denota que Sócrates es animal, por lo que el término ‘hombre’ supone
por el animal que es Sócrates. Para el predicado el caso es similar:

“…Pues por esta ‘Sócrates es blanco’ se denota que Sócrates es aquella


cosa que tiene la blancura, y por eso el predicado supone por aquella cosa que
tiene la blancura…” 56

En la proposición ‘Sócrates es blanco’, el término ‘blanco’ no supone por la nieve, así la nieve
sea blanca, sino que supone sólo por Sócrates. El término ‘blanco’, por el contrario, fuera de todo
contexto proposicional, sí significa todas las cosas blancas, incluidos Sócrates y la nieve. La operación
propia de la suposición consiste en esa restricción de la referencia de un término a partir de su correlato
proposicional.
Como vimos, al reseñar los términos de primera y segunda imposición y de primera y segunda
intención, un signo puede ser objeto de tematización, en cuanto signo, por parte de otro signo; es decir,
un signo puede ser él mismo el referente final de un acto de significación sin tomar en cuenta lo que él
mismo significa. Esta relación entre signos puede expresarse en una proposición, en la cual,
evidentemente, el signo tematizado no estará ejerciendo su función significativa, ya que en este caso es
él mismo el objeto significado. Esta posibilidad de la aparición no significativa de un signo en una
proposición es el principio de la división de la suposición. La suposición se divide, por lo tanto, en dos
grandes tipos, según el término suponente esté ejerciendo su función significativa o no. Si la ejerce, la
suposición se denomina personal. Si no la ejerce, la suposición se subdivide según la materialidad del
signo tematizado: si se trata de un signo mental, la suposición se llamará simple; si se trata de un signo
hablado o escrito, se denominará material:

53
Ibid., cap. 77, pág. 299
54
Ibid., cap. 63, pág. 247
55
OCKHAM, Guillermo de., (1979), OP III, Ex. Per, I, prólogo, pág. 376, subrayado nuestro
56
OCKHAM, Guillermo de., (1994), Suma de Lógica, cap. 63, pág. 247
12

“…La suposición personal, en general, es aquella en la que el término


supone por su significado, sea aquel significado una cosa fuera del alma, sea una
palabra, sea una intención del alma, sea escrito, sea cualquier cosa imaginable;
así, cuando quiera que el sujeto o el predicado de la proposición suponen por su
significado, y se toman significativamente, siempre la suposición es personal [...] La
suposición es simple cuando el término supone por una intención del alma, pero no
se toma significativamente [...] La suposición es material cuando el término no
supone significativamente, sino que supone por la palabra o por lo escrito…” 57

El criterio de división de la suposición es semántico, y la diferencia se establece entre el término


que supone por su significado y significativamente, y el que no supone por su significado ni
significativamente.
Veamos algunos ejemplos de la suposición personal, según el diverso estatus ontológico de
aquello por lo que se está suponiendo:
1. En ‘El hombre es animal’, el término ‘hombre’ supone por los hombres mismos, que
es lo que el término significa, pues son ellos los que son animales—y no un
concepto o algo común a todos que, por lo demás, no existe;
2. En ‘El nombre vocal es parte de la oración’, el extremo ‘nombre vocal’ supone por
aquellos que son nombres vocales, como las palabras;
3. En ‘Toda especie es universal’ el término ‘especie’ supone por aquello que
propiamente significa: ciertas intenciones del alma que son universales;
4. En ‘Toda expresión escrita es expresión’, el extremo ‘expresión escrita’ supone por
lo mismo que significa: las diferentes expresiones escritas.58

Es muy importante, entonces, saber cuál es el significado de una término para poder determinar
si en una proposición supone personalmente o no, pues si supone por su significado y se toma
significativamente, tendrá suposición personal, aunque dicho significado sea una intención del alma o algo
escrito. La condición adicional para la suposición personal, que el término se tome significativamente, no
es superflua, pues puede suceder que un término suponga por su significado, mas no se tome
significativamente, por lo que no tendrá suposición personal.
A diferencia de la suposición personal, sucede muchas veces que un término supone por una
intención del alma que no es su significado, por lo que allí tiene suposición simple. Así, en ‘el hombre es
especie’, el término ‘hombre’ no está suponiendo por su significado, pues no son los hombres singulares
los que son especie sino una intención del alma, luego dicho término tiene en esa proposición suposición
simple. Algo parecido ocurre en la proposición ‘hombre se escribe’, donde el término ‘hombre’ tiene
suposición material.
Entre la suposición significativa y la no significativa, la primera posee una cierta prelación, que
Ockham formula así:

“...También hay que notar que siempre un término, en cualquier


proposición que se dé, puede tener suposición personal, a menos que por voluntad
de los usuarios se restrinja a otra...” 59

No toda proposición en la que sus términos tengan suposición personal va a ser verdadera. Por
ejemplo, si en la proposición ‘el hombre es especie’, el término ‘hombre’ tiene suposición personal, la
proposición será falsa; pero es verdadera si tiene suposición simple. El punto en el que Ockham quiere
insistir es que en una proposición cualquiera, con independencia de su valor de verdad, un término puede
tener siempre suposición personal. Con esto se está subordinando, de cierto modo, la teoría de las
condiciones de verdad a la teoría de la significación, que incluye la teoría de la suposición. Así, la
comprensión de una proposición es más primordial que la determinación de su valor de verdad, y su
presupuesto. Pero no se puede argüir, en cambio, que algo parecido puede decirse de la suposición no
significativa, es decir, que un término puede tener siempre suposición simple o material en una
proposición, con independencia de su valor de verdad. Para que un término sujeto pueda tener una
suposición no significativa se requiere que el predicado corresponda a la materialidad de la suposición
que se le quiere otorgar al término:

“…Pero no en toda proposición puede un término tener suposición simple


o material, sino solo cuando un término tal se compara con el otro extremo, que
corresponde a una intención del alma, a la palabra o a lo escrito…” 60

Así, según ejemplo del propio Ockham, en la proposición ‘el hombre corre’, el término ‘hombre’
no puede tener suposición simple ni material, pues el correr no es algo que corresponda a una intención

57
Ibid., cap. 64, págs. 248-250
58
Todos los ejemplos son aducidos por Ockham. Cfr. Ibid., págs. 248-249
59
Ibid., cap. 65, pág. 251
60
Ibidem
13

del alma, a una palabra o a algo escrito. Entonces, la suposición personal tiene una primacía simpliciter
en la construcción de proposiciones con sentido, sin importar que sean falsas. Pero para que la
suposición simple o material se dé, la proposición debe cumplir una condición de coordinación
significativa entre lo expresado por el predicado y la intención del alma, lo hablado o lo escrito, según
corresponda. Es claro que el cumplimiento de esta condición garantiza sólo la formación de la proposición
con un término que tiene tal suposición; no dice nada acerca de sus condiciones de verdad. Así, para la
construcción de una proposición basta que sus términos tengan suposición personal; pero si se quiere
construir una proposición con suposición simple o material, debe satisfacerse un requisito de orden
semántico.

4.3. El acto efectuado y el acto signado


Con el fin de responder a algunas objeciones que se le presentan a su teoría de la suposición,
Ockham establece una distinción en el modo como se puede constituir una proposición, sobre el supuesto
de que hacer algo es distinto a describirlo.
Esta diferencia tan clara y fundamental cuando el primer acto ocurre en el medio de las cosas
tiende a desdibujarse cuando ocurre en el medio de las palabras. Por ejemplo, si tomamos dos actos
lingüísticos, de los cuales uno sea objeto del otro como en: ‘El hombre es animal’ y ‘animal se predica de
hombre’, con la primera proposición se está realizando un acto predicativo que difiere de sus elementos
constitutivos, los signos ‘hombre’, ‘es’ y ‘animal’; con la segunda se está diciendo qué se hace en la
primera proposición y cómo se están usando allí los respectivos signos.
El ejercicio mismo del acto lingüístico lo llama Ockham acto efectuado -actus exercitus-; su
descripción, acto signado -actus signatus-61.
A partir de los ejemplos mismos que analiza Ockham62 podemos ver que en algunos casos el
acto efectuado y su correspondiente acto signado son ambos verdaderos; mientras que en otros, el acto
signado es verdadero, pero su correspondiente acto efectuado es falso. Así, el acto signado ‘el género se
predica de la especie’ expresa una proposición verdadera, pero el acto efectuado ‘la especie es género’
expresa una proposición falsa. La sospecha es que si un acto signado es verdadero, debe haber alguna
instancia de un acto efectuado, correspondiente a dicho acto signado, que sea también verdadera. ¿Por
qué el acto signado ‘animal se predica de hombre’ y el acto efectuado ‘el hombre es animal’ son ambos
verdaderos, mientras que el acto signado ‘el género se predica de la especie’ es verdadero pero no el
acto efectuado ‘la especie es género’? Para comprender qué está ocurriendo hay que hacer un estudio de
las condiciones de verdad de los actos signados. El acto signado ‘animal se predica de hombre’ es
verdadero porque es cierto que el signo ‘animal’ se predica del signo ‘hombre’ en el acto efectuado ‘el
hombre es animal’, en el que dicha predicación simplemente se realiza, y ‘hombre’ y ‘animal’ suponen por
sus significados. Pero el acto signado ‘el género se predica de la especie’ no es verdadero por la misma
razón, es decir, porque el signo ‘género’ se predique del signo ‘especie’ en el acto efectuado ‘la especie
es género’, porque ésta es falsa. El acto signado ‘el género se predica de la especie’ es verdadero porque
lo significado por el signo ‘género’ se predica de lo significado por el signo ‘especie’. Así, por ejemplo,
‘género’, que es una intención segunda, significa las intenciones ‘animal’, ‘corpóreo’, etc.; mientras que
‘especie’, que también es una intención segunda, significa las intenciones ‘hombre’, ‘león’, etc. Entonces,
tomando estas intenciones segundas por sus significados se llega a actos efectuados verdaderos, como
‘el hombre es animal’, ‘el león es corpóreo’, etc. Podemos concluir que en un acto signado los términos
siempre suponen por una intención (o su correspondiente signo en el lenguaje hablado), pero si se trata
de intenciones primeras no suponen significativamente, sino que se quedan en los puros signos; en
cambio, si se trata de intenciones segundas suponen por sus significados y significativamente. Si los
términos de un acto signado son intenciones primeras tienen suposición simple; pero si son intenciones
segundas, tienen suposición personal. Ello garantiza que los términos de los actos efectuados
correspondientes a cada caso supongan siempre por sus significados, es decir, tengan suposición
personal.
Ockham no profundiza más las relaciones entre esta teoría de los actos efectuados y signados y
la teoría de la suposición, pero su propósito general es claro, y consiste en distinguir siempre el nivel del
lenguaje y el nivel del metalenguaje, es decir, el plano del uso significativo de los signos y el plano de su
utilización como simples objetos, sean sensibles o intencionales.

61
Cfr. Ibid., cap. 66; y además (1980), OT IX, Quodl VII, q. 9
62
Cfr. Ibidem

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