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Educación

Sandra Uribe Cervantes


Aspirante a la Maestría en Ciencias Sociales

Prespectiva crítica sobre el nuevo modelo educativo mexicano.

México es uno de los 25 países del mundo con mayores niveles de desigualdad, de acuerdo a datos de
Oxfam el 1% de la población recibe el 21% de ingresos en todo el país, sin embargo y pese a que la
extrema desigualdad en México es histórica las cifras tomadas en los últimos 15 años, ponen en
evidencia que las brechas entre ricos y pobres se han acentuado de manera considerable, ejemplo de
esto es que de 2005 a 2017 el ingreso de los cuatro hombres más ricos en el país1 pasó del dos, al nueve
por ciento del Producto Interno Bruto Nacional (PIB), mientras que en el mismo periodo el ingreso en los
hogares descendió un 10.6% de acuerdo a datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de
Desarrollo Social (CONEVAL).

Actualmente, en un país de 120 millones de personas, 60 millones se encuentran en situación de


pobreza, mientras que 8.6 millones, se consideran económicamente vulnerables; solo un 23% de la
población están fuera de la vulnerabilidad y la pobreza.

La creciente desigualdad en México, incide directamente en la vida cotidiana de sus habitantes;


trastocando de igual manera el derecho fundamental de la educación, que al igual que en diversas áreas
del modelo político y social, se ha caracterizado por el aumento en la injerencia de los poderes
económicos particulares al cobijo y beneplácito de las leyes diseñadas por las cúpulas políticas del país.

A través del informe Desigualdad Extrema en México (Esquivel, 2018), Oxfam pone en evidencia que
mientras que el pago de colegiaturas y transportación a escuelas privadas es deducible de impuestos, el
48% de las escuelas públicas carecen de acceso a drenaje, 31% carecen de acceso a agua potable, 12.8%
no cuenta con baños o sanitarios y 11.2% no tienen acceso a energía eléctrica. Por otro lado, en 61.2%
de ellas, los alumnos no cuentan con acceso a un equipo de cómputo que sirva y 80% de los estudiantes
no tiene internet, lo cual pone a los niños de las clases más desfavorecidas respecto a los de escuelas
privadas.

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Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailléres y Ricardo Salinas Pliego, de acuerdo al listado de los hombres
más ricos del mundo de 2017.
Sin embargo, a través de la implementación del nuevo modelo educativo impulsado en 2016 por Enrique
Peña Nieto y el Secretario de Educación Aurelio Nuño Mayer, cuya función esencial es brindar los
lineamientos generales para orientar el sistema educativo en su conjunto, se puso en evidencia que la
implementación tiene por objeto principal, legitimar las desigualdades sociales a través de la imposición
de un cambio cultural.

El 20 de julio de 2016 durante la presentación del nuevo modelo educativo que se implementó hasta el
nivel de educación media superior, se presentaron tres documentos principales: los Fines de la
Educación en el Siglo XXI, el Modelo Educativo 2016; el Planteamiento Pedagógico de la Reforma
Educativa y la Propuesta Curricular para la Educación Obligatoria 2016.

Los documentos, son reiterativos en la importancia de consolidar una ciudadanía2 participativa,


diseñada para que se transite de una ciudadanía que concibe al Estado como una entidad garante
de los derechos sociales a una en la que se privilegien los bienes privados; es decir, se busca que los
educandos adquieran las competencias necesarias para el “emprendedurismo”.

En contra parte, los documentos que busca darle cause al modelo pedagógico bajo el cual se
formarán los niños y adolescentes que pertenecen al 77 por ciento de la población que con algún
grado de pobreza o vulnerabilidad; la justicia social, los derechos sociales, la pobreza y la
redistribución de riqueza, brillan por su ausencia.

En ese sentido caminan los modelos pedagógicos adoptados por las instituciones privadas y también
públicas de la educación superior en México, en el documento Metas Educativas 2021, bajo el
concepto de “emprendedor” se enfatiza nuevamente en la importancia de formar profesionistas
con capacidades de readaptación en lo concerniente al contexto de precariedad laboral que impera
en México.

Sin embargo, a consideración de quien suscribe el presente ensayo, el modelo educativo actual, que
a su vez significa el primer paso en la transformación cultural respecto a las responsabilidades del

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A pesar de que el concepto de ciudadanía, se utiliza con frecuencia en los documentos que forman a parte
del nuevo modelo educativo, éstos no definen qué se entiende por ciudadanía, ni bajo que conceptos se rige
la formación de ciudadanos.
Estado en su condición de órgano garante, responsabiliza al individuo sobre su propia superación
en los aspectos económicos y laborales, al tiempo que promueve una despolitización, toda vez que
pese a las condiciones económicas preponderantes de los educandos en México, los modelos no se
orientan hacia el cuestionamiento y la transformación del sistema político, económico y social que
producen la marginación y la pobreza.

Desde el nacimiento de la sociología, Emile Durkheim sentenció que ningún Estado configuraría un
sistema educativo que fuese capaz de derrocarlo, sino que por el contrario éstos tienden a diseñar
propuestas para la socialización de relaciones de poder que le han beneficiado para su perpetuación
(Plá, La despolitización del ciudadano. Crítica al modelo educativo 2016 desde la pedagogia por la
justicia social, 2018).

En ese sentido, es preciso recordar la categoría de aparato ideológico de Estado que Luis Althusser
otorga a las instituciones educativas, pues asegura que es a través de estas como se enseñan las
“habilidades” bajo las formas que aseguran el sometimiento del individuo a la ideología dominante
(Althusser, 1988).

Para Sebastián Plá, el nuevo modelo educativo va orientado hacia el ajuste de los individuos a las
problemáticas que permean en México en el siglo XXI frente a una sociedad del conocimiento, toda
vez que éste parte de una visión afirmativa de la escuela3 la cuál es “una estrategia renovada del fin
de la historia de Francis Fukuyama en el ámbito educativo” (Plá, 2012) pues “define los
componentes que se requieren para participar en ella, al mismo tiempo que la proyecta como futuro
deseado”( Plá, 2018).

Bajo el contexto de desigualdades y pobreza en el cuál se inserta la educación pública en México,


asumir una postura afirmativa del sistema hegemónico a través de la educación pública, obedece
desde el punto de vista de quien escribe, a un intento por legitimar el sistema de desigualdades,
generando ciudadanos apolíticos incapaces de disentir, toda vez que el objetivo perseguido es la
normalización de la anomia social y la adquisición de nuevas competencias para la supervivencia del

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Sebastián Plá, retoma el concepto de estrategia afirmativa por Nancy Frasser (Frasser, 2006) desde la
pedagogía de la justicia social, como aquellas estrategias orientadas a reparar la injusticia social sin trastocar
las estructuras sociales que la generan.
individuo desde sus propias habilidades y no a través de la modificación de estructuras sociales y
políticas que generan los desniveles de justicia social.

Desde la pedagogía de la justicia social propuesta por Frasser, se afirma que para romper el esquema
económico y político de desigualdades, la educación deberá tomar en cuenta tres factores
fundamentales: la redistribución de la riqueza, el reconocimiento desde los temas culturales, así
como la representación, la cual adquiere un nivel de conciencia política. (Frasser, 2006)

Desde la perspectiva de la pedagogía del oprimido propuesta por el sociólogo brasileño Paulo Freire,
en una sociedad que apuesta por el control en el nivel ideológico de las clases desfavorecidas, la
educación deberá fundamentarse en una “práctica de la libertad” y deberá generarse con una
mirada de clase desde la posición que asume el oprimido frente al opresor, generando conciencia
en las masas populares sobre su realidad (López, 2008).

A manera de conclusión, podríamos considerar que desde el modelo neoliberalista adoptado por el
Estado Mexicano en la década de 1980, la intención por formar ciudadanos acríticos es una
mecanismo lógico para preservar el orden social que privilegia a pequeñas cúpulas y mantiene a
más de la mitad de los mexicanos en condiciones de precariedad.

Sin embargo, lo criticable es la sumisión que las instituciones educativas han asumido frente al
embate ideológico y cultural propuesto en el modelo educativo de 2016 por el Gobierno Federal y
a su vez por las propuestas pedagógicas internacionales generadas también desde la cúpula del
poder, así como el rol que han jugado los propios maestros y pedagogos de las instituciones pues,
desde su posición social, que corresponde a su vez a la de los oprimidos, privilegian una modelo que
rechaza la crítica y la movilización social por la lucha y la conservación de derechos fundamentales
y condiciones de vida igualitarias.

Bibliografía
Althusser, L. (1988). Aparatos ideológicos de Estado. Buenos Aires: Nueva Visión.

Esquivel, G. (2018). Desigualdad extrema en México: Concentración del poder económico y político.
Ciudad de México: Oxfam México.

Frasser, N. (2006). “La justicia social en la era de la política de la identidad:. En ¿Redistribución o


conocimiento?: un debate políticofilosófico (págs. 17-88).
López, J. O. (2008). Paulo Freire y la pedagogía del oprimido. Rhela, 55-72.

Plá, S. (2012). La enseñanza de la historia en México, o la fabricación del último mexicano.


Historiografías. Revista de Historia y Teoría, 41-67.

Plá, S. (2018). La despolitización del ciudadano. Crítica al modelo educativo 2016 desde la
pedagogia por la justicia social. En P. D. Watty, Educación Básica y Reforma Educativa
(págs. 243-267). Iisue unam.

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