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Los acontecimientos políticos y militares producidos en los primeros años del nuevo siglo que
vive la humanidad corroboran, con mayor evidencia y corrección, la unipolaridad del dominio
mundial que se inicia con la caída de lo que se llamó el socialismo real, de aquel espacio
político y social que pugnaba, con todos sus avances y defectos, por perfilar una sociedad
diferente a la marcada por el modo de producción capitalista. Pese a las reticencias de algunos
estados imperialistas y de la propia República Popular China, EE.UU. ha impuesto y viene
manteniendo su política hegemónica y su estrategia militarista de "guerra preventiva" para
mantener su posición de gendarme mundial, de modelo de democracia, de árbitro para la
solución de los problemas en cualquier rincón de la tierra.
El proyecto asiático liderado por el Japón deviene también parte de la tendencia multipolar, a
lo que se debe agregar la emergencia de la economía de la República Popular China y su
sostenido crecimiento económico entre 8 y l0 % durante las últimas décadas, lo que le asigna
un papel particular en todo el planeta y en el propio continente asiático.
Se trata de un mundo dominado por el sistema capitalista con hegemonía estadounidense, sin
la competencia política que le planteaba el desaparecido bloque socialista. Este dominio
unipolar no sería posible sin el despliegue de una estrategia de regionalización del dominio
económico a través de supuestos procesos de integración para dividir el dominio de los
mercados en el mundo de la globalización neoliberal. La globalización en el plano económico
ha obligado a crear un organismo supranacional, la OMC, cuya función es asegurar el marco
general para el ordenamiento del comercio y las inversiones que garanticen la reproducción de
la tasa de ganancia del capital globalizado y sus pocos beneficiarios. Así como el capitalismo
creó el FMI y el Banco Mundial para orientar la economía capitalista mundial en los últimos
cincuenta años del siglo XX, producida la globalización a partir de la década de los 70 y su
consolidación durante los 90, los capitalistas diseñaron el nuevo organismo para reordenar la
economía mundial en función del modelo neoliberal, obligando a todos los países ingresar al
nuevo "club" donde unos cuantos se divertirán de la mejor maneara mientras la mayoría sólo
podrá resignarse a cumplir el papel de "mozo". El FMI y el BM siguen cumpliendo su papel de
control de los capitales y de promotor de las "reformas estructurales", respectivamente.
Un primer impacto es la reducción paulatina del derecho a la educación gratuita como una
constante en todos los países, incluyendo aquellos que, como los países desarrollados de
Europa, donde el Estado del Bienestar había logrado satisfacer de manera significativa este
derecho conquistado en los últimos 3 siglos de modernidad y luchas sociales democráticas,
habían convertido a la educación en uno de sus pilares para el mejoramiento de la vida de sus
ciudadanos, una gran conquista de su modernidad avanzada. Primero Inglaterra y luego
EE.UU., durante la década de los 80, empezaron a reducir el campo de la gratuidad y a imponer
las mejores condiciones para ampliar el ámbito de lo privado. Pese a las promesas de
gobiernos posteriores, Blair en Inglaterra y Clinton en EE.UU., el derecho a la educación sigue
aún como problema a resolver, pues el crédito educativo y el sistema de becas, como en
Canadá, sólo alcanza a beneficiar a un sector muy reducido de la población estudiantil
universitaria. Los demás países europeos pretenden paliar la pérdida del derecho a la
gratuidad con programas de apoyo a los sectores con escasos recursos, con presupuestos
adicionales, becas y subvenciones a las escuelas. Pero los subsidios son la prueba de que el
derecho a la educación seguirá siendo un problema a resolver mientras los estados no
garanticen la igualdad de oportunidades para todos, postulado fundamental con la que nació
la educación pública moderna en el siglo XVIII. En América Latina y El Caribe, con la excepción
de Cuba, la gratuidad de la educación, que siempre ha sido una de las grandes limitaciones de
los sistemas educativos de estos países, se ha reducido tanto como el nivel de vida para el 50%
de la población. Si antes de las reformas neoliberales el derecho a la educación sólo existía en
condiciones adecuadas para un sector limitado de la población, luego de más de 20 años de
reformas neoliberales el problema se ha profundizado. El analfabetismo absoluto sigue
estacionario; el analfabetismo funcional ha tenido un aumento alarmante por los elevados
índices de ausentismo y deserción escolares; millones de niños y jóvenes en edad escolar no
acceden a la matrícula por problemas de pobreza. Pero lo más preocupante de este impacto es
su connotación ideológica, su conversión en casi una situación de aceptación resignada de que
la educación gratuita sólo debe limitarse para aquellos que no puedan pagar este servicio, y los
estados no están obligados a otorgar ese derecho a todos; que la igualdad de oportunidades se
refiere solamente a las condiciones que da la oferta educativa del mercado. La gratuidad
aparece, en este sentido, como una de las opciones en el contexto del mundo competitivo
neoliberal.
La confusión y el caos en los sistemas educativos reformados es otro de los impactos del
neoliberalismo en la educación actual, con mayor repercusión en los países latinoamericanos y
caribeños. La confusión en la aplicación de metodologías impuestas con apresuramiento y sin
acompañar con los materiales didácticos suficientes; sin la participación de los docentes en su
elaboración y discusión previas, produciéndose una contradicción de difícil solución entre lo
tradicional y lo nuevo, negando la relación dialéctica, de continuidad y ruptura, entre ambos
tiempos y sus contenidos. Lo importante es comprobar que lo "nuevo" de los neoliberales se
trata de imponer con los viejos recursos del autoritarismo y la defensa de los viejos privilegios
de clase. Pero la confusión pedagógica se mantiene. Por otro lado, los sistemas curriculares se
han convertido en estructuras yuxtapuestas y caóticas, sin resolver la falta de integración e
interrelación de niveles educativos. De igual manera, en lo administrativo campea el desorden
y la interferencia de funciones entre instancias centrales, regionales y locales dentro del
proceso de la descentralización de la educación.