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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

XI MÓDULO: ATENCIÓN INTEGRAL AL ADULTO III

PROFESOR: LLORET RIVAS


ALEJANDRO

ALUMNA: ORTEGA ORTIZ CORINA

ENSAYO: CONCEPTO ADULTO-SALUD

“Pensamos que la medicina existe como arte de la vida, porque el


mismo humano califica como patológicos a ciertos estados o
comportamientos aprehendidos en forma de valor negativo”.
Lo Normal y lo Patológico. Canguilhem G.
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN
II. ADULTEZ
III. SALUD
IV. PROCESO SALUD-ENFERMEDAD
V. SALUD MENTAL
VI. RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE
VII. ATENCIÓN INTEGRAL
VIII. CONCLUSIONES

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I. Introducción

En el presente ensayo se desarrollaran los conceptos centrales de adulto y salud,


estos conceptos a su vez, comprenden múltiples definiciones en su prácitca y
delimitación, por lo que en el ensayo se busca desarrollar diversas aproximaciones
teóricas a los conceptos centrales, partiendo desde las raíces etimológicas de las
definiciones, las acepciones clásicas y finalmente en cada apartado buscar una
contextualización en lo “moderno”, así se busca obtener una perspectiva y las
inter-relaciones que se producen entre las temáticas en cuestión. Se busca al
analizar la relación conceptual entre adulto y salud, presentar de forma integral y
abarcativa sus conexiones con los elementos biológicos, psicológicos y socio-
económico-culturales.

Se busca en este ensayo delimitar con claridad las conceptualizaciones para


poder entender los puntos en que se interconectan y así delimitar sus máximos
puntos de potencialización, como es al desarrollar teóricamente en el último
apartado del trabajo, la relación médico-paciente como la empatía produce una
relación más próxima, más útil y más humana. De igual forma con los demás
conceptos tratados en el ensayo (adultez, salud, proceso salud-enfermedad y
salud mental) se busca lograr su entendimiento y áreas de beneficio en su
utilización en la praxis actual.

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II. Adultez

Etimológicamente la palabra adulto, proviene del latín “adultus”, que significa


crecer. El crecimiento de la especie humana a diferencia de los demás animales,
se manifiesta de forma ininterrumpida y permanente desde una dualidad que
comprende lo psicosocial y lo biológico, no solamente crecemos físicamente;
también tenemos un desarrollo ontológico psíquico que potencialmente nos
permitirá buscar alcanzar el máximo desarrollo humano.

Como menciona Adam Félix (1977): “El hombre se hace adulto por un proceso de
integración de sus diferentes estados tanto biológicos, psicológicos y mentales, así
como ergológicos, sociales y jurídicos”, entonces el ser humano es un ente que
comprende diferentes esferas, un conglomerado de ambientes y circunstancias
que se engloba en la concepción bio-psico-socio-cultural. Para Knowles (UNA,
2014) el ser adulto, fundamentalmente significa tener autonomía, no solamente en
el aspecto psicológico sino en todos los sentidos que lo conforman.

Las aproximaciones a la conceptualización de lo que se entiende por adulto son


múltiples, otra manera para analizar el concepto de adulto sería tomando como
punto de partida el tiempo, es decir “la edad”, entonces, se considera adulto a todo
ser humano desde los 25 hasta los 64 años; conformando de acuerdo a esta
definición tres subgrupos que además de los cambios biológicos, se diferencian
por las responsabilidades socioculturales, derechos, obligaciones, capacidad de
productividad y esperanza de vida. Estos subgrupos son:

a) Adulto Joven o adulto primario. De los 25 a 39 años.


b) Adulto o adulto intermedio. De los 40 a 49 años.
c) Adulto mayor o adulto tardío. De los 50 a los 64 años.
d) Senecto. De los 65 a los 74 años.
e) Geronte. Los adultos mayores de 75 años (Mansilla, 2000).

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La adultez biológica se caracteriza por un total crecimiento y desarrollo anatómico
y fisiológico, donde se destaca la capacidad reproductiva.

La adultez psicológica se manifiesta ulteriormente con el desarrollo de las


funciones intelectuales, emocionales y del lenguaje; el ser humano debe de tomar
conciencia por sí mismo, de la condición humana y del mundo que le rodea.

La adultez social se manifiesta en la incorporación al mundo laboral, en la


participación social como el derecho a intervenir en problemas políticos y el
comportamiento cívico; y en la responsabilidad jurídica con derechos y
obligaciones.

La adultez biológica y social, son fundamentales para la toma de conciencia del


hombre y para la toma de decisiones sobre él y sobre la sociedad que integra y
vive (UNA, 2014).

III. Salud

De manera innata el ser humano tiene un potencial de salud determinado por su


genoma y por su capacidad de adaptación, los inesperados cambios sociales
impiden que se adapte completamente a su entorno, produciendo desajustes.

A lo largo de la historia, han existido pandemias que generan graves estragos; la


enfermedad se ha entendido como el resultado de agentes externos que invaden
el organismo. Esta visión “ambientalista” de la enfermedad cobró fuerza gracias al
invento del microscopio y a los avances en la medicina como el descubrimiento de
microorganismos causantes de ciertas patologías y la asepsia y la antisepsia.

Para Canguilhem, (1971) “La salud, como una cuestión filosófica, parece tener por
lo menos dos justificaciones aceptables. La primera es que la salud es un tema
filosófico abordado en la época clásica…”. De eso se han ocupado distintos
autores como Leibniz, Diderot, Descartes, Kant y posteriormente Nietzsche. Pero,

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Descartes se ha convertido en una referencia obligada, a partir de que se le
atribuye la “invención de una concepción mecanicista de las funciones orgánicas”;
en la teoría mecanicista se ve al ser humano como la “máquina” que realiza ciertas
funciones y puede descomponerse, dificulta la integración biológica, psicológica y
social que tanto se busca (Charles, 2002).

Por lo que, hasta hace poco tiempo se mantenía el precepto de que mente y
cuerpo van en caminos separados. De acuerdo al modelo biomédico de salud y
enfermedad todas las enfermedades se explicaban a partir de problemas en
procesos fisiológicos, resultado de heridas, desequilibrios químicos e infecciones
bacterianas o víricas (Martínez, 2002); no dando lugar a las dimensiones sociales,
psicológicas y conductuales de la enfermedad (Engel, 1977).

Desde mediados de este siglo, se han planteado nuevas alternativas a este


modelo, debido al cambio en las causas de mortalidad gracias al desarrollo de
tratamientos eficaces y medidas preventivas para limitar enfermedades
infecciosas. Como consecuencia, la esperanza de vida ha aumentado
notablemente; en México desde 1970 hasta 2014, la esperanza de vida aumento
de 61 hasta 75 años (Figura 1) y las causas de mortalidad han cambiado,
relacionándose ahora más al comportamiento y al estilo de vida (INEGI, 2012).

Figura 1. Esperanza de vida (INEGI, 2014).

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Ahora nos encontramos ante dos grandes pandemias: las enfermedades
degenerativas y las transmisibles.

Un ejemplo de enfermedad transmisible que ha tenido gran magnitud es el VIH,


esta enfermedad parece tener un origen remoto, no obstante, los cambios sociales
y los estilos de vida actuales han propiciado de forma alarmante su propagación.
Esta pandemia sigue creciendo, debido a que siguen tomando conductas de alto
riesgo, lo cual nos habla de un fracaso en la prevención primaria.

A pesar de los avances científicos realizados en los timos años, que mejoran la
calidad de vida de las personas afectadas por esta enfermedad, al no disponer de
vacunas contra el virus ni fármacos para su curación, la única forma posible de
evitarlo es la prevención, aunque sin educación no es posible la prevención.

La pandemia de las enfermedades degenerativa forma parte de las primeras


causas de mortalidad y morbilidad en el país. Los factores de riesgo asociados a
estas enfermedades se podrían prevenir, si desde la infancia se iniciara un estilo
de vida saludable.

Se sabe que las dietas ricas en grasas y bajas en fibra favorecen el desarrollo de
enfermedades cardiovasculares y de neoplasias como cáncer de mama, de útero,
colorrectal y de próstata; mientras que alimentos saludables ricos en vitaminas
pueden disminuir el riesgo de cáncer de laringe, esófago, estómago y pulmón
(Pérez, 2001).

Pero el estilo de vida saludable no solo se basa en hábitos alimentarios


adecuados, sino también en medidas de higiene mental. Al estudiarse la influencia
del estrés sobre la salud, se encontró que aquellas personas que sufren de estrés
desarrollan mayor número de enfermedades. Las situaciones de estrés mayor
como la muerte de alguien querido, debilitan el sistema inmune (Pérez, 2001).

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Otro determinante de la salud es la estabilidad emocional; “las emociones
negativas, como la ira y la hostilidad, influyen directamente en la contractilidad de
las arterias coronarias y, en consecuencia, sobre la llegada de oxígeno al músculo
cardiaco” (Pérez, 2001). Así que, el estado emocional se considera pieza clave en
la prevención y desarrollo de múltiples enfermedades.

El nuevo panorama epidemiológico ha propiciado un cambio en la definición de


salud, integrando factores biológicos, conductuales y ambientales (Martínez,
2002). Este cambio se muestra en el concepto integral de salud por la
Organización Mundial de la Salud (OMS): “Es un estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”
(WHO, 1948).

La definición etimológica proveniente del latín “salus”, se refiere al estado en que


el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones” (Davini, et al, 1968).
Aunque de forma muy somera nos habla de todas las funciones, entiéndase
biológicas, psicológicas y sociales.

Las leyes, modelos o teorías que describen, explican o predicen el


comportamiento humano son las mismas para el comportamiento normal y
anormal, para la salud y la enfermedad. El comportamiento humano anormal se
constituye por formas de adaptación que por ende resultan inadecuadas a corto o
largo plazo.

“La capacidad de adaptación de un individuo a su ecosistema es función de los


recursos biológicos y psicológicos que posea y de las exigencias del propio
ecosistema” (Martinez, 2002). De tal forma se puede estudiar y comparar los
distintos ecosistemas por su capacidad para provocar personas desadaptadas. El
individuo reacciona ante el medio, y por tanto, su conducta es función del
ecosistema en el que está inmerso, pero también este ecosistema se modifica en
la medida en que los individuos actúan o se comportan en él.

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La salud es el resultado de un proceso de adaptación del hombre. De esta forma
el modelo biopsicosocial engrandece la idea de la salud como resultado del grado
de adaptación del organismo a su ecosistema, a corto, medio y largo plazo
(Martinez, 2002).

IV. Proceso salud-enfermedad

Cuando hablamos del proceso salud-enfermedad en otros países su significado


probablemente varía. Aún dentro de un mismo país se hallan conceptos
diferentes; por ejemplo existen comunidades que relacionan el centro de salud y
los hospitales como sinónimo de enfermedad, y no comprenden la importancia de
los programas preventivos que en ellos se brindan. De la misma manera influyen
los conocimientos, las costumbres, los valores y las creencias; pasando de
generación en generación, sin ser modificadas (Alonso, 2003).

Este concepto ha evolucionado de igual forma que el ser humano ha evolucionado


en el transcurso de la historia, y va a depender de las condiciones
socioeconómicas de cada sociedad y el medio donde se producen las relaciones
humanas. Los cambios en el medio ambiente generados por la influencia del
hombre condicionan cambios en la calidad de vida de las personas y repercuta
desfavorablemente en el proceso salud-enfermedad (Charles, 2005).

El proceso salud-enfermedad logra darse por la organización compleja


neuropsicoemocional que hace posible la vida (humanización) (Lloret RA, 2014);
expresa la unidad de lo natural y lo social en el ser humano. Los factores de la
vida que influyen en la biología humana se reflejan aquí; las principales causas de
muerte se ven modificadas por el medio; hoy es mayor la necesidad de enfocar
ambos aspectos (influencia del hombre y la sociedad en el medio natural y a la
inversa).

Conocer el estado de salud de los individuos es estudiar los diferentes


determinantes relacionados con la biología de la persona, con su medio ambiente,
con el sistema de salud que le atiende y con los estilos de vida que caracterizan

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su comunidad y, por consiguiente, con su cultura, de acuerdo con Dever (Vergara,
2007).

Las representaciones y prácticas de salud no son hechos aislados ni espontáneos,


pues tienen un desarrollo y una ubicación en el tiempo y en el espacio, en
estrecha relación con la realidad económica, política, social y cultural de una
comunidad o de un grupo social. Por ello, la problemática de la salud no debe
afrontarse en forma individual, sino dentro de la sociedad de la cual hace parte
cada persona.

El concepto de “normal” es sin lugar a dudas el que genera los mayores errores,
teniendo en cuenta que es el un determinante de la extensión de lo “patológico”.
Canguilhem (1971) sostiene que lo “normal” es definido como lo que es conforme
a la regla (regular), pero también admite otra definición, lo que no se inclina ni para
un lado ni para otro, es decir, la norma. Tenemos así dos acepciones regla y
norma que sólo en apariencia resultan semejantes, esto se ve con claridad al
analizar las implicaciones semánticas de una y otra definición. La regla alude al
promedio, en cambio la norma se refiere al deber ser, es decir, remite a un estado
ideal que se desea restablecer. Los errores se generan de este modo cuando se
confunden los dos significados y acaba designándose con un mismo término a un
hecho. En consecuencia, aquello que no es una manifestación vital regular es
considerado anormal, siendo de esta manera evaluada la salud como un estado
que debe ser restablecido cuando el organismo por las razones que sea se
encuentra en un estado mórbido. Canguilhem (1971) señala que este equívoco ha
sido propiciado por la “tradición filosófica realista, según la cual, puesto que toda
generalidad es el signo de una esencia y toda perfección es la realización de la
esencia, una generalidad observable de hecho adquiere el valor de una perfección
realizada, un carácter común adquiere el valor de un tipo ideal”.

La enfermedad representa una experiencia subjetiva y objetiva, es en parte la


vivencia única del miedo a la nada, la aproximación a ser uno con el todo, y sin

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embargo ni por un momento se deja de buscar la fuerza en cualquier parte, en
cualquier lugar, en cualquier espíritu, el médico quiéralo o no, tiene que saber
escuchar, tiene que estar ahí y no solo vivir esa experiencia como tercero, también
deberá de conocer de antemano que es lo que está pasando, para poder en el
mejor de los casos cambiar este, o en el peor de todos saber consolar, esta es
entre otras la verdadera labor del médico, y lo que se encuentra detrás de toda
relación médico-paciente.

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V. Salud Mental

La idea de salud mental suele entenderse como la situación de equilibrio que un


individuo experimenta respecto a aquello que lo rodea. Cuando se consigue este
estado, la persona puede lograr su propio bienestar, participando sin problemas en
la vida social. Por ejemplo: “Estoy preocupado por la salud mental de Roberto”,
“La fama afectó mi salud mental y perdí la percepción de toda realidad”, “Tengo
que renunciar al trabajo para conservar mi salud mental”. En la salud mental debe
existir un equilibrio entre una persona y el entorno socio-cultural al que pertenece,
es decir, cuando este se manifiesta positivamente, la interacción que esta persona
mantendrá con quienes lo rodean y su participación, ya sea laboral o intelectual en
la sociedad que le haya tocado en vivir, inducirá que logre sin dificultad alguna el
bienestar y la calidad de vida que todo ser humanos desea alcanzar.

Salud Mental

Buena relación Conducta sana en el


CONFIANZA
médico-paciente paciente enfermo

Alianza terapéutica

Figura 2. Salud mental y confianza.


La salud mental es una “conducta sana en el paciente enfermo”; una buena
relación médico-paciente genera un ambiente de confianza necesario para que la
salud mental se mantenga y para alcanzar una alianza terapéutica con el paciente
(Lloret RA, 2014).

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Dávila (Carrazana, 2002) menciona que “en el ámbito clínico, por mucho tiempo se
ha homologado el concepto de salud mental con el concepto de enfermedad
mental, así cuando se piensa y planifica en salud mental, las propuestas y
proyecciones empiezan y terminan en enfermedad mental”; también se han
utilizado los criterios de la medicina tradicional para referirse a la salud mental.

En la psiquiatría se considera que la salud mental “es el estado de equilibrio y


adaptación activa y suficiente que permite al individuo interactuar con su medio, de
manera creativa, propiciando su crecimiento y bienestar individual, y el de su
ambiente social cercano y lejano, buscando mejorar las condiciones de la vida de
la población conforme a sus particularidades” (Carrazana, 2002).

En psicología cuando se habla de salud mental se la entiende como un “estado


relativamente perdurable en el cual la persona se encuentra bien adaptada, siente
gusto por la vida y está logrando su autorrealización. Es un estado positivo y no la
mera ausencia de trastornos mentales”. También se considera un estado normal
del individuo (Davini et al, 1968).

La salud mental de acuerdo a la OMS (OMS, 2013) “se define como un estado de
bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede
afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y
fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”. Haddad, Ivon y
Ulrich, (2010) utilizando a Freud (1920), plantean una fuerza en el aparato que no
se rige bajo las normas del principio de placer, establece que no se logra
psíquicamente tal bienestar, y en todo caso si se consigue no lo es de modo
continuo.

¿Cómo entiende Freud el bienestar? Uno de los modos en que Freud lo piensa es
en relación a la idea de felicidad. En el texto “El malestar en la cultura”, se
interroga: “¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir por su
conducta, como fin y propósito de su vida? ¿Qué es lo que exigen de ella, lo que

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en ella quieren alcanzar? No es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar la
dicha, conseguir la felicidad y mantenerla” (Freud, 1920).

Por lo que la felicidad es lo que los seres humanos esperan arrancarle a la vida.
¿Es posible que la felicidad perdure?, pensamos que solo se alcanza por
momentos, en tanto el sujeto en busca de su felicidad vuelve a encontrarse con su
síntoma una y otra vez; la búsqueda de la felicidad y el síntoma forman una
tensión forzosa. Entonces, “¿Cuál es el nombre de la infelicidad en psicoanálisis?
El síntoma”. En conclusión, podríamos decir que el síntoma es el responsable de
romper con la ilusión de una salud mental completa”, en tanto rompe con la ilusión
de una salud lograble.

La salud mental también se entiende desde una perspectiva ética. Fromm (Ubilla,
2009) parte de la base que así como hay cosas buenas y malas o la fisiología del
hombre, también las hay para la vida mental. Ciertas cosas estimulan el desarrollo
del hombre y otras lo impiden. Como el hombre y la sociedad forman una unidad y
ya que la sociedad ejerce una gran influencia sobre el hombre, es imposible
separar la salud mental de la sociedad en cuestión.

VI. Relación Médico-paciente

La medicina es en un sentido una práctica que gira en torno al paciente enfermo,


un médico tiene la responsabilidad de conocer los aspectos humanos de los
pacientes, valorar las distintas experiencias anímicas, psíquicas y vivenciales de
sus pacientes, valorar en un sentido más amplio las relaciones del paciente con
las personas que los rodean y de ahí deriva también uno de los conceptos
centrales del presente ensayo la relación médico-paciente.

La relación médico-paciente deriva de una interacción humana pero al ser


desarrollada dentro de marcos definidos de interrelación como seria entre
múltiples posibilidades el discurso entre el enfermo y el médico y a su vez todas

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las problemáticas que puede suscitar el mismo, por tanto esta relación por ser de
un tipo definido y tener distintas esferas de análisis tiene que ser conceptualizada
desde la observación y relevancia del marco científico, para poder dar respuestas
a todas las interrogantes que se susciten en este tipo definido de comunicación y
poder hacer recomendaciones y modificaciones desde una perspectiva más
racional, con respecto a la relación médico-paciente se entiende que no es un
tema novedoso, al contrario probablemente sea el primer acto médico en la
historia de la medicina, lo cual aumenta aún más su trascendencia como tema
actual, pasado y futuro.

Existen diversos problemas constantes en la relación médico-paciente, la apatía


que presentan una gran cantidad de médicos, transformándose en el peor de los
casos en burócratas del sistema, solo encargados de papeleo y administración de
una salud incompleta y también por otra parte los pacientes que aunque tengan el
tratamiento correcto y adecuado, se dedican a simplemente abandonarlo y no
tener adherencia al tratamiento, complicando de maneras incalculables esta
relación.

En primera instancia como se había mencionado es una interacción recíproca,


intelectual, emocional, en donde se confrontan de manera inconsciente
pensamientos, sentimientos, preconcepciones, prejuicios, expectativas, una lista
interminables de fantasmas del consciente y del inconsciente; sin embargo esta
sobreentendido que el motor que hace girar todo esto es solo una cosa y no otra:
el compromiso mutuo de cooperación, la confianza que en algunas circunstancias
deviene en fe, y que aunque la metodología científica contemporánea no ha
logrado ni refutarlo ni comprobarlo, el simple acto de fe también cura.

En cuanto a la relación clínica se puede intentar una aproximación generalizadora


de 3 tipos de binomio:

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1. Agrado-desagrado. Se relaciona con la imagen del médico justificada por un
contexto de responsabilidad social y ética, “primum non nocere”, la persona
incapaz de cambiar un bien menor (algo material) por un bien mayor (la
salud), lo que produce una relación de esperanza, fe y reconocimiento, en
cierto sentido el médico será un depósito de confianza, sin embargo este
autoritarismo aparentemente inocuo, puede convertirse de un momento a
otro en una completa actitud tiránica e irracional, provocando el desagrado
del paciente e inclusive de otros médicos.
2. Autoridad-sumisión: Nos habla de una relación sádica y masoquista
inconsciente entre ambos, médico y paciente, de tipo freudiano, te ayudo
pero para poder ayudarte necesito que me necesites, que te pongas bajo
mis órdenes, te domino con mi poder fundamentado en la salud y la ciencia,
compartamos el dogma.
3. Aproximación-evitación: Es el más asociado a la práctica clínica, el paciente
va por una cura a su malestar y termina dejando de ir al médico; por
ejemplo un paciente diabético, que va a la consulta y le administran insulina,
dieta estricta, cambios en el estilo de vida, entre otras; el paciente
simplemente se descontrola y evita ir al médico, realizando una clase de
negación, y al ser una enfermedad sin dolor, continua con esta negación
(Lloret, 2014).

VII. Atención Integral

Los gobiernos de hoy han propuesto la salud del hombre entre sus objetivos
sociales principales, ya que no puede haber desarrollo sin salud, ni salud sin
desarrollo. Sin embargo los servicios de salud en México se caracterizan por la
baja cobertura, mala calidad y limitada prestación de los servicios, poca
participación social y una escasa visión de la atención integral.

Los sistemas de salud son relativamente recientes. Antes de la presencia de los


complejos sistemas actuales, la escasa atención a la salud se obtenía por medio

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de la consulta privada o por servicios hospitalarios brindados usualmente por
organizaciones asistenciales.

Como respuesta a estas deficiencias, la OMS efectuó en 1978 una reunión que
propuso rediseñar los sistemas de salud a fin de alcanzar la “Salud para Todos” en
el año 2000.

La atención primaria constituye el primer nivel de contacto con el sistema nacional


de salud; el 95% del total de unidades de salud en el sector público, corresponde a
la atención primaria; esto refleja la importancia que tiene este nivel de atención
(Secretaria de salud, 2009).

A pesar de esto, un gran porcentaje de usuarios no acude a los servicios de


atención primaria porque considera que no se le brindará atención adecuada o
bien es muy tardado el proceso de referencia a un segundo nivel.

El personal sanitario es el recurso fundamental para la atención a la salud. En


condiciones extremas o de emergencia, el acto médico puede efectuarse fuera de
los centros de salud o de los hospitales pero es inimaginable sin la existencia de
los médicos, enfermeras, nutriólogos y odontólogos capacitados.

“En 2008 el SINERHIAS registró la presencia de 26,612 médicos y 26,693


enfermeras en contacto con el paciente en los centros de atención primaria de los
servicios de salud de las 32 entidades federativas del país...”Estas cifras nos
muestran que la disponibilidad de médicos y enfermeras es menor a la
considerada como estándar internacional, el cual recomienda la existencia de por
lo menos un médico por cada 1,000 personas, la cantidad de médicos en centros
de salud representa una disponibilidad de 0.46 médicos y enfermeras por 1,000
personas sin seguridad social en el país”(Secretaria de salud, 2009), menos de la
mitad del valor considerado como deseable.

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Uno de los principales retos a los que se enfrenta el sistema mexicano de salud es
el de mejorar la distribución del personal de salud. Por un lado se necesitan
mecanismos, que incentiven la práctica médica en comunidades rurales y
alejadas; por otro lado se requiere un cambio en la percepción de la práctica
médica para eliminar el estigma de que la medicina general y familiar es una
categoría profesionalmente inferior dentro del gremio médico.

La orientación de los servicios de salud hacia las dimensiones físicas y biológicas,


ha generado algo singular: la atención se centra en la enfermedad y no en el
cuidado de la salud; se desatiende a la persona integral, en las dimensiones
sociales y psicológicas.
Vélez (Alonso, 2003) afirma que “el concepto que tengamos del ser humano
depende de nuestra cosmovisión, es decir, de la percepción de nuestro yo y del
mundo que nos rodea”. Esta percepción, es el resultado de la ciencia, la filosofía y
las creencias y experiencias adquiridas por cada uno de nosotros.

Si examinamos con más detalle, el ser humano es influido por procesos sociales
tales como la familia y la población; por eventos tales como la localización
geográfica, la escolaridad, la política, el nivel económico y la carencia de servicios
públicos; así como por la cultura.

A partir del concepto de salud dado por la OMS, se ha desarrollado una propuesta
integral de salud, formando un modelo médico holístico. Engel (1977) creía que
todos los fenómenos relativos a la salud participaban de aspectos biológicos, pero
también psicológicos y sociales. “Afirmaba que la biomedicina era dualista, es
decir, que el ser humano estaba compuesto por mente y cuerpo. Esto explicaba su
modo de ver, que muchos médicos separaran «la máquina-cuerpo» de la
«biografía» y las «emociones» de la persona, sin establecer puentes entre ambas
esferas” (Borrelli, 2002).

La perspectiva biopsicosocial nos ha mostrado que el paciente debe ser


incorporado como sujeto (no objeto) del proceso asistencial. Nace así una práctica
del modelo que Bartz (Borrelli, 2002) llama dialógica, que parte de la realidad de

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cada persona, de cada paciente, se interpreta, se crea y recrea a través del
diálogo, y en este diálogo aparece una narrativa del paciente que es necesario
comprender.

Este modelo insiste en interpretar el proceso de enfermar a través de la


subjetividad del paciente. Dar la palabra al paciente, dejarle participar en las
decisiones, averiguar las expectativas que tiene, mostrarse como ser humano.
En cambio, el estilo proactivo sabe ignorar al paciente con templanza, o incluso lo
revierte con buen humor. “La verdadera empatía sólo puede surgir desde la
amistad médica y la amistad desde la tolerancia y una comprensión profunda de la
condición humana” (Borrelli, 2002).

Según Alonso (2003), es preciso promover espacios de reflexión desde la


academia para buscar soluciones conjuntas y fomentar el pensamiento crítico en
la Universidad y la Sociedad.

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VIII. Conclusión

A lo largo del presente trabajo, hemos revisado los diversos conceptos de adulto,
salud y relación médico paciente, lo que nos permite acercarnos al entendimiento
de lo que conforma la “atención integral del adulto” en la dimensión biopsicosocial
que se ha olvidado al centrarnos más en la enfermedad que en el cuidado de la
salud.

El médico debe ser capaz de desarrollar la empatía a través del entendimiento del
otro, de la comprensión verdadera al acercarse a otro humano, que se presenta
con una “enfermedad”, que acude en busca de un dialogo que le permita entender
que sucede con su cuerpo, que sucede en ese momento con su “salud”, para
lograr este dialogo, el médico debe alimentar su quehacer no solo con
conocimiento “médico”, sino que al mismo tiempo debe intentar fortalecer su
espíritu humano.

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IX. Bibliografía y cibergrafía

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