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Lucaoli Los espacios de frontera en el Chaco

La percepción del Chaco como espacio geográfico comenzó a aparecer en los documentos
como parte fundamental del proceso de demarcación del territorio acompañando los primeros
proyectos de colonización española en el extremo sur de América. Se trató, en un primer
momento, de un espacio míticamente construido en base a anhelos de riqueza motivados por
una supuesta presencia de recursos y metales preciosos. Sin embargo, tras las primeras
aproximaciones exploratorias en sus márgenes, el derrumbe del mito sobre este tipo de
recursos fue cediendo paso a una realidad notablemente diferente. Las llanuras semidesérticas
alternadas con pantanos y la cerrada vegetación selvática de las márgenes de los grandes ríos
fueron algunos de los obstáculos naturales que contribuyeron a dificultar el ingreso de los
españoles a este territorio. Los intentos de exploración del espacio por parte de los
conquistadores fueron develando una complejidad geográfica insospechada y una enorme
heterogeneidad de grupos indígenas -relacionados entre sí a través de complejas redes de
relaciones políticas, económicas y sociales-, que no estuvieron dispuestos a ceder su territorio
a los recién llegados. Las características ambientales y geográficas y la resistencia ejercida por
los nativos hicieron del territorio chaqueño un espacio de difícil y tardía colonización por parte
de la corona española que, hacia mediados del siglo XVIII, aún no había podido conocer en
detalle sus geografías ni sujetar a los numerosos grupos indígenas que lo habitaban. El Chaco
del período colonial constituye un campo excelente para el estudio de estos procesos, ya que
al constituir un territorio indígena rodeado por diferentes emplazamientos hispanocriollos -
principalmente las ciudades de San Miguel del Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Córdoba,
Santa Fe, Corrientes y Asunción, este enorme territorio puede leerse en conjunto como un
gran espacio de interacción. Proponemos caracterizar diferentes tramos de las fronteras
chaqueñas atendiendo a los procesos históricos que contribuyeron a la creación de espacios de
interacción originales, diferenciados y únicos en función de los distintos recursos, grupos y
estrategias puestos en juego. El recorte temporal elegido resume los procesos de interacción
entre indígenas, colonizadores y criollos desde los primeros años de la conquista -ya que las
formas que adoptaron las relaciones en este período temprano permiten interpretar los
encuentros posteriores- hasta mediados del siglo XVIII, momento en que comienzan a
desarrollarse las negociaciones diplomáticas orientadas a la fundación de reducciones jesuitas
con los indios guaycurúes. Es cosa de común acuerdo sostener que el Chaco constituía un
espacio geográfico habitado por numerosos grupos indígenas y, algunos autores, coinciden en
que la llegada de los conquistadores al Perú habría impulsado el desplazamiento y migración
de otros grupos nativos hacia estas geografías. El mapa étnico de los habitantes del Chaco era
extremadamente heterogéneo y estaba compuesto por numerosos grupos que presentaban
notables diferencias culturales y lingüísticas.

Probablemente, la llegada de los españoles y la incorporación del ganado vacuno, el caballar


y otros bienes de origen europeo acarrearon motivos para nuevas disputas interétnicas entre
los grupos chaqueños que, como hemos mencionado, se hallaban vinculados entre sí a través
de redes comerciales en donde circulaban distintos tipos de recursos y productos
manufacturados. A raíz de estos conflictos, los grupos ecuestres guaycurúes habrían
presionado a los demás grupos hacia las fronteras, de manera que estos últimos quedaron más
expuestos y cercanos a los emplazamientos coloniales. Como resultado de las políticas de
poblamiento, los españoles fueron fundando ciudades en las márgenes de este gran ambiente
geográfico. Sin embargo, la percepción del Chaco como espacio geopolítico surgiría de manera
paralela al proceso de consolidación de sus ámbitos de frontera: el frente occidental en la
jurisdicción del Tucumán, la frontera sur en el área santafesina y, hacia el noreste, la frontera
del Paraguay encabezada por Asunción. Cada uno de estos frentes pertenecía a distintas
jurisdicciones administrativas con cierta autonomía para la toma de decisiones9 y
manifestaron características propias. El desarrollo social, político y económico de cada frontera
solo puede estudiarse en relación a las políticas interétnicas y las formas en que el indígena se
hizo presente. Las expediciones realizadas durante siglo XVI habrían vislumbrado las
dificultades naturales y el gran peligro que suponían los grupos indígenas que habitaban esa
región; pero también las ventajas que supondría incorporar ese espacio, en especial si se
lograba abrir un camino directo que facilitara la comunicación entre las principales ciudades
del Tucumán, del Paraguay y de Buenos Aires y agilizara las relaciones con el Perú. La riqueza
natural del ambiente en cuanto a recursos y alimentos -en comparación con el desolado
paisaje bonaerense- fue lo primero que notaron los conquistadores de estas tierras.

Esta gente venía del fuerte de Buenos Aires, sitio extremadamente precario y asolado por la
hostilidad de los grupos indígenas de la zona -pampas y querandíes- y por el estado de pobreza
y hambruna extrema que allí sumía a los españoles residentes. Años después, llegaron los
franciscanos y con ellos las reducciones de indios que, en poco menos de una década,
reunieron a la mayoría de los guaraníes del área de la ciudad de Asunción. También se
impulsaron las reducciones del litoral situadas en la región del este correntino para asegurar la
estabilidad de aquellos grupos indígenas menos sedentarios que los carios del Paraguay,
pueblos que sobre todo sirvieron como baluartes defensivos de los ataques de los grupos del
Chaco. La política emprendida por Asunción fue mayormente defensiva; defensa que apenas
podía alcanzarse por la ausencia de recursos -hombres, armas y municiones- que
insistentemente los gobernadores solicitaban a la Corona pero muy rara vez conseguían.
Durante todo el siglo XVII, los mbayás y payaguás asediaron la frontera de Asunción
principalmente movidos por intereses económicos, para obtener ganados, caballos y
mercancías destinados al intercambio con los grupos vecinos y para conseguir el hierro que
utilizaban para perfeccionar las armas de guerra. Por su ubicación entre los ríos Paraná y
Salado, la ciudad de Santa Fe tenía gran influencia sobre las regiones chaqueña, litoral y
bonaerense mientras que la jurisdicción correntina se vio relegada respecto de Buenos Aires.
Durante el período en que estas ciudades estuvieron a cargo del Paraguay, Asunción no
escatimó esfuerzos militares ni recursos para fortalecer y ver crecer estos pueblos que, por sus
ubicaciones estratégicas, favorecerían la posición económica de la Gobernación. Luego de la
atención se centraría en Buenos Aires y Santa Fe, dejando librada a Corrientes a su buena
suerte. Esta ciudad se mantuvo con un lento crecimiento económico y demográfico, eclipsada
por el protagonismo comercial de Santa Fe y Buenos Aires. Otro fue el camino de Santa Fe,
aunque sus inicios también nos hablan de población española, mestiza y guaraní proveniente
de Asunción y la subsistencia inicial dependiera de la inmediata incorporación de los grupos
indígenas sedentarios y semi-sedentarios bajo el sistema de encomiendas. También aquí, en el
extremo sur del Chaco, los grupos nómades guaycurúes -como en Tucumán, Asunción y
Corrientes- no pudieron ser dominados por estrategias jurídicas ni sometidos por la vía militar
durante los varios siglos que perduró su autonomía. La ciudad de Santa Fe ocupó, desde sus
comienzos, un lugar importante en la Gobernación del Río de la Plata. Su ubicación clave, su
estrecha relación en la defensa de Buenos Aires y la fluidez de las rutas comerciales la
posicionaba en un sitio de privilegio también para las decisiones de la metrópoli, mucho más
dispuesta a colaborar con el mantenimiento y socorro de la ciudad. Su privilegiada posición
geográfica fue motivo de enfrentamientos y conflictos con otras jurisdicciones, otras potencias
y los grupos indígenas. Esta característica es la que condujo a Barriera a sostener que, sobre
todo durante el siglo XVII, “Santa Fe fue una frontera móvil y siempre activa: con los indígenas,
con el imperio portugués y también frente a las pretensiones jurisdiccionales de otras ciudades
del Virreinato -Córdoba, Santiago del Estero y Buenos Aires”. Lejos de tratarse de dos esferas
escindidas de circunscripción indígena o hispano-criolla, hemos visto que tanto la interacción
violenta como la circulación pacífica de personas, objetos y tecnologías han acompañado los
procesos de construcción de las llamadas fronteras chaqueñas desde sus primeros esbozos
durante el siglo XVI. El arribo de los colonizadores no podría haberse mantenido ajeno a los
procesos históricos y sociales de los grupos indígenas que ocupaban o circulaban por aquellos
territorios en donde los recién llegados comenzaron a asentarse.

Directa o indirectamente, desde el inicio o algo después, todos los grupos indígenas
chaqueños se involucraron de una u otra manera con la empresa colonial, aunque una gran
parte de esos grupos -y una extensa porción del territorio chaqueño- se hayan mantenido
ajenos al control hispano-criollo hasta los siglos XVIII y XIX. A pesar de todos estos elementos
comunes, que nos permiten pensar en el espacio chaqueño como un espacio fronterizo,
paralelamente nos hemos propuesto identificar los procesos históricos únicos y particulares
que estructuraron las relaciones interétnicas en los distintos frentes. Para ello, hemos
abordado las formas de interacción entre hispano-criollos e indígenas atendiendo a las
especificidades de cada espacio geográfico, tanto desde el punto de vista colonial -los procesos
de fundación y poblamiento de las ciudades que delimitaban el espacio chaqueño, su
ubicación relativa respecto a los centros burocráticos coloniales y sus principales estrategias
económicas y políticas en función de los recursos- como desde la perspectiva indígena -la
distribución de la población nativa y sus relaciones estratégicas con otros grupos indígenas y
con los recién llegados. Como resultado de este esfuerzo, hemos podido reconstruir diferentes
trayectorias en la relación entre indígenas e hispano-criollos que, creemos, no solo
contribuyen a comprender el pasado colonial sino que también nos brindan nuevas
coordenadas de interpretación para los distintos espacios y períodos en donde tuvieron lugar
las relaciones entre los distintos grupos guaycurúes y los vecinos hispano-criollos de las tres
Gobernaciones que implicaba el espacio chaqueño: el Tucumán, el Paraguay y Buenos Aires. En
este sentido, consideramos que las trayectorias que aquí hemos delineado, permiten iluminar
las relaciones interétnicas que se produjeron luego del período abordado y se corresponden
con la oleada de reducciones fundadas para los grupos guaycurúes en el Chaco hacia mediados
del siglo XVIII. Desde este punto de vista, aquel proceso aparentemente generalizado podría
estar develando un sentido específico para cada caso, atendiendo a las formas particulares de
relación que cada grupo implicado trazó históricamente con las ciudades patrocinantes.

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