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DEBEMOS
PREVENIRLA Y EVITAR SUS COMPLICACIONES
RESUMEN
La movilidad, o capacidad de desplazamiento en el medio que rodea al individuo, es imprescindible para tener
autonomía, siendo un componente esencial de la vida del hombre.
Mantener una adecuada movilidad en las personas ancianas depende de la interacción entre factores propios de
cada individuo, como la habilidad y destreza motoras, la capacidad cognitiva y sensorio-perceptiva, el grado de
salud o auto confianza, y los recursos ambientales y personales externos (los meramente físicos o
arquitectónicos y los vinculados a actitudes de familiares y cuidadores
El inmovilismo se puede definir como la disminución de la capacidad para desempeñar actividades de la vida
diaria por deterioro de las funciones motoras.
Por su importancia es que nuestro grupo de trabajo realizó esta monografía que fue discutida en el mes de mayo
2005 y que consideramos de vital importancia sea de conocimiento de otros profesionales.
INTRODUCCIÓN
La importancia del grado de movilidad en el anciano, ya se destacó en los comienzos de la Geriatría cuando a
finales de los años 30, Marjorie Warren aplicó con éxito criterios geriátricos y rehabilitadores en pacientes
crónicos incapacitados.
La capacidad de movilización es un indicador del nivel de salud del anciano y de su calidad de vida, ya que
determina el grado de independencia. La mayoría de los ancianos mantienen una vida activa normal hasta los 75
años: hasta entonces sólo un 3% ingresa en una residencia asistida y un 10% precisa ayuda domiciliaria.
El anciano inmovilizado es en cambio un paciente de alto riesgo para la aparición de complicaciones médicas,
dependiente de las actividades básicas de la vida diaria y candidato a la institucionalización. Existe un
incremento de la morbimortalidad proporcional al deterioro de la capacidad de movilización. En residencias
asistidas la mortalidad de los pacientes que presentan deterioro funcional alcanza hasta el 50% en el plazo de
seis meses a un año.
Existe una inmovilidad relativa, en la que el anciano lleva una vida sedentaria pero es capaz de movilizarse, y
una inmovilidad absoluta que implica el encamamiento, siendo muy limitada la variabilidad postural.
FRECUENCIA
La frecuencia de este síndrome, aumenta con la edad, es mayor en mujeres y en adultos mayores
institucionalizados se señalan cifras entre el 15 y el 18%.
DEFINICIÓN
El inmovilismo se puede definir como la disminución de la capacidad para desempeñar actividades de la vida
diaria por deterioro de las funciones motoras. El inmovilismo produce una pérdida de la autonomía y de la calidad
de vida del anciano, y repercute también en la familia.
ENVEJECIMIENTO Y MOVILIDAD
El control postural y la marcha son actividades complejas que requieren la interacción del sistema nervioso y del
sistema músculo esquelético, basándose en una adecuada información de los sistemas visual vestibular y
propioceptivo el envejecimiento determina ciertos cambios fisiológicos que justifican una cierta limitación de la
movilidad. Ocurre una discreta atrofia muscular seguida de fibrosis, por lo que la contracción muscular es más
lenta. Se reduce sobre todo el número de fibras musculares rápidas, encargadas del trabajo isométrico. En
general la fuerza muscular disminuye un 15% entre los 30 y los 70 años. Por otra parte tanto los ligamentos los
tendones, superficies articulares como otros tejidos conectivos ven reducida su capacidad de amortiguación.
En consecuencia aparece debilidad muscular y cierta resistencia a la movilidad articular. Estas alteraciones
pueden ser a su vez secundaria a una menor actividad física cerrándose así un círculo vicioso que conduce a la
inmovilidad.
Hay otros cambios que ocurren fuera del aparato locomotor que también van a influir en la movilidad. La
disminución de la agudeza visual es un factor limítrofe a destacar. La disfunción vestibular es frecuente en el
anciano. La sensibilidad propioceptiva y vibratoria también está disminuidas, así como la conducción nerviosa y
ciertas respuestas posturales reflejas. Finalmente aunque la capacidad cardiopulmonar no varía en situación
basal, está disminuida la reserva para una actividad física máxima.
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El anciano sano refiere con frecuencia dificultad para la deambulación. Hasta la séptima década se observa el
mismo patrón que el adulto joven. A edades más avanzadas se observan ligeros cambios, se enlentece la
marcha con pasos cortos, ampliándose en las mujeres la base de sustentación. La velocidad máxima se alcanza
aumentando el número de pasos en vez de la amplitud de estos. El centro de gravedad se desplaza arriba y
adelante, siendo más difícil mantener el equilibrio. La cabeza se balancea en sentido lateral y se reduce la
amplitud de los movimientos articulares (balanceo de los brazos, flexión y extensión de la cadera, rotación de la
pelvis, elevación del pie) Estas alteraciones conllevan que la marcha del anciano tenga un mayor consumo
energético.
Muchas enfermedades comunes son con frecuencia causa de inmovilidad y encamamiento (Tabla 1).
Las enfermedades reumatológicas conllevan inmovilidad por dolor y deformidad articular. En el anciano es
preciso destacar, aunque no sea tan frecuente, la polimialgia reumática como causa aguda o subaguda de
incapacidad física severa de un sujeto que hasta entonces podía realizar una vida normal. La gravedad de las
posibles complicaciones y la respuesta espectacular al tratamiento obligan a un alto grado de sospecha
diagnóstica.
Patologías neurológicas incapacitantes como la enfermedad cerebro vascular, la enfermedad de Parkinson e
incluso las demencias en fases avanzadas conllevan ya de entrada una alteración del tono postural con
contracturas en flexión de los miembros y disminución de la fuerza muscular. Si se añade un cuadro confusional
agudo con agitación, se imponen con frecuencia restricciones mecánicas que inmovilizan al paciente. Es
especialmente difícil él diagnóstico diferencial entre la enfermedad de Parkinson en estado precoz y las
alteraciones de la marcha propias del envejecimiento, por lo que es preciso valorar con detenimiento el cuadro
clínico así como la progresión del mismo. La hidrocefalia normotensiva se caracteriza por la triada demencia
incontinencia urinaria y ataxia. Las neuropatías periféricas más frecuentes son por diabetes, deficiencias
vitamínicas y alcoholismo.
Las cardiopatías y las enfermedades respiratorias actúan limitando progresivamente la tolerancia al ejercicio
aunque está conservada potencialmente la movilidad.
Se observan cuadros constitucionales con debilidad generalizada en casos de malnutrición, pero sobre todo en
neoplasias en fase terminal.
A veces tras un período de hospitalización prolongado se hace imposible la vuelta al domicilio a pesar del éxito
terapéutico sobre el proceso responsable del ingreso, debido a la deshabituación funcional del paciente, que ha
olvidado cómo debe movilizarse.
Hasta un 40% de los ancianos mayores de 70 años sufren un deterioro mental y físico no relacionado con la
causa del ingreso.
En el grado de inmovilidad influyen muchos otros factores, el sobrepeso, la falta de motivación ó estados
depresivos, un apoyo social insuficiente y una adecuada información sobre cómo debe reiniciarse la movilización
y qué ayudas técnicas son necesarias.
El anciano utiliza fármacos que pueden acelerar la inmovilidad (antidepresivas, hipnóticos, sedantes,
neurolépticos, etc.,) por efectos secundarios como hipotensión ortostática, deterioro del nivel de conciencia o
efectos extrapiramidales. Hay que destacar la falta de atención al cuidado de los pies. Es frecuente que los
ancianos tengan alteraciones de los pies que limitan progresivamente su movilidad: callosidades, trastornos
ungueales y deformidades son causantes de dolor y de un patrón de marcha inadecuado. Son pacientes de alto
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riesgo aquellos con patología como la diabetes, arteriopatía periférica, insuficiencia venosa, neuropatías y artritis
deformantes, estando expuestos a la aparición de trastornos tróficos, úlceras e infecciones.
El deterioro funcional no siempre se relaciona con problemas médicos: simplemente el cambio de domicilio
puede determinar inmovilidad al perder el anciano los puntos de referencia para desplazarse, en este acápite es
importante tener presente la presencia de barreras arquitectónicas que a veces son las únicas causantes de la
limitación de la movilidad del anciano. También la prolongación diurna voluntaria de las horas de sueño conducirá
invariablemente al encamamiento a corto plazo.
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acceso al baño e incompletas por la postura, facilitan la estasis urinaria, debilitando la musculatura pélvica y
el músculo detrusor. El aumento del residuo vesical favorece el desarrollo de cálculos (también relacionados
con la hipercalciuria) e infecciones urinarias recurrentes.
G. Alteraciones metabólicas y hormonales. La inactividad conduce a un catabolismo proteico, con un
balance nitrogenado negativo: esto justifica paradójicamente una mayor demanda nutricional del paciente
inmovilizado (110 gramos más por día). Asimismo existe un balance mineral negativo, con pérdida de calcio,
sulfuro, fósforo, magnesio, potasio y sodio. Incluso cortos períodos de inactividad física pueden reducir la
sensibilidad a la insulina, lo que junto al sobrepeso conduce a la intolerancia hidrocarbonada. Se acompaña
de hiperlipidemia y disminución del colesterol HDL. La inmovilidad puede impedir una actividad sexual
satisfactoria, teóricamente puede mantenerse hasta edades avanzadas.
H. Alteraciones cutáneas. La atrofia de las glándulas sudoríparas y la reducción del tejido subcutáneo y del
colágeno debido al envejecimiento de la piel predisponen al desarrollo de úlceras por presión en ancianos
inmovilizados. Si otros factores de riesgo como malnutrición, incontinencia de esfínteres o mala higiene la
aparición de úlceras será inminente.
Presiones mantenidas y superiores a 50-60 mmHg en los puntos de apoyo originará en poco tiempo necrosis
tisular. La afección en planos profundos es precoz y alcanza mayor extensión cutánea. En pocos días una
supuesta úlcera superficial puede transformarse en una gran cavidad que abarca músculos y tendones.
Otras alteraciones son la dermatitis del pañal, en relación con incontinencia de esfínteres edemas periféricos
en las partes declives.
I. Alteraciones psicológicas. Un problema frecuente es la depresión. La pérdida progresiva de las relaciones
sociales es un factor importante. Por ejemplo un 12% de los pacientes que viven en residencias asistidas
sufren depresión mayor, que se relaciona directamente con la pérdida de la movilidad. Otras reacciones
posibles son miedo, ansiedad y agitación, a veces desorientación o paranoia. La aplicación de tratamientos
sedantes o neurolépticos limitarán aún más la movilidad.
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Existen múltiples escalas para valorar y definir el grado de movilidad y la consiguiente capacidad funcional.
TRATAMIENTO
Después de enfermedades intercurrentes o incapacitantes crónicas el objetivo será recuperar la situación basal
previa, si la rehabilitación total no es posible. En el paciente encamado, los cambios posturales, la higiene
adecuada con masajes en la piel después del baño, favorecen la relajación muscular.
El programa de entrenamiento debe ser individualizado y además indicado por un médico fisiatra pues el mismo
debe ser progresivo, asegurando que no sobrepase la capacidad funcional del sujeto, que la respuesta
cardiovascular sea la adecuada y se evite el riesgo de lesiones.
El cuidado de los pies comprende una serie de aspectos como higiene diaria cortar periódicamente las uñas,
mantener la piel hidratada, no húmeda, supervisión periódica por un podólogo, tratamiento precoz de lesiones
cutáneas y usar un calzado apropiado: cerrado, alto, amplio, pero con buena sujeción del pie que no se deslice
en su interior, y ser posible de cuero flexible.
Ayuda técnica se prescribirá si es necesario.
PROFILAXIS
La consecuencia última de la inmovilidad es la pérdida de la independencia del anciano y la institucionalización.
Desde el punto de vista de la calidad de vida del paciente y también por motivos sociales y financieros es preciso
evitar ingresos innecesarios en residencias.
La mejor medida preventiva es mantener el grado de movilidad, Los objetivos son: que el anciano sea
funcionalmente independiente, estimular la motivación del mismo para integrarse a su entorno y finalmente
prevenir la aparición de contracturas, atrofias musculares y complicaciones médicas.
Es fundamental el papel que juega la atención primaria en la promoción y mantenimiento de la movilidad en los
ancianos: es detectar precozmente patologías incapacitantes y factores ambientales asociados, fomentar
programas de ejercicios físicos y proporcionar educación sanitaria para los cuidadores.
Conviene llevar a cabo revisiones periódicas del estado físico del anciano, ajustando de forma individualizada el
tipo de ejercicios y actividades que puede realizar. Hay que estimularle a que se mantenga activo, y proponerle
que acuda a clubes de ancianos o centros de día si es posible.
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Es importante permitir que el anciano realice o participe todo lo que pueda en las actividades de la vida diaria y a
su propio ritmo. Es frecuente que el cuidador sobreproteja al anciano, haciendo por él las tareas -más rápido y
mejor-. Se acelera así el grado de dependencia, por ejemplo, si en vez de ayudar al anciano a ir al baño se le
trae la cuña, a la larga se hará incontinente.
Es necesario insistir en mantener el ritmo de sueño nocturno del anciano, para que durante el día esté el máximo
tiempo posible fuera de la cama. Sobre todo en el ámbito hospitalario, se induce al paciente a hacerse
dependiente a corto plazo, al tener el personal sanitario una sistemática de trabajo que no diferencia el manejo
del paciente según su grado de incapacidad. Por ello al alta hospitalaria hay que revalorizar al paciente iniciando
de forma precoz un programa de reentrenamiento.
La sociedad en su desarrollo debe tener en cuenta eliminar todo tipo de barreras arquitectónicas que limitan o
impidan la deambulación de nuestros ancianos y facilitar medios de transporte que puedan ser utilizados
fácilmente por estos para evitar el aislamiento social.
La úlcera por presión es la complicación más frecuente y temida entre el personal de salud y la familia.