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LA EDUCACIÓN SEXUAL EN
LA ETAPA INFANTIL. DESCUBRIMIENTO E
IDENTIFICACIÓN CON EL PROPIO SEXO. LA
CONSTRUCCIÓN DE LOS ROLES MASCULINOS Y
FEMENINOS. ESTRATEGIAS EDUCATIVAS PARA EVITAR
LA DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO.
0. INTRODUCCIÓN.
1. LA EDUCACIÓN SEXUAL EN LA ETAPA INFANTIL.
1.1. Concepto y características de la sexualidad infantil.
1.2. Diferentes fases del desarrollo sexual del niño.
1.3. Aspectos pedagógicos.
1.3.1. Cómo resolver las inquietudes infantiles sobre
sexualidad.
1.3.2. Una mejor preparación para la educación
sexual.
2. DESCUBRIMIENTO E IDENTIFICACIÓN CON EL PROPIO SEXO.
3. LA CONSTRUCCIÓN DE LOS ROLES MASCULINOS Y FEMENINOS.
4. ESTRATEGIAS EDUCATIVAS PARA EVITAR LA DISCRIMINACIÓN
DE GÉNERO.
5. CONCLUSIÓN.
0. INTRODUCCIÓN
La importancia de la educación sexual, tanto por parte de las familias como por
parte de las escuelas, es de vital importancia. Tanto es así que, como dice el profesor
de Pedagogía Francisco Javier Jiménez Ríos, la educación sexual en España es “una
necesidad social urgente”.
El descubrimiento del yo, y por tanto del propio sexo, se produce desde el
nacimiento. Hasta entonces, el feto es una parte no separada del cuerpo de la madre,
vive en un estado de bienestar total ya que tiene todas sus necesidades fisiológicas
satisfechas. No se pueden percibir límites entre el interior y el exterior, entre el yo y el
no yo.
El acto del nacimiento supone un trauma para el niño, ya que deja de estar
inmerso en ese estado de bienestar para enfrentarse a una multitud de sensaciones
diversas que le vienen del exterior y penetran en su cuerpo por diversos puntos, tales
como la luz, el frío, el aire, los olores, los múltiples contactos con otros cuerpos y
objetos y luego las sensaciones orales, anales y uretrales. Este trauma, esta separación,
no asegura, sin embargo, la separación del yo (el cuerpo) y del no yo (lo que no es el
cuerpo), que exige una diferenciación entre las sensaciones que proceden del propio
cuerpo con las que proceden del exterior del mismo.
A partir de los tres años, el niño es capaz de diferenciar su sexo del de los
demás. Este es un momento fundamental para el niño en el que percibe la existencia
de una diferencia sexual y suele coincidir con el cese del complejo de Edipo, aquel
conflicto emocional que se produce en la infancia por el cual el niño se identifica a sí
mismo como un ser sexual, dirigiendo sus deseos amorosos hacia el progenitor de sexo
contrario, estableciendo con el otro una conflictiva relación de celos, miedo y
sentimientos de culpa.
El niño, alrededor de los seis años, debe comprender que posee ese sexo de por
vida, es decir, que conforme vaya creciendo todo su cuerpo sufrirá una variedad de
cambios físicos que no alterarán el hecho de ser niño o niña. Para ello es necesario
hacerle entender al niño que el sexo no es un adjetivo ni algo que se puede quitar o
poner, que es lo que somos y lo somos para siempre. De ahí la importancia de
ayudarles a que exploren, descubran y reconozcan su propio cuerpo.
Se han desarrollado diferentes teorías sobre la adquisición del rol sexual. Estas
diferentes interpretaciones del proceso por el cual los niños y las niñas se van
desarrollando de acuerdo con las características masculinas y femeninas que se
suponen específicas de cada sexo, tienen unas causas claramente diferenciadas.
Por un lado la interpretación biológica se basa en los efectos futuros del propio
cuerpo, de la estructura anatómica y fisiológica, y en la aparición y desarrollo de
diferencias en la conducta humana. “Soy humano”, sería la afirmación resultante de
ella. En este momento no hay separación del niño con la madre, no hay sujeto ni
objeto. Nos encontramos en el territorio de la bisexualidad original freudiana.
Por otro lado, interpretación psicoanalítica el niño y la niña tienden a
identificarse con los progenitores y adultos de su correspondiente sexo a través de la
imitación. Dentro de esta interpretación, nos encontramos con la teoría de la
seducción de Laplanche. Lo sexual materno se infiltra en los primeros cuidados
iniciando el reconocimiento del bebé como otro, proceso que corre paralelo, en él, al
de la separación del objeto primitivo y la constitución del objeto interno. La posición
del padre, de la pareja de la madre, comienza a tener aquí enorme importancia. Este
sexual implantado en el niño es el inicio del inconsciente y será objeto de sucesivas
interpretaciones, simbolizaciones y traducciones, a lo largo de toda la vida.
Cada sociedad y cada momento histórico tienen unas expectativas y unos roles
asignados a uno y otro sexo, los cuales no están claramente delimitados y se
confunden. Por ejemplo hay profesiones ligadas al sexo (puericultora y militar…),
comportamientos ligados al sexo (el hombre toma la iniciativa en las citas, las mujeres
se dejan invitar más frecuentemente por los hombres que los hombres por las
mujeres...) y toda una gama de conductas tipificadas como masculinas y femeninas.
Algunos de estos estereotipos son conocidos y están profundamente arraigados en
nuestra sociedad, esta manera, indirectamente se esta influyendo en el
comportamiento de los niños para que éste se comporte conforme los estereotipos
socialmente implantados.
Hoy en día la cultura asigna roles y tareas al hombre y a la mujer a partir de las
características de ambos sexos.
El niño, debido a su costumbre de imitar todo aquellos que sus mayores hacen,
en concreto su padre y su madre, tiene la capacidad suficiente para conoceré a qué
género corresponde y cuáles son las conductas típicas de ese rol. Además de la
familia, les influyen la televisión, los cuentos, el ambiente y por supuesto el colegio, el
cual se configura como uno de los principales agentes socializadores de la concepción
del género.
5. CONCLUSIÓN.
BIBLIOGRAFÍA