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Nota preliminar
Debido a que los humanos eran portadores de la imagen de Dios, creados con
verdadero conocimiento, rectitud y santidad, e inclinados en su corazón y
equipados para realizar el plan de Dios, recibieron todo don y poder necesario
para llevar a cabo este doble llamado. Al crear a la humanidad como hombre y
mujer, Dios los equipó para llenar la tierra y dominarla. La dualidad de los sexos,
la institución del matrimonio, contienen in nuce (en proyecto) todas las
subsecuentes relaciones sociales: esposo y esposa, padres e hijos, hermanos y
hermanas, siervos y libres, gobernantes civiles y sujetos. Es también aquí que
vemos, en principio, todas las desigualdades que podrían eventualmente darse en
medio de las personas: diferencias en cuerpo y alma, en carácter y temperamento,
en dádivas de entendimiento y voluntad, y corazón y mano, etc. La desigualdad
es una dádiva de la creación, enraizada en la voluntad de Dios, y no
primariamente una consecuencia del pecado.
Es esta doble vocación la que establece la responsabilidad del trabajo sobre los
humanos. Dios, quien está en constante labor y nos llama a ser como él en esto,
no nos creó para la ociosidad y dichosa inactividad. Nos dio por lo tanto, seis
días para todas las formas de labor que involucraran nuestra mente y nuestras
manos mientras nosotros dominamos la tierra. Nuestro trabajo es también una
institución divina. Dios adicionalmente agrego un séptimo día, lo bendijo y
santificó, de modo que los seres humanos pudieran descansar de sus labores y
hacer del cielo, y no de la tierra, la meta final de su trabajo. Junto con todas las
criaturas, los seres humanos están llamados a encontrar su descanso en la
comunión con Dios.
La ley de Dios -escrita en el corazón de los hombres- fue dada como una regla y
guía para nuestra completa existencia en su dimensión externa e interna,
cubriendo nuestro diario caminar así como nuestro comercio. Esta ley está
resumida en el deber de amar a Dios y al prójimo. En cuanto los humanos
siguieron esta regla, no necesitaron temer a ninguna clase de disturbio entre las
variadas relaciones con las que ellos fueron creados. En tanto servidores del Dios
y Señor de la creación, se mantuvieron en una correcta relación para con todas las
cosas. La muerte con todas sus consecuencias anteriores y posteriores, no pudo
entrometerse aquí. Incluso su condición externa estaba en total acuerdo con su
disposición interna. El paraíso era su hogar: existía una armonía entre el deber y
la felicidad, entre la santidad y la beatitud.
2.
3.
Dios hace esto, en primer lugar, mediante castigos y juicios que vincula al
pecado. Las almas sin descanso, las pruebas de la vida, la lucha por la existencia,
las fatigas de nuestra labor diaria, todas ellas son, al mismo tiempo, revelaciones
de cólera divina e instrumentos de su gracia común, por la cual Él arroja
obstáculos en el camino del progreso del pecado y se opone a las más horribles
explosiones de pecado.
Adicionalmente, con respecto a los seres humanos, Dios hace esto permitiendo
que permanezcan unos pocos y débiles remanentes de su imagen y semejanza
después de la caída. Les garantiza razón y conciencia; preserva en ellos algún
conocimiento de su existencia y carácter, una semilla de religión; un sentido
moral de bien y mal; y una conciencia de nuestro destino eterno. En este sentido,
Dios mantiene con la gente un vínculo con otro mundo más alto que el que
vemos, limitados por nuestros sentidos. Incluso con toda la corrupción presente
entre toda la gente y cada individuo, permanece un conocimiento natural de Dios
para todos.
Finalmente, Dios hace esto estableciendo las estructuras de familia, sociedad y
estado entre los seres humanos. Despierta en el corazón humano un amor natural
entre hombres y mujeres, padres e hijos. Él nutre una variedad de virtudes
sociales entre la gente: una inclinación hacia relaciones sociales y un anhelo por
afecto y amistad. Él también dispersa a la humanidad en diferentes grupos de
gentes y lenguajes para protegerlos de la total disminución. Entre estas naciones,
él crea las virtudes nacionales de afecto y amor por la patria. Permite que estos
diferentes grupos de personas se organicen en estados, a los que se les da el
llamado a regular las relaciones entre las muy diversas esferas de la sociedad y
mantener la justicia.
1. Israel es el pueblo de Dios, reservado de entre todas las naciones para ser su pueblo
santo y ser llamado a caminar Su camino (Ex 19:5, 6 etc.). En la entrega de la Ley en el Monte
Sinaí, es este destino religioso para Israel lo que destaca en primer plano. Sin embargo, no es
sólo la gente, sino también la tierra que Dios tiene como su posesión. En la libertad de su
disposición, él tomó la tierra de Canaán de manos de sus anteriores habitantes y se la dio como
herencia a Abraham y su descendencia. La tierra pertenece a Dios y los israelitas eran
extranjeros e inquilinos (Lev. 25:23). Israel posee la tierra en feudo para usarla como
arrendador. Dios la administra y determina cómo la tierra debe ser dividida entre las tribus y
clanes (Jos. 13ff)
2. Dios mantiene estas tribus y clanes y protege su herencia. Promete fertilidad a las
familias de Israel (Gen. 12:2; 13:16; Deut. 28:4) y mantuvo viva entre ellos la convicción de que
los hijos son una bendición y herencia del Señor (Ps. 113:9; 127:3–5; 128:3). Las porciones
heredadas de tierra fueron pasando a través de generaciones a través de los hijos; en las
familias que no tenían hijos, eran dadas a las hijas pero con la obligación de casarse con
hombres de su propio clan tribal (Num. 27:8; 36:1–13). Una viuda sin hijos debía ser tomada
como esposa por un hermano o pariente cercano del difunto para que su nombre no fuera
borrado de la tierra y su herencia dada a otro (Deut. 25:5-10)
3. Sucesivamente, las porciones heredadas de tierra eran protegidas y preservadas por la
tribu y clan, especialmente por el principio de aniversario. En el Año del Jubileo, todos los
israelitas cuya pobreza los había llevado a la esclavitud debían ser liberados (Lev. 25:39, 40
[también Deut. 15:12]; el derecho de redención debía estar disponible para ellos a perpetuidad
(Lev. 25-47) [154]-su propiedad no podía ser vendida para siempre; sólo podía ser usada hasta
el Año del Jubileo cuando era devuelta libremente a su propietario original, sin el pago de un
precio acordado. Incluso antes de ese año, el propietario o su redentor retenía el derecho de
comprar de vuelta la propiedad (Lev: 25). Sin embargo, esta institución de redención y
devolución no aplicaba a las casas en ciudades amuralladas (Lev: 25-29-30) ni a la tierra que
estuviera dedicada al Señor (Lev: 27:16-21).
4. Fue gracias a estas estipulaciones que Israel evitó el empobrecimiento y la acumulación
de tierra y capital. Al mismo, tiempo, esto no eliminó las diferencias entre ricos y pobres, libres y
esclavos. Dios quería que hubiera pobres (Deut. 15:11; Prov. 22:2), y la esclavitud o
servidumbre era una institución legal (Ec. 21:20ff). Sin embargo, las necesidades básicas para
una vida de dignidad humana fueron hechas posibles para la mayoría de los israelitas. Los
contrastes [entre ricos y pobres] fueron mitigados, de la manera más hermosa, a través del
Sabbath y los días de fiesta. Pobre y rico no existían en esos días; todos vivían aparte de sus
labores, libremente de la mano del Señor; todos eran libres, quitándose sus ropas de trabajo y
poniéndose sus trajes de fiesta. Éste era un tiempo para descansar de toda labor y regocijarse
en la presencia de Dios.
5. Adicionalmente, no debemos olvidar al ministro de misericordia en Israel. Los préstamos
debían ser dados a los pobres libremente y de buena gana (Deut. 15:7); la garantía no debía ser
tomada por la fuerza e incluso, en algunos casos, ser devuelta antes del atardecer (Deut. 24:6,
10ff.; Ex. 22:26). Ningún interés debía ser cargado a un hermano israelita (Deut. 25:19; Lev.
25:36) y las deudas debían ser perdonadas al séptimo año (Deut. 15:1ff.); los salarios diarios
debían ser pagados de manera oportuna (Deut. 24:15). En añadidura, las viudas y huérfanos, el
pobre y el extranjero debían ser tratados justamente en las cortes (Deut. 14:7; Ex. 22:21, 22);
tenían derechos de espigueo tras las cosechas anuales (Lev. 19:9ff.; Deut. 24:19ff.) y a la
cosecha entera en el año sabático (Lev. 25:5); también tenían derechos a participar en las
comidas de los sacrificios y diezmos (Deut. 14:28ff.; 16:10ff.; 26:12ff.). Aquellos con
discapacidades no podían ser burlados (Lev. 19:14; Deut. 27:18) y los ancianos debían ser
honrados (Lev. 19:32). La ley de Dios incluso se preocupaba de la vida y bienestar de los
animales, incluyendo su descanso (Ex. 20:10; Deut. 25:4; 22:6, 28). Este completo ministerio de
misericordia es repetidamente predicado en la opresión de Israel y peregrinación en Egipto (Ex.
22:20; 23:9; etc.). La ley moral de Israel está escrita desde el lugar ventajoso del oprimido [155]
4.
Sin embargo, esto no quita todas las diferencias y desigualdades que existen entre
la gente en su vida terrena. La propiedad no desaparece; el ejemplo de la Iglesia
de Jerusalén en Hechos es demasiado a menudo tomado por sí solo y es
demasiado excepcional para probar la posición contraria. Las diferencias entre
ricos y pobres, esclavos y libres, padres e hijos, autoridades civiles y súbditos, es
asumida y honrada plenamente por Jesús y sus apóstoles en sus palabras y obras.
Pasajes como 1 Corintios 7:17-24 dejan claro que toda persona, incluso después
de su conversión, debería permanecer en la vocación a la cual ha sido llamada.
Las diferencias que están presentes en la creación por la voluntad de Dios no son
anuladas por el Hijo en la redención.
RESOLUCIONES
b. en la arena política
defender la institución del
Sabbath junto con la semana
de trabajo, de modo de
mantener la unidad y
distinción de nuestro doble
llamado;
• prevenir la pobreza y la
miseria, especialmente la
pauperización;
• oponerse a la acumulación
de capital y propiedad de la
tierra
a. no sólo preparar a
la gente para su
destino eterno, sino
también hacer
posible que cumplan
su llamado terrenal;
b. en la arena política
defender la
institución del
Sabbath junto con la
semana de trabajo,
de modo de
mantener la unidad y
distinción de nuestro
doble llamado;
• prevenir la pobreza
y la miseria,
especialmente la
pauperización;
• oponerse a la
acumulación de
capital y propiedad
de la tierra
• asegurar, tanto
como sea posible, un
“salario vital” para
cada persona
#7: La autoridad civil,
en tanto sirviente de
Dios llamado a
mantener la justicia
en la sociedad, tiene
una obligación, de
basar esta justicia en
ella y deducirla de las
ordenanzas eternas
establecidas en las
Escrituras para las
diversas esferas de la
sociedad.
#8: Aún queda,
adicionalmente, un
rol muy grande para
el ministerio de
misericordia, dado
que, gracias a la obra
del pecado y el error,
las miserias de todo
tipo siempre estarán
con nosotros, y en e
esta morada terrenal
nunca podrán ser
removidos por la sola
justicia.