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Bauman plantea que la economía se desplaza lo suficientemente rápido como para mantener
un paso de ventaja sobre cualquier gobierno territorial. El capital no tiene domicilio y los
movimientos financieros están fuera del control de los gobiernos nacionales.
La superestructura política de la era del Gran Cisma, afectó principalmente el papel del
Estado. Luego del fin de esa superestructura, las tres patas del “trípode de soberanía”
aparecieron dañadas. La autosuficiencia militar, económica y cultural, incluso la
sustentabilidad del Estado, dejaron de ser una perspectiva viable. A fin de conservar su
poder de policía para imponer la ley y el orden, los Estados tuvieron que buscar alianzas y
ceder porciones crecientes de soberanía. A su vez, aparecieron nuevos Estados, que lejos de
verse obligados a entregar sus derechos soberanos, buscaban cederlos. Viejas o nuevas
naciones que escapaban de las jaulas federalistas en las cuales la recién fenecida
superpotencia comunista las había encerrado contra su voluntad, ahora buscaban la
disolución de su independencia política, económica y militar.
Paradójicamente, surgen nuevos Estados (luego del derrumbe del bloque socialista) en el
marco de la desaparición de la soberanía de Estado.
Debido a las normas de libre comercio, el movimiento de capital y las finanzas, la economía
se libera de todo control político. Al Estado no se le permite entrometerse en la vida
económica. Ante cualquier intento de hacerlo, los mercados mundiales responden con
medidas punitivas inmediatas y feroces. La única tarea económica que se le permite al
Estado y se espera que este cumpla es mantener un “presupuesto equilibrado” al reprimir y
controlar las presiones locales, toda intervención que tienda a mejorar las condiciones de
vida de la población o a establecer controles en la administración de la economía.
La libertad de movimientos y la falta de restricciones que gozan las finanzas, el comercio y
la industria informática globales, dependen de la fragmentación política. Estos tienen
interese creados en los “Estados débiles”. Es decir, los Estados débiles favorecen los
mercados, y a su vez, el poder de los mercados debilita a los estados.
Las instituciones interestatales y supralocales ejercen presiones coordinadas sobre todos los
Estados para que destruyan todo lo que pudiera desviar y demorar el movimiento libre del
capital y limitar la libertad de mercado. Abrir las puertas de par en par y abandonar
cualquier intención de aplicar una política económica autónoma es la condición necesaria
para poder recibir ayuda financiera de bancos y fondos monetarios mundiales. Los Estados
débiles son lo que necesita el desorden mundial (o nuevo orden).
Glocalización: proceso de concentración no sólo del capital, las finanzas y demás recursos
de la elección y la acción efectiva, sino también de libertad para moverse y actuar.
Por último, Bauman hace hincapié en que con la pobreza, aparecen las migraciones en busca
de mejores oportunidades.