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UCV | Negociación - Gerencia del Conflicto Edgar Peña Sanabria |MSc GE

MANEJO DEL CONFLICTO EN LOS DÍAS DEL


ABRIL VENEZOLANO EN 2013
(una visión de lo que pasó en el escenario político en la Venezuela
post electoral del 14 de abril de 2013).

En la Venezuela de abril del año 2013 y como resultado del fallecimiento del presidente
reelecto el siete de octubre de 2012, Hugo Chávez, quien luego de más de tres meses de
ausencia temporal, el gobierno conjuntamente al máximo órgano judicial como lo es el
Tribunal Supremo de Justicia, y luego de la interpretación de la constitución, se vieron
envueltos en una serie de obligadas decisiones sobre el mandato constitucional que obligaba
a cómo se debería atender su ausencia absoluta. Un inmediato llamado a elecciones
presentaba a Venezuela un nuevo escenario en el que varios actores estarían implicados en
una decisoria contienda.

Para atender la novedosa situación el órgano rector electoral venezolano, representado


por el Consejo Nacional Electoral (CNE) hizo un llamado a elecciones presidenciales las
cuales se debería realizar en tan solo 30 días lo que implicaría una campaña electoral
igualmente inédita en una Venezuela ya polarizada y dividida en partes desiguales a mostrar
sus propuestas para asumir los destinos de la nación.

Ante ese escenario, por un lado, el Gobierno, representado por Nicolás Maduro, un
hombre de “clase popular”, con escasa formación académica y ningún crédito político
conocido o propio pero muy leal a un proceso revolucionario que tras 14 años en el poder
revelaba su intención de continuismo hacia un modelo de corte totalitario cuyo paradigma de
contexto era el Socialismo, interpretado como originario, bajo una especie de función
controladora que idealiza al Estado como sobreprotector y aparentemente garante de la
eficiencia social.

Por otro lado, un “opositor duro”, Henrique Capriles quien desde muy joven inicio su
carrera política a la edad de tan solo 27 años presidiendo el Congreso Nacional figura que en
otrora representaba al poder legislativo venezolano y que pasó como otras instituciones a ser
rebautizadas para darle una nueva cara al Estado en su conjunto. Alcalde dos veces,
Gobernador dos veces y con solo 40 años gozaba de una altísima popularidad para la cual
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asumió las riendas de la dirección de lo que se podía describir en palabras del vulgo “la
acera de enfrente” para ofrecer un camino “diferente” a todos los venezolanos.

Tan solo diez días de campaña electoral en la que ante la mirada atónita de ambos
bandos se evidenciaba cómo todo el poder del Estado se plegaba, y disponía a favorecer la
continuidad, dando muestras de hegemonía haciendo cada vez más difícil la convivencia y
por supuesto la justicia cuando todo el Estado representa a un candidato. En estas
situaciones también se evidenció la anuencia de algunas rectoras de CNE frente a
situaciones abusivas y desmesuradas, lo que indicaba claramente que dicha institución
había entrado en el juego político -siendo árbitros- y que en esa condición su posición seria
claramente deslegitimada.

Por otro lado, en apoyo al candidato del gobierno, variadas organizaciones representadas
en minúsculos grupos que en su mayoría fueron financiados por el gobierno y que de
manera “incondicional” mostraban su apoyo, algunos con la esperanza de recibir beneficios o
participar en las dinámicas contractuales del gobierno, a pesar de sufrir igualmente la dura y
cruel realidad nacional que afectaba a la población en su conjunto. Nadie se salvaba de
“pasar trabajo”.

Especulación, escases, violencia, abuso de poder, burocracia y controles excesivos, falta


de oportunidades, reducción del empleo y de las capacidades empleadoras de las empresas,
entre otras, se sumaban a muchas de las razones por las cuales una parte de la población
asumía la bandera de la oposición para reclamar mejores oportunidades y mejor calidad de
vida con el sueño posible de una mejor Venezuela amplia, equilibrada y para todos.

La campaña desigual generó entonces en una parte de la población la sensación de que


“por la fuerza” y en muchos casos con la mentira repetida de inexistentes logros y avances
que ya, tras 14 años de gobierno se entendía seguiría por el mismo camino con mínimas
posibilidades de ser mejores a menos que se desviará el rumbo y se asumiera uno nuevo,
uno diferente.

Es por lo que resurgió toda una nueva cruzada de emociones y sensaciones de desapego
a intereses personales y germinó una sola fuerza unificada - galvanizada para enfrentar el

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abuso de poder y los excesos. Reaparece la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) con
propuestas haciendo frente al desmedido abuso del Estado y sus ingentes recursos, para
ofrecer soluciones de corto y largo plazo, pero sobre todo la oferta de un nuevo país, unido,
equilibrado y de todos, donde de verdad se viviera mejor.

El 14 de abril de 2013, se realizaron las elecciones en Venezuela y en horas de la noche


el CNE ofreció un resultado, es elegido Niculas Maduro como nuevo presidente de
Venezuela, con una escasa diferencia en votos que apenas superaría el 1% y que al ser
contrastado con los resultados reales arrojados por las máquinas y las actas electorales
discrepó importantemente de los recabados por la parte opositora representada en la Mesa
de la Unidad. Ante este desenlace, Henrique Capriles declaró no reconocer los resultados
ofrecidos por las rectoras del CNE y demandó su inmediata revisión y auditoria de todo el
proceso electoral a fin de mostrar los verdaderos resultados y que, de resultar él perdedor
reconocería cabalmente el triunfo del candidato de gobierno. Esta situación fue respaldada
por un solo rector, Vicente Díaz.

El resto de las rectoras negó toda posibilidad de auditoria, misma que hubiese aclarado la
peligrosa tempestad que representaría la ilegitimidad de origen de un presidente para un
pueblo esperanzado que acudió a las urnas electorales para darse un aire democrático
quizás un poco mas limpio.

Ante este planteamiento, el candidato reconocido por el CNE, Nicolas Maduro manifestó
en su primera alocución que “de manera categórica” solitaria hacer el conteo del 100% del
proceso electoral, situación que horas después no refrendaría demostrando así haber
engañado al pueblo en su necesidad de garantía de la verdad y la transparencia.

Este escenario obligó a Henrique Capriles a diseñar una estrategia que protegiera su
genuino reclamo ante lo cual pidió a todos sus seguidores no enfrentar de manera violenta la
situación e incluso reclamó cordura y sosiego a fin de evitar situaciones que llevaran el nivel
de conflicto a instancias en las que las soluciones serian de alguna manera
inmanejables y de resultados trágicos.

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Solicitó entonces la MUD formalmente ante el CNE la realización de auditorías completas,


mismas que el órgano rector condicionó a elementos limitados y considerados por la MUD
como “superficiales” y que no ofrecerían la trasparencia necesaria, actuación del CNE que
generó suspicacias y dudas evidenciando un intento de “proteger los resultados ya ofrecidos”
por encima de los resultados reales, de lo contrario no se explica que existieran negativas
para auditar todo el sistema.

Ante esta desaprobación del CNE, el equipo de la MUD decidió no convalidar auditorias,
apelando al estamento constitucional que ofrecía opciones de las cuales se amparó para
solicitar formalmente la impugnación del proceso electoral presentando evidencias de miles
de situaciones y actos fraudulentos que respaldarían la solicitud y que fueron presentados
ante al Tribunal Supremo de Justicia órgano del Poder Judicial que interpretó veladamente el
contrato social sin dar respuesta a los reclamos de una parte de la población que quedó
aislada o tal vez huérfana frente a la ley.

Frente a todo lo anteriormente expuesto, se presentaba en Venezuela una situación de


conflicto político agravado tras el no reconocimiento de los resultados electorales y la
solicitud de impugnación de los mismos, teniéndose como participantes en éste al Gobierno,
a Henrique Capriles con su equipo conformado en la Mesa de la Unidad, al Consejo Nacional
Electoral, a los Militares garantes de la seguridad, de la paz y al Tribunal Supremo de
Justicia, órgano último en el que recaería la responsabilidad de ofrecer verdadera
trasparencia con el fin último y objetivo primordial; Justicia verdadera apegada a la
Constitución.

En base a lo anterior y tomando como referencia el ciclo de vida del conflicto, se puede
estimar que la situación en Venezuela en abril del 2013 daba muestras de encontrarse en
una etapa de alerta, siendo conveniente evaluar posibles acciones a seguir por parte de los
actores a fin de dar soluciones que satisficieran las justas demandas de los principales
reclamantes.

En mi opinión, los actores que participaron a favor o en beneficio de los actuales


representantes del gobierno, asumieron un estilo de manejo del conflicto considerado
evasivo, lo que implicaba el reconocimiento de que ofrecer una solución a este conflicto

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podría no favorecerles, impulsándolos a mantener la actitud evasiva y obligando a las


partes demandantes representada en la MUD, a fijar una posición competitiva,
fundamentada en las demandas sobre los resultados electorales reales que avalarían el
triunfo de Henrique Capriles Radonski.

Ante estos escenarios contrapuestos solo habría sido posible una salida justa si se
cumplía a cabalidad con la Constitución, se daban muestras de hidalguía y verdadera
imparcialidad por parte del CNE y del Tribunal Supremo de Justicia y se respetaba la
verdadera decisión electoral del pueblo.

Edgar Peña Sanabria


Venezuela
pesaned@gmail.com

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