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Ruperto Cádiz, un lobo estepario del arte chileno

Los años 80 junto con imponernos el neoliberalismo también se encargó de introducir el ranking
en todas las áreas del quehacer humano, esa tabla de medida muchas veces imaginaria y basada
en los más caprichosos criterios, se apoderó también de los artistas plásticos lo que obligó a
muchos caer en la competencia de llegar a una meta alejada de la idea original de lo que debía ser
la práctica de lo artístico. Cádiz se sobrepuso a esta marejada que nos inundó en las últimas
décadas remando para el lado contrario, mientras a los demás se los llevaba la corriente de la
carrera codo a codo, el fijaba sus propios horizontes, ajeno a la manada (o jauría).
Ruperto Cádiz ha creado una cosmogonía con sus reglas propias que cruzan las tendencias
plásticas desde los años 70 hasta hoy, asimilando los vaivenes de un mundo convulsionado, que no
le han hecho perder pie en esa persistencia sostenida de investigar y experimentar en las técnicas
plásticas y aplicarlas a ese universo anticartesiano en el que se permite que florezcan los más
diversos seres, objetos y vectores.
La hojarasca que limpia o deja la resaca de un mundo en crisis y que cada cierto tiempo aplica
como una veladura en las temáticas que incorpora a su trabajo, le reinventa permitiéndole
enfrentar con nuevos bríos cada asalto al soporte blanco. Más allá de un pensamiento crítico y
sarcástico, Cádiz le dice al espectador que busque, que indague y despierte la capacidad lúdica que
hemos perdido en nuestra niñez, se vuelva a la pregunta como forma básica del conocimiento.
Con colores de personal paleta, que recorren el camino de los grises más elaborados hasta las
finas armonías complementarias de los fríos y cálidos, consolida un prisma único en la creación
pictórica nacional, escapando de formalismos expresionistas y vanguardias plásticas literarias que
han corrido en forma paralela a su travesía creativa. La composición de sus obras es un clavecín
bien temperado, ajusta su inquietud visual a que los elementos en juego se armonicen con las
reglas que el mismo ha establecido en este particular mapa de Piris Rei que sabe de un mundo
extraño, pero desconocido, adaptando su imaginario, poniendo tierras y enclaves que den un
orden creíble a esta fábula. La singularidad de Cádiz se ha hecho a punta de disciplina, rigor y
calidad creativa asumiendo este apostolado y peregrinación solitaria con estoica rebeldía, fuera de
las clasificaciones y modas, que hacen de él un artista de culto.

Jorge Berríos Rodríguez


Coordinador de Cultura UMCE
Ha realizado estudios de Maestría en Estudios de Arte
En la U. Iberoamericana, plantel Santa Fé de México

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