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Leonardo Gorostiza

Un amo paradojal

Probablemente la mayoríía de ustedes recuerde el fuerte acento que puse, en mi


discurso de asuncioí n como Presidente del Consejo de la EOL el pasado mes de
diciembre, en torno al discurso analíítico, en torno a la necesidad de cuidar esa fraí gil
bruí jula de la que disponemos para orientarnos. Lo mismo subrayeí en la intervencioí n
durante la uí ltima Asamblea General de la AMP.

En ambas oportunidades recordeí esa frase de Jacques Lacan en “El atolondradicho”


cuando decíía: “No soy yo quien vencerá, sino el discurso al cual sirvo.” 1 Y destaqueí que
se trata de una frase muy sutil porque al decir que no es eí l, Jacques Lacan, su ego, su
yo, quien triunfaraí sino el discurso, eí l se situí a como servidor del discurso analíítico y
hace de eí ste –como senñ ala Jacques-Alain Miller 2- su amo. Lacan nos propone asíí un
modelo eí tico: el de los servidores, no el de los amos.

Pero ademaí s, insistíí en que no se puede ser servidor de dos amos. No se puede ser
servidor de dos discursos, el analíítico y el del amo, al mismo tiempo. Hay que elegir.

Hoy quiero retomar esta afirmacioí n pero introduciendo una pregunta: ¿de queí amo se
trata cuando el amo es el discurso analíítico? Una respuesta raí pida se impone: el
discurso analíítico puede ser un amo, pero un amo paradojal. ¿Por queí ? Veamos lo que
dice Lacan en su breve texto de 1979 titulado “¡Lacan por Vincennes!”, texto donde
introdujo la ceí lebre foí rmula, “Todo el mundo es loco, es decir, delirante”. 3

Comienza asíí:

1
Lacan, Jacques, “El atolondradicho”, en Otros escritos, Paidós, Argentina, 2012, pág. 499.

2
Miller, Jacques-Alain, “El triunfo de Jacques Lacan”, en Cuadernos andaluces de psicoanálisis, nro. 5, pág.6.

3
En LACANIANA, Revista de Psicoanálisis, Nro. 11, EOL-Grama, Argentina, octubre 2011.
“Hay cuatro discursos. Cada uno se cree la verdad. Solo el discurso analíítico es una
excepcioí n. Seríía mejor que eí ste domine, se concluiraí , pero justamente este discurso
excluye la dominación, en otras palabras, no ensenñ a nada. No tiene nada de universal:
por eso no es materia de ensenñ anza.”4

Vemos asíí insinuarse la dimensioí n de un amo paradojal: un amo que excluye la


dominacioí n. Dominacioí n entendida, tal como ocurre en el discurso universitario que
no es sino una variante del discurso del amo, como una dominacioí n que apunta a lo
universal.

Y, luego, haciendo un balance del trabajo realizado en el Departamento de


Psicoanaí lisis en la Universidad de Vincennes concluye:

“¿Se superaraí en Vincennes la antipatía entre los discursos, el universitario y el


analíítico? Por supuesto que no. En ese lugar, se la explota, por lo menos desde hace
cuatro anñ os, en que yo me ocupo. La ensenñ anza se renueva confrontándose con su
imposible, se constata.”5

Lacan habla acaí de “antipatíía” entre discursos, un teí rmino nada lejano al de
“discordia”. Pero, ¿queí es una antipatíía? Viene del griego antipathos (anti, contra, y
pathos, pasioí n o sentimiento): Veamos sus sinoí nimos: animadversioí n, animosidad,
aversioí n, desagrado, enemistad, hostilidad, rechazo, repugnancia, repulsioí n, odio,
tirria. En todos los casos el acento estaí puesto en el sentimiento experimentado ante
algo o alguien. Mientras que “discordia” indica una falta de acuerdo o conformidad, que
literalmente significa “cualidad de estar en contra de la opinioí n del otro”. Es como si
fuera una condicioí n de la antipatíía, con la cual no se confunde. Creo que si Lacan usa el
teí rmino antipatíía es por una cuestioí n de contexto ya que en ese momento se
proyectaba trasladar el Departamento de Psicoanaí lisis de Vincennes a Saint Denis y la
atmoí sfera era la de un combate contra ese proyecto de las autoridades universitarias y
polííticas. Sin embargo, cabe otra lectura: que el acento de Lacan sobre el pathos puede
4
Ibídem, itálicas mías.

5
Ibídem, itálicas mías.
ser un modo de aludir al goce. Maí s si tenemos presente su indicacioí n en el Seminario
17 de que no hay discurso que no sea sino del goce.

Leamos entonces que cuando Lacan dice “antipatíía” lo hace para indicar el punto
irreductible de discordia, de la “falta de acuerdo” que siempre habraí entre ambos
discursos. Por eso, lo importante es que Lacan lejos de plantear que podríía haber una
supremacíía del discurso analíítico, con todas las letras senñ ala que de lo que se trata es
de “explotar” dicha antipatíía. Agregaríía, que de lo que se trata es de explotar esa
discordia porque la falta de acuerdo es allíí el ííndice de que hay una hiancia, de que hay
un imposible, al cual hay que confrontarse y esa es la misioí n del discurso analíítico.

Si seguimos estas indicaciones y las trasladamos a la Escuela, podemos afirmar que


tampoco en la Escuela el discurso analíítico puede dominar: no es lo que corresponde a
su estructura. Si asíí lo hiciera se tomaríía por “la verdad”, cosa que apunta a lo
universal y que Lacan descarta. Pero lo que síí podemos y debemos intentar siempre,
con la ayuda de este “amo paradojal” al cual servir, es que la hiancia, que la discordia
que hay entre los discursos -que en uí ltima instancia remite y se apoya en la hiancia
inherente a cada uno de ellos- se mantenga y sea explotada. Me explico: la
imposibilidad en el piso inferior de los discursos, indicada por las dos lííneas oblicuas,
supone una loí gica discursiva que siempre introduce una “discontinuidad”. Asíí, seguí n
indicaba Lacan es su Seminario 17, la clave de la imposibilidad en los discursos se
encuentra en dicha líínea ya que allíí, entre el lugar de la produccioí n y el lugar de la
verdad, “…no hay flecha alguna. Y no solo no hay comunicacioí n sino que hay algo que
obtura”.6

Esto es lo que instituye una discordia, una falta de acuerdo, entre los discursos.
Porque, seguí n esta loí gica, al pasar o rotar de un discurso a otro se produce
necesariamente un “salto” ya que las letras deben sortear –en su rotacioí n- dicha
imposibilidad. Es por eso que cada rotacioí n de discurso es indicada por la emergencia
del amor, como velo e ííndice de la imposibilidad. “Hay emergencia del discurso
analítico –senñ alaba Lacan en Encore- cada vez que se franquea el paso de un discurso a
6
Lacan, J., Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, Paidoí s, Argentina, 1992, paí g. 188.
otro. No digo otra cosa cuando digo que el amor es signo de que se cambia de
discurso.”7

En este sentido, si concebimos el discurso analíítico como lo que emerge y, al mismo


tiempo, como lo que posibilita el paso de un discurso a otro, podemos concluir que en
una Escuela de psicoanaí lisis, el anhelo de que sea conforme al discurso analíítico debe
entenderse como que ninguí n discurso se fije, se cristalice. Porque, ¿no funciona acaso
el discurso del amo en lo que hace a la cara institucional de la Escuela, en lo que hace a
sus estatutos y disposiciones de funcionamiento? ¿No hay acaso tambieí n un lugar
para el discurso universitario o de la burocracia cuando apelamos al “saber hacer” 8
que se vuelve necesario para el desarrollo de muchas de nuestras actividades? ¿No
hacemos acaso uso del discurso histeí rico cuando propiciamos el torbellino de las
Jornadas, en especial las de Carteles?

Pero solo, si servimos bien a ese amo paradojal que es el discurso analíítico, estos
discursos rotaraí n y asíí la discordia que surge de la hiancia que los separa podraí ser
bien explotada.

Se trata asíí, de la paradoja de un amo que no tiene voluntad de dominio y que no


apunta a sostener las identificaciones. Por el contrario, su voluntad es
desidentificatoria. Es lo que ensenñ a la Teoríía de Turíín de Jacques-Alain Miller.

En este punto y para concluir, una precisioí n: cuando decimos que la políítica siempre
formoí parte de nuestras Escuelas resulta necesario aclarar que cuando Lacan dijo que
“el inconsciente es la políítica” fue para luego agregar que “el inconsciente es el
discurso del amo”. Es decir, el inconsciente freudiano que supone un sujeto
identificado a un rasgo. Ante ese inconsciente, que es la políítica, el discurso analíítico
constituye precisamente su reverso, es decir, un discurso de donde puede surgir otra

7
Lacan, J., Seminario 20, Aún, Paidoí s, Espanñ a, 1981, paí g. 25. (Itaí licas míías).

8
Digo “saber hacer” y no “saber hacer ahí” (savoir y faire) que sí es tributario del discurso analítico y su
disposición para con la contingencia.
políítica que la de masas: una políítica de no dominio que hace de un esfuerzo de poesíía
su instrumento fundamental.9

Buenos Aires, EOL, 18 de mayo de 2018.

9
Miller, Jacques-Alain, Un esfuerzo de poesía, Paidós, Argentina, 2016, pp.209-212. Allí Miller destaca una
interesante oposición, la del uso del significante con fines de goce (poesía) o con fines de identificación
(política): “… se nos presenta la siguiente alternativa: la poesía o la política.”

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