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Pueblo enfermo : contribución á la psicología de los pueblos hispano-americanos

/ A. Arguedas ; carta-prólogo de Ramiro de Maeztu.


Arguedas, Alcides, 1879-1946.
Barcelona : Vda. de Louis Tasso, 1909.

http://hdl.handle.net/2027/njp.32101064639196

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PRINCETON
UNIVERSITY
LIBRARY
\RGUEDAS
<^_

ueblo enfermo
Contribución á la psicología de los pueblos

.. i- .. ..
Hispano -Americanos ==^=

Carta-prólogo de Karoiro de Maeztu

BARCELONA

VDA. DE LUIS TASSO. Editor


1909
«?p

>
PUEBLO ENFERMO
EN PREPARACIÓN

Vida Criolla. La novela de la ciudad.

Wata Wara. La novela del campo.

ES PROrlEDAD
A. ARGUEDAS

PUEBLO ENFERMO
Contribución á la psicología de los pueblos

Hispano -Americanos

Carta-prólogo de RftMIRO DE MñEZTü

BARGEbONA

VDA. DE LUIS TASSO. Editor


1909

r
($F<&)
(REC
PEP1CAT0R1A

Testimonio quizás sea para los críticos é historiadores

de mañana este libro que, jubiloso, lo dedico á quien lo

debo todo, al señor don Fructuoso ñrguedas, mi noble

padre.
H. H.

r
5
UNA CARTA

Sr. D. Álc1des Arguedas

El hecho mismo de que este libro sea un libro


importante, ha demorado durante meses el cum
plimiento del bondadoso encargo que usted me hizo.
Un libro importante requiere un prólogo impor
tante, sobre todo si el prologuista carece de auto
ridad bastante para justificarse por su firma y
necesita hacerlo por su obra. Pero tm prólogo
importante no se escribe sin tiempo, y un perio
dista que cada mes publica sobre su nombre la
suficiente prosa para llenar un volumen de dimen
siones más que regulares, no encuentra nunca el
tiempo indispensable para pagar ninguna de sus
deudas intelectuales, las contraídas con sus pro
pios pensamientos, como no sea en alguno de los
periódicos donde hade pulverizar todo su espíritu.
Este foliculario escribía no hace muchas semanas:
«Los periodistas somos cabras que nos nutrimos
de los brotes jóvenes del alma. Y es por eso que en
8 CARTA-PRÓLOGO

nuestras cumbres yermas, sólo de raro en raro se


levanta la cimera de un árbol» . Y
ahora recuerda
que, al ocurrírsele la imagen, una ola- de añoran
zas cubrió en llanto sus ojos.
Usted ha hecho por su país, con este libro, lo
que unos cuantos españoles hicimos por el nuestro
hace diez años, á raíz de haberse perdido las colo
nias. Nos apartamos espiritualmente de él para
verlo mejor desde fuera, no ya con lentes espa
ñoles, sino al través de vidrios europeos. Lo mira
mos desde fuera, y nos dijimos como Hamlet: *El
mundo está desequilibrado» , porque entonces no
nos atrevíamos á completar la frase: *¡Y yo he
nacido para ponerlo en orden!»
Hicimos, entre quince ó veinte intelectuales,
cada uno por su lado y procediendo con esponta
neidad independencia, lo que usted solo intenta,
é

y acaso realiza en lo posible, más sistemática,


más científicamente que nosotros. Cada uno de los
españoles afrontb un solo aspecto del problema:
el económico, el político, el étnico, el geográfico, el
religioso, el mental ó el moral; usted, en cambio,
los afronta todos, y el solo intento de sistematizar
asuntos tan complejos y
diversos, basta para con
quistar mi admiración, que mi simpatía la había
ya ganado el gesto mismo de encarar el problema.
Porque ese gesto es de por sí un acto de valor.
No puede decir al pueblo en que nacimos: *£l
se
mundo está desequilibrado* , sin que ello suponga
CARTA-PROLOGO

una ruptura dolorosa, una amputación cruel de


algunas, por lo menos, de nuestras raíces espiri
tuales. La verdad dura; primero, dura para
es
el que la averigua, después, dura para los que la
oyen, y por último y de rechazo, dtira para quien
tiene el valor de decirla. Ningún pueblo gusta de
oir verdades desagradables. Menos aún los que,
por hallarse geográficamente alejados ó por ha
berse apartado espiritualmente de las grandes
corrientes mundiales, no tienen las orejas habi
tuadas. Usted ha concentrado su pensamiento en
este severo estudio crítico, con el santo propósito
de poner su nombre en el levantamiento de su
patria. Consecuentemente, sus compatriotas le lla
marán ignorante, desnacionalizado, descastado y
luego, aquello de «¿Quién le ha metido á Reden
tor?*, porque los pueblos de habla española no
somos tanto los de Don Quijote, como los que
clavamos á Don Quijote en la picota del ridículo.
Publicar libro es realizar un acto irrepa
este
rable: quemar las naves, como Cortés; arrojar á
la otra orilla del río, la bolsa que contiene toda
nuestra fortuna.
¿Y ahora? Ahora hay que vadear el río en
busca de la bolsa, hay que cambiar la posición
mental. Porque usted, en este libro, se coloca de
la parte afuera, y al estudiar la geografía, la
etnografía y la psicología de su país, ve las cosas
sí,

caminar hacia justificándose explicándose


y
CARTA-PROLOGO

las unas á las otras, al modo que ha de verlas el


pensador de temperamento histórico, el pensador
de tipo hegeliano. Esta parece ser ahora, más ó
menos conscientemente, la posición intelectual de
Hispano- América .
Es posición relativamente firme, sobre todo si
se compara con la posición mística, la del que ve
al mundo como un mar del que somos nosotros las
olas, posición infantil, primitiva, que halló sus
expositores americanos en los poetas naturalistas
de las grandezas de los montes y de las inmensi
dades de los llanos, y aun con la posición mora
lista, que compara el ideal con las realidades y
cierra á éstas los ojos para afirmar aquél, aun
que sólo sea en los discursos y en los textos de las
constituciones, al modo empleado por los políticos,
y hasta con la posición amoralista de estos otros
poetas que también cierran los ojos á las realida
des para abrirlos á la mitología wagneriana y á
los refinamientos de Versalles, y así emplean sus
ritmos epicúreos en justificación estética de las
deprecaciones de los políticos venales.
Pero la posición intelectual, la posición obje
tiva, tampoco puede ser final. La etnografía, la
geografía, la psicología colectiva y la historia,
explican el mal, mas no lo justifican. El mal se
explica, es necesario explicarlo para verlo, al
modo que las categorías universales de la razón
humana son precisas para la percepción de los
CARTA-PROLOGO

datos particulares de la expertencia. Ha sido


necesario que usted se buscase explicaciones cultu
rales para ver los daños de su patria, para fijar
los, para clasificarlos. Con cristales del mundo ha
visto usted á su país, que sin ellos, no lo habría
visto, nipdtíría hacérselo ver á sus paisanos. Pero
á poco más que vaya barrenando en el asunto,
advertirá que el mal no se justifica, que la inquisi
ción española no se justifica, que la rapacidad de
los antiguos mineros del Potosí no se justifica,
que ninguna mala acción nuestra se justifica, que
todas las explicaciones, aun las que parecen más
profundas, son siempre insuficientes y superficia
les. La posición intelectualista, el «perdono porque
comprendo-», de un Anatole France, no es tan
sólo en el terreno ético una droga oriental con que
se mata á un pueblo, sino que es objetivamente

falsa. El que perdona un mal, es que no lo ha com


prendido totalmente.
El ver y el comprender son deberes que im
ponen las virtudes de la sinceridad y de la vera
cidad. El patriotismo, amor al cabo, ha de ser
grillete, no ceguera. Hemos de ver á nuestra
patria tal como es, pero no quererla por ser como
es, pues entonces seguiría siendo eternamente así;

pero el hecho de que sea como es, tampoco ha de


movernos á no quererla. Quererla como es, sería
horrible; no quererla por ser como es, sería
horrendo. Hemos de quererla arbitrariamente,

.-
12 CARTA-PRÓLOGO

como las madres quieren á los hijos y las mujeres


á los hombres; tenemos que quererla con amor
trascendente. La mujer enamorada dejiende á su
hombre ante el enemigo, con razón y sin ella,
pero no se ciega á sus defectos, antes es mórbida
mente lúcida para verlos, descubrir sus trapa
cerías y refutar sus excusas. el credo
Mística en
y cínica en la crítica, quiere lo que ve en

él,
pero
más que hay en él potencialmente todo el
lo

y
tiempo trata de reformarle, que los ojos del amor
inteligente son tanto más claros cuanto su corazón
se siente más sujeto.

Ya hemos salido de la fría posición crítica


que mira ve las cosas, pero no ya para volver
y

la del moralista que traza el ideal, ni mucho


á

menos la del místico que cree ojos cerrados.


á

Durante algún tiempo imaginamos que la verda


dera posición ha hallarse en una mezcla de
de
realismo en los ojos, de elevación en el ideal
de misticismo en el sentimiento, donde se sinte
y

ticen en experiencia unificada las fases ya vividas


de nuestras sucesivas experiencias espirituales.
El mundo la patria que quiere nuestro místico
tnterior
lo

está desequilibrado según nos mues


tran nuestros ojos intelectuales. Y hay que equi
librarlo, añade nuestro moralista. Y escribimos
porque somos escritores :*hay que equilibrar
lo». Y entonces vuelven mostrarnos nuestros
á

ojos intelectuales «.que no se equilibra», pesar


á
CARTA-PROLOGO 13

de que nosotros repetimos en uno y otro libro, en 1

uno y otro artículo: «hay que equilibrarlo-» .


Y
entonces surge la crisis decisiva en nuestras
almas. Vemos que el mundo no se equilibra sólo
porque mostremos la necesidad de equilibrarlo:
hemos señalado el buen camino, pero la gente no [
anda por el camino que hemos señalado. « ¿Por
qué no anda la gente?" , nos preguntamos; y luego,
primero en voz baja, después en voz más alta:
«.¿Por qué no ando yo? ¿Ando yo todo lo que
puedo?" Se nos viene al espíritu la segunda parte
de la frase de Hamlet: «¡Y yo he nacido para
ponerlo en orden!" , y se nos viene también con
ironía y con desolación. Porque «¿quién soy yo?
¿y qué puedo hacer yo? ¿y qué se adelanta con
que yo ande, si los demás no me siguen?", y las
preguntas dubitativas se encadenan en nuestras
«Las cosas son así por
"
anteriores meditaciones:
esto y por lo otro, y por la raza y por la geogra

fía y por la historia » . Pero un impulso miste


rioso acaba por decirnos: «Pero si yo me reformo,
¡también los otros pueden reformarse! » Y
entonces
se repite aquello de: «¡Y yo he nacido para

ponerlo en orden!'»; pero no ya como ironía, sino


como afirmación positiva y sencilla.
Sencilla, porque ese yo no es individual. No
somos el Hombre-Providencia, ni creemos tam
poco en el Cirujano de Hierro y Hacedor de
Pueblos. Sabíamos demasiado para creer en la

,
1 4 CARTA-PROLOGO

arbitrariedad deYo Creador. Al analizar


ese

nuestras dudas nos damos clara cuenta de que


son las dudas de nuestra generación, y es la gene
ración entera, y no un solo hombre, la que ha de
realizar la obra reformista, porque la obra refor
mista ha de ser compleja y es preciso distribuirse
el trabajo, pero lo iniciativa ha de ser individual.
Cada uno ha de dedicarse á la empresa dentro
de sus aptitudes y sus medios, cual si se hallase
desesperadamente solo. Y es en la acción, en el
camino, cuando al cabo advertimos que las anti-
guas posiciones mentales eran incompletas.
Porque no es la comunión mística con el am
biente, ni la noción del deber, ni la visión objetiva
de las realidades, lo que nos empuja. Es otra

fuerza misteriosa, es la perspectiva de un hori


zonte que se entreabre á medida que andamos, es
la presión de lo futuro, es, en suma, nuestros
deseos y
nuestras ignorancias, los bienes que no
poseemos y deseamos poseer, las verdades que no
conocemos y Ya no somos hijos
deseamos conocer.
del pasado, sino del futuro. Ya no son las cosas
que son las que nos inspiran, sino las cosas que
serán. Nuestra
objetividad , nuestra realidad,
nuestro destino, está en el mañana, no en el hoy
ni en el ayer. Es el horizonte quien nos mueve.
Es el horizonte qtcien nos da fuerzas.
Y
en el horizonte no tardará usted en ad
vertirlo se purifican las generaciones militantes,
CARTA- PROLOGO I5

cuando surgen generaciones militantes, en los vie


jos votos de castidad, humildad y pobreza y en las
viejas virtudes de prudencia ó sabiduría, forta- i
leza, justicia y templanza.

Ramiro de Maeztu
CAPÍTULO PRIMERO
Influjo del medio físico sobre el desarrollo material del país

I. Las tres regiones en que puede dividirse el territorio de la


República. Región interandina. Sus rasgos característicos. La
puna. Fauna y flora de la puna. Región amazónica. Su varie
dad y su riqueza. Región del Plata. II. Falta de vías de co
municación. Distancia enorme que separa á las capitales entre
sí. Efectos que produce la falta de caminos. Ferrocarriles. Su
deficiencia. La poca significación de Bolivia entre los países
productores. Cuadros de estadística comparativos.

I. Según la conformación geológica y los productos


inherentes á ésta, el territorio de Bolivia puede dividirse
en tres regiones perfectamente caracterizadas por sus
rasgos diversos y distintos entre sí. Estas tres regiones,
marcadas por todos los geólogos é historiadores anti
guos y modernos que estudiaron esa parte del conti
nente sud, han sido perfectamente descritas por don
Pedro Kramer en su libro La industria en Bolivia, y son:
Primera. Región ínter-andina.
Comprende los declives occidentales de la cordillera
real de los Andes y los orientales de la cordillera ex
terior, es decir, se encuentra encerrada entre estas dos
cordilleras y constituye la meseta boliviana, ó sea la
puna, que se eleva, en algunos puntos, hasta 3,824 me
tros sobre el nivel del mar, siendo su menor altura
de 2,500. El rasgo característico de esta región es la
atrevida elevación de las montañas. En ella arraiga el
coloso de los Andes, que atraviesa, paralelo á la costa,

.
1» CAPITULO PRIMERO

todo el continente sud. Hay las siguientes, cuya altura


barométrica pasa de los 6,ooo metros:
Illampu ó Sorata 7,696»
Illimani 7,5°9
Cololo 6,775
Guallatiri 6,693
Sajama 6,546
Mururata 6,183

El clima, consiguientemente, es frío y de intensidad


siberiana, pero normal comparado con el de otras re
giones. En invierno, á los 3,950 metros de altura, el
termómetro desciende, de noche, hasta los 10o bajo cero;
mas de día el cielo tiene una coloración prodigiosa, el
sol vierte á torrentes sus rayos y no es raro hasta sentir
calor. Allí se encuentran los famosos lagos de Titicaca
y el Popoo: el primero, por su elevación (3,814 metros
sobre el nivel del mar) ocupa el tercer sitio entre los
del mundo, y ambos son navegables y están unidos por
el río Desaguadero que recorre 297 kilómetros y des
aparee e á los 94 después de haber abandonado el lecho
del segundo lago.
Las estaciones, en dicha región, son dos solamente:
el verano y el invierno. En la primera las continuadas
lluvias hacen crecer el caudal de los ríos y de los lagos;
el campo se cubre de un verdor amarillento y en las
hondonadas se forman pantanos ricos en aves marinas.
Esta estación dura de noviembre á abril. De mayo á
septiembre, es decir, en invierno, el campo es sólo un
inmenso páramo gris. Euertes rachas de viento levantan
torbellinos de polvo. El sol brilla intenso, los charcos
se secan y el aire es de una pureza admirable. Los más
lejanos objetos destacan, nítidos, sus contornos; las
cimas de las nevadas montañas fulgen albas, pero
dondequiera que los ojos se dirijan, sólo descubren de
solación y tristura que se hacen tangibles, á la hora del
crepúsculo, á esa en que no se sabe si es el día ó la
noche lo que impera... Podría decirse que la pampa, en
invierno, da la impresión del mar, pero de un mar
INFLUJO DEL MEDIO FISICO, ETC. 19

muerto, sin olas, sin furores, lúgubre, hostil. Allí no se


sorprende la vida, sino la nada. En medio de esa quietud
petrificada, de esas sábanas grises y polvorosas, donde
las caravanas, por numerosas que sean, semejan grupos
de hormigas decrépitas sobre la vasta extensión de
un plano, se siente tal abandono, tal soledad, que el
espíritu no tiene ánimo de remontarse, de soñar; de
ahí la ausencia de toda poesía en las razas que lo
pueblan. Su belleza, si puede haber belleza dentro de
la uniformidad de líneas y colores, es rara. En las pri
meras horas del día, bajo el cielo limpio y sereno, la
pampa aparece cuajada de escarcha. Hiélanse los arro
yos y manantiales, y del suelo endurecido se levantan
reflejos cristalinos y vibran en el aire soplos de nieve,
entumecedores. La calma reina; el humo de los hogares
indígenas elévase en espirales al cielo y no se oye sino
el incansable balido de las bestias encerradas en los
apriscos, el estridente grito de las aves de presa y, de
vez en cuando, el tintineo de una esquila que se aleja,
el ladrido de un perro que vigila el enflaquecido rebaño,
la melancólica agonía de una quena que solloza...
El color dominante y absorbente, es el gris. Por
partes vense manchas verdes y amarillas, y son los cam
pos de sembrío; pero esto en pequeña extensión y en
las cercanías de los poblachos ó villorios. El resto es
uniformemente gris. Algunos cerros ennegrecidos rom
pen la uniformidad del llano: son cerros rocosos los más
y consiste su vegetación en paja dura y áspera y una
especie de espinos con blanca pelusilla, que florecen á
ras del suelo. La sequedad de éste, en su mayor exten
sión, es siniestra. Manchado en sitios de ocre, en otros
de pardo, en otros de ceniza, alárgase implacablemente
desnudo, dejando un horizonte amplio, vibrante de luz
y ofreciendo curiosos fenómenos de espejismo que fin
gen gigantescas urbes, lagos de onda muerta...
La fauna es pobre.
Cerca los cerros de áspera estructura, se encuentran
guanacus, condores y viscachas, especie de liebres de
20 CAPITULO PRIMERO

larga cola y color terroso. En el llano y en los sitios


más solitarios, pastan las vicuñas, las llamas y una raza
especial de caballos de pequeña talla y lanudo pelaje:
son agrestes, irascibles y de indomables instintos; en los
arroyos y cenagales anidan infinidad de aves acuáticas.
La vegetación en las partes húmedas se reduce á plan
tas forrajeras, á los pajonales y yaretales, producción
musgosa buena para combustible; la cebada, la oca, la
quinua; patatas de diversas clases y la tola, otra planta
de combustible y cuyo color verde grisáceo ensombrece
aún más el yermo. Empero, si no rica en vegetación, la
pampa y las cordilleras son exuberantemente pródigas
en metales. Los hay de toda clase. Al decir del padre
Barba citado por Kramer, «casi no hay variedad
conocida en el mundo que no se encuentre en aquella
zona: cobre, oro, plata, estaño, plomo, cobalto, bismuto,
aluminio...» Son en las minas de esta región donde
los conquistadores han trabajado y hecho trabajar
rudamente á los conquistados, y hoy día se han descu
bierto otras muchas, todas en extremo ricas, y su
explotación es causa del desarrollo incesante de ella.
Hace poco, un ingeniero yanki dijo que ciertas zonas
producen de una á dos onzas de oro de buena calidad
por tonelada, y recordó que en mayo del año de 1 904
hallóse en la mina Chuquiaguillo, de los alrededores
de La Paz, una pepita de oro y cuarzo que pesaba
52 onzas, de las que 47 eran de oro puro. Esto con
-J-

cuerda con relato que hace Ulloa en su célebre Viaje


el

histórico..., según el cual hacia año 1730, lavándose


el

un individuo los pies en río que corre por hondo


el

la

nada del Choqueapu, encontró un retazo de oro tan


marqués de Castel Fuerte pagó por
el

él

grueso, que
12,000 piastras, para enviarlo como obsequio al sobe
rano.
Dice el cronista Herrera de esta región, sintetizán
dola admirablemente:
«... Se van apartando las dos cordilleras, hacen en
y

medio grandes llanuras, que es la provincia del Collao,

^V
INFLUJO DEL MEDIO FlalCO, ETC. 2 I

en la cual hay muchos ríos con grandes pastos para ga


nados, y es tierra muy destemplada, porque no cría
árboles, ni leña, aunque suplen la falta de pan con las
papas y raíces que siembran, que es el mantenimiento
de aquella tierra con otras raíces y yervas que comen.
Y en esta provincia está la gran laguna Titicaca, es sana,
rica, y la más habitada de las Indias, con mucha caza
de perdices y otras aves y multitud de ganados de Cas
tilla y de la tierra (1).»
Segunda. Región amazónica.
Calcúlase el área de esta región en cerca de
532,647 kilómetros cuadrados, y es la más importante
del país, pudiendo dividirse, en razón de su aspecto, en
dos zonas: la montañosa y la de los llanos.
La zona de las montañas está surcada por valles
profundos y quiebras de gran extensión, y pocas son
tan ricas en productos de todo género. En ella los con
trastes de la naturaleza tienen un vigor indescriptible;
son casi brutales. Primero las cimas de los montes per
didas en la inmensidad del espacio y ofreciendo, esplen
dorosas, la blancura inmaculada de su eterna nieve;
después, las faldas de estos, desiertas, desnudas, hoscas,
y de una grandeza salvaje; luego la cabecera de los va
lles con su vegetación pobre, sus arbolillos enclenques,
su tristeza amarga; en seguida el valle sonriente, lleno
de luz y aromas, con su variada colección de árboles
frutales desconocidos en Europa, de flores y de aves,
y por último, la vega extensa, abrupta, exuberante de
vegetación, cruzada por ríos ricos en caudal; llena
de bosques inexplorados y en donde vegetan salvajes
y fieras en amable consorcio. Allí los efectos de luz
son intensos á causa de lo tornadizo del cielo. Por
entre las cuencas angostas de las abruptas montañas,
se precipitan cataratas impolutas formando saltos, pro
duciendo cascadas de colosal fuerza. Sólo la Suiza en
su parte montañosa puede dar idea aproximada de esta

(1) Herrera. Histotia general de las Indias.


2 2 CAPITULO PRIMERO

región; pero hay que forzar la imaginación para repre


sentarla en su verdadero aspecto. Es una Suiza gigan
tesca, exuberante de vida en todo tiempo, cruzada de
montes infinitamente más elevados, y en lugar de los
lagos tranquilos, rientes, risueños, ríos de corriente im
petuosa unos, anchos como brazos de mar otros, crista
linos los más y todos ricos en pescado que se caza á
tiro de dinamita. Corren dichos ríos por en medio de
bosques abundosos en caucho ó árbol del oro, que
dicen los ingleses, besando los cimientos de granito
de las montañas ricas en pórfido, basalto y mil otras
preciosas materias.
La zona de los llanos se distingue principalmente
por su sistema fluvial y por la uniformidad de la llanura,
apenas interrumpida por montículos de cima redon
deada, donde los bosques conservan su primitiva vir
ginidad. Los ríos anchos, hondos, de corriente tran
quila, son navegados por lanchas á vapor y pueden
soportar los más grandes trasatlánticos; pero en algunos
puntos hay caídas que hacen peligrosa la navegación.
La fauna es rica, por consiguiente, en estas zonas, y
también, á no dudarlo, la flora: son producto, ambas,
de la variedad de climas. Allí se extrae la goma elás
tica y se cosecha el café, el cacao, el algodón, el arroz,
la caña, es decir, todos los frutos del clima tropical.
Tercera. Región del Plata.
Se parece á la anterior, sólo que sus cordilleras no
son tan elevadas, ni tan profundas sus quiebras; pero
en cambio, sus llanuras son vastas y abarcan una exten
sión de 300,000 kilómetros cuadrados, y todas son ricas
en metales y están cubiertas de vegetación.
En algunas de sus estribaciones se levantan macizos
metalíferos, y entre sus cerros es conocido el de Potosí,
cuya fama ha pasado á la leyenda. El suelo de la zona
plana forma una llanura, que por desarrollarse casi al
nivel de la costa con un declive de metro por legua, y
no tener fáciles medios de salida, se estancan las aguas
en la estación lluviosa, forman charcos inmensos, una
INFLUJO DEL MEDIO FISICO, ETC. 23

vez desaparecidos los cuales, la vegetación se mani


fiesta robusta y potente, esto es, allí se observa fenó
meno casi análogo al de Egipto, pasadas las inunda
ciones del sagrado río.
Como la otra, también es rica en minerales, bien
que Bolivia entera como lo han dicho todos los explo
radores no sea sino una gran mina inexplotada, ó
mejor, virgen.
La altura media de esta zona es de 800 metros so
bre el nivel del mar, y la alta temperatura es refrescada
por los vientos salinos que van del lado de La Plata y
hacen que la pradera ofrezca perennemente la simpática
nota del verde y sea propicia á la cría de ganado, como
que abunda y llega á alcanzar irrisorios precios. Aquí
la vida se hace fácil por la fecundidad del suelo, aun
no laborado con regularidad. Las selvas, inexploradas,
guardan escondido todo su tesoro y sólo van á poblar
tan envidiables regiones quienes, estando hechos á
tratar con gentes poco sociables, se sienten aguijonea
dos por la sed del oro, acicate martirizador de la vo
luntad contemporánea, ávida de triunfo.

II. Compréndese, pues, que en un suelo así tan


irregular, tan lleno de contrastes, tan caprichosamente
formado y en el que vegeta más de un millón de indí
genas, no sea cosa fácil emprender grandes obras de
vialidad, á no ser imponiéndose el sacrificio de fuertes
sumas de dinero, jamás habido en las arcas nacionales
para esta clase de trabajos. Los caminos allí son escasos
y no sirven sino ocho meses al año, como lo afirma la
Sinopsis Estadística y Geográfica, y bien puede asegu
rarse con Limiñana que las mejores y más frecuenta
das vías las ha abierto la naturaleza, y son los grandes
ríos que, en toda dirección, cruzan el territorio de la
República. Hay, sin embargo, una legislación de cami
nos que divide éstos en nacionales y municipales, divi \-e«< .-<j
sión algo quimérica bajo el punto de vista de la utilidad
común, porque ni unos ni otros ofrecen diferencia al-

f
24 CAPITULO PRIMERO

guna, y todos los conocidos con el nombre de tales, son


sendas abiertas por el constante trajín de las patas
de las bestias; y tan llenas de polvo, fango y piedras
cual si por ellas hubiese peregrinado la humanidad toda.
Y no puede ser menos.
Para que un país tenga buenos caminos, es necesa
ria la concurrencia de muchos factores económicos y
sociales: que su suelo sea fácil á laborar, que sea
activo el intercambio comercial, que los habitantes
sientan el placer de los viajes y, en fin, que las di
mensiones no sean desmesuradas; y ninguna de esas
condiciones se presenta en Bolivia y menos la últi
ma, pues la distancia mínima que separa á las dos
poblaciones más cercanas una de otra es de 250 kiló
metros y las demás están situadas en los remotos con
fines del vastísimo territorio y las separan hondos y
abruptos valles, profundos ríos, vastos charcales, toda
una serie, en fin, de accidentes telúricos imposible casi
de domeñarse, y de ahí que los caminos, costosos y
mal hechos, no ofrecen mucha seguridad y están siem
pre en constante ruina. Además, añádase á esto esa
indolencia para poner remedio á los inconvenientes que
es una de las características de la raza, y comprende-
ráse por qué en Bolivia no sea cosa fácil entrar en
comunicación con los centros poblados, y el comercio,
la industria, etc., etc., no desarrollen sino lentamente y
no con la relativa uniformidad que se requiere para
que haya cohesión.
Dice Limiñana de los caminos:
«En los trechos de la República donde no existe el
ferrocarril ni ríos navegables, hay caminos carreteros
que costean las faldas de las alturas, atraviesan los va
lles y aprovechan las quebradas (lecho seco de un río
ó de un torrente), enlazan las poblaciones entre sí. Seña
lando las jornadas, se encuentran en estos caminos
edificios llamados postas, propiedad de la nación, en
los cuales se facilita al viajero, sin retribución alguna,
pésima habitación en donde descansar y pasar la noche;
INFLUJO DEL MEDIO FISICO, ETC. 2$

y por un precio módico, el alimento necesario para sí y


para sus caballerías.
»Hay en las postas un servicio de caballerías para
el viajero que no las tiene de su propiedad: en este caso,
las mulas tomadas por la mañana en una posta quedan
en la siguiente donde se pasa la noche, y se toman otras
nuevas y descansadas para seguir el camino. La tarifa
invariable, por el Estado señalada, es de dos reales
(20 centavos) por legua por cada mula y un real por )

legua al postillón.
«Estos postillones son una verdadera maravilla de
locomoción: caminan á pie, y vaya el viajero al paso,
ponga su montura al trote ó al galope, siempre encon
trará delante, sirviendo de guía, al incansable postillón
ocupado en mascar la coca: hacen de este modo ocho
y diez leguas y alcanzan á veces á veinte por día.
»En ciertos trechos se puede viajar en diligencias.
»Dada la multitud de ríos que es preciso vadear,
nótase la falta de puentes: quedan éstos suplidos por el
conocimiento perfecto que los postillones tienen de los
vados: algunos ríos se atraviesan por medio de la oroya,
curioso aparato compuesto de un fuerte cable de acero
tendido de una á otra orilla, del que cuelga un cajón
sujeto á una polea que sobre el cable resbala; un torno
pone en movimiento el cajón, dentro del cual va el via
jero: atraviésanse así profundos precipicios sin otro per
juicio que el temor consiguiente para quien no está
acostumbrado.
»Las más costosas salidas nacionales, tanto en el
costo de construcción, cuanto en la conservación, son
las construídas con el trabajo de los indios en la parte
elevada de los Andes, para el tráfico exclusivo de bes
tias de carga. Numerosas tropas de mulas, burros y lla
mas trajinan diariamente en continuo ir y venir estos
pasos estrechos y tortuosos, ó se abren paso á través de
las profundas y angostas gargantas y sobre el filo de án
gulos y precipicios de las cordilleras, llevando sus cargas
de frutas tropicales, coca, cacao, café, etc., de Yungas y
20 CAPITULO PRIMERO

otros valles cálidos, reuniendo los declives orientales de


los Andes, á'los mercados de La Paz y otras ciudades,
en cambio de harina, varios abarrotes, artículos de Ul
tramar, alcohol, etc. El vasto comercio interior de Boli-
via, hecho en esta forma, es una peculiar sorpresa para
todo extranjero que visita el país, por la circunstancia
de hacerse, todo este_üáfico_ jJor_jnediajie- indios.»
Como se ve, todo es primitivo, agreste, salvaje. En
los jocundos valles de los alrededores de Sucre, Cocha-
bamba y La Paz, vense peregrinar grupos de indios
viajeros en pos de sus caravanas por las playas desier
tas y acribilladas de recio pedrusco, buscando un paso
por donde vadear las corrientes tumultuosas de los
torrentes convertidos en cataratas. Escogen el sitio en
que, si no divididas, por lo menos se desparraman
en grande extensión las aguas y las atraviesan soste
niendo á los borricos cargados de frutas ó combustible.
Muchas veces se equivocan en calcular la fuerza del
caudal y pagan caro su equívoco. Arrástralos la co
rriente y los arroja un centenar de metros más abajo
con algunos miembros rotos, si no ya cadáveres.
Los dos ferrocarriles hoy en servicio activo, no ligan
á ciudades cabezas de departamento, sino á villorrios de
poca importancia comercial; y prestan eminente ser
vicio al comercio y á la comunicación fácil con el exte
rior. Esos ferrocarriles están tendidos en la adusta sere
nidad de las pampas y llevan bienestar á los dos pueblos
más industriosos de Bolivia: Oruro y La Paz. El pri
mero de esos ferrocarriles fué inaugurado en 1892 por
un mandatario intolerante, despótico, autoritario, pero
emprendedor y valiente. Fué Arce, quien, venciendo el
criterio cerrado de la muchedumbre camaral y popular,
comenzó á echar las bases de la nacionalidad boliviana
tendiendo rieles del mar Pacífico á Oruro y sosteniendo
con voluntad y firmeza esa labor realizada, no con el
concurso nacional, nunca apto para emprender, sino
con el del extranjero, ávido de explotación y lucro.
Ese ferrocarril recorre en territorio boliviano cerca
INFLUJO DEL MEDIO FISICO, ETC. 27

de 600 kilómetros y sirve á las minas desparramadas


á lo largo de una bifurcación de la cadena andina y tiene
por trocha 75 centímetros de ancho y es su velocidad
máxima de 40 kilómetros por hora. El segundo, comen
zado á construir en 1900 y acabado en 1903, tiene 95
kilómetros poco más ó menos, y los dos funcionan en
manos de industriales extranjeros y las tarifas que im
ponen son caras y, como desconocen competencia, tira
nizan al comercio, cada día más vigoroso sin embargo
de sufrir toda clase de restricciones.
De los últimos trascendentales tratados celebrados
por Bolivia con dos países vecinos, parte la idea de
construir toda una red ferrocarrilera adaptable á las ne
cesidades y topografía del país. Con estos dos tratados
puede decirse que ha perdido éste las regiones más ricas
de su territorio: la del Acre, centro productor de goma,
y la del litoral, rica en azufre, salitre y otras substancias
mineras, y sus ventajas, antes que materiales, son del
dominio" de la moral.
En virtud del primer tratado, ha recibido Bolivia des
millones de libras esterlinas, en calidad de indemniza
ción por el territorio del Acre cedido al Brasil y con
objeto de invertir dichos dos millones en la exclusiva
construcción de ferrocarriles, y por el segundo, por el
firmado con Chile, la indemnización de trescientas mil
libras esterlinas y la construcción de un ferrocarril del
puerto de Arica á La Paz.
Los poderes del Estado, aceptando estos dos trata
dos impuestos por una serie de accidentes fatales y
viendo que era preciso ceder, so pena de continuar en el
mismo grado de inanición que habría concluído por
matar la nacionalidad, se han impuesto el deber de cum
plir el compromiso contraído ante la nación y han acep
tado dicho proyecto de ferrocarriles, ya en ejecución.
Dentro de este proyecto están comprendidas toda una
serie de líneas, y acabada, realizará, indudablemente, la
armonía nacional y hará nacer un conjunto de aspira
ciones nuevas.
28' CAPITULO PRIMERO

Ya era tiempo.
Roña de malas costumbres y peores hábitos había
carcomido el organismo nacional, débil por sus luchas
y malandanzas. Muertas las industrias, convertida en
especie de moral el misoneísmo, vivíase vida de puro
artificio y, lo que es peor, vida intensa de odio, senti
miento deprimente que si á alguna parte lleva, es á la
disolución lenta, pero segura. Metido el país en lo
hondo del corazón de América, privado de toda clase
de relaciones y comunicaciones, para ponerse en con
tacto con otros países de extrema y varia cultura, de
carácter más coherente que el de sus vecinos, para mo
dernizarse, en fin, tenía y tiene que atravesar el suelo
de países que de su desorganización esperan sacar pro
vechosos frutos y les conviene permanezca obscuro,
ignorante, ignorado, pobre, sin crédito.
Esta falta de caminos y los pocos y difíciles medios
de comunicación entre las ciudades, hace que entre
ellas no haya relaciones comerciales, sino simple cam
bio de correspondencia postal. Consérvanse, por consi
guiente, en ellas, puras y sin mezcla las tradiciones
legadas por los conquistadores, y vive latente el espíritu
popular arrancado del mayor ó menor predominio de la
sangre indígena, y ofrece el país espectáculo nada edifi
cante bajo el punto de vista del comercio, de la indus
tria y, sobre todo, de la institucionalidad, pues está
atacado de graves y hondos males provenientes, en pri
mer término, de desgraciados atavismos y, en segundo,
de una educación defectuosa é incompleta, ó mejor, de
la absoluta falta de educación; y para explicar este
estado y como legítimo alegato en abono del relativo
malestar del país, hay que insistir en declarar que es
profundo el desacuerdo existente entre el territorio y
la calidad de su población. Los elementos étnicos que
en el país vegetan, son absolutamente heterogéneos y,
hasta antagónicos. No hay entre ellos esa estabilidad
y armonía que exige todo progreso, pudiendo decirse
que aun está en germen el carácter nacional propia
INFLUJO DEL MEDIO FISICO, ETC. 29

mente dicho y, por lo tanto, no se siente animado de


impulso consciente, capaz de impulsar un movimiento
de actividad creadora. Fuera de esto, no hay que
olvidar que son principalísimo factor de progreso las
condiciones del medio físico, y allí, acabamos de verlo,
con todo de presentarse favorable á la acción y em
pleo de la industria, aun no ha sido aprovechado
para nada. La naturaleza ha querido dar prueba de su
fecundidad y ha producido un contraste prodigioso de
inmensas ventajas para un porvenir más ó menos re
moto, según el grado de actividad desplegada, pero
impropio para ayudar al desarrollo de un pueblo aun
no ejercitado en el trabajo, todavía no liberto de ciertas
fatalidades y por completo entregado á sus luchas re
gionales y políticas, inevitables en pueblo de rápida
formación y muy alejado, ó más bien, enclavado en re
giones ásperas, adonde no llegan las vibraciones del
vivir contemporáneo, intenso, múltiple, vertiginoso.
Todo esto, brevemente expuesto, hará comprender
por qué Bolivia no tenga gran representación entre los
pueblos de activo intercambio comercial y sea pobre su
movimiento económico, como lo prueban los dos siguien- .
tes cuadros:

RENTAS NACIONALES
Pesos bolivianos (1)

1895 4.115,700
1896 4434,312
1897" 5.564,350
18 5.i94.5°9
1899 5.939,58o
1900. 6.462,931
1901 6.434,925
1902 5.969,652
1903 7-oi3,35o
1904 7.231,700

(1) Cada boliviano equivale á 2 francos y varía según el


cambio.
30 CAPÍTULO PRIMERO

Años Pesos bolivianos

1905 7.862,098
IW I3-583.333
1908 16.025,378
I3-374,045

IMP0RTRCI0NE5 EXPORTACIONES

Años VALORES VALORRS

1897. . . . i2.457,242'25 2i.990,455¡24


1898. . . . n.897,244'85 27.456,67676
1899. . . . I2.839,9ói'8i 27.3Ó5,746'65
1900. . . . 13.344,1 H'47 35.657,689'96
i9or. . . . 16.953,22375 37.578,2io'97
1902. . . . I4.i43,342'3i 28.041,57874
1903. . . . i6.344,899'39 25.909,458'3i
1904. . . . 19.823,444'59 2i.i62,947'44
1905. . . . 2o.298,77i'67 29.553,o47'42
CAPITULO II
El problema étnico en Bolivia

I. División étnica oficial y su deficiencia. Cómo se considera la


calidad étnica de los individuos. En qué sentido tomamos
el concepto de raza. Censos y cómputos estadísticos. II. La
raza negra y su poca significación. III. Raza indígena.
Descripción del medio en que vive y se desarrolla. Influjo de
ese medio sobre las costumbres, carácter, arte, etc., etc La
vida ruda del indio. Sus ocupaciones. Sus creencias. Quienes
lo explotan. Una cita oportuna. El alcohol, refugio del indio.
Estadística criminal. Tristeza del indio. Cómo se va extin
guiendo su raza. IV. Raza mestiza. Carácter del cholo. Au
sencia de grandes pasiones. Esterilidad de su espíritu. Sus
inclinaciones rebañezcas. V. La raza blanca. Particularida
des de su carácter.

I. étnica de la población boli


«La distribución
viana dicen los autores del último Censo levantado
en 1900 puede hacerse en cuatro razas principales:
1.a La indígena,
2.a La blanca, descendiente de la extranjera, prin
cipalmente de la española,
3.a La mestiza, que es el fruto de las dos anterio
res, y
4.a La negra, cuya proporción es bastante redu
cida. »

El término raza, usado así de modo tan categórico


para determinar la ligera variación que existe entre los
grupos pobladores del suelo boliviano, parece fuera de
lugar, y mucho más si se tiene en cuenta las restriccio
32 CAPITULO SEGUNDO

nes y reservas que hoy día suscita su uso por no con


ceptuársele categóricamente valorizado por la ciencia
ni creer que determine de manera concreta sus alcan
ces, pues según Novicow «nadie ha podido decir
jamás cuáles rasgos establecían las características de la
raza (1)».
En Bolivia, por ejemplo, salvo la extremada perspi
cacia de los autores de dicho Censo, no se sabría preci
sar, y ni aun deslindar, las diferencias existentes entre
las llamadas raza blanca y raza mestiza. Físicamente
ambas se parecen, ó mejor, son una. El cholo (raza mes
tiza) en cuanto sale de su medio ya es señor, y, por lo
tanto, pertenece á la raza blanca. Ni aun en la color
puede notarse esta diferencia, pues la color parece de
pender del clima exclusivamente. Los mestizos de las
regiones de temperatura baja (La Paz, Oruro, Potosí)
son morenos, acaso cobrizos, y de igual color son los
blancos, salvo rarezas que forman la excepción; los de
temperatura alta (Sucre, Cochabamba, Tarija, etc.) son
blancos; pero esto no impide para que los de cierta
categoría social entren á formar parte de la raza mestiza,
esto es, allí la calidad étnica de un individuo se mide
sólo por su figuración social. La clase predominante
sobre las otras es la mestiza, y los mestizos no en
cuentran gran oposición cuando invaden el círculo ar
bitrario y convencional creado por un pequeño grupo
que se considera superior en sangre, no porque la
calidad de ésta sea distinta á la otra injertada, sino por
la nominación, el solo distintivo que allí parece carac
terizar esa diferencia que se pretende ver en la población
indígena boliviana. Una familia X ó Z, por ejemplo,
salida de las clases bajas y mezclada á la que dispone
de prestigio, por serie de causas políticas ó económicas,
llega á crearse una situación especial y de hecho entra
á formar parte de las altas clases sociales, y su descen
dencia ya pertenecerá á la nobleza y aun no dejará de

(i) L' avenir de la race blanche.


EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 33

vanagloriarse por ello, siendo así que Bolivia, acaso


menos que ningún otro pueblo, ha recibido poco con
tingente de sangre extraña. Su mediterraneidad fué
causa de su no cruzamiento, y lleva mucha razón Oné-
simo Reclus cuando asegura que «una gran parte de
este pueblo dícese de descendencia española aunque en
el fondo sea de origen indígena con poco ó casi nada
de sangre azul en las venas; la sangre latina no domina
más que en Tarija...»
Para comprobar la verdad de esta aserción, no hay
que recurrir á las estadísticas hechas de ligero y muy
arbitrariamente, sino al modo de ser colectivo, anormal,
curioso, raro. De no haber predominio de sangre indí
gena, desde el comienzo habría dado el país orientación
consciente á su vida, adoptando toda clase de perfeccio
nes en el orden material y moral y estaría hoy en el
mismo nivel que muchos pueblos más favorecidos por
corrientes inmigratorias idas de este viejo continente.
Esto es fácil de observar no sólo en Bolivia, donde una
gran parte de la población ha conservado casi puros
sus principales rasgos etnológicos, sino, y con mucha
mayor razón, en pueblos sometidos por motivos de ve
cindad, ó comercio, ó cualesquiera otras causas, al in
flujo de otros de distinta conformación psicológica que,
en suma y según las tendencias de la mayor parte de
los sociólogos modernos, parece ser el principal distin
tivo de las razas. En pueblos así, aunque persisten
muchos de los caracteres propios al primero en sus
manifestaciones de orden moral, son más coherentes y
están mejor orientados. Ejemplos: Chile, la Argentina,
México.
Las razas, por otra parte y como lo han hecho notar
Novicow, Lacombe, Colajanni, Finot y otros, han podido
existir, puras, en tiempos de la prehistoria; hoy, sea por
pacífica penetración, por conquista ó cualesquiera otras
causas, se han fundido, hecho una, por decirlo así, y sólo
quedan resabios en sitios aun no invadidos por la activi
dad de los pueblos colonizadores, y su cultura es poco
34 CAPITULO SEGUNDO

menos que rudimentaria. Evidente prueba de esto,


es, entre nosotros, por ejemplo, el estado cultural de
los dos pueblos que más desarrollo alcanzaron entre los
muchos pobladores de esa parte del continente: el que
chua y el aymara. Los dos, no sólo no han conservado
la adelantadísima civilización que poseían en tiempos
de la conquista, sino que la han perdido en abso
luto, y bien que esta pérdida sea explicada por causas
fáciles de establecerse, no deja de sorprender que hoy
día permanezcan irreductibles al contacto de otros pue
blos y no guarden ni la más remota noción de sus
instituciones.
Es, pues, entonces á este solo precio, es decir, al de
considerar las razas sólo bajo el punto de visca psico
lógico y para mayor facilidad expositiva que, con pe
queña variación, acepto la clasificación establecida por
los autores del Censo. Por consiguiente y variando el
orden fijado, se ha de hablar, con alguna detención, de
la raza indígena, raza pura y madre, y poco de las otras,
especialmente de la negra y de la blanca, pues la pri
mera, por su número, no juega papel activo en el con
junto, y la segunda, salvo detalles de orden moral,
puede ser perfectamente incorporada á la mestiza.
Para proceder con orden y antes de entrar, some
ramente, en su análisis, necesario se hace publicar
algunos cuadros estadísticos que hagan comprender y
expliquen mejor lo que se diga después, aunque los pu
blico con natural desconfianza, porque es casi imposible
determinar de manera rigurosa, en Bolivia, los resultados
dependientes de un censo. El indio y aun el mismo cholo
creen que los censos se levantan sólo para imponer obli
gaciones de carácter personal, y por eso su afán de es
quivar toda ayuda á las operaciones sencísticas, hechas
siempre por cálculo* y no por rigurosa observación. Esto
origina el lenguaje ambiguo usado en documentos ofi
ciales al determinar puntos de dependencia numérica,
y explica los saltos bruscos que se observan en el si
guiente cuadro, no justificados por ninguna razón de

^
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 35

orden normal, pero sí reveladores de la imperfección con


que dichos censos se llevan á cabo:

DIVERSOS CENSOS
Años Habitantes

1831 1.088,768
1835 1.060,777
1845 1.378,896
1854 2.326,126
1882 1.172,156
1900 1.816,271

«Descontando de esta cifra la población compren


dida en los territorios últimamente cedidos á Chile y al
Brasil, la población actual de Bolivia queda reducida á
1.744,568 habitantes» distribuídos, étnicamente, así:
(1)

Indígenas 903,126
Mestizos 485,293
Blancos 231,088
Negros 3,945
No especificados 121,116

Total. . . 1.744,568
.

De estos
Saben leer 218,845
Analfabetos 1.525,723

II. La raza negra en Bolivia, se ve por el anterior


cuadro, no es factor digno de tomarse en cuenta. Rele
gada las regiones cálidas situadas en las hondas quie
á

bras de los Andes conocidas con nombre de Yungas,


el

cultivo de la tierra por ser que mejor


la
el

ocúpase en
soporta las altas temperaturas la que menos sufre de
y

esas enfermedades propias los climas del trópico.. Se


á

gún la estadística de Dalence hecha mediados del


á

(1) Todos estos datos están tomados de la Geografía Nacio


nal, publicada oficialmente el año 1905.
36 CAPÍTULO SEGUNDO

siglo pasado y conceptuada, con todo, como una de las


mejores en Bolivia, si no la mejor, en el año 1846 había
27,941 negros, de los que 1,391 eran esclavos. Hoy
este número ha decrecido notablemente y es de supo
ner desaparezca absorbido por las otras razas, especial
mente por la mestiza.
La raza negra fué introducida con el coloniaje. En
tonces toda la preocupación de los conquistadores estaba
embargada por la busca de metales preciosos, y era su
principal afán hacer horadar las entrañas de la tierra con
los indios, seres fuertes, sufridos y hechos á vivir en la
altiplanicie donde se respira aire poco oxigenado. Se
pultáronlos en las hondas canteras de la alta meseta, y
los campos quedaron sin cultivadores, entregados á su
propia fecundidad; mas viendo que los sitios pródigos
en toda clase de productos quedaban abandonados por
no haber quien trabajase en ellos, pues el que á trabajar
se dedicaba, pronto era víctima de fiebres malignas é
incurables, preocupáronse de buscar individuos de razas
forjadas en los trópicos, y esta fué la razón por la que se
introdujo en Bolivia la raza negra, descendiente de la
traída del África á las costas del Brasil, donde ha alcan
zado gran desarrollo. Una vez introducida en Bolivia,
dedicáronla á las labores de la tierra y al cultivo de la
coca, café, caña y cacao, pero particularmente de la coca,
porque la hoja de esta planta era y es la única que su
ministra buen alimento á los indios enterrados en el la
boreo de las minas. Hoy queda resabios de la raza allí,.
en las estribaciones de los Andes, y se extingue poco
á poco y no sería extraño que desapareciera en breve,
sin haber podido ejercitar su acción en la vida social
y política del país.

III. En la región llamada Ínter-andina, vegeta,


desde tiempo inmemorial, el indio aymara, salvaje y
huraño como bestia de bosque, entregado á sus ritos
gentiles y al cultivo de ese suelo estéril en que, á no
dudarlo, concluirá pronto su raza. *
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 37

La pampa y el indio no forman sino una sola entidad.


No se comprende la pampa sin el indio, así como éste
sentiría nostalgia en otra región que no fuera la pampa.
En esta región ya se ha dicho nada convida á
las expansiones ni á la alegría. El alma se encierra en
ella misma, busca en sus propios elementos refugio á
sus afanes y aspiraciones. El maridaje entre el azul in
tenso del cielo y el gris barroso del suelo, no incita al
ensueño ni á la poesía. Se busca necesariamente el ho
gar, la comunión con las gentes, se ansia el timbre
de voz humana. El cielo, puro y limpio en los meses de
invierno, cuando la aridez y desolación de la llanura
son tremendas, se cubre de nubes bajas é informes
en primavera, cuando la llanura muestra, en partes, la
simpática nota del verde: hay intercambio estacional
sombrío, perverso, y dijérase haberse creado de in
tento esa región para que perpetuamente ofreciese vi
sión desoladora. Allí lo único bello es el cielo; pero no
á la claridad solar, sino de noche, cuando se enciende
el fuego de los hogares indígenas y en el firmamento
saltan á lucir los astros. Adquieren un brillo extraordi
nario y se presentan en tal número, que los ojos, ávidos
de contemplarlos, siéntense poseídos de vértigo. Al
decir de Mr. Dereims, sólo el cielo del África, intenso,
luminoso, puro, es comparable al de esa región. Tiene
un azul que choca y hiere; de noche una obscuridad
profunda y aterciopelada, y saltan en él claras, vibrantes,
intensamente fúlgidas, las estrellas.
Siéntese el hombre en esa región abandonado por
todas las potencias, solo en medio de un clima y un ^Tlvt,. \'
'
suelo inclementes; y este sentimiento, en todas partes "t>

generador de hábitos de sociabilidad y economía, allí,


no sé por qué, separa y desune á los hombres, acaso
porque en la ingrata labor del terreno hay que emplear
gran perseverancia é inmensa energía para sacar mez
quino fruto, fruto que se hace necesario economizar,
consumir parcamente, si se quiere evitar torturas cani
nas, frecuentes desde tiempo inmemorial.
38 CAPÍTULO SEGUNDO

Elaspecto físico, el género de ocupaciones, la mo


notonía de éstas, ha moldeado el espíritu de manera
extraña. Nótase en el hombre del altiplano, la dureza
de carácter, la aridez de sentimientos, la absoluta au
sencia de afecciones estéticas. El ánimo no tiene-feer^
zaa.para.nada, sino para fijarse en la persistencia deL
dolor. Llégase á una concepción siniestramente pesi-
"mista de la vida. No existe sino el dolor y la lucha.
Todo lo que nace del hombre es pura ficción. La
condición natural de éste es ser malo; y también de
la naturaleza. Dios es inclemente y vengativo; se
complace en enviar toda suerte de calamidades y des
gracias...
Es tal la ética que se desprende en una región así
y entre hombres que han perdido lo mejor de sus cua
lidades: por eso la constante preocupación en éstos es
aplacar, con prácticas curiosas, el enojo de Dios, ofre
ciéndole sacrificios, haciendo de manera que se mues
tre más clemente, más generoso...
Antes, cuando las grandes conquistas de los incas
no se habían extendido á esas zonas altas é inmisericor-
des, los naturales no adoraban al decir del inca Garci-
laso de la Vega ningún Dios, y vivían como bestias,
guarecidos en cuevas, sin orden ni policía. Se mataban
entre ellos sin motivo, y su vida era de batalla perpetua,
bien entre sí ó con las tribus vecinas. Fueron los incas
quienes les dieron nociones de divinidad y llegaron á t
aceptar fácilmente toda suerte de creencias, pues la ru
deza de su vida, sus labores penosas, las injusticias que
se veían obligados á sufrir muchas veces, predisponía su
ánimo á aceptar un ser ó potencia reguladora que dis
tribuyese premios ó castigos, y cayeron en el fetichismo
absoluto, pues llegaron á adorar toda clase de seres
vivos ó imaginarios, pero siempre sosteniendo la idea
primordial de que la muerte era una especie de transi
ción á otro estado más perfecto, en que el hombre go
zaría de toda clase de bienes; y de esta creencia ese
su sistema de embalsamamiento algo análogo al de los
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOL1VIA 39

egipcios y el afán de proveer al difunto de toda suerte


de utensilios y cosas necesarias de regular uso.
De esta concepción procede esa ausencia completa
de aspiraciones, la limitación hórrida de su campo espi
ritual. Nada se desea, nada se aspira. Cuando más anhé
lase la satisfacción plena de las necesidades orgánicas, y
entre éstas, la principal, antes que el amor, el vino. El
alcohol es lujo en esos hombres. Quien tiene, bebe: esto
es lógico. Y, al fin hombres, la vanidad posesiva es par
ticularidad suya también.
Las pasiones no alcanzan su intensidad máxima. Se
ama, se aborrece, se desea, pero con moderación: jamás
se llega á la exaltación pasional. El lenguaje afectivo es
parco, pobre y frío: la mujer seduce, pero no hasta el
extremo de conducir al sacrificio.
Consiguientemente, el arte no nace viable, ni menos
seduce por su exterioridad armónica. La llanura da la
sensación del infinito, de lo enorme, de lo inconmensu-
sable. La línea recta predomina, y pues no hay visión
esplendente y reconfortante de paisajes variados y co
municativos y, además, la atención toda está embar
gada por el grave problema de la nutrición, el espíritu
permanece impasible, acaso frío, y jamás vibra ni se
exalta hasta crear la armonía de la curva ó la frondo
sidad sonora de la frase. Es un arte rudimentario, tosco,
en que las proporciones desaparecen y se impone la
. línea recta y rígida: así Tiahuanacu. La música, igual
mente, sólo se sostiene en el tono menor, y es monó
tona, gimiente, melopeica: un sollozo interminable.
La conformación física de esta región poco simpá
tica, ha impreso, repito, rasgos duros en el carácter y
constitución del indio.
De regular estatura, quizás más alto que bajo, de
color cobrizo pronunciado, de greña áspera y larga,
de ojos de mirar esquivo y huraño, labios gruesos, el
conjunto de su rostro, en general, es poco atrayente y
no acusa ni inteligencia, ni bondad, al contrario, aunque
por lo común el rostro del indio es impasible y mudo,

-
4° CAPITULO SEGUNDO

no revela todo lo que en el interior de su alma se agita.


En ese conjunto de líneas ásperas, de angulosidades
chocantes, encuéntranse algunas veces, y en ciertos
sitios, líneas más suaves, más puras y tez más clara
conforme se va saliendo de estas regiones altas y en
trando á climas mejores y más clementes. Ya en los
valles, la misma raza adquiere aspecto simpático; se ven
rostros graciosos y hasta bonitos en las mujeres.
Su carácter tiene la dureza y la aridez del yermo.
Es duro, rencoroso, egoísta, cruel, vengativo y descon
fiado. Le falta voluntad, persistencia de ánimo, y siente
profundo aborrecimiento por todo lo que se le diferen
cia. De ahí su odio al blanco.
Su vida es parca y dura hasta lo increíble. No sabe
ni de la comodidad ni del reposo. No gusta placeres, ig
nora lujos. Para él, ser dueño de una ropa llena de bor
dados con la que pueda presentarse en la fiesta del
pueblo ó de la parroquia y embriagarse lo mejor que le
sea permitido y el mayor tiempo posible, es el colmo de
la dicha. Una fiesta le parecerá tanto más lucida cuan
tos más días se prolongue. Bailar, beber, es su sola
satisfacción; no conoce otras. Es animal expansivo con
los de su especie; fuera de su centro, mantiénese re
servado y hosco. En su casa la miseria absoluta, el
abandono completo. En la casa del indio no hay nada
sino suciedad, y es según una nota anónima consig
nada en la citada Estadística «una miserable y pe
queña choza hecha con barro, piedras y con techadura
de paja. Dentro de esta lóbrega y desaseada habitación,
vive toda una familia, en la que se recoge por la noche,
recostándose sobre la desnuda tierra ó sobre vellones
de cordero carcomidos. En toda la extensión de la Re
pública se ven ranchos de indios diseminados por los
campos, por los montes, por los valles y quebradas, en
terrenos pertenecientes, en su mayor parte, á los señores
propietarios».
Resignada víctima de toda suerte de fatalidades, lo
es desde que nace, pues muchas veces, como las bestias,
ÉL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 41

nace en el campo, porque el ser que lo lleva en sus en


trañas labora las de \a tierra dura, expuesto al frío que
abre grietas en los labios y agarrota los dedos, imposi
bilitando manejar las herramientas de labranza. Allí, en
la alta meseta, á los 3,700 y tantos metros sobre el nivel
del mar, no siempre «1 sol calienta, por mucho que luzca
en todo su esplendor. El viento sopla incansable y viene
trayendo todo el horrendo frío que duerme en las cum
bres perpetuamente nevadas de los Andes, y es á ese \

frío, á ese viento, á ese sol radioso en invierno, pero


frío, que las madres indias exponen á sus hijos recién
nacidos, colgándoselos de sus senos con una tira de
lienzo que se pasan por las espaldas, y mirándolos' como
refazos de carne animada que gruñen y huelen mal. -j^
Cuando apenas el niño puede sostenerse sobre sus gor- L
i^.w
diflonas piernas, comienza á utilizársele, porque el / ^jjlJÍ
indio trabaja desde los dos años hasta que revienta. Se i p±~.
le deja cerrado en los patios infectos de las casas, junto .

con las gallinas, los conejos y las ovejas recién paridos;


y en su compañía, apartando á los unos que se les me
ten bajo las piernas, luchando con los otros que ame
nazan picotearles los ojos y les roban, en leal combate,
su almuerzo, compuesto de un puñado de maíz tostado;
revolcándose en sus propios excrementos y en el de los
animales, alcanzan los . cuatro ó cinco años de edad y
es cuando comienzan á luchar con la hostil naturaleza,
pastoreando diminutos rebaños de cerdos, junto á las
lagunillas malsanas y de aguas podridas. Sin más abrigo
que la burda camisa de lana abierta por delante y por
detrás y ceñida á la cintura con una soga; protegida la
cabeza de larga greña por un gorro hecho andrajos y que
sirve de pañuelo de sonarse; desnudos los pies; ennegre
cida, sucia la vulgar cara por muchas capas de sudor y
polvo petrificado y percudido, véseles perseguir á los
cerdos que se apartan del hato lanzando agudos chilli
dos. Y desde que sale el sol hasta que se pone, solos
en medio de la pampa triste, se la pasan contemplando
la naturaleza agreste del país, en quietud momiesca.
42 CAPITULO SEGUNDO

Más tarde, sus ocupaciones se doblan. Ya son pas


tores de ovejas y tienen obligación de llevar su ga
nado á los cerros donde verdea la paja recién salida
ó á los pantanos donde las gaviotas anidan. Allí sé ha
cen prácticos para distinguir, en fuerza de trajinar, las
aguadas que en su fondo ocultan el cieno y son especie
Jde cisternas, donde si se cae, pocas veces se sale con
g^¿y-*~~ vida, de las que corren sobre un suelo firme, y van pro
vistos de sus quenas y de sus cicus (zampoñas) para
X rXr- aprender á modular los melancólicos aires de la tierra y
4. ponerse en contacto íntimo con la naturaleza, que
después ya para ellos no tiene ningún encanto. Enton
ces se sirven de la honda, no como objeto de recreo,
sino como arma de combate, y comienzan á ser hombres,
á saber que la vida es triste y á sentir germinar dentro
de sí el odio contra los blancos, ese odio inextinguible
y consciente porque nace de la crueldad que éstos usan
con los suyos. Se hacen supersticiosos oyendo narrar
los prodigios que realizan los y atiris, personalidades
extraordinarias en comunión constante con los seres
que pueblan el siniestro mundo de la fantasía... Luego,
sus labores son aun más rudas. Guían el arado, trans
portan, á lomo de burro, sus miserables mercancías, y
recorren distancias inverosímiles; se inician en el pon
gueaje, esto es, á servir de doméstico en la casa del
patrón, donde refinan su gusto, adquieren ciertos mo
dales y se enteran de la lengua castellana, que nunca
la hablan.
Parco y frugal el indio cuando no tiene que comer,
puede pasar días enteros con algunos puñados de coca
y maíz tostado. Para dormir le basta el suelo duro, y si
á mano encuentra una piedra utilizable á guisa de almo
hada, duerme sobre ella tranquilamente, teniendo por
cobertor el inmenso horizonte del cielo. Siempre anda
descalzo: sólo usa ojotas cuando el terreno es muy pedre
goso, y nunca se queja de su aspereza, porque la costra
que cubre la planta de sus pies es dura como el casco
de un caballo. Calor, frío, todo le es igual: su cuerpo casi

"v
EL PROBLEMA . ÉTNICO EN BOLIVIA 43

no es sensible á las variaciones atmosféricas. Andariego


empecinado, la distancia no le acobarda, ni para em
prender sus viajes toma precauciones: sabe que ha de
volver al punto de partida, y vuelve, sea cual fuese el
tiempo transcurrido. Si no, es que algo le ha sucedido:
seguramente el río se lo ha llevado, ó una avalancha lo
ha cogido, ó lo ha pulverizado una centella. La familia
sólo se preocupa de recobrar los efectos perdidos, recu
perar las bestias de carga, las ropas del difunto, su
dinero, lo poco que haya podido dejar.
Amante del terruño, del retazo donde nació, jamás
abandona su hogar aun sufriendo en él toda clase de mi
serias. Si á orillas del lago ha nacido, oyendo sus rumo
res ha de morir; si el sol de los valles ha puesto fuego
en sus venas, bajo ese sol ha de acabar sus días. Nunca
uno que es del yermo se aviene en los trópicos; y si á
ello se le obliga, le invade pronto una nostalgia som
bría. Receloso y desconfiado, feroz por atavismo, cruel,
parco, miserable, rapiñezco, de nada llega á apasionarse
de veras. Todo lo que personalmente no le atañe lo
mira con la pasividad sumisa del bruto, y vive sin
entusiasmos, sin anhelos, en quietismo netamente ani
mal. Cuando se siente muy abrumado ó se atacan sus
mezquinos intereses, entonces protesta, se irrita y lucha
con extraordinaria energía.
La mujer observa la misma vida y, en ocasiones, sus
faenas son más rudas. En sus odios es tan exaltada
como el varón. No concibe ni gusta de las exquisiteces J^^iJ-o^k
propias del sexo. Ruda y torpe, se siente amada cuando vu^->" ."'-
recibe golpes del macho; de lo contrario, para ella no
tiene valor un hombre. Hipócrita y solapada, quiere
como la fiera, y arrostra por su amante todos los peligros.
En los combates lucha á su lado, incitándole con el
ejemplo, dándole valor para resistir. La primera en dar
cara al enemigo y la última en retirarse en la derrota,
jamás se muestra ufana del triunfo. Cuando crueles in
quietudes turban la paz de su hogar, no se queja, no
demanda consuelo ni piedad á nadie, y sufre y llora sola.
44 CAPITULO SEGUNDO

Fuerte, aguerrida, sus músculos elásticos tienen la


solidez del bronce batido. Desconoce esas enfermeda
des de que están llenas nuestras mujeres por el abuso
del corsé y el desmedido gasto de perfumes y polvos.
Sus nervios no vibran ni con el dolor ni con el placer.
Engendra casi cada año, y da á luz sin tomar precau
ciones y jamás se dislocan sus entrañas, forjadas para
concebir fruto sólido y fuerte. Hacendosa, diligente,
emprende viajes continuos y va en pos de sus carava
nas haciendo 40 ó 50 kilómetros diarios, sin fatiga ni
alarde.
La principal ocupación del indio es la agricultura y
la ganadería. El procedimiento que usa para el labo
reo de sus campos, es primitivo. No conoce ni se da
cuenta de las modernas máquinas agrícolas: para él, el
arado patriarcal, es la última perfección mecánica. Fe
rozmente conservador, jamás acepta innovación alguna
en sus hábitos y costumbres heredados. Es peor que
el chino en este punto. Labora la tierra ruda, peno
samente y tras esfuerzos inauditos, sólo cosecha algo
__ de patatas, un poco de quinua y otro de cebada y ocas.
'<j. ! '
La. c >v .*
La~próducción de estos frutos no depende, como na
tural es suponer, del buen abono de los campos ó de
su calidad, sino, y no hay que olvidar semejante cir
cunstancia, de las variaciones atmosféricas ó cambios
estelares. Para que una cosecha sea buena en la altipla
nicie, es necesaria la concurrencia de mil circunstancias
dependientes exclusivamente del estado atmosférico. Si
en determinados meses llueve mucho, la cosecha se
pudre; si no llueve, se agusana; si hiela, se seca; si gra
niza, se pierde... Indispensable es que llueva poco y sólo
en ciertos meses; que no hiele sino cuando ha madurado
el fruto; que no granice, etc., etc. Y como no siempre
estas condiciones se reunen, los malos años abundan, el
hambre cunde y acrecienta ese malestar social, ya pa
tente en Bolivia. Y el indio, ser débil, pobre é imprevi
sor, es la principal y única víctima de semejantes fatali
dades meteorológicas.
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 45

Aun no se han olvidado las crisis agrícolas de estos


últimos siete años, del de 1898 al de 1905. Las malas
cosechas se sucedían con espantosa regularidad, año
tras año, igual á las de la bíblica leyenda. Los indios,
como no tienen la precaución de almacenar sus cosechas
en previsión de malos años, y sólo producen lo estricta
mente indispensable, lentamente, con pasividad heroica,
cayeron en vergonzante indigencia, hasta el punto de
que, huraños como son, se vieron forzados á refugiarse
en la ciudad en busca de trabajo que no había y, en
último término, á mendigar por calles y plazas, mos
trando sus cuerpos enflaquecidos en largos años de
privaciones. Hubo necesidad de crear la olla del po
bre, es decir, dar de comer en las calles á los indigen
tes; y no dejaba de ser chocante el espectáculo que
por entonces ofrecía el país, pues mientras en unas lo
calidades se morían de hambre y pagaban á do£ francos
el^kilo de patatas, en otras la abundancia de artículos de
consumo era tal que no sabía que hacerse de ellos. Las
mismas clases bajas del pueblo dejaron de consumir el
chuño, artículo de general uso en algunos departamen
tos, porque la carga de 46 kilogramos llegó á pagarse
á 50 pesos ó sean 100 francos; las clases ricas abastecían
sus despensas con artículos llevados de Chile y el Perú...
Fué la falta de lluvias la que ocasionó semejante desas
tre, y dicha falta era atribuída por los indios á confabu
laciones sobrehumanas. Aun los blancos de cierta cate
goría dijeron de maldiciones divinas, y los curas de
pueblos y aldeas propalaron entre sus ignorantes feli- ,

greses indios, enojos de Dios contra la decaída raza y j


su deseo de hacerla desaparecer por inobediente, poco
sumisa y poco obsequiosa. Y todos, en el colmo del
asombro y la consternación, preguntábanse por qué el
cielo, antes generosamente pródigo en lluvias, perma
necía ahora seco é inclemente; por qué el lago Titicaca,
abundante en pesca, disminuía de caudal y se retiraba
poco á poco en franco deseo de evaporarse ó ensumirse, y
pocos se acordaban que desde que la pampa es pampa,
46 CAPÍTULO SEGUNDO

y el indio indio, nadie se ha preocupado de renovar la


escasa vegetación de la puna, desaparecida por cientos
y cientos de años de ser rumiada por ovejas, bueyes,
llamas y asnos y jamás cultivada ni menos renovada
artificialmente; que la desvegetación trae falta de con
densación y que un campo desnudo y constantemente
removido por patas de best:as y acero de arado, no
produce nada, ni siquiera vapor de agua, y que las.
lluvias son sinónimo de verdura, de remansos, de super
ficies líquidas, en fin. Tenerlas abundantes no es cues
tión sino de estancar las aguas de los ríos que surcan
la vasta altiplanicie, reglar el pastoreo, formar lagos ar
tificiales y, por último, sembrar pastales apropiados al
clima...
Dichas veleidades atmosféricas no las toma el indio
como fenómeno natural emanado de leyes físicas,
sino como resoluciones divinas á las que no es posible
oponer resistencia alguna, y menos, por consiguiente,
remedio.
Es supersticioso y crédulo: lo que sus yatiris (adi
vinos) predicen, ha de suceder fatal é irremediablemente.
No sabe determinar de manera lógica su respeto y sumi
sión á los hombres -superiores ó á las divinidades. Su
concepción del Dios cristiano es en absoluto fetichista y
no deja de adorar ciertas fuerzas inconscientes que juzga
todopoderosas sin escapar á una especie de fatalismo
desconsolador, el cual emana, más que de la esencia de
sus primitivas creencias, de ese Dios lo quiere de sacer
dotes poco escrupulosos y diestros en domeñar la raza
y conseguir así beneficios personales. Se puede asegu
rar, por punto general, que el indio no tiene creencias
determinadas. Venera un retazo de carne podrida dejada
por un yatiri á la vera de un camino, é igual fervor
siente por la bestia que juzga propicia á sus destinos é
intereses. Dos objetos ó seres que despiertan su supers
tición, varían según las regiones, é ignoro si conforme
éstas se hallan más ó menos alejadas de los centros
adelantados. La gaviota, por ejemplo, en las regiones

.-
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 47

de Araca, pequeño cantón distante tres días de camino de


La Paz, es ave sagrada y nadie atentará contra su vida,
so pena de provocar malas cosechas. Tanto es el respeto
sentido por estos animales, que han llegado á formar
plaga por su abundancia. Son dóciles, confiados del
nombré. En tiempos de labranza, siguen tras el surco
abierto por el arado, en busca de gusanillos, como si
estuvieran domesticados, y hasta se aventuran á posarse
sobre las astas de los toros, y los indios labradores los
apartan respetuosamente con el pie para evitar hacerles
daño. En el lago Titicaca, distante algunas horas de
camino de la misma ciudad, los moradores de la costa
no creen lo mismo de dicha ave y la persiguen tenaces
y crueles sin provecho alguno, porque cuando el indio
siente antipatía por un animal que juzga dañoso á los
sembrados ó á la salud de su alma, es vengativo
con él...
Sojuzgado, pues, el indio por diferentes creencias
contradictorias, enteramente sometido al influjo material
y moral de sus yatiris, de los curas, patrones y funcio
narios públicos, su alma es depósito de rencores acumu
lados de muy atrás, desde cuando, encerrada la flor de
la raza, contra su voluntad, en el fondo de las minas,
se agotara rápidamente, sin promover clemencia en
nadie. Y ese odio ha venido acumulándose conforme
perdía la raza sus caracteres y rasgos predominantes y
aumentaba en el dominador más confianza en sus fa
cultades dominatrices. Hoy día, ignorante, degradado,
miserable, es objeto de la explotación general y de la
general antipatía. Cuando dicha explotación, en su forma
agresiva y brutal, llega al colmo y los sufrimientos se
extreman hasta el punto de que padecer más sale de las
lindes de la humana abnegación, entonces el indio se
levanta, olvida su manifiesta inferioridad, pierde el ins
tinto de conservación y, oyendo á su alma repleta de
odios, desfoga sus pasiones y roba, mata, asesina con
saña atroz. Autoridad, patrón, poder, cura, nada existe
para él. La idea de la represalia y del castigo, apenas si
48 CAPÍTULO SEGUNDO

le atemoriza, y obra igual que el tigre de feria escapado


de la jaula. Después, cuando ha experimentado amplia
mente la voluptuosidad de la venganza, que vengan sol
dados, curas y jueces y que también maten y roben...
¡no importa!
Y efectivamente, van.
Van soldados bien municionados; fusilan á' cuantos
pueden; roban, violan, siembran pavor y espanto por
donde pasan. A los escapados en la matanza los cogen
y, cargándolos de cadenas y barras, condúcenlos á la
capital frente á abogados y jueces bien leídos cuya ocu
pación consiste en desplegar todo el fastuoso aparato
de sus códigos, los encierran en obscuros calabozos para
sacarlos de vez en cuando bajo la vigilancia armada de
soldados, instruídos de tirar al bulto en cuanto noten
en ellos conato de liberación, y los hacen trabajar diez
horas al día, dándoles alimentación suficiente para
sostener en punto sus cuerpos enflaquecidos por tantas
privaciones...
Esto ha sucedido hace poco, con ocasión de la
última guerra civil que conmovió tan de raíz la vida
nacional.
Provocada en La Paz la revuelta dicha federal, bus
caron los insurgentes federalistas apoyo indirecto en la
clase indígena, la cual, inconsciente y sin comprender
de lo que se trataba, prometió prestar servicios en lo
que pudiera y fuera de su alcance. Fiel á su promesa,
apenas llegadas las tropas constitucionales á las inme
diaciones de la ciudad insurreccionada, comenzaron á
exigir elementos comestibles á los indios, quienes, más
avisados, habían ocultado una parte de sus cosechas y
vendido la otra en los mercados de La Paz, y se encon
traban imposibilitados de verdad para prestar los auxi
lios pedidos. Creyendo que esta negativa envolvía más
bien acto de hostilidad, ordenóse contra los indígenas
persecución sangrienta. Todos los rigores se pusieron en
juego para atemorizarlos y convertirlos á una causa que
no era la suya. Arrasaron sus viviendas, destruyeron sus
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 4g

campos, hicieron tabla rasa en muchas leguas á la re


donda, sin descuidar de echar simiente de nuevas gene
raciones, cultivo de la raza, y, si se ha de dar crédito á
lo consignado en los boletines que por ese entonces
circulaban con profusión, dichas tropas ensayaban su
destreza en el manejo de las armas descargándolas sobre
blancos movibles, y de blancos hacían los indios, y gus
taban de las caídas que daban y de las muecas que el
dolor de perder la vida dejaba impresas en sus rostros
ennegrecidos, y todo esto no tanto por maldad, sino por
instinto de imitación, pues cuentan antiguas crónicas,
que nuestros buenos padres los chapetones tenían espe
cial cuidado en ensayar el temple de sus toledanos es
toques introduciéndolos en el pellejo de los gentiles é
irracionales.
Los indios, aterrorizados, buscaron ocasión de ven
ganza, y la encontraron propicia en la derrota de una
fracción del ejército constitucional en la «heroica acción»
de Ayoayo. Los derrotados, refugiáronse en el templo
del lugar, absolutamente convencidos de que los per
seguidores indígenas respetarían la santidad del sitio
y la calidad de los refugiados, entre los que había dos
sacerdotes; pero los salvajes dieron fin con ellos, cruel
mente, sin piedad para nadie, y menos por los represen
tantes de Dios, degollados sobre la piedra del altar.
Cundió en el resto de la clase indígena de la región
la noticia de esta matanza, y, seducida por el ejemplo,
pensó llegado el instante de sacudirse de la tutela aplas
tante de la raza mestiza y vengar su larga esclavitud.
Púsose sobre las armas, nombró jefes y, aprovechando
la imprudente confianza del jefe de un escuadrón de
montoneros que merodeaba por apartadas regiones en
busca de gente, armas y dinero para servir «la sagrada
causa de la revolución», desarmaron á los ciento y más
hombres de que constaba. Estos, al presentir el peligro,
buscaron, como los sacrificados en las pampas de Ayo-
ayo, refugio en el templo del Cantón Mohoza, pero su
frieron, los infelices, la misma suerte que aquéllos: fueron
50 CAPITULO SEGUNDO

asesinados con saña atroz, en medio de los alaridos fero


ces de la turba ebria. Necesariamente, vino la reacción,
y en los desmanes que se ejercitan á raíz de un hecho
de esta índole, odiosos por su rigor, pero justificados,
hasta cierto punto, tomaron los blancos irritada ven
ganza contra los indios de la región convulsa. Fusilaron
cuantos pudieron, y muchos, más de cien, fueron con
ducidos á la cárcel, donde los emplearon en rudas labo
res, durante los siete años que duró el proceso. Hace
poco, la corte superior de La Paz fallaba en apelación
este proceso, y á pesar de consignar en sus conside
randos que «la sublevación de la raza indígena tuvo
lugar á consecuencia del estado anormal en que se co
locó el país en 1898», condenó á la pena capital á diez
revoltosos, y á 16 á la misma pena, pero «con sorteo».
Y volvió á caer, vencida, la raza. Y hoy, sumisa,
resignada, triste, soporta sin quejarse la odiosa servi
dumbre que hacen pesar sobre ella los mismos encar
gados de redimirla, como son los frailes, los funcionarios
públicos y los patrones.
El dominio del cura sobre el indígena es incontes
table y fatal. Su voluntad es respetada y obedecida sin
restricción de ninguna clase. No se concibe en el indio
desconocimiento hacia el poder del cura. Este, á los ojos
del indio, representa á Dios sobre la tierra, es su enviado
y, por consiguiente, lo que él quiere, es grato á los ojos
de la divinidad. Le sirve, pues, y le obedece, con cariño,
sumisión y obediencia. Pero los curas en Bolivia, casi en
su generalidad, no se dan perfecta cuenta de su misión.
Para emprender la carrera eclesiástica, no sintieron voca
ción alguna. La tomaron como un medio para enrique
cerse; y cuando se es profesional en vista de fines emi
nentemente lucrativos, no se repara en cuestiones más
ó menos ligadas al sentimiento ni á la razón, y de ahí
que, echando en olvido su apostolado, sólo se preocu
pen de satisfacer su angurria incolmable, sin hacer gran
aprecio del grado de afectividad que debe ligarlos á sus
feligreses. Así, por lo menos, lo asegura Paredes:
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 5 1

«Por desgracia, con raras excepciones, el párroco en


los cantones es el más disoluto, avaro, vicioso é incapaz JW¿i
de infundir respeto; recibe estipendios por misas que no
celebra, al menos cuando y donde debe celebrarlas, ó
satisface con una sola misa á muchos individuos que le
han pagado por varias; prestan dinero á intereses y ama
san así grandes fortunas.
»Se complotan con el corregidor para imponer al in- \

dio á que pase fiestas por turno, penándolo con multas


y maltratamientos, si no lo hace. Cuando nota que es
rico, le cobra derechos dobles, por cualquier ceremonia
religiosa. Los derechos de entierro sólo en teoría han
sido cancelados; en la práctica, subsisten en las provin
cias con más vigor que nunca.
» Multitud de acusaciones hechas contra los párrocos,

quedan sin efecto, escudados por el fuero, que los favo


rece, y los delincuentes siguen á cargo de sus parro
quias, ostentando su impunidad sin ser molestados. ¡Qué
de crímenes no se les imputa!...
»A un párroco se le acusa de homicida y sigue de
párroco; á otro, de violaciones y estupros; á otro, de usu
rero desalmado; á otros, de embriaguez habitual, incon
tinencia, robos, etc.»
Y más lejos, al hablar de las fiestas religiosas cele
bradas á instancias del cura y los escándalos promo
vidos en ellas, advierte que los indios llegan á la más
completa crápula, al cinismo sexual más repugnante;
pero que todo eso nada importa al cura, quien «des
carga su responsabilidad en las autoridades, y eso le
basta para acallar los remordimientos de su concien
cia, si los tiene; lo que le interesa es que el encargado
de celebrar la fiesta, ó alférez, le abone sus derechos y
cumpla con las obligaciones anejas al cargo, que son: {

conseguirle vehículos de locomoción para trasladarlo y


transportar sus cosas; proporcionarle gratuitamente los
víveres necesarios, tales como papas, chuño, manteca,
huevos, corderos, etc., etc., en cantidad suficiente para
surtir su despensa. Estos presentes son conocidos con
52 CAPITULO SEGUNDO

el nombre de rico chico y llegan á acumularse de las di


ferentes capillas que recorre durante el año, en una por
ción que no sólo abastece la subsistencia del cura y de
su familia, sino que alcanza para vender el excedente en
precios subidos á los mismos indígenas, que con sacrifi
cios los han proporcionado... (1)»
Por lo demás, he aquí el fragmento de una protesta
elevada al ministerio del Culto, por los habitantes del
citado pueblecillo de Ayoayo:
«El 8 y 9 de noviembre del año próximo pasado (se
refieren al de 1905) ha enviado (el cura) á la excomu
nidad Pomasara, indios pedidos á diversas fincas y co
munidades, para que, unidos con los suyos, ataquen á los
primeros, encabezados por su célebre hijo N. N. (supri
mo los nombres: no hacen al caso) y una turba de mal
hechores, autorizando robar y saquear, talar é incendiar
con armas del Estado. En efecto: devoraron corderos y
llamas, y acompañaron á este inicuo fin con tragos de
alcohol, en medio de iracundos é infernales alaridos...
Después, dejando en el campo la inmensa osamenta
de tantos corderos, dieron comienzo con el cuadro más
brutal y repugnante, cual es: la violación de las inde
fensas indias al arrancarles sus ganados de los redi
les, etc. (2).»
Las explotaciones de quienes ejercen algún cargo,
son de otra índole. El caciquismo ha de verse en su
lugar es una de las más singulares manifestaciones de
la enfermedad colectiva. Ser autoridad es ambición su
prema en algunos. Los poblanos de cierta influencia mo
netaria, parcos, ó mejor, impotentes en aspirabilidad
fecunda, ponen en el funcionarismo político todo su

(1) Paredes. Provincia de Inquisivi.


(2) El Diario. Agosto 22 de 1906.
Advierto que en el curso de este libro se ha de dar preferente
importancia al documento periodístico, porque en Bolivia rara
vez aparecen publicaciones de carácter general, y la vida intelec
tual sólo se manifiesta por el periódico, que suple al libro, al
folleto y aun á la revista.
EL PROBLEMA. ÉTNICO EN BOLIVIA 53

desmedido afán. Para ellos, el colmo de la dicha es ser


algo. El anonimato les irrita. Quieren sobresalir, hacer
lujo de poder; y cuando en fuerza de scstener oficiales
candidaturas y poner en práctica no muy limpios expe
dientes, consiguen un cargo cualquiera, el más insignifi
ft.~~
cante, de hecho adquieren fisonomía particular y ponen
en rigidez sus miembros duros y domados. Anhelan que
todo esté sometido á su poder, hasta la vida privada é
íntima de los poblanos. Desconocen los lazos de amis
tad, compañerismo, para recordar á todos, con su acti
tud indiferente y desdeñosa, no que son funcionarios
públicos creados para velar por los intereses generales,
sino autoridad con dominio sobre todo y facultad de
ejercer acción fiscalizadora y continua. Y tórnanse dés
potas, engreídos y soberbios. Se mezclan en lo que no
les importa, se vengan de los que han recibido la más
insignificante ofensa, dan á los suyos todas las fran
quicias posibles. Necesariamente promuévese en el pue
blo ó la provincia movimiento enérgico de reacción.
Hay animosidad latente y jamás extinta entre los di
rectores y los dirigidos, y esas luchas se proyectan en
los periódicos de la capital, atiborrados de remitidos,
protestas y contraprotestas. Y es que el cacique chico,
invadido por la manía de grandezas, quiere servirse
del poder exclusivamente como medio de personal
uso. No siendo dilatado s'u horizonte espiritual, piensa
con toda ingenuidad, en la duración indefinida de su
cargo. Y domina, tiraniza, impone sin restricción alguna,
se rodea de fastuoso aparato, es decir, la capital de la
provincia es fiel reflejo de la capital del Estado.
Para seres de semejante psicología, el indio es arcilla
vil, larva de inmundos bichos, lo despreciable de la fauna
humana. Si alguna utilidad se puede sacar de él, es ha
cerle servir de bestia económica y pasiva. Lo explotan,
por lo tanto, hasta lo inconcebible. De lo que ante todo
se preocupan, es de despojarle de su dinero, y esto impu
nemente, aunque nunca faltan pretextos bien atendibles
y muy excusables: las contribuciones, los impuestos.
54 CAPÍTULO SEGUNDO

Faltando, queda uno solo valedero por todos: el derecho


del más fuerte.
Tanto se ha abusado del ejercicio de este derecho,
que los indios han acabado por someterse, pasiva,
humildemente, cual las bestias agobiadas á fuerza de
hambre y palos. Hoy, quien quiera obtener servicios
de un indio, ya sabe la manera de proceder. Es sim
ple: consiste en descargar buena tanda de golpes sobre
sus espaldas: si le rompe la cabeza ó hace sangrar al
guno de sus miembros, mucho mejor, así será servido
con mayor diligencia, pues, hay que convenir, el indio
no presta ningún socorro á un desconocido, sino á la
fuerza. Y es que su experiencia le ha enseñado que
la desconfianza hacia los otros, de los que jamás ha reci
bido un favor ó una gracia, debe de ser su primer deber.
Desconfiar siempre y eternamente, primero de los que
ejercen autoridad, después del cura y luego del patrón,
porque no siempre los patrones son buenos, ni humanos,
ni piadosos.
Creen los patrones, y especialmente los patrones cho
los, que por el simple hecho de adquirir un terreno, les
pertenece, en propiedad, todo lo que vive y alienta en
él. Y como los indios son parte componente del terreno,
se los apropian sin escrúpulos.
Cada vez aparece en los periódicos de ciertas loca
lidades un aviso de dos líneas que dice textualmente, en
letras gordas:
Se alquila un pongo con taquía
Llámase pongo al colono de una hacienda que va á
servir por una semana á la casa del patrón en la ciudad,
y taquia la bosta de ovejas y llamas que se recoge, se
hace secar al sol, y luego se emplea como combustible.
El servicio del pongueaje es gratuito, y también el apro
visionamiento y traslado de la taquia. Cuando un patrón
tiene dos ó más pongos, se queda con uno y arrienda los
restantes, sencillamente, cual si se tratase de un caballo
ó de un perro, con la pequeña diferencia efe que al perro
EL PR0B1EMA ÉTNICO EN BOLIVIA 55

y al caballo se les aloja en una caseta de madera ó en


una cuadra y á ambos se les da de comer; al pongo se le
da el zaguán para que duerma y se le alimenta de des
perdicios...
Pero el indio no sólo puede ser alquilado, sino que
tiene la obligación de transportar las cosechas por
cuenta y á riesgo suyo, desde la finca á la morada ur
bana del patrón. El traslado se efectúa á lomo de asno
ó llama, y se recorre ioo ó 150 kilómetros de esta
manera. Muchas veces la parte de la cosecha que le
corresponde trasladar, traspasa sus medios de loco
moción. Entonces hace dos ó más viajes, sin recibir
retribución alguna ni aun para sufragar sus gastos de
alimentación ni la de sus bestias de carga. Este ser
vicio obligatorio no ha sufrido modificación alguna en
la región explotada por los ferrocarriles; y es curioso
ver hoy día cómo, enfrente de esos pesados trenes
que no pasan jamás de 40 kilómetros á la hora, se ve
trajinar esos pobres seres en pos de sus caravanas polvo
rosas y raquíticas... Los excelentes propietarios creen
que el ferrocarril sólo sirve para introducir mercaderías,
llevar y traer personas y bultos; pero para nada más.
Si se les dijera que también sirve para transportar
cosechas, se reirían del que tal dijese, y con la soca
rronería innata en ellos, señalarían los lomos de los
indios y sus asnos, y objetarían que no hay tren más ba
rato, ni más cómodo que ese, es decir, que el asno y el
indio; que si bien más lento y no sobre rieles, va donde
es su voluntad, es decir, la voluntad de él, que vaya...
¡Claro! jpara algo ha de ser de raza superior!
El dueño de una hacienda siempre tiene derecho
sobre el terreno en que trabaja su colono, y puede arro
jarlo de él, impunemente, aun habiendo sido fecundado
con el esfuerzo de toda su vida y sucediéndose en su
labranza, de padres á hijos, muchas generaciones. Hay
indios que, excepcionalmente, poseen, en propiedad,
el terreno que labran, y son los comunarios; pero van
desapareciendo poco á poco, absorbidos por los ricos
56 CAPÍTULO SEGUNDO

propietarios ó por personajes de más ó menos influen


cia, los cuales, con malos ardides, se adueñan de las
propiedades de los indígenas mediante precios real
mente irrisorios.
Todo esto, que no es poco, puede ser complemen
tado por una página citada por Paredes, la cual, in
terpretando en justa visión, los sufrimientos de esos
seres miserables, simboliza el espíritu extraño que ani
ma una gran porción de la población abogadil boli
viana. En ella salta el temperamento agresivo, irónico,
triste, cómico y desarreglado del tinterillo cholo, incli
nado, por fatalidades atávicas, á descubrir en todo
acontecimiento lo pequeño, lo más gráfico, acaso porque
es sutil y malicioso y vive educado en la perenne con
templación de anomalías que chocan al temperamento
más obtuso.
«El indígena comunario vive en lugares apartados,
en aquellos inmensos horizontes yermos, donde el sol,
el frío, el viento le tiene ennegrecido todo su cuerpo
desnudo y cubierto con pocos harapos. La presencia de
un vecino de cantón lo llena de terror y pánico, porque
espera de él algún mal, y porque repugna el contacto
aún del medio civilizado; digo lo primero, porque el in
dígena comunario es como la bestia humana de todos,
que lo usan en común, el corregidor, el cura, los veci
nos, los alcaldes, ilacatas, segundas, militares, pasaje
ros, todos lo ocupan, lo exaccionan, lo apalean, lo
encarcelan, le quitan sus hijos, etc.; la condición del in
dígena, perdónesenos decir, es peor que la de una bes
tia que tiene dueño, que la cuida, la favorece y estima.
¿Veis á un indígena harapiento, sucio, de cabeza des
greñada, lloroso, correr despavorido en un camino, en
la garita, en la ciudad, en una villa ó cantón? ese es
el comunario á quien le han arrebatado, á golpes, los
víveres que debía vender para abonar la contribución
adelantada: ese comunario busca un defensor, que
regularmente es un buen hombre (tinterillo), y en lu
gar de encontrar un apoyo, encuentra otro lobo que
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 57

concluye de despellejarlo: recurre personalmente ante


las autoridades, y éstas le dicen que espere, y es
pera días acurrucado en las calles, de donde un soldado
lo toma del cabello, lo lleva arrastrado, para que limpie
el cuartel y los corrales á fuerza de sablazos; el infeliz,
desnudo ya, vuelve á. su hogar donde su esposa é hijos
lo esperan como al ángel del bien que les llevara el pan
y el consuelo; pero lo ven llegar envuelto en sangre y
estiércol, macilento por el hambre, lloroso... Triste por
estas desgracias, por la muerte de su esposa que muere
de un arrebato, es sorprendido por el alcalde; pero no
para llevarlo á la cárcel por la contribución, es para
notificarle que ese día debe bailar ó ir de baile, por la
llegada del subprefecto. En vano se disculpa, y es lle
vado y tiene que bailar y hacer morisquetas, á palos.
Pasada la función, regresa caviloso á su casa, y sus hijos
tiernos le avisan que otro alcalde ha mandado llevar
las cuatro únicas ovejas que pasteaban y la poca cebada
que había, para el Ejercito que está de paso, y cuando
corre presuroso á reclamar sus bienes, el ilacata le noti
fica, que debe ir á limpiar los caminos, para que no tro
piece el caballo del general N que manda la división
que pasa; después de tanta fatiga, recorre sus deberes
de comunario, y su imaginación le presenta unos tras
otros; recuerda que debe marchar de postillón, de pongo,
de mulero del cura ó subprefecto, recuerda que su buey
y su hijo de siete años están embargados por el cura á
cuenta de los derechos del entierro de su esposa; por
esta razón debe ir á ocuparse en los minerales con ob
jeto de ganar el jornal, recuerda que faltan tres meses
para la fiesta, cuyo alferezado tiene que pasar, porque
el cura lo obligó á ello, amenazando con el castigo del
cielo; recuerda que su calzón nuevo y su poncho se ha
llan pignorados para el pago de la contribución predial,
que el subprefecto aún no ha cancelado; recuerda que
está obligado á pagar la rama anual para sostener los
pleitos que sobre linderos sostiene su comunidad con
las vecinas. Sentado sobre una piedra escabrosa, recon
58 CAPÍTULO SEGUNDO

centrada su imaginación y con las manos en las mejillas,


se halla engolfado en su triste situación de comunario;
entonces un alguacil del corregidor, lo recuerda de ese
profundo pesar. ¿Para qué? ¿le trae sin duda el valor de
su ganado y cebada? no; le trae más bien la orden para
que, bajo la pena de encarcelación, concurra al trabajo
de las chacras del corregidor y del cura, á la forma
ción de la casa del primero, sin que se le pague un cén
timo por esos forzados trabajos.
»No es esto todo: cuando el comunario, después de
tantas fatigas del día, se ha entregado al sueño, envuelto
en su grueso andrajo (kamiri), reposando su cabeza en
un adobe deforme, le abren su puerta repentinamente
los comisionados del hijo de Dios ó Santiago (indígena
hechicero impostor) y le imponen el precepto de pagar
el tributo para los gastos del tata Santiago, el que vive
entregándose al ocio y los placeres; además, le piden
una hija joven y virgen para el uso de Santiago, porque
esa noche debe ocuparse de las evocaciones, sortilegios,
á fin de que Dios les mande abundancia y salud.
»E1 comunario apenas puede cultivar algunos tablo
nes en el contorno de su casa, dejando inmensos terre
nos sin cuhivar, ni dejar cultivar, desde que la América
fué continente; adviértase que de los cien indígenas de
una comunidad, diez son originarios ó poseedores
de todas las tierras de ella, y los restantes son socios y
servidores de los primeros, reducidos á la miseria más
inconcebible. ¿En qué invierte el indio sus reducidos
productos? ¿quiénes se distribuyen de esa miserable
suma, reunida á fuerza de cruentos sacrificios y priva
ciones? La p.artija se verifica en este orden: el Tesoro
público, por la contribución; el cura, por el alferezado,
entierro ó bautismo; á la bodega, por el aguardiente que
bebe en estúpida corrupción, y en otras ramas forza
das (1).»
Exasperada la raza indígena, abatida, gastada física

(i) Paredes. Provincia de Inquisivi.


EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 59

y moralmente, inhábil para intentar la violenta reivindi


cación de sus derechos, hase entregado al alcoholismo
de manera alarmante. Huraño, hosco, desconfiado,
busca el indio en el alcohol energías para sus músculos
usados; se deja arrastrar por él, naturalmente, sin pro
testa. Ignora en absoluto su acción depresiva, nadie
le ha dicho que es un veneno: le da fuerzas, le distrae, y
es todo lo que pide. Al indio no se le ve reir nunca sino
cuando está ebrio. Entonces es "comunicativo, cariñoso,
cruel, derrochador. Sano, no abre su alma al blanco;
ebrio, le hace ver su fondo obscuro, hecho de tristezas, de
suplicios, de amarguras eternamente renovadas. Excita
dos sus nervios, despierta en él quisquillosa irritabilidad,
y hace franco alarde de la fuerza de sus músculos, te
rribles á pesar de tanto flagelo. Es en este estado que
comete la mayor parte, por no decir todos los crímenes
de que se le acusa, y por los que se le hace purgar du
ramente. Si la criminalidad del país ofrece cifras relati
vamente elevadas, es porque el elemento de raza pre
domina en ella. No hay más que revisar los cuadros
estadísticos de las penitenciarías. He aquí uno de la de
La Paz, en el año de 1900.

REOS SEGÚN RAZA

RAZA Varones Mujeres Totales

Blanca 9 I IO
Mestiza. . . . v . 47 21 68
Indígena 306 24 33°
Total. . . . 562 46 408

REOS SEGÚN INSTRUCCIÓN

Varones Mujeres Totales

Alfabetos 71 4 75
291 42 333

Total. . . . 362 46 408


6o CAPÍTULO SEGUNDO

Como se ve, es la clase indígena la que ocupa el


primer lugar (¡siempre en todo!) en dichos cuadros, y
es la ignorancia, casi la inconsciencia, la que empuja
á los indios á cometer delitos, y se obra con evidente
injusticia cuando se les castiga con ese rigor de que ha
cen gala los poderes. El indio no tiene remota idea de
lo que es la ley. Según su criterio simplista, es bueno lo
que llena sus necesidades, y malo lo que se opone á la
satisfacción de ellas; y para imponer sanción, preciso
es que el que de ella sea objeto, tenga idea, por lo me
nos, de lo que es malo ó bueno, justo ó injusto en su
acepción corriente. Hablar lenguaje de códigos al indio
analfabeto y embrutecido, es incurrir en grave falta de
lógica, porque ante ese curioso lenguaje, no muy bien
comprendido ni aun por los alfabetos, por las muchas
interpretaciones á que se presta, permanece mudo, y si
alguna consciencia llega á poseer, es a! último, cuando,
cargado de grillos, agarrotado en el fondo de un in
mundo calabozo, tiene hambre y piensa que debió ha
ber cometido acción mala cuando así le tratan y tan
airados se muestran los hombres.
Todo esto, el abuso del alcohol, el exceso de trabajo,
la mala y deficiente alimentación, la absoluta falta de
higiene, van minando el vigor prodigioso de la raza.
Hoy, la mayor parte de las pestes y enfermedades in
fecciosas, hacen estragos entre las clases indígenas y
mestizas, porque son las menos limpias. El altiplano se
despuebla, la población indígena decrece en proporcio
nes geométricas; y bien porque el desgaste nervioso
haya ocasionado pérdida de energías, ó porque se da
cuenta de su completo fracaso, ó porque ha desechado
ya en absoluto la idea de reivindicación cara á su fan
tasía desde los remotos tiempos de la conquista, la tris
teza, una de las características de su temperamento, es
hoy su solo refugio.
«Cuenta Markham dice Reclus (i) haber oído en

(i) Onésimo y Eliseo Reclus. Geografía Universal


KL PROBLEMA ÉTNICO EN 1300 VI A 6 I

los alrededores de Ayacucho, cantar á las madres,


en tanto daban el pecho á sus hijos, estrofas rebosando
llanto y desesperación, semejantes á éstas:
En noche tormentosa fui concebido. Así me asemejo
á una nube que preñada de amarguras y tristezas, se
desata en lágrimas al menor soplo de la adversidad.
Naciste en triste albergue. Mi madre cantaba dándome
el pecho. La lluvia y la tormenta fueron tu cuna.
Abandonado y solo, erré al azar buscando un alma cari
tativa. Nadie se apiada de mi miseria. Maldito sea
mi nacimiento. Maldita fué mi concepción. Maldito
el mundo, maldito todo, maldito yo. »
Un gran periódico de Buenos Aires, hace poco,
hizo un reportaje al señor Sénéchal de la Grange, pre
sidente de la Compañía minera Huanchaca de Solivia,
conocida, por su fabulosa riqueza, en todo el mundo.
La mina de Huanchaca se encuentra á los 4,200 me
tros sobre el nivel del mar. A esa altura, casi no hay
ser humano que resista tan gran presión atmosférica,
y pocos se atreven á emprender labores, por consi
guiente. La Compañía, valerosamente, se instaló allí
y tiene al decir de M. Sénéchal de la Grange, casi
en propiedad, diez mil indios quechuas. Estos trabajan
para la mina exclusivamente y viven én el suelo y en
las casas de que la Compañía es propietaria y dueña \^¡f¿'ifí V'.T<
absoluta. De los cuatrocientos nacimientos anuales, mue- (, 4m.mh-v
ren alredéTfóT" de trescientos sesenta, antes de los tres ? aJ^<t'¿^<-
meses (1). .-'....'
Por su parte, M. Sisson, con un laconismo yanki algo
enternecedor, pero chocante, escribe de los trabajadores
de las no menos célebres minas de Potosí, indios en su
generalidad, el párrafo siguiente, margeado por un sub
título que dice: «Corta vida de los indios»:
«Los trabajadores de las minas de Potosí sólo viven
cerca de 10 años, porque trabajan treinta y seis horas
seguidas; esto lo hacen voluntariamente (soy yo quien

(1) Transcrito en El Ccmercio de Bolivia. 20 febrero 1906'


62 CAPÍTULO SEGUNDO

subraya); sólo descansan á pequeños intervalos y beben


demasiado, con mucha frecuencia (1).»
Breve, conciso, pero elocuente. Los indios trabajan
voluntariamente 36 horas seguidas, y beben mucho.
Después de esto es útil recordar que allí se ignora
en absoluto la reglamentación del trabajo; no hay una
legislación obrera, y los representantes nacionales, muy
atareados en discutir sobre el valor y mérito de sus
caudillos, se acuerdan de todo menos de estas cosas,
consideradas como secundarias. La pobre raza es mi
rada con absoluta indiferencia por los poderes públicos,
y sus desgracias sólo sirven para inspirar rumbosos dis
cursos á los dirigentes políticos; pero en el fondo todos
están convencidos de que sólo puede servir para ser
explotada...

IV. La
raza mestiza ha nacido de la fusión entre
el invasor blanco y el indio. El cholo, cuando permanece
sin salir de su medio, revela, á pesar de los vicios en él
ya inherentes, excelentes cualidades de carácter: es al
tivo, aunque inclinado á la rapiña; valiente, pero holga
zán; tímido, á la vez que altanero. Como el blanco, re
pugna el ejercicio de la voluntad y siente aversión por
todo lo que significa esfuerzo. Inteligente, listo, adquiere
sin gran trabajo ideas generales; pero tiene el defecto
de dejarse llevar por todo dogmatismo intransigente y
avasallador. Cuando adquiere cierta cultura, se exaltan
sus instintos dominadores, y es ambicioso por cosas
vulgares y de poca significación, aficionado al brillo y
al fausto, díscolo, mordaz, envidioso, agresivo y suscep
tible en extremo.
Jamás nunca avivan su espíritu ni la admiración
ferviente ni el entusiasmo exaltado. Para admirar mu
cho, le falta educarse; para sentir entusiasmo, le falta
comprender.
Si por algo se entusiasma hasta la exaltación y el

(1) Informe, etc.


EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 63

sacrificio, es por los políticos, y no siquiera en vista de


las ideas que éstos encarnen ó el programa que defien
dan, sino porque sí, por simpatía, porque los políticos
bolivianos sólo saben transigir halagando el amor propio
colectivo, y el cholo instintivamente está animado del
espíritu ovejuno, que dice Nietzsche. A él no le impor
tan las cualidades morales de un político: lo prueban
las sangrientas páginas de los anales patrios, donde
puede verse que sus ídolos fueron seres anormales y
de pasiones violentas: Belzu, Melgarejo, Morales, Daza.
En su admiración por esta clase de hombres, pocas
veces demuestra la persistencia de sus afecciones y la
solidez de su carácter. Tan pronto los. exalta como los
combate, y esto con una volubilidad asombrosa y una
inconsciencia más asombrosa aún. Tornadizo, variable,
despreocupado, sólo su interés le apasiona, lo que de
inmediato le atañe. Si no tiene nada, será fanático por
las violentas ideas de reivindicación de los derechos
sociales, y llegará al anarquismo intransigente y feroz;
así como, si posee algo, será conservador intolerante,
irreductible... Además, y esto es lo extraño en su ca
rácter, una vez emancipado de la ignorancia, ó es inge
nuo hasta la candidez, ú optimista hasta la ferocidad.
O cree en todo ó no cree en nada. Y es entonces cuando
se hace peligroso.
Soñador en el primer caso, irreflexivo, apasionado,
su fe en los dogmas es incontenible. Todo lo encuentra
bueno y en estado de perfección. Las instituciones so
ciales, las leyes de la naturaleza, los fenómenos de toda
clase naturales y sobrenaturales, la vida misma con su
enorme carga de injusticias brutales y tremendas defor
maciones, tienen para él aspecto simpático y respon
den á una especie de voluntad dispuesta al bien y á la
belleza: Dios. Nada choca su sentido crítico: en las
acciones inmorales, en los hechos criminosos no ve
sino desviaciones momentáneas y ocasionales de la
«moralidad innata en el hombre». La vida es buena, y
todo lo que á ella pertenece es bueno de igual modo

,
64 CAPÍTULO SEGUNDO

parece pregonar ese su énfasis de vida manifiestado


en el menor de sus actos... En caso contrario, es la des
confianza agresiva, la tristeza huraña, el enorme egoís
mo de los seres insociables. Se enamora de todos los
ideales, pero no persigue ninguno. Teóricamente, ó me
jor, en la apariencia, es patriota, y su patriotismo está
limitado por el más ínfimo de sus intereses; se dice
altruista y es egoísta; defiende la moral y no conoce
escrúpulos de ninguna clase. Es hipócrita por excelen
cia y se hace prudente desconfiar de la mayor parte de
sus manifestaciones.
Fuerte, audaz, corajudo, sus facultades se exaltan
cuando se ve en medio de los suyos, así como dismi
nuyen ó desaparecen en el aislamiento; y es bueno
como soldado, pero no sirve como iniciador; esto es, en
el cholo, más que en ningún otro ser, se observa repito
esa propensión ovejuna que tiene más defectos que
cualidades. De esa manera siempre los fuertes ó los au
daces se apoderan de su voluntad y la guían según sus
aspiraciones, y él sigue sin oponerse, sin protestar, y á
veces con viril entusiasmo, porque, hecho curiosísimo
de anotarse, las clases populares en Bolivia, poco ó
nada conscientes, se apasionan sucesivamente por prin
cipios en contradicción, por caudillos que encarnan
opuestas tendencias, y esto con brío incontenible, con
fe, con abnegación. Dispuestas siempre á correr tras
del que proclame los perpetuamente seductores dog
mas de una igualdad y fraternidad ilusorias, jamás se
fatigan ni menos se decepcionan por sus eternos fraca
sos. Olvidadizas y desatentas, en cada nuevo caudillo
que surge ó se levanta creen encontrar el solo, el único
que rompiendo prejuicios y limpiando los escombros
acumulados por sus antecesores, hará obra nueva de
creación; y cuando ven que no cumple sus promesas
hechas sólo para triunfar, que nada crea ni nada cam
bia, se sienten opresas y tristes, pero por poco tiempo.
Aparecen nuevas figuras y vuelven á apasionarse con
igual ó mayor intensidad, y esto perpetuamente, eter
EL PROBLEMA ÉTNICO EN BOLIVIA 65

ñamente, desde hace más de ochenta años, y todo este


hacer y deshacer tremendo, es por puro desinterés, qui
zás por abnegación, porque nunca las clases populares
consiguen ventaja alguna de ningún cambio político, por
que esas clases bizarro ejemplo jamás piden nada, y
sí se someten á todo, contentas por haber añadido un
poquito de lustre á esas entidades que se llaman partidos
y á las cuales se honran en pertenecer, aunque desco
nociendo sus principios, porque no los tienen, ó si los
tienen, los violan los mismos que los proclaman...
Es la clase dominadora, desgraciadamente, en el
país; por eso éste, tardo en conquistas de orden prác
tico, ó mejor, económico, ha perdido la fugaz prepon
derancia que ejerciera en los primeros años de la inde
pendencia, cuando surgidos todos los pueblos, mediante
una impulsión vigorosa dada por hombres de gran
carácter y mucho talento, entregáronse al uso desme
dido de una libertad conquistada tras heroicos esfuerzos
y no pocos sacrificios.

V. La raza blanca, no llevando pura la masa de


su sangre, tiene ciertos rasgos salientes que la diferen
cian notablemente de la que procede; pero, de igual
modo, por causas de medio físico y educación, es im
potente de desplegar sus energías en franco brote de
espontaneidad. Holgazana y parca en ambiciones, está
atacada del vicio de la empleomanía, lo que demuestra
en ella viejos atavismos de dominación: diríase que
aun no ha adquirido el hábito de vivir libremente y go
bernarse por sí misma. Débil de voluntad, solo obedece
el blanco á sus impulsiones del momento, y uno de sus
más graves defectos es el de la imprevisión. Sus facul
tades de adaptabilidad al medio son envidiables: es ge
neroso, inteligente, delicado. Menos interesado que el
cholo, como éste es profundamente conservador, y su
fatal_característica consiste en faltarle casi en absoluto
el sentimiento del deber, y en no saberse imponer nin
guna disciplina mental.

y'
CAPÍTULO

III
Psicología regional

Diferencias existentes entre las diversas regiones. Son pro


ducto del medio físico del predominio de sangre indígena.
y

Esta es de dos tintes: la aymara la quechua. Los dos pueblos


y
representativos. II. Carácter paceño: sus particularidades.
Predominio de la sangre Colla. III. Carácter cochabambino.
Influjo del suelo del cielo. Predominio de la imaginación.
y

IV. Carácter de las demás regiones. V. El espíritu domi


nante en todas esas poblaciones. La vida urbana sus estre

y
checes. La intolerabilidad. Curiosas manifestaciones del espí
ritu tartarinesco. El concepto de patria es deformación del
de ciudad.

Estas tres razas pueblan suelo del antiguo


el
I.

Alto-Perú, entre ellas hay diferencias profundas que


y

las dividen separan, originando animosidades esté


y

riles, causa de ese estancamiento colectivo que hasta


hace poco comenzaba ya generar oscilaciones de dis
á

gregación en haciendo nacer una variedad


el

país,
y

de carácter común todos los grupos, que pudiera de


á

nominarse carácter nacional tiene manifestaciones


la y

raras incoherentes dentro de armonía cte tendencias


é

que impulsa los otros pueblos, más homogéneos


y
á

mejor favorecidos por causas de medio físico.


Para tratar de establecer los rasgos predominantes
de ese carácter, debo insistir en declarar que pobla
la

ción de Bolivia está compuesta de grupos heterogéneos,


cuyas diversas tonalidades dan fisonomía particular
á

las regiones son causa de profunda aversión que


la
y
68 CAPÍTULO TERCERO

entre ellas existe. Como en España, hay allí diferencia


de costumbres, usos, modo de apreciar las cosas, de
juzgar un mismo acontecimiento, si no profundo, por
lo menos harto perceptible.
Parece, al primer golpe de vista, poco natural y qui
zás chocante que haya tal marcada diferencia psicoló
gica en poblaciones minúsculas y en que el conjunto
apenas sobresale en el total continental, y, sin embargo,
esa diferencia es un hecho y nace por influencias supe
riores que imprimen marca en el carácter. Son como las
diferencias de barrio: los moradores se distinguen entre
sí, según la situación que ocupen los barrios; y Bolivia
tiene los suyos situados, los de aquí, en la árida desnu
dez de la puna; los de allá, en lo hondo de valles vírge
nes y fértiles; éstos, en el corazón de bosques enmara
ñados; aquéllos, casi en la cumbre de sierras abruptas,
pero todos inmensamente alejados entre sí, sin cultivar
ninguna relación, y cada uno conserva su manera pecu
liar de ser, su temperamento y carácter nacidos por
la forma de su suelo (1), de los frutos naturales de
éste, de la mayor ó menor claridad del cielo, de su
estructura física, en conclusión, y, sobre todo y en
cima de todo y esto no hay que olvidarlo, de la ma
yor ó menor cantidad de sangre indígena que cada uno
lleve en la masa. Y ya se sabe que dentro de la variedad
de tintes de la sangre indígena peruana, dos predomi
naban sobre las demás: la de la quechua y aymara; y
¿l~
ty*¿" es el elemento quechua el dominador en el Sud, así
como el aymara en el Norte, y entre estas dos varieda
/>A
des de la raza indígena, por no decir entre estas dos
razas, la lucha ha sido rabiosa, continua y tremenda.
Fundado el gran imperio del Tahuantinsuyo un va
leroso monarca de la última dinastía, emprendió la con
quista de los Antis, comarca hasta entonces indepen
diente y dentro de la que se encontraba la jurisdicción

(i) Cada zona tiene su cultura y su vegetación propias ha


dicho Taine.
PSICOLOGÍA REGIONAL 69

de los Collas, tribu salvaje y guerrera cuyos miembros,


al decir de un escritor nacional, «vivían desordenada
mente, en completo estado de salvajismo. Habitaban en
cuevas y chozas, en resquicios de peñas ó en huecos de
árboles; otros habitaban en lo alto de los cerros próxi
mos, donde tenían sus castillos naturales y sus chozas.
Las construcciones, semejantes á las casas de nieve de
los esquimales, consistían en la colocación de piedras y
barro, las paredes y bóvedas eran completamente toscas
y apenas podían servir para resguardar á sus habitantes
de la intemperie (1)».
Y añade más abajo:
«El carácter agreste, perverso y salvaje de esos
seres prehistóricos nos muestra la construcción de esas
chozas, separadas unas de otras y á grandes distancias,
construídas así porque no pudieron unirse en sociedad.
Inclinados por instinto á la guerra, se reunían sólo
cuando tenían que pelear con otras tribus; y por doquiera
que posaban sus plantas, sembraban el pavor y la mi
seria, la desolación y la muerte. Después de la lucha,
volvían á sus miserables chozas llevando el botín que
en la guerra habían encontrado. Allí no reconocían auto
ridad ni ley alguna; todos vivían de su cuenta y al modo
que querían. Sólo de vez en cuando gobernaba por algún
tiempo el que se atrevía ó tenía ánimo para mandar á
los demás; y luego que se enseñoreaba, trataba á todos
con tiranía y crueldad, sirviéndose de ellos y de sus mu
jeres, á su voluntad, y haciendo guerra á cuantos podía.
Fué Maita-Capac quien después de larga y porfiada
lucha redujo á la feroz tribu, emprendió la conquista de
los Antis, los sometió á su poder y «enseñó á sus ha
bitantes á labrar las tierras y cubrir sus carnes, orde
nándoles vestir de lana y algodón. También mandó abrir
acequias para regar las chacras y cultivar la comarca,
la cual llegó á ser, con el transcurso del tiempo, una de
las más importantes del Imperio.»

(1) Crespo. Monografía de La Paz.


70 CAPÍTULO TERCERO

Con todo, la lucha no cesaba. Había diferencia de


caracteres. Los quechuas eran ordenados, pasivos, dul
ces, obedientes; los aymaras belicosos, malos, rencoro
sos, celosos de su libertad, y repugnaban estar sometidos
á un poder que consideraban intruso y despótico. Ellos
querían que se les dejase en absoluta libertad, señores
de su destino, y de esta idea, sus continuos subleva
mientos aplacados á fuerza de rigor por los incas.
Esta lucha así tenaz aun dura, pero bajo otros carac
teres. El espíritu de los collas manifiéstase, latente, en
el Norte, reacio al incondicional sometimiento; y los
del Sud de la República, portadores de buena porción
de sangre quechua, tienden á imponer su influjo en toda
suerte de negocios, y de ahí esa oposición constante
cuyas raíces nacen en el alma misma del elemento
étnico predominante en el país.
Se hace necesario, por consiguiente, dejar estableci
dos, de manera general, los rasgos salientes de cada
una de estas regiones. Para mejor determinarlas, lógico
es tomar las dos poblaciones más conocidas en su as
pecto psicológico, contrastable por su diversa tonali
dad y ver en ellas representación exacta del variable
carácter colectivo. Los pueblos de La Paz y Cocha-
bamba, los más numerosos de la República, son á pro
pósito para esto.

II. Indudablemente que á la gran masa de sangre


aymara de los paceños, se han mezclado algunas gotas
de la castellana: son gra ves, inclinados á ja rumia
meditativa, tristes, orgullosos, fieros y mentiros os. Este
defecto de la mentira lo han heredado de los indios,
y, como ellos, son en extremo apegados á su terruño.
Satisfechos de la excelente posición de éste, de su va
riada riqueza, se complacen en creer que serían capaces
de llegar á formar nación aparte, próspera, feliz. Poco
soñadores, adoptan con relativa facilidad las corrientes
activas que les van del exterior, y esto constituye su
fuerza aumentada por su carácter emprendedor que los
PSICOLOGIA REGIONAL 71

empuja fuera, pero sin hacerles olvidar el terruño, al


que vuelven siempre de cualquier parte y al cabo de
cualquier tiempo. Así el aymara: dentro su medio, aun
que con trabajo, cambia, pero no se asimila á otro. El
defecto principal de los paceños es la pedantería. Todo
lo hacen provenir de sus solos esfuerzos. Aprovechan
de las condiciones naturales de su suelo, fecundo en
minerales, para pregonar una actividad productiva que
en realidad no existe. Les gusta recordar las hazañas
que la historia de la tierra conserva religiosamente, pero
sólo en su aspecto batallador ó guerrero, y huelgan en
propalar con insistencia de su valor y virilidad colectivos.
Diestros en intrigas políticas, saben aprovechar el mo
mento oportuno para hacer que se impongan sus pro
hombres y son imperativos en la lucha; se les teme
porque acostumbran recurrir á las vías de hecho, como
razón suprema, para hacerse respetar: son batalladores
como ningún otro pueblo de Bolivia.
Y es que la sangre de los collas la llevan virgen to
davía, y los collas, parcos y aislados en sus covachas de
la cuenca abrupta y árida del Choqueapu, entreteníanse
en horadar el suelo para encontrar el oro codiciado por
los mensajeros de los incas y, pagado el tributo, volvían
á su soledad angustiosa, altivos y hoscos. Ya en el
Ollantay, solo monumento superviviente de la literatura
incásica, se habla del carácter feroz de los moradores
de los Andes, que éramos nosotros, ó mejor, eran nues
tros padres.
Y así los hijos.
La herencia ha impreso rasgos duros en su carácter
y los ha fijado con indeleble marca la estructura y as
pecto del suelo. Este, de una aridez desesperante, agre
siva, no ofrece á las miradas la nota alegre del verde.
Doquier se dirijan los ojos, sólo encuentran lo gris, lo
ceniciento, lo barroso. Los cerros que circundan la ca
pital, áridos y miserables, si algo inspiran, es el deseo
de marcharse, de irse, y cuanto más lejos, mejor. Misé
rrima es la vegetación en ellos: paja dura, ennegrecida,
72 CAPITULO TERCERO

áspera al paladar de los mismos bueyes. En el fondo


de la quiebra, ornada de melancólicos sauces llorones,
desencarnados eucaliptus y flacos azebuches, dos to
rrentes de agua lodosa serpentean entre inmensos moles
de granito. Y acostumbrados á este paisaje desolado,
sus ideas nacen impregnadas de fúnebre melancolía, é
inspiran malos deseos, ambiciones pobres, anhelos de
quietud y de desvanecimiento.
Aunque no prolijos en estadística, es fácil comprobar
que es en La Paz donde se realizan mayor número de
suicidios, y si bien éstos pudieran explicarse por el in
menso uso y abuso del alcohol, no es menos evidente
que el suelo predispone á los espíritus hacia esa tristeza
surgente de la uniformidad desesperante de color y de
líneas.
Allá no se observan esos contrastes de la naturaleza
que hieren la imaginación y la excitan; y, además, la
vida íntima, la vida del hogar es monótona, tirada á
raya, desesperante.
En Cochabamba, por ejemplo, un suicidio es todo
un acontecimiento y promueve gran escándalo en la
sociedad. Y es que el cochabambino tiene de qué apa
sionarse; la fecundidad de su valle, los contrastes y ma
tices de éste, dan vuelo á su imaginación que se extra
vía y, consiguientemente, hace nacer otro estado de
conciencia peligroso: la megalomanía, hoy enfermedad
nacional.
Los paceños se aburren en todo tiempo y de todo;
por eso su afición á aturdirse, su deseo de ruido y,
como consecuencia, su vida de cantinas. Éstas pro
mueven la expansión é incitan la sociabilidad; y de ahí
también sus embriagueces consuetudinarias, su vida de
alcohol y ruido, su manía de los banquetes...
En La Paz, Potosí y Oruro se bebe más que en el
resto de Bolivia. En estos pueblos el frío congestiona,
y no es posible la vida de campo, sana, alegre, simpá
tica, y se hace vida de hotel, de club, de círculo, y sus
clubs, hoteles y círculos, si no buenas bibliotecas,
psicología regional 73

tienen excelentes cantinas, provistas de toda clase de


licores extranjeros y del país.
«El alma es hija de la ciudad» es la bella é inten
cionada fórmula de M. Izoulet. Cierto.
Es hija de la ciudad, entendiéndose por tal el con
junto de ideas generales, de sentimientos y de pasiones
imperantes en un grupo, emanados todos de la natu
raleza ambiente.
El paceño es poco ó nada ambicioso. Pequeñas mi
serias de vanidad tientan su espíritu, y la sola pasión
que de veras le domina es la de la política, y ante sus
conveniencias sacrifica toda clase de intereses.
Es parco en sus gustos y placeres. No es sensual, y
en esto el clima le favorece. Parco en el comer, en el
soñar y en el amar. Acaso sea más bien sobrio. Allí no
hay crímenes pasionales. La hembra, siempre codiciada
y disputada, seduce, pero no apasiona. El pueblo se
conforma fácilmente con los caprichos de la mujer. No
lucha por ella ni le rinde culto; permanece casi indife
rente y resignado. En lo único que no es parco es en
el alcohol, bien que el alcoholismo sea el vicio nacional
por excelencia, como lo vamos á comprobar más ade
lante. Luego es indócil y poco comunicativo. La re
concentración espiritual es su característica. En sus ex
pansiones es cerrado y hasta egoísta. Quiere ser solo,
siente no poco rubor el abrir su alma, mostrar los sen
timientos íntimos que la dominan. Algo escéptico y
muy impresionable en puntillos de amor propio, es
díscolo y triste, soñador y práctico. La mezcla de dos
razas opuestas y de temperamento diverso, ha producido
en él un contraste singular, raro. Tiene todas las violen
cias de carácter de los hispanos y la mansedumbre triste
de los esclavos indios. Económico en lo esencial, es pró
digo en lo que pueda satisfacer su vanidad. De nada se
priva para satisfacer ésta. Es ostentoso, altivo. En sus
horas de expansión, hace gala de generosidad derro
chadora: un paceño pierde y gasta todo su dinero en
jugar ó pagar la consumación alcohólica de sus amigos;
74 CAPITULO TERCERO

pero en su casa carece aún de lo indispensable, vive


con miseria y hasta con indigencia.

III. Lo que primero se observa en el pueblo co


chabambino desde el primer momento en que se le
estudia, es un desborde imaginativo amplio, fecundo
en ilusiones, ó mejor, en visiones de carácter senti
mental.
Todas las ideas de seductora apariencia y por cu
rioso contraste lo dogmático, seduce el espíritu des
pierto de esa región.
El alma del pueblo, como toda alma popular, es
multiforme, intrincada, impulsiva y, sobre todo, soña
dora. No sé si por la diafanidad de su cielo, por la
lujuriante exuberancia de su campiña, por su aire satu
rado de perfumes silvestres ó por su alimentación (en
Cochabamba, como principal elemento nutritivo, entra
el maíz) nacen las ideas generosas, descabelladas,
grandes y caballerescas. Lo que dice Le Bon de las
muchedumbres en general, se puede aplicar á la cocha-
bambina en particular: es la más femenina de las mu
chedumbres bolivianas.
Las muchedumbres se apasionan por ideales gene
rosos, por principios altruistas, siendo, al contrario,
profundamente egoístas. Odian la cobardía y despre
cian la vileza.
Así la muchedumbre cochabambina.
Lo que preferentemente entusiasma su acometividad
sentimental, es el concepto de patria, pero no en su
aspecto práctico, sino ideológico.
Ella, inspirada en nobles propósitos, levanta már
moles y bronces al litoral perdido y cree en la hidalguía
de los pueblos. Como su suelo es pródigo y se desco
noce el intercambio comercial, es perezosa. Las clases
adineradas manifiestan su pereza en ese incesante deseo
de figurar. La vida politiquera es activa y los colegios
y universidades rebosan juventud ansiosa de colaborar
á la mejora del país poniendo sus magníficas dotes inte
PSICOLOGÍA REGIONAL 75

lectuales al servicio de un empleo administrativo cual


quiera ó á la busca afanosa de una candidatura concejil.
Cochabamba es uno de los pueblos que más ama
el reposo. Por eso allí, independientemente de cierta
predisposición emanante de la naturaleza ambiente, ha
alcanzado gran desarrollo la música, hasta el extremo de
que son raros los que no sepan manejar uno ó dos ins
trumentos; y aman la música de fácil comprensión, de
jiros suaves, lacrimosos, y la poesía lírica, la elegiaca se
puede decir, porque los cochabambinos, más que todo,
son sentimentales.
Apasionados por la frase campanuda y sonora, por
las imágenes brillantes y la amplia frondosidad del
verbo, Castelar les entusiasma, pero permanecen impa
sibles ante Taine el admirable. El patriotismo, insisto,
es para ellos sentimiento sublime que deifica al hombre;
y la patria, ara santa á la que no hay que profanar ni
con el pensamiento. (Estas frases son muy usadas allá.)
Sus oradores casi todos lo son, cuando de ella, de la
patria, hablan, lo hacen con veneración, recogimiento y
buscando sus mejores frases, mejores en el sentido de
la apariencia, las más vistosas, y como son prácticos en
esto, sus discursos tienen la cambiante vistosidad de una
pompa de jabón y... su inconsistencia también. -
Allí la imaginación prima en desborde impetuoso é
incontenible: una imaginación robusta, varia en tonali
dades, flexible, armoniosa; pero su excesivo desarrollo
les hace cometer errores de toda índole y, en particu
lar, errores de apreciación, pues toda imaginación
viva presenta las cosas bajo distinto aspecto, predispo
niendo así á la alucinación ó al engaño. Pero una ima
ginación viva proviene de un sentimiento vivo tam
bién, y de ahí un estado particular propio á los meridio
nales, inclinados, por temperamento, á rendir tributo á
lo fantástico, á lo que pasa de la realidad. Y esto que no
es cualidad apreciable, sino al contrario, vicio, tiene la
particularidad de propagarse con gran facilidad y pene
trar hasta en pueblos y agrupaciones de imaginación
76 CAPÍTULO TERCERO

seca, meditativos y observadores. Si se fuera á analizar,


por lo tanto, la génesis de nuestro estado colectivo, que
es de alucinación ó fantasía, veríamos que ha nacido en
regiones de poderosa fecundidad y se ha ido propagando
luego á las menos fecundas, por ser fenómeno conocido
de que toda alucinación se transmite por la fuerza de su
gestión y pasa de un individuo á otro, de un grupo á
otro grupo, aunque sean de temperamento desigual.
Los cochabambinos tienen la virtud de ser económi
cos y guardosos, llegando á veces á privarse como los
paceños, pero por causa distinta de lo necesario por
no incurrir en lo superfluo. Sus ideas respecto de la
moral y del deber son rígidas. Bajo este aspecto, la mu
jer presenta caracteres dignos de estudio. Por lo gene
ral, la mujer cochabambina, de elevada ó baja alcur
nia, es tímida, modesta, apocada; pero buena, honrada,
y fiel sobre todo. Como esposa, es excelente; como
madre, ejemplar en relación á la moral predominante
allí. Participa con el hombre de ese amor ciego á la pa
tria, y este sentimiento lo sobrepone á cualquier otro,
hasta al de la maternidad, cosa rara en las mujeres de
hoy día. En religión es fanática exaltada, y allí, más que
en ningún otro pueblo, se observa ese fenómeno de la
intemperancia religiosa, pero bajo su aspecto irritable.
Las masas, enteramente devotas, no consienten ni acep
tan ninguna creencia fuera de la suya: adoran sus dog
mas con enérgico apasionamiento, y les parece que
consintiendo la exteriorización de otros, ofenderían gra
vemente su divinidad. Son fáciles á exaltarse enfrente
de los disidentes y los indiferentes. Aun las elevadas
clases sociales son intolerantes. La primera virtud allá
es ser creyente incondicional y fiel cumplidor de las
prácticas religiosas; y esto, común en todos los pueblos
de Bolivia, en Cochabamba es más violento y más ce
rrado. A nadie se permite la irreverencia y menos la
irreligión, tomando esta palabra no en el hermoso sen
tido de Guyau. El dogma no acepta discusión alguna;
hay que creer y profesar, única manera de valer y
ps1cología regional 77

tener alguna representación. De lo contrario, expónese


uno á sufrir vejámenes de las clases bajas siempre irri
tables, cuando de sus creencias se trata. Esta manera
de concebir y practicar la religión se puso en evidencia |
hace poco. En noviembre de 1906 encendióse una ho- 1 /x^v^.
güera en una plaza de la capital, para consumar un [ p-¡ .'

auto de fe con un protestante que se había atrevido á


pregonar sus doctrinas en una casa particular y no I

siquiera en reunión pública, siendo de advertir que los I


'
/£, /
materiales para alimentar la hoguera fueron los libros
santos y los muebles del evangelista. Tuvo que inter
venir la tropa para evitar la consumación del. auto inqui
sitorial, aunque sin poder impedir que fuesen cruel
mente lapidados los impíos.
Dada su población, tiene, Cochabamba, el mérito
(allí se dice la gloria) de poseer menor número de
analfabetos. Su universidad es la más concurrida y es
casi general una especie de semicultura; pero la difusión
de ésta, si bien provechosa á las clases inferiores aun
no conscientes, produce efectos desastrosos en las de
alta categoría. Casi todos se creen /nacidos exclusiva
mente para realizar grandes hechos y mejorar de inme
diato el país llevando el concurso de su talento á las
cámaras, ó si no, prestando eficaz cooperación al Es
tado en el desempeño de alguna de sus funciones. A
esta primordial idea responde la preparación intelectual
de los jóvenes cuya especialidad consiste en el aprendi
zaje casi memorial de las disposiciones de los códigos.
Esto los acostumbra á sentar principios que tienen para
ellos la fuerza de una ley y son, por lo tanto, incontrover
tibles, inconmovibles, casi eternos: hablan siempre con
absoluta seguridad de lo que dicen y muy convencidos
de su superioridad sobre el oyente ó adversario. Con
cluyen por obtener la razón por un fenómeno de suges-
tionabilidad... Esta cultura de códigos y disposiciones le
gistas secundarias, va acompañada del conocimiento su
perficial de la historia y son aficionados á evocar épocas
remotas, citar nombres de héroes griegos ó romanos y
78 CAPÍTULO TERCERO

narrar con sus detalles los culminantes episodios de la


revolución francesa, de esa que nos legó libertad, igual
dad, fraternidad... No descuidan, por supuesto, la histo
ria patria. Si no extensa, es rica en acontecimientos dra
máticos, pero sobre todo, trágicos. Estudian de ella sus
hechos más culminantes, é indefectiblemente la parte
política, el número de convenciones y congresos habi
dos, y esto es lo esencial, porque ya se ha dicho no
hay joven que crea que no ha nacido para diputado...
En el desarrollo mental de todo cochabambino se
puede observar la gradación que en el niño señala Lla
nas Aguilaniedo en su hermosa Alma contemporánea;
pero cuando ese terreno así abonado, da buen fruto, lo da
hermoso y único, pues parece que, cansado de producir
medianías, quisiera hacer gala de su potencia de produc
ción, y lo consigue porque su producto es superior.
Algo simpático y característico de esa región es
un sentimiento de solidaridad vivo y profundo. Esto
depende de que el cochabambino, como el quechua, es
apegado á su terruño, cariñoso de él. Además, en Co
chabamba, por su situación aislada, poco cambian las
costumbres y no se renuevan casi nunca. Los hombres
crecen y desarrollan bajo una modalidad uniforme,
y para ellos es casi un crimen romper, de hecho, con lo
tradicional, porque sería arrancar de cuajo todo ese
tesoro afectivo innato en el corazón del que vive la
vida estancada de las poblaciones poco activas. Y se
llega á sentir no sólo cariño sino pasión por sus pecu
liaridades, y se exalta lo que es producto genuino del
medio, aun no valiendo gran cosa... Así, el cochabam
bino no concibe otro cielo mejor, otro clima más bon
dadoso, otros aires más puros que el cielo, el clima
y los aires de Cochabamba. Todo lo relaciona con su
país. Si en una reunión social se habla, por ejemplo,
de los grandes hechos ó acontecimientos históricos de
la humanidad y hay alguien de esa región, inmediata
mente salta con su invariable, eterno: En Cochabamba...
y narra un hecho, una historia, una anécdota, algo, en
ps1cología regional
79

fin, que haga ver y palpar la relación que cree él que


existe, entre lo que se trata y lo que él refiere. A los
hombres de algún valer que produce el suelo, se les
exalta con perfecta sinceridad. ¡Ss cockabambinol
dicen con orgullo; y con ello quieren expresar que es
único. Si algo hacen ó producen esos hombres, lo clasi
fican de estupendo, sin admitir comparación alguna. Es
un amor excepcionalmente exagerado, curioso y no es
burla lo que por ahí se cuenta de los naturales de cierta
categoría de este pueblo, que al preguntárseles su na
cionalidad, responden con toda llaneza y circunspección
que son cochabambinos, sin querer aceptar ninguna otra
determinación.
A pesar de semejante extensión de visualidad, ó
más bien, de este delirio de grandezas vicio nacional,
casi nunca mienten y son circunspectoSj. serios y muy
morales. Un adulterio allí es mancha imborrable, crimen
odioso, horrendo, y una mujer puede intentarlo todo,
menos faltar á sus deberes conyugales (esta es cualidad
de la mujer boliviana). En Cochabamba al que se sui
cida lo entierran en suelo no bendecido, y si no execran
sus despojos es que les infunde temor un muerto más
que la muerte misma.
Resumen:
Cochabamba es pueblo esencialmente mediterráneo:
procede de la raza quechua, raza soñadora, tímida, pro
fundamente moral, poco ó nada emprendedora, y son
muchas de sus costumbres, ya cristalizadas, que apare
'
cen en la formación de este pueblo pródigo en expan-
siones generosas.

IV. Estos son los dos pueblos que podrían carac


terizar las tendencias opuestas, en cierto modo, del alma
nacional, en sus principales y más características impul
siones. Los otros, con más ó menos variación, partici
pan de los mismos caracteres. Así, por ejemplo, los
chuquisaqueños son orgullosos y altivos. Son como
los castellanos. En Sucre, más que en ningún otro pue
8o CAPÍTULO TERCERO

blo, se rinde fervoroso culto á la idea de aristocracia:


sus potentados invierten regulares sumas en procurarse
títulos de alta nobleza, y hay condes, marqueses y hasta
príncipes. Por lo mismo, existe un afán loable de enno
blecer todo lo que es aparente, y esto lo han conseguido
hasta cierto punto, pues siendo Sucre la ciudad en que
tienen su residencia los acaudalados de Bolivia, vese
un movimiento simpático y seductor, y bien que ha
perdido, entre los otros pueblos, su prestigio de cuando
era considerada como la Atenas de Sudamérica y se de
cía la culta y erudita Charcas, aun ostenta sus títulos
y aspira, justamente, á la supremacía del talento y de
la distinción. Esta casi es general allí. Las mujeres,
por lo común bellas, hacen gala de una delicadeza de
espíritu envidiable. Acaso el defecto principal de los
chuquisaquefios consista en esa su pasión desmedida
del terruño, inspiradora de malos propósitos; siendo in
discutible que son, en Bolivia, los que mayor gusto
artístico atesoran, y éste salta, no en su vida aparente,
sino en sus gustos, maneras y conversaciones.
Los acaudalados chuquisaquefios casi todos han
viajado por Europa con sus familias. Hablan dos ó tres
idiomas fuera del suyo, conocen hábitos de confort y
lujo, que ellos exageran, acaso por creerlos de mejor
tono, y muchos hacen llevar su ropa de París ó Londres.
Un joven chuquisaqueño sabe cuándo está bien hecha
la raya de su pantalón, y para él es cosa grave y tras
cendental el saber partir en dos, matemáticamente,
su cabellera. Todas las tardes, por los prados, plazas y
avenidas de la capital, ruedan soberbios trenes condu
cidos por lacayos de alta librea, y es un contraste que
no deja de sorprender agradablemente el encontrar
dentro de un cuadro tosco y casi primitivo, en el cora
zón abrupto y frondoso de los Andes, la representación
genuina de una cultura externa propia de pueblos de
este mundo ya enfermo por exceso de civilización, en
tanto que el resto permanece en el mismo nivel casi
de los demás pueblos de Bolivia.

"V
PSICOLOGIA REGIONAL 81

En Tarija se conservan, invariables, las costumbres


de la España fantásticamente descritas por Teófilo Gau-
tier. Allí la población es blanca, airosa y habla el cas
tellano con poca mezcla de dialectos. Como en toda
población muy reducida, la vida es esencialmente sim
ple; casi patriarcal. Sus habitantes viven vida tranquila,
apacible, dulce: son piadosos, caritativos y obsequiosos
con el extranjero. Sus mujeres, como en Andalucía, son
hermosas. Jardín boliviano se llama á Tarija, y no sin
razón. Jardín de mujeres bellas, aunque de espíritu dor
mido.
La bondad del clima, la exuberancia de los dilata
dos bosques, la singular belleza del paisaje, imprimen
en el alma de los tarijeños una vaga, discreta melanco
lía. De noche, al claror de la luna que riela en un cielo
limpísimo, en la perfumada exhalación de sus bosques
casi inexplorados, junto á los hogares, se cantan ronda
llas y se narran tradiciones. Los hijos del pueblo llevan
innato en el corazón el sentimiento de la poesía, y casi
todos tienen inspiración para sus cantares evocadores
de pasiones fuertes: el amor, el odio, los celos, el olvido,
la muerte (1).

(i) A
propósito de los cantares estilados en toda esa región
de uniforme carácter físico, véase la meritísima obra de Ricardo
Rojas, Elpaís de la Selva, donde el poeta ha recogido varios,
tomándolos en el país mismo de su origen, que es, bajo todo sen
tido, prolongación del que venimos haciendo mención. Como
bien dice Rojas, «esas poesías nacen de analfabetos sin instruc
ción alguna y valen como expresión del alma colectiva ó de pro
fundas pasiones individuales».
Para mejor comprobar las aserciones hechas respecto de las
inclinaciones de esa alma, escribimos á varios del lugar para que
nos enviaran algunos cantares; pero ninguno tuvo- la cortesía de
contestarnos, y el que lo hizo, fué para asegurar que sus tareas
de legislador le quitaban todo tiempo... Insertamos el siguiente, to
mado dela Revista de Derecho de Buenos Aires y natural de Tarija:
Si este novillo me mata,
no me entierren en sagrado;
entiérrenme en campo verde
donde no pase ganado.
6
82 CAPÍTULO TERCERO

Algunas veces los odios y aversiones políticas in


troducen malestar en el seno de esas sociedades apaci
bles; pero es temperado por el vínculo de sangre que
las une, porque casi todas las familias están ligadas por
lazos si no de parentesco familiar, por lo menos espiri
tual, y viene á ser ese malestar como piedra arrojada
á un estanque de aguas dormidas: se agitan un mo
mento, pero luego se calman.
Santa Cruz de la Sierra y el Beni, son pueblos agri
cultores y comerciales. Trafican en cauchú, que es ne
gocio lucrativo, y sólo se interesan por todo lo concer
niente á su prosperidad personal.
El cruceño es malicioso y perspicaz, bajo su aparien
cia de buen y tímido burgués; ocurrente, ágil de pensa
miento, pero de maneras pesadas, acaso indolentes. El
beniano participa de los mismos caracteres, si bien es
algo más interesado.
Oruro y Potosí son pueblos mineros y, por lo tanto,
laboriosos.
Oruro, pueblo más práctico y más liberal que los
otros, hecho más al roce de los extranjeros que al de
los naturales, no ignora el fin eminentemente práctico
que imponen las modernas condiciones de vida y trabaja
para conseguirlo. Un poco escéptico, escepticismo que
ha alcanzado por esa misma comprensión de la existen
cia, se aisla algo desdeñosamente de los intereses que
apasionan á los otros pueblos, y es su divisa el aforismo
yanki: el tiempo es oro. Por eso el orurefto es tolerante.
Fué el primero en conocer las inmensas ventajas que
traen los rieles, y no ignora lo que es la concurrencia.
Para no verse vencido por el inmigrante, el intruso,
tuvo que redoblar sus esfuerzos, aprender á trabajar. Y
hoy es un buen obrero.
Rudos, altivos y déspotas son los potosinos. Es el
género de trabajo que los hace así. Están acostumbra
dos desde hace siglos á cavar las entrañas de la tierra
y sacar su pan del fondo de las minas. Conservan el
orgullo que les legaron los españoles en esos tiempos
PSICOLOGÍA REGIONAL 83

en que la fabulosa riqueza del cerro atraía las miradas


del mundo entero y era la Real Villa de Potosí, asiento
preferido de las familias con títulos que iban á estable
cerse en la virgen América y á explotarla en todo sen
tido. Es, por esto, la ciudad de más recuerdos y tradi
ciones, los cuales han encontrado experto evocador en
don Julio Lucas Jaimes. El elemento indígena, empero,
va invadiendo todas las esferas sociales, y por lo mis
mo, se nota cierta flojedad y decadencia en esas cuali
dades. La laboración permanente del subsuelo, una
vida fatigosa y ruda de minero, ha usado sus músculos
y agotado sus energías. Además, el alcohol ha hecho el
resto. Hoy el potosino ha decaído mucho, y sufrido la
población serios y profundos estragos.
«El censo levantado en 1611 dice Vicente Que-
sada por el presidente de Chuquisaca Bejarano, en cum
plimiento de una orden del Marqués de Montes-Claros,
dió 114,000 almas en esta forma: 65,000 indios (inclu
sos 5,000 de la mitad del cerro) de ambos sexos y todas
edades; 4,000 forasteros de España; 3,000 españoles
nacidos en Potosí; 35,000 criollos y 6,000 negros y mu
latos. Don Francisco de Nestares Marín empadronó la
población en 1650 y resultaron 160,000 habitantes. (En
1825 tenía Potosí sólo ¡8,000!) (1).»
Hoy cuenta con 20,910 habitantes, pero no se nota
el mismo desarrollo alcanzado por otras poblaciones,
y como la de Oruro está sujeta á las contingencias
de su suelo, rico en metales, siendo la conformación,
aspecto y uniformidad de éste, lo que determina esas
similitudes de carácter particulares en el potosino y
orureño. He aquí cómo describe ese suelo un viajero:
«... Por cualquier lado que se pasee la mirada desde
lo alto del Potosí (Haiun Potocchi), los ojos no descu
bren sino tristes rocas negras, escarpadas, coronadas
de peñascos. Diríase un ejército de volcanes heridos de
muerte y de inmovilidad. Los planos que los separan

(1) Vicente Quesada. Crónicas fiotosmas, vol. 1.°

.-
84 CAPÍTULO TERCERO

no son sino piedra y arena. Por todas partes reina la


esterilidad más absoluta. Ninguna vegetación, ningún
combustible que pueda servir para calentar al pobre
indio casi desnudo y al transido europeo, envuelto en
su abrigo bajo el sol de los trópicos. Se hace cocer los
alimentos con la bosta de las llamas, que son bestias
de carga y las cuales van á buscar lejos su alimento.
Hay que restringir sus necesidades, pues no se está
allí sino de paso. Pero el pobre indio vive y muere en
el cerro, muere sobre todo, muere sin haber visto un
árbol, una planta, sin haber saboreado un fruto, sin
haber conocido una sonrisa de la naturaleza, ni haber
visto sobre la tierra más tesoros que plata y pie
dras... (1)»

V. La vida
física y moral en todas esas poblacio
nes y ciudades es, consiguientemente, monótona, tirada
á raya. Priva en ellas una moral surgida, puede decirse,
de la uniformidad de costumbres. Hay ligación sólida
entre los habitantes, cuyas pasiones son las mismas é
idéntica su intelectualidad. Esa vida material sin varia
ciones ni contrastes, repitiendo siempre los mismos he
chos, reglando por calendario los días, fechas y horas de
las expansiones y diversiones, concluye por aplastar la
imaginación y secar el espíritu. Se forma en las pobla
ciones una atmósfera de mentalidad ínfima: todo yace
sometido al análisis. No hay acto que no caiga bajo el
dominio colectivo. La vida privada es objeto de la aten
ción general: cada uno se hace testigo y juez de su ve
cino. La murmuración y la difamación son armas natu
rales de combate. Nadie se libra de indiscreciones; y
quien quiera obrar independientemente de los demás,
promueve enérgico movimiento de protesta y lucha.
En todas las poblaciones de Bolivia, y en unas más que
otras, se observa esa tendencia de oprimir al individuo,
hacer pesar sobre él todo el modo de ser de la ciudad;

(i) Villanrus, Corresfiondant, 25 janvier 1876.


PSICOLOGÍA REGIONAL 85

y no hay uno sólo que no sea catalogado, injertado en


las pequeñas divisiones formadas por intereses ó por
conveniencias de grupos que se dicen partidos. El rango
es idea predominante en las poblaciones. Divídese el
elemento étnico de manera categórica y absoluta hasta
el punto de que, entre las diversas categorías, no haya
confusión posible. Aun en las distracciones calendari-
les hay diferencias: unas fiestas son para los cholos é
indios y otras para los decentes, y redúcense las fiestas,
por lo general, á paseos diurnos y nocturnos en prados
y plazas donde las gentes se aglomeran y, lentamente,
con paso perezoso y triste, van rodando de una acera á
otra en incesante afán de lucir la confección de un som
brero ó el buen corte de un vestido, si no para narrarse,
por la centésima vez, el escándalo de la semana, y en
tanto que una banda militar sopla incansable en sus
cobres tristes...
Todo yace inanimado y muerto en esas poblacio
nes. No hay arte, ni comercio, ni industria, ni nada.
Si algo puede dar idea de la vida en ellas, es un estan
que. Sobre las aguas inmóviles y podridas, sólo se agita
una clase de bichos con zumbido monótono é incansa-\,
ble: los políticos. Los moradores sólo se preocupan de
halagarlos y de enconar entre ellos su desmedido amor
propio, basado en la calidad de sus campanarios, por
los que sienten adoración fanática.
Este amor á la ciudad una de las fórmulas del pa
triotismo toma caracteres curiosos. Es un amor exage
rado, ilimitado. Se le defiende con energía, con fe. Cada
individuo pone su orgullo en ser vecino de una ciudad,
y no permite que nadie amengüe las ventajas de ésta y
menos se burle de sus glorias, que son muchas. Consér-
vanse los anales ciudadanos, su prestigio, con más fer
vor y más vehemencia que la de esos aldeanos pintados
por Ibsen en Un enemigo del pueblo. Para los paceños,
en un pueblecillo de la proximidad fué fundado nada
menos que el Paraíso Terrenal: así, por lo menos, trata
de probarlo un escritor en un libro de muchas y bien
86 CAPÍTULO TERCERO

nutridas páginas; Cochabamba se vanagloria de poseer


los mejores paisajes y los más sabrosos frutos; Potosí
no cambia el renombre de su cerro por ningún oro del
mundo; Sucre es y será la culta Atenas, etc., etc.
El espíritu de la pequeña ciudad, que dice un soció
logo moderno, despiértase allí feroz é intransigente.
Quien no proclame la absoluta superioridad de una ciu
dad, de una aldea, concítase odios tremendos, insacia
bles; y el que cometa la imprudencia de expresarse
airadamente contra una población, atrae sobre sí la ira
en masa de la población ofendida. Allí el amor propio
colectivo es en extremo excitable y llega á aberraciones
curiosas. Conócese individuos que habiéndose expresado
mal de una ciudad, encontrándose de paso en ella, tu
vieron que vivir aislados y sufriendo toda clase de im
pertinencias y no de gentes de la clase media. Una vez,
en pleno teatro, fué atacado á puñadas un individuo por
haber dicho algo deprimente contra la ciudad en que se
encontraba de paso; otra, un desgraciado tuvo que fu
garse por haber impuesto material castigo á uno que
le provocó en un establecimiento público, siendo de
advertir que las autoridades locales y los funcionarios
de alta categoría pronúncianse contra el intruso que
se atreve á criticar las inmarcesibles glorias de un cam
panario. Allí sí que no arraigaría jamás un Dr. Stock-
mann, y de conseguirlo no alcanzaría, ni en bromas, á
pronunciar provocativo discurso en una sala de reunión
pública, ni menos á reunir en colección las piedras arro
jadas por la indignación popular, porque, en la sala
misma, sería muerto á coces, mordido, arrastrado...
En este amor intransigente del terruño, salta, ante
todo, el espíritu tartarinesco (1). Elévase la ciudad, me-

(i) Digo tartarinesco en lugar de quijotesco ó camperiano,


que sería mejor, no porque Bunge ya lo haya notado, sino por
que en la Geografía Nacional, documento oficial publicado en
el año 1905, díjose que el carácter francés «se acerca más al
modo de ser de los bolivianos».
PSICOLOGÍA REGIONAL 87

diante un impulso imaginativo común á la colectividad,


á alturas inconmensurables, desmedidas. Cada ciuda
dano está firmemente convencido de que su ciudad es
la mejor y más perfecta, si no en obras artificiales, por lo
menos en dones naturales, y su concepto crece á medida
que no se nota en ella un activo movimiento intelectual
y comercial.
Las manifestaciones de este estado de espíritu, son
curiosas.
Al mediar el año 1905, un político del partido liberal,
pero valiente campeón del conservan tismo religioso (¡!),
en su calidad de munícipe inspector de Instrucción, pre
sentó un proyecto de Exposición Universal que se inau
guraría el 16 de julio del año 1909 en la ciudad de La
Paz. En dicho proyecto, publicado con preferencia en
varios periódicos locales, añadía el proyectista ó inicia
dor que podía votarse un presupuesto anual de 30,000
bolivianos para sufragar los gastos de esa exposición...
El proyecto, naturalmente, fué tomado en considera
ción y, es de suponerse, ampliamente discutido, pues
algún tiempo adelante un periódico de la localidad,
el más leído, dió la siguiente noticia:
«La Exposición de 1909. El Concejo Municipal
de La Paz, que tiene resuelto conmemorar debidamente
el primer centenario del 1 6 de julio de 1 809, con diver
sas obras de utilidad pública y entre ellas una Exposi
ción Universal, ha conferido autorización á su Presidente
para que gestione la adquisición de 15,000 metros cua
dradas de terreno en el valle de Miraflores, lugar más
apropiado para el trabajo del palacio de la referida Ex
posición, que después quedará con carácter permanente
en esta ciudad (1).»
Noticias así, con ser extraordinarias, no faltan. Se
mejante disloque imaginativo, no sólo es común á las
clases corderiles, que diría Nietzsche refiriéndose á
las de la mayoría, sino que, al contrario, nace de las

(1) El Comercio de Bohvia. Abril 3 de 1906.


88 CAPÍTULO TERCERO

que forman la élite... Un periodista, refiriéndose á la


ciudad en donde ha de realizarse la Exposición, dice
de ella que es «nueva colmena de la actividad humana,
como fueron Menfis, Babilonia, Grecia, Roma; como son
Londres, Nueva York, París, Buenos Aires»; y otro inte-,
lectual (¡oh, los intelectuales!), refiriéndose á la perspec
tiva que ofrece la misma ciudad, asegura: «nada es
igual», vista desde la cumbre de los cerros desnudos
que la rodean, «ni el golfo de Nápoles», ni «los paisa
jes de Constantinopla», ni los de «la Suiza grandiosa y
risueña», ni «la espléndida bahía de Río Janeiro» (1).
Necesariamente, este amor á la ciudad no excluye el
otro, el de la patria, sino que lo aumenta y lo deforma.
El concepto de patria llega á alcanzar dimensiones pro
digiosas, pero bajo un aspecto singular. Créese, sincera
mente, que el país encarna la suma de perfecciones
institucionales y nadie duda de su extraordinario pro
greso. Esta idea es propagada ante todo, por los políti
cos de alta talla y por los gobernantes. Consultándose
los documentos oficiales, se ve que están impregnados
de esa idea de grande. No hay discurso de político en
que no se consigne eso de: «el porvenir grande, prós
pero, feliz de la patria». Ochenta años ha que se viene
repitiendo los mismos conceptos, en el mismo tono de
convicción por todos los que se imponen, y ha llegado
á impregnarse de tal manera en el espíritu público, que
el nombre de la patria se toma como sinónimo de gran
deza, y por esto se hace curioso seguir el proceso psico
lógico por que pasa quien sale de las fronteras del>país.
Al principio, caldeada la mente con visiones de
prodigiosa fecundidad, sólo la visión de la patria ocupa
la retina. Se recuerdan las afecciones y comodidades
que allí se gozan, los hábitos y costumbres que se
dejan; pero, á pesar de todo, en las poblaciones más
humildes de otros países, no deja de chocarnos esa
viveza de espíritu, ese movimiento febril, esa agitación

(i) El Comercio de Bohvta. Junio 22 de 1906.


PSICOLOGÍA REGIONAL 89

permanente y fatigosa de la busca de dinero. Nosotros,


por temperamento, somos tímidos, medrosos, parcos; y
encontramos seres aguerridos, fuertes, activos, ambicio
sos, locuaces, alegres y, sobre todo, emprendedores,
negociadores, vividores, en una palabra. Hechos ya
á la quietud y mediocridad de nuestros campana
rios, todo lo que en ellos no se ve y hay poco que
verse sorprende nuestro espíritu: la vista de los trenes,
vapores, tranvías, monumentos, ofrécenos múltiples
sensaciones. Ahora vivimos en continuo sobresalto:
nos han educado en el prejuicio de que, fuera del país,
no existe sino la explotación más franca, el desenfreno
más absoluto. La desorientación es estado natural de
nuestras andanzas. Salimos de la patria grande, feliz y
próspera, en disposición parecida á la del ocurrente
corresponsal de un periódico de Cochabamba quien en
el mismo país encontraba, fuera de su terruño, cosas á
que no estaba acostumbrado y le sorprendían, por con
siguiente (1).
Todo lo de aspecto pomposo, sinuoso, festoneado,
enguirnaldado, bonito, fácil de comprender, nos seduce
y entusiasma. En arquitectura, lo rococo; en música, la
melodía sentimental; en pintura, los paisajes ó escenas
de caza ó guerra, si no el desnudo; en escultura, de igual
modo el desnudo, pero no el clásico, sereno y púdico.
La simplicidad de rasgos ó de líneas, jamás nos dice
nada. En medio de esta civilización europea, permanece
mos impasibles por falta de comprensión, y sólo sen
timos entusiasmo por esas brillantes exterioridades que
se ofrecen á la sensualidad y son comprensibles sólo en
su grosera apariencia, y aun esto por poco tiempo, pues
despierta en nosotros el espíritu tartarinesco y... ¡adiós
entusiasmo! ¡adiós admiración! permanecemos irreduc
tibles, firmemente convencidos de que por acá podrá
haber todo, menos un cielo como aquel, un aire tan
puro, ni bosques tan frondosos, ni aves tan pintadas, ni

(1) El Heralao. Enero 25 de 1908.


90 CAPITULO TERCERO

ríos tan caudalosos, ni montañas tan elevadas. Y, de


lante los escépticos europeos, hablamos de esto, que no
es hechura de hombre, con entusiasmo, con gozo, con
fruición, sin recordar que, al decir del estupendo poeta
Lugones, «á la educación europea hace falta un poco
más de geografía» y aquello, eso tan grande, tan in
comparable, tan superior, no es conocido de nadie, lo
cual no deja de sorprendernos y llegamos á experimen
tar gran y soberano desprecio por la ignorancia geo
gráfica de estas gentes instruídas; pero poco á poco
vemos que es compacta la masa de ignorantes, que los
estúpidos son legión y, un si es no es contritos, nos
preguntamos si los ignorantes y visionarios no somos
nosotros; y al convencernos que es así, trabajamos enér
gicamente por librarnos de esa modalidad hasta caer
en el extremo de renegar de la patria, lo cual no deja
de acusar cierta falta de seso, pues los males que sufre
obedecen á muchas causas, son el producto de múlti
ples factores, factores y causas que no hay que olvidar
si se quiere ser equitable.
CAPÍTULO IV
El carácter nacional

I. Carácter nacional y sus particularidades. Odio regional y sus


causas. Odio de campanarios. Odio de castas. II. Empleo
manía: sus efectos. No hay ricos en Bolivia. Pereza. Deca
dencia de las industrias. III. Ausencia del sentido moral.
Envidia. Tristeza.

I. Estos son los principales rasgos característicos


de cada uno de los pueblos de Bolivia; pero hay otros
comunes al conjunto, de igual modo peculiares á los de
más pueblos de la América latina, y cuyo análisis ha
sido perfectamente hecho por Bunge, el diestro psicó
logo, en su excelente obra Nuestra América, y á la que
es preciso recurrir si se quiere conocer y comprender
las variaciones de ese carácter tornadizo y de manifes
taciones algo incoherentes.
Bunge ha sostenido con fundamento, aunque no
suficientemente comprobado, siendo fácil hacerlo, que
la manera de ser de los pueblos hispanoamericanos,
difiere según la cantidad y calidad de sangre indígena
predominante en cada uno de ellos.
Bolivia lo hemos visto por condiciones especia
les de situación geográfica y por haber sido el molde
en que se forjaron las civilizaciones quechua y aymara,
hoy casi extintas á pesar de la supervivencia de las ra
zas que las impulsaron á nacer, no ha recibido gran
contingencia de sangre europea, y por eso en sus mani
festaciones se echa de ver cierta anormalidad no del
todo común á los pueblos de igual estirpe y mismo abo
92 CAPITULO CUARTO

lengo, razón por la que será necesario determinar rápi


damente las particularidades del carácter nacional ya
en germen y, en ocasiones, hasta insistir sobre lo ano
tado por Bunge, forzoso é indispensable, puesto que
examinamos un mismo fenómeno colectivo, pero bajo
diversos puntos de vista.
Ante todo, lo que salta vigorosa y visiblemente allá,
y esto por esas diferencias étnicas señaladas y el aleja
miento en que viven las poblaciones unas de otras, es
cierto espíritu de intolerabilidad que dice Guyau y
el cual, según los acontecimientos políticos que se repi
ten y el grado de desarrollo alcanzado por los diversos
centros regionales, degenera en odio franco y decidido,
hasta el punto de establecerse como regla general,
que, en el día, el odio es pasión dominante no sólo
entre pueblos sometidos á opuestas corrientes meteoro
lógicas y de composición étnica contraria, sino entre
regiones de una misma circunscripción y grupos aisla
dos de ella, y, lo que es más curioso, aun entre los miem
bros y grupos regionales y familiares.
El odio de regiones nace de la preponderancia abso
luta que quieren ejercer unas sobre otras, y en él entran
diferencias ancestrales: resurgen los viejos rencores que
traían en porfiada lucha los pueblos aymara y quechua.
Las regiones del Norte y Sud de la República viven
en perpetuo antagonismo y buscan como pretexto,
para mejor caracterizarlo, el progreso exterior que se
manifiesta en la animación de las calles de sus capitales
ó en la fachada de sus monumentos. Quiérese que el
artificio sea única causa de adelanto material y moral,
y las ciudades aspiran, cual si esto fuera posible, al
canzar de hecho, en tiempo determinado, igual desarro
llo é idéntica conformación. La eterna cuestión de la
capitalía de la República, pareciendo jurídicamente re
suelta, prácticamente no está ni aun planteada, y esto
origina ese fermento quisquilloso que trae agitada la
vida del país y pone en juego todas las energías so
brantes desbordadas en ímpetu incontenible.
EL CARÁCTER NACIONAL 93

Como en España, también allí luchan dos corrientes


contrarias, y el odio regional nace no tanto por cuestio
nes de temperamento como porque entraña intereses
económicos, los cuales enconan las pasiones hasta un
último grado. Las ciudades, como organismos con fun
ciones propias, tienden á un mayor desarrollo depen
diente, por lo general, de pequeñas causas permanentes
ó de constante repetición, y como éstas, según el cri
terio dominante allí, se cree emanadas de los poderes
públicos, se lucha por retenerlo dentro de circunscrip
ciones determinadas y olvidan que una población no es
creación meramente artificial y su progreso no depende
de causas ocasionales tales como la permanencia más
ó menos larga de un cuerpo colegiado, sino (¡esto es
elemental, Dios mío!) de su posición, de sus fáciles
medios de transporte, del espíritu de la raza. Sentir
odio contra una ciudad sólo porque tenga mejores calles
y monumentos y sea más activo su comercio y más rica
su comuna, no deja de ser ingenuidad lamentable; y es
anomalía pretender que una región laboriosa detenga
su movimiento ascendente para esperar que las otras,
inactivas ó no bien favorecidas en su medio físico, se
pongan á su nivel.
Aparte de esto, las poblaciones modernas responden
á necesidades de todo orden y ya no las fundan los con
quistadores, sino los colonizadores. Las de Bolivia todas
son fundadas por los primeros. Cada una simboliza un
hecho de armas, una victoria, un desastre ó el hallazgo
de una mina. Cuestión del momento. Nuestros antiguos
dominadores no tuvieron en cuenta allá, en la parte es
carpada del Imperio Incásico, la situación favorable, el
terreno, el clima, ni otros factores necesarios á la im
plantación de una ciudad. Aquí se ganó una batalla á
los rebeldes, ó aquí hay señales de oro, y aquí se funda
una ciudad r-decían; y echaban los cimientos de las
poblaciones, fiebrosamente, seducidos de antemano por
el renombre ó la fortuna. Casi todas nuestras ciudades
están hechas bajo la intención, al parecer, de que duren
94 CAPITULO CUARTO

un instante, el preciso para explotar la riqueza de sus


contornos é inmediaciones y presentan hoy día extraño
aspecto, el primitivo, pues los moradores, indolentes,
perezosos, tampoco se preocuparon de cambiarlo. Y
hay calles más angostas que las de Sevilla ó Córdoba,
más sinuosas que las de Toledo, y por las cuales se
hace difícil el tráfico, no respondiendo á las exigencias
de la nueva civilización...
De entre las poblaciones actuales quizás no haya
una sola capaz de servir de capital, porque ninguna res
ponde á los fines ya indicados. Si es posible y esta
idea es cara á los geniales Saavedra y Bustamante
hay que fundar una ciudad exclusivamente para este
objeto, á orillas de un río ó lago navegables, en frente
de horizontes vastos y... así sofocar ese odio adormece
dor que nos separa, porque de otra manera siempre
habrá fermento quisquilloso y será causa de que se
acentúen esas diferencias de aspirabilidad que no pue
den producir sino la desorganización, pues muchas
veces para los pueblos la falta de cohesión implica
falta de energía, condición indispensable para empren
der cualesquiera labores.
Este odio regional degenera en odio de campanario
por las mismas razones que el primero: porque un po
blacho, una aldea, un caserío, adquiere más desarrollo
que otro. En los pequeños pueblecillos origina eternas
contiendas. Un diputado, v. gr., consigue del Congreso,
para su comuna, flaco beneficio, y ya la comuna vecina
pide se la favorezca con otro equivalente, so pena de
promover graves disturbios. Se instala en la plaza de un
pueblo una pila ó una campana en la desmoronada
torre de la iglesia, y el pueblo vecino se esfuerza en su
perar eso que considera gran progreso, y se levantan
no sólo susceptibilidades quisquillosas, sino rencores
profundos, muchas veces sellados con sangre... ¡Igual
en el odio regional! En una ciudad se construye un
edificio público, una oficina, un teatro, un camino, y ya
las otras ciudades aspiran á lo mismo; pero siempre,
EL CARÁCTER NACIONAL 95

y esto lo esencial, con la ayuda del Estado. Es él


es
quien debe construir, idear, dar ejemplo de iniciativa
y labor.

El odio de castas es distinto y arranca desde la con


quista. El conquistador, al despojar de lo suyo al indio,
creyó que no sólo podía disponer de sus bienes y tierras,
sino, y especialmente, de su persona. Y la poseyó, en
efecto; poseyó sus mujeres, y de semejante brutal con
tacto, provocado no por el amor que anima al germen
de bellas cualidades, sino por necesidades orgánicas in
contenibles, ha nacido la casta híbrida, cuya psicología
he intentado esbozar.
Del blanco tiene esa arrogancia despótica en frente
del que considera su inferior, y, como el indio, es sumiso,
humilde y servil, aunque nada bondadoso, delante del
superior. Es partidario de lo faustuoso, de lo pomposo,
de los colores chillones, de todo lo que brilla, truena ó
aturde. Perverso, vengativo, no sabe equilibrar sus pa
siones y odia todo lo que es superior ó no se somete á
sus planes y designios. Ejemplos: Daza, Melgarejo.
Esta pasión, en él, excluye á las otras.
Odia todo lo que sobresale ó se caracteriza por algún
mérito, siendo terrible como enemigo.
El blanco en sus aborrecimientos es más noble.
Cuando el cholo ha recibido una ofensa, aspira con
vehemencia á la venganza. Diestro en disimular sus mal
querencias, lo es más en fraguar medios de represalia,
dando preferencia á esos que hieren el orgullo y la sus
ceptibilidad, y experimenta singular fruición en poner
al descubierto las debilidades de la humana flaqueza,
aquellas que se esconden tímida y ruborosamente, acaso
porque mostrarlas es provocar la conmiseración despre
ciativa de las gentes. Si no puede tomar debida ven
ganza del que odia por no descubrir en él puntos vul
nerables, entonces acumula en su cuenta las faltas de
sus antepasados y se las echa en cara brutalmente,
olvidando que dentro la humana vulnerabilidad, no hay
96 CAPÍTULO CUARTO

grupo social ni familiar, aun de reducidas proporcio


nes, que no lleve tras sí una acción fea, ó una desgracia
por lo menos.
Esta es característica de grupos y seres bárbaros.
Dice al respecto M. Bagehot:
«Ningún bárbaro puede resignarse á ver á uno de
los miembros de la nación separarse de las costumbres
bárbaras y de los antiguos usos de su tribu. En los
tiempos modernos y en nuestros policiados países, pen
samos que cada uno es el solo responsable de sus actos,
y no creemos, no podemos creer, que la falta de Otros
pueda hacernos culpables. Para nosotros, la culpabilidad
es tarea personal que resulta de una conducta libre
mente adoptada, y no se imprime sino sobre aquel que
la ha adoptado. Pero en épocas primitivas, creíase man
chada de impiedad toda la tribu por el acto de uno solo
de sus miembros», etc., etc.
Allí la barbarie impera todavía. La conducta perso
nal no es juzgada independientemente de la del grupo
familiar. Las fatalidades ancestrales se sufren con rigor.
Para nosotros la conducta individual no es producto de
la cultura, de la educación, del temperamento igual
mente individuales, sino del medio no siquiera social
sino familiar...
Este odio tiene su exteriorización en la manía de los
apodos, y bien que el apodo sea, de igual modo, la ex
teriorización de la malignidad de que están llenas las
sociedades contemporáneas en general y su uso no sólo
sea privativo de los grupos sociales pequeños é incultos
y sí hasta de los más extensos y civilizados, hay que
advertir que en los pequeños, donde la malignidad
crece por falta de expansiones artísticas, no se busca
ese espiritual y vistoso caracterizador admirable de las
condiciones de un hombre, sino ese que en sí envuelve
la difamación y es fruto de imaginaciones ejercitadas
en la busca afanosa de todo lo que de dañoso encierra
el idioma.
EL CARÁCTER NACIONAL 97

II. Otra de las singularidades del carácter nacional


es la propensión general de alcanzarlo todo mediante la
ayuda del Estado. Semejante particularidad no sólo es
común á los pueblos de composición netamente aboríge
na, ó de procedencia ibera, sino á todos los dichos lati
nos ó de raza latina, aun á los más civilizados, según
palpablemente nos lo demuestra M. Le Bon (1).
En Bolivia reviste caracteres particulares.
Generalmente se cree allí, con ingenuidad perfecta
en cierta clase de gentes, que la misión del Estado es
procurar á todos, sin excepción, medios de trabajo y
subsistencia. Un individuo, cualesquiera que sean sus
conocimientos, aptitudes y modo de ser, necesita estar
empleado en una oficina gubernamental. El funciona
rismo es un peligro social, con la agravante de que todo
funcionario, y en especial los de alta categoría, piensa
que ser inescrupuloso en el manejo de los fondos del
Estado, es acto revelador de admirables cualidades es
peculativas.
La moral social, en este sentido,
está descarriada.
La probidad administrativa es un lugar común de
tantos, ó mejor, una convención como cualquier otra,
y consiste el peligro en que nadie se atreve á atacarla,
porque, en primer lugar, se cree obra antipatriótica
divulgar á los cuatro vientos eso que ya es enfermedad
orgánica, y luego porque se exige prueba material del
hecho para comprobarlo, cual si no fuese común entre
los contraventores hacer desaparecer toda huella que
pudiera delatar su culpabilidad.
Mal puede haber probidad allí donde pasa por
axioma eso de que «engañar al Estado no es engañar á
nadie». Por eso los partidos políticos, si ponen en sus
exaltadas luchas energías avasalladoras, no es por al
canzar el poder como cima de aspirabilidad consciente,
sino porque alcanzándolo se satisfacen como he de
probarlo en su lugar satisfacciones de toda índole y

(1) Psychologie du Socialisme.


98 CAPÍTULO CUARTO

se da cabida en los negocios públicos á una gran por


ción del grupo social.
Semejante pasión empleomaníaca inútil parece ad
vertirlo es causa primera y origen de la decadencia
del comercio, de la industria, de la agricultura, de todo
aquello, en fin, que es fuente principal del desarrollo de
una nación y no huelga contrario! ese bienestar pro

y ¡al
pio los pueblos activos emprendedores. La pobreza
á

es condición natural de los individuos, esto hasta

y
punto de poder asegurarse que en Bolivia no hay
el

ricos en la verdadera acepción de la palabra ma

la
y
á
nera de los ricos de otros pueblos. Ninguno de los con
siderados así, tiene un millón de renta anual. Gene
ralmente poseedor de 200,000 pesos de capital, se
al

le
considera, mediante un. fenómeno imaginativo común
en nosotros, millonario; no se observan esos contras
y

tes violentos que incitan antipatía en las clases deshe


redadas, fáciles en idear medios de equivalencia por lo
común arbitrarios, de consiguiente no existe ni remo
y

tamente conflicto de capitales tan inseguro de resol


el

verse. Todos los que trabajan, aun los indios, tienen


algo; bien se podría establecer cierta graduación,
y

siguiendo lenguaje común hábil explicativo. sería

Y
el

como sigue:

10.000,000 de capital.
á
8

» 3.000,000
1

100 500,000 »
a

» » 2.a » 100,000 »
S

5o
»
3-a 20 50,000
»

De regular fortuna '5 30,000


»
»

Que no tienen con qué vivir. 15,000


»
8

5,000
»

»
2

000

Esta semi-indigenciaobedece que en Bolivia


el
á

trabajo aun sigue considerándose como maldición di


vina holganza supremo límite de felicidad. La pe
la
y

reza domina de manera absoluta, avasalladora, terrible,


en su aspecto más antipático: inmovilidad. Vehe
la
EL CARÁCTER NACIONAL 99

mente aspiración en todos es no hacer nada y diver


tirse lo mejor. Se esperan los días de fiesta con ansiedad
desmedida. El esfuerzo causa dolor. Existe la pereza
intelectual y la física, y ambas en grado superlativo.
La primera conduce á vaguedades y lugares comu
nes propios á la generalidad de los que llevan patente
de instruídos y hasta intelectuales. Comienzan los más
por componer versos de corte plañidero, y concluyen
pronunciando discursos en las cámaras ó en la comuna;
pero discursos sin enjundia, como casi todos los de
nuestros políticos. La física se manifiesta por la indo
lencia y la inactividad. El que piensa, se va por las
ramas; duerme larga siesta quien en el campo labora;
á más del domingo de reposo, se da el lunes y el sába
do, el que en los talleres brega.
El calendario puesto en uso allá responde á la pe
reza. Todos los santos son de nuestra devoción. Hay
fiestas nacionales, departamentales y municipales, y
entre unas y otras, de los_ 365 días del año, 300 sejes
dedica á la inactividad. El axioma ambiente es simple:
Que hoy se tenga lo suficiente para comer, por mu
cho que falte mañana lo indispensable. Se piensa mucho
peor que el andaluz del cuento, que vendió el colchón
para asistir á una corrida de toros. Allí es general la
falta de colchón para venderlo en caso de necesidad;
pero siempre se duerme y se come, aunque 'no bien-
Como prima la holgazanería, todo lo que se mueve y
agita choca al temperamento linfático de la masa. Por
eso al que se esfuerza se le llama vividor, con acento
despectivo. Allí es un orgullo el no hacer nada. «Vivo
de mis rentas», es contestación distinguida y del mejor
tono. Los consejos de enmienda irritan el amor propio
colectivo, porque, eso sí, somos susceptibles en extremo.
Que se nos deje gozar, que no se nos mortifique... ¿Que
es fuerza trabajar? No importa; se trabaja. Y si, por
cualquier motivo, por casualidad, falta trabajo, ¡tampoco
importa! Dios proveerá...
Y aquí está la gran cuestión, el armatoste férreo de
IOO CAPITULO CUARTO

nuestra lógica... Dios es el primer y supremo refugio.


Una hoja no se mueve sin su voluntad. A él se deja
el cuidado de hacernos felices. Si no nos ayuda, no
blasfemamos, ni vacilan nuestras creencias: caemos en
un conformismo humilde, resignado, triste...: ¡Dios la
ka querido!
Se pide la intercesión de Dios en todo negocio fá
cil ó difícil, porque, es de advertir, los bolivianos somos
aficionados á concebir vastos negocios, gigantescos
proyectos, pero nada más que á concebirlos, nunca á
ejecutarlos. Nos falta esa condición indispensable al
desarrollo de un plan cualquiera: la persistencia de ca
rácter.
Allá el que menos se consuela de su penuria refu
giando la imaginación en el seno de la tierra donde
duermen incalculables riquezas. Desde los más altos
políticos hasta los humildes empleados, son accionistas,
por lo menos, de un yacimiento minero ó de una per
tenencia gomera, y viven alentando la esperanza de un
negocio fabuloso que como en golpe mágico, los lleve
de la indigencia á la opulencia.
El trabajo paciente y ordenado, no tienta ni seduce
al boliviano. Si trabaja ha de ser para conseguir de
hecho fabulosa recompensa á su labor: de lo contrario,
permanece inactivo, merodeando por las salas palacie
gas, á la' pesca de una candidatura de diputado ó conce
jal, ó de ambas á la vez, y desconoce en absoluto la ale
gría sana de crear y emprender: su pereza es mil veces
peor que la musulmana, porque ésta es producto del
del fatalismo, es decir, substancia de creencias; la otra
es pereza de pereza.
De ser prolijos en estadística (ciencia remota é ina-
daptable en el suelo), vedase que la mitad, ó tres cuar
tas partes de los establecimientos mineros, fuente de
riqueza pública y privada, no pertenecen á los naturales
sino á los extranjeros, quienes en esta y otras materias,
muestran verdadero talento especulativo. Casi todas \z§.
compañías hoy en buena situación económica, están
EL CARÁCTER NACIONAL 10 I

formadas por gente de fuera, y si la nacional se aventura


~á mezclarse en esos negocios, no es con intención de
establecer trabajo serio é invertir fuertes sumas en él,
sino con la de entablar negociación con algún sindicato
ó compañía formado en el exterior y ganar gruesa for
tuna en el negociado. Diariamente hay miles de peticio
nes de pertenencias mineras ó gomeras hechas por na
cionales (sólo en Potosí hubo 378 en el año 1906) y
pocos emprenden trabajo en el terreno que piden: se
limitan á pagar las patentes y luego se cruzan de bra
zos en espera del salvador sindicato que vendrá trayén-
doles el oro á manos llenas, sólo por haberse tomado la
molestia de presentar un escrito y pagar los gastos de
mensura y alinderamiento... La mayor parte de las casas
comerciales de importación y éxportacfón están com
puestas de firmas extranjeras, y su prosperidad crece á
medida que disminuye la de los nacionales y dicha pros
peridad está basada en pequeños hechos. Así es curioso,
por ejemplo, el contraste que ofrece una tienda de tra
pos de un nacional, con la de un extranjero. El nacional,
en primer lugar, no se atreve á hacer los pedidos de
mercancías directamente á las grandes manufacturas ó
por el regular conducto de un agente de aduana, sino
que las toma de las casas extranjeras establecidas en
el país, de modo que al venderlas, está forzado á au
mentar su valor para compensar pérdidas y sacar
su ganancia. Luego, al establecer su negocio, busca
un local barato, de poca apariencia, y lo instala pobre
mente, sin acudir á la poderosa ayuda del reclamo, cuya
eficacia no tiene para él gran importancia, pensando así
lo contrario de los yankis, que gastan sumas fabulosas
en los anuncios: al decir de un crítico, igualan éstas á
las que en sus ejércitos invierten Rusia, Alemania,
Francia, Austria, España (500.000,000 de dollars (1).
¿Trabajar? No; allí el trabajo es cosa accidental, ó,
mejor, secundaria. En la tienda del nacional se charla,

(1) La Revue. Número de junio, 1906.

S
102 CAPITULO CUARTO

se cambian opiniones, se discute política, se bromea


entre el vendedor y el comprador. Eso de hacer negocio
en un minuto, con palabra grave, sinceramente, allí no
se conoce. El comprador necesita que se le maree, se le
convenza, haciéndole entrar por los ojos el valor ó la
utilidad de un objeto ó de una mercancía. Por eso
el jefe de almacén ó el dueño, si tropieza á mano con el
cliente, indaga por la salud de la familia, de los chicos,
de la señora. La tienda del nacional es siempre un cen
tro de reunión agradable y simpática. Se cogen dos ó
tres amigos en la calle, y para «matar el tiempo», se
van á la del tendero, y pasan las horas charlando y
comentando las noticias que en la mañana ha dado
el periódico. En vano el propietario, asustado por la
disminución de la venta el día en que sus amigos tienen
la ocurrencia de visitarle, hará poner sobre el sitio más
visible de la tienda un gran cartel en que, con letras ne
gras sobre fondo blanco, se leerá: La charla perjudica,
ó este otro más turbador: Se prohibe charlar. En vano.
Los amigos siguen yendo como si tal, y cuando el ne
gocio es de abarrotes, aun se juega un cacho sobre la
mesa del contador y se hace servir las copas sobre el
muestrario, impidiendo así que vaya la clientela, porque
el comprador boliviano es tímido, le gusta regatear, pe
dir la yapa, y para todo esto tiene que estar á solas con
el vendedor y no frente de curiosos que comenzarán á
murmurar apenas les haya dado las espaldas.
El comerciante extranjero hace lo mismo, pero con
otro sistema. Bien sabe que todo entra por los ojos, y
extiende gama de colores y deslumbra con el aparato.
Se instala en un local cómodo, amplio, de buena posi
ción, y en seguida no se cruza de brazos en espera del
cliente, sino que lo llama, lo busca, le ofrece facilidades
de pago y hasta lo trata con urbanidad. Toda su tienda
es un muestrario, y sus dependientes, bien selecciona
dos entre los de espíritu despierto, sólo se ocupan de
poner ante los ojos del curioso y del comprador, lo que
pueda solicitar su atención, sin jamás formarse corrillos
EL CARÁCTER NACIONAL 103

y menos hacer oir el eco de una risa. Y de estas insigni


ficancias, la continua derrota de los comerciantes nacio
nales al por menor, obligados á ceder el campo á los
más activos y mejor conocedores del terreno.
Semejante derrota de los nacionales, no sólo se
opera en el campo estrictamente comercial, sino en los
otros. Las pocasipanufacturas, los raros talleres de fun
dición, el laboreo de cervezas, la busca de metales y
hasta la agricultura, reservada exclusivamente á los na
cionales, va pasando á manos de extranjeros. El campo
de la minería es el más invadido. Grandes compañías
extranjeras comienzan á tomar, casi á rebatiña, cómoda
y fácil posesión de lo mejor que posee el país, siendo
de advertir un hecho altamente significativo y el cual
es prueba evidente de esa incuria de que antes se hizo
mención. Son los vecinos, argentinos y chilenos, quienes
han organizado más compañías para explotar las regio
nes ricas en metales preciosos, sin que de parte de los
bolivianos haya habido el menor movimiento para hacer
igual cosa. Estudiando los cuadros comerciales, se ve
que gran parte de la exportación metalífera boliviana
es hecha por sindicatos extranjeros: los formados por
los chilenos son Jos más activos.
Y es curioso lo que sucede.
En todas estas clases de industriales y comerciantes
derrotados, se despierta odio intenso hacia los intrusos,
venidos expresamente para llevarse «la plata que nos
pertenece», sin advertir que sólo á su esfuerzo y á su
iniciativa es debido el incremento del comercio, tanto
interior como exterior. Impotentes para imitarlos é
intentar los mismos esfuerzos, poco á poco van que
dando rezagados, y no es aventurado prever que, en
breve, el movimiento económico dependerá de su ener
gía, sin que en él tengan parte alguna los nacionales,
lo cual será justo y correcto que suceda, pues esto,
como todo lo emanente de relaciones, está sujeto á
leyes que sería pueril recordar.
104 CAPITULO CUARTO

III. Pero estos males, graves de por sí, nada serían


si no existiese otro gravísimo, germinado en los círculos
de la política, después propagado, por contagio, á los
industriales, y hoy general ya en el organismo, aun en
sus partes bajas: el fraude.
Allí nadie osa emprender, porque todos desconfían.
Degenera la desconfianza en egoísmo feroz, intransi
gente, y es ese egoísmo cerrado del indio, para quien
todo el que se le acerca es un ladrón ó un estafador.
Hoscos, casi sombríos, guardan los industriales su di
nero no bajo siete llaves, sino bajo setenta; y los capi
talistas sienten verdadero pánico en asociarse á otro
capitalista, y más fácil les sería arrojar al río su dinero
antes que entregarlo en manos de un industrial nacional
por el que sienten verdadero terror, no infundado por
.desgracia. Hase llegado á un tal grado de inmoralidad,
que no pueden trabajar asociados dos nacionales sin que
el uno no engañe al otro. Mientras un nacional se asocie
á un extranjero, puede emprender negocios y empresas;
pero asociado con un paisano, fracasa generalmente.
Las quiebras fraudulentas, las malas combinaciones, la
poca formalidad en los compromisos, la rescisión y re
tractación de contratos, es cosa corriente. Los tribuna
les de justicia están plagados de querellantes: sólo en
1900, la Corte Suprema resolvió en nulidad 320 recur
sos de los que 249 eran civiles, y los periódicos regis
tran diariamente, en sección especial, remitidos y amo
nestaciones de pago, y se amenaza con hacer públicos
los nombres de quienes no cumplen compromisos de
carácter económico, en todas partes reguladores del
grado de moralidad colectiva. El espíritu de descon
fianza domina la generalidad de las relaciones, y las
comerciales no se hacen con libertad. Unos y otros se
temen, y esto hasta el punto de que se hace difícil en
contrar asociados para emprender un negocio ó explo
tar una industria.
Consiguientemente, todo el que triunfa, en cualquier
esfera, engendra en otros no sólo odio violento, sino
EL CARÁCTER NACIONAL 105

una envidia incontenible, ó mejor, la envidia genera el


odio. Aspírase á la nivelación completa y absoluta.
Quien sobresale, aunque sea una línea, sobre un con
junto así moldeado, en vez de simpatía, despierta agre
siva irritabilidad.
El odio y la envidia asócianse en perfecto y sombrío
maridaje en esas sociedades pequeñas, hechas á vivir
fijándose exclusivamente en exterioridades, lejos de la
calma inspiradora de la reflexión y de la generosidad,
fruto de almas rectas y espíritus cultivados. Maliciosos,
suspicaces, desconfiados, egoístas, tacaños, vívese en
franca lucha, sin permitir que nadie fuera de los que
en política medran se sobreponga, y al que tiene la
desgracia de llegar sin haber descendido al terreno en
que con convulsiones de larvas se agitan las malas pa
siones, se le deja solo en sus alturas, en esas en que,
en pueblos indígenas, si algo se siente, es la infinita tris
teza del que no tiene á nadie...
Y esta lucha vanal, inclemente, sórdida, implaca
ble, aumenta la amarga tristeza inoculada por los in
dios por falta de higiene; pero lo malo es que se va
haciendo crónica y adquiriendo aspecto fúnebre, y de
esto tiene la culpa el alcohol, cuya acción corrosiva ya
es patente. No hay gusto por nada ni para nada: al con
trario, y de ahí esa quietud pasiva, indiferente, consejera
de todo menos de la agitación, del movimiento.
Y si la tristeza de un pueblo se ha de medir por los
temas preferidos de la musa popular, bien podemos
convenir que el nuestro es triste en grado último.
Todas, absolu:amente todas las canciones populares
dicen de pasiones fuertes: el amor, el olvido, el odio, la
muerte. En todas ellas se hace mención de ilusiones
perdidas, alegrías truncadas, placeres incompletos. Los
cantares españoles más sentidos, encuentran su patria
de adopción en el Perú y Bolivia. Becquer encanta:
hase puesto música á la mayor parte de sus versos y se
recitan de memoria las estrofas de Espronceda, las di
rigidas á Jarifa.
ic6 CAPÍTULO CUARTO

Semejante sentimentalidad enfermiza, no sólo se


manifiesta en la poesía, sino en las costumbres, en la
vida privada y, sobre todo, en la música.
Y hay que oir ésta para convencerse.
Una música de giros lentos, cadenciosos y siempre
en tono menor, con variaciones sobre el mismo tema
melancólico y nonótono. Nunca dice de alegrías cas
tas, jamás sugiere una idea tranquila de paz. Siempre
mostrando el horror del sufrimiento, la fatiga del espí
ritu y el constante anhelo de pasar y desaparecer. Es
música compuesta de un extraño y lúgubre maridaje
entre el miserere y los jipíos andaluces, música turba
dora y peligrosa.
La evolución musical, cierto, responde á la evolu
ción física. Cuanto más complejo es un organismo, más
se exalta la nerviosidad, y entonces se hace imprescin
dible interpretar en alguna manera sus aspiraciones, y
es la música el medio más fácil de traducir ese estado.
Los grupos étnicos componentes del país, no han su
frido alteración alguna y, por el contrario, han des
cendido en grado cultural, y de ahí esa depresión,
grave síntoma de la decadencia colectiva. Expresa ese
estado la música popular; y por eso no se nota en ella
los bríos inherentes á toda música expansiva. Es sim
ple y sentimental: corre parejas con la poesía, encami
nada, insisto, á mostrar la fragilidad de los sentimientos,
el desequilibrio en la relación de dolores y placeres y
germinando, como corolario, una concepción pesimista
de la vida... Lo picaresco no seduce, y si alguna vez
se le prefiere, es lo picaresco macabro, ese que juega
con la muerte ó tiene chanzas pesadas para la vida. El
romanticismo gimiente, dolorido, apasionado, es el nues
tro, y muy nuestro.
Todas las clases sociales, cuando dan franca salida
á sus arrestos expansivos, una vez excitadas por el
alcohol, no son alegres, bulliciosas, quisquillosas, sino
tétricas, reservadas, mudas. En vez del grito, de la
risa sonora, el lamento gimiente: los indios, cholos y
EL CARÁCTER NACIONAL I07
blancos, de borrachos no cantan, lloran. Su honda
preocupación salta en sus gemidos desconsoladores,
demandadores de piedad y consuelo: piedad por la in
consciencia con que obran las fuerzas naturales; con
suelo por los males, turbadores de nuestros afectos; por
la vida tan llena de dolores, tan triste...
CAPÍTULO V
Una de las enfermedades nacionales

La megalomanía. Sus efectos en la vida política. II. El Par


lamento y su composición. La simulación del sufragio. Una
elección simbólica. La comedia legislativa. Psicología del
diputado. La megalomanía en el Poder Ejecutivo. Pruebas.
III. Los distritos universitarios. Cómo son nuestras Uni
versidades. El peligro abogadil. Consecuencias funestas de
la abundancia de Universidades. Lo que se entiende por
cultura en Bolivia. IV. Simulación colectiva en lo concer
niente á la institucionalidad.

I. Esta deformación imaginativa de que se ha he


cho mención y que consiste, principalmente, en aumen
tar, de una manera indefinida, el valor de los factores
de vigor activo y cuyo efecto es provocar una especiede
estancamiento, propio á los pueblos convencidos de su
incesante progreso, nace por causas de influjo físico
primero y moral después.
Todo es inmenso en Bolivia, todo, menos el hom
bre. La idea de grande, consiguientemente, nos es fa
miliar y común. Las montañas aplastan y confunden el
espíritu por su atrevida elevación: los ríos son enormes
brazos de mar que se mueven en terrenos de fecundi
dad prodigiosa; las llanuras desmesuradas hacen conce
bir la idea del infinito. Fauna y flora muestran una
variedad y riqueza sorprendentes; los sentidos están
hechos á percibir lo enorme, lo grandioso; y la imagi
nación, de consiguiente, sólo concibe lo mejor y, como
consecuencia, lo perfecto. Es cuestión de visualidad.
110 CAPITULO QUINTO

Poco curiosos, no teniendo al alcance de la vista sino el


espectáculo de nosotros mismos ó de lo que nos perte
nece, ignoramos el valor de lo demás. Circunscrito el
país dentro sus propias fronteras, no entrando en con
tacto frecuente é inmediato con los demás países, te
niendo que sufrir el tutelaje administrativo y económico
de pueblos poco más ó menos de su misma composi
ción, el solo interés que para él existe es'la contempla
ción y avaloración de sus propios medios. De ahí que,
por fuerza, se ve obligado á exaltar lo que es producto
de su idiosincrasia, á concederle un valor inmensamente
superior al que realmente tiene.
En lo moral, el mismo fenómeno ofrece igual pro
ceso.
Los productos de la raza, sometidos á un igual ré
gimen cultural, defectuoso y deficiente, no pueden, pese
á su alto valor intrínseco de adaptación, alcanzar gran
desarrollo. Fatalidades del momento impuestas por
causas económicas y políticas, hacen que sólo puedan
desarrollarse dentro de estrechos límites. Hay deficien
cia pedagógica, y siempre la vaguedad ó imperfección
de conocimientos es causa del desarrollo imaginativo,
cuya propensión es deformar todo lo que cae bajo su
percepción. De esta manera, lo más simple llega á ad
quirir una complejidad prodigiosa, y todo alcanza un
valor cuyo equivalente no se conoce.
Dicho especial estado de mentalidad se manifiesta
colectiva é individualmente, y uno de los mejores me
dios de conocerlo, es observar las funciones de un grupo
cualquiera, del Congreso, por ejemplo, cuyas particula
ridades de formación y funcionamiento es imprescindi
ble esbozar.

II. El
parlamento boliviano está compuesto como
casi la mayor parte de los parlamentos de los países
sudamericanos de dos grupos: del que incondicional-
mente ataca al gobierno y del que sistemáticamente lo
apoya. Sustrayéndose á la acción depresiva de estos

"N
UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 1 1 I

grupos, de pasiones enconadas, hay un tercero, insigni


ficante por su número, y su acción es nula en medio de
la parcialidad con que obran aquéllos, por entero en
tregados á su obra de exaltación incondicional, no si
quiera de ideales políticos sino de personalidades que
encarnan todo un sistema de marcha gubernativa, pero
bajo fines esencialmente interesados.
De entre estos dos grupos, el mayor, depende del
Poder Ejecutivo y está creado por él, pues en Bolivia
no existe el control de poderes indispensable al des
arrollo y perfecta marcha de la colectividad. El Ejecu
tivo absorbe á los demás y está circunscrito al Presi
dente de la República, hasta el punto de que la masa
toda y aun las clases de alguna ilustración confunden
la persona del gobernante con la idea misma de go
bierno; y como dicho poder, dominante por su mayor
actividad, dispone de los mejores elementos, depende,
en suma, de la honradez y circunspección del gober
nante la buena ó mala marcha de la mayor parte de los
estados de la América latina.
El gobernante, en Bolivia, ejerce influjo en los di
versos grupos electorales, y éstos hacen presión en la
masa de votantes ó electores y la dirigen siguiendo en
absoluto la voluntad de aquél, cuyo principal empeño
consiste en fijar las listas electorales. En esas listas no
aparecen, como es de suponer, los nombres de ciudada
nos hábiles ó de probidad y talento, sino los de indivi
duos que, en interés de ser gratos al mandante, se pres
tan para sostener tal ó cual candidatura presidencial.
Hay, sin embargo, candidatos extraoficiales que
bien por su prestigio ó por sus ideas políticas, ó por
ambas cosas á la vez, se presentan á elecciones franca
mente hostiles al sistema gubernamental actuante. En
tonces, á defecto de influencias oficiales, invierten bue
nas sumas de dinero, que es el dinero, en Bolivia como
en todas partes en que se juega á la soberanía popular,
excelente consejero. Si sale elegido un candidato así, ya
tendrán buen cuidado los dirigentes de la política go
112 CAPÍTULO QUINTO

biernista de buscar un cabe para acusarlo como infrac


tor de los santos preceptos constitucionales y hasta lo
dejarán gozar de su triunfo en último caso, pues no se
les escapa que contando con la compacta mayoría, no
importa la protesta de uno en el redil, siendo, á veces,
bueno que suceda esto, porque sirve de distracción en
las horas monótonas de trabajo y es útil al mismo go
bierno cuyos órganos de publicidad no cesan de repetir
que, «á despecho de los desmanes jamás vistos de la
demagogia, el Gobierno cumple lealmente su programa
de regeneración administrativa».
A los representantes gobiernistas que cumplen con
lealtad su promesa de sumisión, si no se les vuelve á
elegir, que es lo común, se les premia con un empleo
apropiado á su categoría social ó á sus ambiciones y
servicios prestados; pero nunca se les infiere desaire, á
no ser que se hayan manifestado insumisos, siendo lo
esencial que la mayor parte de los empleados de go
bierno salen de las cámaras, cuando no entran á ellas
los empleados.
A veces, con todo, obsérvase en las masas, deci
dida intención de no permitir el uso de este feo proce
dimiento de intervención electoral en el gobierno, y
tratan de reivindicar «su sacro derecho de libre deli
beración»; pero entonces cometen desgraciados errores,
y convencen definitivamente de que aun es útil y prác
tico que el gobernante intervenga en las elecciones y
haga del «mayestático derecho del sufragio», lo que
mejor le venga en gana.
Fué un hecho vanal en la apariencia, pero eminente
mente representativo, el que arraigó en el ánimo tal
convencimiento.
Y
sucedió así.
Alas elecciones legislativas del año 1906, presen
tóse como candidato á diputado por la ciudad de La
Paz, uno de esos agitadores populacheros que ponen en
la masa caudal inagotable de virtudes, y presentóse
llevando consigo, ya que no recomendaciones guberna
UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 1
13

mentales ni cartera repleta de billetes de banco, su


prestigio de exdiputado, exmunícipe y un pequeño
folleto de 28 páginas, titulado La Palabra, y el cual á
la simple vista parece la altísima representación de un
estado de desequilibrio, pero que debiera encerrar pro
fundo concepto moral ó, por lo menos, ser vasta y bien
meditada profesión de fe política, pues el buen pueblo,
en sus clases inferiores, entusiasmóse con dicho folleto
y... eligió representante nacional á su autor.
En el folleto hay conceptos de esta contextura:
«Trabajar es asociarse, asociarse es civilizarse, civi
lizarse es progresar, progresar es instruirse, instruirse es
educarse, y educarse es trabajar por los hijos de la aurora.
«Asociémonos para trabajar por la humanidad y
bienestar, por el pueblo civilización y progreso, por el
ejército moralidad, amor y subordinación á la patria.»
Entre sus innumerables imprecaciones, notable es
la dirigida al pueblo:
«En la guerra civil eres otro elemento de agitación,
el verdadero soberano. En esas horas tu voz es como el
mugido de los leones del desierto y si te encolerizas
bramas en grandes oleajes que se levantan rugiendo es
pirales tremendos y caen mugiendo en las rocas de los
mares, y nunca has retrocedido en tu camino, te has me
tido siempre como ese algo de la caverna de Eolo, don
de se oye el rugir vertiginoso de los grandes huracanes.
«Cuando La Paz se desquiciaba, cuando tu palacio
ardía, cuando tus calles desde las aceras de los tejados,
eran laberintos de batallas campales; cuando infinidad
de cadáveres yacían sobre las piedras calcinantes, bajo
el cielo ardiente, henchido en las tonantes nubes del
incendio, como si fuera por su horror y su grandeza
aquella una catástrofe de la máquina celeste, más que
una catástrofe engendrada por los hombres, en que se
arrojaba plomo patricida (1).»
«Hombre torrente» podría llamársele al autor de

(1) La Palabra. Páginas 8 y 19.

8
114 CAPITULO QUINTO

las líneas transcritas. Su verbo se desborda, asolador,


terrible. Allí hay ausencia de todo. La razón es vana
fórmula; no aparece por ningún lado: es la agarofo-
bia en grado agudo, el furor incontenible de hablar.
Concíbese que en un momento de exaltación verbal
pueda llegarse á la incorreccion de la frase; pero . no á
la absoluta ausencia de lógica. Un orador exaltable
atacado de delirio en plena peroración, hablaría con
más cordura. Pero este no es un discurso tomado taqui
gráficamente, en reunión electoral en que se caldean
los ánimos y se da libre salida á la frase en sus múlti
ples tonalidades; es ¡oh sapiencia! folleto escrito y me
ditado en la serenidad del gabinete, pensado de mucho
tiempo atrás, quién sabe. El que lo ha publicado, ha
ocupado diversos puestos en la administración; ha sido
diputado, consejero municipal, juez, fiscal, auditor de
guerra, esto es, ha pasado por casi toda la escala de la
administración, y hoy día, por la libre elección del pue
blo que le es adicto y ve en él entidad no sólo cons
ciente sino pensante, representa ¡otra vez! la ciudad que
se dice marchar á la cabera de las demás de Bolivia, y
puede tener orgullo, él solo, de asegurar que es la legí
tima expresión de la voluntad colectiva, pues ha triun
fado venciendo resistencias oficiales y conveniencias de
grupo: ese hombre es la expresión formal y genuina
de la «santa soberanía popular», es decir, es un nombre
representativo, ó mejor, simbólico. Su triunfo no es ex
traordinario, ni siquiera anormal, por consiguiente. Res
ponde á la mentalidad y á la cultura del pueblo que
representa. Si un intelectual cualquiera, el autor de
Proverbios, por ejemplo, se hubiese opuesto á su can
didatura, habría salido derrotado (1); y es que el inte-

(i) Recientemente, en las últimas elecciones presidenciales


del próximo pasado mes de mayo, fué propuesto como candidato
El
por dicha ciudad, el inteligente autor de Ayllu, y con todo de
estar sostenida su candidatura por el elemento universitario, no
obtuvo el número suficiente de votos para ser elegido...
UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 115

lectual probo no deja de chocar con el medio ambiente


cuando es primitivo y de anormales tendencias, y pasa
ignorado no sólo de las turbas, por lo común inhábiles
para comprender, sino hasta de ese elemento semiculto
que es la intelectualidad media de un país, y por esto
siempre y bajo todas latitudes, parece imprescindible
en el intelectual de un aislamiento relativo en los cen
tros cultivados y absoluto en los primitivos, con la
agravante, en estos, de llevar en el alma fondo obscuro
de tristeza jamás comprendida ni notada por nadie...
Lo grave de anotarse en este caso, es que las pá
ginas transcritas son eminentemente representativas.
Casi todos los políticos del país están atacados de aga-
rofobia. En sus discursos parlamentarios, sus arengas
populares, sus discusiones concejiles, sus disquisiciones
periodísticas, salta esa verbosidad desbordante, vacua,
vistosa, multiforme. Con más ó menos coherencia, con
más lógica, sí; pero siempre inútil, frondosa, sonora,
hueca. Quien abra y recorra las páginas de un anuario
legislativo, de una memoria ministerial, de un volumen
de versos ó crónicas, verá fluir el verbo, en desborde
impetuoso y arrollador, pues allí, poco más ó menos,
al decir del genial Saavedra, casi todos tenemos algo
de quien ha escrito La Palabra. Y es que la oratoria es
preocupación general. Se ha visto que la palabra eleva
y da prestigio: hoy son oradores todos. Faltan ideas,
pero desborda el verbo.
Surgidos, pues, los legisladores mediante el apoyo
eficaz del gobernante, ingresan á las cámaras y forman
un cuerpo en absoluto disciplinado para la acción polí
tica, pero de menguado criterio. Cada individualidad
hace abstracción completa de sus motores internos, si
así se pudiera llamar á los que nos empujan ála acción,
y de esta manera justifican, del todo, la frase de Remi
de Gourmont, para quien etre député n'est ríen, c est
faire partie a" un troupe au.
Necesariamente, las funciones legislativas se resien
ten de una pesadez desesperante. Al decir de un perió
Il6 CAPÍTULO QUINTO

dico ministerial, y por lo mismo bien informado, «las


sesiones se reducen á la cosa más vanal y fastidiosa del
mundo. El redactor ganguea para sí el acta, que puede
ser tal, ó algún pasaje de novela que le interese. Esa
lectura es como el ruido de la marmita que convida á
dormir. Después, viene la lectura de otros papeles, por
punto general malos é inservibles, porque las comisio
nes no trabajan, ó no valen nada los asuntos que se les
pasan. Ninguna iniciativa, ninguna novedad. Todo me
cánico, rutinal y matador.
»En estas condiciones, cualquier ciudadano se em
brutece; y si por suerte no mediaran otras circunstan
cias, que excepcionalmente cambian la monotonía de
la cámara, al cabo de cuatro años un diputado perdería
el uso de la palabra y olvidaría hasta leer y escribir (1).»
Supónese que para decir tales cosas el vanal pe
riódico de un cuerpo en que prima el elemento oficial,
ha de tener sus especiales razones; pero de esta opinión
no comparten los excelentes legisladores. Tanto los
del blok como los de la minoría, olvidan los medios
artificiosos empleados para surgir, y sólo se acuerdan
que son representantes del soberano pueblo. Tan á lo
serio toman su papel, que por auto-sugestión créense
llegados á la cima de la aspirabilidad humana. Se les
figura que el simple hecho de entrar bajo las bóvedas
del augusto recinto (así le llaman al local en que se
exponen), cambia su conformación mental; y todos, aun
los más modestos, supónense dotados de especiales fa
cultades críticas. Si para hacer ostentación de su poder
y elevar su prestigio les fuera dado obrar un milagro
á nuestros buenos legisladores, no curarían enfermos ni
darían pan á los menesterosos ¡resucitarían muertos!
Y es que la psicología del diputado boliviano es
especial.
El diputado boliviano insisto surge de centros
absolutamente nulos para la acción y no es el diestro

(i) El Comercio de Bolivia. Diciembre 5 de 1907.


UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 1 17

conocedor de las necesidades del país; tampoco el estu


dioso erudito en la ciencia política y menos el agricul
tor ó comerciante susceptible de hablar, pensar, discutir
y gobernar, no; son abogadillos de vasta clientela mes
tiza; empleados ó parientes de empleados oficiáles; es
cribidores vacuos y rimbombantes cuya sola habilidad
consiste en halagar los instintos de las muchedumbres
y atraerse por lo tanto su simpatía. Una vez elegi
dos, ingresan á las cámaras y comienza para ellos una
vida distinta á su ordinaria vida: se les rodea de consi
deraciones á que no están acostumbrados; se les agasaja
con banquetes; no se les quita el tratamiento de Hono
rables; reciben toda clase de distinciones de las clases
letradas preocupadas de rendir vasallaje á quienes pue
den hacerles un favor; se les adula y engríe, y si son
locuaces casi todos lo son, pero á la manera del autor
de La Palabra se hacen aplaudir por las turbas, y
esto les enorgullece y les hincha porque se les figura
que es consagración de sus méritos y justa avaloración
de sus hermosas cualidades.
Ignorantes de su nulidad, todo lo desdeñan, salvo
lo relativo á la política, y les gusta darse importancia
cuando hablan de «los grandes intereses del partido»;
Se impregnan de un vocabulario especial, y como por
cuestiones de conveniencia están relacionados con los
hombres que dominan, alardean de conocer los «impor
tantes secretos de la alta política», y su sola ocupacion
consiste en discutir sobre las posibilidades de la pró
xima elección, y, así, se convierten en esos ridículos
traficantes de la política militante, plaga dañosa y buena
á extirpar. Convencidos de que mientras caven la tierra
y gasten los bancos de las salas judiciales, en el mo
desto empleo de su profesión no encontrarán la estima
y los honores de que gozan por el simple hecho de ser
diputados, se esfuerzan en no perder esta calidad y
menos en no caer en desgracia ante los mandantes para
así contar siempre con su apoyo. Han visto ya que no
por experiencia propia, sino ajena que la labor pacien
Il8 CAPÍTULO QUINTO

te, humilde y callada, no es jamás tenida en cuenta y


menos honorada, y aspiran á que no se les confunda
con la masa improductiva y pasiva. Vanidosos, inhábi
les, pobres de criterio y ambición, no se resuelven á
pasar ignorados y con la tranquilidad del deber cum
plido. Quieren lucir, asombrar, imponerse, y para con
seguir esto, pasan por todo, transigen con todo, se humi
llan, se arrastran y componen masa flexible lista á ser
moldeada por cualesquiera manos...
Ante un cuerpo así, incoherente, indeciso, pobre de
ideas é iniciativas, resignado, impone su programa el
Ejecutivo, obra á discreción, pero siempre escudándose
tras de ese mito, pomposamente invocado, de La Re
presentación Nacional, y dando á sus actos arbitrarios
aspecto de constitucionalidad, es decir, juega comedia
inocente cuya virtud consiste en contentar el formulismo
de ese otro mito llamado opinión pública.
Cuándo la comedia degenera en amable y divertido
sainete, es en el momento en que se reúne la Represen
tación Nacional
(¡!)

Ejecutivo, gravemente, en medio


el
y

de ese aparato deslumbrador propio de los pueblos


latinos, presenta su anual mensaje, documento precioso
fervorosamente conservado para servir de luz guía
y

Historia de mañana. y
la
á

En ese documento, reza:


La instrucción, libertad del sufragio,
la

floreciente;
perfectamente garantida en todos los ámbitos de la Re
pública; la moralidad del ejército, bien cimentada; las
garantías individuales, perfectamente reconocidas;
el

orden interior, inalterable; las relaciones exteriores, bien


equilibradas; las industrias, en primera línea; los funcio
narios públicos, hombres intachables por su honradez
y

honorabilidad, etc., etc.


Al leer tales declaraciones, cualquiera, más em
el

pecinado, no vacila un momento en sostener que la


República de Bolivia es república ideal, que más
la

alto progreso no llegaría ni la soñada por Platón; pero...


no es así. Casi todas esas informaciones ¡oh infortunio!
UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 1
19

son hijas de la imaginación excitada, quizás de un


vehemente anhelo patriótico; pero nada más que de
un anhelo: la realidad es otra muy distinta, y esto bien
lo saben los dirigentes de la cosa pública, y tampoco lo
ignoran los excelentes representantes del soberano
pueblo, sólo que aparentan creer que es verdad lo pre
gonado, porque si no, ¡qué dirían los plenipotenciarios
extranjeros y, sobre todo, cómo gozaría el partido con
trario, qué arma tan terrible tendría para combatir el
gobierno!...
Y así se vive vida de mansedumbre y cómica simu
lación, y todos, en desmedida ambición de progreso, fin
gen un bienestar efímero y grandioso que no existe ni
ha existido jamás, porque, hay que advertirlo, ese peli
groso estado de espíritu, que supone progreso lo su
mido en inmovilidad, ha corrido á lo largo del pobre na
cional organismo, yendo de lo complejo á lo simple, ó,
para mejor expresarlo, de la cabeza á los pies, y hoy
los miembros todos están contaminados del mal, siendo
lo curioso que á las afirmaciones graves, contundentes
y precisas de los directores de la cosa pública, saltan
irónicamente los hechos á demostrarnos, con crueldad
infinita y despiadada, que se vive en perpetua mentira,
que si no don Quijote el magnífico, es Tartufo quien
ha sellado su espíritu en nuestro espíritu...
Dícese, por ejemplo, que la instrucción florece, y he
aquí el cuadro que á los ojos del espectador se presenta:

III. El territorio nacional de la República contiene


habitantes, y de ese millón y tantos, sólo s,
;,.
^

cuentan con instrucción, mejor, saben leer, 218,845.


ó

En ocho cabezas de partido está distri- 0'"


11.744,568 departamentos
buído, políticamente, territorio de Bolivia,
el

cada
y

departamento tiene su capital correspondiente. La ca


pital del departamento de Tarija es Tarija, con 6,980
habitantes; la del Beni, Trinidad, con 4,294; la de
Oruro, Oruro, con 15,898, así otras, pero ninguna
y

alcanza los 100,000 habitantes, pues La Paz, ciudad


la
á
120 CAPITULO QUINTO

más populosa, sólo tiene 60,000 y largamente conta


dos, y de éstos, 55,000 son indios y mestizos*.
En estos ocho departamentos hay siete universida
des, tres de las cuales tienen tres facultades: derecho,
J -Vu^v it<v\t*<l
medicina y teología; una, dos: derecho y teología; y
tres, una: derecho.
El anhelo de instrucción es tal, que en el año 1901,
la facultad de Tarija contaba con un profesor y un
alumno; la de medicina de Cochabamba, un profesor y
cuatro alumnos... (1), es decir que en Bolivia se hace lo
que no ha hecho ningún otro pueblo en ninguna época;
bien es verdad que eso que se hace es poco y deficiente,
porque esas escuelas, esos colegios y esas universidades
carecen de todo, hasta de local. Así por lo menos lo
aseguraron los rectores en documentos presentados á
la legislatura de 1906.
El del distrito universitario de Santa Cruz, con la
brusquedad algo ingenua característica de esa región,
dice llanamente: /
«La Universidad no tiene local propio; la Secretaría
funciona en una habitación reducida del Colegio nacio
nal, con las incomodidades consiguientes. Para la clase
preparatoria se estaba construyendo habitaciones espe
ciales, en un local anexo al colegio; la obra se paralizó
por falta de fondos (2).»
Aun es más sincero el de Oruro:
«Las escuelas primarias de Oruro están como estu
vieron ahora 35 años, sin casas, sin muebles y sin maes
tros; porque las casas que ocupan se derrumban ó están
próximas á derrumbarse, los muebles no han existido
jamás, y los maestros tienen, con limitadísimas excep
ciones, apenas las cualidades negativas de los seres ino
fensivos (3).»

(1) Sinopsis, etc., etc., t.° i.°


(2) Anexos del Ministerio de Justicía e Instruccíón. Pá
ginas 308-492.
(3) Obra citada, pág. 554.
UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 121

En provincia las escuelas son verdaderamente ori


ginales y es curiosa la manera como los alumnos reci
ben «el santo pan espiritual de la instrucción».
«El niño, en la mayor parte de las escuelas dice «>^
Paredes acostumbra llevar consigo un cuero de cor
dero y sentarse en poyos de tierra, si hay; si no, tiende
Su cuero en el suelo y se pone allí en cuclillas; á falta
de mesas para escribir, tiene pupitres construídos de
adobes ó escribe sobre cajones vacíos.»
Muchos de los profesores de estos establecimientos
de enseñanza ignoran su profesión, y otros prefieren
enterrarse en las minas ó emplearse en tiendas de mo
das y comestibles para mejorar su situación pecuniaria,
pues son mezquinos sus haberes: así, de igual modo, lo
afirman los rectores. Dice el de Oruro:
«Gracias á los esfuerzos del señor Ministro de Ins
trucción pública, se ha aumentado en mucho el haber
de los señores profesores de instrucción media, reduci
dos en épocas anteriores á una verdadera ración de
hambre que los tenía al nivel de los maestros de es
cuela proletarios; pero esa mejora, muy plausible desde
luego, no es bastante, especialmente en Oruro, si se
toman en cuenta sus condiciones económicas. Aquí,
como en La Paz, el artesano que se dedica á sus labo
res, sin ser maestro de tienda, gana de Bs. 300 á 350,
de tal suerte que puede vivir holgadamente con su fami
lia en condiciones iguales á las de un vocal de corte; y
el profesor que dedica todo su tiempo no solamente en
dictar su clase, sino en asimilar él mismo mayores cono
cimientos para no quedar alguna vez á descubierto ante
sus propios discípulos, apenas gana, cuando el horario
le da mayor número de horas de trabajo, Bs. 180, lo
que significa que aquí el orden social está invertido,
porque son proletarios, desheredados de la fortuna, ven
cidos en la lucha por la vida, no los obreros víctimas
en otra parte del capitalismo, sino los que por incli
naciones irresistibles, ó por falta de adaptación al medio
vir.H del combate para, surgir por el esfuerzo triun-
12 2 CAPITULO QUINTO

fante, se resignan á ejercer el noble magisterio de la


enseñanza.
»He aquí por qué, señor Ministro, en el Colegio na
cional de Oruro, no hay mes sin alguna renuncia de
profesor, porque los sueldos que cobran no están en re
lación con el valor de los artículos necesarios para la
vida, y entonces, antes de soportar una vida llena de*
sufrimientos y de congojas, emigran á los minerales ó
se emplean en las casas mercantiles ó industriales, donde
niños de 1 5 á 20 años, con muy elementales nociones,
ganan de 100 á 150 Bs.»
Complícase este singular estado de cosas, con que
en universidades, colegios y escuelas, falta en absoluto
material pedagógico. La universidad de Cochabamba,
por ejemplo, carece de todo. En Cochabamba la ins
trucción constituye afán permanente de la comuna, y
es fama en Bolivia, que de allí salieron los más grandes
hombres habidos en el país. Pues bien, la universidad
de Cochabamba no posee ni siquiera los libros indis
pensables á una particular biblioteca. Así lo manifiesta
el" rector de ese distrito universitario, haciendo constar:

«que, durante el corto período transcurrido de la admi


nistración actual, se ha elevado el nivel progresivo de la
instrucción pública á una altura á la cual no pudo llegar
en el largo tiempo que transcurre desde la fundación
de la República (1)».
Dice y declara tal cosa el rector, porque el gobierno
dispuso que se inaugurase un colegio primario de niñas
en local propio, se creasen escuelas elementales en pro
vincias, fuesen pensionados al exterior algunos alum
nos y se estableciesen premios para los sobresalientes...
Y prosigue el rector, algo ingenuamente, esto que
es muy significativo:
«.Los numerosos beneficios que se acaban de enun
ciar, unidos al valioso obsequio hecho por el señor Mi
nistro de Justicia é Instrucción, á la pequeña Biblioteca

(1) Obra citada, pág. 308 y 339.


UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES I23
de esta universidad, del importante Diccionario Enci
clopédico, hispano- americano, de Literatura, Ciencias y
Artes, editado en Barcelona por Montaner y Simón, hon
ran en alto grado al Supremo Gobierno, haciéndolo
justamente acreedor al aplauso y gratitud de este dis
trito universitario.»
Y en otro lugar:
«Con el laudable propósito de hacer que la ense
ñanza sea, en lo posible, objetiva y práctica en los esta
blecimientos fiscales de primera y segunda enseñanza,
se ha remitido hasta esta fecha, por el señor Ministro
de Justicia é Instrucción pública, el siguiente material
científico adquirido en los Estados Unidos...» (Aquí hay
una larguísima enumeración de diversos artículos tales
como: campanillas, globos geográficos, mapas, juegos
de pesas y medidas, textos de enseñanza elementaria,
reglas, etc., etc., siendo el objeto de más valor un globo
geográfico.) Y concluye:
«Todo este precioso material, que (nosotros subra
yamos) por primera vez se ha provisto en los estable :,.'.. '..-
cimientos primarios, mejorando notablemente el que
existía en los dos colegios secundarios de esta ciudad,
ha sido distribuído, etc., etc. (1).»
Adviértase, pues, que todo ese precioso material
(campanillas, diccionarios, cartas geográficas, relojes,
compases y reglas, pizarras, etc., etc.) se ha visto por
primera vez en las escuelas, de donde lógica es la de
ducción que antes de ese generoso desprendimiento
gubernamental, eran, poco más ó menos, como la des
crita por Paredes.
No hay necesidad de añadir que en un país donde
así florece la instrucción, no han de salir á lucir hermo
sos frutos, pese á la fecundidad del terreno.
Y es que allá seduce y entusiasma el título. Los
padres sólo quieren que sus hijos se llamen doctores.
Especialmente los poblanos, cuyo horizonte de aspi-

(1) Obra citada, pág. 441 y 442.


124 CAPITULO QUINTO

rabilidad es mezquino, no tienen otra ambición que


esa; y mandan á sus hijos á las universidades para
que al cabo de años, vuelvan á la aldea hechos unos se
ñoritos, y luego, con ayuda de su saber legista, defien
dan sus explotaciones y tengan autoridad de curacas.
Estamos atacados, en grado inminente, del peligro
abogadil. Habiendo, relativamente, pocos asuntos para
tantos abogados, se hace pleito por cualquier cosa, por
nada, por una rozadura de vestido, por una mala mi
rada. Todo el que de su parte tiene la sinrazón, es el
primero que, empujado por los abogados, se apresura
á llevar á los tribunales la solución de una contienda
que se hace eterna. La justicia (hay palabras cruel
mente irrisorias) es, en Bolivia, cara y tarda. Las leyes,
especialmente las de minería, se prestan á toda clase de
interpretaciones; los encargados de aplicarlas á casos
hechos á medida, como si dijéramos, á cordel, antes que
jueces, son hombres y obran, por lo tanto, bajo la tira
nía de sus pasiones y sentimientos, y es buen abogado
el más intrigante, quien, antes que interpretar correcta
mente el sentido de las leyes, busca sus huecos y vacíos,
harto numerosos, para torcerlas según su voluntad ó su
criterio sutil y ejercitado en la paradoja y la hipérbole.
Pero sucede á menudo, y hoy más que ayer, que el
número de profesionales, llegando á una alta cifra, en
vez de facilitar el movimiento judicial, lo paraliza hasta
cierto punto. La concurrencia se impone con todos sus
despóticos caracteres; hay oposición y lucha. Entonces,
los vencidos, cual la espuma del vaso que desborda,
para ganarse la vida, si no infestan las provincias, se
hacen políticos, pues harto saben que en Bolivia, como
en los demás pueblos hispano-indígenas, para pertene
cer á este gremio profesional, no se necesita poseer, al
decir de D. Avelino Aramayo, crecido caudal de cono
cimientos, ni aun menguado, sino una sola cualidad
ó condición: alma libre de escrúpulos. Quien más osada
la tenga, sube más: este es un axioma vulgar y co
rriente... Se hacen políticos y se les reconoce por esa
UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 1
25

maravillosa elasticidad de rodillas, siempre dispuestas


á doblarse; por esa su ambición desmedida de medrar
del tesoro público, y ¡claro! no puede esperarse ningún
progreso en pueblo donde todas sus clases sociales no
esperan sino del funcionarismo empleo de actividades
acumuladas.
Fijándose con alguna atención en el progresivo au
mento de profesionales legistas, se nota que en regio
nes de cierta conformación física, en que la vida comer
cial y agrícola no son intensas y en donde la naturaleza
derrama, pródiga, sus bienes, abundan más que en otras
en que es preciso empeñar continua lucha para poder
satisfacer necesidades de todo orden. Según la estadís
tica muchas veces citada, Cochabamba en primer tér
mino, luego La Paz y en seguida Sucre, tienen la honra
(este es término local) de contar con mayor elemento
instruído, y por consiguiente, con más abogados; pero
aun siendo honra y grande, es indudable que el peor
daño que dichas circunscripciones pueden hacerse, es
continuar dando tantas lumbreras al foro.
La falta de escuelas por una parte y la abundancia
de universidades por otra, crea un estado especial y
único de conciencia colectiva. El profesionalismo es casi
un régimen. Hay plétora de profesionales. Casi todos
los que saben leer y escribir y tienen algún dinero son,
indefectiblemente, ó abogados, ó médicos, ó curas. Fal
tan ingenieros, mecánicos, agricultores; pero sobran
abogados y médicos. Ni aun viajantes animados de
espíritu emprendedor, hay. Llevando la cuenta de las
exploraciones realizadas en el país y de los" servicios
que le han prestado haciéndolo conocer en su aspecto
más interesante, en el de su riqueza natural, se ve que
casi todas han sido hechas, desde los remotos tiem
pos de nuestra independencia, por extranjeros, algunos
ilustres en el mundo de la ciencia: Humboldt, d'Or-
bigny, Creveaux, Nordensskof, Bandelier, Conway, Ar-
mentia, Dereims, De la Grange, etc., etc.
Hay enorme desproporción entre la salvaje y hu
I2Ó CAPÍTULO QUINTO

raña incultura de las clases populares y la «alta ilustra


ción» de las superiores, es decir, de aquellas que fre
cuentan las universidades; y para que un pueblo tenga
consciencia de su valer, es necesario que la mentalidad
emane de la masa, que la luz surja de abajo, y con esto
no quiero decir de mentalidad creadora ni de luz anun
ciadora ó guiadora como la de Belén, sino de facultad
observativa, de instinto de perfección, de posesión de
conciencia, en fin, sola condición indispensable y nece
saria á esos arranques de crecimiento, de acción, de lu
cha y de reacción. Por lo tanto, á esa «alta ilustración»
tan loada por escribidores vacuos, preferible es la crasa
ignorancia del cholo, la resignada tristeza del indio. El
manejo de códigos y procederes, esto es, el juridismo
es deformación peligrosa. Esa alta ilustración universi
taria sólo sirve para engendrar médicos, curas, aboga
dos, poetas y periodistas de talla vulgar y corte común,
que constituyen la mentalidad media del país, y no
( existe sino para la exportación y es patrimonio de pe
riodistas hueros. Los pocos que la poseen de verdad no
ejercen ningún influjo en la vida social y política, viven
olvidados y su cultura no es producto de universidades,
sino de labor personal, de estudio desinteresado y per
manente. Esa alta ilustración atribuída á los que en
política medran, se compone de ideas generales del
dominio de todos y se llega á ellas no naturalmente
como el celebérrimo é intencionado M. Graindorge,
sino tras continuos esfuerzos y no pocos años de ruda
labor sobre libros. Sería fácil llegar si el ambiente fuese
culto; pero como no lo es, fuerza es trabajar, orientarse
en medio de principios en contradicción, tantear peno
samente para conseguir mezquino fruto. Esto origina el
pedantismo. Quienes se dedican á este esfuerzo de
asimilación creen con perfecta ingenuidad haber alcan
zado la cima del saber, y son absolutos en toda suerte
de conclusiones, y nace el dogmatismo apasionado y
aun violento, nada propio ni adecuado á las altas es
peculaciones que supone y engendran tolerancia... Esto
UNA DE LAS ENFERMEDADES NACIONALES 127

adviértase siempre con relación á los que ponen


interés en cultivar su espíritu, y pocos son los que á tal
cosa dedican sus esfuerzos sobrantes; los más, conse
guido el título profesional muy fácil de conseguir,
ignoran la voluptuosidad del libro y hacen parte de esa
ignorancia diplomada de que hablaba un ministro, per
niciosa é inútil.
De algunos años á esta parte, pocos, nótase, sin em
bargo, cierta tendencia en gobiernos y municipalidad
de mejorar la instrucción en todos sus grados (i).
Últimamente el gobierno del señor Montes, en feliz
inspiración de iniciativa, envió una centena de pensio
nados á completar estudios especiales á las universida
des de Chile y la Argentina, y allí se puso de perfecto
manifiesto la deficiencia pedagógica de nuestros cole
gios y universidades.
Un hecho sencillo.
Parte de la comisión enviada á Buenos Aires, para
ser admitida en los colegios y liceos de esa capital, tuvo
que rendir un examen de prueba, y en dicho examen
sólo tres ó cuatro obtuvieron nota favorable; los otros,
anonadados por el cúmulo de conocimientos que se les
exigía, manifestaron su deseo de regresar al país, sim
plemente porque los textos de enseñanza estaban en
francés y no sabían traducir...

IV. Todo esto muestra á las claras ese particular


estado de espíritu consistente en fingir un bienestar
que no existe; y dónde se manifiesta con caracteres
algo turbadores, es en la vida institucional, profunda
mente atacada de males graves. Allí la simulación

(i) En Bolivia la instrucción primaria está entregada en


manos de las municipalidades. Este es el más grande erroj que
pudo haberse cometido. La experiencia ha demostrado ya, que no
se puede esperar mejora pedagógica de individuos que entrando
á la municipalidad por fines políticos y sin ninguna preparación,
toman á su cargo el ramo de Instrucción, el más delicado de
todos y en el que los países ponen preferente atención.
S
128 CAPÍTULO QUINTO

colectiva toma tales caracteres de espontaneidad, que


hoy, después de más de medio siglo de mentira perma
nente, comienza á cristalizarse constituyendo modali
dad del carácter nacional, con todo de presentarse con
tradicciones curiosas.
Hay, v. gr., convenio tácito, nacido quizás del con
vencimiento, en considerar la patria como suelo de per
fecciones de toda índole; pero no se ignora que es poca
su significación en el conjunto de los otros pueblos, y se
sabe que en el dominio de las relaciones políticas y co
merciales, su rol es nulo, pero á nadie preocupa tal
cosa. Todo eso del prestigio y crédito exteriores, deja
indiferentes no sólo á las masas alfabetas, sino á los
grupos que se dicen partidos y anhelan, por consi
guiente, la conquista del Poder. Lo solo que de ve
ras apasiona, es el triunfo de las individualidades, y
nada más.
Y esto se explica. Lo apasionante en pueblos des
organizados es lo que personalmente interesa. El egoís
mo individual, innato en esas razas, se acentúa colecti
vamente. Los triunfos ó los fracasos no valen ni tienen
significación alguna por sí mismos, sino en cuanto pue
dan ser relaciones á un hombre (jefe, caudillo, presi
dente) ó á un grupo (partido, comuna, región). Todo lo
de interés general se converge á las personalidades de
la política militante y sirve para exaltar ó amenguar los
méritos personales del mandante, según los casos ó
los acontecimientos, pero siempre atribuyéndolos á la
persona y no queriendo conceder ninguna importancia
á los factores de orden impersonal ó extraños al grupo.
Exteriormente, las colectividades de este género,
hacen gala de un equilibrio perfecto; sus instituciones,
copiadas de las más adelantadas de estos pueblos de la
vieja Europa, parecen desarrollarse con toda estrictez;
que la legalidad y el orden son un estado normal" pero
en el fondo sucede todo lo contrario, como lo hemos de
ver en su lugar.

X
CAPÍTULO VI
La prensa, factor de decadencia colectiva

Composición de la prensa y sus deficiencias. Particularidades


de la prensa. Importancia que da á las noticias locales y sus
efectos. Cómo se hace la crítica literaria. Su concepto de la
patria. Su sumisión á los caudillos y gobernantes. II. La
prensa de pequeñas poblaciones. Sus perniciosos efectos. Su
sola preocupación es la política- III. Hay que desconfiar
de la prensa. Crea la injusticia social, factor de decadencia
colectiva. Cómo se explica el problema de la popularidad en
Bolivia. Acción nula de los hombres de verdadero valer moral
é intelectual. Remedios.

I. De entre los muchos factores de orden moral


que han contribuído para moldear así el carácter y la
mentalidad colectivos, puede contarse la prensa como
uno de los más eficaces; y la prensa «¡cuarto poder del
Estado!» no sólo en Bolivia sino en la mayor parte de
los estados sudamericanos, está maleada en su base y
no responde á sus primordiales fines eminentemente or
ganizadores.
En Bolivia se presenta bajo un aspecto por demás
extraño.
Los periódicos de Bolivia constan, por lo común, de
cuatro páginas, de las que dos están reservadas á los
anuncios y reclamos, y las otras dos al comentario de
los asuntos de actualidad, á la transcripción de artículos
literarios y de variedades, á los telegramas y á la cró
nica local, minuciosa, íntima, confidencial. Cada uno de
estos temas ocupa sección aparte. Las primeras colum-

r
130 CAPITULO SEXTO

ñas de la segunda página sirven para la exposición de


tallada de los negocios concernientes al país, políticos
en su generalidad, y todo lo publicado en esa sección
tiene por objeto tratar de convencer ó bien de que el go
bernante es un malandrín vulgar, un estafador de la peor
laya, ó, por el contrario, ser de superlativas buenas cua
lidades, honra y prestigio de la nación, producto esco
gido é insuperado de la raza; y esto según la color y el
bando gremial á que pertenece un periódico. El tono
de estos artículos es grave, enfático, declamador, y los
títulos rimbombantes, se escriben muchas veces en latín,
para que inspiren mayor respeto y parezcan más susb-
tanciosos: Acta est fabula, Ad gloriam, Vce victis, Alea
jacta cst, etc., etc.
Delatan esos artículos pasiones indomables y con
tienen rica germinación de odios. Hombres, ideas, ins
tituciones, todo lo confunden, lo entremezclan, lo aglo
meran. Los hombres con especialidad apasionan de
^-r

manera enérgica, y se les exalta hasta la adoración,


ó se les hunde en abismos adonde no llega la piedad
humana, si no se les calumnia y exalta á la vez, según
la actitud que en la vida política asuman esos hombres,
con una veleidad asombrosa y una ligereza pasmante,
cual si el medirlos de manera tan contradictoria, tuviera
menos importancia que el anuncio de las variaciones
atmosféricas ó cosa así.
El servicio telegráfico de estos periódicos es nulo.
Nada de lo de fuera interesa. Los telegramas reflejan
imperfectamente el movimiento mundial. Tanto pasar
por oficinas fiscales, llegan á su destino desfigurados,
contrahechos, privados de sentido común. Los redac
tores telegráficos, poco aptos en geografía é historia,
consignan á veces noticias tremendas, absurdas, in
fantiles y son diestrísimos en innovar la ortografía de
los nombres de ciudades y de personas.
Obedece tal cosa á que los periódicos bolivianos no
están en comunicación directa con las agencias europeas,
y sus noticias las reciben de corresponsales constituídos
LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA 13 1

en capitales de los países vecinos. Dichos corresponsales


toman las noticias cuando ya han sido publicadas en
los periódicos del país donde tienen su residencia y las
transmiten á los suyos en su parte substancial, sin entrar
jamás en detalles.
Pero si no ricos en telegramas los periódicos boli
vianos, lo son en colaboradores. La colaboración ocupa
la tercera sección en varios, y algunos la relegan des
pués de la de las noticias locales.
Son colaboradores de esos periódicos, las más altas
eminencias del mundo científico y literario. Por sus co
lumnas alternan en amable y gallardo torneo intelec
tual, los cronistas franceses asociados á los españoles y
americanos; y no es raro ver figurar sesudos alemanes
y parcos ingleses, más ó menos bien traducidos, siendo
lo extraordinario del caso, que dicha colaboración no
consta en ningún tratado ni es materia de una con
vención especial y sí obra exclusiva de un par de tijeras,
instrumento eminentemente económico y práctico.
Semanarios, revistas, diarios, todo lo que llega á las
redacciones periodísticas sirve para proporcionar selec
cionado material de publicación. Los diarios bonaeren
ses son riquísimo filón para los periódicos de Bolivia:
en sus columnas alternan, en atolondrado hacinamiento,
los nombres de Unamuno, Max Nordau, Claretie, Grand-
montagne, Rubén Darío, etc., etc. Que esto sea censu
rable, de ninguna manera y aun lo contrario, y el solo
inconveniente de ello, es que jamás citan los periódicos
bolivianos la procedencia de su colaboración, y muchos,
en cambio, valerosamente, no se detienen en con
signar el consabido: especial para... De esta manera Bo-
badilla, por ejemplo, es colaborador de El Día, de
Cochabamba, y Lombroso de El Comercio, de La Paz.
Los escritores nacionales, en varios de esos exce
lentes periódicos, ocupan la sección última, porque los
directores consideran innecesaria una colaboración es
cogida de escritores del país; lo esencial es que paguen
los anunciantes, y lo pagado ó pagable va en sitio
132 CAPITULO SEXTO

preferente. Según su utilitario criterio, vale más el re


mitido en que un poblacho protesta de la brutalidad del
corregidor, cuando no el del corregidor quejoso de la
irremediable estulticia del poblacho, y no la crónica
de un poeta loadora de las gracias de su amada, ó el
estudio de un sociólogo, probador de las profundas vir
tudes cívicas de la raza; y ni el poeta ni el sociólogo
cobran por sus trabajos, en caso de ser admitidos, pues
esto del salario es allí cosa trascendental y curiosa.
Se paga al sastre, al copista de un oficio, al clava
herrajes, al albañil; pero nunca al escritor, á no ser que
diga algo del gobierno, insulte á los del partido contra
rio y escriba notas biográficas de los políticos aspiran
tes al mando. Entonces ¡claro! se le paga sesenta pesos
al mes y por nota diaria...
La sección destinada á relatar las andanzas del
grupo es la más favorecida por el público lector. En ella
se detallan los menudos hechos del día, se comentan
loa gestos de los hombres públicos, se hace la relación
minuciosa del inevitable banquete del día, relación que
comienza con la lista de platos ó menú y acaba con la
descripción de los trajes de los comensales y el resumen
de los discursos, si no el discurso entero, también ine
vitable.
Cualquier acontecimiento social, por nimio que sea,
merece particular y circunstanciada mención. Lo que
en España sucede con las corridas de toros, en Bolivia
pasa con los menudos hechos sociales: merecen la
atención preferente del gacetillero y el aplauso gene
ral del público. Un entierro, un matrimonio, un baile,
una partida, una llegada, un cumpleaños, son suce
sos dignos de ser conservados para la posteridad, y ha
llegado á la manía la idea de que toda persona de
alguna significación social, tiene que ser saludada por
la prensa con cualquier motivo, solo medio de probar
que realmente ocupa una posición espectable.
El deseo de provocar una mención periodística, es
preocupación obsedante. Se vive fraguando la manera
LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA I33
de dar que hablar de sí á los periódicos. Particularmente
las mujeres, por lo común más sensibles á la loa, más
exaltables de vanidad, no sienten escrúpulos én recurrir
á pequeñas artimañas para conseguir la mención dicha,
y guardan inextinguible rencor para el periódico ó el ga
cetillero que no supo rendirles los favores á que ellas se
creen acreedoras. En las redacciones de los periódicos
constantemente se reciben billetitos de singular factura:
Señor cronista: aviso á V. para que avise en su perió
dico que pasado mañana cumple años la señorita... Y,
claro, el cronista avisa con frase más ó menos lisonjera,
según el grado de simpatía que le inspira la solicitadora
señorita; pero avisa, que es lo esencial.
Las noticias de esta índole son insinuantes, amables,
ligeras, espirituales dentro de nuestra pesadez. Como
constituyen principal esparcimiento del público, hay
que darlas con delicadeza, con amabilidad, dorarlas si
son amargas, hacerlas picantes si son inocentes, pulirlas
si son burdas, pero siempre velándolas para que inciten
y exciten la curiosidad del público, aunque sin fatigarla.
Y pues son pocas las proporcionadas por el elemento
blanco, las habidas se dividen en dos categorías: la pri
mera está dedicada á las altas clases y lleva el título
general de: Día social; la otra es para la masa, y en ella
se narran los hechos vulgares, las andanzas de los cho
los é indios, se dice de los trabajos materiales, se habla
de los pobres, se compadece á los miserables y desva
lidos.
Sucede á veces que el grupo proveedor de materia
les para escribir la primera sección, por su pequenez,
no ofrece gran variedad en sus manifestaciones activas.
Entonces se describen con los menores detalles sus
reuniones privadas, se comentan los gestos de sus pro
hombres, se sigue, se averigua, se atisba sus andanzas,
aunque raramente, porque son los mismos interesados
que avisan lo que les concierne y suministran buen ma
terial informativo á los periódicos. Un capitalista, al aña
dir, por excepción, un plato á su mesa invitando á un
134 CAPITULO SEXTO

amigo-, lo comunica por teléfono (en la sola ciudad en


que hay teléfono; en las otras se envía un criado espe
cial); un salón alumbrado hasta altas horas de la noche
y en el que se haga música, son fiesta social, casi un
acontecimiento; y se les relata con lujo de detalles, con
fruición. De entre estas noticias, las más solicitadas, son
las referentes á los noviazgos. Los noticieros sólo se
preocupan de averiguar qué amoríos estallan en el pue
blo y si se han contraído nuevos compromisos matri
moniales. En caso afirmativo, exquisitamente, con deli
cadeza femenil, redacta una noticia como la siguiente,
bajo el título general de: DÍA SOCIAL:
«En perspectiva. Nuevamente anunciamos á nues
tras lectoras, que son las más adictas á estas noticias,
los siguientes matrimonios en vía de efectuarse y cuyos
avisos son debidos á una angelical colaboradora que
nos los remite bajo el seudónimo de MlMÍ; á quien
desde luego enviamos nuestro agradecimiento, rogán
dole nos favorezca siempre con tan interesantes nove
dades.
» Ella. Esbelta hija del Illimani, ha cautivado el co
razón de un estimable joven, como la hija de Labán y
esposa primera de Jacob, cuyo nombre lleva, cautivó
el del soñador de la escala misteriosa.
»El. Sumiso como el hijo del Patriarca hebreo, in
clina la cerviz ante el mandato de Cupido y marchará
al altar, como aquél marchó al sacrificio; pero no llevará
la leña, sino el fuego... de amor.
«Curiosa lectora, si quieres conocerlos mejor, debes
saber que el nombre de El es el mismo de aquél que
dos mil años antes que Cristo debió morir en el Calva
rio y cuyo sacrificio suspendió un mensajero celestial, y
el de Ella, si recorres tantas veces una medida marina,
como el número del presente siglo... (1).»
Grande es el triunfo que con semejantes noticias al
canza el gacetillero, porque causa movimiento unánime

(i) El Comercio de Bolivia. Julio, 1905.


LA PÍENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA 135

de curiosidad en el público lector, é imprime rumbo á


las conversaciones de muchos días. Las mujeres se ma
tan por descubrir quiénes podrán ser las felices novias;
los hombres hacen la relación de sus amigos solteros; se
cavila, se hurde, se trama, se escudriña. En la calle unos
á otros se preguntan si han leído la noticia y se piden
los nombres de los indicados para confiarlos bajo re
serva á sus relaciones, siendo una especie de orgullo
despejar incógnita de tal naturaleza. La imaginación
pública se excita, y pues la holganza deja en reposo
músculos y cerebro, se emplean las horas dedicándolas
á la afanosa busca del medio de poner en claro el epi
grama ó la adivinanza. Se loa la habilidad del gaceti
llero ó del director que supo presentar tan espiritual-
mente la noticia, y como se sabe quién es, porque el
autor tuvo cuidado de revelarse por medio delos amigos,
se alaba su destreza, los que dudaban de su talento ven
que éste se confirma, se comentan sus ocurrencias, si las
tiene; si no, se las inventan; crece su prestigio, se hace
notable, se piensa en hacerle algo...
A veces, seducido un autor por este lujo descrip .
tivo, maravillado por el verbo mareante del noticiero,
de su perspicacia aguda, no encuentra obstáculo alguno
en enviarle su obra, pensando suscitar su atención,
y creyendo ingenuamente que siendo la prensa ins
trumento reflector de la vida de un pueblo en sus múl
tiples manifestaciones, tomará en cuenta su producción,
una de esas manifestaciones que él, el autor, se empeña
en creer, acaso con ligereza, la más pura, la sola grande,
y á lo mejor, en medio de la crónica social detallada y
completa, encuentra un parrafillo de tres líneas, jamás
de cuatro, parrafillo que sirve de igual medidor para
todas las obras y ha llegado á hacerse tradicional en la
prensa. Dice textualmente:
Hemos recibido de N. N. un libro titulado... Agra
decemos la remisión y felicitamos al autor.
Es todo. Y es mucho. ¿Qué más puede desear uno
que escribe?
136 CAPÍTULO SEXTO

Empero, en ocasiones, excepcionalmente, el cronista


dignase dedicar algunas horas al examen de la obra
enviada. Entonces, si el autor es su amigo, allí va para
él toda una tirada de frases acariciadoras, loadoras,
magníficas. Compáralo con lo más grande de todo país
y de todo siglo; atribúyele virtudes privadas y públicas.
Si no es amigo, á defecto de la crítica menuda agresiva,
personal, insincera, el complot del silencio hábil é inten-
cionalmente fraguado. Confabulase con sus camaradas,
los otros cronistas, para no hacer mención de la obra
de fulano y hácese gravitar sobre él, con pesantez de
losa funeraria, un silencio espantoso, sombrío, porque
allí nada importa la labor de un hombre, sino la de Fu
lano de Tal, es decir, de un nombre. Que un hombre
trabaje, está bien; pero no hace al caso; poco importa.
Que don Fulano de Tal, político de profesión, trabaje,
ya es distinto. En ese caso su trabajo es la perfección
misma...
Esta prensa, en todas sus manifestaciones, es cu
riosa y algo rara.
Para ella, la patria, por ejemplo, es «la tumba de
nuestros abuelos, la cuna de nuestros hijos, el suelo en
que vieron la luz nuestros ojos», «el sitio bendecido de
nuestros amores» y, por consiguiente, «lo único bello,
bueno y grande en la tierra». «Nada hay comparable á
su esplendor». El resto del planeta es un erial infecundo,
vasto desierto en que todo falta. A la patria todo le
sobra y aun el sol guarda para ella sola los más puros
de sus rayos. Inspira amores y recelos y el mundo en
tero tiene fijos sus ojos en sus riquezas inexploradas,
en los contrastes asombrosos de su naturaleza, en sus
montañas de prodigiosa fertilidad.
Todo lo que de bueno se dice de la tierra', en cual
quier parte, aun lo insignificante, lo transcribe la prensa.
No importa la procedencia del dicho; tampoco que sea
un periódico vanal y negociante quien lo diga, ni menos
que el que suscriba lo dicho pertenezca á la vasta mu
chedumbre escritoril; lo esencial es que se ha hablado de
LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA I37
la patria en el exterior exterior comienza allá en las

(el
lindes fronterizas), eso basta para que periódico

el
y
que publica lo dicho escritor que lo dice, sean emi

el
y
nentes, notables, distinguidos, mejor de cuanto en

el
lo
género se conoce... Cuando tropieza con lo malo que se
ha dicho del país, entonces los periódicos de tierra

la
adoptan un aire grave digno y, sentenciosa, profun

y
damente, responden las injurias del colega de Ber

á
lín, v. gr.; sacan lucir lo mejor de su vocabulario...
á
y

saltan nombres de héroes, glorias guerreras, Murillo,


y

Lanza, Catacora, Monteagudo, como quien dice, Wás


hington, Murat, Gambeta Bismark...
y
nadie hablar mal de

la
Jamás se permite patria,

y
á

¡pobre del que lo haga!... ¡La patria!


El patriotismo consiste en mentir por lo grande, ase
gurando solemnemente poniendo los cielos por tes
á
y

tigo, que nivel moral sube incesantemente como cau


el

dal de ría en otoño marchan maravilla sus institu


y

ciones... La patria (modelo de estilo periodístico) no


tiene dolencias ni sufre quebrantos; quien sienta unas
y y

padezca otros, quien mire claro distancia, es un


á
y

pesimista, un falso patriota que es lógico causarle


al

cualquier mal de cuyo influjo se hace necesario pre


y

caverse riesgo de provocar la disgregación social; pero,


á

en todo caso, irrevocablemente, es un enemigo de


la

tierra, un odiador sistemático de sus grandezas heroi


y

cidades, por lo mismo es menester aislarlo, echar sobre


y

sus espaldas peso abrumador del desprecio colectivo,


el

porque la patria es madre sagrada augusta no hay


y
y

madre que tenga defectos ni cometa errores...


Pero no es tanto de patria que se cuidan estos pe
la

riodistas como de los hombres de patria. La patria,


la

claro, es una gran cosa, mas no como sus hombres.


De consiguiente, han ejercitado sus facultades en
el

complicado arte de loar los caudillos funcionarios


y
á

públicos de alta categoría, hasta llegar conseguir pasa


á

bles resultados. Conocen todas las palabras encomiás


ticas de todas las lenguas. Cuando un hombre ya
le
á

/-"
138 CAPÍTULO SEXTO

han dicho sublime, no les queda más que el epatante,


y esto porque consideran que dicho calificativo es supe
rior á aquél, basta que venga del franchute.
Los hombres de la patria les causan profunda
veneración. Todos (ha de entenderse los afiliados al go
bierno), son notables, eminentes, ilustres, aunque esto
de ilustre ya va perdiendo su calidad, pues en ciertas
poblaciones de Bolivia, los habitantes se saludan de
una vereda á otra con un: «¡cómo va, ilustre!», grave
y sincero. Allí las notabilidades abundan. El califica
tivo distinguido es el menos que se puede dar á cual
quiera. Distinguido es el noticiero que por primera vez
surce un parrafillo encomiástico; el adolescente dipu
tado recién elegido; el secretario de una legación; un
juez, un rimador, un militar, es decir, todo el que se
yergue sobre la punta de los pies. Los ministros, se
nadores, oficiales mayores, etc., etc., ya son eminen
cias, algo que sale de lo común, que es único y, por
tal, incalificable.
Somos nosotros, los bolivianos, quienes poseemos,
indubitablemente, las mejores glorias, siendo lo particu
lar del caso que esas glorias se suceden como ciertos
meteoros, cada cuatro años, y, como ellos, pasan sin
dejar huella... Nuestras glorias no sólo viven sino que...
mandan. El glorioso que cae ó muere, ya no es tal glo
rioso, es... No; no es nada; es un muerto simplemente.
En otras partes, cuando los hombres han llenado buenas
y generosas acciones, es honra recordarlos de caídos ó
de muertos. Allí, es la vida, son los vivos que interesan.
Allí sí que los muertos, aun siendo ilustres, mueren
de veras, irremediablemente. Jamás uno que pasa es
recordado por nadie ni para nada. La veneración y el
recuerdo, ó sea, el culto de los grandes hombres, culto
de los grandes pueblos, no existe ni se conoce, siendo
el solo y terrible afán en todos, loar é incensar sola
mente lo que queda en pie, porque los que caen por
cualquier causa son abandonados y, lo que es peor,
vejados si tuvieron la fatalidad de caer con desgracia.
LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA 139

Allá, á lavista de todos, se repite periódicamente el


hórrido cuadro de lo que en la humanidad pasa: sólo
el fuerte se mantiene derecho, sólo al fuerte se le acata,
teme y respeta... Lo demás... nada; ni gratitud ni reco
nocimiento, ni siquiera recuerdo, lo más humano en la
flaqueza humana...
Por eso los hombres, por no caer, luchan no sólo
enérgica, sino, lo esencial, deslealmente. Recurren á
vedadas armas y combaten con bríos, con rabia, con
pasión, porque no es la vida lo que defienden, la vida,
el solo bien, sino lo que la hace pesada: la vanidad, el
orgullo, la concupiscencia, el odio... Pero ¡luchan en
vano! porque los hombres cambian de ídolos con velei
dad prodigiosa. Hoy uno, mañana otro; y siempre al
que está arriba, al que manda.
«Dos períodos dice el citado periódico bien mar
cados de observación ofrecen, por punto general, nues
tras contiendas políticas: la caída de un gobierno y la
exaltación de otro.
»
Quien dice los últimos días del gobierno, bien
puede decir el período de deslealtad y de las abdicacio
nes. Ahí tenemos la prueba en el último congreso. Indi
viduos salidos de las filas liberales, diputados elegidos
por favor y como fruto de su rastrera petulancia, hom
bres puestos al servicio del gobierno, no por convicción
honrada, sino por conveniencia personal; helos ahí, de
sertando de la bandera que los cobijó generosamente,
para convertirse en furiosos opositores de hora nona,
en ciudadanos nerones de circunstancias pasadas (1).»
Cierto.
En esos dos períodos de modo vigo
se patentiza
roso la poca generosidad de nuestro espíritu. En el
primero es la adulación rastrera y cobarde, la sumisión
pasiva y resignada. Todo lo bueno y mejor se le atri
buye al caudillo; se le adula, se le aclama con más fervor
que á sus héroes las turbas romanas. De todo desem-

(1) El Comercio de Bolivia. Enero 7 de 1908.


140 CAPITULO SEXTO

peña el caudillo en ese primer período: los consejos co


munales, en sus urbes, borran los viejos nombres de las
calles y los sustituyen con el del candidato hasta que
venga otra situación que obl1gue al municipio á cam
biarlo con el del que entonces esté de moda; las aso
ciaciones literarias ó de beneficencia hacen al caudillo
su presidente de honor; las juntas constructivas idean
una reforma cualquiera en una plaza, en un atrio ó en
una calle, para hacerle colocar la primera piedra; los
particulares engendran hijos, exprofeso, para nombrarle
padrino, y le hacen dirimidor de sus querellas, esto es,
entra en ese período que Bunge llama, muy oportuna
mente, «el proceso de encumbramiento ó la conquista
de la popularidad».
En el segundo, es la claudicación de los adeptos,
el desgrane de los más pegados, la fuga precipitada de
los adictos. Hácese alrededor del que declina un vacío
hosco y agresivo. Es un descenso otoñal con todas sus
amargas melancolías; la caída del héroe bruscamente
abandonado, ó mejor, de la estatua repentinamente pri
vada de su zócalo...
Cuéntase un hecho significativo á este propósito:
Poco después de la transmisión del mando de las
puras é. inmaculadas manos de Campero álas ineptas
de Pacheco, pasada una ceremonia congresal, volvíase
el fortunoso caudillo del palacio legislativo al de Go
bierno, seguido de la turba, ebria por tanto vociferar el
nombre del flamante mandatario. En el rostro de los
más brillaba la alegría por haber cambiado de señor, y
nadie se acordó del caído que, envuelto en su capa,
marchaba en dirección opuesta á la de la gozosa turba.
Al llegar á la esquina de la plaza, la turba y el hom
bre se encontraron. Apartóse éste de la vereda para
dar paso á aquélla, y lo hizo con tal mala fortuna ó
tan precipitadamente, que resbaló en el mal empiedre
y cayó al suelo. Al caer, para no herirse, extendió
las manos, y con el movimiento separóse el manto de
su rostro, y los que estaban cerca de él vieron, no sin
LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA 14!

asombro, que era Campero, el mandatario cesante, y


asombraos no hubo uno solo que le ayudara á
ponerse en pie...
Y este es un símbolo.
II. La mayor parte de lo hasta aquí dicho de la
prensa en general ha sido sugerido por la atenta y cons
tante lectura del periódico considerado como el mejor en
Bolivia, siendo, por lo menos, el de mayor tiraje: en los
periódicos de las poblaciones menos importantes, sen
cillamente no hay nada: la política y la crónica local lo
absorben todo. Su lectura es, por eso, embrutecedora,
como la masturbación. Al recorrer las páginas de los
periódicos de poblaciones menudas, experiméntase sen
sación parecida á la del abandono frente á la ausencia
absoluta de médula, á la hórrida inanidad espiritual,
y esta impresión aumenta y se hace dolorosa cuando
el lector conoce el movimiento periodístico de otros
pueblos.
Aquí, en París, en las salas de La Nación y La
Prensa, de Buenos Aires, los dos grandes diarios de
habla hispana, salas ricas en publicaciones de todos los
pueblos de la América latina, se puede comprobar esta
aserción con sólo revisar los dos únicos diarios de dos
poblaciones de carácter complejo y enrevesado, porque
si la una se enorgullece de marchar á la cabeza de las
demás en adelantos industriales y en importancia co
mercial, la otra se vanagloria, y con razón, de haber
producido los hombres de mayor genio creador en Bo
livia. El periódico representativo de la cultura de esta
última, es especial.
Todo él destila odio. Sus dos páginas utilizables
para la exposición de asuntos de orden general, están
absorbidas por el movimiento político, dado que se
pueda atribuir tal carácter á la apasionada discusión de
los hombres influyentes, ó de los candidatos concejiles ó
congresales que solicitan su nominación no por el «so
berano pueblo», sino por el «Excmo. Presidente».
142 CAPITULO SEXTO

Ellenguaje es burdo, torpe, y está plagado de lu


gares comunes. El servicio telegráfico no ocupa sino
media columna, habiendo números que no lo traen por
dar cabida á las noticias de carácter local. Consiguien
temente, el lector está forzado á impregnarse de su
espíritu, participar de él. Hasta en las dos planas con
sagradas á los avisos, germina el insulto en amplia
floración. Los remitidos, comunicados y corresponden
cias cantonales son brote espontáneo de nuestra incu
rable perversidad, y se refieren, sin remedio, á los
cambios políticos, de manera que el lector está obligado
á seguir, fase por fase, día á día, el movimiento elec
toral eterna cuestión de actualidad con sus entradas
clonwescas y sus escenas de comedia sin llegar nunca
al drama; y poco á poco, sin quererlo suponiendo que
haya alguno en no quererlo, que no lo hay llega á
interesarse por el juego y concluye por llegar á sentir
especial fruición en saborear como ciertos maniacos ó
enfermos el sabor áspero de ese fruto archipodrido
llamado política y hacer del insulto soez y grosero la
sola arma de combate. Y pues los pobladores de una
urbe se conocen, mantienen relaciones de amistad y
parentesco y, de paso, aspiran, si no al funcionarismo
administrativo, por lo menos á la representación co
munal ó congresal, como supremo timbre de honor,
enciéndese la apacible vida de las minúsculas poblacio
nes y son los periódicos principal combustible en esa
hoguera destructora y calcinadora.
El aspirante á candidato, desde el instante que se
presenta á la lucha, ya no se pertenece á sí mismo, sino
á los otros. El grupo lo domina, lo posee. Está obli
gado á transigir con todo para servirle, perder su per
sonalidad, siendo su principal obligación defender y
aun sacrificarse por la tierruca. El campanario le exige
que sea exclusivista, intolerante, cerrado á toda idea de
equidad y justicia; y para servirlo bien, hay que hacer
profesión de fe, de odio ó animosidad hacia los otros
campanarios. El amor de éste es una bandera enarbo
LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA 1
43

lada con gallardía. A sus conveniencias se sacrifican


toda clase de intereses... Y son los periódicos quienes
alientan y reavivan esta pasión insana. Por el amor del
terruño se entran en miles de transacciones: se unifican
los partidos, se reconcilian los adversarios, se olvidan
los rencores. La patria no importa nada; lo esencial es
el campanario...
Esos periódicos de labor así inconsciente se abrogan
curiosos derechos. No aceptan contradicción de ninguna
clase. Su tiranía es odiosa, y nace por la importancia
concedida por los individuos á esta institución. El papel
impreso les causa una fascinación- maniaca. JL^o dicho
por el periódico y en letras de molde, es lo solo verda
dero: las turbas no conciben que un. periódico pueda
mentir ó engañar.
Esto engendra un curioso estado de conciencia co
lectiva.
Se ha observado, por ejemplo, que produce más
eficaces resultados en la generalidad de las personas,
la amenaza de un remitido en un periódico, que el
lento aparato de las disposiciones judiciales. Los due
ños de hoteles y tiendas de modas, para hacer efec
tivos sus créditos prefieren recurrir á la prensa y no á
los leguleyos andares. El sentimiento del ridículo, exce
sivamente desarrollado en ciertas clases sociales, obra
de manera enérgica.
Necesariamente, este temor engendra abusos irrita
bles. La prensa es más que un poder. Los periodistas
políticos, los cronistas y noticieros mundanos, imperan
por el terror. Hacen lo que es de su voluntad. En los
pueblos pequeños, éste degenera hasta la manía. Un in
sulto, una calumnia por el periódico es mancha imborra
ble, Lo que el periódico dice, es. En vano son reclamos,
protestas, acusaciones, rectificaciones. El público cree
ciegamente en la acusación, pero niega la prueba en
contrario, y lo curioso en extremo, es que el periódico
pone trabas á la facultad de producirla, salvo que se
acceda á sus exigencias de carácter económico. A este
144 CAPITULO SEXTO

propósito puede verse la tarifa de un diario de Cocha-


bamba. He aquí un extracto:

ECONOMÍA DE EL HERALDO

Por un año de suscripción Bs. 16


» » semestre » 8
» » trimestre »
5
» » mes » 2
» » año fuera de Bolivia » 18
Por una columna de remitido, según la cali
dad de Bs. 5 á »
30
Por una columna de rectificaciones á los ar
tículos de redacción 15 ,

La manía incurable de estos periódicos, sin dis


tinción, es que, para dar mayor fuerza á sus aserciones de
carácter dogmático y referentes al funcionamiento y des
arrollo de las instituciones políticas, se complacen en
citar el ejemplo de los países europeos de mayor cultura
y en establecer parangones entre los hechos que se efec
túan allá con otros que aquí se realizan. En una elección,
por ejemplo, se cometen fraudes, que por su desvergon-
zonería, alarman el pudor de algunos representantes
que se toman el inútil trabajo de denunciarlos en el Con
greso, é inmediatamente la prensa contraria aboga por
ellos y aun no vacila en asegurar que es agua de cerra
jas lo hecho, en relación á lo que se ve en esta materia
en Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Bélgica, etc.;
y esto se asegura con convicción y en estilo declamato
rio, único convincente allá; pero repito- siempre se
quiere ver relación estrecha entre los fenómenos, quizá
mejor, una absoluta analogía. De esta manera todo lo
explican, lo disculpan, y olvidan que son elementos
contrarios los que entran en juego, no cabiendo com
paración alguna en la explicación de los fenómenos rea
lizados aquí y allá, y determinados por causas distin
tas en el fondo, aunque análogas en apariencia; que
aquí siempre hay un fin determinado que llenar y allí
todo es inconsulto, espontáneo y casi inconsciente.
LA -PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA I45
III. «Para un pueblo, desconfiar de la prensa, sería
el comienzo de su sabiduría» dice Fouillée. Es. consejo
sjü10 Y prudente aplicable exclusivamente al país.
Debe éste desconfiar sistemáticamente de la prensa,
y á esa desconfianza tiene perfecto derecho, porque
la mayor parte de los que trabajan en ella, son seres
qúélgnorán orientación espiritual; no conocen la ver
dad, y esto es un pecado; y si la conocen, la niegan
ó desfiguran, y esto ya no es pecado sino delito, y de
los graves; no saben de la alegría de juzgar sin pasión,
libres de escrúpulos, es decir, no hacen virtud de la
independencia de carácter y de juicio, y consiste su
exclusivo afán en luchar, envalentonados por sus odios
terribles ó por el odio á un sistema de cosas, y luchan
con manifiesta mala fe, negando buenas acciones al
partido ó caudillo adversos y atribuyendo á los suyos
insuperables cualidades; sectarismo fatal y odioso, co
mún á grupos enteramente subyugados por prejuicios
partidistas, injustos y malsanos y contra el cual co
mienza á notarse cierta reacción promovida por hom
bres de algún valer.
Regístrese la prensa, en Bolivia, desde su apareci
miento, y veráse que su sola labor ha sido y es la loa
permanente á los mandatarios. Para ella los más fueron
ejemplares; de donde resulta que ha pasado el país por
manos de seres de hermoso carácter moral; pero de
tanta belleza y buenaventura sólo quedan montones
de papel impreso que inspiran no cierto recelo el exami
nar... Melgarejo fué un Mesías, Morales un Redentor,
Ballivián un Héroe, Daza un Prohombre, Pacheco una
Eminencia, etc., etc., y toda su preocupación ha sido
insisto ocultar la verdad, desfigurar los hechos, presen
tar á los hombres completamente distintos de como
son, bien denigrándolos hasta quitarles su categoría de
seres humanos y convertirlos en monstruos de iniquidad,
ó bien exaltándolos hasta la adoración fanática, siendo
su principal error el subordinarlo todo á la exclusiva
acción de esos hombres, haciendo derivar de ellos
10
146 CAPÍTULO SEXTO

solos, sólo de los gobernantes ó políticos de alta cate


goría, los fracasos ó triunfos colectivos.
Y así, con este extraviado y lamentable criterio,
poco á poco, sin darse cuenta, ha llegado á moldear la
mentalidad crítica del público y, lo que es aún peor,
á crear la injusticia social, una de las causas de deca
dencia de los pueblos.
Con este sistema de complacencias, de maquinacio
nes, de favores sólo para los que en un bando político
ó gremial figuran, y el silencio ó la guerra perpetua y
baja para los que no comparten de las opiniones del
grupo ni sienten veneración por los mismos fetiques,
se ha hecho nacer, en mala hora, especie de antipatía
colectiva hacia los disidentes, y el temor de suscitar el
desdén de las chusmas y poderes públicos engendra la
tiranía y ese florecimiento alarmante de hombres débiles
y sin criterio.
La injusticia social la peor de las injusticias co
rrompe y corroe; y ya es sabido que cuando no se esti
mula á los hombres, éstos no pueden alcanzar su máxi
mum de intensidad en el trabajo. Por eso en pueblos
pequeños animados de malas pasiones, no hay ni cien
cia, ni arte, ni nada ennoblecedor y grande... Triunfar
en ellos é insisto aquí no es cuestión de mérito ó
demérito, sino de la mayor ó menor publicidad á que se
recurra. El camino de los caudillos allí está trazado y
trillado: consiste en fundar un periódico, subvencionar
á alguno de vasta circulación y luego adular sin me
dida á las masas atribuyéndolas cualidades que no
poseen y haciéndoles pequeñas concesiones.
Por lo mismo, el problema de la popularidad en Bo-
livia como en el resto de los pueblos ignaros, poco cul
tivados en su psiquis, no se explica por una justa y
equitativa avaloración de méritos ni es producto de una
especie de vanidad colectiva fundada en el valor intrín
seco de uno de sus agregados, sino simple efecto de
la deformación moral de quienes, solicitados por in
tereses más ó menos personales, pero en todo caso
LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA 147

egoístas, halagan el exaltable amor propio colectivo,


siendo lo esencial de advertir que jamás, en dichos pue
blos, el favor de que gozan los hombres populares res
ponde á sus intrínsecos méritos. Para imponer su perso
nalidad forzosamente están obligados á halagar no sólo
la mentalidad media, sino la que prima en las clases
más numerosas, y por tanto, menos cultivadas.
Y sucede una de dos cosas.
O es un poco superior á la generalidad de esas cla
ses, y, por tanto, para imponerse no hace sino interpretar
y exteriorizar lo que éstas sienten, y, por consiguiente,
no es mucho su valor intrínseco, ó, pensando de manera
contraria y siendo de una composición psíquica distinta,
halaga lo que constituye objeto de su preferencia, y en
ese caso, tampoco es superior en valor moral, pero, en
todo caso, le faltan condiciones para imponerse.
Y no puede ser menos.
En la mayor parte de esos países, las condiciones
de una persona repito apenas si merece considera
ción alguna. Más que las cualidades morales ó intelec
tuales, imponen aquellas que pudieran decirse activas
por su parte mecánica, es decir, por el vigor de acción,
que siempre seduce á la multitud. Para conseguir los
favores de ésta, fuerza es buscarla, mezclarse á ella y,
sobre todo, llevar en la masa su misma sangre, la mo
dalidad de su carácter y haber seguido el mismo proceso
moral. La popularidad en pueblos ignaros no se consigue
sino á costa de mutilaciones dolorosas de la dignidad,
sorprendiendo con malas artes y casi por asalto, el buen
sentido de las minorías desatentas y abúlicas...
Los hombres populares están allí, casi en su tota
lidad, barnizados superficialmente de una semicultura
rudimentaria, tienen por bagaje intelectual suma de
ideas generales, y su acción se resiente de nulidad por
que están forzados á seguir un sistema de conducta y
marcha gubernamental en nada variable á la mentalidad
común, que, de lo contrario, se sentiría ofendida y pro
duciría constantes movimientos de reacción.
148 CAPÍTULO SEXTO

Ypara que haya cohesión de aspiraciones y, como


consecuencia, unidad de acción, es indispensable elevar
el prestigio de los hombres sinceros y de convicción
arraigada, los únicos que, aunque chocando en un co
mienzo con la modalidad ambiente, al fin llegan á impo
nerse por la fuerza misma de su sinceridad, y luego pro
vocan reacciones benéficas en todo género de actividad.
Hoy, esos hombres son bautizados con el nombre
de pesimistas, precisamente porque quieren crear bueno
y sólido, y como son pocos y su labor choca y es exigua,
vense aislados en la tierra por esa ley conocida de que
«cuanto más estrecho es un círculo social, es más tirá
nico y opresivo para la individualidad», y en lugar de
ser guías son parásitos que viven lejos de todos, aisla
dos en su tristeza, no comprendidos por nadie y desde
ñados injustamente por creérseles orgullosos y soña
dores...
Orgullosos y soñadores, pase; pero patriotas de ve
ras, más que esos que adulan á las muchedumbres y
tienen fe en los caudillos, porque para ellos ya la patria
no es la mejor de todas las patrias por el simple hecho
de ser la suya, sino porque en ella se refugia el espí
ritu de esa entidad que se dice raza, no es concurrente
hostil y encuentra, aunque imperfecto, su modalidad
propia en la modalidad de los otros; porque allí late el
sentimiento familiar, fuente de las más puras alegrías y
germen fecundo de nuestros pensamientos, nuestros
dolores, nuestras ambiciones, nuestros ideales...
El descontento, característica de esos hombres, es,
hasta cierto punto, signo superior de afectividad intensa,
y su acción es fecunda en impulsiones progresistas: em
puja á obrar de manera que se traduzcan en la práctica
todos los factores determinantes del bienestar individual,
base del bienestar colectivo; y no en balde M. Palante
(1)

lo considera uno de los dos factores de orden moral de


progreso, pues ese sentimiento de descontento «empuja

(1) Palante. Precis de Sociologic.


LA PRENSA, FACTOR DE DECADENCIA COLECTIVA 1
49

al individuo no satisfecho á modificar su medio en sus


condiciones externas de existencia».
Y estos hombres, precisamente por ser así, no obtie
nen apoyo alguno de la prensa. Por temperamento y
educación, por idiosincrasia propia, mejor, difieren en
absoluto de la generalidad, son especie de revoltosos
pasivos que, conceptuándose nada solidarios con su me
dio, viven su propia vida, y de ahí su aislamiento y
el sentimiento revulsivo que despiertan en los otros, el
cual se manifiesta y proyecta en la prensa, apasionada,
vanal y, lo peor de todo, injusta.
Y es, pues, la prensa, desprovista de seriedad y hon
radez, la principal impulsora de ese estado mental, tan
lamentable, y aunque sea evidente vanalidad decir que
cada pueblo merece la prensa que tiene, es incontesta
ble la verdad que entraña. Y nuestra prensa fanática y
vacua, constituirá mañana admirable documento para
reconstruir nuestra época y probar que en ella faltaba
todo en el país pero sobraban los simuladores y los
caciques... Todo lo agranda hasta la deformidad nues
tra prensa. En lo que defiende y apoya, pone suma
de energías multiplicadas al impulso de una falsa con
cepción de patriotismo. Sus pasiones incontenibles todo
lo dañan; y si anda desorientado el espíritu público
es porque jamás se manifiesta sincera en la exposición
de los hechos políticos, lo único apasionante en el país.
En este terreno su sola arma es la calumnia soez y
grosera, la hipocresía velada; y hoy el imperio de ésta
se ha generalizado en todo orden de actividad moral é
intelectual, de donde resulta ese estado colectivo, seña
lado en otra parte.
Son los gajes de una institución falseada desde su
base.
CAPÍTULO Vil
Causas de decadencia física

I. Matrimonios prematuros. Estado cultural de la mujer. El ho


gar primera causa de su incultura. Inclinación de la mujer
al lujo. Deplorables consecuencias. Simulación colectiva de
un bienestar que es de simple apariencia. Fanatismo religioso
de las mujeres. Su concepto de la moral. Ambiciones de la mu
jer. La frivolidad. Su concepto de castas. Su poca preparación
para el desempeño de su rol social. Deficiencia educativa de
los hombres. No existe la coeducación de sexos. Efectos de los
matrimonios prematuros en la raza. Propensión al celibato.
Una enquUe periodística. Estadística de natalidad.

I. Pero la raza no sólo está animada de estas ma


las pasiones ni es la poca bondad de sus sentimientos
que la hacen así tan singular, tan triste, sino que aun su
propia vitalidad está hoy seriamente amenazada, y esto
por razones diversas y múltiples factores, siendo los
principales, entre otros, lajDoca previsión de la legisla
ción en materia del contrato matrimonial, el abuso del
alcohol, la completa ausencia dé higiene privada y pú
blica y, por último, la mala alimentación, cada uno de
los cuales bien merece rápido y superficial examen.

En Bolivia la mujer aun no se siente solidaria de ese


movimiento general que hoy exalta las energías de las
otras mujeres, cuya particularidad consiste en inva
dir círculos hasta hace poco considerados como priva
tivos del hombre, y no aspira ni aun remotamente á
152 CAPITULO SÉPTIMO

salir de la limitadísima esfera en que la han encerrado,


primero, la absoluta falta de educación, y en seguida
cierta pereza ó indolencia proveniente del medio inhos
pitalario á las corrientes modernas de actividad, cua
lesquiera que ellas sean.
Al señalar esta circunstancia, torpe error é injusti
ficable prejuicio sería hacer pesar sobre la mujer sola
y exclusivamente la causa de este estado de quietud
intelectual. Restringido al mínimum su campo de ac
cion, pesando sobre su suerte prejuicios tiempo ha ca
ducos, puede decirse que permanece aún en el estado
en que éífTáTIdad Media vivían las mujeres, y esto,
Tiasta el punto de que cuando se pretende emanciparla
de las tiranías que la deprimen, ella es la primera en
manifestar extrañeza de la reforma que se pretende y
en solicitar, con el imperio que le es propio, se la deje
vivir libre, ajena á las luchas intensas que enardecen el
alma de otras mujeres.
Y vive según su deseo, y por eso la mujer boli
viana (1), á pesar de su alta penetración de espíritu,
poco se preocupa de adaptarse á la corriente intelectual
de una sociedad para imponer en ella su dominio afec
tivo y durable, sino á esas que se entusiasman con vanas
exterioridades y constituyen la élite, no en el sentido
tomado por Izoulet, sino en el criticado por Schopen-
hauer, y se agrava esto con que el ambiente del hogar,
fuente eficacísima de cultura, le es hostil; el del medio
social, igualmente provechoso, le es vanal y mezquino,
de manera que aun trayendo cierta superficial cultura de
los centros de enseñanza, primitivos y superficiales,
se pierde y extingue éste con el diario trajeteo absoluta
mente inintelectual, frivolo y poco expansivo.
Idea corriente en el hogar, es esa de que las hijas no
deben saber sino lo indispensable para desempeñar se-

(1) He de advertir que sólo hablo de la mujer de raza blan


ca, ó mejor, de sociedad. La mestiza y la india son analfabetas y
no ejercen ninguna influencia en la marcha de la colectividad.
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 1
53

ductor papel en la vida social; y se las educa sólo para


ese fin. Las jóvenes poseen una semicultura muy rudi
mentaria, pero son diestras en comentar los aconteci
mientos menudos del día, esos que, en grupos reducidos,
se repiten con abrumadora frecuencia y estereotipan un
criterio aplicable á todos los casos y cuya base es la
moral social predominante, desprendida de la moral í

jesuíta.
Poco se les da á los padres que sean cultas sus j
hijas. En ellas exigen, con preferencia á conocimientos I
de orden general, variada colección de oraciones, de \
esas en que, por hacerlo mejor, se desfigura y deforma I
la idea de divinidad y se convierte á Dios en celoso \
guardián de nuestros actos y cómplice de nuestras \
miserias. «Los hombres no buscan más que el placer»
dicen los padres; y conviértense en severísimos guar
dianes de la virtud de sus hijas. Les ocultan cuidadosa
mente el conocimiento y valor de las cosas y acciones, I
y en todo les hacen ver encadenamiento de hechos ten
dentes á procurar su caída. Las jóvenes son recatadas j
hasta la ñoñería, no por convicción, sino por temor al
pecado primero y al castigo después.
De esta lamentable concepción pedagógica, de seme- j
jante abandono espiritual, la falta de preocupaciones
intelectuales en la mujer boliviana, cuyo solo anhelo es I
seducir por las exterioridades ostensibles en la riqueza \
del trapo ó de la pluma.
Según declaraciones de los agentes de aduanas en
los puertos de Chile y el Perú, no hay país en todo Sud-
américa, dada su población blanca, que gaste más seda
y géneros de lujo que Bolivia.
Esto se explica.
La única manera que tienen esas sociedades de ejer
citar sus energías sobrantes, es reuniéndose y organi
zando fiestas pomposas en las que se advierte un solo
deseo llevado hasta la insania en las mujeres: sobrepa
sarse mutuamente en la riqueza del traje.
Desconócese en esas fiestas las fruiciones de la

y"
154 CAPÍTULO SÉPTIMO

simpatía social; no se sabe de la tibieza desprendida


de todo grupo ligado por el afecto, la sinceridad y la
espontaneidad. Los aptapis, fiestas íntimas donde se
hacía derroche de alegría sana y franca, alegría em
prestada generalmente del alcohol, es cierto, pero sin
sombras de mala intención ó rencor, van desapareciendo
poco á poco de nuestras costumbres, muy de hecho
aristocratizadas. lisas fiestas se hacían al aire libre,
en el campo, alrededor de una buena merienda y be
biendo de un botijo de vino junto á ros arroyos en
cuya vera florecían los botones de oro, y era preocupa
ción dominante en todos, vehemente anhelo, gozar de
la fugaz hora, coger el minuto que pasa, y esto, ingenua
y gallardamente. Hombres y mujeres hollaban el campo
persiguiéndose unos á otros para llenarse de romaza la
cabeza; formaban, como nuestros humildes padres los
indios, grandes y locas ruedas de danzantes coronados
de botones de oro y rosas, zapateando, sino una cueca,
el honesto bailecito, en tanto que la orquesta (dos guita
rras, dos violines y dos quenas) hacía vibrar la melopea
de sus notas desesperadas. Hoy día es el salón del rico
hacendado deseoso de pasarla por noble, es la casa de
un cacique hábil en tretas y ambicioso de honores; es
el club con su cantina archicolmada de licores franceses
y sus bailes ceremoniosos, donde para estar bien visto
hay que ir trajeado á la dernier mode.... Y es esta preo
cupación de la última moda, causa de graves inquietu
des y preocupaciones vehementes, orientadas todas hacia
ese afan inmoderado de seducir por la elegancia del tra
je y la buena confección del sombrero.... De algunos
años á esta parte, nótase en Bolivia, no tanto en los
hombres como en las mujeres, decidida propensión por
hacer gala de la riqueza del traje. Ha llegado al con
vencimiento de que un buen vestido suple toda clase
de deficiencias. Tal idea fué introducida por esas mu
jeres de procedencia mestiza que no pudiendo ser acep
tadas en los altos círculos sociales, hacían gala d,e un
lujo chillón y llamativo. Antes, en toda sociedad, había
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 155

círculos pequeños que, bien por su igualdad en elemen


tos económicos ó porque entre sí guardasen las mis
mas tradiciones hidalgas, ó estuviesen unidos por pa
rentesco sanguíneo ó espiritual y llevasen en la masa
buena porción de sangre hispana, estrechábanse unos
á otros dentro de un exclusivismo algo presuntuoso,
remate lógico de las diferencias étnicas. Las costum
bres en esos círculos eran llanas y consistía su defecto
en aislarse mucho, en no entrar en continuo contacto
con el grueso del público, es decir, que en país repu
blicano, querían que existiese diferencia absoluta de
castas. Dominaban, sin embargo, en casi todas las esferas,
aunque subiesen al poder hombres de estirpe mestiza,
como lo fueron muchos, y todos, seducidos de veras
por la sencillez majestuosa con que se presentaban y
deseosos de contar con su apoyo, siempre eficaz, les
prodigaban consideraciones y respetos. Sólo Belzu,
herido en su amor propio, francamente demócrata, ó
mejor, demagogo, quiso extirpar de raíz dicha clase; y
se encendió la guerra civil, una de las que más duró
causando mayor número de estragos. Con los continuos
cambios gubernamentales, con la frecuente caída de di
nastías, surgían nuevas clases de gentes; los bajos fon
dos, como en la mayor parte de los movimientos, venían
encima y aparecían nuevos grupos deseosos de impo
nerse á aquellos que ya dominaban; pero éstos se man
tenían firmes, protegidos por su tradicional prestigio. Y
entonces el elemento femenil de esos grupos de fla
mante formación, recurrió á la riqueza del boato como
medio de adquirir prestigio é imponerse á las masas y
aun á los mismos círculos dominadores, imitando así á
las clases indígenas para las que un miembro tiene ma
yor valor cuanto más sea el precio de su traje.
Hoy el lujo es general, y sus consecuencias vanse
haciendo sentir cada día más tiránicas y más fatales.
Los grupos sociales allá, insisto, son minúsculos. Sus
miembros no tienen sino la preocupación del traje;
y una mujer deseosa de frecuentar mundo, está obligada
156 CAPÍTULO SÉPTIMO

á tener muchos y vanados para evitar sospechas eno


josas. No concibe una mujer el derecho de la superio
ridad del traje á otra mujer: la esposa de un empleado
ministerial tiene que andar á la par que la de un ban
quero; y como esto no puede ser, como hay graduación
necesaria, es decir, diferencia cuantitativa de medios
y, por otro lado, existe en la sociedad el prejuicio de
que una mujer mal vestida no puede ponerse en rela
ción con cierta categoría de gentes, la vida femenil en ge
neral, es de pura apariencia y, en el fondo, de heroico sa
crificio, pues se priva lamujernosólodelosuperfluosino
aun de lo necesario. Suprime el confort, y las comodida
des indispensables en el hogar; se impone privaciones,
come mal, vive peor... y en todas es la sola preocupación
presentarse bien, aparentar que se está en buena situación
económisa. Témese el concepto de pobreza más que nin
gún mal. Allí constituye humillación confesar que se es
pobre; pero no que la viruela ó escarlatina ha entrado en
casa. En ninguna parte más que en ciertos círculos de
Bolivia, puede comprobarse esa simulación colectiva
consistente en aparentar un bienestar que no existe.
En paseos y reuniones, se ve gentes elegantemente
puestas, gastando un lujo deslumbrador; pero en sus
hogares lo único presentable es el salón donde se recibe
á los amigos y se les convida al té, que en muchas oca
siones suple al yantar de los que lo convidan; y la
alcoba carece de todo, hasta de una mesa, y si la hay,
en uno de sus cajones yacen olvidadas de meses atrás,
acaso de años, las cuentas sin cancelar enviadas por el
sastre, la modista ó el hotelero, porque así como los
hombres se endeudan por su parte en las cantinas, las
mujeres tiran por su lado en los almacenes de tra
pos y cintas, siendo esto, es decir, el crédito, una de las
causas por las que se nota gran decadencia en la so
ciedad...
Dicha manera de ser tiene, igualmente, fácil expli
cación.
En todo grupo de reducidas dimensiones, hay una
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 157

especie de ligación íntima, nacida no por sentimientos


de afecto, sino por la mentalidad que rige y forma un
medio ambiente. En grupos así, la principal ocupación
de los agregados consiste en observarse y espiarse mu-
tamente, y esta particularidad engendra la idea del ri
dículo que se traduce en el qué dirán, formidable za
pato chinesco, al dicer de Bustamante que deprime y
deforma el carácter individual. Pero una presión social
de esta naturaleza se ejerce generalmente por los menos
aptos, por los de menos cultura intelectual, que son los
más en todo agregado y forman legión. Entonces la
idea dominante es presentarse bajo un aspecto nuevo,
más atrayente, más seductor, y nace la necesidad de la
simulación primero, la cual engendra la de la aparien
cia... y toda apariencia se paga.
Este, de igual modo, es resultado de la educación
dada en los colegios religiosos.
En todos ellos, y en unos más que en otros, échase
de ver esa propensión en las profesoras de amparar
y disimular las faltas de las hijas de los ricos y á mos
trarse quizás demasiado severas con las de los pobres.
Los mejores premios se reparten entre las primeras,
sobre todo si su parentela goza de influencias políticas
ó hace parte de alguno de los poderes; y comienza la
niña á crear diferenciaciones arbitrarias cuya base es el
dinero y á sentirse aguijoneada en su vanidad y de
seosa de alternar sólo en los círculos aristocráticos ó
distinguidos.
Al salir de estos colegios las niñas llevan al hogar
de sus padres pobre y flaca cultura. Se compone de
un poco de geografía, otro poco de historia, algo de ma
temáticas, pocas frases de francés cuyo significado gene
ralmente no comprenden; dos ó tres pañuelos bordados
no por ellas sino por las maestras; tres ó cuatro ejercicios
de piano, y, como natural complemento, un amor propio
exagerado y un fanatismo estrecho, cerrado, intolerante,
el cual, conservado en el hogar, es perpetuado en las cos
tumbres rígidas, cristalizadas, de un quietismo desespe
158 CAPÍTULO SÉPTIMO

rante. No hay acto, no hay situación en la vida de una


mujer en que no se mezcle, si no la madrecita, el con
fesor. . .
Su concepto de la moral, del deber, no puede ser más
simplista. Para ellas el mérito y el demérito no depende
de la conducta individual, ni de la educación, ni menos
del temperamento, sino de factores sobrehumanos im-
. posibles de analizar, y cuyo origen emana de Dios.
Creen que no hay acto delincuente en sí en el dominio
I moral; que puede cometerse toda clase de malas accio-
'
nes con tal de no sobrepasar las restricciones jurídicas;
I que basta arrodillarse un cuarto de hora ante un confe-
, sionario para salir limpias de toda mancha y pecado.
Están convencidas de que Dios perdona, por medio de
sus representantes, toda clase de crímenes, basta que
se gimotee al tiempo de confesarlos...
Ese caudal pobre de cultura, se debilita y destruye
en el tiempo que permanecen solteras, porque su aten
ción se ve solicitada por diversiones mundanas; pero se
afirma su fanatismo sencillamente porque, cerradas las
puertas del Colegio, sólo quedan francas las del confesio
nario, que suple todo en Bolivia: la escuela, el teatro y
hasta el salón. Ahora, por guía espiritual no tiene sino
al confesor en lo religioso, y el periódico en lo mundano.
El libro no existe para ella, es decir, el libro útil. Es
crúpulos monjiles por una parte y quehaceres domésti
cos por otra, la apartan y alejan de la lectura meditada;
y si invencible inclinación la lleva á ella, sólo encuen
tra al alcance de su mano los versos amorosos de Ma
nuel María Flores, ó las novelas de Pérez Escrich y
hasta quién sabe las Doloras de Campoamor y algo de
Dumas, padre. En momentos de ocio, cuando vagas
ansias de sensaciones la embarguen en melancólicos
ensueños, para distraerse, ejecutará un vals de Walteu-
fiel, y pudiera que el Nocturno de Schubert; pero,
por lo general, preferirá buscar á sus amigas y entablar
grave y trascendental conversación con ellas respecto
de las telas nuevas llegadas á los almacenes de noveda
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 1
59

des, ó de comentar y descifrar los epigramas publicados


por un diario respecto de unas próximas bodas. Cuando
no, se va al templo y vierte allí, bajo las sombras de
las bóvedas, toda la angustia de su alma colmada de in
quietudes... ¿Ambiciones? No; las tiene pocas: un esposo
que la compre un par de vestidos al mes y la lleve á los
bailes del club; un abono al teatro cuando hay alguna
compañía actuante, y luego que la inviten siempre, que
la colmen de lisonjas, que la feliciten por la novedad de
su sombrero. Si tiene hijos, será buena con ellos, moral,
condescendiente, cariñosa, abnegada hasta el sacrificio,
y su amor, su ternura suplirán, y con ventaja, las ideas
que no puede sembrar en sus almas, esto es, todo su
tesoro y bagaje serán puramente sentimentales. Como
hija, amante, esposa y madre, prodigará, entera, su alma
generosa y abnegada. La vida para ella reduciráse sólo á
la afección: para los hijos, su devoción profunda, una fe
ardiente en su porvenir radioso; pero nada de ejemplos
de acción, nada de enseñanzas sobre todo. ¿Para qué?
Para la madre boliviana, más que para ninguna otra, un
hijo es siempre un hijo, es decir, sangre de sus entrañas,
y á sus ojos se presenta en esa edad prodigiosa de la
infancia, cuando el ser comienza á formarse, á balbucir,
y por lo tanto merece protección desinteresada y cari
ñosa, abnegación profunda. El niño no siente necesidad
de nada y hay que abrigarlo contra los cierzos y las
crueldades de la suerte; protegerlo, ampararlo, preser
varlo contra los males reales, posibles ó imaginarios.
¡Es tan indefenso el pobre! ¡son tantos los enemigos! ¡es
tan mala la vida...!
Heroicidad extremada, grande, sublime, sí, sublime;
pero ¡ay! inhábil para vigorizar el carácter y mantener
fuertes los músculos, siendo así que hoy, para vencer,
sólo se requiere una condición: ser fuerte.
Esta falta de sólida instrucción sólo sirve para des
pertar en ellas frivolidad ingenua y lamentable. Exte
riorízase ésta en los diarios actos de su vida y, princi
palmente, en sus elecciones de carácter sentimental.
I ÓO CAPÍTULO SÉPTIMO

Los hombres de espíritu fecundo no poseen para ellas


el don de despertar sus simpatías. Ellas, antes que las
cualidades morales, buscan con preferencia la vanidad
de una posición social y sienten invencible inclinación
por nuestra alta aristocracia.
¡Nuestra alta aristocracia!
Perdióse lo hemos dicho la de la sangre; esa que,
en cantidad exigua, nos vino con la conquista. Llámase
ahora aristócratas á quienes, llegados á las esferas polí
ticas, disponen de influencias, ó á los que, enriquecidos
de cualquier modo, tienen el poder del dinero, fuerza y
palanca que todo lo mueve. Y esta aristocracia ocasio
nal, la más conservadora y la menos apta, pues en los
azares de la lucha no dispuso de tiempo para cultivar
su alma, es quien pregona pureza de sangre cuando la
lleva bien mezclada con la indígena; aristocracia de ar
tificio cuyas maneras hurañas y bruscas son reveladoras
de un pasado de cruenta lucha por la vida... Y son pre
cisamente las mujeres de esta artificial aristocracia las
más apasionadas por semejante idea de clase. Todo su
afán consiste en formar grupos donde existe el predo
minio de riquezas, que deviene, por lenta pero segura
evolución, en el de la casta. El método que observan
para encasillar á una persona dentro de una casta, es
especial, y delata en ellas cierta ingenuidad quizás
simpática quitándole su aspecto ridículo. Toda per
sona que no esté relacionada con tales ó cuales indi
viduos, ni dé vueltas la plaza con los que imponen la
moda, es una cursi. Últimamente, en una ciudad en que
predomina el elemento aymara, pensando acaso que la
palabra cursi no expresaba todo el desdén que merecen
quienes no son ricos, inventaron, ó mejor, encontraron
otra, pero no en castellano, acaso porque en castellano
no hay una que sea hiriente y humillante á la vez...; en
contraron la palabra aymara tacu, aplicable á esos perros
de la puna, que son sucios y lanudos y tienen trazas y
andares de zorros, pero que tampoco son zorros; perros
nacidos de la mezcla de muchas razas de perros y hura
CAUSAS DE DECADENCIA FÍSICA l6l
ños, coléricos, hoscos, pero aguerridos y, como todos los
perros, leales hasta la muerte...

Necesariamente para hacer buena madre y mejor


esposa, todo esto, si no inútil, es superfluo por lo menos.
Ni aun noble se necesita ser, sino poseer conocimientos
prácticos de la vida y de los deberes que ésta impone,
pues el matrimonio, hasta cierto punto, es la mancomu
nidad de ideas, sentimientos, pasiones, pareceres y gus
tos, siendo el principal rol de la mujer, dentro de esa re
lativa mancomunidad, el deeducarÁla -descendencia...
y la mujer boliviana, francamente, no está preparada
convenientemente para desempeñar dicho rol.
^Pero tampoco el hombre.
Como ya se dijo en alguna parte, no hay equilibrio
ni coordinación en la educación que se da á la juventud.
Cualquier adolescente aun no llegado á sus veinte años,
conoce ya, y bien, todos los vicios de que están llenos
los hombres. Desde el instante en que incipiente vello
colorea sus labios, aspira vehementemente á la hom
bría. Fuma, se embriaga, frecuenta mancebías, hace
corte á las mujeres, juega, trasnocha.
A los veinticinco años es ya hombre gastado, mar
chito, envejecido. Su alma no mantiene ningún frescor.
Irritable, voluntarioso, déspota, su sola posibilidad de
vivir es catar un empleo cualquiera, y si es ambicioso y
se cree intelectual, una curul concejil ó parlamentaria,
que le permita vegetar con desahogo y satisfaciendo sus
pobres arrestos vanidosos. La falta de disciplina domés
tica y escolar ha desorientado desde temprano su vida.
Ahora no tiene grandes pasiones ni profundos entusias
mos, y comienza á saborear el amargor de la monoto
nía, pasado gaje de vidas infecundas. En unas localida
des más que en otras se observa esto con más ó menos
precisión. En algunas, la disolución de la juventud es
patente. Conserva todos los vicios de los "pueblos pe
queños é incultos. Es díscola, insolente, brutal. La pri
mera hazaña que comete un jovenzuelo es embriagarse
11
IÓ2 CAPÍTULO SÉPTIMO

lo más á menudo posible y hacer gala de absoluta inde


pendencia. Un jovenzuelo no debe estar subordinado á
»nada ni á nadie. Decir que se está bajo la tutela pater
nal es una humillación. Criado á la sombra de la depri
mente moral jesuíta, es tímido en las reuniones sociales,
acaso tonto; pero lejos de ellas desborda en insolencia
y atrevimiento. Las mujeres lo asustan y le intimidan.
No sabe cómo conducirse delante de ellas; no habla, no
ríe, no mira. Su situación es violenta y querría no verse
en postura así, huir, esconderse, desaparecer. Ligado en
conversación con una señorita, sus frases son cortas y
vulgares, pobrísimo su vocabulario, y sus maneras ata
das, cohibidas. En cambio, ese mismo jovenzuelo entre
los suyos varía notablemente: Su frase es hiriente y
aguda, desenvueltos sus ademanes, firme su voz y ma
nifiesta en todo un absoluto dominio de sí y de sus fa
cultades; acaso es brutal y grosero. Sus charlas concer
nientes á las mujeres son cínicas, desvergonzadas. Jamás
se detiene á loar, en arranque admirativo, la belleza ó
la bondad de una mujer, y sólo se preocupa de comentar
sus gestos, haciendo desvergonzadas y cínicas suposi
ciones respecto de sus secretos encantos. La lujuria y
la lubricidad son sus temas preferidos. No concibe la
simple amistad en las relaciones de los dos sexos. Para
él, la mujer no tiene más que un único y exclusivo fin:
servir de hembra... Por eso, cuando se casa, en su es
posa no ve sino la hembra al alcance de su mano y
fácil á poseer.
Nace esto á causa de que es absoluta la división
de los sexos. Entre ellos no hay convivencia y menos
armonía; se les educa alejados uno de otro, casi en agre
sividad. Desde la escuela se les separa. Crecen los mu
chachos unidos entre sí solamente y se hacen hombres
sin haber conocido los encantos de la convivencia feme
nina, siempre modificadora. Los padres de ellos, con todo
de mantener inconmovibles usos y prácticas de los ante
pasados, olvidan seguir el sistema educativo de los espa
ñoles, sistema que si duro, al fin conservaba sanos el
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 1
63

cuerpo y la mente. Ahora sienten pereza de aconsejar,


de guiar, y dejan á sus hijos en manos de profesores in
competentes creyendo que éstos harán lo que ellos no
tienen la energía de hacer, y los niños, libres de toda
traba, crecen sin observar método racional alguno, sal
vajes como los potros en las llanuras. Los padres de
ellas, suspicaces, dudan de la pureza de relaciones entre
los sexos, y así llegan, unos y otras, á la edad en que la
naturaleza impone sus deberes, y entonces, siendo difícil
para ellos el satisfacerlos con holgura, sólo buscan en
el matrimonio manera de hacerlo.
Y se casan.
Se casan á la edad de 17, 18 ó 20 años, cuando re
cién pudieran comenzar á elegir una profesión, un oficio
que les permita asegurar su vida...
El caudal espiritual que los cónyuges llevan para
el establecimiento de su hogar, no puede ser más po
bre. Lleva el hombre una naturaleza gastada, hábitos
viciosos, carácter despótico, voluntad indomable y ar
diente deseo de conocer, prácticamente, todos los mis
terios del amor; la mujer, bagaje pesado no de creencias,
que sería lo natural y lo justo, sino de supersticiones y
fanatismos, pedernal que con sus chispas enciende la
vida del matrimonio; y ambos la intención de ser libres,
de dominarse mutuamente, el imperfecto conocimiento de
la vida doméstica y la curiosidad malsana de saber lo
que es el matrimonio.
No llevan amor, porque cuando dos enamorados fun
dan un hogar, no lo destruyen. Ambos, haciéndose mu
tuas concesiones, poniendo de su parte la mayor cantidad
posible de voluntad, queriéndose y respetándose á la vez,
llegan á compenetrarse de tal manera que les es permi
tido sentir esa paz fecunda de los hogares dichosos. Este
reconocimiento mutuo de deberes, este equilibrio no
existe en Bolivia por desgracia. La mujer es siempre
víctima, porque, á su gran corazón, á su bondad ingé
nita, á su timidez más ingénita aún, se añade la ausen
cia absoluta de ambiciones intelectuales... Y de ahí la
164 CAPÍTULO SÉPTIMO

frecuencia con que se destruyen los hogares, entendién


dose por tal no su disolución, pues ésta trae por conse
cuencia su desaparición, y en ellos nada desaparece de
lo visto á primera intención, sino algo que cuidadosa
mente se guarda y oculta como llaga repugnante á verse
pero fácil de disimularse. La destrucción del hogar tiene
efecto cuando no hay compenetración íntima entre los
cónyuges y no saben del rol que representan como
factor de equilibrio social, ni aun siquiera del impuesto
por elemental conocimiento de deberes y obligaciones
mutuos.
Semejante falta de compenetración allí es patente,
sobre todo por parte de la mujer; siendo preciso no olvi
dar que es el hombre que forma á la mujer, que la men
talidad de ésta responde, ó mejor, refleja admirable
mente el estado general de una sociedad...
No hay, pues, verdadera convivencia dentro del ma
trimonio, y el acto mismo de la unión es considerado
como cosa secundaria y sin ninguna trascendencia social,
y por eso, sin duda, á poco de casarse, se separan los
cónyuges sin escrúpulos, en absoluta ignorancia de de
beres y obligaciones. i

De matrimonios así prematuramente concebidos y


más prematuramente llevados á cabo, ha nacido toda
una generación enferma, y las engendradas por ésta traen
marcada decrepitud, y así, lentamente, sucesivamente se
va extinguiendo la virilidad de la raza, condición pre
ciosa de la vida de un pueblo, y cayendo en la fatiga fí
sica, que es la que de menos debía de sentir porque es
propia de pueblos que han vivido bastante y en su vida
sufrido grandes trastornos y sobrellevado profundas
crisis.
No hay armonía dentro del matrimonio, y como las
condiciones de vida se hacen cada vez más difíciles,
vase imponiendo muy visiblemente en ciertas localida
des la propensión al celibato, pero de una manera tan
pronunciada, que el muchas veces citado periódico, alar
mado de ese movimiento, levantó, imitando á un perió
CAUSAS DE DECADENCIA FÍSICA 165

dico de Buenos Aires que á su vez seguía las huellas


de otro de Nueva York, el país de la iniciativa, especie de
enquete entre sus lectores para averiguar las causas
de esa tendencia. Pocas fueron las respuestas recibidas,
pero todas estuvieron acordes en señalar los dos puntos
esenciales mencionados más arriba, esto es, la falta de
sólida educación por una parte, y el deseo de aparentar
un bienestar económico que no existe, por otra; y fueron
enviadas con ingenuidad curiosa reveladora de la poca
costumbre que tiene el público de responder á esta clase
de informaciones, y hubo algunas sórdidas, agresivas,
chocantes, y todas se publicaron previa airada protesta
del singular periódico proyectista. He aquí dos respues
tas copiadas fragmentariamente. Dice la primera:

Causas del celibato


« 1 .° La mala
educación que reciben nuestras niñas,
quienes en vez de instruirse se preocupan de adornarse.
La mujer es la causante de este mal y con ello aleja á
los pretendientes, pues no hay bolsillo que aguante el
tren en que están colocadas tanto las niñas de la élite
como las de la clase media.
»Las grandes tiendas y pinturerías ocasionan asi
mismo perturbaciones económicas desastrosas en los
hogares.
»2.° Nuestros hipódromos, fiestas de caridad,
Opera, etc., que impiden las fiestas íntimas en nuestra
sociedad, en las cuales los mozos y las niñas pueden
hablarse, conocerse, tratarse, y así convenirse para lle
gar al altar.
»3.° La mala idea de querer figurar todas nues
tras niñas á la misma altura social, aunque no sea más
que en sus trajes. En este vicio gastan las que tienen
y las que no tienen, y así es como el mal se abre ca
mino (1).»

(1) El Comercio de Bolivia. Diciembre 23 de 1906.


1 66 CAPÍTULO SÉPTIMO

Y la segunda:
« 1Algunos padres de familia que desde la niñez

dan á sus hijas una educación corrompida, viciosa y
contraria á las buenas costumbres, la moral, la modes
tia, el pundonor, la economía y la virtud principal en la
mujer, el amor al hogar y el respeto á sus mayores.
»2.° El resultar de allí que las jóvenes hoy se
crían, se puede decir, casi libertinas; que en lugar de
esperar en sus casas á sus pretendientes, como es co
rrecto, son ellas que sin pudor ni vergüenza se lanzan
en persecución de ellos, los rondan día y noche por sus
casas, almacenes, tiendas ó bancos donde se hallan ocu
pados, y los fastidian y encocoran.
»3.° Lo tontas é insubstanciales que hoy en día
son las niñas, pues desde los diez años no saben otra
cosa que peinar el moño así ó asá; vestir á la moda ele
gante y con gusto refinado, mientras tanto no saben
leer, ni escribir, ni coser, ni guisar, ni nada.
»4.° Porque sin estimar ni recatar su persona, se
lanzan disfrazadas á Los bailes de máscaras á hacerse
manosear con todos y á oir lo que castos oídos no deben
percibir, poniéndose así al igual de las mujeres más
perdidas.
»5.° Porque es demasiada desesperación el que
manden á sus tías y relacionadas á que rueguen á sus
pretendientes para que se casen, ahuyentándolos de ese
modo mucho más.
»6.° Porque en lugar ellas de esperar las visitas de
sus pretendientes en sus salones y junto á sus mamás,
se salen á las puertas de la calle y los zaguanes desde las
seis de la tarde á estar allí de charla con cuanto me
quetrefe pasa por delante de ellas y haciendo sabe Dios
cuánta cosa en la obscuridad de la noche para después
hacer aparecer en ríos y muladares sus magníficos re
sultados y llorar tarde al novio que las dejó burladas.
»y.° Porque empalaga verlas desde las nueve de
la mañana danzar las calles por arriba y por abajo, muy
emperifolladas y hablando á gritos, con una desver
CAUSAS DE DECADENCIA FÍSICA 1 67

güenza digna sola de otra gente, no de la que quiere


casarse y hacer la felicidad del que les da su nombre y
su honor (1).»
Convengamos que no puede escribirse nada tan des
vergonzado, tan brutal, tan incorrecto. En esas líneas,
como en otras ya transcritas, se revela el espíritu mes
tizo, rencoroso, agresivo, cruel y, sobre todo, cobarde.
Eso mismo pudo haberse dicho de otra manera, con
otra forma, porque, circunstancia singular, las cifras de
la natalidad de la población en que se levantó esa en
quete, parecen confirmar las suposiciones del agresivo
anónimo, como puede verse por el cuadro siguiente:

CIUDAD DE LA PAZ (»)

Bautizos en la parroquia del Sagrario, durante el año 1Qo4

Legítimos Ilegítimos TOTAL

Blancos
Mestizos ....
Indígenas. . . .
279
286
903
186
402
301
465
688
1,202

Total. . . 1,468 889 2,355

(1) El Comercio de Solivia. -Enero i.° de 1907.


(2) Revista del Ministerio de Colonización, etc. Enero 1907.
No hay que descuidar la alta enseñanza que estas cifras en
trañan para poder deducir consecuencia lógica del estado de mo
ralidad que regula las relaciones sexuales del elemento étnico
dominante, que es el mestizo, pues si la proporción de los hijos
naturales de la raza indígena guarda relación con su total, se ve
que en la raza mestiza el número de estos hijos es casi el doble
de los legítimos...
s
CAPÍTULO VIII
Causas de decadencia física

(conclusión)

II. Bolivia es uno de los países en que se bebe más alcohol.


Causas por las que la cantina se ha impuesto al salón. El
crédito, aliciente de la cantina. El jovial bebedor de Vois,
pudiera adoptarse en el país como símbolo de ideal colec
tivo. Opinión de Grandidier. La pasión del alcohol en pro
vincias. Estadística de alcohol vendido. 789,893 habitantes
consumen 4.500,000 litros de alcohol. Estadística de ebrios
recogidos en La Paz. III. Falta de higiene. El boliviano no
sabe bañarse. Opinión de M. Barbier. Estadística de defuncio
nes. IV. Tampoco sabe comer bien. Deficiencia de artículos
de primera necesidad y su fabuloso precio. Cuáles pueden sel
las fatales consecuencias de semejante manera de ser. Cuadro
estadístico determinante de nuestro fracaso productivo y eco
nómico. La desmembración territorial.

II. En Bolivia se bebe alcohol más que en ningún


otro país: lo dicen las defectuosas estadísticas que de
tiempo en tiempo levantan las policías. Para beber, es
tílase un procedimiento singular y divertido: se recurre
á la suerte, y el instrumento que la distribuye es el cacho
(cubilete hecho de un cuerno), instrumento esencialmente
democratizador porque la perspectiva del placer que
lleva en sí, borra antojadizas distinciones creadas por
razones de economía, siempre atendibles. Los centros
de esparcimiento social, en otras partesactivos en vida de
sociabilidad y cultura, allí tienen el mismo carácter
de las cantinas, y se juega, y se bebe, y se baila, pero
170 CAPITULO OCTAVO

se dejan desiertas las bibliotecas no bien provistas

(1)
de libros sanos útiles, por beber se olvida todo,

y
hasta algo indispensable como es el comer.
Esto no es hipérbole.
En las ciudades de Bolivia no hay buenos hoteles:
es queja general de todos los viajeros. Los mejores se
encuentran en La Paz Oruro, precisamente porque en

y
estas ciudades movimiento es continuo. En las otras,

el
con nombre de hoteles, existen fondillas de mal aspecto
peor trato.
y

Obedece esto que los bolivianos no tenemos cos


á
tumbre de viajar. Metidos en nuestros campanarios casi
rústicos pero idealmente embellecidos por poder in

el
contenible de fantasía, sólo profundas causas de inte
la

rés privado nos empujan salir de ellos. Aun los


á
potentados ignoran la curiosidad de los viajes,, una de
las características del siglo. Encerrados en sus ciudades
como dentro de fortalezas, creen que dinero invertido

el
en viajes es dinero no sólo improductivo sino perdido,

y
para viajar buscan un empleo, una comisión, un cargo
cualquiera oficial. De esta falta de mecánica,

si
puede
decirse, proviene decadencia de industria hotelera,
la
la

cual, para mantenerse, tiene que recurrir expendio


al
y la

elaboración de alcoholes.
la

Allí los cantineros lo dicen primero que lo pre


al

gunta, cualquiera:
á

Con las comidas no se gana; lo que da para vivir


cantina.
la

es
Y es así. La afición cantina ha hecho nacer, con
la
á

siguientemente, toda una floreciente industria: la del


laboreo de alcoholes. No hay substancia que no se em
plee en su fabricación. Faltan instrumentos agrícolas
y

(1) Vase construyendo actualmente un edificio en La Paz,


en que se instalará Club Social. Según informe del arquitec
el

el

to que dirige dicha construcción, la sala de consumos del club


podrá contener 50 personas, la de honor fiestas 150 parejas,
y
ó

la biblioteca, 10 lectores con una capacidad para 2,000 volúmenes.


CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 17 I

se cavan las duras entrañas de la tierra á golpe de cincel


y pico; pero hay alambiques de toda forma y calidad.
Hoy por hoy son los alcoholes principal fuente de las
rentas nacionales y origen de las fortunas privadas, y
es porque el alcohol juega importante papel en todas
las manifestaciones de la vida individual ó colectiva.
No se concibe una reunión social sin que entre
éste bajo cualquier forma. Un individuo, al visitar una
casa, lo primero que encuentra es el vaso de cerveza. Si
falta, pronto se hace general en el pueblo la noticia de
que en casa de D. Fulano de Tal no se convida ni agua.
Allí es preciso agasajar con alcohol.
Ha llegado á tanto esta exigencia, que es mal vista
una persona que no convide á beber cuando se le busca.
Esto es costumbre, y allí todo se puede hacer, menos
romper lo establecido, porque entonces se hiere la sus
ceptibilidad colectiva, nada dispuesta á la tolerancia,
virtud de pueblos cultos. Tan premiosa es la acción del
medio, que la más firme voluntad no deja de sentirse
algo vulnerable enfrente de la unanimidad con que se
persevera en delinquir en el feo vicio de la intemperan
cia alcohólica; y pues todos están penetrados de esta
manera de ser, hechos á esta vida, ya nadie extraña y,
por lo tanto, nadie protesta ni aun se opone. Quien
dándose cuenta del fracaso á que corre la colectividad,
quiere hacerlo, encuentra violenta oposición y concluye
por asumir actitud pasiva consejera de la conformidad
optimista, estigma de la raza. ¿Para qué nada? Así hemos
nacido; así hemos de morir. Y quien diga lo contrario
es un loco, un candido, un pesimista palabra allí
(la

expresa mucho) como tal, no hay que hacerle caso.


y

El hotel es parte complementaria de nuestra vida


colectiva, hasta cierto punto, tiene su razón de ser.
y

De no existir hotel, no se sabría la manera de romper


el

la monotonía del cotidiano vivir. Puede decirse que


fué un vehemente deseo de sociabilidad que puso en
boga hotel. Los hombres, para tratar de sus intereses
el

discutir valor de sus caudillos, conmemorar


el

el
ó
ó
172 CAPITULO OCTAVO

triunfo de sus jefes, eligieron el hotel, la cantina, como


sitio apropiado de expansión. Así ha nacido la moda;
después se hizo costumbre; hoy es necesidad. La vida
social en algunos de aquellos pueblos no se comprende
fuera de la cantina. En la cantina se discute, se juega,
se fuma, se buscan y cobran ofensas, se echa á un laclo
formulismos y conveniencias, se vive, en fin, á las an
chas, en libertad absoluta, en franca manifestación. A
los amigos no se les busca en su casa sino en el hotel.
Cuanto más concurridos se ven éstos, se van dejando
más desiertos los salones, y los dueños de casa, ó
mejor, las dueñas, han acabado por cerrar sus salones,
ofendidas en su dignidad.
Pero los han cerrado con harta satisfacción.
Antes, lo he dicho, primaba en las relaciones, bue
nas y bellas virtudes. Se era sincero, franco, hidalgo y
sencillo. Las exterioridades no ocupaban mucho campo
en la imaginación de los hombres: eran más ingenuos y
menos rencorosos. Ahora se complacen en rendir pre
ferencias á lo puramente ficticio y aparente; se ha arrai
gado el egoísmo, la envidia, el odio y la malevolencia
en ellos. Nada les produce ni entusiasmo ni respeto;
acaso sean más bien sensibles al miedo envilecedor.
Así dispuestos, lo único que los halaga es la plena satis
facción de sus pasiones, la exaltación constante de su
vanidad y el mejor campo para estas expansiones reve
ladoras de limitación espiritual, es el hotel, donde los
formulismos no existen y se exterioriza el alma libre y
desnuda. Elementales nociones de educación aconsejan,
por otra parte, la compostura y la moderación en el co
mercio con las gentes, y el hotel dispensa de toda con
sideración respetuosa, no exige maneras en nadie, no
puede exigirlas por la sencilla razón de que no es el la
do simpático de la personalidad humana que allí se po
ne de relieve. Y han preferido los hombres, al salón, el
hotel, obedeciendo, primero, á sus naturales instintos de
libertinaje y luego a su educación anormal y volunta
riosa.
"
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA I73
La vida social ya no es, pues, tan activa como hace
20 ó 30 años. Hoy se va á los salones, pero por puro for
mulismo, por curiosidad quizás, y se va sin voluntad ni
interés. Y es que lado que también hay que mirar
para mejor comprender la obsequiosidad va pasando
de moda, se va haciendo rara. Ya en los hogares no
hay esa recepción plácida y sincera para los amigos ó
conocidos. Antes, cuidar un huésped, era agradable
obligación; ahora no. La vida material se hace dura,
pesado el trabajo, y difíciles los medios de ahorrar. Todo
sube de precio, todo aumenta, y las fortunas permane
cen estacionarias, ó mejor, disminuyen de día en día,
porque no se las emplea. Por eso ahora hacer vida so
cial, mantener un huésped, convidar á los amigos, es
tarea pesada y poco provechosa. Y las mujeres, siempre
previsoras, á la par que su dignidad han creído resguar
dar sus intereses, dejando que los hombres prefieran el
hotel á los salones, sin caer en cuenta que con ello no
han ganado bajo el aspecto económico, y sí perdido.
La operación es sencilla.
Habiendo arraigado en las costumbres la asistencia
á los hoteles y, como consecuencia, el juego al azar,
todo el dinero invertido antes en fiestas caseras é ínti
mas, se le dedica ahora al juego y á la bebida. El cré
dito es un negocio de hotel. Los hoteleros lo abren á
cualquiera, y como la previsión y la economía no son
virtudes caseras, el dinero gastado en las cantinas es
mayor que el invertido en la despensa. Se come poco y i
mal y se bebe mucho. Desde las cantinas de los clubs
sociales hasta el más ínfimo puesto de licores, tienen
sus libros de cuentas atrasadas y pendientes. No es raro
ver en los periódicos locales, publicadas enormes listas
de deudores morosos é insolventes. Necesariamente
esto produce dificultades domésticas de trascendencia
social. Los fraudes cunden, se vive con el día y siempre
bajo la deprimente idea de conseguir dinero para pagar
deudas contraídas en las tiendas de modas y en las
cantinas, porque insisto allí se juega demasiado, se

t
174 CAPITULO OCTAVO

juega al azar y ya el juego, al decir del genial Unamuno,


es signo de pobreza de imaginación.

En una de las salas del rico museo Real de Bruse


las, hay un cuadrito minúsculo de Vois, maravilloso por
la factura y la expresión. Titúlase: El jovial bebedor y,
admirándolo, he pensado que bien pudiera servir en el
país como símbolo de ideal colectivo. Representa la te-
lita un hombre grueso, de mejillas rosadas y mofletudas,
teniendo en la mano un vaso de aguardiente levantado
á la altura de su cabeza y mirándolo con expresión de
infinito placer. La sonrisa del buen hombre es amable,
comunicativa, insinuante, cariñosa: es la sonrisa de un
hombre gozoso de beber y que bebiendo se pone alegre,
feliz, indiferente á todo, menos á su vicio.
Somos, desgraciadamente, como el jovial bebedor.
Los poetas han cantado las virtudes curativas del
alcohol gran matador de penas, según ellos. Y se ha
creído á los poetas. Y pues nuestras penas son enormes,
nos es grato modular canciones que festejen la bondad
del vino.
A beber, á beber y á apurar etc. etc,

Dicha canción nos es más familiar que nuestro him


no, porque éste pocas veces lo entonamos, en tanto que
aquella... ¡oh! aquella se nos viene á la memoria casi
cada día...
«El boliviano dice M. Grandidier no tiene más
que dos pasiones y no vive sino para satisfacerlas: gusta
del juego y de la bebida. Estos pasatiempos, en fuerza
de la costumbre, han llegado á constituir necesidad: la
ociosidad ha engendrado estos dos vicios. En el tiempo
que estuve en La Paz, se dió una gran comida á la cual
asistieron las autoridades y las personas ricas y nota
bles de la ciudad: concluída la comida los convidados
todos desaparecieron dejando sola á la dueña de la casa:
habían ido á jugar y á beber.
»E1 boliviano que se ha arruinado en el juego no

"N
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 175

se entristece por la pérdida de su fortuna: acecha una


comida aquí, un almuerzo allá, y vive á salto de mata,
repitiendo por doquiera que no le faltarán amigos y
que encontrará siempre una mesa donde sentarse. No
me ha de faltar un triste chupe. Comiendo en vuestra
mesa, os recordará su prosperidad pasada y exclamará
con énfasis: «Yo también he tenido otra vez una mesa
bien servida». En Bolivia no hay ejemplo de un suicidio
por una fortuna perdida en el juego: he ahí la sola filo
sofía del país (1).»
Grandidier según él mismo lo advierte habla de
los altos círculos sociales, allí donde prima la distinción
y el buen tono, pero de esto ya hace 50 años, y si bien se
ha ennoblecido nuestra exterior manera de ser, psíquica
mente, permanecemos los mismos y aun pudiera decirse
que peores. Por lo menos esto se patentiza en las clases
bajas, menos sujetas á sanción y m ,nos escrupulosas.
En los alrededores de las poblaciones, en los barrios
populares, en los pueblecillos y aldeas, la afición al al
cohol degenera en pasión. Allí no se piensa sino en
beber, y para beber se inventan mil pretextos. Se cele
bran fiestas á cada paso. Nos lo dice Paredes:
«Este vicio alcoholismo) se halla tan arraigado
(el

mayoría de los habitantes de provincia, que el


la

en
único negocio que se realiza en los cantones, con pro
babilidades de obtener pingües ganancias, es venta
la

de licores, la que se dedica más de media población.


á

Es admirable cómo se consume en poco tiempo parti


das cuantiosas de alcohol aguardiente, sin que tal
y

hecho preocupe nadie. Los provincianos, cuando co


á

mienzan divertirse, siguen días días, sólo suspen


á

den cuando han agotado sus fondos su crédito. Raras


y

veces los enferma licor; mestizo es un esforzado


el
el

consumidor alcohólico (2).»

Grandidier. Voy age dans Amérique dn sud. Pa


V

(1)
rís, 1861.
(2) Paredes. Ptovincia de Inquisivi.
176 CAPÍTULO OCTAVO

Consiguientemente insisto el laboreo de alcoho


les es importante industria nacional. Todos los valles de
La Paz, de Cochabamba, Sucre, Santa Cruz, etc., etc., no
son otra cosa que fábricas de alcohol. Los elaborados
en el sud del Perú y en Chile se consumen enUofivia,
y los alemanes van haciendo buena competencia á los
americanos. En el año fiscal de 1903, por ejemplo, se
han introducido en Bolivia 3.495,378 litros de alco
hol. A esta suma fuerza es añadir una doble corres
pondiente al alcohol fabricado en el país y el cual se
consume más que el extranjero por costar menos y ser
más fácil su adquisición, porque si el primero sólo se
encuentra en los establecimientos de lujo de las capita
les, el otro abunda en todo sitio poblado, pudiendo de
cirse que existe un puesto de bebidas alcohólicas por
cada veinte habitantes.
Según la mencionada Sinopsis Estadística y Geo
gráfica, «generalmente se ha calculado que la venta del
alcohol anualmente pasaría de 70,000 latas».
Se ha calculado bien, pues en un reciente documento
del Ministerio de Colonización, se ve que en el año 1906
se vendieron 82,685 latas, y no siquiera en todo el terri
torio de la República, sino simplemente en la región
del Norte (1).
Se habla lo advierto del alcohol vendido legal-
mente en las oficinas fiscales, de ese que se vigila y es
tanca; pero no del otro, introducido furtivamente, por
contrabando, al territorio de la República y cuya canti
dad pasa en mucho á la señalada, según cálculos de ex
pertos negociantes. Tampoco se cuenta, por supuesto,
el alcohol fabricado en toda la inmensa extensión del
país. Cada lata de alcohol contiene 23 litros, su
3/4

poniendo parcamente que entre alcohol estancado,


el
el

introducido por contrabando fabricado en


el

el

país se
y

vendan 200,000 latas, tenemos más de cuatro millones


y

medio de litros de alcohol anualmente consumidos, casi

(1) Revista del Ministerio de Colonización, etc. Enero 1907.


CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 177

en su totalidad, en bebidas, porque el alcohol entra muy


poco en la industria.
Ahora bien y según el justísimo reparo opuesto por
el Dr. Bertillón, no hay que decir que el número de litros
de alcohol consumidos en un país, lo es por la totali
dad de sus habitantes. Hay una gran parte de la pobla
ción que bebe poco ó no bebe: así los niños de menos
de quince años, las mujeres, los enfermos, etc., etc.
La consumación del alcohol en Bolivia está limitada
al elemento masculino exclusivamente. La mujer no
bebe, salvo la de ciertas clases sociales y en ciertos ca
sos que son la excepción, y su sobriedad contrapesa
la pérdida fisiológica masculina que, de lo contrario,
pronto caería en postración irremediable. Por lo tanto,
preciso es operar una reducción en la cifra total á que al
canza la población, y se hará separando dos cifras: una
que comprende las mujeres y otra los varones de me
nos de 14 años, y ambas hacen un total de 1.026,378,
de donde resulta que los 4.500,000 litros de alcohol
son consumidos por 789,893 hombres de más de 14
años...
A veces en los periódicos de La Paz, en medio del
fárrago de noticias sociales, aparecen pequeñas notas
desairadas por los lectores y que los cronistas desdeñan
comentar por no relacionarse con las andanzas de los
círculos aristocráticos, y que, sin embargo, son harto
sugestivas.
He aquí algunas tomadas al azar y refierentes á
los ebrios recogidos en esa ciudad en las fechas indi
cadas.

De septiembre de 1904 á julio de 1905. . . . 2,264


En agosto de 1905 224
En el año de 1906 3.i°3
En el primer semestre del año 1907 2,356 (.i)

(1) El Comercio de Bolivia. Julio 2, septiembre 2 de 1905;


enero 5, julio 10 de 1907.

12
178 CAPÍTULO OCTAVO

Sacando el promedio de estas cifras, se ve que la


policía de La Paz recoge, mensualmente, más de 220
ebrios, los cuales puede asegurarse que son consuetu
dinarios, porque su número no varía.
Compréndese, por lo tanto, que en un país minado
por la fatal pasion del alcoholismo, no han de holgar
otras virtudes, pues por desgracia, unos males engen
dran otros, y así de los más simples se pasa á los más
complejos, esto es, se sigue fatalmente una trayectoria
siniestra. El vicio del alcohol ha traído como consecuen
cia una absoluta falta de higiene y ha hecho nacer la
parquedad gastronómica.

III. En la Edad media, cuando el misticismo era


ideal de perfección á que todos querían llegar, el aseo
personal y buena continencia eran considerados como
pecados. En Bolivia, pueblo del siglo XX, es una inco
modidad. A la gente allí le causa verdadera molestia el
bañarse, y si se baña es una sola vez al año, en los me
ses de estío y aun eso con restricciones que se dicen
ingenuamente emanadas por prescripciones científicas,
no siendo sino hijas de la ignorancia y de las supersti
ciones indígenas. Así, por ejemplo, los meses que en La
Paz hay costumbre de chapuzarse en el agua, son de fi
nes de octubre á principios de diciembre, es decir ¡dos
meses! cuando el termómetro alcanza su máximum de
elevación en esas alturas. Entonces la gente se baña,
pero observando ciertas curiosas reglas. Los baños de
ben ser pares y nunca impares, porque dárselos pares
hace mal y se enferma todo el resto del año, ó mejor,
se enferma el año que corre hasta la misma próxima
estación. En cambio los impares son provechosísimos, y
de los números hay que elegir el 9, el 13 ó el 21, pero
nunca más, porque darse más de veintiún baños...
¡claro!... hace malí! Y pues á nadie le gusta que nada le
haga mal y muy al contrario, sujétanse las gentes á la
vieja superstición y chapuzan sus cuerpos en el agua
por 9, 13 ó 21 días seguidos, y después... ¡vírgenes todo
CAUSAS DE DECADENCIA FÍSICA 1
79

el resto del año! ¡vírgenes de agua diez largos meses,


pero no de... humedad!
El pueblo bajo, en este sentido, obra más sabiamente.
El pueblo, en los meses indicados, remonta la playa de
los dos arroyos que corren por la hoya del Choqueapu,
pone dique de piedras y lodo á su corriente entonces en
grosada, estanca las aguas y se hunde en ellas todo el
tiempo que puede hasta el día en que, salidas de madre
por las lluvias de otoño, rompen los frágiles diques y co
rren playa adentro arrastrando cadáveres de perros y
esqueletos de asnos de que son ricos esos arroyos.
En unas poblaciones más que en otras se acentúa
dicha falta de higiene, y depende esto del elemento ét
nico predominante en ellas y de la altura barométrica en
que se encuentren situados, pues en poblaciones donde
la clase indígena y mestiza abunden, siempre habrá que
echar de menos hábitos de limpieza é higiene, porque
dichas clases son, de cuantas se conocen, las más des
aseadas. Difícilmente puede darse uno idea del desor
den en que viven: sólo leyendo las relaciones que hacen
los viajeros de las costumbres esquimales, puede uno
explicar lo que allí se ve en dichas clases.
Hace poco, un viajero francés, con la particularidad
propia á los de su raza, consistente en fijarse princi
palmente en lo exterior y sacar sus deducciones de lo
que en apariencia choca los sentidos, en una revista
ilustrada de gran circulación en el mundo escolar (i),
publicó las impresiones que había experimentado du
rante su peregrinación por el territorio de la República.
Entre otras cosas proporcionadas y justas, no se olvidó
de anotar el hecho de que en calles, plazas y mercados
de ciertas capitales las indias se expurgan mutuamente
y se comen los piojos, y sostuvo con mucho fundamento
que la gente no acostumbra bañarse y probó que en
ninguna de las poblaciones bolivianas había podido te
ner la fortuna de encontrar un establecimiento de baños.

(1) Le tour du monde. Año 1907.


1 86 CAPÍTULO OCTAVO

Aquí hay alguna exageración, ó mejor, de la fecha


en que Mr. Barbier visitó el país (año 189...) á esta parte,
han sufrido no poca variación las cosas. Ahora en mu
chas poblaciones los hay elegantes; pero la gente aun
no ha adquirido la costumbre de bañarse. ¡Claro! No
todos los progresos han de ir en línea paralela.
En lo que no ha habido progreso de ninguna espe
cie es en la manera de construir las casas. Las mejores
y más modernas carecen de... cómodos retretes y desem
peñan oficio de tales grandes patios interiores, donde...
se acumulan los desperdicios hasta su completa podre
dumbre... Las calles ostentan humillantes pruebas de la
fragilidad é impureza del divino cuerpo humano, y los
campos, engalanados de florecillas silvestres y llenos de
aves parleras, son depósitos de inmundicias.
Los municipios de estas poblaciones, saturados de
la psicología de la comuna, adornan sus ciudades con
toda suerte de obras de embellecimiento. Aquí, en un
prado, erígese una estatua á la santa Libertad (con ma
yúscula), que no existe sino... en bronce; allá, en una pla
za, álzase mármol conmemorativo del litoral despojado
y se firman tratados de paz y amistad con el pueblo des
pojante. Nuestros generosos héroes tienen sus estatuas y
se fijan en bronces y mármoles sus grandiosas hazañas;
pero las poblaciones no conocen canales de desagüe, y
si los hay están hechos de barro y piedra, y por junto á
ellos corren las acequias que surten de agua las pilas de
las poblaciones...
Consiguientemente, las enfermedades contagiosas
abundan y la mortalidad ofrece cifras consternadoras.
He aquí otro cuadro concerniente á la mortalidad en la
ciudad ya mencionada:

Año de
» »
1906.
1907.
.

.
.

.
...
. . .
:

.
.
.
-.
.
.
.
2,094
2,208 (1)

(i)
8 de 1908.
El Comercio de Bolivia.
,, ,r ..,'....
Febrero
..
9 de 1907; ídem
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 151

Lo sorprendente en estos cuadros es la analogía que


guardan con los que se han publicado más arriba re
lativos á la ebriedad. Doscientos ebrios se encierran al
mes en los calabozos de las policías; doscientos cadáve
res se entierran al mes en los cementerios. Aquí no hay
cálculos problemáticos; son las cifras que hablan y se
imponen de manera brutal.
Ha habido meses en esa ciudad en que se enterraron
cerca de mil cadáveres, sin que semejante mortalidad,
inaudita en población de 60,000 almas, promoviera inte- 1

res en la comuna ó en el Estado.


Y es que La Paz, con todo de ser una de las ciuda
des más aseadas de Bolivia, ofrece espectáculo repug
nante.
Tirando por cualquier lado de la ciudad, á poco an
dar, se tropieza con muladares repulsivos donde se pu
dren, al aire libre, cadáveres de perros, asnos y caballos.
Al comenzar el otoño, la municipalidad hace repartir
en calles y plazas retazos de carne impregnados de es
tricnina á los perros, los cuales, una vez intoxicados,
emprenden carrera loca y epiléptica, atrepellando á los
viandantes, repartiendo mordiscos y perseguidos por
muchedumbre de crueles gamines gozosos con el espec
táculo, hasta caer en cualquier parte, presa de angustia,
y morir muchas veces entre las piernas del transeunte.
Después se arrojan sus cadáveres al río, y como no tiene
fuerza su corriente, los abandona en las playas de los
alrededores de la población, atracados en los guijos,
donde se pudren tranquilamente y son devorados por
los cuervos, en bullicioso y lúgubre festín.
Fácil es, entonces, comprobar que si la mortalidad
ha crecido en estos últimos tiempos, es debido á la falta
de higiene por una parte y á la propagación del alcoho
lismo por otra, sin echar en olvido la mala alimentación,
porque en Bolivia no sólo somos parcos, sino miserables
para comer bien.
A pesar de la variedad de productos y de climas,
allá no abundan las substancias alimenticias, por el in-

s
182 CAPÍTULO OCTAVO

conveniente de los transportes y las distancias locas que


es imprescindible recorrer para llenar un mercado. Los
principales artículos de consumo no sólo van de los
países vecinos, sino de aquí, de Europa. El mercado es
caro, y las clases populares, para vivir, tienen que bus
car las substancias más simples y de poco costo, y se
alimentan poco y mal. Véase, para prueba, la siguiente
lista de precios de algunos artículos del mercado de
Oruro:
En francos

Una botella de leche 2'40


Medio kilo de carne o'8o
Un huevo 0'3o
El litro de parafina i'4o
La botella de cerveza 2'oo (i)

Compárese estos precios con los que hace cincuenta


años señalaba Wedell (2), y veráse la inmensa despro
porción que existe entre esa vida y la actual, tan llena
de necesidades y exigencias, tan artificial, tan frivola.
Según dicho viajero, allá por el año 185... se vendía en
La Paz hasta cien peras por cinco centavos, y por el
mismo precio podía comprarse 20 ó 25 duraznos, igual
número de manzanas, y otro tanto de higos é igual de
higos chumbos ó tunas. La carga de patatas ó el costal
de §2_ kilos, postaba nueve diez reales, esto es,
1/s

dos fraheOs7"icrque hoy se paga en dicha ciudad veinte


á

treinta francos.
ó

Cochabamba, considerada en todo tiempo como


«el granero de Bolivia», ofrece no menos asombroso
espectáculo. Antes allí, con poco dinero se podía vivir
bien. Hacia año 1826 1828, la carga de patatas de
el

85 V2 kilogramos costaba 6*40 francos, francos


la
y
el 8

fanega de trigo de 100 kilogramos. En flaco año


de 1902 llegó pagarse 100 francos por la fanega de
á

(1) El Diario. Mayo de 1907.


3

Wedell. Voy age dans nord de la Bolivie.


le

(2)
CAUSAS DE DECADENCIA FÍSICA 1
83

175 kilogramos, é igual suma por la de maíz de 150


kilogramos. Los huevos, en dicho remoto año, costaban
10 céntimos la docena, y 20 en el de 1850, y la carga
de patatas de 85 i/2 kilogramos, 7*50 ú 8 francos. Hoy
es el siguiente el precio de los principales artículos de
consumo:

En francos

La carga de patatas: 109 kgrs 20


La fanega de harina: 50 kgrs 16
La fanega de maíz: 150 kgrs 2o'8o
Medio kilo de carne 1

Una gallina 3
Un huevo o' 10
El litro de cerveza i'20

El Dr. Brinton,acaso exagerando la nota, dice:


«Dondequiera que encontréis una nación en que la
estatura sea sensiblemente inferior á la media, podréis
concluir que ella atraviesa períodos de alimentación de
fectuosa ó insuficiente.»
La estatura media es allí de 1*63 ó 65, según las úl
timas meñsüraciones.
La parquedad en la nutrición ya es proverbial. Las
clases ricas desconocen lujo de comodidades; las medias
viven en locales pequeños y mal aireados donde, si
guiendo el método indígena, una sola pieza sirve de
alcoba á dos ó tres personas; las pobres se hacinan en
afrentosa promiscuidad en una sola habitación en que
se come, se trabaja, se duerme y se vive; y si las pri
meras comen mal, las segundas sacrifican el estómago
por vestir con elegancia, y las últimas comen una vez al
día, y si dos, mal, muy mal.
Semejante deficiencia alimentaria, unida á los otros
males señalados, provoca una constante depresión del
organismo nacional cada día más débil y más decaído.
Según la deficiente estadística levantada el año 1900,
184 CAPÍTULO OCTAVO

había ese año en toda la República 13,674 defectuosos,


cifra elevadísima, dada la población total y los benefi
cios climatéricos, siempre eficaces.

Cuéntase, pues, como factores inminentes de dege


neración física, en primer lugar el alcoholismo, luego los
matrimonios prematuros, en seguida la absoluta falta
de higiene, la alimentación defectuosa y deficiente y,
como dichoso complemento, las enfermedades venéreas
que se han introducido en poblaciones donde abunda el
elemento inmigrante, siendo necesario buscar aquí, es
decir, en estos deprimentes factores las causas de la ma
nera de ser colectiva, y, en principal, de su modo de
pensar tan primitivo, tan sin substancia, tan enfermo,
pues los fenómenos sociales hay que explicarlos bioló
gicamente, esto es, hay que establecer relación entre las
necesidades colectivas y sus medios empleados para sa
tisfacerlas. Un cerebro mal alimentado no tiene fuerza
de asimilación, y lo mismo pasa con el de la colectivi
dad. Si todas las células de éste están atacadas ó enfer
mas, claro es que el conjunto tiene que resentirse de
anomalías del exclusivo dominio patológico.
El alcohol, el tabaco, el café, la coca, el maíz, son
substancias no muy inofensivas, y desgraciadamente en
tran en primer término en la economía para no dañarlo
en sus partes más sanas, y si es cierto que la enfermedad
nacional consiste «cuando una nación, en tanto que uni
dad, es crónicamente incapaz de dirigir sus actividades
en el sentido de su propia conservación» (1), debemos
convenir, franca, corajudamente, sin ambages, que esta
mos enfermos, ó mejor, que hemos nacido enfermos y
que nuestra aniquilación puede ser cierta, no como pue
blo, porque esto, sin ser imposible, sería difícil, sino
como raza, ó más bien, como conjunto de individuos
con unos mismos anhelos é idéntica conformación
mental.

¡i) La Revue. Septiembre de 1903.

-
CAUSAS DE DECADENCIA FÍSICA 185

Al
considerar esta contigencía, es en balde recurrir
á la nota lírica ó elegiaca. Como lo han anotado los so
ciólogos, es inútil dolerse del desaparecimiento de socie
dades que en sí no lleven las fuerzas necesarias para
perdurar. Es ley ineludible que todo cuerpo desorgani
zado tiene que perecer cediendo el campo á otros mejor
constituídos, y cuando se trata de un organismo com
plejo como lo es el de una sociedad, no hay que con
siderar la muerte como un desaparecimiento, sino sim
plemente como la extinción de vínculos tendentes á
asegurar la armonía entre los agregados, ó mejor, su
mancomunidad en la moral, entendiendo por moral
con un pensador contemporáneo «la armonía de las
actividades en vista del bienestar general».
Observando, no obstante, sin pasión y fríamente el
espectáculo que en el continente ofrece Bolivia, se ve
que sus condiciones de estabilidad son más firmes que
las de muchos otros pueblos en completa descompo
sición, tales como los de Centro América y muchos de
la América meridional, á excepción de cuatro ó cinco
Argentina, Brasil, Chile, México, Uruguay,

el
la el
(la

Perú); pero aun así no puede descartar contingencia


de una disolución lenta eficaz, porque mientras los
y

pueblos citados se preocupan con preferencia de la so


lución de problemas de vital importancia, tales como
de inmigración, de la vialidad, del fomento de las
la

industrias, comercio agricultura, del reconocimiento


y
y

salvaguardia de sus lindes fronterizas, etc., etc., Bolivia


sólo se ocupa de sus pequeñas pasioncillas regionales,
de las luchas caciquistas no siquiera con fin patriótico
y

desinteresado, sino por holgar vaninades personales,


y

por esto su movimiento económico comercial no


y

sólo es infinitamente menor de esos cuatro cinco


al

pueblos citados, sino de los otros, constituyendo su


al

superioridad sobre los últimos un cierto fondo de hon


radez la mejor calidad de sus componentes étnicos,
y

porque parece siempre preferible injerto de la raza


el

blanca con no con


la

indígena
la

negra...
y
i86 CAPÍTULO OCTAVO

He aquí, v. gr., un cuadro desconsolador que mues


tra nuestro fracaso productivo y económico con relación
á los demás pueblos de habla hispana, y pone de relieve
el constante desbarajuste en que vivimos, gastando
más de lo que producimos y votando nuestros presu
puestos con enorme déficit:

(,)
ESTADÍSTICA ECONÓMICA DE LAS NACIONES LATINO -AMERICANAS

Población y presupuesto de gastos y recursos. Proporción en que


cada habitante contribuye á la formación de la renta pública, en
pesos oro de á 5 francos.
AÑO 1905

Habitan Presupuestos de Por cada habitante.


PAÍSES
tes gastos y recursos Gastos y recursos

Miles Miles Miles $ oro $ oro

Argentina 5.700 88.480 89.225 15.52 I5.65


1.816 4.675 4.162 2.59 2.28
14.300 127.639 127.478 8-95 8.92
Chile 3.200 39-754 40-745 12.42 12.73
4.501 14 420 9.149 3.20 203
2-43 1-933 2-493 8.06 10.26
1-573 19.138 19.699 12. 11 12.52
Dominicana. . . . 4-17 2-399 2.427 5.75 5.82
Ecuador 1.212 6 119 5.857 4.82 4.60
1.842 13-658 11.500 7.42 6.24
Haití 1.425 1 1.028 9.767 7.70 6.85
5-44 1.670 1.652 3-°7 8.04
13.607 43.089 44.052 3-i7 3-24
Nicaragua (1903). 4.29 1.777 1.322 4-37 3-05
Paraguay (1904). . 6.36 1.684 1.686 2.64 2.68
4.00
Perú , . . 3.000 11.758 11.856 3-92 3-95
1.000 5.070 5.3" 5.07 5.3i
1.000 19-474 19.590 9-47 19-59
Venezuela (1903). 2.591 1 1.606 11.606 4.48 4.48

Total y promedio. . .
59.496 425.471 419-577 7.20 7.10

(1) Cuadro publicado por D. Gabriel Carrasco en Econo El


mista Argentino, y transcrito en Progreso, de Barcelona. Nú
mero de febrero de 1908.
CAUSAS DE DECADENCIA FISICA 1 87

Esta disolución, por otra parte, hace tiempo que se


viene operando, aun bajo el punto de vista material,
desde cuando, perdiendo Bolivia el predominio que un
momento ejerciera por causas independientes y ajenas
á la voluntad colectiva, comenzara á celebrar tratados á
raíz de sus derrotas con los países vecinos; y de esta
manera, del segundo puesto, que ocupara hace 40 ó
50 años en extensión territorial, ha llegado á ocupar el
cuarto y quién sabe dónde irá á parar, porque, con
todo de sus eternos tratados fronterizos, aun sigue sus
tentando cuestiones con muchos de los países limítro
fes, y es la característica de los políticos patentados de
cancilleres, ceder fácilmente el territorio nacional como
medio eficaz de zanjar cuestiones internacionales y con
servar así buenas relaciones con países engreídos de su
prosperidad y, por lo mismo, desdeñosos con el nuestro,
y esta largueza no sorprende ni causa movimiento de
alarma en nadie, sino que, al contrario, parece ser grata
á los ojos de la colectividad por la deferencia con que
trata á los promotores y sostenedores de la desmem
bración territorial. Somos, por tanto y según la justí
sima comparación de Saavedra, como el cordero per
dido entre zarzales: cada paso nos cuesta lo mejor de
nuestro vellón.
CAPÍTULO I*

De la sangre en nuestra historia

Predicción de Bolívar. Nuestra obra en 8o años de vida libre.


Gobiernos de Blanco, Santa Cruz, Velazco, Belzu, Linares,
Melgarejo, etc., etc. Número de revueltas en 73 años. II. Di
ferencia entre revueltas y revoluciones. Causas de la vida
agitada del país: la vanidad y el interés. Por qué combaten
los grupos llamados partidos. Todo el movimiento político del
país gira alrededor de conveniencias económicas. Bolivia aun
está en pleno período caciquista. La sumisión á los caciques
una de las características de la raza. Perniciosos efectos del
predominio de hombres inescrupulosos. III. Cómo se efectúa
la lucha entre los grupos que se dicen partidos. En verdad, á
que se reduce esa lucha. Inmoralidad política...

«No hay buena fe en América, ni entre los hombres


ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las
Constituciones libros, las elecciones combates, la liber
tad anarquía, y la vida un tormento.»
Así decía Bolívar, el vidente.
Desengañado de su obra, entristecido por haber
precipitado la liberación de pueblos de composición casi
primitiva, tarde ya, cuando todo remedio era imposible
y las turbas, ebrias de efímera gloria, se conceptuaban
inmensamente superiores, capaces, conscientes, vio el
héroe que había «arado en el mar» y cometido grave
error al excitar el entusiasmo bélico de masas ignaras y
poco dispuestas á gobernarse. Y arrepentido, decepcio
nado, "escribe, algunos días antes_ de morir, estas tre
190 CAPÍTULO NOVENO

mendas palabras que, como las de Cristo, se han cum


plido al pie de la letra:
«La América es ingobernable; los que han servido
á la revolución han arado en el mar. La única cosa que
se puede hacer en América es emigrar. Estos países
caerán infaliblemente en manos de la multitud desen
frenada para pasar después á la de tiranuelos impercep
tibles, de todos colores y razas, devorados por todos
los crímenes y extinguidos por la ferocidad. Si fuera
posible que una parte del mundo volviera al caos primi
tivo, este sería el último período de la América.»
Es el vidente que anuncia.
Los pueblos constituídos por el potente esfuerzo de
su brazo y de su genio, han caído en manos de multitu
des bárbaras, de tiranuelos surgidos en momento de
convulsión guerrera, animados, la generalidad, de pa
siones violentas é incontenible angurria monetaria.
Todos los pueblos de la América latina los tienen.
Más ó menos ridículos, más ó menos cómicos, más ó
menos interesados, pero los tienen... Bolivia es pueblo
fecundo en esta clase de hombres, y por eso su histo
ria no es sino una tremenda serie de revueltas y asesi
natos, sin solución alguna de continuidad.
En ochenta años de vida independiente, más de
treinta mandatarios gobiernan el país bajo los retum
bantes títulos de Presidente Constitucional, Presidente
provisorio, Encargado del Poder Ejecutivo, Junta de
Gobierno, ó Consejo de Ministros, es decir, cada dos
años y medio salta un nuevo personaje sobre ese~esce-
nario político para satisfacer sus aspiraciones no atem
peradas por ningún correctivo de orden moral; y es en
este incesante cambio de tipos y figuras que se puede
explicar, de manera lógica, la actual decadencia del
país y el origen de la mayor parte de los males que
hasta aquí se ha hecho mención.
Señalar el paso efímero de algunos, de los principa
les, es tarea que se impone, aun siendo exclusiva del
historiador; pero si por algo se ha distinguido el país
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 19 S

hasta hace muy poco, es por su vida de convulsión gue


rrera, la cual sólo fué provocada por la ambición incol-
mable de los caudillos y héroes de ocasión deseosos de
alucinar las masas indígenas... Seremos, por lo tanto,
breves, y reduciráse nuestra labor á desplegar una cinta
cinematográfica de proyecciones cómicas siempre y ma
cabras en ocasiones, pero rápida é intensa.

Ante todo, conveniente es descartarde esta visión


los gloriosos nombres de Bolívar y Sucre. Bolívar sólo
se ocupó de consolidar la independencia nacional y do
tar al país de una constitución acaso demasiado sabia;
Sucre (1825) se redujo á instruirnos con el ejemplo, en
lo que debe de ser un buen gobernante; pero su lección
fué inútil: nadie supo aprovecharla ni agradecerla; al
contrario, nos sentimos ofendidos por la enseñanza y
castigamos su osadía fracturándole el brazo que al de
cir de Estévanez, el historiador ibero «había roto en
Ayacucho la cadena de la tradición » .
Los otros se sucedieron así:
Pedro Blanco.
Es la primera sombra que pasa. Una asamblea inte
resada lo nombra presidente el 14 de diciembre de 1828;
toma posesión de su cargo el 26; el 31 lo hacen prisio
nero, y el 1.° de enero de 1829 lo asesinan.
No tiene tiempo para nada; ni para enorgullecerse.
Deslumbrado por su exaltación, juguete de los ambi
ciosos que le rodean, aun no acaba de darse cuenta
de su rol, cuando es reducido á prisión y apuñaleado
al ruido de una fanfarria, sin saber por qué, sin darse
cuenta de nada, extraño á la cólera que se agitaba á
su alrededor. Paga con su vida la ambición de ser Pre
sidente...
Como en los teatrillos de feria: ¡un títere descabe
zado!
Le sucede Santa Cruz (1829).
Tiene Santa Cruz el mérito de ser ambiciosp. No
contento con gobernar la región libertada por Bolívar,
193 CAPÍTULO NOVENO

aspira á la dictadura de dos pueblos ya separados: el:


Perú y Bolivia. Es su ruina. Los descontentos forman
legión y dan al traste con sus aspiraciones.
Es una figura de alto relieve. Circunscribiéndose á
su campo de acción, su gran actividad emprendedora, su
talento de legislador y reformador habrían prestado
grandes servicios al país. Pero quiso abarcarlo todo.
Quizás entraba en sus intenciones emular las hazañas de
Bolívar, con el que combatió por la causa común de la
libertad. Con todo y haber perdido mucho tiempo ima
ginando descabellados proyectos de conquista, luchando
incansable con los rebeldes y los ambiciosos, hizo lo que
hasta ahora casi ningún gobierno ha hecho: inspiró leyes
equitativas, dictó medidas previsoras. De no haber sido
dominado por exasperante melagomanía, pudo haber or
ganizado el país sobre bases sólidas de cultura y cons-
ciencia; pero cometió el inexcusable error de sobrepo
ner á los intereses generales el suyo particular.
En los seis años en que ejercita su actividad en toda
suerte de hazañas, levanta cúmulo de leyes y disposicio
nes, las mismas que hasta ahora, con poca variación, nos
rigen. Conocía las verdaderas necesidades de un país en
formación, y fué el primero en preocuparse de las regio
nes del NO., adivinando que allí estaba el porvenir de
Bolivia. A su fortaleza de indio aymara llevaba unido
espíritu amplio y fecundo hasta la fantasía.
Se alzan contra su poder Velazco y Ballivián, y lo
gran derrocarlo. Velazco es nombrado Presidente por
la Asamblea Constituyente en 1839. Ballivián, herido
en su amor propio de caudillo principal, toma las armas
contra su aliado, pero es vencido y huye al Perú. La
Asamblea lo pone fuera de la ley declarándolo rebelde,
é inicia juicio contra Santa Cruz, al que, de igual modo,
se le declara indigno del nombre boliviano.
Velazco da pruebas de una voracidad incolmabie,
aunque de ningún sentido práctico. Caudillo popula
chero, su constante afán es promover revueltas. Cuatro
veces logra hacerse proclamar presidente, y las cuatro
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 1
93

comete impropiedades y yerros nacidos por su falta de


carácter y de orientación.
Los partidarios deBallivián, cada díamás numerosos,
consiguen anular su prestigio y nombran presidente á su
caudillo (1 84 hombre voluntarioso, déspota pero pa

1),
triota. Salva país de una invasión extranjera, cuando
al

y
se preocupa de reorganizarlo, estallan por todas partes
movimientos subversivos. Belzu es el caudillo invocado
por los descontentos. Dimite Ballivián emigra entris

y
tecido de ver anarquizada su patria. Muere expatriado.
Su obra, no obstante, es fecunda.
Hizo explorar los ríos lagos del departamento del
y
Oriente preocupándose de introducir país inmigración

al
extranjera seleccionada: sentía necesidad de injertar
la
nuestra sangre india. Reúne su lado hombres de valor
á

intelectual abre colegios universidades. Su cultura,


y
y

superior medio hasta su época, decía que sólo


le
al

á
y

instrucción del pueblo lo libertaría de constantes lu


la

chas, haciéndolo emanciparse de caudillos audaces

y
poco escrupulosos.
Vuelve subir Velazco, ayudado por Belzu. Para
á

mejor gobernar, asume Velazco' dictadura; pero enton


la

ces se insurrecciona Belzu, sus tropas baten las del


y

dictador después de porfiado combate. se proclama


Y

Belzu presidente.
Es más popular de los caudillos, que mayor
y el

el

tiempo más profundamente supo interesar corazón


el

de las multitudes veleidosas inconstantes.


é

En los siete años de su dominación en períodos


y

épocas distintas, adula pueblo, no porque en


al

sepa
él

encontrar tacto la inspiración buscada por todo


el

gobernante deseoso de identificarse anhelo de los


al

gobernados, pues mal podía hallar esas cualidades en


pueblo ignorante ciego, sino porque es la fuerza
y

apoya en ella su gran ambición.


Aprovechando de la circunstancia de ser herido en
un paseo público, asume, como su predecesor, la dicta
dura, comete abusos hasta crímenes. Vulgar en sus
y

13
194 CAPÍTULO NOVENO

gustos y maneras, siente odio incontenible por todo lo


elevado y noble. Es lo contrario de Ballivián, su ene
migo, y ambos simbolizan las tendencias contrarias
que por ese entonces agitaron, desde lo hondo, la vida
del país.
Belzu aspira la exaltación de las clases bajas del
pueblo, con sus vicios y errores; Ballivián el de las
clases privilegiadas ahitas de prejuicios de sangre y or-
gullosas de su poder basado en el dinero. Y triunfa
Belzu: el número de sus parciales y no su calidad lo
yergue sobre la talla de su adversario, por el que siente
odio inextinguible, implacable, hasta el punto de ins
pirarle genialidades de sátrapa, pues cuentan que, hos
tigado por movimientos subversivos, expidió un decreto
ofreciendo la suma de 6,000 pesos á quien le presentase
la cabeza de alguno de los revoltosos merodeadores
por las orillas del lago Titicaca, en las lindes del Perú,
y á cuya cabeza se encontraba Ballivián.
Ocho meses después, grupo de indios costeros pre
séntase en palacio conduciendo la ensangrentada y me
dio podrida cabeza de un hombre. Los servidores pala
ciegos, sin acordarse de libros santos, en vez de en una
bandeja, la colocaron en el mármol de una chimenea, y
dan aviso á Su Excelencia del obsequio que la indiada
de Copacabana, su fiel servidora, le hacía, obsequio
grato á su corazón, por creerse que la decapitada cabeza
era de Ballivián, su aborrecido rival.
Belzu se encamina al salón, y cruzando el brazo de
recho sobre el pecho en postura napoleónica, contempla
el despojo algunos instantes y retrocede disgustado:
¡esa cabeza no es de su enemigo!
No lo era, en efecto. Vieron los indios de Copaca
bana trajinar por las calles de su pueblo á un hombre
cuyo parecido con el aristócrata caudillo era extraordi
nario, y, sin más ni más, dieron fin á palos con él, con
vencidos de que pasaría á sus manos el prometido pre
mio... Se equivocaron: el muerto no era otro que un
respetable médico de La Paz.
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 195

Fatigado Belzu de un gobierno de luchas é incerti-


dumbres, reúne un congreso creado por él y renuncia
pomposamente la presidencia, no sin haber asegurado
la elección de Jorge Córdova, su hijo político.
El repentino encumbramiento de éste suscita odios
y envidias en quienes se creían merecedores al poder
supremo, por no faltar ambiciosos que por cualquier
insignificante hazaña esperasen gobernar. Un militar al
empujar á la revuelta á las turbas y darles programa de
fantástica reorganización; un ministro al dirigir por
cierto tiempo un gabinete, ya se creían con derecho á
gobernar, y el pueblo, nunca consciente de su valer, se
prestaba fácilmente á amotinarse en favor del primero
que solicitase su concurso.
A los 30 días del gobierno de Córdova surge una
asonada, y la sofoca; poco después otra, y luego otra y
otra, y así sólo se ocupa de ahogar hidras sin conse
guirlo.
Es el impecable Linares (1857), contagiado de la
fiebre de rebelión, que logra derrocarlo y hacerle huir á
tierra extraña, de donde vuelve á poco para morir ase
sinado en el Loreto de La Paz, el año 1861.
Linares es hombre de carácter integro y una ilus
tración vastísima, y por lo tanto inadaptable al medio.
Tiene intención de gobernar al país con el elemento
puramente intelectual; mas los motines, las sublevacio
nes y las revueltas no le dejan campo para desarrollar su
programa. Reprime con la severidad que convenía algu
nas, mas las multitudes, que juzgan tiranía todo lo ten
dente á moderar sus instintos y pasiones, se pone de
parte ¡como siempre! de quienes les prometen plá
cido bienestar. Son sus mismos ministros, Achá en ca
beza, que se levantan contra su poder, y viendo que era
inútil pretender gobernar á un pueblo ingobernable, di
mite y va á acabar sus días, proscrito, pobre, obscuro y
casi en la mendicidad, ejemplo raro en nuestra historia,
donde abundan los ambiciosos y los interesados.
En el tiempo^ que duró su administración, tuvo el
196 CAPÍTULO NOVENO

buen sentido práctico de hacerse dictador. Digo el


buen sentido, no porque suponga la dictadura sistema
loable de gobierno. Al contrario, es nada simpático;
pero un dictador á lo Linares, exento de odios, desinte-
sado, generoso, pulcro, honrado y de un gran talento
de previsión é iniciativa, vale cien mil veces más que
toda una serie de presidentillos ambiciosos, vulgares,
faltos de sentido moral, ruines, vengativos, rencorosos.
Linares, con la dictadura, hizo más que muchos pre
sidentes con el gobierno constitucional. Centralizó la
administración pública, organizó el Poder judicial, se
ocupó preferentemente de las aduanas y rentas nacio
nales, contuvo y reprimió enérgicamente las desmedi
das ambiciones del clero, disminuyó el honorario de los
empleados y reprimió con mano severa los movimientos
sediciosos. No transigió ni con la intemperancia ni con
la adulación, siempre grata á los dirigentes. Mantuvo
su corazón, como verdadero filósofo, enteramente libre,
y ni la lisonja ni la amenaza quebraron su carácter
hecho de una pieza, libre de ataduras, y fué esto su per
dición. Olvidó que bajo ciertas latitudes, en pueblos de
moralidad dudosa, tener carácter es caer en desgracia,
siendo indispensable, para surgir, hacer lujo de ausencia
de semejante cualidad que, si de algo sirve, es de estor
bo; engendra odiosidades violentas sobre todo cuando
se pretende provocar reacción en ideas, campo movible
de oscilaciones tornadizas.
Le sucedió ¡claro está! José María Achá (1861),
quien hizo bien poco, acaso nada. Tuvo la virtud de no
pecar contra las arcas nacionales, y esto ya es algo.
Durante su administración hubo serie de desordenes
sangrientos en La Paz, conocidos con el nombre de las
matanzas de Yañez. En ellas fué asesinado el ex presi
dente Córdova.
Un motín de cuartel destituye á Achá, y Melgarejo,
jefe de ese motín, se proclama mandatario (1864).
Con Melgarejo desencadénase sobre el país serie
de desventuras y se agravan los males que, acentuán

x
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA I97
dose á raíz de la Independencia, fueron en progresión
bajo la presión de los otros mandatarios. Seis años dura
su gobierno despótico y sanguinario; y el país agota
sus energías, pierde su crédito y entra en un estado ca-
taléptico matador. Melgarejo, para mantenerse en el
poder conquistado, buscó el apoyo de la soldadesca
aguerrida, inmoral y viciosa. Introdúcese el desorden y
la inquietud; perecen las nacientes industrias; el robo á
mano armada se generaliza; impónese el dominio del
alcohol. Para acabar con un estado así, se promueven
reacciones armadas, y él las sofoca con rigor y cólera
implacables. Su anhelo era dominar sin control, en li
bertad absoluta; y como no estaba extinta la raza de
ambiciosos, vióse obligado á vivir en perpetuo combate,
en constante actividad guerrera.
Hijo del montón, hervía en sus venas sangre pura
de cholo: era vengativo, vanidoso, cruel. Degenerado
alcohólico, atacado en grado eminente del delirio de
grandezas, la dió por imitar, como Castro, en América,
las hazañas de Napoleón, cuya historia, en su parte
militar, le encantaba.
Halagado en su vanidad excitable de déspota, cede
á Chile y al Brasil buenas porciones de territorio, por
que estos países le premian con honores y condecora
ciones...
La noción de ningún sentimiento ni deber ponía
freno á sus actos, y era su principal ocupación dar pá
bulo á sus instintos sensuales y rapíñeseos. Impulsivo y
valiente hasta la temeridad, le gustaba imponerse por
acciones heroicas y atrevidos hechos.
Hay uno que lo caracteriza admirablemente:
A poco de proclamarse presidente, estallan motines
en casi todos los pueblos de la República, y es su ocu
pación reprimirlos con saña y ferocidad. Belzu, de re
greso de Europa, consigue mover la iinpulsibilidad
guerrera de La Paz. Improvisa un ejército, fortifica la
ciudad y, corajudo, desconoce la autoridad del déspota.
Este, en campaña sobre otros puntos, retrocede de me
198 CAPITULO NOVENO

dio camino y ataca la ciudad revuelta. Rudo fué el


choque; y sus tropas, cansadas, hambrientas, no tardan
en ceder. Se inicia la traición; muchos de sus generales
huyen ó le venden; entonces él, viéndose perdido, reúne
á su alrededor una docena de coraceros, les incita á se
guirle, y ante su indecisión, esgrime un revólver y apli
cándoselo á las sienes, con voz ronca, clama: «O me
seguís ó me destapo los sesos» Y, como héroe de le
yenda, marcha atravesando por en medio de barri
cadas llenas de gente, saltando fosos, desafiando,
impávido y sereno, el fuego que le dirigían desde los
balcones sus enemigos. Llega al palacio gubernamental,
mata al centinela que pretende prohibirle la entrada,
sube al salón, y allí, sin que nadie se oponga, mata al
audaz y popular revoltoso cuyas tropas en ese momento
baten en franca derrota las suyas, y luego, soberbia
mente, se muestra en un balcón que da á la plaza pública
y grita á la muchedumbre congregada para celebrar la
victoria de Belzu: «¡Belzu ha muerto...! ¿Quién vive
ahora?» Y la turba, sojuzgada, vencida, grita con temor
y admiración: «¡Viva Melgarejo...!»
Este hecho, dándole fama de invencible, aumentó su
renombre entre las tropas y las masas dadas á admirar
el valor y la audacia. Y, tranquilo ya, ocúpase tan solo
de gozar de las fruiciones del mando.
Despoja á los indios de sus propiedades, despilfarra
en francachelas los dineros del Estado. Con él, el terro
rismo se impone potente, irresistible: es el más impla
cable de los tiranos que gobernaron el país.
Su caída hizo época en los anales guerreros.
Aprovechando de su campaña contra los insurrectos
de Potosí, vuelve á sublevarse La Paz, esta vez dirigida
por Morales; y en recio y porfiado combate vence las
engreídas tropas del tirano, moral y físicamente rendidas
por tanto pelear (15 enero 1 87 Melgarejo huye al
1).

Perú, donde uno de sus favoritos, colmado por sus manos


de honores asesina.
le

riquezas,
al y

sube poder Morales.


Y
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 199

Morales es el tipo representativo del hipócrita: un


Tartufo perfecto.
Engreído por su famosa hazaña de derrocar en
sangrienta lid á Melgarejo, se encariña con el poder;
mas queriendo dar al país prueba de grandeza moral,
presenta á la Asamblea su dimisión de presidente, hala
gando la secreta certitud de que no sería aceptada, y
viendo que no contaba con simpatías, la retira y mani
fiesta decidida intención de disolver, á la fuerza, dicha
Asamblea, bajo el cómodo pretexto de que «quería anar
quizar el país y hundirlo». Temerosa la Asamblea de
un acto brutal; lo nombra presidente provisorio.
Mientras yo viva, no habrá tiranos en mi país!
fué su lema para ascender; y una vez dueño del título
ambicionado, comete, como su antecesor, toda clase de
tropelías.
Déspota, audaz, no permite oposición ni consejo á
sus actos inconsultos. Disuelve las cámaras como si
fuesen reunión de escolinos. Convencido de su genio,
tiene la loca pretensión de gobernar un país batallador
que en cada nuevo gobernante veía indefectiblemente un
tirano. Consiguientemente, vuelve á iniciarse un periodo
de revueltas y alzamientos y tan intenso, que concluye
Morales por perder la serenidad. Tornóse hosco, som
brío, taciturno, huraño, y acabó por no ver á su alrede
dor más que traidores que espiaban la hora oportuna
para victimarlo; le ataca el delirio de persecuciones en
grado agudo, y muere víctima de este delirio.
En efecto; una noche (27 de noviembre de 1872) de
mal humor, acaso de locura, quiso arrojar por el balcón
á uno de sus ayudantes. Se interpuso un pariente, y
entonces, Morales, ciego de cólera, intenta imponer
castigo al intruso, el cual, ante la inminencia del ataque,
saca un pequeño revolver de que estaba munido y hace
fuego sobre el agresor.
¡A mí! rugió Morales llevándose ambas manos
.

al corazón y cubriéndolo á medida que avanzaba para


detener la cólera del ofendido.

*
SOO CAPÍTULO NOVENO

¡A usted! y Lafaye siguió descargando su arma


sobre el pecho del infortunado, que daba vueltas alre
dedor de la mesa central de la estancia, embrutecido,
aterrorizado, hasta caer de bruces sobre" el paño para
no levantarse más.
Reunióse una asamblea, á raíz de este hecho, y pro
clamó presidente provisorio á D. Tomás Frías (1872).
Al año siguiente, otra, nombraba á D. Adolfo Ballivián
que había obtenido mayoría de sufragios, en la_sola
elección que hasta entonces se hizo en Bolivia, verda-
"deramente libre.
'~~"Dí3'cTpul5',"eñ política, de Linares y Frías, que le pro
fesaban gran cariño, hereda Ballivián, de su padre, ge
nerosa caballerosidad; pero no tiene carácter para man
dar. Se desorienta á cada momento. Culto y clemente,
repugna verter sangre para gobernar bien, y no sabe la
manera de atemperar la belicosidad de su país en fiebre.
Enfermo, melancólico, triste, sin valor para luchar con
la turba de ambiciosos, deja y abandona el poder al pre
sidente del Consejo, y va á morir con serenidad estoica.
Era presidente del Consejo don Tomás Frías, y á la
muerte de Ballivián queda, constitucionalmente, de pre
sidente (1874).
Frías era un hombre sencillo, modesto, pulcramente
honrado, severo de carácter y costumbres, muy cumpli
dor de las leyes.
Dice de él Mariano Baptista, el admirable:
«Silencioso y melancólico, con propensión á la sole
dad y regocijado en ella cuantas veces podía, gustán
dola, respirándola con una especie de vaga fruición,
sujetando allí las nerviosas y vivaces fuerzas de su na
turaleza, hasta dar á ésta esa especie de calma que ha
hecho proverbial la impasibilidad de Frías, se ofrece
á nuestras meditaciones como un ejemplar noble de
filósofo.»
Como tal, deja el poder cuando, atropellado brutal
mente por el mismo que colmara de honores, se ve des
pojado de su dignidad de presidente y tratado como un
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 201

aventurero por quien, elevado á alta categoría mediante


hazañas humillantes y vergonzosas, hace de la astucia
culto venerado, y de la fuerza solo medio de conquista.
Hilarión Daza procede de estirpe mestiza, de la
más pura.
Favorito de Melgarejo por esa ley conocida de que
los caracteres iguales se atraen, merced á la generosidad
del déspota logra conquistar grados elevados en la es
cala militar; pero no obstante le hace traición por
10,000 pesos, entregando el batallón que comanda á
los caudillos revolucionarios. En esta acción no hay el
arranque generoso del hombre que, viendo esclavizado
su pueblo, pone en su defensa todos sus ahincos, sino
la grosera ambición del egoísta, para el que no hay nada,
ni siquiera los vínculos de amistad y gratitud cuando
del dinero se trata.
Crecido y educado en medio de la torpe é ignorante
soldadesca, conocía todos sus hábitos pervertidos, sus
vicios, y al llegar á jefe de batallón, sabe atraerse el ca
riño entusiasta y abnegado, de sus soldados, ofrecién
doles satisfacciones groseras, dando pábulo á sus instin
tos sexuales.
Como buen cholo, odiaba francamente á todo el que
sobresaliera por su talento; y al igual de Belzu, de Mel
garejo, de Morales, sahía usar lenguaje y maneras des
preciativas para con los poetas y los artistas. A su alre
dedor sólo gustaba ver seres que inclinasen la cabeza,
mudos ante sus disposiciones arbitrarias y rapiñescas.
Su amor al lujo, á los entorchados, condecoraciones,
charreteras y demás colorines le hacían ridículo, según
irónicamente nos lo cuenta un escritor francés (1).
Su carácter está bien delineado en esta página citada
por Sanjinés:
«Falto de educación, apenas sabía leer y escribir.
Sin más roce, desde sus primeros años, que el de la peor
plebe chuquisaqueña, tenía todos sus hábitos y costum-

(1) Charles d'Ursel. Sud-Amerique.


202 CAPÍTULO NOVENO

bres. Aunque su tez amarillenta y su fisonomía revela


dora de la astucia y la perfidia eran repelentes, su viva
cidad natural, su organización robusta, su destreza en el
manejo de los puños en las camorras populacheras, para
las que siempre estaba listo, le hacían distinguirse entre
sus cofrades, que le llamaban Chocholín, por el apodo
de su tío paterno, un semi idiota y tartamudo de hercú
lea musculatura, que pronunciaba así su apellido de
Grosolei. Sus malas inclinaciones y su invencible ten
dencia á la ratería, de que no pudo curarse ni aun en su
encumbramiento, le pusieron en varias ocasiones bajo
la férula de los policiales, y más de una vez el látigo del
gendarme castigó sus rapiñas (1).»
Daza, en el poder (1876), sólo se ocupó de dar am
plia satisfacción á sus instintos de placer y sensualidad.
Era amigo del ruido y de la orgía, y por divertirse lo
sacrificaba todo.
Un pequeño hecho.
Surgido por entonces el conflicto con Chile, que tan
funestas consecuencias debía acarrear á las naciones
aliadas, Perú y Bolivia, las tropas chilenas ocuparon mi
litarmente el puerto boliviano de Antofagasta en los
primeros días del mes de febrero del año 1879. El go
bierno de Daza supo de la ocupación al poco tiempo
de efectuarse; pero, á instancias del mandatario, no se
divulgó la noticia sino seis días después de recibida,
porque, cayendo en esos días el carnaval, Daza quería
holgarse, y no lo habría conseguido si el público se hu
biese enterado del peligro que se cernía sobre la patria.
Divirtióse, pues, lo mejor que pudo, y cuando hubo pa
sado la fiesta, recién se hizo correr la noticia de la
invasión.
Durante la guerra, hubo combinaciones interesa
das y la retirada de Camarones, principio del desastre,
aun no ha sido debidamente establecida. Los hombres
tienen miedo de abordar este punto que parece envolver

(1) J. Sanjinés. Historia de Bolivia.


DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 20j
un siniestro misterio. En todo caso, el hecho hasta ahora
palpable, es el siguiente:
Destituído Daza de la presidencia por los torpes
errores que en ella había cometido, se vino á Europa,
y sabiendo aquí que se hacían pesar graves cargos
contra su conducta, pidió autorización al Congreso para
volver al país y sincerarla. Llega á las fronteras, y es ase
sinado en Uyuni, la noche del 27 de febrero de 1894...
La Convención Nacional del año 1880 nombró Pre
sidente Constitucional al general Campero.
Firmó el tratado de tregua con Chile y se preocupó
de modernizar al país, tendiendo las primeras líneas te
lefónicas. Su obra en la reorganización del ejército y la
buena marcha administrativa, es loable. Subió al poder
por las vías legales, y murió pobre. Es cuanto en su ho
nor puede decirse.
Después vino Pacheco (1884), el cual no hizo sino
pronunciar una frase que resume toda la loca aspiración
de la generalidad de los gobernantes. La cito recogién
dola de labios de don Claudio Pinilla, el diestro canciller.
Cuando don Gregorio Pacheco, hombre acaudalado
y de gran significación social, preparaba su candidatura
á la presidencia de la República, un íntimo amigo suyo,
viendo sus febriles afanes, sus luchas é inquietudes,
le dijo:
Pero ¿á qué tantos afanes, don Gregorio, cuando
usted, sin necesidad de llegar á la presidencia, será siem
pre considerado y respetado, y ocupará usted en todo
tiempo y en cualquier parte brillante situación?
A lo que repuso Pacheco, en tono contundente:
Verdad es, amigo, todo lo que usted dice; pero
cuando monto en mi caballo blanco y desfilo delante
mis tropas alineadas, deslumbrándolas, le aseguro que
siento una fruición tan grande, tan dulce, que todas
mis fatigas se ven compensadas en aquel instante...
Después...
No más. Los hombres y hechos que pasaron des
pués, aun no están suficientemente alejados de nosotros

>
204 CAPÍTULO NOVENO

para medirlos en su justa proporción, y la más ele


mental prudencia aconseja dejar su avaloración á la
acción depurativa del tiempo.
Vese, pues, que en esta carrera de más de sesenta
años desfilan toda clase de hombres, confundidos los
buenos con los malos y los regulares, en visión trágica,
sin elevarse ninguno á esas cimas en que se esboza
la silueta del genio ó del héroe. Hubo en ese pe
ríodo, grandes talentos, también hermosos caracteres;
pero unos y otros naufragaron en luchas y odios mez
quinos, inevitables en todo país que se organiza. De
1825 á 1898, promoviéronse más de sesenta revuelta^
y"seffé "dé^guerrás internacionales, hechas sin poderosos
motivos, por insignificancias casi, por calmar los ardores
de pueblo recién nacido á la vida, siendo particularidad
digna de tomarse en cuenta que la mayor parte de las
revueltas fueron dirigidas por los menos inteligentes y
los más ambiciosos en el sentido bajo de esta palabra,
fracasando desastrosamente aquellas en que tomaron
parte los hombres de buena voluntad, muchos de los
cuales, casi todos, murieron lejos del país, si no deste
rrados, proscritos voluntariamente y con el amargo
convencimiento de que el pueblo era pueblo irreme
diable.
Otra particularidad no menos despreciable en el
transcurso de esos 73 años, es que no hay un soto
gobernante, hasta Pando (1899), que haya llenado su
período tranquilamente, desenvolviendo un programa
de organización social. Todos tuvieron que recurrir á
las armas para sostener su vacilante poder, y algunos,
no muy enérgicos en sus medidas previsoras, cayeron
estrepitosamente arrastrando tras sí fracción considera
ble de eso que se decía su partido, y para imponerse
casi ninguno supo consultar esa opinión no ostensible
en tumultos de plaza, fuerte porque está apoyada en
base capitalista y tiene conciencia de su valer, sino la
otra, esa que se produce por medios no sólo artificiosos
sino vedados, propios de turbas fácilmente sugestiona
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 205

bles por el brillo de una popularidad arrancada en mo


mentos de perturbación social, favorecedores del brote
casi espontáneo de héroes de ocasión; y gobernaron,
unos después de otros, si no disputándose el poder, cual
si fuese su patrimonio, traspasándoselo de mano en
mano, como en las monarquías, pero siempre escudán
dose tras la representación nacional, favorable mito
cuya virtud consiste en satisfacer el espíritu formulista
de las mayorías, dispuestas á dejarse alucinar por todo
lo que se presente dentro del marco de la instituciona-
lidad, variable y tornadizo, pagando muchos esta pueril
ambición de gobernar, con lo más preciado, que es la
vida. Así, por ejemplo, Blanco muere asesinado á esto
cadas en un convento; Belzu es asesinado por Melga
rejo, en el palacio de La Paz; Melgarejo es asesinado
por uno de sus favoritos, en Lima; Morales es asesi
nado por su sobrino; Daza es asesinado por un piquete,
al pisar el territorio patrio; Córdova es asesinado en el
Loreto de la Paz...
Blanco, Belzu, Córdova, Morales, Melgarejo y Daza,
he aquí los nombres de nuestros presidentes asesinados,
sin contar los que murieron lejos del pais, proscritos.

II. En
el curso de este rapidísimo bosquejo, he
mos puesto el mayor cuidado en no usar el término
revolución para determinar los movimientos de mano
armada frecuentes en el país y en otros muchos de la
América latina. Esto obedece á que si se ha de aceptar
la diferencia establecida por Lombroso (i) entre revuel
tas y revoluciones, bien podemos asegurar que no se
han hecho revoluciones en Bolivia, salvo la iniciada
contra los dominadores hispanos.
Llevóse á cabo ésta, no por un caudillo, sino por
un ideal, y fueron sus héroes San Martín, Sucre, Bolí
var, Murillo, etc., etc., hombres superiores á su época y

(1) Lombroso y Laschi. El crimen político y las revolu


ciones.
20Ó CAPÍTULO NOVENO

libres de esas pasiones deprimentes, innatas en los tira


nuelos y déspotas.
En los otros movimientos, aun en aquellos que
parecen responder á ideas bien determinadas de orden
político ó regional, á principios deslindados de toda
conveniencia caciquista, en el fondo, no se descubre
sino el interés de un hombre ó de muchos, de un par
tido si se quiere, y aun conviniendo en que haya ha
bido verdaderos partidos en Bolivia. Semejante afirma
ción fluye lógicamente del espectáculo que presentan
los anales patrios; pero no impide reconocer que mu
chos movimientos se realizaron con intención gallarda:
por zafar de una tiranía intolerable, por poner coto á
los desmanes de un déspota, por sacudir de las espal
das el peso brutal de un tirano (Melgarejo, Morales,
Daza, etc., etc.), siendo lo censurable en quienes apa
sionaron más tiempo á las multitudes, el haberse apo
derado de éstas, no por la persuasión ni el convenci
miento, medios que ponen en práctica los verdaderos
políticos, sino de haber exaltado sus pasioues recu
rriendo á artificios perniciosos, concesiones absurdas,
falsas promesas de un bienestar quimérico. De seme
jantes viciosas prácticas emana toda la actual decaden
cia. Acostumbradas las muchedumbres á conseguir ven
tajas materiales después de cada revuelta, hechos los
políticos á ganar su voluntad con peligrosas concesio
nes y condescendencias, ha venido perpetuándose la
secuela de la inacción, causa esencial del malestar co
lectivo.
Conseguida por el país la anhelada libertad, en vez
de escuelas y caminos, dióse el lujo de tener presidentes
y cámaras á granel; en vez de talleres, una de las consti
tuciones más liberales del mundo, pero sólo para tener
el orgullo de asegurar que la tenía, pues sus preceptos
siempre fueron, son violados. Y es que, como todos los
pueblos de formación precoz, cometió el explicable y
natural error de pensar que las constituciones son fáciles
de elaborarse y más fáciles de imponerse; que basta co
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 207

piarlas de aquellas de índole liberal y generosa y luego


tratar de injertarlas en una colectividad, sin tener en
cuenta la mentalidad de ésta, sus costumbres, su pasado,
los arranques de su desenvolvimiento y otros muchos
factores determinantes de instituciones y formas guber
nativas.
«Las instituciones políticas dice Le Bon no deben
ser consideradas, en la historia de la evolución de las
sociedades humanas, como causas, sino más bien como
efectos. Son la expresión del estado de civilización de
un pueblo y evolucionan con él. El régimen político
de una nación indica solamente sus condiciones de exis
tencia y cuáles son las faces gubernamentales que ella
ya ha atravesado.
»Esta verdad, que sin duda parecerá un día bien
elementaría, hoy comienza á ser escasamente entrevista.
Todavía no estamos del todo desligados del viejo error,
tan querido á los revolucionarios, según el cual, un pue
blo puede escoger á su agrado las instituciones que le
parecen las mejores, y ve cambiar su destino siguiendo
ésta ó aquélla que haya sido adoptada por él. Todavía
se cree ingenuamente que las constituciones se fabrican
en un día y pueden ser impuestas por la razón ó la
fuerza, y que, para civilizar un pueblo inferior, no hay
más que aplicar en bloc las leyes que hubiesen dado
buenos resultados en los pueblos superiores (i).»
Los primeros legisladores, con Bolívar y Sucre á la
cabeza, eran seres inmensamente superiores á su época
y al medio, y dictaron una constitución adaptable á su
poderosa mentalidad y, sobre todo, á su alto ideal de
justicia y democracia, y éste, quizás, fué su error, por
que constituciones de esta índole necesitan sólida, base
de ideal político, y nuestro pueblo no tenía ninguno.
Opreso como estaba, su única preocupación era sa
cudirse de una tiranía insoportable por lo dura. Por eso
los mismos caudillos que lucharon al lado de Bolívar,

(1) Le Bon. Les premiéis civilisations.


208 CAPÍTULO NOVENO

Sucre y San Martín, una vez incorporados á la patria


recién nacida, olvidaron el respeto y la subordinación
que todo jefe debe mostrar por instituciones ya forma
das, y fueron los primeros en dar ejemplo de insubordi
nación, sólo por servir sus intereses egoístas y persona
les. Descuidaron su primer deber de gobernantes y
legisladores, consistente en elevar el nivel intelectual
de las masas y, sobre todo, hacerles creer en la efica
cia de los ideales, y se sirvieron de ellas, halagando,
más que sus pasiones, sus instintos; y para dar cierta
apariencia de legalidad á sus actos desprovistos de cri
terio, arbitrarios, concediéronlas el voto, es decir, el
ejercicio de un derecho que supone consciencia, pero
nada más que en apariencia, y se hicieron la ilusión de
representar la soberanía nacional, siendo la simulación
del ejercicio de ese derecho, fecunda causa de fermento
quisquilloso.

III.Consiguientemente, después de la revista in


tentada, lo primero que se impone á la curiosidad del
sociólogo ó del historiador es tratar de averiguar á qué
profundas causas obedece ese movimiento febril de
luchas y revueltas. Se ahonda en el análisis, y surge,
clara, perceptible hasta la evidencia, la conclusión de
que todo ese fermento quisquilloso tenía que realizarse
como se ha realizado en todos los pueblos, pues no hay
uno sólo que al formarse y constituirse no hubiera de
pasar por luchas violentas y apasionadas, y por tre-
rriendos odios de partido.
Esto es hasta lógico.
En el período de organización, son las ambiciones
las que primero se imponen, y con energía, con énfasis
y sin ningún rebozo. Cada jefe ó caudillo aspira á man
dar, porque cree tener derecho. Las personalidades se
improvisan, surgen héroes por doquiera, y todos alientan
el mismo anhelo: gobernar; y como el pueblo no tiene
la experiencia de la vida institucional, presta sus simpa
tías á quien mejor sabe halagar sus pasiones.
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 20Q

Si dicho estado se prolongó hasta hace poco en al


gunos países, y particularmente en Bolivia, fué por dos
razones: por la situación geográfica del país, primero,
y en seguida porque Bolivia, como ningún otro pue
blo del continente, ignoró los beneficios de una in
migración seleccionada. Aislado de los demás países,
metido en lo más abrupto del corazón meridional de la
América, sufriendo insensiblemente, pero de modo se
guro y fatal, el depresivo influjo de la raza indígena,
cada día más 'absorbente, poco á poco, sin quererlo, se
ha operado exclusión de los elementos de procedencia
ibera, y por eso en sus manifestaciones de vida co
lectiva é individual, nótase el marcado influjo de la
modalidad indígena, que tiende á manifestarse exclusi
vamente por el exterior aparato, y bien puede asegu
rarse que ese largo período de lucha no se explica sino
por el deseo inmoderado que tenían de mandar los hom
bres, y mandar, no en vista de proseguir la realización
de un ideal más ó menos definido que sea como un re
flejo de ideal colectivo, sino para satisfacer vehementes
impulsos de vanidad personal primero y de lucro en se
guida, porque particularidad digna de tomarse en
cuenta los gobernantes, por atavismo, son inclinados
á rodearse de una faustuosidad reñida, más que con la
democracia, con el buen gusto. Como los mandarines
chinos, conceden gran importancia al aparato. Para ellos
el prestigio se impone por los ojos, y en esto no andan
equivocados, dado el elemento étnico predominante en
el país. No hay gobernante que al subir al poder no se
rodee de un formulismo, en general, demasiado extra
vagante, y todos manifiestan especial preferencia por
los colores chillones y llamativos: Melgarejo tenía una
capa colorada; Santa Cruz iba cargado de condecora- ]
ciones, y encabezaba sus decretos: «Andrés Santa Cruz, i

gran Ciudadano, Restaurador y Presidente de Bolivia,


Capitán General de sus Ejércitos, General de Brigada de
Colombia, Gran Mariscal, Pacificador del Perú, etc., etc.»;
pero, con todo, era menos vanidoso que el actual pre-
u

...
210 CAPITULO NOVENO

sidente de Venezuela, «el Restaurador, el Héroe y


Egregio combatiente del Derecho en América» como
le llama un periódico de su país, todo con mayús
cula. Daza jamás salía solo, sino precedido de una
brillante escolta que agitaba gallardetes de colores cho
cantes, y si por éstos, es decir, por los colores, se fuera
á medir el grado de nuestra impresionabilidad estética,
veríase que somos rudimentarios como los primitivos.
La bandera nacional está compuesta de los tres colores
más simpáticos á la retina de los salvajes, según lo
afirma Grosse (1): verde, amarillo y colorado; y hoy, en
un palacio de gobierno en construcción, puede verse
en la bóveda del vestíbulo principal, empleada, como
suprema elegancia, la gama completa de colores...
Los empleados oficiales, al hablar de este aparato,
lo consideran «indispensable para rodear de prestigio
á la autoridad», como si ésta sólo fuese cuestión de sim
ple visualidad...
Un hecho nimio, pero admirable caracterizador de
ese estado de espíritu, es el de que una de las más tena
ces preocupaciones de todo nuevo funcionario de alta ó
baja categoría, es el de hacerse retratar con todas las
insignias de su cargo: el presidente, con su banda trico
lor y su uniforme de general; los ministros, con sus
bastones emborlados; los prefectos, con sus bicornes
emplumados; los plenipotenciarios, encargados, ata
ches, etc., etc., con sus casacas bordadas; el ministerial,
con su pluma en ristre; los generales, con sus sables
desenvainados y en actitud guerrera; los diputados, de
frac y guante blanco, y así hasta lo infinito. El apa-
rentismo, ó mejor, aparentamiento, es característica
de funcionarios: la vanidad, una de sus manifestacio
nes; y es que, desprovistos de méritos personales, sólo
valen al desempeñar función administrativa, y como
toda función supone poderío, ejercen especie de dicta
dura hacia el que consideran su inferior, y son inferio-

(i) Grosse. Les debuts de Vari.

N
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 2 11

res todos los que no ocupen su misma situación. La


actitud del actual rey de Suecia rechazando hacerse
coronar por considerar la ceremonia «como superflua y
poco conforme al espíritu moderno» y, además, dema
siado costosa, parecería allá un contrasentido, y dudo
que, á pesar de nuestra pretendida democracia, nin
guno de nuestros presidentes imitara les procedimien
tos del buen rey.
Según Bunge, el boato en los caciques hispano-in-
dígenas es medio de mantenerse en el poder, y se po
dría añadir que también para explotarlo, porque, como
ya se ha dicho, en Bolivia mandar es casi sinónimo de
explotar. Explotar en sentimientos, ideas y negocios, y
llamo explotar al condescender con malos hábitos; dejar
en sus puestos á funcionarios inescrupulosos; pasar en
silencio sobre faltas y errores maliciosos; apoyar ó hacer
apoyar proyectos de dudosa ejecución, y, finalmente,
traer á los suyos íntimos y familiares al goce de los
placeres gubernativos; y todo esto es tan corriente allí,
que no causa extrañeza en nadie. La administración se
reparte entre la familia del cacique con perfecta equidad.
Todos los miembros desempeñan un cargo, y algunos
hasta dos, y de esta manera los gobernantes, no sólo
de Bolivia sino de otros muchos pueblos, como lo ase
gura el autor citado, dan la impresión de esas divinida
des asiáticas con sus treinta ó cuarenta brazos tendidos
hacia un solo punto: el tesoro nacional. La moral colec
tiva en este punto, insisto, está absolutamente desca
rriada. Allí no es virtud común lajionradez económica.
Raros son los funcionarios que no especulen, y entre los
gobernantes, conocidos son los que fueron honorables
y parcos. Los hombres defienden tópicos contrarios á
sus convicciones, nada más que sugestionados por la
perspectiva de una especulación. Diariamente se pre
sentan al ejemplo casos de individuos que haciendo
profesión de fe contraria á un orden político determi-
nadoj obran de distinta manera desde el momento en
que se les ofrece una situación que pueda convenirles.
212 CAPITULO NOVENO

De no extremar la nota hasta el punto de caer en un


esceptismo peligroso, no vacilaría en sostener que no
hay hombres suficientemente capaces de sustraerse á
un compromiso que entrañe cuestiones de interés, y si
los hay, transigen por falta de entereza, aunque no pre
cisamente en vista de conveniencias económicas. Los
halagos, honores, distinciones, es decir, los estimulantes
que obran en la vanidad se ponen en juego para doble
gar los caracteres. Quien no transige en ese conjunto
frágil, llega á constituir un inadaptado, y entonces sobre
él caen el indiferentismo colectivo hasta la agresividad.
Los que no ceden, se callan: pueden permanecer aislados
dentro su dignidad, pero dejan hacer. Su conducta, si no
censurable, es explicable: hay que hacerse al medio, so
pena de fracasar. Y raros, ó mejor, y no hay quien sa
crifique una situación ó un prestigio por permanecer en
armonía con su temperamento moral. Callarse es, por
tanto, defenderse.
De no ser verdad esta falta de honradez administra
tiva, esas luchas que se dicen de partidos no alcanzarían
las violencias que de ordinario alcanzan: y es que, en el
fondo, responden exclusivamente á deseos más ó menos
velados de especulación. Si esas luchas se hicieran,
como se pretende, con fines políticos, al subir un par
tido violentamente (hase visto que jamás suben de otro
modo) el poder, rompería, ó por lo menos intentaría
romper con todo aquello de anormal y chocante que
combatió desde la oposición, en el que gobernaba; pero
no es así. Al vencer y subir, cae en los mismos yerros y
sigue la misma política de complacencias, dudas, faltas
meditadas, todo eso, en fin, que hace de Bolivia un pueblo
anormal, raro y enfermo del peor de los males: la falta
de honradez administrativa.
Y el mal aumenta. La idea ambiente de creer que
los daños causados al Estado no tienen ninguna reper
cusión social, esto es, para expresarlo sin ambages, que
desfalcar al Estado ó á la Comuna es, en lugar de delito,
capacidad reveladora de grandes cualidades especulati
DE LA SA.KGR.fC *N NUESTRA HISTORIA 213

vas, está intimamente arraigada en la conciencia pública.


Quienes piensan así obran en consecuencia, franca, des
caradamente, porque, además, se imaginan que habiendo
apasionado su época y levantado clamor admirativo á
su paso, han de seguir entusiasmando con la misma in
tensidad el criterio futuro, sin advertir que es elemental
en el sociólogo ó historiador, dar poca fe á lo que es
producto de inmediatas impulsiones y hacer obra pro
funda de investigación y análisis de los múltiples facto
res componentes de una colectividad... Poco ó nada
importa exaltar el entusiasmo corderil de las masas,
Belzu anduvo en hombros de las multitudes. Generoso,
gallardo, valiente, pródigo, verboso, toda su vida fué un
perpetuo triunfo y pensó labrar su prestigio futuro po
niendo cuidado en no caer nunca en el desdén de las
masas populares; pero no se acordó que, al decir de
Novicow, en todo conjunto social hay un grupo redu
cido de altas personalidades que forman una élite, la
cual, á no dudarlo, hace de cerebro y tiene por misión
«elaborar los pensamientos y los sentimientos del agre
gado social», y la cual no debe ni puede ser identificada
con los representantes del gobierno, inútiles en crear.
Y esto se explica.
En los centros oficiales, en los grupos gubernativos,
el espíritu que predomina es el gregario. Ligados por
mancomunidad de criterio, forzados a sostener el mismo
tono en la aspiración de cierta clase de conveniencias,
el criterio pierde, en alguna manera, sus facultades crí-
. ticas y se acostumbra á ver sólo el lado que con
viene á sus intereses ó convicciones. Además, por
convenio tácito, llégase á adquirir rasgos comunes en
la fisonomía hasta el punto de que se hace difícil conce
bir pudiera haber otro género de aspiraciones fuera de
las que á su grupo animan. Cáese, pues, en una especie
de estanque hondo y estrecho, y entonces sólo se puede
abarcar un reducidísimo espacio y circunscribirlo todo
dentro de sus límites. Esta manera de ser choca á ese
grupo de selección cuya aspiración es ensanchar las es
214 CAPÍTULO NOVENO

feras de actividad y no puede resolverse á obrar en un


solo sentido; y se empeña la lucha, que concluye gene
ralmente, en tiempo más ó menos lato, por la derrota
del espíritu sectarista.
Analícese, pues, pacientemente, el movimiento polí
tico, y veráse que todo él gira alrededor de convenien
cias económicas. Como siempre, hay un partido, ó mejor,
un grupo de hombres ligado á los salientes, hechos de
la nacional agitada vida, que disponen de todo lo latente
del país. En la apariencia, esos hombres son fieles
observadores de los preceptos constitucionales y hasta
eminentemente patriotas, porque saben realizar y sugerir
obras de exterior aparato; pero en el fondo sólo laboran
por la realización de sus personales y egoístas ambicio
nes... Nadie osa, por lo mismo, atacar sus actos. El que
á tanto se atreve cae de bruces aplastado por las invec
tivas y las cuchufletas de los más. Son intocables. Co
nocen muy bien la psicología de su país. Al que goza
de algún prestigio y pretende rebelarse, lo llaman,~lo
adulan y concluyen por darle una alta recompensa. ~A
los enemigos declarados los aislan en absolutorios ponen
en sitaación moral idéntica á aquel personaje ideado por
Carlyle, que, encerrado en una campana de cristal, se
le ve gesticular grotescamente, sin que sus palabras
lleguen á oídos de persona humana; y nace el caci
quismo feroz, terrible, avasallador, implacable.
Todos convergen en un solo hombre su impulsibili-
dad afectiva, encarnan en él sus mejores aspiraciones, y
creen en la eficacia de su acción; pero con firmeza y sin
discrepancia.
Allí, en Bolivia, aun hoy día está latente ese espíritu
sumiso y avasallable de las turbas indígenas incapaces
de guiar por sí mismas sus propias impulsiones... Hace
poco, hizo su entrada triunfal un popular candidato á
una de estas poblaciones, y los periódicos le consa
graron encomiásticos y fervorosos artículos de bien
venida, y uno de ellos, el principal, escribió con acento
declamador:
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 215

«Ya llama á las puertas de nuestra ciudad su hijo


muy amado, el ungido por el óleo santo de la populari
dad, para ser colocado á la cabeza de sus destinos, el
esforzadccampeón de sus derechos y de sus libertades,
el doctor Guachalla candidato á la presidencia de la
República y meritísimo servidor de la Nación.
«Bienvenido el hijo del pueblo. Recíbalo éste con
amor y con ternura, que bien lo merece quien ha pro
metido, poniendo por testigo su gloriosopasado, entregar
las horas propicias de su madurez al progreso del país,
que tiene puestas en él todas sus complacencias, que
cifra en él todas sus esperanzas, que ve en él al ejecutor
incontrastable de su voluntad para la realización del
bien, como suprema condensación de la justicia en la
verdad y el derecho.»
Y concluye:
«Que Bolivia despierte de la pesadilla que la que
branta y la abruma, y que, unida y fuerte, tenga fe en
su porvenir y confianza en su esclarecido ciudadano
doctor Guachalla que en breve la llevará al soñado
puerto de su felicidad (1).»
Y así, siempre, desde hace más de ochenta años.
Y es que, la verdad, aun falta la costumbre de ser
libres, en el sentido vulgar de la palabra. Siéntese aún
la necesidad de la férula; es preciso que alguien, el más
audaz, el primer venido, guíe. Los misinos progenitores
indios, á pesar de su espíritu corderil, antes de ser
domeñados por los conquistadores, usaron de la pro
testa elocuente de las armas, y punto en que es preciso
meditar para concederles justicia, aun considerándose
no sólo inferiores, sino como de raza no divina, tuvieron
el gesto gallardo y heroico del que se subleva, del que
protesta, del que lucha... Allí es general la sumisión
pasiva y resignada del rebaño, y sólo cuando alguien
seduce con su verbo prometedor de placeres quimé
ricos, nos sublevamos sin razonar y seguimos al que

(1) El Comercio de Bolivia. Noviembre 23 de 1907.

.
2l6 CAPÍTULO NOVENO

tales promesas nos hace, ciegamente, servilmente, sin


imponerle jamás condiciones ni menos exigirle respon
sabilidades... Por eso los caudillos y gobernantes, asom
brados de la facilidad con que conquistan prestigio y
popularidad y del modo como los hombres se someten,
creen que todos son iguales, sin excepción, y merece
dores de esa altivez desdeñosa con que saben tratar,
una vez elevados, á los súbditos. De ahí su indomable
rencor contra los que no se someten y tienen la hidalguía
de mostrarse sinceros.
Semejante práctica de procedimiento ha hecho na
cer una categoría de hombres inescrupulosos, desorien
tados de voluntad, pero que, sin embargo, no sólo gozan
de prestigio, sino que triunfan en toda esfera...
Pero subir y triunfar en pueblos de formación tan
defectuosa, no es ni significa nada. Quienes vencen,
cierto, son colmados de distinciones, pueden satisfacer
caprichos y necesidades, y nada habría que decir de su
actuación, aun siendo inmoral, si no llegaran á la convic
ción, acaso no infundada, de que quienes no siguen su
procedimiento son tontos, quizás porque es tontería la
falta de carácter asimilativo, el no saber acomodarse
á las circunstancias, aun no siendo favorables á un tem
peramento moral equilibrado.
Un proceder así elevado á sistema de política, no
puede menos que concluir por dañar los superpuestos
sociales hasta en sus fondos obscuros. Por etapas suce
sivas se llega fatalmente á perder toda noción de lo
bueno, bello y justo, y entonces se cae en la inmoralidad,
pFaga tremenda en los pueblos y causa de su lenta, pero
segura extinción. El respeto á la propiedad y á los dere
chos individuales, la justa equivalencia de los actos, la
sumisión á la potencia expansiva y generosa del genio
y del carácter, el culto de los héroes, la santificación
del hogar, son virtudes viriles y generadoras de muchas
buenas cualidades; cuando todo esto pasa á la categoría
de los mitos y sólo se establece como preocupación
única y razonable la exaltación desmedida de la perso
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 217

nalidad, el interés llevado á su última expresión, la


indiferencia y el egoísmo, el abajamiento del mérito, en
tonces se inicia era de prosperidades materiales sí, pero
no duradera, sino momentánea, y luego, poco á poco
se va cayendo en abismos hondos de miseria y ab
yección, hasta el punto de que la vida social se haga
imposible por faltarle las bases mismas que la embe
llecen y la hacen fecunda: el amor á lo bello, la gene
rosidad, el desinterés, la independencia de carácter,
la bondad...
Porque no sólo de pan vive el hombre.

III. Constituyendo, pues, la conveniencia económi


ca, la base del movimiento político del país, la lucha
entre los grupos es intensa y apasionada. Lo sólo con
veniente para ellos, es el triunfo de sus caudillos, que
les traerá, como natural consecuencia, la realización de
sus aspiraciones.
Aparentemente, la agitación de estos grupos parece
encuadrarse dentro de principios bien deslindados y
perseguir, como exclusivo fin, la vigilancia por el
estricto cumplimiento de los preceptos constitucionales;
pero en el fondo, no es sino la protesta de una porción
del agregado social, deseosa de usufructuar el poder
y cansada de la persistencia con que la otra se mantiene
en él, es decir, los tales grupos antagónicos se forman
con las disgregaciones producidas al surgimiento de
cada nuevo mandatario.
Esto es fácil de comprobar con sólo prestar atención
á la angurria con que disputan los grupos en el último
período de un mandatario.
Mucho tiempo antes de que un caudillo deje el
poder, ya se conocen los empleos que han de desem
peñar los principales y hasta secundarios personajes
que rodean al caudillo aspirante. A este fenómeno de
previsión, se le llama: «seguir un sistema de política»,
y es tan aceptado, parece tan natural, que cuando el
nuevo caudillo, al tomar posesión del poder, deja en sus
2l8 CAPÍTULO NOVENO

puestos á los antiguos empleados, se le llama «incon


secuente con su partido» y hasta se le acusa de ingrato
y de traidor, porque para su grupo, un mandatario debe
gobernar no con los más aptos, sino con los que se han
«sacrificado por la causa». Y como son muchos los
sacrificados y pocos los empleos y, además, para surgir
los caciques no se atan en hacer concesiones ni contraer
compromisos, apenas surgidos, se ven asaltados por
catervas de solicitantes á los que se hace imprescindible
complacer, motivo por el cual no hay cacique que,
como ese príncipe holandés, al dar un empleo no haga
«un mal agradecido y nueve descontentos...»
Y recomienza la lucha.
Los flamantes funcionarios, una vez posesionados
de sus puestos en medio de la loa incondicional de la
prensa, cuya evolución se ha operado como la de ciertas
plantas, en el sentido de quedar siempre con la cara al
sol, no cesan en desperdiciar ocasión para hacer alabar
sus actos. Con el pretexto de suministrar á la prensa
oficial ú oficiosa informes relativos á la administración,
se hacen periodistas, pues bien saben que, para serlo,
basta saber escribir, en el sentido estricto de la palabra,
siendo en verdad inútiles los conocimientos para
repetir á diario que el nuevo gobernante es el mejor de
los habidos y quizás por haber, y que su grupo «el gran
partido»... cumple lealmente su programa de regenera
ción social, y de esta sencilla manera son los mismos
interesados que van loando sus actos ó los de sus supe
riores ó amigos.
Este sistema de loa y protección mutua, se lleva á
cabo con perfecta regularidad. Entre los empleados
gubernamentales existe un sentimiento profundo de
solidaridad, proficuo en toda clase de resultados. Unos
á otros se favorecen, no descubriéndose las faltas en
que incurren y ocultando sus errores; y como la re
signación y la timidez son características de la raza,
nadie se atreve á denunciar ninguna irregularidad y
todo pasa y se realiza dentro de la más perfecta calma
DE LA SANGRE EN NUESTRA HISTORIA 2ig
y de la mejor armonía. Y por eso, exteriormente, el
aspecto del país es como ciertas frutas de admirable y
fresca corteza, pero la podre anda por dentro.
Los opositores, ó mejor, los descontentos, una vez
agrupados con vínculo de pasión, adoptan de igual
modo el título de partido y, como los otros, toman
como arena de combate las redacciones de los perió
dicos descontentos y emprenden furiosa campaña contra
el gobernante y sus amigos, censurando absolutamente
todos sus actos, sin distinción, sin establecer entre ellos
graduación alguna, condenándolos d'avance y atribu
yendo sólo á los suyos cualidades de honradez y pa
triotismo.
En esta lucha desmedida y apasionada, se dejan á
un lado las ideas y el verdadero bienestar del país, y
sólo se reduce á discutir sobre la persona del gober
nante y de sus ministros, siendo para los unos lo mejor
y lo peor para los otros, y se prolonga la pelea hasta
que cambia la situación para volver á empezar todavía,
y así desde los primeros años de la República.
A este movimiento interesado y disolvente, se llama
.en el país «la alta política»; á un juego así anormal y
nada patriótico, «la lucha de partidos».
Los términos con que disfrazan sus interesados
andares, son conocidos. Él eufemismo se impone. Según
la expresión de un diputado cuya presidencia en la
última legislatura produjera no poco movimiento de
indignación, se conoce «el servilismo con el nombre
de lealtad política».
Todo esto ¡claro! es producto lógico de la educación
dada en el hogar y en los establecimientos de instruc
ción. Como antes se dijo, la abogacía es la principal
carrera seguida por los alfabetos. De la población en_
general, las tres cuartas partes ignoran éltrabajo regular,
paciente y continuo, "no cuentan con fáciles medios de
vida, y entonces sólo se presenta á su imaginación como
fácil medio de vida el ejercicio de un empleo cualquiera,
oficial ó extraoficial.
CAPI1UL0 NOVENO

Los mismos industriales, agricultores y profesionales


de holgada posición económica, obstaculizados por
mil trabas en el ejercicio de un oficio ó profesión,
convencidos de que lo solo que da prestigio y respeta
bilidad es mezclarse en política (recuérdese que la
vanidad es característica mestiza), se hacen elegir conce
jales ó diputados, y una vez en sus puestos, ven que
todo es fácil aun lucrar y adquieren gusto por el
puesto, no aspiran sino á la reelección y, á la postre,
se convierten en maniáticos y peligrosos politiqueros, y
aun descuidan sus propios negocios, para medrar eter
namente á los senos de la paciente nodriza la madre
patria sangrada y dolorida por tanto esquilmo...

-
CRPITULO £
Causas de esterilidad intelectual

Por qué no existe la literatura nacional. El ambiente inhos


pitalario al Arte. Lo que se entiende por Arte. II. Por
incomprensión artística se ha destruído Tiahuanacu, Hos
tilidad colectiva hacia el que produce. En qué consiste la
debilidad de los artistas en general. La literatura como
medio de alcanzar una situación política. III. Bolivia no
juega, intelectualmente, ningún rol entre los países de la
América Latina. Efectos de la imitación, en poesía. Medio
cridad de los políticos. Les falta ideal.

I. Compréndese, pues, que en un pueblo así for


mado y sometido á un proceso de evolución precoz é
incierto no haya podido nacer el Arte, manifestación
suprema de una larga preparación intelectual, ni suelo
tan pródigo expulsar los gérmenes de una literatura bien
determinada por sus rasgos característicos y, de consi
guiente, diferente á la literatura de los otros pueblos de
idéntica conformación étnica, todavía sometidos por ese
lado al influjo de los pueblos europeos.
Esto es natural.
El arte y la literatura son producto de una civiliza
ción original ó, por lo menos, adaptada, pero de gran
desarrollo, de la persistencia de caracteres fijos y dura
bles, del medio físico variado y sugestivo; y si bien
sobresalen estas dos últimas condiciones, falta la pri
mera, que es esencial... esto es, y para expresarlo mejor,
el arte es flor de madurez, y allí la planta no está sino
en brote...
2 22 CAPÍTULO DÉCIMO
s
Para que pudiera germinar espontánea y vigorosa,
como en suelo bien abonado, habría sido indispensable,
además, que no se perdiesen, como ha sucedido, las
huellas del arte y literatura indígenas, ya de algún des
arrollo.
Nadie ha ahondado en el análisis metódico de este
factor, y los pocos que lo han hecho, han incurrido en
errores de apreciación lamentables por su ligereza, olvi
dando que de esta clase de estudios pueden deducirse
conclusiones preciosas respecto de los impulsos é incli
naciones que agitan el alma de un grupo. Hanse borrado,
por consiguiente, las trazas que pudieran haber facili
tado el estudio y comparación de las manifestaciones
espirituales de una raza hoy en postración, y esto,
debido á esa vacuidad de criterio, consistente en consi
derar el arte elemento traductor, bajo formas sensibles,
del estado afectivo del alma de un pueblo como mani
festación de poco valor sociológico... Hoy mismo, que
se sabe de su acción educadora, no despierta entusias
mo alguno en nadie. La producción literaria ó artística
ocupa poco la actividad individual, y, por el contrario,
es considerada como fruto extemporáneo, generador de
sentimientos disolventes, que son todos aquellos que
fatigan el espíritu y lo esterilizan.
Cuestión de ambiente.
Este sólo se manifiesta favorable, como en todo
pueblo en germen y batallador, á las explosiones harto
enérgicas de la política personalista, siendo los repre
sentantes de ésta ardientes propagadores de ese anti
pático lugar común consistente en creer que lo sólo
que agranda á los pueblos y los prestigia son las luchas
trabadas con objeto de imponer, no un ideal, sino un
caudillo ó un partido, cuando, por lo común, dichas
luchas no son sino rebajadoras de energías y causa pri
mera del malestar económico y, por consiguiente, vital.
Pasa con los pueblos improductivos exactamente lo
mismo que con el hombre laborioso y tenaz que, á
fuerza de energía, logra procurarse alta situación política
CAUSAS DE ESTERILIDAD INTELECTUAL 223

y social. Si no labora en obras que por sus condiciones


de belleza puedan perpetuarse, á poco de desaparecer
es completamente olvidado, pese á la influencia que
pudo haber ejercido en su época.
Dice admirablemente bien, á este propósito, el autor
de Las leyes de la imitación:
«Organización económica, gobierno, administración,
no son sino medios de existencia para los pueblos: es
su aprovisionamiento de bienes, por decirlo así; pero
no está ahí su razón de ser. Esta se encuentra en su
vida espiritual y moral y es precisamente esta vida que
constituye el patriotismo, no en su carácter negativo
de defensa, sino en sus fondos positivos.
»Son sus artistas y sus pensadores que lo hacen
grande, más que los comerciantes y mucho más que los
políticos que, en nuestros días, toman sitio despropor
cionado á su mérito.»
(1)

II. El
arte, en Bolivia, como en muchos pueblos
hispano-americanos, en unos más que en otros, es

la
y

utilidad, pero en su aspecto más fácilmente perceptible.


Es otra característica denunciadora de la persistencia
dominio de la sangre indígena. Hay atrofia, puede
y

decirse, de las facultades gustativas de lo bello, se


y

considera tal lo que brilla seduce. Para indio, es


el
y

bello lo útil, lo aprovechable: un campo de patatas, ua


poncho en que haya la gama completa de colores, una
casaca rica en bordados de metal con
la

que pueda
y

darse tono en la fiesta de parroquia...


la

Esta poca incomprensibilidad hace ver con marcado


recelo las obras artísticas fuerza cometer acciones
el á
y

censurables dañosas. Por ignorar precio valor


el
y

documentario de las obras de arte, se ha permitido que


manos impías demolieran, v. gr., más precioso tesoro
el

de arquitectura que legaran una raza una civilización


y

casi extintas. Las ruinas del templo de Tiahuanacu,

(1) La Revue. iz, janvier 1904.


224 CAPITULO DÉCIMO

disputadas por los gobiernos y academias europeos, y


hoy dispersas en todos los museos de este viejo conti
nente, han sido devastadas para suministrar laborable
material en obras comunes de albañilería.
Ocupaban gran porción de terreno aprovechable
para sembrar ocas y patatas, necesitábase sólido á la
par que laborable material para poner de cimiento á las
casas en construccion del pueblo nuevo y á los terra
plenes del novísimo ferrocarril, y los magnos intereses de
la agricultura nacional, asociados á los no menos mag
nos de la industria, obligaron á poner la pala y piqueta
en manos del obrero, bajo la dulce égida de los poderes
del Estado. No fueron para nadie seguros guías que
harían entrar en la intimidad del pasado de un pueblo
mucho más artista que el que las inutilizó; menos, reli
quias santas dejadas por hombres que tenían sus cultos,
sus adoraciones, sus pasiones, acaso más puros que
nosotros; y menos, todavía, recuerdos destinados á pro
longar indefinidamente la existencia de razas muertas...
no; eran piedras más blandas que las de granito y, por
lo tanto, más fáciles de romperse y transportar.
Y las rompieron y las enterraron en vil lodo, y fue
ron los empleados del gobierno, los ingenieros pagados
por el gobierno quienes tomaron á su cargo la laboriosa
y utilísima tarea de mutilar esos restos sagrados, echar
por tierra los jalones artísticos que se alzaban á lo largo
del camino que hollaron las plantas de los nobles del
Imperio del Tahuantinsuyo cuando llevaron al gran
Inca HuianaCapac sobre sus andas de oro y piedras
preciosas... y sólo cuando ya casi habían desaparecido,
un solo hombre de buena voluntad y sano criterio,
tímidamente, se permitió elevar un mensaje al Ejecu
tivo en su calidad de Presidente de una asociación cien
tífico-literaria.
«...Desde hace algunos años á esta parte dijo don
M. V. Ballivián, y más visiblemente desde }a cons
trucción del ferrocarril de Guaqui á La Paz, muchas de
las piedras más interesantes (nosotros subrayamos) kan
CAUSAS DE ESTERILIDAD INTELECTUAL 225

sido sustraídas y partidas para


ser empleadas en obras
de albañilería, no sólo en los trabajos del mencionado
ferrocarril, sino también en construcciones particula
res.»
(1)

No hay, insisto, arte ni literatura genuinamente


nacionales. Esta, como la de los otros pueblos, es
imitada, no ha alcanzado desarrollo alguno, simple
y

mente porque grupo no se siente reflejado en ninguna


el

de sus manifestaciones, se ve forzado considerar

á
vana una labor que no produce ninguna clase de goces
espirituales, por mucho que sea múltiple la labor de los
que crean, multiplicidad puede haber en la monó
si

tona repetición de temas sentimentales, propios nues

á
tra literatura nuestra poesía.
y
á

La vanalidad de criterio producción son, mejor,

á ó
y

eran singulares; pero, por fortuna, comienzan formar


legión quienes trabajan con loable independencia, ha
ciendo lo posible por encauzar la mentalidad viva del
para que su labor sea más intensa más simpá
Y

país.
y

tica, es necesario, ante todo, reflejar su medio, repro


ducirlo en todas sus tonalidades, esta es condición
y

indispensable, porque, como lo asegura Bustamante


concordando con Guyau, «el mérito del escritor está,
ante todo, en observar los hechos, las palpitaciones,
las vibraciones que ocurren en grupo, y, luego, co
el

gerlos, embellecerlos fijarlos, por medio de la pala


y

bra, moviendo así la simpatía social» (2), despreo


y

cupándose de resquemores nacidos por falta de gran


aspirabilidad, dejar de poner las energías sobrantes
al servicio de pasiones no bien domadas convencerse
y

de una vez que las exaltaciones de la personalidad son


siempre egoístas, odiosas antipáticas.
y

La irremediable debilidad de los literatos, poetas,

(1) Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz. Números


18, 19 20.
y

D. S. Bustamante. Opiniones discursos.


y

(2)

13
J2Ó CAPÍTULO DÉCIMO

pensadores nacionales, consiste en el esmerado cultivo


de su yo. Y esto, siendo común á casi todos los escri
tores susceptibles, vanidosos, exaltables, más dispues
tos á oir y soportar la loa incondicional y sumisa, que
la reflexión sincera, allí es más violento, más torpe,
esto es, propio del medio todavía incultivado. Apasió-
nanse todos de manera enérgica. Las disputas de
corrillo á corrillo tienen carácter agresivo é intransi
gente. Se forman pequeños grupos, capillitas, que diría
Nordau, y es la vida de inquietudes eternas, llena de
chismecillos, murmuraciones veladas, un continuo y
agotador vaivén de malas pasiones incontenibles que
ocupan toda la actividad y esterilizan los espíritus se
cando en ellos las fuentes puras del placer: la bondad,
la generosidad, el desinterés... Aspírase locamente á la
popularidad efímera, y algunos aun &e atreven á pensar
en el renombre, sin recordar, con Taine, que ya la
memoria de la humanidad está fatigada de almacenar
tanto nombre. Hay plétora de inmortalidad... Y apa
sionarse, exaltar y multiplicar las energías, vivir sólo
con la obsesión del triunfo y aun alcanzarlo, es labor
algo ingrata é improductiva. El resultado no compensa
el capital gastado, compuesto de alegrías, salud, esperan
zas. A la postre, deben de ser inevitables el cansancio
y el disgusto, por mucho que se haya conseguido entu
siasmar las multitudes, porque, en resumen, á esto se
atiene ese afán de renombre: á permanecer estable en
la memoria de los más...
...Existe, pues, animosidad latente entre las frac
ciones de la intelectualidad boliviana, y se reproduce
allá lo que es común á los grupos más ó menos ani
mados de vida cultural y espiritual. Muchas veces llegan
hasta al artificio para conseguir encumbramientos
rápidos; pero éstos, si bien entusiasman á un medio
social en sus partes incultivadas, inspiran severo juicio
á quienes juzgan después, libres de influencias del mo
mento y no más que atenidos al valor intrínseco del
fruto, siendo característica del verdadero intelectual

>^
CAUSAS DE ESTERILIDAD INTELECTUAL 227

no sentirse herido por las preferencias parciales del


número, y para el público, pasivo ante el real valer y
gozoso por oropeles, ante ese buen público que toma
por saber la charlatanería de los vacuos y por estulticie
el púdico orgullo del que piensa, sentir inofensiva indi
ferencia, no importándole gran cosa su juicio, casi
siempre erróneo, por no decir siempre, y hacer com
pleta abstracción de su existencia, cual si los elemen
tos que lo componen no fueran sino materia de es
tudio y objeto de curiosa, interesada observación.
Allí este deseo de la frivola y pasajera popularidad
acicatea el ánimo y obliga á producir obras de rápida
é incompleta gestación, que no tienen resonancia pos
terior ni llevan en sí el germen de una observación pro
funda y bien intencionada. Además, el analfabetismo
mata toda acción, y de entre los que producen, los más
lo hacen por alcanzar un momento de prestigio y, de esa
manera, señalarse á los círculos políticos ó á los diri
gentes de la cosa pública, para tomar el partidismo como
medio de vida profesional, porque ¡singular y afortu
nada circunstancia! es hecho comprobado que los pro
ductores literatos, temprano ó tarde llegan á ocupar una
situación más ó menos bonancible (se entiende econó
micamente) en la administración y los altos círculos
sociales, y esto hasta el punto de asegurar que siempre
la cultura y aficiones literarias han sido, no un fin, sino
un medio de alcanzar situaciones políticas.
Esto se explica y no sólo tiene razón de ser, sino que
es indispensable que sea así. Allí, como en la mayor
parte de los pueblos de esa parte del continente, la simple
literatura no da para vivir. El analfabetismo de las masas
y la ingnorancia de los alfabetos esterilizan toda labor
intelectual, y es necesario que los poetas, pensadores,
escritores, se impongan sobre los demás, se mezclen á
los movimientos de efervescencia política, den su opi
nión, guíen si posible, pero sin apasionarse por los
hombres y menos luchar por los caudillos.
Lo malo es que en esta lucha por la supremacía del
228 CAPÍTULO DÉCIMO

talento, como en las otras, como en todas las luchas, no


siempre Vencen allí los mejor dotados. Son los más si
muladores que se imponen; y en pueblos de poca cul
tura la excepción es que venza el verdadero intelectual.
El prestigio del escritor en Bolivia no es razonado, la
mayor parte de las veces, sino impuesto por casos de
sugestión colectiva. Un individuo, cuando comienza á
manifestarse, encuentra tenaz y obstinada oposición,
primero, entre los del gremio y, después, del resto del
público; pero si persevera haciendo caso omiso de crí
ticas apasionadas ó juicios prematuros, llega á impo
nerse indefectiblemente. Una vez impuesto, se le acepta
sin discreción y sin análisis: se consagra su nombre con
énfasis porque redunda en favor del grupo; pero esas
consagraciones son puramente locales y no merecen rati
ficación del gran público, que está muy lejos de Bolivia.
Esta es una de las razones por que allí abundan los
escritores cuyo solo anhelo es acrecentar su prestigio;
é invaden los periódicos y las revistillas de duración
efímera; pero su labor es poco ó nada considerable por
su carencia de fondo, y esto tiene aún que perdurar, por
que la producción literaria corre pareja con la cultura y
estado general de un país, siendo, por consiguiente, algo
temerario pedir obras de gran aliento allí donde la cul
tura es apenas condición apreciable de pocos.
Puede, pues, asegurarse que nuestros escritores per
tenecen á esa categoría que Schopenhaner designa con el
oportuno nombre de aereolitos, por la velocidad con que
desaparecen. «Producen dice efectos atronadores de
corta duración: se les mira, se dice: ¡vedi y han desapa
recido para siempre.»
Acaso no sucedería esto si exteriorizasen su medio;
mas sus esfuerzos tienden á imitar obstinadamente no
sólo los procedimientos técnicos usados por los innova
dores de la poesía francesa, que es la imitada en el con
tinente, sino á exteriorizar modalidades ajenas á nuestro
modo de ser y de vivir, copia de las que priman en
centros de gran cultura.
CAUSAS DE ESTERILIDAD INTELECTUAL 229

Dónde se nota esta influencia extraña es en la poe


sía. Los poetas de la generación pasada imitaron el
romanticismo de Espronceda, Hugo, Lamartine, Zorri
lla, Becquer; los de la actual se entusiasman con los imi
tadores de los simbolistas franceses y crean obras ex
trañas y á veces llenas de incoherencia encantadora.
Efecto de la imitación en poesía es esa preocupa
ción constante, en los poetas, de loar lo que no se conoce
y es ajeno á la modalidad de nuestro carácter y vida
criollos. Con ingenuidad deliciosa y convincente huél-
ganse en entrar en sutilidades psicológicas y describir
intrincadas complicaciones sentimentales. Imbuídos de
lecturas francesas en que no escasean las refinadas sen
sualidades, creen que sólo hay poesía en la exaltación
apasionada del mundo afectivo en que se empeñan en
vivir, y olvidan tender los ojos alrededor de su propia
vida cotidiana, de la atmósfera que les envuelve, y sa
car de allí las fuentes de su inspiración. Y así, loan,
v. gr., las cabelleras blondas y los ojos azules de sus
amadas de cuyos labios beben aromas y mieles, y no se
percatan que por las venas de sus amadas corre pura
sangre mestiza y que sus cabelleras no son blondas, sino
negras, y no azules sus ojos, sino pardos ó negros, bien
que, por lo común, eso de la amada es pura fantasía;
pues, como lo asegura el bueno de Don Quijote: «no
todos los poetas que alaban damas debajo de un nom
bre que ellos á su albedrío les ponen, es verdad que las
tengan».
No hay y aun pudiera asegurar que no ha habido
un solo poeta que refleje el estado general del alma na
cional y se inspire en las convulsiones agónicas de una
raza para cantarle su elegía gallarda y sentimental. La
generalidad de los poetas se encuentran todavía en ese
primer período señalado por Díaz Romero, el diestro
crítico de El Mercurio de Francia, en que los poetas
no tuvieron más tema de inspiración que las enérgicas
luchas de la Independencia, de la Conquista y del cau
dillaje. A defecto de esto, el escudriño profundo de sus
230 CAPÍTULO DÉCIMO

sentimientos, el calco servil de tonalidades anímicas


correspondientes á estados anormales, esto es, y sin am
bages, una aridez espiritual desesperante y en las almas
la uniformidad monótona de la pampa unida á la seque
dad momiezca del alma india... Es Melgar el melancó
lico cancionero peruano; son Becquer y Espronceda
quienes han sabido llegar á las entrañas mismas del pue
blo, sacudidas por amargas tristezas y hondas decepcio
nes; y no ninguno de los innumerables, infinitos poetas
que en todo tiempo, por medio de sus versos, llegaron
á ocupar sitio en alguna oficina pública.
A los cantos de nuestros poetas les falta pasión,
vida. Sus gritos, quejas, lamentaciones, suenan á falso.
No se siente allí destrozarse un alma. Todo medido,
vulgar, prosaico. Su sensiblería es de mal tono, una
sensiblería acompasada pudiera decirse. Todos lloran
los mismos pesares: el abandono ó el engaño de la ena
morada. En sus gritos y quejas se siente la inesponta-
neidad, el artificio y el calco... Podría asegurarse, con el
intencionado y admirable autor del Ayllu, que si algo
necesitan nuestros poetas gimientes es un método ra
zonado de gimnasia y un abundoso régimen alimen
ticio. Nada de alcohol y mucho de comer y de fott
ball...
...Porque ya las pasiones han dado mucho de sí y
nuestros poetas y escritores, si verdaderamente quieren
hacer obra original, tienen que crear y no imitar... Aun
más: tienen que copiar, pues su error consiste en dejar
á la naturaleza intacta, virgen, y sólo fijarse y escudri
ñar el fondo de sus sentimientos para presentarlos con
vigor, aunque desprovistos de espontaneidad. Y así
insisto no se hace arte ni se engendra una literatura.
Su deber es desentrañar la psicología del grupo. La me
jor obra literaria será, por lo tanto, aquella que mejor
ahonde el análisis del alma nacional y la presente en
observación intensa, con todas sus múltiples varia
ciones.

.v.
CAUSAS DE ESTERILIDAD INTELECTUAL 23 1

III. Por lo tanto, si independientemente del preju-


cio patriotérico, exclusivista y violento, se pretende se
ñalar el rol que juega la nacionalidad en el conjunto
pensante de las demás de origen hispano simplemente,
veráse que es nula su acción en este orden de activi
dad. Aun volviendo á los primeros aftos de la Inde
pendencia, bien fecundos en hombres de vasta intelec
tualidad como fueron todos esos que tomaron á su cargo
la tarea de organizar el país, forzoso será convenir, mal
de nuestro agrado, que ninguno se preocupó de crear
algo que se impusiese por cualidades de mérito intrín-
sico. En este punto, Bolivia es pobre. Y no se diga,
como eficaz argumento ya general allí, que si no son
conocidos nuestros grandes creadores más allá de las
lindes fronterizas, proviene de la mediterraneidad del
país ni de otros factores externos de ese jaez, pues en
tonces habría que objetar que toda producción de carác
ter vario ú original, de hecho, forma parte del patrimo
nio intelectual humano, esto es, que «para el genio no
existen fronteras»... Es que, verdaderamente, el país es
'
pobre en hombres fecundos: los que tuvo cometieron
el imperdonable error de poner toda su actividad crea
dora al servicio de pasiones políticas que todo lo mar
chitan y desaparecen sin dejar honda y durable huella.
Al señalar esta fatalidad, no tan vanal como ha dado
en creerse, forzosamente se evoca el nombre honorado
de don Marcelino Menéndez y Pelayo, quien, al preten
der hacer conocer el paso de generaciones pensadoras
por los pueblos de la América Latina, no sabe cómo se
ñalar el puesto que ocupa Bolivia entre los demás, y
tiene frases poco halagadoras para aquellos que allí son
tenidos por genios. Al poeta Bustamante, v. gr., en fa
vor del cual hago honrosa excepción, si bien lo coloca
entre los buenos poetas americanos, no tiene para él
esas frases que enorgullecen á un pueblo, y no deja de
sentirse penosa impresión al ver cómo el erudito y alto
crítico, diplomáticamente, elude tratar, in extenso, de la
literatura, ó mejor, de la poesía de Bolivia, como ha he
232 CAPÍTULO DÉCIMO

cho con la de los otros pueblos, y se entretiene en hablar


de nuestras luchas civiles y de, por segunda mano, hacer
nos conocer las fiestas que se celebraban en la ciudad
de Potosí, residencia, en tiempos lejanos, de las más li
najudas familias emigrantes, y de darnos á conocer los
ingenios peninsulares que visitaron la ciudad y enrique
cieron «á aquel cerro con venas de poesía más precio
sas que la plata de sus entrañas».
Esta impresión se acentúa más aun hoy día cuando
se ve que colectores ávidos de mostrar la cultura de los
nuevos pueblos de esa parte del continente, por falta de
documentación ú otras causas, omiten hacernos tomar
parte en ese movimiento y prescinden de nosotros cual
si no hubiésemos cumplido ninguna tarea. Última
mente, en una antología formada por un cultísimo joven
escritor argentino, don Manuel Ugarte, no se da repre
sentación á nuestro país y se descuidó consignar algu
nos nombres no del todo desconocidos yque bien pudie
ron haber llenado el hueco que se echa de menos; pues,
al decir del estupendo José Enrique Rodó, «Bolivia,
á la que no se ha concedido representación, pudo tenerla
muy honrosa en la persona de Ricardo Jaymes Freire,
cuyo talento lírico, refinado é intenso, tiene pocos pares
en tierra americana». Jaymes Freire, Tamayo, Villa
lobos, Mendieta, Manuel María Pinto, Eduardo y Ángel
Diez de Medina, Beltrán, Chirveches, Alarcón, Finot
Franco, Peñaranda, César Valdez, Palma y V. la Zamu-
dio, Aguirre Achá, Mujía, Ballesteros, Vaca Chávez,
Bedregal, Muñoz Reyes y otros, son nombres de re
sonancia hoy en nuestras sierras, y algunos en sierras
lejanas, comparables á muchos que campean por allí,
si no superiores (1).

(1) En la actualidad prepara el señor Ugarte una nueva edi


ción de su Antología, en la que salvará esa omisión debida exclu
sivamente á la falta de materiales, desvaneciendo así ciertas
infundadas suposiciones que han podido herir su susceptibilidad,
mas no poner en duda su comprobada sinceridad artística.

r\
CAUSAS DE ESTERILIDAD INTELECTUAL 233

En cuanto á la intelectualidad en general, le falta


despojarse de un cierto lirismo que la perjudica y de
esa pereza de producción de que está atacada.
Este decaimiento, provenga de raza ó de educación,
hace que la vida espiritual se haga casera, íntima, por
decirlo así; pero esto se entiende es la excepción. Y
por eso la vida social se estanca y se inmoviliza, y sobre
la descomposición de todo lo que no se mueve, sólo se
imponen los audaces y pocas veces la audacia va acom
pañada del mérito.
Esto se hace más visible en la política y entre los
políticos, cuya decadencia es patente.
Pasó la raza de los Linares, Olañeta, Bustillo. Fué
la flor de esa raza que hizo la guerra de la Independen
cia y fundó la República. Entonces, el vigor mental, á
pesar del medio aun menos laborado que el de hoy día,
alcanzaba grandes proporciones, y los hombres, menos
simuladores, por lo mismo, y más capaces, obraban
con convicción de lo que querían.
Pero esa raza se ha extinguido.
Queda otra más anémica, más agotada, y día á día
va cayendo en lamentable postración: su fruto, si alcanza
á dar alguno, será miserable.
Los políticos de hoy día no muestran mucha con
vicción al defender sus ideales. Parece que no tuvieran
ideales y, si los tienen, que éstos no les inspiraran gran
confianza y menos, por consiguiente, gran fe. De ahí sus
cambios constantes, sus vacilaciones, sus dudas; cam
bios, vacilaciones y dudas engendradores del espíritu
público desorientado y como perdido en brumas espe
sas, pues no hay que olvidar que siempre son los polí
ticos, más que los poetas ó los filósofos, que despiertan
más pasión en las masas y una sumisión ciega é incon
dicional.

y-
V
CAPÍTCJLO fl
La terapéutica nacional

I. Resumen. Por qué se deben disculpar nuestros males. Dónde


y cómo hay que buscar los remedios. Hay que conformarse
con las fatalidades étnicas. Necesidad de educar al indio.
II. Explotar nuestra misma sugestionabilidad en obras de pro
vecho colectivo. La escuela y el taller, primeros elementos de
reorganización. III. La falta de solidaridad y sus efectos. Hay
que favorecer una seleccionada inmigración como medio de
cambiar nuestra psicología. IV. Remedio á los males de la
política.. Peligros de la intervención del Ejecutivo. V. Breve
programa de regeneración. Programa de Costa aplicable al
país. ¡A trabajar!

I. Resumamos.
Si todas las deficiencias de carácter y educación se
ñalados hasta aquí no tuvieran, no sólo explicación, sino
disculpa, fuerza sería concluir, fatalmente, sin remisión,
que Bolivia al igual de muchos pueblos ofrecedores
del mismo ó más enternecedor espectáculo era pue
blo llegado á la última etapa de decadencia, é irredento,
por lo tanto; pero para afirmar esta creencia indispen
sable se haría olvidar que esos pueblos nacieron prema
turamente, sin ninguna clase de preparación en la vida
autónoma é institucional, y que en el primer período de
existencia de un pueblo, que es de formación y ensayo,
forzosa é innevitablemente tiene que pasar sobre todo
en un aspecto político por una época más ó mencs
larga de convulsiones, trastornos, sacudimientos, so
pena de nacer no viable y atacado de parálisis. Se puede
236 CAPÍTULO UNDÉCIMO

sostener, con el vidente Ángel Ganivet, que todo esto


es efecto de la vida misma, de la superabundancia de
fuerzas quizás mal orientadas, pero en todo caso denun
ciadoras de vigor y salud hasta la plétora, que ya es en-
fermedad. . .
Para el progreso y marcha armónica de Bolivia se
opusieron muchos y poderosos obstáculos. Fueron telú
ricos, ante todo.
El territorio extenso y vario no podía prestarse al
desarrollo paralelo de todas las energías; y la absoluta
falta de medios de comunicación hizo, ó mejor, hace que
las diversas circunscripciones vivan alejadas entre sí sin
unidad de aspiraciones, factor indispensable para cohe
sionar un carácter y dar fuerza á un país. Cada zona,
cada región, aislóse, conservando sus propios elementos,
cuidando con esmero lo que era peculiar en ella, y así,
cada una tiene sus diferencias, si no esenciales, por lo
menos harto perceptibles. Susceptibilidades prematuras
y mal encauzadas, por otra parte, exagerado desarrollo
del sentimiento, poco hábito de análisis, esto es, la vida
puramente instintiva, ha distraído de sus fines normales
toda nuestra actividad, sin que todavía se note movi
miento de reacción contra semejante modalidad que, por
no ser adaptable y compatible con las modernas con
diciones de vida, tienen que desaparecer con el tiempo,
fatalmente.
Para intentar obra de reacción contra todos estos
males, no hay que buscar, de consiguiente, los paliativos
fuera, sino dentro del mismo país. En su composición
psicológica misma, son sus mismos elementos hetero
géneos y dispersos que es indispensable oprovechar,
para de ese modo propender á una unidad de reacción
que puede dar excelentes y provechosos frutos. Eso de
poner la mirada en otros países de distinta psicología y
formación del nuestro y tratar de imitar sus procedi
mientos curativos, es grave error de políticos poco ejer
citados en el estudio consciente de su país.
Los puntos por donde dicha obra debe empezarse
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 237

son conocidos. Así á lo menos lo manifiestan los diri


gentes de la cosa pública en sus programas de reorga?
nización, y no falta sino que sean consecuentes con sus
promesas, hechas sólo para alucinar la exaltable fantasía
de las masas.
Ante todo impónese de manera urgente preocuparse
con preferencia del problema étnico, problema capital
en Bolivia.
Por desgracia, las fatalidades de raza, bien que se las
niegue, parecen ser un hecho ó por lo menos se imponen
con carácter dominador en cierta clase de manifesta
ciones.
En Bolivia, el indio, elemento principal, tomado ais
ladamente, puede ser susceptible, no sólo de adaptación,
sino de educación sólida; pero será siempre nulo en
obras de iniciativa y busca personal, pues, por tempera
mento, es esencialmente misoneísta, es decir, enemigo
de lo nuevo. Reúne bellas cualidades, á no dudarlo. Es
fuerte, sobrio, económico, valiente, paciente, tenaz,
aguerrido. Su sentimiento del deber, hoy anulado por la
ignorancia del haber y su amor exagerado al terruño,
á todo lo que lleva marca de su propiedad, lo hacen
recomendable, indispensable si se quiere, pero no hasta
el punto de preferirlo como se piensa á una inmigra
ción seleccionada é inteligente. Todas esas buenas cua
lidades, combinadas, harían de él. un obrero, ó mejor,
un agricultor ejemplar y un soldado incomparable, y por
ello á lo menos por lo pronto se debe tomar como
medida urgente imponer, por medio de la propaganda
continua, á que los poderes públicos se esfuercen en cam
biar sus condiciones de vida. Hay muchas leyes que la
protegen; pero, como casi todas las leyes entre nosotros,
sólo se quedan escritas, si no son violadas por los mis
mos encargados de aplicarlas, que es lo general.
Fuerza es desarraigar del sentimiento popular el pre
juicio de que la raza indígena está irremediablemente
perdida y es raza muerta. Eso de que blancos y mestizos
se crean formados de arcilla diferente y vean en el indio
238 CAPÍTULO UNDÉCIMO

cómodo elemento de explotación, delata, pernicioso es


tado de espíritu en la colectividad.
Supongamos y esta suposición no es aventurada
que desaparezca del altiplano, hoy la áola región po
blada: no habría otro ser de la fauna humana con quien
reemplazarlo, ni aun con. el cholo, porque el cholo es
más holgazán y más alcohólico que el indio. El indio
bebe, es verdad, pero por causas que le parecen dignas
de conmemorarse: las cosechas, las fiestas cantonal y
patronal, un buen negocio, los síntomas de un buen
año...; el cholo bebe por vicio é inclinación, y, todavía,
es insolente, díscolo, aficionado á apropiarse de lo ajeno.
Sus instintos rapaces son más acentuados que en el
indio. Si éste se satisface con poco, aquél no se contenta
con nada. ¿Con gente inmigradora? Menos. Una inmi
gración, cualquiera que sea, demanda gastos que nin
guno de nuestros propietarios los harían y, además, y
sobre todo, requiere un régimen alimenticio especial,
cierto confort desconocido del indio y adecuadas condi
ciones de clima, suelo, paisaje, hábitos, idioma, etc., etc.

II. La sugestionabilidad, siendo característicade


una raza, puede ser causa de un adelanto lento, pero con
tinuo, siendo necesario .propender de inmediato á una
centralización de aspiraciones, para lo cual es preciso
orientarse primero, ver adonde se quiere ir y qué es lo
que se debe de hacer.
Semejante consciencia tiene que ser resultado di
recto de una radical reforma escolar.
Y este es el gran problema, el único casi, que ha de
modificar esos tres elementos que se combinan de ma
nera fatal para oponerse aún en largo tiempo al desa
rrollo del país: la inmoralidad profunda y la falta de
preparación del elemento que domina, la corrupción
patente del elemento dominado, y la nulidad de la raza
indígena, elemento dominante.
Continuar echando la culpa del fracaso productivo
y comercial del país sólo y exclusivamente á su situación

X
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 239

mediterránea es condenarlo á perecer, porque esas con


diciones no han de cambiar ni desaparecer nunca ni aun
cuando se cubra de líneas férreas su territorio. Más
conveniente y aun más lógico es ver la verdad y conven
cerse, de una vez por todas, de que lo que lo ha colocado
en esta falsa posición es su falta de actividad é iniciativa
comercial y agrícola, la mala educación, pues estos males
se corrigen y aquel no, porque y aquí está el eficaz
remedio esa falta de iniciativa, esa inadaptabilidad no
dependen de la insuficiencia mental de la raza, ni es falta
de comprensión, pues, al contrario, los bolivianos somos
ágiles de cerebro, sino de nuestra malhadada pereza
física. Todo viene de ahí, ó mejor, casi todo: la rutina,
el cansancio, etc. De donde lógicamente se desprendé
que el gran problema nacional, ante toda estrepito,
pedagógico.
Bien sé que hoy la gran idolatría de las colectivi
dades es la pedagogía, como era antes la religión, como
mañana será yo no sé qué; pero fuerza es convenirlo
por lo menos ésta tiene por fin conseguir resultados
prácticos de inmediata aplicación despertando en el
individuo anhelos de triunfo y posesión absoluta de
todos los bienes que pueden satisfacer su personalidad
bajo el punto de vista físico y moral.
En este concepto y aunque no siempre sean abso
lutos los resultados que á esa entidad se le atribuyen con
un entusiasmo simpático y comunicativo, por lo tal, in
dispensable será concederle todo el mérito que hoy le
dan los pueblos de este caduco continente, ya gastados
casi de tanto buscar nuevas orientaciones para su per
fectibilidad y progreso.
La escuela y el taller combinados tienen que. ser allí
las forjas en que se moldee la raza adquiriendo el espíritu
una flexibilidad nueva no ya apta para producir flores
de vana retórica gratas á la vanidad de los caudillos,
sino para emprender obras de iniciativa, obligando con
el ejemplo, á quienes lo pueden, á trabajar en labor
fecunda, pues desgraciadamente aun se desconoce casi
240 CAPÍTULO UNDÉCIMO

en absoluto la ambición de adaptarse á situaciones


nuevas, esto que, en resumen, constituye el progreso.
De la manera que hoy se entiende los negocios y se
cultivan los campos, entendíanlos y cultivábanlos nues
tros padres y abuelos hace ochenta ó cien años. La
rutina es la gran maestra. Nácese rutinarios, y en
la rutina se muere. La escuela, en todas partes centro
de actividad impulsora y consciente, de la iniciativa, de
la busca personal, del análisis, es la primera en for
marnos así. Como los torrentes en cauce estrecho y
profundo, la actividad, ni aun desbordada, encuentra
campo para correr libre, ¡siempre los muros insal
vables, espesos, macizos, hechos con sólidos materiales!
los prejuicios de casta, el respeto á fórmulas consa
gradas, el temor de herir lo viejo. Desconócese el
análisis y el método; no se tiene idea de lo que es pen
sar. Nuestras lecciones, en colegio, las damos recitán
dolas en parloteo puramente cotorril; al ajumno^jjue
se atreve á proponer una cuestión al profesor, süTle
considera un sublevado. Los profesores no exigen de sus
alumnos sino la obediencia pasiva, incondicional, y no se
les pide otra cosa que respetuosa admiración por su
sabia enseñanza. Nuestras madres no saben ni pueden
¡las pobres! satisfacer nuestra curiosidad inquieta de
niños, pues á nuestras preguntas, si no responden con el
silencio, nos lo imponen éste con maneras violentas:
magister dixit.
Aparte de esto, la escuela y el taller, tienen que
descuajar de nuestra mentalidad ese ciego fatalismo
erigido ya en norma de conformidad colectiva al hacer
emanar todos los actos de una potencia vigilante y ren
corosa. Esto, relacionándose á lo sobrenatural, ha in
fluído, en mucho, sobre lo terrenal, pues los dos princi
pios que los resumen y caracterizan parecen concordar,
apoyarse y sostenerse mutuamente: si todo emana de
Dios en lo eterno, es justo que todo provenga del Estado
en el tiempo.
De una concepción así ha nacido la pasividad, de
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 24 1

igual manera caracte1 ística de la raza indígena, acos


tumbrada al esfuerzo reglado y medido. Todo se pide á
esos dos poderes. Al uno la paz del espíritu y la recom
pensa en el cielo de nuestras buenas acciones; al otro el
cumplimiento de nuestras necesidades en la tierra; pero
preocupándonos más de la tierra que del cielo, en lo que,
quizás, damos pruebas de ese buen sentido práctico tan
reclamado por todos los teorizantes de la regeneración
inmediata, como si ésta fuera efecto de la simple vo
luntad y no de la educación.
Pídesele al Estado toda suerte de ventajas, y esta
propensión demandadora va produciendo desastrosos
efectos en el conjunto. Así, v. gr.,ya es patente esa atrofia
colectiva, señalada en otra parte, resultado de la pereza
individual. Esta, que bien pudiera llamarse puramente
física, produce esa irritabilidad partidarista por el simple
hecho que donde quiera que el grupo, en todas sus
clases, sólo observe como regular y legítima norma la
satisfacción de necesidades . mediante la ayuda del Es
tado, siempre la vida colectiva estará agitada por luchas
tanto más vehementes cuanto mayor tiempo dominen
grupos reducidos y apoyados por la punta de las bayo
netas. Y surgen así las sediciones, particularidad de
pueblos inactivos, de poco vigor mental, pobres y pe
rezosos. Y la vida es una batalla perpetua, ardiente,
pues se combate por la más primordial de las nece
sidades, por comer, y en este caso se redoblan las ener
gías descuidando intereses de categoría moral.
Y la escuela cambiará esto: así lo hace esperar la
capacidad de la raza, que, con todo y no estar sometida
á ningún racional régimen educativo, ha producido seres
de extraordinaria potencia mental (Santa Cruz, Olafieta,
Linares, Baptista, Villazón), y si la labor de éstos no es
patentizable en obras de vasta composición, es porque
el medio les fué hostil y no hallaron la simpatía que re
quiere todo trabajo. Y la escuela es la encargada de
mejorar ese medio, fecundarlo, redimirlo, y de ahí la ne
cesidad urgente de su pronta instalación y más pronto
16
242 CAPÍTULO UNDÉCIMO

funcionamiento. El mejor gobierno será, de consiguiente,


no el que inspire mayor número de leyes cuya acción
casi siempre es nula, ni el que aumente el efectivo del
ejército inútil en necesidades de defensa exterior, sino
esto es de sentido común el que, abriendo más es
cuelas y tendiendo el mayor número de rieles, labore er»
la conciencia individual de manera que llegue á ser
axioma generalmente aceptado ese principio vulgar en
economía que consiste en tener en cuenta que en la
común labor nadie es inútil y que acrecentar la propia
razonable satisfacción es eficaz manera de contribuir á
la satisfacción general; el que se esfuerce en compro
bar palpablemente que es preciso favorecer la iniciativa
personal y arrancar de cuajo la manía empleoma-
níaca, advirtiendo, probando mejor, que el empleado
ya no es hombre entero, sino medio hombre; el que
nos inculque de manera fitme que no pedir, no solicitar
favor, tender á una independencia salvaje, feroz si se
quiere, pero independencia, es decir, libertad de mo
verse en todo sentido, aunque sea en los límites de un
círculo estrecho, poder de obrar para su satisfacción
propia y no para la ajena, es tarea que conduce á gran
des destinos y así hará obra más fecunda que toda la
de aquellos que hasta hace poco vinieron dominando
sin inspirarse en ideas de orden práctico y de inmediata
realización.
Felizmente ya se nota movimiento en este sentido,
y aunque en el tumulto de las pasiones burocráticas se
anuble el sano criterio disfrazando á la verdad, consti
tuirá timbre de honor para el gobierno menguante del
señor Montes el haberse preocupado de elevar el nivel
del sentido común, enviando gente nueva al exterior.

III.Se ha dicho que no nos liga á los bolivianos ni


solidaridad de sentimientos ni de ideas. La falta de este
factor se comprueba en esa animosidad latente cuya
exteriorización toma como pretexto la eterna cuestión
de la capitalía de la República, cuestión más grave de
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 243

la imaginada por imprevisores caudillos, y cuya resolu


ción tiene que dejarse á la acción modificadora del
tiempo, encargado de corregir errores y rectificar ideas;
siendo necesario establecerse como punto esencial para
su resolución, la imprescindible necesidad de que haya
una ciudad en Bolivia, una sola, superadora á las demás
en toda suerte de adelantos, y sirva de foco, de centro
principal proyector de actividades ó normas de conducta
y pensamiento y juegue rol de corazón y cabeza á la
vez como sucede con todas las capitales de todos los
países bien organizados. En esta materia tiene que
haber sometimiento; pues mientras las ciudades, con
más ó menos diferencia, marchen por líneas paralelas,
siempre habrá quisquillosidades fácilmente exaltables
en pequeños grupos dispuestos siempre á apasionarse
por cualquier cosa; como que nuestra vida no es sino
una continua epilepsia incoherentemente pasional.
Si aun dura este anormal estado y parecen distan
tes los propósitos de enmienda, es porque faltan estímu
los de ambición, tornando esta palabra en su sentido
generoso. Allí es patente la pobreza aspirativa. Producto
del medio. Los cerrados horizontes, la vida social mo
nótona, la pobreza económica, obliga á contentarse
con poco, á no saber aspirar. Un empleo cualquiera es
signo de gran distinción y cuesta no poca fortuna el
conseguirlo. Ser diputado, munícipe, prefecto, oficinis
ta, etc., etc., es llegar á la realización de un alto ideal;
ser ministro, una honra que se hace mención para siem
pre y sirve de eterno título de dignidad. ¡Ha sido mi
nistro! se dice, con énfasis, de un individuo, y hay, en
su presencia, inmediata flexión vertebral; ser Presidente
ya es privilegio raro, exclusivo, sólo concebible en seres
extraordinarios pertenecientes á otra categoría de se
res, de innegable levadura divina...
Es el medio, que hace así. En toda la vida no ha
habido grandes caracteres que se impongan por cuali
dades de mérito: pobres en ejemplos, somos también
pobres en querer: imitamos lo que está al alcance de
244 CAPÍTULO UNDÉCIMO

nuestra percepción. Nuestras ambiciones son cierta


mente indígenas, es decir, muy limitadas. El goce del
momento actual es preocupación intensa y general; el
porvenir poco importa. Satisfacer vanidades, interés,
ambiciones é instintos, no importa á costa de cualquier
sacrificio; lo principal es gozar. Gozar de todo, por todo
y, lo esencial, con todo. No preocuparse de nada que
personalmente no interese. Dejar pensar, dejar obrar...
Hay anulación de las facultades críticas: el sometimiento
pasivo, la resignación triste, la complicidad cobarde. En
las relaciones privadas, todas las pequeñeces deprimen
tes: envidia, odio, antipatía, rencor, malignidad. Ni si
quiera la buena amistad prima, buena, en el viejo con
cepto castellano: entre los amigos es corriente la zahi-
riente é implacable crítica de modos de ser externos, de
la manera de andar, hablar, reir, vestir; pero crítica ve
lada, oculta, jamás sincera... Así los indios. La afectivi
dad es simulada: en el fondo de nuestras frases corteses
y almibaradas, siempre late la envidia, la indiferencia, el
odio. El lenguaje común es rico en términos afectuosos;
pero se le usa de manera insconsciente, vanal. Allí nadie
admira á nadie sinceramente. El temor, el respeto, el
interés ó la hipocresía nos empujan al empleo de ese
lenguaje acariciador: como los meridionales, nos es for
zoso simular grandes afectos. Interiormente la aridez
afectiva, desesperante: generosidad, hidalguía, sinceri
dad, son términos vagos y sin aplicación, acaso altas
concepciones morales, pero nada efectivas.
Todo esto es menos fácil de cambiar porque son es
tratos en el alma de la raza, y para cambiarlo habría
que recurrirá procederes radicales y profundos, á ese que
usan los agricultores, v. gr., para hacer desaparecer
parte de las intrínsecas cualidades de un fruto: el
injerto.
Y esta es cuestión de una inmigración seleccionada.

IV.Cuanto á la política, sería candidez, dada la si


tuación mental del país, pretender, en ese campo de re
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 245

vuelta y malsana arena, una limpieza que no existe ni


aun en pueblos de alta moralidad y perfectamente cons
cientes de su poder. Parece que la política, en todas
partes, es el campo preferido de las naturalezas inquie
tas y de las voluntades vidriosas. En él se lucha con
más vigor que en ningún otro y entran en juego pasio
nes é ideas, con igual intensidad, pudiendo medirse él
grado de consciencia y moralidad colectivas, el predo
minio de las unas sobre las otras, es decir, de las ideas
sobre las pasiones.
Y en Bolivia no priman sino las pasiones.
Todas las que rebajan la categoría moral del hombre
entran en juego: el interés domina; y luego la envidia,
el rencor.
Lo particular de allí es que es absoluto el someti
miento de los poderes al poder que dispone de los mayo
res elementos de dominación. Esto ya es grave; pues si
mirada la cuestión bajo su real aspecto, semejante abdi
cación es conveniente para el amplio desarrollo de un
programa de gobierno en países en que los partidos es
tán perfectamente caracterizados y tienen un vasto pro
grama que cumplir, se hace peligroso y grave en Bolivia,
donde no hay partidos políticos y cada caudillo ó jefe
pretende tener el privilegio de la iniciativa y hasta des
conoce y niega un criterio igual ó superior al suyo. Pro
voca esto un estado particular de sumisión ó descon
tento^ éste se traduce en protestas armadas y de hecho.
Cada gobernante, en el reducido espacio de cuatro años
quiere rehacer lo realizado por su antecesor: hay un
hacer y deshacer constante, trabajo aniquilador, y, para
mejor obrar, forzoso le es recurrir á la organización de
los poderes reguladores con elementos que sean de su
absoluta conveniencia, mezclarse en esas luchas, y seme
jante intromisión, hecha descaradamente, produce efec
tos desastrosos en la moralidad de un pueblo y mucho
más cuando ese pueblo ignora darse cuenta de su signi
ficación y su valor como organismo con funciones deter
minadas. Se eligen seres de criterio flexible, se cierra el
246 CAPÍTULO UNDÉCIMO

paso á la libre iniciativa y, lo peor, se introduce prácti


cas viciosas que después llegan á constituir costumbres
francamente inmorales.

V. Para llevar fácil y eficaz remedio á estos males,


y dada nuestra fatal costumbre de esperarlo todo de la
ayuda y buena voluntad del Estado, hay que convenir
en que sería él el promotor de cualquier movimiento de
reorganización, y para que su acción fuera decisiva é
inmediata, se le hace necesario trazarse un programa
y este es el momento oportuno para ello porque muy
en breve, en pocos meses más, se ha de celebrar el
centenario del primer grito de Independencia lanzado
por nuestros progenitores, y sería digna conmemora
ción si gobernados conscientes y gobernantes, impulsa
dos siquiera una vez por verdadero patriotismo, se
hiciesen, ante la augusta ara de la patria nubil, promesa
de intentar una nueva orientación, pues 'el hecho solo de
intentarlo haría ver que se conoce el mal y se pretende
curarlo; es el momento de poner jalones en la ruta
por la que deseamos marchar y sería noble, lejítimo
orgullo para esos gobernados conscientes y esos gober
nantes, si de aquí á la celebración del centenario de la
consolidación de la Independencia, en los mismos
quince años que lucharon nuestros abuelos para conse
guir la anhelada libertad trabajásemos nosotros para
alcanzar algo más que esa libertad no dignificada por
constante labor juiciosa: la noción exacta de nues
tros deberes para con nosotros mismos y para con la
patria.
Un programa tendente á alcanzar esa noción, forzo
samente tendría que abarcar los siguientes esenciales
puntos:
Atención preferente de la instrucción, cuidando que
ésta sea dada por hombres puestos al corriente de los
preceptos nuevos de la pedagogía, pues nuestra reor
ganización pide más del maestro que del militar ó del
estadista;
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 247

Establecimiento de escuelas normales con profeso


res extranjeros y materiales completos;
Centralización de universidades;
Apertura de caminos férreos, fluviales y deherradura;
Creación de carácter, que, en suma, no es sino resul
tado de la educación;
Propaganda continua en favor del antialcoholismo y
creación de medios para impedir su progresión;
Un sistema, generalmente adoptado, de conducta y >'
marcha gubernamental, y que dicho sistema sea seguido
invariablemente por todos los gobernantes que suban al
poder y todos los partidos (¡!) que triunfen;
Envío constante de gente nueva al extranjero con
cualesquier pretexto;
Facilidades de inmigración y creación de cuerpos
especiales que se encarguen de mandarla, escogida, del
exterior;
Funcionarios elegidos, no por preferencias de parti
dos, sino por cualidades de carácter;
\
Lucha permanente contra la demagogia;
Educación de la raza indígena, factor indispensable
á nuestro desarrollo agrícola;
Libertad de cultos; no tolerancia; y
Nominación definitiva y valerosa de la capital de la
República ó creación de una ciudad que sirva de tal.
Todo esto es imprescindible, quizás necesario, y
tiene que hacerse de golpe y no poco á poco como es
idea dominante en la inmensa mayoría, y para realizarlo
hay que observar el procedimiento aconsejado por
don Joaquín Costa, «el cirujano de hierro», que le llaman
en su país, y cuyos remedios á los males de éste son
idénticos á los de Bolivia, pues por algo ha de haber
esa ligación afectiva tan honda entre uno y otra, pu-
diendo decirse que atávicamente padecemos de males
cuya cura es cuestión de tiempo y de voluntad.
Dice D. Joaquín Costa:
«Venerar al labrador más aun, si cabe, que al sol
dado que vuelve de la guerra, porque se necesita mayor
248 CAPÍTULO UNDÉCIMO

vocación de héroe para ejercer la labranza que para


guerrear.
»Lo que España (donde dice España, léase Bolivia)
necesita y debe pedir á la escuela no es precisamente
hombres que sepan leer y escribir: lo que necesita son
hombres; y el formarlos requiere educar el cuerpo
tanto como el espíritu, y tanto ó más que el entendi-
miento la voluntad. La conciencia del deber, el espíritu
de iniciativa, la confianza en sí propio, la individualidad,
y juntamente con esto, la restauración del
) el carácter; corporal, tan decaído por causas del desaseo,
organismo
l del exceso de trabajo y la insuficiencia de alimentación.
«Suministrar al cerebro español una educación só
lida y una nutrición abundante, apuntalando le despensa
y la escuela; combatir las fatalidades de la geografía y
de la raza, tendiendo á redimir por obra del arte nuestra
inferioridad en ambos respectos, á aproximar en lo po
sible las condiciones de una y otra á las de la Europa
\ central, aumentando la potencia productiva del territorio
/' y elevando la potencia intelectual y el tono moral de la
sociedad.
»E1 problema de la regeneración de España, es pe
dagógico tanto ó más que económico y financiero, y
requiere una transformación profunda de la educación
nacionaj en todos sus grados.
» Deben suprimirse algunas Universidades, y en lu
gar de ellas, 1.°, favorecer la investigación personal
científica; 2.0, crear escuelas regionales y locales para
la enseñanza manual, positiva y efectivamente práctica,
de la Agricultura, de las Artes y Oficios y del Comer
cio, etc., etc.
»Hay que improvisar nación, haciendo una revolu
ción desde el Poder en obra de meses, acaso de sema
nas; necesitamos faquires políticos, que reproduzcan
el milagro de la India, haciendo germinar y crecer la
planta á vista del espectador, en el instante mismo de
enterrada, sin aguardar las lentas y penosas evoluciones
de la agricultura ordinaria. Hay que romper con todo el
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 249

orden existente, cerrando ojos y oídos á compromisos


personales de toda una vida; condensar los tiempos,
tomando los minutos en horas y las horas en semanas;
lanzar al país, sin reparar en temeridad de más ó de
menos, no ya á gran velocidad, sino á una velocidad
vertiginosa, con la esperanza, siquiera remota, de alcan
zar en su carrera á Europa y de brindar un consuelo, en
los pocos años que le quedan de vida, á la generación
actual.
«Debe ser el primer cuidado de la República, crear
hombres, hacer hombres. Jamás habrá otra España que
la que salga del cerebro de los españoles. Por eso la
República tiene que ser labradora, cultivadora de almas,
y debe, con perseverante esfuerzo, ir arando, y echar
luego en todos los espíritus simiente de nación.»
¡Crear hombres!
He ahí condensado en dos palabras ajenas nuestro
programa. ¡Eso, eso es lo que necesita Bolivia: hombres!
Hombres de voluntad orientada y de carácter firme
como el granito de nuestras montañas.
Hombres prácticos, honrados y activos.
Hombres pensadores y buenos.
Los hay que encarnan toda una época: genios;
otros que labran el medio: talentos; otros, en fin, que
á su actividad tienen el don de agregar las actividades
dispersas: carácter.
Y son estos" últimos los que nos .hacen falta y los
que con mayor frecuencia se presentan.
La pereza, la tristeza, la suciedad, son enfermedades
que se curan. Así lo cree por lo menos Villazón, el más
grande de nuestros estadistas contemporáneos: hay
que establecer la pedagogía nacional, por lo tanto. Y
esta es obra exclusiva de hombres de carácter, cuya
acción es siempre fecunda. Arce, pese á su intolerancia
y á su fanatismo de secta, tiene el incontestable mérito
de habernos llevado el primer ferrocarril, hoy en ser
vicio activo, y bien merece el bronce que se pretende
levantarle. De sus delitos, de su administración viciosa,

/"
250 CAPÍTULO UNDÉCIMO

podrán decir sus adversarios que fué inicua; pero ah<


quedan esos rieles por donde á diario ruedan máquinas
que llevan bienestar á un pueblo laborioso: bien es
cierto que cuando se imponen maneras de ser contra
rias al orden y á la libertad, queda como mala simiente
y después producen graves, hondas perturbaciones.
Y aunque la ocasión no se preste, hay que decirlo.
Muchas veces nuestros legisladores temen facultar la
implantación de algún trabajo por miedo á la poca
honradez de los gobernantes. No importa. Que se dis
traigan los fondos, que se dilapide, pero que se haga.
Ya que fatalmente no somos prolijos en nuestra con
ducta, dejemos de pensar que dejando de hacer seremos
mejores. Hay que hacer y emprender, única manera de
progresar. Las responsabilidades se fijan tarde, cuando
los hombres no sienten interés en desfigurar los aconte
cimientos ni temor por ser sinceros, y es entonces que
ante el criterio de la Historia, unos gobernantes se lla
man Linares y otros Daza, por ejemplo.
¡Crear hombres!
Si apareciese uno justo, bueno, honrado, valiente,
grande por sus virtudes, sería de ayudarle á surgir, tra
bajar por él para colocarlo en el Poder y luego aconse
jarle gobierne á discreción, sin cámaras, sin partidos, de
jado solo con su criterio y con el de sus colaboradores y
luego que haga uso de sus músculos, de su carácter,
para libertarnos y extirpar esa casta ruin de politiquillos
menudos que sólo esperan en el funcionarismo un medio
de figurar y vivir; y es seguro que ese hombre haría de
Bolivia pueblo libre, consciente y moderno, haciéndole
adquirir conciencia de nacionalidad basada en hechos
y frutos y no producida por imaginación enfermiza.
Necesitamos hombres que echen abajo mucho de lo
que está arriba y hagan obra de revolución, cons
truyendo de nuevo si es posible, sin contemporizacio
nes, sin cobardías, fuertes en su labor y preocupados,
sobre todo, de empujarnos al trabajo, forzarnos al mo
vimiento y, llenos de fe y valor, meternos un ideal le
LA TERAPÉUTICA NACIONAL 25 1

vantado en la cabeza, única manera de perseguir y al


canzar un fin, un destino; pues como dice el ya citado
Tarde en Las leyes de la imitación, «la paz social,
la fe unánime en un mismo ideal ó una misma ilusión,
unanimidad que supone una asimilación cada día más
extensa y más profunda de la humanidad: he ahí el ter
mino adonde corren, quiéranlo ó no, todas las revolu
ciones sociales. Tal es el progreso, es decir, el avance
del mundo social en las vías lógicas».
ÍNDICE DE MATERIAS

CRPITULO PRIMERO
Influjo del medio físico sobre el desarrollo material del pats

I, Las tres regiones en que puede dividirse el territorio de la República. Región inter
andina. Sus rasgos característicos. La puna. Fauna y flora de la puna. Región
amazónica. Su variedad y su riqueza. Región del Plata. II. Falta de vías de co
municación. Distancia enorme que separa i
las capitales entre sí. Efectos que pro
duce la falta de caminos. Ferrocarriles. Su deficiencia. La poca significación de
Bolivia entre los países productores. Cuadros de estadística comparativos.

CAPÍTULO II
El problema étnico en Bolivia

I. División étnica oficial y su deficiencia. Cómo se considera la calidad étnica de los


individuos. En qué sentido tomamos el concepto de raza. Censos y cómputos esta
dísticos. II. La raza negra y su poca significación. III. Raza indígena. Des
cripción del medio en que vive y se desarrolla. Influjo de ese medio sobre las cos
tumbres, carácter, arte, etc., etc. La vida ruda del indio. Sus ocupaciones. Sus
creencias. Quienes lo explotan. Una cita oportuna. El alcohol, refugio del indio.
Estadística criminal. Tristeza del indio. Cómo se va extinguiendo su raza.
IV. Raza mestiza. Carácter del cholo. Ausencia de grandes pasiones. Esterilidad
de su espíritu. Sus inclinaciones rebañezcas. V. La raza blanca. Particularida
des de su carácter

CAPÍTULO III
Psicología regional
I. Diferencias existentes entre las diversas regiones. Son producto del medio físico y
del predominio de sangre indígena. Esta es de dos tintes: la aymara y la quechua.
Los dos pueblos representativos. II. Carácter paceño: sus particularidades. Pre
dominio de la sangre Colla. III. Carácter cochabambino. Influjo del suelo y del
cielo. Predominio de la imaginación. IV. Carácter de las demás regiones.
V. El espíritu dominante en todas esas poblaciones. La vida urbana y sus estre
checes. La intolerabilidad. Curiosas manifestaciones del espíritu tartarinesco. El
concepto de patria es deformación del de ciudad 67

CAPÍTULO IV
El carácter nacional

I. Carácter nacional y sus particularidades. Odio regional y sus causas. Odiodecam-


panarios. Odio de castas. II. Empleomanía: sus efectos. No hay ricos en Boli
via. Pereza. Decadencia de las industrias. III. Ausencia del sentido moral. En
vidia. Tristeza 91

s
254 ÍNDICE DE MATERIAS

CAPÍTULO V
Una de las enfermedades nacionales
Fia.

La megalomanía. Sus efectos en la vida política. II. El Parlamento y su compo


sición. La simulación del sufragio. Una elección simbólica. La comedia legislativa.
Psicología del diputado. La megalomanía en el Poder Ejecutivo. Pruebas.
III. Los distritos universitarios. Cómo son nuestras Universidades. El peligro
abogadil. Consecuencias funestas de la abundancia de Universidades. Lo que se
entiende por cultura en Bolivia. IV. Simulación colectiva en lo concerniente á
la ínstitucionalidad 109

CAPÍTULO VI
La prensa, factor de decadencia colectiva

t. Composición de la prensa y sus deficiencias. Particularidades de la prensa. Impor


tancia que da á las noticias locales y sus efectos. Cómo se hace la critica literaria.
Su concepto de la patria. Su sumisión á los caudillos y gobernantes. II. La
prensa de pequeñas poblaciones. Sus perniciosos efectos. Su sola preocupación es
la política. III. Hay que desconfiar de la prensa. Creala injusticia social, factor
de decadencia colectiva. Cómo se explica el problema d** la popularidad en Boli
via. Acción nula de les hombres de verdadero valer moral é intelectual. Remedios. 129

CAPÍTULO Vil
Causas de decadencia física

I. Matrimonios prematuros. Estado cultural de la mujer. El hogar primera causa de


su incultura. Inclinación dela mujer al lujo. Deplorables consecuencias. Simula
ción colectiva de un bienestar que es de simple apariencia. Fanatismo religioso de
las mujeres. Su concepto de la moral. Ambiciones de la mujer. La frivolidad.
Su concepto de castas. Su poca preparación para el desempeño de su rol social.
Deficiencia educativa de los hombres. No existe la coeducación de sexos. Efectos
de los matrimonios prematuros en la raza. Propensión al celibato. Una etiquete
periodística. Estadística de natalidad ici

CAPÍTULO VIII
Causas de decadencia física
(COBCLCIIÓH)

II. Bolivia es uno de los países en que se bebe más alcohol. Causas por las que la
cantina se ha impuesto al salón. El crédito, aliciente de la cantina. EL jovial bebe
dor, de Vois, pudiera adoptarse en el país ccmo símbolo de ideal colectivo. Opi
nión de Crandidier. La pasión del alcohol en provincias. Estadística de alcohol
vendido. 789,89; habitantes consumen 1.500,000 litros de alcohol. Estadística de
ebrios recogidos en La Paz. III. Falta de higiene. El boliviano no sabe bañarse.
Opinión de M. Barbier. Estadística de defunciones. IV. Tampoco sabe comer
bien. Deficiencia de artículos de primera necesidad y su fabuloso precio. Cuáles
pueden ser las fatales consecuencias de semejante manera de ser. Cuadro estadís
tico determinante de nuestro fracaso productivo y económico. La desmembración
\ territorial 169

CAPÍTULO l#
De la sangre en nuestra historia

I. Predicción de Bolívar. Nuestra obra en 8o años de vida libre. Gobiernos de Blanco,


Santa Cruz, Velazco, Belzu, Linares, Melgarejo, etc., etc. Número de revueltas
ÍNDICE DE MATERIAS 255

en 73 años. II. Diferencia entre revueltas y revoluciones. Causas de la vida agi


tada del país: la vanidad y el interés. Por qué combaten los grupos llamados
partidos. Todo el movimiento político del país gin alrededor de conveniencias
económicas. Bolivia aun está en pleno período caciquista. La sumisión á los caci
ques una de las características de la raza. Perniciosos efectos del predominio de
hombres inescrupulosos. III. Cómo se efectúa la lucha entre los grupos que se
dicen partidos. En verdad, á que se reduce esa lucha. Inmoralidad política... . 1S9 .

CñPlTULO ?(
Causas de esterilidad intelectual

I. Por qué no existe la literatura nacional. El ambiente inhospitalario al Arte. Lo


que se entiende por Arte. II. Por incomprensión artística se ha destruido Tía-
huanacu. Hostilidad colectiva hacia el que produce. En qué consiste la debilidad
de los artistas en general. La literatura como medio de alcanzar una situación po
lítica. III. Bolivia no juega, intelectualmente, ningún rol entre los países de la
América Latina. Efectos de la imitación, en poesía. Mediocridad de los políticos.
Les falta ideal 221

CñPfTULO
La terapéutica ?(l
nacional

Resumen Por qué se deben disculpar nuestros males. Dónde cómo hay que bus

y
.
I
.

car los remedios. Hay que conformarse con las fatalidades étnicas. Necesidad de
educar indio. II. Explotar nuestra misma sugestionabilidad en obras de pro
al

vecho colectivo. La escuela taller, primeros elementos de reorganización.


el
y

III. La falta de solidaridad Hay que favorecer una seleccionada

in
sus efectos.
y

migración como medio de cambiar nuestra psicología. IV. Remedio los males
á
de política. Peligros de intervención del Ejecutivo. V. Breve programa de
la

la

regeneración. Programa de Costa aplicable trabajar! 2J5


¡A

país.
al

/
ÍNDICE ALFABÉTICO
DE LOS PRINCIPALES NOMBRES CITADOS

Aguilaniedo Llanas, 78. Diez de Medina, 232. Murat, 137.


Achá, 195, 196. Dumas, 158. Muñoz Reyes, 232.
Achá Aguirre, 232. Escrich, 158. Napoleón, 197.
Alarcón, 232. Estévanez, 191 . Nietzsche, 63, 87.
Arce, 26, 249. Espronceda, 1o5, 229, 23o. Nordensskof, 125.
Arguedas, 5. Finot, 33. Nordau, 131, 226.
Aramayo, 124. Finot Franco, 232. Novicow, 32, 33, 21 3.
Armentia, 125. Flores, 158. Olañeta, 233, 241 .
Ballivián M. V., 224. Fouillée, 145. Orbigny, 125.
Ballivián, 192, 19?, 145,2oo. Frías, 2oo. Pacheco. 14o, 145, 21 3.
Bagehol, 96. Gambeta, 1 37. Pando, 2o4.
Bandelier, 125. Ganivet, 236. Palma y V-, 232.
Barbier, 169, 18o. Garcilaso, 38. Paredes, 5o, 56, 121 , 12
Barba, 2o. Gautier, 81 . í 75-
Baptista, 2oo, 241 . Gourmont, 115. Palante, 148.
Ballesteros, 232. Grandemontagne, 131. Peñaranda, 232,
Becquer, 1o5, 229, 23o. Grandidier, 169, 174, 175. Pinto, 232.
Beltrán, 232. Grosse, 21o. Pinilla, 2o3 .
Bedregal, 232. Guyau, 76, 92, 225. Quesada, 83 .
Belzu, 6;, 155, 189, 19?, Guachalla, 215. Reclus, 33, 6o.
2o5, Herrera, 2o. Rodó, 232.
Bertillón, 177. Humboldt, 125. Rojas, 81 .
Bismark, 157, Huaina-Capac, 224. Saavedra, 94, 1 15, 187, 23o
Blanco, 189, 191, 2o5. Hugo, 229. San Martín, 2o5, 2o8.
Bolívar, 189, 191, 192,2o5, Ibsen, 85. Santa Cruz, 189, 191, 2o9
2o7. Izoulet, 73, 1 52. 241.
Brinton, 183 . Jaimes, 83. Sanjinés, 2o 1.
Bunge, 86, 91,92. 14o, 21 1. Jaymes Freire, 232. Sénéchal de la Grange, 61 .
Bustamante, 94, 157, 225. Kramer, 17, 2o. Sisson, 61 .
Bustíllo, 23;. Lacombe, 3 3. Schopenhauer, 152, 228.
Castelar, 75. Lanza, 137. Schubert, 1 58.
Catacora, 1 37. Lafaye, 2oo. Sucre, 191, 2o5, 2o7.
Campero, 14o, 141, 2o3. Lamartine, 229. Taine, 68, 75, 226.
Campoamor, 158. Le Bon, 74, 97, 2o7. Tamayo, 114, 232.
Carrasco, 186. Limiñana, 23, 24. Tarde, 251.
Castro, 197. Linares, 189, 195, 196, 233, ligarte, 232.
Carlyle, 214. 241, 25o. Ulloa, 2o.
Claretie, 131. Lombroso, 131, 2o5. Unamuno, 137, 174-
Conway, 125. Lugones, 9o. Valdez, 232.
Córdova, 195, 196, 2o5. Markham, 6o. Vaca Chávez, 232.
Costa, 235, 247. Maita-Capac, 69. Velazco, 189, 192, 191.
Colajanni, 33. Melgar, 23o. Villalobos, 232.
Crespo, 69. Melgarejo, 63, 95, 145, 189, Villaunus, 84.
Creveaux, 125. 196, 2o1, 2o5, 209. Villazón, 241, 249.
Chirveches, 232. Menéndez Pelayo, 231. Vois, 169, 174.
Darío, 131. Mendíeta, 232. Wáshington, 137.
Dalence, 35. Montes, 127, 242. Walteufiel, 158.
Daza, 63, 95, 145, 2o1, 2o2, Morales, 63, 145, 198, 199, Wedell, 182.
21o, 25o. 2o1, 2o5, 2o6. Zorrilla, 229.
Dereims, 37, 125. Monteagudo, 137.
Díaz Homero, 229. Murillo, 137, 2o5.

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